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más fuese importante, porque según muchos escuestión de acostumbrarse a lo que nos rodea…Dicen que hasta el infierno se hace cómodo una vezte acostumbras a él, pero no es justo para mi corazónobligarle a sentir diferente, hacerme la ciega ante loque me duele ver, la sorda ante las barbaridades quediariamente escucho, hacerme la muda sabiendo queDios me otorgó voz y debo usarla, si no, el miedo mela arrebatará permanentemente.Mi madre quizás aborrecería mis entrañas porbrindarle tal angustia, pero si en el fondo de su corazónexiste al menos el destello minúsculo de orgullo pormí, entonces el miedo no es nada.Nuestros padres nos criaron y educaron en untiempo más oscuro que este, un momento en el quepracticar la magia no era herejía para un cristianoporque de algún sitio salió el alimento para nuestrasbocas y los zapatos para ir a la escuela, la devoción yel tiempo para hacernos reír y no notáramos la tristezaen sus rostros, por eso a veces me compadezco desus espíritus protectores y siento que puedo enfrentarcualquier cosa, casi todas las penas y los sufrimientosmerecen ser recompensados de alguna manera,así solo sea con estas redundantes e incoherentesoraciones escritas a solas. Si el precio es su enojo,estoy dispuesta a pagarlo, nadie me va a condenarpor decir con frases repetitivas que nuestra sociedadsufre, mi Patria sufre, que mi madre sufre y sufro yopor presenciarlo.Ignorarlo es traicionar, solo es necesario abrir unpoco más los ojos y cerrar las puertas al miedo, que noentre, no es preciso cederle espacio a un sentimientocon el que convivimos toda la vida. El silencio duelecomo duele el cuerpo cuando le azota una enfermedadterminal… el silencio impuesto por nuestra propiaconciencia engañada, infectada por los ojos de quienesno comprenden. Las canciones que hablan de libertadno mencionan cómo alcanzarla, el camino está llenode piedras y dicen que es utópico… pero el peso de laconciencia es capaz de aplastar el ánimo si no estamosen paz con nosotros mismos… algo que mi madre noentiende, como no lo entienden muchos padres.¿Llegará el día en que comprenderán, en quepodremos sentarnos todos juntos a hablar sobreello? Tal vez será el día en que nos vean ya comohombres y mujeres, acepten que no pueden hacernada al respecto cuando actuamos por fe, con losojos cerrados caminando a oscuras, dando pasos alfuturo, no importa cuántos golpes nos demos. ¿Cómoagradecerles lo que han hecho por nosotros y a lavez desligarnos de esa deuda moral de forjar nuestropropio camino?Esta es mi declaración, como mujer, como hija,como cubana… el dolor de vivir frente al espejo viendocómo se disuelven nuestros sueños, nuestros proyectosde vida a la mitad y la historia que se repetirá “comote ves, me vi, como me veo, te verás”. Yo no quieroser otro daño colateral de este experimento social, nibusco provocar a iracundos que no admiten ni toleranlos sueños colectivos, esos a los que se les revientanlos tímpanos cuando soñamos en voz alta.Tampoco quiero ser víctima de mi propio recato ydejar de decir lo que pienso por miedo a que me cortenla lengua… No planeo vivir la vida de mis padres, laque ellos quieren que viva para evitarme ciertas penas,he de probar las penas para aprender el valor de cadacosa. En nombre de lo que sufrieron y en nombre de loque sufro, lucho…Que sea lo que Dios quiera.Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.-----------------------------Elizabeth Ducongé (Artemisa, 1989).Intérprete de lenguas y señas.<strong>Convivencia</strong>. Año VII. No. <strong>41</strong> / 57

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