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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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HISTORIADEL SIGLO<strong>XX</strong><strong>Biblioteca</strong> E. /. Hobsbawm de <strong>Historia</strong> Contemporánea


ERIC HOBSBAWMHISTORIADEL SIGLO<strong>XX</strong>CRÍTICAGRIJALBO MONDADORIBUENOS AIRES


Todos los derechos reservados.Queda rigurosam<strong>en</strong>te prohibida, sin la autorización escrita de los titulares <strong>del</strong> cop)right, bajo las sanciones establecidas <strong>en</strong> las leyes, la reproducción total o parcial de esiobra por cualquier medio o procedimi<strong>en</strong>to, compr<strong>en</strong>didos la fotocopia y el tratami<strong>en</strong>tinformático.Título original:EXTREMES. THE SHORT TWENTIETH CENTURY 1914-1991Michael Joseph Ltd, LondresEsta traducción se publica por acuerdo con Pantheon Books, una división de RandonHouse, Inc.Traducción castellana de JUAN FACÍ, JORDI AINAUD y CARME CASTELLSTapa de la primera edición española: Enríe SatuéRediseño de tapa: SERGIO KERNIlustración: Fernand Léger, Los constructores (1950)© 1994: E. J. Hobsbawm© 1998 de la traducción castellana para España y América:CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Av. Belgrano 1256,(1093) Bu<strong>en</strong>os Aires - Arg<strong>en</strong>tinaPrimera edición arg<strong>en</strong>tina: septiembre de 1998Primera reimpresión: noviembre de 1998 Segundareimpresión: diciembre de 1998 Tercerareimpresión: mayo de 1999ISBN 987-9317-03-3Hecho el depósito que previ<strong>en</strong>e la ley 11.723Impreso <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina1999 - Impr<strong>en</strong>ta de los Bu<strong>en</strong>os Ayres S.A.I, y C.Carlos Berg 3449 (1437) Bu<strong>en</strong>os Aires.


PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSNadie puede escribir acerca de la historia <strong>del</strong> siglo xx como escribiríasobre la de cualquier otro período, aunque sólo sea porque nadie puedeescribir sobre su propio período vital como puede (y debe) hacerlo sobrecualquier otro que conoce desde fuera, de segunda o tercera mano, ya sea apartir de fu<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> período o de los trabajos de historiadores posteriores.Mi vida coincide con la mayor parte de la época que se estudia <strong>en</strong> este libroy durante la mayor parte de ella, desde mis primeros años de adolesc<strong>en</strong>ciahasta el pres<strong>en</strong>te, he t<strong>en</strong>ido conci<strong>en</strong>cia de los asuntos públicos, es decir, heacumulado puntos de vista y prejuicios <strong>en</strong> mi condición de contemporáneomás que de estudioso. Esta es una de las razones por las que durante lamayor parte de mi carrera me he negado a trabajar como historiador profesionalsobre la época que se inicia <strong>en</strong> 1914, aunque he escrito sobre ella porotros conceptos. Como se dice <strong>en</strong> la jerga <strong>del</strong> oficio, «el período al que mededico» es el siglo xix. Creo que <strong>en</strong> este mom<strong>en</strong>to es posible considerar conuna cierta perspectiva histórica el siglo xx corto, desde 1914 hasta el fin <strong>del</strong>a era soviética, pero me apresto a analizarlo sin estar familiarizado con labibliografía especializada y conoci<strong>en</strong>do tan sólo una ínfima parte de lasfu<strong>en</strong>tes de archivo que ha acumulado el ing<strong>en</strong>te número de historiadores quese dedican a estudiar el siglo xx.Es de todo punto imposible que una persona conozca la historiografía<strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te siglo, ni siquiera la escrita <strong>en</strong> un solo idioma, como el historiadorde la antigüedad clásica o <strong>del</strong> imperio bizantino conoce lo que se escribiódurante esos largos períodos o lo que se ha escrito después sobre losmismos. Por otra parte, he de decir que <strong>en</strong> el campo de la historia contemporáneamis conocimi<strong>en</strong>tos son superficiales y fragm<strong>en</strong>tarios, incluso segúnlos criterios de la erudición histórica. Todo lo que he sido capaz de hacer esprofundizar lo sufici<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la bibliografía de algunos temas espinosos ycontrovertidos —por ejemplo, la historia de la guerra fría o la de los añostreinta— como para t<strong>en</strong>er la convicción de que los juicios expresados <strong>en</strong> estelibro no son incompatibles con los resultados de la investigación especializada.Naturalm<strong>en</strong>te, es imposible que mis esfuerzos hayan t<strong>en</strong>ido pl<strong>en</strong>o éxito


8 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>y debe haber una serie de temas <strong>en</strong> los que mi desconocimi<strong>en</strong>to es pat<strong>en</strong>te ysobre los cuales he expresado puntos de vista discutibles.Por consigui<strong>en</strong>te, este libro se sust<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> unos cimi<strong>en</strong>tos desiguales.Además de las amplias y variadas lecturas de muchos años, complem<strong>en</strong>tadascon las que tuve que hacer para dictar los cursos de historia <strong>del</strong> siglo xx alos estudiantes de posgrado de la New School for Social Research, me hebasado <strong>en</strong> el conocimi<strong>en</strong>to acumulado, <strong>en</strong> los recuerdos y opiniones de qui<strong>en</strong>ha vivido <strong>en</strong> muchos países durante el siglo xx como lo que los antropólogossociales llaman un «observador participante», o simplem<strong>en</strong>te como un viajeroat<strong>en</strong>to, o como lo que mis antepasados habrían llamado un kibbitzer. Elvalor histórico de esas experi<strong>en</strong>cias no dep<strong>en</strong>de de que se haya estado pres<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los grandes acontecimi<strong>en</strong>tos históricos o de que se haya conocido apersonajes u hombres de estado preemin<strong>en</strong>tes. De hecho, mi experi<strong>en</strong>ciacomo periodista ocasional <strong>en</strong> uno u otro país, principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> AméricaLatina, me permite afirmar que las <strong>en</strong>trevistas con los presid<strong>en</strong>tes o conotros responsables políticos son poco satisfactorias porque las más de lasveces hablan a título oficial. Qui<strong>en</strong>es ofrec<strong>en</strong> más información son aquellosque pued<strong>en</strong> o quier<strong>en</strong> hablar librem<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> especial si no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> grandesresponsabilidades. De cualquier modo, conocer g<strong>en</strong>tes y lugares me ha ayudado<strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te. La simple contemplación de la misma ciudad —porejemplo, Val<strong>en</strong>cia o Palermo— con un lapso de treinta años me ha dado <strong>en</strong>ocasiones idea de la velocidad y la escala de la transformación social ocurrida<strong>en</strong> el tercer cuarto de este siglo. Otras veces ha bastado el recuerdo dealgo que se dijo <strong>en</strong> el curso de una conversación mucho tiempo atrás y quequedó guardado <strong>en</strong> la memoria, por razones tal vez ignoradas, para utilizarlo<strong>en</strong> el futuro. Si el historiador puede explicar este siglo es <strong>en</strong> gran parte porlo que ha apr<strong>en</strong>dido observando y escuchando. Espero haber comunicado alos lectores algo de lo que he apr<strong>en</strong>dido de esa forma.El libro se apoya también, necesariam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> la información obt<strong>en</strong>ida .de colegas, de estudiantes y de otras personas a las que abordé mi<strong>en</strong>tras loescribía. En algunos casos, se trata de una deuda sistemática. El capítulosobre los aspectos ci<strong>en</strong>tíficos lo examinaron mis amigos Alan Mackay FRS,que no sólo es cristalógrafo, sino también «<strong>en</strong>ciclopedista», y John Maddox.Una parte de lo que he escrito sobre el desarrollo económico lo leyó mi colegaLance Taylor, de la New School (antes <strong>en</strong> el M1T), y se basa, sobre todo, <strong>en</strong>las comunicaciones que leí, <strong>en</strong> los debates que escuché y, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, <strong>en</strong> todolo que capté mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do los ojos bi<strong>en</strong> abiertos durante las confer<strong>en</strong>ciassobre diversos problemas macroeconómicos organizadas <strong>en</strong> el World Institutefor Developm<strong>en</strong>t Economic Research of the U.N. University (UNU/-WIDER) <strong>en</strong>Helsinki, cuando se transformó <strong>en</strong> un gran c<strong>en</strong>tro de investigación y debatebajo la dirección <strong>del</strong> doctor Lal Jayaward<strong>en</strong>a. En g<strong>en</strong>eral, los veranos quepasé <strong>en</strong> esa admirable institución como investigador visitante tuvieron unvalor inapreciable para mí, sobre todo por su proximidad a la URSS y por suinterés intelectual hacia ella durante sus últimos años de exist<strong>en</strong>cia. Nosiempre he aceptado el consejo de aquellos a los que he consul-


PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS 9todo, e incluso, cuando lo he hecho, los errores sólo se me pued<strong>en</strong> imputar amí. Me han sido de gran utilidad las confer<strong>en</strong>cias y coloquios <strong>en</strong> los quetanto tiempo inviert<strong>en</strong> los profesores universitarios para reunirse con suscolegas y durante los cuales se exprim<strong>en</strong> mutuam<strong>en</strong>te el cerebro. Me resultaimposible expresar mi gratitud a todos los colegas que me han aportado algoo me han corregido, tanto de manera formal como informal, y reconocertoda la información que he adquirido al haber t<strong>en</strong>ido la fortuna de <strong>en</strong>señara un grupo internacional de estudiantes <strong>en</strong> la New School. Sin embargo,si<strong>en</strong>to la obligación de reconocer específicam<strong>en</strong>te lo que apr<strong>en</strong>dí sobre larevolución turca y sobre la naturaleza de la emigración y la movilidad social<strong>en</strong> el tercer mundo <strong>en</strong> los trabajos de curso de Ferdan Ergut y Alex Juica.También estoy <strong>en</strong> deuda con la tesis doctoral de mi alumna Margarita Gieseckesobre el APRA y la insurrección de Trujillo de 1932.A medida que el historiador <strong>del</strong> siglo xx se aproxima al pres<strong>en</strong>te dep<strong>en</strong>decada vez más de dos tipos de fu<strong>en</strong>tes: la pr<strong>en</strong>sa diaria y las publicacionesy los informes periódicos, por un lado, y los estudios económicos y de otrotipo, las compilaciones estadísticas y otras publicaciones de los gobiernosnacionales y de las instituciones internacionales, por otro. Sin duda, mesi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> deuda con diarios como el Guardian de Londres, el Financial Timesy el New York Times. En la bibliografía reconozco mi deuda con las inapreciablespublicaciones <strong>del</strong> Banco Mundial y con las de las Naciones Unidas yde sus diversos organismos. No puede olvidarse tampoco a su predecesora,la Sociedad de Naciones. Aunque <strong>en</strong> la práctica constituyó un fracaso total,sus valiosísimos estudios y análisis, sobre todo Industrialisation and WorldTrade, publicado <strong>en</strong> 1945, merec<strong>en</strong> toda nuestra gratitud. Sin esas fu<strong>en</strong>tessería imposible escribir la historia de las transformaciones económicas, socialesy culturales que han t<strong>en</strong>ido lugar <strong>en</strong> el pres<strong>en</strong>te siglo.Para una gran parte de cuanto he escrito <strong>en</strong> este libro, excepto para misjuicios personales, necesito contar con la confianza <strong>del</strong> lector. No ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tidosobrecargar un libro como éste con un gran número de notas o con otrossignos de erudición. Sólo he recurrido a las refer<strong>en</strong>cias bibliográficas param<strong>en</strong>cionar la fu<strong>en</strong>te de las citas textuales, de las estadísticas y de otros datoscuantitativos —difer<strong>en</strong>tes fu<strong>en</strong>tes dan a veces cifras distintas— y, <strong>en</strong> ocasiones,para respaldar afirmaciones que los lectores pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>contrar extrañas,poco familiares o inesperadas, así como para algunos puntos <strong>en</strong> los que lasopiniones <strong>del</strong> autor, si<strong>en</strong>do polémicas, pued<strong>en</strong> requerir cierto respaldo.Dichas refer<strong>en</strong>cias figuran <strong>en</strong>tre paréntesis <strong>en</strong> el texto. El título completo <strong>del</strong>a fu<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>contrará al final de la obra. Esta Bibliografía no es más queuna lista completa de las fu<strong>en</strong>tes citadas de forma textual o a las que se hacerefer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> el texto. No es una guía sistemática para un estudio porm<strong>en</strong>orizado,para el cual se ofrece una breve indicación por separado. El cuerpode refer<strong>en</strong>cias está también separado de las notas a pie de página, que simplem<strong>en</strong>teamplían o matizan el texto.Sin embargo, no puedo dejar de citar algunas obras que he consultadoampliam<strong>en</strong>te o con las que t<strong>en</strong>go una deuda especial. No quisiera que sus


10HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>autores sintieran que no son adecuadam<strong>en</strong>te apreciados. En g<strong>en</strong>eral, t<strong>en</strong>gouna gran deuda hacia la obra de dos amigos: Paul Bairoch, historiador <strong>del</strong>a economía e infatigable compilador de datos cuantitativos, e Ivan Ber<strong>en</strong>d,antiguo presid<strong>en</strong>te de la Academia Húngara de Ci<strong>en</strong>cias, a qui<strong>en</strong> debo elconcepto <strong>del</strong> «siglo xx corto». En el ámbito de la historia política g<strong>en</strong>eral<strong>del</strong> mundo desde la segunda guerra mundial, P. Calvocoressi (World PoliticsSince 1945) ha sido una guía sólida y, <strong>en</strong> ocasiones —compr<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te—,un poco acida. En cuanto a la segunda guerra mundial, debo mucho a lasoberbia obra de Alan Milward, La segunda guerra mundial, 1939-1945, ypara la economía posterior a 1945 me han resultado de gran utilidad lasobras Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimi<strong>en</strong>to y cambio, 1945-1980, de Herman Van der Wee, y Capitalism Since 1945, de Philip Armstrong,Andrew Glyn y John Harrison. La obra de Martin Walker The ColdWar merece mucho más aprecio <strong>del</strong> que le han demostrado unos críticospoco <strong>en</strong>tusiastas. Para la historia de la izquierda desde la segunda guerramundial me he basado <strong>en</strong> gran medida <strong>en</strong> el doctor Donald Sassoon <strong>del</strong>Que<strong>en</strong> Mary and Westfield College, de la Universidad de Londres, que me hapermitido leer su amplio y p<strong>en</strong>etrante estudio, inacabado aún, sobre estetema. En cuanto a la historia de la URSS, t<strong>en</strong>go una deuda especial con losestudios de Moshe Lewin, Alee Nove, R. W Davies y Sheila Fitzpatrick; paraChina, con los de B<strong>en</strong>jamin Schwartz y Stuart Schram; y para el mundo islámico,con Ira Lapidus y Nikki Keddie. Mis puntos de vista sobre el artedeb<strong>en</strong> mucho a los trabajos de John Willett sobre la cultura de Weimar (y amis conversaciones con él) y a los de Francis Haskell. En el capítulo 6, mideuda para con el Diaghilev de Lynn Garafola es manifiesta.Debo expresar un especial agradecimi<strong>en</strong>to a qui<strong>en</strong>es me han ayudado apreparar este libro. En primer lugar, a mis ayudantes de investigación, JoannaBedford <strong>en</strong> Londres y Lise Grande <strong>en</strong> Nueva York. Quisiera subrayar particularm<strong>en</strong>tela deuda que he contraído con la excepcional señora Grande, sinla cual no hubiera podido de ninguna manera colmar las <strong>en</strong>ormes lagunas demi conocimi<strong>en</strong>to y comprobar hechos y refer<strong>en</strong>cias mal recordados. T<strong>en</strong>gouna gran deuda con Ruth Syers, que mecanografió el manuscrito, y con Marl<strong>en</strong>eHobsbawm, que leyó varios capítulos desde la óptica <strong>del</strong> lector no académicoque ti<strong>en</strong>e un interés g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> el mundo moderno, que es precisam<strong>en</strong>teel tipo de lector al que se dirige este libro.Ya he indicado mi deuda con los alumnos de la New School, que asistierona las clases <strong>en</strong> las que int<strong>en</strong>té formular mis ideas e interpretaciones.A ellos les dedico este libro.Londres-Nueva York, 1993-1994ERIC HOBSBAWM


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong>DOCE PERSONAS REFLEXIONAN SOBRE EL SIGLO <strong>XX</strong>Isaiah Berlin (filósofo, Gran Bretaña): «He vivido durante la mayor parte <strong>del</strong>siglo xx sin haber experim<strong>en</strong>tado —debo decirlo— sufrimi<strong>en</strong>tos personales.Lo recuerdo como el siglo más terrible de la historia occid<strong>en</strong>tal».Julio Caro Baroja (antropólogo, España): «Existe una marcada contradicción<strong>en</strong>tre la trayectoria vital individual —la niñez, la juv<strong>en</strong>tud y la vejez hanpasado ser<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te y sin grandes sobresaltos— y los hechos acaecidos <strong>en</strong> elsiglo xx ... los terribles acontecimi<strong>en</strong>tos que ha vivido la humanidad».Primo Levi (escritor, Italia): «Los que sobrevivimos a los campos de conc<strong>en</strong>traciónno somos verdaderos testigos. Esta es una idea incómoda que gradualm<strong>en</strong>teme he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otrossupervivi<strong>en</strong>tes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo dealgunos años. Nosotros, los supervivi<strong>en</strong>tes, no somos sólo una minoríapequeña sino también anómala. Formamos parte de aquellos que, gracias a laprevaricación, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Qui<strong>en</strong>es lohicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sinpalabras».R<strong>en</strong>e Dumont (agrónomo, ecologista, Francia): «Es simplem<strong>en</strong>te un siglo dematanzas y de guerras».Rita Levi Montalcini (premio Nobel, ci<strong>en</strong>tífica, Italia): «Pese a todo, <strong>en</strong> estesiglo se han registrado revoluciones positivas ... la aparición <strong>del</strong> cuarto estadoy la promoción de la mujer tras varios siglos de represión».William Golding (premio Nobel, escritor, Gran Bretaña): «No puedo dejar dep<strong>en</strong>sar que ha sido el siglo más viol<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la historia humana».


12 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>Ernst Gombrich (historiador <strong>del</strong> arte, Gran Bretaña): «La principal característica<strong>del</strong> siglo xx es la terrible multiplicación de la población mundial. Esuna catástrofe, un desastre y no sabemos cómo atajarla».Yehudi M<strong>en</strong>uhin (músico, Gran Bretaña): «Si tuviera que resumir el siglo xx,diría que despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca lahumanidad y destruyó todas las ilusiones e ideales».Severo Ochoa (premio Nobel, ci<strong>en</strong>tífico, España): «El rasgo es<strong>en</strong>cial es elprogreso de la ci<strong>en</strong>cia, que ha sido realm<strong>en</strong>te extraordinario ... Esto es lo quecaracteriza a nuestro siglo».Raymond Firth (antropólogo, Gran Bretaña): «Desde el punto de vista tecnológico,destaco el desarrollo de la electrónica <strong>en</strong>tre los acontecimi<strong>en</strong>tos mássignificativos <strong>del</strong> siglo xx; desde el punto de vista de las ideas, el cambio deuna visión de las cosas relativam<strong>en</strong>te racional y ci<strong>en</strong>tífica a una visión noracional y m<strong>en</strong>os ci<strong>en</strong>tífica».Leo Valiani (historiador, Italia): «Nuestro siglo demuestra que el triunfo <strong>del</strong>os ideales de la justicia y la igualdad siempre es efímero, pero tambiénque, si conseguimos preservar la libertad, siempre es posible com<strong>en</strong>zar d<strong>en</strong>uevo ... Es necesario conservar la esperanza incluso <strong>en</strong> las situaciones másdesesperadas».Franco V<strong>en</strong>turi (historiador, Italia): «Los historiadores no pued<strong>en</strong> respondera esta cuestión. Para mí, el siglo xx es sólo el int<strong>en</strong>to constantem<strong>en</strong>te r<strong>en</strong>ovadode compr<strong>en</strong>derlo».(Agosti y Borgese, 1992, pp. 42, 210, 154, 76, 4, 8, 204, 2, 62, 80, 140 y 160).IEl 28 de junio de 1992, el presid<strong>en</strong>te francés François Mitterrand se desplazósúbitam<strong>en</strong>te, sin previo aviso y sin que nadie lo esperara, a Sarajevo,esc<strong>en</strong>ario c<strong>en</strong>tral de una guerra <strong>en</strong> los Balcanes que <strong>en</strong> lo que quedaba de añose cobraría quizás 150.000 vidas. Su objetivo era hacer pat<strong>en</strong>te a la opiniónmundial la gravedad de la crisis de Bosnia. En verdad, la pres<strong>en</strong>cia de un estadistadistinguido, anciano y visiblem<strong>en</strong>te debilitado bajo los disparos de lasarmas de fuego y de la artillería fue muy com<strong>en</strong>tada y despertó una granadmiración. Sin embargo, un aspecto de la visita de Mitterrand pasó prácticam<strong>en</strong>teinadvertido, aunque t<strong>en</strong>ía una importancia fundam<strong>en</strong>tal: la fecha. ¿Porqué había elegido el presid<strong>en</strong>te de Francia esa fecha para ir a Sarajevo? Porqueel 28 de junio era el aniversario <strong>del</strong> asesinato <strong>en</strong> Sarajevo, <strong>en</strong> 1914, <strong>del</strong>archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría, que des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó, pocas


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong> 13semanas después, el estallido de la primera guerra mundial. Para cualquiereuropeo instruido de la edad de Mitterrand, era evid<strong>en</strong>te la conexión <strong>en</strong>tre lafecha, el lugar y el recordatorio de una catástrofe histórica precipitada por unaequivocación política y un error de cálculo. La elección de una fecha simbólicaera tal vez la mejor forma de resaltar las posibles consecu<strong>en</strong>cias de lacrisis de Bosnia. Sin embargo, sólo algunos historiadores profesionales yalgunos ciudadanos de edad muy avanzada compr<strong>en</strong>dieron la alusión. Lamemoria histórica ya no estaba viva.La destrucción <strong>del</strong> pasado, o más bi<strong>en</strong> de los mecanismos sociales quevinculan la experi<strong>en</strong>cia contemporánea <strong>del</strong> individuo con la de g<strong>en</strong>eracionesanteriores, es uno de los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os más característicos y extraños de las postrimerías<strong>del</strong> siglo xx. En su mayor parte, los jóv<strong>en</strong>es, hombres y mujeres, deeste final de siglo crec<strong>en</strong> <strong>en</strong> una suerte de pres<strong>en</strong>te perman<strong>en</strong>te sin relaciónorgánica alguna con el pasado <strong>del</strong> tiempo <strong>en</strong> el que viv<strong>en</strong>. Esto otorga a loshistoriadores, cuya tarea consiste <strong>en</strong> recordar lo que otros olvidan, mayortrasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia que la que han t<strong>en</strong>ido nunca, <strong>en</strong> estos años finales <strong>del</strong> segundomil<strong>en</strong>io. Pero por esa misma razón deb<strong>en</strong> ser algo más que simples cronistas,recordadores y compiladores, aunque esta sea también una función necesariade los historiadores. En 1989, todos los gobiernos, y especialm<strong>en</strong>te todo elpersonal de los ministerios de Asuntos Exteriores, habrían podido asistir conprovecho a un seminario sobre los acuerdos de paz posteriores a las dos guerrasmundiales, que al parecer la mayor parte de ellos habían olvidado.Sin embargo, no es el objeto de este libro narrar los acontecimi<strong>en</strong>tos <strong>del</strong>período que constituye su tema de estudio —el siglo xx corto, desde 1914 a1991—, aunque nadie a qui<strong>en</strong> un estudiante norteamericano intelig<strong>en</strong>te lehaya preguntado si la expresión «segunda guerra mundial» significa quehubo una «primera guerra mundial» ignora que no puede darse por s<strong>en</strong>tadoel conocimi<strong>en</strong>to aun de los más básicos hechos de la c<strong>en</strong>turia. Mi propósitoes compr<strong>en</strong>der y explicar por qué los acontecimi<strong>en</strong>tos ocurrieron de esa formay qué nexo existe <strong>en</strong>tre ellos. Para cualquier persona de mi edad que havivido durante todo o la mayor parte <strong>del</strong> siglo xx, esta tarea ti<strong>en</strong>e también,inevitablem<strong>en</strong>te, una dim<strong>en</strong>sión autobiográfica, ya que hablamos y nosexplayamos sobre nuestros recuerdos (y también los corregimos). Hablamoscomo hombres y mujeres de un tiempo y un lugar concretos, que han participado<strong>en</strong> su historia <strong>en</strong> formas diversas. Y hablamos, también, como actoresque han interv<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> sus dramas —por insignificante que haya sido nuestropapel—, como observadores de nuestra época y como individuos cuyasopiniones acerca <strong>del</strong> siglo han sido formadas por los que consideramos acontecimi<strong>en</strong>toscruciales <strong>del</strong> mismo. Somos parte de este siglo, que es parte d<strong>en</strong>osotros. No deberían olvidar este hecho aquellos lectores que pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong> aotra época, por ejemplo el alumno que ingresa <strong>en</strong> la universidad <strong>en</strong> elmom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que se escrib<strong>en</strong> estas páginas, para qui<strong>en</strong> incluso la guerra <strong>del</strong>Vietnam forma parte de la prehistoria.Para los historiadores de mi edad y formación, el pasado es indestructible,no sólo porque pert<strong>en</strong>ecemos a la g<strong>en</strong>eración <strong>en</strong> que las calles y los lugares


14 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>públicos tomaban el nombre de personas y acontecimi<strong>en</strong>tos de carácter público(la estación Wilson <strong>en</strong> Praga antes de la guerra, la estación de metro deStalingrado <strong>en</strong> París), <strong>en</strong> que aún se firmaban tratados de paz y, por tanto,debían ser id<strong>en</strong>tificados (el tratado de Versalles) y <strong>en</strong> que los monum<strong>en</strong>tos alos caídos recordaban acontecimi<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> pasado, sino también porque losacontecimi<strong>en</strong>tos públicos forman parte <strong>del</strong> <strong>en</strong>tramado de nuestras vidas. Nosólo sirv<strong>en</strong> como punto de refer<strong>en</strong>cia de nuestra vida privada, sino que handado forma a nuestra experi<strong>en</strong>cia vital, tanto privada como pública. Para elautor <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te libro, el 30 de <strong>en</strong>ero de 1933 no es una fecha arbitraria <strong>en</strong>la que Hitler accedió al cargo de canciller de Alemania, sino una tarde deinvierno <strong>en</strong> Berlín <strong>en</strong> que un jov<strong>en</strong> de quince años, acompañado de su hermanapequeña, recorría el camino que le conducía desde su escuela, <strong>en</strong> Wilmersdorf,hacia su casa, <strong>en</strong> Hal<strong>en</strong>see, y que <strong>en</strong> un punto cualquiera <strong>del</strong> trayectoleyó el titular de la noticia. Todavía lo veo como <strong>en</strong> un sueño.Pero no sólo <strong>en</strong> el caso de un historiador anciano el pasado es parte desu pres<strong>en</strong>te perman<strong>en</strong>te. En efecto, <strong>en</strong> una gran parte <strong>del</strong> planeta, todos losque superan una cierta edad, sean cuales fuer<strong>en</strong> sus circunstancias personalesy su trayectoria vital, han pasado por las mismas experi<strong>en</strong>cias crucialesque, hasta cierto punto, nos han marcado a todos de la misma forma. Elmundo que se desintegró a finales de los años och<strong>en</strong>ta era aquel que habíacobrado forma bajo el impacto de la revolución rusa de 1917. Ese mundonos ha marcado a todos, por ejemplo, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que nos acostumbramosa concebir la economía industrial moderna <strong>en</strong> función de opuestosbinarios, «capitalismo» y «socialismo», como alternativas mutuam<strong>en</strong>te excluy<strong>en</strong>tes.El segundo de esos términos id<strong>en</strong>tificaba las economías organizadassegún el mo<strong>del</strong>o de la URSS y el primero designaba a todas lasdemás. Debería quedar claro ahora que se trataba de un subterfugio arbitrarioy hasta cierto punto artificial, que sólo puede <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse <strong>en</strong> un contextohistórico determinado. Y, sin embargo, aun ahora es difícil p<strong>en</strong>sar, ni siquierade forma retrospectiva, <strong>en</strong> otros principios de clasificación más realistasque aquellos que situaban <strong>en</strong> un mismo bloque a los Estados Unidos, Japón,Suecia, Brasil, la República Federal de Alemania y Corea <strong>del</strong> Sur, así comoa las economías y sistemas estatales de la región soviética que se derrumbóal acabar los años och<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> el mismo conjunto que las <strong>del</strong> este y suresteasiático, que no compartieron ese destino.Una vez más hay que decir que incluso el mundo que ha sobrevivido unavez concluida la revolución de octubre es un mundo cuyas instituciones yprincipios básicos cobraron forma por obra de qui<strong>en</strong>es se alinearon <strong>en</strong> el bandode los v<strong>en</strong>cedores <strong>en</strong> la segunda guerra mundial. Los elem<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> bandoperdedor o vinculados a ellos no sólo fueron sil<strong>en</strong>ciados, sino prácticam<strong>en</strong>teborrados de la historia y de la vida intelectual, salvo <strong>en</strong> su papel de «<strong>en</strong>emigo»<strong>en</strong> el drama moral universal que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta al bi<strong>en</strong> con el mal. (Posiblem<strong>en</strong>te,lo mismo les está ocurri<strong>en</strong>do a los perdedores de la guerra fría de lasegunda mitad <strong>del</strong> siglo, aunque no <strong>en</strong> el mismo grado ni durante tanto tiempo.)Esta es una de las consecu<strong>en</strong>cias negativas de vivir <strong>en</strong> un siglo de guerras


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong> 15de religión, cuyo rasgo principal es la intolerancia. Incluso qui<strong>en</strong>es anunciabanel pluralismo inher<strong>en</strong>te a su aus<strong>en</strong>cia de ideología consideraban que elmundo no era lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te grande para permitir la coexist<strong>en</strong>cia perman<strong>en</strong>tecon las religiones seculares rivales. Los <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos religiosos oideológicos, como los que se han sucedido ininterrumpidam<strong>en</strong>te durante elpres<strong>en</strong>te siglo, erig<strong>en</strong> barreras <strong>en</strong> el camino <strong>del</strong> historiador, cuya labor fundam<strong>en</strong>talno es juzgar sino compr<strong>en</strong>der incluso lo que resulta más difícil deapreh<strong>en</strong>der. Pero lo que dificulta la compr<strong>en</strong>sión no son sólo nuestras apasionadasconvicciones, sino la experi<strong>en</strong>cia histórica que les ha dado forma.Aquéllas son más fáciles de superar, pues no existe un átomo de verdad <strong>en</strong> latípica, pero errónea, expresión francesa tout compr<strong>en</strong>dre c 'est tout pardonner(compr<strong>en</strong>derlo todo es perdonarlo todo). Compr<strong>en</strong>der la época nazi <strong>en</strong> la historiade Alemania y <strong>en</strong>cajarla <strong>en</strong> su contexto histórico no significa perdonar elg<strong>en</strong>ocidio. En cualquier caso, no parece probable que qui<strong>en</strong> haya vividodurante este siglo extraordinario pueda abst<strong>en</strong>erse de expresar un juicio. Ladificultad estriba <strong>en</strong> compr<strong>en</strong>der.II¿Cómo hay que explicar el siglo xx corto, es decir, los años transcurridosdesde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hundimi<strong>en</strong>to de laURSS, que, como podemos apreciar retrospectivam<strong>en</strong>te, constituy<strong>en</strong> un períodohistórico coher<strong>en</strong>te que acaba de concluir? Ignoramos qué ocurrirá a continuacióny cómo será el tercer mil<strong>en</strong>io, pero sabemos con certeza que seráel siglo xx el que le habrá dado forma. Sin embargo, es indudable que <strong>en</strong>los años finales de la década de 1980 y <strong>en</strong> los primeros de la de 1990 terminóuna época de la historia <strong>del</strong> mundo para com<strong>en</strong>zar otra nueva. Esa es lainformación es<strong>en</strong>cial para los historiadores <strong>del</strong> siglo, pues aun cuando pued<strong>en</strong>especular sobre el futuro a t<strong>en</strong>or de su compr<strong>en</strong>sión <strong>del</strong> pasado, su tareano es la misma que la <strong>del</strong> que pronostica el resultado de las carreras de caballos.Las únicas carreras que debe describir y analizar son aquellas cuyoresultado —de victoria o de derrota— es conocido. De cualquier manera, eléxito de los pronosticadores de los últimos treinta o cuar<strong>en</strong>ta años, con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciade sus aptitudes profesionales como profetas, ha sido tan espectacularm<strong>en</strong>tebajo que sólo los gobiernos y los institutos de investigación económicasigu<strong>en</strong> confiando <strong>en</strong> ellos, o apar<strong>en</strong>tan hacerlo. Es probable inclusoque su índice de fracasos haya aum<strong>en</strong>tado desde la segunda guerra mundial.En este libro, el siglo xx aparece estructurado como un tríptico. A unaépoca de catástrofes, que se exti<strong>en</strong>de desde 1914 hasta el fin de la segundaguerra mundial, siguió un período de 25 o 30 años de extraordinario crecimi<strong>en</strong>toeconómico y transformación social, que probablem<strong>en</strong>te transformóla sociedad humana más profundam<strong>en</strong>te que cualquier otro período de duraciónsimilar. Retrospectivam<strong>en</strong>te puede ser considerado como una especiede edad de oro, y de hecho así fue calificado ap<strong>en</strong>as concluido, a comi<strong>en</strong>zos


16 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>de los años set<strong>en</strong>ta. La última parte <strong>del</strong> siglo fue una nueva era de descomposición,incertidumbre y crisis y, para vastas zonas <strong>del</strong> mundo como África,la ex Unión Soviética y los antiguos países socialistas de Europa, decatástrofes. Cuando el dec<strong>en</strong>io de 1980 dio paso al de 1990, qui<strong>en</strong>es reflexionabansobre el pasado y el futuro <strong>del</strong> siglo lo hacían desde una perspectivafin de siécle cada vez más sombría. Desde la posición v<strong>en</strong>tajosa de losaños nov<strong>en</strong>ta, puede concluirse que el siglo xx conoció una fugaz edad deoro, <strong>en</strong> el camino de una a otra crisis, hacia un futuro desconocido y problemático,pero no inevitablem<strong>en</strong>te apocalíptico. No obstante, como tal vezdese<strong>en</strong> recordar los historiadores a qui<strong>en</strong>es se embarcan <strong>en</strong> especulacionesmetafísicas sobre el «fin de la historia», existe el futuro. La única g<strong>en</strong>eralizaciónabsolutam<strong>en</strong>te segura sobre la historia es que perdurará <strong>en</strong> tanto <strong>en</strong>cuanto exista la raza humana.El cont<strong>en</strong>ido de este libro se ha estructurado de acuerdo con los conceptosque se acaban de exponer. Comi<strong>en</strong>za con la primera guerra mundial, que marcóel derrumbe de la civilización (occid<strong>en</strong>tal) <strong>del</strong> siglo xix. Esa civilizaciónera capitalista desde el punto de vista económico, liberal <strong>en</strong> su estructura jurídicay constitucional, burguesa por la imag<strong>en</strong> de su clase hegemónica característicay brillante por los a<strong>del</strong>antos alcanzados <strong>en</strong> el ámbito de la ci<strong>en</strong>cia, elconocimi<strong>en</strong>to y la educación, así como <strong>del</strong> progreso material y moral. Además,estaba profundam<strong>en</strong>te conv<strong>en</strong>cida de la posición c<strong>en</strong>tral de Europa, cunade las revoluciones ci<strong>en</strong>tífica, artística, política e industrial, cuya economíahabía ext<strong>en</strong>dido su influ<strong>en</strong>cia sobre una gran parte <strong>del</strong> mundo, que sus ejércitoshabían conquistado y subyugado, cuya población había crecido hastaconstituir una tercera parte de la raza humana (incluida la poderosa y creci<strong>en</strong>tecorri<strong>en</strong>te de emigrantes europeos y sus desc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes), y cuyos principalesestados constituían el sistema de la política mundial. 1Los dec<strong>en</strong>ios transcurridos desde el comi<strong>en</strong>zo de la primera guerra mundialhasta la conclusión de la segunda fueron una época de catástrofes paraesta sociedad, que durante cuar<strong>en</strong>ta años sufrió una serie de desastres sucesivos.Hubo mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> que incluso los conservadores intelig<strong>en</strong>tes nohabrían apostado por su superviv<strong>en</strong>cia. Sus cimi<strong>en</strong>tos fueron quebrantadospor dos guerras mundiales, a las que siguieron dos oleadas de rebelión yrevolución g<strong>en</strong>eralizadas, que situaron <strong>en</strong> el poder a un sistema que reclamabaser la alternativa, predestinada históricam<strong>en</strong>te, a la sociedad burguesa ycapitalista, primero <strong>en</strong> una sexta parte de la superficie <strong>del</strong> mundo y, tras lasegunda guerra mundial, abarcaba a más de una tercera parte de la población1. He int<strong>en</strong>tado describir y explicar el auge de esta civilización <strong>en</strong> una historia, <strong>en</strong> tresvolúm<strong>en</strong>es, <strong>del</strong> «siglo xix largo» (desde la década de 1780 hasta 1914). y he int<strong>en</strong>tado analizarlas razones de su hundimi<strong>en</strong>to. En el pres<strong>en</strong>te libro se hace refer<strong>en</strong>cia a esos trabajos. The Ageof Revolution, I789-1H4H, The Age of Capital. 1848-1875 y The Age of Empire 1875-1914,cuando lo considero necesario. (Hay trad, cast.: Las revoluciones burguesas. Labor, Barcelona,1987", reeditada <strong>en</strong> 1991 por la misma editorial con el título La era de la revolución; La era<strong>del</strong> capitalismo. Labor, Barcelona, 1989; La era <strong>del</strong> imperio. Labor. Barcelona, 1990; los trestítulos serán nuevam<strong>en</strong>te editados por Crítica a partir de 1996.)


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong> 19la URSS <strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tación <strong>del</strong> uno o <strong>del</strong> otro, se le atribuirá probablem<strong>en</strong>teun interés histórico más limitado, comparable, <strong>en</strong> definitiva, al de las guerrasde religión de los siglos xvi y XVII o a las cruzadas. Sin duda, para qui<strong>en</strong>eshan vivido durante una parte <strong>del</strong> siglo xx, se trata de acontecimi<strong>en</strong>tos de granimportancia, y así son tratados <strong>en</strong> este libro, que ha sido escrito por un autor<strong>del</strong> siglo xx y para lectores <strong>del</strong> siglo xx. Las revoluciones sociales, la guerrafría, la naturaleza, los límites y los defectos fatales <strong>del</strong> «socialismo realm<strong>en</strong>teexist<strong>en</strong>te», así como su derrumbe, son analizados de forma porm<strong>en</strong>orizada.Sin embargo, es importante recordar que la repercusión más importante yduradera de los regím<strong>en</strong>es inspirados por la revolución de octubre fue la dehaber acelerado poderosam<strong>en</strong>te la modernización de países agrarios atrasados.Sus logros principales <strong>en</strong> este contexto coincidieron con la edad de oro <strong>del</strong>capitalismo. No es este el lugar adecuado para examinar hasta qué punto lasestrategias opuestas para <strong>en</strong>terrar el mundo de nuestros antepasados fueronefectivas o se aplicaron consci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te. Como veremos, hasta el inicio <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta parecían dos fuerzas igualadas, afirmación que puedeparecer ridicula a la luz <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> socialismo soviético, aunque unprimer ministro británico que conversaba con un presid<strong>en</strong>te norteamericanoveía todavía a la URSS como un estado cuya «boyante economía ... prontosuperará a la sociedad capitalista <strong>en</strong> la carrera por la riqueza material» (Horne,1989, p. 303). Sin embargo, el aspecto que cabe destacar es que, <strong>en</strong> ladécada de 1980, la Bulgaria socialista y el Ecuador no socialista t<strong>en</strong>ían máspuntos <strong>en</strong> común que <strong>en</strong> 1939.Aunque el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> socialismo soviético —y sus consecu<strong>en</strong>cias,trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tales y aún incalculables, pero básicam<strong>en</strong>te negativas— fue elacontecimi<strong>en</strong>to más destacado <strong>en</strong> los dec<strong>en</strong>ios de crisis que siguieron a laedad de oro, serían estos unos dec<strong>en</strong>ios de crisis universal o mundial. La crisisafectó a las difer<strong>en</strong>tes partes <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> formas y grados distintos, peroafectó a todas ellas, con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de sus configuraciones políticas,sociales y económicas, porque la edad de oro había creado, por primera vez<strong>en</strong> la historia, una economía mundial universal cada vez más integrada cuyofuncionami<strong>en</strong>to trasc<strong>en</strong>día las fronteras estatales y, por tanto, cada vez mástambién, las fronteras de las ideologías estatales. Por consigui<strong>en</strong>te, resultarondebilitadas las ideas aceptadas de las instituciones de todos los regím<strong>en</strong>es ysistemas. Inicialm<strong>en</strong>te, los problemas de los años set<strong>en</strong>ta se vieron sólo comouna pausa temporal <strong>en</strong> el gran salto a<strong>del</strong>ante de la economía mundial y lospaíses de todos los sistemas económicos y políticos trataron de aplicar solucionestemporales. Pero gradualm<strong>en</strong>te se hizo pat<strong>en</strong>te que había com<strong>en</strong>zadoun período de dificultades duraderas y los países capitalistas buscaron solucionesradicales, <strong>en</strong> muchos casos at<strong>en</strong>iéndose a los principios <strong>en</strong>unciadospor los teólogos seculares <strong>del</strong> mercado libre sin restricción alguna, querechazaban las políticas que habían dado tan bu<strong>en</strong>os resultados a la economíamundial durante la edad de oro pero que ahora parecían no servir. Pero losdef<strong>en</strong>sores a ultranza <strong>del</strong> laissezfaire no tuvieron más éxito que los demás.En el dec<strong>en</strong>io de 1980 y los primeros años <strong>del</strong> de 1990, el mundo capitalista


22 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>y por la infinita variedad de los mismos. De no haber sido así habría resultadoimposible mant<strong>en</strong>er una población mundial varias veces más numerosaque <strong>en</strong> cualquier otro período de la historia <strong>del</strong> mundo. Hasta el dec<strong>en</strong>io de1980, la mayor parte de la g<strong>en</strong>te vivía mejor que sus padres y, <strong>en</strong> las economíasavanzadas, mejor de lo que nunca podrían haber imaginado. Durantealgunas décadas, a mediados <strong>del</strong> siglo, pareció incluso que se había <strong>en</strong>contradola manera de distribuir <strong>en</strong>tre los trabajadores de los países más ricos alm<strong>en</strong>os una parte de tan <strong>en</strong>orme riqueza, con un cierto s<strong>en</strong>tido de justicia,pero al terminar el siglo predomina de nuevo la desigualdad. Ésta se ha <strong>en</strong>señoreadotambién de los antiguos países «socialistas», donde previam<strong>en</strong>tereinaba una cierta igualdad <strong>en</strong> la pobreza. La humanidad es mucho más instruidaque <strong>en</strong> 1914. De hecho, probablem<strong>en</strong>te por primera vez <strong>en</strong> la historiapuede darse el calificativo de alfabetizados, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las estadísticas oficiales,a la mayor parte de los seres humanos. Sin embargo, <strong>en</strong> los años finales<strong>del</strong> siglo es mucho m<strong>en</strong>os pat<strong>en</strong>te que <strong>en</strong> 1914 la trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de eselogro, pues es <strong>en</strong>orme, y cada vez mayor, el abismo exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre el mínimode compet<strong>en</strong>cia necesario para ser calificado oficialm<strong>en</strong>te como alfabetizado(frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te se traduce <strong>en</strong> un «analfabetismo funcional») y el dominiode la lectura y la escritura que aún se espera <strong>en</strong> niveles más elevados deinstrucción.El mundo está dominado por una tecnología revolucionaria que avanzasin cesar, basada <strong>en</strong> los progresos de la ci<strong>en</strong>cia natural que, aunque ya se preveían<strong>en</strong> 1914, empezaron a alcanzarse mucho más tarde. La consecu<strong>en</strong>cia demayor alcance de esos progresos ha sido, tal vez, la revolución de los sistemasde transporte y comunicaciones, que prácticam<strong>en</strong>te han eliminado eltiempo y la distancia. El mundo se ha transformado de tal forma que cadadía, cada hora y <strong>en</strong> todos los hogares la población común dispone de másinformación y oportunidades de esparcimi<strong>en</strong>to de la que disponían los emperadores<strong>en</strong> 1914. Esa tecnología hace posible que personas separadas porocéanos y contin<strong>en</strong>tes puedan conversar con sólo pulsar unos botones y haeliminado las v<strong>en</strong>tajas culturales de la ciudad sobre el campo.¿Cómo explicar, pues, que el siglo no concluya <strong>en</strong> un clima de triunfo,por ese progreso extraordinario e inigualable, sino de desasosiego? ¿Por qué,como se constata <strong>en</strong> la introducción de este capítulo, las reflexiones de tantasm<strong>en</strong>tes brillantes acerca <strong>del</strong> siglo están teñidas de insatisfacción y de desconfianzahacia el futuro? No es sólo porque ha sido el siglo más mortíferode la historia a causa de la <strong>en</strong>vergadura, la frecu<strong>en</strong>cia y duración de los conflictosbélicos que lo han asolado sin interrupción (excepto durante un breveperíodo <strong>en</strong> los años veinte), sino también por las catástrofes humanas, sinparangón posible, que ha causado, desde las mayores hambrunas de la historiahasta el g<strong>en</strong>ocidio sistemático. A difer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> «siglo xix largo», quepareció —y que fue— un período de progreso material, intelectual y moralcasi ininterrumpido, es decir, de mejora de las condiciones de la vida civilizada,desde 1914 se ha registrado un marcado retroceso desde los niveles quese consideraban normales <strong>en</strong> los países desarrollados y <strong>en</strong> las capas medias


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong> 23de la población y que se creía que se estaban difundi<strong>en</strong>do hacia las regionesmás atrasadas y los segm<strong>en</strong>tos m<strong>en</strong>os ilustrados de la población.Como este siglo nos ha <strong>en</strong>señado que los seres humanos pued<strong>en</strong> apr<strong>en</strong>dera vivir bajo las condiciones más brutales y teóricam<strong>en</strong>te intolerables, no esfácil calibrar el alcance <strong>del</strong> retorno (que lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te se está produci<strong>en</strong>doa ritmo acelerado) hacia lo que nuestros antepasados <strong>del</strong> siglo xrx habríancalificado como niveles de barbarie. Hemos olvidado que el viejo revolucionarioFederico Engels se sintió horrorizado ante la explosión de una bombacolocada por los republicanos irlandeses <strong>en</strong> Westminster Hall, porque comoex soldado sost<strong>en</strong>ía que ello suponía luchar no sólo contra los combati<strong>en</strong>tessino también contra la población civil. Hemos olvidado que los pogroms <strong>del</strong>a Rusia zarista, que horrorizaron a la opinión mundial y llevaron al otro lado<strong>del</strong> Atlántico a millones de judíos rusos <strong>en</strong>tre 1881 y 1914, fueron episodioscasi insignificantes si se comparan con las matanzas actuales: los muertos secontaban por dec<strong>en</strong>as y no por c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares ni por millones. Hemos olvidadoque una conv<strong>en</strong>ción internacional estipuló <strong>en</strong> una ocasión que las hostilidades<strong>en</strong> la guerra «no podían com<strong>en</strong>zar sin una advert<strong>en</strong>cia previa y explícita<strong>en</strong> forma de una declaración razonada de guerra o de un ultimátum con unadeclaración condicional de guerra», pues, <strong>en</strong> efecto, ¿cuál fue la última guerraque com<strong>en</strong>zó con una tal declaración explícita o implícita? ¿Cuál fue laúltima guerra que concluyó con un tratado formal de paz negociado <strong>en</strong>tre losestados beligerantes? En el siglo xx, las guerras se han librado, cada vezmás, contra la economía y la infraestructura de los estados y contra la poblacióncivil. Desde la primera guerra mundial ha habido muchas más bajasciviles que militares <strong>en</strong> todos los países beligerantes, con la excepción de losEstados Unidos. Cuántos de nosotros recuerdan que <strong>en</strong> 1914 todo el mundoaceptaba quela guerra civilizada, según afirman los manuales, debe limitarse, <strong>en</strong> la medidade lo posible, a la desmembración de las fuerzas armadas <strong>del</strong> <strong>en</strong>emigo; de otraforma, la guerra continuaría hasta que uno de los bandos fuera exterminado.«Con bu<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido ... esta práctica se ha convertido <strong>en</strong> costumbre <strong>en</strong> las nacionesde Europa.» (Encyclopedia Britannica, XI ed., 1911, voz «guerra».)No pasamos por alto el hecho de que la tortura o incluso el asesinato han llegadoa ser un elem<strong>en</strong>to normal <strong>en</strong> el sistema de seguridad de los estadosmodernos, pero probablem<strong>en</strong>te no apreciamos hasta qué punto eso constituyeuna flagrante interrupción <strong>del</strong> largo período de evolución jurídica positiva,desde la primera abolición oficial de la tortura <strong>en</strong> un país occid<strong>en</strong>tal, <strong>en</strong> ladécada de 1780, hasta 1914.Y sin embargo, a la hora de hacer un balance histórico, no puede compararseel mundo de finales <strong>del</strong> siglo xx con el que existía a comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong>período. Es un mundo cualitativam<strong>en</strong>te distinto, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> tres aspectos.En primer lugar, no es ya eurocéntrico. A lo largo <strong>del</strong> siglo se ha producidola decad<strong>en</strong>cia y la caída de Europa, que al com<strong>en</strong>zar el siglo era todavía


2 4 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>el c<strong>en</strong>tro incuestionado <strong>del</strong> poder, la riqueza, la intelig<strong>en</strong>cia y la «civilizaciónoccid<strong>en</strong>tal». Los europeos y sus desc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes han pasado de aproximadam<strong>en</strong>te1/3 a 1/6, como máximo, de la humanidad. Son, por tanto, una minoría<strong>en</strong> disminución que vive <strong>en</strong> unos países con un ínfimo, o nulo, índice dereproducción vegetativa y la mayor parte de los cuales —con algunas notablesexcepciones como la de los Estados Unidos (hasta el dec<strong>en</strong>io de1990)— se proteg<strong>en</strong> de la presión de la inmigración proced<strong>en</strong>te de las zonasmás pobres. Las industrias que Europa inició emigran a otros contin<strong>en</strong>tes ylos países que <strong>en</strong> otro tiempo buscaban <strong>en</strong> Europa, al otro lado de los océanos,el punto de refer<strong>en</strong>cia, dirig<strong>en</strong> ahora su mirada hacia otras partes. Australia,Nueva Zelanda e incluso los Estados Unidos (país bioceánico) v<strong>en</strong> elfuturo <strong>en</strong> el Pacífico, si bi<strong>en</strong> no es fácil decir qué significa eso exactam<strong>en</strong>te.Las «grandes pot<strong>en</strong>cias» de 1914, todas ellas europeas, han desaparecido,como la URSS, heredera de la Rusia zarista, o han quedado reducidas a unamagnitud regional o provincial, tal vez con la excepción de Alemania. Elmismo int<strong>en</strong>to de crear una «Comunidad Europea» supranacional y de inv<strong>en</strong>tarun s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de id<strong>en</strong>tidad europeo correspondi<strong>en</strong>te a ese concepto, <strong>en</strong>sustitución de las viejas lealtades a las naciones y estados históricos, demuestrala profundidad <strong>del</strong> declive.¿Es acaso un cambio de auténtica importancia, excepto para los historiadorespolíticos? Tal vez no, pues sólo refleja alteraciones de escasa <strong>en</strong>vergadura<strong>en</strong> la configuración económica, intelectual y cultural <strong>del</strong> mundo. Ya<strong>en</strong> 1914 los Estados Unidos eran la principal economía industrial y el principalpionero, mo<strong>del</strong>o y fuerza impulsora de la producción y la cultura demasas que conquistaría el mundo durante el siglo xx. Los Estados Unidos,pese a sus numerosas peculiaridades, son la prolongación, <strong>en</strong> ultramar, deEuropa y se alinean junto al viejo contin<strong>en</strong>te para constituir la «civilizaciónoccid<strong>en</strong>tal». Sean cuales fuer<strong>en</strong> sus perspectivas de futuro, lo que v<strong>en</strong> losEstados Unidos al dirigir la vista atrás <strong>en</strong> la década de 1990 es «el siglo americano»,una época que ha contemplado su eclosión y su victoria. El conjuntode los países que protagonizaron la industrialización <strong>del</strong> siglo xix siguesuponi<strong>en</strong>do, colectivam<strong>en</strong>te, la mayor conc<strong>en</strong>tración de riqueza y de podereconómico y ci<strong>en</strong>tífico-tecnológico <strong>del</strong> mundo, y <strong>en</strong> el que la población disfruta<strong>del</strong> más elevado nivel de vida. En los años finales <strong>del</strong> siglo eso comp<strong>en</strong>sacon creces la desindustrialización y el desplazami<strong>en</strong>to de la producciónhacia otros contin<strong>en</strong>tes. Desde ese punto de vista, la impresión de unmundo eurocéntrico u «occid<strong>en</strong>tal» <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a decad<strong>en</strong>cia es superficial.La segunda transformación es más significativa. Entre 1914 y el comi<strong>en</strong>zo<strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1990, el mundo ha avanzado notablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el caminoque ha de convertirlo <strong>en</strong> una única unidad operativa, lo que era imposible <strong>en</strong>1914. De hecho, <strong>en</strong> muchos aspectos, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las cuestiones económicas,el mundo es ahora la principal unidad operativa y las antiguas unidades,como las «economías nacionales», definidas por la política de losestados territoriales, han quedado reducidas a la condición de complicacionesde las actividades transnacionales. Tal vez, los observadores de mediados <strong>del</strong>


VISTA PANORÁMICA DEL SIGLO <strong>XX</strong> 25siglo xxi considerarán que el estadio alcanzado <strong>en</strong> 1990 <strong>en</strong> la construcciónde la «aldea global» —la expresión fue acuñada <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta (Macluhan,1962)— no es muy avanzado, pero lo cierto es que no sólo se hantransformado ya algunas actividades económicas y técnicas, y el funcionami<strong>en</strong>tode la ci<strong>en</strong>cia, sino también importantes aspectos de la vida privada,principalm<strong>en</strong>te gracias a la inimaginable aceleración de las comunicacionesy el transporte. Posiblem<strong>en</strong>te, la característica más destacada de este períodofinal <strong>del</strong> siglo xx es la incapacidad de las instituciones públicas y <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>tocolectivo de los seres humanos de estar a la altura de ese aceleradoproceso de mundialización. Curiosam<strong>en</strong>te, el comportami<strong>en</strong>to individual<strong>del</strong> ser humano ha t<strong>en</strong>ido m<strong>en</strong>os dificultades para adaptarse al mundo <strong>del</strong>a televisión por satélite, el correo electrónico, las vacaciones <strong>en</strong> las Seychellesy los trayectos transoceánicos.La tercera transformación, que es también la más perturbadora <strong>en</strong> algunosaspectos, es la desintegración de las antiguas pautas por las que se regíanlas relaciones sociales <strong>en</strong>tre los seres humanos y, con ella, la ruptura de losvínculos <strong>en</strong>tre las g<strong>en</strong>eraciones, es decir, <strong>en</strong>tre pasado y pres<strong>en</strong>te. Esto essobre todo evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los países más desarrollados <strong>del</strong> capitalismo occid<strong>en</strong>tal,<strong>en</strong> los que han alcanzado una posición preponderante los valores de unindividualismo asocial absoluto, tanto <strong>en</strong> la ideología oficial como privada,aunque qui<strong>en</strong>es los sust<strong>en</strong>tan deploran con frecu<strong>en</strong>cia sus consecu<strong>en</strong>ciassociales. De cualquier forma, esas t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias exist<strong>en</strong> <strong>en</strong> todas partes, reforzadaspor la erosión de las sociedades y las religiones tradicionales y por ladestrucción, o autodestrucción, de las sociedades <strong>del</strong> «socialismo real».Una sociedad de esas características, constituida por un conjunto de individuosegocéntricos completam<strong>en</strong>te desconectados <strong>en</strong>tre sí y que persigu<strong>en</strong>tan sólo su propia gratificación (ya se le d<strong>en</strong>omine b<strong>en</strong>eficio, placer o de otraforma), estuvo siempre implícita <strong>en</strong> la teoría de la economía capitalista. Des<strong>del</strong>a era de las revoluciones, observadores de muy diverso ropaje ideológicoanunciaron la desintegración de los vínculos sociales vig<strong>en</strong>tes y siguieroncon at<strong>en</strong>ción el desarrollo de ese proceso. Es bi<strong>en</strong> conocido el reconocimi<strong>en</strong>toque se hace <strong>en</strong> el Manifiesto Comunista <strong>del</strong> papel revolucionario <strong>del</strong> capitalismo(«la burguesía ... ha destruido de manera implacable los numerososlazos feudales que ligaban al hombre con sus "superiores naturales" y ya noqueda otro nexo de unión <strong>en</strong>tre los hombres que el mero interés personal»).Sin embargo, la nueva y revolucionaria sociedad capitalista no ha funcionadopl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te según esos parámetros.En la práctica, la nueva sociedad no ha destruido completam<strong>en</strong>te toda laher<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> pasado, sino que la ha adaptado de forma selectiva. No puedeverse un «<strong>en</strong>igma sociológico» <strong>en</strong> el hecho de que la sociedad burguesa aspiraraa introducir «un individualismo radical <strong>en</strong> la economía y ... a poner finpara conseguirlo a todas las relaciones sociales tradicionales» (cuando fueranecesario), y que al mismo tiempo temiera «el individualismo experim<strong>en</strong>talradical» <strong>en</strong> la cultura (o <strong>en</strong> el ámbito <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>to y la moralidad)(Daniel Bell, 1976, p. 18). La forma más eficaz de construir una economía


26 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>industrial basada <strong>en</strong> la empresa privada era utilizar conceptos que nadat<strong>en</strong>ían que ver con la lógica <strong>del</strong> libre mercado, por ejemplo, la ética protestante,la r<strong>en</strong>uncia a la gratificación inmediata, la ética <strong>del</strong> trabajo arduo y lasobligaciones para con la familia y la confianza <strong>en</strong> la misma, pero desde luegono el de la rebelión <strong>del</strong> individuo.Pero Marx y todos aquellos que profetizaron la desintegración de los viejosvalores y relaciones sociales estaban <strong>en</strong> lo cierto. El capitalismo era una fuerzarevolucionaria perman<strong>en</strong>te y continua. Lógicam<strong>en</strong>te, acabaría por desintegrarincluso aquellos aspectos <strong>del</strong> pasado precapitalista que le había resultadoconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te —e incluso es<strong>en</strong>cial— conservar para su desarrollo. Terminaríapor derribar al m<strong>en</strong>os uno de los fundam<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los que se sust<strong>en</strong>taba. Y estoes lo que está ocurri<strong>en</strong>do desde mediados <strong>del</strong> siglo. Bajo los efectos de laextraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y <strong>en</strong> losaños posteriores, con los consigui<strong>en</strong>tes cambios sociales y culturales, larevolución más profunda ocurrida <strong>en</strong> la sociedad desde la Edad de Piedra,esos cimi<strong>en</strong>tos han com<strong>en</strong>zado a resquebrajarse. En las postrimerías de estac<strong>en</strong>turia ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cómo puede ser unmundo <strong>en</strong> el que el pasado ha perdido su función, incluido el pasado <strong>en</strong> elpres<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos,individual y colectivam<strong>en</strong>te, por el trayecto de la vida ya no reproduc<strong>en</strong> elpaisaje <strong>en</strong> el que nos desplazamos y el océano por el que navegamos. . Unmundo <strong>en</strong> el que no sólo no sabemos adonde nos dirigimos, sino tampocoadonde deberíamos dirigirnos.Esta es la situación a la que debe adaptarse una parte de la humanidad <strong>en</strong>este fin de siglo y <strong>en</strong> el nuevo mil<strong>en</strong>io. Sin embargo, es posible que para<strong>en</strong>tonces se aprecie con mayor claridad hacia dónde se dirige la humanidad.Podemos volver la mirada atrás para contemplar el camino que nos ha conducidohasta aquí, y eso es lo que yo he int<strong>en</strong>tado hacer <strong>en</strong> este libro. Ignoramoscuáles serán los elem<strong>en</strong>tos que darán forma al futuro, aunque no heresistido la t<strong>en</strong>tación de reflexionar sobre alguno de los problemas que dejap<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes el período que acaba de concluir. Confiemos <strong>en</strong> que el futuro nosdepare un mundo mejor, más justo y más viable. El viejo siglo no ha terminadobi<strong>en</strong>.


Primera parteLA ERA DE LAS CATÁSTROFES


Capítulo ILA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTALHileras de rostros grisáceos que murmuran, teñidos de temor,abandonan sus trincheras, y sal<strong>en</strong> a la superficie, mi<strong>en</strong>tras elreloj marca indifer<strong>en</strong>te y sin cesar el tiempo <strong>en</strong>[sus muñecas,y la esperanza, con ojos furtivos y puños cerrados, sesumerge <strong>en</strong> el fango. ¡Oh Señor, haz que esto termine!SIEGFRIED SASSOON (1947, p. 71)A la vista de las afirmaciones sobre la «barbarie» de los ataquesaéreos, tal vez se considere mejor guardar las apari<strong>en</strong>ciasformulando normas más moderadas y limitando nominalm<strong>en</strong>telos bombardeos a los objetivos estrictam<strong>en</strong>te militares ... nohacer hincapié <strong>en</strong> la realidad de que la guerra aérea ha hecho queesas restricciones result<strong>en</strong> obsoletas e imposibles. Puede pasarun tiempo hasta que se declare una nueva guerra y <strong>en</strong> ese lapsoserá posible <strong>en</strong>señar a la opinión pública lo que significa la fuerzaaérea.Rules as to Bombardm<strong>en</strong>t by Aircraft, 1921(Townsh<strong>en</strong>d, 1986, p. 161)(Sarajevo, 1946.) Aquí, como <strong>en</strong> Belgrado, veo <strong>en</strong> las callesun número importante de mujeres jóv<strong>en</strong>es cuyo cabello está <strong>en</strong>caneci<strong>en</strong>doo ya se ha vuelto gris. Sus rostros atorm<strong>en</strong>tados son aúnjóv<strong>en</strong>es y las formas de sus cuerpos revelan aún más claram<strong>en</strong>tesu juv<strong>en</strong>tud. Me parece apreciar<strong>en</strong> las cabezas de estos seres frágilesla huella de la última guerra ...No puedo conservar esta esc<strong>en</strong>a para el futuro, pues muypronto esas cabezas serán aún más blancas y desaparecerán. Es <strong>del</strong>am<strong>en</strong>tar, pues nada podría explicar más claram<strong>en</strong>te a las g<strong>en</strong>era-


30 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESciones futuras los tiempos que nos ha tocado vivir que estas jóv<strong>en</strong>escabezas <strong>en</strong>canecidas, privadas ya de la despreocupación de lajuv<strong>en</strong>tud.Que al m<strong>en</strong>os estas breves palabras sirvan para perpetuar surecuerdo.Signs by the Roadside(Andric, 1992, p. 50)«Las lámparas se apagan <strong>en</strong> toda Europa —dijo Edward Grey, ministrode Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, mi<strong>en</strong>tras contemplaba las luces deWhitehall durante la noche <strong>en</strong> que Gran Bretaña y Alemania <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> guerra<strong>en</strong> 1914—. No volveremos a verlas <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas antes de morir.» Al mismotiempo, el gran escritor satírico Karl Kraus se disponía <strong>en</strong> Vi<strong>en</strong>a a d<strong>en</strong>unciaraquella guerra <strong>en</strong> un extraordinario reportaje-drama de 792 páginas alque tituló Los últimos días de la humanidad. Para ambos personajes la guerramundial suponía la liquidación de un mundo y no eran sólo ellos qui<strong>en</strong>esasí lo veían. No era el fin de la humanidad, aunque hubo mom<strong>en</strong>tos, durantelos 31 años de conflicto mundial que van desde la declaración austríaca deguerra contra Serbia el 28 de julio de 1914 y la r<strong>en</strong>dición incondicional <strong>del</strong>Japón el 14 de agosto de 1945 —cuatro días después de que hiciera explosiónla primera bomba nuclear—, <strong>en</strong> los que pareció que podría desapareceruna gran parte de la raza humana. Sin duda hubo ocasiones para que el dios,o los dioses, que según los crey<strong>en</strong>tes había creado el mundo y cuanto cont<strong>en</strong>íase lam<strong>en</strong>tara de haberlo hecho.La humanidad sobrevivió, pero el gran edificio de la civilización decimonónicase derrumbó <strong>en</strong>tre las llamas de la guerra al hundirse los pilaresque lo sust<strong>en</strong>taban. El siglo xx no puede concebirse disociado de la guerra,siempre pres<strong>en</strong>te aun <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los que no se escuchaba el sonidode las armas y las explosiones de las bombas. La crónica histórica <strong>del</strong> sigloy, más concretam<strong>en</strong>te, de sus mom<strong>en</strong>tos iniciales de derrumbami<strong>en</strong>to y catástrofe,debe com<strong>en</strong>zar con el relato de los 31 años de guerra mundial.Para qui<strong>en</strong>es se habían hecho adultos antes de 1914, el contraste era tanbrutal que muchos de ellos, incluida la g<strong>en</strong>eración de los padres de este historiadoro, <strong>en</strong> cualquier caso, aquellos de sus miembros que vivían <strong>en</strong> la Europac<strong>en</strong>tral, rechazaban cualquier continuidad con el pasado. «Paz» significaba«antes de 1914», y cuanto v<strong>en</strong>ía después de esa fecha no merecía ese nombre.Esa actitud era compr<strong>en</strong>sible, ya que desde hacía un siglo no se había registradouna guerra importante, es decir, una guerra <strong>en</strong> la que hubieran participadotodas las grandes pot<strong>en</strong>cias, o la mayor parte de ellas. En ese mom<strong>en</strong>to, loscompon<strong>en</strong>tes principales <strong>del</strong> esc<strong>en</strong>ario internacional eran las seis «grandespot<strong>en</strong>cias» europeas (Gran Bretaña, Francia, Rusia, Austria-Hungría, Prusia—desde 1871 ext<strong>en</strong>dida a Alemania— y, después de la unificación, Italia),Estados Unidos y Japón. Sólo había habido un breve conflicto <strong>en</strong> el que par-I


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 31ticiparon más de dos grandes pot<strong>en</strong>cias, la guerra de Crimea (1854-1856), que<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó a Rusia con Gran Bretaña y Francia. Además, la mayor parte de losconflictos <strong>en</strong> los que estaban involucradas algunas de las grandes pot<strong>en</strong>ciashabían concluido con una cierta rapidez. El más largo de ellos no fue un conflictointernacional sino una guerra civil <strong>en</strong> los Estados Unidos (1861-1865),y lo normal era que las guerras duraran meses o incluso (como la guerra <strong>en</strong>trePrusia y Austria de 1866) semanas. Entre 1871 y 1914 no hubo ningún conflicto<strong>en</strong> Europa <strong>en</strong> el que los ejércitos de las grandes pot<strong>en</strong>cias atravesaranuna frontera <strong>en</strong>emiga, aunque <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>te Japón se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó conRusia, a la que v<strong>en</strong>ció, <strong>en</strong> 1904-1905, <strong>en</strong> una guerra que aceleró el estallidode la revolución rusa.Anteriorm<strong>en</strong>te, nunca se había producido una guerra mundial. En el sigloXVIII, Francia y Gran Bretaña se habían <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> diversas ocasiones<strong>en</strong> la India, <strong>en</strong> Europa, <strong>en</strong> América <strong>del</strong> Norte y <strong>en</strong> los diversos océanos <strong>del</strong>mundo. Sin embargo, <strong>en</strong>tre 1815 y 1914 ninguna gran pot<strong>en</strong>cia se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó aotra más allá de su región de influ<strong>en</strong>cia inmediata, aunque es verdad que eranfrecu<strong>en</strong>tes las expediciones agresivas de las pot<strong>en</strong>cias imperialistas, o deaquellos países que aspiraban a serlo, contra <strong>en</strong>emigos más débiles de ultramar.La mayor parte de ellas eran <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos desiguales, como las guerrasde los Estados Unidos contra México (1846-1848) y España (1898) y lassucesivas campañas de ampliación de los imperios coloniales británico yfrancés, aunque <strong>en</strong> alguna ocasión no salieron bi<strong>en</strong> librados, como cuandolos franceses tuvieron que retirarse de México <strong>en</strong> la década de 1860 y los italianosde Etiopía <strong>en</strong> 1896. Incluso los más firmes opon<strong>en</strong>tes de los estadosmodernos, cuya superioridad <strong>en</strong> la tecnología de la muerte era cada vez másabrumadora, sólo podían esperar, <strong>en</strong> el mejor de los casos, retrasar la inevitableretirada. Esos conflictos exóticos sirvieron de argum<strong>en</strong>to para las novelasde av<strong>en</strong>turas o los reportajes que escribía el corresponsal de guerra (eseinv<strong>en</strong>to de mediados <strong>del</strong> siglo xix), pero no repercutían directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lapoblación de los estados que los libraban y v<strong>en</strong>cían.Pues bi<strong>en</strong>, todo eso cambió <strong>en</strong> 1914. En la primera guerra mundial participarontodas las grandes pot<strong>en</strong>cias y todos los estados europeos exceptoEspaña, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza. Además,diversos países de ultramar <strong>en</strong>viaron tropas, <strong>en</strong> muchos casos por primeravez, a luchar fuera de su región. Así, los canadi<strong>en</strong>ses lucharon <strong>en</strong> Francia, losaustralianos y neozelandeses forjaron su conci<strong>en</strong>cia nacional <strong>en</strong> una p<strong>en</strong>ínsula<strong>del</strong> Egeo —«Gallípoli» se convirtió <strong>en</strong> su mito nacional— y, lo que es aúnmás importante, los Estados Unidos desat<strong>en</strong>dieron la advert<strong>en</strong>cia de GeorgeWashington de no dejarse involucrar <strong>en</strong> «los problemas europeos» y trasladaronsus ejércitos a Europa, condicionando con esa decisión la trayectoria histórica<strong>del</strong> siglo xx. Los indios fueron <strong>en</strong>viados a Europa y al Próximo Ori<strong>en</strong>te,batallones de trabajo chinos viajaron a Occid<strong>en</strong>te y hubo africanos quesirvieron <strong>en</strong> el ejército francés. Aunque la actividad militar fuera de Europafue escasa, excepto <strong>en</strong> el Próximo Ori<strong>en</strong>te, también la guerra naval adquirióuna dim<strong>en</strong>sión mundial: la primera batalla se dirimió <strong>en</strong> 1914 cerca de las


32 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESislas Malvinas y las campañas decisivas, que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taron a submarinos alemanescon convoyes aliados, se desarrollaron <strong>en</strong> el Atlántico norte y medio.Que la segunda guerra mundial fue un conflicto literalm<strong>en</strong>te mundial esun hecho que no necesita ser demostrado. Prácticam<strong>en</strong>te todos los estadosindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> mundo se vieron involucrados <strong>en</strong> la conti<strong>en</strong>da, voluntariao involuntariam<strong>en</strong>te, aunque la participación de las repúblicas de AméricaLatina fue más bi<strong>en</strong> de carácter nominal. En cuanto a las colonias de laspot<strong>en</strong>cias imperiales, no t<strong>en</strong>ían posibilidad de elección. Salvo la futura repúblicade Irlanda, Suecia, Suiza, Portugal, Turquía y España <strong>en</strong> Europa y, talvez, Afganistán fuera de ella, prácticam<strong>en</strong>te el mundo <strong>en</strong>tero era beligeranteo había sido ocupado (o ambas cosas). En cuanto al esc<strong>en</strong>ario de las batallas,los nombres de las islas melanésicas y de los emplazami<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> nortede África, Birmania y Filipinas com<strong>en</strong>zaron a ser para los lectores deperiódicos y los radioy<strong>en</strong>tes —no hay que olvidar que fue por excel<strong>en</strong>cia laguerra de los boletines de noticias radiofónicas— tan familiares como losnombres de las batallas <strong>del</strong> Ártico y el Cáucaso, de Normandía, Stalingradoy Kursk. La segunda guerra mundial fue una lección de geografía universal.Ya fueran locales, regionales o mundiales, las guerras <strong>del</strong> siglo xx t<strong>en</strong>dríanuna dim<strong>en</strong>sión infinitam<strong>en</strong>te mayor que los conflictos anteriores. De untotal de 74 guerras internacionales ocurridas <strong>en</strong>tre 1816 y 1965 que una seriede especialistas de Estados Unidos —a qui<strong>en</strong>es les gusta hacer ese tipo de cosas—han ord<strong>en</strong>ado por el número de muertos que causaron, las que ocupan loscuatro primeros lugares de la lista se han registrado <strong>en</strong> el siglo xx: las dos guerrasmundiales, la que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó a los japoneses con China <strong>en</strong> 1937-1939 y laguerra de Corea. Más de un millón de personas murieron <strong>en</strong> el campo de batalla<strong>en</strong> el curso de estos conflictos. En el siglo xix, la guerra internacional docum<strong>en</strong>tadade mayor <strong>en</strong>vergadura <strong>del</strong> período posnapoleónico, la que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó aPrusia/Alemania con Francia <strong>en</strong> 1870-1871, arrojó un saldo de 150.000 muertos,cifra comparable al número de muertos de la guerra <strong>del</strong> Chaco de 1932-1935 <strong>en</strong>tre Bolivia (con una población de unos tres millones de habitantes) yParaguay (con 1,4 millones de habitantes aproximadam<strong>en</strong>te). En conclusión,1914 inaugura la era de las matanzas (Singer, 1972, pp. 66 y 131).No hay espacio <strong>en</strong> este libro para analizar los oríg<strong>en</strong>es de la primera guerramundial, que este autor ha int<strong>en</strong>tado esbozar <strong>en</strong> La era <strong>del</strong> imperio.Com<strong>en</strong>zó como una guerra es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te europea <strong>en</strong>tre la Triple Alianza,constituida por Francia, Gran Bretaña y Rusia, y las llamadas «pot<strong>en</strong>ciasc<strong>en</strong>trales» (Alemania y Austria-Hungría). Serbia y Bélgica se incorporaroninmediatam<strong>en</strong>te al conflicto como consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> ataque austríaco contrala primera (que, de hecho, des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó el inicio de las hostilidades) y <strong>del</strong>ataque alemán contra la segunda (que era parte de la estrategia de guerra alemana).Turquía y Bulgaria se alinearon poco después junto a las pot<strong>en</strong>ciasc<strong>en</strong>trales, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> el otro bando la Triple Alianza dejó paso gradualm<strong>en</strong>tea una gran coalición. Se compró la participación de Italia y tambiéntomaron parte <strong>en</strong> el conflicto Grecia, Rumania y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, Portugal.Como cabía esperar, Japón intervino casi de forma inmediata para ocupar


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 33posiciones alemanas <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>te y el Pacífico occid<strong>en</strong>tal, perolimitó sus actividades a esa región. Los Estados Unidos <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> la guerra<strong>en</strong> 1917 y su interv<strong>en</strong>ción iba a resultar decisiva.Los alemanes, como ocurriría también <strong>en</strong> la segunda guerra mundial, se<strong>en</strong>contraron con una posible guerra <strong>en</strong> dos fr<strong>en</strong>tes, además <strong>del</strong> de los Balcanesal que les había arrastrado su alianza con Austria-Hungría. (Sin embargo,el hecho de que tres de las cuatro pot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>trales pert<strong>en</strong>ecieran a esaregión —Turquía, Bulgaria y Austria— hacía que el problema estratégicoque planteaba fuera m<strong>en</strong>os urg<strong>en</strong>te.) El plan alemán consistía <strong>en</strong> aplastarrápidam<strong>en</strong>te a Francia <strong>en</strong> el oeste y luego actuar con la misma rapidez <strong>en</strong> eleste para eliminar a Rusia antes de que el imperio <strong>del</strong> zar pudiera organizarcon eficacia todos sus ing<strong>en</strong>tes efectivos militares. Al igual que ocurriríaposteriorm<strong>en</strong>te, la idea de Alemania era llevar a cabo una campaña relámpago(que <strong>en</strong> la segunda guerra mundial se conocería con el nombre de Blitzkrieg)porque no podía actuar de otra manera. El plan estuvo a punto de versecoronado por el éxito. El ejército alemán p<strong>en</strong>etró <strong>en</strong> Francia por diversasrutas, atravesando <strong>en</strong>tre otros el territorio de la Bélgica neutral, y sólo fuedet<strong>en</strong>ido a algunos kilómetros al este de París, <strong>en</strong> el río Marne, cinco o seissemanas después de que se hubieran declarado las hostilidades. (El plantriunfaría <strong>en</strong> 1940.) A continuación, se retiraron ligeram<strong>en</strong>te y ambos bandos—los franceses apoyados por lo que quedaba de los belgas y por un ejércitode tierra británico que muy pronto adquirió ing<strong>en</strong>tes proporciones— improvisaronlíneas paralelas de trincheras y fortificaciones def<strong>en</strong>sivas que seext<strong>en</strong>dían sin solución de continuidad desde la costa <strong>del</strong> canal de la Mancha<strong>en</strong> Flandes hasta la frontera suiza, dejando <strong>en</strong> manos de los alemanes unaext<strong>en</strong>sa zona de la parte ori<strong>en</strong>tal de Francia y Bélgica. Las posiciones ap<strong>en</strong>asse modificaron durante los tres años y medio sigui<strong>en</strong>tes.Ese era el «fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal», que se convirtió probablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lamaquinaria más mortífera que había conocido hasta <strong>en</strong>tonces la historia <strong>del</strong>arte de la guerra. Millones de hombres se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taban desde los parapetos <strong>del</strong>as trincheras formadas por sacos de ar<strong>en</strong>a, bajo los que vivían como ratas ypiojos (y con ellos). De vez <strong>en</strong> cuando, sus g<strong>en</strong>erales int<strong>en</strong>taban poner fin aesa situación de parálisis. Durante días, o incluso semanas, la artillería realizabaun bombardeo incesante —un escritor alemán hablaría más tarde de los«huracanes de acero» (Ernst Jiinger, 1921)— para «ablandar» al <strong>en</strong>emigo yobligarle a protegerse <strong>en</strong> los refugios subterráneos hasta que <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>tooportuno oleadas de soldados saltaban por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> parapeto, protegidopor alambre de espino, hacia «la tierra de nadie», un caos de cráteres de obusesanegados, troncos de árboles caídos, barro y cadáveres abandonados, paralanzarse hacia las ametralladoras que, como ya sabían, iban a segar sus vidas.En 1916 (febrero-julio) los alemanes int<strong>en</strong>taron sin éxito romper la líneadef<strong>en</strong>siva <strong>en</strong> Verdún, <strong>en</strong> una batalla <strong>en</strong> la que se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taron dos millones desoldados y <strong>en</strong> la que hubo un millón de bajas. La of<strong>en</strong>siva británica <strong>en</strong> elSomme, cuyo objetivo era obligar a los alemanes a desistir de la of<strong>en</strong>siva <strong>en</strong>Verdún, costó a Gran Bretaña 420.000 muertos (60.000 sólo el primer día de


34 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESla batalla). No es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que para los británicos y los franceses, quelucharon durante la mayor parte de la,primera guerra mundial <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>teoccid<strong>en</strong>tal, aquella fuera la «gran guerra», más terrible y traumática que lasegunda guerra mundial. Los franceses perdieron casi el 20 por 100 de sushombres <strong>en</strong> edad militar, y si se incluye a los prisioneros de guerra, los heridosy los inválidos perman<strong>en</strong>tes y desfigurados —los gueules cassés («caraspartidas») que al acabar las hostilidades serían un vivido recuerdo de la guerra—,sólo algo más de un tercio de los soldados franceses salieron indemnes<strong>del</strong> conflicto. Esa misma proporción puede aplicarse a los cinco millonesde soldados británicos. Gran Bretaña perdió una g<strong>en</strong>eración, medio millón dehombres que no habían cumplido aún los treinta años (Winter, 1986, p. 83), <strong>en</strong>su mayor parte de las capas altas, cuyos jóv<strong>en</strong>es, obligados a dar ejemplo<strong>en</strong> su condición de oficiales, avanzaban al fr<strong>en</strong>te de sus hombres y eran, portanto, los primeros <strong>en</strong> caer. Una cuarta parte de los alumnos de Oxford yCambridge de m<strong>en</strong>os de 25 años que sirvieron <strong>en</strong> el ejército británico <strong>en</strong>1914 perdieron la vida (Winter, 1986, p. 98). En las filas alemanas, el númerode muertos fue mayor aún que <strong>en</strong> el ejército francés, aunque fue inferior laproporción de bajas <strong>en</strong> el grupo de población <strong>en</strong> edad militar, mucho másnumeroso (el 13 por 100). Incluso las pérdidas apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te modestas <strong>del</strong>os Estados Unidos (116.000, fr<strong>en</strong>te a 1,6 millones de franceses, casi 800.000británicos y 1,8 millones de alemanes) pon<strong>en</strong> de relieve el carácter sanguinario<strong>del</strong> fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal, el único <strong>en</strong> que lucharon. En efecto, aunque <strong>en</strong> la segundaguerra mundial el número de bajas estadounid<strong>en</strong>ses fue de 2,5 a 3 vecesmayor que <strong>en</strong> la primera, <strong>en</strong> 1917-1918 los ejércitos norteamericanos sólolucharon durante un año y medio (tres años y medio <strong>en</strong> la segunda guerra mundial)y no <strong>en</strong> diversos fr<strong>en</strong>tes sino <strong>en</strong> una zona limitada.Pero peor aún que los horrores de la guerra <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal iban aser sus consecu<strong>en</strong>cias. La experi<strong>en</strong>cia contribuyó a brutalizar la guerra y lapolítica, pues si <strong>en</strong> la guerra no importaban la pérdida de vidas humanas yotros costes, ¿por qué debían importar <strong>en</strong> la política? Al terminar la primeraguerra mundial, la mayor parte de los que habían participado <strong>en</strong> ella —<strong>en</strong> suinm<strong>en</strong>sa mayoría como reclutados forzosos— odiaban sinceram<strong>en</strong>te la guerra.Sin embargo, algunos veteranos que habían vivido la experi<strong>en</strong>cia de lamuerte y el valor sin rebelarse contra la guerra desarrollaron un s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tode indomable superioridad, especialm<strong>en</strong>te con respecto a las mujeres y a losque no habían luchado, que definiría la actitud de los grupos ultraderechistasde posguerra. Adolf Hitler fue uno de aquellos hombres para qui<strong>en</strong>es la experi<strong>en</strong>ciade haber sido un Frontsoldat fue decisiva <strong>en</strong> sus vidas. Sin embargo,la reacción opuesta tuvo también consecu<strong>en</strong>cias negativas. Al terminar laguerra, los políticos, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los países democráticos, compr<strong>en</strong>dieroncon toda claridad que los votantes no tolerarían un baño de sangre como elde 1914-1918. Este principio determinaría la estrategia de Gran Bretaña yFrancia después de 1918, al igual que años más tarde inspiraría la actitud <strong>del</strong>os Estados Unidos tras la guerra de Vietnam. A corto plazo, esta actitud contribuyóa que <strong>en</strong> 1940 los alemanes triunfaran <strong>en</strong> la segunda guerra mundial


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 35<strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal, ante una Francia <strong>en</strong>cogida detrás de sus vulnerablesfortificaciones e incapaz de luchar una vez que fueron derribadas, y ante unaGran Bretaña deseosa de evitar una guerra terrestre masiva como la quehabía diezmado su población <strong>en</strong> 1914-1918. A largo plazo, los gobiernosdemocráticos no pudieron resistir la t<strong>en</strong>tación de salvar las vidas de sus ciudadanosmediante el desprecio absoluto de la vida de las personas de los países<strong>en</strong>emigos. La justificación <strong>del</strong> lanzami<strong>en</strong>to de la bomba atómica sobreHiroshima y Nagasaki <strong>en</strong> 1945 no fue que era indisp<strong>en</strong>sable para conseguirla victoria, para <strong>en</strong>tonces absolutam<strong>en</strong>te segura, sino que era un medio desalvar vidas de soldados estadounid<strong>en</strong>ses. Pero es posible que uno de losargum<strong>en</strong>tos que indujo a los gobernantes de los Estados Unidos a adoptar ladecisión fuese el deseo de impedir que su aliado, la Unión Soviética, reclamaraun botín importante tras la derrota de Japón.Mi<strong>en</strong>tras el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal se sumía <strong>en</strong> una parálisis sangri<strong>en</strong>ta, la actividadproseguía <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te ori<strong>en</strong>tal. Los alemanes pulverizaron a unapequeña fuerza invasora rusa <strong>en</strong> la batalla de Tann<strong>en</strong>berg <strong>en</strong> el primer mes <strong>del</strong>a guerra y a continuación, con la ayuda intermit<strong>en</strong>te de los austríacos, expulsaronde Polonia a los ejércitos rusos. Pese a las contraof<strong>en</strong>sivas ocasionalesde estos últimos, era pat<strong>en</strong>te que las pot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>trales dominaban la situacióny que, fr<strong>en</strong>te al avance alemán, Rusia se limitaba a una acción def<strong>en</strong>siva<strong>en</strong> retaguardia. En los Balcanes, el control de la situación correspondía a laspot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>trales, a pesar de que el inestable imperio de los Habsburgotuvo un comportami<strong>en</strong>to desigual <strong>en</strong> las acciones militares. Fueron los paísesbeligerantes locales, Serbia y Rumania, los que sufrieron un mayor porc<strong>en</strong>tajede bajas militares. Los aliados, a pesar de que ocuparon Grecia, no consiguieronun avance significativo hasta el hundimi<strong>en</strong>to de las pot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>tralesdespués <strong>del</strong> verano de 1918. El plan, diseñado por Italia, de abrir un nuevofr<strong>en</strong>te contra Austria-Hungría <strong>en</strong> los Alpes fracasó, principalm<strong>en</strong>te porquemuchos soldados italianos no veían razón para luchar por un gobierno y unestado que no consideraban como suyos y cuya l<strong>en</strong>gua pocos sabían hablar.Después de la importante derrota militar de Caporetto (1917), que ErnestHemingway reflejó <strong>en</strong> su novela Adiós a las armas, los italianos tuvieronincluso que recibir conting<strong>en</strong>tes de refuerzo de otros ejércitos aliados. Mi<strong>en</strong>trastanto, Francia, Gran Bretaña y Alemania se desangraban <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>teoccid<strong>en</strong>tal, Rusia se hallaba <strong>en</strong> una situación de creci<strong>en</strong>te inestabilidad comoconsecu<strong>en</strong>cia de la derrota que estaba sufri<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la guerra y el imperio austrohúngaroavanzaba hacia su desmembrami<strong>en</strong>to, que tanto deseaban losmovimi<strong>en</strong>tos nacionalistas locales y al que los ministros de Asuntos Exterioresaliados se resignaron sin <strong>en</strong>tusiasmo, pues preveían acertadam<strong>en</strong>te quesería un factor de inestabilidad <strong>en</strong> Europa.El problema para ambos bandos residía <strong>en</strong> cómo conseguir superar laparálisis <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal, pues sin la victoria <strong>en</strong> el oeste ninguno <strong>del</strong>os dos podía ganar la guerra, tanto más cuanto que también la guerra navalse hallaba <strong>en</strong> un punto muerto. Los aliados controlaban los océanos, dondesólo t<strong>en</strong>ían que hacer fr<strong>en</strong>te a algunos ataques aislados, pero <strong>en</strong> el mar <strong>del</strong>


36 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESNorte las flotas británica y alemana se hallaban fr<strong>en</strong>te a fr<strong>en</strong>te totalm<strong>en</strong>teinmovilizadas. El único int<strong>en</strong>to de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> batalla (1916) concluyó sinresultado decisivo, pero dado que confinó <strong>en</strong> sus bases a la flota alemanapuede afirmarse que favoreció a los aliados.Ambos bandos confiaban <strong>en</strong> la tecnología. Los alemanes —que siemprehabían destacado <strong>en</strong> el campo de la química— utilizaron gas tóxico <strong>en</strong> elcampo de batalla, donde demostró ser monstruoso e ineficaz, dejando comosecuela el único acto auténtico de repudio oficial humanitario contra una formade hacer la guerra, la Conv<strong>en</strong>ción de Ginebra de 1925, <strong>en</strong> la que el mundose comprometió a no utilizar la guerra química. En efecto, aunque todos losgobiernos continuaron preparándose para ella y creían que el <strong>en</strong>emigo lautilizaría, ninguno de los dos bandos recurrió a esa estrategia <strong>en</strong> la segundaguerra mundial, aunque los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos humanitarios no impidieron que lositalianos lanzaran gases tóxicos <strong>en</strong> las colonias. El declive de los valores <strong>del</strong>a civilización después de la segunda guerra mundial permitió que volviera apracticarse la guerra química. Durante la guerra de Irán e Irak <strong>en</strong> los añosoch<strong>en</strong>ta, Irak, que contaba <strong>en</strong>tonces con el decidido apoyo de los estadosoccid<strong>en</strong>tales, utilizó gases tóxicos contra los soldados y contra la poblacióncivil. Los británicos fueron los pioneros <strong>en</strong> la utilización de los vehículosarticulados blindados, conocidos todavía por su nombre <strong>en</strong> código de «tanque»,pero sus g<strong>en</strong>erales, poco brillantes realm<strong>en</strong>te, no habían descubiertoaún cómo utilizarlos. Ambos bandos usaron los nuevos y todavía frágilesaeroplanos y Alemania utilizó curiosas aeronaves <strong>en</strong> forma de cigarro, cargadasde helio, para experim<strong>en</strong>tar el bombardeo aéreo, aunque afortunadam<strong>en</strong>tesin mucho éxito. La guerra aérea llegó a su apogeo, especialm<strong>en</strong>tecomo medio de aterrorizar a la población civil, <strong>en</strong> la segunda guerra mundial.La única arma tecnológica que tuvo importancia para el desarrollo de laguerra de 1914-1918 fue el submarino, pues ambos bandos, al no poder derrotaral ejército contrario, trataron de provocar el hambre <strong>en</strong>tre la población<strong>en</strong>emiga. Dado que Gran Bretaña recibía por mar todos los suministros, parecíaposible provocar el estrangulami<strong>en</strong>to de las Islas Británicas mediante unaactividad cada vez más int<strong>en</strong>sa de los submarinos contra los navios británicos.La campaña estuvo a punto de triunfar <strong>en</strong> 1917, antes de que fuera posiblecontrarrestarla con eficacia, pero fue el principal argum<strong>en</strong>to que motivó laparticipación de los Estados Unidos <strong>en</strong> la guerra. Por su parte, los británicostrataron por todos los medios de impedir el <strong>en</strong>vío de suministros a Alemania,a fin de asfixiar su economía de guerra y provocar el hambre <strong>en</strong>tre su población.Tuvieron más éxito de lo que cabía esperar, pues, como veremos, la economíade guerra germana no funcionaba con la eficacia y racionalidad de lasque se jactaban los alemanes. No puede decirse lo mismo de la máquina militaralemana que, tanto <strong>en</strong> la primera como <strong>en</strong> la segunda guerra mundial, eramuy superior a todas las demás. La superioridad <strong>del</strong> ejército alemán comofuerza militar podía haber sido decisiva si los aliados no hubieran podido contara partir de 1917 con los recursos prácticam<strong>en</strong>te ilimitados de los EstadosUnidos. Alemania, a pesar de la carga que suponía la alianza con Austria,


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 37alcanzó la victoria total <strong>en</strong> el este, consiguió que Rusia abandonara las hostilidades,la empujó hacia la revolución y <strong>en</strong> 1917-1918 le hizo r<strong>en</strong>unciar a unagran parte de sus territorios europeos. Poco después de haber impuesto aRusia unas duras condiciones de paz <strong>en</strong> Brest-Litovsk (marzo de 1918), elejército alemán se vio con las manos libres para conc<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> el oeste y asíconsiguió romper el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal y avanzar de nuevo sobre París. Aunquelos aliados se recuperaron gracias al <strong>en</strong>vío masivo de refuerzos y pertrechosdesde los Estados Unidos, durante un tiempo pareció que la suerte de la guerraestaba decidida. Sin embargo, era el último <strong>en</strong>vite de una Alemaniaexhausta, que se sabía al borde de la derrota. Cuando los aliados com<strong>en</strong>zarona avanzar <strong>en</strong> el verano de 1918, la conclusión de la guerra fue sólo cuestiónde unas pocas semanas. Las pot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>trales no sólo admitieron la derrotasino que se derrumbaron. En el otoño de 1918, la revolución se <strong>en</strong>señoreó detoda la Europa c<strong>en</strong>tral y surori<strong>en</strong>tal, como antes había barrido Rusia <strong>en</strong> 1917(véase el capítulo sigui<strong>en</strong>te). Ninguno de los gobiernos exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre lasfronteras de Francia y el mar <strong>del</strong> Japón se mantuvo <strong>en</strong> el poder. Incluso lospaíses beligerantes <strong>del</strong> bando v<strong>en</strong>cedor sufrieron graves conmociones, aunqu<strong>en</strong>o hay motivos para p<strong>en</strong>sar que Gran Bretaña y Francia no hubieran sobrevividocomo <strong>en</strong>tidades políticas estables, aun <strong>en</strong> el caso de haber sido derrotadas.Desde luego no puede afirmarse lo mismo de Italia y, ciertam<strong>en</strong>te, ningunode los países derrotados escapó a los efectos de la revolución.Si uno de los grandes ministros o diplomáticos de periodos históricosanteriores —aquellos <strong>en</strong> qui<strong>en</strong>es los miembros más ambiciosos de los departam<strong>en</strong>tosde asuntos exteriores decían inspirarse todavía, un Talleyrand o unBismarck— se hubiera alzado de su tumba para observar la primera guerramundial, se habría preguntado, con toda seguridad, por qué los estadistass<strong>en</strong>satos no habían decidido poner fin a la guerra mediante algún tipo decompromiso antes de que destruyera el mundo de 1914. También nosotrospodemos hacernos la misma pregunta. En el pasado, prácticam<strong>en</strong>te ningunade las guerras no revolucionarias y no ideológicas se había librado como unalucha a muerte o hasta el agotami<strong>en</strong>to total. En 1914, no era la ideología loque dividía a los beligerantes, excepto <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que ambos bandosnecesitaban movilizar a la opinión pública, aludi<strong>en</strong>do al profundo desafíode los valores nacionales aceptados, como la barbarie rusa contra la culturaalemana, la democracia francesa y británica contra el absolutismo alemán,etc. Además, había estadistas que recom<strong>en</strong>daban una solución de compromiso,incluso fuera de Rusia y Austria-Hungría, que presionaban <strong>en</strong> esa dirección asus aliados de forma cada vez más desesperada a medida que veíanacercarse la derrota. ¿Por qué, pues, las principales pot<strong>en</strong>cias de ambosbandos consideraron la primera guerra mundial como un conflicto <strong>en</strong> elque sólo se podía contemplar la victoria o la derrota total?La razón es que, a difer<strong>en</strong>cia de otras guerras anteriores, impulsadas pormotivos limitados y concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivosilimitados. En la era imperialista, se había producido la fusión de la políticay la economía. La rivalidad política internacional se establecía <strong>en</strong> función <strong>del</strong>


38 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScrecimi<strong>en</strong>to y la competitividad de la economía, pero el rasgo característicoera precisam<strong>en</strong>te que no t<strong>en</strong>ía límites. «Las "fronteras naturales" de la StandardOil, el Deutsche Bank o la De Beers Diamond Corporation se situaban<strong>en</strong> el confín <strong>del</strong> universo, o más bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> los límites de su capacidad deexpansionarse» (Hobsbawm, 1987, p. 318). De manera más concreta, paralos dos beligerantes principales, Alemania y Gran Bretaña, el límite t<strong>en</strong>ía queser el cielo, pues Alemania aspiraba a alcanzar una posición política y marítimamundial como la que ost<strong>en</strong>taba Gran Bretaña, lo cual automáticam<strong>en</strong>terelegaría a un plano inferior a una Gran Bretaña que ya había iniciado eldeclive. Era el todo o nada. En cuanto a Francia, <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to, y tambiénmás a<strong>del</strong>ante, sus aspiraciones t<strong>en</strong>ían un carácter m<strong>en</strong>os g<strong>en</strong>eral pero igualm<strong>en</strong>teurg<strong>en</strong>te: comp<strong>en</strong>sar su creci<strong>en</strong>te, y al parecer inevitable, inferioridaddemográfica y económica con respecto a Alemania. También aquí estaba <strong>en</strong>juego el futuro de Francia como pot<strong>en</strong>cia de primer ord<strong>en</strong>. En ambos casos,un compromiso sólo habría servido para posponer el problema. Sin duda,Alemania podía limitarse a esperar hasta que su superioridad, cada vezmayor, situara al país <strong>en</strong> el lugar que el gobierno alemán creía que le correspondía,lo cual ocurriría antes o después. De hecho, la posición dominante <strong>en</strong>Europa de una Alemania derrotada <strong>en</strong> dos ocasiones, y resignada a no seruna pot<strong>en</strong>cia militar indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te, estaba más claram<strong>en</strong>te establecida al inicio<strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1990 de lo que nunca lo estuvieron las aspiraciones militaristasde Alemania antes de 1945. Pero eso es así porque tras la segundaguerra mundial, Gran Bretaña y Francia tuvieron que aceptar, aunque no debu<strong>en</strong> grado, verse relegadas a la condición de pot<strong>en</strong>cia de segundo ord<strong>en</strong>,de la misma forma que la Alemania Federal, pese a su <strong>en</strong>orme pot<strong>en</strong>cialidadeconómica, reconoció que <strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ario mundial posterior a 1945 no podríaost<strong>en</strong>tar la supremacía como estado individual. En la década de 1900, cénitde la era imperial e imperialista, estaban todavía intactas tanto la aspiraciónalemana de convertirse <strong>en</strong> la primera pot<strong>en</strong>cia mundial («el espíritu alemánreg<strong>en</strong>erará el mundo», se afirmaba) como la resist<strong>en</strong>cia de Gran Bretaña yFrancia, que seguían si<strong>en</strong>do, sin duda, «grandes pot<strong>en</strong>cias» <strong>en</strong> un mundoeurocéntrico. Teóricam<strong>en</strong>te, el compromiso sobre alguno de los «objetivos deguerra» casi megalomaníacos que ambos bandos formularon <strong>en</strong> cuanto estallaronlas hostilidades era posible, pero <strong>en</strong> la práctica el único objetivo deguerra que importaba era la victoria total, lo que <strong>en</strong> la segunda guerra mundialse dio <strong>en</strong> llamar «r<strong>en</strong>dición incondicional».Era un objetivo absurdo y destructivo que arruinó tanto a los v<strong>en</strong>cedorescomo a los v<strong>en</strong>cidos. Precipitó a los países derrotados <strong>en</strong> la revolución y alos v<strong>en</strong>cedores <strong>en</strong> la bancarrota y <strong>en</strong> el agotami<strong>en</strong>to material. En 1940, Franciafue aplastada, con ridicula facilidad y rapidez, por unas fuerzas alemanasinferiores y aceptó sin dilación la subordinación a Hitler porque el país habíaquedado casi completam<strong>en</strong>te desangrado <strong>en</strong> 1914-1918. Por su parte, GranBretaña no volvió a ser la misma a partir de 1918 porque la economía <strong>del</strong>país se había arruinado al luchar <strong>en</strong> una guerra que quedaba fuera <strong>del</strong> alcancede sus posibilidades y recursos. Además, la victoria total, ratificada por


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 39una paz impuesta que establecía unas durísimas condiciones, dio al traste conlas escasas posibilidades que existían de restablecer, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> cierto grado,una Europa estable, liberal y burguesa. Así lo compr<strong>en</strong>dió inmediatam<strong>en</strong>teel economista John Maynard Keynes. Si Alemania no se reintegraba ala economía europea, es decir, si no se reconocía y aceptaba el peso <strong>del</strong> país<strong>en</strong> esa economía sería imposible recuperar la estabilidad. Pero eso era lo último<strong>en</strong> que p<strong>en</strong>saban qui<strong>en</strong>es habían luchado para eliminar a Alemania.Las condiciones de la paz impuesta por las principales pot<strong>en</strong>cias v<strong>en</strong>cedorassobrevivi<strong>en</strong>tes (los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia) yque suele d<strong>en</strong>ominarse, de manera imprecisa, tratado de Versalles, 1 respondíana cinco consideraciones principales. La más inmediata era el derrumbami<strong>en</strong>tode un gran número de regím<strong>en</strong>es <strong>en</strong> Europa y la eclosión <strong>en</strong> Rusiade un régim<strong>en</strong> bolchevique revolucionario alternativo dedicado a la subversiónuniversal e imán de las fuerzas revolucionarias de todo el mundo (véaseel capítulo II). En segundo lugar, se consideraba necesario controlar aAlemania, que, después de todo, había estado a punto de derrotar con sussolas fuerzas a toda la coalición aliada. Por razones obvias esta era —y noha dejado de serlo desde <strong>en</strong>tonces— la principal preocupación de Francia.En tercer lugar, había que reestructurar el mapa de Europa, tanto para debilitara Alemania como para ll<strong>en</strong>ar los grandes espacios vacíos que habíandejado <strong>en</strong> Europa y <strong>en</strong> el Próximo Ori<strong>en</strong>te la derrota y el hundimi<strong>en</strong>tosimultáneo de los imperios ruso, austrohúngaro y turco. Los principalesaspirantes a esa her<strong>en</strong>cia, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Europa, eran una serie de movimi<strong>en</strong>tosnacionalistas que los v<strong>en</strong>cedores apoyaron siempre que fueran antibolcheviques.De hecho, el principio fundam<strong>en</strong>tal que guiaba <strong>en</strong> Europa lareestructuración <strong>del</strong> mapa era la creación de estados nacionales étnico-lingüísticos,según el principio de que las naciones t<strong>en</strong>ían «derecho a la autodeterminación».El presid<strong>en</strong>te de los Estados Unidos, Wilson, cuyos puntosde vista expresaban los de la pot<strong>en</strong>cia sin cuya interv<strong>en</strong>ción se habría perdidola guerra, def<strong>en</strong>día apasionadam<strong>en</strong>te ese principio, que era (y todavía lo es)más fácilm<strong>en</strong>te sust<strong>en</strong>tado por qui<strong>en</strong>es estaban alejados de las realidadesétnicas y lingüísticas de las regiones que debían ser divididas <strong>en</strong> estadosnacionales. El resultado de ese int<strong>en</strong>to fue realm<strong>en</strong>te desastroso, como loatestigua todavía la Europa <strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1990. Los conflictos nacionalesque desgarran el contin<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>ta estaban larvados ya <strong>en</strong> laobra de Versalles. 2 La reorganización <strong>del</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te se realizó según1. En realidad, el tratado de Versalles sólo establecía la paz con Alemania. Diversos parques y castillos de la monarquía situados <strong>en</strong> las proximidades de París dieron nombre a los otrostratados: Saint Germain con Austria; Trianon con Hungría; Sévres con Turquía, y Neuilly conBulgaria.2. La guerra civil yugoslava, la agitación secesionista <strong>en</strong> Eslovaquia, la secesión de losestados bálticos de la antigua Unión Soviética, los conflictos <strong>en</strong>tre húngaros y rumanos a pro-Pósito de Transilvania, el separatismo de Moldova (Moldavia, antigua Besarabia) y el nacionalismo transcaucásico son algunos de los problemas explosivos que o no existían o no podíanhaber existido antes de 1914.


4 0 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESprincipios imperialistas conv<strong>en</strong>cionales —reparto <strong>en</strong>tre Gran Bretaña yFrancia— excepto <strong>en</strong> el caso de Palestina, donde el gobierno británico,anhelando contar con el apoyo de la comunidad judía internacional durantela guerra, había prometido, no sin imprud<strong>en</strong>cia y ambigüedad, establecer«una patria nacional» para los judíos. Esta sería otra secuela problemática einsuperada de la primera guerra mundial.El cuarto conjunto de consideraciones eran las de la política nacional <strong>del</strong>os países v<strong>en</strong>cedores —<strong>en</strong> la práctica, Gran Bretaña, Francia y los EstadosUnidos— y las fricciones <strong>en</strong>tre ellos. La consecu<strong>en</strong>cia más importante deesas consideraciones políticas internas fue que el Congreso de los EstadosUnidos se negó a ratificar el tratado de paz, que <strong>en</strong> gran medida había sidoredactado por y para su presid<strong>en</strong>te, y por consigui<strong>en</strong>te los Estados Unidos seretiraron <strong>del</strong> mismo, hecho que habría de t<strong>en</strong>er importantes consecu<strong>en</strong>cias.Finalm<strong>en</strong>te, las pot<strong>en</strong>cias v<strong>en</strong>cedoras trataron de conseguir una paz quehiciera imposible una nueva guerra como la que acababa de devastar el mundoy cuyas consecu<strong>en</strong>cias estaban sufri<strong>en</strong>do. El fracaso que cosecharon fuerealm<strong>en</strong>te estrepitoso, pues veinte años más tarde el mundo estaba nuevam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> guerra.Salvar al mundo <strong>del</strong> bolchevismo y reestructurar el mapa de Europa erandos proyectos que se superponían, pues la maniobra inmediata para <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarsea la Rusia revolucionaria <strong>en</strong> caso de que sobreviviera —lo cual nopodía <strong>en</strong> modo alguno darse por s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> 1919— era aislarla tras un cordonsanitaire, como se decía <strong>en</strong> el l<strong>en</strong>guaje diplomático de la época, de estadosanticomunistas. Dado que éstos habían sido constituidos totalm<strong>en</strong>te, o <strong>en</strong>gran parte, con territorios de la antigua Rusia, su hostilidad hacia Moscúestaba garantizada. De norte a sur, dichos estados eran los sigui<strong>en</strong>tes: Finlandia,una región autónoma cuya secesión había sido permitida por L<strong>en</strong>in;tres nuevas pequeñas repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), respectode las cuales no existía preced<strong>en</strong>te histórico; Polonia, que recuperabasu condición de estado indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te después de 120 años, y Rumania, cuyaext<strong>en</strong>sión se había duplicado con la anexión de algunos territorios húngarosy austríacos <strong>del</strong> imperio de los Habsburgo y de Besarabia, que antes pert<strong>en</strong>ecíaa Rusia.De hecho, Alemania había arrebatado la mayor parte de esos territorios aRusia, que de no haber estallado la revolución bolchevique los habría recuperado.El int<strong>en</strong>to de prolongar ese aislami<strong>en</strong>to hacia el Cáucaso fracasó,principalm<strong>en</strong>te porque la Rusia revolucionaria llegó a un acuerdo con Turquía(no comunista, pero también revolucionaria), que odiaba a los imperialismosbritánico y francés. Por consigui<strong>en</strong>te, los estados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes deArm<strong>en</strong>ia y Georgia, establecidos tras la firma <strong>del</strong> tratado de Brest-Litovsk, ylos int<strong>en</strong>tos de los británicos de desgajar de Rusia el territorio petrolífero deAzerbaijan, no sobrevivieron a la victoria de los bolcheviques <strong>en</strong> la guerracivil de 1918-1920 y al tratado turco-soviético de 1921. En resum<strong>en</strong>, <strong>en</strong> eleste los aliados aceptaron las fronteras impuestas por Alemania a la Rusia


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 41revolucionaria, siempre y cuando no existieran fuerzas más allá de su controlque las hicieran inoperantes.Pero quedaban todavía grandes zonas de Europa, principalm<strong>en</strong>te lascorrespondi<strong>en</strong>tes al antiguo imperio austrohúngaro, por reestructurar. Austriay Hungría fueron reducidas a la condición de apéndices alemán y magiarrespectivam<strong>en</strong>te, Serbia fue ampliada para formar una nueva Yugoslavia alfusionarse con Eslov<strong>en</strong>ia (antiguo territorio austríaco) y Croacia (antes territoriohúngaro), así como con un pequeño reino indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te y tribal depastores y merodeadores, Mont<strong>en</strong>egro, un conjunto inhóspito de montañascuyos habitantes reaccionaron a la pérdida de su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia abrazando <strong>en</strong>masa el comunismo que, según creían, sabía apreciar las virtudes heroicas.Lo asociaban también con la Rusia ortodoxa, cuya fe habían def<strong>en</strong>didodurante tantos siglos los indómitos hombres de la Montaña Negra contra losinfieles turcos. Se constituyó otro nuevo país, Checoslovaquia, mediante launión <strong>del</strong> antiguo núcleo industrial <strong>del</strong> imperio de los Habsburgo, los territorioschecos, con las zonas rurales de Eslovaquia y Rut<strong>en</strong>ia, <strong>en</strong> otro tiempoparte de Hungría. Se amplió Rumania, que pasó a ser un conglomerado multinacional,y también Polonia e Italia se vieron b<strong>en</strong>eficiadas. No había preced<strong>en</strong>tehistórico ni lógica'posible <strong>en</strong> la constitución de Yugoslavia y Checoslovaquia,que eran construcciones de una ideología nacionalista que creía <strong>en</strong>la fuerza de la etnia común y <strong>en</strong> la inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia de constituir estadosnacionales excesivam<strong>en</strong>te reducidos. Todos los eslavos <strong>del</strong> sur (yugoslavos)estaban integrados <strong>en</strong> un estado, como ocurría con los eslavos occid<strong>en</strong>talesde los territorios checos y eslovacos. Como cabía esperar, esos matrimoniospolíticos celebrados por la fuerza tuvieron muy poca solidez. Además,excepto <strong>en</strong> los casos de Austria y Hungría, a las que se despojó de la mayorparte de sus minorías —aunque no de todas ellas—, los nuevos estados, tantolos que se formaron con territorios rusos como con territorios <strong>del</strong> imperio <strong>del</strong>os Habsburgo, no eran m<strong>en</strong>os multinacionales que sus predecesores.A Alemania se le impuso una paz con muy duras condiciones, justificadascon el argum<strong>en</strong>to de que era la única responsable de la guerra y de todassus consecu<strong>en</strong>cias (la cláusula de la «culpabilidad de la guerra»), con el finde mant<strong>en</strong>er a ese país <strong>en</strong> una situación de perman<strong>en</strong>te debilidad. El procedimi<strong>en</strong>toutilizado para conseguir ese objetivo no fue tanto el de las amputacionesterritoriales (aunque Francia recuperó Alsacia-Lor<strong>en</strong>a, una ampliazona de la parte ori<strong>en</strong>tal de Alemania pasó a formar parte de la Polonia restaurada—el «corredor polaco» que separaba la Prusia Ori<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> resto deAlemania— y las fronteras alemanas sufrieron pequeñas modificaciones)sino otras medidas. En efecto, se impidió a Alemania poseer una flota importante,se le prohibió contar con una fuerza aérea y se redujo su ejército detierra a sólo 100.000 hombres; se le impusieron unas «reparaciones» (resarcimi<strong>en</strong>tode los costos de guerra <strong>en</strong> que habían incurrido los v<strong>en</strong>cedores) teóricam<strong>en</strong>teinfinitas; se ocupó militarm<strong>en</strong>te una parte de la zona occid<strong>en</strong>tal <strong>del</strong>país; y se le privó de todas las colonias de ultramar. (Éstas fueron a parar amanos de los británicos y de sus «dominios», de los franceses y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or


4 2 LA ERA DE- LAS CATÁSTROFESmedida, de los japoneses, aunque debido a la creci<strong>en</strong>te impopularidad <strong>del</strong>imperialismo, se sustituyó el nombre de «colonias» por el de «mandatos»para garantizar el progreso de los pueblos atrasados, confiados por la humanidada las pot<strong>en</strong>cias imperiales, que <strong>en</strong> modo alguno desearían explotarlaspara otro propósito.) A mediados de los años treinta lo único que quedaba <strong>del</strong>tratado de Versalles eran las cláusulas territoriales.En cuanto al mecanismo para impedir una nueva guerra mundial, era evid<strong>en</strong>teque el consorcio de «grandes pot<strong>en</strong>cias» europeas, que antes de 1914se suponía que debía garantizar ese objetivo, se había deshecho por completo.La alternativa, que el presid<strong>en</strong>te Wilson instó a los retic<strong>en</strong>tes políticoseuropeos a aceptar, con todo el fervor liberal de un experto <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>cias políticasde Princeton, era instaurar una «Sociedad de Naciones» (es decir, deestados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes) de alcance universal que solucionara los problemaspacífica y democráticam<strong>en</strong>te antes de que escaparan a un posible control, aser posible mediante una negociación realizada de forma pública («acuerdostranspar<strong>en</strong>tes a los que se llegaría de forma transpar<strong>en</strong>te»), pues la guerrahabía hecho también que se rechazara el proceso habitual y s<strong>en</strong>sato de negociacióninternacional, al que se calificaba de «diplomacia secreta». Eserechazo era una reacción contra los tratados secretos acordados <strong>en</strong>tre los aliadosdurante la guerra, <strong>en</strong> los que se había decidido el destino de Europa y <strong>del</strong>Próximo Ori<strong>en</strong>te una vez concluido el conflicto, ignorando por completo losdeseos, y los intereses, de la población de esas regiones. Cuando los bolcheviquesdescubrieron esos docum<strong>en</strong>tos comprometedores <strong>en</strong> los archivos de laadministración zarista, se apresuraron a publicarlos para que llegaran alconocimi<strong>en</strong>to de la opinión pública mundial, y por ello era necesario realizaralguna acción que pudiera limitar los daños. La Sociedad de Naciones seconstituyó, pues, como parte <strong>del</strong> tratado de paz y fue un fracaso casi total,excepto como institución que servía para recopilar estadísticas. Es cierto, noobstante, que al principio resolvió alguna controversia de escasa importanciaque no constituía un grave peligro para la paz <strong>del</strong> mundo, como el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to<strong>en</strong>tre Finlandia y Suecia por las islas Aland. 3 Pero la negativa de losEstados Unidos a integrarse <strong>en</strong> la Sociedad de Naciones vació de cont<strong>en</strong>idoreal a dicha institución.No es necesario realizar la crónica detallada de la historia <strong>del</strong> período de<strong>en</strong>treguerras para compr<strong>en</strong>der que el tratado de Versalles no podía ser la basede una paz estable. Estaba cond<strong>en</strong>ado al fracaso desde el principio y, por lotanto, el estallido de una nueva guerra era prácticam<strong>en</strong>te seguro. Como ya seha señalado, los Estados Unidos optaron casi inmediatam<strong>en</strong>te por no firmarlos tratados y <strong>en</strong> un mundo que ya no era eurocéntrico y eurodeterminado, no3. Las islas Áland. situadas <strong>en</strong>tre Finlandia y Suecia. y que pert<strong>en</strong>ecían a Finlandia, estaban,y están, habitadas exclusivam<strong>en</strong>te por una población de l<strong>en</strong>gua sueca, y el nuevo estadoindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de Finlandia pret<strong>en</strong>día imponerles la l<strong>en</strong>gua finesa. Como alternativa a la incorporacióna Suecia, la Sociedad de Naciones arbitró una solución que garantizaba el uso exclusivo<strong>del</strong> sueco <strong>en</strong> las islas y las salvaguardaba fr<strong>en</strong>te a una inmigración no deseada proced<strong>en</strong>te<strong>del</strong> territorio finlandés.


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 43podía ser viable ningún tratado que no contara con el apoyo de ese país, quese había convertido <strong>en</strong> una de las primeras pot<strong>en</strong>cias mundiales. Como severá más a<strong>del</strong>ante, esta afirmación es válida tanto por lo que respecta a laeconomía como a la política mundial. Dos grandes pot<strong>en</strong>cias europeas, ymundiales, Alemania y la Unión Soviética, fueron eliminadas temporalm<strong>en</strong>te<strong>del</strong> esc<strong>en</strong>ario internacional y además se les negó su exist<strong>en</strong>cia como protagonistasindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. En cuanto uno de esos dos países volviera a aparecer<strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a quedaría <strong>en</strong> precario un tratado de paz que sólo t<strong>en</strong>ía el apoyo deGran Bretaña y Francia, pues Italia también se s<strong>en</strong>tía descont<strong>en</strong>ta. Y, antes odespués, Alemania, Rusia, o ambas, recuperarían su protagonismo.Las pocas posibilidades de paz que existían fueron torpedeadas por lanegativa de las pot<strong>en</strong>cias v<strong>en</strong>cedoras a permitir la rehabilitación de los v<strong>en</strong>cidos.Es cierto que la represión total de Alemania y la proscripción absolutade la Rusia soviética no tardaron <strong>en</strong> revelarse imposibles, pero el procesode aceptación de la realidad fue l<strong>en</strong>to y cargado de resist<strong>en</strong>cias, especialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> el caso de Francia, que se resistía a abandonar la esperanza de mant<strong>en</strong>era Alemania debilitada e impot<strong>en</strong>te (hay que recordar que los británicosno se s<strong>en</strong>tían acosados por los recuerdos de la derrota y la invasión). Encuanto a la URSS, los países v<strong>en</strong>cedores habrían preferido que no existiera.Apoyaron a los ejércitos de la contrarrevolución <strong>en</strong> la guerra civil rusa y<strong>en</strong>viaron fuerzas militares para apoyarles y, posteriorm<strong>en</strong>te, no mostraron<strong>en</strong>tusiasmo por reconocer su superviv<strong>en</strong>cia. Los empresarios de los paíseseuropeos rechazaron las v<strong>en</strong>tajosas ofertas que hizo L<strong>en</strong>in a los inversoresextranjeros <strong>en</strong> un desesperado int<strong>en</strong>to de conseguir la recuperación deuna economía destruida casi por completo por el conflicto mundial, la revolucióny la guerra civil. La Rusia soviética se vio obligada a avanzar por las<strong>en</strong>da <strong>del</strong> desarrollo <strong>en</strong> aislami<strong>en</strong>to, aunque por razones políticas los dosestados proscritos de Europa, la Rusia soviética y Alemania, se aproximaron<strong>en</strong> los primeros años de la década de 1920.La segunda guerra mundial tal vez podía haberse evitado, o al m<strong>en</strong>osretrasado, si se hubiera restablecido la economía anterior a la guerra como unpróspero sistema mundial de crecimi<strong>en</strong>to y expansión. Sin embargo, despuésde que <strong>en</strong> los años c<strong>en</strong>trales <strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1920 parecieran superadas las perturbacionesde la guerra y la posguerra, la economía mundial se sumergió <strong>en</strong>la crisis más profunda y dramática que había conocido desde la revoluciónindustrial (véase el capítulo III). Y esa crisis instaló <strong>en</strong> el poder, tanto <strong>en</strong> Alemaniacomo <strong>en</strong> Japón, a las fuerzas políticas <strong>del</strong> militarismo y la extremaderecha, decididas a conseguir la ruptura <strong>del</strong> statu quo mediante el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to,si era necesario militar, y no mediante el cambio gradual negociado.Desde ese mom<strong>en</strong>to no sólo era previsible el estallido de una nueva guerramundial, sino que estaba anunciado. Todos los que alcanzaron la edad adulta<strong>en</strong> los años treinta la esperaban. La imag<strong>en</strong> de oleadas de aviones lanzandobombas sobre las ciudades y de figuras de pesadilla con máscaras antigás,trastabillando <strong>en</strong>tre la niebla provocada por el gas tóxico, obsesionó a mig<strong>en</strong>eración, proféticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el primer caso, erróneam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el segundo.


4 4 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESIILos oríg<strong>en</strong>es de la segunda guerra mundial han g<strong>en</strong>erado una bibliografíaincomparablem<strong>en</strong>te más reducida que las causas de la primera, y ello poruna razón evid<strong>en</strong>te. Con muy raras excepciones, ningún historiador s<strong>en</strong>satoha puesto nunca <strong>en</strong> duda que Alemania, Japón y (m<strong>en</strong>os claram<strong>en</strong>te) Italiafueron los agresores. Los países que se vieron arrastrados a la guerra contralos tres antes citados, ya fueran capitalistas o socialistas, no deseaban la guerray la mayor parte de ellos hicieron cuanto estuvo <strong>en</strong> su mano para evitarla. Sise pregunta quién o qué causó la segunda guerra mundial, se puede respondercon toda contund<strong>en</strong>cia: Adolf Hitler.Ahora bi<strong>en</strong>, las respuestas a los interrogantes históricos no son tan s<strong>en</strong>cillas.Como hemos visto, la situación internacional creada por la primera guerramundial era intrínsecam<strong>en</strong>te inestable, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Europa, perotambién <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>te y, por consigui<strong>en</strong>te, no se creía que la pazpudiera ser duradera. La insatisfacción por el statu quo no la manifestabansólo los estados derrotados, aunque éstos, especialm<strong>en</strong>te Alemania, creíant<strong>en</strong>er motivos sobrados para el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to, como así era. Todos los partidosalemanes, desde los comunistas, <strong>en</strong> la extrema izquierda, hasta los nacionalsocialistasde Hitler, <strong>en</strong> la extrema derecha, coincidían <strong>en</strong> cond<strong>en</strong>ar el tratadode Versalles como injusto e inaceptable. Paradójicam<strong>en</strong>te, de haberseproducido una revolución g<strong>en</strong>uinam<strong>en</strong>te alemana la situación de este país nohabría sido tan explosiva. Los dos países derrotados <strong>en</strong> los que sí se habíaregistrado una revolución, Rusia y Turquía, estaban demasiado preocupadospor sus propios asuntos, <strong>en</strong>tre ellos la def<strong>en</strong>sa de sus fronteras, como parapoder desestabilizar la situación internacional. En los años treinta ambos paíseseran factores de estabilidad y, de hecho, Turquía permaneció neutral <strong>en</strong> lasegunda guerra mundial. Sin embargo, también Japón e Italia, aunque integrados<strong>en</strong> el bando v<strong>en</strong>cedor, se s<strong>en</strong>tían insatisfechos; los japoneses con másjustificación que los italianos, cuyos anhelos imperialistas superaban <strong>en</strong>mucho la capacidad de su país para satisfacerlos. De todas formas, Italiahabía obt<strong>en</strong>ido de la guerra importantes anexiones territoriales <strong>en</strong> los Alpes,<strong>en</strong> el Adriático e incluso <strong>en</strong> el mar Egeo, aunque no había conseguido todocuanto le habían prometido los aliados <strong>en</strong> 1915 a cambio de su adhesión. Sinembargo, el triunfo <strong>del</strong> fascismo, movimi<strong>en</strong>to contrarrevolucionario y, portanto, ultranacionalista e imperialista, subrayó la insatisfacción italiana (véaseel capítulo V). En cuanto a Japón, su considerable fuerza militar y naval loconvertían <strong>en</strong> la pot<strong>en</strong>cia más formidable <strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te, especialm<strong>en</strong>tedesde que Rusia desapareciera de esc<strong>en</strong>a. Esa condición fue reconocida anivel internacional por el acuerdo naval de Washington de 1922, que puso fina la supremacía naval británica estableci<strong>en</strong>do una proporción de 5:5:3 <strong>en</strong>relación con las fuerzas navales de Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón.Pero sin duda Japón, cuya industrialización progresaba a marchas forzadas,aunque la dim<strong>en</strong>sión de su economía seguía si<strong>en</strong>do modesta —a finales de


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 45los años veinte repres<strong>en</strong>taba el 2,5 por 100 de la producción industrial <strong>del</strong>mundo—, creía ser acreedor a un pedazo mucho más sucul<strong>en</strong>to <strong>del</strong> pastel<strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te que el que las pot<strong>en</strong>cias imperiales blancas le habíanconcedido. Además, los japoneses eran perfectam<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>tes de la vulnerabilidadde su país, que carecía prácticam<strong>en</strong>te de todos los recursos naturalesnecesarios para una economía industrial moderna, cuyas importacionespodían verse impedidas por la acción de los navios extranjeros y cuyasexportaciones estaban a merced <strong>del</strong> mercado estadounid<strong>en</strong>se. La presiónmilitar fJara forjar un imperio terrestre <strong>en</strong> territorio chino acortaría las líneasjaponesas de comunicación, que de esa forma resultarían m<strong>en</strong>os vulnerables.No obstante, por muy inestable que fuera la paz establecida <strong>en</strong> 1918 ypor muy grandes las posibilidades de que fuera quebrantada, es innegableque la causa inmediata de la segunda guerra mundial fue la agresión de lastres pot<strong>en</strong>cias descont<strong>en</strong>tas, vinculadas por diversos tratados desde mediadosde los años treinta. Los episodios que jalonan el camino hacia la guerra fueronla invasión japonesa de Manchuria <strong>en</strong> 1931, la invasión italiana de Etiopía<strong>en</strong> 1935, la interv<strong>en</strong>ción alemana e italiana <strong>en</strong> la guerra civil española de1936-1939, la invasión alemana de Austria a comi<strong>en</strong>zos de 1938, la mutilaciónde Checoslovaquia por Alemania <strong>en</strong> los últimos meses de ese mismoaño, la ocupación alemana de lo que quedaba de Checoslovaquia <strong>en</strong> marzode 1939 (a la que siguió la ocupación de Albania por parte de Italia) y lasexig<strong>en</strong>cias alemanas fr<strong>en</strong>te a Polonia, que des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron el estallido de laguerra. Se pued<strong>en</strong> m<strong>en</strong>cionar también esos jalones de forma negativa:la decisión de la Sociedad de Naciones de no actuar contra Japón, la decisiónde no adoptar medidas efectivas contra Italia <strong>en</strong> 1935, la decisión de GranBretaña y Francia de no responder a la d<strong>en</strong>uncia unilateral por parte de Alemania<strong>del</strong> tratado de Versalles y, especialm<strong>en</strong>te, a la reocupación militar deR<strong>en</strong>ania <strong>en</strong> 1936, su negativa a interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> la guerra civil española («nointerv<strong>en</strong>ción»), su decisión de no reaccionar ante la ocupación de Austria, sur<strong>en</strong>dición ante el chantaje alemán con respecto a Checoslovaquia (el «acuerdode Munich» de 1938) y la negativa de la URSS a continuar oponiéndosea Hitler <strong>en</strong> 1939 (el pacto firmado <strong>en</strong>tre Hitler y Stalin <strong>en</strong> agosto de 1939).Sin embargo, si bi<strong>en</strong> es cierto que un bando no deseaba la guerra e hizotodo lo posible por evitarla y que el otro bando la exaltaba y, <strong>en</strong> el caso deHitler, la deseaba activam<strong>en</strong>te, ninguno de los agresores la deseaba tal comose produjo y <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que estalló, y tampoco deseaban luchar contraalgunos de los <strong>en</strong>emigos con los que tuvieron que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse. Japón, apesar de la influ<strong>en</strong>cia militar <strong>en</strong> la vida política <strong>del</strong> país, habría preferidoalcanzar sus objetivos —<strong>en</strong> es<strong>en</strong>cia, la creación de un imperio <strong>en</strong> el Asiaori<strong>en</strong>tal— sin t<strong>en</strong>er que participar <strong>en</strong> una guerra g<strong>en</strong>eral, <strong>en</strong> la que sólo intervinocuando lo hicieron los Estados Unidos. El tipo de guerra que deseabaAlemania, así como cuándo y contra quién, son todavía objeto de controversia,pues Hitler no era un hombre que plasmara sus decisiones <strong>en</strong> docum<strong>en</strong>tos,pero dos cosas están claras: una guerra contra Polonia (a la que apoyabanGran Bretaña y Francia) <strong>en</strong> 1939 no <strong>en</strong>traba <strong>en</strong> sus previsiones, y la


4 6 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESguerra <strong>en</strong> la que finalm<strong>en</strong>te se vio <strong>en</strong>vuelto, contra la URSS y los EstadosUnidos, era la pesadilla que atorm<strong>en</strong>taba a todos los g<strong>en</strong>erales y diplomáticosalemanes.Alemania (y más tarde Japón) necesitaba desarrollar una rápida of<strong>en</strong>sivapor las mismas razones que <strong>en</strong> 1914. En efecto, una vez unidos y coordinados,los recursos conjuntos de sus posibles <strong>en</strong>emigos eran abrumadoram<strong>en</strong>tesuperiores a los suyos. Ninguno de los dos países había planeado una guerralarga ni confiaban <strong>en</strong> armam<strong>en</strong>to que necesitase un largo período de gestación.(Por el contrario, los británicos, consci<strong>en</strong>tes de su inferioridad <strong>en</strong> tierra,invirtieron desde el principio su dinero <strong>en</strong> el armam<strong>en</strong>to más costoso y tecnológicam<strong>en</strong>temás complejo y planearon una guerra de larga duración <strong>en</strong> laque ellos y sus aliados superarían la capacidad productiva <strong>del</strong> bando <strong>en</strong>emigo.)Los japoneses tuvieron más éxito que los alemanes y evitaron la coaliciónde sus <strong>en</strong>emigos, pues se mantuvieron al marg<strong>en</strong> <strong>en</strong> la guerra de Alemaniacontra Gran Bretaña y Francia <strong>en</strong> 1939-1940 y <strong>en</strong> la guerra contraRusia a partir de 1941. A difer<strong>en</strong>cia de las otras pot<strong>en</strong>cias, los japoneses sehabían <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado con el ejército rojo <strong>en</strong> un conflicto no declarado pero d<strong>en</strong>otables proporciones <strong>en</strong> la frontera chino-siberiana <strong>en</strong> 1939 y habían sufridograves quebrantos. Japón sólo participó <strong>en</strong> la guerra contra Gran Bretañay los Estados Unidos, pero no contra la URSS, <strong>en</strong> diciembre de 1941. Pordesgracia para Japón, la única pot<strong>en</strong>cia a la que debía <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse, los EstadosUnidos, t<strong>en</strong>ía tal superioridad de recursos que había de v<strong>en</strong>cer con todaseguridad.Alemania pareció correr mejor suerte <strong>en</strong> un principio. En los años treinta,y a pesar de que se aproximaba la guerra, Gran Bretaña y Francia no seunieron a la Rusia soviética, que finalm<strong>en</strong>te prefirió pactar con Hitler, y porotra parte, los asuntos internos sólo permitieron al presid<strong>en</strong>te de los EstadosUnidos, Roosevelt, prestar un respaldo verbal al bando al que apoyaba apasionadam<strong>en</strong>te.Por consigui<strong>en</strong>te, la guerra com<strong>en</strong>zó <strong>en</strong> 1939 como un conflictoexclusivam<strong>en</strong>te europeo, y, <strong>en</strong> efecto, después de que Alemania invadieraPolonia, que <strong>en</strong> sólo tres semanas fue aplastada y repartida con laURSS, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> Europa occid<strong>en</strong>tal a Alemania con Francia y Gran Bretaña.En la primavera de 1940, Alemania derrotó a Noruega, Dinamarca, PaísesBajos, Bélgica y Francia con gran facilidad, ocupó los cuatro primerospaíses y dividió Francia <strong>en</strong> dos partes, una zona directam<strong>en</strong>te ocupada yadministrada por los alemanes victoriosos y un «estado» satélite francés (alque sus gobernantes, proced<strong>en</strong>tes de diversas fracciones <strong>del</strong> sector más reaccionariode Francia, no le daban ya el nombre de república) con su capital <strong>en</strong>un balneario de provincias, Vichy. Para hacer fr<strong>en</strong>te a Alemania solam<strong>en</strong>tequedaba Gran Bretaña, donde se estableció una coalición de todas las fuerzasnacionales <strong>en</strong>cabezada por Winston Churchill y fundam<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> elrechazo radical de cualquier tipo de acuerdo con Hitler. Fue <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>tocuando la Italia fascista decidió erróneam<strong>en</strong>te abandonar la neutralidad <strong>en</strong> laque se había instalado prud<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te su gobierno, para decantarse por ellado alemán.


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 47A efectos prácticos, la guerra <strong>en</strong> Europa había terminado. Aun si Alemaniano podía invadir Gran Bretaña por el doble obstáculo que suponían elfnar y I a Royal Air Force, no se veía cómo Gran Bretaña podría retornar alcontin<strong>en</strong>te, y mucho m<strong>en</strong>os derrotar a Alemania. Los meses de 1940-1941durante los cuales Gran Bretaña resistió <strong>en</strong> solitario, constituy<strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>toextraordinario <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> pueblo británico, o cuando m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la deaquellos que tuvieron la fortuna de vivirlo, pero las posibilidades <strong>del</strong> paíseran verdaderam<strong>en</strong>te reducidas. El programa de rearme de los Estados Unidos(«def<strong>en</strong>sa hemisférica») de junio de 1940 daba por s<strong>en</strong>tado que no t<strong>en</strong>ías<strong>en</strong>tido seguir <strong>en</strong>viando armas a Gran Bretaña, e incluso cuando se comprobósu superviv<strong>en</strong>cia, el Reino Unido seguía si<strong>en</strong>do considerado es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>tecomo una base def<strong>en</strong>siva avanzada de los Estados Unidos. Mi<strong>en</strong>tras tanto, seestaba reestructurando el mapa europeo. La URSS, previo acuerdo con Alemania,ocupó los territorios europeos que el imperio zarista había perdido <strong>en</strong>1918 (excepto las partes de Polonia que se había anexionado Alemania) yFinlandia, contra la que Stalin había librado una torpe guerra de invierno <strong>en</strong>1939-1940. Todo ello permitió que las fronteras rusas se alejaran un pocomás de L<strong>en</strong>ingrado. Hitler llevó a cabo una revisión <strong>del</strong> tratado de Versalles<strong>en</strong> los antiguos territorios de los Habsburgo que resultó efímera. Los int<strong>en</strong>tosbritánicos de ext<strong>en</strong>der la guerra a los Balcanes des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron la esperadaconquista de toda la p<strong>en</strong>ínsula por Alemania, incluidas las islas griegas.De hecho, Alemania atravesó el Mediterráneo y p<strong>en</strong>etró <strong>en</strong> África cuandopareció que su aliada, Italia, cuyo desempeño como pot<strong>en</strong>cia militar <strong>en</strong> lasegunda guerra mundial fue aún más decepcionante que el de Austria-Hungría<strong>en</strong> la primera, perdería todo su imperio africano a manos de los británicos, quelanzaban su of<strong>en</strong>siva desde su principal base situada <strong>en</strong> Egipto. El AfrikaKorps alemán, a cuyo fr<strong>en</strong>te estaba uno de los g<strong>en</strong>erales de mayor tal<strong>en</strong>to,Erwin Rommel, am<strong>en</strong>azó la posición británica <strong>en</strong> el Próximo Ori<strong>en</strong>te.La guerra se reanudó con la invasión de la URSS lanzada por Hitler el22 de junio de 1941, fecha decisiva <strong>en</strong> la segunda guerra mundial. Era unaoperación tan disparatada —ya que forzaba a Alemania a luchar <strong>en</strong> dos fr<strong>en</strong>tes—que Stalin no imaginaba que Hitler pudiera int<strong>en</strong>tarla. Pero <strong>en</strong> la lógicade Hitler, el próximo paso era conquistar un vasto imperio terrestre <strong>en</strong> elEste, rico <strong>en</strong> recursos y <strong>en</strong> mano de obra servil, y como todos los expertosmilitares, excepto los japoneses, subestimó la capacidad soviética de resist<strong>en</strong>cia.Sin embargo, no le faltaban argum<strong>en</strong>tos, dada la desorganización <strong>en</strong>que estaba sumido el ejército rojo a consecu<strong>en</strong>cia de las purgas de los añostreinta (véase el capítulo XIII), la situación <strong>del</strong> país, y la extraordinaria ineptitudde que había hecho gala Stalin <strong>en</strong> sus interv<strong>en</strong>ciones como estrategamilitar. De hecho, el avance inicial de los ejércitos alemanes fue tan veloz,y al parecer tan decisivo, como las campañas <strong>del</strong> oeste de Europa. A principiosde octubre habían llegado a las afueras de Moscú y exist<strong>en</strong> pruebas deque durante algunos días el propio Stalin se s<strong>en</strong>tía desmoralizado y p<strong>en</strong>só <strong>en</strong>firmar un armisticio. Pero ese mom<strong>en</strong>to pudo ser superado y las <strong>en</strong>ormesreservas rusas <strong>en</strong> cuanto a espacio, recursos humanos, resist<strong>en</strong>cia física y


4 8 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESpatriotismo, unidas a un extraordinario esfuerzo de guerra, derrotaron a losalemanes y dieron a la URSS el tiempo necesario para organizarse eficazm<strong>en</strong>te,<strong>en</strong>tre otras cosas, permiti<strong>en</strong>do que los jefes militares de mayor tal<strong>en</strong>to(algunos de los cuales acababan de ser liberados de los gulags) tomaranlas decisiones que consideraban oportunas. El período de 1942-1945 fue elúnico <strong>en</strong> el que Stalin interrumpió su política de terror.Al no haberse decidido la batalla de Rusia tres meses después de habercom<strong>en</strong>zado, como Hitler esperaba, Alemania estaba perdida, pues no estabaequipada para una guerra larga ni podía sost<strong>en</strong>erla. A pesar de sus triunfos,poseía y producía muchos m<strong>en</strong>os aviones y carros de combate que Gran Bretañay Rusia, por no hablar de los Estados Unidos. La nueva of<strong>en</strong>siva lanzadapor los alemanes <strong>en</strong> 1942, una vez superado el terrible invierno, pareciót<strong>en</strong>er el mismo éxito que todas las anteriores y permitió a sus ejércitos p<strong>en</strong>etrarprofundam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el Cáucaso y <strong>en</strong> el curso inferior <strong>del</strong> Volga, pero yano podía decidir la guerra. Los ejércitos alemanes fueron cont<strong>en</strong>idos, acosadosy rodeados y se vieron obligados a r<strong>en</strong>dirse <strong>en</strong> Stalingrado (verano de1942-marzo de 1943). A continuación, los rusos iniciaron el avance que lesllevaría a Berlín, Praga y Vi<strong>en</strong>a al final de la guerra. Desde la batalla de Stalingrado,todo el mundo sabía que la derrota de Alemania era sólo cuestiónde tiempo.Mi<strong>en</strong>tras tanto, la guerra, aunque seguía si<strong>en</strong>do básicam<strong>en</strong>te europea, sehabía convertido realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> un conflicto mundial. Ello se debió <strong>en</strong> parte alas agitaciones antiimperialistas <strong>en</strong> los territorios sometidos a Gran Bretaña,que aún poseía el mayor imperio mundial, aunque pudieron ser sofocadas sindificultad. Los simpatizantes de Hitler <strong>en</strong>tre los bóers de Suráfrica pudieronser recluidos —aparecerían después de la guerra como los arquitectos <strong>del</strong>régim<strong>en</strong> de apartheid de 1984— y <strong>en</strong> Irak la rebelión de Rashid Ali, queocupó el poder <strong>en</strong> la primavera de 1941, fue rápidam<strong>en</strong>te suprimida. Muchomás trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te fue el vacío imperialista que dejó <strong>en</strong> el sureste de Asia eltriunfo de Hitler <strong>en</strong> Europa. La ocasión fue aprovechada por Japón para establecerun protectorado sobre los indef<strong>en</strong>sos restos de las posesiones francesas<strong>en</strong> Indochina. Los Estados Unidos consideraron intolerable esta ampliación<strong>del</strong> poder <strong>del</strong> Eje hacia el sureste asiático y com<strong>en</strong>zaron a ejercer unafuerte presión económica sobre Japón, cuyo comercio y suministros dep<strong>en</strong>díantotalm<strong>en</strong>te de las comunicaciones marítimas. Fue este conflicto el quedes<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó la guerra <strong>en</strong>tre los dos países. El ataque japonés contra PearlHarbor el 7 de diciembre de 1941 dio al conflicto una dim<strong>en</strong>sión mundial. Enel plazo de unos pocos meses los japoneses se habían apoderado de todo elsureste de Asia, tanto contin<strong>en</strong>tal como insular, am<strong>en</strong>azando con invadir laIndia desde Birmania <strong>en</strong> el oeste, y la zona despoblada <strong>del</strong> norte de Australia,desde Nueva Guinea.Probablem<strong>en</strong>te Japón no podía haber evitado la guerra con los EstadosUnidos a m<strong>en</strong>os que hubiera r<strong>en</strong>unciado a conseguir un poderoso imperioeconómico (d<strong>en</strong>ominado eufemísticam<strong>en</strong>te «esfera de co-prosperidad de lagran Asia ori<strong>en</strong>tal»), que era la piedra angular de su política. Sin embargo,


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 49no cabía esperar que los Estados Unidos de Roosevelt, tras haber visto lasconsecu<strong>en</strong>cias de la decisión de las pot<strong>en</strong>cias europeas de no resistir a Hitlery a Mussolini, reaccionaran ante la expansión japonesa como lo habíanhecho británicos y franceses fr<strong>en</strong>te a la expansión alemana. En cualquiercaso, la opinión pública estadounid<strong>en</strong>se consideraba el Pacífico (no así Europa)como esc<strong>en</strong>ario normal de interv<strong>en</strong>ción de los Estados Unidos, consideraciónque también se ext<strong>en</strong>día a América Latina. El «aislacionismo» de losEstados Unidos sólo se aplicaba <strong>en</strong> relación con Europa. De hecho, fue elembargo occid<strong>en</strong>tal (es decir, estadounid<strong>en</strong>se) <strong>del</strong> comercio japonés y la congelaciónde los activos japoneses lo que obligó a Japón a <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> acciónpara evitar el rápido estrangulami<strong>en</strong>to de su economía, que dep<strong>en</strong>día totalm<strong>en</strong>tede las importaciones oceánicas. La apuesta de Japón era peligrosa y,<strong>en</strong> definitiva, resultaría suicida. Japón aprovechó tal vez la única oportunidadpara establecer con rapidez su imperio meridional, pero como eso exigía lainmovilización de la flota estadounid<strong>en</strong>se, única fuerza que podía interv<strong>en</strong>ir,significó también que los Estados Unidos, con sus recursos y sus fuerzasabrumadoram<strong>en</strong>te superiores, <strong>en</strong>traron inmediatam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la guerra. Eraimposible que Japón pudiera salir victorioso de este conflicto.El misterio es por qué Hitler, que ya estaba haci<strong>en</strong>do un esfuerzo supremo<strong>en</strong> Rusia, declaró gratuitam<strong>en</strong>te la guerra a los Estados Unidos, dando algobierno de Roosevelt la posibilidad de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la guerra europea al lado <strong>del</strong>os británicos sin t<strong>en</strong>er que afrontar una <strong>en</strong>carnizada oposición política <strong>en</strong> elinterior. Sin duda, a los ojos de las autoridades de Washington, la Alemanianazi era un peligro mucho más grave, o al m<strong>en</strong>os mucho más g<strong>en</strong>eral, para laposición de los Estados Unidos —y para el mundo— que Japón. Por ellodecidieron conc<strong>en</strong>trar sus recursos <strong>en</strong> el triunfo de la guerra contra Alemania,antes que contra Japón. Fue una decisión correcta. Fueron necesarios tresaños y medio para derrotar a Alemania, después de lo cual la r<strong>en</strong>dición deJapón se obtuvo <strong>en</strong> el plazo de tres meses. No existe una explicación plausiblepara la locura de Hitler, aunque es sabido que subestimó por completo, yde forma persist<strong>en</strong>te, la capacidad de acción y el pot<strong>en</strong>cial económico y tecnológicode los Estados Unidos, porque estaba conv<strong>en</strong>cido de que las democraciasestaban incapacitadas para la acción. La única democracia a la querespetaba era Gran Bretaña, de la que opinaba, correctam<strong>en</strong>te, que no era pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>tedemocrática.Las decisiones de invadir Rusia y declarar la guerra a los Estados Unidosdecidieron el resultado de la segunda guerra mundial. Esto no se apreció deforma inmediata, pues las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje alcanzaron el cénit de sus éxitosa mediados de 1942 y no perdieron la iniciativa militar hasta 1943. Además,los aliados occid<strong>en</strong>tales no regresaron de manera decidida al contin<strong>en</strong>te europeohasta 1944, pues aunque consiguieron expulsar a las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje<strong>del</strong> norte de África y llegaron hasta Italia, su avance fue det<strong>en</strong>ido por el ejércitoalemán. Entretanto, la única arma que los aliados podían utilizar contraAlemania eran los ataques aéreos que, como ha demostrado la investigaciónposterior, fueron totalm<strong>en</strong>te ineficaces y sólo sirvieron para causar bajas


5 0 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES<strong>en</strong>tre la población civil y destruir las ciudades. Sólo los ejércitos soviéticoscontinuaron avanzando, y únicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los Balcanes —principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>Yugoslavia, Albania y Grecia— se constituyó un movimi<strong>en</strong>to de resist<strong>en</strong>ciaarmada de inspiración comunista que causó serios quebrantos militares aAlemania y, sobre todo, a Italia. Sin embargo, Winston Churchill no se equivocabacuando afirmó después <strong>del</strong> episodio de Pearl Harbor que la victoriaera segura «si se utilizaba adecuadam<strong>en</strong>te una fuerza abrumadora» (K<strong>en</strong>nedy,p. 347). Desde los últimos meses de 1942, nadie dudaba <strong>del</strong> triunfo <strong>del</strong>a gran alianza contra las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje. Los aliados com<strong>en</strong>zaron ya ap<strong>en</strong>sar cómo administrarían su previsible victoria.No es necesario continuar la crónica de los acontecimi<strong>en</strong>tos militares,excepto para señalar que, <strong>en</strong> el oeste, la resist<strong>en</strong>cia alemana fue muy difícilde superar incluso cuando los aliados desembarcaron <strong>en</strong> el contin<strong>en</strong>te <strong>en</strong>junio de 1944 y que, a difer<strong>en</strong>cia de lo ocurrido <strong>en</strong> 1918, no se registró<strong>en</strong> Alemania ningún conato de rebelión contra Hitler. Sólo los g<strong>en</strong>erales alemanes,que constituían el núcleo <strong>del</strong> poder militar tradicional prusiano, conspiraronpara precipitar la caída de Hitler <strong>en</strong> julio de 1944, porque estabananimados de un patriotismo racional y no de la Gotterdammerung wagnerianaque produciría la destrucción total de Alemania. Al no contar con un apoyosustancial fracasaron y fueron asesinados <strong>en</strong> masa por elem<strong>en</strong>tos leales aHitler. En el este, la determinación de Japón de luchar hasta el final fue todavíamás inquebrantable, razón por la cual se utilizaron las armas nucleares <strong>en</strong>Hiroshima y Nagasaki para conseguir una rápida r<strong>en</strong>dición japonesa. La victoriade 1945 fue total y la r<strong>en</strong>dición incondicional. Los estados derrotadosfueron totalm<strong>en</strong>te ocupados por los v<strong>en</strong>cedores y no se firmó una paz oficialporque no se reconoció a ninguna autoridad distinta de las fuerzas ocupantes,al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Alemania y Japón. Lo más parecido a unas negociaciones de pazfueron las confer<strong>en</strong>cias celebradas <strong>en</strong>tre 1943 y 1945, <strong>en</strong> las que las principalespot<strong>en</strong>cias aliadas —los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña— decidieronel reparto de los despojos de la victoria e int<strong>en</strong>taron (sin demasiadoéxito) organizar sus relaciones mutuas para el período de posguerra: <strong>en</strong> Teherán<strong>en</strong> 1943, <strong>en</strong> Moscú <strong>en</strong> el otoño de 1944, <strong>en</strong> Yalta (Crimea) a principios de1945 y <strong>en</strong> Potsdam (<strong>en</strong> la Alemania ocupada) <strong>en</strong> agosto de 1945. En otra seriede negociaciones interaliadas, que se desarrollaron con más éxito <strong>en</strong>tre 1943y 1945, se estableció un marco más g<strong>en</strong>eral para las relaciones políticas y económicas<strong>en</strong>tre los estados, decidiéndose <strong>en</strong>tre otras cosas el establecimi<strong>en</strong>tode las Naciones Unidas. Pero estas cuestiones serán analizadas más a<strong>del</strong>ante(véase el capítulo IX).En mayor medida, pues, que <strong>en</strong> la «gran guerra», <strong>en</strong> la segunda guerramundial se luchó hasta el final, sin que <strong>en</strong> ninguno de los dos bandos se p<strong>en</strong>saraseriam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> un posible compromiso, excepto por parte de Italia, quecambió de bando y de régim<strong>en</strong> político <strong>en</strong> 1943 y que no recibió el trato deterritorio ocupado, sino de país derrotado con un gobierno reconocido. (A ellocontribuyó el hecho de que los aliados no consiguieran expulsar a los alemanes,y a la «república social» fascista <strong>en</strong>cabezada por Mussolini y dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>-


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 51te de aquéllos, de la mitad norte de Italia durante casi dos años.) A difer<strong>en</strong>ciade lo ocurrido <strong>en</strong> la primera guerra mundial, esta intransig<strong>en</strong>cia no requiereuna explicación especial. Para ambos bandos esta era una guerra de religióno, <strong>en</strong> términos modernos, de ideologías. Era también una lucha por la superviv<strong>en</strong>ciapara la mayor parte de los países involucrados. Como lo demuestranlos casos de Polonia y de las partes ocupadas de la Unión Soviética, así comoel destino de los judíos, cuyo exterminio sistemático se dio a conocer gradualm<strong>en</strong>tea un mundo que no podía creer que eso fuera verdad, el precio <strong>del</strong>a derrota a manos <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> nacionalsocialista alemán era la esclavitud y lamuerte. Por ello, la guerra se desarrolló sin límite alguno. La segunda guerramundial significó el paso de la guerra masiva a la guerra total.Las pérdidas ocasionadas por la guerra son literalm<strong>en</strong>te incalculables yes imposible incluso realizar estimaciones aproximadas, pues a difer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>o ocurrido <strong>en</strong> la primera guerra mundial las bajas civiles fueron tan importantescomo las militares y las peores matanzas se produjeron <strong>en</strong> zonas, o <strong>en</strong>lugares, <strong>en</strong> que no había nadie que pudiera registrarlas o que se preocuparade hacerlo. Según las estimaciones, las muertes causadas directam<strong>en</strong>te por laguerra fueron de tres a cinco veces superiores a las de la primera guerramundial (Milward, 1979, p. 270; Peters<strong>en</strong>, 1986) y supusieron <strong>en</strong>tre el 10y el 20 por 100 de la población total de la URSS, Polonia y Yugoslavia y<strong>en</strong>tre el 4 y el 6 por 100 de la población de Alemania, Italia, Austria, Hungría,Japón y China. En Francia y Gran Bretaña el número de bajas fue muyinferior al de la primera guerra mundial —<strong>en</strong> torno al 1 por 100 de la población—,pero <strong>en</strong> los Estados Unidos fueron algo más elevadas. Sin embargo,todas esas cifras no son más que especulaciones. Las bajas de los territoriossoviéticos se han calculado <strong>en</strong> diversas ocasiones, incluso oficialm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> 7,11, 20 o incluso 30 millones. De cualquier forma, ¿qué importancia ti<strong>en</strong>e laexactitud estadística cuando se manejan cifras tan astronómicas? ¿Acaso elhorror <strong>del</strong> holocausto sería m<strong>en</strong>or si los historiadores llegaran a la conclusiónde que la guerra no exterminó a 6 millones de personas (estimaciónaproximada original y, casi con toda seguridad, exagerada) sino a cinco oincluso a cuatro millones? ¿Qué importancia ti<strong>en</strong>e que <strong>en</strong> el asedio al que losalemanes sometieron a L<strong>en</strong>ingrado durante 900 días (1941-1944) murieranun millón de personas por efecto <strong>del</strong> hambre y el agotami<strong>en</strong>to o tan sólo750.000 o medio millón de personas? ¿Es posible captar el significado realde las cifras más allá de la realidad que se ofrece a la intuición? ¿Qué significadoti<strong>en</strong>e para qui<strong>en</strong> lea estas líneas que de los 5,7 millones de prisionerosde guerra rusos <strong>en</strong> Alemania murieron 3,3 millones? (Hirschfeld, 1986).El único hecho seguro respecto a las bajas causadas por la guerra es quemurieron más hombres que mujeres. En la URSS, todavía <strong>en</strong> 1959, por cadasiete mujeres compr<strong>en</strong>didas <strong>en</strong>tre los 35 y 50 años había solam<strong>en</strong>te cuatrohombres de la misma edad (Milward, 1979, p. 212). Una vez terminada laguerra fue más fácil la reconstrucción de los edificios que la de las vidas <strong>del</strong>os seres humanos.


52 . LA ERA DE LAS CATÁSTROFESIIISe da por s<strong>en</strong>tado que la guerra moderna involucra a todos los ciudadanos,la mayor parte de los cuales además son movilizados; que utiliza unarmam<strong>en</strong>to que exige una modificación <strong>del</strong> conjunto de la economía paraproducirlo y que se utiliza <strong>en</strong> cantidades ing<strong>en</strong>tes; que causa un elevadísimonivel de destrucción y que domina y transforma por completo la vida de lospaíses participantes. Ahora bi<strong>en</strong>, todos estos f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os se dan únicam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> las guerras <strong>del</strong> siglo xx. Es cierto que <strong>en</strong> períodos anteriores hubo guerrasterriblem<strong>en</strong>te destructivas e incluso conflictos que anticiparon lo que mástarde sería la guerra total, como <strong>en</strong> la Francia de la revolución. En los EstadosUnidos, la guerra civil de 1861-1865 sigue si<strong>en</strong>do el conflicto más sangri<strong>en</strong>tode la historia <strong>del</strong> país, ya que causó la muerte de tantas personascomo todas las guerras posteriores juntas, incluidas las dos guerras mundiales,la de Corea y la de Vietnam. Sin embargo, hasta el siglo xx las guerras<strong>en</strong> las que participaba toda la sociedad eran excepcionales. Jane Aust<strong>en</strong>escribió sus novelas durante las guerras napoleónicas, pero ningún lector qu<strong>en</strong>o lo supiera podría adivinarlo, ya que <strong>en</strong> las páginas de sus relatos no aparecem<strong>en</strong>ción de las mismas, aunque sin duda algunos de los jóv<strong>en</strong>es queaparec<strong>en</strong> <strong>en</strong> ellas participaron <strong>en</strong> esos conflictos. Sería inconcebible que cualquiernovelista pudiera escribir de esa forma sobre Gran Bretaña durante elperíodo de conflictos <strong>del</strong> siglo xx.El monstruo de la guerra total <strong>del</strong> siglo xx no nació con esas proporciones,pero lo cierto es que a partir de 1914 todos los conflictos eran guerrasmasivas. Incluso <strong>en</strong> la primera guerra mundial, Gran Bretaña movilizó al12,5 por 100 de la población masculina, Alemania al 15,4 por 100, y Franciaa casi el 17 por 100. En la segunda guerra mundial, la proporción de lapoblación activa total que se <strong>en</strong>roló <strong>en</strong> las fuerzas armadas fue, <strong>en</strong> todas partes,<strong>del</strong> ord<strong>en</strong> <strong>del</strong> 20 por 100 (Milward, 1979, p. 216). Cabe señalar, de paso,que una movilización masiva de esas características durante varios años nopuede mant<strong>en</strong>erse excepto <strong>en</strong> una economía industrializada moderna con unaelevada productividad y —o alternativam<strong>en</strong>te— <strong>en</strong> una economía sust<strong>en</strong>tadapor la población no beligerante. Las economías agrarias tradicionales no pued<strong>en</strong>movilizar a un porc<strong>en</strong>taje tan elevado de la mano de obra excepto demanera estacional, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la zona templada, pues hay mom<strong>en</strong>tos durantela campaña agrícola <strong>en</strong> los que se necesitan todas las manos (durante larecolección). Pero incluso <strong>en</strong> las sociedades industriales, una movilizaciónde esas características conlleva unas <strong>en</strong>ormes necesidades de mano de obra,razón por la cual las guerras modernas masivas reforzaron el poder de lasorganizaciones obreras y produjeron una revolución <strong>en</strong> cuanto la incorporaciónde la mujer al trabajo fuera <strong>del</strong> hogar (revolución temporal <strong>en</strong> la primeraguerra mundial y perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la segunda).Además, las guerras <strong>del</strong> siglo xx han sido masivas <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de quehan utilizado y destruido cantidades hasta <strong>en</strong>tonces inconcebibles de produc-


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 53tos <strong>en</strong> el curso de la lucha. De ahí el término alemán Materialschlacht paradescribir las batallas <strong>del</strong> fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> 1914-1918: batallas de materiales.Por fortuna para Francia, dada su reducida capacidad industrial, Napoleóntriunfó <strong>en</strong> la batalla de J<strong>en</strong>a de 1806, que le permitió destruir el poderde Prusia, con sólo 1.500 disparos de artillería. Sin embargo, ya antes de laprimera guerra mundial, Francia planificó una producción de municiones de10.000-12.000 proyectiles diarios y al final su industria tuvo que producir200.000 proyectiles diarios. Incluso la Rusia zarista producía 150.000 proyectilesdiarios, o sea, 4,5 millones al mes. No puede extrañar que se revolucionaranlos procesos de ing<strong>en</strong>iería mecánica de las fábricas. En cuanto alos pertrechos de guerra m<strong>en</strong>os destructivos, parece conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te recordarque durante la segunda guerra mundial el ejército de los Estados Unidos<strong>en</strong>cargó más de 519 millones de pares de calcetines y más de 219 millonesde pares de calzoncillos, mi<strong>en</strong>tras que las fuerzas alemanas, fieles a la tradiciónburocrática, <strong>en</strong>cargaron <strong>en</strong> un solo año (1943) 4,4 millones de tijerasy 6,2 millones de almohadillas <strong>en</strong>tintadas para los tampones de las oficinasmilitares (Milward, 1979, p. 68). La guerra masiva exigía una producciónmasiva.Pero la producción requería también organización y gestión, aun cuandosu objeto fuera la destrucción racionalizada de vidas humanas de la maneramás efici<strong>en</strong>te, como ocurría <strong>en</strong> los campos de exterminio alemanes. En términosg<strong>en</strong>erales, la guerra total era la empresa de mayor <strong>en</strong>vergadura quehabía conocido el hombre hasta el mom<strong>en</strong>to, y debía ser organizada y gestionadacon todo cuidado.Ello planteaba también problemas nuevos. Las cuestiones militaressiempre habían sido de la compet<strong>en</strong>cia de los gobiernos, desde que <strong>en</strong> elsiglo XVII se <strong>en</strong>cargaran de la gestión de los ejércitos perman<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> lugarde contratarlos a empresarios militares. De hecho, los ejércitos y la guerrano tardaron <strong>en</strong> convertirse <strong>en</strong> «industrias» o complejos de actividad militarde mucha mayor <strong>en</strong>vergadura que las empresas privadas, razón por la cual<strong>en</strong> el siglo xix suministraban tan frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te conocimi<strong>en</strong>tos y capacidadorganizativa a las grandes iniciativas privadas de la era industrial, por ejemplo,los proyectos ferroviarios o las instalaciones portuarias. Además, prácticam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> todos los países el estado participaba <strong>en</strong> las empresas de fabricaciónde armam<strong>en</strong>to y material de guerra, aunque a finales <strong>del</strong> siglo xix seestableció una especie de simbiosis <strong>en</strong>tre el gobierno y los fabricantes privadosde armam<strong>en</strong>to, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los sectores de alta tecnología comola artillería y la marina, que anticiparon lo que ahora se conoce como «complejoindustrial-militar» (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 13). Sin embargo,el principio básico vig<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el período transcurrido <strong>en</strong>tre la revoluciónfrancesa y la primera guerra mundial era que <strong>en</strong> tiempo de guerra la economíat<strong>en</strong>ía que seguir funcionando, <strong>en</strong> la medida de lo posible, como <strong>en</strong> tiempode paz, aunque por supuesto algunas industrias t<strong>en</strong>ían que s<strong>en</strong>tir los efectosde la guerra, por ejemplo el sector de las pr<strong>en</strong>das de vestir, que debíaproducir pr<strong>en</strong>das militares a una escala inconcebible <strong>en</strong> tiempo de paz.


5 4 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESPara el estado el principal problema era de carácter fiscal: cómo financiarlas guerras. ¿Debían financiarse mediante créditos o por medio de impuestosdirectos y, <strong>en</strong> cualquier caso, <strong>en</strong> qué condiciones? Era, pues, al Ministerio deHaci<strong>en</strong>da al que correspondía dirigir la economía de guerra. Durante la primeraguerra mundial, que se prolongó durante mucho más tiempo <strong>del</strong> quehabían previsto los difer<strong>en</strong>tes gobiernos y <strong>en</strong> la que se utilizaron muchos másefectivos y armam<strong>en</strong>to <strong>del</strong> que se había imaginado, la economía continuófuncionando como <strong>en</strong> tiempo de paz y ello imposibilitó el control por partede los ministerios de Haci<strong>en</strong>da, aunque sus funcionarios (como el jov<strong>en</strong> Keynes<strong>en</strong> Gran Bretaña) no veían con bu<strong>en</strong>os ojos la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los políticosa preocuparse de conseguir el triunfo sin t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta los costos financieros.Estaban <strong>en</strong> lo cierto. Gran Bretaña utilizó <strong>en</strong> las dos guerras mundialesmuchos más recursos que aquellos de los que disponía, con consecu<strong>en</strong>ciasnegativas duraderas para su economía. Y es que <strong>en</strong> la guerra moderna nosólo había que t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta los costos sino que era necesario dirigir y planificarla producción de guerra, y <strong>en</strong> definitiva toda la economía.Sólo a través de la experi<strong>en</strong>cia lo apr<strong>en</strong>dieron los gobiernos <strong>en</strong> el cursode la primera guerra mundial. Al com<strong>en</strong>zar la segunda ya lo sabían, graciasa que sus funcionarios habían estudiado de forma conci<strong>en</strong>zuda las <strong>en</strong>señanzasextraídas de la primera. Sin embargo, sólo gradualm<strong>en</strong>te se tomó conci<strong>en</strong>ciade que el estado t<strong>en</strong>ía que controlar totalm<strong>en</strong>te la economía y que laplanificación material y la asignación de los recursos (por otros medios distintosde los mecanismos económicos habituales) eran cruciales. Al com<strong>en</strong>zarla segunda guerra mundial, sólo dos estados, la URSS y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida,la Alemania nazi, poseían los mecanismos necesarios para controlar laeconomía. Ello no es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, pues las teorías soviéticas sobre la planificaciónse inspiraban <strong>en</strong> los conocimi<strong>en</strong>tos que t<strong>en</strong>ían los bolcheviques de laeconomía de guerra planificada de 1914-1917 <strong>en</strong> Alemania (véase el capítuloXIII). Algunos países, particularm<strong>en</strong>te Gran Bretaña y los Estados Unidos,no poseían ni siquiera los rudim<strong>en</strong>tos más elem<strong>en</strong>tales de esos mecanismos.Con estas premisas, no deja de ser una extraña paradoja que <strong>en</strong> ambasguerras mundiales las economías de guerra planificadas de los estados democráticosoccid<strong>en</strong>tales —Gran Bretaña y Francia <strong>en</strong> la primera guerra mundial;Gran Bretaña e incluso Estados Unidos <strong>en</strong> la segunda— fueran muysuperiores a la de Alemania, pese a su tradición y sus teorías relativas a laadministración burocrática racional. (Respecto a la planificación soviética,véase el capítulo XIII.) Sólo es posible especular sobre los motivos de esaparadoja, pero no existe duda alguna acerca de los hechos. Estos dic<strong>en</strong> que laeconomía de guerra alemana fue m<strong>en</strong>os sistemática y eficaz <strong>en</strong> la movilizaciónde todos los recursos para la guerra —de hecho, esto no fue necesariohasta que fracasó la estrategia de la guerra relámpago— y desde luego no seocupó con tanta at<strong>en</strong>ción de la población civil alemana. Los habitantes deGran Bretaña y Francia que sobrevivieron indemnes a la primera guerramundial gozaban probablem<strong>en</strong>te de mejor salud que antes de la guerra, inclusocuando eran más pobres, y los ingresos reales de los trabajadores habían


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 55aum<strong>en</strong>tado. Por su parte, los alemanes se alim<strong>en</strong>taban peor y sus salarios realeshabían desc<strong>en</strong>dido. Más difícil es realizar comparaciones <strong>en</strong> la segundaguerra mundial, aunque sólo sea porque Francia no tardó <strong>en</strong> ser eliminada,los Estados Unidos eran más ricos y se vieron sometidos a mucha m<strong>en</strong>ospresión, y la URSS era más pobre y estaba mucho más presionada. La economíade guerra alemana podía explotar prácticam<strong>en</strong>te todas las riquezas deEuropa, pero lo cierto es que al terminar la guerra la destrucción material eramayor <strong>en</strong> Alemania que <strong>en</strong> los restantes países beligerantes de Occid<strong>en</strong>te. Enconjunto, Gran Bretaña, que era más pobre y <strong>en</strong> la que el consumo de lapoblación había disminuido el 20 por 100 <strong>en</strong> 1943, terminó la guerra conuna población algo mejor alim<strong>en</strong>tada y más sana, gracias a que uno de losobjetivos perman<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la economía de guerra planificada fue int<strong>en</strong>tar conseguirla igualdad <strong>en</strong> la distribución <strong>del</strong> sacrificio y la justicia social. Encambio, el sistema alemán era injusto por principio. Alemania explotó los recursosy la mano de obra de la Europa ocupada y trató a la población noalemana como a una población inferior y, <strong>en</strong> casos extremos —los polacos, yparticularm<strong>en</strong>te los rusos y los judíos—, como a una mano de obra esclavaque no merecía ni siquiera la at<strong>en</strong>ción necesaria para que siguiera con vida.En 1944, la mano de obra extranjera había aum<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> Alemania hastaconstituir la quinta parte <strong>del</strong> total (el 30 por 100 estaba empleada <strong>en</strong> la industriade armam<strong>en</strong>to). Pese a todo, lo cierto es que el salario real de los trabajadoresalemanes no había variado con respecto a 1938. En Gran Bretaña, latasa de mortalidad y de <strong>en</strong>fermedades infantiles disminuyó progresivam<strong>en</strong>tedurante la guerra. En la Francia ocupada y dominada, país de proverbialriqueza y que a partir de 1940 quedó al marg<strong>en</strong> de la guerra, declinó el pesomedio y la condición de salud de la población de todas las edades.Sin duda, la guerra total revolucionó el sistema de gestión. ¿Revolucionótambién la tecnología y la producción? o, por decirlo de otra forma, ¿aceleróo retrasó el crecimi<strong>en</strong>to económico? Con toda seguridad, hizo que progresarael desarrollo tecnológico, pues el conflicto <strong>en</strong>tre beligerantes avanzados no<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba sólo a los ejércitos sino que era también un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to de tecnologíaspara conseguir las armas más efectivas y otros servicios es<strong>en</strong>ciales.De no haber existido la segunda guerra mundial y el temor de que la Alemanianazi pudiera explotar también los descubrimi<strong>en</strong>tos de la física nuclear, labomba atómica nunca se habría fabricado ni se habrían realizado <strong>en</strong> el sigloxx los <strong>en</strong>ormes desembolsos necesarios para producir la <strong>en</strong>ergía nuclearde cualquier tipo. Otros avances tecnológicos conseguidos <strong>en</strong> primera instanciapara fines bélicos han resultado mucho más fáciles de aplicar <strong>en</strong> tiempode paz —cabe p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> la aeronáutica y <strong>en</strong> los ord<strong>en</strong>adores—, pero eso nomodifica el hecho de que la guerra, o la preparación para la guerra, ha sidoel factor fundam<strong>en</strong>tal para acelerar el progreso técnico, al «soportar» los costosde desarrollo de innovaciones tecnológicas que, casi con toda seguridad,nadie que <strong>en</strong> tiempo de paz realizara el cálculo habitual de costos y b<strong>en</strong>eficiosse habría decidido a int<strong>en</strong>tar, o que <strong>en</strong> todo caso se habrían conseguidocon mucha mayor l<strong>en</strong>titud y dificultad (véase el capítulo IX).


5 6 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESSin embargo, la importancia dada por la guerra a la tecnología no era unelem<strong>en</strong>to novedoso. Es más, la economía industrial moderna se sust<strong>en</strong>taba <strong>en</strong>la innovación tecnológica perman<strong>en</strong>te, que sin duda se habría producido,probablem<strong>en</strong>te a un ritmo acelerado, aunque no hubiera habido guerras (si s<strong>en</strong>os permite este planteami<strong>en</strong>to irreal como hipótesis de trabajo). Las guerras,especialm<strong>en</strong>te la segunda guerra mundial, contribuyeron <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te adifundir los conocimi<strong>en</strong>tos técnicos y tuvieron importantes repercusiones <strong>en</strong>la organización industrial y <strong>en</strong> los métodos de producción <strong>en</strong> masa, pero sirvieronmás para acelerar el cambio que para conseguir una verdadera transformación.¿Impulsó la guerra el crecimi<strong>en</strong>to económico? Al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> un aspectohay que contestar negativam<strong>en</strong>te. La pérdida de recursos productivos fue<strong>en</strong>orme, por no m<strong>en</strong>cionar la disminución de la población activa. En efecto,durante la segunda guerra mundial se produjo una importante destrucción <strong>del</strong>os activos de capital exist<strong>en</strong>tes antes de la guerra: el 25 por 100 <strong>en</strong> la URSS,el 13 por 100 <strong>en</strong> Alemania, el 8 por 100 <strong>en</strong> Italia, el 7 por 100 <strong>en</strong> Francia ysólo el 3 por 100 <strong>en</strong> Gran Bretaña (sin embargo, junto a estos datos hay queindicar la creación de nuevos activos durante la guerra). En el caso extremode la URSS, el efecto económico neto de la guerra fue totalm<strong>en</strong>te negativo.En 1945 no sólo estaba <strong>en</strong> ruinas el sector agrario <strong>del</strong> país sino también laindustrialización conseguida durante el período de preguerra con la aplicaciónde los planes quinqu<strong>en</strong>ales. Todo lo que quedaba era una vasta industriaarmam<strong>en</strong>tística imposible de adaptar a otros usos, una población hambri<strong>en</strong>tay diezmada y una destrucción material g<strong>en</strong>eralizada.En cambio, las guerras repercutieron favorablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la economía <strong>del</strong>os Estados Unidos, que <strong>en</strong> los dos conflictos mundiales alcanzó un extraordinarioíndice de crecimi<strong>en</strong>to, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la segunda guerra mundial,<strong>en</strong> que creció <strong>en</strong> torno al 10 por 100 anual, el ritmo más rápido de su historia.Durante las dos guerras mundiales, los Estados Unidos se b<strong>en</strong>eficiaronde su alejami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> esc<strong>en</strong>ario de la lucha, de su condición de principalars<strong>en</strong>al de sus aliados y de la capacidad de su economía para organizar laexpansión de la producción más eficazm<strong>en</strong>te que ninguna otra. Probablem<strong>en</strong>te,el efecto económico más perdurable de ambas guerras mundiales fueque otorgó a la economía estadounid<strong>en</strong>se una situación de predominio mundialdurante todo el siglo xx corto, condición que sólo ha empezado a perderl<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te al final <strong>del</strong> período (véase el capítulo IX). En 1914 era ya la principaleconomía industrial, pero no era aún la economía dominante. Las dosguerras mundiales alteraron esa situación al fortalecer esa economía y debilitar,de forma relativa o absoluta, a sus competidores.Si los Estado Unidos (<strong>en</strong> ambos conflictos) y Rusia (especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lasegunda guerra mundial) repres<strong>en</strong>tan los dos extremos de las consecu<strong>en</strong>ciaseconómicas de las guerras, hay que situar al resto <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> una situaciónintermedia <strong>en</strong>tre esos extremos, pero <strong>en</strong> conjunto más próxima a la posiciónde Rusia que a la de los Estados Unidos.


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 57IVQueda por hacer la evaluación <strong>del</strong> impacto de las guerras <strong>en</strong> la humanidady sus costos <strong>en</strong> vidas. El <strong>en</strong>orme número de bajas, al que ya se ha hechorefer<strong>en</strong>cia, constituye tan sólo una parte de esos costos. Curiosam<strong>en</strong>te —excepto,por razones compr<strong>en</strong>sibles, <strong>en</strong> la URSS— el número de bajas, muchomás reducido, de la primera guerra mundial tuvo un impacto más fuerte quelas pérdidas <strong>en</strong>ormes <strong>en</strong> vidas humanas de la segunda, como lo atestigua laproliferación mucho mayor de monum<strong>en</strong>tos a los caídos de la primera guerramundial. Tras la segunda guerra mundial no se erigieron equival<strong>en</strong>tes a losmonum<strong>en</strong>tos al «soldado desconocido», y gradualm<strong>en</strong>te la celebración <strong>del</strong>«día <strong>del</strong> armisticio» (el aniversario <strong>del</strong> 11 de noviembre de 1918) perdió lasolemnidad que había alcanzado <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras. Posiblem<strong>en</strong>te,los 10 millones de muertos de la primera guerra mundial impresionaronmucho más brutalm<strong>en</strong>te a qui<strong>en</strong>es nunca habían p<strong>en</strong>sado <strong>en</strong> soportar esesacrificio que 54 millones de muertos a qui<strong>en</strong>es ya habían experim<strong>en</strong>tado <strong>en</strong>una ocasión la masacre de la guerra.Indudablem<strong>en</strong>te, tanto el carácter total de la guerra como la determinaciónde ambos bandos de proseguir la lucha hasta el final sin importar el preciodejaron su impronta. Sin ella es difícil explicar la creci<strong>en</strong>te brutalidad e inhumanidad<strong>del</strong> siglo xx. Lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te no es posible albergar duda algunarespecto a la escalada creci<strong>en</strong>te de la barbarie. Al com<strong>en</strong>zar el siglo xx la torturahabía sido eliminada oficialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> toda Europa occid<strong>en</strong>tal, pero desde1945 nos hemos acostumbrado de nuevo, sin s<strong>en</strong>tir excesiva repulsión, a suutilización al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> una tercera parte de los estados miembros de lasNaciones Unidas, <strong>en</strong>tre los que figuran algunos de los más antiguos y máscivilizados (Peters, 1985).El aum<strong>en</strong>to de la brutalidad no se debió sólo a la liberación <strong>del</strong> pot<strong>en</strong>cialde crueldad y viol<strong>en</strong>cia lat<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el ser humano que la guerra legitima, aunquees cierto que al terminar la primera guerra mundial se manifestó <strong>en</strong> unsector determinado de veteranos de guerra, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el brazo armadoo brigadas de la muerte y «cuerpos francos» de la ultraderecha nacionalista.¿Por qué unos hombres que habían matado y que habían visto cómo susamigos morían y eran mutilados habrían de dudar <strong>en</strong> matar y torturar a los<strong>en</strong>emigos de una bu<strong>en</strong>a causa?Una razón de peso era la extraña democratización de la guerra. Las guerrastotales se convirtieron <strong>en</strong> «guerras <strong>del</strong> pueblo», tanto porque la poblacióny la vida civil pasó a ser el blanco lógico —a veces el blanco principal—de la estrategia como porque <strong>en</strong> las guerras democráticas, como <strong>en</strong> lapolítica democrática, se demoniza naturalm<strong>en</strong>te al adversario para hacer de élun ser odioso, o al m<strong>en</strong>os despreciable. Las guerras cuya conducción <strong>en</strong>ambos bandos está <strong>en</strong> manos de profesionales, o especialistas, particularm<strong>en</strong>tecuando ocupan una posición social similar, no excluy<strong>en</strong> el respetomutuo y la aceptación de normas, o incluso el comportami<strong>en</strong>to caballeresco.


58 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESLa viol<strong>en</strong>cia ti<strong>en</strong>e sus reglas. Esto era evid<strong>en</strong>te todavía <strong>en</strong>tre los pilotos quelucharon <strong>en</strong> las fuerzas aéreas <strong>en</strong> las dos guerras, y de ello da fe la películapacifista de Jean R<strong>en</strong>oir sobre la primera guerra mundial, La gran ilusión.Los profesionales de la política y de la diplomacia, cuando no les apremianni los votos ni la pr<strong>en</strong>sa, pued<strong>en</strong> declarar la guerra o negociar la paz sinexperim<strong>en</strong>tar s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos de odio hacia el bando <strong>en</strong>emigo, como los boxeadoresque se estrechan la mano antes de com<strong>en</strong>zar la pelea y van juntos abeber una vez que ha terminado. Pero las guerras totales de nuestro siglo nose at<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> absoluto al mo<strong>del</strong>o bismarckiano o dieciochesco. Una guerra <strong>en</strong>la que se movilizan los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos nacionales de la masa no puede ser limitada,como lo son las guerras aristocráticas. Además —es necesario decirlo—,<strong>en</strong> la segunda guerra mundial la naturaleza <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> de Hitler y elcomportami<strong>en</strong>to de los alemanes, incluido el <strong>del</strong> sector no nazi <strong>del</strong> ejército,<strong>en</strong> Europa ori<strong>en</strong>tal fue de tal naturaleza que justificó su satanización.Otra de las razones era la nueva impersonalidad de la guerra, que convertíala muerte y la mutilación <strong>en</strong> la consecu<strong>en</strong>cia remota de apretar unbotón o levantar una palanca. La tecnología hacía invisibles a sus víctimas,lo cual era imposible cuando las bayonetas rev<strong>en</strong>taban las visceras de los soldadoso cuando éstos debían ser <strong>en</strong>carados <strong>en</strong> el punto de mira de las armasde fuego. Fr<strong>en</strong>te a las ametralladoras instaladas de forma perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> elfr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal no había hombres sino estadísticas, y ni siquiera estadísticasreales sino hipotéticas, como lo pondrían de relieve los sistemas derecu<strong>en</strong>to de las bajas <strong>en</strong>emigas durante la guerra de Vietnam. Lo que había<strong>en</strong> tierra bajo los aviones bombarderos no eran personas a punto de ser quemadasy destrozadas, sino simples blancos. Jóv<strong>en</strong>es pacíficos que sin dudanunca se habrían creído capaces de hundir una bayoneta <strong>en</strong> el vi<strong>en</strong>tre de unamuchacha embarazada t<strong>en</strong>ían m<strong>en</strong>os problemas para lanzar bombas de granpoder explosivo sobre Londres o Berlín, o bombas nucleares <strong>en</strong> Nagasaki.Y los dilig<strong>en</strong>tes burócratas alemanes que habrían considerado repugnanteconducir personalm<strong>en</strong>te a los mataderos a los famélicos judíos se s<strong>en</strong>tíanm<strong>en</strong>os involucrados personalm<strong>en</strong>te cuando lo que hacían era organizar loshorarios de los tr<strong>en</strong>es de la muerte que partían hacia los campos de exterminiopolacos. Las mayores crueldades de nuestro siglo han sido las crueldadesimpersonales de la decisión remota, <strong>del</strong> sistema y la rutina, especialm<strong>en</strong>tecuando podían justificarse como deplorables necesidades operativas.Así pues, el mundo se acostumbró al destierro obligatorio y a las matanzasperpetradas a escala astronómica, f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os tan frecu<strong>en</strong>tes que fue necesarioinv<strong>en</strong>tar nuevos términos para designarlos: «apatrida» o «g<strong>en</strong>ocidio». Durantela primera guerra mundial Turquía dio muerte a un número de arm<strong>en</strong>ios nocontabilizado —la cifra más g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te aceptada es la de 1,5 millones— <strong>en</strong>lo que puede considerarse como el primer int<strong>en</strong>to moderno de eliminar a todoun pueblo. Más tarde t<strong>en</strong>dría lugar la matanza —episodio mejor conocido—de unos 5 millones de judíos a manos de los nazis, auiique el número es todavíaobjeto de controversia (Hilberg, 1985). La primera guerra mundial y larevolución rusa supusieron el desplazami<strong>en</strong>to forzoso de millones de personas


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 59como refugiados o mediante «intercambios de poblaciones» forzosos <strong>en</strong>treestados. Un total de 1,3 millones de griegos fueron repatriados a Grecia, principalm<strong>en</strong>tedesde Turquía; 400.000 turcos fueron conducidos al estado que losreclamaba; unos 200.000 búlgaros se dirigieron hacia el mermado territorioque llevaba su nombre nacional; y 1,5 o 2 millones de rusos, que escapaban <strong>del</strong>a revolución o que habían luchado <strong>en</strong> el bando perdedor durante la guerracivil, quedaron sin hogar. Fue principalm<strong>en</strong>te para ellos, más que para los320.000 arm<strong>en</strong>ios que huían <strong>del</strong> g<strong>en</strong>ocidio, para qui<strong>en</strong>es se inv<strong>en</strong>tó un nuevodocum<strong>en</strong>to destinado, <strong>en</strong> un mundo cada vez más burocratizado, a qui<strong>en</strong>es not<strong>en</strong>ían exist<strong>en</strong>cia burocrática <strong>en</strong> ningún estado: el llamado pasaporte Nans<strong>en</strong>de la Sociedad de Naciones, al que dio nombre el gran explorador noruego <strong>del</strong>Ártico que hizo de la asist<strong>en</strong>cia a los desamparados su segunda profesión. Encifras aproximadas, el período 1914-1922 g<strong>en</strong>eró <strong>en</strong>tre 4 y 5 millones de refugiados.Pero esa primera oleada de desterrados humanos no fue nada <strong>en</strong> comparacióncon la que se produjo <strong>en</strong> la segunda guerra mundial o con la inhumanidadcon que fueron tratados. Se ha estimado que <strong>en</strong> mayo de 1945 había <strong>en</strong>Europa alrededor de 40,5 millones de desarraigados, sin contar los trabajadoresforzosos no alemanes y los alemanes que huían ante el avance de losejércitos soviéticos (Kulischer, 1948, pp. 253-273). Unos 13 millones de alemanesfueron expulsados de las zonas <strong>del</strong> país anexionadas por Polonia y laURSS, de Checoslovaquia y de algunas regiones <strong>del</strong> sureste de Europa dondeestaban as<strong>en</strong>tados desde hacía largo tiempo (Holborn, 1968, p. 363). Fueronabsorbidos por la nueva República Federal de Alemania, que ofreció un hogary la condición de ciudadano a todos los alemanes que decidieran ir allí, de lamisma forma que el nuevo estado de Israel ofreció el «derecho de retorno» atodos los judíos. Pero ¿cuándo, si no <strong>en</strong> una época de huida masiva, podíahaber hecho un estado un ofrecimi<strong>en</strong>to de ese tipo? De las 11.332.700«personas desplazadas» de difer<strong>en</strong>tes nacionalidades que <strong>en</strong>contraron <strong>en</strong>Alemania los ejércitos v<strong>en</strong>cedores <strong>en</strong> 1945, 10 millones no tardaron <strong>en</strong> regresara su patria, pero la mitad de ellas fueron obligadas a hacerlo contra suvoluntad (Jacobmeyer, 1986).Sólo hemos hablado hasta ahora de los refugiados de Europa. En efecto,la descolonización de la India <strong>en</strong> 1947 creó 15 millones de refugiados, que sevieron obligados a atravesar las nuevas fronteras constituidas <strong>en</strong>tre la India yPakistán (<strong>en</strong> ambas direcciones), sin contar los 2 millones de personas quemurieron <strong>en</strong> la guerra civil que siguió. La guerra de Corea, otro corolario <strong>del</strong>a segunda guerra mundial, produjo unos 5 millones de coreanos desplazados.Tras el establecimi<strong>en</strong>to de Israel —otra secuela de la guerra—, aproximadam<strong>en</strong>te1,3 millones de palestinos fueron registrados <strong>en</strong> el Organismosobre Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiadosde Palestina <strong>en</strong> el Cercano Ori<strong>en</strong>te (OOPS); por otra parte, al iniciarse eldec<strong>en</strong>io de 1960, 1,2 millones de judíos habían emigrado ya a Israel, lamayor parte de ellos también como refugiados. En suma, la catástrofe humanaque des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó la segunda guerra mundial es casi con toda seguridad la


6 0 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESmayor de la historia. Uno de los aspectos más trágicos de esta catástrofe esque la humanidad ha apr<strong>en</strong>dido a vivir <strong>en</strong> un mundo <strong>en</strong> el que la matanza, latortura y el exilio masivo han adquirido la condición de experi<strong>en</strong>cias cotidianasque ya no sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a nadie.Los 31 años transcurridos <strong>en</strong>tre el asesinato <strong>del</strong> archiduque de Austria <strong>en</strong>Sarajevo y la r<strong>en</strong>dición incondicional de Japón han de ser considerados <strong>en</strong> lahistoria de Alemania como una era de destrucción comparable a la de la guerrade los Treinta Años, y Sarajevo —el primer Sarajevo— marcó, sin duda,el comi<strong>en</strong>zo de un período g<strong>en</strong>eral de catástrofes y crisis <strong>en</strong> los asuntos <strong>del</strong>mundo, que es el tema de este y de los cuatro próximos capítulos. Sin embargo,la guerra de los Treinta y Un Años no dejó <strong>en</strong> las g<strong>en</strong>eraciones que vivierondespués de 1945 el mismo tipo de recuerdos que había dejado la guerrade los Treinta Años, un conflicto más localizado, <strong>en</strong> el siglo xvn.En parte, ello es así porque sólo <strong>en</strong> la perspectiva <strong>del</strong> historiador constituyeun período ininterrumpido de guerra, mi<strong>en</strong>tras que para qui<strong>en</strong>es lovivieron hubo dos guerras distintas, relacionadas <strong>en</strong>tre sí pero separadas porun período de «<strong>en</strong>treguerras» <strong>en</strong> el que no hubo hostilidades declaradas ycuya duración osciló <strong>en</strong>tre 13 años para Japón (cuya segunda guerra com<strong>en</strong>zó<strong>en</strong> Manchuria <strong>en</strong> 1931) y 23 años para los Estados Unidos (cuya <strong>en</strong>trada<strong>en</strong> la segunda guerra mundial no se produjo hasta diciembre de 1941). Sinembargo, ello se debe también a que cada una de esas guerras tuvo sus propiascaracterísticas y su perfil histórico. Ambas fueron episodios de una carniceríasin posible parangón, que dejaron tras de sí las imág<strong>en</strong>es de pesadillatecnológica que persiguieron día y noche a la sigui<strong>en</strong>te g<strong>en</strong>eración: gasestóxicos y bombardeos aéreos después de 1918 y la nube de la destrucciónnuclear <strong>en</strong> forma de seta después de- 1945. Ambos conflictos concluyeroncon el derrumbami<strong>en</strong>to y —como veremos <strong>en</strong> el sigui<strong>en</strong>te capítulo— larevolución social <strong>en</strong> ext<strong>en</strong>sas zonas de Europa y Asia, y ambos dejaron a losbeligerantes exhaustos y debilitados, con la excepción de los Estados Unidos,que <strong>en</strong> las dos ocasiones terminaron sin daños y <strong>en</strong>riquecidos, como dominadoreseconómicos <strong>del</strong> mundo. Sin embargo, son <strong>en</strong>ormes las difer<strong>en</strong>ciasque exist<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre las dos guerras. La primera no resolvió nada. Las expectativasque había g<strong>en</strong>erado, de conseguir un mundo pacífico y democráticoconstituido por estados nacionales bajo el predominio de la Sociedad deNaciones, de retorno a la economía mundial de 1913, e incluso (<strong>en</strong>tre qui<strong>en</strong>essaludaron con alborozo el estallido de la revolución rusa) de que el capitalismofuera erradicado <strong>en</strong> el plazo de unos años o de tan sólo unos mesespor un levantami<strong>en</strong>to de los oprimidos, se vieron muy pronto defraudadas. Elpasado era irrecuperable, el futuro había sido postergado y el pres<strong>en</strong>te erauna realidad amarga, excepto por un lapso de unos pocos años a mediados <strong>del</strong>a década de 1920. En cambio, la segunda guerra mundial aportó soluciones,válidas al m<strong>en</strong>os para algunos dec<strong>en</strong>ios. Los trem<strong>en</strong>dos problemas sociales yeconómicos <strong>del</strong> capitalismo <strong>en</strong> la era de las catástrofes parecieron desaparecer.La economía <strong>del</strong> mundo occid<strong>en</strong>tal inició su edad de oro, la democraciapolítica occid<strong>en</strong>tal, sust<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> n extraordinario progreso de la vida mate-


LA ÉPOCA DE LA GUERRA TOTAL 61rial, era estable y la guerra se desplazó hacia el tercer mundo. En el otro bando,incluso la revolución pareció <strong>en</strong>contrar su camino. Los viejos imperioscoloniales se habían desvanecido o estaban cond<strong>en</strong>ados a hacerlo. Un consorciode estados comunistas, organizado <strong>en</strong> torno a la Unión Soviética, convertidaahora <strong>en</strong> superpot<strong>en</strong>cia, parecía dispuesto para competir con Occid<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la carrera <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to económico. Más tarde se vería que eso habríasido tan sólo una ilusión, que sin embargo no empezó a desvanecerse hastalos años ses<strong>en</strong>ta. Como ahora se puede apreciar, incluso la situacióninternacional se estabilizó, aunque no lo pareciera. Fr<strong>en</strong>te a lo que habíaocurrido después de la gran guerra, los antiguos <strong>en</strong>emigos —Alemania yJapón— se reintegraron a la economía mundial (occid<strong>en</strong>tal) y los nuevos<strong>en</strong>emigos —los Estados Unidos y la URSS— no llegaron a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong>el campo de batalla.Incluso los movimi<strong>en</strong>tos revolucionarios que pusieron fin a ambos conflictosfueron totalm<strong>en</strong>te distintos. Como veremos, los que se produjerondespués de la primera guerra mundial surgieron de la repulsión que s<strong>en</strong>tíancasi todos los que la habían vivido hacia lo que se veía, cada vez más, comouna matanza sin s<strong>en</strong>tido. Eran revoluciones contra la guerra. En cambio, lasrevoluciones posteriores a la segunda guerra mundial surgieron de la participaciónpopular <strong>en</strong> una conti<strong>en</strong>da mundial (contra Alemania, Japón y, más <strong>en</strong>g<strong>en</strong>eral, contra el imperialismo) que, por terrible que fuera, casi todos considerabanjusta. Y sin embargo, las dos guerras mundiales y los dos tipos derevolución de posguerra pued<strong>en</strong> ser considerados, desde la óptica <strong>del</strong> historiador,como un solo proceso. A él dedicaremos ahora nuestra at<strong>en</strong>ción.


Capítulo IILA REVOLUCIÓN MUNDIALAl mismo tiempo [Bujarin] añadió: «Creo que se ha iniciadoun período de revolución que puede durar y ext<strong>en</strong>derse al mundo<strong>en</strong>tero».ARTHUR RANSOME, Six Weeks in Russia in 1919 (1919, p. 54)Qué terrible resulta la lectura <strong>del</strong> poema de Shelley (por nohablar de las canciones campesinas egipcias de hace tres milaños) d<strong>en</strong>unciando la opresión y la explotación. Qui<strong>en</strong>es lo lean<strong>en</strong> un futuro todavía dominado por la opresión y la explotación,afirmarán: «Ya <strong>en</strong> aquel tiempo...».BERTOLT BRECHT después de haber leído «The Masque ofAnarchy» de Shelley, <strong>en</strong> 1938 (Brecht, 1964)Después de la revolución francesa ha t<strong>en</strong>ido lugar <strong>en</strong> Europauna revolución rusa, que una vez más ha <strong>en</strong>señado al mundo queincluso los invasores más fuertes pued<strong>en</strong> ser rechazados cuandoel destino de la patria está verdaderam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> manos de lospobres, los humildes, los proletarios y el pueblo trabajador.Del periódico mural de la / 9 Brigata Ensebio Giambone <strong>del</strong>os partisanos italianos, Í944 (Pavone, 1991, p. 406)La revolución fue hija de la guerra <strong>del</strong> siglo xx: de manera particular, larevolución rusa de 1917 que dio orig<strong>en</strong> a la Unión Soviética, convertida <strong>en</strong>una superpot<strong>en</strong>cia cuando se inició la segunda fase de la guerra de los Treintay Un Años, pero más <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, la revolución como constante mundial <strong>en</strong> lahistoria <strong>del</strong> siglo. La guerra por sí sola no des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>a inevitablem<strong>en</strong>te lacrisis, la ruptura y la revolución <strong>en</strong> los países beligerantes. De hecho, hasta1914 se creía lo contrario, al m<strong>en</strong>os respecto de los regím<strong>en</strong>es establecidos


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 63que gozaban de legitimidad tradicional. Napoleón I se lam<strong>en</strong>taba amargam<strong>en</strong>tede que, mi<strong>en</strong>tras el emperador de Austria había sobrevivido a tantasguerras perdidas y el rey de Prusia había salido indemne <strong>del</strong> desastre militarque le había hecho perder la mitad de sus territorios, él, hijo de la revoluciónfrancesa, se veía <strong>en</strong> peligro a la primera derrota. Sin embargo, el peso de laguerra total <strong>del</strong> siglo xx sobre los estados y las poblaciones involucrados <strong>en</strong>ella fue tan abrumador que los llevó al borde <strong>del</strong> abismo. Sólo Estados Unidossalió de las guerras mundiales intacto y hasta más fuerte. En todos losdemás países el fin de los conflictos des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó agitación.Parecía evid<strong>en</strong>te que el viejo mundo estaba cond<strong>en</strong>ado a desaparecer. Lavieja sociedad, la vieja economía, los viejos sistemas políticos, habían «perdidoel mandato <strong>del</strong> cielo», según reza el proverbio chino. La humanidadnecesitaba una alternativa que ya existía <strong>en</strong> 1914. Los partidos socialistas,que se apoyaban <strong>en</strong> las clases trabajadoras y se inspiraban <strong>en</strong> la convicciónde la inevitabilidad histórica de su victoria, <strong>en</strong>carnaban esa alternativa <strong>en</strong> lamayor parte de los países europeos (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 5).Parecía que sólo hacía falta una señal para que los pueblos se levantaran asustituir el capitalismo por el socialismo, transformando los sufrimi<strong>en</strong>tos sins<strong>en</strong>tido de la guerra mundial <strong>en</strong> un acontecimi<strong>en</strong>to de carácter más positivo:los dolores y convulsiones int<strong>en</strong>sos <strong>del</strong> nacimi<strong>en</strong>to de un nuevo mundo; Fuela revolución rusa —o, más exactam<strong>en</strong>te, la revolución bolchevique— deoctubre de 1917 la que lanzó esa señal al mundo, convirtiéndose así <strong>en</strong> unacontecimi<strong>en</strong>to tan crucial para la historia de este siglo como lo fuera larevolución francesa de 1789 para el dev<strong>en</strong>ir <strong>del</strong> siglo xix. No es una meracoincid<strong>en</strong>cia que la historia <strong>del</strong> siglo xx, según ha sido <strong>del</strong>imitado <strong>en</strong> estelibro, coincida prácticam<strong>en</strong>te con el ciclo vital <strong>del</strong> estado surgido de la revoluciónde octubre.Las repercusiones de la revolución de octubre fueron mucho más profundasy g<strong>en</strong>erales que las de la revolución francesa, pues si bi<strong>en</strong> es cierto quelas ideas de ésta sigu<strong>en</strong> vivas cuando ya ha desaparecido el bolchevismo, lasconsecu<strong>en</strong>cias prácticas de los sucesos de 1917 fueron mucho mayores y perdurablesque las de 1789. La revolución de octubre originó el movimi<strong>en</strong>torevolucionario de mayor alcance que ha conocido la historia moderna. Suexpansión mundial no ti<strong>en</strong>e parangón desde las conquistas <strong>del</strong> islam <strong>en</strong> suprimer siglo de exist<strong>en</strong>cia. Sólo treinta o cuar<strong>en</strong>ta años después de que L<strong>en</strong>inllegara a la estación de Finlandia <strong>en</strong> Petrogrado, un tercio de la humanidadvivía bajo regím<strong>en</strong>es que derivaban directam<strong>en</strong>te de «los diez días que estremecieronel mundo» (Reed, 1919) y <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o organizativo de L<strong>en</strong>in, elPartido Comunista. La mayor parte de esos regím<strong>en</strong>es se ajustaron al mo<strong>del</strong>ode la URSS <strong>en</strong> la segunda oleada revolucionaria que siguió a la conclusiónde la segunda fase de la larga guerra mundial de 1914-1945. Este capítulo seocupa de esa doble marea revolucionaria, aunque naturalm<strong>en</strong>te c<strong>en</strong>tra suat<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> la revolución original y formativa de 1917 y <strong>en</strong> las pautas queestableció para las revoluciones posteriores, cuya evolución dominó <strong>en</strong> granmedida.


6 4 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESDurante una gran parte <strong>del</strong> siglo xx, el comunismo soviético pret<strong>en</strong>dió serun sistema alternativo y superior al capitalismo, destinado por la historia asuperarlo. Y durante una gran parte <strong>del</strong> período, incluso muchos de qui<strong>en</strong>esnegaban esa superioridad albergaron serios temores de que resultara v<strong>en</strong>cedor.Al mismo tiempo, desde la revolución de octubre, la política internacional hade <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse, con la excepción <strong>del</strong> período 1933-1945 (véase el capítulo V),como la lucha secular de las fuerzas <strong>del</strong> viejo ord<strong>en</strong> contra la revoluciónsocial, a la que se asociaba con la Unión Soviética y el comunismo internacional,que se suponía que la <strong>en</strong>carnaban y dirigían.A medida que avanzaba el siglo xx, esa imag<strong>en</strong> de la política mundialcomo un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre las fuerzas de dos sistemas sociales antagónicos(cada uno de ellos movilizado, desde 1945, al amparo de una superpot<strong>en</strong>ciaque poseía las armas de la destrucción <strong>del</strong> mundo) fue haciéndosecada vez más irreal. En los años och<strong>en</strong>ta t<strong>en</strong>ía tan poca influ<strong>en</strong>cia sobre lapolítica internacional como pudieran t<strong>en</strong>erla las cruzadas. Sin embargo, no esdifícil compr<strong>en</strong>der cómo llegó a tomar cuerpo. En efecto, la revolución deoctubre se veía a sí misma, más incluso que la revolución francesa <strong>en</strong> su fasejacobina, como un acontecimi<strong>en</strong>to de índole ecuménica más que nacional. Sufinalidad no era instaurar la libertad y el socialismo <strong>en</strong> Rusia, sino llevar acabo la revolución proletaria mundial. A los ojos de L<strong>en</strong>in y de sus camaradas,la victoria <strong>del</strong> bolchevismo <strong>en</strong> Rusia era ante todo una batalla <strong>en</strong> la campañaque garantizaría su triunfo a escala universal, y esa era su auténtica justificación.Cualquier observador at<strong>en</strong>to <strong>del</strong> esc<strong>en</strong>ario mundial compr<strong>en</strong>día desde1870 (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 12) que la Rusia zarista estabamadura para la revolución, que la merecía y que una revolución podía derrocaral zarismo. Y desde que <strong>en</strong> 1905-1906 la revolución pusiera de rodillas alzarismo, nadie dudaba ya de ello. Algunos historiadores han sost<strong>en</strong>ido posteriorm<strong>en</strong>teque, de no haber sido por los «accid<strong>en</strong>tes» de la primera guerramundial y la revolución bolchevique, la Rusia zarista habría evolucionadohasta convertirse <strong>en</strong> una floreci<strong>en</strong>te sociedad industrial liberal-capitalista, yque de hecho ya había iniciado ese proceso, pero sería muy difícil <strong>en</strong>contrarantes de 1914 profecías que vaticinaran ese curso de los acontecimi<strong>en</strong>tos. Dehecho, ap<strong>en</strong>as se había recuperado el régim<strong>en</strong> zarista de la revolución de1905 cuando, indeciso e incompet<strong>en</strong>te como siempre, se <strong>en</strong>contró una vezmás acosado por una oleada creci<strong>en</strong>te de descont<strong>en</strong>to social. Durante losmeses anteriores al comi<strong>en</strong>zo de la guerra, el país parecía una vez más al bordede un estallido, sólo conjurado por la sólida lealtad <strong>del</strong> ejército, la policíay la burocracia. Como <strong>en</strong> muchos de los países beligerantes, el <strong>en</strong>tusiasmo yel patriotismo que embargaron a la población tras el inicio de la guerra<strong>en</strong>mascararon la situación política, aunque <strong>en</strong> el caso de Rusia no por muchotiempo. En 1915, los problemas <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong> zar parecían de nuevo insu-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 65nerables. La revolución de marzo de 1917, 1 que derrocó a la monarquía rusa,fue un acontecimi<strong>en</strong>to esperado, recibido con alborozo por toda la opiniónpolítica occid<strong>en</strong>tal, si se exceptúan los más furibundos reaccionarios tradicionalistas.Pero también daba todo el mundo por s<strong>en</strong>tado, salvo los espíritus románticosconv<strong>en</strong>cidos de que las prácticas colectivistas de las aldeas rusas conducíandirectam<strong>en</strong>te a un futuro socialista, que la revolución rusa no podíaser, y no sería, socialista. No se daban las condiciones para una transformaciónde esas características <strong>en</strong> un país agrario marcado por la pobreza, laignorancia y el atraso y donde el proletariado industrial, que Marx veía comoel <strong>en</strong>terrador predestinado <strong>del</strong> capitalismo, sólo era una minoría minúscula,aunque gozara de una posición estratégica. Los propios revolucionarios marxistasrusos compartían ese punto de vista. El derrocami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> zarismo y<strong>del</strong> sistema feudal sólo podía desembocar <strong>en</strong> una «revolución burguesa». Lalucha de clases <strong>en</strong>tre la burguesía y el proletariado (que, según Marx, sólopodía t<strong>en</strong>er un resultado) continuaría, pues, bajo nuevas condiciones políticas.Naturalm<strong>en</strong>te, como Rusia no vivía aislada <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo, el estallidode una revolución <strong>en</strong> ese país <strong>en</strong>orme, que se ext<strong>en</strong>día desde las fronteras<strong>del</strong> Japón a las de Alemania y que era una de las «grandes pot<strong>en</strong>cias» quedominaban la esc<strong>en</strong>a mundial, t<strong>en</strong>dría importantes repercusiones internacionales.El propio Karl Marx creía, al final de su vida, que una revolución rusapodía ser el detonador que hiciera estallar la revolución proletaria <strong>en</strong> los paísesoccid<strong>en</strong>tales más industrializados, donde se daban las condiciones para eltriunfo de la revolución socialista proletaria. Como veremos, al final de laprimera guerra mundial parecía que eso era precisam<strong>en</strong>te lo que iba a ocurrir.Sólo existía una complicación. Si Rusia no estaba preparada para larevolución socialista proletaria que preconizaba el marxismo, tampoco loestaba para la «revolución burguesa» liberal. Incluso los que se cont<strong>en</strong>tabancon esta última debían <strong>en</strong>contrar un procedimi<strong>en</strong>to mejor que el de apoyarse<strong>en</strong> las débiles y reducidas fuerzas de la clase media liberal de Rusia, unapequeña capa de la población que carecía de prestigio moral, de apoyopúblico y de una tradición institucional de gobierno repres<strong>en</strong>tativo <strong>en</strong> la quepudiera <strong>en</strong>cajar. Los cadetes, el partido <strong>del</strong> liberalismo burgués, sólo poseíanel 2,5 por 100 de los diputados <strong>en</strong> la Asamblea Constitucional de1917-1918, elegida librem<strong>en</strong>te, y disuelta muy pronto. Parecían existir dosposibilidades: o se implantaba <strong>en</strong> Rusia un régim<strong>en</strong> burgués-liberal con ellevantami<strong>en</strong>to de los campesinos y los obreros (que desconocían <strong>en</strong> qué con-1. Como <strong>en</strong> Rusia estaba <strong>en</strong> vigor el cal<strong>en</strong>dario juliano, retrasado trece días con respectoal cal<strong>en</strong>dario gregoriano vig<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> mundo cristiano u occid<strong>en</strong>talizado. la revoluciónde febrero ocurrió realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> marzo, y la revolución de octubre, el 7 de noviembre.P"e la revolución de octubre la que reformó el cal<strong>en</strong>dario ruso, al igual que la ortografía. Esodemuestra la profundidad de su impacto, pues es bi<strong>en</strong> sabido que suele ser necesario un auténticoterremoto sociopolítico para implantar pequeños cambios de esa índole. La consecu<strong>en</strong>ciamas duradera y universal de la revolución francesa fue precisam<strong>en</strong>te la implantación <strong>del</strong> sistemamétrico.


6 6 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESsistía ese tipo de régim<strong>en</strong> y a los que tampoco les importaba) bajo la direcciónde unos partidos revolucionarios que aspiraban a conseguir algo más, o—y esta segunda hipótesis parecía más probable— las fuerzas revolucionariasiban más allá de la fase burguesa-liberal hacia una «revolución perman<strong>en</strong>te»más radical (según la fórmula <strong>en</strong>unciada por Marx que el jov<strong>en</strong>Trotsky había recuperado durante la revolución de 1905). En 1917, L<strong>en</strong>in,que <strong>en</strong> 1905 sólo p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> una Rusia democrático-burguesa, llegó desde elprincipio a una conclusión realista: no era el mom<strong>en</strong>to para una revoluciónliberal. Sin embargo, veía también, como todos los demás marxistas, rusos yno rusos, que <strong>en</strong> Rusia no se daban las condiciones para la revolución socialista.Los marxistas revolucionarios rusos consideraban que su revoluciónt<strong>en</strong>ía que difundirse hacia otros lugares.Eso parecía perfectam<strong>en</strong>te factible, porque la gran guerra concluyó <strong>en</strong>medio de una crisis política y revolucionaria g<strong>en</strong>eralizada, particularm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los países derrotados. En 1918, los cuatro gobernantes de los países derrotados(Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria) perdieron el trono,además <strong>del</strong> zar de Rusia, que ya había sido derrocado <strong>en</strong> 1917, después deser derrotado por Alemania. Por otra parte, los disturbios sociales, que <strong>en</strong> Italiaalcanzaron una dim<strong>en</strong>sión casi revolucionaria, también sacudieron a lospaíses beligerantes europeos <strong>del</strong> bando v<strong>en</strong>cedor.Ya hemos visto que las sociedades de la Europa beligerante com<strong>en</strong>zarona tambalearse bajo la presión extraordinaria de la guerra <strong>en</strong> masa. La exaltacióninicial <strong>del</strong> patriotismo se había apagado y <strong>en</strong> 1916 el cansancio de laguerra com<strong>en</strong>zaba a dejar paso a una int<strong>en</strong>sa y callada hostilidad ante unamatanza apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te interminable e inútil a la que nadie parecía estar dispuestoa poner fin. Mi<strong>en</strong>tras <strong>en</strong> 1914 los <strong>en</strong>emigos de la guerra se s<strong>en</strong>tíanimpot<strong>en</strong>tes y aislados, <strong>en</strong> 1916 creían hablar <strong>en</strong> nombre de la mayoría. Quela situación había cambiado espectacularm<strong>en</strong>te quedó demostrado cuando el28 de octubre de 1916. Friedrich Adler. hijo <strong>del</strong> líder y fundador <strong>del</strong> partidosocialista austríaco, asesinó a sangre fría al primer ministro austríaco, condeStürgkh, <strong>en</strong> un café de Vi<strong>en</strong>a —no existían todavía los guardaespaldas— <strong>en</strong>un gesto público de rechazo de la guerra.El s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to antibelicista reforzó la influ<strong>en</strong>cia política de los socialistas,que volvieron a <strong>en</strong>carnar progresivam<strong>en</strong>te la oposición a la guerra quehabía caracterizado sus movimi<strong>en</strong>tos antes de 1914. De hecho, algunos partidos(por ejemplo, los de Rusia, Serbia y Gran Bretaña —el Partido LaboristaIndep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te—) nunca dejaron de oponerse a ella, y aun <strong>en</strong> los países <strong>en</strong>los que los partidos socialistas la apoyaron, sus <strong>en</strong>emigos más acérrimos sehallaban <strong>en</strong> sus propias filas. 2 Al mismo tiempo, el movimi<strong>en</strong>to obrero organizadode las grandes industrias de armam<strong>en</strong>to pasó a ser el c<strong>en</strong>tro de la militanciaindustrial y antibelicista <strong>en</strong> los principales países beligerantes. Los2. En 1917, los socialistas alemanes se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taron a propósito <strong>del</strong> tema de la guerra. Lamayoría <strong>del</strong> partido (SPD) continuó apoyándola, pero una fracción importante, contraria a la guerra,se escindió y constituyó el Partido Socialdemócrata Alemán Indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te (USPD).


LA REVOLUCION MUNDIAL 67activistas sindicales de base <strong>en</strong> esas fábricas, hombres preparados que disfrutabande una fuerte posición (shop stewards <strong>en</strong> Gran Bretaña; Betriebsobleute<strong>en</strong> Alemania), se hicieron célebres por su radicalismo. Los artificieros ymecánicos de los nuevos navios dotados de alta tecnología, verdaderas fábricasflotantes, adoptaron la misma actitud. Tanto <strong>en</strong> Rusia como <strong>en</strong> Alemania,las principales bases navales (Kronstadt, Kiel) iban a convertirse <strong>en</strong> núcleosrevolucionarios importantes y, años más tarde, un motín de la marinería francesa<strong>en</strong> el mar Negro impediría la interv<strong>en</strong>ción militar de Francia contra losbolcheviques <strong>en</strong> la guerra civil rusa de 1918-1920. Así, la oposición contra laguerra adquirió una expresión concreta y <strong>en</strong>contró protagonistas dispuestos amanifestarla. No puede extrañar que los c<strong>en</strong>sores de Austria-Hungría, quesupervisaban la correspond<strong>en</strong>cia de sus tropas, com<strong>en</strong>zaran a advertir un cambio<strong>en</strong> el tono de las cartas. Expresiones como «si Dios quisiera que retornarala paz» dejaron paso a frases <strong>del</strong> tipo «Ya estamos cansados» o incluso«Dic<strong>en</strong> que los socialistas van a traer la paz».No es extraño, pues (también según los c<strong>en</strong>sores <strong>del</strong> imperio de los Habsburgo),que la revolución rusa fuera el primer acontecimi<strong>en</strong>to político desdeel estallido de la guerra <strong>del</strong> que se hacían eco incluso las cartas de las esposasde los campesinos y trabajadores. No ha de sorpr<strong>en</strong>der tampoco que,especialm<strong>en</strong>te después de que la revolución de octubre instalara a los bolcheviquesde L<strong>en</strong>in <strong>en</strong> el poder, se mezclaran los deseos de paz y revoluciónsocial: de las cartas c<strong>en</strong>suradas <strong>en</strong>tre noviembre de 1917 y marzo de 1918,un tercio expresaba la esperanza de que Rusia trajera la paz, un tercio esperabaque lo hiciera la revolución y el 20 por 100 confiaba <strong>en</strong> una combinaciónde ambas cosas. Nadie parecía dudar de que la revolución rusa t<strong>en</strong>dríaimportantes repercusiones internacionales. Ya la primera revolución de 1905-1906 había hecho que se tambalearan los cimi<strong>en</strong>tos de los viejos imperiossobrevivi<strong>en</strong>tes, desde Austria-Hungría a China, pasando por Turquía y Persia(véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 12). En 1917, Europa era un gran polvorínde explosivos sociales cuya detonación podía producirse <strong>en</strong> cualquiermom<strong>en</strong>to.IIRusia, madura para la revolución social, cansada de la guerra y al bordede la derrota, fue el primero de los regím<strong>en</strong>es de Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>talque se hundió bajo el peso de la primera guerra mundial. La explosión seesperaba, aunque nadie pudiera predecir <strong>en</strong> qué mom<strong>en</strong>to se produciría. Pocassemanas antes de la revolución de febrero, L<strong>en</strong>in se preguntaba todavía desdesu exilio <strong>en</strong> Suiza si viviría para verla. De hecho, el régim<strong>en</strong> zaristasucumbió cuando a una manifestación de mujeres trabajadoras (el 8 de marzo,«día de la mujer», que celebraba habitualm<strong>en</strong>te el movimi<strong>en</strong>to socialista)se sumó el cierre industrial <strong>en</strong> la fábrica metalúrgica Putilov, cuyos trabajadoresdestacaban por su militancia, para des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar una huelga g<strong>en</strong>eral y


68 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESla invasión <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro de la capital, cruzando el río helado, con el objetivofundam<strong>en</strong>tal de pedir pan. La fragilidad <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> quedó de manifiestocuando las tropas <strong>del</strong> zar, incluso los siempre leales cosacos, dudaron primeroy luego se negaron a atacar a la multitud y com<strong>en</strong>zaron a fraternizar conella. Cuando se amotinaron, después de cuatro días caóticos, el zar abdicó,si<strong>en</strong>do sustituido por un «gobierno provisional» que gozó de la simpatía eincluso de la ayuda de los aliados occid<strong>en</strong>tales de Rusia, temerosos de que susituación desesperada pudiera inducir al régim<strong>en</strong> zarista a retirarse de la guerray a firmar una paz por separado con Alemania. Cuatro días de anarquía yde manifestaciones espontáneas <strong>en</strong> las calles bastaron para acabar con unimperio. 3 Pero eso no fue todo: Rusia estaba hasta tal punto preparada para larevolución social que las masas de Petrogrado consideraron inmediatam<strong>en</strong>tela caída <strong>del</strong> zar como la proclamación de la libertad universal, la igualdad y lademocracia directa. El éxito extraordinario de L<strong>en</strong>in consistió <strong>en</strong> pasar de eseincontrolable y anárquico levantami<strong>en</strong>to popular al poder bolchevique.Por consigui<strong>en</strong>te, lo que sobrevino no fue una Rusia liberal y constitucionaloccid<strong>en</strong>talizada y decidida a combatir a los alemanes, sino un vacíorevolucionario: un impot<strong>en</strong>te «gobierno provisional» por un lado y, por elotro, una multitud de «consejos» populares (soviets) que surgían espontáneam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> todas partes como las setas después de la lluvia. 4 Los soviets t<strong>en</strong>íanel poder (o al m<strong>en</strong>os el poder de veto) <strong>en</strong> la vida local, pero no sabían quéhacer con él ni qué era lo que se podía o se debía hacer. Los difer<strong>en</strong>tespartidos y organizaciones revolucionarios —bolcheviques y m<strong>en</strong>cheviquessocialdemócratas, socialrevolucionario y muchos otros grupos m<strong>en</strong>ores de laizquierda, que emergieron de la clandestinidad— int<strong>en</strong>taron integrarse <strong>en</strong>esas asambleas para coordinarlas y conseguir que se adhirieran a su política,aunque <strong>en</strong> un principio sólo L<strong>en</strong>in las consideraba como una alternativa algobierno («todo el poder para los soviets»). Sin embargo, lo cierto es quecuando se produjo la caída <strong>del</strong> zar no eran muchos los rusos que supieran quérepres<strong>en</strong>taban las etiquetas de los partidos revolucionarios o que, si lo sabían,pudieran distinguir sus diversos programas. Lo que sabían era que ya noaceptaban la autoridad, ni siquiera la autoridad de los revolucionarios queafirmaban saber más que ellos.La exig<strong>en</strong>cia básica de la población más pobre de los núcleos urbanosera conseguir pan, y la de los obreros, obt<strong>en</strong>er mayores salarios y un horariode trabajo más reducido. Y <strong>en</strong> cuanto al 80 por 100 de la población rusa que3. El costo humano fue mayor que el de la revolución de octubre pero relativam<strong>en</strong>temodesto: 53 oficiales, 602 soldados, 73 policías y 587 ciudadanos heridos o muertos (W. H.Chamberlin, 1965, vol. I, p. 85).4. Dichos «consejos», que se basaban <strong>en</strong> la experi<strong>en</strong>cia de las comunidades aldeanas rusasdotadas de autogobierno, surgieron como <strong>en</strong>tidades políticas <strong>en</strong>tre los trabajadores de las fábricas durante la revolución de 1905. Dado que los trabajadores organizados estaban familiarizadoscon las asambleas de <strong>del</strong>egados elegidos directam<strong>en</strong>te, que apelaban a su s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to intrínsecode democracia, el término «soviet», traducido <strong>en</strong> ocasiones, aunque no siempre, a las l<strong>en</strong>guaslocales (consejos; rate), t<strong>en</strong>ía una gran fuerza internacional.


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 69vivía de la agricultura, lo que quería era, como siempre, la tierra. Todoscompartían el deseo de que concluyera la guerra, aunque <strong>en</strong> un principio loscampesinos-soldados que formaban el grueso <strong>del</strong> ejército no se oponían a laguerra como tal, sino a la dureza de la disciplina y a los malos tratos a queles sometían los otros rangos <strong>del</strong> ejército. El lema «pan, paz y tierra» suscitócada vez más apoyo para qui<strong>en</strong>es lo propugnaban, especialm<strong>en</strong>te para losbolcheviques de L<strong>en</strong>in, cuyo número pasó de unos pocos miles <strong>en</strong> marzo de1917 a casi 250.000 al inicio <strong>del</strong> verano de ese mismo año. Contra lo quesust<strong>en</strong>taba la mitología de la guerra fría, que veía a L<strong>en</strong>in es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>tecomo a un organizador de golpes de estado, el único activo real que t<strong>en</strong>íanél y los bolcheviques era el conocimi<strong>en</strong>to de lo que querían las masas, lo queles indicaba cómo t<strong>en</strong>ían que proceder. Por ejemplo, cuando compr<strong>en</strong>dióque, aun <strong>en</strong> contra <strong>del</strong> programa socialista, los campesinos deseaban que latierra se dividiera <strong>en</strong> explotaciones familiares, L<strong>en</strong>in no dudó por un mom<strong>en</strong>to<strong>en</strong> comprometer a los bolcheviques <strong>en</strong> esa forma de individualismoeconómico.En cambio, el gobierno provisional y sus seguidores fracasaron al noreconocer su incapacidad para conseguir que Rusia obedeciera sus leyes ydecretos. Cuando los empresarios y hombres de negocios int<strong>en</strong>taron restablecerla disciplina laboral, lo único que consiguieron fue radicalizar las posturasde los obreros. Cuando el gobierno provisional insistió <strong>en</strong> iniciar unanueva of<strong>en</strong>siva militar <strong>en</strong> junio de 1917, el ejército se negó y los soldadoscampesinosregresaron a sus aldeas para participar <strong>en</strong> el reparto de la tierra.La revolución se difundió a lo largo de las vías <strong>del</strong> ferrocarril que los llevabade regreso. Aunque la situación no estaba madura para la caída inmediata<strong>del</strong> gobierno provisional, a partir <strong>del</strong> verano se int<strong>en</strong>sificó la radicalización<strong>en</strong> el ejército y <strong>en</strong> las principales ciudades, y eso favoreció a los bolcheviques.El campesinado apoyaba abrumadoram<strong>en</strong>te a los herederos de los narodniks(véase La era <strong>del</strong> capitalismo, capítulo 9), los socialrevolucionarios,aunque <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de ese partido se formó un ala izquierda más radical quese aproximó a los bolcheviques, con los que gobernó durante un breve períodotras la revolución de octubre.El afianzami<strong>en</strong>to de los bolcheviques —que <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to constituíaes<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te un partido obrero— <strong>en</strong> las principales ciudades rusas, especialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la capital, Petrogrado, y <strong>en</strong> Moscú, y su rápida implantación <strong>en</strong> elejército, <strong>en</strong>trañó el debilitami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> gobierno provisional, sobre todo cuando<strong>en</strong> el mes de agosto tuvo que recabar el apoyo de las fuerzas revolucionariasde la capital para sofocar un int<strong>en</strong>to de golpe de estado contrarrevolucionario<strong>en</strong>cabezado por un g<strong>en</strong>eral monárquico. El sector más radicalizado de susseguidores impulsó <strong>en</strong>tonces a los bolcheviques a la toma <strong>del</strong> poder. Enrealidad, llegado el mom<strong>en</strong>to, no fue necesario tomar el poder, sino simplem<strong>en</strong>teocuparlo. Se ha dicho que el número de heridos fue mayor duranteel rodaje de la gran película de Eis<strong>en</strong>stein Octubre (1927) que <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>tode la ocupación real <strong>del</strong> Palacio de Invierno el 7 de noviembre de 1917. El


7 0 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESgobierno provisional, al que ya nadie def<strong>en</strong>día, se disolvió como una burbuja<strong>en</strong> el aire.Desde que se tuvo la seguridad de que se produciría la caída <strong>del</strong> gobiernoprovisional hasta la actualidad, la revolución de octubre ha estado <strong>en</strong>vuelta <strong>en</strong>polémicas, las más de las veces mitificadoras. Lo importante no es si, cornoafirman los historiadores anticomunistas, lo que ocurrió fue un golpe de estadoperpetrado por L<strong>en</strong>in, un personaje emin<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te antidemocrático, sinoquién o qué debía o podía seguir a la caída <strong>del</strong> gobierno provisional. Desdeprincipios de septiembre, L<strong>en</strong>in no sólo se esforzó <strong>en</strong> conv<strong>en</strong>cer a los elem<strong>en</strong>tosmás dubitativos de su partido de que el poder podía escaparse si no lotomaban mediante una acción planificada durante el breve espacio de tiempo<strong>en</strong> que estaría a su alcance, sino también, y con el mismo interés, de respondera la pregunta: «¿pued<strong>en</strong> los bolcheviques conservar el poder <strong>del</strong> estado?»,<strong>en</strong> caso de que lo ocuparan. En definitiva, ¿qué podía hacer cualquiera quequisiera gobernar la erupción volcánica de la Rusia revolucionaria? Ningúnpartido, aparte de los bolcheviques de L<strong>en</strong>in, estaba preparado para afrontaresa responsabilidad por sí solo y el panfleto de L<strong>en</strong>in sugiere que no todos losbolcheviques estaban tan decididos como él. Dada la favorable situación políticaexist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Petrogrado, <strong>en</strong> Moscú y <strong>en</strong> el ejército <strong>del</strong> norte, no era fácildecidir si se debía tomar el poder <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to o esperar a nuevos acontecimi<strong>en</strong>tos.La contrarrevolución militar no había hecho sino com<strong>en</strong>zar. Elgobierno, desesperado, <strong>en</strong> lugar de dejar paso a los soviets podía <strong>en</strong>tregarPetrogrado al ejército alemán, que se hallaba ya <strong>en</strong> la frontera sept<strong>en</strong>trional <strong>del</strong>a actual Estonia, es decir, a pocos kilómetros de la capital. Además, L<strong>en</strong>inraram<strong>en</strong>te volvía la espalda a las situaciones más difíciles. Si los bolcheviquesno aprovechaban el mom<strong>en</strong>to, «podía des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>arse una verdadera anarquía,más fuerte de lo que somos nosotros». En último extremo, la argum<strong>en</strong>tación deL<strong>en</strong>in t<strong>en</strong>ía que conv<strong>en</strong>cer a su partido. Si un partido revolucionario no tomabael poder cuando el mom<strong>en</strong>to y las masas lo exigían, ¿<strong>en</strong> qué se difer<strong>en</strong>ciabade un partido no revolucionario?Lo más problemático era la perspectiva a largo plazo, incluso <strong>en</strong> elsupuesto de que una vez tomado el poder <strong>en</strong> Petrogrado y Moscú fuera posibleext<strong>en</strong>derlo al resto de Rusia y conservarlo fr<strong>en</strong>te a la anarquía y la contrarrevolución.El programa de L<strong>en</strong>in, de comprometer al nuevo gobiernosoviético (es decir, básicam<strong>en</strong>te el partido bolchevique) <strong>en</strong> la «transformaciónsocialista de la república rusa» suponía apostar por la mutación de la revoluciónrusa <strong>en</strong> una revolución mundial, o al m<strong>en</strong>os europea. ¿Quién —preguntabaL<strong>en</strong>in frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te— podía imaginar que la victoria <strong>del</strong> socialismo«pudiera producirse ... excepto mediante la destrucción total de la burguesíarusa y europea»? Entretanto, la tarea principal, la única <strong>en</strong> realidad, de losbolcheviques era la de mant<strong>en</strong>erse. El nuevo régim<strong>en</strong> ap<strong>en</strong>as hizo otra cosapor el socialismo que declarar que el socialismo era su objetivo, ocupar losbancos y declarar el «control obrero» sobre la gestión de las empresas, esdecir, oficializar lo que habían ido haci<strong>en</strong>do desde que estallara la revolu-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 71ción, mi<strong>en</strong>tras urgía a los obreros que mantuvieran la producción. No t<strong>en</strong>íaotra cosa que decirles. 5El nuevo régim<strong>en</strong> se mantuvo. Sobrevivió a una dura paz impuesta porAlemania <strong>en</strong> Brest-Litovsk, unos meses antes de que los propios alemanesfueran derrotados, y que supuso la pérdida de Polonia, las provincias <strong>del</strong> Báltico,Ucrania y ext<strong>en</strong>sos territorios <strong>del</strong> sur y el oeste de Rusia, así como, depeto, de Transcaucasia (Ucrania y Transcaucasia serían recuperadas). Por suparte, los aliados no vieron razón alguna para comportarse con más g<strong>en</strong>erosidadcon el c<strong>en</strong>tro de la subversión mundial. Diversos ejércitos y regím<strong>en</strong>escontrarrevolucionarios («blancos») se levantaron contra los soviets, financiadospor los aliados, que <strong>en</strong>viaron a suelo ruso tropas británicas, francesas,norteamericanas, japonesas, polacas, serbias, griegas y rumanas. En los peoresmom<strong>en</strong>tos de la brutal y caótica guerra civil de 1918-1920, la Rusiasoviética quedó reducida a un núcleo cercado de territorios <strong>en</strong> el norte y elc<strong>en</strong>tro, <strong>en</strong>tre la región de los Urales y los actuales estados <strong>del</strong> Báltico, además<strong>del</strong> pequeño apéndice de L<strong>en</strong>ingrado, que apunta al golfo de Finlandia.Los únicos factores de peso que favorecían al nuevo régim<strong>en</strong>, mi<strong>en</strong>tras creabade la nada un ejército a la postre v<strong>en</strong>cedor, eran la incompet<strong>en</strong>cia y divisiónque reinaban <strong>en</strong>tre las fuerzas «blancas», su incapacidad para ganar elapoyo <strong>del</strong> campesinado ruso y la bi<strong>en</strong> fundada sospecha de las pot<strong>en</strong>ciasoccid<strong>en</strong>tales de que era imposible organizar adecuadam<strong>en</strong>te a esos soldadosy marineros levantiscos para luchar contra los bolcheviques. La victoria deéstos se había consumado a finales de 1920.Ar.í pues, y contra lo esperado, la Rusia soviética sobrevivió. Los bolcheviquesext<strong>en</strong>dieron su poder y lo conservaron, no sólo durante más tiempo<strong>del</strong> que había durado la Comuna de París de 1871 (como observó conorgullo y alivio L<strong>en</strong>in una vez transcurridos dos meses y quince días), sino alo largo de varios años de continuas crisis y catástrofes: la conquista de losalemanes y la dura paz que les impusieron, las secesiones regionales, la contrarrevolución,la guerra civil, la interv<strong>en</strong>ción armada extranjera, el hambre yel hundimi<strong>en</strong>to económico. La única estrategia posible consistía <strong>en</strong> escoger,día a día, <strong>en</strong>tre las decisiones que podían asegurar la superviv<strong>en</strong>cia y las quepodían llevar al desastre inmediato. ¿Quién iba a preocuparse de las consecu<strong>en</strong>ciasque pudieran t<strong>en</strong>er para la revolución, a largo plazo, las decisionesque había que tomar <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to, cuando el hecho de no adoptarlassupondría liquidar la revolución y haría innecesario t<strong>en</strong>er que analizar, <strong>en</strong> elfuturo, cualquier posible consecu<strong>en</strong>cia? Uno tras otro se dieron los pasosnecesarios y cuando la nueva república soviética emergió de su agonía, sedescubrió que conducían <strong>en</strong> una dirección muy distinta de la que había previstoL<strong>en</strong>in <strong>en</strong> la estación de Finlandia.5. «Les dije: haced lo que queráis, tomad cuanto queráis, os apoyaremos, pero cuidad laproducción, t<strong>en</strong>ed <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que la producción es útil. Haced un trabajo útil; cometeréis errores.Pero apr<strong>en</strong>deréis» (L<strong>en</strong>in, Informe sobre las actividades <strong>del</strong> consejo de los comisarios <strong>del</strong> pueblo,11/24 de <strong>en</strong>ero de 1918. L<strong>en</strong>in, 1970. p. 551).


72 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESSea como fuere, la revolución sobrevivió por tres razones principales. Enprimer lugar, porque contaba con un instrum<strong>en</strong>to extraordinariam<strong>en</strong>te poderoso,un Partido Comunista con 600.000 miembros, fuertem<strong>en</strong>te c<strong>en</strong>tralizadoy disciplinado. Ese mo<strong>del</strong>o organizativo, propagado y def<strong>en</strong>dido incansablem<strong>en</strong>tepor L<strong>en</strong>in desde 1902, tomó forma después <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to insurreccional.Prácticam<strong>en</strong>te todos los regím<strong>en</strong>es revolucionarios <strong>del</strong> siglo xx adoptaríanuna variante de ese mo<strong>del</strong>o. En segundo lugar, era, sin duda, el únicogobierno que podía y quería mant<strong>en</strong>er a Rusia unida como un estado, y paraello contaba con un considerable apoyo de otros grupos de patriotas rusos(políticam<strong>en</strong>te hostiles <strong>en</strong> otros s<strong>en</strong>tidos), como la oficialidad, sin la cualhabría sido imposible organizar el nuevo ejército rojo. Para esos grupos,como para el historiador que considera los hechos de manera retrospectiva,<strong>en</strong> 1917-1918 no había que elegir <strong>en</strong>tre una Rusia liberal-democrática o unaRusia no liberal, sino <strong>en</strong>tre Rusia y la desintegración, destino al que estabanabocados los otros imperios arcaicos y derrotados, esto es, Austria-Hungría yTurquía. Fr<strong>en</strong>te a lo ocurrido <strong>en</strong> ellos, la revolución bolchevique preservó <strong>en</strong>su mayor parte la unidad territorial multinacional <strong>del</strong> viejo estado zarista, alm<strong>en</strong>os durante otros set<strong>en</strong>ta y cuatro años. La tercera razón era que la revoluciónhabía permitido que el campesinado ocupara la tierra. En el mom<strong>en</strong>todecisivo, la gran masa de campesinos rusos —el núcleo <strong>del</strong> estado y de sunuevo ejército— consideró que sus oportunidades de conservar la tierra eranmayores si se mant<strong>en</strong>ían los rojos que si el poder volvía a manos de la nobleza.Eso dio a los bolcheviques una v<strong>en</strong>taja decisiva <strong>en</strong> la guerra civil de 1918-1920. Los hechos demostrarían que los campesinos rusos eran demasiadooptimistas.IIILa revolución mundial que justificaba la decisión de L<strong>en</strong>in de implantar<strong>en</strong> Rusia el socialismo no se produjo y ese hecho cond<strong>en</strong>ó a la Rusia soviéticaa sufrir, durante una g<strong>en</strong>eración, los efectos de un aislami<strong>en</strong>to que ac<strong>en</strong>tuósu pobreza y su atraso. Las opciones de su futuro desarrollo quedaban así determinadas,o al m<strong>en</strong>os fuertem<strong>en</strong>te condicionadas (véanse los capítulos XIIIy XVI). Sin embargo, una oleada revolucionaria barrió el planeta <strong>en</strong> los dosaños sigui<strong>en</strong>tes a la revolución de octubre y las esperanzas de los bolcheviques,prestos para la batalla, no parecían irreales. «Vólker hort die Sígnale»(«Pueblos, escuchad las señales») era el primer verso de la Internacional <strong>en</strong>alemán. Las señales llegaron, altas y claras, desde Petrogrado y, cuando lacapital fue transferida a un lugar más seguro <strong>en</strong> 1918, desde Moscú; 6 y se6. La capital de la Rusia zarista era San Petersburgo. En la primera guerra mundial seconsideraba que ese nombre sonaba demasiado a alemán, y fue sustituido por el de Petrogrado.A la muerte de L<strong>en</strong>in. pasó a llamarse L<strong>en</strong>ingrado (1924) y tras el derrumbami<strong>en</strong>to de la URSSrecuperó su nombre original. La Unión Soviética (seguida por sus satélites más serviles) mos-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 73escucharon <strong>en</strong> todos los lugares donde existían movimi<strong>en</strong>tos obreros y socialistas,con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de su ideología, e incluso más allá. Hasta los trabajadoresde las plantaciones de tabaco de Cuba, muy pocos de los cualessabían dónde estaba Rusia, formaron «soviets». En España, al período 1917-1919 se le dio el nombre de «bi<strong>en</strong>io bolchevique», aunque la izquierda españolaera profundam<strong>en</strong>te anarquista, que es como decir que se hallaba <strong>en</strong> lasantípodas políticas de L<strong>en</strong>in. S<strong>en</strong>dos movimi<strong>en</strong>tos estudiantiles revolucionariosestallaron <strong>en</strong> Pekín (Beijing) <strong>en</strong> 1919 y <strong>en</strong> Córdoba (Arg<strong>en</strong>tina) <strong>en</strong> 1918,y desde este último lugar se difundieron por América Latina g<strong>en</strong>erando líderesy partidos marxistas revolucionarios locales. El militante nacionalistaindio M. N. Roy se sintió inmediatam<strong>en</strong>te hechizado por el marxismo <strong>en</strong>México, donde la revolución local, que inició su fase más radical <strong>en</strong> 1917,reconocía su afinidad con la Rusia revolucionaria: Marx y L<strong>en</strong>in se convirtieron<strong>en</strong> sus ídolos, junto con Moctezuma, Emiliano Zapata y los trabajadoresindíg<strong>en</strong>as, y su pres<strong>en</strong>cia se aprecia todavía <strong>en</strong> los grandes murales de susartistas oficiales. A los pocos meses, Roy se hallaba <strong>en</strong> Moscú, donde desempeñóun importante papel <strong>en</strong> la formulación de la política de liberación colonialde la nueva Internacional Comunista. La revolución de octubre (<strong>en</strong> partea través de socialistas holandeses como H<strong>en</strong>k Sneevliet) dejó su impronta <strong>en</strong>la principal organización de masas <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to de liberación nacionalindonesio, Sarekat Islam. «Esta acción <strong>del</strong> pueblo ruso —escribió un periódicode provincias turco— será algún día un sol que iluminará a la humanidad.»En las remotas tierras interiores de Australia, los rudos pastores(muchos de ellos católicos irlandeses), que no se interesaban por la teoríapolítica, saludaron alborozados a los soviets como el estado de los trabajadores.En los Estados Unidos, los finlandeses, que durante mucho tiempo fueronla comunidad de inmigrantes más int<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te socialista, se convirtieron<strong>en</strong> masa al comunismo, multiplicándose <strong>en</strong> los inhóspitos as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tosmineros de Minnesota las reuniones «donde la simple m<strong>en</strong>ción <strong>del</strong> nombrede L<strong>en</strong>in hacía palpitar el corazón ... En medio de un sil<strong>en</strong>cio místico, casi<strong>en</strong> un éxtasis religioso, admirábamos todo lo que procedía de Rusia». Ensuma, la revolución de octubre fue reconocida universalm<strong>en</strong>te como un acontecimi<strong>en</strong>toque conmovió al mundo.Incluso muchos de los que conocieron más de cerca la revolución, y quela vieron, por tanto, sin s<strong>en</strong>tirse llevados a estas formas de éxtasis religioso,se convirtieron también, desde prisioneros de guerra que regresaron a suspaíses como bolcheviques conv<strong>en</strong>cidos y futuros líderes comunistas, como elmecánico croata Josip Broz (Tito), hasta periodistas que visitaban el país,como Arthur Ransome, <strong>del</strong> Manchester Guardian, que no era una figurapolítica destacada, sino que se había dado a conocer como autor de <strong>del</strong>icio-traba una inclinación desusada a la toponimia política, complicada frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te por los avalaresde la política partidista. Así, Tsaritsyn, <strong>en</strong> el Volga, pasó a llamarse Stalingrado, esc<strong>en</strong>ariode una batalla épica <strong>en</strong> la segunda guerra mundial, pero a la muerte de Stalin se convirtió<strong>en</strong> Volgogrado. En el mom<strong>en</strong>to de escribir estas líneas conserva todavía ese nombre.


7 4 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESsos relatos infantiles sobre la navegación a vela. Un personaje si cabe m<strong>en</strong>osbolchevique, el escritor checo Jaroslav Hasek —futuro autor de una obramaestra. Las av<strong>en</strong>turas <strong>del</strong> bu<strong>en</strong> soldado Schwejk— se <strong>en</strong>contró por primeravez <strong>en</strong> su vida si<strong>en</strong>do militante de una causa y, lo que es aún más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te,sobrio. Participó <strong>en</strong> la guerra civil como comisario <strong>del</strong> ejército rojo yregresó a continuación a Praga, para desempeñar de nuevo el papel de anarcobohemioy borracho con el que estaba más familiarizado, afirmando que laRusia soviética posrevolucionaria no le agradaba tanto como la revolución.Pero los acontecimi<strong>en</strong>tos de Rusia no sólo crearon revolucionarios sino(y eso es más importante) revoluciones. En <strong>en</strong>ero de 1918, pocas semanasdespués de la conquista <strong>del</strong> Palacio de Invierno, y mi<strong>en</strong>tras los bolcheviquesint<strong>en</strong>taban desesperadam<strong>en</strong>te negociar la paz con el ejército alemán queavanzaba hacia sus fronteras, Europa c<strong>en</strong>tral fue barrida por una oleada dehuelgas políticas y manifestaciones antibelicistas que se iniciaron <strong>en</strong> Vi<strong>en</strong>apara propagarse a través de Budapest y de los territorios checos hasta Alemania,culminando <strong>en</strong> la revuelta de la marinería austrohúngara <strong>en</strong> el Adriático.Cuando se vio con claridad que las pot<strong>en</strong>cias c<strong>en</strong>trales serían derrotadas,sus ejércitos se desintegraron. En septiembre, los soldados campesinosbúlgaros regresaron a su país, proclamaron la república y marcharon sobreSofía, aunque pudieron ser desarmados con la ayuda alemana. En octubre, sedesmembró la monarquía de los Habsburgo, después de las últimas derrotassufridas <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te de Italia. Se establecieron <strong>en</strong>tonces varios estados nacionalesnuevos con la esperanza de que los aliados victoriosos los preferirían alos peligros de la revolución bolchevique. La primera reacción occid<strong>en</strong>talante el llamami<strong>en</strong>to de los bolcheviques a los pueblos para que hicieran lapaz —así como su publicación de los tratados secretos <strong>en</strong> los que los aliadoshabían decidido el destino de Europa— fue la elaboración de los catorcepuntos <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Wilson, <strong>en</strong> los que se jugaba la carta <strong>del</strong> nacionalismocontra el llamami<strong>en</strong>to internacionalista de L<strong>en</strong>in. Se iba a crear una zona depequeños estados nacionales para que sirvieran a modo de cordón sanitariocontra el virus rojo. A principios de noviembre, los marineros y soldadosamotinados difundieron por todo el país la revolución alemana desde la bas<strong>en</strong>aval de Kiel. Se proclamó la república y el emperador, que huyó a Holanda,fue sustituido al fr<strong>en</strong>te <strong>del</strong> estado por un ex guarnicionero socialdemócrata.La revolución que había derribado todos los regím<strong>en</strong>es desde Vladivostokhasta el Rin era una revuelta contra la guerra, y la firma de la paz diluyóuna gran parte de su carga explosiva. Por otra parte, su cont<strong>en</strong>ido social eravago, excepto <strong>en</strong> los casos de los soldados campesinos de los imperios de losHabsburgo, de los Romanov y turco, y <strong>en</strong> los pequeños estados <strong>del</strong> sureste deEuropa. Allí se basaba <strong>en</strong> cuatro elem<strong>en</strong>tos principales: la tierra, y el rechazode las ciudades, de los extranjeros (especialm<strong>en</strong>te de los judíos) y de losgobiernos. Esto convirtió a los campesinos <strong>en</strong> revolucionarios, aunque no <strong>en</strong>bolcheviques, <strong>en</strong> grandes zonas de Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>tal, pero no <strong>en</strong> Alemania(excepto <strong>en</strong> cierta medida <strong>en</strong> Baviera), ni <strong>en</strong> Austria ni <strong>en</strong> algunaszonas de Polonia. Para calmar su descont<strong>en</strong>to fue necesario introducir algu-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 75nas medidas de reforma agraria incluso <strong>en</strong> algunos países conservadores ycontrarrevolucionarios como Rumania y Finlandia. Por otra parte, <strong>en</strong> los países<strong>en</strong> los que constituía la mayoría de la población, el campesinado repres<strong>en</strong>tabala garantía de que los socialistas, y <strong>en</strong> especial los bolcheviques, noganarían las elecciones g<strong>en</strong>erales democráticas. Aunque esto no convertíanecesariam<strong>en</strong>te a los campesinos <strong>en</strong> bastiones <strong>del</strong> conservadurismo político,constituía una dificultad decisiva para los socialistas democráticos o, como<strong>en</strong> la Rusia soviética, los forzó a la abolición de la democracia electoral. Poresa razón, los bolcheviques, que habían pedido una asamblea constituy<strong>en</strong>te(una tradición revolucionaria habitual desde 1789), la disolvieron pocassemanas después de los sucesos de octubre. La creación de una serie de pequeñosestados nacionales según los principios <strong>en</strong>unciados por el presid<strong>en</strong>teWilson, aunque no sirvió ni mucho m<strong>en</strong>os para poner fin a los conflictosnacionales <strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ario de las revoluciones, fr<strong>en</strong>ó también el avance de larevolución bolchevique. Naturalm<strong>en</strong>te, esa era la int<strong>en</strong>ción de los aliadosnegociadores de la paz.Por otra parte, el impacto de la revolución rusa <strong>en</strong> las insurreccioneseuropeas de 1918-1919 era tan evid<strong>en</strong>te que al<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> Moscú la esperanzade ext<strong>en</strong>der la revolución <strong>del</strong> proletariado mundial. El historiador puedeapreciar claram<strong>en</strong>te (también lo veían así algunos revolucionarios nacionales)que la Alemania imperial era un estado con una considerable estabilidadsocial y política, donde existía un movimi<strong>en</strong>to obrero fuerte, pero sustancialm<strong>en</strong>temoderado, y donde sólo la guerra hizo posible que estallara una revoluciónarmada. A difer<strong>en</strong>cia de la Rusia zarista, <strong>del</strong> desv<strong>en</strong>cijado imperioaustrohúngaro, de Turquía, el proverbial «<strong>en</strong>fermo de Europa», o de los semicivilizadoshabitantes de las montañas de la zona surori<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te,capaces de cualquier cosa, Alemania no era un país donde cabía esperar quese produjeran insurrecciones. Mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> Rusia y <strong>en</strong> Austria-Hungría,v<strong>en</strong>cidas <strong>en</strong> la guerra, reinaba una situación realm<strong>en</strong>te revolucionaria, la granmasa de los soldados, marineros y trabajadores revolucionarios de Alemaniaeran tan moderados y observantes de la ley como los retrataban los chistes,posiblem<strong>en</strong>te apócrifos, que contaban los revolucionarios rusos («dondehaya un cartel que prohibe pisar el césped, los alemanes sublevados t<strong>en</strong>dránbu<strong>en</strong> cuidado de andar por el camino»).Y sin embargo, este era el país donde los marineros revolucionariospasearon el estandarte de los soviets de un extremo al otro, donde la ejecutivade un soviet de obreros y soldados de Berlín nombró un gobierno socialistade Alemania, donde pareció que coincidirían las revoluciones de febrero yoctubre, cuando la abdicación <strong>del</strong> emperador dejó <strong>en</strong> manos de los socialistasradicales el control de la capital. Pero fue tan sólo una ilusión, que hizoposible la parálisis total, aunque mom<strong>en</strong>tánea, <strong>del</strong> ejército, el estado y laestructura de poder bajo el doble impacto de la derrota total y de la revolución.Al cabo de unos días, el viejo régim<strong>en</strong> estaba de nuevo <strong>en</strong> el poder, <strong>en</strong>forma de república, y no volvería a ser am<strong>en</strong>azado seriam<strong>en</strong>te por los socialistas,que ni siquiera consiguieron la mayoría <strong>en</strong> las primeras elecciones, aun-


7 6 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESque se celebraron pocas semanas después de la revolución. 7 M<strong>en</strong>or aún fue laam<strong>en</strong>aza <strong>del</strong> Partido Comunista recién creado, cuyos líderes, Karl Liebknechty Rosa Luxemburg, fueron asesinados por pistoleros a sueldo <strong>del</strong> ejército.Sin embargo, la revolución alemana de 1918 confirmó las esperanzas <strong>del</strong>os bolcheviques rusos, tanto más cuanto que <strong>en</strong> 1918 se proclamó <strong>en</strong> Bavierauna efímera república socialista, y <strong>en</strong> la primavera de 1919, tras el asesinatode su líder, se estableció una república soviética, de breve duración, <strong>en</strong>Munich, capital alemana <strong>del</strong> arte, de la contracultura intelectual y de lacerveza (mucho m<strong>en</strong>os subversiva desde el punto de vista político). Estosacontecimi<strong>en</strong>tos coincidieron con un int<strong>en</strong>to más serio de exportar el bolchevismohacia Occid<strong>en</strong>te, que culminó <strong>en</strong> la creación de la república soviéticahúngara de marzo-julio de 1919. 8 Naturalm<strong>en</strong>te, ambos movimi<strong>en</strong>tos fueronsofocados con la brutalidad esperada. Además, el des<strong>en</strong>canto con la conductade los socialdemócratas radicalizó a los trabajadores alemanes, muchos de loscuales pasaron a apoyar a los socialistas indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes y, a partir de 1920, alPartido Comunista, que se convirtió así <strong>en</strong> el principal partido comunistafuera de la Rusia soviética. ¿No podía esperarse, después de todo, que estallarauna revolución de octubre <strong>en</strong> Alemania? Aunque el año 1919, el demayor inquietud social <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, contempló el fracaso de los únicosint<strong>en</strong>tos de propagar la revolución bolchevique, y a pesar de que <strong>en</strong> 1920 seinició un rápido reflujo de la marea revolucionaria, los líderes bolcheviquesde Moscú no abandonaron, hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trado 1923, la esperanza de ver unarevolución <strong>en</strong> Alemania.Fue, por el contrario, <strong>en</strong> 1920 cuando los bolcheviques cometieron lo quehoy se nos aparece como un error fundam<strong>en</strong>tal, al dividir perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teel movimi<strong>en</strong>to obrero internacional. Lo hicieron al estructurar su nuevomovimi<strong>en</strong>to comunista internacional según el mo<strong>del</strong>o <strong>del</strong> partido de vanguardiade L<strong>en</strong>in, constituido por una elite de «revolucionarios profesionales»con pl<strong>en</strong>a dedicación. Como hemos visto, la revolución de octubre habíadespertado grandes simpatías <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos socialistas internacionales,todos los cuales salieron de la guerra mundial radicalizados y muy fortalecidos.Con pocas excepciones, <strong>en</strong> los partidos socialistas y obreros existíanfuertes movimi<strong>en</strong>tos de opinión favorables a la integración <strong>en</strong> la nueva TerceraInternacional (comunista), que crearon los bolcheviques <strong>en</strong> sustituciónde la Segunda Internacional (1889-1914), desacreditada y desorganizada porla guerra mundial a la que no había sabido oponerse. 9 En efecto, los partidos7. Los socialdemócratas moderados obtuvieron algo m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 38 por 100 de los votos—el porc<strong>en</strong>taje más alto que nunca alcanzaron— y los socialdemócratas indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, revolucionarios, aproximadam<strong>en</strong>te el 7,5 por 100.8. Su derrota des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó una diaspora de refugiados políticos e intelectuales por todo elmundo. Algunos de ellos harían una sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te carrera, como el magnate cinematográfico sirAlexander Korda y el actor Bela Lugosi, célebre sobre todo por ser el primer protagonista <strong>del</strong>Drácula cinematográfico.9. La llamada Primera Internacional era la Asociación Internacional de los Trabajadoresconstituida por Marx, que estuvo vig<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre 1864 y 1872.


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 77socialistas de Francia, Italia, Austria y Noruega, así como los socialistasindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de Alemania, votaron <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido, dejando <strong>en</strong> minoría a]os adversarios <strong>del</strong> bolchevismo. Sin embargo, lo que buscaban L<strong>en</strong>in y losbolcheviques no era un movimi<strong>en</strong>to internacional de socialistas simpatizantescon la revolución de octubre, sino un cuerpo de activistas totalm<strong>en</strong>tecomprometido y disciplinado: una especie de fuerza de asalto para la conquistarevolucionaria. A los partidos que se negaron a adoptar la estructural<strong>en</strong>inista se les impidió incorporarse a la nueva Internacional, o fueron expulsadosde ella, porque resultaría debilitada si aceptaba esas quintas columnasde oportunismo y reformismo, por no hablar de lo que Marx había llamado<strong>en</strong> una ocasión «cretinismo parlam<strong>en</strong>tario». Dado que la batalla era inmin<strong>en</strong>tesólo podían t<strong>en</strong>er cabida los soldados.Para que esa argum<strong>en</strong>tación tuviera s<strong>en</strong>tido debía cumplirse una condición:que la revolución mundial estuviera aún <strong>en</strong> marcha y que hubiera nuevasbatallas <strong>en</strong> la perspectiva inmediata. Sin embargo, aunque la situacióneuropea no estaba ni mucho m<strong>en</strong>os estabilizada, <strong>en</strong> 1920 resultaba evid<strong>en</strong>teque la revolución bolchevique no era inmin<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, aunque tambiénlo era que los bolcheviques habían conseguido as<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> Rusia. Sinduda, <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que se reunió la Internacional parecía posible que elejército rojo, victorioso <strong>en</strong> la guerra civil y avanzando hacia Varsovia, propagarala revolución hacia Occid<strong>en</strong>te por medio de la fuerza armada, comosecuela de una breve guerra ruso-polaca provocada por las ambiciones territorialesde Polonia, que había recuperado su condición de estado después desiglo y medio de inexist<strong>en</strong>cia y reclamaba ahora sus fronteras <strong>del</strong> siglo xvm,que se ad<strong>en</strong>traban profundam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Bielorrusia, Lituania y Ucrania. Elavance soviético, que ha dejado un maravilloso monum<strong>en</strong>to literario <strong>en</strong> laobra de Isaak Babel Caballería roja, fue acogido con alborozo por un grupomuy variado de contemporáneos, desde el novelista austríaco JosephRoth, que luego escribiría una elegía de los Habsburgo, hasta Mustafa Kemal,futuro líder de Turquía. Sin embargo, los obreros polacos no se rebelaron yel ejército rojo fue rechazado a las puertas de Varsovia. A partir de <strong>en</strong>tonces,y a pesar de las apari<strong>en</strong>cias, no habría novedad <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal. Lasperspectivas revolucionarias se desplazaron hacia el este, hacia Asia, quesiempre había estado <strong>en</strong> el punto de mira de L<strong>en</strong>in. Así, <strong>en</strong>tre 1920 y 1927las esperanzas de la revolución mundial parecieron sust<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> la revoluciónchina, que progresaba bajo el Kuomintang, partido de liberación nacionalcuyo líder, Sun Yat-s<strong>en</strong> (1866-1925), aceptó el mo<strong>del</strong>o soviético, la ayudamilitar soviética y el nuevo Partido Comunista chino como parte de sumovimi<strong>en</strong>to. La alianza <strong>en</strong>tre el Kuomintang y el Partido Comunista avanzaríahacia el norte desde sus bases de la China meridional, <strong>en</strong> el curso de lagran of<strong>en</strong>siva de 1925-1927, situando a la mayor parte de China bajo el controlde un solo gobierno por primera vez desde la caída <strong>del</strong> imperio <strong>en</strong> 1911,antes de que el principal g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong> Kuomintang, Chiang Kai-shek, se volvieracontra los comunistas y los aplastara. Ahora bi<strong>en</strong>, antes incluso de quequedara demostrado, con ello, que tampoco Ori<strong>en</strong>te estaba preparado para un


7 8 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESnuevo octubre, la promesa de Asia no pudo ocultar el fracaso de la revolución<strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te.Ese hecho era innegable <strong>en</strong> 1921. La revolución se batía <strong>en</strong> retirada <strong>en</strong> laRusia soviética, aunque el poder político bolchevique era inamovible (véansepp. 378-379). Además, el tercer congreso de la Comintern reconoció —sinconfesarlo abiertam<strong>en</strong>te— que la revolución no era factible <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te alhacer un llamami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> pro de un «fr<strong>en</strong>te unido» con los mismos socialistasa los que el segundo congreso había expulsado <strong>del</strong> ejército <strong>del</strong> progreso revolucionario.Los revolucionarios de las sigui<strong>en</strong>tes g<strong>en</strong>eraciones disputarían acerca<strong>del</strong> significado de ese hecho. De todas formas, ya era demasiado tarde. Elmovimi<strong>en</strong>to se había dividido de manera perman<strong>en</strong>te. La mayoría de los socialistasde izquierda se integraron <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to socialdemócrata, constituido<strong>en</strong> su inm<strong>en</strong>sa mayoría por anticomunistas moderados. Por su parte, los nuevospartidos comunistas pasarían a ser una apasionada minoría de la izquierdaeuropea (con algunas excepciones, como Alemania, Francia o Finlandia). Estasituación no se modificaría hasta la década de 1930 (véase el capítulo V).IVSin embargo, esos años de insurrecciones no dejaron sólo tras de sí uning<strong>en</strong>te y atrasado país gobernado ahora por los comunistas y consagrado ala construcción de una sociedad que se erigiera <strong>en</strong> alternativa al capitalismo,sino también un gobierno, un movimi<strong>en</strong>to internacional disciplinado y, loque es tal vez igualm<strong>en</strong>te importante, una g<strong>en</strong>eración de revolucionarios<strong>en</strong>tregados a la idea de una revolución mundial tras el estandarte <strong>en</strong>arbolado<strong>en</strong> la revolución de octubre y bajo el liderazgo <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to que t<strong>en</strong>ía susede <strong>en</strong> Moscú. (Durante años se esperó que se trasladara a Berlín y, <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia,durante el período de <strong>en</strong>treguerras no fue el ruso, sino el alemán,el idioma oficial de la Internacional.) Sus integrantes desconocían cómo sedifundiría la revolución mundial después de haberse estabilizado <strong>en</strong> Europay de haber sido derrotada <strong>en</strong> Asia, y los pocos int<strong>en</strong>tos que hicieron loscomunistas de organizar una insurrección armada indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te (<strong>en</strong> Bulgariay Alemania <strong>en</strong> 1923, <strong>en</strong> Indonesia <strong>en</strong> 1926, <strong>en</strong> China <strong>en</strong> 1927 y <strong>en</strong> Brasil <strong>en</strong>1935 —episodio este último tardío y anómalo—) fracasaron por completo.La crisis mundial y la subida de Hitler al poder no tardarían <strong>en</strong> demostrar quela situación <strong>del</strong> mundo justificaba cualquier expectativa apocalíptica (véanselos capítulos III a V). Pero eso no explica que <strong>en</strong>tre 1928 y 1934 la Cominternasumiera súbitam<strong>en</strong>te la retórica de los ultrarrevolucionarios y <strong>del</strong> izquierdismosectario, pues, más allá de la retórica, el movimi<strong>en</strong>to no esperaba ocuparel poder <strong>en</strong> ningún sitio ni estaba preparado para ello. Ese cambio, queresultó políticam<strong>en</strong>te desastroso, se explica ante todo por razones de políticainterna <strong>del</strong> Partido Comunista soviético, cuando su control pasó a manos deStalin y, tal vez también, como un int<strong>en</strong>to de comp<strong>en</strong>sar la creci<strong>en</strong>te diverg<strong>en</strong>ciade intereses <strong>en</strong>tre la URSS, como un estado que necesitaba coexistir


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 7 9con otros estados —com<strong>en</strong>zó a obt<strong>en</strong>er reconocimi<strong>en</strong>to internacional comorégim<strong>en</strong> político a partir de 1920—, y el movimi<strong>en</strong>to comunista, cuya finalidadera la subversión y el derrocami<strong>en</strong>to de todos los demás gobiernos.En último extremo, prevalecieron los intereses de estado de la UniónSoviética sobre los afanes de revolución mundial de la Internacional Comunista,a la que Stalin redujo a la condición de un instrum<strong>en</strong>to al servicio de lapolítica <strong>del</strong> estado soviético bajo el estricto control <strong>del</strong> Partido Comunistasoviético, purgando, disolvi<strong>en</strong>do y transformando sus compon<strong>en</strong>tes según suvoluntad. La revolución mundial pert<strong>en</strong>ecía a la retórica <strong>del</strong> pasado. En realidad,cualquier revolución era tolerable con tal de que no fuera <strong>en</strong> contra de losintereses <strong>del</strong> estado soviético y de que éste pudiera controlarla. Los gobiernosoccid<strong>en</strong>tales que interpretaron el avance de los regím<strong>en</strong>es comunistas posteriora 1944 como una ext<strong>en</strong>sión <strong>del</strong> poder soviético no se equivocaban sobrelas int<strong>en</strong>ciones de Stalin, como no se equivocaban los revolucionarios que criticaronamargam<strong>en</strong>te a Moscú por no desear que los comunistas ocuparan elpoder y por desal<strong>en</strong>tar todas las operaciones <strong>en</strong>caminadas a ese fin, inclusocuando triunfaron, como <strong>en</strong> Yugoslavia y <strong>en</strong> China (véase el capítulo V).De todas formas, la Rusia soviética fue considerada, incluso por muchosde los miembros corruptos de su nom<strong>en</strong>klatura, como algo más que una granpot<strong>en</strong>cia. La emancipación universal y la construcción de una alternativamejor a la sociedad capitalista eran, después de todo, la principal razón de suexist<strong>en</strong>cia. ¿Qué otra razón habría impulsado a los duros burócratas de Moscúa continuar financiando y armando las guerrillas de su aliado comunista, elCongreso Nacional Africano, cuyas posibilidades de abolir el régim<strong>en</strong> <strong>del</strong>apartheid <strong>en</strong> Suráfrica parecían y eran mínimas durante varios dec<strong>en</strong>ios?(Curiosam<strong>en</strong>te, el régim<strong>en</strong> comunista chino, aunque tras la ruptura <strong>en</strong>tre losdos países criticaba a la URSS por haber traicionado a los movimi<strong>en</strong>tosrevolucionarios, no prestó un apoyo comparable a los movimi<strong>en</strong>tos de liberación<strong>del</strong> tercer mundo.) En la URSS se sabía desde hacía mucho tiempoque la transformación de la humanidad no sobrev<strong>en</strong>dría gracias a una revoluciónmundial inspirada por Moscú. Durante los largos años de ocaso de laera Brezhnev se desvaneció incluso la sincera convicción de Nikita Kruschevde que el socialismo «<strong>en</strong>terraría» al capitalismo <strong>en</strong> razón de su superioridadeconómica. Tal vez la erosión final de la fe <strong>en</strong> la vocación universal <strong>del</strong> sistemaexplica por qué éste se desintegró sin oponer resist<strong>en</strong>cia (véase el capítuloXVI).Pero esas dudas no asaltaban a la primera g<strong>en</strong>eración de aquellos a losque la brillante luz de la revolución de octubre inspiró a dedicar sus vidas ala revolución mundial. Como los primeros cristianos, la mayor parte de lossocialistas <strong>del</strong> período anterior a 1914 creían <strong>en</strong> el gran cambio apocalípticoque suprimiría todos los males y haría surgir una sociedad <strong>en</strong> la que no t<strong>en</strong>dríancabida la infelicidad, la opresión, la desigualdad y la injusticia. Si elmarxismo ofrecía la garantía de la ci<strong>en</strong>cia y de la inevitabilidad histórica, larevolución de octubre constituía la prueba de que el gran cambio habíacom<strong>en</strong>zado.


80 LA ERA DE I,AS CATÁSTROFESEl número total de soldados que formaban este ejército implacable y disciplinadoque t<strong>en</strong>ía como objetivo la emancipación humana no era más quede unas dec<strong>en</strong>as de millares, y los profesionales <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunistainternacional, «que cambiaban de país más frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te que de zapatos»,como escribió Bertolt Brecht <strong>en</strong> un poema <strong>en</strong> el que les rindió hom<strong>en</strong>aje, eransólo algunos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares. No hay que confundirlos con lo que los italianosllamaban, <strong>en</strong> los días <strong>en</strong> que contaban con un fuerte Partido Comunista, «elpueblo comunista», los millones de seguidores y miembros de base, paraqui<strong>en</strong>es el sueño de una sociedad nueva y bu<strong>en</strong>a también era real, aunque <strong>en</strong>la práctica el suyo no era sino el activismo cotidiano <strong>del</strong> viejo movimi<strong>en</strong>tosocialista, y su compromiso era un compromiso de clase y comunitario másque de dedicación personal. Pero aunque fueran un núcleo reducido, el sigloxx no puede <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse sin ellos.Sin el «nuevo partido» l<strong>en</strong>inista, cuyos cuadros eran «revolucionariosprofesionales», seria inconcebible que poco más de treinta años después <strong>del</strong>a revolución de octubre una tercera parte de la raza humana estuvieravivi<strong>en</strong>do bajo un régim<strong>en</strong> comunista. La fe y la lealtad al bastión de la revoluciónmundial de Moscú daba a los comunistas la posibilidad de considerarse(desde el punto de vista sociológico) como parte de una iglesia universal, node una secta. Los partidos comunistas ori<strong>en</strong>tados hacia Moscú perdieron asus líderes como consecu<strong>en</strong>cia de las escisiones y de las purgas, pero sólo sefragm<strong>en</strong>taron después de 1956, cuando el movimi<strong>en</strong>to perdió su fuerza vital.Esa situación contrasta con la de los grupos fragm<strong>en</strong>tados de los marxistasdisid<strong>en</strong>tes que siguieron a Trotsky y con la de los conv<strong>en</strong>tículos «marxistasl<strong>en</strong>inistas»<strong>del</strong> maoísmo posterior a 1960, más dados aún a la escisión. Porreducidos que fueran esos partidos —cuando Mussolini fue derrocado <strong>en</strong> Italia,<strong>en</strong> 1943, el Partido Comunista italiano contaba con unos 5.000 hombres ymujeres, la mayor parte de los cuales habían estado hasta ese mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> lacárcel o <strong>en</strong> el exilio— eran lo que los bolcheviques habían sido <strong>en</strong> febrero de1917: el núcleo c<strong>en</strong>tral de un ejército formado por millones de personas,gobernantes <strong>en</strong> pot<strong>en</strong>cia de un pueblo y de un estado.Para esa g<strong>en</strong>eración, especialm<strong>en</strong>te para qui<strong>en</strong>es, pese a su juv<strong>en</strong>tud,habían vivido los años de la insurrección, la revolución era el gran acontecimi<strong>en</strong>tode sus vidas y los días <strong>del</strong> capitalismo estaban inevitablem<strong>en</strong>te contados.La historia contemporánea era la antecámara de la victoria final paraqui<strong>en</strong>es vivieran para verlo, <strong>en</strong>tre los que habría sólo unos pocos soldados <strong>del</strong>a revolución («los muertos con permiso para aus<strong>en</strong>tarse», como afirmó elcomunista ruso Leviné antes de ser ejecutado por los que derrocaron el sovietde Munich <strong>en</strong> 1919). Si la propia sociedad burguesa t<strong>en</strong>ía tantas razones paradudar acerca de su futuro, ¿por qué debían confiar ellos <strong>en</strong> su superviv<strong>en</strong>cia?Sus mismas vidas eran la demostración de su realidad.Consideremos el caso de dos jóv<strong>en</strong>es alemanes unidos temporalm<strong>en</strong>tecomo amantes, que fueron movilizados de por vida por la revolución soviéticabávara de 1919: Olga B<strong>en</strong>ario, hija de un próspero abogado muniqués, yOtto Braun, maestro de profesión. Olga organizaría la revolución <strong>en</strong> el he-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 81misferio occid<strong>en</strong>tal, unida a Luis Carlos Prestes (con qui<strong>en</strong> finalm<strong>en</strong>te secasó), líder de una larga marcha insurreccional a través de las zonas másremotas <strong>del</strong> Brasil, que <strong>en</strong> 1935 pidió a Moscú que apoyara su levantami<strong>en</strong>to,gl levantami<strong>en</strong>to fracasó y el gobierno brasileño <strong>en</strong>tregó a Olga a la Alemaniahitleriana, donde murió <strong>en</strong> un campo de conc<strong>en</strong>tración. Por su parte, Ottotuvo más éxito <strong>en</strong> su actividad revolucionaria <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te como experto militarde la Comintern <strong>en</strong> China y como único elem<strong>en</strong>to no chino que participó<strong>en</strong> la célebre «Larga Marcha» de los comunistas chinos, antes de regresar aMoscú para ir, posteriorm<strong>en</strong>te, a la RDA. (Esa experi<strong>en</strong>cia despertó <strong>en</strong> élescepticismo con respecto a Mao.) ¿Cuándo, excepto <strong>en</strong> la primera mitad <strong>del</strong>siglo xx, podían haber seguido ese curso dos vidas interrelacionadas?Así pues, <strong>en</strong> la g<strong>en</strong>eración posterior a 1917, el bolchevismo absorbió atodas las restantes tradiciones socialrevolucionarias o las marginó d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong>os movimi<strong>en</strong>tos radicales. Hasta 1914 el anarquismo había sido una ideologíamucho más atractiva que el marxismo para los activistas revolucionarios<strong>en</strong> una gran parte <strong>del</strong> mundo. Fuera de la Europa ori<strong>en</strong>tal, Marx era consideradocomo el gurú de los partidos de masas cuyo avance inevitable, aunqu<strong>en</strong>o arrollador, hacia la victoria había demostrado. Pero <strong>en</strong> los años treinta, elanarquismo ya no era una fuerza política importante (salvo <strong>en</strong> España), nisiquiera <strong>en</strong> América Latina, donde los colores negro y rojo habían inspiradotradicionalm<strong>en</strong>te a muchos más militantes que la bandera roja. (Incluso <strong>en</strong>España, la guerra civil acabó con el anarquismo y revitalize a los comunistas,que hasta ese mom<strong>en</strong>to det<strong>en</strong>taban una posición de escasa significación.)En efecto, los grupos revolucionarios sociales que existían al marg<strong>en</strong> <strong>del</strong> comunismode Moscú tomaron a partir de <strong>en</strong>tonces a L<strong>en</strong>in y a la revoluciónde octubre como punto de refer<strong>en</strong>cia. Casi siempre estaban dirigidos o inspiradospor algún disid<strong>en</strong>te o expulsado de la Comintern que, una vez queStalin estableció y afianzó su dominio sobre el Partido Comunista soviéticoy sobre la Internacional, se dedicó a una caza de herejes cada vez másimplacable. Pocos de esos c<strong>en</strong>tros bolcheviques disid<strong>en</strong>tes t<strong>en</strong>ían importanciapolítica. El más prestigioso y célebre de los herejes, el exiliado LeónTrotsky —uno de los dos líderes de la revolución de octubre y el arquitecto<strong>del</strong> ejército rojo—, fracasó por completo <strong>en</strong> todos sus proyectos. Su CuartaInternacional, que pret<strong>en</strong>día competir con la Tercera, sometida a la influ<strong>en</strong>ciade Stalin, no alcanzó importancia. En 1940, cuando fue asesinado porord<strong>en</strong> de Stalin <strong>en</strong> su exilio mexicano, había perdido toda su influ<strong>en</strong>ciapolítica.En suma, ser un revolucionario social significaba cada vez más ser seguidorde L<strong>en</strong>in y de la revolución de octubre y miembro o seguidor de algunode los partidos comunistas alineados con Moscú, tanto más cuanto que, trasla victoria de Hitler <strong>en</strong> Alemania, esos partidos adoptaron políticas de unidadantifascista, lo que les permitió superar el aislami<strong>en</strong>to sectario y conseguirapoyo masivo <strong>en</strong>tre los trabajadores e intelectuales (véase el capítulo V). Losjóv<strong>en</strong>es que anhelaban derrocar al capitalismo abrazaron el comunismo ortodoxoe id<strong>en</strong>tificaron su causa con el movimi<strong>en</strong>to internacional que t<strong>en</strong>ía su


82 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESc<strong>en</strong>tro <strong>en</strong> Moscú. El marxismo, restablecido por la revolución de octubrecomo la ideología <strong>del</strong> cambio revolucionario, se <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día ahora como el marxismo<strong>del</strong> Instituto Marx-Engels-L<strong>en</strong>in de Moscú, que había pasado a ser elc<strong>en</strong>tro mundial de difusión de los grandes textos clásicos. Nadie más prometíainterpretar y transformar el mundo, ni parecía mejor preparado para conseguirlo.Esa situación prevalecería hasta 1956, cuando la desintegración <strong>del</strong>a ortodoxia estalinista <strong>en</strong> la URSS y <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacionalhicieron aparecer <strong>en</strong> primer plano a los p<strong>en</strong>sadores, tradiciones y organizacionesde la heterodoxia izquierdista, marginados hasta <strong>en</strong>tonces. Pese atodo, siguieron vivi<strong>en</strong>do bajo la gigantesca sombra de la revolución de octubre.Aunque cualquiera que t<strong>en</strong>ga el más mínimo conocimi<strong>en</strong>to de la historiade las ideas puede reconocer el espíritu de Bakunin, o incluso de Nechaev,más que el de Marx, <strong>en</strong> los estudiantes radicales de 1968 y de los años posteriores,ello no quiere decir que se registrara un r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to importante <strong>del</strong>a teoría y de los movimi<strong>en</strong>tos anarquistas. Por el contrario, 1968 despertóuna <strong>en</strong>orme atracción intelectual hacia la teoría marxista —g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>versiones que habrían sorpr<strong>en</strong>dido a Marx— y hacia una gran variedad de sectasy grupos «marxistas-l<strong>en</strong>inistas», unidos por el rechazo de Moscú y de losviejos partidos comunistas, por considerarlos insufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te revolucionariosy poco l<strong>en</strong>inistas.Paradójicam<strong>en</strong>te, esa conquista casi total de la tradición revolucionariasocial se produjo <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que la Comintern había abandonado porcompleto las estrategias revolucionarias originales de 1917-1923 o, más bi<strong>en</strong>,adoptaba estrategias totalm<strong>en</strong>te distintas de las de 1917 para conseguir el accesoal poder (véase el capítulo V). A partir de 1935, <strong>en</strong> la literatura de laizquierda crítica abundarían las acusaciones de que los movimi<strong>en</strong>tos de Moscúdescuidaban, rechazaban o incluso traicionaban las oportunidades de promoverla revolución, porque Moscú ya no la deseaba. Estos argum<strong>en</strong>tos ap<strong>en</strong>astuvieron fuerza hasta que el movimi<strong>en</strong>to soviético «monolítico» com<strong>en</strong>zó aagrietarse. Mi<strong>en</strong>tras el movimi<strong>en</strong>to comunista conservó su unidad, su cohesióny su inmunidad a las escisiones, fue la única fuerza real para la mayorparte de los que creían <strong>en</strong> la necesidad de una revolución mundial. ¿Quiénpodía negar, además, que los países que rompieron con el capitalismo <strong>en</strong> lasegunda gran oleada de la revolución social universal, <strong>en</strong>tre 1944 y 1949, lohicieron bajo los auspicios de los partidos comunistas ortodoxos de ori<strong>en</strong>taciónsoviética? Sólo a partir de 1956 tuvieron los revolucionarios la posibilidadde elegir <strong>en</strong>tre varios movimi<strong>en</strong>tos eficaces desde el punto de vista políticoo insurreccional. Pero todos ellos —diversas ramas <strong>del</strong> trotskismo, elmaoísmo y grupos inspirados por la revolución cubana de 1959 (véase el capítuloXV)— eran de inspiración más o m<strong>en</strong>os l<strong>en</strong>inista. Los viejos partidoscomunistas continuaban si<strong>en</strong>do, con mucho, los grupos más numerosos de laextrema izquierda, pero para <strong>en</strong>tonces el viejo movimi<strong>en</strong>to comunista habíaperdido su fuerza interior.


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 83VLa fuerza de los movimi<strong>en</strong>tos que aspiraban a realizar la revolución mundialresidía <strong>en</strong> la forma comunista de organización, el «nuevo partido» deL<strong>en</strong>in, una extraordinaria innovación de la ing<strong>en</strong>iería social <strong>del</strong> siglo xxcomparable a la inv<strong>en</strong>ción de las órd<strong>en</strong>es monásticas cristianas <strong>en</strong> la EdadMedia, que hacía posible que incluso las organizaciones pequeñas hicierangala de una extraordinaria eficacia, porque el partido obt<strong>en</strong>ía de sus miembrosgrandes dosis de <strong>en</strong>trega y sacrificio, además de una disciplina militar yuna conc<strong>en</strong>tración total <strong>en</strong> la tarea de llevar a bu<strong>en</strong> puerto las decisiones <strong>del</strong>partido a cualquier precio. Esto causaba una fuerte impresión incluso a losobservadores hostiles. Sin embargo, la relación <strong>en</strong>tre el «partido de vanguardia»y las grandes revoluciones para las cuales había sido creado y que ocasionalm<strong>en</strong>teconseguía realizar no estaba ni mucho m<strong>en</strong>os clara, aunque erapat<strong>en</strong>te que el mo<strong>del</strong>o se había impuesto después de haberse producido unarevolución triunfante o durante las guerras. En efecto, los partidos l<strong>en</strong>inistasconsistían es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> elites (vanguardias) de líderes (o más bi<strong>en</strong>, antesde que triunfaran las revoluciones, <strong>en</strong> «contraelites»), y las revolucionessociales, como quedó demostrado <strong>en</strong> 1917, dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de la actitud de lasmasas y se produc<strong>en</strong> <strong>en</strong> situaciones que ni las elites ni las contraelites pued<strong>en</strong>controlar pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te. Lo cierto es que el mo<strong>del</strong>o l<strong>en</strong>inista ejercía unnotable atractivo, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el tercer mundo, <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es de lasantiguas elites que se afiliaron <strong>en</strong> gran número a ese tipo de partidos, a pesarde que éstos hicieron grandes esfuerzos, con poco éxito, para promocionar alos auténticos proletarios. La pieza es<strong>en</strong>cial <strong>en</strong> la gran expansión <strong>del</strong> comunismobrasileño <strong>en</strong> los años treinta fue la incorporación al mismo de jóv<strong>en</strong>esintelectuales proced<strong>en</strong>tes de familias de la oligarquía terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te y de oficialesde baja graduación (Leoncio Martins Rodrigues, 1984, pp. 390-397).En cambio, los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos de las «masas» (incluidos a veces los seguidoresactivos de las «vanguardias») estaban <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tados a m<strong>en</strong>udo conlas ideas de sus líderes, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> que se producíauna auténtica insurrección de masas. Así, por ejemplo, la rebelión de losg<strong>en</strong>erales españoles contra el gobierno <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular <strong>en</strong> julio de 1936des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó inmediatam<strong>en</strong>te la revolución social <strong>en</strong> ext<strong>en</strong>sas zonas de España.No era sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que los militantes, especialm<strong>en</strong>te los anarquistas,int<strong>en</strong>taran colectivizar los medios de producción, aunque el partido comunistay el gobierno c<strong>en</strong>tral rechazaron esa transformación y, cuando les fue posible,la anularon, lo cual sigue si<strong>en</strong>do debatido <strong>en</strong> la literatura política e histórica.Sin embargo, ese episodio des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó también la mayor oleada deiconoclastia y de homicidios de signo anticlerical desde que <strong>en</strong> 1835 ese tipode actuaciones pasó a formar parte de las tradiciones españolas de agitaciónPopular, cuando unos barceloneses que salían descont<strong>en</strong>tos de una corrida detoros quemaron varias iglesias. Ahora fueron asesinados unos siete mil ecle-


84 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESsiásticos —es decir, <strong>en</strong>tre el 12 y el 13 por 100 de los sacerdotes y monjes<strong>del</strong> país, aunque sólo un número reducido de monjas—, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> unasola diócesis de Cataluña (Girona) se destruyeron más de seis mil imág<strong>en</strong>es(Hugh Thomas, 1977, pp. 270-271; M. Delgado, 1992, p. 56).Dos son los aspectos a destacar <strong>en</strong> tan terrible episodio. En primer lugar,que fue d<strong>en</strong>unciado por los dirig<strong>en</strong>tes o portavoces de la izquierda revolucionariaespañola, a pesar de que eran virul<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te anticlericales, inclusopor los anarquistas, cuyo odio hacia los sacerdotes era notorio. En segundolugar, para qui<strong>en</strong>es lo perpetraron, y para muchos de cuantos lo contemplaron,la revolución significaba eso, esto es, la transformación radical <strong>del</strong> ord<strong>en</strong>de la sociedad y de sus valores, no sólo por un mom<strong>en</strong>to simbólico, sino parasiempre (M. Delgado, 1992, pp. 52-53). Por mucho que los dirig<strong>en</strong>tes insistieran<strong>en</strong> que el principal <strong>en</strong>emigo no era el sacerdote sino el capitalista, loss<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos más íntimos de las masas eran muy distintos.Sea como fuere, lo cierto es que <strong>en</strong> el siglo xx es raro el tipo de revolución<strong>en</strong> la que desaparec<strong>en</strong> súbitam<strong>en</strong>te la estructura <strong>del</strong> ord<strong>en</strong> político y la autoridad,dejando al hombre (y <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que le está permitido, a la mujer)totalm<strong>en</strong>te libres para hacer cuanto le v<strong>en</strong>ga <strong>en</strong> gana. Ni siquiera el otro casoque más se aproxima al hundimi<strong>en</strong>to súbito de un régim<strong>en</strong> establecido, larevolución iraní de 1979, fue tan desestructurado, a pesar de la extraordinariaunanimidad <strong>en</strong> la movilización de las masas contra el sha, <strong>en</strong> Teherán, unmovimi<strong>en</strong>to que <strong>en</strong> gran medida fue espontáneo. Gracias a las estructuras <strong>del</strong>clericalismo iraní, el nuevo régim<strong>en</strong> estaba ya pres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las ruinas <strong>del</strong> antiguo,aunque tardaría un tiempo <strong>en</strong> adquirir su forma definitiva (véase el capítuloXV).De hecho, el mo<strong>del</strong>o típico de movimi<strong>en</strong>to revolucionario posterior aoctubre de 1917 (salvo algunas explosiones localizadas) se suele iniciarmediante un golpe (casi siempre militar), con la ocupación de la capital, o esel resultado final de una larga insurrección armada, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te rural.Como los oficiales de m<strong>en</strong>or rango —mucho más raram<strong>en</strong>te los suboficiales—de inclinaciones radicales e izquierdistas abundan <strong>en</strong> los países pobresy atrasados, <strong>en</strong> los que la vida militar ofrecía bu<strong>en</strong>as perspectivas profesionalesa los jóv<strong>en</strong>es capaces e instruidos que dispusieran de influ<strong>en</strong>cias familiaresy de una bu<strong>en</strong>a posición económica, estas iniciativas solían ocurrir <strong>en</strong>países como Egipto (la revolución de los Oficiales Libres de 1952) y <strong>en</strong> otroslugares <strong>del</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te (Irak, 1958, Siria <strong>en</strong> varias ocasiones desde losaños cincu<strong>en</strong>ta y Libia <strong>en</strong> 1969). Los militares forman parte de la historiarevolucionaria de América Latina, aunque <strong>en</strong> pocas ocasiones han tomado elpoder nacional por motivos izquierdistas. Por otra parte, para sorpresa demuchos, <strong>en</strong> 1974 un clásico golpe militar (la «revolución de los claveles» <strong>en</strong>Portugal), protagonizado por jóv<strong>en</strong>es oficiales descont<strong>en</strong>tos y radicalizadospor las largas guerras coloniales de resist<strong>en</strong>cia, derrocaron el régim<strong>en</strong> derechistamás antiguo <strong>del</strong> mundo. La alianza <strong>en</strong>tre los oficiales, un fuerte PartidoComunista que surgía de la clandestinidad y varios grupos marxistas ra-


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 85dicales no tardó <strong>en</strong> romperse, para tranquilidad de la Comunidad Europea, <strong>en</strong>la que Portugal se integraría pocos años después.En los países desarrollados, la estructura social, las tradiciones ideológicasy las funciones políticas de las fuerzas armadas inclinaban hacia la derechaa los militares con intereses políticos. Por consigui<strong>en</strong>te, un posible golpe<strong>en</strong> alianza con los comunistas, o incluso con los socialistas, no <strong>en</strong>traba <strong>en</strong> susesquemas. Sin embargo, es cierto que antiguos soldados de las fuerzas nativasreclutadas por Francia <strong>en</strong> sus colonias, aunque raram<strong>en</strong>te se trataba deoficiales, desempeñaron un papel destacado <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos de liberación<strong>del</strong> imperio francés (particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Argelia). Su experi<strong>en</strong>cia durantela segunda guerra mundial, y después de ésta, había sido negativa, no sólopor la discriminación de que eran objeto habitualm<strong>en</strong>te, sino porque losnumerosos soldados coloniales que servían <strong>en</strong> las fuerzas de la Francia librede De Gaulle y los muchos miembros no franceses de la resist<strong>en</strong>cia armadad<strong>en</strong>tro de Francia pronto cayeron <strong>en</strong> el olvido.Los ejércitos franceses libres que participaron <strong>en</strong> los desfiles oficiales <strong>del</strong>a victoria después de la liberación eran mucho más «blancos» que los quehabían conseguido la gloria militar para los gaullistas. Hay que decir, sinembargo, que <strong>en</strong> conjunto los ejércitos coloniales de las pot<strong>en</strong>cias imperiales,incluso cuando sus cuadros eran nativos de la colonia, se mantuvieron leales,o más bi<strong>en</strong> apolíticos, con la salvedad de los cincu<strong>en</strong>ta mil soldados indiosque se <strong>en</strong>rolaron <strong>en</strong> el ejército nacional indio bajo los japoneses (M. Ech<strong>en</strong>berg,1992, pp. 141-145; M. Barghava y A. Singh Gill, 1988, p. 10; T. R.Sare<strong>en</strong>, 1988, pp. 20-21).VILos revolucionarios sociales <strong>del</strong> siglo xx descubrieron tardíam<strong>en</strong>te las<strong>en</strong>da de la revolución a través de la guerra de guerrillas. Tal vez eso se debea que históricam<strong>en</strong>te esa forma de actividad es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te rural se asociabacon movimi<strong>en</strong>tos de ideologías arcaicas que los observadores urbanos confundíanfácilm<strong>en</strong>te con el conservadurismo o incluso con la reacción y lacontrarrevolución. Después de todo, las grandes guerras de guerrillas <strong>del</strong>período revolucionario francés y napoleónico se habían hecho siempre contraFrancia y nunca a favor de Francia y de su causa revolucionaria. Dehecho, el término «guerrilla» no pasó a formar parte <strong>del</strong> vocabulario marxistahasta después de la revolución cubana de 1959. Los bolcheviques, quedurante la guerra civil habían interv<strong>en</strong>ido tanto <strong>en</strong> operaciones de guerraregulares como irregulares, utilizaban el término «partisano», que durante lasegunda guerra mundial se impuso <strong>en</strong>tre los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia deinspiración soviética. Retrospectivam<strong>en</strong>te, resulta sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que la guerrade guerrillas ap<strong>en</strong>as tuviera importancia <strong>en</strong> la guerra civil española, pese alas grandes posibilidades de realizar operaciones de ese tipo <strong>en</strong> las zonasrepublicanas ocupadas por las fuerzas de Franco. De hecho, los comunistas


86 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESorganizaron una int<strong>en</strong>sa actividad guerrillera desde el exterior al terminar lasegunda guerra mundial. Con anterioridad a la primera guerra mundial, la guerrillano figuraba <strong>en</strong>tre las tácticas de los revolucionarios.Excepto <strong>en</strong> China, donde algunos dirig<strong>en</strong>tes comunistas fueron pioneros<strong>en</strong> la nueva estrategia, después de que el Kuomintang, bajo la dirección deChiang Kai-shek, se volviera contra sus antiguos aliados comunistas <strong>en</strong> 1927y tras el espectacular fracaso de la insurrección comunista <strong>en</strong> las ciudades(Cantón, 1927). Mao Tse-tung, principal valedor de la nueva estrategia, queterminaría por conducirle hasta el poder <strong>en</strong> la China comunista, no sólo reconocíaque después de más de quince años de revolución había ext<strong>en</strong>saszonas de China que escapaban al control de la administración c<strong>en</strong>tral, sinoque, como devoto admirador de Al borde <strong>del</strong> agua, la gran novela clásica <strong>del</strong>bandolerismo social chino, creía que la táctica de la guerrilla era un compon<strong>en</strong>tetradicional de los conflictos sociales <strong>en</strong> China. Desde luego, a ningúnchino con una cierta formación clásica se le escaparía la similitud exist<strong>en</strong>te<strong>en</strong>tre el establecimi<strong>en</strong>to por parte de Mao de la primera zona libre de la guerrilla<strong>en</strong> las montañas de Kiangsi <strong>en</strong> 1927 y la fortaleza montañosa de loshéroes de Al borde <strong>del</strong> agua. En 1917, el jov<strong>en</strong> Mao había incitado a sus compañerosde estudios a imitar a esos héroes (Schram, 1966, pp. 43-44).La estrategia china, aunque heroica e inspiradora, parecía inadecuadapara los países con unas comunicaciones internas modernas y para unosgobiernos habituados a controlar íntegram<strong>en</strong>te el territorio, por remoto quefuera. Lo cierto es que <strong>en</strong> un principio ni siquiera tuvo éxito <strong>en</strong> China, dondeel gobierno nacional, después de varias campañas militares, obligó <strong>en</strong>1934 a los comunistas a abandonar sus «territorios soviéticos libres» <strong>en</strong> lasprincipales regiones <strong>del</strong> país y a retirarse, <strong>en</strong> la leg<strong>en</strong>daria Larga Marcha, auna región fronteriza y poco poblada <strong>del</strong> noroeste.Después de que los jefes rebeldes brasileños, como Luis Carlos Prestes,abrazaran el comunismo a finales de los años veinte, ningún grupo izquierdistade importancia volvió a poner <strong>en</strong> práctica la táctica de la guerrilla <strong>en</strong>parte alguna, a no ser el g<strong>en</strong>eral César Augusto Sandino <strong>en</strong> su lucha contralos marines norteamericanos <strong>en</strong> Nicaragua (1927-] 933), que inspiraría larevolución sandinista cincu<strong>en</strong>ta años después. (Sin embargo, la InternacionalComunista int<strong>en</strong>tó pres<strong>en</strong>tar, poco verosímilm<strong>en</strong>te, como un guerrillero aLampiao, el célebre bandolero social brasileño y héroe de numerosos relatospopulares.) El propio Mao no sería considerado el astro guía de los revolucionarioshasta después de la revolución cubana.Sin embargo, la segunda guerra mundial ofreció una ocasión más inmediatay g<strong>en</strong>eral para adoptar el camino de la guerrilla hacia la revolución: lanecesidad de resistir a la ocupación de la mayor parte de la Europa contin<strong>en</strong>tal,incluidas ext<strong>en</strong>sas zonas de la Unión Soviética europea, por los ejércitosde Hitler y de sus aliados. La resist<strong>en</strong>cia, especialm<strong>en</strong>te la resist<strong>en</strong>cia armada,surgió con gran fuerza después de que el ataque de Hitler contra la URSSmovilizara a los difer<strong>en</strong>tes movimi<strong>en</strong>tos comunistas. Cuando el ejército alemánfue finalm<strong>en</strong>te derrotado con la colaboración, <strong>en</strong> grado diverso, de los


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 87movimi<strong>en</strong>tos locales de resist<strong>en</strong>cia (véase el capítulo V), los regím<strong>en</strong>es de laEuropa ocupada o fascista se desintegraron y los regím<strong>en</strong>es revolucionariossociales bajo control comunista ocuparon el poder, o int<strong>en</strong>taron hacerlo, <strong>en</strong>varios países donde la resist<strong>en</strong>cia armada había sido más eficaz (Yugoslavia,Albania y —de no haber sido por el apoyo militar británico y luego estadounid<strong>en</strong>se—Grecia). Probablem<strong>en</strong>te, podrían haber conseguido también elcontrol de Italia al norte de los Ap<strong>en</strong>inos, aunque no por mucho tiempo, peropor razones que todavía son objeto de debate <strong>en</strong> lo que queda de la izquierdarevolucionaria, no lo int<strong>en</strong>taron. Los regím<strong>en</strong>es comunistas que se establecieron<strong>en</strong> el este y el sureste de Asia con posterioridad a 1945 (<strong>en</strong> China, <strong>en</strong>parte de Corea y <strong>en</strong> la Indochina francesa) deb<strong>en</strong> ser considerados tambiéncomo producto de la resist<strong>en</strong>cia durante la guerra, pues incluso <strong>en</strong> China elavance definitivo de los ejércitos rojos de Mao hacia el poder no se inicióhasta el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que el ejército japonés int<strong>en</strong>tó ocupar el territorio c<strong>en</strong>tral<strong>del</strong> país <strong>en</strong> 1937. La segunda oleada de la revolución social mundial surgióde la segunda guerra mundial, al igual que la primera había surgido de laprimera guerra mundial, aunque <strong>en</strong> una forma totalm<strong>en</strong>te distinta. En la segundaocasión, fue la participación <strong>en</strong> la guerra y no su rechazo lo que llevóla revolución al poder.La naturaleza y la acción política de los nuevos regím<strong>en</strong>es revolucionariosse analizan <strong>en</strong> otro lugar (véanse los capítulos V y XIII). Lo que nosinteresa aquí es el proceso de la revolución <strong>en</strong> sí mismo. Las revolucionesque estallaron a mediados de siglo tras el final victorioso de largas guerrasfueron distintas, <strong>en</strong> dos aspectos, de la revolución clásica de 1789 y de la deoctubre, e incluso <strong>del</strong> l<strong>en</strong>to hundimi<strong>en</strong>to de viejos regím<strong>en</strong>es como la Chinaimperial y el México de Porfirio Díaz (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 12).En primer lugar —y <strong>en</strong> esto recuerdan a los golpes militares triunfantes—no había dudas respecto a quién había hecho la revolución o a quién ejercíael poder: el grupo (o grupos) político vinculado a las victoriosas fuerzasarmadas de la URSS, pues Alemania, Japón e Italia no habrían podido serderrotadas solam<strong>en</strong>te por las fuerzas de la resist<strong>en</strong>cia, ni siquiera <strong>en</strong> China.(Naturalm<strong>en</strong>te, los ejércitos victoriosos occid<strong>en</strong>tales se opusieron a los regím<strong>en</strong>esdominados por los comunistas.) No existió interregno ni vacío depoder. A la inversa, los únicos casos <strong>en</strong> que un movimi<strong>en</strong>to de resist<strong>en</strong>ciafuerte no consiguió alzarse con el poder tras el hundimi<strong>en</strong>to de las pot<strong>en</strong>cias<strong>del</strong> Eje, se dieron <strong>en</strong> aquellos países liberados <strong>en</strong> los que los aliados occid<strong>en</strong>talesperpetuaron su pres<strong>en</strong>cia (Corea <strong>del</strong> Sur, Vietnam) o <strong>en</strong> los quelas fuerzas internas de oposición al Eje estaban divididas, como ocurrió <strong>en</strong>China. En este país, los comunistas t<strong>en</strong>drían todavía que conseguir el poder,después de 1945, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tándose al gobierno <strong>del</strong> Kuomintang, corrupto ycada vez más débil, pero que también había luchado <strong>en</strong> la guerra. Por suparte, la URSS observaba los acontecimi<strong>en</strong>tos sin dar muestras <strong>del</strong> m<strong>en</strong>or<strong>en</strong>tusiasmo.En segundo lugar, aplicar la estrategia de la guerra de guerrillas paraalcanzar el poder significaba apartarse de las ciudades y de los c<strong>en</strong>tros indus-


88 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEStríales, donde residía tradicionalm<strong>en</strong>te la fuerza de los movimi<strong>en</strong>tos obrerossocialistas, y llevar la lucha al medio rural. Más exactam<strong>en</strong>te, dado que el<strong>en</strong>torno más adecuado para la guerra de guerrillas es el terr<strong>en</strong>o montañoso yboscoso y la zonas cubiertas de matorrales, supone llevar la lucha a un territorioalejado de los principales núcleos de población. En palabras de Mao, elcampo debía rodear a la ciudad antes de conquistarla. Por lo que respecta ala resist<strong>en</strong>cia europea, la insurrección urbana —el levantami<strong>en</strong>to de París <strong>en</strong>el verano de 1944 y el de Milán <strong>en</strong> la primavera de 1945— hubo de esperarhasta que la guerra ya había terminado prácticam<strong>en</strong>te, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la región.Lo que ocurrió <strong>en</strong> Varsovia <strong>en</strong> 1944 fue el resultado que acarrea normalm<strong>en</strong>teun levantami<strong>en</strong>to urbano prematuro. En suma, para la mayor parte de lapoblación, incluso <strong>en</strong> un país revolucionario, la guerra de guerrillas comocamino hacia la revolución suponía t<strong>en</strong>er que esperar largo tiempo a que elcambio procediera desde fuera y sin que pudiera hacerse mucho para acelerarlo.Las fuerzas de la resist<strong>en</strong>cia, incluida toda su infraestructura, eran tansólo una pequeña minoría.Naturalm<strong>en</strong>te, la guerrilla necesitaba contar con el apoyo de una granparte de la población, <strong>en</strong>tre otras razones porque <strong>en</strong> los conflictos prolongadossus miembros se reclutaban mayoritariam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre la población local.Así (como ocurrió <strong>en</strong> China), los partidos de los trabajadores industriales ylos intelectuales dejaron paso a ejércitos de antiguos campesinos. Sin embargo,su relación con las masas no era tan s<strong>en</strong>cilla como lo sugier<strong>en</strong> las palabrasde Mao de que la guerrilla es como un pez que nada <strong>en</strong> el agua de lapoblación. En los países favorables a la guerrilla casi cualquier grupo deproscritos cuyo comportami<strong>en</strong>to fuera considerado adecuado, según los criterioslocales, podía gozar de una amplia simpatía <strong>en</strong> su lucha contra los soldadosextranjeros invasores, o también contra los repres<strong>en</strong>tantes <strong>del</strong> gobiernonacional. Sin embargo, por las profundas divisiones que exist<strong>en</strong> <strong>en</strong> elcampo, conseguir amigos significaba automáticam<strong>en</strong>te arriesgarse a t<strong>en</strong>er<strong>en</strong>emigos. Los comunistas chinos que establecieron sus zonas soviéticasrurales <strong>en</strong> 1927-1928 descubrieron, con injustificada sorpresa, que convertira su causa una aldea dominada por un clan ayudaba a establecer una red de«aldeas rojas» basadas <strong>en</strong> clanes relacionados con aquél, pero también lesinvolucraba <strong>en</strong> la guerra contra sus <strong>en</strong>emigos tradicionales, que constituíanuna red similar de «aldeas negras». «En algunos casos —se lam<strong>en</strong>taban—, lalucha de clases pasaba a ser la lucha de una aldea contra otra. Se daban casos<strong>en</strong> que nuestras tropas t<strong>en</strong>ían que asediar y destruir aldeas <strong>en</strong>teras» (Rate-China, 1973, pp. 45-46). Los más avisados guerrilleros revolucionariosapr<strong>en</strong>dían a navegar <strong>en</strong> aguas tan procelosas, pero —como recuerda MilovanDjilas <strong>en</strong> sus memorias de la guerra partisana yugoslava— la liberación erauna cuestión mucho más compleja que el simple levantami<strong>en</strong>to unánime deun pueblo oprimido contra los conquistadores extranjeros.


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 8 9VIIPero esas reflexiones no podían turbar la satisfacción de los comunistasque se <strong>en</strong>contraban al fr<strong>en</strong>te de todos los gobiernos <strong>en</strong>tre el río Elba y el marde China. La revolución mundial que inspiraba sus acciones había progresadovisiblem<strong>en</strong>te. Ya no se trataba únicam<strong>en</strong>te de la URSS, débil y aislada, sinoque de la segunda gran oleada de la revolución mundial, <strong>en</strong>cabezada por unade las dos pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> mundo a las que podía calificarse de superpo-t<strong>en</strong>cias(el término superpot<strong>en</strong>cia se utilizó ya <strong>en</strong> 1944) habían surgido, o estabansurgi<strong>en</strong>do, una doc<strong>en</strong>a de estados. Por otra parte, el ímpetu de la revoluciónmundial no se había agotado, como lo atestiguaba el proceso <strong>en</strong> curso dedescolonización de las antiguas posesiones imperialistas de ultramar. ¿Nocabía esperar que ese proceso impulsara un nuevo avance de la causacomunista? ¿Acaso la burguesía internacional no temía por el futuro de lo quequedaba <strong>del</strong> capitalismo, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Europa? ¿Acaso los industrialesfranceses empar<strong>en</strong>tados con un jov<strong>en</strong> historiador no se preguntaban, mi<strong>en</strong>trasreconstruían sus fábricas, si a fin de cu<strong>en</strong>tas la nacionalización, o simplem<strong>en</strong>teel ejército rojo, no serían la solución final a sus problemas, s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tosque, como recordaría más tarde, cuando ya se había convertido <strong>en</strong> unconservador, confirmaron su decisión de unirse al Partido Comunista francés<strong>en</strong> 1949? (Le Roy Ladurie, 1982, p. 37). ¿Acaso no le dijo un subsecretariode comercio de los Estados Unidos al presid<strong>en</strong>te Truman <strong>en</strong> marzo de 1947que la mayor parte de los países europeos estaban al borde <strong>del</strong> abismo, <strong>en</strong>el que podían caer <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to, y que muchos otros estaban gravem<strong>en</strong>team<strong>en</strong>azados? (Loth, 1988, p. 137).Tal era el estado de ánimo de los hombres y mujeres que salieron de lailegalidad, de la guerra y de la resist<strong>en</strong>cia, de las cárceles, de los campos deconc<strong>en</strong>tración o <strong>del</strong> exilio, para asumir la responsabilidad <strong>del</strong> futuro de suspaíses, la mayor parte de los cuales no eran más que un montón de ruinas.Tal vez algunos de ellos observaron que, una vez más, el capitalismo habíaresultado más fácil de derribar donde era débil, o ap<strong>en</strong>as existía, que <strong>en</strong> susc<strong>en</strong>tros neurálgicos. Pero ¿podía algui<strong>en</strong> negar que el mundo había dado undecisivo giro hacia la izquierda? Si los gobernantes y los políticos comunistasde estos estados transformados t<strong>en</strong>ían alguna preocupación <strong>en</strong> el períodoinmediatam<strong>en</strong>te posterior a la guerra, no era el futuro <strong>del</strong> socialismo. Lo queles preocupaba era cómo reconstruir unos países empobrecidos, exhaustos yarruinados, <strong>en</strong> medio de poblaciones <strong>en</strong> algunos casos hostiles, y el peligrode que las pot<strong>en</strong>cias capitalistas iniciaran una guerra contra el bando socialistaantes de que se hubiera consolidado la reconstrucción. Paradójicam<strong>en</strong>te,eran los mismos temores que perturbaban el sueño de los políticos eideólogos occid<strong>en</strong>tales. Como veremos, la guerra fría que se <strong>en</strong>señoreó <strong>del</strong>mundo tras la segunda oleada de la revolución mundial fue una confrontaciónde pesadillas. Estuvieran o no justificados, los temores que existían <strong>en</strong>el este y <strong>en</strong> el oeste formaban parte de la era de la revolución mundial naci-


9 0 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESda <strong>en</strong> octubre de 1917. Pero esa era estaba a punto de finalizar, aunque t<strong>en</strong>dríanque transcurrir otros cuar<strong>en</strong>ta años antes de que fuera posible escribirsu epitafio.Sin embargo, esta revolución ha transformado el mundo, aunque no <strong>en</strong> laforma <strong>en</strong> que lo esperaban L<strong>en</strong>in y qui<strong>en</strong>es se inspiraron <strong>en</strong> la revolución deoctubre. Fuera <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>tal, bastan los dedos de las dos manospara contar los pocos estados que no han pasado por alguna combinación derevolución, guerra civil, resist<strong>en</strong>cia y liberación fr<strong>en</strong>te a la ocupación extranjera,o por la descolonización prev<strong>en</strong>tiva de unos imperios cond<strong>en</strong>ados <strong>en</strong>una era de revolución mundial. (Gran Bretaña, Suecia, Suiza y, tal vez, Islandiason los únicos países europeos excluidos.) Incluso <strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal,sin contar los numerosos cambios viol<strong>en</strong>tos de gobierno que <strong>en</strong> elcontexto local se describ<strong>en</strong> como «revoluciones», se han registrado grandesrevoluciones sociales —<strong>en</strong> México, Bolivia, la revolución cubana y sus sucesoras—que han transformado el mundo latinoamericano.Se han agotado ya las revoluciones realizadas <strong>en</strong> nombre <strong>del</strong> comunismo,pero es todavía demasiado pronto para pronunciar una oración fúnebrepor ellas, dado que los chinos, que son la quinta parte de la población <strong>del</strong>mundo, continúan vivi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> un país gobernado por el Partido Comunista.No obstante, es evid<strong>en</strong>te que el retorno al mundo de los regím<strong>en</strong>es quedominaban antes <strong>en</strong> esos países es tan imposible como lo fue <strong>en</strong> Francia trasla era revolucionaria y napoleónica o como lo ha sido el retorno de las excolonias a la vida precolonial. Aun <strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que ha fracasado la experi<strong>en</strong>ciacomunista, el pres<strong>en</strong>te de los países ex comunistas, y presumiblem<strong>en</strong>tesu futuro, lleva, y continuará llevando, la impronta específica de lacontrarrevolución que sustituyó a la revolución. Será imposible eliminar la erasoviética de la historia rusa y de la historia <strong>del</strong> mundo, como si no hubieraocurrido. Es imposible que San Petersburgo pueda volver a ser lo que era<strong>en</strong> 1914.Las repercusiones indirectas de la era de insurrecciones posterior a 1917han sido tan profundas como sus consecu<strong>en</strong>cias directas. Los años quesiguieron a la revolución rusa contemplaron el inicio <strong>del</strong> proceso de emancipacióncolonial y <strong>en</strong> Europa la política de la contrarrevolución salvaje (<strong>en</strong>forma <strong>del</strong> fascismo y de otros movimi<strong>en</strong>tos similares; véase el capítulo IV) yla política socialdemócrata. A m<strong>en</strong>udo se olvida que hasta 1917 todos lospartidos obreros y socialistas (fuera <strong>del</strong> territorio periférico de Australasia)habían decidido ejercer una oposición perman<strong>en</strong>te hasta el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>socialismo. Los primeros gobiernos socialdemócratas o de coalición (fuerade la zona <strong>del</strong> Pacífico) se constituyeron <strong>en</strong> 1917-1919 (Suecia, Finlandia,Alemania, Australia y Bélgica, a los que siguieron, pocos años después, GranBretaña, Dinamarca y Noruega). Muchas veces olvidamos que la moderaciónde esos partidos era <strong>en</strong> gran parte una reacción al bolchevismo, como lo eratambién la disposición <strong>del</strong> viejo sistema político a integrarlos.En suma, la historia <strong>del</strong> siglo xx no puede compr<strong>en</strong>derse sin la revoluciónrusa y sus repercusiones directas e indirectas. Una de las razones de


LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 91peso es que salvó al capitalismo liberal, al permitir que Occid<strong>en</strong>te derrotaraa la Alemania de Hitler <strong>en</strong> la segunda guerra mundial y al dar un inc<strong>en</strong>tivo alcapitalismo para reformarse y (paradójicam<strong>en</strong>te, debido a la apar<strong>en</strong>te inmunidadde la Unión Soviética a los efectos de la Gran Depresión) para abandonarla ortodoxia <strong>del</strong> libre mercado. De esto nos ocuparemos <strong>en</strong> el próximocapítulo.


Capítulo IIIEL ABISMO ECONÓMICONunca el Congreso de los Estados Unidos, al analizar el estadode la Unión, se ha <strong>en</strong>contrado con una perspectiva más plac<strong>en</strong>teraque la que existe <strong>en</strong> este mom<strong>en</strong>to ... La gran riqueza quehan creado nuestras empresas y nuestras industrias, y que ha ahorradonuestra economía, ha sido distribuida ampliam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>uestra población y ha salido <strong>del</strong> país <strong>en</strong> una corri<strong>en</strong>te constantepara servir a la actividad b<strong>en</strong>éfica y económica <strong>en</strong> todo el mundo.Las exig<strong>en</strong>cias no se cifran ya <strong>en</strong> satisfacer la necesidad sino<strong>en</strong> conseguir el lujo. El aum<strong>en</strong>to de la producción ha permitidoat<strong>en</strong>der una demanda creci<strong>en</strong>te <strong>en</strong> .el interior y un comercio másactivo <strong>en</strong> el exterior. El país puede contemplar el pres<strong>en</strong>te consatisfacción y mirar hacia el futuro con optimismo.M<strong>en</strong>saje al Congreso <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te CALVIN COOLIDGE, 4de diciembre de 1928Después de la guerra, el desempleo ha sido la <strong>en</strong>fermedad másext<strong>en</strong>dida, insidiosa y destructiva de nuestra g<strong>en</strong>eración: es la<strong>en</strong>fermedad social de la civilización occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> nuestra época.The Times, 23 de <strong>en</strong>ero de 1943IImaginemos que la primera guerra mundial sólo hubiera supuesto una perturbacióntemporal, aunque catastrófica, de una civilización y una economíaestables. En tal caso, una vez retirados los escombros de la guerra, la economíahabría recuperado la normalidad para continuar progresando, <strong>en</strong> formaparecida a como Japón <strong>en</strong>terró a los 300.000 muertos que había causado elterremoto de 1923, retiró los escombros que habían dejado sin hogar a dos otres millones de personas y reconstruyó una ciudad igual que la anterior, pero


EL ABISMO ECONÓMICO 93más resist<strong>en</strong>te a los terremotos. ¿Cómo habría sido, <strong>en</strong> tal caso, el mundo de<strong>en</strong>treguerras? Es imposible saberlo y no ti<strong>en</strong>e objeto especular sobre algo qu<strong>en</strong>o ocurrió y que casi con toda seguridad no podía ocurrir. No es, sin embargo,una cuestión inútil, pues nos ayuda a compr<strong>en</strong>der las profundas consecu<strong>en</strong>ciasque tuvo el hundimi<strong>en</strong>to económico mundial <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras <strong>en</strong> eldev<strong>en</strong>ir histórico <strong>del</strong> siglo xx.En efecto, si no se hubiera producido la crisis económica, no habría existidoHitler y, casi con toda seguridad, tampoco Roosevelt. Además, difícilm<strong>en</strong>teel sistema soviético habría sido considerado como un antagonistaeconómico <strong>del</strong> capitalismo mundial y una alternativa al mismo. Las consecu<strong>en</strong>ciasde la crisis económica <strong>en</strong> el mundo no europeo, o no occid<strong>en</strong>tal, alas que se alude brevem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> otro capítulo, fueron verdaderam<strong>en</strong>te dramáticas.Por decirlo <strong>en</strong> pocas palabras, el mundo de la segunda mitad <strong>del</strong> sigloxx es incompr<strong>en</strong>sible sin <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der el impacto de esta catástrofe económica.Este es el tema <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te capítulo.La primera guerra mundial sólo devastó algunas zonas <strong>del</strong> viejo mundo,principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Europa. La revolución mundial, que es el aspecto más llamativo<strong>del</strong> derrumbami<strong>en</strong>to de la civilización burguesa <strong>del</strong> siglo xix, tuvouna difusión más amplia: desde México a China y, a través de los movimi<strong>en</strong>tosde liberación colonial, desde el Magreb hasta Indonesia. Sin embargo,no habría sido difícil <strong>en</strong>contrar zonas <strong>del</strong> planeta cuyos habitantes no sevieron afectados por el proceso revolucionario, particularm<strong>en</strong>te los EstadosUnidos de América y ext<strong>en</strong>sas zonas <strong>del</strong> África colonial subsahariana. Noobstante, la primera guerra mundial fue seguida de un derrumbami<strong>en</strong>to decarácter planetario, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> todos aquellos lugares <strong>en</strong> los que los hombresy mujeres participaban <strong>en</strong> un tipo de transacciones comerciales de carácterimpersonal. De hecho, los orgullosos Estados Unidos, no sólo noquedaron a salvo de las convulsiones que sufrían otros contin<strong>en</strong>tes m<strong>en</strong>osafortunados, sino que fueron el epic<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mayor terremoto mundial queha sido medido nunca <strong>en</strong> la escala de Richter de los historiadores de la economía:la Gran Depresión que se registró <strong>en</strong>tre las dos guerras mundiales. Enpocas palabras, la economía capitalista mundial pareció derrumbarse <strong>en</strong> elperíodo de <strong>en</strong>treguerras y nadie sabía cómo podría recuperarse.El funcionami<strong>en</strong>to de la economía capitalista no es nunca uniforme y lasfluctuaciones de diversa duración, a m<strong>en</strong>udo muy int<strong>en</strong>sas, constituy<strong>en</strong> unaparte es<strong>en</strong>cial de esta forma de organizar los asuntos <strong>del</strong> mundo. El llamadociclo económico de expansión y depresión era un elem<strong>en</strong>to con el que yaestaban familiarizados todos los hombres de negocios desde el siglo xrx. Surepetición estaba prevista, con algunas variaciones, <strong>en</strong> períodos de <strong>en</strong>tre sietey once años. A finales <strong>del</strong> siglo xix se empezó a prestar at<strong>en</strong>ción a unaperiodicidad mucho más prolongada, cuando los observadores com<strong>en</strong>zaron aanalizar el inesperado curso de ¡os acontecimi<strong>en</strong>tos de los dec<strong>en</strong>ios anteriores.A una fase de prosperidad mundial sin preced<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre 1850 y los primerosaños de la década de 1870 habían seguido veinte años de incertidumbreeconómica (los autores que escribían sobre temas económicos hablaban


9 4 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScon una cierta inexactitud de una Gran Depresión) y luego otro período degran expansión de la economía mundial (véanse La era <strong>del</strong> capitalismo y Laera <strong>del</strong> imperio, capítulo 2). A comi<strong>en</strong>zos de los años veinte, un economistaruso, N. D. Kondratiev, que sería luego una de las primeras víctimas de Stalin,formuló las pautas a las que se había ajustado el desarrollo económicodesde finales <strong>del</strong> siglo xvm, una serie de «onJas largas» de una duraciónaproximada de <strong>en</strong>tre cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta años, .si bi<strong>en</strong> ni él ni ningún otroeconomista pudo explicar satisfactoriam<strong>en</strong>te esos ciclos y algunos estadísticosescépticos han negado su exist<strong>en</strong>cia. Desde <strong>en</strong>tonces se conoc<strong>en</strong> con sunombre <strong>en</strong> la literatura especializada. Por cierto, Kondratiev afirmaba que <strong>en</strong>ese mom<strong>en</strong>to la onda larga de la economía mundial iba a com<strong>en</strong>zar su fasedesc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. 1 Estaba <strong>en</strong> lo cierto.En épocas anteriores, los hombres de negocios y los economistas aceptabanla exist<strong>en</strong>cia de las ondas y los ciclos, largos, medios y cortos, de la mismaforma que los campesinos aceptan los avatares de la climatología. Nohabía nada que pudiera hacerse al respecto: hacían surgir oportunidades oproblemas y podían <strong>en</strong>trañar la expansión o la bancarrota de los particularesy las industrias. Sólo los socialistas que, con Karl Marx, consideraban quelos ciclos eran parte de un proceso mediante el cual el capitalismo g<strong>en</strong>erabaunas contradicciones internas que acabarían si<strong>en</strong>do insuperables, creían quesuponían una am<strong>en</strong>aza para la exist<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> sistema económico. Existía laconvicción de que la economía mundial continuaría creci<strong>en</strong>do y.progresando,como había sucedido durante más de un siglo, excepto durante las brevescatástrofes de las depresiones cíclicas. Lo novedoso era que probablem<strong>en</strong>tepor primera vez <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> capitalismo, sus fluctuaciones parecíanponer realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> peligro al sistema. Más aún, <strong>en</strong> importantes aspectosparecía interrumpirse su curva secular asc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te.Desde la revolución industrial, la historia de la economía mundial se habíacaracterizado por un progreso técnico acelerado, por el crecimi<strong>en</strong>to económicocontinuo, aunque desigual, y por una creci<strong>en</strong>te «mundialización», quesuponía una división <strong>del</strong> trabajo, cada vez más compleja, a escala planetaria yla creación de una red cada vez más d<strong>en</strong>sa de corri<strong>en</strong>tes e intercambios queligaban a cada una de las partes de la economía mundial con el sistema global.El progreso técnico continuó e incluso se aceleró <strong>en</strong> la era de las catástrofes,transformando las guerras mundiales y reforzándose gracias a ellas.Aunque <strong>en</strong> las vidas de casi todos los hombres y mujeres predominaron lasexperi<strong>en</strong>cias económicas de carácter cataclísmico, que culminaron <strong>en</strong> la GranDepresión de 1929-1933, el crecimi<strong>en</strong>to económico no se interrumpió duranteesos dec<strong>en</strong>ios. Simplem<strong>en</strong>te se desaceleró. En la economía de mayor<strong>en</strong>vergadura y más rica de la época, la de los Estados Unidos, la tasa media1. El hecho de que haya sido posible establecer predicciones acertadas a partir de lasondas largas de Kondratiev —algo que no es común <strong>en</strong> la economía— ha conv<strong>en</strong>cido a muchoshistoriadores, e incluso a algunos economistas, de que conti<strong>en</strong><strong>en</strong> una parte de verdad, aunque sedesconozca qué parte.


EL ABISMO ECONÓMICO 95de crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> PIB per capita <strong>en</strong>tre 1913 y 1938 alcanzó solam<strong>en</strong>te unacifra modesta, el 0,8 por 100 anual. La producción industrial mundial aum<strong>en</strong>tóalgo más de un 80 por 100 <strong>en</strong> los 25 años transcurridos desde 1913, aproximadam<strong>en</strong>tela mitad que <strong>en</strong> los 25 años anteriores (W. W. Rostow, 1978,p. 662). Como veremos (capítulo IX), el contraste con el período posteriora 1945 sería aún más espectacular. Con todo, si un marciano hubiera observadola curva de los movimi<strong>en</strong>tos económicos desde una distancia sufici<strong>en</strong>tecomo para que le pasas<strong>en</strong> por alto las fluctuaciones que los seres humanosexperim<strong>en</strong>taban, habría concluido, con toda certeza, que la economía mundialcontinuaba expandiéndose.Sin embargo, eso no era cierto <strong>en</strong> un aspecto: la mundialización de la economíaparecía haberse interrumpido. Según todos los parámetros, la integraciónde la economía mundial se estancó o retrocedió. En los años anteriores ala guerra se había registrado la migración más masiva de la historia, pero esosflujos migratorios habían cesado, o más bi<strong>en</strong> habían sido interrumpidos porlas guerras y las restricciones políticas. En los quince años anteriores a 1914desembarcaron <strong>en</strong> los Estados Unidos casi 15 millones de personas. En los15 años sigui<strong>en</strong>tes ese número disminuyó a 5,5 millones y <strong>en</strong> la década de1930 y <strong>en</strong> los años de la guerra el flujo migratorio se interrumpió casi porcompleto, pues sólo <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> el país 650.000 personas (Historical Statistics,I, p. 105, cuadro C 89-101). La emigración proced<strong>en</strong>te de la p<strong>en</strong>ínsulaibérica, <strong>en</strong> su mayor parte hacia América Latina, disminuyó de 1.750.000 personas<strong>en</strong> el dec<strong>en</strong>io 1911-1920 a m<strong>en</strong>os de 250.000 <strong>en</strong> los años treinta. Elcomercio mundial se recuperó de las conmociones de la guerra y de la crisisde posguerra para superar ligeram<strong>en</strong>te el nivel de 1913 a finales de los añosveinte, cayó luego durante el período de depresión y al finalizar la era de lascatástrofes (1948) su volum<strong>en</strong> no era mucho mayor que antes de la primeraguerra mundial (W. W. Rostow, 1978, p. 669). En contrapartida se había másque duplicado <strong>en</strong>tre los primeros años de la década de 1890 y 1913 y se multiplicaríapor cinco <strong>en</strong> el período compr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong>tre 1948 y 1971. El estancami<strong>en</strong>toresulta aún más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te si se ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que una de lassecuelas de la primera guerra mundial fue la aparición de un número importantede nuevos estados <strong>en</strong> Europa y el Próximo Ori<strong>en</strong>te. El increm<strong>en</strong>to tanimportante de la ext<strong>en</strong>sión de las fronteras nacionales induce a p<strong>en</strong>sar que t<strong>en</strong>dríaque haberse registrado un aum<strong>en</strong>to automático <strong>del</strong> comercio interestatal,ya que los intercambios comerciales que antes t<strong>en</strong>ían lugar d<strong>en</strong>tro de un mismopaís (por ejemplo, <strong>en</strong> Austria-Hungría o <strong>en</strong> Rusia) se habían convertido <strong>en</strong>intercambios internacionales. (Las estadísticas <strong>del</strong> comercio mundial sólocontabilizan el comercio que atraviesa fronteras nacionales.) Asimismo, eltrágico flujo de refugiados <strong>en</strong> la época de posguerra y posrevolucionaria, cuyonúmero se contabilizaba ya <strong>en</strong> millones de personas (véase el capítulo XI)índica que los movimi<strong>en</strong>tos migratorios mundiales t<strong>en</strong>drían que haberse int<strong>en</strong>sificado,<strong>en</strong> lugar de disminuir. Durante la Gran Depresión, pareció interrumpirseincluso el flujo internacional de capitales. Entre 1927 y 1933, el volum<strong>en</strong>de los préstamos internacionales disminuyó más <strong>del</strong> 90 por 100.


9 6 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESSe han apuntado varias razones para explicar ese estancami<strong>en</strong>to, porejemplo, que la principal economía nacional <strong>del</strong> mundo, los Estados Unidos,estaba alcanzando la situación de autosufici<strong>en</strong>cia, excepto <strong>en</strong> el suministro dealgunas materias primas, y que nunca había t<strong>en</strong>ido una gran dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>comercio exterior. Sin embargo, incluso <strong>en</strong> países que siempre habían desarrolladouna gran actividad comercial, como Gran Bretaña y los países escandinavos,se hacía pat<strong>en</strong>te la misma t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia. Los contemporáneos creían veruna causa más evid<strong>en</strong>te de alarma, y probablem<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>ían razón. Todos losestados hacían cuanto estaba <strong>en</strong> su mano para proteger su economía fr<strong>en</strong>te alas am<strong>en</strong>azas <strong>del</strong> exterior, es decir, fr<strong>en</strong>te a una economía mundial que sehallaba <strong>en</strong> una difícil situación.Al principio, tanto los ag<strong>en</strong>tes económicos como los gobiernos esperabanque, una vez superadas las perturbaciones causadas por la guerra, volvería lasituación de prosperidad económica anterior a 1914, que consideraban normal.Ciertam<strong>en</strong>te, la bonanza inmediatam<strong>en</strong>te posterior a la guerra, al m<strong>en</strong>os<strong>en</strong> los países que no sufrieron los efectos de la revolución y de la guerracivil, parecía un signo prometedor, aunque tanto las empresas como losgobiernos veían con recelo el <strong>en</strong>orme fortalecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> poder de la claseobrera y de sus sindicatos, porque haría que aum<strong>en</strong>taran los costes de producciónal exigir mayores salarios y m<strong>en</strong>os horas de trabajo. Sin embargo, elreajuste resultó más difícil de lo esperado. Los precios y la prosperidad sederrumbaron <strong>en</strong> 1920, socavando el poder de la clase obrera —el desempleono volvió a desc<strong>en</strong>der <strong>en</strong> Gran Bretaña muy por debajo <strong>del</strong> 10 por 100 y lossindicatos perdieron la mitad de sus afiliados <strong>en</strong> los doce años sigui<strong>en</strong>tes— ydesequilibrando de nuevo la balanza <strong>en</strong> favor de los empresarios. A pesar deello, la prosperidad continuaba sin llegar.El mundo anglosajón, los países que habían permanecido neutrales yJapón hicieron cuanto les fue posible para iniciar un proceso deflacionario,esto es, para int<strong>en</strong>tar que sus economías retornaran a los viejos y firmes principiosde la moneda estable garantizada por una situación financiera sólida ypor el patrón oro, que no había resistido los embates de la guerra. Lo consiguieron<strong>en</strong> alguna medida <strong>en</strong>tre 1922 y 1926. En cambio, <strong>en</strong> la gran zona <strong>del</strong>a derrota y las convulsiones sociales que se ext<strong>en</strong>día desde Alemania, <strong>en</strong> eloeste, hasta la Rusia soviética, <strong>en</strong> el este, se registró un hundimi<strong>en</strong>to espectacular<strong>del</strong> sistema monetario, sólo comparable al que sufrió una parte <strong>del</strong>mundo poscomunista después de 1989. En el caso extremo —Alemania <strong>en</strong>1923— el valor de la moneda se redujo a una millonésima parte <strong>del</strong> de 1913,lo que equivale a decir que la moneda perdió completam<strong>en</strong>te su valor. Incluso<strong>en</strong> casos m<strong>en</strong>os extremos, las consecu<strong>en</strong>cias fueron realm<strong>en</strong>te dramáticas.El abuelo <strong>del</strong> autor, cuya póliza de seguros v<strong>en</strong>ció durante el período deinflación austriaca, : contaba que cobró esa gran suma <strong>en</strong> moneda devaluada,2. En el siglo xix, al final <strong>del</strong> cual los precios eran mucho más bajos que <strong>en</strong> su inicio, lapoblación estaba tan acostumbrada a la estabilidad o al desc<strong>en</strong>so de los precios, que la palabrainflación bastaba para definir lo que ahora llamamos «hiperinflación».


EL ABISMO ECONÓMICO 9 7y que solam<strong>en</strong>te le sirvió para pagar una bebida <strong>en</strong> el bar al que acudía habitualm<strong>en</strong>te.En suma, se esfumó por completo el ahorro privado, lo cual provocó unafalta casi total de capital circulante para las empresas. Eso explica <strong>en</strong> granmedida que durante los años sigui<strong>en</strong>tes la economía alemana tuviera unadep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia tan estrecha de los créditos exteriores, dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia que fue lacausa de su gran vulnerabilidad cuando com<strong>en</strong>zó la Depresión. No era muchomejor la situación <strong>en</strong> la URSS, aunque la desaparición <strong>del</strong> ahorro privadomonetario no tuvo las mismas consecu<strong>en</strong>cias económicas y políticas. Cuandoterminó la gran inflación <strong>en</strong> 1922-1923, debido fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te a ladecisión de los gobiernos de dejar de imprimir papel moneda <strong>en</strong> cantidad ilimitaday de modificar el valor de la moneda, aquellos alemanes que dep<strong>en</strong>díande unos ingresos fijos y de sus ahorros se vieron <strong>en</strong> una situación degrave dificultad, aunque <strong>en</strong> Polonia, Hungría y Austria la moneda conservóalgo de su valor. No es difícil imaginar, sin embargo, el efecto traumáticode la experi<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> las capas medias y medias bajas de la población. Esasituación preparó a la Europa c<strong>en</strong>tral para el fascismo. Los mecanismos paraacostumbrar a la población a largos períodos de una inflación de preciospatológica (por ejemplo, mediante la «indexación» de los salarios y de otrosingresos, término que se utilizó por primera vez hacia 1960) no se inv<strong>en</strong>taronhasta después de la segunda guerra mundial. 3La situación parecía haber vuelto a la calma <strong>en</strong> 1924 y se vislumbraba laposibilidad de que retornara lo que un presid<strong>en</strong>te norteamericano llamó «normalidad».En efecto, se reanudó el crecimi<strong>en</strong>to económico mundial, aunquealgunos productores de materias primas y productos alim<strong>en</strong>tarios básicos,<strong>en</strong>tre ellos los agricultores norteamericanos, sufrieron las consecu<strong>en</strong>cias deun nuevo desc<strong>en</strong>so <strong>del</strong> precio de los productos primarios, después de unabreve recuperación. Los años veinte no fueron una época dorada para lasexplotaciones agrícolas <strong>en</strong> los Estados Unidos. Además, <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong>os países de la Europa occid<strong>en</strong>tal el desempleo continuaba si<strong>en</strong>do sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>tealto (patológicam<strong>en</strong>te alto, <strong>en</strong> comparación con los niveles anterioresa 1914). Hay que recordar que aun <strong>en</strong> los años de bonanza económica <strong>del</strong>dec<strong>en</strong>io de 1920 (1924-1929), el desempleo fue <strong>del</strong> ord<strong>en</strong> <strong>del</strong> 10-12 por 100<strong>en</strong> Gran Bretaña, Alemania y Suecia, y no desc<strong>en</strong>dió <strong>del</strong> 17-18 por 100 <strong>en</strong>Dinamarca y Noruega. La única economía que funcionaba realm<strong>en</strong>te a pl<strong>en</strong>or<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to era la de los Estados Unidos, con un índice medio de paro aproximado<strong>del</strong> 4 por 100. Los dos factores citados indicaban que la economíaestaba aquejada de graves problemas. El hundimi<strong>en</strong>to de los precios de losproductos básicos (cuya caída ulterior se impidió mediante la acumulaciónde stocks creci<strong>en</strong>tes) demostraba que la demanda era muy inferior a la capacidadde producción. Es necesario t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta también que la expansióneconómica fue alim<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> gran medida por las grandes corri<strong>en</strong>tes de capi-3. En los Balcanes y <strong>en</strong> los estados de) Báliico los gobiernos no perdieron totalm<strong>en</strong>te elcontrol de la inflación, aunque ésta constituía un grave problema.


9 8 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEStal internacional que circularon por el mundo industrializado, y <strong>en</strong> especialhacia Alemania. Este país, que <strong>en</strong> 1928 había sido el destinatario de casi lamitad de todas las exportaciones de capital <strong>del</strong> mundo, recibió un volum<strong>en</strong>de préstamos de <strong>en</strong>tre 200 y 300 billones de marcos, la mitad de ellos a cortoplazo (Arndt, 1944, p. 47; Kin<strong>del</strong>berger, 1973). Eso hacía muy vulnerable ala economía alemana, como quedó demostrado cuando se retiraron los capitalesnorteamericanos después de 1929.Por consigui<strong>en</strong>te, no fue una gran sorpresa para nadie, salvo para losdef<strong>en</strong>sores de la Norteamérica provinciana, cuya imag<strong>en</strong> se haría familiar <strong>en</strong>el mundo occid<strong>en</strong>tal contemporáneo a través de la novela Babbitt (1920), <strong>del</strong>norteamericano Sinclair Lewis, que la economía mundial atravesara por nuevasdificultades pocos años después. De hecho, durante la época de bonanzala Internacional Comunista ya había profetizado una nueva crisis económica,esperando —así lo creían o afirmaban creerlo sus portavoces— que des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aríauna nueva oleada revolucionaria. En realidad, sus consecu<strong>en</strong>cias fueronjustam<strong>en</strong>te las contrarias. Sin embargo, lo que nadie esperaba, ni siquieralos revolucionarios <strong>en</strong> sus mom<strong>en</strong>tos de mayor optimismo, era la extraordinariag<strong>en</strong>eralidad y profundidad de la crisis que se inició, como sab<strong>en</strong> incluso losno historiadores, con el crac de la Bolsa de Nueva York el 29 de octubre de1929. Fue un acontecimi<strong>en</strong>to de extraordinaria magnitud, que supuso pocom<strong>en</strong>os que el colapso de la economía capitalista mundial, que parecía atrapada<strong>en</strong> un círculo vicioso donde cada desc<strong>en</strong>so de los índices económicos(exceptuando el <strong>del</strong> desempleo, que alcanzó cifras astronómicas) reforzaba labaja de todos los demás.Como señalaron los admirables expertos de la Sociedad de Naciones, aunqu<strong>en</strong>adie los tomó muy <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta, la dramática recesión de la economíaindustrial de Norteamérica no tardó <strong>en</strong> golpear al otro gran núcleo industrial,Alemania (Ohlin, 1931). Entre 1929 y 1931 la producción industrial disminuyóaproximadam<strong>en</strong>te un tercio <strong>en</strong> los Estados Unidos y <strong>en</strong> una medida parecida<strong>en</strong> Alemania, si bi<strong>en</strong> estas cifras son medias que suavizan la realidad. Enlos Estados Unidos, la gran compañía <strong>del</strong> sector eléctrico, Westinghouse, perdiódos tercios de sus v<strong>en</strong>tas <strong>en</strong>tre 1929 y 1933 y sus ingresos netos desc<strong>en</strong>dieronel 76 por 100 <strong>en</strong> dos años (Schatz, 1983, p. 60). Se produjo una crisis<strong>en</strong> la producción de artículos de primera necesidad, tanto alim<strong>en</strong>tos comomaterias primas, dado que sus precios, que ya no se protegían acumulandoexist<strong>en</strong>cias como antes, iniciaron una caída libre. Los precios <strong>del</strong> té y <strong>del</strong> trigocayeron <strong>en</strong> dos tercios y el de la seda <strong>en</strong> bruto <strong>en</strong> tres cuartos. Eso supusoel hundimi<strong>en</strong>to —por m<strong>en</strong>cionar tan sólo los países <strong>en</strong>umerados por la Sociedadde Naciones <strong>en</strong> 1931— de Arg<strong>en</strong>tina, Australia, Bolivia, Brasil, Canadá,Colombia, Cuba, Chile, Egipto, Ecuador, Finlandia, Hungría, India, las IndiasHolandesas (la actual Indonesia), Malasia (británica), México, Nueva Zelanda,Países Bajos, Paraguay, Perú, Uruguay y V<strong>en</strong>ezuela, cuyo comercio exteriordep<strong>en</strong>día de unos pocos productos primarios. En definitiva, ese f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>otransformó la Depresión <strong>en</strong> un acontecimi<strong>en</strong>to literalm<strong>en</strong>te mundial.Las economías de Austria, Checoslovaquia, Grecia, Japón, Polonia y


EL ABISMO ECONÓMICO 9 9Gran Bretaña, extraordinariam<strong>en</strong>te s<strong>en</strong>sibles a los movimi<strong>en</strong>tos sísmicosproced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> oeste (o <strong>del</strong> este), también resultaron afectadas. La industriasedera japonesa había triplicado su producción <strong>en</strong> el plazo de quinceaños para aprovisionar al vasto y creci<strong>en</strong>te mercado de medias de seda estadounid<strong>en</strong>se.La desaparición temporal de ese mercado conllevó también la<strong>del</strong> 90 por 100 de la seda japonesa que se <strong>en</strong>viaba a Norteamérica. Simultáneam<strong>en</strong>te,se derrumbó el precio de otro importante producto básico de laagricultura japonesa, el arroz, f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o que también afectó a las grandeszonas arroceras <strong>del</strong> sur y el este de Asia. Como el precio <strong>del</strong> trigo se hundióaún más espectacularm<strong>en</strong>te que el <strong>del</strong> arroz, se dice que <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>tomuchos ori<strong>en</strong>tales sustituyeron este último producto por el trigo. Sin embargo,el boom <strong>del</strong> pan de chapatti y de los tallarines, si es que lo hubo, empeoróla situación de los agricultores <strong>en</strong> los países exportadores de arroz comoBirmania, la Indochina francesa y Siam (la actual Tailandia) (Latham, 1981,p. 178). Los campesinos int<strong>en</strong>taron comp<strong>en</strong>sar el desc<strong>en</strong>so de los preciosaum<strong>en</strong>tando sus cultivos y sus v<strong>en</strong>tas y eso se tradujo <strong>en</strong> una caída adicionalde los precios.Esa situación llevó a la ruina a los agricultores que dep<strong>en</strong>dían <strong>del</strong> mercado,especialm<strong>en</strong>te <strong>del</strong> mercado de exportación, salvo <strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> quepudieron volver a refugiarse <strong>en</strong> una producción de subsist<strong>en</strong>cia, últimoreducto tradicional <strong>del</strong> campesino. Eso era posible <strong>en</strong> una gran parte <strong>del</strong>mundo subdesarrollado, y el hecho de que la mayoría de la población deÁfrica, de Asia meridional y ori<strong>en</strong>tal y de América Latina fuera todavía campesina,le permitió capear el temporal. Brasil se convirtió <strong>en</strong> la ilustraciónperfecta <strong>del</strong> despilfarro <strong>del</strong> capitalismo y de la profundidad de la crisis, consus plantadores que int<strong>en</strong>taban desesperadam<strong>en</strong>te impedir el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>os precios quemando café <strong>en</strong> lugar de carbón <strong>en</strong> las locomotoras de los tr<strong>en</strong>es.(Entre dos tercios y tres cuartos <strong>del</strong> café que se v<strong>en</strong>día <strong>en</strong> el mercadomundial procedía de ese país.) De todas maneras, para los brasileños, queaún vivían <strong>del</strong> campo <strong>en</strong> su inm<strong>en</strong>sa mayoría, la Gran Depresión fue muchomás llevadera que los cataclismos económicos de los años och<strong>en</strong>ta, sobretodo porque <strong>en</strong> aquella crisis las expectativas económicas de la poblaciónpobre eran todavía muy modestas.Sin embargo, los efectos de la crisis se dejaron s<strong>en</strong>tir incluso <strong>en</strong> los paísesagrarios coloniales. Así parece indicarlo el desc<strong>en</strong>so <strong>en</strong> torno a los dostercios de las importaciones de azúcar, harina, pescado <strong>en</strong> conserva y arroz<strong>en</strong> Costa de Oro (la actual Ghana), donde el mercado <strong>del</strong> cacao se había hundidocompletam<strong>en</strong>te, por no m<strong>en</strong>cionar el recorte de las importaciones deginebra <strong>en</strong> un 98 por 100 (Ohlin, 1931, p. 52).Para qui<strong>en</strong>es, por definición, no poseían control o acceso a los medios deproducción (salvo que pudieran retornar a las aldeas al s<strong>en</strong>o de una familiacampesina), es decir, para los hombres y mujeres que trabajaban a cambio deun salario, la principal consecu<strong>en</strong>cia de la Depresión fue el desempleo <strong>en</strong> unaescala inimaginada y sin preced<strong>en</strong>tes, y por mucho más tiempo <strong>del</strong> que nadiepudiera haber previsto. En los mom<strong>en</strong>tos peores de la crisis (1932-1933), los


100 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESíndices de paro se situaron <strong>en</strong> el 22-23 por 100 <strong>en</strong> Gran Bretaña y Bélgica, el24 por 100 <strong>en</strong> Suecia, el 27 por 100 <strong>en</strong> los Estados Unidos, el 29 por 100 <strong>en</strong>Austria, el 31 por 100 <strong>en</strong> Noruega, el 32 por 100 <strong>en</strong> Dinamarca y <strong>en</strong> nom<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 44 por 100 <strong>en</strong> Alemania. Además, la recuperación que se inició apartir de 1933 no permitió reducir la tasa media de desempleo de los añostreinta por debajo <strong>del</strong> 16-17 por 100 <strong>en</strong> Gran Bretaña y Suecia, y <strong>del</strong> 20 por100 <strong>en</strong> el resto de Escandinavia, <strong>en</strong> Austria y <strong>en</strong> los Estados Unidos. El únicoestado occid<strong>en</strong>tal que consiguió acabar con el paro fue la Alemania nazi<strong>en</strong>tre 1933 y 1938. Nadie podía recordar una catástrofe económica de talmagnitud <strong>en</strong> la vida de los trabajadores.Lo que hizo aún más dramática la situación fue que los sistemas públicosde seguridad social (incluido el subsidio de desempleo) no existían, <strong>en</strong> elcaso de los Estados Unidos, o eran extraordinariam<strong>en</strong>te insufici<strong>en</strong>tes, segúnnuestros criterios actuales, sobre todo para los desempleados <strong>en</strong> períodos largos.Esta es la razón por la que la seguridad ha sido siempre una preocupaciónfundam<strong>en</strong>tal de la clase trabajadora: protección contra las temidas incertidumbres<strong>del</strong> empleo (es decir, los salarios), la <strong>en</strong>fermedad o los accid<strong>en</strong>tesy contra la temida certidumbre de una vejez sin ingresos. Eso explica tambiénque los trabajadores soñaran con ver a sus hijos ocupando un puesto detrabajo modestam<strong>en</strong>te pagado pero seguro y que le diera derecho a una jubilación.Incluso <strong>en</strong> el país donde los sistemas de seguro de desempleo estabanmás desarrollados antes de la Depresión (Gran Bretaña), no alcanzaban nisiquiera al 60 por 100 de la población trabajadora, y ello porque desde 1920Gran Bretaña se había visto obligada a tomar medidas contra un desempleog<strong>en</strong>eralizado. En los demás países de Europa (excepto <strong>en</strong> Alemania, dondemás <strong>del</strong> 40 por 100 t<strong>en</strong>ía derecho a percibir un seguro de paro), la proporciónde los trabajadores protegidos <strong>en</strong> ese apartado oscilaba <strong>en</strong>tre 0 y el 25 por100 (Flora, 1983, p. 461). Aquellos que se habían acostumbrado a trabajarintermit<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te o a atravesar por períodos de desempleo cíclico com<strong>en</strong>zarona s<strong>en</strong>tirse desesperados cuando, una vez hubieron gastado sus pequeñosahorros y agotado el crédito <strong>en</strong> las ti<strong>en</strong>das de alim<strong>en</strong>tos, veían imposible<strong>en</strong>contrar un trabajo.De ahí el impacto traumático que tuvo <strong>en</strong> la política de los países industrializadosel desempleo g<strong>en</strong>eralizado, consecu<strong>en</strong>cia primera y principal de laGran Depresión para el grueso de la población. Poco les podía importar quelos historiadores de la economía (y la lógica) puedan demostrar que la mayorparte de la mano de obra que estuvo empleada incluso durante los peoresmom<strong>en</strong>tos había mejorado notablem<strong>en</strong>te su posición, dado que los preciosdesc<strong>en</strong>dieron durante todo el período de <strong>en</strong>treguerras y que durante los añosmás duros de la Depresión los precios de los alim<strong>en</strong>tos cayeron más rápidam<strong>en</strong>teque los de los restantes productos. La imag<strong>en</strong> dominante <strong>en</strong> la épocaera la de los comedores de b<strong>en</strong>efic<strong>en</strong>cia y la de los ejércitos de desempleadosque desde los c<strong>en</strong>tros fabriles donde el acero y los barcos habían dejadode fabricarse convergían hacia las capitales para d<strong>en</strong>unciar a los que creíanresponsables de la situación. Por su parte, los políticos eran consci<strong>en</strong>tes de


EL ABISMO ECONÓMICO 101que el 85 por 100 de los afiliados <strong>del</strong> Partido Comunista alemán, que duran-( 6 los años de la Depresión y <strong>en</strong> los meses anteriores a la subida de Hitleral poder creció casi tan deprisa como el partido nazi, eran desempleados(Weber, 1969,1, p. 243).No puede sorpr<strong>en</strong>der que el desempleo fuera considerado como una heridaprofunda, que podía llegar a ser mortal, <strong>en</strong> el cuerpo político. «Despuésde la guerra —escribió un editorialista <strong>en</strong> el Times londin<strong>en</strong>se durante lasegunda guerra mundial—, el desempleo ha sido la <strong>en</strong>fermedad más ext<strong>en</strong>dida,insidiosa y destructiva de nuestra g<strong>en</strong>eración: es la <strong>en</strong>fermedad socialde la civilización occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> nuestra época» (Arndt, 1944, p. 250). Nuncahasta <strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> la historia de la industrialización, habían podido escribirseesas palabras, que explican la política de posguerra de los gobiernos occid<strong>en</strong>talesmejor que cualquier investigación de archivo.Curiosam<strong>en</strong>te, el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de catástrofe y desori<strong>en</strong>tación causado por laGran Depresión fue mayor <strong>en</strong>tre los hombres de negocios, los economistas ylos políticos que <strong>en</strong>tre las masas. El desempleo g<strong>en</strong>eralizado y el hundimi<strong>en</strong>tode los precios agrarios perjudicó gravem<strong>en</strong>te a estas masas, pero estabanseguras de que existía una solución política para esas injusticias —ya fuera<strong>en</strong> la derecha o <strong>en</strong> la izquierda— que haría posible que los pobres pudies<strong>en</strong>ver satisfechas sus necesidades. Era, por contra, la inexist<strong>en</strong>cia de soluciones<strong>en</strong> el marco de la vieja economía liberal lo que hacía tan dramática la situaciónde los responsables de las decisiones económicas. A su juicio, para hacerfr<strong>en</strong>te a corto plazo a las crisis inmediatas, se veían obligados a socavar labase a largo plazo de una economía mundial floreci<strong>en</strong>te. En un mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong>que el comercio mundial disminuyó el 60 por 100 <strong>en</strong> cuatro años (1929-1932), los estados com<strong>en</strong>zaron a levantar barreras cada vez mayores para protegersus mercados nacionales y sus monedas fr<strong>en</strong>te a los ciclones económicosmundiales, aun sabedores de que eso significaba desmantelar el sistemamundial de comercio multilateral <strong>en</strong> el que, según creían, debía sust<strong>en</strong>tarse laprosperidad <strong>del</strong> mundo. La piedra angular de ese sistema, la llamada «cláusulade nación más favorecida», desapareció de casi el 60 por 100 de los 510acuerdos comerciales que se firmaron <strong>en</strong>tre 1931 y 1939 y, cuando se conservó,lo fue de forma limitada (Snyder, 1940). 4 ¿Cómo acabaría todo? ¿Seríaposible salir de ese círculo vicioso?Más a<strong>del</strong>ante se analizarán las consecu<strong>en</strong>cias políticas inmediatas de eseepisodio, el más traumático <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> capitalismo, pero es necesarioreferirse sin demora a su más importante consecu<strong>en</strong>cia a largo plazo. En pocaspalabras, la Gran Depresión desterró el liberalismo económico durante mediosiglo. En 1931-1932, Gran Bretaña, Canadá, todos los países escandinavos yEstados Unidos abandonaron el patrón oro, que siempre había sido consideradocomo el fundam<strong>en</strong>to de un intercambio internacional estable, y <strong>en</strong> 1936 se4. La «cláusula de nación más favorecida» significa, de hecho, lo contrario de lo queparece, a saber, que el interlocutor comercial será tratado de la misma forma que la «nación másfavorecida», es decir, que ninguna nación será más favorecida.


102 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESsumaron a la medida incluso los más fervi<strong>en</strong>tes partidarios de ese sistema, losbelgas y los holandeses, y finalm<strong>en</strong>te los franceses. 5 Gran Bretaña abandonó<strong>en</strong> 1931 el libre comercio, que desde 1840 había sido un elem<strong>en</strong>to tan es<strong>en</strong>cialde la id<strong>en</strong>tidad económica británica como lo es la Constitución norteamericana<strong>en</strong> la id<strong>en</strong>tidad política de los Estados Unidos. El abandono por partede Gran Bretaña de los principios de la libertad de transacciones <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o deuna única economía mundial ilustra dramáticam<strong>en</strong>te la rápida g<strong>en</strong>eralización<strong>del</strong> proteccionismo <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to. Más concretam<strong>en</strong>te, la Gran Depresiónobligó a los gobiernos occid<strong>en</strong>tales a dar prioridad a las consideracionessociales sobre las económicas <strong>en</strong> la formulación de sus políticas. El peligroque <strong>en</strong>trañaba no hacerlo así —la radicalización de la izquierda y, como sedemostró <strong>en</strong> Alemania y <strong>en</strong> otros países, de la derecha— era excesivam<strong>en</strong>team<strong>en</strong>azador.Así, los gobiernos no se limitaron a proteger a la agricultura imponi<strong>en</strong>doaranceles fr<strong>en</strong>te a la compet<strong>en</strong>cia extranjera, aunque, donde ya existían, loselevaron aún más. Durante la Depresión, subv<strong>en</strong>cionaron la actividad agrariagarantizando los precios al productor, comprando los exced<strong>en</strong>tes o pagandoa los agricultores para que no produjeran, como ocurrió <strong>en</strong> los Estados Unidosdes.de 1933. Los oríg<strong>en</strong>es de las extrañas paradojas de la «política agrariacomún» de la Comunidad Europea, debido a la cual <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta yoch<strong>en</strong>ta una minoría cada vez más exigua de campesinos am<strong>en</strong>azó con causarla bancarrota comunitaria <strong>en</strong> razón de las subv<strong>en</strong>ciones que recibían, seremontan a la Gran Depresión.En cuanto a los trabajadores, una vez terminada la guerra, el «pl<strong>en</strong>oempleo», es decir, la eliminación <strong>del</strong> desempleo g<strong>en</strong>eralizado, pasó a ser elobjetivo básico de la política económica <strong>en</strong> los países <strong>en</strong> los que se instauróun capitalismo democrático reformado, cuyo más célebre profeta y pionero,aunque no el único, fue el economista británico John Maynard Keynes(1883-1946). La doctrina keynesiana propugnaba la eliminación perman<strong>en</strong>te<strong>del</strong> desempleo g<strong>en</strong>eralizado por razones tanto de b<strong>en</strong>eficio económico comopolítico. Los keynesianos sost<strong>en</strong>ían, acertadam<strong>en</strong>te, que la demanda queg<strong>en</strong>eran los ingresos de los trabajadores ocupados t<strong>en</strong>dría un efecto estimulantesobre las economías deprimidas. Sin embargo, la razón por la que sedio la máxima prioridad a ese sistema de estímulo de la demanda —elgobierno británico asumió ese objetivo antes incluso de que estallara lasegunda guerra mundial— fue la consideración de que el desempleo g<strong>en</strong>eralizadoera social y políticam<strong>en</strong>te explosivo, tal como había quedado demostradodurante la Depresión. Esa convicción era tan sólida que, cuandomuchos años después volvió a producirse un desempleo <strong>en</strong> gran escala, yespecialm<strong>en</strong>te durante la grave depresión de los primeros años de la décadade 1980, los observadores (incluido el autor de este libro) estaban conv<strong>en</strong>-5. En su forma clásica, el patrón oro da a la unidad monetaria, por ejemplo un billetede dólar, el valor de un peso determinado de oro. por el cual lo intercambiará er banco, si esnecesario.


EL ABISMO ECONÓMICO 103cidos de que sobrev<strong>en</strong>drían graves conflictos sociales y se sintieron sorpr<strong>en</strong>didosde que eso no ocurriera (véase el capítulo XIV).En gran parte, eso se debió a otra medida profiláctica adoptada durante,después y como consecu<strong>en</strong>cia de la Gran Depresión: la implantación de sistemasmodernos de seguridad social. ¿A quién puede sorpr<strong>en</strong>der que losEstados Unidos aprobaran su ley de la seguridad social <strong>en</strong> 1935? Nos hemosacostumbrado de tal forma a la g<strong>en</strong>eralización, a escala universal, de ambiciosossistemas de seguridad social <strong>en</strong> los países desarrollados <strong>del</strong> capitalismoindustrial —con algunas excepciones, como Japón, Suiza y los EstadosUnidos— que olvidamos cómo eran los «estados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar», <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tidomoderno de la expresión, antes de la segunda guerra mundial. Incluso lospaíses escandinavos estaban tan sólo com<strong>en</strong>zando a implantarlos <strong>en</strong> esemom<strong>en</strong>to. De hecho, la expresión «estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar» no com<strong>en</strong>zó a utilizarsehasta los años cuar<strong>en</strong>ta.Un hecho subrayaba el trauma derivado de la Gran Depresión: el únicopaís que había rechazado el capitalismo, la Unión Soviética, parecía serinmune a sus consecu<strong>en</strong>cias. Mi<strong>en</strong>tras el resto <strong>del</strong> mundo, o al m<strong>en</strong>os elcapitalismo liberal occid<strong>en</strong>tal, se sumía <strong>en</strong> el estancami<strong>en</strong>to, la URSS estabainmersa <strong>en</strong> un proceso de industrialización acelerada, con la aplicación <strong>del</strong>os planes quinqu<strong>en</strong>ales. Entre 1929 y 1940, la producción industrial semultiplicó al m<strong>en</strong>os por tres <strong>en</strong> la Unión Soviética, cuya participación <strong>en</strong> laproducción mundial de productos manufacturados pasó <strong>del</strong> 5 por 100 <strong>en</strong>1929 al 18 por 100 <strong>en</strong> 1938, mi<strong>en</strong>tras que durante el mismo período la cuotaconjunta de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia disminuyó <strong>del</strong> 59 al52 por 100 <strong>del</strong> total mundial. Además, <strong>en</strong> la Unión Soviética no existíadesempleo. Esos logros impresionaron a los observadores extranjeros detodas las ideologías, incluido el reducido pero influy<strong>en</strong>te flujo de turistasque visitó Moscú <strong>en</strong>tre 1930 y 1935, más que la tosquedad e ineficacia de laeconomía soviética y que la crueldad y la brutalidad de la colectivización yde la represión g<strong>en</strong>eralizada efectuadas por Stalin. En efecto, lo que lesimportaba realm<strong>en</strong>te no era el f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de la URSS, sino el hundimi<strong>en</strong>to desu propio sistema económico, la profundidad de la crisis <strong>del</strong> capitalismooccid<strong>en</strong>tal. ¿Cuál era el secreto <strong>del</strong> sistema soviético? ¿Podía extraerse alguna<strong>en</strong>señanza de su funcionami<strong>en</strong>to? A raíz de los planes quinqu<strong>en</strong>ales deRusia, los términos «plan» y «planificación» estaban <strong>en</strong> boca de todos lospolíticos. Los partidos socialdemócratas com<strong>en</strong>zaron a aplicar «planes», porejemplo <strong>en</strong> Bélgica y Noruega. Sir Arthur Salter, un funcionario británicodistinguido y uno de los pilares de la clase dirig<strong>en</strong>te, escribió un libro tituladoRecovery para demostrar que para que el país y el mundo pudieranescapar al círculo vicioso de la Gran Depresión era es<strong>en</strong>cial construir unasociedad planificada. Otros funcionarios británicos moderados establecieronun grupo de reflexión abierto al que dieron el nombre de PEP (Political andEconomic Planing, Planificación económica y política). Una serie de jóv<strong>en</strong>espolíticos conservadores, como el futuro primer ministro Harold Macmi-Han (1894-1986) se convirtieron <strong>en</strong> def<strong>en</strong>sores de la «planificación». Inclu-


104 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESso los mismos nazis plagiaron la idea cuando Hitler inició un «plan cuatri<strong>en</strong>al».(Por razones que se analizarán <strong>en</strong> el próximo capítulo, el éxito de losnazis <strong>en</strong> la superación de la Depresión a partir de 1933 tuvo m<strong>en</strong>os repercusionesinternacionales.)II¿Cuál es la causa <strong>del</strong> mal funcionami<strong>en</strong>to de la economía capitalista <strong>en</strong> elperíodo de <strong>en</strong>treguerras? Para responder a esta pregunta es imprescindiblet<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta la situación de los Estados Unidos, pues si <strong>en</strong> Europa, alm<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los países beligerantes, los problemas económicos pued<strong>en</strong> explicarse<strong>en</strong> función de las perturbaciones de la guerra y la posguerra, los EstadosUnidos sólo habían t<strong>en</strong>ido una breve, aunque decisiva, interv<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> elconflicto. La primera guerra mundial, lejos de desquiciar su economía, lab<strong>en</strong>efició (como ocurriría también con la segunda guerra mundial) de maneraespectacular. En 1913, los Estados Unidos eran ya la mayor economía <strong>del</strong>mundo, con la tercera parte de la producción industrial, algo m<strong>en</strong>os de lasuma total de lo que producían conjuntam<strong>en</strong>te Alemania, Gran Bretaña yFrancia. En 1929 produjeron más <strong>del</strong> 42 por 100 de la producción mundial,fr<strong>en</strong>te a algo m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 28 por 100 de las tres pot<strong>en</strong>cias industriales europeas(Hilgerdt, 1945, cuadro 1.14). Esa cifra es realm<strong>en</strong>te asombrosa. Concretam<strong>en</strong>te,<strong>en</strong> el período compr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong>tre 1913 y 1920, mi<strong>en</strong>tras la producciónde acero aum<strong>en</strong>tó un 25 por 100 <strong>en</strong> los Estados Unidos, <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> mundodisminuyó un tercio (Rostow, 1978, p. 194, cuadro III. 33). En resum<strong>en</strong>, alterminar la primera guerra mundial, el predominio de la economía estadounid<strong>en</strong>se<strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ario internacional era tan claro como el que conseguiría despuésde la segunda guerra mundial. Fue la Gran Depresión la que interrumpiótemporalm<strong>en</strong>te esa situación hegemónica.La guerra no sólo reforzó su posición de principal productor mundial, sinoque lo convirtió <strong>en</strong> el principal acreedor <strong>del</strong> mundo. Los británicos habíanperdido aproximadam<strong>en</strong>te una cuarta parte de sus inversiones mundialesdurante la guerra, principalm<strong>en</strong>te las efectuadas <strong>en</strong> los Estados Unidos, de lasque tuvieron que despr<strong>en</strong>derse para comprar suministros de guerra. Por suparte, los franceses perdieron la mitad de sus inversiones, como consecu<strong>en</strong>ciade la revolución y el hundimi<strong>en</strong>to de Europa. Mi<strong>en</strong>tras tanto, los Estados Unidos,que al com<strong>en</strong>zar la guerra eran un país deudor, al terminar el conflictoeran el principal acreedor internacional. Dado que conc<strong>en</strong>traban sus operaciones<strong>en</strong> Europa y <strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal (los británicos continuaban si<strong>en</strong>docon mucho los principales inversores <strong>en</strong> Asia y África), su influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>Europa era decisiva.En suma, sólo la situación de los Estados Unidos puede explicar la crisiseconómica mundial. Después de todo, <strong>en</strong> los años veinte era el principalexportador <strong>del</strong> mundo y, tras Gran Bretaña, el primer importador. En cuantoa las materias primas y los alim<strong>en</strong>tos básicos, absorbía casi el 40 por 100 de


EL ABISMO ECONÓMICO 105las importaciones que realizaban los quince países con un comercio másint<strong>en</strong>so, lo cual explica las consecu<strong>en</strong>cias desastrosas de la crisis para losproductores de trigo, algodón, azúcar, caucho, seda, cobre, estaño y café(Lary, 1943, pp. 28-29). Estados Unidos fue también la principal víctima <strong>del</strong>a crisis. Si sus importaciones cayeron un 70 por 100 <strong>en</strong>tre 1929 y 1932, nofue m<strong>en</strong>or el desc<strong>en</strong>so de sus exportaciones. El comercio mundial disminuyóm<strong>en</strong>os de un tercio <strong>en</strong>tre 1929 y 1939, pero las exportaciones estadounid<strong>en</strong>sesdesc<strong>en</strong>dieron casi un 50 por 100.Esto no supone subestimar las raíces estrictam<strong>en</strong>te europeas <strong>del</strong> problema,cuyo orig<strong>en</strong> era fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te político. En la confer<strong>en</strong>cia de paz deVersalles (1919) se habían impuesto a Alemania unos pagos onerosos y nodefinidos <strong>en</strong> concepto de «reparaciones» por el costo de la guerra y los dañosocasionados a las difer<strong>en</strong>tes pot<strong>en</strong>cias v<strong>en</strong>cedoras. Para justificarlas se incluyó<strong>en</strong> el tratado de paz una cláusula que declaraba a Alemania única responsablede la guerra (la llamada cláusula de «culpabilidad»), que, además deser dudosa históricam<strong>en</strong>te, fue un auténtico regalo para el nacionalismo alemán.La suma que debía pagar Alemania no se concretó, <strong>en</strong> busca de uncompromiso <strong>en</strong>tre la posición de los Estados Unidos, que proponían que sefijara <strong>en</strong> función de las capacidades <strong>del</strong> país, y la de los otros aliados —principalm<strong>en</strong>teFrancia— que insistían <strong>en</strong> resarcirse de todos los costos de laguerra. El objetivo que realm<strong>en</strong>te perseguían —al m<strong>en</strong>os Francia— era perpetuarla debilidad de Alemania y disponer de un medio para presionarla. En1921 la suma se fijó <strong>en</strong> 132.000 millones de marcos de oro, que todo el mundosabía que era imposible de pagar.Las «reparaciones» suscitaron interminables polémicas, crisis periódicasy arreglos negociados bajo los auspicios norteamericanos, pues Estados Unidos,con gran descont<strong>en</strong>to de sus antiguos aliados, pret<strong>en</strong>día vincular la cuestiónde las reparaciones de Alemania con el pago de las deudas de guerra quet<strong>en</strong>ían los aliados con Washington. Estas últimas se fijaron <strong>en</strong> una suma casitan absurda como la que se exigía a Alemania (una vez y media la r<strong>en</strong>tanacional <strong>del</strong> país de 1929); las deudas británicas con los Estados Unidossuponían el 50 por 100 de la r<strong>en</strong>ta nacional de Gran Bretaña y las de los franceseslos dos tercios (Hill, 1988, pp. 15-16). En 1924 <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> vigor el «PlanDawes», que fijó la suma real que debía pagar Alemania anualm<strong>en</strong>te, y <strong>en</strong>1929 el «Plan Young» modificó el plan de reparaciones y estableció el Bancode Pagos Internacionales <strong>en</strong> Basilea (Suiza), la primera de las institucionesfinancieras internacionales que se multiplicarían después de la segundaguerra mundial. (En el mom<strong>en</strong>to de escribir estas líneas es todavía operativo.)A efectos prácticos, todos los pagos, tanto de los alemanes como de losaliados, se interrumpieron <strong>en</strong> 1932. Sólo Finlandia pagó todas sus deudas deguerra a los Estados Unidos.Sin <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> los detalles, dos cuestiones estaban <strong>en</strong> juego. En primerlugar, la problemática suscitada por el jov<strong>en</strong> John Maynard Keynes, queescribió una dura crítica de la confer<strong>en</strong>cia de Versalles, <strong>en</strong> la que participócomo miembro subalterno de la <strong>del</strong>egación británica: Las consecu<strong>en</strong>cias eco-


106 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESnómicas de la paz (1920). Si no se reconstruía la economía alemana —argum<strong>en</strong>tabaKeynes— la restauración de una civilización y una economía liberalestables <strong>en</strong> Europa sería imposible. La política francesa de perpetuar ladebilidad de Alemania como garantía de la «seguridad» de Francia era contraproduc<strong>en</strong>te.De hecho, Francia era demasiado débil para imponer su política,incluso cuando por un breve tiempo ocupó el corazón industrial de laAlemania occid<strong>en</strong>tal, <strong>en</strong> 1923, con la excusa de que los alemanes se negabana pagar. Finalm<strong>en</strong>te, a partir de 1924 tuvieron que tolerar el fortalecimi<strong>en</strong>tode la economía alemana. Pero, <strong>en</strong> segundo lugar, estaba la cuestión de cómodebían pagarse las reparaciones. Los que deseaban una Alemania débil pret<strong>en</strong>díanque el pago se hiciera <strong>en</strong> efectivo, <strong>en</strong> lugar de exigir (como parecíamás racional) una parte de la producción, o al m<strong>en</strong>os de los ingresos proced<strong>en</strong>tesde las exportaciones alemanas, pues ello habría reforzado la economíaalemana fr<strong>en</strong>te a sus competidores. En efecto, obligaron a Alemania a recurrirsobre todo a los créditos, de manera que las reparaciones que se pagaron secostearon con los cuantiosos préstamos (norteamericanos) solicitados amediados de los años veinte. Para sus rivales esto parecía pres<strong>en</strong>tar la v<strong>en</strong>tajaadicional de que Alemania se <strong>en</strong>deudaba fuertem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lugar de aum<strong>en</strong>tarsus exportaciones para conseguir el equilibrio de su balanza de pagos. Dehecho, las importaciones alemanas aum<strong>en</strong>taron extraordinariam<strong>en</strong>te. Pero,como ya hemos visto, el sistema basado <strong>en</strong> esas premisas hizo a Alemania ya Europa muy vulnerables al desc<strong>en</strong>so de los créditos de los Estados Unidos(antes incluso de que com<strong>en</strong>zara la Depresión) y a su corte final (tras la crisisde Wall Street de 1929). Todo el castillo de naipes construido <strong>en</strong> torno a lasreparaciones se derrumbó durante la Depresión. Para <strong>en</strong>tonces la interrupciónde los pagos no repercutió positivam<strong>en</strong>te sobre Alemania, ni sobre la economíamundial, que había desaparecido como sistema integrado, al igual queocurrió con el mecanismo de pagos internacionales <strong>en</strong>tre 1931 y 1933.Sin embargo, las conmociones de la guerra y la posguerra y los problemaspolíticos europeos sólo explican <strong>en</strong> parte la gravedad <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>tode la economía <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras. El análisis económico debec<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> dos aspectos.El primero es la exist<strong>en</strong>cia de un desequilibrio notable y creci<strong>en</strong>te <strong>en</strong> laeconomía internacional, como consecu<strong>en</strong>cia de la asimetría exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre elnivel de desarrollo de los Estados Unidos y el <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo. El sistemamundial no funcionaba correctam<strong>en</strong>te —puede argum<strong>en</strong>tarse— porque adifer<strong>en</strong>cia de Gran Bretaña, que había sido su c<strong>en</strong>tro neurálgico hasta 1914,Estados Unidos no necesitaba al resto <strong>del</strong> mundo. Así, mi<strong>en</strong>tras Gran Bretaña,consci<strong>en</strong>te de que el sistema mundial de pagos se sust<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> la libraesterlina, velaba por su estabilidad, Estados Unidos no asumió una funciónestábil i zadora de la economía mundial. Los norteamericanos no dep<strong>en</strong>dían<strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo porque desde el final de la primera guerra mundial necesitabanimportar m<strong>en</strong>os capital, mano de obra y nuevas mercancías, exceptoalgunas materias primas. En cuanto a sus exportaciones, aunque t<strong>en</strong>íanimportancia desde el punto de vista internacional —Hollywood monopoliza-


EL ABISMO ECONÓMICO 107ba prácticam<strong>en</strong>te el mercado internacional <strong>del</strong> cine—, t<strong>en</strong>ían mucha m<strong>en</strong>ostrasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia para la r<strong>en</strong>ta nacional que <strong>en</strong> cualquier otro país industrial,puede discutirse el alcance real de las consecu<strong>en</strong>cias de ese aislami<strong>en</strong>to deEstados Unidos con respecto a la economía mundial, pero es indudable queesta explicación de la crisis influyó <strong>en</strong> los economistas y políticos estadounid<strong>en</strong>ses<strong>en</strong> los años cuar<strong>en</strong>ta y contribuyó a conv<strong>en</strong>cer a Washington de quedebía responsabilizarse de la estabilidad de la economía mundial después de1945 (Kin<strong>del</strong>berger, 1973).El segundo aspecto destacable de la Depresión es la incapacidad de laeconomía mundial para g<strong>en</strong>erar una demanda sufici<strong>en</strong>te que pudiera sust<strong>en</strong>taruna expansión duradera. Como ya hemos visto, las bases de la prosperidadde los años veinte no eran firmes, ni siquiera <strong>en</strong> los Estados Unidos, don<strong>del</strong>a agricultura estaba ya <strong>en</strong> una situación deprimida y los salarios, contralo que sosti<strong>en</strong>e el mito de la gran época <strong>del</strong> jazz, no aum<strong>en</strong>taban mucho, eincluso se estancaron <strong>en</strong> los últimos años desquiciados de euforia económica(Historical Statistics of the USA, I, p. 164, cuadro D722-727). Como tantasveces ocurre <strong>en</strong> las economías de libre mercado durante las épocas de prosperidad,al estancarse los salarios, los b<strong>en</strong>eficios aum<strong>en</strong>taron de manera desproporcionaday el sector acomodado de la población fue el más favorecido.Pero al no existir un equilibrio <strong>en</strong>tre la demanda y la productividad <strong>del</strong> sistemaindustrial, <strong>en</strong> rápido increm<strong>en</strong>to <strong>en</strong> esos días que vieron el triunfo deH<strong>en</strong>ry Ford, el resultado fue la sobreproducción y la especulación. A su vez,éstas des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron el colapso. Sean cuales fuer<strong>en</strong> los argum<strong>en</strong>tos de loshistoriadores y economistas, que todavía continúan debati<strong>en</strong>do la cuestión, ladebilidad de la demanda impresionó profundam<strong>en</strong>te a los contemporáneosque seguían con gran interés la actuación política <strong>del</strong> gobierno. Entre elloshay que destacar a John Maynard Keynes.Cuando se produjo el hundimi<strong>en</strong>to, este fue, lógicam<strong>en</strong>te, mucho másespectacular <strong>en</strong> Estados Unidos, donde se había int<strong>en</strong>tado reforzar la demandamediante una gran expansión <strong>del</strong> crédito a los consumidores. (Los lectoresque recuerd<strong>en</strong> lo sucedido a finales de los años och<strong>en</strong>ta estarán familiarizadosya con esta situación.) Los bancos, afectados ya por la euforia inmobiliariaespeculativa que, con la contribución habitual de los optimistas ilusos y <strong>del</strong>a legión de negociantes sin escrúpulos, 6 había alcanzado su cénit algunosaños antes <strong>del</strong> gran crac, y abrumados por deudas incobrables, se negaron aconceder nuevos créditos y a refinanciar los exist<strong>en</strong>tes. Sin embargo, eso noimpidió que quebraran por millares, 7 mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> 1933 casi la mitad de lospréstamos hipotecarios de los Estados Unidos estaban atrasados <strong>en</strong> el pago y6. No <strong>en</strong> vano fueron los años veinte la década <strong>del</strong> psicólogo Émile Coué (1857-1926).que popularizó la autosugestión optimista mediante el lema, constantem<strong>en</strong>te repetido, de «cadadía estoy mejor <strong>en</strong> todos los s<strong>en</strong>tidos».7. El sistema bancario estadounid<strong>en</strong>se no permitía la exist<strong>en</strong>cia de bancos gigantescoscomo los europeos, con un sistema de sucursales por toda la nación y. por consigui<strong>en</strong>te, estabaformado por bancos relativam<strong>en</strong>te débiles de carácter loca] o que. a lo sumo, operaban <strong>en</strong> elámbito de cada uno de los difer<strong>en</strong>tes estados.


108 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScada día un millar de sus titulares perdían sus propiedades por esa causa(Miles et al, 1991, p. 108). Tan sólo los compradores de automóviles debían1.400 millones de dólares de un total de 6.500 millones a que asc<strong>en</strong>día el<strong>en</strong>deudami<strong>en</strong>to personal <strong>en</strong> créditos a corto y medio plazo (Ziebura, 1990,p. 49). Lo que hacía que la economía fuera especialm<strong>en</strong>te vulnerable a eseboom crediticio era que los prestatarios no utilizaban el dinero para comprarlos bi<strong>en</strong>es de consumo tradicionales, necesarios para subsistir, cuya demandaera, por tanto, muy inelástica: alim<strong>en</strong>tos, pr<strong>en</strong>das de vestir, etc. Por pobre queuno sea, no puede reducir la demanda de productos alim<strong>en</strong>tarios por debajode un nivel determinado, ni si se duplican sus ingresos, se doblará dicha demanda.Lo que compraban eran los bi<strong>en</strong>es de consumo duraderos típicos de lasociedad moderna de consumo <strong>en</strong> la que los Estados Unidos eran pioneros.Pero la compra de coches y casas podía posponerse fácilm<strong>en</strong>te y, <strong>en</strong> cualquiercaso, la demanda de estos productos era, y es, muy elástica <strong>en</strong> relación a losingresos.Por consigui<strong>en</strong>te, a m<strong>en</strong>os que se esperara que la crisis fuera breve y quehubiera confianza <strong>en</strong> el futuro, las consecu<strong>en</strong>cias de ésta podían ser espectaculares.Así, la producción de automóviles disminuyó a la mitad <strong>en</strong> los EstadosUnidos <strong>en</strong>tre 1929 y 1931 y, <strong>en</strong> un nivel mucho más humilde, la producciónde discos de gramófono para las capas de población de escasos ingresos(discos race y discos de jazz dirigidos a un público de color) cesó prácticam<strong>en</strong>tedurante un tiempo. En resum<strong>en</strong>, «a difer<strong>en</strong>cia de los ferrocarriles, <strong>del</strong>os barcos de vapor o de la introducción <strong>del</strong> acero y de las máquinas herrami<strong>en</strong>tas—que reducían los costes—, los nuevos productos y el nuevo estilode vida requerían, para difundirse con rapidez, unos niveles de ingresos cadavez mayores y un elevado grado de confianza <strong>en</strong> el futuro» (Rostow, 1978,p. 219). Pero eso era precisam<strong>en</strong>te lo que se estaba derrumbando.Más pronto o más tarde hasta la peor de las crisis cíclicas llega a su fin ya partir de 1932 había claros indicios de que lo peor ya había pasado. Dehecho, algunas economías se hallaban <strong>en</strong> situación floreci<strong>en</strong>te. Japón y, <strong>en</strong>una escala más modesta, Suecia habían duplicado, al terminar los años treinta,la producción de los años anteriores a la Depresión, y <strong>en</strong> 1938 la economíaalemana (no así la italiana) había crecido un 25 por 100 con respecto a1929. Incluso las economías más débiles, como la británica, mostraban signosde dinamismo. Pese a todo, no se produjo el esperado relanzami<strong>en</strong>to y laeconomía mundial siguió sumida <strong>en</strong> la Depresión. Eso era especialm<strong>en</strong>tepat<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la más poderosa de todas las economías, la de los Estados Unidos,donde los difer<strong>en</strong>tes experim<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>caminados a estimular la economía quese empr<strong>en</strong>dieron (<strong>en</strong> algunos casos con escasa coher<strong>en</strong>cia) <strong>en</strong> virtud <strong>del</strong>«New Deal» <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te F. D. Roosevelt no dieron los resultados esperados.A unos años de fuerte actividad siguió una nueva crisis <strong>en</strong> 1937-1938,aunque de proporciones mucho más modestas que la Depresión de 1929. Elsector más importante de la industria norteamericana, la producción automovilística,nunca recuperó el nivel alcanzado <strong>en</strong> 1929, y <strong>en</strong> 1938 su situaciónera poco mejor que la de 1920 {Historical Statistics, II, p. 716). Al rememo-


EL ABISMO ECONÓMICO 109rar ese período desde los años nov<strong>en</strong>ta llama la at<strong>en</strong>ción el pesimismo de loscom<strong>en</strong>taristas más intelig<strong>en</strong>tes. Para una serie de economistas capaces y brillantesel futuro <strong>del</strong> capitalismo era el estancami<strong>en</strong>to. Eise punto de vista,anticipado <strong>en</strong> el opúsculo de Keynes contra el tratado de paz de Versalles,adquirió gran predicam<strong>en</strong>to <strong>en</strong> los Estados Unidos después de la crisis. ¿Noera acaso el estancami<strong>en</strong>to el estado natural de una economía madura? Comoafirmó, <strong>en</strong> otro diagnóstico pesimista acerca <strong>del</strong> capitalismo, el economistaaustríaco Schumpeter, «durante cualquier período prolongado de malestareconómico, los economistas, dejándose ganar, como otros, por el estado deánimo predominante, construy<strong>en</strong> teorías que pret<strong>en</strong>d<strong>en</strong> demostrar que ladepresión ha de ser duradera» (Schumpeter, 1954, p. 1.1 ?2). También, posiblem<strong>en</strong>te,los historiadores que analic<strong>en</strong> el período transcurrido desde 1973hasta la conclusión <strong>del</strong> siglo xx desde una distancia similar se mostrarán sorpr<strong>en</strong>didospor la t<strong>en</strong>az resist<strong>en</strong>cia de los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta a aceptar laposibilidad de una depresión g<strong>en</strong>eral de la economía capitalista mundial.Y todo ello a pesar de que los años treinta fueron un dec<strong>en</strong>io de importantesinnovaciones tecnológicas <strong>en</strong> la industria, por ejernplo, <strong>en</strong> el desarrollode los plásticos. Ciertam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> un sector —el <strong>del</strong> <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to y lo quemás tarde se conocería como «los medios de comunicación»— el periods de<strong>en</strong>treguerras conlemp)ó los a<strong>del</strong>antos más trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tales, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> elmundo anglosajón, con el triunfo de la radio como medio de comunicación demasas y de la industria <strong>del</strong> cine de Hollywood, poi- no m<strong>en</strong>cionar lamoderna rotativa de huecograbado (véase el capítulo VI), Tal vez no es tansorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que <strong>en</strong> las tristes ciudades <strong>del</strong> desempleo g<strong>en</strong>eralizado surgierangigantescas salas de cine, porque las <strong>en</strong>tradas eran muy baratas, porquelos más jóv<strong>en</strong>es y los ancianos, los más afectados por el desempleo, disponíande tiempo libre y porque, como observaban los sociólogos, durante laDepresión los maridos y sus esposas t<strong>en</strong>ían más oportunidades que antes decompartir los ratos de ocio (Stouffer y Lazarsfeld, 1937, pp. 55 y 92).IIILa Gran Depresión confirmó tanto a los intelectuales, como a los activistasy a los ciudadanos comunes de que algo funcionaba muy mal <strong>en</strong> el mundo<strong>en</strong> que vivían. ¿Quién sabía lo que podía hacerse al respecto? Muy pocosde los que ocupaban el poder <strong>en</strong> sus países y <strong>en</strong> ningún caso los que int<strong>en</strong>tabanmarcar el rumbo mediante instrum<strong>en</strong>tos tradicionales de navegacióncomo el liberalismo o la fe tradicional, y mediante las car-tas de navegar <strong>del</strong>siglo xix, que no servían ya. ¿Hasta qué punto merecían la confianza los economistas,por brillantes que fueran, que demostraban, con gran lucidez, quela crisis que incluso a ellos les afectaba no podía producirse <strong>en</strong> una sociedadde libre mercado correctam<strong>en</strong>te organizada, pues (según una ley económicaconocida por el nombre de un francés de comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong> siglo xix) cualquierf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de sobreproducción se corregiría por sí solo <strong>en</strong> poco tiempo? En


110 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES1933 no era fácil aceptar, por ejemplo, que donde la demanda <strong>del</strong> consumidor,y por <strong>en</strong>de el consumo, caían, el tipo de interés desc<strong>en</strong>dería cuanto fueranecesario para estimular la inversión de nuevo, de forma que la mayordemanda de inversiones comp<strong>en</strong>sase el desc<strong>en</strong>so de la demanda <strong>del</strong> consumidor.A medida que aum<strong>en</strong>taba vertiginosam<strong>en</strong>te el desempleo, resultabadifícil de creer (como al parecer lo creían los responsables <strong>del</strong> erario británico)que las obras públicas no aum<strong>en</strong>tarían el empleo porque el dineroinvertido se detraería al sector privado, que de haber podido disponer de élhabría g<strong>en</strong>erado el mismo nivel de empleo. Tampoco pareceían hacer nadapor mejorar la situación los economistas que afirmaban que había que dejarque la economía siguiera su curso y los gobiernos cuyo primer instinto, ademásde proteger el patrón oro mediante políticas deflacionarias, les llevaba aaplicar la ortodoxia financiera, equilibrar los presupuestos y reducir gastos.De hecho, mi<strong>en</strong>tras la Depresión económica continuaba, muchos (<strong>en</strong>tre ellosJ. M. Keynes. que sería el economista más influy<strong>en</strong>te durante los cuar<strong>en</strong>taaños sigui<strong>en</strong>tes) afirmaban que con esto no hacían sino empeorar las cosas.Para aquellos de nosotros que vivimos los años de la Gran Depresión todavíaresulta incompr<strong>en</strong>sible que la ortodoxia <strong>del</strong> mercado libre, tan pat<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>tedesacreditada, haya podido presidir nuevam<strong>en</strong>te un período g<strong>en</strong>eral dedepresión a finales de los años och<strong>en</strong>ta y comi<strong>en</strong>zos de los nov<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> el quese ha mostrado igualm<strong>en</strong>te incapaz de aportar soluciones. Este extraño f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>odebe servir para recordarnos un gran hecho histórico que ilustra: laincreíble falta de memoria de los teóricos y prácticos de la economía. Estambién una clara ilustración de la necesidad que la sociedad ti<strong>en</strong>e de los historiadores,que son los «recordadores» profesionales de lo que sus conciudadanosdesean olvidar.En cualquier caso, ¿qué quedaba de una «economía de mercado libre»cuando el dominio cada vez mayor de las grandes empresas ridiculizaba elconcepto de «compet<strong>en</strong>cia perfecta» y cuando los economistas que criticabana Karl Marx podían comprobar cuan acertado había estado, especialm<strong>en</strong>te alprofetizar la conc<strong>en</strong>tración <strong>del</strong> capital? (Leontiev, 1977, p. 78). No era necesarioser marxista, ni s<strong>en</strong>tirse interesado por la figura de Marx, para compr<strong>en</strong>derque el capitalismo <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras estaba muy alejado <strong>del</strong>a libre compet<strong>en</strong>cia de la economía <strong>del</strong> siglo xix. En efecto, mucho antes <strong>del</strong>hundimi<strong>en</strong>to de Wall Street, un intelig<strong>en</strong>te banquero suizo señaló que la incapacidad<strong>del</strong> liberalismo económico, y <strong>del</strong> socialismo anterior a 1917, depervivir como programas universales, explicaba la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia hacia las «economíasautocráticas», fascista, comunista o bajo los auspicios de grandessociedades que actuaban con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de sus accionistas (Somary,1929, pp. 174 y 193). En los últimos años <strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1930, las ortodoxiasliberales de la compet<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> un mercado libre habían desaparecidohasta tal punto que la economía mundial podía considerarse como un triplesistema formado por un sector de mercado, un sector intergubernam<strong>en</strong>tal (<strong>en</strong>el que realizaban sus transacciones economías planificadas o controladascomo Japón. Turquía. Alemania y la Unión Soviética) y un sector constituí-


EL ABISMO ECONÓMICO 111do por poderes internacionales públicos o semipúblicos que regulaban determinadaspartes de la economía (por ejemplo, mediante acuerdos internacionalessobre las mercancías) (Staley, 1939, p. 231).No puede sorpr<strong>en</strong>der, por tanto, que los efectos de la Gran Depresiónsobre la política y sobre la opinión pública fueran grandes e inmediatos.Desafortunado el gobierno que estaba <strong>en</strong> el poder durante el cataclismo, yafuera de derechas, como el <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te estadounid<strong>en</strong>se Herbert Hoover(1928-1932), o de izquierdas, como los gobiernos laboristas de Gran Bretañay Australia. El cambio no fue siempre tan inmediato como <strong>en</strong> América Latina,donde doce países conocieron un cambio de gobierno o de régim<strong>en</strong> <strong>en</strong>1930-1931, diez de ellos a través de un golpe militar. Sin embargo, a mediadosde los años treinta eran pocos los estados donde la política no se hubieramodificado sustancialm<strong>en</strong>te con respecto al período anterior a la GranDepresión. En Japón y <strong>en</strong> Europa se produjo un fuerte giro hacia la derecha,excepto <strong>en</strong> Escandinavia, donde Suecia inició <strong>en</strong> 1932 sus cincu<strong>en</strong>ta años degobierno socialdemócrata, y <strong>en</strong> España, donde la monarquía borbónica dejópaso a una malhadada y efímera república <strong>en</strong> 1931. Todo ello se analizaráde forma más porm<strong>en</strong>orizada <strong>en</strong> el próximo capítulo, pero es necesario dejarya s<strong>en</strong>tado que el triunfo casi simultáneo de un régim<strong>en</strong> nacionalista, belicistay agresivo <strong>en</strong> dos importantes pot<strong>en</strong>cias militares —Japón (1931) y Alemania(1933)— fue la consecu<strong>en</strong>cia política más importante y siniestra de laGran Depresión. Las puertas que daban paso a la segunda guerra mundialfueron abiertas <strong>en</strong> 1931.El espectacular retroceso de la izquierda revolucionaria contribuyó al fortalecimi<strong>en</strong>tode la derecha radical, al m<strong>en</strong>os durante los años más duros <strong>del</strong>a Depresión. Lejos de iniciar un nuevo proceso revolucionario, como creía laInternacional Comunista, la Depresión redujo al movimi<strong>en</strong>to comunista internacionalfuera de la URSS a una situación de debilidad sin preced<strong>en</strong>tes.Es cierto que <strong>en</strong> ello influyó la política suicida de la Comintern, que no sólosubestimó el peligro que <strong>en</strong>trañaba el nacionalsocialismo <strong>en</strong> Alemania, sinoque adoptó una política de aislami<strong>en</strong>to sectario que resulta increíble a nuestrosojos, al decidir que su principal <strong>en</strong>emigo era el movimi<strong>en</strong>to obrero demasas organizado de los partidos socialdemócratas y laboristas (a los quecalificaban de social-fascistas). 8 En 1934, una vez hubo sucumbido a manosde Hitler el Partido Comunista alemán (KPD), <strong>en</strong> el que Moscú había depositadola esperanza de la revolución mundial y que aún era la sección máspoderosa, y <strong>en</strong> crecimi<strong>en</strong>to, de la Internacional, y cuando incluso los comunistaschinos, desalojados de los núcleos rurales que constituían la base de suorganización guerrillera, no eran más que una caravana acosada <strong>en</strong> su LargaMarcha hacia un refugio lejano y seguro, poco quedaba ya <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to8. Esta actitud se mantuvo hasta el extremo de que <strong>en</strong> 1933 Moscú insistió <strong>en</strong> que el lídercomunista italiano P. Togliatti retirara la suger<strong>en</strong>cia de que tal vez la socialdemocracia no fueseel principal peligro, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Italia. Para <strong>en</strong>tonces Hitler ya había ocupado el poder. LaComintern no modificó su línea política hasta 1934.


112 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESrevolucionario internacional organizado, ya fuera legal o clandestino. En laEuropa de 1934, sólo el Partido Comunista francés t<strong>en</strong>ía todavía una pres<strong>en</strong>ciaimportante. En la Italia fascista, a los diez años de la «marcha sobre Roma»y <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a Depresión internacional, Mussolini se sintió lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teconfiado <strong>en</strong> sus fuerzas como para liberar a algunos comunistas para celebrareste aniversario (Spriano, 1969, p. 397). Pero esa situación cambiaría <strong>en</strong> ellapso de unos pocos años (véase el capítulo V). De cualquier manera, la conclusióna que puede llegarse es que, <strong>en</strong> Europa, el resultado inmediato de laDepresión fue justam<strong>en</strong>te el contrario <strong>del</strong> que preveían los revolucionariossociales.El retroceso de la izquierda no se limitó al declive de los comunistas,pues con la victoria de Hitler desapareció prácticam<strong>en</strong>te de la esc<strong>en</strong>a el PartidoSocialdemócrata alemán y un año más tarde la socialdemocracia austríacaconoció el mismo destino después de una breve resist<strong>en</strong>cia armada. ElPartido Laborista británico ya había sido <strong>en</strong> 1931 víctima de la Depresión, otal vez de su fe <strong>en</strong> la ortodoxia económica decimonónica, y sus sindicatos,que desde 1920 habían perdido a la mitad de sus afiliados, eran más débilesque <strong>en</strong> 1913. La mayor parte <strong>del</strong> socialismo europeo se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong>trela espada y la pared.Sin embargo, la situación era difer<strong>en</strong>te fuera de Europa. En la zona sept<strong>en</strong>trional<strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te americano se registró un marcado giro hacia laizquierda, cuando Estados Unidos, bajo su nuevo presid<strong>en</strong>te Franklin D.Roosevelt (1933-1945), puso <strong>en</strong> práctica un New Deal más radical, y México,bajo la presid<strong>en</strong>cia de Lázaro Cárd<strong>en</strong>as (1934-1940), revitalizó el dinamismooriginal de la revolución mexicana, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la cuestión de lareforma agraria. También surgieron poderosos movimi<strong>en</strong>tos político-sociales<strong>en</strong> la zona de las praderas de Canadá, golpeada por la crisis: el Partido <strong>del</strong>Crédito Social y la Federación Cooperativa <strong>del</strong> Commonwealth (el actualNuevo Partido Democrático), organizaciones de izquierdas según los criteriosde los años treinta.No es tarea fácil calibrar las repercusiones políticas de la crisis <strong>en</strong> AméricaLatina, pues si bi<strong>en</strong> es cierto que sus gobiernos o sus partidos dirig<strong>en</strong>tescayeron como fruta madura cuando el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> precio mundial de losproductos que exportaban quebrantó sus finanzas, no todos cayeron <strong>en</strong> la mismadirección. Sin embargo, fueron más los que cayeron hacia la izquierda quehacia la derecha, aunque sólo fuera por breve tiempo. Arg<strong>en</strong>tina inició la erade los gobiernos militares después de un prolongado período de gobierno civil,y aunque dirig<strong>en</strong>tes fascistoides como el g<strong>en</strong>eral Uriburu (1930-1932) prontoquedaron relegados a un segundo plano, el país giró claram<strong>en</strong>te hacia la derecha,aunque fuera una derecha tradicionalista. En cambio, Chile aprovechó laDepresión para desalojar <strong>del</strong> poder a uno de los escasos dictadores-presid<strong>en</strong>tesque han existido <strong>en</strong> el país antes de la era de Pinochet, Carlos Ibáñez (1927-1931), y dio un tumultuoso giro a la izquierda. Incluso <strong>en</strong> 1932 se constituyóuna fugaz «república socialista» bajo el coronel Marmaduke Grove y más tardese formó un poderoso Fr<strong>en</strong>te Popular según el mo<strong>del</strong>o europeo (véase el


EL ABISMO ECONÓMICO 1 13capítulo V). En Brasil, el des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to de la crisis puso fin a la «viejarepública» oligárquica de 1899-1930 y llevó al poder, que det<strong>en</strong>taría duranteveinte años, a Getulio Vargas, a qui<strong>en</strong> podría calificarse de populista-nacionalista(véanse pp. 140-141). El giro hacia la izquierda fue más evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Perú,aunque el más sólido de los nuevos partidos, la Alianza Popular RevolucionariaAmericana (APRA) —uno de los escasos partidos obreros de tipo europeoque triunfaron <strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal—, 9 no consiguió ver cumplidas susambiciones revolucionarias (1930-1932). El deslizami<strong>en</strong>to hacia la izquierdafue aún más pronunciado <strong>en</strong> Colombia, donde los liberales, con su presid<strong>en</strong>tereformista fuertem<strong>en</strong>te influido por el New Deal de Roosevelt, pusieron fin aun período de casi treinta aflos de dominio conservador. Más pat<strong>en</strong>te inclusofue la radicalización de Cuba, donde la elección de Roosevelt permitió a lapoblación de este protectorado estadounid<strong>en</strong>se desalojar <strong>del</strong> poder a un presid<strong>en</strong>teodiado y muy corrupto, incluso según los criterios prevaleci<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tonces<strong>en</strong> Cuba.En el vasto mundo colonial, la crisis int<strong>en</strong>sificó notablem<strong>en</strong>te la actividadantiimperialista, <strong>en</strong> parte por el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> precio de los productosbásicos <strong>en</strong> los que se basaban las economías coloniales (o cuando m<strong>en</strong>os susfinanzas públicas y sus clases medias), y <strong>en</strong> parte porque los países metropolitanossólo se preocuparon de proteger su agricultura y su empleo, sin t<strong>en</strong>er<strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las consecu<strong>en</strong>cias de esas políticas sobre las colonias. En suma,unos países europeos cuyas decisiones económicas se adoptaban <strong>en</strong> funciónde factores internos no podían conservar por mucho tiempo unos imperioscuyos intereses productivos eran de tan gran complejidad (Holland, 1985,p. 13) (véase el capítulo VII).Por esa razón la Depresión señaló <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> mundo colonialel inicio <strong>del</strong> descont<strong>en</strong>to político y social de la población autóctona, descont<strong>en</strong>toque necesariam<strong>en</strong>te debía dirigirse contra el gobierno (colonial), inclusodonde no surgieron movimi<strong>en</strong>tos políticos nacionalistas hasta después <strong>del</strong>a segunda guerra mundial. Tanto <strong>en</strong> el África occid<strong>en</strong>tal británica como <strong>en</strong> elCaribe com<strong>en</strong>zaron a producirse disturbios civiles, fruto directo de la crisisque afectó al sector de cultivos locales de exportación (cacao y azúcar). Pero<strong>en</strong> los países donde ya existían movimi<strong>en</strong>tos nacionales anticoloniales, losaños de la Depresión agudizaron el conflicto, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> aquelloslugares <strong>en</strong> que la agitación política había llegado a las masas. Después detodo, fue durante esos años cuando se registró la expansión de los HermanosMusulmanes <strong>en</strong> Egipto (creados <strong>en</strong> 1928) y cuando Gandhi movilizó por segundavez a la gran masa de la población india (1931) (véase el capítulo VII).Posiblem<strong>en</strong>te, el triunfo de los republicanos radicales dirigidos por De Valera<strong>en</strong> las elecciones irlandesas de 1932 ha de explicarse como una tardía reacciónanticolonial al derrumbami<strong>en</strong>to económico.Nada demuestra mejor la universalidad de la Gran Depresión y la gravedadde sus efectos que el carácter universal de las insurrecciones políticas9. Los otros fueron los partidos comunistas chil<strong>en</strong>o y cubano.


114 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESque des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó (y que hemos examinado superficialm<strong>en</strong>te) <strong>en</strong> un períodode meses o de pocos años, desde Japón a Irlanda, desde Suecia a NuevaZelanda y desde Arg<strong>en</strong>tina a Egipto. Pero por dramáticas que fueran, las consecu<strong>en</strong>ciaspolíticas inmediatas no son el único ni el principal criterio parajuzgar la gravedad de la Depresión. Fue una catástrofe que acabó con cualquieresperanza de restablecer la economía y la sociedad <strong>del</strong> siglo xix. Losacontecimi<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> período 1929-1933 hicieron imposible, e imp<strong>en</strong>sable, unretorno a la situación de 1913. El viejo liberalismo estaba muerto o parecíacond<strong>en</strong>ado a desaparecer. Tres opciones competían por la hegemonía políticointelectual.La primera era el comunismo marxista. Después de todo, laspredicciones de Marx parecían estar cumpliéndose, como tuvo que oír inclusola Asociación Económica Norteamericana <strong>en</strong> 1938, y además (eso era másimpresionante aún) la URSS parecía inmune a la catástrofe. La segundaopción era un capitalismo que había abandonado la fe <strong>en</strong> los principios <strong>del</strong>mercado libre, y que había sido reformado por una especie de maridaje informalcon la socialdemocracia moderada de los movimi<strong>en</strong>tos obreros no comunistas.En el período de la posguerra demostraría ser la opción más eficaz. Sinembargo, al principio no fue tanto un programa consci<strong>en</strong>te o una alternativapolítica como la convicción de que era necesario evitar que se produjera unacrisis como la que se acababa de superar y, <strong>en</strong> el mejor de los casos, una disposicióna experim<strong>en</strong>tar otras fórmulas, estimulada por el fracaso <strong>del</strong> liberalismoclásico. La política socialdemócrata sueca <strong>del</strong> período posterior a 1932,al m<strong>en</strong>os a juicio de uno de sus principales inspiradores, Gunnar Myrdal, fueuna reacción consci<strong>en</strong>te a los fracasos de la ortodoxia económica que habíaaplicado el desastroso gobierno laborista <strong>en</strong> Gran Bretaña <strong>en</strong> 1929-1931. Enese mom<strong>en</strong>to, todavía estaba <strong>en</strong> proceso de elaboración la teoría alternativaa la fracasada economía de libre mercado. En efecto, hasta 1936 no se publicóla obra de Keynes Teoría g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong> empleo, el interés y el dinero, que fue lamás importante contribución a ese proceso de elaboración teórica. Hasta lasegunda guerra mundial, y posteriorm<strong>en</strong>te, no se formularía una práctica degobierno alternativa: la dirección y gestión macroeconómica de la economíabasada <strong>en</strong> la contabilidad de la r<strong>en</strong>ta nacional, aunque, tal vez por influ<strong>en</strong>ciade la URSS, <strong>en</strong> los años treinta los gobiernos y otras instancias públicascom<strong>en</strong>zaron ya a contemplar las economías nacionales como un todo y aestimar la cuantía de su producto o r<strong>en</strong>ta total. 10La tercera opción era el fascismo, que la Depresión convirtió <strong>en</strong> un movimi<strong>en</strong>tomundial o, más exactam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> un peligro mundial. La versión10. Los primeros gobiernos <strong>en</strong> adoptar esos puntos de vista fueron los de la URSS yCanadá <strong>en</strong> 1925. En 1939, nueve países elaboraban estadísticas oficiales de la r<strong>en</strong>ta nacionaly la Sociedad de Naciones calculaba estimaciones para un total de veintiséis países. Inmediatam<strong>en</strong>tedespués de la segunda guerra mundial, existían estimaciones para treinta y nueve países,a mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta para nov<strong>en</strong>ta y tres, y desde <strong>en</strong>tonces las estadísticas <strong>del</strong>a r<strong>en</strong>ta nacional, que <strong>en</strong> muchos casos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> poco que ver con la realidad de las condicionesde vida de la población, se han convertido <strong>en</strong> algo tan característico de los estados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tescomo sus banderas.


EL ABISMO ECONÓMICO 1 15alemana <strong>del</strong> fascismo (el nacionalsocialismo) se b<strong>en</strong>efició tanto de la tradiciónintelectual alemana, que (a difer<strong>en</strong>cia de la austríaca) había rechazadolas teorías neoclásicas <strong>del</strong> liberalismo económico que constituían la ortodoxiainternacional desde la década de 1880, como de la exist<strong>en</strong>cia de ungobierno implacable decidido a terminar con el desempleo a cualquier precio.Hay que reconocer que afrontó la Gran Depresión rápidam<strong>en</strong>te y con máséxito que ningún otro gobierno (los logros <strong>del</strong> fascismo italiano son muchom<strong>en</strong>os espectaculares). Sin embargo, no era ese su mayor atractivo <strong>en</strong> unaEuropa que había perdido el rumbo. A medida que la Gran Depresión fortalecióla marea <strong>del</strong> fascismo, empezó a hacerse cada vez más pat<strong>en</strong>te que <strong>en</strong>la era de las catástrofes no sólo la paz, la estabilidad social y la economía,sino también las instituciones políticas y los valores intelectuales de la sociedadburguesa liberal <strong>del</strong> siglo xix estaban retrocedi<strong>en</strong>do o derrumbándose.En ese proceso c<strong>en</strong>traremos ahora la at<strong>en</strong>ción.


Capítulo IVLA CAÍDA DEL LIBERALISMOEs muy difícil realizar un análisis racional <strong>del</strong> f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o <strong>del</strong>nazismo. Bajo la dirección de un líder que hablaba <strong>en</strong> tono apocalípticode conceptos tales como el poder o la destrucción <strong>del</strong> mundo,y de un régim<strong>en</strong> sust<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> la repulsiva ideología <strong>del</strong> odioracial, uno de los países cultural y económicam<strong>en</strong>te más avanzadosde Europa planificó la guerra, des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó una conflagraciónmundial que se cobró las vidas de casi cincu<strong>en</strong>ta millones de personasy perpetró atrocidades —que culminaron <strong>en</strong> el asesinatomasivo y mecanizado de millones de judíos— de una naturaleza yuna escala que desafían los límites de la imaginación. La capacidad<strong>del</strong> historiador resulta insufici<strong>en</strong>te cuando trata de explicar loocurrido <strong>en</strong> Auschwitz.IAN KERSHAW (1993, pp. 3-4)¡Morir por la patria, por una idea! ... No, eso es una simpleza.Incluso <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te, de lo que se trata es de matar ... Morirno es nada, no existe. Nadie puede imaginar su propia muerte.Matar es la cuestión. Esa es la frontera que hay que atravesar. Sí,es un acto concreto de tu voluntad, porque con él das vida a tuvoluntad <strong>en</strong> otro hombre.De la carta de un jov<strong>en</strong> voluntario de la Repúblicasocial fascista de 1943-1945 (Pavone, 1991, p. 431)IDe todos los acontecimi<strong>en</strong>tos de esta era de las catástrofes, el que mayorm<strong>en</strong>teimpresionó a los supervivi<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> siglo xix fue el hundimi<strong>en</strong>to de losvalores e instituciones de la civilización liberal cuyo progreso se daba pors<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> aquel siglo, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las zonas <strong>del</strong> mundo «avanzadas» y <strong>en</strong> lasque estaban avanzando. Esos valores implicaban el rechazo de la dictadura y


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 117<strong>del</strong> gobierno autoritario, el respeto <strong>del</strong> sistema constitucional con gobiernoslibrem<strong>en</strong>te elegidos y asambleas repres<strong>en</strong>tativas que garantizaban el imperiode la ley, y un conjunto aceptado de derechos y libertades de los ciudadanos,como las libertades de expresión, de opinión y de reunión. Los valores quedebían imperar <strong>en</strong> el estado y <strong>en</strong> la sociedad eran la razón, el debate público,la educación, la ci<strong>en</strong>cia y el perfeccionami<strong>en</strong>to (aunque no necesariam<strong>en</strong>te laperfectibilidad) de la condición humana. Parecía evid<strong>en</strong>te que esos valoreshabían progresado a lo largo <strong>del</strong> siglo y que debían progresar aún más. Despuésde todo, <strong>en</strong> 1914 incluso las dos últimas autocracias europeas, Rusia yTurquía, habían avanzado por la s<strong>en</strong>da <strong>del</strong> gobierno constitucional y, por suparte, Irán había adoptado la constitución belga. Hasta 1914 esos valores sóloeran rechazados por elem<strong>en</strong>tos tradicionalistas como la Iglesia católica, quelevantaba barreras <strong>en</strong> def<strong>en</strong>sa <strong>del</strong> dogma fr<strong>en</strong>te a las fuerzas de la modernidad,por algunos intelectuales rebeldes y profetas de la destrucción, proced<strong>en</strong>tessobre todo de «bu<strong>en</strong>as familias» y de c<strong>en</strong>tros acreditados de cultura—parte, por tanto, de la misma civilización a la que se oponían—, y por lasfuerzas de la democracia, un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o nuevo y perturbador (véase La era<strong>del</strong> imperio). Sin duda, la ignorancia y el atraso de esas masas, su firme decisiónde destruir la sociedad burguesa mediante la revolución social, y la irracionalidadlat<strong>en</strong>te, tan fácilm<strong>en</strong>te explotada por los demagogos, eran motivode alarma. Sin embargo, de esos movimi<strong>en</strong>tos democráticos de masas,aquel que <strong>en</strong>trañaba el peligro más inmediato, el movimi<strong>en</strong>to obrero socialista,def<strong>en</strong>día, tanto <strong>en</strong> la teoría como <strong>en</strong> la práctica, los valores de la razón,la ci<strong>en</strong>cia, el progreso, la educación y la libertad individual con tanta <strong>en</strong>ergíacomo pudiera hacerlo cualquier otro movimi<strong>en</strong>to. La medalla conmemorativa<strong>del</strong> 1° de mayo <strong>del</strong> Partido Socialdemócrata alemán exhibía <strong>en</strong> una carala efigie de Karl Marx y <strong>en</strong> la otra la estatua de la libertad. Lo que rechazabanera el sistema económico, no el gobierno constitucional y los principiosde conviv<strong>en</strong>cia. No hubiera sido lógico considerar que un gobierno <strong>en</strong>cabezadopor Victor Adler, August Bebel o Jean Jaurés pudiese suponer el fin <strong>del</strong>a «civilización tal como la conocemos». De todos modos, un gobierno de talnaturaleza parecía todavía muy remoto.Sin duda las instituciones de la democracia liberal habían progresado <strong>en</strong>la esfera política y parecía que el estallido de la barbarie <strong>en</strong> 1914-1918había servido para acelerar ese progreso. Excepto <strong>en</strong> la Rusia soviética,todos los regím<strong>en</strong>es de la posguerra, viejos y nuevos, eran regím<strong>en</strong>es parlam<strong>en</strong>tariosrepres<strong>en</strong>tativos, incluso el de Turquía. En 1920, la Europa situadaal oeste de la frontera soviética estaba ocupada <strong>en</strong> su totalidad por esetipo dé estados. En efecto, el elem<strong>en</strong>to básico <strong>del</strong> gobierno constitucionalliberal; las elecciones para constituir asambleas repres<strong>en</strong>tativas y/o nombrarpresid<strong>en</strong>tes, se daba prácticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> todos los estados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de laépoca. No obstante, hay que recordar que la mayor parte de esos estados sehallaban <strong>en</strong> Europa y <strong>en</strong> América, y que la tercera parte de la población <strong>del</strong>mundo vivía bajo el sistema colonial. Los únicos países <strong>en</strong> los que no secelebraron elecciones de ningún tipo <strong>en</strong> el período 1919-1947 (Etiopía,


118 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESMongolia, Nepal, Arabia Saudí y Yem<strong>en</strong>) eran fósiles políticos aislados. Enotros cinco países (Afganistán, la China <strong>del</strong> Kuomintang, Guatemala, Paraguayy Tailandia, que se llamaba todavía Siam) sólo se celebraron elecciones<strong>en</strong> una ocasión, lo que no demuestra una fuerte inclinación hacia lademocracia liberal, pero la mera celebración de tales elecciones evid<strong>en</strong>ciacierta p<strong>en</strong>etración, al m<strong>en</strong>os teórica, de las ideas políticas liberales. Porsupuesto, no deb<strong>en</strong> sacarse demasiadas consecu<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> hecho de que secelebraran elecciones, o de la frecu<strong>en</strong>cia de las mismas. Ni Irán, que acudióseis veces a las urnas desde 1930, ni Irak, que lo hizo <strong>en</strong> tres ocasiones,podían ser consideradas como bastiones de la democracia.A pesar de la exist<strong>en</strong>cia de numerosos regím<strong>en</strong>es electorales repres<strong>en</strong>tativos,<strong>en</strong> los veinte años transcurridos desde la «marcha sobre Roma» deMussolini hasta el apogeo de las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje <strong>en</strong> la segunda guerra mundialse registró un retroceso, cada vez más acelerado, de las institucionespolíticas liberales. Mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> 1918-1920 fueron disueltas, o quedaroninoperantes, las asambleas legislativas de dos países europeos, ese númeroaum<strong>en</strong>tó a seis <strong>en</strong> los años veinte y a nueve <strong>en</strong> los años treinta, y la ocupaciónalemana destruyó el poder constitucional <strong>en</strong> otros cinco países durantela segunda guerra mundial. En suma, los únicos países europeos cuyas institucionespolíticas democráticas funcionaron sin solución de continuidaddurante todo el período de <strong>en</strong>treguerras fueron Gran Bretaña, Finlandia (aduras p<strong>en</strong>as), Irlanda, Suecia y Suiza.En el contin<strong>en</strong>te americano, la otra zona <strong>del</strong> mundo donde existían estadosindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, la situación era más diversificada, pero no reflejaba un avanceg<strong>en</strong>eral de las instituciones democráticas. La lista de estados sólidam<strong>en</strong>teconstitucionales <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>tal era pequeña: Canadá, Colombia,Costa Rica, Estados Unidos y la ahora olvidada «Suiza de América <strong>del</strong> Sur»,y su única democracia real, Uruguay. Lo mejor que puede decirse es que <strong>en</strong> elperíodo transcurrido desde la conclusión de la primera guerra mundial hasta lade la segunda, hubo corrimi<strong>en</strong>tos hacia la izquierda y hacia la derecha. Encuanto al resto <strong>del</strong> planeta, consist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> gran parte <strong>en</strong> dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias colonialesy al marg<strong>en</strong>, por tanto, <strong>del</strong> liberalismo, se alejó aún más de las constitucionesliberales, si es que las había t<strong>en</strong>ido alguna vez. En Japón, un régim<strong>en</strong>moderadam<strong>en</strong>te liberal dio paso a otro militarista-nacionalista <strong>en</strong> 1930-1931.Tailandia dio algunos pasos hacia el gobierno constitucional, y <strong>en</strong> cuanto aTurquía, a comi<strong>en</strong>zos de los años veinte subió al poder el modernizador militarprogresista Kemal Atatürk, un personaje que no parecía dispuesto a permitirque las elecciones se interpusieran <strong>en</strong> su camino. En los tres contin<strong>en</strong>tes deAsia, África y Australasia, sólo <strong>en</strong> Australia y Nueva Zelanda estaba sólidam<strong>en</strong>teimplantada la democracia, pues la mayor parte de los surafricanosquedaban fuera de la constitución aprobada para los blancos.En definitiva, esta era de las catástrofes conoció un claro retroceso <strong>del</strong>liberalismo político, que se aceleró notablem<strong>en</strong>te cuando Adolf Hitler asumióel cargo de canciller de Alemania <strong>en</strong> 1933. Considerando el mundo <strong>en</strong>su conjunto, <strong>en</strong> 1920 había treinta y cinco o más gobiernos constitucionales


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 1 19y elegidos (según como se califique a algunas repúblicas latinoamericanas),<strong>en</strong> 1938, diecisiete, y <strong>en</strong> 1944, aproximadam<strong>en</strong>te una doc<strong>en</strong>a. La t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciamundial era clara.Tal vez conv<strong>en</strong>ga recordar que <strong>en</strong> ese período la am<strong>en</strong>aza para las institucionesliberales procedía exclusivam<strong>en</strong>te de la derecha, dado que <strong>en</strong>tre1945 y 1989 se daba por s<strong>en</strong>tado que procedía es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te <strong>del</strong> comunismo.Hasta <strong>en</strong>tonces el término «totalitarismo», inv<strong>en</strong>tado como descripción,o autodescripción, <strong>del</strong> fascismo italiano, prácticam<strong>en</strong>te sólo se aplicaba a esetipo de regím<strong>en</strong>es. La Rusia soviética (desde 1923, la URSS) estaba aisladay no podía ext<strong>en</strong>der el comunismo (ni deseaba hacerlo, desde que Stalinsubió al poder). La revolución social de inspiración l<strong>en</strong>inista dejó de propagarsecuando se acalló la primera oleada revolucionaria <strong>en</strong> el período deposguerra. Los movimi<strong>en</strong>tos socialdemócratas (marxistas) ya no eran fuerzassubversivas, sino partidos que sust<strong>en</strong>taban el estado, y su compromiso con lademocracia estaba más allá de toda duda. En casi todos los países, los movimi<strong>en</strong>tosobreros comunistas eran minoritarios y allí donde alcanzaronfuerza, o habían sido suprimidos o lo serían <strong>en</strong> breve. Como lo demostróla segunda oleada revolucionaria que se des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó durante y después de lasegunda guerra mundial, el temor a la revolución social y al papel que pudierandesempeñar <strong>en</strong> ella los comunistas estaba justificado, pero <strong>en</strong> los veinteaños de retroceso <strong>del</strong> liberalismo ni un solo régim<strong>en</strong> democrático-liberal fuedesalojado <strong>del</strong> poder desde la izquierda. 1 El peligro procedía exclusivam<strong>en</strong>tede la derecha, una derecha que no sólo era una am<strong>en</strong>aza para el gobiernoconstitucional y repres<strong>en</strong>tativo, sino una am<strong>en</strong>aza ideológica para la civilizaciónliberal como tal, y un movimi<strong>en</strong>to de posible alcance mundial, para elcual la etiqueta de «fascismo», aunque adecuada, resulta insufici<strong>en</strong>te.Es insufici<strong>en</strong>te porque no todas las fuerzas que derrocaron regím<strong>en</strong>esliberales eran fascistas. Es adecuada porque el fascismo, primero <strong>en</strong> su formaitaliana original y luego <strong>en</strong> la versión alemana <strong>del</strong> nacionalsocialismo, inspiróa otras fuerzas antiliberales, las apoyó y dio a la derecha internacional unaconfianza histórica. En los años treinta parecía la fuerza <strong>del</strong> futuro. Como haafirmado un experto <strong>en</strong> la materia, «no es fruto <strong>del</strong> azar que ... los dictadoresmonárquicos, los burócratas y oficiales de Europa ori<strong>en</strong>tal y Franco (<strong>en</strong>España) imitaran al fascismo» (Linz, 1975, p. 206).Las fuerzas que derribaron regím<strong>en</strong>es liberales democráticos eran de trestipos, dejando a un lado el sistema tradicional <strong>del</strong> golpe militar empleado <strong>en</strong>Latinoamérica para instalar <strong>en</strong> el poder a dictadores o caudillos car<strong>en</strong>tes deuna ideología determinada. Todas eran contrarias a la revolución social y <strong>en</strong>la raíz de todas ellas se hallaba una reacción contra la subversión <strong>del</strong> viejoord<strong>en</strong> social operada <strong>en</strong> 1917-1920. Todas eran autoritarias y hostiles a lasinstituciones políticas liberales, aunque <strong>en</strong> ocasiones lo fueran más por razo-I. El caso que recuerda más de cerca una situación de ese tipo es la anexión de Estoniapor la URSS <strong>en</strong> 1940, pues <strong>en</strong> esa época el pequeño estado báltico, tras algunos años de gobiernoautoritario, había adoptado nuevam<strong>en</strong>te una constitución más democrática.


120 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESnes pragmáticas que por principio. Los reaccionarios de viejo estilo prohibían<strong>en</strong> ocasiones algunos partidos, sobre todo el comunista, pero no todos.Tras el derrocami<strong>en</strong>to de la efímera república soviética húngara de 1919, elalmirante Horthy, al fr<strong>en</strong>te <strong>del</strong> llamado reino de Hungría —que no t<strong>en</strong>ía nirey ni flota—, gobernó un estado autoritario que siguió si<strong>en</strong>do parlam<strong>en</strong>tario,pero no democrático, al estilo oligárquico <strong>del</strong> siglo xvin. Todas esas fuerzast<strong>en</strong>dían a favorecer al ejército y a la policía, o a otros cuerpos capaces deejercer la coerción física, porque repres<strong>en</strong>taban la def<strong>en</strong>sa más inmediatacontra la subversión. En muchos lugares su apoyo fue fundam<strong>en</strong>tal para quela derecha asc<strong>en</strong>diera al poder. Por último, todas esas fuerzas t<strong>en</strong>dían a sernacionalistas, <strong>en</strong> parte por res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to contra algunos estados extranjeros,por las guerras perdidas o por no haber conseguido formar un vasto imperio,y <strong>en</strong> parte porque agitar una bandera nacional era una forma de adquirir legitimidady popularidad. Había, sin embargo, difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre ellas.Los autoritarios o conservadores de viejo cuño —el almirante Horthy <strong>en</strong>Hungría; el mariscal Mannerheim, v<strong>en</strong>cedor de la guerra civil de blancoscontra rojos <strong>en</strong> la nueva Finlandia indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te; el coronel, y luego mariscal,Pilsudski, libertador de Polonia; el rey Alejandro, primero de Serbia yluego de la nueva Yugoslavia unificada; y el g<strong>en</strong>eral Francisco Franco deEspaña— carecían de una ideología concreta, más allá <strong>del</strong> anticomunismoy de los prejuicios tradicionales de su clase. Si se <strong>en</strong>contraron <strong>en</strong> la posiciónde aliados de la Alemania de Hitler y de los movimi<strong>en</strong>tos fascistas <strong>en</strong> suspropios países, fue sólo porque <strong>en</strong> la coyuntura de <strong>en</strong>treguerras la alianza«natural» era la de todos los sectores de la derecha. Naturalm<strong>en</strong>te, las consideracionesde carácter nacional podían interponerse <strong>en</strong> ese tipo de alianzas.Winston Churchill, que era un claro, aunque atípico, repres<strong>en</strong>tante de laderecha más conservadora, manifestó cierta simpatía hacia la Italia de Mussoliniy no apoyó a la República española contra las fuerzas <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eralFranco, pero cuando Alemania se convirtió <strong>en</strong> una am<strong>en</strong>aza para Gran Bretaña,pasó a ser el líder de la unidad antifascista internacional. Por otra parte,esos reaccionarios tradicionales tuvieron también que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> suspaíses a la oposición de g<strong>en</strong>uinos movimi<strong>en</strong>tos fascistas, que <strong>en</strong> ocasionesgozaban de un fuerte apoyo popular.Una segunda corri<strong>en</strong>te de la derecha dio lugar a los que se han llamado«estados orgánicos» (Linz, 1975, pp. 277 y 306-313), o sea, regím<strong>en</strong>es conservadoresque, más que def<strong>en</strong>der el ord<strong>en</strong> tradicional, recreaban sus principioscomo una forma de resist<strong>en</strong>cia al individualismo liberal y al desafío queplanteaban el movimi<strong>en</strong>to obrero y el socialismo. Estaban animados por lanostalgia ideológica de una Edad Media o una sociedad feudal imaginadas,<strong>en</strong> las que se reconocía la exist<strong>en</strong>cia de clases o grupos económicos, pero seconjuraba el peligro de la lucha de clases mediante la aceptación de la jerarquíasocial, y el reconocimi<strong>en</strong>to de que cada grupo social o «estam<strong>en</strong>to»desempeñaba una función <strong>en</strong> la sociedad orgánica formada por todos y debíaser reconocido como una <strong>en</strong>tidad colectiva. De ese sustrato surgieron diversasteorías «corporativistas» que sustituían la democracia liberal por la repre-


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 121s<strong>en</strong>tación de los grupos de intereses económicos y profesionales. Para designareste sistema se utilizaban a veces los términos democracia o participación«orgánica», que se suponía superior a la democracia sin más, aunque dehecho siempre estuvo asociada con regím<strong>en</strong>es autoritarios y estados fuertesgobernados desde arriba, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te por burócratas y tecnócratas. Entodos los casos limitaba o abolía la democracia electoral, sustituyéndola poruna «democracia basada <strong>en</strong> correctivos corporativos», <strong>en</strong> palabras <strong>del</strong> primerministro húngaro conde Bethl<strong>en</strong> (Rank, 1971). Los ejemplos más acabadosde ese tipo de estados corporativos hay que buscarlos <strong>en</strong> algunos paísescatólicos, <strong>en</strong>tre los que destaca el Portugal <strong>del</strong> profesor Oliveira Salazar, elrégim<strong>en</strong> antiliberal de derechas más duradero de Europa (1927-1974), perotambién son ejemplos notables Austria desde la destrucción de la democraciahasta la invasión de Hitler (1934-1938) y, <strong>en</strong> cierta medida, la España deFranco.Pero aunque los oríg<strong>en</strong>es y las inspiraciones de este tipo de regím<strong>en</strong>esreaccionarios fues<strong>en</strong> más antiguos que los <strong>del</strong> fascismo y, a veces, muy distintosde los de éste, no había una línea de separación <strong>en</strong>tre ellos, porquecompartían los mismos <strong>en</strong>emigos, si no los mismos objetivos. Así, la Iglesiacatólica, profundam<strong>en</strong>te reaccionaria <strong>en</strong> la versión consagrada oficialm<strong>en</strong>tepor el Primer Concilio Vaticano de 1870, no sólo no era fascista, sino que porsu hostilidad hacia los estados laicos con pret<strong>en</strong>siones totalitarias debía serconsiderada como adversaria <strong>del</strong> fascismo. Y sin embargo, la doctrina <strong>del</strong>«estado corporativo», que alcanzó su máxima expresión <strong>en</strong> países católicos,había sido formulada <strong>en</strong> los círculos fascistas (de Italia), que bebían, <strong>en</strong>treotras, <strong>en</strong> las fu<strong>en</strong>tes de la tradición católica. De hecho, algunos aplicaban adichos regím<strong>en</strong>es la etiqueta de «fascistas clericales». En los países católicos,determinados grupos fascistas, como el movimi<strong>en</strong>to rexista <strong>del</strong> belga LeonDegrelle, se inspiraban directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el catolicismo integrista. Muchasveces se ha aludido a la actitud ambigua de la Iglesia con respecto al racismode Hitler y, m<strong>en</strong>os frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, a la ayuda que personas integradas <strong>en</strong>la estructura de la Iglesia, algunas de ellas <strong>en</strong> cargos de importancia, prestarondespués de la guerra a fugitivos nazis, muchos de ellos acusados de crím<strong>en</strong>esde guerra. El nexo de unión <strong>en</strong>tre la Iglesia, los reaccionarios de viejocuño y los fascistas era el odio común a la Ilustración <strong>del</strong> siglo xvm, a larevolución francesa y a cuanto creían fruto de esta última: la democracia, elliberalismo y, especialm<strong>en</strong>te, «el comunismo ateo».La era fascista señaló un cambio de rumbo <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> catolicismoporque la id<strong>en</strong>tificación de la Iglesia con una derecha cuyos principalesexpon<strong>en</strong>tes internacionales eran Hitler y Mussolini creó graves problemasmorales a los católicos con preocupaciones sociales y, cuando el fascismocom<strong>en</strong>zó a precipitarse hacia una inevitable derrota, causó serios problemaspolíticos a una jerarquía eclesiástica cuyas convicciones antifascistas no eranmuy firmes. Al mismo tiempo, el antifascismo, o simplem<strong>en</strong>te la resist<strong>en</strong>ciapatriótica al conquistador extranjero, legitimó por primera vez al catolicismodemocrático (Democracia Cristiana) <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de la Iglesia. En algunos paí-


122 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESses donde los católicos eran una minoría importante com<strong>en</strong>zaron a aparecerpartidos políticos que aglutinaban el voto católico y cuyo interés primordialera def<strong>en</strong>der los intereses de la Iglesia fr<strong>en</strong>te a los estados laicos. Así ocurrió<strong>en</strong> Alemania y <strong>en</strong> los Países Bajos. Donde el catolicismo era la religiónoficial, la Iglesia se oponía a ese tipo de concesiones a la política democrática,pero la pujanza <strong>del</strong> socialismo ateo la impulsó a adoptar una innovaciónradical, la formulación, <strong>en</strong> 1891, de una política social que subrayaba lanecesidad de dar a los trabajadores lo que por derecho les correspondía, yque mant<strong>en</strong>ía el carácter sacrosanto de la familia y de la propiedad privada,pero no <strong>del</strong> capitalismo como tal. 2 La <strong>en</strong>cíclica Rerum Novarían sirvió debase para los católicos sociales y para otros grupos dispuestos a organizarsindicatos obreros católicos, y más inclinados por estas iniciativas hacia laverti<strong>en</strong>te más liberal <strong>del</strong> catolicismo. Excepto <strong>en</strong> Italia, donde el papa B<strong>en</strong>edictoXV (1914-1922) permitió, después de la primera guerra mundial, laformación de un importante Partido Popular (católico), que fue aniquiladopor el fascismo, los católicos democráticos y sociales eran tan sólo unaminoría política marginal. Fue el avance <strong>del</strong> fascismo <strong>en</strong> los años treinta loque les impulsó a mostrarse más activos. Sin embargo, <strong>en</strong> España la gran mayoríade los católicos apoyó a Franco y sólo una minoría, aunque de granaltura intelectual, se mantuvo al lado de la República. La Resist<strong>en</strong>cia, quepodía justificarse <strong>en</strong> función de principios patrióticos más que teológicos, lesofreció su oportunidad y la victoria les permitió aprovecharla. Pero los triunfosde la democracia cristiana <strong>en</strong> Europa, y <strong>en</strong> América Latina algunas décadasdespués, correspond<strong>en</strong> a un período posterior. En el período <strong>en</strong> que seprodujo la caída <strong>del</strong> liberalismo, la Iglesia se complació <strong>en</strong> esa caída, conmuy raras excepciones.IIHay que referirse ahora a los movimi<strong>en</strong>tos a los que puede darse con propieda<strong>del</strong> nombre de fascistas. El primero de ellos es el italiano, que dionombre al f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o, y que fue la creación de un periodista socialista r<strong>en</strong>egado,B<strong>en</strong>ito Mussolini, cuyo nombre de pila, hom<strong>en</strong>aje al presid<strong>en</strong>te mexicanoanticlerical B<strong>en</strong>ito Juárez, simbolizaba el apasionado antipapismo de suRomana nativa. El propio Adolf Hitler reconoció su deuda para con Mussoliniy le manifestó su respeto, incluso cuando tanto él como la Italia fascistademostraron su debilidad e incompet<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la segunda guerra mundial. Acambio, Mussolini tomó de Hitler, aunque <strong>en</strong> fecha tardía, el antisemitismo2. Esta doctrina se plasmó <strong>en</strong> la <strong>en</strong>cíclica Rerum Novarían, que se complem<strong>en</strong>tó cuar<strong>en</strong>taaño.s más tarde —<strong>en</strong> medio de la Gran Depresión, lo cual no e.s fruto de la casualidad— con laQuadragesima Auno. Dicha <strong>en</strong>cíclica continúa si<strong>en</strong>do la columna vertebral de la política social <strong>del</strong>a Iglesia, como lo confirma la <strong>en</strong>cíclica <strong>del</strong> papa Juan Pablo II C<strong>en</strong>tesimas Annu.s, publicada<strong>en</strong> 1991, <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario de la Rerum Norantm. Sin embargo, el peso concreto de su cond<strong>en</strong>a havariado según los contextos políticos.


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 123que había estado aus<strong>en</strong>te de su movimi<strong>en</strong>to hasta 1938, y de la historia deItalia desde su unificación. 3 Sin embargo, el fascismo italiano no tuvo ungran éxito internacional, a pesar de que int<strong>en</strong>tó inspirar y financiar movimi<strong>en</strong>tossimilares <strong>en</strong> otras partes y de que ejerció una cierta influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>lugares inesperados, por ejemplo <strong>en</strong> Vladimir Jabotinsky, fundador <strong>del</strong> «revisionismo»sionista, que <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta ejerció el poder <strong>en</strong> Israel conM<strong>en</strong>ahem Begin.De no haber mediado el triunfo de Hitler <strong>en</strong> Alemania <strong>en</strong> los primerosmeses de 1933, el fascismo no se habría convertido <strong>en</strong> un movimi<strong>en</strong>to g<strong>en</strong>eral.De hecho, salvo el italiano, todos los movimi<strong>en</strong>tos fascistas de ciertaimportancia se establecieron después de la subida de Hitler al poder. Destacan<strong>en</strong>tre ellos el de los Flecha Cruz de Hungría, que consiguió el 25 por 100de los sufragios <strong>en</strong> la primera votación secreta celebrada <strong>en</strong> este país (1939),y el de la Guardia de Hierro rumana, que gozaba de un apoyo aún mayor.Tampoco los movimi<strong>en</strong>tos financiados por Mussolini, como los terroristascroatas ustachá de Ante Pavelic, consiguieron mucho ni se fascistizaronideológicam<strong>en</strong>te hasta los años treinta, <strong>en</strong> que algunos de ellos buscaron inspiracióny apoyo financiero <strong>en</strong> Alemania. Además, sin el triunfo de Hitler <strong>en</strong>Alemania no se habría desarrollado la idea <strong>del</strong> fascismo como movimi<strong>en</strong>touniversal, como una suerte de equival<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la derecha <strong>del</strong> comunismointernacional, con Berlín como su Moscú. Pero de todo ello no surgió unmovimi<strong>en</strong>to sólido, sino tan sólo algunos colaboracionistas ideológicam<strong>en</strong>temotivados <strong>en</strong> la Europa ocupada por los alemanes. Sin embargo, muchosultraderechistas tradicionales, sobre todo <strong>en</strong> Francia, se negaron a cooperarcon los alemanes, pese a que eran furibundos reaccionarios, porque ante todoeran nacionalistas. Algunos incluso participaron <strong>en</strong> la Resist<strong>en</strong>cia. Si Alemaniano hubiera alcanzado una posición de pot<strong>en</strong>cia mundial de primer ord<strong>en</strong>,<strong>en</strong> franco asc<strong>en</strong>so, el fascismo no habría ejercido una influ<strong>en</strong>cia importantefuera de Europa y los gobernantes reaccionarios no se habrían preocupado dedeclarar su simpatía por el fascismo, como cuando, <strong>en</strong> 1940, el portuguésSalazar afirmó que él y Hitler estaban «unidos por la misma ideología» (Delzell,1970, p. 348).No es fácil decir qué era lo que desde 1933 t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> común las difer<strong>en</strong>tescorri<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> fascismo, aparte de la aceptación de la hegemonía alemana.La teoría no era el punto fuerte de unos movimi<strong>en</strong>tos que predicabanla insufici<strong>en</strong>cia de la razón y <strong>del</strong> racionalismo y la superioridad <strong>del</strong> instintoy de la voluntad. Atrajeron a todo tipo de teóricos reaccionarios <strong>en</strong> paísescon una activa vida intelectual conservadora —Alemania es un ejemplo des-3. En honor a los compatriotas de Mussolini hay que decir que durante la guerra el ejércitoitaliano se negó taxativam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> las zonas que ocupaba, y especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el sureste deFrancia, a <strong>en</strong>tregar judíos a los alemanes, o a cualquier otro, para su exterminio. Aunque laadministración italiana mostró escaso celo a este respecto, lo cierto es que murieron la mitadde los miembros de la pequeña comunidad judía italiana, si bi<strong>en</strong> algunos de ellos <strong>en</strong>contraronla muerte <strong>en</strong> la lucha como militantes antifascistas y no como víctimas propiciatorias (Steinberg.1990: Hughes. 1983).


124 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEStacado de ello—, pero éstos eran más bi<strong>en</strong> elem<strong>en</strong>tos decorativos que estructurales<strong>del</strong> fascismo. Mussolini podía haber prescindido perfectam<strong>en</strong>te de sufilósofo Giovanni G<strong>en</strong>tile y Hitler probablem<strong>en</strong>te ignoraba —y no le habríaimportado saberlo— que contaba con el apoyo <strong>del</strong> filósofo Heidegger. Noes posible tampoco id<strong>en</strong>tificar al fascismo con una forma concreta de organización<strong>del</strong> estado, el estado corporativo: la Alemania nazi perdió rápidam<strong>en</strong>teinterés por esas ideas, tanto más <strong>en</strong> cuanto <strong>en</strong>traban <strong>en</strong> conflicto conel principio de una única e indivisible Volksgemeinschaft o comunidad <strong>del</strong>pueblo. Incluso un elem<strong>en</strong>to apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te tan crucial como el racismoestaba aus<strong>en</strong>te, al principio, <strong>del</strong> fascismo italiano. Por otra parte, comohemos visto, el fascismo compartía el nacionalismo, el anticomunismo, elantiliberalismo, etc., con otros elem<strong>en</strong>tos no fascistas de la derecha. Algunosde ellos, <strong>en</strong> especial los grupos reaccionarios franceses no fascistas,compartían también con él la concepción de la política como viol<strong>en</strong>ciacallejera.La principal difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre la derecha fascista y la no fascista era que laprimera movilizaba a las masas desde abajo. Pert<strong>en</strong>ecía a la era de la políticademocrática y popular que los reaccionarios tradicionales rechazaban yque los paladines <strong>del</strong> «estado orgánico» int<strong>en</strong>taban sobrepasar. El fascismose complacía <strong>en</strong> las movilizaciones de masas, y las conservó simbólicam<strong>en</strong>te,como una forma de esc<strong>en</strong>ografía política —las conc<strong>en</strong>traciones nazis deNuremberg, las masas de la Piazza V<strong>en</strong>ezia contemplando las gesticulacionesde Mussolini desde su balcón—, incluso cuando subió al poder; lo mismocabe decir de los movimi<strong>en</strong>tos comunistas. Los fascistas eran los revolucionariosde la contrarrevolución: <strong>en</strong> su retórica, <strong>en</strong> su atractivo para cuantos seconsideraban víctimas de la sociedad, <strong>en</strong> su llamami<strong>en</strong>to a transformarla deforma radical, e incluso <strong>en</strong> su <strong>del</strong>iberada adaptación de los símbolos y nombresde los revolucionarios sociales, tan evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el caso <strong>del</strong> «PartidoObrero Nacionalsocialista» de Hitler, con su bandera roja (modificada) y lainmediata adopción <strong>del</strong> 1.° de mayo de los rojos como fiesta oficial, <strong>en</strong> 1933.Análogam<strong>en</strong>te, aunque el fascismo también se especializó <strong>en</strong> la retórica<strong>del</strong> retorno <strong>del</strong> pasado tradicional y obtuvo un gran apoyo <strong>en</strong>tre aquellos quehabrían preferido borrar el siglo anterior, si hubiera sido posible, no era realm<strong>en</strong>teun movimi<strong>en</strong>to tradicionalista <strong>del</strong> estilo de los carlistas de Navarraque apoyaron a Franco <strong>en</strong> la guerra civil, o de las campañas de Gandhi <strong>en</strong>pro <strong>del</strong> retorno a los telares manuales y a los ideales rurales. Propugnabamuchos valores tradicionales, lo cual es otra cuestión. D<strong>en</strong>unciaba la emancipaciónliberal —la mujer debía permanecer <strong>en</strong> el hogar y dar a luz muchoshijos— y desconfiaba de la insidiosa influ<strong>en</strong>cia de la cultura moderna y,especialm<strong>en</strong>te, <strong>del</strong> arte de vanguardia, al que los nacionalsocialistas alemanestildaban de «bolchevismo cultural» y de deg<strong>en</strong>erado. Sin embargo, losprincipales movimi<strong>en</strong>tos fascistas —el italiano y el alemán— no recurrierona los guardianes históricos <strong>del</strong> ord<strong>en</strong> conservador, la Iglesia y la monarquía.Antes al contrario, int<strong>en</strong>taron suplantarlos por un principio de liderazgototalm<strong>en</strong>te nuevo <strong>en</strong>carnado <strong>en</strong> el hombre hecho a sí mismo y legitimado por


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 125el apoyo de las masas, y por unas ideologías —y <strong>en</strong> ocasiones cultos— decarácter laico.El pasado al que apelaban era un artificio. Sus tradiciones eran inv<strong>en</strong>tadas.El propio racismo de Hitler no era ese s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de orgullo por una asc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciacomún, pura y no interrumpida que provee a los g<strong>en</strong>ealogistas de<strong>en</strong>cargos de norteamericanos que aspiran a demostrar que desci<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de unyeoman de Suffolk <strong>del</strong> siglo xvi. Era, más bi<strong>en</strong>, una elucubración posdarwinianaformulada a finales <strong>del</strong> siglo xix, que reclamaba el apoyo (y, por desgracia,lo obtuvo frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Alemania) de la nueva ci<strong>en</strong>cia de la g<strong>en</strong>éticao, más exactam<strong>en</strong>te, de la rama de la g<strong>en</strong>ética aplicada («eug<strong>en</strong>esia») quesoñaba con crear una superraza humana mediante la reproducción selectiva yla eliminación de los m<strong>en</strong>os aptos. La raza destinada a dominar el mundo conHitler ni siquiera tuvo un nombre hasta 1898, cuando un antropólogo acuñó eltérmino «nórdico». Hostil como era, por principio, a la Ilustración y a la revoluciónfrancesa, el fascismo no podía creer formalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la modernidad y<strong>en</strong> el progreso, pero no t<strong>en</strong>ía dificultad <strong>en</strong> combinar un conjunto absurdo decre<strong>en</strong>cias con la modernización tecnológica <strong>en</strong> la práctica, excepto <strong>en</strong> algunoscasos <strong>en</strong> que paralizó la investigación ci<strong>en</strong>tífica básica por motivos ideológicos(véase el capítulo XVIII). El fascismo triunfó sobre el liberalismo alproporcionar la prueba de que los hombres pued<strong>en</strong>, sin dificultad, conjugarunas cre<strong>en</strong>cias absurdas sobre el mundo con un dominio eficaz de la alta tecnologíacontemporánea. Los años finales <strong>del</strong> siglo xx, con las sectas fundam<strong>en</strong>talistasque manejan las armas de la televisión y de la colecta de fondosprogramada por ord<strong>en</strong>ador, nos han familiarizado más con este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o.Sin embargo, es necesario explicar esa combinación de valores conservadores,de técnicas de la democracia de masas y de una ideología innovadorade viol<strong>en</strong>cia irracional, c<strong>en</strong>trada fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el nacionalismo. Esetipo de movimi<strong>en</strong>tos no tradicionales de la derecha radical habían surgido <strong>en</strong>varios países europeos a finales <strong>del</strong> siglo xix como reacción contra el liberalismo(esto es, contra la transformación acelerada de las sociedades por elcapitalismo) y contra los movimi<strong>en</strong>tos socialistas obreros <strong>en</strong> asc<strong>en</strong>so y, más<strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, contra la corri<strong>en</strong>te de extranjeros que se desplazaban de uno aotro lado <strong>del</strong> planeta <strong>en</strong> el mayor movimi<strong>en</strong>to migratorio que la historiahabía registrado hasta ese mom<strong>en</strong>to. Los hombres y las mujeres emigrabanno sólo a través de los océanos y de las fronteras internacionales, sino desdeel campo a la ciudad, de una región a otra d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mismo país, <strong>en</strong> suma,desde la «patria» hasta la tierra de los extranjeros y, <strong>en</strong> otro s<strong>en</strong>tido, comoextranjeros hacia la patria de otros. Casi quince de cada ci<strong>en</strong> polacos abandonaronsu país para siempre, además <strong>del</strong> medio millón anual de emigrantesestacionales, para integrarse <strong>en</strong> la clase obrera de los países receptores. Losaños finales <strong>del</strong> siglo xix anticiparon lo que ocurriría <strong>en</strong> las postrimerías <strong>del</strong>siglo xx e iniciaron la x<strong>en</strong>ofobia masiva, de la que el racismo —la protecciónd e la raza pura nativa fr<strong>en</strong>te a la contaminación, o incluso el predominio, <strong>del</strong>as hordas subhumanas invasoras— pasó a ser la expresión habitual. Su fuerzapuede calibrarse no sólo por el temor hacia los inmigrantes polacos que


126 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESindujo al gran sociólogo alemán Max Weber a apoyar temporalm<strong>en</strong>te la LigaPangermana, sino por la campaña cada vez más febril contra la inmigraciónde masas <strong>en</strong> los Estados Unidos, que, durante y después de la segunda guerramundial, llevó al país de la estatua de la Libertad a cerrar sus fronteras aaquellos a qui<strong>en</strong>es dicha estatua debía dar la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida.El sustrato común de esos movimi<strong>en</strong>tos era el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de los humildes<strong>en</strong> una sociedad que los aplastaba <strong>en</strong>tre el gran capital, por un lado, y losmovimi<strong>en</strong>tos obreros <strong>en</strong> asc<strong>en</strong>so, por el otro. O que, al m<strong>en</strong>os, les privaba <strong>del</strong>a posición respetable que habían ocupado <strong>en</strong> el ord<strong>en</strong> social y que creíanmerecer, o de la situación a que creían t<strong>en</strong>er derecho <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de una sociedaddinámica. Esos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>contraron su expresión más característica<strong>en</strong> el antisemitismo, que <strong>en</strong> el último cuarto <strong>del</strong> siglo xix com<strong>en</strong>zó a animar, <strong>en</strong>diversos países, movimi<strong>en</strong>tos políticos específicos basados <strong>en</strong> la hostilidadhacia los judíos. Los judíos estaban prácticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> todas partes y podíansimbolizar fácilm<strong>en</strong>te lo más odioso de un mundo injusto, <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medidapor su aceptación de las ideas de la Ilustración y de la revolución francesa quelos había emancipado y, con ello, los había hecho más visibles. Podían servircomo símbolos <strong>del</strong> odiado capitalista/financiero; <strong>del</strong> agitador revolucionario;de la influ<strong>en</strong>cia destructiva de los «intelectuales desarraigados» y de los nuevosmedios de comunicación de masas; de la compet<strong>en</strong>cia —que no podía sersino «injusta»— que les otorgaba un número desproporcionado de puestos <strong>en</strong>determinadas profesiones que exigían un nivel de instrucción; y <strong>del</strong> extranjeroy <strong>del</strong> intruso como tal. Eso sin m<strong>en</strong>cionar la convicción g<strong>en</strong>eralizada de loscristianos más tradicionales de que habían matado a Jesucristo.El rechazo de los judíos era g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> el mundo occid<strong>en</strong>tal y su posición<strong>en</strong> la sociedad decimonónica era verdaderam<strong>en</strong>te ambigua. Sin embargo, elhecho de que los trabajadores <strong>en</strong> huelga, aunque estuvieran integrados <strong>en</strong>movimi<strong>en</strong>tos obreros no racistas, atacaran a los t<strong>en</strong>deros judíos y considerarana sus patronos como judíos (muchas veces con razón, <strong>en</strong> amplias zonasde Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>tal) no debe inducir a considerarlos como protonazis,de igual forma que el antisemitismo de los intelectuales liberales británicos<strong>del</strong> reinado de Eduardo VII, como el <strong>del</strong> grupo de Bloomsbury, tampocoles convertía <strong>en</strong> simpatizantes de los antisemitas políticos de la derecharadical. El antisemitismo agrario de Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>tal, donde <strong>en</strong> lapráctica el judío era el punto de contacto <strong>en</strong>tre el campesino y la economíaexterior de la que dep<strong>en</strong>día su sust<strong>en</strong>to, era más perman<strong>en</strong>te y explosivo, y lofue cada vez más a medida que las sociedades rurales eslava, magiar o rumanase conmovieron como consecu<strong>en</strong>cia de las incompr<strong>en</strong>sibles sacudidas <strong>del</strong>mundo moderno. Esos grupos incultos podían creer las historias que circulabanacerca de que los judíos sacrificaban a los niños cristianos, y los mom<strong>en</strong>tosde explosión social desembocaban <strong>en</strong> pogroms, al<strong>en</strong>tados por los elem<strong>en</strong>tosreaccionarios <strong>del</strong> imperio <strong>del</strong> zar. especialm<strong>en</strong>te a partir de 1881, año<strong>en</strong> que se produjo el asesinato <strong>del</strong> zar Alejandro II por los revolucionariossociales. Existe por ello una continuidad directa <strong>en</strong>tre el antisemitismo popularoriginal y el exterminio de los judíos durante la segunda guerra mundial.


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO J 2 7El antisemitismo popular dio un fundam<strong>en</strong>to a los movimi<strong>en</strong>tos fascistas <strong>del</strong>a Europa ori<strong>en</strong>tal a medida que adquirían una base de masas, particularm<strong>en</strong>teal de la Guardia de Hierro rumana y al de los Flecha Cruz de Hungría. Entodo caso, <strong>en</strong> los antiguos territorios de los Habsburgo y de los Romanov,esta conexión era mucho más clara que <strong>en</strong> el Reich alemán, donde el antisemitismopopular rural y provinciano, aunque fuerte y profundam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>raizado,era m<strong>en</strong>os viol<strong>en</strong>to, o incluso más tolerante. Los judíos que <strong>en</strong> 1938escaparon de la Vi<strong>en</strong>a ocupada hacia Berlín se asombraron ante la aus<strong>en</strong>ciade antisemitismo <strong>en</strong> las calles. En Berlín (por ejemplo, <strong>en</strong> noviembrede 1938), la viol<strong>en</strong>cia fue decretada desde arriba (Kershaw, 1983). A pesar deello, no existe comparación posible <strong>en</strong>tre la viol<strong>en</strong>cia ocasional e intermit<strong>en</strong>tede los pogroms y lo que ocurriría una g<strong>en</strong>eración más tarde. El puñado demuertos de 1881, los cuar<strong>en</strong>ta o cincu<strong>en</strong>ta <strong>del</strong> pogrom de Kishinev de 1903,of<strong>en</strong>dieron al mundo —justam<strong>en</strong>te— porque antes de que se iniciara la barbarieese número de víctimas era considerado intolerable por un mundo queconfiaba <strong>en</strong> el progreso de la civilización. En cuanto a los pogroms muchomás importantes que acompañaron a los levantami<strong>en</strong>tos de las masas decampesinos durante la revolución rusa de 1905, sólo provocaron, <strong>en</strong> comparacióncon los episodios posteriores, un número de bajas modesto, tal vezochoci<strong>en</strong>tos muertos <strong>en</strong> total. Puede compararse esta cifra con los 3.800 judíosque, <strong>en</strong> 1941 murieron <strong>en</strong> tres días <strong>en</strong> Vilnius (Vilna) a manos de loslituanos, cuando los alemanes invadieron la URSS y antes de que com<strong>en</strong>zarasu exterminio sistemático.Los nuevos movimi<strong>en</strong>tos de la derecha radical que respondían a estas tradicionesantiguas de intolerancia, pero que las transformaron fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te,calaban especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las capas medias y bajas de ¡a sociedadeuropea, y su retórica y su teoría fueron formuladas por intelectuales nacionalistasque com<strong>en</strong>zaron a aparecer <strong>en</strong> la década de 1890. El propio término«nacionalismo» se acuñó durante esos años para describir a esos nuevos portavocesde la reacción. Los militantes de las clases medias y bajas se integraron<strong>en</strong> la derecha radical, sobre todo <strong>en</strong> los países <strong>en</strong> los que no prevalecíanlas ideologías de la democracia y el liberalismo, o <strong>en</strong>tre las clases que nose id<strong>en</strong>tificaban con ellas, esto es. sobre todo allí donde no se había registradoun acontecimi<strong>en</strong>to equival<strong>en</strong>te a la revolución francesa. En efecto, <strong>en</strong> lospaíses c<strong>en</strong>trales <strong>del</strong> liberalismo occid<strong>en</strong>tal —Gran Bretaña, Francia y EstadosUnidos— la hegemonía de la tradición revolucionaria impidió la apariciónde movimi<strong>en</strong>tos fascistas importantes. Es un error confundir el racismode los populistas norteamericanos o el chauvinismo de los republicanos francesescon el protofascismo, pues estos eran movimi<strong>en</strong>tos de izquierda.Ello no impidió que, una vez arrinconada la hegemonía de la Libertad, laIgualdad y la Fraternidad, los viejos instintos se vincularan a nuevos lemaspolíticos. No hay duda de que un gran porc<strong>en</strong>taje de los activistas de laesvástica <strong>en</strong> los Alpes austríacos procedían de las filas de los profesionalesprovinciales —veterinarios, topógrafos, etc.—, que antes habían sido liberalesy habían formado una minoría educada y emancipada <strong>en</strong> un <strong>en</strong>torno


128 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESdominado por el clericalismo rural. De igual manera, la desintegración de losmovimi<strong>en</strong>tos proletarios socialistas y obreros clásicos de finales <strong>del</strong> siglo xxhan dejado el terr<strong>en</strong>o libre al chauvinismo y al racismo instintivos de muchostrabajadores manuales. Hasta ahora, aunque lejos de ser inmunes a ese tipode s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos, habían dudado de expresarlos <strong>en</strong> público por su lealtad aunos partidos que los rechazaban <strong>en</strong>érgicam<strong>en</strong>te. Desde los años ses<strong>en</strong>ta, lax<strong>en</strong>ofobia y el racismo político de la Europa occid<strong>en</strong>tal es un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o quese da principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los trabajadores manuales. Sin embargo, <strong>en</strong> losdec<strong>en</strong>ios de incubación <strong>del</strong> fascismo se manifestaba <strong>en</strong> los grupos que no semanchaban las manos <strong>en</strong> el trabajo.Las capas medias y medias bajas fueron la espina dorsal de esos movimi<strong>en</strong>tosdurante todo el período de vig<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> fascismo. Esto no lo nieganni siquiera los historiadores que se propon<strong>en</strong> revisar el cons<strong>en</strong>so de «virtualm<strong>en</strong>te»cualquier análisis <strong>del</strong> apoyo a los nazis realizado <strong>en</strong>tre 1930 y 1980(Childers, 1983; Childers, 1991, pp. 8 y 14-15). Consideremos tan sólo unode los numerosos casos <strong>en</strong> que se ha estudiado la afiliación y el apoyo dedichos movimi<strong>en</strong>tos: el de Austria <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras. De losnacionalsocialistas elegidos como concejales <strong>en</strong> Vi<strong>en</strong>a <strong>en</strong> 1932, el 18 por 100eran trabajadores por cu<strong>en</strong>ta propia, el 56 por 100 eran trabajadores administrativos,oficinistas y funcionarios, y el 14 por 100 obreros. De los nazis elegidos<strong>en</strong> cinco asambleas austríacas de fuera de Vi<strong>en</strong>a <strong>en</strong> ese mismo año, el16 por 100 eran trabajadores por cu<strong>en</strong>ta propia y campesinos, el 51 por 100oficinistas, etc., y el 10 por 100 obreros no especializados (Lars<strong>en</strong> et ai,1978, pp. 766-767).No quiere ello decir que los movimi<strong>en</strong>tos fascistas no gozaran de apoyo<strong>en</strong>tre las clases obreras m<strong>en</strong>os favorecidas. Fuera cual fuere la composiciónde sus cuadros, el apoyo a los Guardias de Hierro rumanos procedía de loscampesinos pobres. Una gran parte <strong>del</strong> electorado <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to de los FlechaCruz húngaros pert<strong>en</strong>ecía a la clase obrera (el Partido Comunista estabaprohibido y el Partido Socialdemócrata, siempre reducido, pagaba el preciode ser tolerado por el régim<strong>en</strong> de Horthy) y, tras la derrota de la socialdemocraciaaustríaca <strong>en</strong> 1934, se produjo un importante trasvase de trabajadoreshacia el Partido Nazi, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las provincias. Además, una vez quelos gobiernos fascistas habían adquirido legitimidad pública, como <strong>en</strong> Italiay Alemania, muchos más trabajadores comunistas y socialistas de los que latradición izquierdista está dispuesta a admitir <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> sintonía con losnuevos regím<strong>en</strong>es. No obstante, dado que el fascismo t<strong>en</strong>ía dificultades paraatraer a los elem<strong>en</strong>tos tradicionales de la sociedad rural (salvo donde, como<strong>en</strong> Croacia, contaban con el refuerzo de organizaciones como la Iglesia católica)y que era el <strong>en</strong>emigo jurado de las ideologías y partidos id<strong>en</strong>tificadoscon la clase obrera organizada, su principal apoyo natural residía <strong>en</strong> las capasmedias de la sociedad.Hasta qué punto caló el fascismo <strong>en</strong> la clase media es una cuestión sujetaa discusión. Ejerció, sin duda, un fuerte atractivo <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es de clasemedia, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los estudiantes universitarios de la Europa conti-


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 129n<strong>en</strong>tal que, durante el período de <strong>en</strong>treguerras, daban apoyo a la ultraderecha.En 1921 (es decir, antes de la «marcha sobre Roma») el 13 por 100 de losmiembros <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to fascista italiano eran estudiantes. En Alemania, ya<strong>en</strong> 1930, cuando la mayoría de los futuros nazis no se interesaban todavía porla figu ra de Hitler, eran <strong>en</strong>tre el 5 y el 10 por 100 de los miembros <strong>del</strong> PartidoNazi (Kater, 1985, p. 467; Noelle y Neumann, 1967, p. 196). Como veremos,muchos fascistas eran ex oficiales de clase media, para los cuales la granguerra, con todos sus horrores, había sido la cima de su realización personal,desde la cual sólo contemplaban el triste futuro de una vida civil decepcionante.Estos eran segm<strong>en</strong>tos de la clase media que se s<strong>en</strong>tían particularm<strong>en</strong>teatraídos por el activismo. En g<strong>en</strong>eral, la atracción de la derecha radical eramayor cuanto más fuerte era la am<strong>en</strong>aza, real o temida, que se cernía sobre laposición de un grupo de la clase media, a medida que se desbarataba el marcoque se suponía que t<strong>en</strong>ía que mant<strong>en</strong>er <strong>en</strong> su lugar el ord<strong>en</strong> social. EnAlemania, la gran inflación, que redujo a cero el valor de la moneda, y la GranDepresión que la siguió radicalizaron incluso a algunos estratos de la clasemedia, como los funcionarios de los niveles medios y superiores, cuya posiciónparecía segura y que, <strong>en</strong> circunstancias m<strong>en</strong>os traumáticas, se habríans<strong>en</strong>tido satisfechos <strong>en</strong> su papel de patriotas conservadores tradicionales, nostálgicos<strong>del</strong> emperador Guillermo pero dispuestos a servir a una república presididapor el mariscal Hind<strong>en</strong>burg, si no hubiera sido evid<strong>en</strong>te que ésta seestaba derrumbando. En el período de <strong>en</strong>treguerras, la gran mayoría de lapoblación alemana que no t<strong>en</strong>ía intereses políticos recordaba con nostalgia elimperio de Guillermo II. En los años ses<strong>en</strong>ta, cuando la gran mayoría de losalemanes occid<strong>en</strong>tales consideraba, con razón, que <strong>en</strong>tonces estaba vivi<strong>en</strong>doel mejor mom<strong>en</strong>to de la historia <strong>del</strong> país, el 42 por 100 de la población de másde ses<strong>en</strong>ta años p<strong>en</strong>saba todavía que el período anterior a 1914 había sidomejor, fr<strong>en</strong>te al 32 por 100 que había sido convertido por el «milagro económico»(Noelle y Neumann, 1967, p. 197). Entre 1930 y 1932, los votantesde los partidos burgueses <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro y de la derecha se inclinaron <strong>en</strong> masa porel partido nazi. Sin embargo, no fueron ellos los constructores <strong>del</strong> fascismo.Por la forma <strong>en</strong> que se dibujaron las líneas de la lucha política <strong>en</strong> elperíodo de <strong>en</strong>treguerras, esas capas medias conservadoras eran susceptiblesde apoyar, e incluso de abrazar, el fascismo. La am<strong>en</strong>aza para la sociedadliberal y para sus valores parecía <strong>en</strong>carnada <strong>en</strong> la derecha, y la am<strong>en</strong>aza parael ord<strong>en</strong> social, <strong>en</strong> la izquierda. Fueron sus temores los que determinaron lainclinación política de la clase media. Los conservadores tradicionales ses<strong>en</strong>tían atraídos por los demagogos <strong>del</strong> fascismo y se mostraron dispuestos aaliarse con ellos contra el gran <strong>en</strong>emigo. El fascismo italiano t<strong>en</strong>ía bu<strong>en</strong>apr<strong>en</strong>sa <strong>en</strong> los años veinte e incluso <strong>en</strong> los años treinta, excepto <strong>en</strong> la izquierda<strong>del</strong> liberalismo. «La década no ha sido fructífera por lo que respecta al arte<strong>del</strong> bu<strong>en</strong> gobierno, si se exceptúa el experim<strong>en</strong>to dorado <strong>del</strong> fascismo»,escribió John Buchan, emin<strong>en</strong>te conservador británico y autor de novelaspoliciacas. (Lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te, la inclinación a escribir novelas policiacasraram<strong>en</strong>te coincide con convicciones izquierdistas.) (Graves y Hodge, 1941,


130 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESp. 248.) Hitler fue llevado al poder por una coalición de la derecha tradicional,a la que muy pronto devoró, y el g<strong>en</strong>eral Franco incluyó <strong>en</strong> su fr<strong>en</strong>t<strong>en</strong>acionalista a la Falange española, movimi<strong>en</strong>to poco importante a la sazón,porque lo que él repres<strong>en</strong>taba era la unión de toda la derecha contra los fantasmasde 1789 y de 1917, <strong>en</strong>tre los cuales no establecía una clara distinción.Franco tuvo la fortuna de no interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> la segunda guerra mundial al ladode Hitler, pero <strong>en</strong>vió una fuerza de voluntarios, la División Azul, a luchar <strong>en</strong>Rusia al lado de los alemanes, contra los comunistas ateos. El mariscalPétain no era, sin duda, ni un fascista ni un simpatizante nazi. Una de lasrazones por fas que después de la guerra era tan difícii distinguir <strong>en</strong> Franciaa los fascistas sinceros y a los colaboracionistas de los seguidores <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>petainista de Vichy era la falta de una línea clara de demarcación <strong>en</strong>treambos grupos. Aquellos cuyos padres habían odiado a Dreyfus, a los judíosy a la república bastarda —algunos de los personajes de Vichy t<strong>en</strong>ían edadsufici<strong>en</strong>te para haber experim<strong>en</strong>tado ellos mismos ese s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to— <strong>en</strong>grosaronnaturalm<strong>en</strong>te las filas de los <strong>en</strong>tusiastas fanáticos de una Europa hitleriana.En resum<strong>en</strong>, durante el período de <strong>en</strong>treguerras, la alianza «natural» <strong>del</strong>a derecha abarcaba desde los conservadores tradicionales hasta el sector másextremo de la patología fascista, pasando por los reaccionarios de viejo cuño.Las fuerzas tradicionales <strong>del</strong> conservadurismo y la contrarrevolución eranfuertes, pero poco activas. El fascismo les dio una dinámica y, lo que tal vezes más importante, el ejemplo de su triunfo sobre las fuerzas <strong>del</strong> desord<strong>en</strong>.(El argum<strong>en</strong>to habitual <strong>en</strong> favor de la Italia fascista era que «Mussolini habíaconseguido que los tr<strong>en</strong>es circularan con puntualidad».) De la misma formaque desde 1933 el dinamismo de los comunistas ejerció un atractivo sobre laizquierda desori<strong>en</strong>tada y sin rumbo, los éxitos <strong>del</strong> fascismo, sobre todo des<strong>del</strong>a subida al poder de los nacionalsocialistas <strong>en</strong> Alemania, lo hicieron aparecercomo el movimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> futuro. Que el fascismo llegara incluso aadquirir importancia, aunque por poco tiempo, <strong>en</strong> la Gran Bretaña conservadorademuestra la fuerza de ese «efecto de demostración». Dado que todo elmundo consideraba que Gran Bretaña era un mo<strong>del</strong>o de estabilidad social ypolítica, el hecho de que el fascismo consiguiera ganarse a uno de sus másdestacados políticos y de que obtuviera el apoyo de uno de sus principalesmagnates de la pr<strong>en</strong>sa resulta significativo, aunque el movimi<strong>en</strong>to de sirOswald Mosley perdiera rápidam<strong>en</strong>te el favor de los políticos respetables yel Daily Mail de lord Rothermere abandonara muy pronto su apoyo a laUnión Británica de Fascistas.IIISin ningún género de dudas el asc<strong>en</strong>so de la derecha radical después <strong>del</strong>a primera guerra mundial fue una respuesta al peligro, o más bi<strong>en</strong> a la realidad,de la revolución social y <strong>del</strong> fortalecimi<strong>en</strong>to de la clase obrera <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral,y a la revolución de octubre y al l<strong>en</strong>inismo <strong>en</strong> particular. Sin ellos no


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 131habría existido el fascismo, pues aunque había habido demagogos ultraderechistaspolíticam<strong>en</strong>te activos y agresivos <strong>en</strong> diversos países europeos desdefinales <strong>del</strong> siglo xix, hasta 1914 habían estado siempre bajo control. Desdeese punto de vista, los apologetas <strong>del</strong> fascismo ti<strong>en</strong><strong>en</strong> razón, probablem<strong>en</strong>te,cuando sosti<strong>en</strong><strong>en</strong> que L<strong>en</strong>in <strong>en</strong>g<strong>en</strong>dró a Mussolini y a Hitler. Sin embargo,no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> legitimidad alguna para disculpar la barbarie fascista, como lohicieron algunos historiadores alemanes <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta (Nolte, 1987),afirmando que se inspiraba <strong>en</strong> las barbaridades cometidas previam<strong>en</strong>te por larevolución rusa y que las imitaba.Es necesario, además, hacer dos importantes matizaciones a la tesis deque la reacción de la derecha fue <strong>en</strong> lo es<strong>en</strong>cial una respuesta a la izquierdarevolucionaria. En primer lugar, subestima el impacto que la primera guerramundial tuvo sobre un importante segm<strong>en</strong>to de las capas medias y mediasbajas, los soldados o los jóv<strong>en</strong>es nacionalistas que, después de noviembre de1918, com<strong>en</strong>zaron a s<strong>en</strong>tirse defraudados por haber perdido su oportunidadde acceder al heroísmo. El llamado «soldado <strong>del</strong> fr<strong>en</strong>te» (Frontsoldat) ocuparíaun destacado lugar <strong>en</strong> la mitología de los movimi<strong>en</strong>tos de la derecha radical—Hitler fue uno de ellos— y sería un elem<strong>en</strong>to importante <strong>en</strong> los primerosgrupos armados ultranacionalistas, como los oficiales que asesinaron a loslíderes comunistas alemanes Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg a principiosde 1919, los squadristi italianos y el Freikorps alemán. El 57 por 100 de losfascistas italianos de primera hora eran veteranos de guerra. Como hemosvisto, la primera guerra mundial fue una máquina que produjo la brutalización<strong>del</strong> mundo y esos hombres se ufanaban liberando su brutalidad lat<strong>en</strong>te.El compromiso de la izquierda, incluidos los liberales, con los movimi<strong>en</strong>tospacifistas y antimilitaristas, y la repulsión popular contra el exterminio<strong>en</strong> masa de la primera guerra mundial llevó a que muchos subestimaranla importancia de un grupo pequeño <strong>en</strong> términos relativos, pero numeroso <strong>en</strong>términos absolutos, una minoría para la cual la experi<strong>en</strong>cia de la lucha, incluso<strong>en</strong> las condiciones de 1914-1918, era es<strong>en</strong>cial e inspiradora; para qui<strong>en</strong> eluniforme, la disciplina y el sacrificio —su propio sacrificio y el de losdemás—, así como las armas, la sangre y el poder, eran lo que daba s<strong>en</strong>tidoa su vida masculina. No escribieron muchos libros sobre la guerra aunque(especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Alemania) alguno de ellos lo hizo. Esos Rambos de sutiempo eran reclutas naturales de la derecha radical.La segunda matización es que la reacción derechista no fue una respuestaal bolchevismo como tal, sino a todos los movimi<strong>en</strong>tos, sobre todo los <strong>del</strong>a clase obrera organizada, que am<strong>en</strong>azaban el ord<strong>en</strong> vig<strong>en</strong>te de la sociedad,o a los que se podía responsabilizar de su desmoronami<strong>en</strong>to. L<strong>en</strong>in era elsímbolo de esa am<strong>en</strong>aza, más que su plasmación real. Para la mayor parte <strong>del</strong>os políticos, la verdadera am<strong>en</strong>aza no residía tanto <strong>en</strong> los partidos socialistasobreros, cuyos líderes eran moderados, sino <strong>en</strong> el fortalecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>poder, la confianza y el radicalismo de la clase obrera, que daba a los viejospartidos socialistas una nueva fuerza política y que, de hecho, los convirtió<strong>en</strong> el sostén indisp<strong>en</strong>sable de los estados liberales. No fue simple casualidad


132 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESque poco después de concluida la guerra se aceptara <strong>en</strong> todos los países deEuropa la exig<strong>en</strong>cia fundam<strong>en</strong>tal de los agitadores socialistas desde 1889: lajornada laboral de ocho horas.Lo que helaba la sangre de los conservadores era la am<strong>en</strong>aza implícita <strong>en</strong>el reforzami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> poder de la clase obrera, más que la transformación <strong>del</strong>os líderes sindicales y de los oradores de la oposición <strong>en</strong> ministros <strong>del</strong>gobierno, aunque ya esto había resultado amargo. Pert<strong>en</strong>ecían por definicióna «la izquierda» y <strong>en</strong> ese período de disturbios sociales no existía una fronteraclara que los separara de los bolcheviques. De hecho, <strong>en</strong> los años inmediatam<strong>en</strong>teposteriores al fin de la guerra muchos partidos socialistas sehabrían integrado <strong>en</strong> las filas <strong>del</strong> comunismo si éste no los hubiera rechazado.No fue a un dirig<strong>en</strong>te comunista, sino al socialista Matteotti a qui<strong>en</strong> Mussolinihizo asesinar después de la «marcha sobre Roma». Es posible que laderecha tradicional considerara que la Rusia atea <strong>en</strong>carnaba todo cuanto demalo había <strong>en</strong> el mundo, pero el levantami<strong>en</strong>to de los g<strong>en</strong>erales españoles <strong>en</strong>1936 no iba dirigido contra los comunistas, <strong>en</strong>tre otras razones porque eranuna pequeña minoría d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular (véase el capítulo V). Se dirigíacontra un movimi<strong>en</strong>to popular que hasta el estallido de la guerra civildaba apoyo a los socialistas y los anarquistas. Ha sido una racionalización aposteriori la que ha hecho de L<strong>en</strong>in y Stalin la excusa <strong>del</strong> fascismo.Con todo, lo que es necesario explicar es por qué la reacción de la derechadespués de la primera guerra mundial consiguió sus triunfos crucialesrevestida con el ropaje <strong>del</strong> fascismo, puesto que antes de 1914 habían existidomovimi<strong>en</strong>tos extremistas de la ultraderecha que hacían gala de unnacionalismo y de una x<strong>en</strong>ofobia histéricos, que idealizaban la guerra y laviol<strong>en</strong>cia, que eran intolerantes y prop<strong>en</strong>sos a utilizar la coerción de lasarmas, apasionadam<strong>en</strong>te antiliberales, antidemócratas, antiproletarios, antisocialistasy antirracionalistas, y que soñaban con la sangre y la tierra y conel retorno a los valores que la modernidad estaba destruy<strong>en</strong>do. Tuvieroncierta influ<strong>en</strong>cia política <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de la derecha y <strong>en</strong> algunos círculos intelectuales,pero <strong>en</strong> ninguna parte alcanzaron una posición dominante.Lo que les dio la oportunidad de triunfar después de la primera guerramundial fue el hundimi<strong>en</strong>to de los viejos regím<strong>en</strong>es y, con ellos, de las viejasclases dirig<strong>en</strong>tes y de su maquinaria de poder, influ<strong>en</strong>cia y hegemonía. Enlos países <strong>en</strong> los que esos regím<strong>en</strong>es se conservaron <strong>en</strong> bu<strong>en</strong> estado no fu<strong>en</strong>ecesario el fascismo. No progresó <strong>en</strong> Gran Bretaña, a pesar de la breve conmocióna que se ha aludido anteriorm<strong>en</strong>te, porque la derecha conservadoratradicional siguió controlando la situación, y tampoco consiguió un progresosignificativo <strong>en</strong> Francia hasta la derrota de 1940. Aunque la derecha radicalfrancesa de carácter tradicional —la Action Francaise monárquica y la Croixde Feu (Cruz de Fuego) <strong>del</strong> coronel La Rocque— se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba agresivam<strong>en</strong>tea los izquierdistas, no era exactam<strong>en</strong>te fascista. De hecho, algunos desus miembros se <strong>en</strong>rolaron <strong>en</strong> la Resist<strong>en</strong>cia.El fascismo tampoco fue necesario cuando una nueva clase dirig<strong>en</strong>t<strong>en</strong>acionalista se hizo con el poder <strong>en</strong> los países que habían conquistado su


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 133indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia. Esos hombres podían ser reaccionarios y optar por un gobiernoautoritario, por razones que se analizarán más a<strong>del</strong>ante, pero <strong>en</strong> el períodode <strong>en</strong>treguerras era la retórica lo que id<strong>en</strong>tificaba con el fascismo a laderecha antidemocrática europea. No hubo un movimi<strong>en</strong>to fascista importante<strong>en</strong> la nueva Polonia, gobernada por militaristas autoritarios, ni <strong>en</strong> la partecheca de Checoslovaquia, que era democrática, y tampoco <strong>en</strong> el núcleo serbio(dominante) de la nueva Yugoslavia. En los países gobernados por derechistaso reaccionarios <strong>del</strong> viejo estilo —Hungría, Rumania, Finlandia eincluso la España de Franco, cuyo líder no era fascista— los movimi<strong>en</strong>tosfascistas o similares, aunque importantes, fueron controlados por esos gobernantes,salvo cuando intervinieron los alemanes, como <strong>en</strong> Hungría <strong>en</strong> 1944.Eso no equivale a decir que los movimi<strong>en</strong>tos nacionalistas minoritarios <strong>del</strong>os viejos o nuevos estados no <strong>en</strong>contraran atractivo el fascismo, <strong>en</strong>tre otrasrazones por el hecho de que podían esperar apoyo económico y político deItalia y —desde 1933— de Alemania. Así ocurrió <strong>en</strong> la región belga de Flandes,<strong>en</strong> Eslovaquia y <strong>en</strong> Croacia.Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema eranun estado caduco cuyos mecanismos de gobierno no funcionaran correctam<strong>en</strong>te;una masa de ciudadanos des<strong>en</strong>cantados y descont<strong>en</strong>tos que no supieran<strong>en</strong> quién confiar; unos movimi<strong>en</strong>tos socialistas fuertes que am<strong>en</strong>azas<strong>en</strong>—o así lo pareciera— con la revolución social, pero que no estaban <strong>en</strong> situaciónde realizarla; y un res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to nacionalista contra los tratados de pazde 1918-1920. En esas condiciones, las viejas elites dirig<strong>en</strong>tes, privadas deotros recursos, se s<strong>en</strong>tían t<strong>en</strong>tadas a recurrir a los radicales extremistas, comolo hicieron los liberales italianos con los fascistas de Mussolini <strong>en</strong> 1920-1922y los conservadores alemanes con los nacionalsocialistas de Hitler <strong>en</strong> 1932-1933. Por la misma razón, esas fueron también las condiciones que convirtieronlos movimi<strong>en</strong>tos de la derecha radical <strong>en</strong> poderosas fuerzas paramilitaresorganizadas y, a veces, uniformadas (los squadristi; las tropas de asalto) o,como <strong>en</strong> Alemania durante la Gran Depresión, <strong>en</strong> ejércitos electorales demasas. Sin embargo, el fascismo no «conquistó el poder» <strong>en</strong> ninguno de losdos estados fascistas, aunque <strong>en</strong> ambos recurrió frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te a la retóricade «ocupar la calle» y «marchar sobre Roma». En los dos países, el fascismoaccedió al poder con la conniv<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> viejo régim<strong>en</strong> o (como <strong>en</strong> Italia) poriniciativa <strong>del</strong> mismo, esto es, por procedimi<strong>en</strong>tos «constitucionales».La novedad <strong>del</strong> fascismo consistió <strong>en</strong> que, una vez <strong>en</strong> el poder, se negó arespetar las viejas normas <strong>del</strong> juego político y, cuando le fue posible, impusouna autoridad absoluta. La transfer<strong>en</strong>cia total <strong>del</strong> poder, o la eliminaciónde todos los adversarios, llevó mucho más tiempo <strong>en</strong> Italia (1922-1928) que<strong>en</strong> Alemania (1933-1934), pero una vez conseguida, no hubo ya límites políticosinternos para lo que pasó a ser la dictadura ilimitada de un «líder»populista supremo (duce o Führer).Llegados a este punto, es necesario hacer una breve pausa para rechazardos tesis igualm<strong>en</strong>te incorrectas sobre el fascismo: la primera de ellas fascista,pero adoptada por muchos historiadores liberales, y la segunda sust<strong>en</strong>tada


134 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESpor el marxismo soviético ortodoxo. No hubo una «revolución fascista», ni elfascismo fue la expresión <strong>del</strong> «capitalismo monopolista» o <strong>del</strong> gran capitalLos movimi<strong>en</strong>tos fascistas t<strong>en</strong>ían los elem<strong>en</strong>tos característicos de losmovimi<strong>en</strong>tos revolucionarios, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que algunos de sus miembrospreconizaban una transformación fundam<strong>en</strong>tal de la sociedad, frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>tecon una marcada t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia anticapitalista y antioligárquica. Sin embargoel fascismo revolucionario no tuvo ningún predicam<strong>en</strong>to. Hitler se apresuró aeliminar a qui<strong>en</strong>es, a difer<strong>en</strong>cia de él mismo, se tomaban <strong>en</strong> serio el compo.n<strong>en</strong>te «socialista» que cont<strong>en</strong>ía el nombre <strong>del</strong> Partido Nacionalsocialista Alemán<strong>del</strong> Trabajo. La utopía <strong>del</strong> retorno a una especie de Edad Media pobladapor propietarios campesinos hereditarios, artesanos como Hans Sachs ymuchachas de rubias tr<strong>en</strong>zas, no era un programa que pudiera realizarse <strong>en</strong>un gran estado <strong>del</strong> siglo xx (a no ser <strong>en</strong> las pesadillas que constituían losplanes de Himmler para conseguir un pueblo racialm<strong>en</strong>te purificado) y m<strong>en</strong>osaún <strong>en</strong> regím<strong>en</strong>es que, como el fascismo italiano y alemán, estaban interesados<strong>en</strong> la modernización y <strong>en</strong> el progreso tecnológico.Lo que sí consiguió el nacionalsocialismo fue depurar radicalm<strong>en</strong>te lasviejas elites y las estructuras institucionales imperiales. El viejo ejército aristocráticoprusiano fue el único grupo que, <strong>en</strong> julio de 1944, organizó unarevuelta contra Hitler (qui<strong>en</strong> lo diezmó <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia). La destrucción <strong>del</strong>as viejas elites y de los viejos marcos sociales, reforzada después de la guerrapor la política de los ejércitos occid<strong>en</strong>tales ocupantes, haría posible construirla República Federal Alemana sobre bases mucho más sólidas que las de laRepública de Weimar de 1918-1933, que no había sido otra cosa que elimperio derrotado sin el Kaiser. Sin duda, el nazismo t<strong>en</strong>ía un programasocial para las masas, que cumplió parcialm<strong>en</strong>te: vacaciones, deportes, el«coche <strong>del</strong> pueblo», que el mundo conocería después de la segunda guerramundial como el «escarabajo» Volkswag<strong>en</strong>. Sin embargo, su principal logrofue haber superado la Gran Depresión con mayor éxito que ningún otrogobierno, gracias a que el antiliberalismo de los nazis les permitía no comprometersea aceptar a priori el libre mercado. Ahora bi<strong>en</strong>, el nazismo, másque un régim<strong>en</strong> radicalm<strong>en</strong>te nuevo y difer<strong>en</strong>te, era el viejo régim<strong>en</strong> r<strong>en</strong>ovadoy revitalizado. Al igual que el Japón imperial y militarista de los añostreinta (al que nadie habría tildado de sistema revolucionario), era una economíacapitalista no liberal que consiguió una sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te dinamización <strong>del</strong>sistema industrial. Los resultados económicos y de otro tipo de la Italia fascistafueron mucho m<strong>en</strong>os impresionantes, como quedó demostrado durantela segunda guerra mundial. Su economía de guerra resultó muy débil. Surefer<strong>en</strong>cia a la «revolución fascista» era retórica, aunque sin duda paramuchos fascistas de base se trataba de una retórica sincera. Era mucho másclaram<strong>en</strong>te un régim<strong>en</strong> que def<strong>en</strong>día los intereses de las viejas clases dirig<strong>en</strong>tes,pues había surgido como una def<strong>en</strong>sa fr<strong>en</strong>te a la agitación revolucionariaposterior a 1918 más que, como aparecía <strong>en</strong> Alemania, como una reaccióna los traumas de la Gran Depresión y a la incapacidad de los gobiernosde Weimar para afrontarlos. El fascismo italiano, que <strong>en</strong> cierto s<strong>en</strong>tido conti-


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 135nuó el proceso de unificación nacional <strong>del</strong> siglo xix, con la creación de ungobierno más fuerte y c<strong>en</strong>tralizado, consiguió también logros importantes.por ejemplo, fue el único régim<strong>en</strong> italiano que combatió con éxito a la mafiasiciliana y a la camorra napolitana. Con todo, su significación histórica noreside tanto <strong>en</strong> sus objetivos y sus resultados como <strong>en</strong> su función de a<strong>del</strong>antadomundial de una nueva versión de la contrarrevolución triunfante. Mussoliniinspiró a Hitler y éste nunca dejó de reconocer la inspiración y la prioridaditalianas. Por otra parte, el fascismo italiano fue durante mucho tiempouna anomalía <strong>en</strong>tre los movimi<strong>en</strong>tos derechistas radicales por su tolerancia, oincluso por su aprecio, hacia la vanguardia artística «moderna», y también(hasta que Mussolini com<strong>en</strong>zó a actuar <strong>en</strong> sintonía con Alemania <strong>en</strong> 1938)por su total desinterés hacia el racismo antisemita.En cuanto a la tesis <strong>del</strong> «capitalismo monopolista de estado», lo ciertoes que el gran capital puede alcanzar un <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to con cualquier régim<strong>en</strong>que no pret<strong>en</strong>da expropiarlo y que cualquier régim<strong>en</strong> debe alcanzar un <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>tocon él. El fascismo no era «la expresión de los intereses <strong>del</strong> capitalmonopolista» <strong>en</strong> mayor medida que el gobierno norteamericano <strong>del</strong> New Deal,el gobierno laborista británico o la República de Weimar. En los comi<strong>en</strong>zosde la década de 1930 el gran capital no mostraba predilección por Hitler yhabría preferido un conservadurismo más ortodoxo. Ap<strong>en</strong>as colaboró con élhasta la Gran Depresión e, incluso <strong>en</strong>tonces, su apoyo fue tardío y parcial.Sin embargo, cuando Hitler accedió al poder, el capital cooperó decididam<strong>en</strong>tecon él, hasta el punto de utilizar durante la segunda guerra mundialmano de obra esclava y de los campos de exterminio. Tanto las grandescomo las pequeñas empresas, por otra parte, se b<strong>en</strong>eficiaron de la expropiaciónde los judíos.Hay que reconocer, sin embargo, que el fascismo pres<strong>en</strong>taba algunasimportantes v<strong>en</strong>tajas para el capital que no t<strong>en</strong>ían otros regím<strong>en</strong>es. En primerlugar, eliminó o v<strong>en</strong>ció a la revolución social izquierdista y pareció convertirse<strong>en</strong> el principal bastión contra ella. En segundo lugar, suprimió los sindicatosobreros y otros elem<strong>en</strong>tos que limitaban los derechos de la patronal <strong>en</strong>su relación con la fuerza de trabajo. El «principio de liderazgo» fascista correspondíaal que ya aplicaban la mayor parte de los empresarios <strong>en</strong> la relacióncon sus subordinados y el fascismo lo legitimó. En tercer lugar, ladestrucción de los movimi<strong>en</strong>tos obreros contribuyó a garantizar a los capitalistasuna respuesta muy favorable a la Gran Depresión. Mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> losEstados Unidos el 5 por 100 de la población con mayor poder de consumovio disminuir un 20 por 100 su participación <strong>en</strong> la r<strong>en</strong>ta nacional (total) <strong>en</strong>tre1929 y 1941 (la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia fue similar, aunque más modestam<strong>en</strong>te igualitaria,<strong>en</strong> Gran Bretaña y Escandinavia), <strong>en</strong> Alemania ese 5 por 100 de más altosingresos aum<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> un 15 por 100 su parte <strong>en</strong> la r<strong>en</strong>ta nacional durante elmismo período (Kuznets, 1956). Finalm<strong>en</strong>te, ya se ha señalado que el fascismodinamizó y modernizó las economías industriales, aunque no obtuvo tanbu<strong>en</strong>os resultados como las democracias occid<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> la planificaciónci<strong>en</strong>tífico-tecnológica a largo plazo.


136 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESIVProbablem<strong>en</strong>te, el fascismo no habría alcanzado un puesto relevante <strong>en</strong> l ahistoria universal de no haberse producido la Gran Depresión. Italia no erapor sí sola un punto de partida lo bastante sólido como para conmocionar almundo. En los años veinte, ningún otro movimi<strong>en</strong>to europeo de contrarrevoluciónderechista radical parecía t<strong>en</strong>er un gran futuro, por la misma razón qu ehabía hecho fracasar los int<strong>en</strong>tos de revolución social comunista: la oleadarevolucionaria posterior a 1917 se había agotado y la economía parecía haberiniciado una fase de recuperación. En Alemania, los pilares de la sociedadimperial, los g<strong>en</strong>erales, funcionarios, etc., habían apoyado a los grupos paramilitaresde la derecha después de la revolución de noviembre, aunque (compr<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te)habían dedicado sus mayores esfuerzos a conseguir que lanueva república fuera conservadora y antirrevolucionaria y, sobre todo, unestado capaz de conservar una cierta capacidad de maniobra <strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ariointernacional. Cuando se les forzó a elegir, como ocurrió con ocasión <strong>del</strong>putsch derechista de Kapp <strong>en</strong> 1920 y de la revuelta de Munich <strong>en</strong> 1923, <strong>en</strong> laque Adolf Hitler desempeñó por primera vez un papel destacado, apoyaronsin ninguna vacilación el statu quo. Tras la recuperación económica de 1924,el Partido Nacionalsocialista quedó reducido al 2,5-3 por 100 de los votos,y <strong>en</strong> las elecciones de 1928 obtuvo poco más de la mitad de los votos queconsiguió el pequeño y civilizado Partido Demócrata alemán, algo más deuna quinta parte de los votos comunistas y mucho m<strong>en</strong>os de una décimaparte de los conseguidos por los socialdemócratas. Sin embargo, dos añosmás tarde consiguió el apoyo de más <strong>del</strong> 18 por 100 <strong>del</strong> electorado, convirtiéndose<strong>en</strong> el segundo partido alemán. Cuatro años después, <strong>en</strong> el verano de1932, era con difer<strong>en</strong>cia el primer partido, con más <strong>del</strong> 37 por 100 de losvotos, aunque no conservó el mismo apoyo durante todo el tiempo que duraronlas elecciones democráticas. Sin ningún género de dudas, fue la GranDepresión la que transformó a Hitler de un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de la política marginal<strong>en</strong> el posible, y luego real, dominador de Alemania.Ahora bi<strong>en</strong>, ni siquiera la Gran Depresión habría dado al fascismo lafuerza y la influ<strong>en</strong>cia que poseyó <strong>en</strong> los años treinta si no hubiera llevado alpoder un movimi<strong>en</strong>to de este tipo <strong>en</strong> Alemania, un estado destinado por sutamaño, su pot<strong>en</strong>cial económico y militar y su posición geográfica a desempeñarun papel político de primer ord<strong>en</strong> <strong>en</strong> Europa con cualquier forma degobierno. Al fin y al cabo, la derrota total <strong>en</strong> dos guerras mundiales no haimpedido que Alemania llegue al final <strong>del</strong> siglo xx si<strong>en</strong>do el país dominante<strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te. De la misma manera que, <strong>en</strong> la izquierda, la victoria de Marx<strong>en</strong> el más ext<strong>en</strong>so estado <strong>del</strong> planeta («una sexta parte de la superficie <strong>del</strong>mundo», como se jactaban los comunistas <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras) dioal comunismo una importante pres<strong>en</strong>cia internacional, incluso <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to<strong>en</strong> que su fuerza política fuera de la URSS era insignificante, la conquista<strong>del</strong> poder <strong>en</strong> Alemania por Hitler pareció confirmar el éxito de la Italia de


LA CAÍDA DEL LIBERALISMOI37Mussolini e hizo <strong>del</strong> fascismo un poderoso movimi<strong>en</strong>to político de alcancemundial. La política de expansión militarista agresiva que practicaron conéxito ambos estados (véase el capítulo V) —reforzada por la de Japón—dominó la política internacional <strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io. Era natural, por tanto, que unaserie de países o de movimi<strong>en</strong>tos se sintieran atraídos e influidos por el fascjsmo,que buscaran el apoyo de Alemania y de Italia y —dado el expansionismode esos dos países— que frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te lo obtuvieran.Por razones obvias, esos movimi<strong>en</strong>tos correspondían <strong>en</strong> Europa casiexclusivam<strong>en</strong>te a la derecha política. Así, <strong>en</strong> el sionismo (movimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong>carnado<strong>en</strong> este período por los judíos ask<strong>en</strong>azíes que vivían <strong>en</strong> Europa), el ala


138 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESlas SS hitlerianas («Meine Ehre ist Treue», que puede traducirse como «elhonor implica una ciega subordinación»). Los valores predominantes <strong>en</strong> lasociedad japonesa eran la jerarquía rígida, la dedicación total <strong>del</strong> individuo(<strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que ese término pudiera t<strong>en</strong>er un significado similar al qu ese le daba <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te) a la nación y a su divino emperador, y el rechazototal de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los japoneses compr<strong>en</strong>díanperfectam<strong>en</strong>te los mitos wagnerianos sobre los dioses bárbaros, los Caballérosmedievales puros y heroicos, y el carácter específicam<strong>en</strong>te alemán de lamontaña y el bosque, ll<strong>en</strong>os de sueños voelkisch germánicos. T<strong>en</strong>ían la mismacapacidad para conjugar un comportami<strong>en</strong>to bárbaro con una s<strong>en</strong>sibilidadestética refinada: la afición <strong>del</strong> torturador <strong>del</strong> campo de conc<strong>en</strong>tración a loscuartetos de Schubert. Si los japoneses hubieran podido traducir el fascismoa términos z<strong>en</strong>, lo habrían aceptado de bu<strong>en</strong> grado. Y, de hecho, <strong>en</strong>tre los diplomáticosacreditados ante las pot<strong>en</strong>cias fascistas europeas, pero sobre todo<strong>en</strong>tre los grupos terroristas ultranacionalistas que asesinaban a los políticosque no les parecían sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te patriotas, así como <strong>en</strong> el ejército deKwantung que estaba conquistando y esclavizando a Manchuria y China,había japoneses que reconocían esas afinidades y que propugnaban una id<strong>en</strong>tificaciónmás estrecha con las pot<strong>en</strong>cias fascistas europeas.Pero el fascismo europeo no podía ser reducido a un feudalismo ori<strong>en</strong>talcon una misión nacional imperialista. Pert<strong>en</strong>ecía es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te a la era de lademocracia y <strong>del</strong> hombre común, y el concepto mismo de «movimi<strong>en</strong>to», demovilización de las masas por objetivos nuevos, tal vez revolucionarios, trasunos líderes autodesignados no t<strong>en</strong>ía s<strong>en</strong>tido <strong>en</strong> el Japón de Hirohito. Eran elejército y la tradición prusianas, más que Hitler, los que <strong>en</strong>cajaban <strong>en</strong> suvisión <strong>del</strong> mundo. En resum<strong>en</strong>, a pesar de las similitudes con el nacionalsocialismoalemán (las afinidades con Italia eran mucho m<strong>en</strong>ores), Japón noera fascista.En cuanto a los estados y movimi<strong>en</strong>tos que buscaron el apoyo de Alemaniae Italia, <strong>en</strong> particular durante la segunda guerra mundial cuando la victoria<strong>del</strong> Eje parecía inmin<strong>en</strong>te, las razones ideológicas no eran el motivo fundam<strong>en</strong>talde ello, aunque algunos regím<strong>en</strong>es nacionalistas europeos de segundoord<strong>en</strong>, cuya posición dep<strong>en</strong>día por completo <strong>del</strong> apoyo alemán, decían sermás nazis que las SS, <strong>en</strong> especial el estado ustachá croata. Sería absurdo considerar«fascistas» al Ejército Republicano Irlandés (IRA) o a los nacionalistasindios as<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> Berlín por el hecho de que <strong>en</strong> la segunda guerra mundial,como habían hecho <strong>en</strong> la primera, algunos de ellos negociaran el apoyoalemán, basándose <strong>en</strong> el principio de que «el <strong>en</strong>emigo de mi <strong>en</strong>emigo es miamigo». El dirig<strong>en</strong>te republicano irlandés Frank Ryan, que participó <strong>en</strong> esasnegociaciones, era totalm<strong>en</strong>te antifascista, hasta el punto de que se <strong>en</strong>roló <strong>en</strong>las Brigadas Internacionales para luchar contra el g<strong>en</strong>eral Franco <strong>en</strong> la guerracivil española, antes de ser capturado por las fuerzas de Franco y <strong>en</strong>viadoa Alemania. No es preciso det<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> estos casos.Es, sin embargo, innegable el impacto ideológico <strong>del</strong> fascismo europeo<strong>en</strong> el contin<strong>en</strong>te americano.


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO139En América <strong>del</strong> Norte, ni los personajes ni los movimi<strong>en</strong>tos de inspiracióneuropea t<strong>en</strong>ían gran trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia fuera de las comunidades de inmigrantescuyos miembros traían consigo las ideologías de sus países de orig<strong>en</strong>—como los escandinavos y judíos, que habían llevado consigo una inclinaciónal socialismo— o conservaban cierta lealtad a su país de orig<strong>en</strong>. Así,¡os s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos de los norteamericanos de orig<strong>en</strong> alemán —y <strong>en</strong> mucham<strong>en</strong>or medida los de los italianos— contribuyeron al aislacionismo de losEstados Unidos, aunque no hay pruebas de que los miembros de esas comunidadesabrazaran <strong>en</strong> gran número el fascismo. La parafernalia de las milicias,las camisas de colores y el saludo a los líderes con los brazos <strong>en</strong> alto noeran habituales <strong>en</strong> las movilizaciones de los grupos ultraderechistas y racistas,cuyo expon<strong>en</strong>te más destacado era el Ku Klux Klan. Sin duda, el antisemitismoera fuerte, aunque su versión derechista estadounid<strong>en</strong>se —por ejemplo,los populares sermones <strong>del</strong> padre Coughlin <strong>en</strong> radio Detroit— se inspirabaprobablem<strong>en</strong>te más <strong>en</strong> el corporativismo reaccionario europeo de inspiracióncatólica. Es característico de la situación de los Estados Unidos <strong>en</strong> los añostreinta que el populismo demagógico de mayor éxito, y tal vez el más peligrosode la década, la conquista de Luisiana por Huey Long, procediera de loque era, <strong>en</strong> el contexto norteamericano, una tradición radical y de izquierdas.Limitaba la democracia <strong>en</strong> nombre de la democracia y apelaba, no a losres<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos de la pequeña burguesía o a los instintos de autoconservaciónde los ricos, sino al igualitarismo de los pobres. Y no era racista. Un movimi<strong>en</strong>tocuyo lema era «Todo hombre es un rey» no podía pert<strong>en</strong>ecer a la tradiciónfascista.Fue <strong>en</strong> América Latina donde la influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> fascismo europeo resultóabierta y reconocida, tanto sobre personajes como el colombiano Jorge EliecerGaitán (1898-1948) o el arg<strong>en</strong>tino Juan Domingo Perón (1895-1947),como sobre regím<strong>en</strong>es como el Estado Novo (Nuevo Estado) brasileño deGetulio Vargas de 1937-1945. De hecho, y a pesar de los infundados temoresde Estados Unidos de verse asediado por el nazismo desde el sur, la principalrepercusión <strong>del</strong> influjo fascista <strong>en</strong> América Latina fue de carácter interno.Aparte de Arg<strong>en</strong>tina, que apoyó claram<strong>en</strong>te al Eje —tanto antes comodespués de que Perón ocupara el poder <strong>en</strong> 1943—, los gobiernos <strong>del</strong> hemisferiooccid<strong>en</strong>tal participaron <strong>en</strong> la guerra al lado de Estados Unidos, al m<strong>en</strong>osde forma nominal. Es cierto, sin embargo, que <strong>en</strong> algunos países suramericanosel ejército había sido organizado según el sistema alemán o <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>adopor cuadros alemanes o incluso nazis.No es difícil explicar la influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> fascismo al sur de Río Grande.Para sus vecinos <strong>del</strong> sur, Estados Unidos no aparecía ya, desde 1914, comoun aliado de las fuerzas internas progresistas y un contrapeso diplomático <strong>del</strong>as fuerzas imperiales o ex imperiales españolas, francesas y británicas, talcomo lo había sido <strong>en</strong> el siglo xix. Las conquistas imperialistas de EstadosUnidos a costa de España <strong>en</strong> 1898, la revolución mexicana y el desarrollo <strong>del</strong>a producción <strong>del</strong> petróleo y de los plátanos hizo surgir un antiimperialismoantiyanqui <strong>en</strong> la política latinoamericana, que la afición de Washington a uti-


140 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESlizar la diplomacia de la fuerza y las operaciones de desembarco de marinesdurante el primer tercio <strong>del</strong> siglo no contribuyó a m<strong>en</strong>guar. Víctor Raúl Hayade la Torre, fundador de la antiimperialista APRA (Alianza Popular RevolucionariaAmericana), con ambición de ext<strong>en</strong>derse por toda América Latinaaunque de hecho sólo se implantara <strong>en</strong> su Perú natal, proyectaba que susfuerzas rebeldes fues<strong>en</strong> <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>adas por cuadros <strong>del</strong> rebelde antiyanqui Sandino<strong>en</strong> Nicaragua. (La larga guerra de guerrillas que libró Sandino contra laocupación estadounid<strong>en</strong>se a partir de 1927 inspiraría la revolución «sandinista»<strong>en</strong> Nicaragua <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta.) Además, <strong>en</strong> la década de 1930,Estados Unidos, debilitado por la Gran Depresión, no parecía una pot<strong>en</strong>ciatan poderosa y dominante como antes. La decisión de Franklin D. Rooseveltde olvidarse de las cañoneras y de los marines de sus predecesores podía vers<strong>en</strong>o sólo como una «política de bu<strong>en</strong>a vecindad», sino también, erróneam<strong>en</strong>te,como un signo de debilidad. En resum<strong>en</strong>, <strong>en</strong> los años treinta AméricaLatina no se s<strong>en</strong>tía inclinada a dirigir su mirada hacia el norte.Desde la óptica <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> Atlántico, el fascismo parecía el granacontecimi<strong>en</strong>to de la década. Si había <strong>en</strong> el mundo un mo<strong>del</strong>o al que debíanimitar los nuevos políticos de un contin<strong>en</strong>te que siempre se había inspirado<strong>en</strong> las regiones culturales hegemónicas, esos líderes pot<strong>en</strong>ciales de paísessiempre <strong>en</strong> busca de la receta que les hiciera modernos, ricos y grandes,habían de <strong>en</strong>contrarlo sin duda <strong>en</strong> Berlín y <strong>en</strong> Roma, porque Londres y Parísya no ofrecían inspiración política y Washington se había retirado de la esc<strong>en</strong>a.(Moscú se veía aún como un mo<strong>del</strong>o de revolución social, lo cual limitabasu atractivo político.)Y, sin embargo, ¡cuan difer<strong>en</strong>tes de sus mo<strong>del</strong>os europeos fueron las actividadesy los logros políticos de unos hombres que reconocían abiertam<strong>en</strong>tesu deuda intelectual para con Mussolini y Hitler! Todavía recuerdo la conmociónque s<strong>en</strong>tí cuando el presid<strong>en</strong>te de la Bolivia revolucionaria lo admitiósin la m<strong>en</strong>or vacilación <strong>en</strong> una conversación privada. En Bolivia, unossoldados y políticos que se inspiraban <strong>en</strong> Alemania organizaron la revoluciónde 1952, que nacionalizó las minas de estaño y dio al campesinado indio unareforma agraria radical. En Colombia, el gran tribuno popular Jorge EliecerGaitán, lejos de inclinarse hacia la derecha, llegó a ser el dirig<strong>en</strong>te <strong>del</strong> partidoliberal y, como presid<strong>en</strong>te, lo habría hecho evolucionar con toda seguridad<strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido radical, de no haber sido asesinado <strong>en</strong> Bogotá el 9 de abril de1948, acontecimi<strong>en</strong>to que provocó la inmediata insurrección popular de lacapital (incluida la policía) y la proclamación de comunas revolucionarias <strong>en</strong>numerosos municipios <strong>del</strong> país. Lo que tomaron <strong>del</strong> fascismo europeo losdirig<strong>en</strong>tes latinoamericanos fue la divinización de líderes populistas valoradospor su activismo. Pero las masas cuya movilización pret<strong>en</strong>dían, y consiguieron,no eran aquellas que temían por lo que pudieran perder, sino las qu<strong>en</strong>ada t<strong>en</strong>ían que perder, y los <strong>en</strong>emigos contra los cuales las movilizaron noeran extranjeros y grupos marginales (aunque sea innegable el cont<strong>en</strong>idoantisemita <strong>en</strong> los peronistas y <strong>en</strong> otros grupos políticos arg<strong>en</strong>tinos), sino «laoligarquía», los ricos, la clase dirig<strong>en</strong>te local. El apoyo principal de Perón


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 141era la clase obrera y su maquinaria política era una especie de partido obreroorganizado <strong>en</strong> torno al movimi<strong>en</strong>to sindical que él impulsó. En Brasil,Getulio Vargas hizo el mismo descubrimi<strong>en</strong>to. Fue el ejército el que le derrocó<strong>en</strong> 1945 y le llevó al suicidio <strong>en</strong> 1954, y fue la clase obrera urbana, a laque había prestado protección social a cambio de su apoyo político, la que lelloró como el padre de su pueblo. Mi<strong>en</strong>tras que los regím<strong>en</strong>es fascistas europeosaniquilaron los movimi<strong>en</strong>tos obreros, los dirig<strong>en</strong>tes latinoamericanosinspirados por él fueron sus creadores. Con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de su filiaciónintelectual, no puede decirse que se trate de la misma clase de movimi<strong>en</strong>to.VCon todo, esos movimi<strong>en</strong>tos han de verse <strong>en</strong> el contexto <strong>del</strong> declive y caída<strong>del</strong> liberalismo <strong>en</strong> la era de las catástrofes, pues si bi<strong>en</strong> es cierto que elasc<strong>en</strong>so y el triunfo <strong>del</strong> fascismo fueron la expresión más dramática <strong>del</strong> retrocesoliberal, es erróneo considerar ese retroceso, incluso <strong>en</strong> los años treinta, <strong>en</strong>función únicam<strong>en</strong>te <strong>del</strong> fascismo. Al concluir este capítulo es necesario, portanto, preguntarse cómo debe explicarse este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o. Y empezar clarificandola confusión que id<strong>en</strong>tifica al fascismo con el nacionalismo.Es innegable que los movimi<strong>en</strong>tos fascistas t<strong>en</strong>dían a estimular las pasionesy prejuicios nacionalistas, aunque por su inspiración católica los estadoscorporativos semifascistas, como Portugal y Austria <strong>en</strong> 1934-1938, reservabansu odio mayor para los pueblos y naciones ateos o de credo difer<strong>en</strong>te.Por otra parte, era difícil que los movimi<strong>en</strong>tos fascistas consiguieran atraer alos nacionalistas <strong>en</strong> los países conquistados y ocupados por Alemania o Italia,o cuyo destino dep<strong>en</strong>diera de la victoria de estos estados sobre sus propiosgobiernos nacionales. En algunos casos (Flandes, Países Bajos, Escandinavia),podían id<strong>en</strong>tificarse con los alemanes como parte de un grupo racialteutónico más amplio, pero un planteami<strong>en</strong>to más adecuado (fuertem<strong>en</strong>teapoyado por la propaganda <strong>del</strong> doctor Goebbels durante la guerra) era, paradójicam<strong>en</strong>te,de carácter internacionalista. Alemania era considerada comoel corazón y la única garantía de un futuro ord<strong>en</strong> europeo, con el manidorecurso a Carlomagno y al anticomunismo. Se trata de una fase <strong>del</strong> desarrollode la idea de Europa <strong>en</strong> la que no les gusta det<strong>en</strong>erse a los historiadoresde la Comunidad Europea de la posguerra. Las unidades militares no alemanasque lucharon bajo la bandera germana <strong>en</strong> la segunda guerra mundial,<strong>en</strong>cuadradas sobre todo <strong>en</strong> las SS, resaltaban g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te ese elem<strong>en</strong>totransnacional.Por otra parte, es evid<strong>en</strong>te también que no todos los nacionalismos simpatizabancon el fascismo, y no sólo porque las ambiciones de Hitler, y <strong>en</strong>m<strong>en</strong>or medida las de Mussolini, suponían una am<strong>en</strong>aza para algunos deellos, como los polacos o los checos. Como veremos (capítulo V), la movilizacióncontra el fascismo impulsó <strong>en</strong> algunos países un patriotismo deizquierda, sobre todo durante la guerra, <strong>en</strong> la que la resist<strong>en</strong>cia al Eje se


142 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES<strong>en</strong>carnó <strong>en</strong> «fr<strong>en</strong>tes nacionales», <strong>en</strong> gobiernos que abarcaban a todo el espectropolítico, con la única exclusión de los fascistas y de qui<strong>en</strong>es colaborabancon los ocupantes. En términos g<strong>en</strong>erales, el alineami<strong>en</strong>to de un nacionalismolocal junto al fascismo dep<strong>en</strong>día de si el avance de las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Ejepodía reportarle más b<strong>en</strong>eficios que inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes y de si su odio hacia elcomunismo o hacia algún otro estado, nacionalidad o grupo étnico (los judíos,los serbios) era más fuerte que el rechazo que les inspiraban los alemaneso los italianos. Por ejemplo, los polacos, aunque albergaban int<strong>en</strong>soss<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos antirrusos y antijudíos, ap<strong>en</strong>as colaboraron con la Alemanianazi, mi<strong>en</strong>tras que sí lo hicieron los lituanos y una parte de la población deUcrania (ocupados por la URSS desde 1939-1941).¿Cuál es la causa de que el liberalismo retrocediera <strong>en</strong> el período de<strong>en</strong>treguerras, incluso <strong>en</strong> aquellos países que rechazaron el fascismo? Losradicales, socialistas y comunistas occid<strong>en</strong>tales de ese período se s<strong>en</strong>tíaninclinados a considerar la era de la crisis mundial como la agonía final <strong>del</strong>sistema capitalista. El capitalismo, afirmaban, no podía permitirse seguirgobernando mediante la democracia parlam<strong>en</strong>taria y con una serie de libertadesque, por otra parte, habían constituido la base de los movimi<strong>en</strong>tos obrerosreformistas y moderados. La burguesía, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tada a unos problemas económicosinsolubles y/o a una clase obrera cada vez más revolucionaria, seveía ahora obligada a recurrir a la fuerza y a la coerción, esto es, a algo similaral fascismo.Como quiera que el capitalismo y la democracia liberal protagonizaríanun regreso triunfante <strong>en</strong> 1945, t<strong>en</strong>demos a olvidar que <strong>en</strong> esa interpretaciónhabía una parte de verdad y mucha retórica agitatoria. Los sistemas democráticosno pued<strong>en</strong> funcionar si no existe un cons<strong>en</strong>so básico <strong>en</strong>tre la gran mayoríade los ciudadanos acerca de la aceptación de su estado y de su sistemasocial o, cuando m<strong>en</strong>os, una disposición a negociar para llegar a soluciones decompromiso. A su vez, esto último resulta mucho más fácil <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tosde prosperidad. Entre 1918 y el estallido de la segunda guerra mundial esascondiciones no se dieron <strong>en</strong> la mayor parte de Europa. El cataclismo socialparecía inmin<strong>en</strong>te o ya se había producido. El miedo a la revolución era tanint<strong>en</strong>so que <strong>en</strong> la mayor parte de la Europa ori<strong>en</strong>tal y surori<strong>en</strong>tal, así como <strong>en</strong>una parte <strong>del</strong> Mediterráneo, no se permitió prácticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ningún mom<strong>en</strong>toque los partidos comunistas emergieran de la ilegalidad. El abismo insuperableque existía <strong>en</strong>tre la derecha ideológica y la izquierda moderada dio al trastecon la democracia austríaca <strong>en</strong> el período 1930-1934, aunque ésta haflorecido <strong>en</strong> ese país desde 1945 con el mismo sistema bipartidista constituidopor los católicos y los socialistas (Seton Watson, 1962, p. 184). En el dec<strong>en</strong>iode 1930 la democracia española fue aniquilada por efecto de las mismast<strong>en</strong>siones. El contraste con la transición negociada que permitió el paso de ladictadura de Franco a una democracia pluralista <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta es verdaderam<strong>en</strong>teespectacular.La principal razón de la caída de la República de Weimar fue que laGran Depresión hizo imposible mant<strong>en</strong>er el pacto tácito <strong>en</strong>tre el estado, los


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 143patronos y los trabajadores organizados, que la había mant<strong>en</strong>ido a flote. Laindustria y el gobierno consideraron que no t<strong>en</strong>ían otra opción que la deimponer recortes económicos y sociales, y el desempleo g<strong>en</strong>eralizado hizoel resto. A mediados de 1932 los nacionalsocialistas y los comunistas obtuvieronla mayoría absoluta de los votos alemanes y los partidos comprometidoscon la República quedaron reducidos a poco más de un tercio. A lainversa, es innegable que la estabilidad de los regím<strong>en</strong>es democráticos trasla segunda guerra mundial, empezando por el de la nueva República Federalde Alemania, se cim<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> el milagro económico de estos años (véaseel capítulo IX). Allí donde los gobiernos pued<strong>en</strong> redistribuir lo sufici<strong>en</strong>te ydonde la mayor parte de los ciudadanos disfrutan de un nivel de vida <strong>en</strong>asc<strong>en</strong>so, la temperatura de la política democrática no suele subir demasiado.El compromiso y el cons<strong>en</strong>so ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a prevalecer, pues incluso los másapasionados partidarios <strong>del</strong> derrocami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> capitalismo <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran lasituación más tolerable <strong>en</strong> la práctica que <strong>en</strong> la teoría, e incluso los def<strong>en</strong>soresa ultranza <strong>del</strong> capitalismo aceptan la exist<strong>en</strong>cia de sistemas de seguridadsocial y de negociaciones con los sindicatos para fijar las subidas salarialesy otros b<strong>en</strong>eficios.Pero, como demostró la Gran Depresión, esto es sólo una parte de la respuesta.Una situación muy similar —la negativa de los trabajadores organizadosa aceptar los recortes impuestos por la Depresión— llevó al hundimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> sistema parlam<strong>en</strong>tario y, finalm<strong>en</strong>te, a la candidatura de Hitlerpara la jefatura <strong>del</strong> gobierno <strong>en</strong> Alemania, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> Gran Bretaña sólo<strong>en</strong>trañó el cambio de un gobierno laborista a un «gobierno nacional» (conservador),pero siempre d<strong>en</strong>tro de un sistema parlam<strong>en</strong>tario estable y sólido. 4La Depresión no supuso la susp<strong>en</strong>sión automática o la abolición de la democraciarepres<strong>en</strong>tativa, como es pat<strong>en</strong>te por las consecu<strong>en</strong>cias políticas queconllevó <strong>en</strong> los Estados Unidos (el New Deal de Roosevelt) y <strong>en</strong> Escandinavia(el triunfo de la socialdemocracia). Fue sólo <strong>en</strong> América Latina, <strong>en</strong> que laeconomía dep<strong>en</strong>día básicam<strong>en</strong>te de las exportaciones de uno o dos productosprimarios, cuyo precio experim<strong>en</strong>tó un súbito y profundo hundimi<strong>en</strong>to (véaseel capítulo III), donde la Gran Depresión se tradujo <strong>en</strong> la caída casi inmediatay automática de los gobiernos que estaban <strong>en</strong> el poder, principalm<strong>en</strong>tecomo consecu<strong>en</strong>cia de golpes militares. Es necesario añadir, por lo demás,que <strong>en</strong> Chile y <strong>en</strong> Colombia la transformación política se produjo <strong>en</strong> la direcciónopuesta.La vulnerabilidad de la política liberal estribaba <strong>en</strong> que su forma característicade gobierno, la democracia repres<strong>en</strong>tativa, demostró pocas veces seruna forma convinc<strong>en</strong>te de dirigir los estados, y las condiciones de la era <strong>del</strong>as catástrofes no le ofrecieron las condiciones que podían hacerla viable yeficaz.4. En 1931. el gobierno laborista se dividió sobre esta cuestión. Algunos dirig<strong>en</strong>tes laboristasy sus seguidores liberales apoyaron a los conservadores, que ganaron las elecciones sigui<strong>en</strong>tesdebido a ese corrimi<strong>en</strong>to y permanecieron cómodam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el poder hasta mayo de 1940.


144 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESLa primera de esas condiciones era que gozara <strong>del</strong> cons<strong>en</strong>so y la aceptacióng<strong>en</strong>erales. La democracia se sust<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> ese cons<strong>en</strong>so, pero no lo produce,aunque <strong>en</strong> las democracias sólidas y estables el mismo proceso de votaciónperiódica ti<strong>en</strong>de a hacer p<strong>en</strong>sar a los ciudadanos —incluso a los queforman parte de la minoría— que el proceso electoral legitima a los gobiernossurgidos de él. Pero <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras muy pocas democraciaseran sólidas. Lo cierto es que hasta comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong> siglo xx la democraciaexistía <strong>en</strong> pocos sitios aparte de Estados Unidos y Francia (véase La era <strong>del</strong>imperio, capítulo 4). De hecho, al m<strong>en</strong>os diez de los estados que existían <strong>en</strong>Europa después de la primera guerra mundial eran completam<strong>en</strong>te nuevos otan distintos de sus antecesores que no t<strong>en</strong>ían una legitimidad especial parasus habitantes. M<strong>en</strong>os eran aún las democracias estables. La crisis es elrasgo característico de la situación política de los estados <strong>en</strong> la era de lascatástrofes.La segunda condición era un cierto grado de compatibilidad <strong>en</strong>tre losdifer<strong>en</strong>tes compon<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> «pueblo», cuyo voto soberano había de determinarel gobierno común. La teoría oficial de la sociedad burguesa liberal noreconocía al «pueblo» como un conjunto de grupos, comunidades u otrascolectividades con intereses propios, aunque lo hicieran los antropólogos, lossociólogos y los políticos. Oficialm<strong>en</strong>te, el pueblo, concepto teórico más queun conjunto real de seres humanos, consistía <strong>en</strong> un conjunto de individuosindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes cuyos votos se sumaban para constituir mayorías y minoríasaritméticas, que se traducían <strong>en</strong> asambleas dirigidas como gobiernos mayoritariosy con oposiciones minoritarias. La democracia era viable allí donde elvoto democrático iba más allá de las divisiones de la población nacional odonde era posible conciliar o desactivar los conflictos internos. Sin embargo,<strong>en</strong> una era de revoluciones y de t<strong>en</strong>siones sociales, la norma era la lucha declases trasladada a la política y no la paz <strong>en</strong>tre las diversas clases. La intransig<strong>en</strong>ciaideológica y de clase podía hacer naufragar al gobierno democrático.Además, el torpe acuerdo de paz de 1918 multiplicó lo que ahora, cuando elsiglo xx llega a su final, sabemos que es un virus fatal para la democracia: ladivisión <strong>del</strong> cuerpo de ciudadanos <strong>en</strong> función de criterios étnico-nacionales oreligiosos (Gl<strong>en</strong>ny, 1992, pp. 146-148), como <strong>en</strong> la ex Yugoslavia y <strong>en</strong> Irlanda<strong>del</strong> Norte. Como es sabido, tres comunidades étnico-religiosas que votan <strong>en</strong>bloque, como <strong>en</strong> Bosnia; dos comunidades irreconciliables, como <strong>en</strong> elUlster; ses<strong>en</strong>ta y dos partidos políticos, cada uno de los cuales repres<strong>en</strong>ta auna tribu o a un clan, como <strong>en</strong> Somalia, no pued<strong>en</strong> constituir los cimi<strong>en</strong>tosde un sistema político democrático, sino —a m<strong>en</strong>os que uno de los grupos<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tados o alguna autoridad externa sea lo bastante fuerte como para establecerun dominio no democrático— tan sólo de la inestabilidad y de laguerra civil. La caída de los tres imperios multinacionales de Austria-Hungría,Rusia y Turquía significó la sustitución de tres estados supranacionales,cuyos gobiernos eran neutrales con respecto a las numerosas nacionalidadessobre las que gobernaban, por un número mucho mayor de estados multina-


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO [45cionales, cada uno de ellos id<strong>en</strong>tificado con una, o a lo sumo con dos o tres,de las comunidades étnicas exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el interior de sus fronteras.La tercera condición que hacía posible la democracia era que los gobiernosdemocráticos no tuvieran que desempeñar una labor int<strong>en</strong>sa de gobierno.Los parlam<strong>en</strong>tos se habían constituido no tanto para gobernar como paracontrolar el poder de los que lo hacían, función que todavía es evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong>las relaciones <strong>en</strong>tre el Congreso y la presid<strong>en</strong>cia de los Estados Unidos.Eran mecanismos concebidos como fr<strong>en</strong>os y que, sin embargo, tuvieron queactuar como motores. Las asambleas soberanas elegidas por sufragio restringido—aunque de ext<strong>en</strong>sión creci<strong>en</strong>te— eran cada vez más frecu<strong>en</strong>tesdesde la era de las revoluciones, pero la sociedad burguesa decimonónicaasumía que la mayor parte de la vida de sus ciudadanos se desarrollaría no<strong>en</strong> la esfera <strong>del</strong> gobierno sino <strong>en</strong> la de la economía autorregulada y <strong>en</strong> elmundo de las asociaciones privadas e informales («la sociedad civil»). 5 Lasociedad burguesa esquivó las dificultades de gobernar por medio de asambleaselegidas <strong>en</strong> dos formas: no esperando de los parlam<strong>en</strong>tos una acciónde gobierno o incluso legislativa muy int<strong>en</strong>sa, y velando por que la labor degobierno —o, mejor, de administración— pudiera desarrollarse a pesar de lasextravagancias de los parlam<strong>en</strong>tos. Como hemos visto (véase el capítulo I),la exist<strong>en</strong>cia de un cuerpo de funcionarios públicos indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes y perman<strong>en</strong>tesse había convertido <strong>en</strong> una característica es<strong>en</strong>cial de los estadosmodernos. Que hubiese una mayoría parlam<strong>en</strong>taria sólo era fundam<strong>en</strong>taldonde había que adoptar o aprobar decisiones ejecutivas trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes ycontrovertidas, y donde la tarea de organizar o mant<strong>en</strong>er un núcleo sufici<strong>en</strong>tede seguidores era la labor principal de los dirig<strong>en</strong>tes de los gobiernos, pues(excepto <strong>en</strong> Norteamérica) <strong>en</strong> los regím<strong>en</strong>es parlam<strong>en</strong>tarios el ejecutivo noera, por regla g<strong>en</strong>eral, elegido directam<strong>en</strong>te. En aquellos estados donde elderecho de sufragio era limitado (el electorado estaba formado principalm<strong>en</strong>tepor los ricos, los poderosos o una minoría influy<strong>en</strong>te) ese objetivo seveía facilitado por el cons<strong>en</strong>so acerca de su interés colectivo (el «interésnacional»), así como por el recurso <strong>del</strong> patronazgo.Pero <strong>en</strong> el siglo xx se multiplicaron las ocasiones <strong>en</strong> las que era deimportancia crucial que los gobiernos gobernaran. El estado que se limitabaa proporcionar las normas básicas para el funcionami<strong>en</strong>to de la economía yde la sociedad, así como la policía, las cárceles y las fuerzas armadas paraafrontar todo tipo de peligros, internos y externos, había quedado obsoleto.La cuarta condición era la riqueza y la prosperidad. Las democracias <strong>del</strong>os años veinte se quebraron bajo la t<strong>en</strong>sión de la revolución y la contrarrevolución(Hungría, Italia y Portugal) o de los conflictos nacionales (Poloniay Yugoslavia), y <strong>en</strong> los años treinta sufrieron los efectos de las t<strong>en</strong>siones <strong>del</strong>a crisis mundial. No hace falta sino comparar la atmósfera política de la Ale-5. En los años och<strong>en</strong>ta se dejaría oír con fuerza, tanto <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te como <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te, laretórica nostálgica que perseguía un retorno totalm<strong>en</strong>te imposible a un siglo xix idealizado,basado <strong>en</strong> estos supuestos.


146 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESmania de Weimar y la de Austria <strong>en</strong> los años veinte con la de la AlemaniaFederal y la de Austria <strong>en</strong> el período posterior a 1945 para comprobarlo. Inclusolos conflictos nacionales eran m<strong>en</strong>os difíciles de solv<strong>en</strong>tar cuando lospolíticos de cada una de las minorías estaban <strong>en</strong> condiciones de proveer alim<strong>en</strong>tossufici<strong>en</strong>tes para toda la población <strong>del</strong> estado. En ello residía la fortaleza<strong>del</strong> Partido Agrario <strong>en</strong> la única democracia auténtica de la Europa c<strong>en</strong>troori<strong>en</strong>tal,Checoslovaquia: <strong>en</strong> que ofrecía b<strong>en</strong>eficios a todos los gruposnacionales. Pero <strong>en</strong> los años treinta, ni siquiera Checoslovaquia podía mant<strong>en</strong>erjuntos a los checos, eslovacos, alemanes, húngaros y ucranianos.En estas circunstancias, la democracia era más bi<strong>en</strong> un mecanismo paraformalizar las divisiones <strong>en</strong>tre grupos irreconciliables. Muchas veces, no constituíauna base estable para un gobierno democrático, ni siquiera <strong>en</strong> las mejorescircunstancias, especialm<strong>en</strong>te cuando la teoría de la repres<strong>en</strong>tación democráticase aplicaba <strong>en</strong> las versiones más rigurosas de la repres<strong>en</strong>tación proporcional.6 Donde <strong>en</strong> las épocas de crisis no existía una mayoría parlam<strong>en</strong>taria,como ocurrió <strong>en</strong> Alemania (<strong>en</strong> contraste con Gran Bretaña), 7 la t<strong>en</strong>tación dep<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> otras formas de gobierno era muy fuerte. Incluso <strong>en</strong> las democraciasestables, muchos ciudadanos consideran que las divisiones políticas que implicael sistema son más un inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te que una v<strong>en</strong>taja. La propia retórica de lapolítica pres<strong>en</strong>ta a los candidatos y a los partidos como repres<strong>en</strong>tantes, no deunos intereses limitados de partido, sino de los intereses nacionales. En losperíodos de crisis, los costos <strong>del</strong> sistema parecían insost<strong>en</strong>ibles y sus b<strong>en</strong>eficios,inciertos.En esas circunstancias, la democracia parlam<strong>en</strong>taria era una débil plantaque crecía <strong>en</strong> un suelo pedregoso, tanto <strong>en</strong> los estados que sucedieron a losviejos imperios como <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> Mediterráneo y de América Latina.El más firme argum<strong>en</strong>to <strong>en</strong> su favor —que, pese a ser malo, es un sistemamejor que cualquier otro— no ti<strong>en</strong>e mucha fuerza y <strong>en</strong> el período de<strong>en</strong>treguerras pocas veces resultaba realista y convinc<strong>en</strong>te. Incluso sus def<strong>en</strong>soresse expresaban con poca confianza. Su retroceso parecía inevitable, pueshasta <strong>en</strong> los Estados Unidos había observadores serios, pero innecesariam<strong>en</strong>tepesimistas, que señalaban que también «puede ocurrir aquí» (Sinclair6. Las incesantes modificaciones de los sistemas electorales democráticos —proporcionales o de otro tipo— ti<strong>en</strong><strong>en</strong> como finalidad garantizar o mant<strong>en</strong>er mayorías estables que permitan gobiernos estables <strong>en</strong> unos sistemas políticos que por su misma naturaleza dificultan eseobjetivo.7. En Gran Bretaña, el rechazo de cualquier forma de repres<strong>en</strong>tación proporcional («elv<strong>en</strong>cedor obti<strong>en</strong>e la victoria total») favoreció la exist<strong>en</strong>cia de un sistema bipartidista y redujo laimportancia de otros partidos políticos (así le ocurrió, desde la primera guerra mundial, al otrora dominante Partido Liberal, aunque continuó obt<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do regularm<strong>en</strong>te el 10 por 100 de losvotos, como ocurrió todavía <strong>en</strong> 1992). En Alemania, el sistema proporcional, aunque favorecióligeram<strong>en</strong>te a los partidos mayores, no permitió desde 1920 que ninguno consiguiera ni siquiera la tercera parte de los escaños (excepto los nazis <strong>en</strong> 1932). <strong>en</strong> un total de cinco partidos mayores y aproximadam<strong>en</strong>te una doc<strong>en</strong>a de partidos m<strong>en</strong>ores. En la ev<strong>en</strong>tualidad de que no pudieraconstituirse una mayoría, la constitución preveía procedimi<strong>en</strong>tos de emerg<strong>en</strong>cia para el ejercicio<strong>del</strong> poder ejecutivo de manera temporal, esto es. la susp<strong>en</strong>sión de la democracia.


LA CAÍDA DEL LIBERALISMO 147Lewis, 1935). Nadie predijo, ni esperó, que la democracia se revitalizaríadespués de la guerra y mucho m<strong>en</strong>os que al principio de los años nov<strong>en</strong>tasería, aunque fuese por poco tiempo, la forma predominante de gobierno <strong>en</strong>todo el planeta. Para qui<strong>en</strong>es <strong>en</strong> éste mom<strong>en</strong>to analizan lo ocurrido <strong>en</strong> elperíodo compr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong>tre las dos guerras mundiales, la caída de los sistemaspolíticos liberales es una breve interrupción <strong>en</strong> su conquista secular <strong>del</strong>planeta. Por desgracia, conforme se aproxima el nuevo mil<strong>en</strong>io las incertidumbresque rodean a la democracia política no parec<strong>en</strong> ya tan remotas. Esposible que el mundo esté <strong>en</strong>trando de nuevo, lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> un período<strong>en</strong> que sus v<strong>en</strong>tajas no parezcan tan evid<strong>en</strong>tes como lo parecían <strong>en</strong>tre1950 y 1990.


Capítulo VCONTRA EL ENEMIGO COMÚNMañana, para los jóv<strong>en</strong>es, estallarán como bombas los poetas,los paseos por el lago, las semanas de perfecta armonía.Mañana, los paseos <strong>en</strong> bicicleta por las afueras <strong>en</strong> lastardes de verano. Pero hoy, la lucha ...W. H. AUDEN, «Spain», 1937Querida madre:De las personas que conozco tú serás la que más lo s<strong>en</strong>tirás ypor ello te dedico mis últimos p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos. No acuses a nadiede mi muerte, pues fui yo qui<strong>en</strong> elegí mi destino.No sé qué decirte, pues aunque t<strong>en</strong>go las ideas claras, no<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro las palabras justas. Ocupé mi lugar <strong>en</strong> el ejército <strong>del</strong>iberación y muero cuando ya comi<strong>en</strong>za a brillar la luz de la victoria... Voy a ser fusilado d<strong>en</strong>tro de muy poco con otros veintitréscompañeros.Cuando termine la guerra ti<strong>en</strong>es que reclamar el derecho auna p<strong>en</strong>sión. Te permitirán conservar todo cuanto t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> la cárcel.Sólo me he quedado la camiseta de papá porque no quieroque el frío me haga tiritar ...Una vez más, adiós. ¡Valor!Tu hijo.SpartacoSPARTACO FONTANOT, trabajador <strong>del</strong> metal,de veintidós años de edad, miembro <strong>del</strong> grupo de laResist<strong>en</strong>cia francesa Misak Manouchian, 1944(Lettere, p. 306)


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 149ILas <strong>en</strong>cuestas de opinión pública nacieron <strong>en</strong> Norteamérica <strong>en</strong> los añostreinta, pues fue George Gallup qui<strong>en</strong>, <strong>en</strong> 1936, com<strong>en</strong>zó a aplicar a la políticalos «muéstreos» de los investigadores <strong>del</strong> mercado. Entre los primerosresultados obt<strong>en</strong>idos mediante esta nueva técnica hay uno que habría sorpr<strong>en</strong>didoa todos los presid<strong>en</strong>tes de los Estados Unidos anteriores a FranklinD. Roosevelt y que sin duda sorpr<strong>en</strong>derá a todos los lectores que hayanalcanzado la edad adulta después de la segunda guerra mundial. Cuando <strong>en</strong><strong>en</strong>ero de 1939 se preguntó a los norteamericanos quién querrían que fuera elv<strong>en</strong>cedor, si estallaba un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre Alemania y la Unión Soviética,el 83 por 100 afirmó que prefería la victoria soviética, fr<strong>en</strong>te al 17 por 100 quemostró sus prefer<strong>en</strong>cias por Alemania (Miller, 1989, pp. 283-284). En un siglodominado por el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre el comunismo anticapitalista de larevolución de octubre, repres<strong>en</strong>tado por la URSS, y el capitalismo anticomunistacuyo def<strong>en</strong>sor y mejor expon<strong>en</strong>te era Estados Unidos, esa declaraciónde simpatía, o al m<strong>en</strong>os de prefer<strong>en</strong>cia, hacia el c<strong>en</strong>tro neurálgico de larevolución mundial fr<strong>en</strong>te a un país fuertem<strong>en</strong>te anticomunista, con una economíade corte claram<strong>en</strong>te capitalista, es una anomalía, tanto más cuanto quetodo el mundo reconocía que <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to la tiranía estalinista impuesta<strong>en</strong> la URSS estaba <strong>en</strong> su peor mom<strong>en</strong>to.Esa situación histórica era excepcional y fue relativam<strong>en</strong>te efímera. Seprolongó, a lo sumo, desde 1933 (año <strong>en</strong> que Estados Unidos reconoció oficialm<strong>en</strong>tea la URSS) hasta 1947 (<strong>en</strong> que los dos bandos ideológicos se convirtieron<strong>en</strong> <strong>en</strong>emigos <strong>en</strong> la «guerra fría») o, por mor de una mayor precisión,desde 1935 hasta 1945. En otras palabras, estuvo condicionada por el asc<strong>en</strong>soy la caída de la Alemania de Hitler (1933-1945) (véase el capítulo IV), fr<strong>en</strong>te ala cual Estados Unidos y la URSS hicieron causa común porque la considerabanun peligro más grave <strong>del</strong> que cada uno veía <strong>en</strong> el otro país.Las razones por las que actuaron así hay que buscarlas más allá de lasrelaciones internacionales conv<strong>en</strong>cionales o de la política de fuerza, y eso eslo que hace tan significativa la extraña alianza de estados y movimi<strong>en</strong>tos quelucharon y triunfaron <strong>en</strong> la segunda guerra mundial. El factor que impulsó launión contra Alemania fue que no se trataba de una nación-estado descont<strong>en</strong>tade su situación, sino de un país <strong>en</strong> el que la ideología determinaba supolítica y sus ambiciones. En resum<strong>en</strong>, que era una pot<strong>en</strong>cia fascista. Si seignoraba ese extremo, conservaban su vig<strong>en</strong>cia los principios habituales de laRealpolitik y la actitud que se adoptaba fr<strong>en</strong>te a Alemania —de oposición,conciliación, contrapeso o <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to— dep<strong>en</strong>día de los intereses decada país y de la situación g<strong>en</strong>eral. De hecho, <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre 1933y 1941 todos los restantes protagonistas de la esc<strong>en</strong>a internacional adoptaronuna u otra de esas posturas fr<strong>en</strong>te a Alemania. Londres y París trataron decont<strong>en</strong>tar a Berlín (ofreciéndole concesiones a exp<strong>en</strong>sas de otros países),Moscú sustituyó la oposición por una interesada neutralidad a cambio de


150 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScomp<strong>en</strong>saciones territoriales, e incluso Italia y Japón, cuyos intereses les llevabana alinearse con Alemania, decidieron, <strong>en</strong> función de esos intereses,permanecer al marg<strong>en</strong> <strong>en</strong> las primeras fases de la segunda guerra mundial.Pero la lógica de la guerra de Hitler terminó por arrastrar a ella a todos esospaíses, así como a Estados Unidos.A medida que avanzaba la década de 1930 era cada vez más pat<strong>en</strong>te quelo que estaba <strong>en</strong> juego no era sólo el equilibrio de poder <strong>en</strong>tre las nacionesestadoque constituían el sistema internacional (principalm<strong>en</strong>te el europeo), yque la política de Occid<strong>en</strong>te —desde la URSS hasta el contin<strong>en</strong>te americano,pasando por Europa— había de interpretarse no tanto como un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to<strong>en</strong>tre estados, sino como una guerra civil ideológica internacional.Como veremos, este principio no puede aplicarse a la política de África, Asiay el Extremo Ori<strong>en</strong>te, dominada por el hecho <strong>del</strong> colonialismo (véase el capítuloVII). Y <strong>en</strong> esa guerra civil el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to fundam<strong>en</strong>tal no era el <strong>del</strong>capitalismo con la revolución social comunista, sino el de difer<strong>en</strong>tes familiasideológicas: por un lado los herederos de la Ilustración <strong>del</strong> siglo xvm y de lasgrandes revoluciones, incluida, naturalm<strong>en</strong>te, la revolución rusa; por el otro,sus opon<strong>en</strong>tes. En resum<strong>en</strong>, la frontera no separaba al capitalismo y al comunismo,sino lo que el siglo xix habría llamado «progreso» y «reacción», conla salvedad de que esos términos ya no eran apropiados.Fue una guerra internacional porque suscitó el mismo tipo de respuestas<strong>en</strong> la mayor parte de los países occid<strong>en</strong>tales, y fue una guerra civil porque <strong>en</strong>todas las sociedades se registró el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre las fuerzas pro y antifascistas.No ha habido nunca un período <strong>en</strong> el que contara m<strong>en</strong>os el patriotismo,<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de lealtad automática al gobierno nacional. Al terminar lasegunda guerra mundial, al fr<strong>en</strong>te de los gobiernos de al m<strong>en</strong>os diez viejosestados europeos se hallaban unos hombres que, cuando com<strong>en</strong>zó (<strong>en</strong> el casode España, al estallar la guerra civil), eran rebeldes, exiliados políticos o, comomínimo, personas que consideraban inmoral e ilegítimo a su propio gobierno.Hubo hombres y mujeres, muchos de ellos pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>tes a la clase política,que pusieron la lealtad al comunismo (esto es, a la URSS) por <strong>del</strong>ante de lalealtad a su propio estado. Los «espías de Cambridge» y, tal vez con mayoresrepercusiones prácticas, los miembros japoneses <strong>del</strong> círculo de espías deSorge, fueron sólo dos grupos <strong>en</strong>tre muchos otros. 1 Por otra parte, se inv<strong>en</strong>tóel término quisling —<strong>del</strong> nombre de un nazi de nacionalidad noruega— paradescribir a las fuerzas políticas de los países atacados por Hitler que, por convicciónmás que por interés, decidieron unirse al <strong>en</strong>emigo de su patria.Esta afirmación es válida incluso para aquellos que actuaron llevados porel patriotismo más que por la ideología, pues incluso el patriotismo tradicionalestaba <strong>en</strong>tonces dividido.'Algunos conservadores decididam<strong>en</strong>te imperia-1. Se ha dicho que la información de Sorge, basada <strong>en</strong> fu<strong>en</strong>tes pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te fiables, deque Japón no planeaba atacar a la URSS a finales de 1941, permitió a Stalin trasladar refuerzosvitales al fr<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>tal cuando los alemanes se hallaban <strong>en</strong> las afueras de Moscú (Deakiny Storry. 1964. capítulo 13: Andrew y Gordievsky. 1991, pp. 281-282).


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 1 5 1listas y anticomunistas como Winston Churchill y hombres de conviccionescatólicas reaccionarias como De Gaulle se decidieron a luchar contra Alemania,no porque sintieran una animosidad especial contra el fascismo, sinoimpulsados por «une certaine idee de la France» o por «cierta idea de Inglaterra».Pero incluso <strong>en</strong> esos casos, su compromiso podía inscribirse <strong>en</strong> el marcode una guerra civil ÍnternacionaL pues su concepto <strong>del</strong> patriotismo no eranecesariam<strong>en</strong>te el mismo que t<strong>en</strong>ían sus gobiernos. Cuando el 18 de junio de1940 se trasladó a Londres y afirmó que con él la «Francia libre» continuaríaluchando contra Alemania, Charles de Gaulle estaba cometi<strong>en</strong>do un acto derebeldía contra el gobierno legítimo de Francia, que había decidido constitucionalm<strong>en</strong>teponer fin a la guerra y que, muy probablem<strong>en</strong>te, contaba con elapoyo de la gran mayoría de los franceses cuando tomó esa decisión. Sin dudaChurchill habría reaccionado de la misma forma. Si Alemania hubiera ganadola guerra, su gobierno le habría tratado como a un traidor, como les ocurriódespués de 1945 a los rusos que habían luchado con los alemanes contra laURSS. En el mismo ord<strong>en</strong> de cosas, los eslovacos y croatas, cuyos países consiguieronel primer atisbo de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia como satélites de la Alemania deHitler, consideraban retrospectivam<strong>en</strong>te a sus dirig<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> período de la guerracomo héroes patrióticos o como colaboradores fascistas por razones ideológicas:miembros de cada uno de estos pueblos lucharon <strong>en</strong> los dos bandos. 2Fue el asc<strong>en</strong>so de la Alemania de Hitler el factor que convirtió esas divisionesciviles nacionales <strong>en</strong> una única guerra mundial, civil e internacional al mismotiempo. O, más exactam<strong>en</strong>te, la trayectoria hacia la conquista y hacia laguerra, <strong>en</strong>tre 1931 y 1941, <strong>del</strong> conjunto de estados —Alemania, Italia yJapón— <strong>en</strong> el que la Alemania de Hitler era la pieza es<strong>en</strong>cial: la más implacabley decidida a destruir los valores e instituciones de la «civilización occid<strong>en</strong>tal»de la era de las revoluciones y la más capaz de hacer realidad su bárbarodesignio. Las posibles víctimas de Japón, Alemania e Italia contemplaroncómo, paso a paso, los países que formaban lo que se dio <strong>en</strong> llamar «el Eje»progresaban <strong>en</strong> sus conquistas, <strong>en</strong> el camino hacia la guerra que ya desde1931 se consideraba inevitable. Como se decía, «el fascismo significa laguerra». En 1931 Japón invadió Manchuria y estableció un gobierno títere.En 1932 ocupó China al norte de la Gran Muralla y p<strong>en</strong>etró <strong>en</strong> Shanghai. En1933 se produjo la subida de Hitler al poder <strong>en</strong> Alemania, con un programaque no se preocupó de ocultar. En 1934 una breve guerra civil suprimió lademocracia <strong>en</strong> Austria e instauró un régim<strong>en</strong> semifascista que adquirió notoriedad,sobre todo, por oponerse a la integración <strong>en</strong> Alemania y por sofocar,con ayuda italiana, un golpe nazi que acabó con la vida <strong>del</strong> primer ministroaustríaco. En 1935 Alemania d<strong>en</strong>unció los tratados de paz y volvió a mostrarsecomo una pot<strong>en</strong>cia militar y naval de primer ord<strong>en</strong>, que recuperó2. Esto no puede justificar, sin embargo, las atrocidades cometidas por los dos bandos,que, sin duda <strong>en</strong> c] caso <strong>del</strong> estado croata de 1942-1945, y probablem<strong>en</strong>te también <strong>en</strong> el caso <strong>del</strong>estado eslovaco, fueron mayores que las que llevaron a cabo sus adversarios y. <strong>en</strong> cualquiercaso, indef<strong>en</strong>dibles.


152 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESmediante un plebiscito la región <strong>del</strong> Sarre <strong>en</strong> su frontera occid<strong>en</strong>tal y abandonódesdeñosam<strong>en</strong>te la Sociedad de Naciones. Mussolini, mostrando el mismodesprecio hacia la opinión internacional, invadió ese mismo año Etiopía, queconquistó y ocupó como colonia <strong>en</strong> 1936-1937, y a continuación abandonótambién la Sociedad de Naciones. En 1936 Alemania recuperó R<strong>en</strong>ania, y <strong>en</strong>España un golpe militar, preparado con la ayuda y la interv<strong>en</strong>ción de Italia yAlemania, inició un conflicto importante, la guerra civil española, que mása<strong>del</strong>ante se analizará de forma más porm<strong>en</strong>orizada. Las dos pot<strong>en</strong>cias fascistasconstituyeron una alianza oficial, el Eje Roma-Berlín, y Alemania yJapón concluyeron un «pacto anti-Comintern». En 1937, <strong>en</strong> una iniciativaque a nadie podía sorpr<strong>en</strong>der, Japón invadió China y com<strong>en</strong>zó una decididaactividad bélica que no se interrumpiría hasta 1945. En 1938 Alemania consideróllegado el mom<strong>en</strong>to de la conquista. En el mes de marzo invadió y seanexionó Austria sin resist<strong>en</strong>cia militar y, tras varias am<strong>en</strong>azas, el acuerdo deMunich de octubre dividió Checoslovaquia y Hitler incorporó a Alemaniaext<strong>en</strong>sas zonas de ese país, también <strong>en</strong> esta ocasión sin que mediara un<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to bélico. El resto <strong>del</strong> país fue ocupado <strong>en</strong> marzo de 1939, loque al<strong>en</strong>tó a Italia, que durante unos meses no había demostrado ambicionesimperialistas, a ocupar Albania. Casi inmediatam<strong>en</strong>te Europa quedó paralizadapor la crisis polaca, que también se des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó a causa de las exig<strong>en</strong>ciasterritoriales alemanas. De esa crisis nació la guerra europea de 1939-1941,que luego alcanzó mayores proporciones, hasta convertirse <strong>en</strong> la segundaguerra mundial.Pero hubo otro factor que transformó la política nacional <strong>en</strong> un conflictointernacional: la debilidad cada vez más espectacular de las democracias liberales(que resultaban ser los estados y<strong>en</strong>cedores de la primera guerra mundial),y su incapacidad o su falta de voluntad para actuar, unilateralm<strong>en</strong>te o deforma concertada, para resistir el avance de sus <strong>en</strong>emigos. Como hemos visto,fue esa crisis <strong>del</strong> liberalismo la que fortaleció los argum<strong>en</strong>tos y las fuerzas <strong>del</strong>fascismo y <strong>del</strong> sistema de gobierno autoritario (véase el capítulo IV).'Elacuerdo de Munich de 1938 ilustraba a la perfección esa combinación deagresión decidida, por un lado, y de temor y concesión por el otro, razón porla que durante g<strong>en</strong>eraciones la palabra «Munich» fue sinónimo, <strong>en</strong> el l<strong>en</strong>guajepolítico occid<strong>en</strong>tal, de retirada cobarde. La vergü<strong>en</strong>za de Munich, que sintieronmuy pronto incluso qui<strong>en</strong>es firmaron el acuerdo, no estriba sólo <strong>en</strong> quepermitió a Hitler un triunfo a bajo precio, sino <strong>en</strong> el pat<strong>en</strong>te temor a la guerraque lo precedió e incluso <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de alivio, aún más pat<strong>en</strong>te, porhaberla evitado a cualquier precio. «Bande de cons», se dice que afirmó condesprecio el primer ministro francés Daladier cuando, a su regreso a París trashaber firmado la s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia de muerte de un aliado de Francia, no fue recibidocon protestas, como esperaba, sino con vítores jubilosos. La popularidad de laURSS y la resist<strong>en</strong>cia a criticar lo que allí ocurría se explica principalm<strong>en</strong>tepor su actitud de <strong>en</strong>érgica oposición a la Alemania nazi, tan difer<strong>en</strong>te de lapostura vacilante de Occid<strong>en</strong>te.-Eso hizo que su decisión de firmar un pactocon Alemania <strong>en</strong> agosto de 1939 suscitara una fortísima conmoción.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 153IILa movilización de todo el apoyo posible contra el fascismo o, lo que eslo mismo, contra Alemania fue fruto de un triple llamami<strong>en</strong>to: a la unión detodas las fuerzas políticas que t<strong>en</strong>ían un interés común <strong>en</strong> oponerse al avance<strong>del</strong> Eje, a una política real de resist<strong>en</strong>cia y a unos gobiernos dispuestos a practicaresa política. De hecho, llevó más de ocho años conseguir esa movilización,o diez si se sitúa <strong>en</strong> 1931 el comi<strong>en</strong>zo <strong>del</strong> proceso que desembocaría <strong>en</strong>la guerra mundial. Ello se debió a que la respuesta a esos tres llamami<strong>en</strong>tosfue indecisa, tibia o equívoca.Cabe p<strong>en</strong>sar que el llamami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> pro de la unidad antifascista deberíahaber suscitado una respuesta inmediata, dado que el fascismo consideraba atodos los liberales, los socialistas y comunistas, a cualquier tipo de régim<strong>en</strong>democrático y al régim<strong>en</strong> soviético, como <strong>en</strong>emigos a los que había que destruir.-Todos ellos, pues, debían mant<strong>en</strong>erse unidos, si no querían ser destruidospor separado. Los comunistas, hasta <strong>en</strong>tonces la fuerza más discordantede la izquierda ilustrada, que conc<strong>en</strong>traba sus ataques (lo que suele ser unrasgo lam<strong>en</strong>table de los radicales políticos) no contra el <strong>en</strong>emigo más evid<strong>en</strong>tesino contra el competidor más próximo, <strong>en</strong> especial contra los socialdemócratas(véase el capítulo II), cambiaron su estrategia un año y mediodespués de la subida de Hitler al poder para convertirse <strong>en</strong> los def<strong>en</strong>soresmás sistemáticos y —como siempre— más eficaces de la unidad antifascista.Así se superó el principal obstáculo para la unidad de la izquierda, aunque nola desconfianza mutua, que estaba profundam<strong>en</strong>te arraigada.La Internacional Comunista (que acababa de elegir como secretario g<strong>en</strong>erala George Dimitrov, un búlgaro cuyo vali<strong>en</strong>te desafío a las autoridadesnazis <strong>en</strong> el juicio por el inc<strong>en</strong>dio <strong>del</strong> Reichstag, <strong>en</strong> 1933, había electrizado atodos los antifascistas) 3 adoptó conjuntam<strong>en</strong>te con Stalin una estrategia decírculos concéntricos. Las fuerzas unidas de los trabajadores (el «Fr<strong>en</strong>te Unido»)serían el soporte de una alianza política y electoral más amplia con losdemócratas y liberales (el «Fr<strong>en</strong>te Popular»). Ante el avance de Alemania,los comunistas consideraron la posibilidad de ampliar esa alianza a un «Fr<strong>en</strong>teNacional» de todos cuantos, con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de su ideología y suscre<strong>en</strong>cias políticas, p<strong>en</strong>saban que el fascismo (las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje) era elpeligro principal. Esta ext<strong>en</strong>sión de la alianza antifascista más allá <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro3. Un mes después de la subida de Hitler al poder, el edificio <strong>del</strong> parlam<strong>en</strong>to alemán <strong>en</strong>Berlín fue misteriosam<strong>en</strong>te destruido <strong>en</strong> un inc<strong>en</strong>dio. El gobierno nazi acusó inmediatam<strong>en</strong>te alPartido Comunista de ello y aprovechó la ocasión para ¡legalizarlo. Los comunistas acusaron alos nazis de haber organizado el inc<strong>en</strong>dio con ese propósito. A la sazón, fueron det<strong>en</strong>idos y juzgadosun desequilibrado holandés de inclinaciones revolucionarias. Van der Lubbe, el líder <strong>del</strong>grupo parlam<strong>en</strong>tario comunista y tres búlgaros que estaban trabajando <strong>en</strong> Berlín para la InternacionalComunista. Sin duda. Van der Lubbe había participado <strong>en</strong> el inc<strong>en</strong>dio, pero no así loscuatro comunistas det<strong>en</strong>idos, ni m<strong>en</strong>os aún el KPD. La investigación histórica actual no corroborala tesis de una provocación nazi.


154 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESpolítico hacia la derecha —la «mano t<strong>en</strong>dida a los católicos» por parte de loscomunistas franceses o la disposición de los británicos a aceptar al destacadohostigador de rojos que era Winston Churchill— <strong>en</strong>contró mayor resist<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> la izquierda tradicional, hasta que finalm<strong>en</strong>te se impuso por la lógica de laguerra. Sin embargo, la unión <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro y de la izquierda t<strong>en</strong>ía una lógicapolítica y así se establecieron «fr<strong>en</strong>tes populares» <strong>en</strong> Francia (avanzada <strong>en</strong>esta estrategia) y <strong>en</strong> España, que consiguieron rechazar la of<strong>en</strong>siva de laderecha y que obtuvieron una resonante victoria electoral tanto <strong>en</strong> España(febrero de 1936) como <strong>en</strong> Francia (mayo de 1936).Esas victorias hicieron pat<strong>en</strong>tes los costos de la pasada desunión, porquelas listas unitarias <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro y de la izquierda consiguieron una importantemayoría parlam<strong>en</strong>taria, pero aunque reflejaron un notorio cambio <strong>en</strong> laizquierda, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Francia, <strong>en</strong> favor <strong>del</strong> Partido Comunista, no<strong>en</strong>trañaron un aum<strong>en</strong>to importante <strong>del</strong> apoyo político a las fuerzas antifascistas.De hecho, el triunfo <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular francés, <strong>del</strong> que salió el primergobierno presidido por un socialista, el intelectual Léon Blum (1872-1950),no significó, respecto de las votaciones de 1932, más que un increm<strong>en</strong>to deap<strong>en</strong>as el 1 por 100 de los votos radicales, socialistas y comunistas. Pese aque el triunfo electoral <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular español conllevó un increm<strong>en</strong>toalgo mayor, el nuevo gobierno t<strong>en</strong>ía todavía <strong>en</strong> su contra a casi la mitad <strong>del</strong>os votantes y a una derecha más fuerte que antes. Con todo, esas victoriassuscitaron esperanzas, e incluso euforia, <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos socialistas yobreros nacionales. No puede decirse lo mismo <strong>del</strong> Partido Laborista británico,quebrantado por la Depresión y la crisis política de 1931 —que lo había dejadoreducido a un grupo de cincu<strong>en</strong>ta diputados—, y que cuatro años más tarde nohabía recuperado el apoyo electoral <strong>del</strong> que gozaba antes de la crisis y not<strong>en</strong>ía ni la mitad de los escaños que <strong>en</strong> 1929. Entre 1931 y 1935 el porc<strong>en</strong>tajede votos de los conservadores disminuyó tan sólo <strong>del</strong> 61 al 54 por 100. Elllamado gobierno «nacional» de Gran Bretaña, presidido desde 1937 porNeville Chamberlain, cuyo nombre pasó a ser sinónimo <strong>del</strong> «apaciguami<strong>en</strong>to»de Hitler, contaba con un sólido apoyo mayoritario. No hay razón parap<strong>en</strong>sar que, si no hubiera estallado la guerra <strong>en</strong> 1939 y se hubieran celebradoelecciones <strong>en</strong> 1940, como estaba previsto, los conservadores no habríanvuelto a ganar cómodam<strong>en</strong>te. De hecho, <strong>en</strong> la década de 1930 no había signos<strong>en</strong> Europa occid<strong>en</strong>tal de un desplazami<strong>en</strong>to electoral hacia la izquierda,excepto <strong>en</strong> una bu<strong>en</strong>a parte de Escandinavia, donde los socialdemócratasprotagonizaron un importante avance. Antes bi<strong>en</strong>, <strong>en</strong> los países de la Europaori<strong>en</strong>tal y surori<strong>en</strong>tal donde todavía se celebraban elecciones se registraronimportantes avances de la derecha. Existe un profundo contraste <strong>en</strong>tre el viejoy el nuevo mundo. Europa no vivió un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o similar al ocurrido <strong>en</strong>Estados Unidos, donde <strong>en</strong> 1932 hubo un importante trasvase de votos de losrepublicanos a los demócratas, que <strong>en</strong> las votaciones presid<strong>en</strong>ciales pasaronde 15-16 a casi 28 millones de votos <strong>en</strong> cuatro años. No obstante, lo cierto esque Franklin D. Roosevelt consiguió los mejores resultados <strong>en</strong> 1932, aunque,


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 155para sorpresa de todos excepto <strong>del</strong> pueblo norteamericano, quedó muy cercade ellos <strong>en</strong> 1936.El antifascismo, por tanto, organizó a los <strong>en</strong>emigos tradicionales de laderecha pero no aum<strong>en</strong>tó su número; movilizó a las minorías más fácilm<strong>en</strong>teque a las mayorías. Los intelectuales y los artistas fueron los que se dejaronganar más fácilm<strong>en</strong>te por los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos antifascistas (excepto unacorri<strong>en</strong>te literaria internacional inspirada por la derecha nacionalista y antidemocrática;véase el capítulo VI), porque la hostilidad arrogante y agresiva<strong>del</strong> nacionalsocialismo hacia los valores de la civilización tal como se habíanconcebido hasta <strong>en</strong>tonces se hizo inmediatam<strong>en</strong>te pat<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los ámbitos queles concernían, El racismo nazi se tradujo de forma inmediata <strong>en</strong> el éxodo <strong>en</strong>masa de intelectuales judíos e izquierdistas, que se dispersaron por las zonas<strong>del</strong> mundo donde aún reinaba la tolerancia. La hostilidad de los nazis haciala libertad intelectual hizo que desaparecieran de las universidades alemanascasi una tercera parte de sus profesores. Los ataques contra la cultura «vanguardista»y la destrucción pública <strong>en</strong> la hoguera de libros «judíos» y deotros igualm<strong>en</strong>te indeseables com<strong>en</strong>zó prácticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> cuanto Hitler subióal poder. Además, aunque los ciudadanos ordinarios desaprobaran las barbaridadesmás brutales <strong>del</strong> sistema —los campos de conc<strong>en</strong>tración y la reducciónde los judíos alemanes (categoría <strong>en</strong> la que quedaban incluidos todosaquellos que tuvieran al m<strong>en</strong>os un abuelo judío) a la condición de una claseinferior segregada y car<strong>en</strong>te de derechos—, un sector sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>t<strong>en</strong>umeroso de la población las consideraba, <strong>en</strong> el peor de los casos, como aberracionesde alcance limitado. Al fin y al cabo, los campos de conc<strong>en</strong>traciónservían sobre todo como factor de disuasión fr<strong>en</strong>te a la posible oposicióncomunista y como cárceles de los cuadros de las fuerzas subversivas, y desdeese punto de vista eran vistos con bu<strong>en</strong>os ojos por muchos conservadoresconv<strong>en</strong>cionales. Además, al estallar la guerra sólo había <strong>en</strong> ellos unas ochomil personas. (Su transformación <strong>en</strong> un univers conc<strong>en</strong>trationnaire <strong>del</strong> terror,la tortura y la muerte para c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de millares, incluso millones, de personasse produjo <strong>en</strong> el curso <strong>del</strong> conflicto.) Por otra parte, hasta el comi<strong>en</strong>zode la guerra, la política nazi, por brutal que fuera el trato disp<strong>en</strong>sado a losjudíos, parecía cifrar <strong>en</strong> la expulsión sistemática, más que <strong>en</strong> el exterminio <strong>en</strong>masa, la «solución definitiva» <strong>del</strong> «problema judío» .j\ los ojos de los observadoresaj<strong>en</strong>os al mundo de la política, Alemania era un país estable y económicam<strong>en</strong>tefloreci<strong>en</strong>te, dotado de un gobierno popular, aunque con algunascaracterísticas desagradables.^Los que leían libros (incluido el Mein Kampf <strong>del</strong> Fiihrer) eran los quet<strong>en</strong>ían más posibilidades de reconocer, <strong>en</strong> la sangri<strong>en</strong>ta retórica de los agitadoresracistas y <strong>en</strong> la tortura y el asesinato localizados <strong>en</strong> Dachau o Buch<strong>en</strong>wald,la am<strong>en</strong>aza de un mundo <strong>en</strong>tero construido sobre la subversión <strong>del</strong>iberadade la civilización. Por consigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> los años treinta fueron los intelectualesoccid<strong>en</strong>tales (pero sólo una fracción de los estudiantes, que a la sazón procedían<strong>en</strong> su inmesa mayoría de las clases medias «respetables») la primeracapa social que se movilizó <strong>en</strong> masa contra el fascismo. Era todavía un estra-


158 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScarácter no religioso), aunque muy popular <strong>en</strong> Gran Bretaña <strong>en</strong> los añostreinta, no llegó a ser nunca un movimi<strong>en</strong>to de masas y se desvaneció <strong>en</strong>1940. Pese a la tolerancia que se mostró hacia los «objetores de conci<strong>en</strong>cia»<strong>en</strong> la segunda guerra mundial, fueron pocos los que reivindicaron el derechode negarse a luchar (Calvocoressi, 1987, p. 63).En la izquierda no comunista, <strong>en</strong> la que el rechazo emocional de la guerray <strong>del</strong> militarismo era más int<strong>en</strong>so de lo que había sido (<strong>en</strong> teoría) antesde 1914, la paz a cualquier precio era una posición minoritaria, incluso <strong>en</strong>Francia, que era donde t<strong>en</strong>ía mayor fuerza. En Gran Bretaña, George Lansbury,un pacifista a qui<strong>en</strong> el desastre electoral de 1931 situó al fr<strong>en</strong>te <strong>del</strong> PartidoLaborista, fue brutalm<strong>en</strong>te desplazado de su puesto <strong>en</strong> 1935. A difer<strong>en</strong>cia<strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular de 1936-1938 <strong>en</strong> Francia, <strong>en</strong>cabezado por unsocialista, al Partido Laborista británico podía criticársele no por su falta defirmeza fr<strong>en</strong>te a los agresores fascistas, sino por negarse a apoyar las medidasmilitares necesarias para hacer eficaz la resist<strong>en</strong>cia, como el rearme y lamovilización. Los mismos argum<strong>en</strong>tos pued<strong>en</strong> utilizarse <strong>en</strong> el caso de loscomunistas, que nunca tuvieron la t<strong>en</strong>tación <strong>del</strong> pacifismo.La izquierda estaba ante un dilema. Por una parte, la fuerza <strong>del</strong> antifascismoradicaba <strong>en</strong> que movilizaba a qui<strong>en</strong>es temían la guerra: tanto loshorrores <strong>del</strong> conflicto anterior como los que pudiera producir el sigui<strong>en</strong>te. Elhecho de que el fascismo significara la guerra era una bu<strong>en</strong>a razón para oponérsele.Por otra parte, la resist<strong>en</strong>cia al fascismo no podía ser eficaz sin elrecurso a las armas. Más aún, la esperanza de derribar a la Alemania nazi, eincluso a la Italia de Mussolini, mediante una actitud de firmeza colectiva,pero pacífica, se cim<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> meras fantasías sobre Hitler y sobre lassupuestas fuerzas de oposición interior <strong>en</strong> Alemania. En cualquier caso, qui<strong>en</strong>esvivimos ese período sabíamos que habría una guerra, incluso mi<strong>en</strong>traspergeñábamos proyectos poco plausibles para evitarla. Creíamos —el historiadorpuede recurrir también a sus recuerdos— que nos tocaría luchar, yprobablem<strong>en</strong>te morir <strong>en</strong> la sigui<strong>en</strong>te guerra. Y, como antifascistas, no albergábamosduda alguna de que cuando llegara el mom<strong>en</strong>to no podríamos hacerotra cosa que luchar.No obstante, no puede utilizarse el dilema político de la izquierda paraexplicar el fracaso de los gobiernos, <strong>en</strong>tre otras razones porque los preparativospara la guerra no dep<strong>en</strong>dían de las resoluciones aprobadas (o rechazadas)<strong>en</strong> los congresos de los partidos ni <strong>del</strong> temor a los resultados de las elecciones.La «gran guerra» había dejado una huella in<strong>del</strong>eble <strong>en</strong> los gobiernos, <strong>en</strong>particular el francés y el británico. Francia había salido de ella desangrada ypot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te más débil que la derrotada Alemania. Sin aliados, no podíahacer sombra a la r<strong>en</strong>acida Alemania y los únicos países europeos interesados<strong>en</strong> aliarse con Francia —Polonia y los estados surgidos <strong>en</strong> el antiguoimperio de los Habsburgo— eran demasiado débiles para este propósito. Losfranceses emplearon sus recursos <strong>en</strong> construir una línea de fortificaciones (la«línea Maginot», así llamada por el nombre de un ministro pronto olvidado)con la que esperaban disuadir a los atacantes alemanes ante la perspectiva


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 159de sufrir tan graves pérdidas como <strong>en</strong> Verdún (véase el capítulo I). Fuera deesto, sólo podían recurrir a Gran Bretaña y, desde 1933, a la URSS.Los gobiernos británicos eran igualm<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>tes de su debilidad. Desdeel punto de vista económico, no podían permitirse una nueva guerra y,desde el punto de vista estratégico, no t<strong>en</strong>ían ya una flota capaz de actuarsimultáneam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los tres grandes océanos y <strong>en</strong> el Mediterráneo. Al mismotiempo, lo que realm<strong>en</strong>te les preocupaba no era el problema europeo, sino laforma de mant<strong>en</strong>er unido, con unas fuerzas claram<strong>en</strong>te insufici<strong>en</strong>tes, unimperio mundial más ext<strong>en</strong>so que nunca pero que estaba al borde de la descomposición.Por consigui<strong>en</strong>te, los dos países se sabían demasiado débiles para def<strong>en</strong>derel ord<strong>en</strong> que había sido establecido <strong>en</strong> 1919 para su conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia. Tambiénsabían que ese ord<strong>en</strong> era inestable e imposible de mant<strong>en</strong>er. Ni el uno niel otro t<strong>en</strong>ían nada que ganar de una nueva guerra, y sí mucho que perder. Lapolítica más lógica era negociar con la revitalizada Alemania para alcanzaruna situación más estable <strong>en</strong> Europa y para ello era necesario hacer concesionesal creci<strong>en</strong>te poderío alemán. Lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te, esa Alemania r<strong>en</strong>acida erala de Adolf Hitler.La llamada política de «apaciguami<strong>en</strong>to» ha t<strong>en</strong>ido tan mala pr<strong>en</strong>sa desde1939 que es necesario recordar cuan s<strong>en</strong>sata la consideraban muchos políticosoccid<strong>en</strong>tales que no albergaban s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos viscerales antialemanes o que noeran antifascistas por principio. Eso era particularm<strong>en</strong>te cierto <strong>en</strong> Gran Bretaña,donde los cambios <strong>en</strong> el mapa contin<strong>en</strong>tal, sobre todo si ocurrían <strong>en</strong>«países distantes de los que sabemos muy poco» (Chamberlain sobre Checoslovaquia<strong>en</strong> 1938), no suscitaban una gran preocupación. (Lógicam<strong>en</strong>te,los franceses se s<strong>en</strong>tían más inquietos ante cualquier iniciativa que favorecieraa Alemania, porque antes o después se volvería contra ellos, pero Franciaera débil.) No era difícil prever que una segunda guerra mundial arruinaría laeconomía de Gran Bretaña y le haría perder una gran parte de su imperio. Enefecto, eso fue lo que ocurrió. Aunque era un precio que los socialistas, loscomunistas, los movimi<strong>en</strong>tos de liberación colonial y el presid<strong>en</strong>te F. D. Rooseveltestaban dispuestos a pagar por la derrota <strong>del</strong> fascismo, resultaba excesivo,convi<strong>en</strong>e no olvidarlo, para los racionales imperialistas británicos.Ahora bi<strong>en</strong>, el compromiso y la negociación eran imposibles con la Alemaniade Hitler, porque los objetivos políticos <strong>del</strong> nacionalsocialismo eranirracionales e ilimitados. La expansión y la agresión eran una parte consustancial<strong>del</strong> sistema, y salvo que se aceptara de <strong>en</strong>trada el dominio alemán, esdecir, que se decidiera no resistir el avance nazi, la guerra era inevitable,antes o después. De ahí el papel c<strong>en</strong>tral de la ideología <strong>en</strong> la definición de lapolítica durante el dec<strong>en</strong>io de 1930: si determinó los objetivos de la Alemanianazi, hizo imposible la Realpolitik <strong>en</strong> el bando opuesto. Los que sost<strong>en</strong>íanque no se podía establecer un compromiso con Hitler, conclusión quedimanaba de una evaluación realista de la situación, lo hacían por razonesnada pragmáticas. Consideraban que el fascismo era intolerable <strong>en</strong> principioy a priori, o (como <strong>en</strong> el caso de Winston Churchill) actuaban guiados por


160 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESuna idea igualm<strong>en</strong>te apriorística de lo que su país y su imperio «def<strong>en</strong>dían»y no podían sacrificar. En el caso de Winston Churchill, la paradoja reside <strong>en</strong>el hecho de que ese gran romántico, que se había equivocado <strong>en</strong> sus valoracionespolíticas casi siempre desde 1914 —incluidos sus planteami<strong>en</strong>tos deestrategia militar, de los que estaba tan orgulloso—, era realista <strong>en</strong> esa solacuestión de Alemania.Por su parte, los políticos realistas, partidarios <strong>del</strong> apaciguami<strong>en</strong>to, mostrabanuna falta total de realismo al evaluar la situación, incluso <strong>en</strong> 1938-1939, cuando cualquier observador at<strong>en</strong>to compr<strong>en</strong>día ya que era imposiblealcanzar un acuerdo negociado con Hitler. Eso explica la tragicomedia que sevivió durante los meses de marzo-septiembre de 1939, que desembocó <strong>en</strong> unaguerra que nadie deseaba, <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to y <strong>en</strong> un lugar que nadie (ni siquieraAlemania) quería y que dejó a Francia y Gran Bretaña sin saber qué era loque, como beligerantes, debían hacer, hasta que fueron barridas por la Blitzkriegde 1940. Pese a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a una evid<strong>en</strong>cia que no podían negar, losapaciguadores de Gran Bretaña y Francia no se decidieron a negociar seriam<strong>en</strong>tecon Stalin para concertar una alianza, sin la cual la guerra no podía niposponerse ni ganarse, y sin la cual las garantías contra un ataque alemán queNeville Chamberlain había dado con cierta ligereza a los países de Europaori<strong>en</strong>tal —sin ni siquiera consultar o informar a la URSS, por increíble quepueda parecer— eran papel mojado. Londres y París no deseaban la guerra. Alo sumo, estaban dispuestas a hacer una demostración de fuerza que sirvieracomo elem<strong>en</strong>to de disuasión. No consiguieron impresionar a Hitler, ni tampocoa Stalin, cuyos negociadores pedían <strong>en</strong> vano propuestas para realizar operacionesestratégicas conjuntas <strong>en</strong> el Báltico. Cuando los ejércitos alemanesavanzaban hacia Polonia, el gobierno de Neville Chamberlain seguía dispuestoa negociar con Hitler, tal como éste había previsto (Watt, 1989, p. 215).Hitler se equivocó <strong>en</strong> sus cálculos y los estados occid<strong>en</strong>tales le declararonla guerra, no porque sus gobernantes la desearan, sino porque la políticade Hitler desde el pacto de Munich minó la posición de los apaciguadores.Fue él qui<strong>en</strong> movilizó contra el fascismo a las masas hasta <strong>en</strong>tonces indecisas.La ocupación alemana de Checoslovaquia <strong>en</strong> marzo de 1939 fue elepisodio que decidió a la opinión pública de Gran Bretaña a resistir al fascismo.A su vez, ello forzó la decisión <strong>del</strong> gobierno británico, hasta <strong>en</strong>toncesremiso, y éste forzó a su vez al gobierno francés, al que no le quedó otraopción que alinearse junto a su único aliado efectivo. Por primera vez, lalucha contra la Alemania de Hitler no dividió, sino que unió a los británicos,aunque todavía sin consecu<strong>en</strong>cias. Cuando los alemanes destruyeron Poloniade manera rápida e implacable y se repartieron sus despojos con Stalin, quese retiró a una neutralidad cond<strong>en</strong>ada a no durar, una «extraña guerra» sucedió<strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te a una paz inviable.Ningún tipo de Realpolitik puede explicar la actitud de los apaciguadoresdespués <strong>del</strong> episodio de Munich. Una vez se hubo llegado a la conclusión deque la guerra era inmin<strong>en</strong>te —¿quién podía dudarlo <strong>en</strong> 1939?—, lo único quecabía hacer era prepararse para ella lo mejor posible, pero eso no se hizo.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 161Gran Bretaña no estaba dispuesta (ni siquiera la Gran Bretaña de Chamberlain)a aceptar una Europa dominada por Hitler antes de que eso ocurriera,aunque después <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to de Francia hubo un serio apoyo para la ideade alcanzar una paz negociada, esto es, de aceptar la derrota. En cuanto aFrancia, donde un pesimismo lindante con el derrotismo estaba más g<strong>en</strong>eralizado<strong>en</strong>tre los políticos y <strong>en</strong> el ejército, el gobierno tampoco estaba dispuestoa ceder hasta que el ejército se hundió <strong>en</strong> junio de 1940. Su actitud era tibiaporque ni se atrevían a seguir la lógica de la política de fuerza, ni las conviccionesde los resist<strong>en</strong>tes, para qui<strong>en</strong>es nada era más importante que lucharcontra el fascismo (<strong>en</strong>carnado <strong>en</strong> la Alemania de Hitler), ni las de los anticomunistas,que creían que «la derrota de Hitler significaría el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>os sistemas autoritarios que constituy<strong>en</strong> el principal baluarte contra la revolucióncomunista» (Thierry Maulnier, 1938, <strong>en</strong> Ory, 1976, p. 24). No es fácildiscernir cuáles fueron los principios que impulsaron la actuación de estospolíticos, ya que no estaban guiados tan sólo por el intelecto, sino por prejuicios,temores y esperanzas que nublaron su visión. Influyeron <strong>en</strong> ello losrecuerdos de la primera guerra mundial y las dudas de unos hombres que considerabanque los sistemas políticos y las economías liberales se hallaban <strong>en</strong>una fase terminal; un estado de espíritu más propio <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te que deGran Bretaña. Influyó también la incertidumbre de si, <strong>en</strong> tales circunstancias,los imprevisibles resultados de una política de resist<strong>en</strong>cia bastaban para justificarlos costos que podía <strong>en</strong>trañar. Después de todo, ajuicio de una gran partede los políticos británicos y franceses, lo más que se podía conseguir erapreservar un statu quo insatisfactorio y probablem<strong>en</strong>te insost<strong>en</strong>ible.-Y habíaademás, al final de todo, la duda acerca de si, <strong>en</strong> caso de que fuera imposiblemant<strong>en</strong>er el statu quo, no era mejor el fascismo que la solución alternativa: larevolución social y el bolchevismo.- Si sólo hubiera existido la versión italiana<strong>del</strong> fascismo, pocos políticos conservadores o moderados habrían vacilado.Incluso Winston Churchill era pro italiano. El problema residía <strong>en</strong> que no eraa Mussolini sino a Hitler a qui<strong>en</strong> se t<strong>en</strong>ían que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tar. No deja de ser significativoque la principal esperanza de tantos gobiernos y diplomáticos de losaños treinta fuera la estabilización de Europa llegando a algún tipo de acuerdocon Italia o, por lo m<strong>en</strong>os, apartando a Mussolini de la alianza con su discípulo.Eso no fue posible, aunque Mussolini fue lo bastante realista comopara conservar cierta libertad de acción, hasta que <strong>en</strong> junio de 1940 llegó a laconclusión —equivocada, pero compr<strong>en</strong>sible— de que los alemanes habíantriunfado, y se decidió a <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la guerra.IIIAsí pues, las cuestiones debatidas <strong>en</strong> los años treinta, ya fueran d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong>os estados o <strong>en</strong>tre ellos, eran de carácter transnacional. Ningún episodio'lustra mejor esta afirmación que la guerra civil española de 1936-1939, quese convirtió <strong>en</strong> la expresión suprema de este <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to global.


162 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESVisto desde hoy puede parecer sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que ese conflicto movilizarainstantáneam<strong>en</strong>te las simpatías de la izquierda y la derecha, tanto <strong>en</strong> Europacomo <strong>en</strong> América y, particularm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>tre los intelectuales <strong>del</strong> mundo occid<strong>en</strong>tal.España era una parte periférica de Europa y desde hacía muchotiempo su historia había seguido un rumbo difer<strong>en</strong>te de la <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te,de la que la separaba la muralla de los Pirineos. Se había mant<strong>en</strong>idoal marg<strong>en</strong> de todas las guerras desde el tiempo de Napoleón y haría lo mismo<strong>en</strong> la segunda guerra mundial. Desde comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong> siglo xix los asuntosespañoles habían interesado poco a los gobiernos europeos, si bi<strong>en</strong> EstadosUnidos provocó un breve conflicto con España <strong>en</strong> 1898 para despojarla <strong>del</strong>as últimas posesiones de su antiguo imperio mundial: Cuba, Puerto Rico yFilipinas. 4 De hecho, y contra lo que creía la g<strong>en</strong>eración a la que pert<strong>en</strong>ece elautor, la guerra civil española no fue la primera fase de la segunda guerramundial, y la victoria <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral Franco —qui<strong>en</strong>, como hemos visto, nisiquiera puede ser calificado de fascista— no tuvo importantes consecu<strong>en</strong>ciasg<strong>en</strong>erales. Sólo sirvió para mant<strong>en</strong>er a España (y a Portugal) aislada <strong>del</strong>resto <strong>del</strong> mundo durante otros treinta años.Pero no es casual que la política interna de ese país peculiar y aislado seconvirtiera <strong>en</strong> el símbolo de una lucha global <strong>en</strong> los años treinta. Encarnabalas cuestiones políticas fundam<strong>en</strong>tales de la época: por un lado, la democraciay la revolución social,"si<strong>en</strong>do España el único país de Europa dondaparecía a punto de estallar; por otro, la alianza de una contrarrevolución oreacción, inspirada por(una Iglesia católica que rechazaba todo cuanto habíaocurrido <strong>en</strong> el mundo desde Martín Lutero^ Curiosam<strong>en</strong>te, ni los partidos <strong>del</strong>comunismo moscovita, ni los de inspiración fascista t<strong>en</strong>ían una pres<strong>en</strong>ciaimportante <strong>en</strong> España antes de la guerra civil, ya que allí se daba una situaciónanómala, con predominio de los anarquistas de ultraizquierda y de loscarlistas de ultraderecha. 5Los liberales bi<strong>en</strong>int<strong>en</strong>cionados, anticlericales y masónicos al estilo decimonónicopropio de los países latinos, que reemplazaron <strong>en</strong> el poder a losBorbones mediante una revolución pacífica <strong>en</strong> 1931, ni pudieron cont<strong>en</strong>er laagitación social de los más pobres, ni desactivarla mediante reformas socialesefectivas (especialm<strong>en</strong>te agrarias). En 1933 fueron sustituidos por unosgobernantes conservadores cuya política de represión de las agitaciones y lasinsurrecciones locales, como el levantami<strong>en</strong>to de los mineros de Asturias <strong>en</strong>1934, contribuyó a aum<strong>en</strong>tar la presión revolucionaria. Fue <strong>en</strong> esa épocacuando la izquierda española descubrió la fórmula fr<strong>en</strong>tepopulista de laComintern, a la que se le instaba desde la vecina Francia. La idea de que4. España mant<strong>en</strong>ía cierta pres<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> Marruecos, disputada por las belicosas tribus beréberes locales, que también proporcionaban al ejército español unas temibles unidades de combate, y conservaba algunos territorios africanos más al sur, olvidados por todos.5. El carlismo era un movimi<strong>en</strong>to profundam<strong>en</strong>te monárquico y ultratradicionalista conun fuerte compon<strong>en</strong>te agrario, as<strong>en</strong>tado principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Navarra. Los carlistas protagonizarondos guerras civiles <strong>en</strong> la década de 1830 y <strong>en</strong> la de 1870 <strong>en</strong> apoyo de una rama de la familia realespañola.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 163todos los partidos constituyeran un único fr<strong>en</strong>te electoral contra la derechafue bi<strong>en</strong> recibida por una izquierda que no sabía muy bi<strong>en</strong> qué rumbo seguir.Incluso los anarquistas, que t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> España su último bastión de masas,pidieron a sus seguidores que practicaran el vicio burgués de votar <strong>en</strong> unaselecciones, que hasta <strong>en</strong>tonces habían rechazado como algo indigno de unrevolucionario g<strong>en</strong>uino, aunque ningún anarquista se rebajó hasta el punto depres<strong>en</strong>tarse como candidato. En febrero de 1936 el Fr<strong>en</strong>te Popular triunfó <strong>en</strong>las elecciones por una pequeña mayoría y, gracias a su coordinación, consiguióuna importante mayoría de escaños <strong>en</strong> las Cortes. Esa victoria no fuetanto la ocasión de instaurar un gobierno eficaz de la izquierda como unafisura a través de la cual com<strong>en</strong>zó a derramarse la lava acumulada <strong>del</strong> descont<strong>en</strong>tosocial. Eso se hizo pat<strong>en</strong>te durante los meses sigui<strong>en</strong>tes.En ese mom<strong>en</strong>to, fracasada la política ortodoxa de la derecha, Españaretornó a la fórmula política que había sido el primer país <strong>en</strong> practicar y quese había convertido <strong>en</strong> uno de sus rasgos característicos: el pronunciami<strong>en</strong>too golpe militar. Pero de la misma forma que la izquierda española importó<strong>del</strong> otro lado de sus fronteras el fr<strong>en</strong>tepopulismo, la derecha española seaproximó a las pot<strong>en</strong>cias fascistas. Ello no se hizo a través <strong>del</strong> pequeñomovimi<strong>en</strong>to fascista local, la Falange, sino de la Iglesia y los monárquicos,que no veían difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre los liberales y los comunistas, ambos ateos,y que rechazaban la posibilidad de llegar a un compromiso con cualquiera <strong>del</strong>os dos. Italia y Alemania esperaban obt<strong>en</strong>er algún b<strong>en</strong>eficio moral, y tal vezpolítico, de una victoria de la derecha. Los g<strong>en</strong>erales españoles que com<strong>en</strong>zarona planear cuidadosam<strong>en</strong>te un golpe después de las elecciones necesitabanapoyo económico y ayuda práctica, que negociaron con Italia.Pero los mom<strong>en</strong>tos de victoria democrática y de movilización de lasmasas no son ideales para los golpes militares, que para su éxito necesitanque la población civil, y por supuesto los sectores no comprometidos de lasfuerzas armadas, acept<strong>en</strong> sus consignas; de la misma manera que los golpistascuyas consignas no son aceptadas reconoc<strong>en</strong> tranquilam<strong>en</strong>te su fracaso.El pronunciami<strong>en</strong>to clásico ti<strong>en</strong>e más posibilidades de éxito cuando lasmasas están <strong>en</strong> retroceso o los gobiernos han perdido legitimidad. Esas condicionesno se daban <strong>en</strong> España. El golpe de los g<strong>en</strong>erales <strong>del</strong> 18 de julio de1936 triunfó <strong>en</strong> algunas ciudades y <strong>en</strong>contró una <strong>en</strong>carnizada resist<strong>en</strong>cia porparte de la población y de las fuerzas leales <strong>en</strong> otras. No consiguió tomar lasdos ciudades principales de España, Barcelona y la capital, Madrid. Así pues,precipitó <strong>en</strong> algunas zonas la revolución social que pret<strong>en</strong>día evitar y des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó<strong>en</strong> todo el país una larga guerra civil <strong>en</strong>tre el gobierno legítimo de laRepública (elegido <strong>en</strong> la debida forma y que se amplió para incluir a lossocialistas, comunistas e incluso algunos anarquistas, pero que coexistía difícilm<strong>en</strong>tecon las fuerzas de la rebelión de masas que habían hecho fracasar elgolpe) y los g<strong>en</strong>erales insurg<strong>en</strong>tes que se pres<strong>en</strong>taban como cruzados nacionalistas<strong>en</strong> lucha contra el comunismo. El más jov<strong>en</strong> de los g<strong>en</strong>erales, y tambiénel más hábil políticam<strong>en</strong>te, Francisco Franco y Bahamonde (1892-'975), se convirtió <strong>en</strong> el líder de un nuevo régim<strong>en</strong>, que <strong>en</strong> el curso de la


164 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESguerra pasó a convertirse <strong>en</strong> un estado autoritario, con un partido único, unconglomerado de derechas <strong>en</strong> el que t<strong>en</strong>ían cabida desde el fascismo hastalos viejos ultras monárquicos y carlistas, conocido con el absurdo nombre deFalange Española Tradicionalista. Pero los dos bandos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> la guerracivil necesitaban apoyo y ambos hicieron un llamami<strong>en</strong>to a qui<strong>en</strong>espodían prestárselo.La reacción de la opinión antifascista ante el levantami<strong>en</strong>to de los g<strong>en</strong>eralesfue inmediata y espontánea, no así la de los gobiernos no fascistas,mucho más cauta, incluso cuando, como la URSS y el gobierno <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>tePopular dirigido por los socialistas que acababa de asc<strong>en</strong>der al poder <strong>en</strong>Francia, estaban decididam<strong>en</strong>te a favor de la República. (Italia y Alemania<strong>en</strong>viaron inmediatam<strong>en</strong>te armas y hombres a las fuerzas afines.) Francia,deseosa de ayudar, prestó cierta asist<strong>en</strong>cia a la República (oficialm<strong>en</strong>te«d<strong>en</strong>egable»), hasta que se vio presionada a adoptar una política de «nointerv<strong>en</strong>ción», tanto por sus divisiones internas como por el gobierno británico,profundam<strong>en</strong>te hostil hacia lo que consideraba el avance de la revoluciónsocial y <strong>del</strong> bolchevismo <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>ínsula ibérica. En g<strong>en</strong>eral, la opiniónconservadora y las capas medias de los países occid<strong>en</strong>tales compartían esaactitud, aunque (con la excepción de la Iglesia católica y los elem<strong>en</strong>tos profascistas) no se id<strong>en</strong>tificaban con los g<strong>en</strong>erales rebeldes. Rusia, aunque sesituó claram<strong>en</strong>te <strong>del</strong> lado republicano, aceptó también el acuerdo de no interv<strong>en</strong>ciónpatrocinado por los británicos, cuyo propósito —impedir que alemanese italianos ayudaran a los g<strong>en</strong>erales— nadie esperaba, o deseaba, alcanzary que por consigui<strong>en</strong>te «osciló <strong>en</strong>tre la equivocación y la hipocresía»(Thomas, 1977, p. 395). Desde septiembre de 1936, Rusia no dejó de <strong>en</strong>viarhombres y material para apoyar a la República, aunque no abiertam<strong>en</strong>te. Lano interv<strong>en</strong>ción, que significó simplem<strong>en</strong>te que Gran Bretaña y Francia s<strong>en</strong>egaron a responder a la interv<strong>en</strong>ción masiva de las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje <strong>en</strong>España, abandonando así a la República, confirmó tanto a los fascistas comoa los antifascistas <strong>en</strong> su desprecio hacia qui<strong>en</strong>es la propugnaron. Sirvió tambiénpara reforzar el prestigio de la URSS, única pot<strong>en</strong>cia que ayudó algobierno legítimo de España, y de los comunistas d<strong>en</strong>tro y fuera <strong>del</strong> país, nosólo porque organizaron esa ayuda <strong>en</strong> el plano internacional, sino tambiénporque pronto se convirtieron <strong>en</strong> la pieza es<strong>en</strong>cial <strong>del</strong> esfuerzo militar de laRepública.Pero aun antes de que los soviéticos movilizaran sus recursos, todo elsegm<strong>en</strong>to compr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong>tre los liberales y el sector más extremo de laizquierda hizo suya la lucha española. Como escribió el mejor poeta británicode la década, W. H. Aud<strong>en</strong>:En ese árido cuadrado, <strong>en</strong> ese fragm<strong>en</strong>to desgajado de la cálidaÁfrica, tan toscam<strong>en</strong>te unido a la ing<strong>en</strong>iosa Europa;<strong>en</strong> esa meseta surcada por ríos,nuestros p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> cuerpos; las sombras am<strong>en</strong>azadoras de nuestra fiebreson precisas y vivas.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 165Lo que es más; <strong>en</strong> España y sólo <strong>en</strong> ella, los hombres y mujeres que se opusieroncon las armas al avance de la derecha fr<strong>en</strong>aron el interminable y desmoralizadorretroceso de la izquierda. Antes incluso de que la InternacionalComunista com<strong>en</strong>zara a organizar las Brigadas Internacionales (cuyos primerosconting<strong>en</strong>tes llegaron a su destino a mediados de octubre), antes inclusode que las primeras columnas organizadas de voluntarios aparecieran <strong>en</strong> elfr<strong>en</strong>te (las constituidas por el movimi<strong>en</strong>to liberal-socialista italiano Giustiziae Liberta), ya había un bu<strong>en</strong> número de voluntarios extranjeros luchando porla República. En total, más de cuar<strong>en</strong>ta mil jóv<strong>en</strong>es extranjeros proced<strong>en</strong>tesde más de cincu<strong>en</strong>ta naciones 6 fueron a luchar, y muchos de ellos a morir, <strong>en</strong>un país <strong>del</strong> que probablem<strong>en</strong>te sólo conocían la configuración que habíanvisto <strong>en</strong> un atlas escolar. Es significativo que <strong>en</strong> el bando de Franco nolucharan más de un millar de voluntarios (Thomas, 1977, p. 980). Para conocimi<strong>en</strong>tode los lectores que han crecido <strong>en</strong> la atmósfera moral de finales <strong>del</strong>siglo xx, hay que añadir que no eran merc<strong>en</strong>arios ni, salvo <strong>en</strong> casos contados,av<strong>en</strong>tureros. Fueron a luchar por una causa.Es difícil recordar ahora lo que significaba España para los liberales ypara los hombres de izquierda de los años treinta, aunque para muchos de losque hemos sobrevivido es la única causa política que, incluso retrospectivam<strong>en</strong>te,nos parece tan pura y convinc<strong>en</strong>te como <strong>en</strong> 1936. Ahora, incluso <strong>en</strong>España, parece un episodio de la prehistoria, pero <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to, a qui<strong>en</strong>esluchaban contra el fascismo les parecía el fr<strong>en</strong>te c<strong>en</strong>tral de su batalla, porqueera el único <strong>en</strong> el que la acción no se interrumpió durante dos años ymedio, el único <strong>en</strong> el que podían participar como individuos, si no como soldados,recaudando dinero, ayudando a los refugiados y realizando interminablescampañas para presionar a nuestros cobardes gobiernos. Al mismotiempo, el avance gradual, pero apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te irresistible, <strong>del</strong> bando nacionalistahacía más desesperadam<strong>en</strong>te urg<strong>en</strong>te la necesidad de forjar una unióncontra el fascismo mundial.La República española, a pesar de todas nuestras simpatías y de la (insufici<strong>en</strong>te)ayuda que recibió, <strong>en</strong>tabló desde el principio una guerra de resist<strong>en</strong>ciaa la derrota. Retrospectivam<strong>en</strong>te, no hay duda de que la causa de ello fuesu propia debilidad. A pesar de todo su heroísmo, la guerra republicana de1936-1939 sale mal parada <strong>en</strong> la comparación con otras guerras, v<strong>en</strong>cidas operdidas, <strong>del</strong> siglo xx. La causa estriba, <strong>en</strong> parte, <strong>en</strong> el hecho de que no sepracticara decididam<strong>en</strong>te la guerra de guerrillas —arma poderosa cuando hayque <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a unas fuerzas conv<strong>en</strong>cionales superiores—, lo que resultaextraño <strong>en</strong> el país que dio el nombre a esa forma irregular de lucha. Mi<strong>en</strong>traslos nacionalistas t<strong>en</strong>ían una dirección militar y política única, la República6. Había aproximadam<strong>en</strong>te 10.000 franceses, 5.000 alemanes y austríacos, 5.000 polacosy ucranianos, 3.350 italianos, 2.800 estadounid<strong>en</strong>ses, 2.000 británicos, 1.500 yugoslavos,1.500 checos, 1.000 húngaros, 1.000 escandinavos y un número indeterminado proced<strong>en</strong>te deotros países. Los 2.000-3.000 rusos no pued<strong>en</strong> ser clasificados como voluntarios. Según se afirmaba,<strong>en</strong>tre ellos había unos 7.000 judíos (Thomas, 1977, pp. 982-984; Paucker, 1991, p. 15).


166 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESestaba dividida políticam<strong>en</strong>te y, a pesar de la contribución comunista, cuandoconsiguió, por fin, dotarse de una organización militar y un mando estratégicoúnicos, ya era demasiado tarde. A lo máximo que podía aspirar era arechazar algunas of<strong>en</strong>sivas <strong>del</strong> bando <strong>en</strong>emigo que podían resultar definitivas,lo cual prolongó una guerra que podía haber terminado <strong>en</strong> noviembre de1936 con la ocupación de Madrid.La guerra civil española no era un bu<strong>en</strong> presagio para la derrota <strong>del</strong> fascismo.Desde el punto de vista internacional fue una versión <strong>en</strong> miniatura deuna guerra europea <strong>en</strong> la que se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taron un estado fascista y otro comunista,este último mucho más cauto y m<strong>en</strong>os decidido que el primero. Encuanto a las democracias occid<strong>en</strong>tales, su no participación <strong>en</strong> el conflicto fuela única decisión sobre la que nunca albergaron duda alguna. En el fr<strong>en</strong>teinterno, la derecha se movilizó con mucho más éxito que la izquierda, quefue totalm<strong>en</strong>te derrotada. El conflicto se saldó con varios c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de milesde muertos y un número similar de refugiados —<strong>en</strong>tre ellos la mayor parte <strong>del</strong>os intelectuales y artistas de España, que, con raras excepciones, se habíanalineado con la República— que se trasladaron a cualquier país dispuesto arecibirlos. La Internacional Comunista había puesto sus mejores tal<strong>en</strong>tosa disposición de la República española. El futuro mariscal Tito, liberador ylíder de la Yugoslavia comunista, organizó <strong>en</strong> París el reclutami<strong>en</strong>to para lasBrigadas Internacionales; Palmiro Togliatti, el dirig<strong>en</strong>te comunista italiano,fue qui<strong>en</strong> realm<strong>en</strong>te dirigió el inexperto Partido Comunista español, y uno <strong>del</strong>os últimos <strong>en</strong> escapar <strong>del</strong> país <strong>en</strong> 1939. Pero la Internacional Comunistafracasó, como bi<strong>en</strong> sabían sus miembros, al igual que la Unión Soviética,que <strong>en</strong>vió a España algunos de sus mejores estrategas militares (los futurosmariscales Konev, Malinovsky, Voronov y Rokossovsky, y el futuro comandantede la flota soviética, almirante Kuznetsov).IVSin embargo, la guerra civil española anticipó y preparó la estructura <strong>del</strong>as fuerzas que pocos años después de la victoria de Franco destruirían al fascismo.Prefiguró la que iba a ser la estrategia política de la segunda guerramundial: la singular alianza de fr<strong>en</strong>tes nacionales de los que formaban partedesde los conservadores patriotas a los revolucionarios sociales, unidos paraderrotar al <strong>en</strong>emigo de la nación y, simultáneam<strong>en</strong>te, conseguir la reg<strong>en</strong>eraciónsocial. Para los v<strong>en</strong>cedores, la segunda guerra mundial no fue sólo unalucha por la victoria militar sino, incluso <strong>en</strong> Gran Bretaña y Estados Unidos,para conseguir una sociedad mejor. Mi<strong>en</strong>tras que al finalizar la primera guerramundial muchos políticos habían manifestado su esperanza de volver almundo de 1913, al concluir la segunda nadie soñaba con un retorno a lasituación de 1939, ni a la de 1928 o 1918. En Gran Bretaña, el gobierno deWinston Churchill, inmerso <strong>en</strong> una guerra desesperada, adoptó las medidasnecesarias para conseguir el pl<strong>en</strong>o empleo y poner <strong>en</strong> marcha el estado <strong>del</strong>


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 167bi<strong>en</strong>estar. No fue fruto de la coincid<strong>en</strong>cia que <strong>en</strong> 1942, año realm<strong>en</strong>te negro<strong>en</strong> la guerra que libraba Gran Bretaña, se publicara el informe Beveridge,que recom<strong>en</strong>daba ese tipo de actuación. Los planes estadounid<strong>en</strong>ses de laposguerra sólo se ocuparon marginalm<strong>en</strong>te <strong>del</strong> problema de evitar que pudierasurgir un nuevo Hitler y dedicaron el mayor esfuerzo a extraer las <strong>en</strong>señanzasadecuadas de la Gran Depresión y de los acontecimi<strong>en</strong>tos de los añostreinta, para que no volvieran a repetirse. En cuanto a los movimi<strong>en</strong>tos deresist<strong>en</strong>cia de los países derrotados y ocupados por el Eje, no hace falta decirque la liberación conllevó la revolución social o, cuando m<strong>en</strong>os, un importanteproceso de cambio. Además, <strong>en</strong> todos los países europeos que habíansido ocupados, tanto <strong>en</strong> el oeste como <strong>en</strong> el este, se formó, después de la victoria,el mismo tipo de gobierno de unidad nacional con participación detodas las fuerzas que se habían opuesto al fascismo, sin distinciones ideológicas.Por primera y única vez <strong>en</strong> la historia hubo <strong>en</strong> el mismo gabineteministros comunistas, conservadores, liberales o socialdemócratas, aunque escierto que esa situación no duró mucho tiempo.Aunque les había unido una am<strong>en</strong>aza común, esa sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te id<strong>en</strong>tificaciónde opuestos, Roosevelt y Stalin, Churchill y los socialistas británicos,De Gaulle y los comunistas franceses, habría sido imposible si no se hubieransuavizado la hostilidad y la desconfianza mutuas <strong>en</strong>tre los def<strong>en</strong>sores ylos <strong>en</strong>emigos de la revolución de octubre. La guerra civil española lo hizomucho más fácil. Ni siquiera los gobiernos antirrevolucionarios podían olvidarque la República española, con un presid<strong>en</strong>te y un primer ministro liberales,t<strong>en</strong>ía toda la legitimidad constitucional y moral para solicitar ayudacontra los g<strong>en</strong>erales insurg<strong>en</strong>tes. Incluso los políticos demócratas que portemor la habían traicionado t<strong>en</strong>ían mala conci<strong>en</strong>cia. Tanto el gobierno españolcomo los comunistas, que adquirieron <strong>en</strong> él una posición cada vez másinfluy<strong>en</strong>te, habían insistido <strong>en</strong> que su objetivo no era la revolución social y,provocando el estupor de los revolucionarios más <strong>en</strong>tusiastas, habían hechotodo lo posible para controlarla e impedirla. Ambos habían insistido <strong>en</strong> quelo que estaba <strong>en</strong> juego no era la revolución sino la def<strong>en</strong>sa de la democracia.Lo importante es que esa actitud no era oportunista ni suponía una traicióna la revolución, como creían los puristas de la extrema izquierda. Reflejabauna evolución <strong>del</strong>iberada <strong>del</strong> método insurreccional y <strong>del</strong> <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to algradualismo, la negociación e incluso la vía parlam<strong>en</strong>taria de acceso al poder.A la luz de la reacción <strong>del</strong> pueblo español ante el golpe militar, que fue indudablem<strong>en</strong>terevolucionaria, 7 los comunistas pudieron advertir que una tácticadef<strong>en</strong>siva, impuesta por la situación desesperada de su movimi<strong>en</strong>to tras lasubida de Hitler al poder, abría perspectivas de progreso, esto es, de una«democracia de un nuevo tipo», surgida de los imperativos de la política y la7. En palabras de la Comintern, la revolución española fue «una parte integral de la luchaantifascista que se sust<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> la más amplia base social. Es una revolución popular. Es unarevolución nacional. Es una revolución antifascista» (Ercoli, octubre de 1936, citado <strong>en</strong> Hobsibawtn,1986, p. 175).


168 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESeconomía <strong>del</strong> período de guerra. Los terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes y capitalistas que apoyarana los rebeldes perderían sus propiedades, pero no por su condición de terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tesy de capitalistas, sino por traidores. El gobierno t<strong>en</strong>dría que planificary asumir la dirección de la economía, no por razones ideológicas sino por lalógica de la economía de guerra. Por consigui<strong>en</strong>te, si resultaba victoriosa,«esa democracia de nuevo tipo necesariam<strong>en</strong>te ha de ser <strong>en</strong>emiga <strong>del</strong> espírituconservador ... Constituye una garantía de nuevas conquistas económicas ypolíticas por parte de los trabajadores españoles» (ibid., p. 176).El panfleto distribuido por la Comintern <strong>en</strong> octubre de 1936 describía,pues, con notable precisión la estrategia política que se adoptaría <strong>en</strong> la guerraantifascista de 1939-1945. Durante la guerra, que protagonizarían <strong>en</strong> Europagobiernos «populares» o de «fr<strong>en</strong>tes nacionales», o coaliciones de resist<strong>en</strong>cia,la economía estaría dirigida por el estado y el conflicto terminaría <strong>en</strong> losterritorios ocupados con grandes avances <strong>del</strong> sector público, comoconsecu<strong>en</strong>cia de la expropiación de los capitalistas, no por su_ condición detales sino por ser alemanes o por haber colaborado con ellos^En varios paísesde Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>tal el proceso llevó directam<strong>en</strong>te <strong>del</strong> antifascismo auna «nueva democracia» dominada primero,, y luego sofocada, por los ,1comunistas/pero hasta el comi<strong>en</strong>zo de la guerra fría los objetivos que perseguíanesos regím<strong>en</strong>es de posguerra no eran ni la implantación inmediata desistemas socialistas ni la abolición <strong>del</strong> pluralismo político y de la propiedadprivada." En los países occid<strong>en</strong>tales, las consecu<strong>en</strong>cias sociales y económicasde la guerra y la liberación no fueron muy distintas, aunque sí lo era lacoyuntura política. Se acometieron reformas sociales y económicas, no comoconsecu<strong>en</strong>cia de la presión de las masas y <strong>del</strong> miedo a la revolución, como habíaocurrido tras la primera guerra mundial, sino porque figuraban <strong>en</strong>tre losprincipios que sust<strong>en</strong>taban los gobiernos, formados algunos de ellos porreformistas de viejo cuño, como los demócratas <strong>en</strong> los Estados Unidos o elPartido Laborista que asc<strong>en</strong>dió al poder <strong>en</strong> Gran Bretaña, y otros por partidosreformistas y de reconstitución nacional surgidos directam<strong>en</strong>te de los difer<strong>en</strong>tesmovimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia antifascista. En definitiva, la lógica de laguerra antifascista conducía hacia la izquierda.En 1936, y todavía más <strong>en</strong> 1939, esas implicaciones de la guerra civilespañola parecían remotas e irreales. Tras casi una década de lo que parecíael fracaso total de la estrategia de unidad antifascista de la Comintern, Stalinla suprimió de su programa, al m<strong>en</strong>os por el mom<strong>en</strong>to, y no sólo alcanzóun <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to con Hitler (aunque ambos sabían que duraría poco) sino8. En mom<strong>en</strong>to tan tardío como <strong>en</strong> la confer<strong>en</strong>cia de constitución de la nueva Oficina deInformación Comunista (Cominform), ya durante la guerra fría, el <strong>del</strong>egado búlgaro Vlko Tcherv<strong>en</strong>kovdescribía <strong>en</strong> esos términos las perspectivas de su país (Reale, 1954, pp. 66-67 y 73-74).


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 169que dio instrucciones para que el movimi<strong>en</strong>to internacional abandonara laestrategia antifascista, decisión absurda que tal vez se explica por su aversióna correr riesgos, por mínimos que fueran.' En 1941 se puso <strong>en</strong> evid<strong>en</strong>cia quela estrategia de la Comintern era acertada, pues cuando Alemania invadió laURSS y provocó la <strong>en</strong>trada de Estados Unidos <strong>en</strong> la guerra, convirti<strong>en</strong>dola lucha contra el fascismo <strong>en</strong> un conflicto mundial, la guerra pasó a ser tantopolítica como militar. En el plano internacional se tradujo <strong>en</strong> la alianza<strong>en</strong>tre el capitalismo de los Estados Unidos y el comunismo de la UniónSoviética, y <strong>en</strong> cada uno de los países de Europa —pero no <strong>en</strong> el mundo<strong>en</strong>tonces dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te <strong>del</strong> imperialismo occid<strong>en</strong>tal— aspiró a unir a cuantosestaban decididos a resistir a Alemania e Italia, esto es, a constituir una coaliciónde todo el espectro político para organizar la resist<strong>en</strong>cia. Dado quetoda la Europa beligerante, con excepción de Gran Bretaña, estaba ocupadapor las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje, el protagonismo de esa guerra de resist<strong>en</strong>cia recayó<strong>en</strong> la población civil, o <strong>en</strong> fuerzas armadas constituidas por antiguos civiles,que no eran reconocidas como tales por los ejércitos alemán e italiano:una cru<strong>en</strong>ta lucha de partisanos, que imponía opciones políticas a todos.La historia de los movimi<strong>en</strong>tos europeos de resist<strong>en</strong>cia es <strong>en</strong> gran medidamitológica, pues (salvo, <strong>en</strong> cierta medida, <strong>en</strong> Alemania) la legitimidad <strong>del</strong>os regím<strong>en</strong>es y gobiernos de posguerra se cim<strong>en</strong>tó fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> suparticipación <strong>en</strong> la resist<strong>en</strong>cia. Francia es el caso extremo, porque <strong>en</strong> ese paísno existió una continuidad real <strong>en</strong>tre los gobiernos posteriores a la liberacióny el de 1940, que había firmado la paz y había colaborado con los alemanes,y porque la resist<strong>en</strong>cia armada organizada ap<strong>en</strong>as tuvo importancia hasta1944 y obtuvo escaso apoyo popular. La Francia de la posguerra fue reconstruidapor el g<strong>en</strong>eral De Gaulle sobre la base <strong>del</strong> mito de que la Francia eternanunca había aceptado la derrota. Como afirmó el mismo De Gaulle, «laresist<strong>en</strong>cia fue un <strong>en</strong>gaño que tuvo éxito» (Gillois, 1973, p. 164). El hecho deque <strong>en</strong> los monum<strong>en</strong>tos a los caídos sólo se rinda hom<strong>en</strong>aje a los miembrosde la resist<strong>en</strong>cia y a los que lucharon <strong>en</strong> las fuerzas mandadas por De Gaullees fruto de una decisión política. Sin embargo, Francia no es el único país <strong>en</strong>el que el estado se cim<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> la mística de la resist<strong>en</strong>cia.Es necesario hacer dos matizaciones respecto a estos movimi<strong>en</strong>tos europeosde resist<strong>en</strong>cia. Ante todo que, con la posible excepción de Rusia, suimportancia militar, hasta el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que Italia abandonó las hostilidades<strong>en</strong> 1943, fue mínima y no resultó decisiva <strong>en</strong> ningún sitio, salvo tal vez <strong>en</strong>algunas zonas de los Balcanes. Hay que insistir <strong>en</strong> que tuvieron ante todo unaimportancia política y moral. Así <strong>en</strong> Italia, después de veinte años de fascismo,que había t<strong>en</strong>ido un apoyo popular importante, incluso de los intelectuales,la vida pública fue transformada por la gran movilización de la resist<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> 1943-1945, <strong>en</strong> la que destaca el movimi<strong>en</strong>to partisano armado de la9. Tal vez temía que si los comunistas participaban decididam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una guerra antifascistainiciada por Gran Bretaña o Francia, Hitler pudiera interpretarlo como un signo de mala fey que le sirviera de pretexto para atacarle.


170 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESzona c<strong>en</strong>tral y sept<strong>en</strong>trional <strong>del</strong> país, con más de 100.000 combati<strong>en</strong>tes, <strong>del</strong>os que murieron 45.000 (Bocea, 1966, pp. 297-302, 385-389 y 569-570;Pavone, 1991, p. 413). Esto permitió a los italianos superar sin mala conci<strong>en</strong>ciala era mussoliniana. En cambio, los alemanes no pudieron distanciarse<strong>del</strong> período nazi de 1933-1945 porque apoyaron firmem<strong>en</strong>te a su gobiernohasta el final. Los miembros de la resist<strong>en</strong>cia interna, una minoría formadapor militantes comunistas, militares conservadores prusianos y disid<strong>en</strong>tesreligiosos y liberales, habían muerto o volvían de los campos de conc<strong>en</strong>tración.A la inversa, a partir de 1945 el apoyo al fascismo o el colaboracionismocon el ocupante dejaron fuera de la vida pública durante una g<strong>en</strong>eracióna qui<strong>en</strong>es los habían practicado. No obstante, la guerra fría contra el comunismoofreció a estas personas no pocas oportunidades de empleo <strong>en</strong> las operacionesmilitares y de intelig<strong>en</strong>cia clandestinas de los países occid<strong>en</strong>tales. 10La segunda observación acerca de los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia es que,por razones obvias —aunque con una notable excepción <strong>en</strong> el caso de Polonia—,se ori<strong>en</strong>taban políticam<strong>en</strong>te hacia la izquierda. En todos los países, losfascistas, la derecha radical, los conservadores, los sectores más pudi<strong>en</strong>tes ytodos aquellos cuyo principal temor era la revolución social, simpatizabancon los alemanes, o cuando m<strong>en</strong>os no se oponían a ellos. Lo mismo cabedecir de algunos movimi<strong>en</strong>tos regionalistas o nacionalistas minoritarios, quesiempre habían estado <strong>en</strong> la derecha ideológica y que esperaban obt<strong>en</strong>eralgún b<strong>en</strong>eficio de su colaboración. Tal es el caso especialm<strong>en</strong>te <strong>del</strong> nacionalismoflam<strong>en</strong>co, eslovaco y croata. Muy parecida fue la actitud <strong>del</strong> sectorde la Iglesia católica <strong>del</strong> que formaban parte los anticomunistas más intransig<strong>en</strong>tes.Ahora bi<strong>en</strong>, la posición política de la Iglesia era demasiado complejacomo para poderla calificar simplem<strong>en</strong>te de «colaboracionista» <strong>en</strong> ningunaparte. De lo dicho se despr<strong>en</strong>de que los elem<strong>en</strong>tos de la derecha política queparticiparon <strong>en</strong> la resist<strong>en</strong>cia eran realm<strong>en</strong>te atípicos <strong>en</strong> el grupo al que pert<strong>en</strong>ecían.Winston Churchill y el g<strong>en</strong>eral De Gaulle no eran expon<strong>en</strong>tes típicosde sus familias ideológicas, aunque es cierto que para más de un tradicionalistavisceral de derechas con instintos militaristas, el patriotismo qu<strong>en</strong>o def<strong>en</strong>día la patria era simplem<strong>en</strong>te imp<strong>en</strong>sable.Esto explica, si es que necesita ser explicado, el considerable predominiode los comunistas <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia y el <strong>en</strong>orme avance polí-10. El grupo secreto armado de ori<strong>en</strong>tación anticomunista, que, desde que su exist<strong>en</strong>ciafuera revelada por un político italiano <strong>en</strong> 1990, se conoció con el nombre de GUidio (la espada),se creó <strong>en</strong> 1949 para prolongar la resist<strong>en</strong>cia interna <strong>en</strong> varios países europeos tras la ocupaciónsoviética, si ésta llegaba a producirse. Sus miembros eran armados y pagados por losEstados Unidos, <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ados por la CÍA y por fuerzas secretas y especiales británicas, y su exist<strong>en</strong>ciase ocultó a los gobiernos <strong>en</strong> cuyos territorios operaban, con la excepción de un númeromuy limitado de personas. En Italia, y tal vez también <strong>en</strong> otras partes, estaba constituido originalm<strong>en</strong>tepor fascistas que las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje habían dejado como núcleo de resist<strong>en</strong>cia yque luego fueron revalorizados por su condición de fanáticos anticomunistas. En los añosset<strong>en</strong>ta, cuando se disipó el temor de una invasión <strong>del</strong> ejército rojo, incluso <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o <strong>del</strong> serviciosecreto norteamericano, los «gladiadores» <strong>en</strong>contraron un nuevo campo de actividadcomo terroristas de derechas, <strong>en</strong> ocasiones haciéndose pasar por terroristas de izquierdas.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 171tico que consiguieron durante la guerra. Gracias a ello, los movimi<strong>en</strong>toscomunistas europeos alcanzaron su mayor influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> 1945-1947. Laexcepción la constituye Alemania, donde los comunistas no se recuperaronde la brutal decapitación que habían sufrido <strong>en</strong> 1933 y de los heroicos perosuicidas int<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia que protagonizaron durante los tres añossigui<strong>en</strong>tes. Incluso <strong>en</strong> países como Bélgica, Dinamarca y los Países Bajos,alejados de cualquier perspectiva de revolución social, los partidos comunistasaglutinaban el 10-12 por 100 de los votos, mucho más de lo que nuncahabían conseguido, lo que les convertía <strong>en</strong> el tercer o cuarto grupo más importante<strong>en</strong> los parlam<strong>en</strong>tos nacionales. En Francia fueron el partido másvotado <strong>en</strong> las elecciones de 1945, <strong>en</strong> las que por primera vez quedaron por<strong>del</strong>ante de sus viejos rivales socialistas. Sus resultados fueron aún más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes<strong>en</strong> Italia. "El Partido Comunista italiano, que antes de la guerra eraun pequeño partido acosado, con poca implantación y clandestino —dehecho la Comintern am<strong>en</strong>azó con su disolución <strong>en</strong> 1938—, había pasado aser, después de dos años de resist<strong>en</strong>cia, un partido de masas con 800.000 afiliados,que muy poco después (1946) llegarían a ser casi dos millones. En lospaíses donde el principal elem<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la guerra contra las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Ejehabía sido la resist<strong>en</strong>cia interna armada —Yugoslavia, Albania y Grecia—,las fuerzas partisanas estaban dominadas por los comunistas, hasta el puntode que el gobierno británico de Churchill, que no albergaba la m<strong>en</strong>or simpatíahacia el comunismo, trasladó su apoyo y su ayuda <strong>del</strong> monárquico Mihailovical comunista Tito, cuando se hizo pat<strong>en</strong>te que el segundo era muchomás peligroso que el primero para los alemanes.Los comunistas participaron <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia no sóloporque la estructura <strong>del</strong> «partido de vanguardia» de L<strong>en</strong>in había sido p<strong>en</strong>sadapara conseguir unos cuadros disciplinados y desinteresados, cuyo objetivoera la acción efici<strong>en</strong>te, sino porque esos núcleos de «revolucionarios profesionales»habían sido creados precisam<strong>en</strong>te para situaciones extremas comola ilegalidad, la represión y la guerra. De hecho, «eran los únicos que habíanprevisto la posibilidad de des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar una guerra de resist<strong>en</strong>cia» (M. R. D.Foot, 1976, p. 84). En ese s<strong>en</strong>tido, eran difer<strong>en</strong>tes de los partidos socialistasde masas, que no podían actuar fuera de la legalidad —elecciones, mítines,etc.—, que definía y determinaba sus acciones. Ante la conquista fascistao la ocupación alemana, los partidos socialdemócratas t<strong>en</strong>dieron a quedar<strong>en</strong> hibernación, de la que <strong>en</strong> el mejor de los casos emergieron, como <strong>en</strong> Alemaniay Austria, al terminar el período fascista, conservando a la mayor partede sus seguidores y dispuestos a reanudar la actividad política. Aunque participaron<strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia, hubo razones estructurales porlas cuales tuvieron poco peso <strong>en</strong> ellos. En el caso extremo de Dinamarca,cuando Alemania ocupó el país estaba <strong>en</strong> el poder el Partido Socialdemócrata,que permaneció <strong>en</strong> el poder durante toda la guerra, pese a que presumiblem<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o s<strong>en</strong>tía simpatía alguna hacia los nazis. (Tardaría varios años <strong>en</strong>recuperarse de las consecu<strong>en</strong>cias de ese hecho.)Dos rasgos adicionales, su internacionalismo y la convicción apasionada


172 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEScon la que dedicaban sus vidas a la causa (véase el capítulo II), ayudaron alos comunistas a alcanzar una poáición preemin<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la resist<strong>en</strong>cia. Graciasal primero pudieron movilizar a los hombres y mujeres más inclinadosa responder a un llamami<strong>en</strong>to antifascista que a una causa patriótica.Así ocurrió <strong>en</strong> Francia, donde los refugiados de la guerra civil españolafueron el núcleo mayoritario de la resist<strong>en</strong>cia armada <strong>en</strong> el suroeste <strong>del</strong> país—unos 12.000 miembros antes <strong>del</strong> día D (Pons Prades, 1975, p. 66)— ydonde los refugiados y trabajadores inmigrantes de 17 naciones realizaron,bajo la sigla MOI (Main d'Oeuvre Immigrée), algunas de las acciones másarriesgadas que llevó a cabo el partido, como el ataque <strong>del</strong> grupo Manouchian(arm<strong>en</strong>ios y judíos polacos) contra los oficiales alemanes <strong>en</strong> París. 11 Elsegundo de esos rasgos g<strong>en</strong>eró esa mezcla de val<strong>en</strong>tía, espíritu de sacrificioy determinación implacable que impresionaba incluso a sus <strong>en</strong>emigos y quetan vividam<strong>en</strong>te refleja ese comp<strong>en</strong>dio de sinceridad que es la obra <strong>del</strong>yugoslavo Milovan Djilas Tiempo de guerra (Djilas, 1977). Ajuicio de unhistoriador de talante político moderado, los comunistas se contaban «<strong>en</strong>trelos más vali<strong>en</strong>tes de los vali<strong>en</strong>tes» (Foot, 1976, p. 86) y aunque su disciplinadaorganización aum<strong>en</strong>taba sus posibilidades de superviv<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> las prisionesy <strong>en</strong> los campos de conc<strong>en</strong>tración, sufrieron bajas muy cuantiosas. Elrecelo que suscitaba el Partido Comunista francés, cuya dirección era contestadaincluso por otros comunistas, no desm<strong>en</strong>tía su afirmación de ser lepartí des fusillés, con casi 15.000 militantes ejecutados por el <strong>en</strong>emigo(Jean Touchard, 1977, p. 258). No es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que tuviera una granasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia sobre los hombres y mujeres más vali<strong>en</strong>tes, especialm<strong>en</strong>te losjóv<strong>en</strong>es, y sobre todo <strong>en</strong> países como Francia o Checoslovaquia, <strong>en</strong> los quela resist<strong>en</strong>cia activa no había <strong>en</strong>contrado un apoyo masivo. Ejercían tambiénun fuerte atractivo sobre los intelectuales, el sector que más rápidam<strong>en</strong>te semovilizó bajo el estandarte <strong>del</strong> antifascismo y que fue el núcleo c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong>as organizaciones de resist<strong>en</strong>cia no partidistas, pero de izquierdas <strong>en</strong> uns<strong>en</strong>tido amplio. Tanto la devoción de los intelectuales franceses hacia elmarxismo como el dominio de la cultura italiana por personajes vinculadosal Partido Comunista, que se prolongaron durante una g<strong>en</strong>eración, fueron uncorolario de la resist<strong>en</strong>cia. Todos los intelectuales, tanto los que participarondirectam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la resist<strong>en</strong>cia (como Einaudi, el destacado editor <strong>del</strong> períodode posguerra que afirma con orgullo que todos los miembros de suempresa lucharon como partisanos), como los que se hicieron simpatizantesde los comunistas porque ellos o sus familias no habían sido miembros de laresist<strong>en</strong>cia —es posible incluso que hubieran pert<strong>en</strong>ecido al bando opuesto—,sintieron una fuerte atracción hacia el partido.Los comunistas no trataron de establecer regím<strong>en</strong>es revolucionarios,excepto <strong>en</strong> las zonas de los Balcanes dominadas por la guerrilla. Es cierto1 1 . Un amigo <strong>del</strong> autor, que llegó a ser el segundo de a bordo de la MOI, a las órd<strong>en</strong>es <strong>del</strong>checo Artur London, era un judfo austríaco de orig<strong>en</strong> polaco, cuya labor <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to deresist<strong>en</strong>cia consistía <strong>en</strong> organizar propaganda antinazi <strong>en</strong>tre las tropas alemanas <strong>en</strong> Francia.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 173que al oeste de Trieste no habrían podido hacerlo aunque lo hubieran deseado,pero también lo es que la URSS, hacia la que los partidos comunistasmostraban una lealtad total, desal<strong>en</strong>tó con firmeza los int<strong>en</strong>tos unilaterales deconseguir el poder. De hecho, las revoluciones comunistas que se llevaron acabo (<strong>en</strong> Yugoslavia, Albania y luego China) se realizaron contra la opiniónde Stalin. El punto de vista soviético era que, tanto a escala internacionalcomo d<strong>en</strong>tro de cada país, la política de la posguerra t<strong>en</strong>ía que seguir desarrollándose<strong>en</strong> el marco de la alianza antifascista global, es decir, el objetivoperseguido era la coexist<strong>en</strong>cia a largo plazo, o más bi<strong>en</strong> la simbiosis de lossistemas capitalista y comunista, de modo que los cambios sociales y políticost<strong>en</strong>drían que surgir de las transformaciones registradas <strong>en</strong> las «democraciasde nuevo tipo» que emergerían de las coaliciones establecidas durantela guerra. Esa hipótesis optimista no tardó <strong>en</strong> desvanecerse <strong>en</strong> la noche de laguerra fría, hasta tal punto que muy pocos recuerdan que Stalin instó a loscomunistas yugoslavos a sost<strong>en</strong>er la monarquía o que <strong>en</strong> 1945 los comunistasbritánicos se opusieron a la ruptura de la coalición que habían establecidocon Churchill durante la guerra; es decir, a la campaña electoral que llevaríaa los laboristas al poder. No hay duda de que Stalin era sincero cuandohacía esos planteami<strong>en</strong>tos e int<strong>en</strong>tó demostrarlo disolvi<strong>en</strong>do la Comintern <strong>en</strong>1943 y el Partido Comunista de Estados Unidos <strong>en</strong> 1944.La decisión de Stalin, expresada <strong>en</strong> las palabras de un dirig<strong>en</strong>te comunistanorteamericano de «que no plantearemos la cuestión <strong>del</strong> socialismo deforma que ponga <strong>en</strong> peligro o debilite ... la unidad» (Browder, 1944, <strong>en</strong>J. Starobin, 1972, p. 57), ponía <strong>en</strong> claro sus int<strong>en</strong>ciones. Por razones prácticas,como reconocieron los revolucionarios disid<strong>en</strong>tes, significaba un adiósdefinitivo a la revolución mundial. El socialismo quedaría limitado a laURSS y al territorio que se le asignara <strong>en</strong> la negociación diplomática comozona de influ<strong>en</strong>cia, es decir, básicam<strong>en</strong>te al que ocupaba el ejército rojo alfinalizar la guerra. Pero incluso d<strong>en</strong>tro de esa zona de influ<strong>en</strong>cia sería unvago proyecto de futuro más que un programa inmediato para la consecuciónde nuevas «democracias populares». El dev<strong>en</strong>ir histórico, que no ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>ta las int<strong>en</strong>ciones políticas, tomó otra dirección, excepto <strong>en</strong> un aspecto.La división <strong>del</strong> mundo, o de una gran parte <strong>del</strong> mismo, <strong>en</strong> dos zonas deinflu<strong>en</strong>cia que se negoció <strong>en</strong> 1944-1945 pervivió. Durante treinta años ningunode los dos bandos traspasó la línea de demarcación fijada, excepto <strong>en</strong>mom<strong>en</strong>tos puntuales. Ambos r<strong>en</strong>unciaron al <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to abierto, garantizandoasí que la guerra fría nunca llegaría a ser una guerra cali<strong>en</strong>te.VIEl efímero sueño de Stalin acerca de la cooperación soviétíco-estadounid<strong>en</strong>se<strong>en</strong> la posguerra no fortaleció la alianza <strong>del</strong> capitalismo liberal y <strong>del</strong>comunismo contra el fascismo. Más bi<strong>en</strong> demostró su fuerza y amplitud. Escierto que se trataba de una alianza contra una am<strong>en</strong>aza militar y que nunca


174 LA ERA DE LAS CATÁSTROFEShabría llegado a existir de no haber sido por las agresiones de la Alemanianazi, que culminaron <strong>en</strong> la invasión de la URSS y <strong>en</strong> la declaración de guerracontra Estados Unidos. Sin embargo, la misma naturaleza de la guerraconfirmó la percepción que se t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> 1936 de las implicaciones de la guerracivil española: que la movilización militar y civil y el cambio social estabanasociados. En el bando aliado —más que <strong>en</strong> el bando fascista— fue unaguerra de reformadores, <strong>en</strong> parte porque ni siquiera la pot<strong>en</strong>cia capitalistamás segura de sí misma podía aspirar a triunfar <strong>en</strong> una larga guerra sin aceptaralgún cambio, y <strong>en</strong> parte porque el mismo estallido de la guerra puso <strong>en</strong>evid<strong>en</strong>cia los fracasos <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras, de los que la incapacidadde unirse contra los agresores era tan sólo un síntoma.Que la victoria y la esperanza social iban de la mano resulta claro decuanto sabemos sobre la evolución de la opinión pública <strong>en</strong> los países beligeranteso liberados <strong>en</strong> los que existía libertad para expresarla, excepto,curiosam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> los Estados Unidos, donde a partir de 1936 se registró unligero desc<strong>en</strong>so de los demócratas <strong>en</strong> las votaciones presid<strong>en</strong>ciales y unarecuperación de los republicanos. Pero este era un país dominado por susproblemas internos y que estaba más alejado que ningún otro de los sacrificiosde la guerra/En los países <strong>en</strong> donde se celebraron elecciones libres seprodujo un marcado giro hacia la izquierda. El caso más espectacular fue elde Gran Bretaña, donde las elecciones de 1945 consagraron la derrota de unWinston Churchill umversalm<strong>en</strong>te amado y admirado, y la subida al poder<strong>del</strong> Partido Laborista, que aum<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> un 50 por 100 sus votos. Durante loscinco años sigui<strong>en</strong>tes los laboristas acometerían una serie de reformas socialessin preced<strong>en</strong>tes. Los dos grandes partidos habían participado igualm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> el esfuerzo de guerra, pero el electorado eligió al que prometía al mismotiempo victoria y transformación social. Ese fue un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> lospaíses beligerantes de Europa occid<strong>en</strong>tal, pero no hay que exagerar su int<strong>en</strong>sidady su radicalismo, como sucedió con su imag<strong>en</strong> pública, a consecu<strong>en</strong>ciade la eliminación temporal de la derecha fascista o colaboracionista.Más difícil resulta evaluar la situación <strong>en</strong> las zonas de Europa liberadaspor la revolución de la guerrilla o por el ejército rojo, <strong>en</strong>tre otras razones porqueel g<strong>en</strong>ocidio, el desplazami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> masa de la población y la expulsión ola emigración forzosa hac<strong>en</strong> imposible comparar la situación de determinadospaíses antes y después de la guerra. En toda esa zona la gran mayoría <strong>del</strong>a población de los países que habían sido invadidos por las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Ejese consideraba víctima de ellas, a excepción de los eslovacos y croatas, quebajo los auspicios de Alemania habían formado s<strong>en</strong>dos estados nominalm<strong>en</strong>teindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, de los pueblos mayoritarios de Hungría y Rumania, aliadosde Alemania, y, naturalm<strong>en</strong>te, de la gran diaspora alemana. Esto no significaque dicha población simpatizara con los movimi<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia deinspiración comunista —si se exceptúa a los judíos, perseguidos por todoslos demás— y, m<strong>en</strong>os aún, con Rusia, a no ser los eslavos de los Balcanes,de t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia rusófila. La inm<strong>en</strong>sa mayoría de los polacos eran antialemanesy antirrusos y, por supuesto, antisemitas. Los pequeños países bálticos, ocu-


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 1 75pados por la URSS <strong>en</strong> 1940, fueron antirrusos, antisemitas y pro alemanesmi<strong>en</strong>tras pudieron permitírselo, <strong>en</strong>tre 1941 y 1945. Por otra parte, ni loscomunistas ni la resist<strong>en</strong>cia tuvieron ningún protagonismo <strong>en</strong> Rumania y supres<strong>en</strong>cia fue escasa <strong>en</strong> Hungría. En cambio, <strong>en</strong> Bulgaria existía un fuertes<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to comunista y pro ruso, a pesar de que la resist<strong>en</strong>cia fuera escasa,y <strong>en</strong> Checoslovaquia el Partido Comunista, siempre un partido de masas, consiguióla victoria <strong>en</strong> unas elecciones verdaderam<strong>en</strong>te libres. Muy pronto laocupación soviética redujo esas difer<strong>en</strong>cias políticas a una mera cuestión teórica.Las victorias de la guerrilla no son plebiscitos, pero es indudable que lamayor parte de los yugoslavos acogieron de bu<strong>en</strong> grado el triunfo de los partisanosde Tito, excepto la minoría germana, los partidarios <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> croataustachá, de qui<strong>en</strong>es los serbios se v<strong>en</strong>garon cruelm<strong>en</strong>te por las matanzas quehabían cometido, y un núcleo tradicionalista de Serbia, donde el movimi<strong>en</strong>tode Tito y, por <strong>en</strong>de, la oposición a Alemania nunca habían florecido. 12 Greciasiguió profundam<strong>en</strong>te dividida pese a la negativa de Stalin a prestar ayuda alos comunistas griegos y a las fuerzas pro rojas contra los británicos, queapoyaban a sus adversarios. Sólo los expertos <strong>en</strong> relaciones de linaje ypar<strong>en</strong>tesco av<strong>en</strong>turarían un juicio sobre los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos políticos de los albanesesdespués <strong>del</strong> triunfo comunista. Sin embargo, <strong>en</strong> todos esos países estabaa punto de iniciarse una era de profunda transformación social.Singularm<strong>en</strong>te, la URSS fue, junto con Estados Unidos, el único paísbeligerante <strong>en</strong> el que la guerra no <strong>en</strong>trañó un cambio social e institucionalsignificativo. Inició y terminó el conflicto bajo la dirección de Stalin (véaseel capítulo XIII). Sin embargo, resulta claro que la guerra puso a dura pruebala estabilidad <strong>del</strong> sistema, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el campo, que fue sometido auna dura represión,. De no haber sido por la convicción, profundam<strong>en</strong>te arraigada<strong>en</strong> el nacionalsocialismo, de que los eslavos eran una raza de siervossubhumanos, los invasores alemanes podrían haber conseguido el apoyo demuchos pueblos soviéticos. La victoria soviética se cim<strong>en</strong>tó realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> elpatriotismo de la nacionalidad mayoritaria de la URSS, la de la Gran Rusia,que fue siempre el alma <strong>del</strong> ejército rojo, al que el régim<strong>en</strong> soviético apeló<strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos de crisis. No <strong>en</strong> vano, a la segunda guerra mundial se ledio <strong>en</strong> la URSS el apelativo oficial de «la gran guerra patria».VIILlegado a este punto, el historiador debe realizar un gran salto para evitarque su análisis aborde exclusivam<strong>en</strong>te el mundo occid<strong>en</strong>tal. Porque muypoco de lo que se ha escrito hasta aquí <strong>en</strong> este capítulo ti<strong>en</strong>e que ver con lamayor parte <strong>del</strong> planeta. Vale hasta cierto punto para el conflicto <strong>en</strong>tre Japón12. Sin embargo, los serbios de Croacia y de Bosnia, así como los mont<strong>en</strong>egrinos (el 17por 100 de los oficiales <strong>del</strong> ejército partisano) apoyaban a Tito, al igual que importantes sectoresde croatas —connacionales de Tito— y de eslov<strong>en</strong>os. La mayor parte de la lucha se desarrolló<strong>en</strong> Bosnia.


176 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESy la zona contin<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> Asia ori<strong>en</strong>tal, ya que Japón, dominado por la derechaultranacionalista, se alió con la Alemania nazi y que los comunistas fueronla principal fuerza de resist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> China. Puede aplicarse, <strong>en</strong> ciertamedida, a América Latina, gran importadora de ideologías europeas <strong>en</strong> boga,como el fascismo o el comunismo, y especialm<strong>en</strong>te a México, que con el presid<strong>en</strong>teLázaro Cárd<strong>en</strong>as (1934-1940) revivió su gran revolución <strong>en</strong> los añostreinta y apoyó con <strong>en</strong>tusiasmo a la República <strong>en</strong> la guerra civil española. Dehecho, después de su derrota, México fue el único país que continuó reconoci<strong>en</strong>dola República como el gobierno legítimo de España. Sin embargo, <strong>en</strong>la mayor parte de Asia, de África y <strong>del</strong> mundo islámico, el fascismo, ya seacomo ideología o como la política de un estado agresor, no fue nunca el único,ni siquiera el principal, <strong>en</strong>emigo. Esta condición le correspondía al«imperialismo» o al «colonialismo», y las principales pot<strong>en</strong>cias imperialistaseran las democracias liberales: Gran Bretaña, Francia, Países Bajos, Bélgicay Estados Unidos. Además, todas las pot<strong>en</strong>cias imperiales, salvo Japón, erande población blanca.Lógicam<strong>en</strong>te, los <strong>en</strong>emigos de la metrópoli imperial eran aliados pot<strong>en</strong>ciales<strong>en</strong> la lucha de liberación colonial. Incluso Japón, que como podíanatestiguar los coreanos, los taiwaneses, los chinos y otros pueblos practicabatambién un colonialismo despiadado, podía pres<strong>en</strong>tarse a las fuerzas anticoloniales<strong>del</strong> sureste y el sur de Asia como def<strong>en</strong>sor de la población no blancacontra los blancos.. La lucha antiimperialista y la lucha antifascista t<strong>en</strong>dieronpor ello a desarrollarse <strong>en</strong> direcciones opuestas. \sí, el pacto de Stalin conlos alemanes <strong>en</strong> 1939, que perturbó a la izquierda occid<strong>en</strong>tal, permitió a loscomunistas indios y vietnamitas conc<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> la lucha contra británicos yfranceses, mi<strong>en</strong>tras que la invasión de la URSS por Alemania <strong>en</strong> 1941 lesobligó, como bu<strong>en</strong>os comunistas, a poner la derrota <strong>del</strong> Eje <strong>en</strong> primer lugar,es decir, a situar la liberación de sus propios países <strong>en</strong> un lugar inferior <strong>en</strong> elord<strong>en</strong> de prioridades. Esto no sólo era impopular sino estratégicam<strong>en</strong>teabsurdo <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que los imperios coloniales de Occid<strong>en</strong>te eranespecialm<strong>en</strong>te vulnerables, si es que no se hallaban al borde <strong>del</strong> derrumbe.Y evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, el sector de la izquierda que no se s<strong>en</strong>tía ligado por losvínculos de hierro de la lealtad a la Comintern aprovechó la oportunidad. ElCongreso Nacional Indio inició <strong>en</strong> 1942 el movimi<strong>en</strong>to Quit India («fuera <strong>del</strong>a India»), mi<strong>en</strong>tras el radical b<strong>en</strong>galí Subhas Bose reclutaba un ejército de liberaciónindio aliado a los japoneses <strong>en</strong>tre los prisioneros de guerra indioscapturados durante la of<strong>en</strong>siva relámpago inicial. Los militantes anticolonialesde Birmania e Indonesia veían las cosas de igual forma. La reductio adabsurdum de esa lógica anticolonialista fue el int<strong>en</strong>to de un grupo extremistajudío de Palestina de negociar con los alemanes (a través de Damasco,dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to de la Francia de Vichy) con el fin de <strong>en</strong>contrarayuda para liberar Palestina de los británicos, lo que consideraban como lamayor prioridad <strong>del</strong> sionismo. (Un militante <strong>del</strong> grupo que participó <strong>en</strong> esamisión, Yitzhak Shamir, llegaría a ser primer ministro de Israel.) Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,ese tipo de actitudes no implicaban una simpatía ideológica por el


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 177fascismo, aunque el antisemitismo nazi pudiera atraer a los árabes palestinos<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tados con los colonos sionistas y aunque algunos grupos <strong>del</strong> suresteasiático pudieran reconocerse <strong>en</strong> los arios superiores de la mitología nazi.Esos eran casos singulares (véanse los capítulos XII y XV).Lo que necesita explicarse es por qué, al cabo, el antiimperialismo y losmovimi<strong>en</strong>tos de liberación colonial se inclinaron mayoritariam<strong>en</strong>te hacia laizquierda, hasta <strong>en</strong>contrarse, al m<strong>en</strong>os al final de la guerra, <strong>en</strong> sintonía conla movilización antifascista mundial. La razón fundam<strong>en</strong>tal es que la izquierdaoccid<strong>en</strong>tal había desarrollado la teoría y las políticas antiimperialistas y quelos movimi<strong>en</strong>tos de liberación colonial fueron apoyados fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>tepor la izquierda internacional y, sobre todo (desde el Congreso de los PueblosOri<strong>en</strong>tales que celebraron los bolcheviques <strong>en</strong> Bakú <strong>en</strong> 1920), por laComintern y por la URSS. Además, cuando acudían a la metrópoli, los activistasy futuros dirig<strong>en</strong>tes de los movimi<strong>en</strong>tos indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tistas, pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>tescasi todos a las elites locales educadas al modo occid<strong>en</strong>tal, se s<strong>en</strong>tían máscómodos <strong>en</strong> el <strong>en</strong>torno no racista y anticolonial de los liberales, demócratas,socialistas y comunistas locales que <strong>en</strong> ningún otro. En todo caso, la mayorparte de ellos eran modemizadores a qui<strong>en</strong>es los mitos medievales nostálgicos,la ideología nazi y su racismo les recordaban las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias «comunales»y «tribales» que, desde su punto de vista, eran síntomas <strong>del</strong> atraso de suspaíses y eran explotados por el imperialismo.En resum<strong>en</strong>, una alianza con el Eje, basada <strong>en</strong> el principio de que «los<strong>en</strong>emigos de mi <strong>en</strong>emigo son mis amigos» sólo podía t<strong>en</strong>er un alcance táctico.Incluso <strong>en</strong> el sureste asiático, donde el dominio japonés fue m<strong>en</strong>os represivoque el de los antiguos colonialistas, y era ejercido por una población noblanca contra los blancos, había de ser efímero, porque Japón, al marg<strong>en</strong> de suracismo, no t<strong>en</strong>ía interés alguno <strong>en</strong> liberar colonias. (De hecho, fue efímeroporque Japón no tardó <strong>en</strong> ser derrotado.) El fascismo y los nacionalismos <strong>del</strong>Eje no ejercían un atractivo particular. Por otra parte, un hombre como JawaharlalNehru, que (a difer<strong>en</strong>cia de los comunistas) no dudó <strong>en</strong> participar <strong>en</strong> larebelión Quit India <strong>en</strong> 1942, año de crisis <strong>del</strong> imperio británico, nunca dejó dep<strong>en</strong>sar que una India libre construiría una sociedad socialista y que la URSSsería un aliado <strong>en</strong> esa empresa, tal vez incluso —con todas las matizaciones—un ejemplo.El hecho de que los dirig<strong>en</strong>tes y portavoces de la liberación colonial fuerancon frecu<strong>en</strong>cia minorías atípicas d<strong>en</strong>tro de la población a la que int<strong>en</strong>tabanemancipar facilitó la converg<strong>en</strong>cia con el antifascismo, ya que la masade las poblaciones coloniales podía ser movilizada por s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos e ideas alos que (salvo <strong>en</strong> su adhesión a la teoría de la superioridad racial) tambiénpodía apelar el fascismo: el tradicionalismo, la exclusividad religiosa y étnicay el rechazo <strong>del</strong> mundo moderno. De hecho, esos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos no habíanaflorado todavía, o, si lo habían hecho, no eran todavía dominantes <strong>en</strong> elpanorama político. La movilización de masas islámica alcanzó una granpujanza <strong>en</strong> el mundo musulmán <strong>en</strong>tre 1918 y 1945. Así, los HermanosMusulmanes, de Hassan al-Banna (1928), un movimi<strong>en</strong>to fundam<strong>en</strong>talista


178 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESfuertem<strong>en</strong>te hostil al liberalismo y al comunismo, se convirtió <strong>en</strong> el principalportavoz de los agravios egipcios <strong>en</strong> los años cuar<strong>en</strong>ta, y sus afinidadespot<strong>en</strong>ciales con las ideologías <strong>del</strong> Eje, especialm<strong>en</strong>te la hostilidad hacia elsionismo, eran algo más que tácticas. Sin embargo, los movimi<strong>en</strong>tos y lospolíticos que adquirieron una posición predominante <strong>en</strong> los países islámicos,elevados a veces por las propias masas fundam<strong>en</strong>talistas, eran seculares ymodernizadores. Los coroneles egipcios que protagonizarían ¡a revolución de1952 eran intelectuales emancipados que habían <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> contacto con losgrupúsculos comunistas egipcios, cuya dirección, por otra parte, era mayoritariam<strong>en</strong>tejudía (Perrault, 1987). En el subcontin<strong>en</strong>te indio, Pakistán (unproducto de los años treinta y cuar<strong>en</strong>ta) ha sido descrito acertadam<strong>en</strong>te como«el programa de las elites secularizadas que por la desunión [territorial] de lapoblación musulmana y por la compet<strong>en</strong>cia con las mayorías hindúes se vieronobligadas a calificar a su sociedad política como "islámica" <strong>en</strong> lugar deseparatista nacional» (Lapidus, 1988, p. 738). En Siria, la dirección <strong>del</strong> procesoestuvo <strong>en</strong> manos <strong>del</strong> partido Baas, fundado <strong>en</strong> los años cuar<strong>en</strong>ta por dosprofesores educados <strong>en</strong> París, qui<strong>en</strong>es, a pesar de su misticismo árabe, erande ideología antiimperialista y socialista. En la constitución siria no se hacem<strong>en</strong>ción alguna <strong>del</strong> islam. La política iraquí estuvo determinada, hasta laguerra <strong>del</strong> Golfo de 1991, por diversas alianzas de oficiales nacionalistas,comunistas y baasistas, todos ellos partidarios de la unidad árabe y <strong>del</strong> socialismo(al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> teoría), pero no comprometidos con la ley <strong>del</strong> Corán.Tanto por razones de carácter local como por el hecho de que el movimi<strong>en</strong>torevolucionario argelino era un movimi<strong>en</strong>to de masas, <strong>en</strong> el que t<strong>en</strong>ían unapres<strong>en</strong>cia importante los emigrantes que trabajaban <strong>en</strong> Francia, la revoluciónargelina tuvo un fuerte compon<strong>en</strong>te islámico. Sin embargo, los revolucionariosafirmaron <strong>en</strong> 1956 que «la suya era una lucha <strong>en</strong>caminada a destruir unacolonización anacrónica, pero no una guerra de religión» (Lapidus, 1988,p. 693), y propusieron el establecimi<strong>en</strong>to de una república social y democrática,que se convirtió constitucionalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una república socialista de partidoúnico. De hecho, sólo durante el período antifascista consiguieron lospartidos comunistas un apoyo e influ<strong>en</strong>cia estimables <strong>en</strong> algunas zonas <strong>del</strong>mundo islámico, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Siria, Irak e Irán. Fue mucho despuéscuando las voces seculares y modernizadoras de la dirección política quedaronsofocadas y sil<strong>en</strong>ciadas por la política de masas <strong>del</strong> fundam<strong>en</strong>talismor<strong>en</strong>acido (véanse los capítulos XII y XV).A pesar de sus conflictos de intereses, que resurgirían después de la guerra,el antifascismo de los países occid<strong>en</strong>tales desarrollados y el antiimperialismode sus colonias convergieron hacia lo que ambos veían como un futurode transformación social <strong>en</strong> la posguerra. La URSS y el comunismo localayudaron a salvar las distancias, pues <strong>en</strong> uno de esos mundos significabanantiimperialismo, y <strong>en</strong> el otro, una dedicación total a la consecución de lavictoria. No obstante, el esc<strong>en</strong>ario bélico no europeo no brindó, como eleuropeo, grandes triunfos políticos a los comunistas, salvo donde coincidieron,al igual que <strong>en</strong> Europa, el antifascismo y la liberación nacional/social:


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 179<strong>en</strong> China y <strong>en</strong> Corea, donde los colonialistas eran los japoneses, y <strong>en</strong> Indochina(Vietnam, Camboya y Laos), donde el <strong>en</strong>emigo inmediato de la libertadseguían si<strong>en</strong>do los franceses, cuya administración local se sometió a losjaponeses cuando éstos conquistaron el sureste asiático. Esos eran los países<strong>en</strong> los que el comunismo triunfaría <strong>en</strong> la posguerra, con Mao, Kim II Sung yHo Chi Minh. En los demás lugares, los dirig<strong>en</strong>tes de los países <strong>en</strong> los quemuy pronto culminaría el proceso de descolonización procedían de movimi<strong>en</strong>tosde izquierda, pero estaban m<strong>en</strong>os constreñidos, <strong>en</strong> 1941-1945, a darprioridad absoluta a la derrota <strong>del</strong> Eje. E incluso ellos t<strong>en</strong>ían que ver concierto optimismo la situación <strong>del</strong> mundo tras la derrota de las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong>Eje. Ninguna de las dos superpot<strong>en</strong>cias veía con bu<strong>en</strong>os ojos el viejo colonialismo,al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> teoría. »Un partido notoriam<strong>en</strong>te anticolonialista habíaasc<strong>en</strong>dido al poder <strong>en</strong> el mayor de todos los imperios, la fuerza y la legitimidad<strong>del</strong> viejo colonialismo habían sido gravem<strong>en</strong>te socavadas y las posibilidadesde libertad parecían mayores que nunca. Así resultó, pero no sin quelos viejos imperios realizaran duros int<strong>en</strong>tos de resist<strong>en</strong>cia.VIIIEn definitiva, la derrota <strong>del</strong> Eje —más exactam<strong>en</strong>te, de Alemania yJapón— no dejó tras de sí mucha amargura, excepto <strong>en</strong> los dos países citados,donde la población había luchado con total lealtad y extraordinaria eficaciahasta el último mom<strong>en</strong>to. Después de todo, el fascismo sólo habíamovilizado a los países <strong>en</strong> los que alcanzó su pl<strong>en</strong>o desarrollo y a algunasminorías ideológicas de la derecha radical —marginales <strong>en</strong> la vida política <strong>en</strong>sus países—, a algunos grupos nacionalistas que esperaban alcanzar susobjetivos mediante una alianza con Alemania y a la soldadesca más ínfimade la guerra y la conquista, reclutada <strong>en</strong> los brutales grupos auxiliares nazisde ocupación. Lo único que consiguieron despertar los japoneses fue unasimpatía mom<strong>en</strong>tánea hacia la raza amarilla <strong>en</strong> lugar de la blanca. El principalatractivo <strong>del</strong> fascismo europeo, su condición de salvaguardia fr<strong>en</strong>te a losmovimi<strong>en</strong>tos obreros, el socialismo, el comunismo y el satánico y ateo bastiónde Moscú que los inspiraba, le había deparado un importante apoyo<strong>en</strong>tre las clases adineradas conservadoras, aunque la adhesión <strong>del</strong> gran capitalse basó siempre <strong>en</strong> motivos pragmáticos más que <strong>en</strong> razones de principio. Noera una atracción que pudiera sobrevivir al fracaso y la derrota y, por otraparte, la consecu<strong>en</strong>cia final de doce años de dominio <strong>del</strong> nacionalsocialismoera que ext<strong>en</strong>sas zonas de Europa habían quedado a merced de los bolcheviques.El fascismo se disolvió como un terrón <strong>en</strong> el agua de un río y desaparecióvirtualm<strong>en</strong>te de la esc<strong>en</strong>a política, excepto <strong>en</strong> Italia, donde un modesto movimi<strong>en</strong>toneofascista (Movim<strong>en</strong>to Sociale Italiano), que honra la figura de Mussolini,ha t<strong>en</strong>ido una pres<strong>en</strong>cia perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la política italiana. Ese f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>ono se debió tan sólo al hecho de que fueran excluidos de la vida política


180 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESlos que habían sido figuras destacadas <strong>en</strong> los regím<strong>en</strong>es fascistas, a qui<strong>en</strong>es,por otra parte, no se excluyó de la administración <strong>del</strong> estado ni de la vidapública, y m<strong>en</strong>os aún de la actividad económica. No se debió tampoco al traumade los bu<strong>en</strong>os alemanes (y, de otro modo, de los japoneses leales), cuyomundo se derrumbó <strong>en</strong> el caos físico y moral de 1945 y para los que la merafi<strong>del</strong>idad a sus viejas cre<strong>en</strong>cias era contraproduc<strong>en</strong>te. Pasaron un difícil procesode adaptación a una vida nueva, poco compr<strong>en</strong>sible al principio paraellos, bajo las pot<strong>en</strong>cias ocupantes que les imponían sus instituciones y susformas, es decir, que les marcaban el camino que t<strong>en</strong>ían que seguir. Despuésde 1945, el nacionalsocialismo no podía ofrecer a los alemanes otra cosa querecuerdos. Resulta característico que <strong>en</strong> una zona de la Alemania hitlerianacon una fuerte implantación nacionalsocialista, <strong>en</strong> Austria (que por un caprichode la diplomacia internacional quedó incluida <strong>en</strong>tre los inoc<strong>en</strong>tes y no <strong>en</strong>trelos culpables), la política de posguerra volviera muy pronto a ser como antesde abolirse la democracia <strong>en</strong> 1933, salvo por el hecho de que se produjo unligero giro hacia la izquierda (véase Flora, 1983, p. 99). El fascismodesapareció junto con la crisis mundial que había permitido que surgiera.Nunca había sido, ni siquiera <strong>en</strong> teoría, un programa o un proyecto políticouniversal.En cambio, el antifascismo, aunque su movilización fuese heterogénea ytransitoria, consiguió unir a un extraordinario espectro de fuerzas. Además,la unidad que suscitó no fue negativa, sino positiva y, <strong>en</strong> algunos aspectos,duradera. Desde el punto de vista ideológico, se cim<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> los valores yaspiraciones compartidos de la Ilustración y de la era de las revoluciones: elprogreso mediante la razón y la ci<strong>en</strong>cia; la educación y el gobierno populares;el rechazo de las desigualdades por razón de nacimi<strong>en</strong>to u orig<strong>en</strong>; sociedadesque miraban hacia el futuro y no hacia el pasado. Algunas de esassimilitudes existían sólo sobre el papel, aunque no carece de significado elhecho de que <strong>en</strong>tidades políticas tan distantes de la democracia occid<strong>en</strong>tal (ode cualquier otro tipo) como la Etiopía de M<strong>en</strong>gistu, Somalia antes de la caídade Siad Barre, la Corea <strong>del</strong> Norte de Kim II Sung, Argelia y la AlemaniaOri<strong>en</strong>tal comunista se atribuyeran el título oficial de República Democráticao Democrática Popular. Es esta una etiqueta que los regím<strong>en</strong>es fascistas yautoritarios, y aun los conservadores tradicionales <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras,habrían rechazado con desdén.En otros aspectos, las aspiraciones comunes no estaban tan alejadas de larealidad común. Tanto el capitalismo constitucional occid<strong>en</strong>tal como los sistemascomunistas y el tercer mundo def<strong>en</strong>dían la igualdad de derechos paratodas las razas y para ambos sexos, esto es, todos quedaron lejos de alcanzarel objetivo común pero sin que existieran grandes difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre ellos. 13Todos eran estados laicos y a partir de 1945 todos rechazaban <strong>del</strong>iberada yactivam<strong>en</strong>te la supremacía <strong>del</strong> mercado y eran partidarios de la gestión y pía-13. En particular, todos olvidaban el importante papel que había desempeñado la mujer <strong>en</strong>la guerra, la resist<strong>en</strong>cia y la liberación.


CONTRA EL ENEMIGO COMÚN 181nificación de la economía por el estado. Por extraño que pueda parecer <strong>en</strong> laera de la teología económica neoliberal, lo cierto es que desde comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong>os años cuar<strong>en</strong>ta y hasta los años set<strong>en</strong>ta los más prestigiosos y antes influy<strong>en</strong>tesdef<strong>en</strong>sores de la libertad total <strong>del</strong> mercado, como Friedrich vonHayek, se s<strong>en</strong>tían como profetas que clamaban <strong>en</strong> el desierto, advirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong>vano al capitalismo occid<strong>en</strong>tal que había perdido el rumbo y que se estabaprecipitando por el «camino de la esclavitud» (Hayek, 1944). La verdad esque avanzaba hacia una era de milagros económicos (véase el capítulo 9).Los gobiernos capitalistas t<strong>en</strong>ían la convicción de que sólo el interv<strong>en</strong>cionismoeconómico podía impedir que se reprodujera la catástrofe económica <strong>del</strong>período de <strong>en</strong>treguerras y evitar el peligro político que podía <strong>en</strong>trañar que lapoblación se radicalizara hasta el punto de abrazar el comunismo, como undía había apoyado a Hitler. Los países <strong>del</strong> tercer mundo creían que sólo lainterv<strong>en</strong>ción <strong>del</strong> estado podía sacar sus economías de la situación de atrasoy dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia. Una vez culminada la descolonización, la inspiración proced<strong>en</strong>tede la Unión Soviética les llevaría a id<strong>en</strong>tificar el progreso con elsocialismo. Para la Unión Soviética y sus nuevos aliados, el dogma de fefundam<strong>en</strong>tal era la planificación c<strong>en</strong>tralizada. Por otra parte, las tres regiones<strong>del</strong> mundo iniciaron el período de posguerra con la convicción de que la victoriasobre el Eje, conseguida gracias a la movilización política y a la aplicaciónde programas revolucionarios, y con sangre, sudor y lágrimas, era el iniciode una nueva era de transformación social.En un s<strong>en</strong>tido estaban <strong>en</strong> lo cierto. Nunca la faz <strong>del</strong> planeta y la vidahumana se han transformado tan radicalm<strong>en</strong>te como <strong>en</strong> la era que com<strong>en</strong>zóbajo las nubes <strong>en</strong> forma de hongo de Hiroshima y Nagasaki. Pero, como decostumbre, la historia ap<strong>en</strong>as tuvo <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las int<strong>en</strong>ciones humanas, nisiquiera las de los responsables políticos nacionales, y la transformaciónsocial que se produjo no fue la que se deseaba y se había previsto. En cualquiercaso, la primera conting<strong>en</strong>cia que tuvieron que afrontar fue la rupturacasi inmediata de la gran alianza antifascista. En cuanto desapareció el fascismocontra el que se habían unido, el capitalismo y el comunismo se dis j.pusieron de nuevo a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse como <strong>en</strong>emigos irreconciliables.


Capítulo VILAS ARTES, 1914-1945También el París de los surrealistas es un «pequeño mundo».Esto es que tampoco <strong>en</strong> el grande, <strong>en</strong> el cosmos, hay otra cosa. Enél hay carrefours <strong>en</strong> los que c<strong>en</strong>tellean espectrales las señales detráfico y están a la ord<strong>en</strong> <strong>del</strong> día analogías inimaginables e imbricacionesde sucesos. Es el espacio <strong>del</strong> que da noticia la lírica <strong>del</strong>surrealismo.WALTER BENJAMÍN, «El surrealismo», <strong>en</strong>Iluminaciones (1990, p. 51)Al parecer, la nueva arquitectura no está haci<strong>en</strong>do grandesprogresos <strong>en</strong> los Estados Unidos ... Sus def<strong>en</strong>sores aboganardi<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te por el nuevo estilo, y algunos de ellos continúancon un estrid<strong>en</strong>te método pedagógico de seguidores <strong>del</strong> impuestoúnico ... pero, salvo <strong>en</strong> el caso <strong>del</strong> diseño industrial, no pareceque estén consigui<strong>en</strong>do demasiados adeptos.H. L. MENCKEN, 1931ILa razón por la que los diseñadores de moda, unos profesionales poco analíticos,consigu<strong>en</strong> a veces predecir el futuro mejor que los vaticinadores profesionaleses una de las cuestiones más incompr<strong>en</strong>sibles de la historia, y para elhistoriador de la cultura, una de las más importantes. Es, desde luego, crucialpara todo el que desee compr<strong>en</strong>der las repercusiones de la era de los cataclismos<strong>en</strong> el mundo de la alta cultura, de las artes elitistas y, sobre todo, <strong>del</strong>a vanguardia. Porque se acepta con carácter g<strong>en</strong>eral que estas artes anunciaroncon varios años de anticipación el hundimi<strong>en</strong>to de la sociedad burguesaliberal (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 9). Hacia 1914 ya existía prácticam<strong>en</strong>tetodo lo que se puede <strong>en</strong>globar bajo el término, amplio y poco defi-


LAS ARTES. 1914-1945 183nido, de «vanguardia»: el cubismo, el expresionismo, el futurismo y la abstracción<strong>en</strong> la pintura; el funcionalismo y el rechazo <strong>del</strong> ornam<strong>en</strong>to <strong>en</strong> laarquitectura; el abandono de la tonalidad <strong>en</strong> la música y la ruptura con la tradición<strong>en</strong> la literatura.Para <strong>en</strong>tonces, muchos de los que figurarían <strong>en</strong> casi todas las listas de«modernos» emin<strong>en</strong>tes eran ya personas maduras, prolíficas e incluso célebres.1 El mismo T. S. Eliot, cuya poesía no empezó a publicarse hasta 1917,formaba parte ya de la esc<strong>en</strong>a vanguardista londin<strong>en</strong>se, como colaborador,junto a Pound, de Blast de Wyndham Lewis. Estos hijos, como muy tarde, <strong>del</strong>dec<strong>en</strong>io de 1880 seguían si<strong>en</strong>do ejemplos de modernidad cuar<strong>en</strong>ta años después.Que un número de hombres y mujeres que sólo empezaron a destacardespués de la guerra aparezcan <strong>en</strong> las listas de «modernos» emin<strong>en</strong>tes resultamucho m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que el predominio de la g<strong>en</strong>eración mayor. 2(Incluso los sucesores de Schonberg, Alban Berg y Anton Webern, pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong>a la g<strong>en</strong>eración de 1880.)De hecho, las únicas innovaciones formales que se registraron después de1914 <strong>en</strong> el mundo <strong>del</strong> vanguardismo «establecido» parec<strong>en</strong> reducirse a dos:el dadaísmo, que prefiguró el surrealismo, <strong>en</strong> la mitad occid<strong>en</strong>tal de Europa,y el constructivismo soviético <strong>en</strong> el este. El constructivismo, una incursión<strong>en</strong> las construcciones tridim<strong>en</strong>sionales básicas, preferiblem<strong>en</strong>te móviles,cuyo equival<strong>en</strong>te más cercano <strong>en</strong> la vida real son ciertas estructuras feriales(la noria, la montaña rusa, etc.), se incorporó rápidam<strong>en</strong>te a las principalest<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias arquitectónicas y de diseño industrial, sobre todo a través de laBauhaus (de ella hablaremos más a<strong>del</strong>ante). Sus proyectos más ambiciosos,como la famosa torre inclinada rotatoria de Tatlin, <strong>en</strong> honor de la InternacionalComunista, nunca se llegaron a construir, o tuvieron una vida efímera,como los decorados de las primeras ceremonias públicas soviéticas. Pese a suoriginalidad, la aportación <strong>del</strong> constructivismo consistió básicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> laampliación <strong>del</strong> repertorio de la vanguardia arquitectónica.El dadaísmo surgió <strong>en</strong> 1916, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de un grupo de exiliados resid<strong>en</strong>tes<strong>en</strong> Zurich (donde otro grupo de exiliados <strong>en</strong>cabezado por L<strong>en</strong>in esperabala revolución), como una protesta nihilista angustiosa, pero a la vez irónica,contra la guerra mundial y la sociedad que la había <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drado, incluido suarte. Puesto que rechazaba cualquier tipo de arte, carecía de característicasformales, aunque tomó algunos recursos de las vanguardias cubistas y futuristasanteriores a 1914, <strong>en</strong> particular el collage, un procedimi<strong>en</strong>to de reunirpegados diversos materiales, especialm<strong>en</strong>te fragm<strong>en</strong>tos de fotografías. Todocuanto podía causar la perplejidad <strong>del</strong> aficionado al arte burgués conv<strong>en</strong>cionalera aceptado como dada. La provocación era el rasgo que caracteriza-1. Matisse y Picasso; Schonberg y Stravinsky; Gropius y Mies van der Rohe; Proust,James Joyce. Thomas Mann y Franz Kafka; Yeats, Ezra Pound. Alexander Blok y AnnaAjmatova.2. Entre otros, Isaak Babel (1894), Le Corbusier (1897), Ernest Hemingway (1899), BertoltBrecht, García Lorca y Hanns Eisler (todos ellos nacidos <strong>en</strong> 1898). Kurt Weill (1900), Jean-Paul Sartre (1905) y W. H. Aud<strong>en</strong> (1907).


184 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESba todas sus manifestaciones. Por ello, la exposición <strong>en</strong> Nueva York porMarcel Duchamp (1887-1968), <strong>en</strong> 1917, de un urinario público como creaciónde «arte ready-made», estaba de acuerdo con el espíritu <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>todada, al que se incorporó a su regreso de los Estados Unidos. Pero no puededecirse lo mismo de su posterior r<strong>en</strong>uncia sil<strong>en</strong>ciosa a todo lo que tuviera quever con el arte —prefería jugar al ajedrez—, puesto que no había nadasil<strong>en</strong>cioso <strong>en</strong> el dadaísmo.Aunque el surrealismo también rechazaba el arte tal como se conocíahasta ese mom<strong>en</strong>to, prop<strong>en</strong>día igualm<strong>en</strong>te a la provocación y, como veremos,se s<strong>en</strong>tía atraído por la revolución social; era algo más que una mera protestanegativa, como cabe esperar de un movimi<strong>en</strong>to c<strong>en</strong>trado básicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>Francia, un país <strong>en</strong> el que cada moda precisa de una teoría. De hecho, se puedeafirmar que, mi<strong>en</strong>tras que el dadaísmo desapareció a principios de losaños veinte, junto con la época de la guerra y de la revolución que lo había<strong>en</strong>gr<strong>en</strong>drado, el surrealismo nació de ella, como «el deseo de revitalizar laimaginación, basándose <strong>en</strong> el subconsci<strong>en</strong>te tal como lo ha revelado el psicoanálisis,y con un nuevo énfasis <strong>en</strong> lo mágico, lo accid<strong>en</strong>tal, la irracionalidad,los símbolos y los sueños» (Willett, 1978).Hasta cierto punto el surrealismo era una reposición <strong>del</strong> romanticismocon ropaje <strong>del</strong> siglo xx (véase Las revoluciones burguesas, capítulo 14), aunquecon un mayor s<strong>en</strong>tido <strong>del</strong> absurdo y de la burla. A difer<strong>en</strong>cia de las principalesvanguardias «modernas», pero igual que el dadaísmo, el surrealismono t<strong>en</strong>ía interés por la innovación formal <strong>en</strong> sí misma. Poco importaba que elsubconsci<strong>en</strong>te se expresara a través de un raudal de palabras escogidas alazar («escritura automática») o mediante el meticuloso estilo académicodecimonónico <strong>en</strong> que Salvador Dalí (1904-1989) pintaba sus relojes derritiéndose<strong>en</strong> un paisaje desértico. Lo importante era reconocer la capacidad <strong>del</strong>a imaginación espontánea, sin mediación de sistemas de control racionales,para producir coher<strong>en</strong>cia a partir de lo incoher<strong>en</strong>te y una lógica apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ecesaria a partir de lo ilógico o de lo imposible. El Castillo <strong>en</strong> losPirineos de R<strong>en</strong>e Magritte (1898-1967), pintado meticulosam<strong>en</strong>te, como sifuera una postal, emerge de lo alto de una <strong>en</strong>orme roca, dando la s<strong>en</strong>saciónde haber crecido allí. Pero la roca, como un huevo gigantesco, está susp<strong>en</strong>dida<strong>en</strong> el cielo sobre el mar, repres<strong>en</strong>tado con el mismo realismo.El surrealismo significó una aportación real al repertorio de estilosartísticos vanguardistas. De su novedad daba fe su capacidad de escandalizar,producir incompr<strong>en</strong>sión o, lo que vi<strong>en</strong>e a ser lo mismo, provocar, <strong>en</strong>ocasiones, una carcajada desconcertada, incluso <strong>en</strong>tre la g<strong>en</strong>eración de losvanguardistas anteriores. Debo admitir que esa fue la reacción juv<strong>en</strong>il queyo mismo experim<strong>en</strong>té <strong>en</strong> Londres <strong>en</strong> la Exposición Surrealista Internacionalde 1936, y luego <strong>en</strong> París ante un pintor surrealista amigo mío, cuyoempeño <strong>en</strong> reproducir exactam<strong>en</strong>te al óleo el cont<strong>en</strong>ido de una fotografíade las visceras de un cuerpo humano se me hacía difícil de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. Noobstante, hoy hemos de verlo como un movimi<strong>en</strong>to extraordinariam<strong>en</strong>tefecundo, sobre todo <strong>en</strong> Francia y <strong>en</strong> los países (como los hispánicos) de


LAS ARTES, 1914-1945 185marcada influ<strong>en</strong>cia francesa. Tuvo un notable asc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te sobre poetas de primeralínea <strong>en</strong> Francia (Éluard, Aragón), <strong>en</strong> España (García Lorca), <strong>en</strong> Europaori<strong>en</strong>tal y <strong>en</strong> América Latina (César Vallejo <strong>en</strong> Perú, Pablo Neruda <strong>en</strong>Chile), donde sigue reflejándose, muchos años después, <strong>en</strong> el «realismomágico». Sus imág<strong>en</strong>es y visiones —Max Ernst (1891-1976), Magritte, JoanMiró (1893-1983) e incluso Salvador Dalí— han pasado a formar parte <strong>del</strong>as nuestras. Y, a difer<strong>en</strong>cia de la mayoría de los vanguardismos occid<strong>en</strong>talesanteriores, ha hecho importantes aportaciones al arte por excel<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>siglo <strong>XX</strong>: el arte de la cámara. El cine está <strong>en</strong> deuda con el surrealismo <strong>en</strong> laspersonas de Luis Buñuel (1900-1983) y <strong>del</strong> principal guionista <strong>del</strong> cine francésde esa época, Jacques Prévert (1900-1977), y también lo está el periodismofotográfico <strong>en</strong> la figura de H<strong>en</strong>ri Carder-Bresson (1908).Con todo, esos movimi<strong>en</strong>tos eran sólo manifestaciones de la revoluciónvanguardista que se había registrado <strong>en</strong> las artes mayores antes de que sehiciera añicos el mundo cuya desintegración expresaban. Cabe destacar tresaspectos principales de esa revolución de la era de los cataclismos: el vanguardismose integró <strong>en</strong> la cultura institucionalizada; pasó a formar parte, alm<strong>en</strong>os parcialm<strong>en</strong>te, de la vida cotidiana; y, tal vez lo más importante, experim<strong>en</strong>tóuna espectacular politización, posiblem<strong>en</strong>te mayor que la <strong>del</strong> arte <strong>en</strong>ninguna época desde la era de las revoluciones. A pesar de ello, no hay queolvidar que durante todo ese período permaneció al marg<strong>en</strong> de los gustos ylas preocupaciones de la gran masa de la población, incluso <strong>en</strong> los paísesoccid<strong>en</strong>tales, aunque influía <strong>en</strong> ella más de lo que el propio público reconocía.Salvo por lo que se refiere a una minoría, más amplia que antes de 1914,no era lo que le gustaba a la mayor parte de la g<strong>en</strong>te.Afirmar que el nuevo vanguardismo se transformó <strong>en</strong> un elem<strong>en</strong>to c<strong>en</strong>tral<strong>del</strong> arte institucionalizado no equivale a decir que desplazara a las formasclásicas ni a las de moda, sino que las complem<strong>en</strong>tó, y se convirtió <strong>en</strong>una prueba de un serio interés por las cuestiones culturales. El repertoriooperístico internacional siguió si<strong>en</strong>do fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te el mismo que <strong>en</strong> laera <strong>del</strong> imperialismo, <strong>en</strong> la que prevalecían compositores nacidos a principios<strong>del</strong> dec<strong>en</strong>io de 1860 (Richard Strauss, Mascagni) o incluso antes (Puccini,Leoncavallo, Janacek), <strong>en</strong> los límites extremos de la «modernidad», talcomo, <strong>en</strong> términos g<strong>en</strong>erales, sigue ocurri<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la actualidad. 3Fue el gran empresario ruso Sergei Diághilev (1872-1929) el que transformóel ballet, compañero tradicional de la ópera, <strong>en</strong> una manifestacióndecididam<strong>en</strong>te vanguardista, sobre todo durante la primera guerra mundial.Desde que hiciera su producción de Parade, pres<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> 1917 <strong>en</strong> París(con diseños de Picasso, música de Satie, libreto de Jean Cocteau y notas <strong>del</strong>programa a cargo de Guillaume Apollinaire), se hizo obligado contar con3. Salvo raras excepciones —Alban Berg, B<strong>en</strong>jamin Britt<strong>en</strong>—, las principales creacionespara la esc<strong>en</strong>a musical realizadas después de 1918, por ejemplo La ópera de cuatro cuartos,Grandeza y decad<strong>en</strong>cia de la ciudad de Mahagonny o Porgy y Bess, no fueron escritas para losteatros de ópera oficiales.


186 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESdecorados de cubistas como Georges Braque (1882-1963) y Juan Gris (1887-1927), y música escrita, o reescrita, por Stravinsky, Falla, Milhaud y Poul<strong>en</strong>c.Al mismo tiempo, se modernizaron conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te los estilos <strong>del</strong>a danza y la coreografía. Antes de 1914, los filisteos habían abucheado la«Exposición Postimpresionista», al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Gran Bretaña, y Stravinskysembraba escándalos por doquier, como sucedió con el Armory Show <strong>en</strong>Nueva York y <strong>en</strong> otros lugares. Después de la guerra, los filisteos <strong>en</strong>mudecíanante las exhibiciones provocativas de «modernidad», las declaracionesde indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia con respecto al desacreditado mundo anterior a la guerra ylos manifiestos de revolución cultural. A través <strong>del</strong> ballet moderno, y graciasa su combinación excepcional de esnobismo, magnetismo de la moda y elitismoartístico, el vanguardismo consiguió superar su aislami<strong>en</strong>to. Un conocidorepres<strong>en</strong>tante <strong>del</strong> periodismo cultural británico de los años veinte escribióque, gracias a Diághilev, «el gran público ha disfrutado de los decoradosrealizados por los mejores y más ridiculizados pintores <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to. Nos haofrecido música moderna sin lágrimas y pintura moderna sin risas» (Mortimer,1925).El ballet de Diághilev fue sólo un medio para difundir el arte vanguardista,cuyas manifestaciones no eran idénticas <strong>en</strong> todos los países. El vanguardismoque se difundió por el mundo occid<strong>en</strong>tal no fue siempre el mismopues, aunque París mant<strong>en</strong>ía la hegemonía <strong>en</strong> muchas de las manifestacionesde la cultura de elite, hegemonía reforzada después de 1918 con la llegadade expatriados norteamericanos (la g<strong>en</strong>eración de Hemingway y ScottFitzgerald), <strong>en</strong> el viejo mundo ya no existía una cultura unificada. En Europa,París t<strong>en</strong>ía que competir con el eje Moscú-Berlín, hasta que los triunfosde Stalin y Hitler acallaron o dispersaron a los vanguardistas rusos y alemanes.En los restos de lo que habían sido los imperios austriaco y otomano, laliteratura siguió un camino propio, aislado por unas l<strong>en</strong>guas que nadie se preocupóde traducir, de manera rigurosa y sistemática, hasta la época de ladiaspora antifascista de los años treinta. El extraordinario florecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>a poesía <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua española a ambos lados <strong>del</strong> Atlántico ap<strong>en</strong>as tuvo repercusionesinternacionales hasta que la guerra civil española de 1936-1939 ladio a conocer al mundo. Incluso las artes m<strong>en</strong>os afectadas por la torre deBabel, las relacionadas con la vista y el sonido, fueron m<strong>en</strong>os internacionalesde lo que cabría p<strong>en</strong>sar, como lo muestra la difer<strong>en</strong>te proyección de unafigura como Hindemith d<strong>en</strong>tro y fuera de Alemania, o de Poul<strong>en</strong>c <strong>en</strong> y fuerade Francia. Ingleses cultos, amantes de las artes y familiarizados incluso conlas figuras secundarias de la École de Paris <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras, podíanno haber oído hablar de pintores expresionistas alemanes tan importantescomo Nolde y Franz Marc.Sólo dos de las manifestaciones artísticas de vanguardia, el cine y el jazz,conseguían suscitar la admiración de los abanderados de las novedades artísticas<strong>en</strong> todos los países, y ambas procedían <strong>del</strong> nuevo mundo. La vanguardiaadoptó el cine durante la primera guerra mundial, tras haberlo desdeñadocon anterioridad (véase La era <strong>del</strong> imperio). A partir de <strong>en</strong>tonces, no sólo fue


LAS ARTES, 1914-1945 187imprescindible admirar este arte, y sobre todo a su personalidad más destacada,Charles Chaplin (a qui<strong>en</strong> prácticam<strong>en</strong>te todos los poetas modernos quese preciaban le dedicaron una composición), sino que los mismos artistasvanguardistas se dedicaron al cine, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la Alemania de Weimary <strong>en</strong> la Rusia soviética, donde llegaron a dominar la producción. El canon <strong>del</strong>as «películas de arte» que se suponía que los cinefilos debían admirar <strong>en</strong>pequeños templos cinematográficos especializados, <strong>en</strong> cualquier punto <strong>del</strong>globo, estaba formado básicam<strong>en</strong>te por esas creaciones vanguardistas. Elacorazado Potemkin, dirigida <strong>en</strong> 1925 por Sergei Eis<strong>en</strong>stein (1898-1948), eraconsiderada la obra más importante de todos los tiempos. De la secu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>a escalinata de Odessa, que nadie que haya visto esta película —como <strong>en</strong> micaso, <strong>en</strong> un cine vanguardista de Charing Cross <strong>en</strong> los años treinta— podráolvidar jamás, se ha dicho que es «la secu<strong>en</strong>cia clásica <strong>del</strong> cine mudo y, posiblem<strong>en</strong>te,los seis minutos que más influ<strong>en</strong>cia han t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong>cine» (Manvell, 1944, pp. 47-48).Desde mediados de los años treinta los intelectuales favorecieron el cinepopulista francés de R<strong>en</strong>e Clair, Jean R<strong>en</strong>oir (no <strong>en</strong> vano era el hijo <strong>del</strong> pintor),Marcel Carné, el ex surrealista Prévert, y Auric, antiguo miembro <strong>del</strong>grupo musical vanguardista «Les Six». Como afirmaban los críticos no intelectuales,las obras de estos autores no eran tan divertidas, pero sin duda<strong>en</strong>cerraban mayor valor artístico que la mayoría de las producciones, por log<strong>en</strong>eral realizadas <strong>en</strong> Hollywood, que ci<strong>en</strong>tos de millones de personas(incluidos los intelectuales) veían cada semana <strong>en</strong> las salas cinematográficas,cada vez mayores y más lujosas. Por otra parte, los empresarios de Hollywood,con su s<strong>en</strong>tido práctico, compr<strong>en</strong>dieron casi tan rápidam<strong>en</strong>te comoDiághilev que el vanguardismo podía reportarles b<strong>en</strong>eficios. El «tío» CariLaemmle, jefe de los estudios Universal, y tal vez uno de los magnates deHollywood con m<strong>en</strong>os ambiciones intelectuales, regresaba de las visitasanuales a su Alemania natal con las ideas y los hombres más <strong>en</strong> boga, con elresultado de que el producto característico de sus estudios, las películas deterror (Frank<strong>en</strong>stein, Drácula, etc.), fuese <strong>en</strong> ocasiones copia fiel de losmo<strong>del</strong>os expresionistas alemanes. La aflu<strong>en</strong>cia hacia el otro lado <strong>del</strong> Atlánticode directores proced<strong>en</strong>tes de Europa c<strong>en</strong>tral, como Lang, Lubitsch y Wilder,casi todos ellos valorados como intelectuales <strong>en</strong> sus lugares de orig<strong>en</strong>,influyó notablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el mismo Hollywood, por no hablar de la aportaciónde técnicos como Karl Freund (1890-1969) o Eug<strong>en</strong> Schufftan (1893-1977).Sin embargo, la evolución <strong>del</strong> cine y de las artes populares será analizadamás a<strong>del</strong>ante.El «jazz» de la «era <strong>del</strong> jazz», es decir, una combinación de espiritualesnegros, música de baile de ritmo sincopado y una instrum<strong>en</strong>tación pococonv<strong>en</strong>cional según los cánones tradicionales, contó con la aprobación unánimede los seguidores <strong>del</strong> vanguardismo, no tanto por méritos propioscomo porque era otro símbolo de la modernidad, de la era de la máquinay de la ruptura con el pasado; <strong>en</strong> suma, un nuevo manifiesto de la revolucióncultural. Los compon<strong>en</strong>tes de la Bauhaus se fotografiaron con un saxo-


188 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESfon. Hasta la segunda mitad <strong>del</strong> siglo fue difícil percibir <strong>en</strong>tre los intelectualesreconocidos, vanguardistas o no, una auténtica pasión por el tipo dejazz que hoy <strong>en</strong> día es considerado como una de las principales aportacionesde los Estados Unidos a la música <strong>del</strong> siglo xx. Los que lo cultivaron, comome ocurrió a mí tras la visita de Duke Ellington a Londres <strong>en</strong> 1933, eran unapequeña minoría.Fuera cual fuese la variante local de la modernidad, <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerrasse convirtió <strong>en</strong> el distintivo de cuantos pret<strong>en</strong>dían demostrar que eranpersonas cultas y que estaban al día. Con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de si gustaban o no,o de si se habían leído, visto u oído, era inconcebible no hablar con conocimi<strong>en</strong>tode las obras de los personajes famosos (<strong>en</strong>tre los estudiantes inglesesde literatura de la primera mitad de los años treinta, de T. S. Eliot, EzraPound, James Joyce y D. H. Lawr<strong>en</strong>ce). Lo que resultó tal vez más interesantefue que la vanguardia cultural de cada país reescribiera o reinterpretara elpasado para adecuarlo a las exig<strong>en</strong>cias contemporáneas. A los ingleses seles pidió que olvidaran por completo a Milton y T<strong>en</strong>nyson y que admiras<strong>en</strong>a John Donne. El crítico literario británico más influy<strong>en</strong>te <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to,F. R. Leavis, que procedía de Cambridge, elaboró incluso un catálogo de lanovelística inglesa que era lo contrario de lo que debe ser un canon, puesomitía <strong>en</strong> la sucesión histórica todo aquello que no le gustaba, por ejemplo,todas las obras de Dick<strong>en</strong>s a excepción de una novela, Tiempos difíciles, consideradahasta <strong>en</strong>tonces como una obra m<strong>en</strong>or <strong>del</strong> maestro. 4Para los amantes de la pintura española, Murillo había pasado de moday era obligado admirar al Greco. Pero, sobre todo, cuanto t<strong>en</strong>ía que ver conla era <strong>del</strong> capitalismo y con la era <strong>del</strong> imperio (salvo el arte vanguardista)no sólo era rechazado, sino que acabó resultando prácticam<strong>en</strong>te invisible.Este hecho lo demuestra no sólo el desc<strong>en</strong>so <strong>en</strong> picado de los precios de lapintura académica <strong>del</strong> siglo xix (y el aum<strong>en</strong>to, aún moderado, <strong>del</strong> precio <strong>del</strong>os cuadros de los impresionistas y de los modernistas tardíos), sino la imposibilidadvirtual de v<strong>en</strong>der esas obras hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trado el dec<strong>en</strong>io de 1960.El mero int<strong>en</strong>to de conceder cierto mérito a la arquitectura victoriana se considerabacomo una of<strong>en</strong>sa <strong>del</strong>iberada al auténtico bu<strong>en</strong> gusto y se asociabacon una m<strong>en</strong>talidad reaccionaria. El autor de este libro, que creció <strong>en</strong>tre losgrandes monum<strong>en</strong>tos arquitectónicos de la burguesía liberal que rodean elcasco antiguo de Vi<strong>en</strong>a, apr<strong>en</strong>dió, mediante una especie de osmosis cultural,que había que considerarlos falsos, pomposos, o ambas cosas. De hecho, lademolición masiva de esos edificios no se produjo hasta los años cincu<strong>en</strong>ta yses<strong>en</strong>ta, la década más desastrosa de la arquitectura moderna, lo que explicaque hasta 1958 no se estableciera <strong>en</strong> Gran Bretaña una Sociedad Victorianapara proteger los edificios <strong>del</strong> período 1840-1914 (más de veinticinco añosdespués de que se creara un «Grupo Georgiano» para proteger el legado <strong>del</strong>siglo xviu, mucho m<strong>en</strong>os d<strong>en</strong>ostado).4. Para ser justos hay que decir que finalm<strong>en</strong>te el doctor Leavis, si bi<strong>en</strong> con cierta retic<strong>en</strong>cia,acabó dedicando algunos elogios al gran escritor.


LAS ARTES, 1914-1945 189La influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> vanguardismo <strong>en</strong> el cine comercial indica que la«modernidad» empezaba a dejar su impronta <strong>en</strong> la vida cotidiana. Lo hizo demanera indirecta, a través de creaciones que el público <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral no considerabacomo «arte» y que, por tanto, no se juzgaban conforme a criteriosapriorísticos <strong>del</strong> valor estético, sobre todo a través de la publicidad, el diseñoindustrial, los impresos y gráficos comerciales y los objetos. Así, de <strong>en</strong>trelos símbolos de la modernidad, la famosa silla de tubos de acero (1925-1929)ideada por Marcel Breuer t<strong>en</strong>ía un importante cont<strong>en</strong>ido ideológico y estético(Giedion, 1948, pp. 488-495). Y, sin embargo, no tuvo <strong>en</strong> el mundo modernoel valor de un manifiesto, sino el de una modesta silla plegable universalm<strong>en</strong>teconocida. No cabe duda de que, a m<strong>en</strong>os de veinte años <strong>del</strong> estallidode la primera guerra mundial, la vida urbana <strong>del</strong> mundo occid<strong>en</strong>tal estabavisiblem<strong>en</strong>te marcada por la modernidad, incluso <strong>en</strong> países como EstadosUnidos y el Reino Unido, que <strong>en</strong> los años veinte lo rechazaban de plano. Lasformas aerodinámicas, que se impusieron <strong>en</strong> el diseño norteamericano a partirde los primeros años de la década de los treinta, aplicadas incluso a productosnada adecuados a ellas, evocaban al futurismo italiano. El estilo ArtDéco (desarrollado a partir de la Exposición Internacional de Artes Decorativas,celebrada <strong>en</strong> París <strong>en</strong> 1925) moderó la angulosidad y la abstracciónmodernas. La revolución de las ediciones <strong>en</strong> rústica ocurrida <strong>en</strong> los añostreinta (P<strong>en</strong>guin Books) se <strong>en</strong>riquecía con la tipografía vanguardista de JanTschichold (1902-1974). El asalto directo de la modernidad se había evitadotodavía. Fue después de la segunda guerra mundial cuando el llamado «estilointernacional» de la arquitectura moderna transformó el <strong>en</strong>torno urbano,aunque sus propagandistas y repres<strong>en</strong>tantes principales —Gropius, Le Corbusier,Mies van der Rohe, Frank Lloyd Wright, etc.— llevaban ya muchotiempo trabajando. Salvo algunas excepciones, la mayoría de los edificiospúblicos, incluidos los proyectos de vivi<strong>en</strong>das sociales de los ayuntami<strong>en</strong>tosde izquierda, de los que habría sido lógico esperar que simpatizaran con unanueva arquitectura que reflejaba una cierta conci<strong>en</strong>cia social, ap<strong>en</strong>as muestranla influ<strong>en</strong>cia de dicho estilo, excepto <strong>en</strong> su aversión por la decoración.La reconstrucción <strong>en</strong> masa de la «Vi<strong>en</strong>a roja» de la clase trabajadora, <strong>en</strong> losaños veinte, la realizaron arquitectos que ap<strong>en</strong>as son m<strong>en</strong>cionados <strong>en</strong> las historiasde la arquitectura. Por el contrario, la modernidad remo<strong>del</strong>ó muy prontolos pequeños objetos de la vida cotidiana.Es la historia <strong>del</strong> arte la que debe establecer <strong>en</strong> qué medida ello se debió ala her<strong>en</strong>cia de los movimi<strong>en</strong>tos de arts-and-crafts y <strong>del</strong> art nouveau, <strong>en</strong> los queel arte vanguardista se había ori<strong>en</strong>tado a los objetos de uso diario; a los constructivistasrusos, algunos de los cuales revolucionaron <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>te eldiseño de la producción <strong>en</strong> serie; o al hecho de que el purismo vanguardistase adaptara perfectam<strong>en</strong>te a la tecnología doméstica moderna (por ejetnplo, aldiseño de cocinas). Lo cierto es que una institución de corta vida, que se iniciócomo un c<strong>en</strong>tro político y artístico vanguardista, llegó a marcar el estilo dedos g<strong>en</strong>eraciones, tanto <strong>en</strong> la arquitectura como <strong>en</strong> las artes aplicadas. Dichainstitución fue la Bauhaus, la escuela de arte y diseño de Weimar y luego de


190 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESDessau, <strong>en</strong> la Alemania c<strong>en</strong>tral (1919-1933), cuya exist<strong>en</strong>cia coincidió con laRepública de Weimar (fue disuelta por los nacionalsocialistas poco despuésde la subida de Hitler al poder). La lista de nombres vinculados de una u otraforma a la Bauhaus es el Quién es Quién de las artes avanzadas <strong>en</strong>tre el Rin ylos Urales: Gropius y Mies van der Rohe; Lyonel Feininger, Paul Klee y WassilyKandinsky; Malevich, El Lissitzky, Moholy-Nagy, etc. Su influ<strong>en</strong>cia sedebió a esos hombres de tal<strong>en</strong>to y al hecho de que, desde 1921, se apartó <strong>del</strong>as antiguas tradiciones de arts-and-crafts y de bellas artes vanguardistas, parahacer diseños de uso práctico y para la producción industrial: carrocerías deautomóviles (de Gropius), asi<strong>en</strong>tos de aeronaves, gráficos publicitarios (unapasión <strong>del</strong> constructivista ruso El Lissitzky), sin olvidar el diseño de los billetesde uno y de dos millones de marcos <strong>en</strong> 1923, durante el período de la hiperinflaciónalemana.La Bauhaus —como demuestran los problemas que tuvo con políticosque no la veían con simpatía— adquirió la reputación de ser profundam<strong>en</strong>tesubversiva. Es verdad que el arte «serio» de la era de las catástrofes estuvodominado por el compromiso político de uno u otro signo. En los años treintaesto llegó hasta Gran Bretaña, que todavía era un refugio de estabilidadsocial y política <strong>en</strong> medio de la revolución europea, y a los Estados Unidos,alejados de la guerra pero no de la Gran Depresión. El compromiso políticono se reducía <strong>en</strong> modo alguno a la izquierda, aunque los amantes <strong>del</strong> arteradicales <strong>en</strong>contraban difícil, sobre todo <strong>en</strong> su juv<strong>en</strong>tud, concebir que elg<strong>en</strong>io creativo no estuviera unido a las ideas progresistas. Sin embargo, <strong>en</strong> laEuropa occid<strong>en</strong>tal era frecu<strong>en</strong>te <strong>en</strong>contrar, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la literatura,convicciones profundam<strong>en</strong>te reaccionarias, que <strong>en</strong> ocasiones se manifestaban<strong>en</strong> actitudes fascistas. Claro ejemplo de ello son los poetas T. S. Eliot y EzraPound, <strong>en</strong> Gran Bretaña y <strong>en</strong> el exilio; William Butler Yeats (1865-1939) <strong>en</strong>Irlanda; los novelistas Knut Hamsun (1859-1952), fervi<strong>en</strong>te colaborador <strong>del</strong>os nazis, <strong>en</strong> Noruega, D. H. Lawr<strong>en</strong>ce (1859-1930) <strong>en</strong> Gran Bretaña y LouisFerdinard Céline <strong>en</strong> Francia (1894-1961). Dado que el rechazo <strong>del</strong> bolchevismoreunió a emigrantes de diversos credos políticos, no es posible calificarde «reaccionarios» a todos los grandes tal<strong>en</strong>tos de la emigración rusa,aunque algunos de ellos lo eran, o llegarían a serlo.Sin embargo, sí es posible afirmar que <strong>en</strong> el período posterior a la guerramundial y a la revolución de octubre y, <strong>en</strong> mayor medida, durante la épocaantifascista de los años treinta y cuar<strong>en</strong>ta, la vanguardia se sintió principalm<strong>en</strong>teatraída por las posiciones de izquierda, y a m<strong>en</strong>udo de la izquierdarevolucionaria. De hecho, la guerra y la revolución politizaron, tanto <strong>en</strong>Francia como <strong>en</strong> Rusia, a una serie de movimi<strong>en</strong>tos vanguardistas que antesno t<strong>en</strong>ían color político. (Inicialm<strong>en</strong>te, la mayor parte de la vanguardia rusamostró escaso <strong>en</strong>tusiasmo por la revolución de octubre.) La influ<strong>en</strong>cia deL<strong>en</strong>in, además de restituir al marxismo la condición de única teoría e ideologíaimportante de la revolución social <strong>en</strong> el mundo occid<strong>en</strong>tal, consiguió quelos vanguardistas se convirtieran <strong>en</strong> lo que el nacionalsocialismo d<strong>en</strong>ominó,acertadam<strong>en</strong>te, «bolchevismo cultural» (Kulturbolschewismus). El dadaísmo


LAS ARTES. 1914-1945 191estaba a favor de la revolución, y <strong>en</strong> cuanto al movimi<strong>en</strong>to que lo sucedió, elsurrealismo, su única dificultad estribaba <strong>en</strong> decidir con qué grupo de larevolución alinearse: la mayoría <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to escogió a Trotsky fr<strong>en</strong>te aStalin. El eje Berlín-Moscú, que mo<strong>del</strong>ó <strong>en</strong> gran parte la cultura de la Repúblicade Weimar, se sust<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> unas simpatías políticas comunes. Miesvan der Rohe construyó, por <strong>en</strong>cargo <strong>del</strong> Partido Comunista alemán, unmonum<strong>en</strong>to a los líderes espartaquistas asesinados, Karl Liebknecht y RosaLuxemburg. Gropius, Bruno Taut (1880-1938), Le Corbusier, Hannes Meyery muchos otros miembros de la Bauhaus aceptaron <strong>en</strong>cargos <strong>del</strong> estadosoviético —<strong>en</strong> unos mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> que la Gran Depresión hacía que la URSSfuera atractiva para los arquitectos occid<strong>en</strong>tales no sólo por razones ideológicas,sino también profesionales—. Se radicalizó incluso el cine alemán, porlo g<strong>en</strong>eral poco comprometido políticam<strong>en</strong>te. Un bu<strong>en</strong> expon<strong>en</strong>te de ello es elexcel<strong>en</strong>te director G. W. Pabst (1885-1967), más interesado <strong>en</strong> la mujer que<strong>en</strong> los asuntos públicos, y que más tarde no dudaría <strong>en</strong> trabajar con los nazis,pero que <strong>en</strong> los últimos años de la República de Weimar fue autor de algunasde las películas más radicales <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to, como La ópera de cuatro cuartosde Brecht-Weill.El gran drama de los artistas modernos, tanto de izquierdas como dederechas, era que los rechazabn los movimi<strong>en</strong>tos de masas a los que pert<strong>en</strong>ecíany los políticos de esos movimi<strong>en</strong>tos (y, por supuesto, también susadversarios). Con la excepción parcial <strong>del</strong> fascismo italiano, influido por elfuturismo, los nuevos regím<strong>en</strong>es autoritarios, tanto de derechas como deizquierdas, preferían, <strong>en</strong> arquitectura, los edificios y perspectivas monum<strong>en</strong>tales,anticuados y grandiosos; <strong>en</strong> pintura y escultura, las repres<strong>en</strong>tacionessimbólicas; <strong>en</strong> el arte teatral, las interpretaciones elaboradas de los clásicos,y <strong>en</strong> literatura, la moderación ideológica. Hitler era un artista frustrado quefinalm<strong>en</strong>te descubrió a un jov<strong>en</strong> arquitecto compet<strong>en</strong>te, Albert Speer, capazde llevar a la práctica sus proyectos colosales. Sin embargo, ni Mussolini, niStalin, ni Franco, todos los cuales inspiraron sus propios mastodontes arquitectónicos,albergaban inicialm<strong>en</strong>te tal tipo de ambiciones personales. Enconsecu<strong>en</strong>cia, ni el vanguardismo alemán ni el ruso sobrevivieron a la llegadaal poder de Hitler y de Stalin, y los dos países, punta de lanza de lomás progresista y distinguido de las artes de los años veinte, desaparecieronprácticam<strong>en</strong>te de la esc<strong>en</strong>a cultural.Desde nuestro punto de vista podemos apreciar mejor que sus contemporáneosel desastre cultural que supuso el triunfo de Hitler y de Stalin, esdecir, hasta qué punto las artes vanguardistas hundían sus raíces <strong>en</strong> el suelorevolucionario de Europa c<strong>en</strong>tral y ori<strong>en</strong>tal. Lo mejor de las artes parecíaproceder de los lugares sacudidos por la revolución. No era sólo que las autoridadesculturales de los regím<strong>en</strong>es políticos revolucionarios concedieranmayor reconocimi<strong>en</strong>to oficial (esto es, mayor apoyo material) a los artistasrevolucionarios que los regím<strong>en</strong>es conservadores a los que sustituían, auncuando sus autoridades políticas mostraran escaso <strong>en</strong>tusiasmo por sus obras.Anatol Lunacharsky, «Comisario de Educación», fom<strong>en</strong>tó el vanguardismo,


192 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESpese a que el gusto artístico de L<strong>en</strong>in era bastante conv<strong>en</strong>cional. El gobiernosocialdemócrata de Prusia, antes de ser depuesto (sin oponer resist<strong>en</strong>cia) porlas autoridades <strong>del</strong> Reich alemán <strong>en</strong> 1932, estimuló al director de orquestaradical Otto Klemperer a transformar uno de los teatros de la ópera de Berlín<strong>en</strong> un escaparate de las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias musicales más avanzadas <strong>en</strong>tre 1928 y1931. Sin embargo, parece también que la era de los cataclismos agudizó las<strong>en</strong>sibilidad y ac<strong>en</strong>tuó las pasiones de qui<strong>en</strong>es la vivieron <strong>en</strong> la Europa c<strong>en</strong>traly ori<strong>en</strong>tal. T<strong>en</strong>ían una visión amarga de la vida y, <strong>en</strong> ocasiones, ese mismopesimismo y el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to trágico que lo inspiraba otorgó a algunos autores,que no eran extraordinarios <strong>en</strong> sí mismos, una amarga elocu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> lad<strong>en</strong>uncia. Un bu<strong>en</strong> ejemplo de ello es B. Trav<strong>en</strong>, un insignificante emigranteanarquista bohemio que participó <strong>en</strong> la efímera república soviética deMunich de 1919 y que se dedicó a escribir emotivas historias sobre marinerosy sobre México (la película de Huston El tesoro de Sierra Madre, conHumphrey Bogart como protagonista, se basa <strong>en</strong> una obra suya). Sin ello sunombre se habría mant<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> la oscuridad que merecía. Cuando esos artistasperdían el s<strong>en</strong>tido de que el mundo era insoportable, como le sucedió, porejemplo, al mordaz dibujante satírico alemán George Grosz cuando emigró alos Estados Unidos, sólo quedaba <strong>en</strong> ellos un s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>talismo expresado concierta solv<strong>en</strong>cia técnica.En la era de los cataclismos, el arte vanguardista de la Europa c<strong>en</strong>tral nose caracterizaba por su tono esperanzador, aunque las convicciones ideológicasllevas<strong>en</strong> a sus repres<strong>en</strong>tantes revolucionarios a adoptar una visión optimista<strong>del</strong> futuro. Sus logros principales, que <strong>en</strong> su mayoría datan de los añosanteriores a la supremacía de Hitler y de Stalin —«no sé qué decir sobreHitler», 5 se mofaba el gran autor satírico austríaco Karl Kraus, a qui<strong>en</strong> la primeraguerra mundial no había dejado precisam<strong>en</strong>te sin palabras (Kraus,1922)—, surg<strong>en</strong> <strong>del</strong> apocalipsis y la tragedia: la ópera Wozzek, de AlbanBerg (repres<strong>en</strong>tada por primera vez <strong>en</strong> 1926); La ópera de cuatro cuartos(1928) y Grandeza y decad<strong>en</strong>cia de la ciudad de Mahagonny (1931), deBrecht y Weill; Die Massnahme (1930), de Brecht-Eisler; las historias de Caballeríaroja (1926), de Isaak Babel; la película El acorazado Potemkin(1925), de Eis<strong>en</strong>stein; o Berlín-Alexanderplatz (1929), de Alfred Dóblin. Lacaída <strong>del</strong> imperio de los Habsburgo produjo una gran eclosión literaria, des<strong>del</strong>a d<strong>en</strong>uncia de Karl Kraus <strong>en</strong> Los últimos días de la humanidad (1922),pasando por la ambigua bufonada de Jaroslav Hasek, Av<strong>en</strong>turas <strong>del</strong> vali<strong>en</strong>tesoldado Schwejk <strong>en</strong> tiempos de guerra (1921), hasta el melancólico cantofúnebre de Josef Roth, La marcha de Radetzky (1932) y la reflexión interminablede Robert Musil, El hombre sin atributos (1930). Ningún acontecimi<strong>en</strong>topolítico <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong> ha t<strong>en</strong>ido una repercusión tan profunda <strong>en</strong> laimaginación creativa, aunque la revolución y la guerra civil <strong>en</strong> Irlanda (1916-1922), <strong>en</strong> la figura de O'Casey, y, de manera más simbólica, la revolución5. «Mir fallt zu Hitíer nichts ein». Esto no impidió a Kraus, tras un largo sil<strong>en</strong>cio, escribirvarios c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de páginas sobre el tema, que sobrepasaron sus posibilidades.


LAS ARTES, 1914-1945 193mexicana (1910-1920), a través de sus muralistas, fueron una fu<strong>en</strong>te de inspiraciónartística <strong>en</strong> sus respectivos países. (En cambio, no puede decirse lomismo de la revolución rusa.) Un imperio destinado a desaparecer como metáforade la propia elite cultural occid<strong>en</strong>tal debilitada y decad<strong>en</strong>te: estas imág<strong>en</strong>eshan poblado desde tiempo inmemorial los rincones más oscuros de laimaginación de la Europa c<strong>en</strong>tral. El fin <strong>del</strong> ord<strong>en</strong> es el tema de las Elegías<strong>del</strong>Duino (1913-1923), <strong>del</strong> gran poeta Rainer Maria Rilke (1875-1926). Otroescritor de Praga <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua alemana, Franz Kafka (1883-1924), expresó uns<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to aún más extremo de la imposibilidad de apreh<strong>en</strong>der la condiciónhumana, tanto individual como colectiva; casi todas sus obras se publicaronpostumam<strong>en</strong>te.Este era, pues, el arte creado<strong>en</strong> los días <strong>en</strong> que el mundo se desplomaba<strong>en</strong> la hora <strong>en</strong> que cedieron los cimi<strong>en</strong>tos de la Tierra<strong>en</strong> palabras <strong>del</strong> poeta y estudioso de los clásicos A. E. Housman, qui<strong>en</strong> nadat<strong>en</strong>ía que ver con el vanguardismo (Housman, 1988, p. 138). Este era el artecuya visión era la <strong>del</strong> «ángel de la historia», que el marxista judeoalemánWalter B<strong>en</strong>jamin (1892-1940) dijo reconocer <strong>en</strong> el cuadro de Paul KleeÁngelus Novus:Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiestauna cad<strong>en</strong>a de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablem<strong>en</strong>teruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bi<strong>en</strong> quisiera él det<strong>en</strong>erse, despertara los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla unhuracán que se ha <strong>en</strong>redado <strong>en</strong> sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya nopuede cerrarlas. Este huracán le empuja irret<strong>en</strong>iblem<strong>en</strong>te hacia el futuro, al cualda la espalda, mi<strong>en</strong>tras que los montones de ruinas crec<strong>en</strong> ante él hasta el cielo.Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso (B<strong>en</strong>jamin, 1990a, tesis 9de Tesis de filosofía de la historia).Al oeste de la zona donde se registraban el colapso y la revolución, el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tode un desastre ineludible era m<strong>en</strong>os pronunciado, pero el futuro parecíaigualm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>igmático. Pese al trauma de la primera guerra mundial, lacontinuidad con el pasado no se rompió de manera evid<strong>en</strong>te hasta los añostreinta, el dec<strong>en</strong>io de la Gran Depresión, el fascismo y la am<strong>en</strong>aza de unanueva guerra. 6 Aun así, el ánimo de los intelectuales occid<strong>en</strong>tales parecem<strong>en</strong>os desesperado y más confiado, visto desde nuestra perspectiva, que elde los de la Europa c<strong>en</strong>tral, que vivían dispersos y aislados desde Moscú a6. De hecho, las principales obras literarias que se hacían eco de los sucesos de la primeraguerra mundial no empezaron a darse a conocer hasta los últimos años de la década de 1920,cuando, <strong>en</strong> un plazo de dieciocho meses, se v<strong>en</strong>dieron dos millones y medio de ejemplares, <strong>en</strong>veinticinco idiomas, de la obra de Erich Maria Remarque Sin novedad <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te (1929, llevadaal cine <strong>en</strong> Hollywood <strong>en</strong> 1930).


194 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESHollywood, o que el de los cautivos de la Europa ori<strong>en</strong>tal, acallados por elfracaso y el terror. Todavía se s<strong>en</strong>tían def<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do unos valores am<strong>en</strong>azadospero que aún no habían sido destruidos, para revitalizar lo que aún estabavivo <strong>en</strong> su sociedad, transformándola si era necesario. Como veremos (capítuloXVIII), la ceguera occid<strong>en</strong>tal ante los errores de la Unión Soviéticaestalinista se debía, <strong>en</strong> gran medida, a la convicción de que, después de todo,ésta repres<strong>en</strong>taba los valores de la Ilustración fr<strong>en</strong>te a la desintegración de larazón; <strong>del</strong> «progreso» <strong>en</strong> el viejo y s<strong>en</strong>cillo s<strong>en</strong>tido, mucho m<strong>en</strong>os problemáticoque «el huracán que sopla desde el paraíso» de Walter B<strong>en</strong>jamin. Sólolos más reaccionarios t<strong>en</strong>ían la s<strong>en</strong>sación de que el mundo era una tragediaincompr<strong>en</strong>sible, o, como diría el mejor novelista británico de este período,Evelyn Waugh, una comedia de humor negro para estoicos; o, según el novelistafrancés Louis Ferdinand Céline, una pesadilla incluso para los cínicos.Aunque el más brillante e intelig<strong>en</strong>te de los jóv<strong>en</strong>es poetas vanguardistasbritánicos <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to, W. H. Aud<strong>en</strong> (1907-1973), percibía la historia con uns<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to trágico —Spain, Palais des Beaux Arts—, el grupo que él <strong>en</strong>cabezabaconsideraba aceptable la condición humana. La impresión que transmitíanlos artistas británicos más destacados de la vanguardia, el escultorH<strong>en</strong>ry Moore (1898-1986) y el compositor B<strong>en</strong>jamin Britt<strong>en</strong> (1913-1976),era que de bu<strong>en</strong>a gana habrían ignorado la crisis mundial si no les hubieraafectado. Pero les afectaba.El arte vanguardista seguía si<strong>en</strong>do un concepto confinado a la culturade Europa y a sus anexos y dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias, e incluso allí, los avanzados <strong>en</strong>las fronteras de la revolución artística seguían volvi<strong>en</strong>do la vista con nostalgiahacia París y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or grado, y sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, a Londres. 7 Sinembargo, todavía no miraban hacia Nueva York. Esto significa que la vanguardiano europea era prácticam<strong>en</strong>te inexist<strong>en</strong>te fuera <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>tal,donde se había afianzado firmem<strong>en</strong>te tanto <strong>en</strong> la experim<strong>en</strong>taciónartística como <strong>en</strong> la revolución social. Los repres<strong>en</strong>tantes más destacadosde ese período, los pintores muralistas de la revolución mexicana, sólo discrepabanacerca de Stalin y Trotsky, pero no sobre Zapata y L<strong>en</strong>in, a qui<strong>en</strong>Diego Rivera (1886-1957) se empeñó <strong>en</strong> incluir <strong>en</strong> un fresco destinado alnuevo C<strong>en</strong>tro Rockefeller de Nueva York (un monum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> Art Décosuperado solam<strong>en</strong>te por el edificio de la Chrysler), para disgusto de losRockefeller.Aun así, para la mayoría de los artistas <strong>del</strong> mundo no occid<strong>en</strong>tal el principalproblema residía <strong>en</strong> la modernidad y no <strong>en</strong> el vanguardismo. ¿Cómoiban los escritores a convertir las l<strong>en</strong>guas vernáculas habladas <strong>en</strong> idiomasliterarios flexibles y válidos para el mundo contemporáneo, al igual que7. El escritor arg<strong>en</strong>tino Jorge Luis Borges (1899-1986) era un fervi<strong>en</strong>te anglofilo y conocedorde lo inglés; el extraordinario poeta griego de Alejandría C. P. Cavafis (I863-I933) habíaadoptado el inglés como l<strong>en</strong>gua principal, al igual que Fernando Pessoa (1888-1935), el poetaportugués más importante <strong>del</strong> siglo. Es conocida, también, la influ<strong>en</strong>cia de Kipling sobre BertoltBrecht.


LAS ARTES. 1914-1945 195habían hecho los b<strong>en</strong>galíes de la India a partir de mediados <strong>del</strong> siglo xix?¿Cómo conseguirían los hombres (y tal vez, <strong>en</strong> esos nuevos tiempos, lasmujeres) escribir poesía <strong>en</strong> urdu, <strong>en</strong> lugar de utilizar el persa clásico, quehabía sido la l<strong>en</strong>gua obligada hasta este mom<strong>en</strong>to; <strong>en</strong> turco, <strong>en</strong> lugar de <strong>en</strong> elárabe clásico que la revolución de Atatürk había arrojado al cubo de la basurade la historia junto con el fez y el velo de las mujeres? ¿Qué habían dehacer con las tradiciones <strong>en</strong> los países de culturas antiguas; con un arte que,aunque atractivo, no pert<strong>en</strong>ecía al siglo xx? Abandonar el pasado resultaba losufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te revolucionario como para hacer que la pugna occid<strong>en</strong>tal deuna fase de la modernidad contra otra pareciera fuera de lugar o inclusoincompr<strong>en</strong>sible, sobre todo cuando el artista moderno solía ser, además, unrevolucionario político. Chéjov y Tolstoi podían parecer mo<strong>del</strong>os más apropiadosque James Joyce para qui<strong>en</strong>es s<strong>en</strong>tían que su misión —y su inspiración—les conducía a «ir a las masas» para pintar una imag<strong>en</strong> realista de sussufrimi<strong>en</strong>tos y ayudarlas a levantarse. Incluso <strong>en</strong> el grupo de escritores japonesesque se internaron <strong>en</strong> la s<strong>en</strong>da de la modernidad a partir de los añosveinte (gracias tal vez al contacto con el futurismo italiano) hubo un fuerte—y a veces, dominante— compon<strong>en</strong>te «proletario», socialista o comunista(Ke<strong>en</strong>e, 1984, capítulo 15). De hecho, el primer gran escritor moderno chino,Lu Hsün (1881-1936), rechazó los mo<strong>del</strong>os occid<strong>en</strong>tales y dirigió su miradaa la literatura rusa, <strong>en</strong> la que «podemos apreciar el alma g<strong>en</strong>erosa de los oprimidos,sus sufrimi<strong>en</strong>tos y sus luchas» (Lu Hsün, 1975, p. 23).Para la mayoría de los tal<strong>en</strong>tos creadores <strong>del</strong> mundo no europeo, que nise limitaban a sus tradiciones ni estaban simplem<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>talizados, latarea principal parecía ser la de descubrir, desvelar y repres<strong>en</strong>tar la realidadcontemporánea de sus pueblos. Su movimi<strong>en</strong>to era el realismo.IIEn cierto s<strong>en</strong>tido, ese deseo unió el arte de Ori<strong>en</strong>te y de Occid<strong>en</strong>te. Cadavez era más pat<strong>en</strong>te que el siglo xx era el siglo de la g<strong>en</strong>te común, y queestaba dominado por el arte producido por ella y para ella. Dos instrum<strong>en</strong>tosinterrelacionados permitieron que este mundo <strong>del</strong> hombre común fuera másvisible que nunca y pudiera ser docum<strong>en</strong>tado: los reportajes y la cámara.Ninguno de los dos era nuevo (véase La era <strong>del</strong> capitalismo, capítulo 15; Laera <strong>del</strong> imperio, capítulo 9), pero ambos vivieron una edad de oro y pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>teconsci<strong>en</strong>te a partir de 1914. Los escritores, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los EstadosUnidos, no sólo registraban los hechos de la vida real, sino que, comoErnest Hemingway (1899-1961), Theodore Dreiser (1871-1945) o SinclairLewis (1885-1951), escribían <strong>en</strong> los periódicos y eran, o habían sido, periodistas.El «reportaje» —es <strong>en</strong> 1929 cuando los diccionarios franceses recog<strong>en</strong>este término por primera vez, y <strong>en</strong> 1931, los ingleses— alcanzó <strong>en</strong> losaños veinte la condición de un género aceptado de literatura y repres<strong>en</strong>tación


196 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESvisual con un cont<strong>en</strong>ido de crítica social, <strong>en</strong> gran medida por influ<strong>en</strong>cia de lavanguardia revolucionaria rusa, que <strong>en</strong>salzaba el valor de los hechos fr<strong>en</strong>te al<strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to popular que la izquierda europea siempre había cond<strong>en</strong>adocomo el opio <strong>del</strong> pueblo. Se atribuye al periodista comunista checo EgonErwin Kisch, que se <strong>en</strong>vanecía de llamarse «El reportero fr<strong>en</strong>ético» (Derras<strong>en</strong>de Reporter, 1925, fue el título <strong>del</strong> primero de una serie de reportajessuyos), el haber puesto de moda el término <strong>en</strong> Europa c<strong>en</strong>tral. Luego se difundió<strong>en</strong>tre la vanguardia occid<strong>en</strong>tal, principalm<strong>en</strong>te gracias al cine. Sus oríg<strong>en</strong>esresultan claram<strong>en</strong>te visibles <strong>en</strong> las secciones <strong>en</strong>cabezadas con los títulos«Noticiario» y «El ojo <strong>en</strong> la cámara» —una alusión al docum<strong>en</strong>talista de vanguardiaDziga Vertov—, intercaladas <strong>en</strong> la narración <strong>en</strong> la trilogía USA deJohn Dos Passos (1896-1970), que corresponde al período de ori<strong>en</strong>tación izquierdista<strong>del</strong> autor. La vanguardia de izquierdas convirtió el «docum<strong>en</strong>tal»<strong>en</strong> un género autónomo, pero <strong>en</strong> los años treinta incluso los profesionalespragmáticos <strong>del</strong> negocio de la información y de las revistas reivindicaron unacondición más intelectual y creativa, elevando algunos noticiarios cinematográficos,que por lo g<strong>en</strong>eral solían ser producciones sin grandes pret<strong>en</strong>sionesdestinadas a rell<strong>en</strong>ar huecos <strong>en</strong> la programación, a la categoría de ambiciososdocum<strong>en</strong>tales sobre «La marcha <strong>del</strong> tiempo», a la vez que adoptaban las innovacionestécnicas de los fotógrafos vanguardistas, como se habían experim<strong>en</strong>tado<strong>en</strong> los años veinte <strong>en</strong> la comunista AIZ, para inaugurar una época doradade las revistas gráficas: Life <strong>en</strong> los Estados Unidos, Picture Post <strong>en</strong> GranBretaña y Vu <strong>en</strong> Francia. Sin embargo, fuera de los países anglosajones, estanueva t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia no florecería hasta después de la segunda guerra mundial.El triunfo <strong>del</strong> nuevo periodismo gráfico no se debe sólo a la labor de loshombres (y de algunas mujeres) intelig<strong>en</strong>tes que descubrieron la fotografíacomo medio de comunicación; a la cre<strong>en</strong>cia ilusoria de que «la cámara nomi<strong>en</strong>te», esto es, que repres<strong>en</strong>ta la «auténtica» verdad; y a los a<strong>del</strong>antos tecnológicosque hicieron posible tomar fotografías instantáneas con nuevascámaras más pequeñas (la Leica, que apareció <strong>en</strong> 1924), sino tal vez antetodo al predominio universal <strong>del</strong> cine. Todo el mundo apr<strong>en</strong>dió a ver la realidada través <strong>del</strong> objetivo de la cámara. Porque aunque aum<strong>en</strong>tó la difusiónde la palabra impresa (acompañada, cada vez más, de fotografías <strong>en</strong> huecograbado,<strong>en</strong> la pr<strong>en</strong>sa s<strong>en</strong>sacionalista), ésta perdió terr<strong>en</strong>o fr<strong>en</strong>te al cine.La era de las catástrofes fue el período de la gran pantalla cinematográfica.A finales de los años treinta, por cada británico que compraba un diario, doscompraban una <strong>en</strong>trada de cine (Stev<strong>en</strong>son, 1984, pp. 396 y 403). Con laprofundización de la crisis económica y el estallido de la guerra, la aflu<strong>en</strong>ciade espectadores a las salas cinematográficas alcanzó los niveles más altos <strong>en</strong>los países occid<strong>en</strong>tales.En los nuevos medios de comunicación visual, el vanguardismo y el artede masas se b<strong>en</strong>eficiaban mutuam<strong>en</strong>te. En los viejos países occid<strong>en</strong>tales, elpredominio de las capas sociales más cultas y un cierto elitismo se dejarons<strong>en</strong>tir incluso <strong>en</strong> el cine, un medio de comunicación de masas. Eso dio lugara una edad de oro <strong>del</strong> cine mudo alemán <strong>en</strong> la época de Weimar, <strong>del</strong> cine


LAS ARTES, 1914-1945 197sonoro francés <strong>en</strong> los años treinta y también <strong>del</strong> cine italiano <strong>en</strong> cuanto selevantó el manto <strong>del</strong> fascismo que había sofocado a sus grandes tal<strong>en</strong>tos. Talvez fue el cine populista francés de los años treinta el que mejor supo conjugarlas aspiraciones culturales de los intelectuales con el deseo de <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> público <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral. Fue el único cine intelectual que nunca olvidóla importancia <strong>del</strong> argum<strong>en</strong>to, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las películas de amor o decrím<strong>en</strong>es, y el único <strong>en</strong> el que t<strong>en</strong>ía cabida el s<strong>en</strong>tido <strong>del</strong> humor. Cuando lavanguardia (política o artística) aplicó por <strong>en</strong>tero sus principios, como ocurriócon el movimi<strong>en</strong>to docum<strong>en</strong>talista o el arte agitprop, sus obras sólo llegarona una pequeña minoría.Sin embargo, lo que da importancia al arte de masas de este período noes la aportación <strong>del</strong> vanguardismo, sino su hegemonía cultural creci<strong>en</strong>te, aunque,como hemos visto, fuera de los Estados Unidos todavía no había escapadoa la tutela de las clases cultas. El arte (o más bi<strong>en</strong> el <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to)que consiguió una situación de predominio fue el que se dirigía a la granmasa de la población, y no sólo al público creci<strong>en</strong>te de las capas medias ymedias bajas, de gustos más tradicionales. Estos gustos dominaban todavía<strong>en</strong> el teatro <strong>del</strong> «bulevar» o <strong>del</strong> «West End» europeos y sus equival<strong>en</strong>tes, alm<strong>en</strong>os hasta que Hitler dispersó a sus realizadores, pero su interés era limitado.La novedad más interesante <strong>en</strong> el panorama cultural de estas capasmedias fue el extraordinario desarrollo de un género que ya antes de 1914había dado señales de vida, sin que pudiera preverse su auge posterior: lasnovelas policiacas. Era un género principalm<strong>en</strong>te británico —quizás comohom<strong>en</strong>aje al Sherlock Holmes de A. Conan Doyle, que adquirió r<strong>en</strong>ombréinternacional <strong>en</strong> el dec<strong>en</strong>io de 1890— y, lo que es más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> granmedida fem<strong>en</strong>ino o académico. La precursora fue Agatha Christie (1891-1976), cuyas obras sigu<strong>en</strong> alcanzando grandes v<strong>en</strong>tas. Las versiones internacionalesde este género se inspiraban <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida <strong>en</strong> el mo<strong>del</strong>o británico,esto es, se ocupaban casi exclusivam<strong>en</strong>te de asesinatos tratados como unjuego de salón que requería simplem<strong>en</strong>te cierto ing<strong>en</strong>io, más que como loselaborados crucigramas con pistas <strong>en</strong>igmáticas que eran una especialidad aúnmás exclusivam<strong>en</strong>te británica. El género hay que considerarlo como una originalinvocación a un ord<strong>en</strong> social am<strong>en</strong>azado, pero todavía <strong>en</strong>tero. El asesinato,principal y casi único <strong>del</strong>ito capaz de hacer interv<strong>en</strong>ir al detective, seproduce <strong>en</strong> un <strong>en</strong>torno ord<strong>en</strong>ado —una casa <strong>en</strong> el campo, o un medio profesionalconocido— y conduce hasta una de esas manzanas podridas que confirmanel bu<strong>en</strong> estado <strong>en</strong> que se halla el resto <strong>del</strong> cesto. El ord<strong>en</strong> se restablecegracias a la intelig<strong>en</strong>cia que para solucionar el problema pone a contribuciónel detective (por lo g<strong>en</strong>eral un hombre) que repres<strong>en</strong>ta por sí mismo el mediosocial. Por ello el investigador privado, a no ser que sea él mismo policía,pert<strong>en</strong>ece a la clase media o alta. Es un género profundam<strong>en</strong>te conservador yexpresa un mundo aún confiado, a difer<strong>en</strong>cia de las novelas de espionaje(género también predominantem<strong>en</strong>te británico), caracterizadas por un ciertohisterismo, y que t<strong>en</strong>drían mucho éxito <strong>en</strong> la segunda mitad <strong>del</strong>


198 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESsiglo. Frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, sus autores, hombres de escaso mérito literario, <strong>en</strong>contraronempleo <strong>en</strong> el servicio secreto de su país. 8Aunque ya <strong>en</strong> 1914 existían <strong>en</strong> diversos países occid<strong>en</strong>tales medios d ecomunicación de masas a escala moderna, su crecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la era de loscataclismos fue espectacular. En los Estados Unidos, la v<strong>en</strong>ta de periódicosaum<strong>en</strong>tó mucho más rápidam<strong>en</strong>te que la población, duplicándose <strong>en</strong>tre1920 y 1950. En ese mom<strong>en</strong>to se v<strong>en</strong>dían <strong>en</strong>tre 300 y 350 periódicos poicadamil habitantes <strong>en</strong> los países «desarrollados», aunque los escandinavosy los australianos consumían todavía más periódicos y los urbanizados británicos,posiblem<strong>en</strong>te porque su pr<strong>en</strong>sa era más de carácter nacional quelocal, compraban la asombrosa cifra de seisci<strong>en</strong>tos ejemplares por cada milhabitantes (UN Statistical Yearbook, 1948). La pr<strong>en</strong>sa interesaba a las personasinstruidas, aunque <strong>en</strong> los países donde la <strong>en</strong>señanza estaba g<strong>en</strong>eralizadahacía lo posible por llegar a las personas m<strong>en</strong>os cultas, introduci<strong>en</strong>do<strong>en</strong> los periódicos fotografías y tiras de historietas, que aún no gozaban de laadmiración de los intelectuales, y utilizando un l<strong>en</strong>guaje expresivo y popular,que evitaba las palabras con demasiadas sílabas. Su influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la literaturano fue desdeñable. En cambio, el cine requería muy escasa instruccióny, desde la introducción <strong>del</strong> sonido a finales de los años veinte, prácticam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>inguna.A difer<strong>en</strong>cia de la pr<strong>en</strong>sa, que <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> mundo interesaba sóloa una pequeña elite, el cine fue, casi desde el principio, un medio internacionalde masas. El abandono <strong>del</strong> l<strong>en</strong>guaje universal <strong>del</strong> cine mudo, con sus códigospara la comunicación transcultural, favoreció probablem<strong>en</strong>te la difusióninternacional <strong>del</strong> inglés hablado y contribuyó a que <strong>en</strong> los años finales <strong>del</strong>siglo xx sea la l<strong>en</strong>gua de comunicación universal. Porque <strong>en</strong> la era dorada deHollywood el cine era un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te norteamericano, salvo <strong>en</strong>Japón, donde se rodaba aproximadam<strong>en</strong>te el mismo número de películas que<strong>en</strong> Estados Unidos. Por lo que se refiere al resto <strong>del</strong> mundo, <strong>en</strong> vísperas de lasegunda guerra mundial, Hollywood producía casi tantas películas como todaslas demás industrias juntas, incluy<strong>en</strong>do la de la India, donde se producían yaunas 170 películas al año para un público tan numeroso como el de Japón ycasi igual al de Estados Unidos. En 1937 se produjeron 567 películas, más dediez a la semana. La difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre la capacidad hegemónica <strong>del</strong> capitalismoy la <strong>del</strong> socialismo burocratizado se aprecia <strong>en</strong> la desproporción <strong>en</strong>tre esacifra y las 41 películas que la URSS decía haber producido <strong>en</strong> 1938. Sinembargo, por razones lingüísticas obvias, un predominio tan extraordinario deuna sola industria no podía durar. En cualquier caso, no sobrevivió a la desintegración<strong>del</strong> studio system, que alcanzó su máximo espl<strong>en</strong>dor <strong>en</strong> ese período8. Los antepasados literarios de la moderna novela policiaca negra eran mucho más plebeyos.Dashiell Hammett (1894-1961) empezó trabajando como ag<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la Pinkerton y publicandosus escritos <strong>en</strong> revistas de poca categoría y, por su parte, el belga Georges Sim<strong>en</strong>on(1903-1989). único escritor que dotó a la novela policiaca de una auténtica calidad literaria, fueun escritor a sueldo autodidacto.


LAS ARTES, 1914-1945 199como una máquina de producir sueños <strong>en</strong> serie, pero que se hundió poco despuésde la segunda guerra mundial.El tercero de los medios de comunicación de masas, la radio, era completam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>uevo. A difer<strong>en</strong>cia de los otros dos, requería la propiedad privadapor parte <strong>del</strong> oy<strong>en</strong>te de lo que era todavía un artilugio complejo y relativam<strong>en</strong>tecaro, y por tanto sólo tuvo éxito <strong>en</strong> los países «desarrollados» másprósperos. En Italia, el número de receptores de radio no superó al de automóvileshasta 1931 (Isola, 1990). En vísperas de la segunda guerra mundial,eran Estados Unidos, Escandinavia, Nueva Zelanda y Gran Bretaña los paísescon un mayor número de aparatos de radio. Sin embargo <strong>en</strong> estos paísesse multiplicaban a una velocidad espectacular, e incluso los más pobres podíanadquirirlos. De los nueve millones de aparatos de radio exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> GranBretaña <strong>en</strong> 1939, la mitad los habían comprado personas que ganaban <strong>en</strong>tre2,5 y 4 libras esterlinas a la semana —un salario modesto—, y otros dosmillones, personas con salarios aún m<strong>en</strong>ores (Briggs, 1961, vol. 2, p. 254). Nodebe sorpr<strong>en</strong>der que la audi<strong>en</strong>cia radiofónica se duplicara <strong>en</strong> los años de laGran Depresión, durante los cuales aum<strong>en</strong>tó proporcionalm<strong>en</strong>te más que <strong>en</strong>cualquier otro período. Puesto que la radio transformaba la vida de los pobres,y sobre todo la de las amas de casa pobres, como no lo había hecho hasta<strong>en</strong>tonces ningún otro ing<strong>en</strong>io. Introducía el mundo <strong>en</strong> sus casas. A partir de<strong>en</strong>tonces, los solitarios nunca volvieron a estar completam<strong>en</strong>te solos, puest<strong>en</strong>ían a su alcance todo lo que se podía decir, cantar o expresar por medio<strong>del</strong> sonido. ¿Cabe sorpr<strong>en</strong>derse de que un medio de comunicación desconocidoal concluir la primera guerra mundial hubiera conquistado ya diezmillones de hogares <strong>en</strong> los Estados Unidos el año de la quiebra de la bolsa,más de veintisiete millones <strong>en</strong> 1939 y más de cuar<strong>en</strong>ta millones <strong>en</strong> 1950?A difer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> cine, o incluso de la pr<strong>en</strong>sa popular, la radio no transformó<strong>en</strong> profundidad la forma <strong>en</strong> que los seres humanos percibían la realidad.No creó modos nuevos de ver o de establecer relaciones <strong>en</strong>tre las impresioness<strong>en</strong>soriales y las ideas (véase La era <strong>del</strong> imperio). Era simplem<strong>en</strong>te unmedio, no un m<strong>en</strong>saje. Pero su capacidad de llegar simultáneam<strong>en</strong>te a millonesde personas, cada una de las cuales se s<strong>en</strong>tía interpelada como un individuo,la convirtió <strong>en</strong> un instrum<strong>en</strong>to de información de masas increíblem<strong>en</strong>tepoderoso y, como advirtieron inmediatam<strong>en</strong>te los gobernantes y los v<strong>en</strong>dedores,<strong>en</strong> un valioso medio de propaganda y publicidad. A principios <strong>del</strong>dec<strong>en</strong>io de 1930, el presid<strong>en</strong>te de los Estados Unidos había descubierto elvalor pot<strong>en</strong>cial de las «charlas junto al fuego» radiofónicas, y el rey de GranBretaña, el <strong>del</strong> m<strong>en</strong>saje navideño (1932 y 1933, respectivam<strong>en</strong>te). Durantela segunda guerra mundial, con su incesante demanda de noticias, la radiodemostró su valor como instrum<strong>en</strong>to político y como medio de información.El número de receptores aum<strong>en</strong>tó considerablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> todos los países <strong>del</strong>a Europa contin<strong>en</strong>tal, excepto <strong>en</strong> los que sufrieron más gravem<strong>en</strong>te los efectosde la guerra (Briggs, 1961, vol. 3, Apéndice C). En algunos casos, la cifra* duplicó con creces. En la mayoría de los países no europeos el increm<strong>en</strong>tofae incluso más pronunciado. Aunque <strong>en</strong> Estados Unidos predominó desde el


200 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESprincipio la radio comercial, la cosa fue distinta <strong>en</strong> otros países porque losgobiernos se resistían a ceder el control de un medio que podía ejercer unainflu<strong>en</strong>cia tan profunda sobre los ciudadanos. La BBC conservó el monopoliopúblico <strong>en</strong> Gran Bretaña. Donde se toleraban emisoras comerciales, seesperaba que éstas acatas<strong>en</strong> las directrices oficiales.Es difícil apreciar las innovaciones de la cultura radiofónica, porquemucho de lo que introdujo —los com<strong>en</strong>tarios deportivos, el boletín informativo,los programas con personajes famosos, las novelas radiofónicas o lasseries de cualquier tipo— se ha convertido <strong>en</strong> elem<strong>en</strong>to habitual de nuestravida cotidiana. El cambio más profundo que conllevó fue el de privatizar yestructurar la vida según un horario riguroso, que desde ese mom<strong>en</strong>to dominóno sólo la esfera <strong>del</strong> trabajo sino también el tiempo libre. Pero, curiosam<strong>en</strong>te,este medio —y, hasta la llegada <strong>del</strong> vídeo, la televisión—, si bi<strong>en</strong>estaba ori<strong>en</strong>tado básicam<strong>en</strong>te al individuo y a la familia, creó también unadim<strong>en</strong>sión pública. Por primera vez <strong>en</strong> la historia, dos desconocidos que se<strong>en</strong>contraban sabían, casi con certeza, lo que la otra persona había escuchado(y luego, lo que había visto) la noche anterior: el concurso, la comedia favorita,el discurso de Winston Churchill o el boletín de noticias.Fue la música la manifestación artística <strong>en</strong> la que la radio influyó de formamás directa, pues eliminó las limitaciones acústicas o mecánicas para ladifusión <strong>del</strong> sonido. La música, la última de las artes <strong>en</strong> escapar de la prisióncorporal que confina la comunicación oral, había iniciado antes de 1914 laera de la reproducción mecánica, con el gramófono, aunque éste no estabatodavía al alcance de las masas. En el período de <strong>en</strong>treguerras, las clasespopulares empezaron a comprar gramófonos y discos, pero el hundimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> mercado de los race records, esto es, de la música típica de la poblaciónpobre, durante la Depresión económica norteamericana, demuestra la fragilidadde esa expansión. Pese a la mejora de su calidad técnica a partir de 1930,el disco t<strong>en</strong>ía sus limitaciones, aunque sólo fuera por su duración. Además,la variedad de la oferta dep<strong>en</strong>día de las v<strong>en</strong>tas. Por vez primera, la radio permitióque un número teóricam<strong>en</strong>te ilimitado de oy<strong>en</strong>tes escuchara músicaa distancia con una duración ininterrumpida de más de cinco minutos. Deeste modo, se convirtió <strong>en</strong> un instrum<strong>en</strong>to único de divulgación de la músicaminoritaria (incluida la clásica) y <strong>en</strong> el medio más eficaz de promocionarla v<strong>en</strong>ta de discos, condición que todavía conserva. La radio no transformó lamúsica —no influyó tanto <strong>en</strong> ella como el teatro o el cine, que pronto apr<strong>en</strong>diótambién a reproducir el sonido— pero la función de la música <strong>en</strong> el mundocontemporáneo, incluy<strong>en</strong>do su función de decorado sonoro de la vidacotidiana, es inconcebible sin ella.Las fuerzas que dominaban las artes populares eran, pues, tecnológicas eindustriales: la pr<strong>en</strong>sa, la cámara, el cine, el disco y la radio. No obstante,desde finales <strong>del</strong> siglo xix un auténtico torr<strong>en</strong>te de innovación creativa autónomahabía empezado a fluir <strong>en</strong> los barrios populares y <strong>del</strong> <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tode algunas grandes ciudades (véase La era <strong>del</strong> imperio). No estaba ni muchom<strong>en</strong>os agotado y la revolución de los medios de comunicación difundió sus


LAS ARTES, 1914-1945 201productos mucho más allá de su medio originario. En ese mom<strong>en</strong>to tomó formael tango arg<strong>en</strong>tino, que se ext<strong>en</strong>dió <strong>del</strong> baile a la canción, alcanzando sumáximo espl<strong>en</strong>dor e influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> los años veinte y treinta. Cuando <strong>en</strong> 1935murió <strong>en</strong> un accid<strong>en</strong>te aéreo su estrella más célebre, Carlos Gar<strong>del</strong> (1890-1935), toda Hispanoamérica lo lloró, y los discos lo convirtieron <strong>en</strong> una pres<strong>en</strong>ciaperman<strong>en</strong>te. La samba, destinada a simbolizar el Brasil como el tangola Arg<strong>en</strong>tina, es el fruto de la democratización <strong>del</strong> carnaval de Río <strong>en</strong> losaños veinte. Sin embargo, el descubrimi<strong>en</strong>to más importante, y de mayorinflu<strong>en</strong>cia a largo plazo, <strong>en</strong> este ámbito fue el <strong>del</strong> jazz, que surgió <strong>en</strong> losEstados Unidos como resultado de la emigración de la población negra <strong>del</strong>os estados sureños a las grandes ciudades <strong>del</strong> medio oeste y <strong>del</strong> noroeste: unarte musical autónomo de artistas profesionales (principalm<strong>en</strong>te negros).La influ<strong>en</strong>cia de algunas de estas innovaciones populares fuera de sumedio originario era aún escasa. No era tampoco tan revolucionaria comollegaría a serlo <strong>en</strong> la segunda mitad <strong>del</strong> siglo, cuando —por poner un ejemplo—el l<strong>en</strong>guaje derivado directam<strong>en</strong>te <strong>del</strong> blues negro norteamericano seconvirtió, con el rock-and-roll, <strong>en</strong> el idioma universal de la cultura juv<strong>en</strong>il.Sin embargo, aunque —salvo <strong>en</strong> el caso <strong>del</strong> cine— el impacto de los mediosde comunicación de masas y de la creación popular no era tan int<strong>en</strong>so comollegaría a serlo <strong>en</strong> la segunda mitad <strong>del</strong> siglo (este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o se analizarámás a<strong>del</strong>ante), ya era notable, <strong>en</strong> cantidad y <strong>en</strong> calidad, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>Estados Unidos, donde empezó a adquirir una indiscutible hegemonía <strong>en</strong> esteámbito gracias a su extraordinario predominio económico, a su firme adhesióna los principios <strong>del</strong> comercio y de la democracia y, después de la GranDepresión, a la influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> populismo de Roosevelt. En la esfera de la culturapopular, el mundo era o norteamericano o provinciano. Con una solaexcepción, ningún otro mo<strong>del</strong>o nacional o regional alcanzó un predominiomundial, aunque algunos tuvieron una notable influ<strong>en</strong>cia regional (por ejemplo,la música egipcia d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mundo islámico) y aunque ocasionalm<strong>en</strong>teuna nota exótica pudiera integrarse <strong>en</strong> la cultura popular internacional, comolos elem<strong>en</strong>tos caribeños y latinoamericanos de la música de baile. Esa únicaexcepción fue el deporte. En esa rama de la cultura popular —¿quién podríanegarle la calidad de arte qui<strong>en</strong> haya visto al equipo brasileño <strong>en</strong> sus días degloria?—, la influ<strong>en</strong>cia de los Estados Unidos se dejó s<strong>en</strong>tir únicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lazona de influ<strong>en</strong>cia política de Washington. Al igual que el cricket sólo es undeporte popular <strong>en</strong> las zonas de influ<strong>en</strong>cia británica, el béisbol sólo se difundióallí donde los marines norteamericanos habían desembarcado alguna vez. Eldeporte que adquirió preemin<strong>en</strong>cia mundial fue el fútbol, como consecu<strong>en</strong>ciade la pres<strong>en</strong>cia económica <strong>del</strong> Reino Unido, que había introducido equiposcon los nombres de empresas británicas, o formados por británicosexpatriados (como el Sao Paulo Athletic Club) desde el polo al ecuador. Estejuego s<strong>en</strong>cillo y elegante, con unas normas y una indum<strong>en</strong>taria poco complicadas,que se podía practicar <strong>en</strong> cualquier espacio más o m<strong>en</strong>os llano de lasmedidas adecuadas, se abrió camino <strong>en</strong> el mundo por méritos propios y, con


2 02 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESla creación <strong>del</strong> Campeonato <strong>del</strong> Mundo <strong>en</strong> 1930 (<strong>en</strong> la que v<strong>en</strong>ció Uruguay)pasó a ser g<strong>en</strong>uinam<strong>en</strong>te internacional.Aun así los deportes de masas, si bi<strong>en</strong> universales, siguieron si<strong>en</strong>do muyprimitivos. Sus practicantes todavía no habían sido absorbidos por la economíacapitalista. Las grandes figuras seguían si<strong>en</strong>do aficionados, al igual que<strong>en</strong> el t<strong>en</strong>is (es decir, asimilados a la condición burguesa tradicional), o profesionalescon un sueldo equival<strong>en</strong>te al de un obrero industrial especializadocomo ocurría <strong>en</strong> el fútbol británico. Para disfrutar <strong>del</strong> espectáculo todavíahabía que ir al estadio, pues la radio sólo podía transmitir la emoción <strong>del</strong> juegoo la carrera mediante el aum<strong>en</strong>to de decibelios <strong>en</strong> la voz <strong>del</strong> com<strong>en</strong>tarista.Todavía faltaban algunos años para que llegara la era de la televisión y <strong>del</strong>os deportistas con sueldos de estrellas de cine. Pero, como veremos (capítulosIX al XI), tampoco tantos años.


Capítulo VIIEL FIN DE LOS IMPERIOSFue <strong>en</strong> 1918 cuando se convirtió <strong>en</strong> un revolucionario terrorista.Su gurú estaba pres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su noche de bodas y <strong>en</strong> los diezaños que transcurrieron hasta la muerte de su esposa, <strong>en</strong> 1928,nunca vivió con ella. Los revolucionarios t<strong>en</strong>ían que respetar unanorma sagrada que estipulaba que no debían frecu<strong>en</strong>tar a lasmujeres ... Recuerdo que me decía que la India alcanzaría lalibertad si luchaba como lo habían hecho los irlandeses. Mi<strong>en</strong>trasestaba con él leí la obra de Dan Bre<strong>en</strong> My Fight for Irish Freedom.Dan Bre<strong>en</strong> era el héroe de Masterda. Dio a su organizaciónel nombre de «Ejército Republicano Indio, sección Chittagong»<strong>en</strong> honor <strong>del</strong> Ejército Republicano Irlandés.KALPANA DUTT (1945, pp. 16-17)La casta superior de los administradores coloniales toleró eincluso al<strong>en</strong>tó la corrupción porque era un sistema poco costosopara controlar a una población levantisca y con frecu<strong>en</strong>cia desafecta.Lo que eso significa es que cuanto un hombre desea (v<strong>en</strong>cer<strong>en</strong> un proceso legal, obt<strong>en</strong>er un contrato con el estado, recibirun regalo de cumpleaños o conseguir un puesto oficial) lopuede alcanzar si hace un favor a aquel que ti<strong>en</strong>e el poder de dary de negar. El «favor» no había de consistir necesariam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>la <strong>en</strong>trega de dinero (eso es burdo y pocos europeos <strong>en</strong> la India<strong>en</strong>suciaban sus manos de esa forma). Podía ser un regalo deamistad y respeto, un acto de. magnánima hospitalidad o la<strong>en</strong>trega de fondos para una «bu<strong>en</strong>a causa», pero, sobre todo,lealtad al raj.M. CARRITT (1985, pp. 63-64)


204 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESEn el curso <strong>del</strong> siglo xix un puñado de países —<strong>en</strong> su mayor parte situadosa orillas <strong>del</strong> Atlántico norte— conquistaron con increíble facilidad elresto <strong>del</strong> mundo no europeo y, cuando no se molestaron <strong>en</strong> ocuparlo y go_bernarlo, establecieron una superioridad incontestada a través de su sistemaeconómico y social, de su organización y su tecnología. El capitalismo y lasociedad burguesa transformaron y gobernaron el mundo y ofrecieron elmo<strong>del</strong>o —hasta 1917 el único mo<strong>del</strong>o— para aquellos que no deseaban verseaplastados o barridos por la historia. Desde 1917 el comunismo soviéticoofreció un mo<strong>del</strong>o alternativo, aunque <strong>en</strong> es<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> mismo tipo, exceptopor el hecho de que prescindía de la empresa privada y de las institucionesliberales. Así pues, la historia <strong>del</strong> mundo no occid<strong>en</strong>tal (o, más exactam<strong>en</strong>te,no noroccid<strong>en</strong>tal) durante el siglo xx está determinada por sus relaciones conlos países que <strong>en</strong> el siglo xix se habían erigido <strong>en</strong> «los señores de la razahumana».Debido a ello, la historia <strong>del</strong> siglo xx aparece sesgada desde el punto devista geográfico, y no puede ser escrita de otra forma por el historiador quequiera c<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> la dinámica de la transformación mundial. Pero eso nosignifica que el historiador comparta el s<strong>en</strong>tido de superioridad condesc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te,etnocéntrico e incluso racista, de los países favorecidos, ni la injustificadacomplac<strong>en</strong>cia que aún es habitual <strong>en</strong> ellos. De hecho, este historiadorrechaza con la máxima firmeza lo que E. P. Thompson ha d<strong>en</strong>ominado «lagran condesc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia» hacia las zonas atrasadas y pobres <strong>del</strong> mundo. Pero,a pesar de ello, lo cierto es que la dinámica de la mayor parte de la historiamundial <strong>del</strong> siglo xx es derivada y no original. Consiste fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los int<strong>en</strong>tos por parte de las elites de las sociedades no burguesas de imitarel mo<strong>del</strong>o establecido <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, que era percibido como el de unassociedades que g<strong>en</strong>eraban el progreso, <strong>en</strong> forma de riqueza, poder y cultura,mediante el «desarrollo» económico y técnico-ci<strong>en</strong>tífico, <strong>en</strong> la variante capitalistao socialista. 1 De hecho sólo existía un mo<strong>del</strong>o operativo: el de la«occid<strong>en</strong>talización», «modernización», o como quiera llamársele. Del mismomodo, sólo un eufemismo político distingue los difer<strong>en</strong>tes sinónimos de«atraso» (que L<strong>en</strong>in no dudó <strong>en</strong> aplicar a la situación de su país y de «lospaíses coloniales y atrasados») que la diplomacia internacional ha utilizadopara referirse al mundo descolonizado («subdesarrollado», «<strong>en</strong> vías de desarrollo»,etc.).1. Hay que señalar que la dicotomía «capitalista»/«socialista» es política más que analítica.Refleja la aparición de movimi<strong>en</strong>tos obreros políticos de masas cuya ideología socialista era,<strong>en</strong> la práctica, la antítesis <strong>del</strong> concepto de la sociedad actual («capitalismo»), A partir de octubrede 1917 se reforzó con la larga guerra fría que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó a las fuerzas rojas y antirrojas. Enlugar de agrupar a los sistemas económicos de Estados Unidos, Corea <strong>del</strong> Sur, Austria, HongKong, Alemania Occid<strong>en</strong>tal y México, por ejemplo, bajo el epígrafe común de «capitalismo»,sería posible clasificarlos <strong>en</strong> varios epígrafes.


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 05El mo<strong>del</strong>o operacional de «desarrollo» podía combinarse con otros conjuntosde cre<strong>en</strong>cias e ideologías, <strong>en</strong> tanto <strong>en</strong> cuanto no interfirieran con él, esdecir, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que el país correspondi<strong>en</strong>te no prohibiera, por ejemplo,la construcción de aeropuertos con el argum<strong>en</strong>to de que no estaban autorizadospor el Corán o la Biblia, o porque estaban <strong>en</strong> conflicto con la tradicióninspiradora de la caballería medieval o eran incompatibles con el espíritu eslavo.Por otra parte, cuando ese conjunto de cre<strong>en</strong>cias se oponían <strong>en</strong> la práctica,y no sólo <strong>en</strong> teoría, al proceso de «desarrollo», el resultado era el fracasoy la derrota. Por profunda y sincera que fuera la convicción de que la magiadesviaría los disparos de las ametralladoras, ello ocurría demasiado raram<strong>en</strong>tecomo para tomarlo <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta. El teléfono y el telégrafo eran un mediomejor de comunicación que la telepatía <strong>del</strong> santón.Esto no implica despreciar las tradiciones, cre<strong>en</strong>cias o ideologías, invariableso modificadas, <strong>en</strong> función de las cuales juzgaban al nuevo mundo <strong>del</strong>«desarrollo» las sociedades que <strong>en</strong>traban <strong>en</strong> contacto con él. Tanto el tradicionalismocomo el socialismo coincidieron <strong>en</strong> detectar el espacio moralvacío exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el triunfante liberalismo económico —y político— capitalista,que destruía todos los vínculos <strong>en</strong>tre los individuos excepto aquellos quese basaban <strong>en</strong> la «inclinación a comerciar» y a perseguir sus satisfacciones eintereses personales de que hablaba Adam Smith. Como sistema moral, comoforma de ord<strong>en</strong>ar el lugar de los seres humanos <strong>en</strong> el mundo y como forma dereconocer qué y cuánto habían destruido el «desarrollo» y el «progreso», lasideologías y los sistemas de valores precapitalistas o no capitalistas eran superiores,<strong>en</strong> muchos casos, a las cre<strong>en</strong>cias que las cañoneras, los comerciantes,los misioneros y los administradores coloniales llevaban consigo. Comomedio de movilizar a las masas de las sociedades tradicionales contra lamodernización, tanto de signo capitalista como socialista, o más exactam<strong>en</strong>tecontra los foráneos que la importaban, podían resultar muy eficaces <strong>en</strong> algunascircunstancias, si bi<strong>en</strong> ninguno de los movimi<strong>en</strong>tos de liberación quetriunfaron <strong>en</strong> el mundo atrasado antes de la década de 1970 se inspiraba <strong>en</strong>una ideología tradicional o neotradicional, aunque uno de ellos, la efímeraagitación Khilafat <strong>en</strong> la India británica (1920-1921), que exigía la preservación<strong>del</strong> sultán turco como califa de todos los crey<strong>en</strong>tes, el mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>imperio turco <strong>en</strong> sus fronteras de 1914 y el control musulmán sobre los santoslugares <strong>del</strong> islam (incluida Palestina), forzó probablem<strong>en</strong>te al vacilanteCongreso Nacional Indio a adoptar una política de no cooperación y de desobedi<strong>en</strong>ciacivil (Minault, 1982). Las movilizaciones de masas más característicasrealizadas bajo los auspicios de la religión —la «Iglesia» conservaba unamayor influ<strong>en</strong>cia que la «monarquía» sobre la g<strong>en</strong>te común— eran accionesde resist<strong>en</strong>cia, a veces t<strong>en</strong>aces y heroicas, como la resist<strong>en</strong>cia campesina a larevolución mexicana secularizadora bajo el estandarte de «Cristo Rey» (1926-1932), que su principal historiador ha descrito <strong>en</strong> términos épicos como «lacrístiada» (Meyer, 1973-1979). El fundam<strong>en</strong>talísmo religioso como fuerzacapaz de movilizar a las masas es un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de las últimas décadas <strong>del</strong>siglo xx, durante las cuales se ha asistido incluso a la revitalización, <strong>en</strong>tre


206 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESalgunos intelectuales, de lo que sus antepasados instruidos habrían calificadocomo superstición y barbarie.En cambio, las ideologías, los programas e incluso los métodos y las formasde organización política <strong>en</strong> que se inspiraron los países dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes parasuperar la situación de dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia y los países atrasados para superar el atraso,eran occid<strong>en</strong>tales: liberales, socialistas, comunistas y/o nacionalistas; laicosy recelosos <strong>del</strong> clericalismo; utilizando los medios desarrollados para losfines de la vida pública <strong>en</strong> las sociedades burguesas: la pr<strong>en</strong>sa, los mítines,los partidos y las campañas de masas, incluso cuando el discurso se expresaba,porque no podía ser de otro modo, <strong>en</strong> el vocabulario religioso usado porlas masas. Esto supone que la historia de qui<strong>en</strong>es han transformado el tercermundo <strong>en</strong> este siglo es la historia de minorías de elite, muy reducidas <strong>en</strong>algunas ocasiones, porque —aparte de que casi <strong>en</strong> ningún sitio existían institucionespolíticas democráticas— sólo un pequeño estrato poseía los conocimi<strong>en</strong>tos,la educación e incluso la instrucción elem<strong>en</strong>tal requeridos. Antes <strong>del</strong>a indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia más <strong>del</strong> 90 por 100 de la población <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>te indioera analfabeta. Y el número de los que conocían una l<strong>en</strong>gua occid<strong>en</strong>tal (elinglés) era todavía m<strong>en</strong>or: medio millón <strong>en</strong> una población de 300 millones depersonas antes de 1914, o lo que es lo mismo, uno de cada 600 habitantes. 2 Enel mom<strong>en</strong>to de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia (1949-1950), incluso la región de la Indiadonde el deseo de instrucción era más int<strong>en</strong>so (B<strong>en</strong>gala occid<strong>en</strong>tal) t<strong>en</strong>ía tansólo 272 estudiantes universitarios por cada 100.000 habitantes, cinco vecesmás que <strong>en</strong> el norte <strong>del</strong> país. Estas minorías insignificantes desde el punto devista numérico ejercieron una extraordinaria influ<strong>en</strong>cia. Los 38.000 parsisde la presid<strong>en</strong>cia de Bombay, una de las principales divisiones de la Indiabritánica a finales <strong>del</strong> siglo xix, más de una cuarta parte de los cuales conocíanel inglés, formaron la elite de los comerciantes, industriales y financieros<strong>en</strong> todo el subcontin<strong>en</strong>te. De los ci<strong>en</strong> abogados admitidos <strong>en</strong>tre 1890 y1900 <strong>en</strong> el tribunal supremo de Bombay, dos llegaron a ser dirig<strong>en</strong>tes nacionalesimportantes <strong>en</strong> la India indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te (Mohandas Karamchand Gandhi yVallabhai Patel) y uno sería el fundador de Pakistán, Muhammad Ali Jinnah(Seal, 1968, p. 884; Misra, 1961, p. 328). La trayectoria de una familia indiacon la que este autor t<strong>en</strong>ía relación ilustra la importancia de la función de estaselites educadas a la manera occid<strong>en</strong>tal. El padre, terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te y próspero abogado,y personaje de prestigio social durante el dominio británico, llegaría a serdiplomático y gobernador de un estado después de 1947. La madre fue la primeramujer ministro <strong>en</strong> los gobiernos provinciales <strong>del</strong> Congreso Nacional Indiode 1947. De los cuatro hijos (todos ellos educados <strong>en</strong> Gran Bretaña), tres ingresaron<strong>en</strong> el Partido Comunista, uno alcanzó el puesto de comandante <strong>en</strong> jefe <strong>del</strong>ejército indio; otra llegó a ser miembro de la asamblea <strong>del</strong> partido; un tercero,después de una accid<strong>en</strong>tada carrera política, llegó a ser ministro <strong>del</strong> gobiernode Indira Gandhi y el cuarto hizo carrera <strong>en</strong> el mundo de los negocios.2. Tomando como base el número de los que recibían educación secundaria de tipo occid<strong>en</strong>tal(Anil Seal, 1971, pp. 21-22).


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 0 7Ello no implica que las elites occid<strong>en</strong>talizadas aceptaran todos los valoresde los estados y las culturas que tomaban como mo<strong>del</strong>o. Sus opinionespersonales podían oscilar <strong>en</strong>tre la actitud asimilacionista al ci<strong>en</strong>to por ci<strong>en</strong>toy una profunda desconfianza hacia Occid<strong>en</strong>te, combinadas con la convicciónde que sólo adoptando sus innovaciones sería posible preservar o restablecerlos valores de la civilización autóctona. El objetivo que se proponía el proyectode «modernización» más ambicioso y afortunado, el de Japón desde larestauración Meiji, no era occid<strong>en</strong>talizar el país, sino hacer al Japón tradicionalviable. De la misma forma, lo que los activistas <strong>del</strong> tercer mundo tomabande las ideologías y programas que adoptaban no era tanto el texto visiblecomo lo que subyacía a él. Así, <strong>en</strong> el período de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, el socialismo(<strong>en</strong> la versión comunista soviética) atraía a los gobiernos descolonizadosno sólo porque la izquierda de la metrópoli siempre había def<strong>en</strong>dido lacausa <strong>del</strong> antiimperialismo, sino también porque veían <strong>en</strong> la URSS el mo<strong>del</strong>opara superar el atraso mediante la industrialización planificada, un problemaque les preocupaba más vitalm<strong>en</strong>te que el de la emancipación de qui<strong>en</strong>espudieran ser descritos <strong>en</strong> su país como «el proletariado» (véanse pp. 352y 376). Análogam<strong>en</strong>te, si bi<strong>en</strong> el Partido Comunista brasileño nunca vaciló<strong>en</strong> su ahesión al marxismo, desde comi<strong>en</strong>zos de la década de 1930 un tipoespecial de nacionalismo desarrollista pasó a ser «un ingredi<strong>en</strong>te fundam<strong>en</strong>tal»de la política <strong>del</strong> partido, «incluso cuando <strong>en</strong>traba <strong>en</strong> conflicto con losintereses obreros considerados con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los demás intereses»(Martins Rodrigues, 1984, p. 437). Fueran cuales fuer<strong>en</strong> los objetivos que demanera consci<strong>en</strong>te o inconsci<strong>en</strong>te pret<strong>en</strong>dieran conseguir aquellos a qui<strong>en</strong>esles incumbía la responsabilidad de trazar el rumbo de la historia <strong>del</strong> mundoatrasado, la modernización, es decir, la imitación de los mo<strong>del</strong>os occid<strong>en</strong>tales,era el instrum<strong>en</strong>to necesario e indisp<strong>en</strong>sable para conseguirlos.La profunda diverg<strong>en</strong>cia de los planteami<strong>en</strong>tos de las elites y de la granmasa de la población <strong>del</strong> tercer mundo hacía que esto fuera más evid<strong>en</strong>te.Sólo el racismo blanco (<strong>en</strong>carnado <strong>en</strong> los países <strong>del</strong> Atlántico norte) suscitabaun res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to que podían compartir los marajás y los barr<strong>en</strong>deros. Sinembargo, ese factor podía resultar m<strong>en</strong>os s<strong>en</strong>tido por unos hombres, y especialm<strong>en</strong>tepor unas mujeres, acostumbrados a ocupar una posición inferior <strong>en</strong>cualquier sociedad, con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> color de su piel. Fuera <strong>del</strong> mundoislámico son raros los casos <strong>en</strong> que la religión común proveía un vínculo deesas características, <strong>en</strong> este caso el de la superioridad fr<strong>en</strong>te a los infieles.IILa economía mundial <strong>del</strong> capitalismo de la era imperialista p<strong>en</strong>etró ytransformó prácticam<strong>en</strong>te todas las regiones <strong>del</strong> planeta, aunque, tras la revoluciónde octubre, se detuvo provisionalm<strong>en</strong>te ante las fronteras de la URSS.Esa es la razón por la que la Gran Depresión de 1929-1933 resultó un hitotan decisivo <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> antiimperialismo y de los movimi<strong>en</strong>tos de libe-


2 08 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESración <strong>del</strong> tercer mundo. Todos los países, con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de su riqueza yde sus características económicas, culturales y políticas, se vieron arrastradoshacia el mercado mundial cuando <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> contacto con las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong>Atlántico norte, salvo <strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que los hombres de negocios y losgobiernos occid<strong>en</strong>tales los consideraron car<strong>en</strong>tes de interés económico, aunquepintorescos, como les sucedió a los beduinos de los grandes desiertosantes de que se descubriera la exist<strong>en</strong>cia de petróleo o gas natural <strong>en</strong> suinhóspito territorio. La posición que se les reservaba <strong>en</strong> el mercado mundialera la de suministradores de productos primarios —las materias primas parala industria y la <strong>en</strong>ergía, y los productos agrícolas y ganaderos— y la dedestinatarios de las inversiones, principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> forma de préstamos alos gobiernos, o <strong>en</strong> las infraestructuras <strong>del</strong> transporte, las comunicacioneso los equipami<strong>en</strong>tos urbanos, sin las cuales no se podían explotar con eficacialos recursos de los países dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. En 1913, más de las tres cuartaspartes de las inversiones británicas <strong>en</strong> los países de ultramar —los británicosexportaban más capital que el resto <strong>del</strong> mundo junto— estaban conc<strong>en</strong>tradas<strong>en</strong> deuda pública, ferrocarriles, puertos y navegación (Brown, 1963,p. 153).La industrialización <strong>del</strong> mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te no figuraba <strong>en</strong> los planes <strong>del</strong>os desarrollados, ni siquiera <strong>en</strong> países como los <strong>del</strong> cono sur de AméricaLatina, donde parecía lógico transformar productos alim<strong>en</strong>tarios locales comola carne, que podía <strong>en</strong>vasarse para que fuera más fácilm<strong>en</strong>te transportada.Después de todo, <strong>en</strong>latar sardinas y embotellar vino de Oporto no habían servidopara industrializar Portugal, y tampoco era eso lo que se pret<strong>en</strong>día. Dehecho, <strong>en</strong> el esquema de la mayoría de los estados y empresarios de los países<strong>del</strong> norte, al mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te le correspondía pagar las manufacturas queimportaba mediante la v<strong>en</strong>ta de sus productos primarios. Tal había sido elprincipio <strong>en</strong> que se había basado el funcionami<strong>en</strong>to de la economía mundialdominada por Gran Bretaña <strong>en</strong> el período anterior a 1914 {La era <strong>del</strong>imperio, capítulo 2) aunque, excepto <strong>en</strong> el caso de los países <strong>del</strong> llamado«capitalismo colonizador», el mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te no era un mercado r<strong>en</strong>tablepara la exportación de productos manufacturados. Los 300 millones dehabitantes <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>te indio y los 400 millones de chinos eran demasiadopobres y dep<strong>en</strong>dían demasiado <strong>del</strong> aprovisionami<strong>en</strong>to local de susnecesidades como para poder comprar productos fuera. Por fortuna para losbritánicos <strong>en</strong> el período de su hegemonía económica la pequeña capacidad dedemanda individual de sus 700 millones de dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes sumaba la riquezasufici<strong>en</strong>te para mant<strong>en</strong>er <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to la industria algodonera <strong>del</strong> Lancashire.Su interés, como el de todos los productores de los países <strong>del</strong> norte,era que el mercado de las colonias dep<strong>en</strong>diera completam<strong>en</strong>te de lo que ellosfabricaban, es decir, que se ruralizaran.Fuera o no este su objetivo, no podrían conseguirlo, <strong>en</strong> parte porque losmercados locales que se crearon como consecu<strong>en</strong>cia de la absorción de laseconomías por un mercado mundial estimularon la producción local de bi<strong>en</strong>esde consumo que resultaban más baratos, y <strong>en</strong> parte porque muchas de


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 0 9las economías de las regiones dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Asia, eranestructuras muy complejas con una larga historia <strong>en</strong> el sector de la manufactura,con una considerable sofisticación y con unos recursos y un pot<strong>en</strong>cialtécnicos y humanos impresionantes. De esta forma, <strong>en</strong> los grandes c<strong>en</strong>tros dedistribución portuarios que pasaron a ser los puntos de contacto por excel<strong>en</strong>cia<strong>en</strong>tre los países <strong>del</strong> norte y el mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te —desde Bu<strong>en</strong>os Airesy Sydney a Bombay, Shanghai y Saigón— se desarrolló una industria localal socaire de la protección temporal de que gozaban fr<strong>en</strong>te a las importaciones,aunque no fuese esta la int<strong>en</strong>ción de sus gobernantes. No tardaronmucho los productores locales de productos textiles de Ahmedabad o Shanghai,ya fueran nativos o repres<strong>en</strong>tantes de empresas extranjeras, <strong>en</strong> com<strong>en</strong>zara abastecer los vecinos mercados indio o chino de los productos dealgodón que hasta <strong>en</strong>tonces importaban <strong>del</strong> distante y caro Lancashire. Esofue lo que ocurrió después de la primera guerra mundial, asestando el golpede gracia a la industria algodonera británica.Sin embargo, cuando consideramos cuan lógica parecía la predicción deMarx respecto a la difusión de la revolución industrial al resto <strong>del</strong> mundo, essorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que antes de que finalizara la era imperialista, e incluso hastalos años set<strong>en</strong>ta, fueran tan pocas las industrias que se habían desplazadohacía otros lugares desde el mundo capitalista desarrollado. A finales de losaños treinta, la única modificación importante <strong>del</strong> mapa mundial de la industrializaciónera la que se había registrado como consecu<strong>en</strong>cia de los planesquinqu<strong>en</strong>ales soviéticos (véase el capítulo II). Todavía <strong>en</strong> 1960 más <strong>del</strong>70 por 100 de la producción bruta mundial y casi el 80 por 100 <strong>del</strong> «valorañadido <strong>en</strong> la manufactura», es decir, de la producción industrial, procedía <strong>del</strong>os viejos núcleos de la industrialización de Europa occid<strong>en</strong>tal y América <strong>del</strong>Norte (N. Harris, 1987, pp. 102-103). Ha sido <strong>en</strong> el último tercio <strong>del</strong> siglocuando se ha producido el gran desplazami<strong>en</strong>to de la industria desde sus antiguosc<strong>en</strong>tros de Occid<strong>en</strong>te hacia otros lugares —incluy<strong>en</strong>do el despegue <strong>del</strong>a industria japonesa, que <strong>en</strong> 1960 únicam<strong>en</strong>te aportaba el 4 por 100 de la producciónindustrial mundial. Sólo <strong>en</strong> los inicios de los años set<strong>en</strong>ta com<strong>en</strong>zaronlos economistas a publicar libros sobre «la nueva división internacional<strong>del</strong> trabajo» o, lo que es lo mismo, sobre el comi<strong>en</strong>zo de la desindustrializaciónde los c<strong>en</strong>tros industriales tradicionales.Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, el imperialismo, la vieja «división internacional <strong>del</strong> trabajo»,t<strong>en</strong>ía una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia intrínseca a reforzar el monopolio de los viejos paísesindustriales. Esto daba pie a los marxistas <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras, a losque se unieron a partir de 1945 diversos «teóricos de la dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia», paraatacar al imperialismo como una forma de perpetuar el atraso de los paísesatrasados. Pero, paradójicam<strong>en</strong>te, era la relativa inmadurez <strong>del</strong> desarrollo <strong>del</strong>a economía capitalista mundial y, más concretam<strong>en</strong>te, de la tecnología <strong>del</strong>transporte y la comunicación, la que impedía que la industria abandonara susnúcleos originarios. En la lógica de la empresa maximizadora de b<strong>en</strong>eficios yde la acumulación de capital no había ningún principio que exigiera el emplazami<strong>en</strong>tode la manufactura de acero <strong>en</strong> P<strong>en</strong>silvania o <strong>en</strong> el Ruhr, aunque no


210 LA ERA DE LAS CATASTROFESpuede sorpr<strong>en</strong>der que los gobiernos de los países industriales, especialm<strong>en</strong>tesi eran proteccionistas o poseían grandes imperios coloniales, trataran portodos los medios de evitar que los posibles competidores perjudicaran a laindustria nacional. Pero incluso los gobiernos imperiales podían t<strong>en</strong>er razonespara industrializar sus colonias, aunque el único que lo hizo sistemáticam<strong>en</strong>tefue Japón, que desarrolló industrias pesadas <strong>en</strong> Corea (anexionada <strong>en</strong> 1911) ycon posterioridad a 1931, <strong>en</strong> Manchuria y Taiwan, porque esas colonias, dotadasde grandes recursos, estaban lo bastante próximas a Japón, país pequeñoy pobre <strong>en</strong> materias primas, como para contribuir directam<strong>en</strong>te a la industrializaciónnacional japonesa. En la India, la más ext<strong>en</strong>sa de todas las colonias,el descubrimi<strong>en</strong>to durante la primera guerra mundial de que no t<strong>en</strong>ía la capacidadnecesaria para garantizar su autosufici<strong>en</strong>cia industrial y la def<strong>en</strong>sa militarse tradujo <strong>en</strong> una política de protección oficial y de participación directa <strong>en</strong>el desarrollo industrial <strong>del</strong> país (Misra, 1961, pp. 239 y 256). Si la guerra hizoexperim<strong>en</strong>tar incluso a los administradores imperiales las desv<strong>en</strong>tajas de lainsufici<strong>en</strong>te industria colonial, la crisis de 1929-1933 les sometió a una granpresión financiera. Al disminuir las r<strong>en</strong>tas agrícolas, el gobierno colonial sevio <strong>en</strong> la necesidad de comp<strong>en</strong>sarlas elevando los aranceles sobre los productosmanufacturados, incluidos los de la propia metrópoli, británica, francesa uholandesa. Por primera vez, las empresas occid<strong>en</strong>tales, que hasta <strong>en</strong>toncesimportaban los productos <strong>en</strong> régim<strong>en</strong> de franquicia arancelaria, tuvieron unpoderoso inc<strong>en</strong>tivo para fom<strong>en</strong>tar la producción local <strong>en</strong> esos mercados marginales(Holland, 1985, p. 13). Pero, a pesar de las repercusiones de la guerray la Depresión, lo cierto es que <strong>en</strong> la primera mitad <strong>del</strong> siglo xx el mundodep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te continuó si<strong>en</strong>do fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te agrario y rural. Esa es larazón por la que el «gran salto a<strong>del</strong>ante» de la economía mundial <strong>del</strong> tercercuarto de siglo significaría para ese mundo un punto de inflexión tan importante.IIIPrácticam<strong>en</strong>te todas las regiones de Asia, África, América Latina y elCaribe dep<strong>en</strong>dían —y se daban cu<strong>en</strong>ta de ello— de lo que ocurría <strong>en</strong> unnúmero reducido de países <strong>del</strong> hemisferio sept<strong>en</strong>trional, pero (dejando aparteAmérica) la mayor parte de esas regiones eran propiedad de esos países oestaban bajo su administración o su dominio. Esto valía incluso para aquellas<strong>en</strong> las que el gobierno estaba <strong>en</strong> manos de las autoridades autóctonas (porejemplo, como «protectorados» de estados regidos por soberanos, ya que se<strong>en</strong>t<strong>en</strong>día que el «consejo» <strong>del</strong> repres<strong>en</strong>tante británico o francés <strong>en</strong> la corte <strong>del</strong>emir, bey, raja, rey o sultán local era de obligado cumplimi<strong>en</strong>to); e incluso<strong>en</strong> países formalm<strong>en</strong>te indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes como China, donde los extranjerosgozaban de derechos extraterritoriales y supervisaban algunas de las funcioneses<strong>en</strong>ciales de los estados soberanos, como la recaudación de impuestos.Era inevitable que <strong>en</strong> esas zonas se planteara la necesidad de liberarse de la


EL FIN DE LOS IMPERIOS 21 1dominación extranjera. No ocurría lo mismo <strong>en</strong> América C<strong>en</strong>tral y <strong>del</strong> Sur,donde prácticam<strong>en</strong>te todos los países eran estados soberanos, aunque EstadosUnidos —pero nadie más— trataba a los pequeños estados c<strong>en</strong>troamericanoscomo protectorados de facto, especialm<strong>en</strong>te durante el primero y el últimotercios <strong>del</strong> siglo.Desde 1945, el mundo colonial se ha transformado <strong>en</strong> un mosaico de estadosnominalm<strong>en</strong>te soberanos, hasta el punto de que, visto desde nuestra perspectivaactual, parece que eso era, además de inevitable, lo que los puebloscoloniales habían deseado siempre. Sin duda ocurría así <strong>en</strong> los países con unalarga historia como <strong>en</strong>tidades políticas, los grandes imperios asiáticos —China,Persia, los turcos— y algún otro país como Egipto, especialm<strong>en</strong>te si sehabían constituido <strong>en</strong> torno a un importante Staatsvolk o «pueblo estatal»,como los chinos han o los crey<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> islam chiíta, convertido virtualm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la religión nacional <strong>del</strong> Irán. En esos países, el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to popularcontra los extranjeros era fácilm<strong>en</strong>te politizable. No es fruto de la casualidadque China, Turquía e Irán hayan sido el esc<strong>en</strong>ario de importantes revolucionesautóctonas. Sin embargo, esos casos eran excepcionales. Las más de lasveces, el concepto de <strong>en</strong>tidad política territorial perman<strong>en</strong>te, con unas fronterasfijas que la separaban de otras <strong>en</strong>tidades <strong>del</strong> mismo tipo, y sometida a unaautoridad perman<strong>en</strong>te, esto es, la idea de un estado soberano indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te,cuya exist<strong>en</strong>cia nosotros damos por s<strong>en</strong>tada, no t<strong>en</strong>ía significado alguno, alm<strong>en</strong>os (incluso <strong>en</strong> zonas de agricultura perman<strong>en</strong>te y sed<strong>en</strong>taria) <strong>en</strong> nivelessuperiores al de la aldea. De hecho, incluso cuando existía un «pueblo» claram<strong>en</strong>tereconocido, que los europeos gustaban de describir como una «tribu»,la idea de que podía estar separado territorialm<strong>en</strong>te de otro pueblo con el quecoexistía, se mezclaba y compartía funciones era difícil de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der, porqu<strong>en</strong>o t<strong>en</strong>ía mucho s<strong>en</strong>tido. En dichas regiones, el único fundam<strong>en</strong>to de los estadosindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes aparecidos <strong>en</strong> el siglo <strong>XX</strong> eran las divisiones territorialesque la conquista y las rivalidades imperiales establecieron, g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te sinrelación alguna con las estructuras locales. El mundo poscolonial está, pues,casi completam<strong>en</strong>te dividido por las fronteras <strong>del</strong> imperialismo.Además, aquellos que <strong>en</strong> el tercer mundo rechazaban con mayor firmezaa los occid<strong>en</strong>tales, por considerarlos infieles o introductores de todo tipo deinnovaciones perturbadoras e impías o, simplem<strong>en</strong>te, porque se oponían acualquier cambio de la forma de vida <strong>del</strong> pueblo común, que suponían, nosin razón, que sería para peor, también rechazaban la convicción de las elitesde que la modernización era indisp<strong>en</strong>sable. Esta actitud hacía difícil que seformara un fr<strong>en</strong>te común contra los imperialistas, incluso <strong>en</strong> los países colonialesdonde todo el pueblo sometido sufría el desprecio que los colonialistasmostraban hacia la raza inferior.En esos países, la principal tarea que debían afrontar los movimi<strong>en</strong>tosnacionalistas vinculados a las clases medias era la de conseguir el apoyo <strong>del</strong>as masas, amantes de la tradición y opuestas a lo moderno, sin poner <strong>en</strong> peligrosus propios proyectos de modernización. El dinámico Bal GanghadarTilak (1856-1920), uno de los primeros repres<strong>en</strong>tantes <strong>del</strong> nacionalismo indio,


212 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESt<strong>en</strong>ía razón al suponer que la mejor manera de conseguir el apoyo de lasmasas, incluso de las capas medias bajas —y no sólo <strong>en</strong> la región occid<strong>en</strong>talde la India de la que era originario—, consistía <strong>en</strong> def<strong>en</strong>der el carácter sagradode las vacas y la costumbre de que las muchachas indias contrajeran matrimonioa los diez años de edad, así como afirmar la superioridad espiritual <strong>del</strong>a antigua civilización hindú o «aria» y de su religión fr<strong>en</strong>te a la civilización«occid<strong>en</strong>tal» y a sus admiradores nativos. La primera fase importante <strong>del</strong>movimi<strong>en</strong>to nacionalista indio, <strong>en</strong>tre 1905 y 1910, se desarrolló bajo estaspremisas y <strong>en</strong> ella tuvieron un peso importante los jóv<strong>en</strong>es terroristas de B<strong>en</strong>gala.Luego, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) conseguiría movilizara dec<strong>en</strong>as de millones de personas de las aldeas y bazares de la Indiaapelando igualm<strong>en</strong>te al nacionalismo como espiritualidad hindú, aunque cuidandode no romper el fr<strong>en</strong>te común con los modemizadores (de los querealm<strong>en</strong>te formaba parte; véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 13) y evitando elantagonismo con la India musulmana, que había estado siempre implícito <strong>en</strong>el nacionalismo hindú. Gandhi inv<strong>en</strong>tó la figura <strong>del</strong> político como hombresanto, la revolución mediante la resist<strong>en</strong>cia pasiva de la colectividad («nocooperación no viol<strong>en</strong>ta») e incluso la modernización social, como el rechazo<strong>del</strong> sistema de castas, aprovechando el pot<strong>en</strong>cial reformista cont<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> lasambigüedades cambiantes de un hinduismo <strong>en</strong> evolución. Su éxito fue másallá de cualquier expectativa (y de cualquier temor). Pero a pesar de ello,como reconoció al final de su vida, antes de ser asesinado por un fanático <strong>del</strong>exclusivismo hindú <strong>en</strong> la tradición de Tilak, había fracasado <strong>en</strong> su objetivofundam<strong>en</strong>tal. A largo plazo resultaba imposible conciliar lo que movía a lasmasas y lo que conv<strong>en</strong>ía hacer. A fin de cu<strong>en</strong>tas, la India indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te seríagobernada por aquellos que «no deseaban la revitalización de la India <strong>del</strong>pasado», por qui<strong>en</strong>es «no amaban ni compr<strong>en</strong>dían ese pasado ... sino que dirigíansu mirada hacia Occid<strong>en</strong>te y se s<strong>en</strong>tían fuertem<strong>en</strong>te atraídos por el progresooccid<strong>en</strong>tal» (Nehru, 1936, pp. 23-24). Sin embargo, <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to deescribir este libro, la tradición antimodernista de Tilak, repres<strong>en</strong>tada por elagresivo partido BJP, sigue si<strong>en</strong>do el principal foco de oposición popular y—<strong>en</strong>tonces como ahora— la principal fuerza de división <strong>en</strong> la India, no sólo<strong>en</strong>tre las masas, sino <strong>en</strong>tre los intelectuales. El efímero int<strong>en</strong>to de MahatmaGandhi de dar vida a un hinduismo a la vez populista y progresista ha caídototalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el olvido.En el mundo musulmán surgió un planteami<strong>en</strong>to parecido, aunque <strong>en</strong> éltodos los modemizadores estaban obligados (salvo después de una revoluciónvictoriosa) a manifestar su respeto hacia la piedad popular, fueran cuales fuer<strong>en</strong>sus convicciones íntimas. Pero, a difer<strong>en</strong>cia de la India, el int<strong>en</strong>to de<strong>en</strong>contrar un m<strong>en</strong>saje reformista o modernizador <strong>en</strong> el islam no pret<strong>en</strong>díamovilizar a las masas y no sirvió para ello. A los discípulos de Jamal ai-Dinal-Afghani (1839-1897) <strong>en</strong> Irán, Egipto y Turquía, los de su seguidor MohammedAbduh (1849-1905) <strong>en</strong> Egipto y los <strong>del</strong> argelino Abdul Hamid B<strong>en</strong> Badis(1889-1940) no había que buscarlos <strong>en</strong> las aldeas sino <strong>en</strong> las escuelas y universidades,donde el m<strong>en</strong>saje de resist<strong>en</strong>cia a las pot<strong>en</strong>cias europeas habría


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 13<strong>en</strong>contrado <strong>en</strong> cualquier caso un auditorio propicio. 3 Sin embargo, ya hemosvisto (véase el capítulo 5) que <strong>en</strong> el mundo islámico los auténticos revolucionariosy los que accedieron a posiciones de poder fueron modernizadores laicosque no profesaban el islamismo: hombres como Kemal Atatürk, que sustituyóel fez turco (que era una innovación introducida <strong>en</strong> el siglo xix) por elsombrero hongo y la escritura árabe, asociada al islamismo, por el alfabetolatino, y que, de hecho, rompieron los lazos exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre el islam, el estadoy el derecho. Sin embargo, como lo confirma una vez más la historiareci<strong>en</strong>te, la movilización de las masas se podía conseguir más fácilm<strong>en</strong>te parti<strong>en</strong>dode una religiosidad popular antimoderna (el «fundam<strong>en</strong>talismo islámico»).En resum<strong>en</strong>, <strong>en</strong> el tercer mundo un profundo conflicto separaba a losmodernizadores, que eran también los nacionalistas (un concepto nada tradicional),de la gran masa de la población.Así pues, los movimi<strong>en</strong>tos antiimperialistas y anticolonialistas anterioresa 1914 fueron m<strong>en</strong>os importantes de lo que cabría p<strong>en</strong>sar si se ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>taque medio siglo después <strong>del</strong> estallido de la primera guerra mundial noquedaba vestigio alguno de los imperios coloniales occid<strong>en</strong>tal y japonés. Nisiquiera <strong>en</strong> América Latina resultó un factor político importante la hostilidadcontra la dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia económica <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral y contra Estados Unidos —elúnico estado imperialista que mant<strong>en</strong>ía una pres<strong>en</strong>cia militar allí— <strong>en</strong> particular.El único imperio que se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> algunas zonas a problemas qu<strong>en</strong>o era posible solucionar con una simple actuación policiaca fue el británico.En 1914 ya había concedido la autonomía interna a las colonias <strong>en</strong> las quepredominaba la población blanca, conocidas desde 1907 como «dominios»(Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Suráfrica) y estaba concedi<strong>en</strong>do autonomía(«Home Rule») a la siempre turbul<strong>en</strong>ta Irlanda. En la India y <strong>en</strong> Egiptose apreciaba ya que los intereses imperiales y las exig<strong>en</strong>cias de autonomía,e incluso de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, podían requerir una solución política. Podríaafirmarse, incluso, que a partir de 1905 el nacionalismo se había convertido<strong>en</strong> estos países <strong>en</strong> un movimi<strong>en</strong>to de masas.No obstante, fue la primera guerra mundial la que com<strong>en</strong>zó a quebrantarla estructura <strong>del</strong> colonialismo mundial, además de destruir dos imperios (elalemán y el turco, cuyas posesiones se repartieron sobre todo los británicos ylos franceses) y dislocar temporalm<strong>en</strong>te un tercero, Rusia (que recobró susposesiones asiáticas al cabo de pocos años). Las dificultades causadas por laguerra <strong>en</strong> los territorios dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, cuyos recursos necesitaba Gran Bretaña,provocaron inestabilidad. El impacto de la revolución de octubre y elhundimi<strong>en</strong>to g<strong>en</strong>eral de los viejos regím<strong>en</strong>es, al que siguió la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciairlandesa de facto para los veintiséis condados <strong>del</strong> sur (1921), hicieron p<strong>en</strong>sar,por primera vez, que los imperios extranjeros no eran inmortales. A laconclusión de la guerra, el partido egipcio Wafd («<strong>del</strong>egación»), <strong>en</strong>cabezadopor Said Zaghlul e inspirado <strong>en</strong> la retórica <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Wilson, exigió por3. En la zona <strong>del</strong> norte de África ocupada por los franceses, la religión <strong>del</strong> mundo ruralestaba dominada por santones sufíes (marabuts) d<strong>en</strong>unciados por los reformistas.


214 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESprimera vez una indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia total. Tres años de lucha (1919-1922) obligarona Gran Bretaña a convertir el protectorado <strong>en</strong> un territorio semiindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tebajo control británico; fórmula que decidió aplicar también, con unasola excepción, a la administración de los territorios asiáticos tomados alantiguo imperio turco: Irak y TransJordania. (La excepción era Palestina,administrada directam<strong>en</strong>te por las autoridades británicas, <strong>en</strong> un vano int<strong>en</strong>tode conciliar las promesas realizadas durante la guerra a los judíos sionistas,a cambio de su apoyo contra Alemania, y a los árabes, por su apoyo contralos turcos.)Más difícil le resultó <strong>en</strong>contrar una fórmula s<strong>en</strong>cilla para mant<strong>en</strong>er elcontrol <strong>en</strong> la más ext<strong>en</strong>sa de sus colonias, la India, donde el lema de «autonomía»(swaraj), adoptado por el Congreso Nacional Indio por primera vez <strong>en</strong>1906, estaba evolucionando cada vez más hacia una reclamación de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciatotal. El período revolucionario de 1918-1922 transformó la políticanacionalista de masas <strong>en</strong> el subcontin<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> parte porque los musulmanesse volvieron contra el gobierno británico, <strong>en</strong> parte por la sanguinaria histeriade un g<strong>en</strong>eral británico que <strong>en</strong> el turbul<strong>en</strong>to año 1919 atacó a una multituddesarmada <strong>en</strong> un lugar sin salida y mató a varios c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de personas (la«matanza de Amritsar»), y, sobre todo, por la conjunción de una oleada dehuelgas y de la desobedi<strong>en</strong>cia civil de las masas propugnada por Gandhi ypor un Congreso radicalizado. Por un mom<strong>en</strong>to, el movimi<strong>en</strong>to de liberaciónse sintió poseído de un estado de ánimo casi mil<strong>en</strong>arista y Gandhi anunció quela swaraj se conseguiría a fines de 1921. El gobierno «no int<strong>en</strong>tó ocultar que lasituación le creaba una grave preocupación», con las ciudades paralizadaspor la no cooperación, conmociones rurales <strong>en</strong> amplias zonas <strong>del</strong> norte de laIndia, B<strong>en</strong>gala, Orissa y Assam, y «una gran parte de la población musulmanade todo el país res<strong>en</strong>tida y desafecta» (Cmd 1586, 1922, p. 13). A partirde <strong>en</strong>tonces, la India fue intermit<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te ingobernable. Lo que salvó eldominio británico fue, probablem<strong>en</strong>te, la conjunción de la resist<strong>en</strong>cia de lamayor parte de los dirig<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> Congreso, incluido Gandhi, a lanzar el paísal riesgo de una insurrección de masas incontrolable, su falta de confianzay la convicción de la mayor parte de los líderes nacionalistas de que los británicosestaban realm<strong>en</strong>te decididos a acometer la reforma de la India. Elhecho de que Gandhi interrumpiera la campaña de desobedi<strong>en</strong>cia civil acomi<strong>en</strong>zos de 1922 porque había llevado a una matanza de policías <strong>en</strong> unaaldea da pie para p<strong>en</strong>sar que la pres<strong>en</strong>cia británica <strong>en</strong> la India dep<strong>en</strong>día másde la moderación <strong>del</strong> dirig<strong>en</strong>te indio que de la actuación de la policía y <strong>del</strong>ejército.Tal convicción no carecía de fundam<strong>en</strong>to. Aunque <strong>en</strong> Gran Bretaña habíaun poderoso grupo de imperialistas a ultranza, <strong>del</strong> que Winston Churchill seautoproclamó portavoz, lo cierto es que a partir de 1919 la clase dirig<strong>en</strong>teconsideraba inevitable conceder a la India una autonomía similar a la queconllevaba el «estatuto de dominio» y creía que el futuro de Gran Bretaña <strong>en</strong>la India dep<strong>en</strong>día de que se alcanzara un <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to con la elite india,incluidos los nacionalistas. Por consigui<strong>en</strong>te, el fin <strong>del</strong> dominio británico uni-


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 15lateral <strong>en</strong> la India era sólo cuestión de tiempo. Dado que la India era el corazón<strong>del</strong> imperio británico, el futuro <strong>del</strong> conjunto de tal imperio parecíaincierto, excepto <strong>en</strong> África y <strong>en</strong> las islas dispersas <strong>del</strong> Caribe y el Pacífico,donde el paternalismo no <strong>en</strong>contraba oposición. Nunca como <strong>en</strong> el períodode <strong>en</strong>treguerras había estado un área tan grande <strong>del</strong> planeta bajo el control,formal o informal, de Gran Bretaña, pero nunca, tampoco, se habían s<strong>en</strong>tidosus gobernantes m<strong>en</strong>os confiados acerca de la posibilidad de conservar suvieja supremacía imperial. Esta es una de las razones principales por las que,cuando su posición se hizo insost<strong>en</strong>ible, después de la segunda guerra mundial,los británicos no se resistieron a la descolonización. Posiblem<strong>en</strong>te explicatambién, <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido contrario, que otros imperios, particularm<strong>en</strong>te elfrancés —pero también el holandés—, utilizaran las armas para int<strong>en</strong>tar mant<strong>en</strong>ersus posiciones coloniales después de 1945. Sus imperios no habían sidosocavados por la primera guerra mundial. El único problema grave con quese <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taban los franceses era que no habían completado aún la conquistade Marruecos, pero las levantiscas tribus beréberes de las montañas <strong>del</strong> Atlasrepres<strong>en</strong>taban un problema militar, no político, que era todavía más gravepara el Marruecos colonial español, donde un intelectual montañés, Abd-el-Krim, proclamó la república <strong>del</strong> Rif<strong>en</strong> 1923. Abd-el-Krim, que contaba conel apoyo <strong>en</strong>tusiasta de los comunistas franceses y de otros elem<strong>en</strong>tos izquierdistas,fue derrotado <strong>en</strong> 1926 con la ayuda de Francia, tras lo cual los beréberesvolvieron a su estrategia habitual de luchar <strong>en</strong> el extranjero integrados<strong>en</strong> los ejércitos coloniales francés y español y de resistirse a cualquier tipo degobierno c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> su país. Fue mucho después de la conclusión de la primeraguerra mundial cuando surgió un movimi<strong>en</strong>to anticolonial <strong>en</strong> las coloniasfrancesas islámicas y <strong>en</strong> la Indochina francesa, aunque antes ya habíaexistido cierta agitación, de escasa <strong>en</strong>vergadura, <strong>en</strong> Túnez.IVEl período revolucionario había afectado especialm<strong>en</strong>te al imperio británico,pero la Gran Depresión de 1929-1933 hizo tambalearse a todo el mundodep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te. La era <strong>del</strong> imperialismo había sido para la mayor parte de élun período de crecimi<strong>en</strong>to casi constante, que ni siquiera se había interrumpidocon una guerra mundial que se vivió como un acontecimi<strong>en</strong>to lejano. Escierto que muchos de sus habitantes no participaban activam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la economíamundial <strong>en</strong> expansión, o no se s<strong>en</strong>tían ligados a ella de una formanueva, pues a unos hombres y mujeres que vivían <strong>en</strong> la pobreza y cuya tareahabía sido siempre la de cavar y llevar cargas poco les importaba cuál fuerael contexto global <strong>en</strong> el que t<strong>en</strong>ían que realizar esas fa<strong>en</strong>as. Sin embargo, laeconomía imperialista modificó sustancialm<strong>en</strong>te la vida de la g<strong>en</strong>te corri<strong>en</strong>te,especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las regiones de producción de materias primas destinadas ala exportación. En algunos casos, esos cambios ya se habían manifestado <strong>en</strong>la política de las autoridades autóctonas o extranjeras. Por ejemplo, cuando,


216 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES<strong>en</strong>tre 1900 y 1930, las haci<strong>en</strong>das peruanas se transformaron <strong>en</strong> refinerías deazúcar <strong>en</strong> la costa y <strong>en</strong> ranchos de ovejas <strong>en</strong> las montañas, y el goteo de lamano de obra india que emigraba hacia la costa y la ciudad se convirtió <strong>en</strong>una inundación, empezaron a surgir nuevas ideas <strong>en</strong> las zonas más tradicionales<strong>del</strong> interior. A comi<strong>en</strong>zos de los años treinta, <strong>en</strong> Huasicancha, unacomunidad «especialm<strong>en</strong>te remota» situada a unos 3.700 metros de altitud <strong>en</strong>las inaccesibles montañas de los Andes, se debatía ya cuál de los dos partidosradicales nacionales repres<strong>en</strong>taría mejor sus intereses (Smith, 1989, esp.p. 175). Pero <strong>en</strong> la mayor parte de los casos nadie, excepto la poblaciónlocal, sabía hasta qué punto habían cambiado las cosas, ni se preocupaba desaberlo.¿Qué significaba, por ejemplo, para unas economías que ap<strong>en</strong>as utilizabanel dinero, o que sólo lo usaban para un número limitado de funciones,integrarse <strong>en</strong> una economía <strong>en</strong> la que el dinero era el medio universal deintercambio, como sucedía <strong>en</strong> los mares indopacíficos? Se alteró el significadode bi<strong>en</strong>es, servicios y transacciones <strong>en</strong>tre personas, y con ello cambiaronlos valores morales de la sociedad y sus formas de distribución social. Enlas sociedades matriarcales campesinas de los cultivadores de arroz de NegriSembilan (Malaysia), las tierras ancestrales, que cultivaban prefer<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>telas mujeres, sólo podían ser heredadas por ellas o a través de ellas, pero lasnuevas parcelas que roturaban los hombres <strong>en</strong> la jungla, y <strong>en</strong> las que se cultivabanotros productos como frutas y hortalizas, podían ser transmitidasdirectam<strong>en</strong>te a los hombres. Pues bi<strong>en</strong>, con el auge de las plantaciones decaucho, un cultivo mucho más r<strong>en</strong>table que el arroz, se modificó el equilibrio<strong>en</strong>tre los sexos, al imponerse la her<strong>en</strong>cia por vía masculina. A su vez, estosirvió para reforzar la posición de los dirig<strong>en</strong>tes patriarcales <strong>del</strong> islam ortodoxo,que int<strong>en</strong>taban hacer prevalecer la ortodoxia sobre la ley consuetudinaria,y también la <strong>del</strong> dirig<strong>en</strong>te local y sus pari<strong>en</strong>tes, otra isla de desc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciapatriarcal <strong>en</strong> medio <strong>del</strong> lago matriarcal local (Firth, 1954). Ese tipo decambios y transformaciones se dieron con frecu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> el mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te,<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de comunidades que ap<strong>en</strong>as t<strong>en</strong>ían contacto directo con elmundo exterior: <strong>en</strong> este caso concreto tal vez lo tuvieran a través de uncomerciante chino, las más de las veces un campesino o artesano emigrantede Fuki<strong>en</strong>, acostumbrado al esfuerzo constante y a las complejidades <strong>del</strong>dinero, pero igualm<strong>en</strong>te aj<strong>en</strong>o al mundo de H<strong>en</strong>ry Ford y de la G<strong>en</strong>eralMotors (Freedman, 1959).A pesar de ello, la economía mundial parecía remota, porque sus efectosinmediatos y reconocibles no habían adquirido el carácter de un cataclismo,excepto, tal vez, <strong>en</strong> los <strong>en</strong>claves industriales que, aprovechando la exist<strong>en</strong>ciade mano de obra barata, aparecieron <strong>en</strong> lugares como la India y China, dondedesde 1917 empezaron a ser frecu<strong>en</strong>tes los conflictos laborales y las organizacionesobreras de tipo occid<strong>en</strong>tal, y <strong>en</strong> las gigantescas ciudades portuarias eindustriales a través de las cuales se relacionaba el mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te con laeconomía mundial que determinaba su destino: Bombay, Shanghai (cuyapoblación pasó de 200.000 habitantes a mediados <strong>del</strong> siglo xix a tres millo-


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 17nes y medio <strong>en</strong> los años treinta), Bu<strong>en</strong>os Aires y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or escala, Casablanca,que, m<strong>en</strong>os de treinta años después de que adquiriera la condición depuerto moderno contaba ya con 250.000 habitantes (Bairoch, 1985, pp. 517y 525).Todo ello fue trastocado por la Gran Depresión, durante la cual chocaronpor primera vez de manera pat<strong>en</strong>te los intereses de la economía de la metrópoliy los de las economías dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, sobre todo porque los precios <strong>del</strong>os productos primarios, de los que dep<strong>en</strong>día el tercer mundo, se hundieronmucho más que los de los productos manufacturados que se compraban aOccid<strong>en</strong>te (capítulo III). Por primera vez, el colonialismo y la dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciacom<strong>en</strong>zaron a ser rechazados como inaceptables incluso por qui<strong>en</strong>es hasta<strong>en</strong>tonces se habían b<strong>en</strong>eficiado de ellos. «Los estudiantes se alborotaban <strong>en</strong>El Cairo, Rangún y Yakarta (Batavia), no porque creyeran que se aproximabaun gran cambio político, sino porque la Depresión había liquidado lasv<strong>en</strong>tajas que habían hecho que el colonialismo resultara tan aceptable para lag<strong>en</strong>eración de sus padres» (Holland, 1985, p. 12). Lo que es más: por primeravez (salvo <strong>en</strong> las situaciones de guerra) la vida de la g<strong>en</strong>te común se viosacudida por unos movimi<strong>en</strong>tos sísmicos que no eran de orig<strong>en</strong> natural y quemovían más a la protesta que a la oración. Se formó así la base de masas parauna movilización política, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> zonas como la costa occid<strong>en</strong>talde África y el sureste asiático donde los campesinos dep<strong>en</strong>dían estrecham<strong>en</strong>tede la evolución <strong>del</strong> mercado mundial de cultivos comerciales. Al mismotiempo, la Depresión desestabilizó tanto la política nacional como la internacional<strong>del</strong> mundo dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te.La década de 1930 fue, pues, crucial para el tercer mundo, no tanto porquela Depresión des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ara una radicalización política sino porque determinóque <strong>en</strong> los difer<strong>en</strong>tes países <strong>en</strong>traran <strong>en</strong> contacto las minorías politizadasy la población común. Eso ocurrió incluso <strong>en</strong> lugares como la India,donde el movimi<strong>en</strong>to nacionalista ya contaba con un apoyo de masas. Elrecurso, por segunda vez, a la estrategia de la no cooperación al comi<strong>en</strong>zo <strong>del</strong>os años treinta, la nueva Constitución de compromiso que concedió elgobierno británico y las primeras elecciones provinciales a escala nacionalde 1937 mostraron el apoyo con que contaba el Congreso Nacional Indio,que <strong>en</strong> su c<strong>en</strong>tro neurálgico, <strong>en</strong> el Ganges, pasó de ses<strong>en</strong>ta mil miembros<strong>en</strong> 1935 a 1,5 millones a finales de la década (Tomlinson, 1976, p. 86). Elf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o fue aún más evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> algunos países <strong>en</strong> los que hasta <strong>en</strong>toncesla movilización había sido escasa. Com<strong>en</strong>zaron ya a distinguirse, más om<strong>en</strong>os claram<strong>en</strong>te, los perfiles de la política de masas <strong>del</strong> futuro: el populismolatinoamericano basado <strong>en</strong> unos líderes autoritarios que buscaban el apoyode los trabajadores de las zonas urbanas; la movilización política a cargode los líderes sindicales que luego serían dirig<strong>en</strong>tes partidistas, como <strong>en</strong> lazona <strong>del</strong> Caribe dominada por Gran Bretaña; un movimi<strong>en</strong>to revolucionariocon una fuerte base <strong>en</strong>tre los trabajadores que emigraban a Francia o queregresaban de ella, como <strong>en</strong> Argelia; un movimi<strong>en</strong>to de resist<strong>en</strong>cia nacionalde base comunista con fuertes vínculos agrarios, como <strong>en</strong> Vietnam. Cuando


2 1 8 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESm<strong>en</strong>os, como ocurrió <strong>en</strong> Malaysia, los años de la Depresión rompieron loslazos exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre las autoridades coloniales y las masas campesinas,dejando un espacio vacío para una nueva política.Al final de los años treinta, la crisis <strong>del</strong> colonialismo se había ext<strong>en</strong>didoa otros imperios, a pesar de que dos de ellos, el italiano (que acababa de conquistarEtiopía) y el japonés (que int<strong>en</strong>taba dominar China), estaban todavía<strong>en</strong> proceso de expansión, aunque no por mucho tiempo. En la India, la nuevaConstitución de 1935, un desafortunado compromiso con las fuerzas <strong>en</strong> asc<strong>en</strong>so<strong>del</strong> nacionalismo, resultó ser una concesión importante gracias al ampliotriunfo electoral que el Congreso alcanzó <strong>en</strong> casi todo el país. En la zonafrancesa <strong>del</strong> norte de África surgieron importantes movimi<strong>en</strong>tos políticos <strong>en</strong>Túnez y <strong>en</strong> Argelia —se produjo incluso cierta agitación <strong>en</strong> Marruecos—, ypor primera vez cobró fuerza <strong>en</strong> la Indochina francesa la agitación de masasbajo dirección comunista, ortodoxa y disid<strong>en</strong>te. Los holandeses consiguieronmant<strong>en</strong>er el control <strong>en</strong> Indonesia, una región que «acusa con mayor int<strong>en</strong>sidadque la mayor parte de los países cuanto ocurre <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te» (Van Asbeck,1939), no porque reinara la calma, sino por la división que existía <strong>en</strong>tre lasfuerzas de oposición: islámicas, comunistas y nacionalistas laicas. Incluso <strong>en</strong>el Caribe, que según los ministros <strong>en</strong>cargados de los asuntos coloniales erauna zona somnoli<strong>en</strong>ta, se registraron <strong>en</strong>tre 1935 y 1938 una serie de huelgas<strong>en</strong> los campos petrolíferos de Trinidad y <strong>en</strong> las plantaciones y ciudades deJamaica, que dieron paso a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> toda la isla, revelando por primeravez la exist<strong>en</strong>cia de una masa de desafectos.Sólo el África subsahariana permanecía <strong>en</strong> calma, aunque también allí laDepresión provocó, a partir de 1935, las primeras huelgas importantes, quese iniciaron <strong>en</strong> las zonas productoras de cobre <strong>del</strong> África c<strong>en</strong>tral. Londresempezó <strong>en</strong>tonces a instar a los gobiernos coloniales a que crearan departam<strong>en</strong>tosde trabajo, adoptaran medidas para mejorar las condiciones de lostrabajadores y estabilizaran la mano de obra, reconoci<strong>en</strong>do que el sistemaimperante de emigración desde la aldea a la mina era social y políticam<strong>en</strong>tedesestabilizador. La oleada de huelgas de 1935-1940 se ext<strong>en</strong>dió por todaÁfrica, pero no t<strong>en</strong>ía aún una dim<strong>en</strong>sión política anticolonial, a m<strong>en</strong>os que seconsidere como tal la difusión <strong>en</strong> la zona de los yacimi<strong>en</strong>tos de cobre de iglesiasy profetas africanos de ori<strong>en</strong>tación negra y de movimi<strong>en</strong>tos como elmil<strong>en</strong>arista de los Testigos de Jehová (de inspiración norteamericana), querechazaba a los gobiernos mundanos. Por primera vez los gobiernos colonialescom<strong>en</strong>zaron a reflexionar sobre el efecto desestabilizador de las transformacioneseconómicas <strong>en</strong> la sociedad rural africana —que, de hecho, estabaatravesando por una época de notable prosperidad— y a fom<strong>en</strong>tar la investigaciónde los antropólogos sociales sobre este tema.No obstante, el peligro político parecía remoto. En las zonas rurales estafue la época dorada <strong>del</strong> administrador blanco, con o sin la ayuda de «jefes»sumisos, creados a veces para auxiliarles, cuando la administración colonialse ejercía de manera «indirecta». A mediados de los años treinta existía ya <strong>en</strong>las ciudades un sector de africanos cultos e insatisfechos lo bastante nutrí-


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 1 9do como para que pudiera crearse una pr<strong>en</strong>sa política floreci<strong>en</strong>te, con diarioscomo el African Morning Post <strong>en</strong> Costa de Oro (Ghana), el West AfricanPilot <strong>en</strong> Nigeria y el Éclaireur de la C<strong>en</strong>e d'lvoire <strong>en</strong> Costa de Marfil («condujouna campaña contra jefes importantes y contra la policía; exigió medidasde reconstrucción social; def<strong>en</strong>dió la causa de los desempleados y de loscampesinos africanos golpeados por la crisis económica» [Hodgkin, 1961,p. 32]). Com<strong>en</strong>zaban ya a aparecer los dirig<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> nacionalismo políticolocal, influidos por las ideas <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to negro de los Estados Unidos, <strong>del</strong>a Francia <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular, de las que difundía la Unión de Estudiantes <strong>del</strong>África Occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> Londres, e incluso <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista. 4 Algunosde los futuros presid<strong>en</strong>tes de las futuras repúblicas africanas, como JomoK<strong>en</strong>yatta (1889-1978) de K<strong>en</strong>ia y el doctor Namdi Azikiwe, que sería presid<strong>en</strong>tede Nigeria, desempeñaban ya un papel activo. Sin embargo, nada deeso preocupaba todavía a los ministros europeos de asuntos coloniales.A la pregunta de si <strong>en</strong> 1939 podía verse como un acontecimi<strong>en</strong>to inmin<strong>en</strong>tela previsible desaparición de los imperios coloniales he de dar unarespuesta negativa, si me baso <strong>en</strong> mis recuerdos de una «escuela» para estudiantescomunistas británicos y «coloniales» celebrada <strong>en</strong> aquel año. Y nadiepodía t<strong>en</strong>er mayores expectativas <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido que los apasionados y esperanzadosjóv<strong>en</strong>es militantes marxistas. Lo que transformó la situación fue lasegunda guerra mundial: una guerra <strong>en</strong>tre pot<strong>en</strong>cias imperialistas, aunquefuese mucho más que eso. Hasta 1943, mi<strong>en</strong>tras triunfaban las fuerzas <strong>del</strong>Eje, los grandes imperios coloniales estaban <strong>en</strong> el bando derrotado. Franciase hundió estrepitosam<strong>en</strong>te, y si conservó muchas de sus dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias fueporque se lo permitieron las pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> Eje. Los japoneses se apoderaronde las colonias que aún poseían Gran Bretaña, Países Bajos y otros estadosoccid<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> el sureste de Asia y <strong>en</strong> el Pacífico occid<strong>en</strong>tal. Incluso <strong>en</strong> elnorte de África los alemanes ocuparon diversas posiciones a fin de controlaruna zona que se ext<strong>en</strong>día hasta pocos kilómetros de Alejandría. En unmom<strong>en</strong>to determinado, Gran Bretaña p<strong>en</strong>só seriam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la posibilidad deretirarse de Egipto. Sólo la parte <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te africano al sur de los desiertospermaneció bajo el firme control de los países aliados, y los británicos selas arreglaron para liquidar, sin grandes dificultades, el imperio italiano <strong>del</strong>Cuerno de África.Lo que dañó irreversiblem<strong>en</strong>te a las viejas pot<strong>en</strong>cias coloniales fue lademostración de que el hombre blanco podía ser derrotado de manera deshonrosa,y de que esas viejas pot<strong>en</strong>cias coloniales eran demasiado débiles,aun después de haber triunfado <strong>en</strong> la guerra, para recuperar su posición anterior.La gran prueba para el raj británico <strong>en</strong> la India no fue la gran rebeliónorganizada por el Congreso <strong>en</strong> 1942 bajo el lema Quit India («fuera de laIndia»), que pudo sofocarse sin gran dificultad; fue el hecho de que, por primeravez, cincu<strong>en</strong>ta y cinco mil soldados indios se pasaran al <strong>en</strong>emigo paraconstituir un «Ejército Nacional Indio» comandado por el dirig<strong>en</strong>te izquier-4. Sin embargo, ni un solo dirig<strong>en</strong>te africano abrazó el comunismo.


220 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESdista <strong>del</strong> Congreso Subhas Chandra Bose, que había decidido buscar el apoyojaponés para conseguir la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de la India (Bhargava y SinghGill, 1988, p. 10; Sare<strong>en</strong>, 1988, pp. 20-21). Japón, cuya estrategia política ladecidían tal vez los altos mandos navales, más sutiles que los <strong>del</strong> ejército detierra, hizo valer el color de la piel de sus habitantes para atribuirse, connotable éxito, la función de liberador de colonias (excepto <strong>en</strong>tre los chinos deultramar y <strong>en</strong> Vietnam, donde mantuvo la administración francesa). En 1943se organizó <strong>en</strong> Tokio una «Asamblea de naciones asiáticas <strong>del</strong> gran ori<strong>en</strong>te»bajo el patrocinio de Japón, 5 a la que asistieron los «presid<strong>en</strong>tes» o «primerosministros» de China, India, Tailandia, Birmania y Manchuria (pero no el deIndonesia, al cual, cuando la guerra ya estaba perdida, se le ofreció incluso«indep<strong>en</strong>dizarse» de Japón). Los nacionalistas de los territorios coloniales erandemasiado realistas como para adoptar una actitud pro japonesa, aunque veíancon bu<strong>en</strong>os ojos el apoyo de Japón, especialm<strong>en</strong>te si, como <strong>en</strong> Indonesia, eraun apoyo sustancial. Cuando los japoneses estaban al borde de la derrota, sevolvieron contra ellos, pero nunca olvidaron cuan débiles habían demostradoser los viejos imperios occid<strong>en</strong>tales. Tampoco olvidaron que las dos pot<strong>en</strong>ciasque <strong>en</strong> realidad habían derrotado al Eje, los Estados Unidos de Roosevelt y laURSS de Stalin, eran, por difer<strong>en</strong>tes razones, hostiles al viejo colonialismo,aunque el anticomunismo norteamericano llevó muy pronto a Washington adef<strong>en</strong>der el conservadurismo <strong>en</strong> el tercer mundo.No puede sorpr<strong>en</strong>der que fuera <strong>en</strong> Asia donde primero se quebró el viejosistema colonial. Siria y Líbano (posesiones francesas) consiguieron la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> 1945; la India y Pakistán <strong>en</strong> 1947; Birmania, Ceilán (Sri Lanka),Palestina (Israel) y las Indias Ori<strong>en</strong>tales Holandesas (Indonesia) <strong>en</strong>1948. En 1946 los Estados Unidos habían concedido la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia oficiala Filipinas, ocupada por ellos desde 1898 y, naturalm<strong>en</strong>te, el imperio japonésdesapareció <strong>en</strong> 1945. La zona islámica <strong>del</strong> norte de África estaba ya <strong>en</strong>pl<strong>en</strong>a efervesc<strong>en</strong>cia, pero no se había llegado aún al punto de ruptura. Encambio, la situación era relativam<strong>en</strong>te tranquila <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> Áfricasubsahariana y <strong>en</strong> las islas <strong>del</strong> Caribe y <strong>del</strong> Pacífico. Sólo <strong>en</strong> algunas zonas<strong>del</strong> sureste asiático <strong>en</strong>contró seria resist<strong>en</strong>cia el proceso de descolonizaciónpolítica, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la Indochina francesa (correspondi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> laactualidad a Vietnam, Camboya y Laos), donde el movimi<strong>en</strong>to comunistade resist<strong>en</strong>cia, a cuyo fr<strong>en</strong>te se hallaba el gran Ho Chi Minh, declaró la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciadespués de la liberación. Los franceses, apoyados por GranBretaña y, <strong>en</strong> una fase posterior, por Estados Unidos, llevaron a cabo undesesperado contraataque para reconquistar y conservar el país fr<strong>en</strong>te a la5. Por razones que no están claras, el término «asiático» sólo com<strong>en</strong>zó a utilizarsecorri<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te después de la segunda guerra mundial.


EL FIN DE LOS IMPERIOS 221revolución victoriosa. Fueron derrotados y obligados a retirarse <strong>en</strong> 1954,pero Estados Unidos impidió la unificación <strong>del</strong> país e instaló un régim<strong>en</strong>satélite <strong>en</strong> la parte meridional <strong>del</strong> Vietnam dividido. El inmin<strong>en</strong>te hundimi<strong>en</strong>tode ese régim<strong>en</strong> llevó a los Estados Unidos a interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> Vietnam, <strong>en</strong>una guerra que duró diez años y que terminó con su derrota y su retirada<strong>en</strong> 1975, después de haber lanzado sobre ese malhadado país más bombas <strong>del</strong>as que se habían utilizado <strong>en</strong> toda la segunda guerra mundial.La resist<strong>en</strong>cia fue más desigual <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> sureste asiático. Los holandeses(que tuvieron más éxito que los británicos <strong>en</strong> la descolonización de suimperio indio, sin necesidad de dividirlo) no eran lo bastante fuertes comopara mant<strong>en</strong>er la pot<strong>en</strong>cia militar necesaria <strong>en</strong> el ext<strong>en</strong>so archipiélago indonesio,la mayor parte de cuyas islas los habrían apoyado para contrarrestar elpredominio de Java, con sus cincu<strong>en</strong>ta y cinco millones de habitantes. Abandonaronese proyecto cuando descubrieron que para Estados Unidos Indonesiano era, a difer<strong>en</strong>cia de Vietnam, un fr<strong>en</strong>te estratégico <strong>en</strong> la lucha contra elcomunismo mundial. En efecto, los nuevos nacionalistas indonesios no sólono eran de inspiración comunista, sino que <strong>en</strong> 1948 sofocaron una insurrección<strong>del</strong> Partido Comunista. Este episodio conv<strong>en</strong>ció a Estados Unidos de quela fuerza militar holandesa debía utilizarse <strong>en</strong> Europa contra la supuesta am<strong>en</strong>azasoviética, y no para mant<strong>en</strong>er su imperio. Así pues, los holandeses sóloconservaron un <strong>en</strong>clave colonial <strong>en</strong> la mitad occid<strong>en</strong>tal de la gran isla melanésicade Nueva Guinea, que se incorporó también a Indonesia <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta. En cuanto a Malaysia, Gran Bretaña se <strong>en</strong>contró con un doble problema:por un lado, el que planteaban los sultanes tradicionales, que habíanprosperado <strong>en</strong> el imperio, y por otro, el derivado de la exist<strong>en</strong>cia de doscomunidades difer<strong>en</strong>tes y mutuam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tadas, los malayos y los chinos,cada una de ellas radicalizada <strong>en</strong> una dirección difer<strong>en</strong>te; los chinos bajo lainflu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> Partido Comunista, que había alcanzado una posición preemin<strong>en</strong>tecomo única fuerza que se oponía a los japoneses. Una vez iniciada laguerra fría, no cabía p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> modo alguno <strong>en</strong> permitir que los comunistas,y m<strong>en</strong>os aún los chinos, ocuparan el poder <strong>en</strong> una ex colonia, pero lo ciertoes que desde 1948 los británicos necesitaron doce años, un ejército de cincu<strong>en</strong>tamil hombres, una fuerza de policía de ses<strong>en</strong>ta mil y una guarnición dedosci<strong>en</strong>tos mil soldados para v<strong>en</strong>cer <strong>en</strong> la guerra de guerrillas instigada principalm<strong>en</strong>tepor los chinos. Cabe preguntarse si <strong>en</strong> el caso de que el estaño yel caucho de Malaysia no hubieran sido una fu<strong>en</strong>te de dólares tan importante,que garantizaba la estabilidad de la libra esterlina, Gran Bretaña habría mostradola misma disposición a afrontar el costo de esas operaciones. Lo ciertoes que la descolonización de Malaysia habría sido, <strong>en</strong> cualquier caso, una operacióncompleja y que no se produjo (para satisfacción de los conservadoresmalayos y de los millonarios chinos) hasta 1957. En 1965, la isla de Singapur,de población mayoritariam<strong>en</strong>te china, se separó para constituir una ciudad-estadoindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te y muy rica.Su larga experi<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la India había <strong>en</strong>señado a Gran Bretaña algo qu<strong>en</strong>o sabían franceses y holandeses: cuando surgía un movimi<strong>en</strong>to nacionalista


2 22 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESimportante, la r<strong>en</strong>uncia al poder formal era la única forma de seguir disfrutandolas v<strong>en</strong>tajas <strong>del</strong> imperio. Los británicos se retiraron <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>teindio <strong>en</strong> 1947, antes de que resultara evid<strong>en</strong>te que ya no podían controlarlo,y lo hicieron sin oponer la m<strong>en</strong>or resist<strong>en</strong>cia. También Ceilán (que <strong>en</strong> 1972tomó el nombre de Sri Lanka) y Birmania obtuvieron la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, laprimera con una agradable s<strong>en</strong>sación de sorpresa y la segunda con más vacilación,dado que los nacionalistas birmanos, aunque dirigidos por una LigaAntifascista de Liberación <strong>del</strong> Pueblo, también habían cooperado con losjaponeses. De hecho, la hostilidad de Birmania contra Gran Bretaña era tanint<strong>en</strong>sa que de todas las posesiones británicas descolonizadas fue la únicaque se negó inmediatam<strong>en</strong>te a integrarse <strong>en</strong> la Commonwealth, una forma deasociación laxa mediante la cual Londres int<strong>en</strong>taba mant<strong>en</strong>er al m<strong>en</strong>os elrecuerdo <strong>del</strong> imperio. La decisión de Birmania se a<strong>del</strong>antó incluso a la de losirlandeses, que <strong>en</strong> el mismo año convirtieron a Irlanda <strong>en</strong> una república nointegrada <strong>en</strong> la Commonwealth. Aunque la retirada rápida y pacífica de GranBretaña de ese sector <strong>del</strong> planeta, el más ext<strong>en</strong>so que haya estado nuncasometido y administrado por un conquistador extranjero, hay que acreditarla<strong>en</strong> el haber <strong>del</strong> gobierno laborista que <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> funciones al terminar lasegunda guerra mundial, no se puede afirmar que fuera un éxito rotundo, yaque se consiguió al precio de una sangri<strong>en</strong>ta división de la India <strong>en</strong> dos estados(uno musulmán, Pakistán, y otro, la India, <strong>en</strong> su gran mayoría hindú,aunque no fuera un estado confesional), <strong>en</strong> el curso de la cual varios c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>aresde miles de personas murieron a manos de sus opon<strong>en</strong>tes religiosos, yvarios millones más tuvieron que abandonar su terruño ancestral para as<strong>en</strong>tarse<strong>en</strong> lo que se había convertido <strong>en</strong> un país extranjero. Desde luego eso nofiguraba <strong>en</strong> los planes ni <strong>del</strong> nacionalismo indio, ni de los movimi<strong>en</strong>tosmusulmanes, ni <strong>en</strong> el de los gobernantes imperiales.El proceso por el que llegó a hacerse realidad la idea de un «Pakistán»separado, un nombre y un concepto inv<strong>en</strong>tados por unos estudiantes <strong>en</strong> 1932-1933, continúa intrigando tanto a los estudiosos de la historia como a aquellosa qui<strong>en</strong>es les gusta p<strong>en</strong>sar qué habría ocurrido si las cosas hubieran sidode otro modo. La perspectiva <strong>del</strong> tiempo permite afirmar que la división <strong>del</strong>a India <strong>en</strong> función de parámetros religiosos creó un preced<strong>en</strong>te siniestro parael futuro <strong>del</strong> mundo, de modo que es necesario explicarlo. En cierto s<strong>en</strong>tidono fue culpa de nadie, o lo fue de todo el mundo. En las elecciones celebradastras la <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> vigor de la Constitución de 1935 había triunfado elCongreso, incluso <strong>en</strong> la mayor parte de las zonas musulmanas, y la LigaMusulmana, partido nacional que se arrogaba la repres<strong>en</strong>tación de la comunidadminoritaria, había obt<strong>en</strong>ido unos pobres resultados. El asc<strong>en</strong>so <strong>del</strong>Congreso Nacional Indio, laico y no sectario, hizo que muchos musulmanes,la mayor parte de los cuales (como la mayoría de los hindúes) no t<strong>en</strong>ían todavíaderecho de voto, recelaran <strong>del</strong> poder hindú, pues parecía lógico que fueranhindúes la mayoría de los líderes <strong>del</strong> Congreso <strong>en</strong> un país predominantem<strong>en</strong>tehindú. En lugar de admitir esos temores y conceder a los musulmanesuna repres<strong>en</strong>tación especial, las elecciones parecieron reforzar la pret<strong>en</strong>sión


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 2 3<strong>del</strong> Congreso de ser el único partido nacional que repres<strong>en</strong>taba tanto a loshindúes como a los musulmanes. Eso fue lo que indujo a la Liga Musulmana,conducida por su formidable líder Muhammad Ali Jinnah, a romper conel Congreso y avanzar por la s<strong>en</strong>da que podía llevar al separatismo. No obstante,no fue hasta 1940 cuando Jinnah dejó de oponerse a la creación de unestado musulmán separado.Fue la guerra la que produjo la ruptura de la India <strong>en</strong> dos mitades. En ciertos<strong>en</strong>tido, este fue el último gran triunfo <strong>del</strong> raj británico y, al mismo tiempo, suúltimo suspiro. Por última vez el raj movilizó los recursos humanos y económicosde la India para ponerlos al servicio de una guerra británica, <strong>en</strong>mayor escala aún que <strong>en</strong> 1914-1918, y <strong>en</strong> esta ocasión contra la oposición <strong>del</strong>as masas que se alineaban con un partido de liberación nacional, y —a difer<strong>en</strong>ciade lo ocurrido <strong>en</strong> la primera guerra mundial— contra la inmin<strong>en</strong>teinvasión militar de Japón. Se consiguió un éxito sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, pero el precioque hubo que pagar fue muy elevado. La oposición <strong>del</strong> Congreso a la guerradeterminó que sus dirig<strong>en</strong>tes quedaran al marg<strong>en</strong> de la política y, desde 1942,<strong>en</strong> prisión. Las dificultades inher<strong>en</strong>tes a la economía de guerra <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>aron alraj el apoyo de importantes grupos de musulmanes, particularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> elPunjab, y los aproximaron a la Liga Musulmana, que adquirió la condición deun movimi<strong>en</strong>to de masas <strong>en</strong> el mismo mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que el gobierno de Delhi,llevado <strong>del</strong> temor de que el Congreso pudiera sabotear el esfuerzo de guerra,utilizaba de forma <strong>del</strong>iberada y sistemática la rivalidad <strong>en</strong>tre las comunidadeshindú y musulmana para inmovilizar al movimi<strong>en</strong>to nacionalista. En este casopuede decirse que Gran Bretaña aplicó la máxima de «divide y v<strong>en</strong>cerás». Ensu último int<strong>en</strong>to desesperado por ganar la guerra, el raj no sólo se destruyó así mismo sino que acabó con lo que lo legitimaba moralm<strong>en</strong>te: el proyecto <strong>del</strong>ograr un subcontin<strong>en</strong>te indio unido <strong>en</strong> el que sus múltiples comunidadespudieran coexistir <strong>en</strong> una paz relativa bajo la misma administración y el mismoord<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to jurídico. Cuando concluyó la guerra resultó imposible darmarcha atrás al motor de una política confesionalista.Con la excepción de Indochina, el proceso de descolonización estaba yaconcluido <strong>en</strong> Asia <strong>en</strong> 1950. Mi<strong>en</strong>tras tanto, la región musulmana occid<strong>en</strong>tal,desde Persia (Irán) a Marruecos, experim<strong>en</strong>tó una transformación impulsadapor una serie de movimi<strong>en</strong>tos populares, golpes revolucionarios e insurrecciones,que com<strong>en</strong>zaron con la nacionalización de las compañías petrolíferasoccid<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> Irán (1951) y la implantación <strong>del</strong> populismo con MuhammadMussadiq (1880-1967) y el apoyo <strong>del</strong> poderoso Partido Tude (comunista).(No puede sorpr<strong>en</strong>der que los partidos comunistas <strong>del</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>teadquirieran cierta influ<strong>en</strong>cia a raíz de la gran victoria soviética.) Mussadiqseria derrocado <strong>en</strong> 1953 como consecu<strong>en</strong>cia de un golpe preparado por el serviciosecreto anglonorteamericano. La revolución de los Oficiales Libres <strong>en</strong>Egipto (1952), dirigida por Gamal Ab<strong>del</strong> Nasser (1918-1970), y el posteriorderrumbami<strong>en</strong>to de los regím<strong>en</strong>es dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de Occid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Irak (1958)y Siria fueron hechos irreversibles, aunque británicos y franceses, <strong>en</strong> colaboracióncon el nuevo estado antiárabe de Israel, int<strong>en</strong>taron por todos los


224 LA ERA DE LAS CATÁSTROFESmedios aniquilar a Nasser <strong>en</strong> la guerra de Suez de 1956 (véase p. 360). Encambio, Francia se opuso con <strong>en</strong>ergía al levantami<strong>en</strong>to de las fuerzas queluchaban por la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia nacional <strong>en</strong> Argelia (1954-1961), uno de esosterritorios, como Suráfrica y —<strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido distinto— Israel, donde lacoexist<strong>en</strong>cia de la población autóctona con un núcleo numeroso de colonoseuropeos dificultaba la solución <strong>del</strong> problema de la descolonización. La guerrade Argelia fue un conflicto sangri<strong>en</strong>to que contribuyó a institucionalizarla tortura <strong>en</strong> el ejército, la policía y las fuerzas de seguridad de unos paísesque se declaraban civilizados. Popularizó la utilización de la tortura mediantedescargas eléctricas que se aplicaban <strong>en</strong> distintas zonas <strong>del</strong> cuerpo como lal<strong>en</strong>gua, los pezones y los g<strong>en</strong>itales, y provocó la caída de la cuarta república(1958) y casi la de la quinta (1961), antes de que Argelia consiguiera la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia,que el g<strong>en</strong>eral De Gaulle había considerado inevitable hacía muchotiempo. Mi<strong>en</strong>tras tanto, el gobierno francés había negociado secretam<strong>en</strong>te laautonomía y la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia (1956) de los otros dos protectorados queposeía <strong>en</strong> el norte de África: Túnez (que se convirtió <strong>en</strong> una república) yMarruecos (que siguió si<strong>en</strong>do una monarquía). Ese mismo año Gran Bretañase despr<strong>en</strong>dió tranquilam<strong>en</strong>te de Sudán, cuyo mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to como coloniaera insost<strong>en</strong>ible desde que perdiera el control sobre Egipto.Es difícil decir con certeza cuándo compr<strong>en</strong>dieron los viejos imperiosque la era <strong>del</strong> imperialismo había concluido definitivam<strong>en</strong>te. Visto desde laactualidad, el int<strong>en</strong>to de Gran Bretaña y de Francia de reafirmar su posicióncomo pot<strong>en</strong>cias imperialistas <strong>en</strong> la av<strong>en</strong>tura <strong>del</strong> canal de Suez de 1956 parecemás claram<strong>en</strong>te cond<strong>en</strong>ado al fracaso de lo que debieron p<strong>en</strong>sar losgobiernos de Londres y París que proyectaron esa operación militar para acabarcon el gobierno egipcio revolucionario <strong>del</strong> coronel Nasser, <strong>en</strong> una acciónconcertada con Israel. El episodio constituyó un sonoro fracaso (salvo desdeel punto de vista de Israel), tanto más ridículo por la combinación de indecisióny falta de sinceridad de que hizo gala el primer ministro británico AnthonyEdén. La operación —que, ap<strong>en</strong>as iniciada, tuvo que ser canceladabajo la presión de Estados Unidos— inclinó a Egipto hacia la URSS y terminópara siempre con lo que se ha llamado «el mom<strong>en</strong>to de Gran Bretaña<strong>en</strong> el Próximo Ori<strong>en</strong>te», es decir, la época de hegemonía británica incontestable<strong>en</strong> la región, iniciada <strong>en</strong> 1918.Sea como fuere, a finales de los años cincu<strong>en</strong>ta los viejos imperios eranconsci<strong>en</strong>tes de la necesidad de liquidar el colonialismo formal. Sólo Portugalcontinuaba resistiéndose, porque la economía de la metrópoli, atrasada y aisladapolíticam<strong>en</strong>te, no podía permitirse el neocolonialismo. Necesitaba explotarsus recursos africanos y, como su economía no era competitiva, sólo podíahacerlo mediante el control directo. Suráfrica y Rodesia <strong>del</strong> Sur, los dos estadosafricanos <strong>en</strong> los que existía un importante núcleo de colonos de raza blanca(aparte de K<strong>en</strong>ia), se negaron también a seguir la s<strong>en</strong>da que desembocaríainevitablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el establecimi<strong>en</strong>to de unos regím<strong>en</strong>es dominados por lapoblación africana, y para evitar ese destino Rodesia <strong>del</strong> Sur se declaró indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tede Gran Bretaña (1965). Sin embargo, París, Londres y Bruselas (el


EL FIN DE LOS IMPERIOS 2 25Congo belga) decidieron que la concesión voluntaria de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia formaly el mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de la dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia económica y cultural eran preferiblesa una larga lucha que probablem<strong>en</strong>te desembocaría <strong>en</strong> la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciay el establecimi<strong>en</strong>to de regím<strong>en</strong>es de izquierdas. Únicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> K<strong>en</strong>ia seprodujo una importante insurrección popular y se inició una guerra de guerrillas,aunque sólo participaron <strong>en</strong> ella algunos sectores de una etnia local, loskikuyu (el llamado movimi<strong>en</strong>to Mau-Mau, 1952-1956). En todos los demáslugares, se practicó con éxito la política de descolonización profiláctica,excepto <strong>en</strong> el Congo belga, donde muy pronto deg<strong>en</strong>eró <strong>en</strong> anarquía, guerracivil e interv<strong>en</strong>ción internacional. Por lo que respecta al África británica,<strong>en</strong> 1957 se concedió la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a Costa de Oro (la actual Ghana), dondeya existía un partido de masas conducido por un valioso político e intelectualpanafricanista llamado Kwame Nkrumah. En el África francesa, Guineafue abocada a una indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia prematura y empobrecida <strong>en</strong> 1958, cuandosu líder, Sekou Touré, se negó a integrarse <strong>en</strong> una «Comunidad Francesa»ofrecida por De Gaulle, que conjugaba la autonomía con una dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciaestricta de la economía francesa y, por <strong>en</strong>de, fue el primero de los líderes africanosnegros que se vio obligado a buscar ayuda <strong>en</strong> Moscú. Casi todas las restantescolonias británicas, francesas y belgas de África obtuvieron la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> 1960-1962, y el resto poco después. Sólo Portugal y los estados quelos colonos blancos habían declarado indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes se resistieron a seguiresa t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.Las posesiones británicas más ext<strong>en</strong>sas <strong>del</strong> Caribe fueron descolonizadassin disturbios <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta; las islas más pequeñas, a intervalos desdeese mom<strong>en</strong>to hasta 1981, las <strong>del</strong> índico y el Pacífico, a finales de los añosses<strong>en</strong>ta y durante la década de los set<strong>en</strong>ta. De hecho <strong>en</strong> 1970 ningún territoriode gran ext<strong>en</strong>sión continuaba bajo la administración directa de las antiguaspot<strong>en</strong>cias coloniales o de los regím<strong>en</strong>es controlados por sus colonos,excepto <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro y sur de África y, naturalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> Vietnam, donde <strong>en</strong>ese mom<strong>en</strong>to rugían las armas. La era imperialista había llegado a su fin.Set<strong>en</strong>ta y cinco años antes el imperialismo parecía indestructible e inclusotreinta años antes afectaba a la mayor parte de los pueblos <strong>del</strong> planeta. Elimperialismo, un elem<strong>en</strong>to irrecuperable <strong>del</strong> pasado, pasó a formar parte <strong>del</strong>os recuerdos literarios y cinematográficos idealizados de los antiguos estadosimperiales, cuando una nueva g<strong>en</strong>eración de escritores autóctonos de losantiguos países coloniales com<strong>en</strong>zaron su creación literaria al iniciarse elperíodo de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.


Segunda parteLA EDAD DE ORO


Capítulo VIIILA GUERRA FRÍAAunque la Rusia de los soviets pret<strong>en</strong>de ext<strong>en</strong>der su influ<strong>en</strong>ciapor todos los medios a su alcance, la revolución a escalamundial ya no forma parte de su programa, y no existe ningúnelem<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la situación interna de la Unión que pueda promoverel retorno a las antiguas tradiciones revolucionarias. Cualquiercomparación <strong>en</strong>tre la am<strong>en</strong>aza de la Alemania de antes de la guerray la am<strong>en</strong>aza soviética actual debe t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta ... difer<strong>en</strong>ciasfundam<strong>en</strong>tales ... Así pues, el riesgo de una catástroferep<strong>en</strong>tina es mucho m<strong>en</strong>or con los rusos que con los alemanes.FRANK ROBERTS, Embajada británica <strong>en</strong> Moscú,al Foreign Office, Londres, 1946(J<strong>en</strong>s<strong>en</strong>, 1991, p. 56)La economía de guerra les facilita una posición cómoda adec<strong>en</strong>as de miles de burócratas vestidos de uniforme o de paisanoque van a la oficina cada día a construir armas atómicas o aplanificar la guerra atómica; a millones de trabajadores cuyospuestos de trabajo dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong> <strong>del</strong> sistema de terrorismo nuclear;a ci<strong>en</strong>tíficos e ing<strong>en</strong>ieros pagados para buscar la «solución tecnológica»definitiva que proporcione una seguridad absoluta; acontratistas que no quier<strong>en</strong> dejar pasar la ocasión de obt<strong>en</strong>erb<strong>en</strong>eficios fáciles; a guerreros intelectuales que v<strong>en</strong>d<strong>en</strong> am<strong>en</strong>azasy b<strong>en</strong>dic<strong>en</strong> guerras.RICHARD BARNET (1981, p. 97)


230 LA EDAD DE ORO1Los cuar<strong>en</strong>ta y cinco años transcurridos <strong>en</strong>tre la explosión de las bombasatómicas y el fin de la Unión Soviética no constituy<strong>en</strong> un período de la historiauniversal homogéneo y único. Tal como veremos <strong>en</strong> los capítulos sigui<strong>en</strong>tes,se divid<strong>en</strong> <strong>en</strong> dos mitades, una a cada lado <strong>del</strong> hito que repres<strong>en</strong>tanlos primeros años set<strong>en</strong>ta (véanse los capítulos IX y XIV). Sin embargo, lahistoria <strong>del</strong> período <strong>en</strong> su conjunto siguió un patrón único marcado porla peculiar situación internacional que lo dominó hasta la caída de la URSS:el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to constante de las dos superpot<strong>en</strong>cias surgidas de la segundaguerra mundial, la d<strong>en</strong>ominada «guerra fría».La segunda guerra mundial ap<strong>en</strong>as había acabado cuando la humanidadse precipitó <strong>en</strong> lo que sería razonable considerar una tercera guerra mundial,aunque muy singular; y es que, tal como dijo el gran filósofo Thomas Hobbes,«La guerra no consiste sólo <strong>en</strong> batallas, o <strong>en</strong> la acción de luchar, sinoque es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> combatees sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te conocida» (Hobbes, capítulo 13). La guerra fría <strong>en</strong>tre losdos bandos de los Estados Unidos y la URSS, con sus respectivos aliados,que dominó por completo el esc<strong>en</strong>ario internacional de la segunda mitad <strong>del</strong>siglo xx, fue sin lugar a dudas un lapso de tiempo así. G<strong>en</strong>eraciones <strong>en</strong>terascrecieron bajo la am<strong>en</strong>aza de un conflicto nuclear global que. tal como creíanmuchos, podía estallar <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to y arrasar a la humanidad. Enrealidad, aun a los que no creían que cualquiera de los dos bandos tuvieraint<strong>en</strong>ción de atacar al otro les resultaba difícil no caer <strong>en</strong> el pesimismo, yaque la ley de Murphy es una de las g<strong>en</strong>eralizaciones que mejor cuadran al serhumano («Si algo puede ir mal, irá mal»). Con el correr <strong>del</strong> tiempo, cada vezhabía más cosas que podían ir mal, tanto política como tecnológicam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to nuclear perman<strong>en</strong>te basado <strong>en</strong> la premisa de que sólo elmiedo a la «destrucción mutua asegurada» (acertadam<strong>en</strong>te resumida <strong>en</strong>inglés con el acrónimo MAD, «loco») impediría a cualquiera de los dos bandosdar la señal, siempre a punto, de la destrucción planificada de la civilización.No llegó a suceder, pero durante cuar<strong>en</strong>ta años fue una posibilidadcotidiana.La singularidad de la guerra fría estribaba <strong>en</strong> que, objetivam<strong>en</strong>te hablando,no había ningún peligro inmin<strong>en</strong>te de guerra mundial. Más aún: pese a laretórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo <strong>del</strong> lado norteamericano,los gobiernos de ambas superpot<strong>en</strong>cias aceptaron el reparto global de fuerzasestablecido al final de la segunda guerra mundial, lo que suponía un equilibriode poderes muy desigual pero indiscutido. La URSS dominaba o ejercíauna influ<strong>en</strong>cia preponderante <strong>en</strong> una parte <strong>del</strong> globo: la zona ocupada por elejército rojo y otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sinint<strong>en</strong>tar ext<strong>en</strong>der más allá su esfera de influ<strong>en</strong>cia por la fuerza de las armas.Los Estados Unidos controlaban y dominaban el resto <strong>del</strong> mundo capitalista,además <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>tal y los océanos, asumi<strong>en</strong>do los restos de la


LA GUERRA FRÍA 231vieja hegemonía imperial de las antiguas pot<strong>en</strong>cias coloniales. En contrapartida,no interv<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> la zona aceptada como de hegemonía soviética.En Europa las líneas de demarcación se habían trazado <strong>en</strong> 1943-1945,tanto por los acuerdos alcanzados <strong>en</strong> las cumbres <strong>en</strong> que participaron Roosevelt,Churchill y Stalin, como <strong>en</strong> virtud <strong>del</strong> hecho de que sólo el ejército rojoera realm<strong>en</strong>te capaz de derrotar a Alemania. Hubo vacilaciones, sobre todode Alemania y Austria, que se resolvieron con la partición de Alemania deacuerdo con las líneas de las fuerzas de ocupación <strong>del</strong> Este y <strong>del</strong> Oeste, y laretirada de todos los ex cont<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de Austria, que se convirtió <strong>en</strong> unaespecie de segunda Suiza: un país pequeño con vocación de neutralidad,<strong>en</strong>vidiado por su constante prosperidad y, <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia, descrito (correctam<strong>en</strong>te)como «aburrido». La URSS aceptó a regañadi<strong>en</strong>tes el Berlín Oestecomo un <strong>en</strong>clave occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> la parte <strong>del</strong> territorio alemán que controlaba,pero no estaba dispuesta a discutir el tema con las armas.La situación fuera de Europa no estaba tan clara, salvo <strong>en</strong> el caso deJapón, <strong>en</strong> donde los Estados Unidos establecieron una ocupación totalm<strong>en</strong>teunilateral que excluyó no sólo a la URSS, sino también a los demás aliados.El problema era que ya se preveía el fin de los antiguos imperios coloniales,cosa que <strong>en</strong> 1945, <strong>en</strong> Asia, ya resultaba inmin<strong>en</strong>te, aunque la ori<strong>en</strong>taciónfutura de los nuevos estados poscoloniales no estaba nada clara. Como veremos(capítulos XII y XV), esta fue la zona <strong>en</strong> que las dos superpot<strong>en</strong>ciassiguieron compiti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> busca de apoyo e influ<strong>en</strong>cia durante toda la guerrafría y, por lo tanto, fue la de mayor fricción <strong>en</strong>tre ambas, donde más probablesresultaban los conflictos armados, que acabaron por estallar. A difer<strong>en</strong>ciade Europa, ni siquiera se podían prever los límites de la zona que <strong>en</strong> elfuturo iba a quedar bajo control comunista, y mucho m<strong>en</strong>os negociarse, niaun <strong>del</strong> modo más provisional y ambiguo. Así, por ejemplo, la URSS no s<strong>en</strong>tíagrandes deseos de que los comunistas tomaran el poder <strong>en</strong> China, 1 peroeso fue lo que sucedió a pesar de todo.Sin embargo, incluso <strong>en</strong> lo que pronto dio <strong>en</strong> llamarse el «tercer mundo»,las condiciones para la estabilidad internacional empezaron a aparecera los pocos años, a medida que fue quedando claro que la mayoría de losnuevos estados poscoloniales, por escasas que fueran sus simpatías hacialos Estados Unidos y sus aliados, no eran comunistas, sino, <strong>en</strong> realidad,sobre todo anticomunistas <strong>en</strong> política interior, y «no alineados» (es decir,fuera <strong>del</strong> bloque militar soviético) <strong>en</strong> asuntos exteriores. En resum<strong>en</strong>, el«bando comunista» no pres<strong>en</strong>tó síntomas de expansión significativa <strong>en</strong>tre laI. Las refer<strong>en</strong>cias a China brillaban por su aus<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> el informe de Zhdanov sobre lasituación mundial con que se inauguró la confer<strong>en</strong>cia de la Oficina de Información Comunista(Cominforni) <strong>en</strong> septiembre de 1947, aunque Indonesia y Vietnam recibieron el calificativo de«miembros <strong>del</strong> bando antiimperialista», e India. Egipto y Siria, de «simpatizantes» <strong>del</strong> mismo(Spriano, 19.13, p. 286). Todavía <strong>en</strong> abril de 1949, al abandonar Chiang Kai-shek su capital,Nanking, el embajador soviético —el único de <strong>en</strong>tre todo el cuerpo diplomático— se unió a él<strong>en</strong> su retirada hacia Cantón. Seis meses más tarde. Mao proclamaba la República Popular (Walker,1993. p. 63).


232 LA EDAD DE OROrevolución china y los años set<strong>en</strong>ta, cuando la China comunista ya no formabaparte <strong>del</strong> mismo.En la práctica, la situación mundial se hizo razonablem<strong>en</strong>te estable pocodespués de la guerra y siguió siéndolo hasta mediados de los set<strong>en</strong>ta, cuandoel sistema internacional y sus compon<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> otro prolongado períodode crisis política y económica. Hasta <strong>en</strong>tonces ambas superpot<strong>en</strong>ciashabían aceptado el reparto desigual <strong>del</strong> mundo, habían hecho los máximosesfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de influ<strong>en</strong>cia sin llegar aun choque abierto de sus fuerzas armadas que pudiese llevarlas a la guerra y,<strong>en</strong> contra de la ideología y de la retórica de guerra fría, habían actuado parti<strong>en</strong>dode la premisa de que la coexist<strong>en</strong>cia pacífica <strong>en</strong>tre ambas era posible.De hecho, a la hora de la verdad, la una confiaba <strong>en</strong> la moderación de la otra,incluso <strong>en</strong> las ocasiones <strong>en</strong> que estuvieron oficialm<strong>en</strong>te a punto de <strong>en</strong>trar, o<strong>en</strong>traron, <strong>en</strong> guerra. Así, durante la guerra de Corea de 1950-1953, <strong>en</strong> la queparticiparon oficialm<strong>en</strong>te los norteamericanos, pero no los rusos, Washingtonsabía perfectam<strong>en</strong>te que unos 150 aviones chinos eran <strong>en</strong> realidad avionessoviéticos pilotados por aviadores soviéticos (Walker, 1993, pp. 75-77). Lainformación se mantuvo <strong>en</strong> secreto porque se dedujo, acertadam<strong>en</strong>te, que loúltimo que Moscú deseaba era la guerra. Durante la crisis de los misilescubanos de 1962, tal como sabemos hoy (Ball, 1992; Ball, 1993), la principalpreocupación de ambos bandos fue cómo evitar que se malinterpretarangestos hostiles como preparativos bélicos reales.Este acuerdo tácito de tratar la guerra fría como una «paz fría» se mantuvohasta los años set<strong>en</strong>ta. La URSS supo (o, mejor dicho, apr<strong>en</strong>dió) <strong>en</strong> 1953que los llamami<strong>en</strong>tos de los Estados Unidos para «hacer retroceder» al comunismoera simple propaganda radiofónica, porque los norteamericanos ni pestañearoncuando los tanques soviéticos restablecieron el control comunistadurante un importante levantami<strong>en</strong>to obrero <strong>en</strong> la Alemania <strong>del</strong> Este. A partirde <strong>en</strong>tonces, tal como confirmó la revolución húngara de 1956, Occid<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o se <strong>en</strong>trometió <strong>en</strong> la esfera de control soviético. La guerra fría, que sí procurabaestar a la altura de su propia retórica de lucha por la supremacía o porla aniquilación, no era un <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el que las decisiones fundam<strong>en</strong>taleslas tomaban los gobiernos, sino la sorda rivalidad <strong>en</strong>tre los distintosservicios secretos reconocidos y por reconocer, que <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te produjo elfruto más característico de la t<strong>en</strong>sión internacional: las novelas de espionaje yde asesinatos <strong>en</strong>cubiertos. En este género, los británicos, gracias al JamesBond de Ian Fleming y a los héroes agridulces de John Le Carré —amboshabían trabajado por un tiempo <strong>en</strong> los servicios secretos británicos—, mantuvieronla primacía, comp<strong>en</strong>sando así el declive de su país <strong>en</strong> el mundo <strong>del</strong>poder real. No obstante, con la excepción de lo sucedido <strong>en</strong> algunos de lospaíses más débiles <strong>del</strong> tercer mundo, las operaciones <strong>del</strong> KGB, la CÍA ysemejantes fueron desdeñables <strong>en</strong> términos de poder político real, por teatralesque resultas<strong>en</strong> a m<strong>en</strong>udo.En tales circunstancias, ¿hubo <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to peligro real de guerramundial durante este largo período de t<strong>en</strong>sión, con la lógica excepción de los


LA GUERRA FRÍA 2 3 3accid<strong>en</strong>tes que am<strong>en</strong>azan inevitablem<strong>en</strong>te a qui<strong>en</strong>es patinan y patinan sobreuna <strong>del</strong>gada capa de hielo? Es difícil de decir. Es probable que el período másexplosivo fuera el que medió <strong>en</strong>tre la proclamación formal de la «doctrinaTruman» <strong>en</strong> marzo de 1947 («La política de los Estados Unidos ti<strong>en</strong>e que serapoyar a los pueblos libres que se resist<strong>en</strong> a ser subyugados por minoríasarmadas o por presiones exteriores») y abril de 1951, cuando el mismo presid<strong>en</strong>tede los Estados Unidos destituyó al g<strong>en</strong>eral Douglas MacArthur, comandante<strong>en</strong> jefe de las fuerzas de los Estados Unidos <strong>en</strong> la guerra de Corea(1950-1953), que llevó demasiado lejos sus ambiciones militares. Duranteesta época el temor de los norteamericanos a la desintegración social o a larevolución <strong>en</strong> países no soviéticos de Eurasia no era simple fantasía: al fin yal cabo, <strong>en</strong> 1949 los comunistas se hicieron con el poder <strong>en</strong> China. Por su parte,la URSS se vio <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tada con unos Estados Unidos que disfrutaban <strong>del</strong>monopolio <strong>del</strong> armam<strong>en</strong>to atómico y que multiplicaban las declaraciones deanticomunismo militante y am<strong>en</strong>azador, mi<strong>en</strong>tras la solidez <strong>del</strong> bloque soviéticoempezaba a resquebrajarse con la ruptura de la Yugoslavia de Tito (1948).Además, a partir de 1949, el gobierno de China no sólo se involucró <strong>en</strong> unaguerra de gran calibre <strong>en</strong> Corea sin p<strong>en</strong>sárselo dos veces, sino que, a difer<strong>en</strong>ciade otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la posibilidad real de luchary sobrevivir a un holocausto nuclear. 2 Todo podía suceder.Una vez que la URSS se hizo con armas nucleares —cuatro años despuésde Hiroshima <strong>en</strong> el caso de la bomba atómica (1949), nueve mesesdespués de los Estados Unidos <strong>en</strong> el de la bomba de hidróg<strong>en</strong>o (1953)—,ambas superpot<strong>en</strong>cias dejaron de utilizar la guerra como arma política <strong>en</strong>sus relaciones mutuas, pues era el equival<strong>en</strong>te de un pacto suicida. Quecontemplaran seriam<strong>en</strong>te la posibilidad de utilizar las armas nucleares contraterceros —los Estados Unidos <strong>en</strong> Corea <strong>en</strong> 1951 y para salvar a losfranceses <strong>en</strong> Indochina <strong>en</strong> 1954; la URSS contra China <strong>en</strong> 1969— no estámuy claro, pero lo cierto es que no lo hicieron. Sin embargo, ambas superpot<strong>en</strong>ciasse sirvieron de la am<strong>en</strong>aza nuclear, casi con toda certeza sin t<strong>en</strong>erint<strong>en</strong>ción de cumplirla, <strong>en</strong> algunas ocasiones: los Estados Unidos, para acelerarlas negociaciones de paz <strong>en</strong> Corea y Vietnam (1953, 1954); la URSS,para obligar a Gran Bretaña y a Francia a retirarse de Suez <strong>en</strong> 1956. Pordesgracia, la certidumbre misma de que ninguna de las dos superpot<strong>en</strong>ciasdeseaba realm<strong>en</strong>te apretar el botón atómico t<strong>en</strong>tó a ambos bandos a agitarel recurso al arma atómica con finalidades negociadoras o (<strong>en</strong> los EstadosUnidos) para el consumo doméstico, <strong>en</strong> la confianza de que el otro tampocoquería la guerra. Esta confianza demostró estar justificada, pero al preciode desquiciar los nervios de varias g<strong>en</strong>eraciones. La crisis de los misiles2. Se dice que Mao le com<strong>en</strong>tó al dirig<strong>en</strong>te comunista italiano Togliatti: «¿Quién le hadicho que Italia vaya a sobrevivir? Quedarán tresci<strong>en</strong>tos millones de chinos, y eso bastará parala continuidad de la raza humana». «La disposición de Mao para aceptar lo inevitable de unaguerra atómica y su posible utilidad para precipitar la derrota final <strong>del</strong> capitalismo dejó atónitosa sus camaradas de otros países» <strong>en</strong> 1957 (Walter, 1993, p. 126).


234 LA EDAD DE OROcubanos de 1962, uno de estos recursos <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te innecesarios, estuvo apunto de arrastrar al mundo a una guerra innecesaria a lo largo de unospocos días y, de hecho, llegó a asustar a las cúpulas dirig<strong>en</strong>tes hasta hacerles<strong>en</strong>trar temporalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> razón. 3II¿Cómo podemos, pues, explicar los cuar<strong>en</strong>ta años de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>toarmado y de movilización perman<strong>en</strong>te, basados <strong>en</strong> la premisa siempre inverosímil,y <strong>en</strong> este caso totalm<strong>en</strong>te infundada, de que el planeta era tan inestableque podía estallar una guerra mundial <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to, y que eso sólolo impedía una disuasión mutua sin tregua? En primer lugar, la guerra fría sebasaba <strong>en</strong> la cre<strong>en</strong>cia occid<strong>en</strong>tal, absurda vista desde el pres<strong>en</strong>te pero muylógica tras el fin de la segunda guerra mundial, de que la era de lascatástrofes no se había acabado <strong>en</strong> modo alguno; que el futuro <strong>del</strong> capitalismomundial y de la sociedad liberal distaba mucho de estar garantizado. Lamayoría de los observadores esperaba una crisis económica de posguerragrave, incluso <strong>en</strong> los Estados Unidos, por analogía con lo que había sucedidotras el fin de la primera guerra mundial. Un futuro premio Nobel de economíahabló <strong>en</strong> 1943 de la posibilidad de que se diera <strong>en</strong> los Estados Unidos«el período más grande de desempleo y de dislocación de la industria al quejamás se haya <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado economía alguna» (Samuelson, 1943, p. 51). Dehecho, los planes <strong>del</strong> gobierno de los Estados Unidos para la posguerra sedirigían mucho más a evitar otra Gran Depresión que a evitar otra guerra,algo a lo que Washington había dedicado poca at<strong>en</strong>ción antes de la victoria(Kolko, 1969, pp. 244-246).Si Washington esperaba «serias alteraciones de posguerra» que socavas<strong>en</strong>«la estabilidad social, política y económica <strong>del</strong> mundo» (Dean Acheson, citado<strong>en</strong> Kolko, 1969, p. 485) era porque al acabar la guerra los países beligerantes,con la excepción de los Estados Unidos, eran mundos <strong>en</strong> ruinas habitados porlo que a los norteamericanos les parecían poblaciones hambri<strong>en</strong>tas, desesperadasy tal vez radicalizadas, predispuestas a prestar oído a los cantos de sir<strong>en</strong>ade la revolución social y de políticas económicas incompatibles con elsistema internacional de libertad de empresa, libre mercado y libertad demovimi<strong>en</strong>to de capitales que había de salvar a los Estados Unidos y al mundo.Además, el sistema internacional de antes de la guerra se había hundido,dejando a los Estados Unidos fr<strong>en</strong>te a una URSS comunista <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te for-3. El dirig<strong>en</strong>te soviético N. S. Kruschev decidió instalar misiles <strong>en</strong> Cuba para comp<strong>en</strong>sarlos misiles que los norteamericanos habían instalado ya <strong>en</strong> el otro lado de la frontera soviética,<strong>en</strong> Turquía (Burlatsky, 1992). Los Estados Unidos le obligaron a retirarlos con am<strong>en</strong>azas deguerra, pero también retiraron sus misiles de Turquía. Los misiles soviéticos, como le habíandicho al presid<strong>en</strong>te K<strong>en</strong>nedy por aquel <strong>en</strong>tonces, carecían de importancia <strong>en</strong> el marco <strong>del</strong> equilibrioestratégico, pero sí la t<strong>en</strong>ían de cara a la imag<strong>en</strong> pública <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te (Ball, 1992, p. 18;Walker, 1988). Los misiles norteamericanos que se retiraron fueron calificados de «obsoletos».


LA GUERRA FRÍA 2 3 5talecida que ocupaba amplias ext<strong>en</strong>siones de Europa y ext<strong>en</strong>siones aún másamplias <strong>del</strong> mundo no europeo, cuyo futuro político parecía incierto —m<strong>en</strong>osque <strong>en</strong> ese mundo explosivo e inestable todo lo que ocurriera era probable quedebilitase al capitalismo de los Estados Unidos, y fortaleciese a la pot<strong>en</strong>ciaque había nacido por y para la revolución.La situación <strong>en</strong> la inmediata posguerra <strong>en</strong> muchos de los países liberadosy ocupados parecía contraria a los políticos moderados, con escasos apoyossalvo el de sus aliados occid<strong>en</strong>tales, asediados desde d<strong>en</strong>tro y fuera de susgobiernos por los comunistas, que después de la guerra aparecieron <strong>en</strong> todaspartes con mucha más fuerza que <strong>en</strong> cualquier otro tiempo anterior y, aveces, como los partidos y formaciones políticas mayores <strong>en</strong> sus respectivospaíses. El primer ministro (socialista) de Francia fue a Washington a advertirque, sin apoyo económico, probablem<strong>en</strong>te sucumbiría ante los comunistas.La pésima cosecha de 1946, seguida por el terrible invierno de 1946-1947,puso aún más nerviosos tanto a los políticos europeos como a los asesorespresid<strong>en</strong>ciales norteamericanos.En esas circunstancias no es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que la alianza que habían mant<strong>en</strong>idodurante la guerra las principales pot<strong>en</strong>cias capitalista y socialista, éstaahora a la cabeza de su propia esfera de influ<strong>en</strong>cia, se rompiera, como tan am<strong>en</strong>udo sucede con coaliciones aún m<strong>en</strong>os heterogéneas al acabar una guerra.Sin embargo, ello no basta para explicar por qué la política de los EstadosUnidos —los aliados y satélites de Washington, con la posible excepciónde Gran Bretaña, mostraron una vehem<strong>en</strong>cia mucho m<strong>en</strong>or— t<strong>en</strong>ía quebasarse, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> sus manifestaciones públicas, <strong>en</strong> pres<strong>en</strong>tar el esc<strong>en</strong>ariode pesadilla de una superpot<strong>en</strong>cia moscovita lanzada a la inmediataconquista <strong>del</strong> planeta, al fr<strong>en</strong>te de una «conspiración comunista mundial» yatea siempre dispuesta a derrocar los dominios de la libertad. Y muchom<strong>en</strong>os sirve esa ruptura para explicar la retórica de J. F. K<strong>en</strong>nedy durante lacampaña presid<strong>en</strong>cial de I960, cuando era imp<strong>en</strong>sable que lo que el primerministro británico Harold Macmillan d<strong>en</strong>ominó «nuestra sociedad libreactual, la nueva forma de capitalismo» (Horne. 1989, vol. II, p. 238) pudieraconsiderarse directam<strong>en</strong>te am<strong>en</strong>azada. 4¿Por qué se puede tachar de «apocalíptica» (Hughes, 1969, p. 28) lavisión de «los profesionales <strong>del</strong> Departam<strong>en</strong>to de Estado» tras el fin <strong>del</strong>a guerra? ¿Por qué hasta el ser<strong>en</strong>o diplomático británico que rechazaba todacomparación de la URSS con la Alemania nazi informaba luego desde Moscúque el mundo «se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba ahora al equival<strong>en</strong>te moderno de las guerrasde religión <strong>del</strong> siglo xvi, <strong>en</strong> el que el comunismo soviético luchará contra lademocracia social occid<strong>en</strong>tal y la versión norteamericana <strong>del</strong> capitalismopor la dominación mundial»? (J<strong>en</strong>s<strong>en</strong>, 1991, pp. 41 y 53-54: Roberts, 1991).4. «El <strong>en</strong>emigo es el sistema comunista <strong>en</strong> sí: implacable, insaciable, infatigable <strong>en</strong> supugna por dominar e! mundo ... Esta no es una lucha sólo por la supremacía armam<strong>en</strong>tística.También es una lucha por la supremacía <strong>en</strong>tre dos ideologías opuestas: la libertad bajo un Dios,y una tiranía atea» (Walker. 1993, p. 132).


236 LA EDAD DE OROY es que ahora resulta evid<strong>en</strong>te, y era tal vez razonable incluso <strong>en</strong> 1945.1947, que la URSS ni era expansionista —m<strong>en</strong>os aún agresiva— ni contabacon ext<strong>en</strong>der el avance <strong>del</strong> comunismo más allá de lo que se supone se habíaacordado <strong>en</strong> las cumbres de 1943-1945. De hecho, allí <strong>en</strong> donde la URSScontrolaba regím<strong>en</strong>es y movimi<strong>en</strong>tos comunistas satélites, éstos t<strong>en</strong>ían elcompromiso específico de no construir estados según el mo<strong>del</strong>o de laURSS, sino economías mixtas con democracias parlam<strong>en</strong>tarias pluripartidistas,muy difer<strong>en</strong>tes de la «dictadura <strong>del</strong> proletariado» y «más aún» de lade un partido único, descritas <strong>en</strong> docum<strong>en</strong>tos internos <strong>del</strong> partido comunistacomo «ni útiles ni necesarias» (Spriano, 1983, p. 265). (Los únicos regím<strong>en</strong>escomunistas que se negaron a seguir esta línea fueron aquellos cuyasrevoluciones, que Stalin desal<strong>en</strong>tó firmem<strong>en</strong>te, escaparon al control de Moscú,como Yugoslavia.) Además, y aunque esto sea algo a lo que no se hayaprestado mucha at<strong>en</strong>ción, la URSS desmovilizó sus tropas —su principalbaza <strong>en</strong> el campo militar— casi tan deprisa como los Estados Unidos, conlo que el ejército rojo disminuyó sus efectivos de un máximo de casi docemillones de hombres <strong>en</strong> 1945 a tres millones antes de finales de 1948 (NewYork Times, 24-10-1946 y 24-10-1948).Desde cualquier punto de vista racional, la URSS no repres<strong>en</strong>taba ningunaam<strong>en</strong>aza inmediata para qui<strong>en</strong>es se <strong>en</strong>contras<strong>en</strong> fuera <strong>del</strong> ámbito deocupación de las fuerzas <strong>del</strong> ejército rojo. Después de la guerra, se <strong>en</strong>contraba<strong>en</strong> ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizasy un gobierno que desconfiaba de una población gran parte de la cual, fuerade Rusia, había mostrado una clara y compr<strong>en</strong>sible falta de adhesión al régim<strong>en</strong>.En sus confines occid<strong>en</strong>tales, la URSS continuó t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do dificultadescon las guerrillas ucranianas y de otras nacionalidades durante años. La dirigíaun dictador que había demostrado ser tan poco partidario de correr riesgosfuera <strong>del</strong> territorio bajo su dominio directo, como despiadado d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong>mismo: J. V. Stalin (véase el capítulo XIII). La URSS necesitaba toda la ayudaeconómica posible y, por lo tanto, no t<strong>en</strong>ía ningún interés, a corto plazo,<strong>en</strong> <strong>en</strong>emistarse con la única pot<strong>en</strong>cia que podía proporcionársela, los EstadosUnidos. No cabe duda de que Stalin, <strong>en</strong> tanto que comunista, creía <strong>en</strong> lainevitable sustitución <strong>del</strong> capitalismo por el comunismo, y, <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido,que la coexist<strong>en</strong>cia de ambos sistemas no sería perman<strong>en</strong>te. Sin embargo,los planificadores soviéticos no creían que el capitalismo como tal se <strong>en</strong>contrase<strong>en</strong> crisis al término de la segunda guerra mundial, sino que no les cabíaduda de que seguiría por mucho tiempo bajo la égida de los Estados Unidos,cuya riqueza y poderío, <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te aum<strong>en</strong>tados, no eran sino evid<strong>en</strong>tes(Loth, 1988, pp. 36-37). Eso es, de hecho, lo que la URSS sospechaba ytemía. 5 Su postura de fondo tras la guerra no era agresiva sino def<strong>en</strong>siva.5. Mayores aún hubieran sido sus suspicacias de haber sabido que la junta de jefes deestado mayor de los Estados Unidos trazó un plan para lanzar bombas atómicas sobre las veinteciudades principales de la Unión Soviética a las pocas semanas <strong>del</strong> fin de la guerra (Walker,1993, pp. 26-27).


LA GUERRA FRÍA 2 3 7Sin embargo, la política de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre ambos bandos surgió desu propia situación. La URSS, consci<strong>en</strong>te de lo precario e inseguro de suposición, se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba a la pot<strong>en</strong>cia mundial de los Estados Unidos, consci<strong>en</strong>tesde lo precario e inseguro de la situación <strong>en</strong> Europa c<strong>en</strong>tral y occid<strong>en</strong>tal,y <strong>del</strong> incierto futuro de gran parte de Asia. El <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to es probableque se hubiese producido aun sin la ideología de por medio. George K<strong>en</strong>nan,el diplomático norteamericano que, a principios de 1946, formuló la políticade «cont<strong>en</strong>ción» que Washington abrazó con <strong>en</strong>tusiasmo, no creía que Rusiase batiera <strong>en</strong> una cruzada por el comunismo, y —tal como demostró su carreraposterior— él mismo se guardó mucho de participar <strong>en</strong> cruzadas ideológicas(con la posible excepción de sus ataques a la política democrática, de laque t<strong>en</strong>ía una pobre opinión). K<strong>en</strong>nan no era más que un bu<strong>en</strong> especialista<strong>en</strong> Rusia de la vieja escuela de diplomacia <strong>en</strong>tre pot<strong>en</strong>cias —había muchos así<strong>en</strong> las cancillerías europeas— que veía <strong>en</strong> Rusia, ya fuese la de los zares o labolchevique, una sociedad atrasada y bárbara gobernada por hombres aqui<strong>en</strong>es impulsaba una «s<strong>en</strong>sación rusa tradicional e instintiva de inseguridad»,siempre aislada <strong>del</strong> mundo exterior, siempre regida por autócratas, buscandosiempre su «seguridad» sólo <strong>en</strong> un combate paci<strong>en</strong>te y a muerte por lacompleta destrucción de la pot<strong>en</strong>cia rival, sin llegar jamás a pactos o compromisoscon ésta; reaccionando siempre, por lo tanto, sólo a «la lógica de lafuerza», no a la de la razón. El comunismo, por supuesto, p<strong>en</strong>saba K<strong>en</strong>nan,hacía a la antigua Rusia más peligrosa porque reforzaba a la más brutal <strong>del</strong>as grandes pot<strong>en</strong>cias con la más despiadada de las utopías, es decir, de lasideologías de dominación mundial. Pero esa tesis implicaba que la única«pot<strong>en</strong>cia rival» de Rusia, a saber, los Estados Unidos, habría t<strong>en</strong>ido que«cont<strong>en</strong>er» la presión rusa con una resist<strong>en</strong>cia inflexible aunque Rusia nohubiese sido comunista.Por otra parte, desde el punto de vista de Moscú, la única estrategia racionalpara def<strong>en</strong>der y explotar su nueva posición de gran, aunque frágil, pot<strong>en</strong>ciainternacional, era exactam<strong>en</strong>te la misma: la intransig<strong>en</strong>cia. Nadie sabíamejor que Stalin lo malas que eran sus cartas. No cabía negociar las posicionesque le habían ofrecido Roosevelt y Churchill cuando la interv<strong>en</strong>ciónsoviética era es<strong>en</strong>cial para derrotar a Hitler y todavía se creía que sería es<strong>en</strong>cialpara derrotar a Japón. La URSS podía estar dispuesta a retirarse de laszonas <strong>en</strong> donde no estaba amparada por los acuerdos de las cumbres de 1943-1945, y sobre todo de Yalta —por ejemplo, la frontera <strong>en</strong>tre Irán y Turquía<strong>en</strong> 1945-1946—, pero todo int<strong>en</strong>to de revisión de Yalta sólo podía acogersecon una rotunda negativa, y, de hecho, el «no» <strong>del</strong> ministro de Asuntos Exterioresde Stalin, Molotov, <strong>en</strong> todas las reuniones internacionales posteriores aYalta se hizo famoso. Los norteamericanos t<strong>en</strong>ían la fuerza de su lado, aunquehasta diciembre de 1947 no dispusieron de aviones capaces de transportar lasdoce bombas atómicas con que contaban y el personal militar capaz de montarlas(Moisi, 1981, pp. 78-79). La URSS, no. Washington no estaba dispuestoa r<strong>en</strong>unciar a nada sino a cambio de concesiones, pero eso era exactam<strong>en</strong>telo que Moscú no podía permitirse, ni siquiera a cambio de la ayuda


2 3 8 LA EDAD DE OROeconómica que necesitaba desesperadam<strong>en</strong>te y que, <strong>en</strong> cualquier caso, losnorteamericanos no querían concederles, con la excusa de que se les había«traspapelado» la petición soviética de un crédito de posguerra, pres<strong>en</strong>tadaantes de Yalta.En resum<strong>en</strong>, mi<strong>en</strong>tras que a los Estados Unidos les preocupaba el peligrode una hipotética supremacía mundial de la URSS <strong>en</strong> el futuro, a Moscú lepreocupaba la hegemonía real de los Estados Unidos <strong>en</strong> el pres<strong>en</strong>te sobretodas las partes <strong>del</strong> mundo no ocupadas por el ejército rojo. No hubiera sidomuy difícil convertir a una URSS agotada y empobrecida <strong>en</strong> otro satélite <strong>del</strong>a economía estadounid<strong>en</strong>se, más poderosa por aquel <strong>en</strong>tonces que todas lasdemás economías mundiales juntas. La intransig<strong>en</strong>cia era la táctica lógica.Que destaparan el farol de Moscú, si querían.Pero esa política de mutua intransig<strong>en</strong>cia e incluso de rivalidad perman<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o implica un riesgo cotidiano de guerra. Los ministros de AsuntosExteriores británicos <strong>del</strong> siglo xix, que daban por s<strong>en</strong>tado que el afán expansionistade la Rusia de los zares debía «cont<strong>en</strong>erse» constantem<strong>en</strong>te al modode K<strong>en</strong>nan, sabían perfectam<strong>en</strong>te que los mom<strong>en</strong>tos de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to abiertoeran contados, y las crisis bélicas, todavía más. La intransig<strong>en</strong>cia mutuaimplica aún m<strong>en</strong>os una política de lucha a vida o muerte o de guerra de religión.Sin embargo, había <strong>en</strong> la situación dos elem<strong>en</strong>tos que contribuyeron adesplazar el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> ámbito de la razón al de las emociones.Como la URSS, los Estados Unidos eran una pot<strong>en</strong>cia que repres<strong>en</strong>taba unaideología considerada sinceram<strong>en</strong>te por muchos norteamericanos como mo<strong>del</strong>opara el mundo. A difer<strong>en</strong>cia de la URSS, los Estados Unidos eran unademocracia. Por desgracia, este segundo elem<strong>en</strong>to era probablem<strong>en</strong>te el máspeligroso.Y es que el gobierno soviético, aunque también satanizara a su antagonistaglobal, no t<strong>en</strong>ía que preocuparse por ganarse los votos de los congresistaso por las elecciones presid<strong>en</strong>ciales y legislativas, al contrario que elgobierno de los Estados Unidos. Para conseguir ambos objetivos, el anticomunismoapocalíptico resultaba útil y, por consigui<strong>en</strong>te, t<strong>en</strong>tador, inclusopara políticos que no estaban sinceram<strong>en</strong>te conv<strong>en</strong>cidos de su propia retórica,o que, como el secretario de Estado para la Marina <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Truman,James Forrestal (1882-1949), estaban lo bastante locos, médicam<strong>en</strong>tehablando, como para suicidarse porque veían v<strong>en</strong>ir a los rusos desde la v<strong>en</strong>tana<strong>del</strong> hospital. Un <strong>en</strong>emigo exterior que am<strong>en</strong>azase a los Estados Unidosles resultaba práctico a los gobiernos norteamericanos, que habían llegado ala acertada conclusión de que los Estados Unidos eran ahora una pot<strong>en</strong>ciamundial —<strong>en</strong> realidad, la mayor pot<strong>en</strong>cia mundial con mucho— y que seguíanvi<strong>en</strong>do el «aislacionismo» o un proteccionismo def<strong>en</strong>sivo como susmayores obstáculos internos. Si los mismísimos Estados Unidos no estabana salvo, <strong>en</strong>tonces no podían r<strong>en</strong>unciar a las responsabilidades —y recomp<strong>en</strong>sas—<strong>del</strong> liderazgo mundial, igual que al término de la primera gran guerra.Más concretam<strong>en</strong>te, la histeria pública facilitaba a los presid<strong>en</strong>tes laobt<strong>en</strong>ción de las <strong>en</strong>ormes sumas necesarias para financiar la política norte-


LA GUERRA FRÍA 239americana gracias a una ciudadanía notoria por su escasa predisposición apagar impuestos. Y el anticomunismo era auténtica y visceralm<strong>en</strong>te popular<strong>en</strong> un país basado <strong>en</strong> el individualismo y <strong>en</strong> la empresa privada, cuya definiciónnacional se daba <strong>en</strong> unos parámetros exclusivam<strong>en</strong>te ideológicos(«americanismo») que podían considerarse prácticam<strong>en</strong>te el polo opuesto alcomunismo. (Y tampoco hay que olvidar los votos de los inmigrantes proced<strong>en</strong>tesde la Europa <strong>del</strong> Este sovietizada.) No fue el gobierno de los EstadosUnidos qui<strong>en</strong> inició el sórdido e irracional fr<strong>en</strong>esí de la caza de brujasanticomunista, sino demagogos por lo demás insignificantes —algunos,como el tristem<strong>en</strong>te famoso s<strong>en</strong>ador Joseph McCarthy, ni siquiera especialm<strong>en</strong>teanticomunistas— que descubrieron el pot<strong>en</strong>cial político de la d<strong>en</strong>unciaa gran escala <strong>del</strong> <strong>en</strong>emigo interior. 6 El pot<strong>en</strong>cial burocrático ya hacíatiempo que lo había descubierto J. Edgar Hoover (1885-1972), el casi incombustiblejefe <strong>del</strong> Federal Bureau of Investigations (FBI). Lo que uno <strong>del</strong>os arquitectos principales de la guerra fría d<strong>en</strong>ominó «el ataque de los Primitivos»(Acheson, 1970, p. 462) facilitaba y limitaba al mismo tiempo lapolítica de Washington al hacerle adoptar actitudes extremas, sobre todo <strong>en</strong>los años que siguieron a la victoria comunista <strong>en</strong> China, de la que naturalm<strong>en</strong>tese culpó a Moscú.AI mismo tiempo, la exig<strong>en</strong>cia esquizoide por parte de políticos necesitadosde votos de que se instrum<strong>en</strong>tara una política que hiciera retroceder la«agresión comunista» y, a la vez, ahorrase dinero y perturbase lo m<strong>en</strong>os posiblela tranquilidad de los norteamericanos comprometió a Washington, ytambién a sus demás aliados, no sólo a una estrategia de bombas atómicas <strong>en</strong>lugar de tropas, sino a la trem<strong>en</strong>da estrategia de las «represalias masivas»anunciada <strong>en</strong> 1954. Al agresor <strong>en</strong> pot<strong>en</strong>cia había que am<strong>en</strong>azarlo con armasatómicas aun <strong>en</strong> el caso de un ataque conv<strong>en</strong>cional limitado. En resum<strong>en</strong>, losEstados Unidos se vieron obligados a adoptar una actitud agresiva, con unaflexibilidad táctica mínima.Así, ambos bandos se vieron <strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> una loca carrera de armam<strong>en</strong>tosque llevaba a la destrucción mutua, <strong>en</strong> manos de la clase de g<strong>en</strong>eralesatómicos y de intelectuales atómicos cuya profesión les exigía que no sedieran cu<strong>en</strong>ta de esta locura. Ambos grupos se vieron también implicados<strong>en</strong> lo que el presid<strong>en</strong>te Eis<strong>en</strong>hower, un militar moderado de la vieja escuelaque se <strong>en</strong>contró haci<strong>en</strong>do de presid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o viaje a la locura sin acabarde contagiarse <strong>del</strong> todo, calificó, al retirarse, de «complejo militar-industrial»,es decir, la masa creci<strong>en</strong>te de hombres y recursos dedicados a la preparaciónde la guerra. Los intereses creados de estos grupos eran los mayoresque jamás hubies<strong>en</strong> existido <strong>en</strong> tiempos de paz <strong>en</strong>tre las pot<strong>en</strong>cias.Como era de esperar, ambos complejos militar-industriales contaron con elapoyo de sus respectivos gobiernos para usar su superávit para atraerse y6. El único político con <strong>en</strong>tidad propia que surgió <strong>del</strong> submundo de la caza de brujas fueRichard Nixon. el más desagradable de <strong>en</strong>tre los presid<strong>en</strong>tes norteamericanos de la posguerra(1968-1974).


240 LA EDAD DE OROarmar aliados y satélites, y, cosa nada desdeñable, para hacerse con lucrativosmercados para la exportación, al tiempo que se guardaban para sí lasarmas más modernas, así como, desde luego, las armas atómicas. Y es que,<strong>en</strong> la práctica, las superpot<strong>en</strong>cias mantuvieron el monopolio nuclear. Losbritánicos consiguieron sus propias bombas <strong>en</strong> 1952, irónicam<strong>en</strong>te con elpropósito de disminuir su dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los Estados Unidos; los franceses(cuyo ars<strong>en</strong>al atómico era de hecho indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de los Estados Unidos) ylos chinos <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. Mi<strong>en</strong>tras duró la guerra fría, ninguno de estosars<strong>en</strong>ales contó. Durante los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, algunos otros paísesadquirieron la capacidad de producir armas atómicas, sobre todo Israel,Suráfrica y seguram<strong>en</strong>te la India, pero esta proliferación nuclear no se convirtió<strong>en</strong> un problema internacional grave hasta después <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> ord<strong>en</strong>mundial bipolar de las dos superpot<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> 1989.Así pues, ¿quién fue el culpable de la guerra fría? Como el debate sobreel tema fue durante mucho tiempo un partido de t<strong>en</strong>is ideológico <strong>en</strong>tre qui<strong>en</strong>esle echaban la culpa exclusivam<strong>en</strong>te a la URSS y qui<strong>en</strong>es (<strong>en</strong> su mayoría,todo hay que decirlo, norteamericanos) decían que era culpa sobre todo <strong>del</strong>os Estados Unidos, resulta t<strong>en</strong>tador unirse al grupo intermedio, que le echala culpa al temor mutuo surgido <strong>del</strong> <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to hasta que «los dos bandosarmados empezaron a movilizarse bajo banderas opuestas» (Walker,1993, p. 55). Esto es verdad, pero no toda la verdad. Explica lo que se hadado <strong>en</strong> llamar la «congelación» de los fr<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> 1947-1949; la particióngradual de Alemania, desde 1947 hasta la construcción <strong>del</strong> muro de Berlín <strong>en</strong>1961; el fracaso de los anticomunistas occid<strong>en</strong>tales a la hora de evitar verse<strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> la alianza militar dominada por los Estados Unidos (con laexcepción <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral De Gaulle <strong>en</strong> Francia); y el fracaso de qui<strong>en</strong>es, <strong>en</strong> ellado ori<strong>en</strong>tal de la línea divisoria, int<strong>en</strong>taron evitar la total subordinación aMoscú (con la excepción <strong>del</strong> mariscal Tito <strong>en</strong> Yugoslavia). Pero no explica eltono apocalíptico de la guerra fría. Eso vino de los Estados Unidos. Todos losgobiernos de Europa occid<strong>en</strong>tal, con o sin partidos comunistas importantes,fueron sin excepción pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te anticomunistas, decididos a protegerse contraun posible ataque militar soviético. Ninguno hubiera dudado de habert<strong>en</strong>ido que elegir <strong>en</strong>tre los Estados Unidos y la URSS, ni siquiera los comprometidospor su historia, su política o por tratar de ser neutrales. Y, sinembargo, la «conspiración comunista mundial» no fue nunca parte importantede la política interna de ninguno de los países que podían afirmar ser políticam<strong>en</strong>tedemocráticos, por lo m<strong>en</strong>os tras la inmediata posguerra. Entre lospaíses democráticos, sólo <strong>en</strong> los Estados Unidos se eligieron presid<strong>en</strong>tes(como John F. K<strong>en</strong>nedy <strong>en</strong> 1960) para ir <strong>en</strong> contra <strong>del</strong> comunismo, que, <strong>en</strong>términos de política interna, era tan insignificante <strong>en</strong> el país como el budismo<strong>en</strong> Irlanda. Si algui<strong>en</strong> puso el espíritu de cruzada <strong>en</strong> la Realpoliük <strong>del</strong><strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to internacional <strong>en</strong>tre pot<strong>en</strong>cias y allí lo dejó fue Washington.En realidad, tal como demuestra la retórica electoral de J. F. K<strong>en</strong>nedy con laclaridad de la bu<strong>en</strong>a oratoria, la cuestión no era la am<strong>en</strong>aza teórica de dominaciónmundial comunista, sino el mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de la supremacía real


LA GUERRA FRÍA 241de los Estados Unidos. 7 Hay que añadir, no obstante, que los gobiernos <strong>del</strong>a OTAN, aunque no estuvies<strong>en</strong> <strong>del</strong> todo cont<strong>en</strong>tos con la política norteamericana,estaban dispuestos a aceptar la supremacía norteamericana como preciode la protección contra el poderío militar de un sistema político abominablemi<strong>en</strong>tras ese sistema continuara existi<strong>en</strong>do. Esos gobiernos estaban tanpoco dispuestos a confiar <strong>en</strong> la URSS como Washington. En resum<strong>en</strong>, la«cont<strong>en</strong>ción» era la política de todos; la destrucción <strong>del</strong> comunismo, no.IIIAunque el aspecto más visible de la guerra fría fuera el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tamí<strong>en</strong>tomilitar y la carrera de armam<strong>en</strong>to atómico cada vez más fr<strong>en</strong>ética <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te,ese no fue su impacto principal. Las armas atómicas no se usaron, pesea que las pot<strong>en</strong>cias nucleares participaran <strong>en</strong> tres grandes guerras (aunque sinllegar a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse). Sobresaltados por la victoria comunista <strong>en</strong> China, losEstados Unidos y sus aliados (bajo el disfraz de las Naciones Unidas) intervinieron<strong>en</strong> Corea <strong>en</strong> 1950 para impedir que el régim<strong>en</strong> comunista <strong>del</strong> norte deese país dividido se ext<strong>en</strong>diera hacia el sur. El resultado fue de tablas. Volvierona hacer lo mismo <strong>en</strong> Vietnam, y perdieron. La URSS se retiró <strong>en</strong> 1988después de haber prestado asist<strong>en</strong>cia militar al gobierno amigo de Afganistáncontra las guerrillas apoyadas por los Estados Unidos y pertrechadas porPakistán. En resum<strong>en</strong>, los costosos equipami<strong>en</strong>tos militares propios de la rivalidad<strong>en</strong>tre superpot<strong>en</strong>cias demostraron ser ineficaces. La am<strong>en</strong>aza de guerraconstante g<strong>en</strong>eró movimi<strong>en</strong>tos pacifistas internacionales, dirigidos fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>tecontra las armas nucleares, que ocasionalm<strong>en</strong>te se convirtieron <strong>en</strong>movimi<strong>en</strong>tos de masas <strong>en</strong> parte de Europa, y que los apóstoles de la guerrafría consideraban como armas secretas de los comunistas. Los movimi<strong>en</strong>tos<strong>en</strong> pro <strong>del</strong> desarme nuclear tampoco resultaron decisivos, aunque un movimi<strong>en</strong>toantibelicista <strong>en</strong> concreto, el de los jóv<strong>en</strong>es norteamericanos que seopusieron a ser reclutados para participar <strong>en</strong> la guerra de Vietnam (1965-1975), demostró ser más eficaz. Al final de la guerra fría, estos movimi<strong>en</strong>tosdejaron tras de sí el recuerdo de una bu<strong>en</strong>a causa y algunas curiosas reliquiasperiféricas, como la adopción <strong>del</strong> logotipo antinuclear por parte de los movimi<strong>en</strong>toscontraculturales post-1968, y un arraigado prejuicio <strong>en</strong>tre los ecologistascontra cualquier clase de <strong>en</strong>ergía nuclear.Mucho más evid<strong>en</strong>tes resultan las consecu<strong>en</strong>cias políticas de la guerrafría, que, casi de inmediato, polarizó el mundo dominado por las superpot<strong>en</strong>cias<strong>en</strong> dos «bandos» claram<strong>en</strong>te divididos. Los gobiernos de unidadnacional antifascista que habían dirigido Europa hasta el final de la guerra7. «Haremos acopio de <strong>en</strong>ergía y volveremos a ser los primeros. No los primeros si... Nolos primeros, pero... Sino los primeros, y punto. No quiero que el mundo se pregunte qué hacee) señor Krusehev. Quiero que se pregunt<strong>en</strong> qué hac<strong>en</strong> los Estados Unidos» (Beschloss, 1991,p. 28).


242 LA EDAD DE ORO(con la significativa excepción de los tres principales cont<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, laURSS, los Estados Unidos y Gran Bretaña) se escindieron <strong>en</strong> regím<strong>en</strong>es proy anticomunistas homogéneos <strong>en</strong> 1947-1948. En Occid<strong>en</strong>te, los comunistasdesaparecieron de los gobiernos para convertirse <strong>en</strong> parias políticos perman<strong>en</strong>tes.Los Estados Unidos t<strong>en</strong>ían prevista una interv<strong>en</strong>ción militar <strong>en</strong> casode victoria comunista <strong>en</strong> las elecciones italianas de 1948. La URSS siguió elmismo camino eliminando a los no comunistas de las «democracias populares»pluripartidistas, que fueron clasificadas desde <strong>en</strong>tonces como «dictaduras<strong>del</strong> proletariado», o sea, de los partidos comunistas. Se creó una InternacionalComunista curiosam<strong>en</strong>te limitada y eurocéntrica (la «Cominform»u Oficina de Información Comunista) para hacer fr<strong>en</strong>te a los Estados Unidos,pero se disolvió discretam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 1956 <strong>en</strong> cuanto el clima internacionalse hubo <strong>en</strong>friado un poco. La dominación soviética directa quedó firmem<strong>en</strong>teestablecida <strong>en</strong> toda la Europa ori<strong>en</strong>tal, salvo, curiosam<strong>en</strong>te, Finlandia,que estaba a merced de los soviéticos y cuyo importante Partido Comunistase salió <strong>del</strong> gobierno <strong>en</strong> 1948. El porqué Stalin se contuvo cuandopodría haber instalado un gobierno satélite allí sigue estando poco claro,aunque tal vez lo disuadieran las altas probabilidades de que los finlandesesse alzaran <strong>en</strong> armas una vez más (igual que <strong>en</strong> 1939-1940 y 1941-1944),pues lo cierto es que Stalin no t<strong>en</strong>ía ningunas ganas de correr el riesgo de<strong>en</strong>trar <strong>en</strong> una guerra que se le pudiera ir de las manos. Por otra parte, Stalinint<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> vano imponer el dominio soviético a la Yugoslavia de Tito, que,<strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia, rompió con Moscú <strong>en</strong> 1948, sin unirse al otro bando.La política <strong>del</strong> bloque comunista fue, a partir de <strong>en</strong>tonces, previsiblem<strong>en</strong>temonolítica, aunque la fragilidad <strong>del</strong> monolito fue cada vez más evid<strong>en</strong>te apartir de 1956 (véase el capítulo XVI).. La política de los estados europeos alineadoscon los Estados Unidos fue m<strong>en</strong>os unicolor, ya que a la práctica totalidadde los partidos políticos locales, salvo los comunistas, les unía su antipatíapor los soviéticos. En cuestiones de política exterior, no importabaquién estuviera al mando. Sin embargo, los Estados Unidos simplificaronlas cosas <strong>en</strong> dos de los antiguos países <strong>en</strong>emigos, Japón e Italia, al crear loque v<strong>en</strong>ía a ser un sistema perman<strong>en</strong>te de partido único. En Tokio, los EstadosUnidos impulsaron la fundación <strong>del</strong> Partido Demócrata-Liberal (1955),y <strong>en</strong> Italia, al insistir <strong>en</strong> la exclusión total <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> partido de oposiciónnatural porque daba la casualidad de que eran los comunistas, <strong>en</strong>tregaron elpaís a la Democracia Cristiana, con el apoyo suplem<strong>en</strong>tario, según lo requirierala ocasión, de una selección de minipartidos: liberales, republicanos,etc. A partir de principios de los años ses<strong>en</strong>ta, el único partido importanteque faltaba, el socialista, se unió a la coalición gubernam<strong>en</strong>tal, trashaber disuelto su larga alianza con los comunistas después de 1956. Lasconsecu<strong>en</strong>cias para ambos países fueron la estabilización de los comunistas(<strong>en</strong> Japón, los socialistas) como la principal fuerza opositora, y la instalaciónde unos regím<strong>en</strong>es de corrupción institucional a una escala tan asombrosaque, cuando finalm<strong>en</strong>te afloró <strong>en</strong> 1992-1993, escandalizó a los propiositalianos y japoneses. Tanto gobierno como oposición, <strong>en</strong>callados por


LA GUERRA FRÍA 243este procedimi<strong>en</strong>to, se hundieron con el equilibrio de las superpot<strong>en</strong>cias quehabía creado ese estado de cosas.Aunque los Estados Unidos pronto alteraron la política de reformas antimonopolísticasque sus asesores rooseveltianos habían impuesto inicialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la Alemania y el Japón ocupados, por suerte para la tranquilidad de losaliados de los norteamericanos, la guerra había eliminado de la esc<strong>en</strong>a públicaal nacionalsocialismo, al fascismo, al nacionalismo japonés radical y agran parte de los sectores derechistas y nacionalistas <strong>del</strong> espectro político.Era, pues, imposible de mom<strong>en</strong>to movilizar a esos elem<strong>en</strong>tos anticomunistasde eficacia incuestionable <strong>en</strong> la lucha <strong>del</strong> «mundo libre» contra el «totalitarismo»,pero sí podía hacerse, <strong>en</strong> cambio, con las restauradas grandes empresasalemanas y los zaibatsu japoneses. 8 La base política de los gobiernosoccid<strong>en</strong>tales de la guerra fría abarcaba, así, desde la izquierda socialdemócratade antes de la guerra a la derecha moderada no nacionalista de antes <strong>del</strong>a guerra. En este último campo, los partidos vinculados a la Iglesia católicademostraron ser particularm<strong>en</strong>te útiles, ya que las cred<strong>en</strong>ciales anticomunistasy conservadoras de la Iglesia eran de primer ord<strong>en</strong>, pero sus partidos«cristianodemócratas» (véase el capítulo IV) poseían sólidas cred<strong>en</strong>cialesantifascistas y, al mismo tiempo, programas sociales no socialistas. Así, estospartidos desempeñaron un papel básico <strong>en</strong> la política occid<strong>en</strong>tal posterior a1945, temporalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Francia y de modo más perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Alemania,Italia, Bélgica y Austria (véanse también pp. 285-286).Sin embargo, los efectos de la guerra fría sobre la política internacionaleuropea fueron más notables que sobre la política interna contin<strong>en</strong>tal: la guerrafría creó la Comunidad Europea con todos sus problemas; una forma deorganización política sin ningún preced<strong>en</strong>te, a saber, un organismo perman<strong>en</strong>te(o por lo m<strong>en</strong>os de larga duración) para integrar las economías y, <strong>en</strong>cierta medida, los sistemas legales de una serie de estados-nación indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes.Formada al principio (1957) por seis estados (Francia, RepúblicaFederal de Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo), a finales<strong>del</strong> siglo xx corto, cuando el sistema empezó a tambalearse al igual quetodos los productos de la guerra fría, se le habían unido seis más (Gran Bretaña,Irlanda, España, Portugal, Dinamarca, Grecia), y se había comprometido<strong>en</strong> principio a alcanzar un mayor grado de integración tanto política comoeconómica, que llevara a una unión política perman<strong>en</strong>te, federal o confederal,de «Europa».La Comunidad fue creada, como otras muchas cosas <strong>en</strong> la Europa de despuésde 1945, tanto por los Estados Unidos como <strong>en</strong> contra de ellos, e ilustratanto el poder como la ambigüedad de este país y sus limitaciones; perotambién ilustra la fuerza <strong>del</strong> miedo que mant<strong>en</strong>ía unida a la alianza antisoviética,miedo no sólo a la URSS: para Francia, Alemania seguía si<strong>en</strong>do elpeligro principal, y el temor a una gran pot<strong>en</strong>cia r<strong>en</strong>acida <strong>en</strong> la Europa c<strong>en</strong>-8. Sin embargo, a los antiguos fascistas los emplearon sistemáticam<strong>en</strong>te desde un principio<strong>en</strong> los servicios de intelig<strong>en</strong>cia y <strong>en</strong> otras funciones apartadas <strong>del</strong> escrutinio público.


244 LA EDAD DE OROtral lo compartían, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or grado, los demás países ex cont<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes uocupados de Europa, todos los cuales se veían ahora unidos <strong>en</strong> la OTAN tantocon los Estados Unidos como con una Alemania resucitada <strong>en</strong> lo económicoy rearmada, aunque afortunadam<strong>en</strong>te mutilada. También había miedo alos Estados Unidos, aliado indisp<strong>en</strong>sable fr<strong>en</strong>te a la URSS, pero sospechosopor su falta de fiabilidad: un aliado que, de forma nada sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, podíaser capaz de poner los intereses de la supremacía mundial norteamericanapor <strong>en</strong>cima de todo lo demás, incluidos los intereses de sus aliados. No hayque olvidar que <strong>en</strong> todos los cálculos efectuados sobre el mundo de la posguerra,así como <strong>en</strong> todas las decisiones de la posguerra, «la premisa de todapolítica era la preemin<strong>en</strong>cia económica norteamericana» (Maier, 1987,p. 125).Por suerte para los aliados de los norteamericanos, la situación de laEuropa occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> 1946-1947 parecía tan t<strong>en</strong>sa que Washington creyó queel desarrollo de una economía europea fuerte, y algo más tarde de una economíajaponesa fuerte, era la prioridad más urg<strong>en</strong>te y, <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia, losEstados Unidos lanzaron <strong>en</strong> junio de 1947 el plan Marshall, un proyectocolosal para la recuperación de Europa. A difer<strong>en</strong>cia de las ayudas anteriores,que formaban parte de una diplomacia económica agresiva, el plan Marshalladoptó la forma de transfer<strong>en</strong>cias a fondo perdido más que de créditos.Una vez más fue una suerte para los aliados que los planes norteamericanospara una economía mundial de libre comercio, libre convertibilidad de lasmonedas y mercados libres <strong>en</strong> una posguerra dominada por ellos, carecierantotalm<strong>en</strong>te de realismo, aunque sólo fuese porque las trem<strong>en</strong>das dificultadesde pago de Europa y Japón, sedi<strong>en</strong>tos de los tan escasos dólares, significabanque no había perspectivas inmediatas de liberalización <strong>del</strong> comercio y <strong>del</strong>os pagos. Tampoco estaban los Estados Unidos <strong>en</strong> situación de imponera los estados europeos su ideal de un plan europeo único, que condujera, aser posible, hacia una Europa unida según el mo<strong>del</strong>o estadounid<strong>en</strong>se <strong>en</strong> suestructura política, así como <strong>en</strong> una floreci<strong>en</strong>te economía de libre empresa.Ni a los británicos, que todavía se consideraban una pot<strong>en</strong>cia mundial, ni alos franceses, que soñaban con una Francia fuerte y una Alemania dividida,les gustaba. No obstante, para los norteamericanos, una Europa reconstruidaeficazm<strong>en</strong>te y parte de la alianza antisoviética que era el lógico complem<strong>en</strong>to<strong>del</strong> plan Marshall —la Organización <strong>del</strong> Tratado <strong>del</strong> Atlántico Norte(OTAN) de 1949— t<strong>en</strong>ía que basarse, si<strong>en</strong>do realistas, <strong>en</strong> la fortaleza económicaalemana ratificada con el rearme de Alemania. Lo mejor que los francesespodían hacer era vincular los asuntos de Alemania Occid<strong>en</strong>tal y deFrancia tan estrecham<strong>en</strong>te que resultara imposible un conflicto <strong>en</strong>tre estosdos antiguos adversarios. Así pues, los franceses propusieron su propia versiónde una unión europea, la Comunidad Europea <strong>del</strong> Carbón y <strong>del</strong> Acero(1951), que luego se transformó <strong>en</strong> la Comunidad Económica Europea oMercado Común Europeo (1957), más a<strong>del</strong>ante simplem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la ComunidadEuropea, y, a partir de 1993, <strong>en</strong> la Unión Europea. T<strong>en</strong>ía su cuartel g<strong>en</strong>eral<strong>en</strong> Bruselas, pero la alianza franco-alemana era su núcleo. La Comuni-


LA GUERRA FRÍA 245dad Europea se creó como alternativa a los planes de integración europeade los Estados Unidos. Una vez más, el fin de la guerra fría socavó las basessobre las que se as<strong>en</strong>taban la Comunidad Europea y la alianza francoalemana,<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida por los desequilibrios provocados por la reunificaciónalemana de 1990 y los problemas económicos imprevistos queacarreó.No obstante, aunque los Estados Unidos fues<strong>en</strong> incapaces de imponer alos europeos sus planes económico-políticos <strong>en</strong> todos sus detalles, eran lobastante fuertes como para controlar su posición internacional. La políticade alianza contra la URSS era de los Estados Unidos, al igual que sus planesmilitares. Alemania se rearmó, las ansias de neutralidad europea fueroneliminadas con firmeza y el único int<strong>en</strong>to de determinadas pot<strong>en</strong>cias occid<strong>en</strong>talespor adoptar una política exterior indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de la de EstadosUnidos —la guerra anglo-francesa de Suez contra Egipto <strong>en</strong> 1956— fueabortado por la presión de los norteamericanos. Lo máximo que los aliadoso los satélites podían permitirse era rechazar la total integración d<strong>en</strong>tro de laalianza militar sin salirse <strong>del</strong> todo de la misma (como hizo el g<strong>en</strong>eral DeGaulle).Y sin embargo, a medida que se fue prolongando la guerra fría fue creci<strong>en</strong>dola distancia <strong>en</strong>tre el avasallador dominio militar y, por lo tanto, político,de la alianza por parte de Washington y los resultados cada vez peoresde la economía norteamericana. El peso económico <strong>del</strong> mundo se estaba desplazandode los Estados Unidos a las economías europea y japonesa, queaquéllos t<strong>en</strong>ían la convicción de haber rescatado y reconstruido (véase elcapítulo IX). Los dólares, tan escasos <strong>en</strong> 1947, habían ido sali<strong>en</strong>do de EstadosUnidos como un torr<strong>en</strong>te cada vez mayor, acelerado —sobre todo <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta— por la afición norteamericana a financiar el déficit provocado porlos <strong>en</strong>ormes costes de sus actividades militares planetarias, especialm<strong>en</strong>te laguerra de Vietnam (después de 1965), así como por el programa de bi<strong>en</strong>estarsocial más ambicioso de la historia de los Estados Unidos. El dólar, piezafundam<strong>en</strong>tal de la economía mundial de posguerra tal como la habían concebidoy garantizado los Estados Unidos, se debilitó. Respaldado <strong>en</strong> teoría porel oro de Fort Knox, que había llegado a poseer tres cuartas partes de lasreservas mundiales, <strong>en</strong> la práctica se trataba cada vez más de un torr<strong>en</strong>te depapel o de asi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> libros de contabilidad; pero como la estabilidad <strong>del</strong>dólar la garantizaba su vínculo con una cantidad determinada de oro, los precavidoseuropeos, <strong>en</strong>cabezados por los superprecavidos franceses, preferíancambiar papel pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te devaluado por lingotes macizos. Así pues, eloro salió a chorros de Fort Knox, y su precio aum<strong>en</strong>tó al tiempo que lo hacíala demanda. Durante la mayor parte de los años ses<strong>en</strong>ta la estabilidad <strong>del</strong>dólar, y con ella la <strong>del</strong> sistema internacional de pagos, ya no se basó más <strong>en</strong>las reservas de los Estados Unidos, sino <strong>en</strong> la disposición de los bancos c<strong>en</strong>traleseuropeos —presionados por los Estados Unidos— a no cambiar susdólares por oro, y a unirse a un «bloque <strong>del</strong> oro» para estabilizar el precio <strong>del</strong>metal <strong>en</strong> los mercados. Pero eso no duró: <strong>en</strong> 1968, el «bloque <strong>del</strong> oro», ago-


246 LA EDAD DE OROtados sus recursos, se disolvió, con lo que, de hecho, se puso fin a la convertibilidad<strong>del</strong> dólar, formalm<strong>en</strong>te abandonada <strong>en</strong> agosto de 1971 y, con ella, laestabilidad <strong>del</strong> sistema internacional de pagos, cuyo dominio por parte de losEstados Unidos o de cualquier otro país tocó a su fin.Cuando acabó la guerra fría, la hegemonía económica norteamericanahabía quedado tan mermada que el país ni siquiera podía financiar su propiahegemonía militar. La guerra <strong>del</strong> Golfo de 1991 contra Irak, una operaciónmilitar es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te norteamericana, la pagaron, con ganas o sin ellas, tercerospaíses que apoyaban a Washington, y fue una de las escasas guerras de lasque una gran pot<strong>en</strong>cia sacó pingües b<strong>en</strong>eficios. Por suerte para las partes afectadas,salvo para la infeliz población iraquí, todo terminó <strong>en</strong> cuestión de días.IVEn un determinado mom<strong>en</strong>to de principios de los años ses<strong>en</strong>ta, pareciócomo si la guerra fría diera unos pasos hacia la s<strong>en</strong>da de la cordura. Los añospeligrosos, desdé 1947 hasta los dramáticos acontecimi<strong>en</strong>tos de la guerra deCorea (1950-1953), habían transcurrido sin una conflagración mundial, aligual que sucedió con los cataclismos que sacudieron el bloque soviético trasla muerte de Stalin (1953), sobre todo a mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta. Así,lejos de des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>arse una crisis social, los países de la Europa occid<strong>en</strong>talempezaron a darse cu<strong>en</strong>ta de que <strong>en</strong> realidad estaban vivi<strong>en</strong>do una época deprosperidad inesperada y g<strong>en</strong>eral, que com<strong>en</strong>taremos con mayor detalle <strong>en</strong> elcapítulo sigui<strong>en</strong>te. En la jerga tradicional de los diplomáticos, la disminuciónde la t<strong>en</strong>sión era la «dist<strong>en</strong>sión», una palabra que se hizo de uso corri<strong>en</strong>te.El término había surgido a finales de los años cincu<strong>en</strong>ta, cuando N. S.Kruschev estableció su supremacía <strong>en</strong> la URSS después de los zafarranchospostestalinistas (1958-1964). Este admirable diamante <strong>en</strong> bruto, que creía <strong>en</strong>la reforma y <strong>en</strong> la coexist<strong>en</strong>cia pacífica, y que, por cierto, vació los camposde conc<strong>en</strong>tración de Stalin, dominó la esc<strong>en</strong>a internacional <strong>en</strong> los años quesiguieron. Posiblem<strong>en</strong>te fue también el único campesino que haya llegado adirigir un estado importante. Sin embargo, la dist<strong>en</strong>sión tuvo que sobrevivirprimero a lo que pareció una etapa de confrontaciones de una t<strong>en</strong>sión insólita<strong>en</strong>tre la afición de Kruschev a las fanfarronadas y a las decisiones impulsivasy la política de grandes gestos de John F. K<strong>en</strong>nedy (1960-1963), el presid<strong>en</strong>t<strong>en</strong>orteamericano más sobrevalorado de este siglo. Las dos superpot<strong>en</strong>ciasestaban dirigidas, pues, por dos amantes <strong>del</strong> riesgo <strong>en</strong> una época <strong>en</strong> la que, esdifícil de recordar, el mundo occid<strong>en</strong>tal capitalista creía estar perdi<strong>en</strong>do suv<strong>en</strong>taja sobre las economías comunistas, que habían crecido más deprisa quelas suyas <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta. ¿Acaso no habían demostrado una (breve)superioridad tecnológica respecto a los Estados Unidos con el espectaculartriunfo de los satélites y cosmonautas soviéticos? Además, ¿no acababa detriunfar el comunismo, ante el asombro g<strong>en</strong>eral, <strong>en</strong> Cuba, un país que se<strong>en</strong>contraba ap<strong>en</strong>as a unos kilómetros de Florida? (capítulo XV).


LA GUERRA FRÍA 2 4 7La URSS, <strong>en</strong> cambio, estaba preocupada no sólo por la retórica ambiguay a m<strong>en</strong>udo belicosa <strong>en</strong> extremo de Washington, sino también por la rupturafundam<strong>en</strong>tal con China, que ahora acusaba a Moscú de haber suavizado suactitud respecto al capitalismo, con lo que Kruschev, pese a sus int<strong>en</strong>cionespacíficas, se vio forzado a adoptar <strong>en</strong> público una actitud más intransig<strong>en</strong>tehacia Occid<strong>en</strong>te. Al mismo tiempo, la brusca aceleración de la descolonizacióny de las revoluciones <strong>en</strong> el tercer mundo (véanse los capítulos VII, XIIy XV) parecía favorecer a los soviéticos. Unos Estados Unidos nerviosospero confiados se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taron así a una URSS confiada pero nerviosa porBerlín, por el Congo, por Cuba.En realidad, el resultado neto de esta fase de am<strong>en</strong>azas mutuas y de apurarlos límites fue la relativa estabilización <strong>del</strong> sistema internacional y elacuerdo tácito por parte de ambas superpot<strong>en</strong>cias de no asustarse mutuam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>i asustar a! resto <strong>del</strong> mundo, cuyo símbolo fue la instalación <strong>del</strong> «teléfonorojo» que <strong>en</strong>tonces (1963) conectó a la Casa Blanca con el Kremlin. El murode Berlín (1961) cerró la última frontera indefinida exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre el Este yel Oeste <strong>en</strong> Europa. Los Estados Unidos aceptaron t<strong>en</strong>er a la Cuba comunistaa su puerta. Las diminutas llamas de las guerras de liberación y de guerrillas<strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas por la revolución cubana <strong>en</strong> América Latina y por la ola dedescolonización <strong>en</strong> África no se convirtieron <strong>en</strong> inc<strong>en</strong>dios forestales, sino queapar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te se fueron apagando (véase el capítulo XV). K<strong>en</strong>nedy fueasesinado <strong>en</strong> 1963; a Kruschev le obligó a hacer las maletas <strong>en</strong> 1964 la clasedirig<strong>en</strong>te soviética, que prefería una forma m<strong>en</strong>os impetuosa de actuar <strong>en</strong>política. De hecho, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta se dieron pasos significativoshacia el control y la limitación <strong>del</strong> armam<strong>en</strong>to nuclear: tratados deprohibición de las pruebas nucleares, t<strong>en</strong>tativas por det<strong>en</strong>er la proliferaciónnuclear (aceptadas por qui<strong>en</strong>es ya t<strong>en</strong>ían armas atómicas o no creían llegar at<strong>en</strong>erlas nunca, pero no por qui<strong>en</strong>es estaban armando su propio ars<strong>en</strong>al atómico,como China, Francia e Israel), un Tratado de Limitación de las ArmasEstratégicas (SALT) <strong>en</strong>tre los Estados Unidos y la URSS, e incluso un ciertoacuerdo sobre los misiles antibalísticos (ABM) de cada bando. Y, lo quehace más al caso, el comercio <strong>en</strong>tre los Estados Unidos y la URSS, estranguladopor razones políticas por ambos lados durante tanto tiempo, empezóa florecer con el paso de los años ses<strong>en</strong>ta a los set<strong>en</strong>ta. Las perspectivas parecíanhalagüeñas.No fue así. A mediados de los años set<strong>en</strong>ta el mundo <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> lo que seha d<strong>en</strong>ominado la «segunda» guerra fría (véase el capítulo XV), que coincidiócon importantes cambios <strong>en</strong> la economía mundial, el período de crisisprolongada que caracterizó a las dos décadas a partir de 1973 y que llegó asu apogeo a principios de los años och<strong>en</strong>ta (capítulo XIV). Sin embargo, alprincipio el cambio de clima económico ap<strong>en</strong>as fue apreciado por los participantes<strong>en</strong> el juego de las superpot<strong>en</strong>cias, salvo por el brusco tirón de losprecios de las fu<strong>en</strong>tes de <strong>en</strong>ergía provocado por el certero golpe de mano <strong>del</strong>cártel de productores de petróleo, la OPEP, uno de los acontecimi<strong>en</strong>tos queparecían apuntar hacia un debilitami<strong>en</strong>to de la dominación internacional de


2 48 LA EDAD DE OROlos Estados Unidos. Ambas superpot<strong>en</strong>cias estaban satisfechas con la solidezde sus respectivas economías. Los Estados Unidos se vieron mucho m<strong>en</strong>osperjudicados por la recesión económica que Europa; la URSS —los dioseshac<strong>en</strong> felices al principio a qui<strong>en</strong>es quier<strong>en</strong> destruir— creía que todo le ibavi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> popa. Leónidas Brezhnev, el sucesor de Kruschev, presid<strong>en</strong>tedurante lo que los reformistas soviéticos d<strong>en</strong>ominarían «la era <strong>del</strong> estancami<strong>en</strong>to»,parecía t<strong>en</strong>er razones para s<strong>en</strong>tirse optimista, sobre todo porque lacrisis <strong>del</strong> petróleo de 1973 acababa de cuadruplicar el valor internacional aprecios de mercado de los gigantescos yacimi<strong>en</strong>tos de petróleo y gas naturalrecién descubiertos <strong>en</strong> la URSS a mediados de los años ses<strong>en</strong>ta.Pero dejando aparte la economía, dos acontecimi<strong>en</strong>tos interrelacionadosprodujeron un apar<strong>en</strong>te desequilibrio <strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>cias. El primero fuelo que parecía ser la derrota y desestabilización de los Estados Unidos alembarcarse <strong>en</strong> una guerra de importancia: Vietnam desmoralizó y dividió ala nación, <strong>en</strong>tre esc<strong>en</strong>as televisadas de disturbios y de manifestaciones antibélicas;destruyó a un presid<strong>en</strong>te norteamericano; condujo a una derrota yuna retirada anunciadas por todo el mundo al cabo de diez años (1965-1975);y, lo que es más importante <strong>en</strong> este contexto, demostró el aislami<strong>en</strong>to de losEstados Unidos. Y es que ni un solo aliado europeo de los norteamericanos<strong>en</strong>vió siquiera un conting<strong>en</strong>te de tropas simbólico a luchar junto a las fuerzasestadounid<strong>en</strong>ses. Por qué los Estados Unidos acabaron <strong>en</strong>fangados <strong>en</strong> unaguerra que estaban cond<strong>en</strong>ados a perder, y contra la cual tanto sus aliadoscomo la misma URSS les habían alertado, 9 es algo que resultaría casi imposiblede <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der, de no ser por la espesa niebla de incompr<strong>en</strong>sión, confusióny paranoia por <strong>en</strong>tre la que los principales protagonistas de la guerra fría ibantanteando el camino.Y, por si Vietnam no hubiera bastado para demostrar el aislami<strong>en</strong>to de losEstados Unidos, la guerra <strong>del</strong> Yom Kippur de 1973 <strong>en</strong>tre Israel, convertido<strong>en</strong> el máximo aliado de los Estados Unidos <strong>en</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te, y las fuerzasarmadas de Egipto y Siria, equipadas por la Unión Soviética, lo pusotodavía más de manifiesto. Y es que cuando Israel, <strong>en</strong> situación extrema, faltode aviones y de munición, pidió a los Estados Unidos que le facilitaransuministros, los aliados europeos, con la única salvedad de Portugal, uno <strong>del</strong>os últimos bastiones <strong>del</strong> fascismo de antes de la guerra, se negaron inclusoa permitir que los aviones estadounid<strong>en</strong>ses emplearan sus bases aéreas conjuntaspara este fin. (Los suministros llegaron a Israel a través de las Azores.)Los Estados Unidos creían, sin que uno pueda ver por qué, que estaban <strong>en</strong>juego sus propios intereses vitales. De hecho, el secretario de Estado norteamericano,H<strong>en</strong>ry Kissinger (cuyo presid<strong>en</strong>te, Richard Nixon, estaba ocupadotratando de librarse de que lo destituyeran), llegó a declarar la primeraalerta atómica desde la crisis de los misiles cubanos, una maniobra típica, por9. «Si quier<strong>en</strong>, vayan y pele<strong>en</strong> <strong>en</strong> las junglas <strong>del</strong> Vietnam. Allí pelearon siete años losfranceses, y al final tuvieron que irse. Puede que los americanos dur<strong>en</strong> ahí algo más, pero al finaltambién t<strong>en</strong>drán que irse»; Kruschev a Dean Rusk <strong>en</strong> 1961 (Beschloss, 1991, p. 649).


LA GUERRA FRÍA 2 4 9su brutal doblez, de este personaje hábil y cínico, pero que no hizo cambiarde opinión a los aliados de los norteamericanos, más p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> suministrode crudo de Próximo Ori<strong>en</strong>te que de apoyar una jugada de los EstadosUnidos que según Washington sost<strong>en</strong>ía, con poco éxito, era es<strong>en</strong>cial <strong>en</strong> lalucha global contra el comunismo. Y es que, mediante la OPEP, los paísesárabes de Próximo Ori<strong>en</strong>te habían hecho todo lo posible por impedir que seapoyara a Israel, cortando el suministro de petróleo y am<strong>en</strong>azando con unembargo de crudo. Al hacerlo, descubrieron que podían conseguir que semultiplicara el precio mundial <strong>del</strong> petróleo. Los ministros de Asuntos Exteriores<strong>del</strong> mundo <strong>en</strong>tero tomaron nota de que los todopoderosos Estados Unidosno hicieron ni podían hacer nada al respecto.Vietnam y Próximo Ori<strong>en</strong>te debilitaron a los Estados Unidos, aunque noalteraron el equilibrio global de las superpot<strong>en</strong>cias ni la naturaleza de la confrontación<strong>en</strong> los distintos esc<strong>en</strong>arios regionales de la guerra fría. No obstante,<strong>en</strong>tre 1974 y 1979 surgió una nueva oleada de revoluciones por una ext<strong>en</strong>sazona <strong>del</strong> globo (véase el capítulo XV). Esta tercera ronda de convulsiones <strong>del</strong>siglo xx corto parecía como si fuera a alterar el equilibrio de las superpot<strong>en</strong>cias<strong>en</strong> contra de los Estados Unidos, ya que una serie de regím<strong>en</strong>esafricanos, asiáticos e incluso americanos se pasaron al bando soviético y, <strong>en</strong>concreto, facilitaron a la URSS bases militares, sobre todo navales, fuera <strong>del</strong>territorio original de ésta, sin ap<strong>en</strong>as salida al mar. La coincid<strong>en</strong>cia de estatercera oleada de revoluciones mundiales con el fracaso y derrota públicos <strong>del</strong>os norteamericanos fue lo que <strong>en</strong>g<strong>en</strong>dró la segunda guerra fría. Pero tambiénfue la coincid<strong>en</strong>cia de ambos elem<strong>en</strong>tos con el optimismo y la autosatisfacciónde la URSS de Brezhnev <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta lo que convirtió esta segundaguerra fría <strong>en</strong> una realidad. En esta etapa los conflictos se dirimieronmediante una combinación de guerras locales <strong>en</strong> el tercer mundo, <strong>en</strong> las quecombatieron indirectam<strong>en</strong>te los Estados Unidos, que evitaron esta vez elerror de Vietnam de comprometer sus propias tropas, y mediante una aceleraciónextraordinaria de la carrera de armam<strong>en</strong>tos atómicos, lo primerom<strong>en</strong>os ¡nacional que lo segundo.Dado que la situación <strong>en</strong> Europa se había estabilizado de forma tan visible—ni siquiera la revolución portuguesa de 1974 ni el fin <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> deFranco <strong>en</strong> España la alteraron— y que las líneas divisorias estaban tan claras,<strong>en</strong> la práctica ambas superpot<strong>en</strong>cias habían trasladado su rivalidad al tercermundo. La dist<strong>en</strong>sión <strong>en</strong> Europa dio a los Estados Unidos <strong>en</strong> tiempos deNixon (1968-1974) y de Kissinger la oportunidad de apuntarse dos grandeséxitos: la expulsión de los soviéticos de Egipto y, algo mucho más significativo,la <strong>en</strong>trada informal de China <strong>en</strong> la alianza antisoviética. La nuevaoleada de revoluciones, probablem<strong>en</strong>te todas dirigidas contra los regím<strong>en</strong>esconservadores cuyo adalid mundial eran los Estados Unidos, dio a la URSSla oportunidad de recuperar la iniciativa. Al pasar los restos <strong>del</strong> imperio colonialportugués <strong>en</strong> África (Angola, Mozambique, Guinea Bissau, Cabo Verde)al dominio comunista y al mirar hacia el Este la revolución que derrocó alemperador de Etiopía; al adquirir la marina soviética, <strong>en</strong> rápido crecimi<strong>en</strong>to,


250 LA EDAD DE OROnuevas e importantes bases a ambos lados <strong>del</strong> océano índico; al caer el sha<strong>del</strong> Irán, un estado de ánimo cercano a la histeria se apoderó <strong>del</strong> debatepúblico y privado de los norteamericanos. ¿De qué otro modo (salvo, <strong>en</strong> parte,por una prodigiosa ignorancia de la topografía de Asia) podemos explicarla opinión de los norteamericanos, expresada <strong>en</strong> serio <strong>en</strong> esos mom<strong>en</strong>tos, deque la <strong>en</strong>trada de tropas soviéticas <strong>en</strong> Afganistán repres<strong>en</strong>taba el primer pasode un avance soviético que pronto llegaría al océano índico y al golfo Pérsico?10 (véase la p. 476).La injustificada autosatisfacción de los soviéticos al<strong>en</strong>tó el miedo. Muchoantes de que los propagandistas norteamericanos explicaran, a posteriori,cómo los Estados Unidos se lanzaron a ganar la guerra fría arruinando a suantagonista, el régim<strong>en</strong> de Brezhnev había empezado a arruinarse él solo alempr<strong>en</strong>der un programa de armam<strong>en</strong>to que elevó los gastos <strong>en</strong> def<strong>en</strong>sa <strong>en</strong> unpromedio anual <strong>del</strong> 4-5 por 100 (<strong>en</strong> términos reales) durante los veinte añosposteriores a 1964. La carrera había sido absurda, aunque le proporcionó a laURSS la satisfacción de poder decir que había alcanzado la paridad con losEstados Unidos <strong>en</strong> lanzadoras de misiles <strong>en</strong> 1971, y una superioridad <strong>del</strong>25 por 100 <strong>en</strong> 1976 (aunque siguió estando muy por debajo de los EstadosUnidos <strong>en</strong> cabezas nucleares). Hasta el pequeño ars<strong>en</strong>al atómico soviéticohabía disuadido a los Estados Unidos durante la crisis de Cuba, y hacía tiempoque ambos bandos podían convertir el uno al otro <strong>en</strong> un montón deescombros. El esfuerzo sistemático soviético por crear una marina con unapres<strong>en</strong>cia mundial <strong>en</strong> todos los océanos —o, más bi<strong>en</strong>, dado que su fuerteeran los submarinos, debajo de los mismos— tampoco era mucho más s<strong>en</strong>sato<strong>en</strong> términos estratégicos, pero por lo m<strong>en</strong>os era compr<strong>en</strong>sible como gestopolítico de una superpot<strong>en</strong>cia global, que reclamaba el derecho a hacerondear su pabellón <strong>en</strong> todo el mundo. Pero el hecho mismo de que la URSSya no aceptase su confinami<strong>en</strong>to regional les pareció a los guerreros fríosnorteamericanos la prueba palpable de que la supremacía occid<strong>en</strong>tal terminaríasi no se reafirmaba mediante una demostración de fuerza. La creci<strong>en</strong>teconfianza que llevó a Moscú a abandonar la cautela poskruscheviana <strong>en</strong>asuntos internacionales se lo confirmaba.Por supuesto, la histeria de Washington no se basaba <strong>en</strong> razonami<strong>en</strong>toslógicos. En términos reales, el poderío norteamericano, a difer<strong>en</strong>cia de suprestigio, continuaba si<strong>en</strong>do decisivam<strong>en</strong>te mayor que el poderío soviético.En cuanto a la economía y la tecnología de ambos bandos, la superioridadoccid<strong>en</strong>tal (y japonesa) era incalculable. Puede que los soviéticos, duros einflexibles, hubieran conseguido mediante esfuerzos titánicos levantar lamejor economía <strong>del</strong> mundo al estilo de 1890 (por citar a Jowitt, 1991, p. 78),pero ¿de qué le servía a la URSS que a mediados de los años och<strong>en</strong>ta produjeraun 80 por 100 más de acero, el doble de hierro <strong>en</strong> lingotes y cinco veces10. La afirmación de que los Sandinistas de Nicaragua habían llevado una am<strong>en</strong>aza militara pocos días de camino por carretera de la frontera de Texas fue otra muestra típica de geopolíticade mapa de escuela.


LA GUERRA FRÍA 251más tractores que los Estados Unidos, si no había logrado adaptarse a unaeconomía basada <strong>en</strong> la silicona y <strong>en</strong> el software? (véase el capítulo XVI). Nohabía absolutam<strong>en</strong>te ningún indicio ni probabilidad de que la URSS desearauna guerra (excepto, tal vez, contra China), y mucho m<strong>en</strong>os de que planearaun ataque militar contra Occid<strong>en</strong>te. Los <strong>del</strong>irantes esc<strong>en</strong>arios de ataqu<strong>en</strong>uclear proced<strong>en</strong>tes de los guerreros fríos <strong>en</strong> activo y la propaganda gubernam<strong>en</strong>talde Occid<strong>en</strong>te a principios de los años och<strong>en</strong>ta eran de cosecha propia,aunque, <strong>en</strong> la práctica, acabaron por conv<strong>en</strong>cer a los soviéticos de queun ataque nuclear prev<strong>en</strong>tivo occid<strong>en</strong>tal contra la URSS era posible o incluso—como <strong>en</strong> algunos mom<strong>en</strong>tos de 1983— inmin<strong>en</strong>te (Walker, 1993, capítulo11), y des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron el mayor movimi<strong>en</strong>to pacifista y antinuclear demasas de la guerra fría, la campaña contra el despliegue de una nueva gamade misiles <strong>en</strong> Europa.Los historiadores <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong>Í, lejos <strong>del</strong> recuerdo vivo de los set<strong>en</strong>ta y losoch<strong>en</strong>ta, se devanarán los sesos ante la apar<strong>en</strong>te ins<strong>en</strong>tatez de este brote defiebre militar, la retórica apocalíptica y la conducta internacional a m<strong>en</strong>udoextravagante de los gobiernos estadounid<strong>en</strong>ses, sobre todo <strong>en</strong> los primerosaños <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Reagan (1980-1988). T<strong>en</strong>drán que valorar la hondura <strong>del</strong>os traumas subjetivos de derrota, impot<strong>en</strong>cia y pública ignominia que afligierona la clase política de los Estados Unidos <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, doblem<strong>en</strong>tep<strong>en</strong>osos por el desprestigio <strong>en</strong> que cayó la presid<strong>en</strong>cia de los EstadosUnidos <strong>en</strong> los años <strong>en</strong> que Richard Nixon (1968-1974) tuvo que dimitir porun sórdido escándalo, para ser luego ejercida por dos insignificantes presid<strong>en</strong>tes.Todo ello culminó <strong>en</strong> el humillante episodio de la toma de los diplomáticosestadounid<strong>en</strong>ses como reh<strong>en</strong>es <strong>en</strong> Irán durante la revolución iraní, <strong>en</strong>las revoluciones comunistas de un par de pequeños países c<strong>en</strong>troamericanosy <strong>en</strong> una segunda crisis internacional <strong>del</strong> petróleo, al subir de nuevo la OPEPlos precios <strong>del</strong> crudo hasta un máximo histórico.La política de Ronald Reagan, elegido presid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 1980, sólo puede<strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse como el afán de lavar la afr<strong>en</strong>ta de lo que se vivía como unahumillación, demostrando la supremacía y la invulnerabilidad incontestablesde los Estados Unidos con gestos de fuerza militar contra blancos fáciles,como la invasión de la islita caribeña de Granada (1983), el contund<strong>en</strong>teataque naval y aéreo contra Libia (1986) y la todavía más contund<strong>en</strong>te yabsurda invasión de Panamá (1989). Reagan, acaso porque era un actor <strong>del</strong>montón, compr<strong>en</strong>dió el estado de ánimo de su pueblo y la hondura de lasheridas de su amor propio. Al final, el trauma sólo sanó gracias al inesperado,imprevisto y definitivo hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> gran antagonista, que dejó a losEstados Unidos como única pot<strong>en</strong>cia global. Pero aun <strong>en</strong>tonces cabe detectar<strong>en</strong> la guerra <strong>del</strong> Golfo contra Irak <strong>en</strong> 1991 una tardía comp<strong>en</strong>sación porlos terribles mom<strong>en</strong>tos de 1973 y 1979, cuando la mayor pot<strong>en</strong>cia de la tierrano supo cómo responder a un consorcio de débiles países tercermundistasque am<strong>en</strong>azaban con asfixiar sus suministros de crudo.La cruzada contra el «imperio <strong>del</strong> mal», a la que el gobierno <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>teReagan —por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> público— consagró sus <strong>en</strong>ergías, estaba,


252 LA EDAD DE OROpues, concebida como una terapia para los Estados Unidos más que como unint<strong>en</strong>to práctico de restablecer el equilibrio mundial <strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>cias.Esto último, <strong>en</strong> realidad, se había llevado a cabo discretam<strong>en</strong>te a finales <strong>del</strong>os años set<strong>en</strong>ta, cuando la OTAN —con un presid<strong>en</strong>te norteamericanodemócrata y gobiernos socialdemócratas y laboristas <strong>en</strong> Alemania y <strong>en</strong> GranBretaña— empezó a rearmarse, y a los nuevos estados africanos de izquierdaslos mant<strong>en</strong>ían a raya desde el principio movimi<strong>en</strong>tos o estados apoyadospor los Estados Unidos, con apreciable éxito <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro y el sur de África(donde podían actuar <strong>en</strong> conjunción con el formidable régim<strong>en</strong> <strong>del</strong> apartheidde la República de Suráfrica), pero con m<strong>en</strong>os fortuna <strong>en</strong> el Cuerno de África.(En ambas áreas los rusos contaron con la inapreciable ayuda de fuerzasexpedicionarias cubanas, prueba <strong>del</strong> compromiso de Fi<strong>del</strong> Castro con lasrevoluciones <strong>del</strong> tercer mundo, así como de su alianza con la URSS.) Laaportación reaganiana a la guerra fría fue de otra índole.Fue una aportación no tanto práctica como ideológica: parte de la reacciónoccid<strong>en</strong>tal a las alteraciones de la época de disturbios e incertidumbres<strong>en</strong> que pareció <strong>en</strong>trar el mundo tras el fin de la edad de oro (véase el capítuloXIV). Una larga etapa de gobiernos c<strong>en</strong>tristas y socialdemócratas moderadostocó a su fin con el fracaso apar<strong>en</strong>te de las políticas económicas ysociales de la edad de oro. Hacia 1980 llegaron al poder <strong>en</strong> varios paísesgobiernos de la derecha ideológica, comprometidos con una forma extremade egoísmo empresarial y de laissez-faire. Entre ellos, Reagan y la trem<strong>en</strong>daseñora Thatcher, siempre segura de sí misma, <strong>en</strong> Gran Bretaña (1979-1990), fueron los más destacados. Para esta nueva derecha, el capitalismo <strong>del</strong>a sociedad <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar de los años cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta, bajo la tutela estatal,y que ya no contaba con el sostén <strong>del</strong> éxito económico, siempre habíasido como una subespecie de aquel socialismo («el camino de servidumbre»,como lo llamó el economista e ideólogo Von Hayek) cuya culminaciónfinal veían <strong>en</strong> la URSS. La guerra fría de Ronald Reagan no estaba dirigidacontra el «imperio <strong>del</strong> mal» exterior, sino contra el recuerdo de FranklinD. Roosevelt <strong>en</strong> el interior: contra el estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar igual que contratodo intrusismo estatal. Su <strong>en</strong>emigo era tanto el liberalismo (la «palabrotaque empieza por 1» que tan bu<strong>en</strong>os resultados obtuvo <strong>en</strong> las campañas presid<strong>en</strong>ciales)como el comunismo.Como la URSS se hundió justo al final de la era de Reagan, los propagandistasnorteamericanos, por supuesto, afirmaron que su caída se habíadebido a una activa campaña de acoso y derribo. Los Estados Unidos habíanluchado <strong>en</strong> la guerra fría y habían ganado, derrotando completam<strong>en</strong>te a su<strong>en</strong>emigo. No hace falta tomar <strong>en</strong> serio la versión de estos cruzados de los añosoch<strong>en</strong>ta, porque no hay la m<strong>en</strong>or señal de que el gobierno de los Estados Unidoscontemplara el hundimi<strong>en</strong>to inmin<strong>en</strong>te de la URSS o de que estuviera preparadopara ello llegado el mom<strong>en</strong>to. Si bi<strong>en</strong>, desde luego, t<strong>en</strong>ía la esperanzade poner <strong>en</strong> un aprieto a la economía soviética, el gobierno norteamericanohabía sido informado (erróneam<strong>en</strong>te) por sus propios servicios de intelig<strong>en</strong>ciade que la URSS se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a forma y era capaz de mant<strong>en</strong>er la


LA GUERRA FRÍA 2 5 3carrera de armam<strong>en</strong>tos. A principios de los och<strong>en</strong>ta, todavía se creía (tambiénerróneam<strong>en</strong>te) que la URSS estaba librando una firme of<strong>en</strong>siva global. Enrealidad, el mismo presid<strong>en</strong>te Reagan, a pesar de la retórica que le pusieranpor <strong>del</strong>ante qui<strong>en</strong>es le escribían los discursos, y a pesar de lo que pudierapasar por su m<strong>en</strong>te no siempre lúcida, creía realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la coexist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>trelos Estados Unidos y la URSS, pero una coexist<strong>en</strong>cia que no estuviese basada<strong>en</strong> un repugnante equilibrio de terror nuclear mutuo: lo que Reagan soñabaera un mundo totalm<strong>en</strong>te libre de armas nucleares, al igual que el nuevosecretario g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong> Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijail SerguéievichGorbachov, como quedó claro <strong>en</strong> la extraña cumbre celebrada <strong>en</strong> lap<strong>en</strong>umbra <strong>del</strong> otoño ártico de Islandia <strong>en</strong> 1986.La guerra fría acabó cuando una de las superpot<strong>en</strong>cias, o ambas, reconocieronlo siniestro y absurdo de la carrera de armam<strong>en</strong>tos atómicos, ycuando una, o ambas, aceptaron que la otra deseaba sinceram<strong>en</strong>te acabarcon esa carrera. Seguram<strong>en</strong>te le resultaba más fácil tomar la iniciativa a undirig<strong>en</strong>te soviético que a un norteamericano, porque la guerra fría nunca sehabía visto <strong>en</strong> Moscú como una cruzada, a difer<strong>en</strong>cia de lo habitual <strong>en</strong> Washington,tal vez porque no había que t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta a una opinión públicasoliviantada. Por otra parte, por esa misma razón, le resultaría más difícil aldirig<strong>en</strong>te soviético conv<strong>en</strong>cer a Occid<strong>en</strong>te de que iba <strong>en</strong> serio. Por eso espor lo que el mundo le debe tantísimo a Mijail Gorbachov, que no sólo tomóla iniciativa sino que consiguió, él solo, conv<strong>en</strong>cer al gobierno de los EstadosUnidos y a los demás gobiernos occid<strong>en</strong>tales de que hablaba sinceram<strong>en</strong>te.Sin embargo, no hay que m<strong>en</strong>ospreciar la aportación <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>teReagan, cuyo idealismo simplón pudo atravesar las trem<strong>en</strong>das barreras formadaspor los ideólogos, los fanáticos, los adv<strong>en</strong>edizos, los desesperados ylos guerreros profesionales que lo rodeaban, para llegar a conv<strong>en</strong>cerse a símismo. A efectos prácticos, la guerra fría acabó <strong>en</strong> las dos cumbres deReykjavik (1986) y Washington (1987).¿Repres<strong>en</strong>tó el fin de la guerra fría el fin <strong>del</strong> sistema soviético? Los dosf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os son separables históricam<strong>en</strong>te, aunque es evid<strong>en</strong>te que estáninterrelacionados. La forma soviética de socialismo afirmaba ser una alternativaglobal al sistema <strong>del</strong> mundo capitalista. Dado que el capitalismo nose hundió ni parecía hundirse —aunque uno se pregunta qué habría pasadosi todos los países deudores socialistas y <strong>del</strong> tercer mundo se hubies<strong>en</strong> unido<strong>en</strong> 1981 para declarar la susp<strong>en</strong>sión <strong>del</strong> pago de sus deudas a Occid<strong>en</strong>te—,las perspectivas <strong>del</strong> socialismo como alternativa mundial dep<strong>en</strong>dían de sucapacidad de competir con la economía capitalista mundial, reformada trasla Gran Depresión y la segunda guerra mundial y transformada por larevolución «postindustrial» de las comunicaciones y de la informática de losaños set<strong>en</strong>ta. Que el socialismo se iba quedando cada vez más atrasado eraevid<strong>en</strong>te desde 1960: ya no era competitivo y, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que estacompetición adoptó la forma de una confrontación <strong>en</strong>tre dos superpot<strong>en</strong>ciaspolíticas, militares e ideológicas, su inferioridad resultó ruinosa.Ambas superpot<strong>en</strong>cias abusaron de sus economías y las distorsionaron


254 LA EDAD DE OROmediante la compet<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> una carrera de armam<strong>en</strong>tos colosal y <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>tecara, pero el sistema capitalista mundial podía absorber la deuda detres billones de dólares —básicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> gastos militares— <strong>en</strong> que los añosoch<strong>en</strong>ta hundieron a los Estados Unidos, hasta <strong>en</strong>tonces el mayor acreedormundial. Nadie, ni d<strong>en</strong>tro ni fuera, estaba dispuesto a hacerse cargo de unadeuda equival<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el caso soviético, que, de todos modos, repres<strong>en</strong>tabauna proporción de la producción soviética (posiblem<strong>en</strong>te la cuarta parte)mucho mayor que el 7 por 100 <strong>del</strong> gigantesco PIB de los Estados Unidos quese destinó a partidas de def<strong>en</strong>sa a mediados de los años och<strong>en</strong>ta. Los EstadosUnidos, gracias a una combinación de bu<strong>en</strong>a suerte histórica y de su política,vieron cómo sus satélites se convertían <strong>en</strong> economías tan floreci<strong>en</strong>tes que llegabana av<strong>en</strong>tajar a la suya. A finales de los años set<strong>en</strong>ta, las economías <strong>del</strong>a Comunidad Europea y Japón, juntas, eran un 60 por 100 mayores que lade los Estados Unidos. En cambio, los aliados y satélites de los soviéticosnunca llegaron a emanciparse, sino que siguieron practicando una sangríaabundante y perman<strong>en</strong>te de dec<strong>en</strong>as de miles de millones de dólares anualesa la URSS. Geográfica y demográficam<strong>en</strong>te, los países atrasados <strong>del</strong> mundo,cuyas movilizaciones revolucionarias habrían de acabar, según Moscú, con elpredominio mundial <strong>del</strong> capitalismo, repres<strong>en</strong>taban el 80 por 100 <strong>del</strong> planeta,pero, <strong>en</strong> el plano económico, eran secundarios. En cuanto a la tecnología,a medida que la superioridad occid<strong>en</strong>tal fue creci<strong>en</strong>do de forma casi expon<strong>en</strong>cialno hubo compet<strong>en</strong>cia posible. En resum<strong>en</strong>, la guerra fría fue, desdeel principio, una lucha desigual.Pero no fue el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to hostil con el capitalismo y su superpot<strong>en</strong>cialo que precipitó la caída <strong>del</strong> socialismo, sino más bi<strong>en</strong> la combinación de susdefectos económicos cada vez más visibles y gravosos, y la invasión aceleradade la economía socialista por parte de la economía <strong>del</strong> mundo capitalista,mucho más dinámica, avanzada y dominante. En la medida <strong>en</strong> que la retóricade la guerra fría etiquetaba al capitalismo y al socialismo como «el mundolibre» y el «totalitarismo», respectivam<strong>en</strong>te, los veía como los bordes de unasima infranqueable y rechazaba todo int<strong>en</strong>to de superarla; 11 se podría decirque, fuera <strong>del</strong> suicidio mutuo que repres<strong>en</strong>taba la guerra nuclear, garantizabala superviv<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> competidor más débil. Y es que, parapetada tras el telónde acero, hasta la ineficaz y desfalleci<strong>en</strong>te economía de planificación c<strong>en</strong>tralera viable; puede que se estuviera deshaci<strong>en</strong>do l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te, pero no era probableque se hundiera sin previo aviso. 12 Fue la interacción de la economía demo<strong>del</strong>o soviético con la economía <strong>del</strong> mundo capitalista a partir de los añosses<strong>en</strong>ta lo que hizo vulnerable al socialismo. Cuando <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta losdirig<strong>en</strong>tes socialistas decidieron explotar los nuevos recursos <strong>del</strong> mercadomundial a su alcance (precios <strong>del</strong> petróleo, créditos blandos, etc.) <strong>en</strong> lugar de11. Cf. el uso <strong>del</strong> término «finlandización» como insulto por parte de los norteamericanos.12. Por citar un caso extremo, la pequeña y montañosa república de Albania era pobre yatrasada, pero fue viable durante los treinta y tantos años <strong>en</strong> que estuvo prácticam<strong>en</strong>te aislada<strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo. Sólo al quedar arrasados los muros que la protegían de la economía mundialse vino abajo y quedó convertida <strong>en</strong> una ruina económica.


LA GUERRA FRÍA 2 5 5<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a la ardua tarea de reformar su sistema económico, cavaron suspropias tumbas (véase el capítulo XVI). La paradoja de la guerra fría fue quelo que derrotó y al final arruinó a la URSS no fue la confrontación, sino la dist<strong>en</strong>sión.Sin embargo, <strong>en</strong> un punto los ultras de la guerra fría de Washington noestaban <strong>del</strong> todo equivocados. La verdadera guerra fría, como resulta fácilver desde nuestra perspectiva actual, terminó con la cumbre de Washingtonde 1987, pero no fue posible reconocer que había acabado hasta que la URSSdejó de ser una superpot<strong>en</strong>cia o, <strong>en</strong> realidad, una pot<strong>en</strong>cia a secas. Cuar<strong>en</strong>taaños de miedo y recelo, de afilar los di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> dragón militar-industrial, nopodían borrarse así como así. Los <strong>en</strong>granajes de la maquinaria de guerra continuarongirando <strong>en</strong> ambos bandos. Los servicios secretos, profesionales <strong>del</strong>a paranoia, siguieron sospechando que cualquier movimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> otro ladono era más que un astuto truco para hacer bajar la guardia al <strong>en</strong>emigo yderrotarlo mejor. El hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> imperio soviético <strong>en</strong> 1989, la desintegracióny disolución de la propia URSS <strong>en</strong> 1989-1991, hizo imposible pret<strong>en</strong>derque nada había cambiado y, m<strong>en</strong>os aún, creerlo.Pero ¿qué era exactam<strong>en</strong>te lo que había cambiado? La guerra fría habíatransformado la esc<strong>en</strong>a internacional <strong>en</strong> tres s<strong>en</strong>tidos. En primer lugar, habíaeliminado o eclipsado totalm<strong>en</strong>te las rivalidades y conflictos, salvo uno,que configuraron la política mundial antes de la segunda guerra mundial.Algunos de ellos desaparecieron porque las grandes pot<strong>en</strong>cias coloniales <strong>del</strong>a época imperial se desvanecieron, y con ellas sus rivalidades sobre lasdep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias que gobernaban. Otros acabaron porque todas las «grandespot<strong>en</strong>cias» excepto dos habían quedado relegadas a la segunda o terceradivisión de la política internacional, y las relaciones <strong>en</strong>tre ellas ya no eranautónomas ni, <strong>en</strong> realidad, mucho más que de interés local. Francia y Alemania(Federal) <strong>en</strong>terraron el hacha de guerra después de 1947, no porqueun conflicto franco-alemán se hubiera vuelto algo imp<strong>en</strong>sable —los gobiernosfranceses de la época p<strong>en</strong>saron y mucho <strong>en</strong> ello—, sino porque el hechode formar parte <strong>del</strong> mismo bando liderado por los norteamericanos yla hegemonía de Washington sobre la Europa occid<strong>en</strong>tal no permitía que losalemanes se descontrolaran. Aun así, es asombrosa la rapidez con que seperdió de vista la principal preocupación de los estados al acabar una granguerra, a saber, la inquietud de los v<strong>en</strong>cedores acerca de los planes de recuperaciónde los v<strong>en</strong>cidos, y los proyectos de los v<strong>en</strong>cidos para superar laderrota. Pocos occid<strong>en</strong>tales se preocuparon seriam<strong>en</strong>te por el espectacularretorno de la Alemania Federal y de Japón a su condición de pot<strong>en</strong>cias,armadas, aunque no nucleares; siempre, claro está, que fueran, <strong>en</strong> la práctica,miembros subalternos de la alianza estadounid<strong>en</strong>se. Incluso la URSS ysus aliados, aunque d<strong>en</strong>unciaran el peligro alemán, <strong>del</strong> que habían t<strong>en</strong>ido


256 LA EDAD DE OROuna amarga experi<strong>en</strong>cia, lo hacían por razones propagandísticas más que porauténtico temor. Lo que Moscú temía no eran las fuerzas armadas alemanas,sino los misiles de la OTAN <strong>en</strong> territorio alemán. Pero después de la guerrafría era posible que surgies<strong>en</strong> otros conflictos de poder.En segundo lugar, la guerra fría había congelado la situación internacionaly, al hacerlo, había estabilizado lo que era un estado de las cosas provisionaly por fijar. Alemania era el caso más visible: durante cuar<strong>en</strong>ta y seis añospermaneció dividida —de facto, si no, durante largos períodos, de jure—<strong>en</strong> cuatro sectores: el occid<strong>en</strong>tal, que se convirtió <strong>en</strong> la República Federal<strong>en</strong> 1948; el c<strong>en</strong>tral, que se convirtió <strong>en</strong> la República Democrática Alemana<strong>en</strong> 1954; y el ori<strong>en</strong>tal, más allá de la línea Oder-Neisse, de donde se expulsóa la mayor parte de alemanes y que se convirtió <strong>en</strong> parte de Polonia y de laURSS. El fin de la guerra fría y la desintegración de la URSS reunificó los dossectores occid<strong>en</strong>tales y dejó las zonas de Prusia ori<strong>en</strong>tal anexionadas por lossoviéticos aisladas, separadas <strong>del</strong> resto de Rusia por el estado ahoraindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de Lituania. Dejó a los polacos con la promesa de Alemaniade aceptar las fronteras de 1945, lo cual no les inspiró confianza. Laestabilización no era la paz. Con la excepción de Europa, la guerra fría no fueuna época <strong>en</strong> la que se olvidó lo que significaba pelear. Ap<strong>en</strong>as pasó algúnaño <strong>en</strong>tre 1948 y 1989 sin que hubiese conflictos armados graves <strong>en</strong> algunaparte. No obstante, los conflictos estaban controlados, o amortiguados, por elmiedo a que provocas<strong>en</strong> una guerra abierta —o sea, atómica— <strong>en</strong>tre lassuperpot<strong>en</strong>cias. Las reclamaciones de Irak fr<strong>en</strong>te a Kuwait —el pequeño protectoradobritánico, rico <strong>en</strong> petróleo, <strong>en</strong> el golfo Pérsico, indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te desde1961— eran antiguas y constantes, pero no condujeron a la guerra hasta queel golfo Pérsico dejó de ser un foco de t<strong>en</strong>sión y de confrontación automática<strong>en</strong>tre las dos superpot<strong>en</strong>cias. Antes de 1989 es seguro que la URSS, el principalproveedor de armas de Irak, hubiera desaconsejado firmem<strong>en</strong>te cualquierav<strong>en</strong>tura de Bagdad <strong>en</strong> la zona.Por supuesto, el desarrollo de la política interna de los estados no resultócongelada de la misma forma, salvo allí <strong>en</strong> donde tales cambios alteraran, oparecies<strong>en</strong> alterar, la lealtad <strong>del</strong> estado a la superpot<strong>en</strong>cia dominante respectiva.Los Estados Unidos no estaban más dispuestos a tolerar a comunistas ofilocomunistas <strong>en</strong> el poder <strong>en</strong> Italia, Chile o Guatemala que la URSS ar<strong>en</strong>unciar al derecho a mandar sus tropas a las repúblicas hermanas congobiernos disid<strong>en</strong>tes, como Hungría y Checoslovaquia. Es cierto que laURSS toleraba mucha m<strong>en</strong>os variedad <strong>en</strong> regím<strong>en</strong>es amigos y satélites, peropor otro lado su capacidad de afirmar su autoridad <strong>en</strong> el interior de éstos eramucho m<strong>en</strong>or. Aun antes de 1970 había perdido <strong>del</strong> todo el poco control quehabía t<strong>en</strong>ido sobre Yugoslavia, Albania y China; había t<strong>en</strong>ido que tolerar laconducta individualista de los dirig<strong>en</strong>tes de Cuba y Rumania; y, <strong>en</strong> cuanto alos países <strong>del</strong> tercer mundo a los que abastecía de armas, y cuya hostilidadhacia el imperialismo norteamericano compartía, aparte de unos interesescomunes, no ejercía sobre ellos ningún dominio efectivo, y casi ninguno deellos toleraba la exist<strong>en</strong>cia legal de partidos comunistas <strong>en</strong> su interior. No


LA GUERRA FRÍA 257obstante, la combinación de poder, influ<strong>en</strong>cia política, corrupción y la lógicade la bipolaridad y <strong>del</strong> antiimperialismo mantuvieron más o m<strong>en</strong>os estable ladivisión <strong>del</strong> mundo. Con la excepción de China, ningún país realm<strong>en</strong>teimportante cambió de bando a no ser por alguna revolución local, que lassuperpot<strong>en</strong>cias no podían provocar ni impedir, como descubrieron los EstadosUnidos <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta. Ni siquiera aquellos aliados de los EstadosUnidos cuya política se veía cada vez más limitada por la alianza, comosucedió con los sucesivos gobiernos alemanes <strong>en</strong> el tema de la Ostpolitik apartir de 1969, se retiraron de una asociación cada vez más problemática.Entidades políticas inestables, impot<strong>en</strong>tes e indef<strong>en</strong>dibles desde el punto devista político, incapaces de sobrevivir <strong>en</strong> una auténtica jungla internacional—la zona compr<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>tre el mar Rojo y el golfo Pérsico estaba ll<strong>en</strong>a deellas— consiguieron mant<strong>en</strong>erse de algún modo. La sombra <strong>del</strong> hongo nucleargarantizaba no sólo la superviv<strong>en</strong>cia de las democracias liberales de laEuropa occid<strong>en</strong>tal, sino de regím<strong>en</strong>es como Arabia Saudí y Kuwait. La guerrafría fue la mejor de las épocas para los miniestados, porque tras ella ladifer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre problemas resueltos y problemas aparcados se hizo evid<strong>en</strong>te.En tercer lugar, la guerra fría había ll<strong>en</strong>ado el mundo de armas hasta un puntoque cuesta creer. Ese fue el resultado natural de cuar<strong>en</strong>ta años de compet<strong>en</strong>ciaconstante <strong>en</strong>tre los grandes estados industriales por armarse a sí mismospara una guerra que podía estallar <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to; cuar<strong>en</strong>ta añosdurante los cuales las superpot<strong>en</strong>cias compitieron por ganar amigos einflu<strong>en</strong>cias reparti<strong>en</strong>do armas por todo el planeta, por no hablar de los cuar<strong>en</strong>taaños de conflictos «de baja int<strong>en</strong>sidad» con estallidos esporádicos deguerras de importancia. A las economías muy militarizadas y cuyos complejosmilitar-industriales eran <strong>en</strong> todo caso <strong>en</strong>ormes e influy<strong>en</strong>tes les interesabaeconómicam<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>der sus productos <strong>en</strong> el exterior, aunque sólo fuerapara consolar a sus gobiernos con la prueba de que no se limitaban a tragarselos astronómicos presupuestos militares económicam<strong>en</strong>te improductivosque las mant<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to. La moda a escala planetaria y sin preced<strong>en</strong>tesde los gobiernos militares (véase el capítulo XII) les proporcionó unmercado agradecido, alim<strong>en</strong>tado no sólo por la g<strong>en</strong>erosidad de las superpot<strong>en</strong>cias,sino también, desde la revolución <strong>en</strong> los precios <strong>del</strong> crudo, por losingresos locales multiplicados hasta desafiar la imaginación de sultanes yjeques hasta <strong>en</strong>tonces tercermundistas. Todo el mundo exportaba armas. Laseconomías socialistas y algunos estados capitalistas <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia comoGran Bretaña t<strong>en</strong>ían poco más por exportar que pudiese competir <strong>en</strong> el mercadointernacional. Este comercio con la muerte no se reducía a la ampliagama de aparatos que sólo podían utilizar los gobiernos, sino que el surgimi<strong>en</strong>tode una época de guerrillas y terrorismo originó una gran demanda dearmas ligeras, portátiles y sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te destructivas y mortíferas, y losbajos fondos de las ciudades de finales <strong>del</strong> siglo xx proporcionaron un nuevomercado civil a esos productos. En esos ambi<strong>en</strong>tes, las metralletas Uzi(israelíes), los rifles Kalashnikov (rusos) y el explosivo Semtex (checo) seconvirtieron <strong>en</strong> marcas familiares.


2 58 LA EDAD DE ORODe este modo la guerra fría se perpetuó a sí misma. Las pequeñas guerrasque <strong>en</strong> otro tiempo habían <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado a los satélites de una superpot<strong>en</strong>ciacontra los de la otra prosiguieron después de finalizar el viejo conflicto anivel local, resistiéndose a la voluntad de qui<strong>en</strong>es las habían empezado yahora querían acabarlas. Los rebeldes de la UNITA <strong>en</strong> Angola siguieronactuando contra el gobierno, aunque los surafricanos y los cubanos se hubieranretirado de ese desgraciado país, y a pesar de que los Estados Unidos yla ONU hubies<strong>en</strong> r<strong>en</strong>egado de ellos y hubies<strong>en</strong> reconocido al otro bando;armas no les faltaban. Somalia, armada primero por los rusos, cuando elemperador de Etiopía estaba <strong>del</strong> lado de los Estados Unidos, y luego por losEstados Unidos, cuando la Etiopía revolucionaria cambió de lado, hizo su<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> el mundo posterior a la guerra fría como un territorio castigadopor el hambre y por anárquicas guerras de clanes, car<strong>en</strong>te de todo salvo dereservas casi ilimitadas de armas de fuego, municiones, minas y transportesmilitares. Los Estados Unidos y la ONU se movilizaron para llevarles alim<strong>en</strong>tosy paz, y resultó más difícil que inundar el país de armas. En Afganistán,los Estados Unidos habían distribuido al por mayor misiles antiaéreosportátiles y lanzadoras Stinger <strong>en</strong>tre las guerrillas tribales anticomunistas,calculando, acertadam<strong>en</strong>te, que así contrarrestarían la supremacía aérea soviética.Cuando se retiraron los rusos, la guerra prosiguió como si nadahubiera cambiado, salvo que, a falta de aviones, los nativos podían explotarpor sí mismos la floreci<strong>en</strong>te demanda de Stingers, que v<strong>en</strong>dían con grandesb<strong>en</strong>eficios <strong>en</strong> el mercado internacional de armas. Desesperados, los EstadosUnidos se ofrecieron a comprárselos a ci<strong>en</strong> mil dólares cada uno, con unaespectacular falta de éxito (International Herald Tribune, 5-7-93, p. 24;Repubblica, 6-4-94). Tal como exclamaba el apr<strong>en</strong>diz de brujo de Goethe:«Die ich rief die Geister, werd'ich nun nicht los».El fin de la guerra fría suprimió de rep<strong>en</strong>te los puntales que habían sost<strong>en</strong>idola estructura internacional y, hasta un punto que todavía somos incapacesde apreciar, las estructuras de los sistemas mundiales de políticainterna. Y lo que quedó fue un mundo de confusión y parcialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ruinas,porque no hubo nada que los reemplazara. La idea, que los portavocesnorteamericanos sostuvieron por poco tiempo, de que el antiguo ord<strong>en</strong>bipolar podía sustituirse con un «nuevo ord<strong>en</strong> mundial» basado <strong>en</strong> la únicasuperpot<strong>en</strong>cia que había quedado y que, por ello, parecía más fuerte qu<strong>en</strong>unca, pronto demostró ser irreal. No podía volverse al mundo de antes <strong>del</strong>a guerra fría porque era demasiado lo que había cambiado y demasiado loque había desaparecido: todos los indicadores habían caído, había quemodificar todos los mapas. A políticos y economistas acostumbrados a uttmundo de una sola clase incluso les resultaba difícil o imposible apreciar lanaturaleza de problemas de otra clase. En 1947 los Estados Unidos habíanreconocido la necesidad de un proyecto urg<strong>en</strong>te y colosal de restauraciónde las economías de la Europa occid<strong>en</strong>tal, porque la presunta am<strong>en</strong>aza contraesas economías —el comunismo y la URSS— era de fácil definición.Las consecu<strong>en</strong>cias económicas y políticas <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to de la Unión


LA GUERRA FRÍA 2 5 9Soviética y de la Europa <strong>del</strong> Este eran aún más trem<strong>en</strong>das que los problemasde la Europa occid<strong>en</strong>tal, y demostrarían t<strong>en</strong>er un alcance aún mayor.Ya resultaban bastante previsibles, incluso evid<strong>en</strong>tes, a finales de losoch<strong>en</strong>ta, pero ninguna de las opul<strong>en</strong>tas economías capitalistas trató esa crisis<strong>en</strong> ciernes como una emerg<strong>en</strong>cia planetaria que exigía una actuaciónurg<strong>en</strong>te y contund<strong>en</strong>te, porque las consecu<strong>en</strong>cias políticas no eran tan fácilesde concretar. Con la posible excepción de la Alemania Occid<strong>en</strong>tal, lareacción fue l<strong>en</strong>ta, e incluso los alemanes <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dieron pésimam<strong>en</strong>te ysubestimaron la naturaleza <strong>del</strong> problema, como las dificultades suscitadaspor la anexión de la antigua República Democrática Alemana demostrarían.Las consecu<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> final de la guerra fría seguram<strong>en</strong>te habrían sido<strong>en</strong>ormes <strong>en</strong> cualquier caso, aunque no hubiese coincidido con una grave crisisde la economía capitalista mundial y con la crisis definitiva de la UniónSoviética y su sistema. Como el ámbito <strong>del</strong> historiador es lo sucedido y no loque habría podido suceder si las cosas hubies<strong>en</strong> sido distintas, no es necesariot<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta otros esc<strong>en</strong>arios posibles. El fin de la guerra fría demostróser no el fin de un conflicto internacional, sino el fin de una época, nosólo para Occid<strong>en</strong>te, sino para el mundo <strong>en</strong>tero. Hay mom<strong>en</strong>tos históricos <strong>en</strong>que incluso los contemporáneos pued<strong>en</strong> reconocer que marcan el fin de unaera. Los años <strong>en</strong> torno a 1990 fueron claram<strong>en</strong>te uno de los mom<strong>en</strong>tos decisivos<strong>del</strong> siglo. Pero mi<strong>en</strong>tras cualquiera pudo ver que el viejo mundo sehabía acabado, existía una absoluta incertidumbre sobre la naturaleza y lasperspectivas <strong>del</strong> nuevo.Sólo una cosa parecía sólida e irreversible <strong>en</strong>tre tanta incertidumbre: losextraordinarios cambios, sin preced<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> su magnitud, que experim<strong>en</strong>tó laeconomía mundial, y, <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia, las sociedades humanas, durante elperíodo transcurrido desde el inicio de la guerra fría. Estos cambios ocuparán,o deberían ocupar, un espacio mucho mayor <strong>en</strong> los libros de historia <strong>del</strong> tercermil<strong>en</strong>io que la guerra de Corea, las crisis de Berlín y de Cuba y los misilesde crucero. A esas transformaciones dirigimos ahora nuestra at<strong>en</strong>ción.


Capítulo IXLOS AÑOS DORADOSEn los últimos cuar<strong>en</strong>ta años Mód<strong>en</strong>a ha dado realm<strong>en</strong>te elgran salto a<strong>del</strong>ante. El período que va desde la Unidad Italianahasta <strong>en</strong>tonces había sido una larga etapa de espera o de modificacionesl<strong>en</strong>tas e intermit<strong>en</strong>tes, antes de que la transformación seacelerase a una velocidad de relámpago. La g<strong>en</strong>te llegó a disfrutarde un nivel de vida sóio reservado antes a una pequeña elite.G. Muzziou (1993, p. 323)A ninguna persona hambri<strong>en</strong>ta que esté también sobria se lapodrá conv<strong>en</strong>cer de que se gaste su último dólar <strong>en</strong> algo que nosea comida. Pero a un individuo bi<strong>en</strong> alim<strong>en</strong>tado, bi<strong>en</strong> vestido,con una bu<strong>en</strong>a vivi<strong>en</strong>da y <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral bi<strong>en</strong> cuidado se le puedeconv<strong>en</strong>cer de que escoja <strong>en</strong>tre una maquinilla de afeitar eléctricay un cepillo d<strong>en</strong>tal eléctrico. Junto con los precios y los costes, lademanda pasa a estar sujeta a la planificación.J. K. GALBRAITH, El nuevo estado industrial (1967, p. 24)ILa mayoría de los seres humanos se comporta como los historiadores:sólo reconoce la naturaleza de sus experi<strong>en</strong>cias vistas retrospectivam<strong>en</strong>te.Durante los años cincu<strong>en</strong>ta mucha g<strong>en</strong>te, sobre todo <strong>en</strong> los cada vez másprósperos países «desarrollados», se dio cu<strong>en</strong>ta de que los tiempos habíanmejorado de forma notable, sobre todo si sus recuerdos se remontaban a losaños anteriores a la segunda guerra mundial. Un primer ministro conservadorbritánico lanzó su campaña para las elecciones g<strong>en</strong>erales de 1959, queganó, con la frase «Jamás os ha ido tan bi<strong>en</strong>», afirmación sin duda correcta.Pero no fue hasta que se hubo acabado el gran boom, durante los turbul<strong>en</strong>tosaños set<strong>en</strong>ta, a la espera de los traumáticos och<strong>en</strong>ta, cuando los observadores


LOS AÑOS DORADOS 261—principalm<strong>en</strong>te, para empezar, los economistas— empezaron a darse cu<strong>en</strong>tade que el mundo, y <strong>en</strong> particular el mundo capitalista desarrollado, habíaatravesado una etapa histórica realm<strong>en</strong>te excepcional, acaso única. Y le buscaronun nombre: los «treinta años gloriosos» de los franceses (les tr<strong>en</strong>teglorieuses); la edad de oro de un cuarto de siglo de los angloamericanos(Margiin y Schor, 1990). El oro relució con mayor int<strong>en</strong>sidad ante el panoramamonótono o sombrío de las décadas de crisis subsigui<strong>en</strong>tes.Exist<strong>en</strong> varias razones por las que se tardó tanto <strong>en</strong> reconocer el carácterexcepcional de la época. Para los Estados Unidos, que dominaron la economíamundial tras el fin de la segunda guerra mundial, no fue tan revolucionaria,sino que ap<strong>en</strong>as supuso la prolongación de la expansión de los años de la guerra,que, como ya hemos visto, fueron de una b<strong>en</strong>evol<strong>en</strong>cia excepcional paracon el país: no sufrieron daño alguno, su PNB aum<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> dos tercios (Vander Wee, 1987, p. 30) y acabaron la guerra con casi dos tercios de la producciónindustrial <strong>del</strong> mundo. Además, precisam<strong>en</strong>te debido al tamaño y a loavanzado de la economía estadounid<strong>en</strong>se, su comportami<strong>en</strong>to durante los añosdorados no fue tan impresionante como los índices de crecimi<strong>en</strong>to de otrospaíses, que partían de una base mucho m<strong>en</strong>or. Entre 1950 y 1973 los EstadosUnidos crecieron más l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te que ningún otro país industrializado con laexcepción de Gran Bretaña, y, lo que es más, su crecimi<strong>en</strong>to no fue superioral de las etapas más dinámicas de su desarrollo. En el resto de países industrializados,incluida la indol<strong>en</strong>te Gran Bretaña, la edad de oro batió todas lasmarcas anteriores (Maddison, 1987, p. 650). En realidad, para aquéllos, económicay tecnológicam<strong>en</strong>te, esta fue una época de relativo retroceso, más quede avance. La difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> productividad por hora trabajada <strong>en</strong>tre los EstadosUnidos y otros países disminuyó, y si <strong>en</strong> 1950 aquéllos disfrutaban de unariqueza nacional (PIB) per capita doble que la de Francia y Alemania, cincoveces la de Japón y más <strong>del</strong> 50 por 100 mayor que la de Gran Bretaña, losdemás estados fueron ganando terr<strong>en</strong>o, y continuaron haciéndolo <strong>en</strong> los añosset<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta.La recuperación tras la guerra era la prioridad absoluta de los paíseseuropeos y de Japón, y <strong>en</strong> los primeros años posteriores a 1945 midieron suéxito simplem<strong>en</strong>te por la proximidad a objetivos fijados con el pasado, y noel futuro, como refer<strong>en</strong>te. En los estados no comunistas la recuperación tambiénrepres<strong>en</strong>taba la superación <strong>del</strong> miedo a la revolución social y al avancecomunista. Mi<strong>en</strong>tras la mayoría de los países (exceptuando Alemania yJapón) habían vuelto a los niveles de preguerra <strong>en</strong> 1950, el principio de laguerra fría y la persist<strong>en</strong>cia de partidos comunistas fuertes <strong>en</strong> Francia y <strong>en</strong>Italia no invitaban a la euforia. En cualquier caso, los b<strong>en</strong>eficios materiales<strong>del</strong> desarrollo tardaron lo suyo <strong>en</strong> hacerse s<strong>en</strong>tir. En Gran Bretaña no fue hastamediados de los años cincu<strong>en</strong>ta cuando se hicieron palpables. Antes de esafecha ningún político hubiese podido ganar unas elecciones con el citadoeslogan de Harold Macmillan. Incluso <strong>en</strong> una región de una prosperidad tanespectacular como la Emilia-Romana, <strong>en</strong> Italia, las v<strong>en</strong>tajas de la «sociedadopul<strong>en</strong>ta» no se g<strong>en</strong>eralizaron hasta los años ses<strong>en</strong>ta (Francia y Muzzioli,


2 6 2 LA EDAD DE ORO1984, pp. 327-329). Además, el arma secreta de una sociedad opul<strong>en</strong>ta popular,el pl<strong>en</strong>o empleo, no se g<strong>en</strong>eralizó hasta los años ses<strong>en</strong>ta, cuando elíndice medio de paro <strong>en</strong> Europa occid<strong>en</strong>tal se situó <strong>en</strong> el 1,5 por 100. En loscincu<strong>en</strong>ta Italia aún t<strong>en</strong>ía un paro de casi un 8 por 100. En resum<strong>en</strong>, no fuehasta los años ses<strong>en</strong>ta cuando Europa acabó dando por s<strong>en</strong>tada su prosperidad.Por aquel <strong>en</strong>tonces, ciertos observadores sutiles empezaron a admitirque, de algún modo, la economía <strong>en</strong> su conjunto continuaría subi<strong>en</strong>do ysubi<strong>en</strong>do para siempre. «No existe ningún motivo para poner <strong>en</strong> duda que last<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias desarrollistas subyac<strong>en</strong>tes a principios y mediados de los añosset<strong>en</strong>ta no sean como <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta», decía un informe de las Naciones Unidas<strong>en</strong> 1972. «No cabe prever ninguna influ<strong>en</strong>cia especial que pueda provo-*car alteraciones drásticas <strong>en</strong> el marco externo de las economías europeas.» Elclub de economías capitalistas industriales avanzadas, la OCDE (Organizaciónpara la Cooperación y el Desarrollo Económico), revisó al alza susprevisiones de crecimi<strong>en</strong>to económico con el paso de los años ses<strong>en</strong>ta. Paraprincipios de los set<strong>en</strong>ta, se esperaba que estuvieran («a medio plazo») por<strong>en</strong>cima <strong>del</strong> 5 por 100 (Glyn, Hughes, Lipietz y Singh, 1990, p. 39). Nofue así.Resulta ahora evid<strong>en</strong>te que la edad de oro correspondió básicam<strong>en</strong>te a lospaíses capitalistas desarrollados, que, a lo largo de esas décadas, repres<strong>en</strong>tabanalrededor de tres cuartas partes de la producción mundial y más <strong>del</strong> 80 por 100de las exportaciones de productos elaborados (OECD Impact, pp. 18-19). Otrarazón por la que se tardó tanto <strong>en</strong> reconocer lo limitado de su alcance fue que<strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta el crecimi<strong>en</strong>to económico parecía ser de ámbito mundialcon indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los regím<strong>en</strong>es económicos. De hecho, <strong>en</strong> un principiopareció como si la parte socialista recién expandida <strong>del</strong> mundo llevara la<strong>del</strong>antera. El índice de crecimi<strong>en</strong>to de la URSS <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta era másalto que el de cualquier país occid<strong>en</strong>tal, y las economías de la Europa ori<strong>en</strong>talcrecieron casi con la misma rapidez, más deprisa <strong>en</strong> países hasta <strong>en</strong>tonces atrasados,más despacio <strong>en</strong> los ya total o parcialm<strong>en</strong>te industrializados. La AlemaniaOri<strong>en</strong>tal comunista, sin embargo, quedó muy por detrás de la AlemaniaFederal no comunista. Aunque el bloque de la Europa <strong>del</strong> Este perdió velocidad<strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta, su PIB per capita <strong>en</strong> el conjunto de la edad de oro crecióun poco más deprisa (o, <strong>en</strong> el caso de la URSS, justo por debajo) que el <strong>del</strong>os principales países capitalistas industrializados (FMI, 1990, p. 65). De todosmodos, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta se hizo evid<strong>en</strong>te que era el capitalismo, más que elsocialismo, el que se estaba abri<strong>en</strong>do camino.Pese a todo, la edad de oro fue un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o de ámbito mundial, aunquela g<strong>en</strong>eralización de la opul<strong>en</strong>cia quedara lejos <strong>del</strong> alcance de la mayoríade la población mundial: los habitantes de países para cuya pobreza y atrasolos especialistas de la ONU int<strong>en</strong>taban <strong>en</strong>contrar eufemismos diplomáticos.Sin embargo, la población <strong>del</strong> tercer mundo creció a un ritmo espectacular:la cifra de habitantes de África, Extremo Ori<strong>en</strong>te y sur de Asia se duplicó concreces <strong>en</strong> los treinta y cinco años transcurridos a partir de 1950, y la cifra dehabitantes de América Latina aum<strong>en</strong>tó aún más deprisa (World Resour-


LOS AÑOS DORADOS 2 6 3ees, 1986, p. 11). Los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta volvieron a conocer las grandeshambrunas, cuya imag<strong>en</strong> típica fue el niño exótico muñéndose de hambre,visto después de c<strong>en</strong>ar <strong>en</strong> las pantallas de todos los televisores occid<strong>en</strong>tales,pero durante las décadas doradas no hubo grandes épocas de hambre, salvocomo resultado de la guerra y de locuras políticas, como <strong>en</strong> China (véase lap. 464). De hecho, al tiempo que se multiplicaba la población, la esperanzade vida se prolongó una media de siete años, o incluso diecisiete años sicomparamos los datos de finales de los años treinta con los de finales de losses<strong>en</strong>ta (Morawetz, 1977, p. 48). Eso significa que la producción de alim<strong>en</strong>tosaum<strong>en</strong>tó más deprisa que la población, tal como sucedió tanto <strong>en</strong> laszonas desarrolladas como <strong>en</strong> todas las principales regiones <strong>del</strong> mundo noindustrializado. A finales de los años cincu<strong>en</strong>ta, aum<strong>en</strong>tó a razón de más deun 1 por 100 per capita <strong>en</strong> todas las regiones de los países «<strong>en</strong> vías de desarrollo»excepto <strong>en</strong> América Latina, <strong>en</strong> donde, por otra parte, también huboun aum<strong>en</strong>to per capita, aunque más modesto. En los años ses<strong>en</strong>ta siguióaum<strong>en</strong>tando <strong>en</strong> todas partes <strong>en</strong> el mundo no industrializado, pero (una vezmás con la excepción de América Latina, esta vez por <strong>del</strong>ante de los demás)sólo ligeram<strong>en</strong>te. No obstante, la producción total de alim<strong>en</strong>tos de los paísespobres tanto <strong>en</strong> los cincu<strong>en</strong>ta como <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta aum<strong>en</strong>tó más deprisa que<strong>en</strong> los países desarrollados.En los años set<strong>en</strong>ta las difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre las distintas partes <strong>del</strong> mundosubdesarrollado hac<strong>en</strong> inútiles estas cifras de ámbito planetario. Para aquel<strong>en</strong>tonces algunas regiones, como el Extremo Ori<strong>en</strong>te y América Latina, crecíanmuy por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> ritmo de crecimi<strong>en</strong>to de su población, mi<strong>en</strong>tras queÁfrica iba quedando por detrás a un ritmo de un 1 por 100 anual. En los añosoch<strong>en</strong>ta la producción de alim<strong>en</strong>tos per capita <strong>en</strong> los países subdesarrolladosno aum<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> absoluto fuera <strong>del</strong> Asia meridional y ori<strong>en</strong>tal, y aun ahí algunospaíses produjeron m<strong>en</strong>os alim<strong>en</strong>tos por habitante que <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta:Bangladesh, Sri Lanka, las Filipinas. Ciertas regiones se quedaron muypor debajo de sus niveles de los set<strong>en</strong>ta o incluso siguieron cay<strong>en</strong>do, sobretodo <strong>en</strong> África, C<strong>en</strong>troamérica y Ori<strong>en</strong>te Medio (Van der Wee, 1987, p. 106;FAO, The State of Food, 1989, Apéndice, cuadro 2, pp. 113-115).Mi<strong>en</strong>tras tanto, el problema de los países desarrollados era que producíanunos exced<strong>en</strong>tes de productos alim<strong>en</strong>tarios tales, que ya no sabían qué hacercon ellos, y, <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, decidieron producir bastante m<strong>en</strong>os, o bi<strong>en</strong>(como <strong>en</strong> la Comunidad Europea) inundar el mercado con sus «montañasde mantequilla» y sus «lagos de leche» por debajo <strong>del</strong> precio de coste, compiti<strong>en</strong>doasí con el precio de los productores de países pobres. Acabó porresultar más barato comprar queso holandés <strong>en</strong> las Antillas que <strong>en</strong> Holanda.Curiosam<strong>en</strong>te, el contraste <strong>en</strong>tre los exced<strong>en</strong>tes de alim<strong>en</strong>tos, por una parte,y, por la otra, personas hambri<strong>en</strong>tas, que tanto había indignado al mundodurante la Gran Depresión de los años treinta, suscitó m<strong>en</strong>os com<strong>en</strong>tarios afinales <strong>del</strong> siglo xx. Fue un aspecto de la diverg<strong>en</strong>cia creci<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre el mundorico y el mundo pobre que se puso cada vez más de manifiesto a partir <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta.


264 LA EDAD DE OROEl mundo industrial, desde luego, se expandió por doquier, por los paísescapitalistas y socialistas y por el «tercer mundo». En el viejo mundo huboespectaculares ejemplos de revolución industrial, como España y Finlandia.En el mundo <strong>del</strong> «socialismo real» (véase el capítulo XIII) países puram<strong>en</strong>teagrícolas como Bulgaria y Rumania adquirieron <strong>en</strong>ormes sectores industriales.En el tercer mundo el asombroso desarrollo de los llamados «países dereci<strong>en</strong>te industrialización» (NIC [Newly Industrializing Countries]), se produjodespués de la edad de oro, pero <strong>en</strong> todas partes el número de paísesdep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> primer lugar de la agricultura, por lo m<strong>en</strong>os para financiarsus importaciones <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo, disminuyó de forma notable.A finales de los och<strong>en</strong>ta ap<strong>en</strong>as quince estados pagaban la mitad o más desus importaciones con la exportación de productos agrícolas. Con una solaexcepción (Nueva Zelanda), todos estaban <strong>en</strong> el África subsahariana y<strong>en</strong> América Latina (FAO, The State of Food, 1989, Apéndice, cuadro 11,pp. 149-151).La economía mundial crecía, pues, a un ritmo explosivo. Al llegar losaños ses<strong>en</strong>ta, era evid<strong>en</strong>te que nunca había existido algo semejante. La producciónmundial de manufacturas se cuadruplicó <strong>en</strong>tre principios de los cincu<strong>en</strong>tay principios de los set<strong>en</strong>ta, y, algo todavía más impresionante, elcomercio mundial de productos elaborados se multiplicó por diez. Comohemos visto, la producción agrícola mundial también se disparó, aunque sintanta espectacularidad, no tanto (como acostumbraba suceder hasta <strong>en</strong>tonces)gracias al cultivo de nuevas tierras, sino más bi<strong>en</strong> gracias al aum<strong>en</strong>to de laproductividad. El r<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to de los cereales por hectárea casi se duplicó<strong>en</strong>tre 1950-1952 y 1980-1982, y se duplicó con creces <strong>en</strong> América <strong>del</strong> Norte,Europa occid<strong>en</strong>tal y Extremo Ori<strong>en</strong>te. Las flotas pesqueras mundiales,mi<strong>en</strong>tras tanto, triplicaron sus capturas antes de volver a sufrir un desc<strong>en</strong>so(World Resources, 1986, pp. 47 y 142).Hubo un efecto secundario de esta extraordinaria explosión que ap<strong>en</strong>as sirecibió at<strong>en</strong>ción, aunque, visto desde la actualidad, ya pres<strong>en</strong>taba un aspectoam<strong>en</strong>azante: la contaminación y el deterioro ecológico. Durante la edad deoro ap<strong>en</strong>as se fijó nadie <strong>en</strong> ello, salvo los <strong>en</strong>tusiastas de la naturaleza y otrosprotectores de las rarezas humanas y naturales, porque la ideología <strong>del</strong> progresodaba por s<strong>en</strong>tado que el creci<strong>en</strong>te dominio de la naturaleza por parte<strong>del</strong> hombre era la justa medida <strong>del</strong> avance de la humanidad. Por eso, laindustrialización de los países socialistas se hizo totalm<strong>en</strong>te de espaldas a lasconsecu<strong>en</strong>cias ecológicas que iba a traer la construcción masiva de un sistemaindustrial más bi<strong>en</strong> arcaico basado <strong>en</strong> el hierro y <strong>en</strong> el carbón. Incluso <strong>en</strong>Occid<strong>en</strong>te, el viejo lema <strong>del</strong> hombre de negocios decimonónico «Donde haysuciedad, hay oro» (o sea, la contaminación es dinero) aún resultaba convinc<strong>en</strong>te,sobre todo para los constructores de carreteras y los promotores inmobiliariosque descubrieron los increíbles b<strong>en</strong>eficios que podían hacerse <strong>en</strong>especulaciones infalibles <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to de máxima expansión <strong>del</strong> siglo.Todo lo que había que hacer era esperar a que el valor de los solares edificablesse disparase hasta la estratosfera. Un solo edificio bi<strong>en</strong> situado podía


LOS AÑOS DORADOS 2 6 5hacerlo a uno multimillonario prácticam<strong>en</strong>te sin coste alguno, ya que sepodía pedir un crédito con la garantía de la futura construcción, y ampliar esecrédito a medida que el valor <strong>del</strong> edificio (construido o por construir, ll<strong>en</strong>o ovacío) fuera subi<strong>en</strong>do. Al final, como de costumbre, se produjo un desplome—la edad de oro, al igual que épocas anteriores de expansión, terminó conun colapso inmobiliario y financiero—, pero hasta que llegó los c<strong>en</strong>tros <strong>del</strong>as ciudades, grandes y pequeñas, fueron arrasados por los constructores <strong>en</strong>todo el mundo, destruy<strong>en</strong>do de paso ciudades medievales construidas alrededorde su catedral, como Worcester, <strong>en</strong> Inglaterra, o capitales colonialesespañolas, como Lima, <strong>en</strong> Perú. Como las autoridades tanto <strong>del</strong> Este comooccid<strong>en</strong>tales descubrieron que podía utilizarse algo parecido a los métodosindustriales de producción para construir vivi<strong>en</strong>das públicas rápido y barato,ll<strong>en</strong>ando los suburbios con <strong>en</strong>ormes bloques de apartam<strong>en</strong>tos anónimos, losaños ses<strong>en</strong>ta probablem<strong>en</strong>te pasarán a la historia como el dec<strong>en</strong>io más nefasto<strong>del</strong> urbanismo humano.En realidad, lejos de preocuparse por el medio ambi<strong>en</strong>te, parecía haberrazones para s<strong>en</strong>tirse satisfecho, a medida que los resultados de la contaminación<strong>del</strong> siglo xix fueron cedi<strong>en</strong>do el terr<strong>en</strong>o a la tecnología y la conci<strong>en</strong>ciaecológica <strong>del</strong> siglo xx. ¿Acaso no es cierto que la simple prohibición <strong>del</strong>uso <strong>del</strong> carbón como combustible <strong>en</strong> Londres a partir de 1953 eliminó de unplumazo la espesa niebla que cubría la ciudad, inmortalizada por las novelasde Charles Dick<strong>en</strong>s? ¿No volvió a haber, al cabo de unos años, salmonesremontando el río Támesís, muerto <strong>en</strong> otro tiempo? En lugar de las inm<strong>en</strong>sasfactorías <strong>en</strong>vueltas <strong>en</strong> humo que habían sido sinónimo de «industria», otrasfábricas más limpias, más pequeñas y más sil<strong>en</strong>ciosas se esparcieron por elcampo. Los aeropuertos sustituyeron a las estaciones de ferrocarril comoel edificio simbólico <strong>del</strong> transporte por excel<strong>en</strong>cia. A medida que se fuevaciando el campo, la g<strong>en</strong>te, o por lo m<strong>en</strong>os la g<strong>en</strong>te de clase media que semudó a los pueblos y granjas abandonados, pudo s<strong>en</strong>tirse más cerca de lanaturaleza que nunca.Sin embargo, no se puede negar que el impacto de las actividades humanassobre la naturaleza, sobre todo las urbanas e industriales, pero también,como pronto se vio, las agrícolas, sufrió un pronunciado increm<strong>en</strong>to a partirde mediados de siglo, debido <strong>en</strong> gran medida al <strong>en</strong>orme aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> uso decombustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural, etc.), cuyo posible agotami<strong>en</strong>tohabía preocupado a los futurólogos <strong>del</strong> pasado desde mediados <strong>del</strong>siglo XIX. Ahora se descubrían nuevos recursos antes de que pudieran utilizarse.Que el consumo de <strong>en</strong>ergía total se disparase —de hecho se triplicó <strong>en</strong>los Estados Unidos <strong>en</strong>tre 1950 y 1973 (Rostow, 1978, p. 256; cuadro III,p. 58)— no es nada sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. Una de las razones por las que la edad deoro fue de oro es que el precio medio <strong>del</strong> barril de crudo saudí era inferior alos dos dólares a lo largo de todo el período que va de 1950 a 1973, haci<strong>en</strong>doasí que la <strong>en</strong>ergía fuese ridiculam<strong>en</strong>te barata y continuara abaratándoseconstantem<strong>en</strong>te. Sólo después de 1973, cuando el cártel de productoresde petróleo, la OPEP, decidió por fin cobrar lo que el mercado estuviese dis-


266 LA EDAD DE OROpuesto a pagar (véanse pp. 470-471), los guardianes <strong>del</strong> medio ambi<strong>en</strong>televantaron acta, preocupados, de los efectos <strong>del</strong> <strong>en</strong>orme aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> tráficode vehículos con motor de gasolina, que ya oscurecía los cielos de las grandesciudades <strong>en</strong> los países motorizados, y sobre todo <strong>en</strong> los Estados Unidos.El smog fue, compr<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te, su primera preocupación. Sin embargo, lasemisiones de dióxido de carbono que cal<strong>en</strong>taban la atmósfera casi se triplicaron<strong>en</strong>tre 1950 y 1973, es decir, que la conc<strong>en</strong>tración de este gas <strong>en</strong> laatmósfera aum<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> poco m<strong>en</strong>os de un 1 por 100 anual (World Resources,1986, cuadro 11.1, p. 318; 11.4, p. 319; Smil, 1990, p. 4, fig. 2). La producciónde clorofluorocarbonados, productos químicos que afectan la capa deozono, experim<strong>en</strong>tó un increm<strong>en</strong>to casi vertical. Antes <strong>del</strong> final de la guerraap<strong>en</strong>as se habían utilizado, pero <strong>en</strong> 1974, más de 300.000 toneladas de uncompuesto y más de 400.000 de otro iban a parar a la atmósfera cada año(World Resources, 1986, cuadro 11.3, p. 319). Los países occid<strong>en</strong>tales ricosproducían la parte <strong>del</strong> león de esta contaminación, aunque la industrializaciónsucia de la URSS produjera casi tanto dióxido de carbono como losEstados Unidos, casi cinco veces más <strong>en</strong> 1985 que <strong>en</strong> 1950. Per capita, porsupuesto, los Estados Unidos seguían si<strong>en</strong>do los primeros con mucho. SóloGran Bretaña redujo la cantidad de emisiones por habitante durante esteperíodo (Smil, 1990, cuadro I, p. 14).IIAl principio este asombroso estallido económico parecía no ser más queuna versión gigantesca de lo que había sucedido antes; como una especie deuniversalización de la situación de los Estados Unidos antes de 1945, conla adopción de este país como mo<strong>del</strong>o de la sociedad capitalista industrial.Y, <strong>en</strong> cierta medida, así fue. La era <strong>del</strong> automóvil hacía tiempo que había llegadoa Norteamérica, pero después de la guerra llegó a Europa, y luego, aescala más modesta, al mundo socialista y a la clase media latinoamericana,mi<strong>en</strong>tras que la baratura de los combustibles hizo <strong>del</strong> camión y el autobús losprincipales medios de transporte <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> planeta. Si el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tode la sociedad opul<strong>en</strong>ta occid<strong>en</strong>tal podía medirse por la multiplicación<strong>del</strong> número de coches particulares —de los 469.000 de Italia <strong>en</strong> 1938 alos 15 millones <strong>del</strong> mismo país <strong>en</strong> 1975 (Rostow, 1978, p. 212; UN StatisticalYearbook, 1982, cuadro 15, p. 960)—, el desarrollo económico demuchos países <strong>del</strong> tercer mundo podía reconocerse por el ritmo de crecimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> número de camiones.Bu<strong>en</strong>a parte de la gran expansión mundial fue, por lo tanto, un proceso deir acortando distancias o, <strong>en</strong> los Estados Unidos, la continuación de viejas t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias.El mo<strong>del</strong>o de producción <strong>en</strong> masa de H<strong>en</strong>ry Ford se difundió por lasnuevas industrias automovilísticas <strong>del</strong> mundo, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> los EstadosUnidos los principios de Ford se aplicaron a nuevas formas de producción,desde casas a comidas-basura (McDonald's es un éxito de posguerra). Bi<strong>en</strong>es


LOS AÑOS DORADOS 2 6 7y servicios hasta <strong>en</strong>tonces restringidos a minorías se p<strong>en</strong>saban ahora para unmercado de masas, como sucedió con el turismo masivo a playas soleadas.Antes de la guerra jamás habían viajado más de 150.000 norteamericanos aC<strong>en</strong>troamérica y al Caribe <strong>en</strong> un año, pero <strong>en</strong>tre 1950 y 1970 la cifra crecióde 300.000 a 7 millones (US Historical Statistics I, p. 403). No es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>teque las cifras europeas fues<strong>en</strong> aún más espectaculares. Así, España, queprácticam<strong>en</strong>te no había conocido el turismo de masas hasta los años cincu<strong>en</strong>ta,acogía a más de 54 millones de extranjeros al año a finales de los och<strong>en</strong>ta,cantidad que sólo superaban ligeram<strong>en</strong>te los 55 millones de Italia (Stat. Jahrbuch,1990, p. 262). Lo que <strong>en</strong> otro tiempo había sido un lujo se convirtió <strong>en</strong>un indicador de bi<strong>en</strong>estar habitual, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los países ricos: neveras,lavadoras, teléfonos. Ya <strong>en</strong> 1971 había más de 270 millones de teléfonos <strong>en</strong> elmundo, <strong>en</strong> su abrumadora mayoría <strong>en</strong> Norteamérica y <strong>en</strong> la Europa occid<strong>en</strong>tal,y su difusión iba <strong>en</strong> aum<strong>en</strong>to. Al cabo de diez años la cantidad casi sehabía duplicado. En las economías de mercado desarrolladas había más de unteléfono por cada dos habitantes (UN World Situation, 1985, cuadro 19,p. 63). En resum<strong>en</strong>, ahora al ciudadano medio de esos países le era posiblevivir como sólo los muy ricos habían vivido <strong>en</strong> tiempos de sus padres, con lanatural difer<strong>en</strong>cia de que la mecanización había sustituido a los sirvi<strong>en</strong>tes.Sin embargo, lo más notable de esta época es hasta qué punto el motorapar<strong>en</strong>te de la expansión económica fue la revolución tecnológica. En estes<strong>en</strong>tido, no sólo contribuyó a la multiplicación de los productos de antes,mejorados, sino a la de productos desconocidos, incluidos muchos que prácticam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>adie se imaginaba siquiera antes de la guerra. Algunos productosrevolucionarios, como los materiales sintéticos conocidos como «plásticos»,habían sido desarrollados <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras o incluso habían llegadoa ser producidos comercialm<strong>en</strong>te, como el nylon (1935), el poliéster yel polietil<strong>en</strong>o. Otros, como la televisión y los magnetófonos, ap<strong>en</strong>as acababande salir de su fase experim<strong>en</strong>tal. La guerra, con su demanda de alta tecnología,preparó una serie de procesos revolucionarios luego adaptados aluso civil, aunque bastantes más por parte británica (luego también por losEstados Unidos) que <strong>en</strong>tre los alemanes, tan amantes de la ci<strong>en</strong>cia: el radar,el motor a reacción, y varias ideas y técnicas que prepararon el terr<strong>en</strong>o parala electrónica y la tecnología de la información de la posguerra. Sin ellas eltransistor (inv<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> 1947) y los primeros ord<strong>en</strong>adores digitales civiles(1946) sin duda habrían aparecido mucho más tarde. Fue tal vez una suerteque la <strong>en</strong>ergía nuclear, empleada al principio con fines destructivos durantela guerra, permaneciese <strong>en</strong> gran medida fuera de la economía civil, salvocomo una aportación marginal (de mom<strong>en</strong>to) a la producción mundialde <strong>en</strong>ergía eléctrica (alrededor de un 5 por 100 <strong>en</strong> 1975). Que estas innovacionesse basaran <strong>en</strong> los avances ci<strong>en</strong>tíficos <strong>del</strong> período de posguerra ode <strong>en</strong>treguerras, <strong>en</strong> los avances técnicos o incluso comerciales pioneros de<strong>en</strong>treguerras o <strong>en</strong> el gran salto a<strong>del</strong>ante post-1945 —los circuitos integrados,desarrollados <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta, los láseres de los ses<strong>en</strong>ta o los productosderivados de la industria espacial— ap<strong>en</strong>as ti<strong>en</strong>e importancia desde nuestro


2 68 LA EDAD DE OROpunto de vista, excepto <strong>en</strong> un solo s<strong>en</strong>tido: más que cualquier época anterior,la edad de oro descansaba sobre la investigación ci<strong>en</strong>tífica más avanzada y am<strong>en</strong>udo abstrusa, que ahora <strong>en</strong>contraba una aplicación práctica al cabo depocos años. La industria e incluso la agricultura superaron por primera vezdecisivam<strong>en</strong>te la tecnología <strong>del</strong> siglo xix (véase el capítulo XVIII).Tres cosas de este terremoto tecnológico sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> al observador. Primero,transformó completam<strong>en</strong>te la vida cotidiana <strong>en</strong> los países ricos e incluso,<strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, <strong>en</strong> los pobres, donde la radio llegaba ahora hasta lasaldeas más remotas gracias a los transistores y a las pilas miniaturizadas <strong>del</strong>arga duración, donde la «revolución verde» transformó el cultivo <strong>del</strong> arroz y<strong>del</strong> trigo y las sandalias de plástico sustituyeron a los pies descalzos. Todolector europeo de este libro que haga un inv<strong>en</strong>tario rápido de sus pert<strong>en</strong><strong>en</strong>ciaspersonales podrá comprobarlo. La mayor parte <strong>del</strong> cont<strong>en</strong>ido de la neverao <strong>del</strong> congelador (ninguno de los cuales hubiera figurado <strong>en</strong> la mayoría <strong>del</strong>os hogares <strong>en</strong> 1945) es nuevo: alim<strong>en</strong>tos liofilizados, productos de granjaavícola, carne ll<strong>en</strong>a de <strong>en</strong>zimas y de productos químicos para alterar susabor, o incluso manipulada para «imitar cortes deshuesados de alta calidad»(Considine, 1982, pp. 1.164 ss.), por no hablar de productos frescos importados<strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> mundo por vía aérea, algo que antes hubiera sidoimposible.Comparada con 1950, la proporción de materiales naturales o tradicionales—madera natural, metales tratados a la antigua, fibras o rell<strong>en</strong>os naturales,incluso las cerámicas de nuestras cocinas, el mobiliario <strong>del</strong> hogar ynuestras ropas— ha bajado <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te, aunque el coro de alabanzas querodea a todos los productos de las industrias de higi<strong>en</strong>e personal y belleza hasido tal, que ha llegado a minimizar (exagerándolo sistemáticam<strong>en</strong>te) el gradode novedad de su producción, más variada y cada vez mayor. Y es que larevolución tecnológica p<strong>en</strong>etró <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> consumidor hasta talpunto, que la novedad se convirtió <strong>en</strong> el principal atractivo a la hora de v<strong>en</strong>derlotodo, desde deterg<strong>en</strong>tes sintéticos (surgidos <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta) hastaord<strong>en</strong>adores portátiles. La premisa era que «nuevo» no sólo quería deciralgo mejor, sino también revolucionario.En cuanto a productos que repres<strong>en</strong>taron novedades tecnológicas visibles,la lista es interminable y no precisa de com<strong>en</strong>tarios: la televisión; los discosde vinilo (los LPs aparecieron <strong>en</strong> 1948), seguidos por las cintas magnetofónicas(las cassettes aparecieron <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta) y los discos compactos; lospequeños radiotransistores portátiles —el primero que tuvo este autor fue unregalo de un amigo japonés de finales de los años cincu<strong>en</strong>ta—; los relojesdigitales, las calculadoras de bolsillo, primero a pilas y luego con <strong>en</strong>ergíasolar; y luego los demás compon<strong>en</strong>tes de los equipos electrónicos, fotográficosy de vídeo domésticos. No es lo m<strong>en</strong>os significativo de estas innovacionesel sistemático proceso de miniaturización de los productos: la portabilidad,que aum<strong>en</strong>tó inm<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te su gama y su mercado pot<strong>en</strong>ciales. Sin embargo,acaso el mejor símbolo de la revolución tecnológica sean productos a los queésta ap<strong>en</strong>as pareció alterar, aunque <strong>en</strong> realidad los hubiese transformado de


LOS AÑOS DORADOS 2 6 9arriba abajo desde la segunda guerra mundial, como las embarcaciones recreativas:sus mástiles y cascos, sus velas y aparejos, su instrum<strong>en</strong>tal de navegacióncasi no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> nada que ver con los barcos de <strong>en</strong>treguerras, salvo <strong>en</strong> laforma y la función.Segundo, a más complejidad de la tecnología <strong>en</strong> cuestión, más complicadose hizo el camino desde el descubrimi<strong>en</strong>to o la inv<strong>en</strong>ción hasta la producción,y más complejo y caro el proceso de creación. La «Investigación y Desarrollo»(I+D) se hizo crucial <strong>en</strong> el crecimi<strong>en</strong>to económico y, por eso, la ya <strong>en</strong>tonces<strong>en</strong>orme v<strong>en</strong>taja de las «economías de mercado desarrolladas» sobre lasdemás se consolidó. (Como veremos <strong>en</strong> el capítulo XVI, la innovación tecnológicano floreció <strong>en</strong> las economías socialistas.) Un «país desarrollado» típicot<strong>en</strong>ía más de 1.000 ci<strong>en</strong>tíficos e ing<strong>en</strong>ieros por millón de habitantes <strong>en</strong> losaños set<strong>en</strong>ta, mi<strong>en</strong>tras que Brasil t<strong>en</strong>ía unos 250, la India 130, Pakistánunos 60 y K<strong>en</strong>ia y Nigeria unos 30 (UNESCO, 1985, cuadro 5.18). Además,el proceso innovador se hizo tan continuo, que el coste <strong>del</strong> desarrollo de nuevosproductos se convirtió <strong>en</strong> una proporción cada vez mayor e indisp<strong>en</strong>sablede los costes de producción. En el caso extremo de las industrias de armam<strong>en</strong>to,donde hay que reconocer que el dinero no era problema, ap<strong>en</strong>as losnuevos productos eran aptos para su uso práctico, ya estaban si<strong>en</strong>do sustituidospor equipos más avanzados (y, por supuesto, mucho más caros), con losconsigui<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>ormes b<strong>en</strong>eficios económicos de las compañías correspondi<strong>en</strong>tes.En industrias más ori<strong>en</strong>tadas a mercados de masas, como la farmacéutica,un medicam<strong>en</strong>to nuevo y realm<strong>en</strong>te necesario, sobre todo si seprotegía de la compet<strong>en</strong>cia pat<strong>en</strong>tándolo, podía amasar no una, sino varias fortunas,necesarias, según sus fabricantes, para poder seguir investigando. Losinnovadores que no podían protegerse con tanta facilidad t<strong>en</strong>ían que aprovecharla oportunidad más deprisa, porque tan pronto como otros productos<strong>en</strong>traban <strong>en</strong> el mercado, los precios caían <strong>en</strong> picado.Tercero, <strong>en</strong> su abrumadora mayoría, las nuevas tecnologías empleabande forma int<strong>en</strong>siva el capital y eliminaban mano de obra (con la excepción deci<strong>en</strong>tíficos y técnicos altam<strong>en</strong>te cualificados) o llegaban a sustituirla. Lacaracterística principal de la edad de oro fue que necesitaba grandes inversionesconstantes y que, <strong>en</strong> contrapartida, no necesitaba a la g<strong>en</strong>te, salvocomo consumidores. Sin embargo, el ímpetu y la velocidad de la expansióneconómica fueron tales, que durante una g<strong>en</strong>eración, eso no resultó evid<strong>en</strong>te.Al contrario, la economía creció tan deprisa que, hasta <strong>en</strong> los países industrializados,la clase trabajadora industrial mantuvo o incluso aum<strong>en</strong>tó su porc<strong>en</strong>tajed<strong>en</strong>tro de la población activa. En todos los países avanzados, exceptolos Estados Unidos, las grandes reservas de mano de obra que se habíanformado durante la Depresión de la preguerra y la desmovilización de la posguerrase agotaron, lo que llevó a la absorción de nuevas remesas de mano deobra proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> campo y de la inmigración; y las mujeres casadas, quehasta <strong>en</strong>tonces se habían mant<strong>en</strong>ido fuera <strong>del</strong> mercado laboral, <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> él<strong>en</strong> número creci<strong>en</strong>te. No obstante, el ideal al que aspiraba la edad de oro,aunque la g<strong>en</strong>te sólo se diese cu<strong>en</strong>ta de ello poco a poco, era la producción o


270 LA EDAD DE OROincluso el servicio sin la interv<strong>en</strong>ción <strong>del</strong> ser humano: robots automáticosque construían coches, espacios vacíos y <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio ll<strong>en</strong>os de terminales deord<strong>en</strong>ador controlando la producción de <strong>en</strong>ergía, tr<strong>en</strong>es sin conductor. El serhumano como tal sólo resultaba necesario para la economía <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido:como comprador de bi<strong>en</strong>es y servicios. Y ahí radica su principal problema.En la edad de oro todavía parecía algo irreal y remoto, como la futura muerte<strong>del</strong> universo por <strong>en</strong>tropía sobre la que los ci<strong>en</strong>tíficos Victorianos ya habíanalertado al género humano.Por el contrario, todos los problemas que habían afligido al capitalismo <strong>en</strong>la era de las catástrofes parecieron disolverse y desaparecer. El ciclo terrible einevitable de expansión y recesión, tan devastador <strong>en</strong>tre guerras, se convirtió<strong>en</strong> una sucesión de leves oscilaciones gracias —o eso creían los economistaskeynesianos que ahora asesoraban a los gobiernos— a su intelig<strong>en</strong>te gestiónmacroeconómica. ¿Desempleo masivo? ¿Dónde estaba, <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te <strong>en</strong>los años ses<strong>en</strong>ta, si Europa t<strong>en</strong>ía un paro medio <strong>del</strong> 1,5 por 100 y Japón un1,3 por 100? (Van der Wee, 1987, p. 77). Sólo <strong>en</strong> Norteamérica no se habíaeliminado aún. ¿Pobreza? Pues claro que la mayor parte de la humanidadseguía si<strong>en</strong>do pobre, pero <strong>en</strong> los viejos c<strong>en</strong>tros obreros industriales ¿qué s<strong>en</strong>tidopodían t<strong>en</strong>er las palabras de la Internacional, «Arriba, parias de la tierra»,para unos trabajadores que t<strong>en</strong>ían su propio coche y pasaban sus vacacionespagadas anuales <strong>en</strong> las playas de España? Y, si las cosas se les torcían, ¿no lesotorgaría el estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar, cada vez más amplio y g<strong>en</strong>eroso, una protección,antes inimaginable, contra el riesgo de <strong>en</strong>fermedad, desgracias personaleso incluso contra la temible vejez de los pobres? Los ingresos de lostrabajadores aum<strong>en</strong>taban año tras año de forma casi automática. ¿Acaso nocontinuarían subi<strong>en</strong>do para siempre? La gama de bi<strong>en</strong>es y servicios que ofrecíael sistema productivo y que les resultaba asequible convirtió lo que habíasido un lujo <strong>en</strong> productos de consumo diario, y esa gama se ampliaba un añotras otro. ¿Qué más podía pedir la humanidad, <strong>en</strong> términos materiales, sinohacer ext<strong>en</strong>sivas las v<strong>en</strong>tajas de que ya disfrutaban los privilegiados habitantesde algunos países a los infelices habitantes de las partes <strong>del</strong> mundo que,hay que reconocerlo, aún constituían la mayoría de la humanidad, y que todavíano se habían embarcado <strong>en</strong> el «desarrollo» y la «modernización»?¿Qué problemas faltaban por resolver? Un político socialista británicoextremadam<strong>en</strong>te intelig<strong>en</strong>te escribió <strong>en</strong> 1956:Tradicionalm<strong>en</strong>te el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to socialista ha estado dominado por los problemaseconómicos que planteaba el capitalismo: pobreza, paro, miseria, inestabilidade incluso el posible hundimi<strong>en</strong>to de todo el sistema ... El capitalismo hasido reformado hasta quedar irreconocible. Pese a recesiones esporádicas ysecundarias y crisis de la balanza de pagos, es probable que se mant<strong>en</strong>gan elpl<strong>en</strong>o empleo y un nivel de estabilidad aceptable. La automatización es de suponerque resolverá pronto los problemas de subproducción aún p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. Conla vista puesta <strong>en</strong> el futuro, nuestro ritmo de crecimi<strong>en</strong>to actual hará que se tripliqu<strong>en</strong>uestro producto nacional d<strong>en</strong>tro de cincu<strong>en</strong>ta años (Crosland, 1956,p. 517).


LOS AÑOS DORADOS 271III¿Cómo hay que explicar este triunfo extraordinario e inédito de un sistemaque, durante una g<strong>en</strong>eración y media, pareció hallarse al borde de la ruina?Lo que hay que explicar no es el simple hecho de la exist<strong>en</strong>cia de unaprolongada etapa de expansión y de bi<strong>en</strong>estar económicos, tras una larga etapade problemas y disturbios económicos y de otro tipo. Al fin y al cabo, estasucesión de ciclos «de onda larga» de aproximadam<strong>en</strong>te medio siglo de duraciónha constituido el ritmo básico de la historia <strong>del</strong> capitalismo desde finales<strong>del</strong> siglo XVIII. Tal como hemos visto (capítulo II), la era de las catástrofesatrajo la at<strong>en</strong>ción sobre este ritmo de fluctuaciones seculares, cuya naturalezasigue estando poco clara. Se conoc<strong>en</strong> g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te con el nombre <strong>del</strong> economistaruso Kondratiev. Vista <strong>en</strong> perspectiva, la edad de oro fue sólo otra faseculminante <strong>del</strong> ciclo de Kondratiev, como la gran expansión victoriana de1850-1873 —curiosam<strong>en</strong>te, con un siglo de difer<strong>en</strong>cia, las fechas son casi lasmismas— y la belle époque de los últimos Victorianos y de los eduardianos.Al igual que otras fases semejantes, estuvo precedida y seguida por fases dedeclive. Lo que hay que explicar no es eso, sino la extraordinaria escala y elgrado de profundidad de esta época de expansión d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> siglo xx, queactúa como una especie de contrapeso de la extraordinaria escala y profundidadde la época de crisis y depresiones que la precedieron.No exist<strong>en</strong> explicaciones realm<strong>en</strong>te satisfactorias <strong>del</strong> alcance de la escalamisma de este «gran salto a<strong>del</strong>ante» de la economía capitalista mundial y,por consigui<strong>en</strong>te, no las hay para sus consecu<strong>en</strong>cias sociales sin preced<strong>en</strong>tes.Desde luego, los demás países t<strong>en</strong>ían mucho terr<strong>en</strong>o por <strong>del</strong>ante para acortardistancias con el mo<strong>del</strong>o económico de la sociedad industrial de principios<strong>del</strong> siglo xx: los Estados Unidos, un país que no había sido devastado por laguerra, la derrota o la victoria, aunque había acusado la breve sacudida <strong>del</strong>a Gran Depresión. Los demás países trataron sistemáticam<strong>en</strong>te de imitar alos Estados Unidos, un proceso que aceleró el desarrollo económico, ya quesiempre resulta más fácil adaptar la tecnología ya exist<strong>en</strong>te que inv<strong>en</strong>tar unanueva. Eso, como demostraría el ejemplo japonés, v<strong>en</strong>dría más tarde. Sinembargo, es evid<strong>en</strong>te que el «gran salto» no fue sólo eso, sino que se produjouna reestructuración y una reforma sustanciales <strong>del</strong> capitalismo, y un avanceespectacular <strong>en</strong> la globalización e internacionalización de la economía.El primer punto produjo una «economía mixta», que facilitó a los estadosla planificación y la gestión de la modernización económica, además deincrem<strong>en</strong>tar muchísimo la demanda. Los grandes éxitos económicos de laposguerra <strong>en</strong> los países capitalistas, con contadísimas excepciones (HongKong), son ejemplos de industrialización efectuada con el apoyo, la supervisión,la dirección y a veces la planificación y la gestión de los gobiernos,desde Francia y España <strong>en</strong> Europa hasta Japón, Singapur y Corea <strong>del</strong> Sur. Almismo tiempo, el compromiso político de los gobiernos con el pl<strong>en</strong>o empleoy —<strong>en</strong> m<strong>en</strong>or grado— con la reducción de las desigualdades económicas, es


272 LA EDAD DE OROdecir, un compromiso con el bi<strong>en</strong>estar y la seguridad social, dio pie por primeravez a la exist<strong>en</strong>cia de un mercado de consumo masivo de artículos <strong>del</strong>ujo que ahora pasarían a considerarse necesarios. Cuanto más pobre es lag<strong>en</strong>te, más alta es la proporción de sus ingresos que ti<strong>en</strong>e que dedicar a gastosindisp<strong>en</strong>sables como los alim<strong>en</strong>tos (una s<strong>en</strong>sata observación conocidacomo «Ley de Engel»). En los años treinta, hasta <strong>en</strong> los opul<strong>en</strong>tos EstadosUnidos aproximadam<strong>en</strong>te un tercio <strong>del</strong> gasto doméstico se dedicaba a lacomida, pero ya a principios de los och<strong>en</strong>ta, sólo el 13 por 100. El resto quedabalibre para otros gastos. La edad de oro democratizó el mercado.El segundo factor multiplicó la capacidad productiva de la economía mundialal posibilitar una división internacional <strong>del</strong> trabajo mucho más complejay minuciosa. Al principio, ésta se limitó principalm<strong>en</strong>te al colectivo de lasd<strong>en</strong>ominadas «economías de mercado desarrolladas», es decir, los países <strong>del</strong>bando estadounid<strong>en</strong>se. El área socialista <strong>del</strong> mundo quedó <strong>en</strong> gran medidaaparte (véase el capítulo 13), y los países <strong>del</strong> tercer mundo con un desarrollomás dinámico optaron por una industrialización separada y planificada, reemplazandocon su producción propia la importación de artículos manufacturados.El núcleo de países capitalistas occid<strong>en</strong>tales, por supuesto, comerciabacon el resto <strong>del</strong> mundo, y muy v<strong>en</strong>tajosam<strong>en</strong>te, ya que los términos <strong>en</strong> los quese efectuaba el comercio les favorecían, o sea, que podían conseguir sus materiasprimas y productos alim<strong>en</strong>tarios más baratos. De todos modos, lo queexperim<strong>en</strong>tó un verdadero estallido fue el comercio de productos industriales,principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los propios países industrializados. El comercio mundialde manufacturas se multiplicó por diez <strong>en</strong> los veinte años posteriores a 1953.Las manufacturas, que habían constituido una parte más o m<strong>en</strong>os constante<strong>del</strong> comercio mundial desde el siglo xix, de algo m<strong>en</strong>os de la mitad, se dispararonhasta superar el 60 por 100 (W. A. Lewis, 1981). La edad de oro permanecióanclada <strong>en</strong> las economías <strong>del</strong> núcleo c<strong>en</strong>tral de países capitalistas,incluso <strong>en</strong> términos puram<strong>en</strong>te cuantitativos. En 1975 los Siete Grandes <strong>del</strong>capitalismo por sí solos (Canadá, los Estados Unidos, Japón, Francia, AlemaniaFederal, Italia y Gran Bretaña) poseían las tres cuartas partes de los automóviles<strong>del</strong> planeta, y una proporción casi idéntica de los teléfonos (UN StatisticalYearbook, 1982, pp. 955 ss., 1.018 ss.). No obstante, la nueva revoluciónindustrial no podía limitarse a una sola zona <strong>del</strong> planeta.La reestructuración <strong>del</strong> capitalismo y el avance de la internacionalizaciónde la economía fueron fundam<strong>en</strong>tales. No está tan claro que la revolucióntecnológica explique la edad de oro, aunque la hubo y mucha. Tal como seha demostrado, gran parte de la nueva industrialización de esas décadas consistió<strong>en</strong> la ext<strong>en</strong>sión a nuevos países de las viejas industrias basadas <strong>en</strong> lasviejas tecnologías: la industrialización <strong>del</strong> siglo xix, <strong>del</strong> carbón, el hierro y elacero <strong>en</strong> los países socialistas agrícolas; las industrias norteamericanas <strong>del</strong> sigloxx <strong>del</strong> petróleo y el motor de explosión <strong>en</strong> Europa. El impacto sobre laindustria civil de la tecnología producida gracias a la investigación ci<strong>en</strong>tíficade alto nivel seguram<strong>en</strong>te no fue decisivo hasta los dec<strong>en</strong>ios de crisis posterioresa 1973, cuando se produjeron los grandes avances de la informática y


LOS AÑOS DORADOS 2 7 3de la ing<strong>en</strong>iería g<strong>en</strong>ética, así como toda una serie de saltos hacia lo desconocido.Puede que las principales innovaciones que empezaron a transformar elmundo nada más acabar la guerra fues<strong>en</strong> <strong>en</strong> el campo de la química y de lafarmacología. Su impacto sobre la demografía <strong>del</strong> tercer mundo fue inmediato(véase el capítulo XII). Sus efectos culturales tardaron algo más <strong>en</strong> dejarses<strong>en</strong>tir, pero no mucho, porque la revolución sexual de Occid<strong>en</strong>te de los añosses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta se hizo posible gracias a los antibióticos —desconocidosantes de la segunda guerra mundial—, que parecían haber eliminado el principalpeligro de la promiscuidad sexual al convertir las <strong>en</strong>fermedades v<strong>en</strong>éreas<strong>en</strong> fácilm<strong>en</strong>te curables, y gracias a la pildora anticonceptiva, disponible a partirde los años ses<strong>en</strong>ta. (El peligro volvería al sexo <strong>en</strong> los och<strong>en</strong>ta con el SIDA.)Sea como fuere, la alta tecnología y sus innovaciones pronto se constituyeron<strong>en</strong> parte misma de la expansión económica, por lo que hay que t<strong>en</strong>erlas<strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta para explicar el proceso, aunque no las consideremos decisivaspor ellas mismas.El capitalismo de la posguerra era, <strong>en</strong> expresión tomada de la cita deCrosland, un sistema «reformado hasta quedar irreconocible» o, <strong>en</strong> palabras<strong>del</strong> primer ministro británico Harold Macmillan, una versión «nueva» <strong>del</strong>viejo sistema. Lo que sucedió fue mucho más que un regreso <strong>del</strong> sistema,tras una serie de «errores» evitables <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras, a su práctica«normal» de «mant<strong>en</strong>er tanto ... un nivel de empleo alto como ... disfrutarde un índice de crecimi<strong>en</strong>to económico no desdeñable» (H. G. Johnson,1972, p. 6). En lo es<strong>en</strong>cial, era una especie de matrimonio <strong>en</strong>tre liberalismoeconómico y socialdemocracia (o, <strong>en</strong> versión norteamericana, políticarooseveltiana <strong>del</strong> New Deal), con préstamos sustanciales de la URSS, quehabía sido pionera <strong>en</strong> la idea de planificación económica. Por eso la reacción<strong>en</strong> su contra por parte de los teólogos <strong>del</strong> mercado libre fue tan apasionada<strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, cuando a las políticas basadas <strong>en</strong> ese matrimonioya no las amparaba el éxito económico. Hombres como el economistaaustríaco Friedrich von Hayek (1899-1992) nunca habían sido pragmáticos,y estaban dispuestos (aunque fuese a regañadi<strong>en</strong>tes) a dejarse conv<strong>en</strong>cer deque las actividades económicas que interferían con el laissez-faire funcionaban;aunque, por supuesto, negas<strong>en</strong> con sutiles argum<strong>en</strong>tos que pudieranhacerlo. Creían <strong>en</strong> la ecuación «mercado libre = libertad <strong>del</strong> individuo» y,por lo tanto, cond<strong>en</strong>aban toda desviación de la misma como el Camino deservidumbre, por citar el título de un libro de 1944 <strong>del</strong> propio Von Hayek.Habían def<strong>en</strong>dido la pureza <strong>del</strong> mercado durante la Gran Depresión, y siguieroncond<strong>en</strong>ando las políticas que hicieron de la edad de oro una época deprosperidad, a medida que el mundo se fue <strong>en</strong>riqueci<strong>en</strong>do y el capitalismo(más el liberalismo político) volvió a florecer a partir de la mezcla <strong>del</strong> mercadocon la interv<strong>en</strong>ción gubernam<strong>en</strong>tal. Pero <strong>en</strong>tre los años cuar<strong>en</strong>ta y losset<strong>en</strong>ta nadie hizo caso a esos guardianes de la fe.Tampoco cabe dudar de que el capitalismo fuese <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>te reformado,<strong>en</strong> gran medida por parte de los hombres que se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> situaciónde hacerlo <strong>en</strong> los Estados Unidos y <strong>en</strong> Gran Bretaña, <strong>en</strong> los últimos años


274 LA EDAD DE OROde la guerra. Es un error suponer que la g<strong>en</strong>te nunca apr<strong>en</strong>de nada de la historia.La experi<strong>en</strong>cia de <strong>en</strong>treguerras y sobre todo la Gran Depresión habíansido tan catastróficas que nadie podía ni siquiera soñar, como tantos hombrespúblicos tras la primera guerra mundial, <strong>en</strong> regresar lo antes posible a lostiempos anteriores a las alarmas antiaéreas. Todos los hombres (las mujeresap<strong>en</strong>as t<strong>en</strong>ían cabida <strong>en</strong> la primera división de la vida pública por aquel<strong>en</strong>tonces) que esbozaron lo que confiaban serían los principios de la economíamundial de la posguerra y <strong>del</strong> futuro ord<strong>en</strong> económico mundial habíanvivido la Gran Depresión. Algunos, como J. M. Keynes, habían participado<strong>en</strong> la vida pública desde 1914. Y por si la memoria económica de los añostreinta no hubiera bastado para incitarles a reformar el capitalismo, los riesgospolíticos mortales <strong>en</strong> caso de no hacerlo eran evid<strong>en</strong>tes para todos losque acababan de luchar contra la Alemania de Hitler, hija de la Gran Depresión,y se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taban a la perspectiva <strong>del</strong> comunismo y <strong>del</strong> poderío soviéticoavanzando hacia el oeste a través de las ruinas de unas economías capitalistasque no habían funcionado.Había cuatro cosas que los responsables de tomar decisiones t<strong>en</strong>ían claras.El desastre de <strong>en</strong>treguerras, que no había que permitir que se reprodujese<strong>en</strong> ningún caso, se había debido <strong>en</strong> gran parte a la disrupción <strong>del</strong> sistemacomercial y financiero mundial y a la consigui<strong>en</strong>te fragm<strong>en</strong>tación <strong>del</strong> mundo<strong>en</strong> economías nacionales o imperios con vocación autárquica. El sistema planetariohabía gozado de estabilidad <strong>en</strong> otro tiempo gracias a la hegemonía, opor lo m<strong>en</strong>os al papel preponderante, de la economía británica y de su divisa,la libra esterlina. En el período de <strong>en</strong>treguerras, Gran Bretaña y la libra yano habían sido lo bastante fuertes para cargar con esa responsabilidad, queahora sólo podían asumir los Estados Unidos y el dólar. (Esta conclusión,naturalm<strong>en</strong>te, despertó mayor <strong>en</strong>tusiasmo <strong>en</strong> Washington que <strong>en</strong> ningunaotra parte.) En tercer lugar, la Gran Depresión se había debido al fracaso <strong>del</strong>mercado libre sin restricciones. A partir de <strong>en</strong>tonces habría que complem<strong>en</strong>tarel mercado con la planificación y la gestión pública de la economía, obi<strong>en</strong> actuar d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> marco de las mismas. Finalm<strong>en</strong>te, por razones socialesy políticas, había que impedir el retorno <strong>del</strong> desempleo masivo.Era poco lo que los responsables de tomar decisiones fuera <strong>del</strong> mundoanglosajón podían hacer por la reconstrucción <strong>del</strong> sistema comercial y financieromundial, pero les resultaba atractivo el rechazo al viejo liberalismoeconómico. La firme tutela y la planificación estatal <strong>en</strong> materia económicano eran una novedad <strong>en</strong> algunos países, desde Francia hasta Japón. Inclusola titularidad y gestión estatal de industrias era bastante habitual y estababastante ext<strong>en</strong>dida <strong>en</strong> los países occid<strong>en</strong>tales después de 1945. No era <strong>en</strong>absoluto cuestión de socialismo o antisocialismo, aunque las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias izquierdistasg<strong>en</strong>erales lat<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la actividad política de los movimi<strong>en</strong>tos deresist<strong>en</strong>cia durante la guerra le otorgaron mayor relieve <strong>del</strong> que había t<strong>en</strong>idoantes de la guerra, como <strong>en</strong> el caso de las constituciones francesa e italianade 1946-1947. Así, aún después de quince años de gobierno socialista,Noruega t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> 1960 un sector público <strong>en</strong> cifras relativas (y, desde luego,


LOS AÑOS DORADOS 2 7 5también <strong>en</strong> cifras absolutas) más reducido que el de la Alemania Occid<strong>en</strong>tal,un país poco dado a las nacionalizaciones.En cuanto a los partidos socialistas y a los movimi<strong>en</strong>tos obreros que tanimportantes habían sido <strong>en</strong> Europa después de la guerra, <strong>en</strong>cajaban perfectam<strong>en</strong>tecon el nuevo capitalismo reformado, porque a efectos prácticos no disponíande una política económica propia, a excepción de los comunistas,cuya política consistía <strong>en</strong> alcanzar el poder y luego seguir el mo<strong>del</strong>o de laURSS. Los pragmáticos escandinavos dejaron intacto su sector privado, adifer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> gobierno laborista británico de 1945, aunque éste no hizo nadapor reformarlo y demostró una falta de interés <strong>en</strong> la planificación absolutam<strong>en</strong>teasombrosa, sobre todo cuando se la compara con el <strong>en</strong>tusiasmo de losplanes de modernización de los gobiernos franceses (no socialistas) contemporáneos.En la práctica, la izquierda dirigió su at<strong>en</strong>ción hacia la mejora <strong>del</strong>as condiciones de vida de su electorado de clase obrera y hacia la introducciónde reformas a tal efecto. Como no disponía de otra alternativa, salvohacer un llamami<strong>en</strong>to a la abolición <strong>del</strong> capitalismo, que ningún gobiernosocialdemócrata sabía cómo destruir, o ni siquiera lo int<strong>en</strong>taba, la izquierdatuvo que fiarse de que una economía capitalista fuerte y g<strong>en</strong>eradora de riquezafinanciaría sus objetivos. A la hora de la verdad, un capitalismo reformadoque reconociera la importancia de la mano de obra y de las aspiracionessocialdemócratas ya les parecía bi<strong>en</strong>.En resum<strong>en</strong>, por distintas razones, los políticos, funcionarios e inclusomuchos hombres de negocios occid<strong>en</strong>tales durante la posguerra estaban conv<strong>en</strong>cidosde que la vuelta al laissez-faire y a una economía de libre mercadoinalterada era imp<strong>en</strong>sable. Determinados objetivos políticos —el pl<strong>en</strong>oempleo, la cont<strong>en</strong>ción <strong>del</strong> comunismo, la modernización de unas economíasatrasadas o <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia— gozaban de prioridad absoluta y justificaban unainterv<strong>en</strong>ción estatal de la máxima firmeza. Incluso regím<strong>en</strong>es consagrados alliberalismo económico y político pudieron y tuvieron que gestionar la economíade un modo que antes hubiera sido rechazado por «socialista». Al finy al cabo, es así como Gran Bretaña e incluso los Estados Unidos habíandirigido su economía de guerra. El futuro estaba <strong>en</strong> la «economía mixta».Aunque hubo mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> Jos que Jas viejas ortodoxias de discipJina fiscaly estabilidad monetaria y de los precios ganaron <strong>en</strong> importancia, ni siquiera<strong>en</strong>tonces se convirtieron <strong>en</strong> imperativos absolutos. Desde 1933 los espantajosde la inflación y el déficit público ya no alejaban a las aves de los camposde la economía, y sin embargo los cultivos apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te crecían.Estos cambios no fueron secundarios, sino que llevaron a que un estadistanorteamericano de cred<strong>en</strong>ciales capitalistas a toda prueba —AverellHarriman— dijera <strong>en</strong> 1946 a sus compatriotas: «La g<strong>en</strong>te de este país ya nole ti<strong>en</strong>e miedo a palabras como "planificación"... La g<strong>en</strong>te ha aceptado elhecho de que el gobierno, al igual que los individuos, ti<strong>en</strong>e un papel quedesempeñar <strong>en</strong> este país» (Maier, 1987, p. 129). Esto hizo que resultase naturalque un adalid <strong>del</strong> liberalismo económico y admirador de la economía <strong>del</strong>os Estados Unidos, Jean Monnet (1888-1979) se convirtiera <strong>en</strong> un apasiona-


276 LA EDAD DE OROdo def<strong>en</strong>sor de la planificación económica <strong>en</strong> Francia. Convirtió a Lionel(lord) Robbins, un economista liberal que <strong>en</strong> otro tiempo había def<strong>en</strong>dido laortodoxia fr<strong>en</strong>te a Keynes <strong>en</strong> un seminario dirigido conjuntam<strong>en</strong>te conHayek <strong>en</strong> la London School of Economics, <strong>en</strong> el director de la economíasemisocialista británica de guerra. Durante unos treinta años existió un cons<strong>en</strong>so<strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los p<strong>en</strong>sadores y los responsables de tomar las decisiones,sobre todo <strong>en</strong> los Estados Unidos, que marcaban la pauta de lo quelos demás países <strong>del</strong> área no comunista podían hacer o, mejor dicho, de loque no podían hacer. Todos querían un mundo de producción creci<strong>en</strong>te, conun comercio internacional <strong>en</strong> expansión, pl<strong>en</strong>o empleo, industrialización ymodernización, y todos estaban dispuestos a conseguirlo, si era necesario,mediante el control y la gestión gubernam<strong>en</strong>tales sistemáticas de economíasmixtas, y asociándose con movimi<strong>en</strong>tos obreros organizados, siempreque no fues<strong>en</strong> comunistas. La edad de oro <strong>del</strong> capitalismo habría sido imposiblesin el cons<strong>en</strong>so de que la economía de la empresa privada («libreempresa» era la expresión preferida) 1 t<strong>en</strong>ía que ser salvada de sí misma parasobrevivir.Sin embargo, si bi<strong>en</strong> es cierto que el capitalismo se reformó, hay que distinguirclaram<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre la disposición g<strong>en</strong>eral a hacer lo que hasta <strong>en</strong>tonceshabía sido imp<strong>en</strong>sable y la eficacia real de cada una de las nuevas recetas quecreaban los chefs de los nuevos restaurantes económicos, y eso es difícil deevaluar. Los economistas, al igual que los políticos, siempre ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a atribuirel éxito a la sagacidad de su política, y durante la edad de oro, cuandohasta economías débiles como la británica florecieron y prosperaron, parecíahaber razones de sobra para felicitarse. No obstante, esas políticas obtuvieronéxitos resonantes. En 1945-1946, Francia, por ejemplo, empr<strong>en</strong>dió un programaserio de planificación económica para modernizar la economía industrialfrancesa. La adaptación de ideas soviéticas a las economías capitalistasmixtas debió t<strong>en</strong>er consecu<strong>en</strong>cias, ya que <strong>en</strong>tre 1950 y 1979 Francia, hasta<strong>en</strong>tonces un paradigma de atraso económico, acortó distancias con respecto ala productividad de los Estados Unidos más que ningún otro de los principalespaíses industrializados, Alemania incluida (Maddison, 1982, p. 46). Noobstante, dejemos a los economistas, una tribu notablem<strong>en</strong>te p<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciera,que discutan las virtudes y defectos y la eficacia de las diversas políticasque adoptaron distintos gobiernos (muchas de ellas asociadas al nombre deJ. M. Keynes, que había muerto <strong>en</strong> 1946).1. La palabra «capitalismo», al igual que «imperialismo», se vio marginada <strong>del</strong> discursopúblico, por sus connotaciones negativas para el público. Hasta los años set<strong>en</strong>ta no <strong>en</strong>contramosa políticos y propagandistas orgullosos de declararse «capitalistas», algo a lo que se anticipóligeram<strong>en</strong>te a partir de 1965 el lema de la revista de negocios Forbes, que, dándole la vuelta auna expresión de la jerga comunista norteamericana, empezó a describirse a sí misma como un«instrum<strong>en</strong>to al servicio <strong>del</strong> capitalismo».


LOS AÑOS DORADOSIVLa difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre las int<strong>en</strong>ciones g<strong>en</strong>erales y su aplicación detalladaresulta particularm<strong>en</strong>te clara <strong>en</strong> la reconstrucción de la economía internacional,pues aquí las «lecciones» de la Gran Depresión (la palabra aparece constantem<strong>en</strong>te<strong>en</strong> el discurso de los años cuar<strong>en</strong>ta) se tradujeron por lo m<strong>en</strong>osparcialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> acuerdos institucionales concretos. La supremacía de losEstados Unidos era un hecho, y las presiones políticas incitando a la acciónvinieron de Washington, aunque muchas de las ideas y de las iniciativas procedies<strong>en</strong>de Gran Bretaña, y <strong>en</strong> caso de discrepancia, como <strong>en</strong>tre Keynes y elportavoz norteamericano Harry White 2 a propósito <strong>del</strong> recién creado FondoMonetario Internacional (FMI), prevaleció el punto de vista norteamericano.Pero el proyecto original <strong>del</strong> nuevo ord<strong>en</strong> económico liberal planetario loincluía d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> nuevo ord<strong>en</strong> político internacional, también proyectado <strong>en</strong>los últimos años de guerra como las Naciones Unidas, y no fue hasta el hundimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o original de la ONU con la guerra fría cuando las dosúnicas instituciones internacionales que habían <strong>en</strong>trado realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to<strong>en</strong> virtud de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, el BancoMundial (Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo) y elFMI, que todavía subsist<strong>en</strong>, quedaron subordinadas de hecho a la política <strong>del</strong>os Estados Unidos. Estas instituciones t<strong>en</strong>ían por finalidad facilitar la inversióninternacional a largo plazo y mant<strong>en</strong>er la estabilidad monetaria, ademásde abordar problemas de balanza de pagos. Otros puntos <strong>del</strong> programa internacionalno dieron lugar a organizaciones concretas (por ejemplo, para elcontrol de los precios de los productos de primera necesidad y para la adopciónde medidas destinadas al mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>o empleo), o se llevarona cabo de forma incompleta. La propuesta de una Organización Internacional<strong>del</strong> Comercio acabó <strong>en</strong> el mucho más humilde Acuerdo G<strong>en</strong>eral deAranceles y Comercio (GATT, G<strong>en</strong>eral Agreem<strong>en</strong>t on Tariffs and Trade).En definitiva, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que los planificadores <strong>del</strong> nuevo mundofeliz int<strong>en</strong>taron crear un conjunto de instituciones operativas que dies<strong>en</strong> cuerpoa sus proyectos, fracasaron. El mundo no salió de la guerra <strong>en</strong> formade un sistema internacional operativo y multilateral de libre comercio y depagos, y los esfuerzos norteamericanos por establecer uno se vinieron abajoa los dos años de la victoria. Y sin embargo, a difer<strong>en</strong>cia de las NacionesUnidas, el sistema internacional de comercio y de pagos funcionó, aunque node la forma prevista <strong>en</strong> principio. En la práctica, la edad de oro fue la épocade libre comercio, libertad de movimi<strong>en</strong>to de capitales y estabilidad cambiaríaque t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> m<strong>en</strong>te los planificadores durante la guerra. No cabe dudade que ello se debió sobre todo al abrumador dominio económico de losEstados Unidos y <strong>del</strong> dólar, que funcionó aún más eficazm<strong>en</strong>te como estabi-2. Irónicam<strong>en</strong>te, White se convertiría más tarde <strong>en</strong> víctima de la caza de brujas <strong>en</strong> losEstados Unidos, por presuntas simpatías, mant<strong>en</strong>idas <strong>en</strong> secreto, con el Partido Comunista.


27 8 LA EDAD DE OROlizador gracias a que estaba vinculado a una cantidad concreta de oro hastaque el sistema se vino abajo a finales de los ses<strong>en</strong>ta y principios de los set<strong>en</strong>ta.Hay que t<strong>en</strong>er siempre pres<strong>en</strong>te que <strong>en</strong> 1950 los Estados Unidos poseíanpor sí solos alrededor <strong>del</strong> 60 por 100 de las exist<strong>en</strong>cias de capital de todos lospaíses capitalistas avanzados, g<strong>en</strong>eraban alrededor <strong>del</strong> 60 por 100 de toda laproducción de los mismos, e incluso <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to culminante de la edad deoro (1970) seguían t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do más <strong>del</strong> 50 por 100 de las exist<strong>en</strong>cias de capitalde todos esos países y casi la mitad de su producto total (Armstrong, Glyn yHarrison, 1991, p. 151).Todo eso también era debido al miedo al comunismo. Y es que, <strong>en</strong> contrade las convicciones de los Estados Unidos, el principal obstáculo a laeconomía capitalista de libre comercio international no eran los instintosproteccionistas de los extranjeros, sino la combinación de los elevados arancelesdomésticos de los Estados Unidos y de la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a una fuerte expansiónde las exportaciones norteamericanas, que los planificadores deWashington durante la guerra consideraban «es<strong>en</strong>cial para la consecución <strong>del</strong>pl<strong>en</strong>o empleo efectivo <strong>en</strong> los Estados Unidos» (Kolko, 1969, p. 13). Unaexpansión agresiva era lo que estaba <strong>en</strong> el ánimo de los responsables dé lapolítica norteamericana tan pronto como la guerra acabó. Fue la guerra fríalo que les incitó a adoptar una perspectiva a más largo plazo, al conv<strong>en</strong>cerlosde que ayudar a sus futuros competidores a crecer lo más rápido posible erade la máxima urg<strong>en</strong>cia política. Se ha llegado a argüir que, <strong>en</strong> ese s<strong>en</strong>tido, laguerra fría fue el principal motor de la gran expansión económica mundial(Walker, 1993), lo cual probablem<strong>en</strong>te sea una exageración, aunque lagigantesca g<strong>en</strong>erosidad de los fondos <strong>del</strong> plan Marshall (véanse pp. 244-245)contribuyó a la modernización de todos los b<strong>en</strong>eficiarios que quisieronutilizarlos con este fin —como lo hicieron Austria y Francia— , y la ayudanorteamericana fue decisiva a la hora de acelerar la transformación de la AlemaniaOccid<strong>en</strong>tal y Japón. No cabe duda de que estos dos países se hubieranconvertido <strong>en</strong> grandes pot<strong>en</strong>cias económicas <strong>en</strong> cualquier caso, pero el merohecho de que, <strong>en</strong> su calidad de perdedores, no fues<strong>en</strong> dueños de su políticaexterior les repres<strong>en</strong>tó una v<strong>en</strong>taja, ya que no sintieron la t<strong>en</strong>tación de arrojarmás que una cantidad mínima al agujero estéril de los gastos militares. Noobstante, sólo t<strong>en</strong>emos que preguntarnos qué hubiese sido de la economíaalemana si su recuperación hubiera dep<strong>en</strong>dido de los europeos, que temían sur<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to. ¿A qué ritmo se habría recuperado la economía japonesa, si losEstados Unidos no se hubies<strong>en</strong> <strong>en</strong>contrado reconstruy<strong>en</strong>do Japón como baseindustrial para la guerra de Corea y luego otra vez durante la guerra de Vietnamdespués de 1965? Los norteamericanos financiaron la duplicación de laproducción industrial japonesa <strong>en</strong>tre 1949 y 1953, y no es ninguna casualidadque 1966-1970 fuese para Japón el período de máximo crecimi<strong>en</strong>to: nom<strong>en</strong>os de un 14,6 por 100 anual. El papel de la guerra fría, por lo tanto, no sedebe subestimar, aunque las consecu<strong>en</strong>cias económicas a largo plazo de ladesviación, por parte de los estados, de ing<strong>en</strong>tes recursos hacia la carrera dearmam<strong>en</strong>tos fues<strong>en</strong> nocivas, o <strong>en</strong> el caso extremo de la URSS, seguram<strong>en</strong>te


LOS AÑOS DORADOS 2 7 9fatales. Sin embargo, hasta los Estados Unidos optaron por debilitar su economía<strong>en</strong> aras de su poderío militar.La economía capitalista mundial se desarrolló, pues, <strong>en</strong> torno a los EstadosUnidos; una economía que planteaba m<strong>en</strong>os obstáculos a los movimi<strong>en</strong>tosinternacionales de los factores de producción que cualquier otra desdemediados de la era victoriana, con una excepción: los movimi<strong>en</strong>tos migratoriosinternacionales tardaron <strong>en</strong> recuperarse de su estrangulami<strong>en</strong>to de <strong>en</strong>-treguerras,aunque esto último fuese, <strong>en</strong> parte, una ilusión óptica. La gran expansióneconómica de la edad de oro se vio alim<strong>en</strong>tada no sólo por la mano deobra antes parada, sino por grandes flujos migratorios internos, <strong>del</strong> campo a laciudad, de abandono de la agricultura (sobre todo <strong>en</strong> regiones de suelos accid<strong>en</strong>tadosy poco fértiles) y de las regiones pobres a las ricas. Así, por ejemplo,las fábricas de Lombardía y Piamonte se inundaron de italianos <strong>del</strong> sur, y <strong>en</strong>veinte años 400.000 aparceros de Toscana abandonaron sus propiedades. Laindustrialización de la Europa <strong>del</strong> Este fue básicam<strong>en</strong>te un proceso migratoriode este tipo. Además, algunas de estas migraciones interiores eran <strong>en</strong> realidadmigraciones internacionales, sólo que los emigrantes habían llegado al paísreceptor no <strong>en</strong> busca de empleo, sino formando parte <strong>del</strong> éxodo terrible y masivode refugiados y de poblaciones desplazadas después de 1945.No obstante, es notable que <strong>en</strong> una época de crecimi<strong>en</strong>to económicoespectacular y de carestía cada vez mayor de mano de obra, y <strong>en</strong> un mundooccid<strong>en</strong>tal tan consagrado a la libertad de movimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la economía, losgobiernos se resisties<strong>en</strong> a la libre inmigración y, cuando se vieron <strong>en</strong> el trancede t<strong>en</strong>er que autorizarla (como <strong>en</strong> el caso de los habitantes caribeños y deotras proced<strong>en</strong>cias de la Commonwealth, que t<strong>en</strong>ían derecho a instalarse <strong>en</strong>Gran Bretaña por ser legalm<strong>en</strong>te británicos), le pusieran fr<strong>en</strong>os. En muchoscasos, a esta clase de inmigrantes, <strong>en</strong> su mayoría proced<strong>en</strong>tes de países mediterráneosm<strong>en</strong>os desarrollados, sólo se les daban permisos de resid<strong>en</strong>ciacondicionales y temporales, para que pudieran ser repatriados fácilm<strong>en</strong>te,aunque la expansión de la Comunidad Económica Europea, con la consigui<strong>en</strong>teinclusión de varios países con saldo migratorio negativo (Italia, España,Portugal, Grecia), lo dificultó. De todos modos, a principios de los añosset<strong>en</strong>ta había 7,5 millones de inmigrantes <strong>en</strong> los países europeos desarrollados(Potts, 1990, pp. 146-147). Incluso durante la edad de oro la inmigración eraun tema político <strong>del</strong>icado; <strong>en</strong> las difíciles décadas posteriores a 1973 conduciríaa un acusado aum<strong>en</strong>to público de la x<strong>en</strong>ofobia <strong>en</strong> Europa.Sin embargo, durante la edad de oro la economía siguió si<strong>en</strong>do más internacionalque transnacional. El comercio recíproco <strong>en</strong>tre países era cada vezmayor. Hasta los Estados Unidos, que habían sido <strong>en</strong> gran medida autosufici<strong>en</strong>tesantes de la segunda guerra mundial, cuadruplicaron sus exportacionesal resto <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong>tre 1950 y 1970, pero también se convirtieron <strong>en</strong> grandesimportadores de bi<strong>en</strong>es de consumo a partir de finales de los años cincu<strong>en</strong>ta.A finales de los ses<strong>en</strong>ta incluso empezaron a importar automóviles(Block, 1977, p. 145). Pero aunque las economías industrializadas compras<strong>en</strong>y v<strong>en</strong>dies<strong>en</strong> cada vez más los productos de unas y otras, el grueso de su acti-


280 LA EDAD DE OROvidad económica continuó si<strong>en</strong>do doméstica. Así, <strong>en</strong> el punto culminante <strong>del</strong>a edad de oro los Estados Unidos exportaban algo m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 8 por 100 de suPIB y, lo que es más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, Japón, pese a su vocación exportadora, tansólo un poco más (Marglin y Schor, p. 43, cuadro 2.2).No obstante, empezó a aparecer, sobre todo a partir de los años ses<strong>en</strong>ta,una economía cada vez más transnacional, es decir, un sistema de actividadeseconómicas para las cuales los estados y sus fronteras no son la estructurabásica, sino meras complicaciones. En su formulación extrema, nace una,«economía mundial» que <strong>en</strong> realidad no ti<strong>en</strong>e una base o unos límites territorialesconcretos y que determina, o más bi<strong>en</strong> restringe, las posibilidades deactuación incluso de las economías de grandes y poderosos estados. En unmom<strong>en</strong>to dado de principios de los años set<strong>en</strong>ta, esta economía transnacionalse convirtió <strong>en</strong> una fuerza de alcance mundial, y continuó creci<strong>en</strong>do con tantao más rapidez que antes durante las décadas de las crisis posteriores a1973, de cuyos problemas es, <strong>en</strong> gran medida, responsable. Desde luego, esteproceso vino de la mano con una creci<strong>en</strong>te internacionalización; así, porejemplo, <strong>en</strong>tre 1965 y 1990 el porc<strong>en</strong>taje de la producción mundial dedicadoa la exportación se duplicó (World Developm<strong>en</strong>t, 1992, p. 235).Tres aspectos de esta transnacionalización resultaban particularm<strong>en</strong>tevisibles: las compañías transnacionales (a m<strong>en</strong>udo conocidas por «multinacionales»),la nueva división internacional <strong>del</strong> trabajo y el surgimi<strong>en</strong>to deactividades offshore (extraterritoriales) <strong>en</strong> paraísos fiscales. Estos últimos nosólo fueron de las primeras formas de transnacionalismo <strong>en</strong> desarrollarse,sino también las que demuestran con mayor claridad el modo <strong>en</strong> que la economíacapitalista escapó a todo control, nacional o de otro tipo.Los términos offshore y «paraíso fiscal» se introdujeron <strong>en</strong> el vocabulariopúblico durante los años ses<strong>en</strong>ta para describir la práctica de registrar la se<strong>del</strong>egal de un negocio <strong>en</strong> territorios por lo g<strong>en</strong>eral minúsculos y fiscalm<strong>en</strong>teg<strong>en</strong>erosos que permitían a los empresarios evitar los impuestos y demás limitacionesque les imponían sus propios países. Y es que todo país o territorioserio, por comprometido que estuviera con la libertad de obt<strong>en</strong>er b<strong>en</strong>eficios,había establecido a mediados de siglo ciertos controles y restricciones a lapráctica de negocios legítimos <strong>en</strong> interés de sus habitantes. Una combinacióncompleja e ing<strong>en</strong>iosa de agujeros legales <strong>en</strong> las legislaciones mercantiles ylaborales de b<strong>en</strong>évolos miniterritorios —como por ejemplo Curacao, las islasVírg<strong>en</strong>es y Liecht<strong>en</strong>stein— podía hacer milagros <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de resultados deuna compañía. Y es que «la es<strong>en</strong>cia de los paraísos fiscales estriba <strong>en</strong> la transformaciónde una <strong>en</strong>orme cantidad de agujeros legales <strong>en</strong> una estructura corporativaviable, pero sin controlar» (Raw, Page y Hodgson, 1972, p. 83). Porrazones evid<strong>en</strong>tes, los paraísos fiscales se prestaban muy bi<strong>en</strong> a las transaccionesfinancieras, si bi<strong>en</strong> ya hacía tiempo que Panamá y Liberia pagaban asus políticos con los ingresos proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> registro de navios mercantes deterceros, cuyos propietarios <strong>en</strong>contraban demasiado onerosas las normaslaborales y de seguridad de sus países de orig<strong>en</strong>.En un mom<strong>en</strong>to dado de los años ses<strong>en</strong>ta, un poco de ing<strong>en</strong>io transformó


LOS AÑOS DORADOS 2 81un viejo c<strong>en</strong>tro financiero internacional, la City de Londres, <strong>en</strong> una gran plazafinanciera offshore, gracias a la inv<strong>en</strong>ción de las «eurodivisas», sobre todolos «eurodólares». Los dólares depositados <strong>en</strong> bancos de fuera de los EstadosUnidos y no repatriados, más que nada para evitar las restricciones de lasleyes financieras de los Estados Unidos, se convirtieron <strong>en</strong> un instrum<strong>en</strong>tofinanciero negociable. Estos dólares flotantes, acumulados <strong>en</strong> <strong>en</strong>ormes cantidadesgracias a las creci<strong>en</strong>tes inversiones norteamericanas <strong>en</strong> el exterior y alos grandes gastos políticos y militares <strong>del</strong> gobierno de los Estados Unidos, seconvirtieron <strong>en</strong> la base de un mercado global totalm<strong>en</strong>te incontrolado, principalm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> créditos a corto plazo, y experim<strong>en</strong>taron un trem<strong>en</strong>do crecimi<strong>en</strong>to.Así, el mercado neto de eurodivisas subió de unos 14.000 millones dedólares <strong>en</strong> 1964 a 160.000 millones <strong>en</strong> 1973 y casi 500.000 millones al cabode cinco años, cuando este mercado se convirtió <strong>en</strong> el mecanismo principal dereciclaje <strong>del</strong> Potosí de b<strong>en</strong>eficios proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> petróleo que los países de laOPEP se <strong>en</strong>contraron de rep<strong>en</strong>te <strong>en</strong> mano preguntándose cómo gastarlos einvertirlos (véase la p. 471). Los Estados Unidos fueron la primera economíaque se <strong>en</strong>contró a merced de estos inm<strong>en</strong>sos y cada vez más numerosostorr<strong>en</strong>tes de capital que circulaba sin fr<strong>en</strong>o por el planeta <strong>en</strong> busca de b<strong>en</strong>eficiosfáciles. Al final, todos los gobiernos acabaron por ser sus víctimas, yaque perdieron el control sobre los tipos de cambio y la masa monetaria. A principiosde los nov<strong>en</strong>ta incluso la acción conjunta de destacados bancos c<strong>en</strong>tralesse demostró impot<strong>en</strong>te.Que compañías con base <strong>en</strong> un país pero con operaciones <strong>en</strong> varios otrosexpandies<strong>en</strong> sus actividades era bastante natural. Tampoco eran una novedadestas «multinacionales»: las compañías estadounid<strong>en</strong>ses de este tipo aum<strong>en</strong>taronel número de sus filiales de unas 7.500 <strong>en</strong> 1950 a más de 23.000 <strong>en</strong> 1966,<strong>en</strong> su mayoría <strong>en</strong> la Europa occid<strong>en</strong>tal y <strong>en</strong> el hemisferio oeste (Spero, 1977,p. 92). Sin embargo, cada vez más compañías de otros países siguieron suejemplo. La compañía alemana de productos químicos Hoechst, por ejemplo,se estableció o se asoció con 117 plantas <strong>en</strong> cuar<strong>en</strong>ta y cinco países, <strong>en</strong> todoslos casos, salvo <strong>en</strong> seis, después de 1950 (Fróbel, Heinrichs y Kreye, 1986,cuadro IIIA, pp. 281 ss.). La novedad radicaba sobre todo <strong>en</strong> la escala de lasoperaciones de estas <strong>en</strong>tidades transnacionales: a principios de los añosoch<strong>en</strong>ta las compañías transnacionales de los Estados Unidos acumulabantres cuartas partes de las exportaciones <strong>del</strong> país y casi la mitad de sus importaciones,y compañías de este tipo (tanto británicas como extranjeras) eranresponsables de más <strong>del</strong> 80 por 100 de las exportaciones británicas (UNTransnational, 1988, p. 90).En cierto s<strong>en</strong>tido, estas cifras son irrelevantes, ya que la función principalde tales compañías era «internacionalizar los mercados más allá de lasfronteras nacionales», es decir, convertirse <strong>en</strong> indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de los estadosy de su territorio. Gran parte de lo que las estadísticas (que básicam<strong>en</strong>te recog<strong>en</strong>los datos país por país) reflejan como importaciones o exportaciones es<strong>en</strong> realidad comercio interno d<strong>en</strong>tro de una <strong>en</strong>tidad transnacional como laG<strong>en</strong>eral Motors, que opera <strong>en</strong> cuar<strong>en</strong>ta países. La capacidad de actuar de este


282 LA EDAD DE OROmodo reforzó la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia natural <strong>del</strong> capital a conc<strong>en</strong>trarse, habitual des<strong>del</strong>os tiempos de Karl Marx. Ya <strong>en</strong> 1960 se calculaba que las v<strong>en</strong>tas de las dosci<strong>en</strong>tasmayores firmas <strong>del</strong> mundo (no socialista) equivalían al 17 por 100<strong>del</strong> PNB de ese sector <strong>del</strong> mundo, y <strong>en</strong> 1984 se decía que repres<strong>en</strong>taban el26 por 100. 3 La mayoría de estas transnacionales t<strong>en</strong>ían su sede <strong>en</strong> estados«desarrollados» importantes. De hecho, el 85 por 100 de las «dosci<strong>en</strong>tas principales»t<strong>en</strong>ían su sede <strong>en</strong> los Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y Alemania,mi<strong>en</strong>tras qije el resto lo formaban compañías de otros once países. Peroaunque es probable que la vinculación de estos supergigantes con los gobiernosde sus países de orig<strong>en</strong> fuese estrecha, a finales de la edad de oro es dudosoque de cualquiera de ellos, exceptuando a los japoneses y a algunas compañíases<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te militares, pudiera decirse con certeza que se id<strong>en</strong>tificaba consu gobierno o con los intereses de su país. Ya no estaba tan claro como habíallegado a parecer que, <strong>en</strong> expresión de un magnate de Detroit que ingresó <strong>en</strong> elgobierno de los Estados Unidos, «lo que es bu<strong>en</strong>o para la G<strong>en</strong>eral Motors esbu<strong>en</strong>o para los Estados Unidos». ¿Cómo podía estar claro, cuando susoperaciones <strong>en</strong> el país de orig<strong>en</strong> no eran más que las que se efectuaban <strong>en</strong> unosolo de los ci<strong>en</strong> mercados <strong>en</strong> los que actuaba, por ejemplo, Mobil Oil, o <strong>del</strong>os 170 <strong>en</strong> los que estaba pres<strong>en</strong>te Daimler-B<strong>en</strong>z? La lógica comercialobligaba a las compañías petrolíferas a calcular su estrategia y su políticahacia su país de orig<strong>en</strong> exactam<strong>en</strong>te igual que respecto de Arabia Saudí oV<strong>en</strong>ezuela, o sea, <strong>en</strong> términos de ganancias y pérdidas, por un lado y, por otro,<strong>en</strong> términos <strong>del</strong> poder relativo de la compañía y <strong>del</strong> gobierno.La t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de las transacciones comerciales y de las empresas de negocios—que no era privativa de unos pocos gigantes— a emanciparse de losestados nacionales se hizo aún más pronunciada a medida que la producciónindustrial empezó a trasladarse, l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te al principio, pero luego cada vezmás deprisa, fuera de los países europeos y norteamericanos que habían sidolos pioneros de la industrialización y el desarrollo <strong>del</strong> capitalismo. Estos paísessiguieron si<strong>en</strong>do los motores <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to durante la edad de oro.A mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta los países industrializados se v<strong>en</strong>dieronunos a otros cerca de tres quintos de sus exportaciones de productos elaborados,y a principios de los set<strong>en</strong>ta, tres cuartas partes. Sin embargo, pronto lascosas empezaron a cambiar. Los países desarrollados empezaron a exportaruna proporción algo mayor de sus productos elaborados al resto <strong>del</strong> mundo,pero —lo que es más significativo— el tercer mundo empezó a exportarmanufacturas a una escala considerable hacia los países desarrollados eindustrializados. A medida que las exportaciones tradicionales de materiasprimas de las regiones atrasadas perdían terr<strong>en</strong>o (excepto, tras la revoluciónde la OPEP, los combustibles de orig<strong>en</strong> mineral), éstas empezaron a industrializarse,desigualm<strong>en</strong>te, pero con rapidez. Entre 1970 y 1983 la proporciónde exportaciones de productos industriales correspondi<strong>en</strong>te al tercer mundo,3. Estas estimaciones deb<strong>en</strong> utilizarse con cautela, y es mejor tratarlas como simples indicadoresde magnitud.


LOS AÑOS DORADOS 2 8 3que hasta <strong>en</strong>tonces se había mant<strong>en</strong>ido estable <strong>en</strong> torno a un 5 por 100, seduplicó con creces (Fróbel, Heinrichs y Kreye, 1986, p. 200).Así pues, una nueva división internacional <strong>del</strong> trabajo empezó a socavar ala antigua. La marca alemana Volkswag<strong>en</strong> instaló fábricas de automóviles<strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina, Brasil (tres fábricas), Canadá, Ecuador, Egipto, México, Nigeria,Perú, Suráfrica y Yugoslavia, sobre todo a partir de mediados de losaños ses<strong>en</strong>ta. Las nuevas industrias <strong>del</strong> tercer mundo abastecían no sólo aunos mercados locales <strong>en</strong> expansión, sino también al mercado mundial, cosaque podían hacer tanto exportando artículos totalm<strong>en</strong>te producidos por laindustria local (como productos textiles, la mayoría de los cuales, ya <strong>en</strong> 1970,había emigrado de sus antiguos países de orig<strong>en</strong> a los países «<strong>en</strong> vías de desarrollo»)como formando parte <strong>del</strong> proceso de fabricación transnacional.Esta fue la innovación decisiva de la edad de oro, aunque no cuajó <strong>del</strong>todo hasta más tarde. No hubiese podido ocurrir de no ser por la revolución<strong>en</strong> el ámbito <strong>del</strong> transporte y las comunicaciones, que hizo posible y económicam<strong>en</strong>tefactible dividir la producción de un solo artículo <strong>en</strong>tre, digamos,Houston, Singapur y Tailandia, transportando por vía aérea el producto parcialm<strong>en</strong>teacabado <strong>en</strong>tre estos c<strong>en</strong>tros y dirigi<strong>en</strong>do de forma c<strong>en</strong>tralizada elproceso <strong>en</strong> su conjunto gracias a la moderna informática. Las grandes industriaselectrónicas empezaron a globalizarse a partir de los años ses<strong>en</strong>ta. Lacad<strong>en</strong>a de producción ahora ya no atravesaba hangares gigantescos <strong>en</strong> unsolo lugar, sino el mundo <strong>en</strong>tero. Algunas se instalaron <strong>en</strong> las «zonas francasindustriales» extraterritoriales (offshore) que ahora empezaron a ext<strong>en</strong>derse<strong>en</strong> su abrumadora mayoría por países pobres con mano de obra barata, principalm<strong>en</strong>tejov<strong>en</strong> y fem<strong>en</strong>ina, lo que era un nuevo recurso para evadir el controlpor parte de un solo país. Así, uno de los primeros c<strong>en</strong>tros francos deproducción industrial, Manaos, <strong>en</strong> las profundidades de la selva amazónica,fabricaba productos textiles, juguetes, artículos de papel y electrónicos yrelojes digitales para compañías estadounid<strong>en</strong>ses, holandesas y japonesas.Todo esto g<strong>en</strong>eró un cambio paradójico <strong>en</strong> la estructura política de la economíamundial. A medida que el mundo se iba convirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> su verdaderaunidad, las economías nacionales de los grandes estados se vieron desplazadaspor estas plazas financieras extraterritoriales, situadas <strong>en</strong> su mayoría <strong>en</strong>los pequeños o minúsculos miniestados que se habían multiplicado, de formaharto práctica, con la desintegración de los viejos imperios coloniales. Al final<strong>del</strong> siglo xx el mundo, según el Banco Mundial, conti<strong>en</strong>e set<strong>en</strong>ta y una economíascon m<strong>en</strong>os de dos millones y medio de habitantes (dieciocho de ellascon m<strong>en</strong>os de 100.000 habitantes), es decir, dos quintas partes <strong>del</strong> total deunidades políticas oficialm<strong>en</strong>te tratadas como «economías» (World Developm<strong>en</strong>t,1992). Hasta la segunda guerra mundial unidades así hubies<strong>en</strong> sidoconsideradas económicam<strong>en</strong>te risibles y, por supuesto, no como estados. 44. Hasta principios de ios años nov<strong>en</strong>ta no se trató a los antiguos miniestados de Europa—Andorra. Liecht<strong>en</strong>stein, Monaco. San Marino— como miembros <strong>en</strong> pot<strong>en</strong>cia de las NacionesUnidas.


284 LA EDAD DE OROEran, y son, incapaces de def<strong>en</strong>der su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia teórica <strong>en</strong> la junglainternacional, pero <strong>en</strong> la edad de oro se hizo evid<strong>en</strong>te que podían prosperartanto como las grandes economías nacionales, e incluso más, proporcionandodirectam<strong>en</strong>te servicios a la economía global. De aquí el auge de las nuevasciudades-estado (Hong Kong, Singapur), <strong>en</strong>tidades políticas que no se habíavisto florecer desde la Edad Media, de zonas desérticas <strong>del</strong> golfo Pérsico quese convirtieron <strong>en</strong> participantes destacados <strong>en</strong> el mercado global de inversiones(Kuwait) y de los múltiples paraísos fiscales.La situación proporcionaría a los cada vez más numerosos movimi<strong>en</strong>tosétnicos <strong>del</strong> nacionalismo de finales <strong>del</strong> siglo xx argum<strong>en</strong>tos poco convinc<strong>en</strong>tes<strong>en</strong> def<strong>en</strong>sa de la viabilidad de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de Córcega o de las islasCanarias; poco convinc<strong>en</strong>tes porque la única separación que se lograría conla secesión sería la separación <strong>del</strong> estado nacional con el que estos territorioshabían estado asociados con anterioridad. Económicam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> cambio, laseparación los convertiría, con toda certeza, <strong>en</strong> mucho más dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong>as <strong>en</strong>tidades transnacionales cada vez más determinantes <strong>en</strong> estas cuestiones.El mundo más conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te para los gigantes multinacionales es un mundopoblado por estados <strong>en</strong>anos o sin ningún estado.VEra natural que la industria se trasladara de unos lugares de mano de obracara a otros de mano de obra barata tan pronto como fuese técnicam<strong>en</strong>teposible y r<strong>en</strong>table, y el descubrimi<strong>en</strong>to (nada sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te) de que la manode obra de color <strong>en</strong> algunos casos estaba tan cualificada y preparada como lablanca fue una v<strong>en</strong>taja añadida para las industrias de alta tecnología. Perohabía una razón convinc<strong>en</strong>te por la que la expansión de la edad de orodebía producir el desplazami<strong>en</strong>to de las viejas industrias <strong>del</strong> núcleo c<strong>en</strong>tralde países industrializados, y era la peculiar combinación «keynesiana» decrecimi<strong>en</strong>to económico <strong>en</strong> una economía capitalista basada <strong>en</strong> el consumomasivo por parte de una población activa pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te empleada y cada vezmejor pagada y protegida.Esta combinación era, como hemos visto, una creación política, que descansabasobre el cons<strong>en</strong>so político <strong>en</strong>tre la izquierda y la derecha <strong>en</strong> la mayoríade países occid<strong>en</strong>tales, una vez eliminada la extrema derecha fascista yultranacionalista por la segunda guerra mundial, y la extrema izquierdacomunista por la guerra fría. Se basaba también <strong>en</strong> un acuerdo tácito o explícito<strong>en</strong>tre las organizaciones obreras y las patronales para mant<strong>en</strong>er lasdemandas de los trabajadores d<strong>en</strong>tro de unos límites que no mermaran losb<strong>en</strong>eficios, y que mantuvieran las expectativas de tales b<strong>en</strong>eficios lo bastantealtas como para justificar las <strong>en</strong>ormes inversiones sin las cuales no habríapodido producirse el espectacular crecimi<strong>en</strong>to de la productividad laboral <strong>del</strong>a edad de oro. De hecho, <strong>en</strong> las dieciséis economías de mercado más industrializadas,la inversión creció a un ritmo <strong>del</strong> 4,5 por 100, casi el triple que


LOS AÑOS DORADOS 2 8 5<strong>en</strong> el período de 1870 a 1913, incluso t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta el ritmo de crecimi<strong>en</strong>tomucho m<strong>en</strong>os impresionante de Norteamérica, que hace bajar lamedia (Maddison, 1982, cuadro 5.1, p. 96). En la práctica, los acuerdos erana tres bandas, con las negociaciones <strong>en</strong>tre capital y mano de obra —descritosahora, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Alemania, como los «interlocutores sociales»— presididasformal o informalm<strong>en</strong>te por los gobiernos. Con el fin de la edad deoro estos acuerdos sufrieron el brutal asalto de los teólogos <strong>del</strong> libre mercado,que los acusaron de «corporativismo», una palabra con resonancias, medioolvidadas y totalm<strong>en</strong>te irrelevantes, <strong>del</strong> fascismo de <strong>en</strong>treguerras (véansepp. 120-121).Los acuerdos resultaban aceptables para todas las partes. Los empresarios,a qui<strong>en</strong>es ap<strong>en</strong>as les importaba pagar salarios altos <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a expansión y concuantiosos b<strong>en</strong>eficios, veían con bu<strong>en</strong>os ojos esta posibilidad de prever queles permitía planificar por a<strong>del</strong>antado. Los trabajadores obt<strong>en</strong>ían salarios yb<strong>en</strong>eficios complem<strong>en</strong>tarios que iban subi<strong>en</strong>do con regularidad, y un estado<strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar que iba ampliando su cobertura y era cada vez más g<strong>en</strong>eroso.Los gobiernos conseguían estabilidad política, debilitando así a los partidoscomunistas (m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Italia), y unas condiciones predecibles para la gestiónmacroeconómica que ahora practicaban todos los estados. A las economíasde los países capitalistas industrializados les fue maravillosam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> parteporque, por vez primera (fuera de Norteamérica y tal vez Oceania), aparecióuna economía de consumo masivo basada <strong>en</strong> el pl<strong>en</strong>o empleo y <strong>en</strong> elaum<strong>en</strong>to sost<strong>en</strong>ido de los ingresos reales, con el sostén de la seguridad social,que a su vez se financiaba con el increm<strong>en</strong>to de los ingresos públicos. En laeuforia de los años ses<strong>en</strong>ta algunos gobiernos incautos llegaron al extremo deofrecer a los parados —que <strong>en</strong>tonces eran poquísimos— el 80 por 100 de susalario anterior.Hasta finales de los años ses<strong>en</strong>ta, la política de la edad de oro reflejó esteestado de cosas. Tras la guerra hubo <strong>en</strong> todas partes gobiernos fuertem<strong>en</strong>tereformistas, rooseveltianos <strong>en</strong> los Estados Unidos, dominados por socialistaso socialdemócratas <strong>en</strong> la práctica totalidad de países ex combati<strong>en</strong>tes de Europaoccid<strong>en</strong>tal, m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la Alemania Occid<strong>en</strong>tal ocupada (donde no hubo niinstituciones indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes ni elecciones hasta 1949). Incluso los comunistasparticiparon <strong>en</strong> algunos gobiernos hasta 1947 (véanse pp. 241-242). El radicalismode los años de resist<strong>en</strong>cia afectó incluso a los naci<strong>en</strong>tes partidos conservadores—los cristianodemócratas de la Alemania Occid<strong>en</strong>tal creyeronhasta 1949 que el capitalismo era malo para Alemania (Leaman, 1988)—, opor lo m<strong>en</strong>os les hizo difícil el navegar a contracorri<strong>en</strong>te. Así, por ejemplo, elPartido Conservador británico reclamó para sí parte <strong>del</strong> mérito de las reformas<strong>del</strong> gobierno laborista de 1945.De forma sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, el reformismo se batió pronto <strong>en</strong> retirada, aunquese mantuvo el cons<strong>en</strong>so. La gran expansión económica de los años cincu<strong>en</strong>taestuvo dirigida, casi <strong>en</strong> todas partes, por gobiernos conservadores moderados.En los Estados Unidos (a partir de 1952), <strong>en</strong> Gran Bretaña (desde 1951),<strong>en</strong> Francia (a excepción de breves períodos de gobiernos de coalición), Ale-


286 LA EDAD DE OROmania Occid<strong>en</strong>tal, Italia y Japón, la izquierda quedó completam<strong>en</strong>te apartada<strong>del</strong> poder, si bi<strong>en</strong> los países escandinavos siguieron si<strong>en</strong>do socialdemócratas, yalgunos partidos socialistas participaron <strong>en</strong> coaliciones gubernam<strong>en</strong>tales <strong>en</strong>varios pequeños países. El retroceso de la izquierda resulta indudable. Y no sedebió a la pérdida masiva de apoyo a los socialistas, o incluso a los comunistas<strong>en</strong> Francia y <strong>en</strong> Italia, donde eran los partidos principales de la clase obrera.5Y tampoco —salvo tal vez <strong>en</strong> Alemania, donde el Partido Socialdemócrata(SPD) era «poco firme» <strong>en</strong> el tema de la unidad alemana, y <strong>en</strong> Italia,donde los socialistas continuaron aliados a los comunistas— se debió a laguerra fría. Todos, m<strong>en</strong>os los comunistas, estaban firmem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> contra de losrusos. Lo que ocurrió es que el espíritu de los tiempos durante la década deexpansión estaba <strong>en</strong> contra de la izquierda: no era mom<strong>en</strong>to de cambiar.En los años ses<strong>en</strong>ta, el c<strong>en</strong>tro de gravedad <strong>del</strong> cons<strong>en</strong>so se desplazó haciala izquierda, <strong>en</strong> parte a causa <strong>del</strong> retroceso <strong>del</strong> liberalismo económico ante lagestión keynesiana, aun <strong>en</strong> bastiones anticolectivistas como Bélgica y laAlemania Federal, y <strong>en</strong> parte porque la vieja g<strong>en</strong>eración que había presidido laestabilización y el r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> sistema capitalista desapareció de esc<strong>en</strong>ahacia 1964: Dwight Eis<strong>en</strong>hower (nacido <strong>en</strong> 1890) <strong>en</strong> 1960, Konrad Ad<strong>en</strong>auer(nacido <strong>en</strong> 1876) <strong>en</strong> 1965, Harold Macmillan (nacido <strong>en</strong> 1894) <strong>en</strong> 1964. Alfinal (1969) hasta el gran g<strong>en</strong>eral De Gaulle (nacido <strong>en</strong> 1890) desapareció. Seprodujo así un cierto rejuv<strong>en</strong>ecimi<strong>en</strong>to de la política. De hecho, los añosculminantes de la edad de oro parecieron ser tan favorables a la izquierdamoderada, que volvió a gobernar <strong>en</strong> muchos estados de la Europa occid<strong>en</strong>tal,como contrarios le habían sido los años cincu<strong>en</strong>ta. Este giro a la izquierda sedebió <strong>en</strong> parte a cambios electorales, como los que se produjeron <strong>en</strong> laAlemania Federal, Austria y Suecia, que anticiparon los cambios mucho másnotables de los años set<strong>en</strong>ta y principios de los och<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> que tanto lossocialistas franceses como los comunistas italianos alcanzaron sus máximoshistóricos, aunque las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias de voto g<strong>en</strong>erales permanecieron estables. Loque pasaba era que los sistemas electorales exageraban cambios relativam<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>ores.Sin embargo, existe un claro paralelismo <strong>en</strong>tre el giro a la izquierda y elacontecimi<strong>en</strong>to público más importante de la década: la aparición de estados<strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido literal de la expresión, es decir, estados <strong>en</strong> los queel gasto <strong>en</strong> bi<strong>en</strong>estar —subsidios, cuidados sanitarios, educación, etc.— seconvirtió <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> gasto público total, y la g<strong>en</strong>te dedicada aactividades de bi<strong>en</strong>estar social pasó a formar el conjunto más importante deempleados públicos; por ejemplo, a mediados de los años set<strong>en</strong>ta, repres<strong>en</strong>tabael 40 por 100 <strong>en</strong> Gran Bretaña y el 47 por 100 <strong>en</strong> Suecia (Therborn,5. Sin embargo, todos los partidos de izquierda eran minoritarios, aunque de dim<strong>en</strong>sionesconsiderables. El porc<strong>en</strong>taje máximo <strong>del</strong> voto obt<strong>en</strong>ido por un partido de izquierda fue el48,8 por 100 <strong>del</strong> Partido Laborista británico <strong>en</strong> 1951, <strong>en</strong> unas elecciones que, irónicam<strong>en</strong>te,ganaron los conservadores con un porc<strong>en</strong>taje de sufragios algo inferior, gracias a los caprichos<strong>del</strong> sistema electoral británico.


LOS AÑOS DORADOS 2 8 71983). Los primeros estados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido aparecieron alrededorde 1970. Es evid<strong>en</strong>te que la reducción de los gastos militares <strong>en</strong> los añosde la dist<strong>en</strong>sión aum<strong>en</strong>tó el gasto proporcional <strong>en</strong> otras partidas, pero elejemplo de los Estados Unidos muestra que se produjo un verdadero cambio.En 1970, mi<strong>en</strong>tras la guerra de Vietnam se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> su apogeo, elnúmero de empleados <strong>en</strong> las escuelas <strong>en</strong> los Estados Unidos pasó a ser porprimera vez significativam<strong>en</strong>te más alto que el <strong>del</strong> «personal civil y militarde def<strong>en</strong>sa» (Statistical History, 1976, II, pp. 1.102, 1.104 y 1.141). Ya afinales de los años set<strong>en</strong>ta todos los estados capitalistas avanzados se habíanconvertido <strong>en</strong> «estados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar» semejantes, y <strong>en</strong> el caso de seis estados(Australia, Bélgica, Francia, Alemania Federal, Italia, Holanda) el gasto<strong>en</strong> bi<strong>en</strong>estar social superaba el 60 por 100 <strong>del</strong> gasto público. Todo ello originaríagraves problemas tras el fin de la edad de oro.Mi<strong>en</strong>tras tanto, la política de las economías de mercado desarrolladasparecía tranquila, cuando no soñoli<strong>en</strong>ta. ¿Qué podía desatar pasiones, <strong>en</strong>ellas, excepto el comunismo, el peligro de guerra atómica y las crisis importadaspor culpa de sus actividades políticas imperialistas <strong>en</strong> el exterior, comola av<strong>en</strong>tura británica de Suez <strong>en</strong> 1956 o la guerra de Argelia, <strong>en</strong> el cas.o deFrancia (1954-1961) y, después de 1965, la guerra de Vietnam <strong>en</strong> los EstadosUnidos? Por eso mismo el súbito y casi universal estallido de radicalismoestudiantil de 1968 pilló a los políticos y a los intelectuales maduros por sorpresa.Era un signo de que la estabilidad de la edad de oro no podía durar. Económicam<strong>en</strong>tedep<strong>en</strong>día de la coordinación <strong>en</strong>tre el crecimi<strong>en</strong>to de la productividady el de las ganancias que mant<strong>en</strong>ía los b<strong>en</strong>eficios estables. Un parón<strong>en</strong> el aum<strong>en</strong>to constante de la productividad y/o un aum<strong>en</strong>to desproporcionadode los salarios provocaría su desestabilización. Dep<strong>en</strong>día de algo que sehabía echado a faltar <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras: el equilibrio <strong>en</strong>tre elaum<strong>en</strong>to de la producción y la capacidad de los consumidores de absorberlo.Los salarios t<strong>en</strong>ían que subir lo bastante deprisa como para mant<strong>en</strong>er el mercadoa flote, pero no demasiado deprisa, para no recortar los márg<strong>en</strong>esde b<strong>en</strong>eficio. Pero ¿cómo controlar los salarios <strong>en</strong> una época de escasez demano de obra o, más <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, los precios <strong>en</strong> una época de demanda excepcionaly <strong>en</strong> expansión constante? En otras palabras, ¿cómo controlar la inflación,o por lo m<strong>en</strong>os mant<strong>en</strong>erla d<strong>en</strong>tro de ciertos límites? Por último, laedad de oro dep<strong>en</strong>día <strong>del</strong> dominio avasallador, político y económico, de losEstados Unidos, que actuaba, a veces sin querer, de estabilizador y garantede la economía mundial.En el curso de los años ses<strong>en</strong>ta todos estos elem<strong>en</strong>tos mostraron signosde desgaste. La hegemonía de los Estados Unidos <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia y, amedida que fue decay<strong>en</strong>do, el sistema monetario mundial, basado <strong>en</strong> la convertibilidad<strong>del</strong> dólar <strong>en</strong> oro, se vino abajo. Hubo indicios de ral<strong>en</strong>tización <strong>en</strong>la productividad <strong>en</strong> varios países, y avisos de que las grandes reservas demano de obra que aportaban las migraciones interiores, que habían alim<strong>en</strong>tadola gran expansión de la industria, estaban a punto de agotarse. Al cabo de


288 LA EDAD DE OROveinte años, había alcanzado la edad adulta una nueva g<strong>en</strong>eración para la quelas experi<strong>en</strong>cias de <strong>en</strong>treguerras —desempleo masivo, falta de seguridad,precios estables o deflación— eran historia y no formaban parte de sus experi<strong>en</strong>cias.Sus expectativas se ajustaban a la única experi<strong>en</strong>cia que t<strong>en</strong>ía sug<strong>en</strong>eración: la de pl<strong>en</strong>o empleo e inflación constante (Friedman, 1968, p. 11).Cualquiera que fuese la situación concreta que des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó el «estallidosalarial mundial» de finales de los ses<strong>en</strong>ta —escasez de mano de obra,esfuerzos creci<strong>en</strong>tes de los empresarios para cont<strong>en</strong>er los salarios reales o,como <strong>en</strong> los casos de Francia y de Italia, las grandes rebeliones estudiantiles—,todo ello se basaba <strong>en</strong> el descubrimi<strong>en</strong>to, por parte de una g<strong>en</strong>eraciónde trabajadores que se había acostumbrado a t<strong>en</strong>er o <strong>en</strong>contrar un empleo, deque los aum<strong>en</strong>tos salariales regulares que durante tanto tiempo habían negociadosus sindicatos eran <strong>en</strong> realidad muy inferiores a los que podían conseguirapretándole las tuercas al mercado. Tanto si detectamos un retorno a lalucha de clases <strong>en</strong> este reconocimi<strong>en</strong>to de las realidades <strong>del</strong> mercado (comosost<strong>en</strong>ían muchos de los miembros de la «nueva izquierda» post-1968) como sino, no cabe duda <strong>del</strong> notable cambio de actitud que hubo de la moderación yla calma de las negociaciones salariales anteriores a 1968 y las de los últimosaños de la edad de oro.Al incidir directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el funcionami<strong>en</strong>to de la economía, este cambiode actitud de los trabajadores fue mucho más significativo que el granestallido de descont<strong>en</strong>to estudiantil <strong>en</strong> torno a 1968, aunque los estudiantesproporcionas<strong>en</strong> a los medios de comunicación de masas un material muchomás dramático, y más carnaza a los com<strong>en</strong>taristas. La rebelión estudiantil fueun f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o aj<strong>en</strong>o a la economía y a la política. Movilizó a un sector minoritarioconcreto de la población, hasta <strong>en</strong>tonces ap<strong>en</strong>as reconocido como ungrupo especial d<strong>en</strong>tro de la vida pública, y —dado que muchos de sus miembrostodavía estaban cursando estudios— aj<strong>en</strong>o <strong>en</strong> gran parte a la economía,salvo como compradores de grabaciones de rock: la juv<strong>en</strong>tud (de clasemedia). Su trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia cultural fue mucho mayor que la política, que fueefímera, a difer<strong>en</strong>cia de movimi<strong>en</strong>tos análogos <strong>en</strong> países dictatoriales y <strong>del</strong>tercer mundo (véanse las pp. 333 y 443). Pero sirvió de aviso, de una especiede mem<strong>en</strong>to morí para una g<strong>en</strong>eración que casi creía haber resuelto parasiempre los problemas de la sociedad occid<strong>en</strong>tal. Los principales textos <strong>del</strong>reformismo de la edad de oro, El futuro <strong>del</strong> socialismo de Crosland, Lasociedad opul<strong>en</strong>ta de J. K. Galbraith, Más allá <strong>del</strong> estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar deGunnar Myrdal y El fin de las ideologías de Daniel Bell, todos ellos escritos<strong>en</strong>tre 1956 y 1960, se basaban <strong>en</strong> la suposición de la creci<strong>en</strong>te armonía internade una sociedad que ahora resultaba básicam<strong>en</strong>te satisfactoria, aunquemejorable, es decir, <strong>en</strong> la economía <strong>del</strong> cons<strong>en</strong>so social organizado. Ese cons<strong>en</strong>sono sobrevivió a los años ses<strong>en</strong>ta.Así pues, 1968 no fue el fin ni el principio de nada, sino sólo un signo.A difer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> estallido salarial, <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> sistema financierointernacional de Bretton Woods <strong>en</strong> 1971, <strong>del</strong> boom de las materias primas de1972-1973 y de la crisis <strong>del</strong> petróleo de la OPEP de 1973, no ti<strong>en</strong>e gran relie-


LOS AÑOS DORADOS289ve <strong>en</strong> las explicaciones que <strong>del</strong> fin de la edad de oro hac<strong>en</strong> los historiadoresde la economía. Un fin que no era inesperado. La expansión de la economíaa principios de los años set<strong>en</strong>ta, acelerada por una inflación <strong>en</strong> rápido crecimi<strong>en</strong>to,por un <strong>en</strong>orme aum<strong>en</strong>to de la masa monetaria mundial y por eling<strong>en</strong>te déficit norteamericano, se volvió fr<strong>en</strong>ética. En la jerga de los economistas,el sistema se «recal<strong>en</strong>tó». En los doce meses transcurridos a partir dejulio de 1972, el PIB <strong>en</strong> términos reales de los países de la OCDE creció un7,5 por 100, y la producción industrial <strong>en</strong> términos reales, un 10 por 100. Loshistoriadores que no hubies<strong>en</strong> olvidado el modo <strong>en</strong> que terminó la granexpansión de mediados de la era victoriana podían haberse preguntado si elsistema no estaría <strong>en</strong>trando <strong>en</strong> la recta final hacia la crisis. Y habrían t<strong>en</strong>idorazón, aunque no creo que nadie predijese el batacazo de 1974, o se lo tomasetan <strong>en</strong> serio como luego resultó ser, porque, si bi<strong>en</strong> el PNB de los paísesindustrializados avanzados cayó sustancialm<strong>en</strong>te —algo que no ocurría des<strong>del</strong>a guerra—, la g<strong>en</strong>te todavía p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> las crisis económicas <strong>en</strong> términosde lo sucedido <strong>en</strong> 1929, y no había señal alguna de catástrofe. Comosiempre, la reacción inmediata de los asombrados contemporáneos fue buscarcausas especiales <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> viejo boom: «un cúmulo inusual dedesgraciadas circunstancias que es improbable vuelva a repetirse <strong>en</strong> la mismaescala, y cuyo impacto se agravó por culpa de errores innecesarios», porcitar a la OCDE (McCrack<strong>en</strong>, 1977, p. 14). Los más simplistas le echarontoda la culpa a la avaricia de los jeques <strong>del</strong> petróleo de la OPEP. Pero todohistoriador que atribuya cambios drásticos <strong>en</strong> la configuración de la economíamundial a la mala suerte y a accid<strong>en</strong>tes evitables debería p<strong>en</strong>sárselo dosveces. Y el cambio fue drástico: la economía mundial no recuperó su antiguoímpetu tras el crac. Fue el fin de una época. Las décadas posteriores a 1973serían, una vez más, una era de crisis.La edad de oro perdió su brillo. No obstante, había empezado y, de hecho,había llevado a cabo <strong>en</strong> gran medida, la revolución más drástica, rápida y profunda<strong>en</strong> los asuntos humanos de la que se t<strong>en</strong>ga constancia histórica. A esehecho dirigimos ahora nuestra at<strong>en</strong>ción.


Capítulo XLA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990LILY: Mi abuela nos contaba cosas de la Depresión. Tambiénpuedes leerlas.ROY: Siempre nos andan dici<strong>en</strong>do que deberíamos estar cont<strong>en</strong>tosde t<strong>en</strong>er comida y todo eso, porque <strong>en</strong> los añostreinta nos decían que la g<strong>en</strong>te se moría de hambre y not<strong>en</strong>ía trabajo y tal.BUCKY: Nunca he t<strong>en</strong>ido una depresión, o sea que <strong>en</strong> realidad nome preocupa.ROY: Por lo que he oído, hubieras odiado vivir <strong>en</strong> esa época.BUCKY: Vale, pero no vivo <strong>en</strong> esa época.STUDS TERKEL, Hard Times (1970, pp. 22-23)Cuando [el g<strong>en</strong>eral De Gaulle] llegó al poder había un millónde televisores <strong>en</strong> Francia ... Cuando se fue, había diez millones ...El estado siempre ha sido un espectáculo. Pero el estado-teatro deayer era muy difer<strong>en</strong>te <strong>del</strong> estado-TV de hoy.IREGÍS DEBRAY (1994, p. 34)Cuando la g<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta a algo para lo que no se la ha preparado conanterioridad, se devana los sesos buscando un nombre para lo desconocido,aunque no pueda ni definirlo ni <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlo. Entrado ya el tercer cuarto <strong>del</strong>pres<strong>en</strong>te siglo, podemos ver este proceso eñ marcha <strong>en</strong>tre los intelectuales deOccid<strong>en</strong>te. La palabra clave fue la pequeña preposición «después», usadag<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su forma latina de «post» como prefijo a una de las numerosaspalabras que se han empleado, desde hace varias g<strong>en</strong>eraciones, para<strong>del</strong>imitar el territorio m<strong>en</strong>tal de la vida <strong>en</strong> el siglo <strong>XX</strong>. El mundo, o sus aspectosrelevantes, se ha convertido <strong>en</strong> postindustrial, postimperialista, postmo-


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 291derno, postestructuralista, postmarxista, postgut<strong>en</strong>berguiano o lo que sea. Aligual que los funerales, estos prefijos indicaban el reconocimi<strong>en</strong>to oficial deuna defunción, sin implicar cons<strong>en</strong>so o certeza alguna acerca de la naturalezade la vida después de la muerte. De este modo fue como la transformaciónsocial mayor y más int<strong>en</strong>sa, rápida y universal de la historia de la humanidadse introdujo <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia de las m<strong>en</strong>tes reflexivas que la vivieron. Estatransformación es el tema <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te capítulo.La novedad de esta transformación estriba tanto <strong>en</strong> su extraordinaria rapidezcomo <strong>en</strong> su universalidad. Es verdad que las zonas desarrolladas <strong>del</strong> mundo—o sea, a efectos prácticos, la Europa c<strong>en</strong>tral y occid<strong>en</strong>tal y América <strong>del</strong>Norte, además <strong>del</strong> reducido estrato de los cosmopolitas ricos y poderosos decualquier lugar— hacía tiempo que vivían <strong>en</strong> un mundo de cambios, transformacionestecnológicas e innovaciones culturales constantes. Para ellas larevolución de la sociedad global repres<strong>en</strong>tó una aceleración, o una int<strong>en</strong>sificación,de un movimi<strong>en</strong>to al que ya estaban acostumbradas. Al fin y al cabo,los habitantes de Nueva York de mediados de los años treinta ya podían contemplarun rascacielos, el Empire State Building (1934), cuya altura no sesuperó hasta los años set<strong>en</strong>ta, y aun <strong>en</strong>tonces sólo por unos escasos treintametros. Pasó bastante tiempo antes de que la g<strong>en</strong>te se diese cu<strong>en</strong>ta de la transformación<strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to económico cuantitativo <strong>en</strong> un conjunto de alteracionescualitativas de la vida humana, y todavía más antes de que la g<strong>en</strong>tepudiese evaluarlas, incluso <strong>en</strong> los países antes m<strong>en</strong>cionados. Pero para la mayorparte <strong>del</strong> planeta los cambios fueron tan rep<strong>en</strong>tinos como cataclísmicos.Para el 80 por 100 de la humanidad la Edad Media se terminó de pronto <strong>en</strong>los años cincu<strong>en</strong>ta; o, tal vez mejor, sintió que se había terminado <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta.En muchos s<strong>en</strong>tidos qui<strong>en</strong>es vivieron la realidad de estas transformacionesin situ no se hicieron cargo de su alcance, ya que las experim<strong>en</strong>taron de formaprogresiva, o como cambios <strong>en</strong> la vida <strong>del</strong> individuo que, por drásticosque sean, no se concib<strong>en</strong> como revoluciones perman<strong>en</strong>tes. ¿Por qué t<strong>en</strong>ía queimplicar la decisión de la g<strong>en</strong>te <strong>del</strong> campo de ir a buscar trabajo <strong>en</strong> la ciudad,desde su punto de vista, una transformación más duradera de la que supusopara los hombres y mujeres de Gran Bretaña y Alemania <strong>en</strong> las dos guerrasmundiales alistarse <strong>en</strong> el ejército o participar <strong>en</strong> cualquiera de los sectores <strong>del</strong>a economía de guerra? Ellos no t<strong>en</strong>ían int<strong>en</strong>ción de cambiar de forma de vidapara siempre, aunque eso fuera lo que ocurrió. Son los observadores exterioresque revisan las esc<strong>en</strong>as de estas transformaciones por etapas qui<strong>en</strong>es reconoc<strong>en</strong>lo que ha cambiado. Qué distinta era, por ejemplo, la Val<strong>en</strong>cia de principiosde los och<strong>en</strong>ta a la de principios de los cincu<strong>en</strong>ta, la última vez <strong>en</strong> queeste autor visitó esa parte de España. Cuan desori<strong>en</strong>tado se sintió un campesinosiciliano, especie de moderno Rip van Winkle —un bandido local que sehabía pasado un par de décadas <strong>en</strong> la cárcel, desde mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta—,cuando regresó a las afueras de Palermo, que <strong>en</strong>tretanto habíanquedado irreconocibles debido a la actuación de las inmobiliarias. «Dondeantes había viñedos, ahora hay palazzi», me decía m<strong>en</strong>eando incrédulo la


2 9 2 LA EDAD DE OROcabeza. Realm<strong>en</strong>te, la rapidez <strong>del</strong> cambio fue tal, que el tiempo histórico puedemedirse <strong>en</strong> etapas aún más cortas. M<strong>en</strong>os de diez años (1962-1971) separanun Cuzco <strong>en</strong> donde, fuera de los límites de la ciudad, la mayoría de losindios todavía vestían sus ropas tradicionales, de un Cuzco <strong>en</strong> donde una partesustancial de los mismos vestían ya ropas cholas, es decir, a la europea.A finales de los años set<strong>en</strong>ta los v<strong>en</strong>dedores de los puestos <strong>del</strong> mercado deun pueblo mexicano ya determinaban los precios a pagar por sus cli<strong>en</strong>tes concalculadoras de bolsillo japonesas, desconocidas allí a principios de la década.No hay modo de que los lectores que no sean lo bastante mayores o viajeroscomo para haber visto avanzar así la historia desde 1950 puedan revivirestas experi<strong>en</strong>cias, aunque a partir de los años ses<strong>en</strong>ta, cuando los jóv<strong>en</strong>esoccid<strong>en</strong>tales descubrieron que viajar a países <strong>del</strong> tercer mundo no sólo erafactible, sino que estaba de moda, todo lo que hace falta para contemplar latransformación <strong>del</strong> planeta es un par de ojos bi<strong>en</strong> abiertos. Sea como sea, loshistoriadores no pued<strong>en</strong> conformarse con imág<strong>en</strong>es y anécdotas, por significativasque sean, sino que necesitan concretar y contar.El cambio social más drástico y de mayor alcance de la segunda mitad deeste siglo, y el que nos separa para siempre <strong>del</strong> mundo <strong>del</strong> pasado, es lamuerte <strong>del</strong> campesinado. Y es que, desde el Neolítico, la mayoría de sereshumanos había vivido de la tierra y de los animales domésticos o había recogidolos frutos <strong>del</strong> mar pescando. Excepto <strong>en</strong> Gran Bretaña, agricultores ycampesinos siguieron formando una parte muy importante de la poblaciónactiva, incluso <strong>en</strong> los países industrializados, hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trado el siglo xx,hasta el punto de que, <strong>en</strong> los tiempos de estudiante de este autor, los añostreinta, el hecho de que el campesinado se resistiera a desaparecer todavía seutilizaba como argum<strong>en</strong>to <strong>en</strong> contra de la predicción de Marx de que acabaríahaciéndolo. Al fin y al cabo, <strong>en</strong> vísperas de la segunda guerra mundial, sólohabía un país industrializado, además de Gran Bretaña, <strong>en</strong> donde la agriculturay la pesca emplearan a m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 20 por 100 de la población: Bélgica.Incluso <strong>en</strong> Alemania y <strong>en</strong> los Estados Unidos, ¡as dos mayores economíasindustriales, <strong>en</strong> donde la población rural ciertam<strong>en</strong>te había experim<strong>en</strong>tado unasost<strong>en</strong>ida disminución, ésta seguía repres<strong>en</strong>tando aproximadam<strong>en</strong>te la cuartaparte de la población; y <strong>en</strong> Francia, Suecia y Austria todavía se situaba <strong>en</strong>treel 35 y el 40 por 100. En cuanto a países agrícolas atrasados, como, <strong>en</strong> Europa,Bulgaria y Rumania, cerca de cuatro de cada cinco habitantes trabajaba latierra.Pero considérese lo que ocurrió <strong>en</strong> el tercer cuarto de siglo. Puede que noresulte demasiado sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que, ya a principios de los años och<strong>en</strong>ta,m<strong>en</strong>os de tres de cada ci<strong>en</strong> ingleses o belgas se dedicaran a la agricultura, demodo que es más probable que, <strong>en</strong> su vida cotidiana, el inglés medio <strong>en</strong>tre <strong>en</strong>relación con algui<strong>en</strong> que haya sido un campesino <strong>en</strong> la India o <strong>en</strong> Bangladeshque con algui<strong>en</strong> que lo haya sido <strong>en</strong> el Reino Unido. La población rural <strong>del</strong>os Estados Unidos había caído hasta el mismo porc<strong>en</strong>taje, pero esto, dadolo prolongado y ost<strong>en</strong>sible de su declive, resulta m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que elhecho de que esta minúscula fracción de la población activa se <strong>en</strong>contrara <strong>en</strong>


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 2 9 3situación de inundar los Estados Unidos y el mundo con cantidades ing<strong>en</strong>tesde alim<strong>en</strong>tos. Lo que pocos hubies<strong>en</strong> podido esperar <strong>en</strong> los años cuar<strong>en</strong>ta eraque para principios de los och<strong>en</strong>ta ningún país situado al oeste <strong>del</strong> telón deacero tuviese una población rural superior al 10 por 100, salvo Irlanda (queestaba muy poco por <strong>en</strong>cima de esta cifra) y los estados de la p<strong>en</strong>ínsula ibérica.Pero el mismo hecho de que, <strong>en</strong> España y <strong>en</strong> Portugal, la población dedicadaa la agricultura, que constituía algo m<strong>en</strong>os de la mitad de la poblacióntotal <strong>en</strong> 1950, se hubiera visto reducida al 14,5 por 100 y al 17,6 por 100 respectivam<strong>en</strong>teal cabo de treinta años habla por sí mismo. El campesinadoespañol se redujo a la mitad <strong>en</strong> los veinte años posteriores a 1950, y el portugués,<strong>en</strong> los veinte posteriores a 1960 (ILO, 1990, cuadro 2A; FAO, 1989).Las cifras son espectaculares. En Japón, por ejemplo, la proporción decampesinos se redujo <strong>del</strong> 52,4 por 100 de la población <strong>en</strong> 1947 al 9 por 100<strong>en</strong> 1985, es decir, <strong>en</strong> el tiempo que va <strong>del</strong> retorno de un soldado jov<strong>en</strong> de lasbatallas de la segunda guerra mundial al mom<strong>en</strong>to de su jubilación <strong>en</strong> sucarrera civil subsigui<strong>en</strong>te. En Finlandia —por citar un caso real' conocido porel autor— una muchacha hija de campesinos y que, <strong>en</strong> su primer matrimonio,había sido la mujer trabajadora de un campesino, pudo convertirse, antes <strong>del</strong>legar a ser de mediana edad, <strong>en</strong> una figura intelectual y política cosmopolita.En 1940, cuando murió su padre <strong>en</strong> la guerra de invierno contra los rusos,dejando a madre e hija al cuidado de la heredad familiar, el 57 por 100 de losfinlandeses eran campesinos y leñadores; cuando cumplió cuar<strong>en</strong>ta y cincoaños, m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 10 por 100 lo eran. ¿Qué podría ser más natural que elhecho de que, <strong>en</strong> tales circunstancias, los finlandeses empezas<strong>en</strong> <strong>en</strong> el campoy acabaran de modo muy difer<strong>en</strong>te?Pero si el pronóstico de Marx de que la industrialización eliminaría alcampesinado se estaba cumpli<strong>en</strong>do por fin <strong>en</strong> países de industrialización precipitada,el acontecimi<strong>en</strong>to realm<strong>en</strong>te extraordinario fue el declive de lapoblación rural <strong>en</strong> países cuya evid<strong>en</strong>te falta de desarrollo industrial int<strong>en</strong>tarondisimular las Naciones Unidas con el empleo de una serie de eufemismos<strong>en</strong> lugar de las palabras «atrasados» y «pobres» y . En el preciso mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong>que los izquierdistas jóv<strong>en</strong>es e ilusionados citaban la estrategia de Mao Tsetungpara hacer triunfar la revolución movilizando a los incontables millonesde campesinos contra las asediadas fortalezas urbanas <strong>del</strong> sistema, esosmillones estaban abandonando sus pueblos para irse a las mismísimas ciudades.En América Latina, el porc<strong>en</strong>taje de campesinos se redujo a la mitad <strong>en</strong>veinte años <strong>en</strong> Colombia (1951-1973), <strong>en</strong> México (1960-1980) y —casi— <strong>en</strong>Brasil (1960-1980), y cayó <strong>en</strong> dos tercios, o cerca de esto, <strong>en</strong> la RepúblicaDominicana (1960-1981), V<strong>en</strong>ezuela (1961-1981) y Jamaica (1953-1981).En todos estos países —m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> V<strong>en</strong>ezuela—, al término de la segundaguerra mundial los campesinos constituían la mitad o la mayoría absoluta <strong>del</strong>a población activa. Pero ya <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> América Latina —fuera <strong>del</strong>os miniestados de C<strong>en</strong>troamérica y de Haití— no había ningún país <strong>en</strong> qu<strong>en</strong>o estuvieran <strong>en</strong> minoría. La situación era parecida <strong>en</strong> los países islámicosoccid<strong>en</strong>tales. Argelia redujo su población rural <strong>del</strong> 75 por 100 al 20 por 100


294 LA EDAD DE ORO<strong>del</strong> total; Túnez, <strong>del</strong> 68 al 23 por 100 <strong>en</strong> poco más de treinta años. La pérdidade la mayoría <strong>en</strong> Marruecos, m<strong>en</strong>os drástica, se produjo <strong>en</strong> diez años(1971-1982). Siria e Irak aún t<strong>en</strong>ían a media población trabajando la tierra amediados de los cincu<strong>en</strong>ta, pero al cabo de unos veinte años. Siria habíareducido este porc<strong>en</strong>taje a la mitad, e Irak, a m<strong>en</strong>os de un tercio. En Iránlos campesinos pasaron de aproximadam<strong>en</strong>te el 55 por 100 a mediados de losaños cincu<strong>en</strong>ta al 29 por 100 a mediados de los och<strong>en</strong>ta.Mi<strong>en</strong>tras tanto, los campesinos europeos habían dejado de labrar la tierra.En los años och<strong>en</strong>ta incluso los antiguos reductos <strong>del</strong> campesinado agrícola<strong>en</strong> el este y el sureste <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te no t<strong>en</strong>ían a más de un tercio de la poblaciónactiva trabajando <strong>en</strong> el campo (Rumania, Polonia, Yugoslavia, Grecia),y algunos, una cantidad notablem<strong>en</strong>te inferior, sobre todo Bulgaria (16,5 por100 <strong>en</strong> 1985). Sólo quedó un bastión agrícola <strong>en</strong> Europa y sus cercanías y <strong>en</strong>Ori<strong>en</strong>te Medio: Turquía, donde la población rural disminuyó, pero a mediadosde los och<strong>en</strong>ta seguía t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do la mayoría absoluta.Sólo tres regiones <strong>del</strong> planeta seguían estando dominadas por sus pueblosy sus campos: el África subsahariana, el sur y el sureste <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te asiático,y China. Sólo <strong>en</strong> estas regiones era aún posible <strong>en</strong>contrar países por losque el declive de la población rural parecía haber pasado de largo, don<strong>del</strong>os <strong>en</strong>cargados de cultivar la tierra y cuidar los animales continuaron si<strong>en</strong>douna mayoría estable de la población a lo largo de las décadas torm<strong>en</strong>tosas:más <strong>del</strong> 90 por 100 <strong>en</strong> Nepal, alrededor <strong>del</strong> 70 por 100 <strong>en</strong> Liberia o <strong>del</strong>60 por 100 <strong>en</strong> Ghana, o incluso —hecho bastante sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te— cerca<strong>del</strong> 70 por 100 <strong>en</strong> la India <strong>en</strong> los veinticinco años que siguieron a la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia,y ap<strong>en</strong>as algo m<strong>en</strong>os (el 66,4 por 100) todavía <strong>en</strong> 1981. Es ciertoque estas regiones de población rural-dominante seguían repres<strong>en</strong>tando a lamitad <strong>del</strong> género humano a finales de la época. Sin embargo, incluso ellasacusaban los embates <strong>del</strong> desarrollo económico. El bloque macizo <strong>del</strong> campesinadoindio estaba rodeado de países cuyas poblaciones rurales estaban <strong>en</strong>franco y rápido declive: Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka, donde hace tiempoque los campesinos dejaron de ser mayoritarios, al igual que, llegadoslos och<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> Malaysia, Filipinas e Indonesia y, por supuesto, <strong>en</strong> los nuevosestados industriales de Extremo Ori<strong>en</strong>te, Taiwan y Corea <strong>del</strong> Sur, cuyapoblación todavía se dedicaba a la agricultura <strong>en</strong> un 60 por 100 <strong>en</strong> 1961.Además, <strong>en</strong> África el dominio de la población rural <strong>en</strong> determinados paísesmeridionales era una ilusión propia de los bantustanes. La agricultura, de laque eran responsables mayoritarias las mujeres, era la cara visible de unaeconomía que <strong>en</strong> realidad dep<strong>en</strong>día <strong>en</strong> gran medida de las remesas de lamano de obra emigrada a las minas y ciudades de los blancos <strong>del</strong> sur.Lo extraño de este sil<strong>en</strong>cioso éxodo <strong>en</strong> masa <strong>del</strong> terruño <strong>en</strong> la mayoría <strong>del</strong>os contin<strong>en</strong>tes, y aún más <strong>en</strong> las islas, 1 es que sólo <strong>en</strong> parte se debió al progresode la agricultura, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las antiguas zonas rurales. Tal como1. Aproximadam<strong>en</strong>te tres quintas partes de las tierras <strong>del</strong> planeta, excluy<strong>en</strong>do el contin<strong>en</strong>teantartico, que está desierto.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 2 9 5hemos visto (véase el capítulo IX), los países desarrollados industrializados,con una o dos excepciones, también se convirtieron <strong>en</strong> los principales productoresde productos agrícolas destinados al mercado mundial, y eso altiempo que reducían constantem<strong>en</strong>te su población agrícola, hasta llegar aveces a porc<strong>en</strong>tajes ridículos. Todo eso se logró evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te gracias a unsalto extraordinario <strong>en</strong> la productividad con un uso int<strong>en</strong>sivo de capital poragricultor. Su aspecto más visible era la <strong>en</strong>orme cantidad de maquinaria quelos campesinos de los países ricos y desarrollados t<strong>en</strong>ían a su disposición, yque convirtió <strong>en</strong> realidad los sueños de abundancia gracias a la mecanizaciónde la agricultura; sueños que inspiraron todos esos tractoristas simbólicoscon el torso desnudo de las fotos propagandísticas de la jov<strong>en</strong> URSS, y <strong>en</strong>cuya realización fracasó tan palpablem<strong>en</strong>te la agricultura soviética. M<strong>en</strong>osvisibles, aunque igualm<strong>en</strong>te significativos, fueron los logros cada vez másimpresionantes de la agronomía, la cría selectiva de ganado y la biotecnología.En estas condiciones, la agricultura ya no necesitaba la cantidad demanos sin las cuales, <strong>en</strong> la era pretecnológica, no se podía recoger la cosecha,ni tampoco la gran cantidad de familias con sus auxiliares perman<strong>en</strong>tes.Y <strong>en</strong> donde hicies<strong>en</strong> falta, el transporte moderno hacía innecesario que tuvieranque permanecer <strong>en</strong> el campo. Así, <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, los ovejeros dePerthshire (Escocia) comprobaron que les salía a cu<strong>en</strong>ta importar esquiladoresespecializados de Nueva Zelanda cuando llegaba la temporada (corta) deesquilar, que, naturalm<strong>en</strong>te, no coincidía con la <strong>del</strong> hemisferio sur.En las regiones pobres <strong>del</strong> mundo la revolución agrícola no estuvo aus<strong>en</strong>te,aunque fue más incompleta. De hecho, de no ser por el regadío y por laaportación ci<strong>en</strong>tífica canalizada mediante la d<strong>en</strong>ominada «revolución verde», 2por controvertidas que puedan ser a largo plazo las consecu<strong>en</strong>cias de ambos,gran parte <strong>del</strong> sur y <strong>del</strong> sureste de Asia habrían sido incapaces de alim<strong>en</strong>tar auna población <strong>en</strong> rápido crecimi<strong>en</strong>to. Sin embargo, <strong>en</strong> conjunto, los países <strong>del</strong>tercer mundo y parte <strong>del</strong> segundo mundo (anteriorm<strong>en</strong>te o todavía socialista)dejaron de alim<strong>en</strong>tarse a sí mismos, y no producían los exced<strong>en</strong>tes alim<strong>en</strong>tariosexportables que serían de esperar <strong>en</strong> el caso de países agrícolas. Comomáximo se les animaba a especializarse <strong>en</strong> cultivos de exportación para losmercados <strong>del</strong> mundo desarrollado, mi<strong>en</strong>tras sus campesinos, cuando no comprabanlos exced<strong>en</strong>tes alim<strong>en</strong>tarios subv<strong>en</strong>cionados de los países <strong>del</strong> norte,continuaban cavando y arando al viejo estilo, con uso int<strong>en</strong>sivo <strong>del</strong> trabajo.No había ninguna razón de peso para que dejas<strong>en</strong> una agricultura que requeríasu trabajo, salvo tal vez la explosión demográfica, que am<strong>en</strong>azaba conhacer que escaseara la tierra. Pero las regiones de las que marcharon los campesinosestaban a m<strong>en</strong>udo escasam<strong>en</strong>te pobladas, como <strong>en</strong> el caso de AméricaLatina, y solían t<strong>en</strong>er «fronteras» abiertas hacia las que una reducida porciónde campesinos emigró como ocupantes y formando as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos libres, que2. La introducción sistemática <strong>en</strong> zonas de! tercer mundo de nuevas variedades de altor<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to, cultivadas con métodos especialm<strong>en</strong>te apropiados, principalm<strong>en</strong>te a partir de losaños ses<strong>en</strong>ta.


296 LA EDAD DE OROa m<strong>en</strong>udo constituían la base, como <strong>en</strong> los casos de Colombia y Perú, demovimi<strong>en</strong>tos guerrilleros locales. En cambio, las regiones de Asia <strong>en</strong> dondemejor se ha mant<strong>en</strong>ido el campesinado acaso sean las más d<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te pobladas<strong>del</strong> mundo, con d<strong>en</strong>sidades de <strong>en</strong>tre 100 y 800 habitantes por kilómetrocuadrado (el promedio de América Latina es de 16).Cuando el campo se vacía se ll<strong>en</strong>an las ciudades. El mundo de la segundamitad <strong>del</strong> siglo xx se urbanizó como nunca. Ya a mediados de los añosoch<strong>en</strong>ta el 42 por 100 de su población era urbana y, de no haber sido por elpeso de las <strong>en</strong>ormes poblaciones rurales de China y la India, que pose<strong>en</strong> trescuartas partes de los campesinos de Asia, habría sido mayoritaria (Population,1984, p. 214). Hasta <strong>en</strong> el corazón de las zonas rurales la g<strong>en</strong>te se iba<strong>del</strong> campo a la ciudad, y sobre todo a la gran ciudad. Entre 1960 y 1980 lapoblación urbana de K<strong>en</strong>ia se duplicó, aunque <strong>en</strong> 1980 sólo alcanzase el 14,2por 100; pero casi seis de cada diez personas que vivían <strong>en</strong> una ciudad habitaban<strong>en</strong> Nairobi, mi<strong>en</strong>tras que veinte años antes esto sólo ocurría con cuatrode cada diez. En Asia, las ciudades de poblaciones millonarias, por lo g<strong>en</strong>eralcapitales, aparecieron por doquier. Seúl, Teherán, Karachi, Yakarta, Manila,Nueva Delhi, Bangkok, t<strong>en</strong>ían todas <strong>en</strong>tre 5 y 8,5 millones de habitantes<strong>en</strong> 1980, y se esperaba que tuvies<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre 10 y 13,5 millones <strong>en</strong> el año 2000.En 1950 ninguna de ellas (salvo Yakarta) t<strong>en</strong>ía más de 1,5 millones de habitantes,aproximadam<strong>en</strong>te (World Resources, 1986). En realidad, las aglomeracionesurbanas más gigantescas de finales de los och<strong>en</strong>ta se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong>el tercer mundo: El Cairo, Ciudad de México, Sao Paulo y Shanghai, cuyapoblación alcanzaba las ocho cifras. Y es que, paradójicam<strong>en</strong>te, mi<strong>en</strong>tras elmundo desarrollado seguía estando mucho más urbanizado que el mundopobre (salvo partes de América Latina y <strong>del</strong> mundo islámico), sus propiasgrandes ciudades se disolvían, tras haber alcanzado su apogeo a principios<strong>del</strong> siglo xx, antes de que la huida a suburbios y a ciudades satélite adquirieseímpetu, y los antiguos c<strong>en</strong>tros urbanos se convirtieran <strong>en</strong> cascaronesvacíos de noche, al volver a sus casas los trabajadores, los comerciantes y laspersonas <strong>en</strong> busca de diversión. Mi<strong>en</strong>tras la población de Ciudad de Méxicocasi se quintuplicó <strong>en</strong> los treinta años posteriores a 1950, Nueva York, Londresy París fueron declinando o pasando a las últimas posiciones <strong>en</strong>tre lasciudades de primera división.Pero, curiosam<strong>en</strong>te, el viejo mundo y el nuevo convergieron. La típica«gran ciudad» <strong>del</strong> mundo desarrollado se convirtió <strong>en</strong> una región de c<strong>en</strong>trosurbanos interrelacionados, situados g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te alrededor de una zonaadministrativa o de negocios reconocible desde el aire como una especie decordillera de bloques de pisos y rascacielos, m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> donde (como <strong>en</strong> París)tales edificios no estaban permitidos. 3 Su interconexión, o tal vez la disrup-3. Estos c<strong>en</strong>tros urbanos de edificios altos, consecu<strong>en</strong>cia natura] de los elevados preciosde los solares <strong>en</strong> tales zonas, eran extremadam<strong>en</strong>te raros antes de 1950 —Nueva York era uncaso prácticam<strong>en</strong>te único—, pero se convirtieron <strong>en</strong> algo corri<strong>en</strong>te a partir de los años ses<strong>en</strong>ta,<strong>en</strong> los que incluso ciudades desc<strong>en</strong>tralizadas con edificios de pocas plantas como Los Ángelesadquirieron «c<strong>en</strong>tros» de esta clase.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 2 97ción <strong>del</strong> tráfico de vehículos privados provocada por la ing<strong>en</strong>te cantidad deautomóviles <strong>en</strong> manos de particulares, se puso de manifiesto, a partir <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta, gracias a una nueva revolución <strong>en</strong> el transporte público.Jamás, desde la construcción de las primeras redes de tranvías y de metro,habían surgido tantas redes periféricas de circulación subterránea rápida <strong>en</strong>tantos lugares, de Vi<strong>en</strong>a a San Francisco, de Seúl a México. Al mismo tiempo,la desc<strong>en</strong>tralización se ext<strong>en</strong>dió, al irse desarrollando <strong>en</strong> los distintosbarrios o complejos resid<strong>en</strong>ciales suburbanos sus propios servicios comercialesy de <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to, sobre todo gracias a los «c<strong>en</strong>tros comerciales» periféricosde inspiración norteamericana.En cambio, la ciudad <strong>del</strong> tercer mundo, aunque conectada también porredes de transporte público (por lo g<strong>en</strong>eral viejas e inadecuadas) y por un sinfínde autobuses y «taxis colectivos» desv<strong>en</strong>cijados, no podía evitar estar dispersay mal estructurada, aunque sólo fuese porque no hay modo de impedirlo<strong>en</strong> el caso de aglomeraciones de veinte o treinta millones de personas,sobre todo si gran parte de los núcleos que las compon<strong>en</strong> surgieron comobarrios de chabolas, establecidos probablem<strong>en</strong>te por grupos de ocupantes ilegales<strong>en</strong> espacios abiertos sin utilizar. Es posible que los habitantes de estasciudades se pas<strong>en</strong> varias horas al día y<strong>en</strong>do de casa al trabajo y viceversa (yaque un puesto de trabajo fijo es valiosísimo), y es posible que estén dispuestosa efectuar peregrinaciones de la misma duración para ir a c<strong>en</strong>tros de ritualespúblicos como el estadio de Maracaná <strong>en</strong> Río de Janeiro (dosci<strong>en</strong>tos milasi<strong>en</strong>tos), donde los cariocas adoran a los dioses <strong>del</strong> futebol; pero, <strong>en</strong> realidad,las conurbaciones tanto <strong>del</strong> viejo mundo como <strong>del</strong> nuevo eran cada vezmás amasijos de comunidades teóricam<strong>en</strong>te —o, <strong>en</strong> el caso de Occid<strong>en</strong>te, am<strong>en</strong>udo también formalm<strong>en</strong>te— autónomas, aunque <strong>en</strong> los países ricos deOccid<strong>en</strong>te, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las afueras, gozaban de muchísimas más zonasverdes que <strong>en</strong> los países pobres o superpoblados de Ori<strong>en</strong>te y <strong>del</strong> Sur. Mi<strong>en</strong>trasque <strong>en</strong> las chabolas y ranchitos los seres humanos vivían <strong>en</strong> simbiosiscon las resist<strong>en</strong>tes ratas y cucarachas, la extraña tierra de nadie que se ext<strong>en</strong>día<strong>en</strong>tre la ciudad y el campo que rodeaba lo que quedaba de los «c<strong>en</strong>trosurbanos» <strong>del</strong> mundo desarrollado fue colonizada por la fauna salvaje: comadrejas,zorros y mapaches.IICasi tan drástico como la decad<strong>en</strong>cia y caída <strong>del</strong> campesinado, y muchomás universal, fue el auge de las profesiones para las que se necesitabanestudios secundarios y superiores. La <strong>en</strong>señanza g<strong>en</strong>eral básica, es decir, laalfabetización elem<strong>en</strong>tal, era, desde luego, algo a lo que aspiraba la prácticatotalidad de los gobiernos, hasta el punto de que a finales de los años och<strong>en</strong>tasólo los estados más honestos o desamparados confesaban t<strong>en</strong>er más demedia población analfabeta, y sólo diez —todos ellos, m<strong>en</strong>os Afganistán, <strong>en</strong>África— estaban dispuestos a reconocer que m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 20 por 100 de su


298 LA EDAD DE OROpoblación sabía leer y escribir. La alfabetización efectuó grandes progresos,de forma nada desdeñable <strong>en</strong> los países revolucionarios bajo regím<strong>en</strong>escomunistas, cuyos logros <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido fueron impresionantes, aun cuandosus afirmaciones de que habían «eliminado» el analfabetismo <strong>en</strong> un plazo deuna brevedad inverosímil pecas<strong>en</strong> a veces de optimistasT Pero, tanto si laalfabetización de las masas era g<strong>en</strong>eral como no, la demanda de plazas de<strong>en</strong>señanza secundaria y, sobre todo, superior se multiplicó a un ritmo extraordinario,al igual que la cantidad de g<strong>en</strong>te que había cursado o estaba cursandoesos estudios.Este estallido numérico se dejó s<strong>en</strong>tir sobre todo <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza universitaria,hasta <strong>en</strong>tonces tan poco corri<strong>en</strong>te que era insignificante desde el puntode vista demográfico, excepto <strong>en</strong> los Estados Unidos. Antes de la segundaguerra mundial, Alemania, Francia y Gran Bretaña, tres de los países mayores,más desarrollados y cultos <strong>del</strong> mundo, con un total de 150 millones dehabitantes, no t<strong>en</strong>ían más de unos 150.000 estudiantes universitarios <strong>en</strong>tre lostres, es decir, una décima parte <strong>del</strong> 1 por 100 de su población conjunta. Peroya a finales de los años och<strong>en</strong>ta los estudiantes se contaban por millones <strong>en</strong>Francia, la República Federal de Alemania, Italia, España y la URSS (limitándonosa países europeos), por no hablar de Brasil, la India, México, Filipinasy, por supuesto, los Estados Unidos, que habían sido los pioneros <strong>en</strong>la educación universitaria de masas. Para aquel <strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> los países ambiciososdesde el punto de vista de la <strong>en</strong>señanza, los estudiantes constituíanmás <strong>del</strong> 2,5 por 100 de la población total —hombres, mujeres y niños—, oincluso, <strong>en</strong> casos excepcionales, más <strong>del</strong> 3 por 100. No era insólito que el20 por 100 de la población de edad compr<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>tre los 20 y los 24 añosestuviera recibi<strong>en</strong>do alguna forma de <strong>en</strong>señanza formal. Hasta <strong>en</strong> los paísesmás conservadores desde el punto de vista académico —Gran Bretaña ySuiza— la cifra había subido al 1,5 por 100. Además, algunas de las mayorespoblaciones estudiantiles se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> países que distaban muchode estar avanzados: Ecuador (3,2 por 100), Filipinas (2,7 por 100) o Perú(2 por 100).Todo esto no sólo fue algo nuevo, sino también rep<strong>en</strong>tino. «El hecho másllamativo <strong>del</strong> análisis de los estudiantes universitarios latinoamericanos demediados de los años ses<strong>en</strong>ta es que fues<strong>en</strong> tan pocos» (Liebman, ^alker yGlazer, 1972, p. 35), escribieron <strong>en</strong> esa década unos investigadores norteamericanos,conv<strong>en</strong>cidos de que ello reflejaba el mo<strong>del</strong>o de educación superioreuropeo elitista al sur <strong>del</strong> río Grande. Y eso a pesar de que el número deestudiantes hubiese ido creci<strong>en</strong>do a razón de un 8 por 100 anual. En realidad,hasta los años ses<strong>en</strong>ta no resultó innegable que los estudiantes se habíanconvertido, tanto a nivel político como social, <strong>en</strong> una fuerza mucho másimportante que nunca, pues <strong>en</strong> 1968 las revueltas <strong>del</strong> radicalismo estudiantilhablaron más fuerte que las estadísticas, aunque a éstas ya no fuera posibleignorarlas. Entre 1960 y 1980, ciñéndonos a la cultivada Europa, lo típico fueque el número de estudiantes se triplicase o se cuadruplicase, m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> loscasos <strong>en</strong> que se multiplicó por cuatro y cinco, como <strong>en</strong> la Alemania Federal,


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 2 9 9Irlanda y Grecia; <strong>en</strong>tre cinco y siete, como <strong>en</strong> Finlandia, Islandia, Suecia e Italia;y de siete a nueve veces, como <strong>en</strong> España y Noruega (Burloiu, 1983,pp. 62-63). A primera vista resulta curioso que, <strong>en</strong> conjunto, la fiebre universitariafuera m<strong>en</strong>os acusada <strong>en</strong> los países socialistas, pese a que éstos se <strong>en</strong>orgullecies<strong>en</strong>de su política de educación de las masas, si bi<strong>en</strong> el caso de laChina de Mao es una aberración: el «gran timonel» suprimió la práctica totalidadde la <strong>en</strong>señanza superior durante la revolución cultural (1966-1976).A medida que las dificultades <strong>del</strong> sistema socialista se fueron acrec<strong>en</strong>tando <strong>en</strong>los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, estos países fueron quedando atrás con respecto aOccid<strong>en</strong>te. Hungría y Checoslovaquia t<strong>en</strong>ían un porc<strong>en</strong>taje de población <strong>en</strong> la<strong>en</strong>señanza superior más reducido que el de la práctica totalidad de los demásestados europeos.¿Resulta tan extraño, si se mira con at<strong>en</strong>ción? Puede que no. El extraordinariocrecimi<strong>en</strong>to de la <strong>en</strong>señanza superior, que, a principios de los och<strong>en</strong>ta,produjo por lo m<strong>en</strong>os siete países con más de 100.000 profesoresuniversitarios, se debió a la demanda de los consumidores, a la que los sistemassocialistas no estaban preparados para responder. Era evid<strong>en</strong>te para losplanificadores y los gobiernos que la economía moderna exigía muchos másadministradores, maestros y peritos técnicos que antes, y que a éstos habíaque formarlos <strong>en</strong> alguna parte; y las universidades o instituciones de <strong>en</strong>señanzasuperior similares habían funcionado tradicionalm<strong>en</strong>te como escuelasde formación de cargos públicos y de profesionales especializados. Peromi<strong>en</strong>tras que esto, así como una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a la democratización, justificabauna expansión sustancial de la <strong>en</strong>señanza superior, la magnitud de la explosiónestudiantil superó con mucho las previsiones racionales de los planificadores.De hecho, allí donde las familias podían escoger, corrían a meter a sushijos <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza superior, porque era la mejor forma, con mucho, deconseguirles unos ingresos más elevados, pero, sobre todo, un nivel socialmás alto. De los estudiantes latinoamericanos <strong>en</strong>trevistados por investigadoresestadounid<strong>en</strong>ses a mediados de los años ses<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> varios países, <strong>en</strong>tre un79 y un 95 por 100 estaban conv<strong>en</strong>cidos de que el estudio los situaría <strong>en</strong> unaclase social más alta antes de diez años. Sólo <strong>en</strong>tre un 21 y un 38 por 100creía que así conseguiría un nivel económico muy superior al de su familia(Liebman, Walker y Glazer, 1972). En realidad, era casi seguro que les proporcionaríaunos ingresos superiores a los de los no universitarios y, <strong>en</strong> paísescon una <strong>en</strong>señanza minoritaria, donde una lic<strong>en</strong>ciatura garantizaba unpuesto <strong>en</strong> la maquinaria <strong>del</strong> estado y, por lo tanto, poder, influ<strong>en</strong>cia y extorsióneconómica, podía ser la clave para la auténtica riqueza. Por supuesto, lamayoría de los estudiantes procedía de familias más acomodadas que el términomedio —de otro modo, ¿cómo habrían podido permitirse pagar a jóv<strong>en</strong>esadultos <strong>en</strong> edad de trabajar unos años de estudio?—, pero no necesariam<strong>en</strong>tericas. A m<strong>en</strong>udo sus padres hacían auténticos sacrificios. El milagroeducativo coreano, según se dice, se apoyó <strong>en</strong> los cadáveres de las vacas v<strong>en</strong>didaspor modestos campesinos para conseguir que sus hijos <strong>en</strong>grosaran las


300 LA EDAD DE OROhonorables y privilegiadas filas de los estudiosos. (En ocho años —1975-1983— los estudiantes coreanos pasaron a ser <strong>del</strong> 0,8 a casi el 3 por 100 <strong>del</strong>a población.) Nadie que haya t<strong>en</strong>ido la experi<strong>en</strong>cia de ser el primero de sufamilia <strong>en</strong> ir a la universidad a tiempo completo t<strong>en</strong>drá la m<strong>en</strong>or dificultad <strong>en</strong>compr<strong>en</strong>der sus motivos. La gran expansión económica mundial hizo posibleque un sinnúmero de familias humildes —oficinistas y funcionarios públicos,t<strong>en</strong>deros y pequeños empresarios, agricultores y, <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, hasta obrerosespecializados prósperos— pudiera permitirse que sus hijos estudias<strong>en</strong> atiempo completo. El estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar occid<strong>en</strong>tal, empezando por los subsidiosde los Estados Unidos a los ex combati<strong>en</strong>tes que quisieran estudiardespués de 1945, proporcionaba abundantes ayudas para el estudio, aunquela mayoría de los estudiantes todavía esperaba <strong>en</strong>contrarse con una vida másbi<strong>en</strong> austera. En países democráticos e igualitarios, se solía aceptar algosemejante al derecho de los estudiantes de <strong>en</strong>señanza secundaria a pasar a unnivel superior, hasta el punto de que <strong>en</strong> Francia la selectividad <strong>en</strong> las universidadespúblicas se consideraba inconstitucional <strong>en</strong> 1991. (Ningún derechosemejante existía <strong>en</strong> los países socialistas.) A medida que la cantidad dejóv<strong>en</strong>es <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza superior iba aum<strong>en</strong>tando, los gobiernos —porque,fuera de los Estados Unidos, Japón y unos cuantos países más, la inm<strong>en</strong>samayoría de las universidades eran instituciones públicas— multiplicaron losestablecimi<strong>en</strong>tos que pudies<strong>en</strong> absorberlos, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta,<strong>en</strong> que la cifra mundial de universidades se duplicó con creces. 4 Y, porsupuesto, las ex colonias recién indep<strong>en</strong>dizadas que proliferaron <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta insistieron <strong>en</strong> t<strong>en</strong>er sus propias instituciones de <strong>en</strong>señanza superiorcomo símbolo de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, <strong>del</strong> mismo modo que insistían <strong>en</strong> t<strong>en</strong>er unabandera, una línea aérea o un ejército.Esta multitud de jóv<strong>en</strong>es con sus profesores, que se contaban por milloneso al m<strong>en</strong>os por ci<strong>en</strong>tos de miles <strong>en</strong> todos los países, salvo <strong>en</strong> los máspequeños o muy atrasados, cada vez más conc<strong>en</strong>trados <strong>en</strong> grandes y aislados«campus» o «ciudades universitarias», eran un factor nuevo tanto <strong>en</strong> la culturacomo <strong>en</strong> la política. Eran transnacionales, al desplazarse y comunicarseideas y experi<strong>en</strong>cias más allá de las fronteras nacionales con facilidad y rapidez,y seguram<strong>en</strong>te se s<strong>en</strong>tían más cómodos que los gobiernos con la tecnologíade las telecomunicaciones. Tal como revelaron los años ses<strong>en</strong>ta, no sóloeran políticam<strong>en</strong>te radicales y explosivos, sino de una eficacia única a la horade dar una expresión nacional e incluso internacional al descont<strong>en</strong>to políticoy social. En países dictatoriales, solían ser el único colectivo ciudadanocapaz de empr<strong>en</strong>der acciones políticas colectivas, y es un hecho significativoque, mi<strong>en</strong>tras las demás poblaciones estudiantilesjáe América Latina crecían,<strong>en</strong> el Chile de la dictadura militar de Pinochet, después de 1973, se hiciesedisminuir su número: <strong>del</strong> 1,5 al 1,1 por 100 de la población. Si hubo algúnmom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> los años dorados posteriores a 1945 que correspondiese al estallidomundial simultáneo con que habían soñado los revolucionarios des-4. Una vez más, el mundo socialista no tuvo que hacer fr<strong>en</strong>te a tantas presiones.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 301de 1917, fue <strong>en</strong> 1968, cuando los estudiantes se rebelaron desde los EstadosUnidos y México <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, a Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia <strong>en</strong>el bloque socialista, estimulados <strong>en</strong> gran medida por la extraordinaria erupciónde mayo de 1968 <strong>en</strong> París, epic<strong>en</strong>tro de un levantami<strong>en</strong>to estudiantil deámbito contin<strong>en</strong>tal. Distó mucho de ser una revolución, pero fue mucho másque el «psicodrama» o el «teatro callejero» desdeñado por observadores pocoafectos como Raymond Aron. Al fin y al cabo, 1968 marcó el fin de la época<strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral De Gaulle <strong>en</strong> Francia, de la época de los presid<strong>en</strong>tes demócratas<strong>en</strong> los Estados Unidos, de las esperanzas de los comunistas liberales<strong>en</strong> el comunismo c<strong>en</strong>troeuropeo y (mediante los sil<strong>en</strong>ciosos efectos posterioresde la matanza estudiantil de Tlatelolco) el principio de una nueva épocade la política mexicana.El motivo por el que 1968 (y su prolongación <strong>en</strong> 1969 y 1970) no fue larevolución, y nunca pareció que pudiera serlo, fue que los estudiantes, pornumerosos y movilizables que fueran, no podían hacerla solos. Su eficaciapolítica descansaba sobre su capacidad de actuación como señales y detonadoresde grupos mucho mayores pero más difíciles de inflamar. Desde losaños ses<strong>en</strong>ta los estudiantes han conseguido a veces actuar así: precipitaronuna <strong>en</strong>orme ola de huelgas de obreros <strong>en</strong> Francia y <strong>en</strong> Italia <strong>en</strong> 1968, pero,después de veinte años de mejoras sin paralelo para los asalariados <strong>en</strong> economíasde pl<strong>en</strong>o empleo, la revolución era lo último <strong>en</strong> que p<strong>en</strong>saban lasmasas proletarias. No fue hasta los años och<strong>en</strong>ta, y eso <strong>en</strong> países no democráticostan difer<strong>en</strong>tes como China, Corea <strong>del</strong> Sur y Checoslovaquia, cuandolas rebeliones estudiantiles parecieron actualizar su pot<strong>en</strong>cial para detonarrevoluciones, o por lo m<strong>en</strong>os para forzar a los gobiernos a tratarlos como unserio peligro público, masacrándolos a gran escala, como <strong>en</strong> la plaza de Tiananm<strong>en</strong>,<strong>en</strong> Pekín. Tras el fracaso de los grandes sueños de 1968, algunos estudiantesradicales int<strong>en</strong>taron realm<strong>en</strong>te hacer la revolución por su cu<strong>en</strong>taformando bandas armadas terroristas, pero, aunque estos movimi<strong>en</strong>tos recibieronmucha publicidad (con lo que alcanzaron por lo m<strong>en</strong>os uno de susprincipales objetivos), rara vez tuvieron una incid<strong>en</strong>cia política seria. Dondeam<strong>en</strong>azaron con t<strong>en</strong>erla, fueron suprimidos rápidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> cuanto las autoridadesse decidieron a actuar: <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, mediante la brutalidad extremay la tortura <strong>en</strong> las «guerras sucias» de América <strong>del</strong> Sur, o mediantesobornos y negociaciones por debajo de la mesa <strong>en</strong> Italia. Los únicos supervivi<strong>en</strong>tessignificativos de estas iniciativas <strong>en</strong> la década final <strong>del</strong> siglo eranlos terroristas vascos de ETA y la guerrilla campesina, teóricam<strong>en</strong>te comunista,de S<strong>en</strong>dero Luminoso <strong>en</strong> Perú, un regalo indeseado <strong>del</strong> personal y losestudiantes de la Universidad de Ayacucho a sus compatriotas.No obstante, todo esto nos deja con una pregunta un tanto desconcertante:¿por qué fue este movimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> nuevo grupo social de los estudiantes el únicode <strong>en</strong>tre los nuevos o viejos ag<strong>en</strong>tes sociales que optó por la izquierda radical?;porque (dejando a un lado las revueltas contra regím<strong>en</strong>es comunistas)incluso los movimi<strong>en</strong>tos estudiantiles nacionalistas acostumbraron a poner elemblema rojo de Marx, L<strong>en</strong>in o Mao <strong>en</strong> sus banderas, hasta los años och<strong>en</strong>ta.


302 LA EDAD DE OROEsto nos lleva inevitablem<strong>en</strong>te más allá de la estratificación social, ya queel nuevo colectivo estudiantil era también, por definición, un grupo de edadjov<strong>en</strong>, es decir, <strong>en</strong> una fase temporal estable d<strong>en</strong>tro de su paso por la vida, eincluía también una compon<strong>en</strong>te fem<strong>en</strong>ina muy grande y <strong>en</strong> rápido crecimi<strong>en</strong>to,susp<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>tre la mutabilidad de su edad y la inmutabilidad de susexo. Más a<strong>del</strong>ante abordaremos el surgimi<strong>en</strong>to de una cultura juv<strong>en</strong>il específica,que vinculaba a los estudiantes con el resto de su g<strong>en</strong>eración, y de la nuevaconci<strong>en</strong>cia fem<strong>en</strong>ina, que también iba más allá de las universidades. Losgrupos de jóv<strong>en</strong>es, aún no as<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> la edad adulta, son el foco tradicional<strong>del</strong> <strong>en</strong>tusiasmo, el alboroto y el desord<strong>en</strong>, como sabían hasta los rectores <strong>del</strong>as universidades medievales, y las pasiones revolucionarias son más habitualesa los dieciocho años que a los treinta y cinco, como les han dicho g<strong>en</strong>eracionesde padres europeos burgueses a g<strong>en</strong>eraciones de hijos y (luego) dehijas incrédulos. En realidad, esta cre<strong>en</strong>cia estaba tan arraigada <strong>en</strong> la culturaoccid<strong>en</strong>tal, que la clase dirig<strong>en</strong>te de varios países —<strong>en</strong> especial la mayoría <strong>del</strong>os latinos de ambas orillas <strong>del</strong> Atlántico— daba por s<strong>en</strong>tada la militanciaestudiantil, incluso hasta la lucha armada de guerrillas, de las jóv<strong>en</strong>es g<strong>en</strong>eraciones,lo cual, <strong>en</strong> todo caso, era prueba de una personalidad más <strong>en</strong>érgica queapática. Los estudiantes de San Marcos <strong>en</strong> Lima (Perú), se decía <strong>en</strong> broma,«hacían el servicio revolucionario» <strong>en</strong> alguna secta ultramaoísta antes de s<strong>en</strong>tarla cabeza como profesionales serios y apolíticos de clase media, mi<strong>en</strong>trasel resto de ese desgraciado país continuaba con su vida normal (Lynch, 1990).Los estudiantes mexicanos apr<strong>en</strong>dieron pronto a) que el estado y el aparato<strong>del</strong> partido reclutaban sus cuadros fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las universidades, yb) que cuanto más revolucionarios fues<strong>en</strong> como estudiantes, mejores seríanlos empleos que les ofrecerían al lic<strong>en</strong>ciarse. Incluso <strong>en</strong> la respetable Francia,el ex maoísta de principios de los set<strong>en</strong>ta que hacía más tarde una brillantecarrera como funcionario estatal se convirtió <strong>en</strong> una figura familiar.No obstante, esto no explica por qué colectivos de jóv<strong>en</strong>es que estaban alas puertas de un futuro mucho mejor que el de sus padres o, por lo m<strong>en</strong>os,que el de muchos no estudiantes, se s<strong>en</strong>tían atraídos —con raras excepciones—por el radicalismo político. 5 En realidad, un alto porc<strong>en</strong>taje de los estudiantesno era así, sino que prefería conc<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> obt<strong>en</strong>er el título que legarantizaría el futuro, pero éstos resultaban m<strong>en</strong>os visibles que la minoría—aunque, de todos modos, numéricam<strong>en</strong>te importante— de los políticam<strong>en</strong>teactivos, sobre todo al dominar estos últimos los aspectos visibles de lavida universitaria con manifestaciones públicas que iban desde paredes ll<strong>en</strong>asde pintadas y carteles hasta asambleas, manifestaciones y piquetes. De todosmodos, incluso este grado de radicalismo era algo nuevo <strong>en</strong> los países desa-5. Entre esas raras excepciones destaca Rusia, donde, a difer<strong>en</strong>cia de los demás paísescomunistas de la Europa <strong>del</strong> Este y de China, los estudiantes nunca fueron un grupo destacadoni influy<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años de hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> comunismo. El movimi<strong>en</strong>to democrático ruso hasido descrito como «una revolución de cuar<strong>en</strong>tones», observada por una juv<strong>en</strong>tud despolitizaday desmoralizada (Riordan. 1991).


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 3 0 3rrollados, aunque no <strong>en</strong> los atrasados y dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. Antes de la segundaguerra mundial, la gran mayoría de los estudiantes de la Europa c<strong>en</strong>tral o <strong>del</strong>oeste y de América <strong>del</strong> Norte eran apolíticos o de derechas.El simple estallido numérico de las cifras de estudiantes indica una posiblerespuesta. El número de estudiantes franceses al término de la segundaguerra mundial era de m<strong>en</strong>os de 100.000. Ya <strong>en</strong> 1960 estaba por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong>os 200.000, y <strong>en</strong> el curso de los diez años sigui<strong>en</strong>tes se triplicó hasta llegara los 651.000 (Flora, 1983, p. 582; DeuxAns, 1990, p. 4). (En estos diez añosel número de estudiantes de letras se multiplicó casi por tres y medio, y elnúmero de estudiantes de ci<strong>en</strong>cias sociales, por cuatro.) La consecu<strong>en</strong>cia másinmediata y directa fue una inevitable t<strong>en</strong>sión <strong>en</strong>tre estas masas de estudiantesmayoritariam<strong>en</strong>te de primera g<strong>en</strong>eración que de rep<strong>en</strong>te invadían las universidadesy unas instituciones que no estaban ni física, ni organizativa niintelectualm<strong>en</strong>te preparadas para esta aflu<strong>en</strong>cia. Además, a medida que unaproporción cada vez mayor de este grupo de edad fue t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do la oportunidadde estudiar —<strong>en</strong> Francia era el 4 por 100 <strong>en</strong> 1950 y el 15,5 por 100<strong>en</strong> 1970—, ir a la universidad dejó de ser un privilegio excepcional que constituíasu propia recomp<strong>en</strong>sa, y las limitaciones que imponía a los jóv<strong>en</strong>es (yg<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te insolv<strong>en</strong>tes) adultos crearon un mayor res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to. El res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tocontra una clase de autoridades, las universitarias, se hizo fácilm<strong>en</strong>teext<strong>en</strong>sivo a todas las autoridades, y eso hizo (<strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te) que losestudiantes se inclinaran hacia la izquierda. No es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que los añosses<strong>en</strong>ta fueran la década de disturbios estudiantiles por excel<strong>en</strong>cia. Habíamotivos concretos que los int<strong>en</strong>sificaron <strong>en</strong> este o <strong>en</strong> aquel país —la hostilidada la guerra de Vietnam (o sea, al servicio militar) <strong>en</strong> los Estados Unidos,el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to racial <strong>en</strong> Perú (Lynch, 1990, pp. 32-37)—, pero el f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>oestuvo demasiado g<strong>en</strong>eralizado como para necesitar explicaciones concretasad hoc.Y sin embargo, <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido g<strong>en</strong>eral y m<strong>en</strong>os definible, este nuevocolectivo estudiantil se <strong>en</strong>contraba, por así decirlo, <strong>en</strong> una situación incómodacon respecto al resto de la sociedad. A difer<strong>en</strong>cia de otras clases o colectivossociales más antiguos, no t<strong>en</strong>ía un lugar concreto <strong>en</strong> el interior de lasociedad, ni unas estructuras de relación definidas con la misma; y es que¿cómo podían compararse las nuevas legiones de estudiantes con los colectivos,minúsculos a su lado (cuar<strong>en</strong>ta mil <strong>en</strong> la culta Alemania de 1939), deantes de la guerra, que no eran más que una etapa juv<strong>en</strong>il de la vida de la clasemedia? En muchos s<strong>en</strong>tidos la exist<strong>en</strong>cia misma de estas nuevas masasplanteaba interrogantes acerca de la sociedad que las había <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drado, y <strong>del</strong>a interrogación a la crítica sólo hay un paso. ¿Cómo <strong>en</strong>cajaban <strong>en</strong> ella? ¿Dequé clase de sociedad se trataba? La misma juv<strong>en</strong>tud <strong>del</strong> colectivo estudiantil,la misma amplitud <strong>del</strong> abismo g<strong>en</strong>eracional exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre estos hijos <strong>del</strong>mundo de la posguerra y unos padres que recordaban y comparaban diomayor urg<strong>en</strong>cia a sus preguntas y un tono más crítico a su actitud. Y es queel descont<strong>en</strong>to de los jóv<strong>en</strong>es no era m<strong>en</strong>guado por la conci<strong>en</strong>cia de estarvivi<strong>en</strong>do unos tiempos que habían mejorado asombrosam<strong>en</strong>te, mucho mejo-


304 LA EDAD DE OROres de lo que sus padres jamás creyeron que llegarían a ver. Los nuevos tiemposeran los únicos que los jóv<strong>en</strong>es universitarios conocían. Al contrario,creían que las cosas podían ser distintas y mejores, aunque no supies<strong>en</strong> exactam<strong>en</strong>tecómo. Sus mayores, acostumbrados a épocas de privaciones y deparo, o que por lo m<strong>en</strong>os las recordaban, no esperaban movilizacionesde masas radicales <strong>en</strong> una época <strong>en</strong> que los inc<strong>en</strong>tivos económicos para elloeran, <strong>en</strong> los países desarrollados, m<strong>en</strong>ores que nunca. La explosión de descont<strong>en</strong>toestudiantil se produjo <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to culminante de la gran expansiónmundial, porque estaba dirigido, aunque fuese vaga y ciegam<strong>en</strong>te,contra lo que los estudiantes veían como característico de esa sociedad, nocontra el hecho de que la sociedad anterior no hubiera mejorado lo bastantelas cosas. Paradójicam<strong>en</strong>te, el hecho de que el empuje <strong>del</strong> nuevo radicalismoprocediese de grupos no afectados por el descont<strong>en</strong>to económico estimulóincluso a los grupos acostumbrados a movilizarse por motivos económicos adescubrir que, al fin y al cabo, podían pedir a la sociedad mucho más de loque habían imaginado. El efecto más inmediato de la rebelión estudiantileuropea fue una oleada de huelgas de obreros <strong>en</strong> demanda de salarios másaltos y de mejores condiciones laborales.IIIA difer<strong>en</strong>cia de las poblaciones rural y universitaria, la clase trabajadoraindustrial no experim<strong>en</strong>tó cataclismo demográfico alguno hasta que <strong>en</strong> losaños och<strong>en</strong>ta <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> ost<strong>en</strong>sible decad<strong>en</strong>cia, lo cual resulta sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te,considerando lo mucho que se habló, incluso a partir de los años cincu<strong>en</strong>ta,de la «sociedad postindustrial», y lo realm<strong>en</strong>te revolucionarias que fueron lastransformaciones técnicas de la producción, la mayoría de las cuales ahorrabao suprimía mano de obra, y considerando lo evid<strong>en</strong>te de la crisis de lospartidos y movimi<strong>en</strong>tos políticos de base obrera después de 1970. Pero laidea g<strong>en</strong>eralizada de que la vieja clase obrera industrial agonizaba era unerror desde el punto de vista estadístico, por lo m<strong>en</strong>os a escala planetaria.Con la única excepción importante de los Estados Unidos, donde el porc<strong>en</strong>tajede la población empleada <strong>en</strong> la industria empezó a disminuir a partirde 1965, y de forma muy acusada desde 1970, la clase obrera industrial semantuvo bastante estable a lo largo de los años dorados, incluso <strong>en</strong> los antiguospaíses industrializados, 6 <strong>en</strong> torno a un tercio de la población activa. Dehecho, <strong>en</strong> ocho de los veintiún países de la OCDE —el club de los más desarrollados—siguió <strong>en</strong> aum<strong>en</strong>to <strong>en</strong>tre 1960 y 1980. Aum<strong>en</strong>tó, naturalm<strong>en</strong>te,<strong>en</strong> las zonas de industrialización reci<strong>en</strong>te de la Europa no comunista, y luegose mantuvo estable hasta 1980, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> Japón experim<strong>en</strong>tó un fuertecrecimi<strong>en</strong>to, y luego se mantuvo bastante estable <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta yoch<strong>en</strong>ta. En los países comunistas que experim<strong>en</strong>taron una rápida industria-6. Bélgica, Alemania (Federal), Gran Bretaña, Francia. Suecia, Suiza.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 305lización, sobre todo <strong>en</strong> la Europa <strong>del</strong> Este, la cifra de proletarios se multiplicómás deprisa que nunca, al igual que <strong>en</strong> las zonas <strong>del</strong> tercer mundo queempr<strong>en</strong>dieron su propia industrialización: Brasil, México, India, Corea yotros. En resum<strong>en</strong>, al final de los años dorados había ciertam<strong>en</strong>te muchísimosmás obreros <strong>en</strong> el mundo, <strong>en</strong> cifras absolutas, y muy probablem<strong>en</strong>te unaproporción de trabajadores industriales d<strong>en</strong>tro de la población mundial másalta que nunca. Con muy pocas excepciones, como Gran Bretaña, Bélgica ylos Estados Unidos, <strong>en</strong> 1970 los obreros seguram<strong>en</strong>te constituían una proporción<strong>del</strong> total de la población activa ocupada mayor que <strong>en</strong> la décadade 1890 <strong>en</strong> todos los países <strong>en</strong> donde, a finales <strong>del</strong> siglo xix, surgieron grandespartidos socialistas basados <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>ciación <strong>del</strong> proletariado. Sólo<strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta y nov<strong>en</strong>ta <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te siglo se adviert<strong>en</strong> indicios de unaimportante contracción de la clase obrera.El espejismo <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to de la clase obrera se debió a los cambiosinternos de la misma y <strong>del</strong> proceso de producción, más que a una sangríademográfica. Las viejas industrias <strong>del</strong> siglo xix y principios <strong>del</strong> xx <strong>en</strong>traron<strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia, y su notoriedad anterior, cuando simbolizaban «la industria»<strong>en</strong> su conjunto, hizo que su decad<strong>en</strong>cia fuese más evid<strong>en</strong>te. Los mineros<strong>del</strong> carbón, que antaño se contaban por ci<strong>en</strong>tos de miles, y <strong>en</strong> Gran Bretañaincluso por millones, acabaron si<strong>en</strong>do más escasos que los lic<strong>en</strong>ciadosuniversitarios. La industria siderúrgica estadounid<strong>en</strong>se empleaba ahora am<strong>en</strong>os g<strong>en</strong>te que las hamburgueserías McDonald's. Cuando no desaparecían,las industrias tradicionales se iban de los viejos países industrializados aotros nuevos. La industria textil, de la confección y <strong>del</strong> calzado emigró <strong>en</strong>masa. La cantidad de empleados <strong>en</strong> la industria textil y de la confección <strong>en</strong>la República Federal de Alemania se redujo a m<strong>en</strong>os de la mitad <strong>en</strong>tre 1960y 1984, pero a principios de los och<strong>en</strong>ta por cada ci<strong>en</strong> trabajadores alemanes,la industria de la confección alemana empleaba a treinta y cuatro trabajadores<strong>en</strong> el extranjero (<strong>en</strong> 1966 eran m<strong>en</strong>os de tres). La siderurgia y los astillerosdesaparecieron prácticam<strong>en</strong>te de los viejos países industrializados, peroemergieron <strong>en</strong> Brasil y Corea, <strong>en</strong> España, Polonia y Rumania. Las viejaszonas industriales se convirtieron <strong>en</strong> «cinturones de herrumbre» —rustbelts,una expresión inv<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> los Estados Unidos <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta—, eincluso países <strong>en</strong>teros id<strong>en</strong>tificados con una etapa anterior de la industria,como Gran Bretaña, se desindustrializaron <strong>en</strong> gran parte, para convertirse <strong>en</strong>museos vivi<strong>en</strong>tes, o muertos, de un pasado extinto, que los empresariosexplotaron, con cierto éxito, como atracción turística. Mi<strong>en</strong>tras desaparecíanlas últimas minas de carbón <strong>del</strong> sur de Gales, donde más de 130.000 personasse habían ganado la vida como mineros a principios de la segunda guerramundial, los ancianos supervivi<strong>en</strong>tes bajaban a las minas abandonadaspara mostrar a grupos de turistas lo que antes habían hecho <strong>en</strong> la eterna oscuridadde las profundidades.Y aunque nuevas industrias sustituyeran a las antiguas, no eran las mismasindustrias, a m<strong>en</strong>udo no estaban <strong>en</strong> los mismos lugares, y lo más probable eraque estuvies<strong>en</strong> organizadas de modo difer<strong>en</strong>te. La jerga de los años och<strong>en</strong>ta,


306 LA EDAD DE OROque hablaba de «posfordismo» lo sugiere. 7 Las grandes fábricas de producción<strong>en</strong> masa construidas <strong>en</strong> torno a la cad<strong>en</strong>a de montaje; las ciudades o regionesdominadas por una sola industria, como Detroit o Turin por la automovilística;la clase obrera local unida por la segregación resid<strong>en</strong>cial y por el lugar de trabajo<strong>en</strong> una unidad multicéfala: todas estas parecían ser las características de laera industrial clásica. Era una imag<strong>en</strong> poco realista, pero repres<strong>en</strong>taba algo másque una verdad simbólica. En los lugares donde las viejas estructuras industrialesflorecieron a finales <strong>del</strong> siglo xx, como <strong>en</strong> los países de industrializaciónreci<strong>en</strong>te <strong>del</strong> tercer mundo o las economías socialistas industriales, det<strong>en</strong>idas (apropósito) <strong>en</strong> el tiempo <strong>del</strong> fordismo, las semejanzas con el mundo industrial|de Occid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el periodo de <strong>en</strong>treguerras, o hasta con el anterior a 1914, eranevid<strong>en</strong>tes, incluso <strong>en</strong> el surgimi<strong>en</strong>to de poderosas organizaciones sindicales <strong>en</strong>los grandes c<strong>en</strong>tros industriales basados <strong>en</strong> la industria de la automoción(como <strong>en</strong> Sao Paulo) o <strong>en</strong> los astilleros (como <strong>en</strong> Gdansk), tal como los sindicatosde los United Auto Workers y de los Steel Workers habían surgido de lasgrandes huelgas de 1937 <strong>en</strong> lo que ahora es el cinturón de herrumbre <strong>del</strong>Medio Oeste norteamericano. En cambio, mi<strong>en</strong>tras que las grandes empresasde producción <strong>en</strong> masa y las grandes fábricas sobrevivieron <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>ta,aunque automatizadas y modificadas, las nuevas industrias eran muy difer<strong>en</strong>tes.Las clásicas regiones industriales «posfordianas» —por ejemplo, elVéneto, Emilia-Romana y Toscana <strong>en</strong> el norte y el c<strong>en</strong>tro de Italia— no t<strong>en</strong>íangrandes ciudades industriales, empresas dominantes, <strong>en</strong>ormes fábricas. Eranmosaicos o redes de empresas que iban desde industrias caseras hasta modestasfábricas (de alta tecnología, eso sí), dispersas por el campo y la ciudad.¿Qué le parecería a la ciudad de Bolonia, le preguntó una de las mayores compañíasde Europa al alcalde, si instalaba una de sus principales fábricas <strong>en</strong> ella?El alcalde 8 rechazó educadam<strong>en</strong>te la oferta. Su ciudad y su región, prósperas,sofisticadas y, casualm<strong>en</strong>te, comunistas, sabían cómo manejar la situaciónsocioeconómica de la nueva economía agroindustrial; que Turin y Milán searreglaran con los problemas de las ciudades industriales de su tipo.Desde luego, al final —y de forma harto visible <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta— laclase obrera acabó si<strong>en</strong>do víctima de las nuevas tecnologías, especialm<strong>en</strong>telos hombres y mujeres no cualificados, o sólo a medias, de las cad<strong>en</strong>as demontaje, fácilm<strong>en</strong>te sustituibles por máquinas automáticas. O mejor dicho,con el paso de las décadas de la gran expansión económica mundial de losaños cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta a una etapa de problemas económicos mundiales <strong>en</strong>los años set<strong>en</strong>ta y los och<strong>en</strong>ta, la industria dejó de expandirse al ritmo deantes, que había hecho crecer la población laboral al mismo tiempo que latecnología permitía ahorrar trabajo (véase el capítulo XIV). Las crisis económicasde principios de los años och<strong>en</strong>ta volvieron a g<strong>en</strong>erar paro masivo porprimera vez <strong>en</strong> cuar<strong>en</strong>ta años, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> Europa.7. Esta expresión, surgida de los int<strong>en</strong>tos de rep<strong>en</strong>sar el análisis izquierdista de la sociedad industrial, fue popularizada por Alain Lipietz, que sacó el término «fordismo»-de Gramsci.8. Me lo dijo él <strong>en</strong> persona.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 307En algunos países mal aconsejados, la crisis des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó una verdaderahecatombe industrial. Gran Bretaña perdió el 25 por 100 de su industriamanufacturera <strong>en</strong> 1980-1984. Entre 1973 y finales de los och<strong>en</strong>ta, la cifratotal de empleados <strong>en</strong> la industria de los seis países industrializados veteranosde Europa cayó <strong>en</strong> siete millones, aproximadam<strong>en</strong>te la cuarta parte, cerca <strong>del</strong>a mitad de la cual se perdió <strong>en</strong>tre 1979 y 1983. A fines de los años och<strong>en</strong>ta,con el desgaste sufrido por la clase obrera de los antiguos países industrializadosy el auge de los nuevos, la población laboral empleada <strong>en</strong> la industriamanufacturera se estabilizó <strong>en</strong> torno a la cuarta parte de la población activacivil <strong>del</strong> conjunto de las áreas desarrolladas, m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los Estados Unidos, <strong>en</strong>donde a esas alturas se <strong>en</strong>contraba muy por debajo <strong>del</strong> 20 por 100 (Bairoch,1988). Quedaba muy lejos el viejo sueño marxista de unas poblaciones cadavez más proletarizadas por el desarrollo de la industria, hasta que la mayoríade la población fues<strong>en</strong> obreros (manuales). Salvo <strong>en</strong> casos excepcionales,<strong>en</strong>tre los cuales el más notable era el de Gran Bretaña, la clase obrera industrialsiempre había sido una minoría de la población activa. No obstante, lacrisis apar<strong>en</strong>te de la clase obrera y de sus movimi<strong>en</strong>tos, sobre todo <strong>en</strong> el viejomundo industrial, fue evid<strong>en</strong>te mucho antes de que se produjes<strong>en</strong> indiciosserios —a nivel mundial— de decad<strong>en</strong>cia.No fue una crisis de clase, sino de conci<strong>en</strong>cia. A finales <strong>del</strong> siglo xix(véase el capítulo 5 de La era <strong>del</strong> imperio), las variopintas y nada homogéneaspoblaciones que se ganaban la vida v<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do su trabajo manual a cambiode un salario <strong>en</strong> los países desarrollados apr<strong>en</strong>dieron a verse como unaclase obrera única, y a considerar este hecho como el más importante, conmucho, de su situación como seres humanos d<strong>en</strong>tro de la sociedad. O por lom<strong>en</strong>os llegó a esta conclusión un número sufici<strong>en</strong>te como para convertir alos partidos y movimi<strong>en</strong>tos que apelaban a ellos es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su calidadde obreros (como indicaban sus nombres: Labour Party, Parti Ouvrier, etc.)<strong>en</strong> grandes fuerzas políticas al cabo de unos pocos años. Por supuesto, losunía no sólo el hecho de ser asalariados y de <strong>en</strong>suciarse las manos trabajando,sino también el hecho de pert<strong>en</strong>ecer, <strong>en</strong> una inm<strong>en</strong>sa mayoría, a las clasespobres y económicam<strong>en</strong>te inseguras, pues, aunque los pilares fundam<strong>en</strong>talesde los movimi<strong>en</strong>tos obreros no fueran la miseria ni la indig<strong>en</strong>cia, lo queesperaban y conseguían de la vida era poco, y estaba muy por debajo de lasexpectativas de la clase media. De hecho, la economía de bi<strong>en</strong>es de consumono perecederos para las masas les había dejado de lado <strong>en</strong> todas partes hasta1914, y <strong>en</strong> todas partes salvo <strong>en</strong> Norteamérica y <strong>en</strong> Australia <strong>en</strong> el períodode <strong>en</strong>treguerras. Un organizador comunista británico <strong>en</strong>viado a las fábricasde armam<strong>en</strong>to de Cov<strong>en</strong>try durante la guerra regresó boquiabierto: «¿Osdais cu<strong>en</strong>ta —nos contó a sus amigos de Londres, a mí incluido— de que allílos camaradas ti<strong>en</strong><strong>en</strong> coche?».También los unía la trem<strong>en</strong>da segregación social, su estilo de vida propioe incluso su ropa, así como la falta de oportunidades <strong>en</strong> la vida qiie los difer<strong>en</strong>ciabade los empleados administrativos y comerciales, que gozaban demayor movilidad social, aunque su situación económica fuese igual de pre-


308 LA EDAD DE OROcaria. Los hijos de los obreros no esperaban ir, y rara vez iban, a la universidad.La mayoría ni siquiera esperaba ir a la escuela secundaria una vez llegadosa la edad límite de escolarización obligatoria (normalm<strong>en</strong>te, catorceaños). En la Holanda de antes de la guerra, sólo el 4 por 100 de los muchachosde <strong>en</strong>tre diez y diecinueve años iba a escuelas secundarias después dealcanzar esa edad, y <strong>en</strong> la Suecia y la Dinamarca democráticas la proporciónera aún más reducida. Los obreros vivían de un modo difer<strong>en</strong>te a los demás,con expectativas vitales difer<strong>en</strong>tes, y <strong>en</strong> lugares distintos. Como dijo uno desus primeros hijos educados <strong>en</strong> la universidad (<strong>en</strong> Gran Bretaña) <strong>en</strong> los añoscincu<strong>en</strong>ta, cuando esta segregación todavía era evid<strong>en</strong>te: «esa g<strong>en</strong>te ti<strong>en</strong>e supropio tipo de vivi<strong>en</strong>da ... sus vivi<strong>en</strong>das suel<strong>en</strong> ser de alquiler, no de propiedad»(Hoggart, 1958, p. 8). 9Los unía, por último, el elem<strong>en</strong>to fundam<strong>en</strong>tal de sus vidas: la colectividad,el predominio <strong>del</strong> «nosotros» sobre el «yo». Lo que proporcionaba a losmovimi<strong>en</strong>tos y partidos obreros su fuerza era la convicción justificada <strong>del</strong>os trabajadores de que la g<strong>en</strong>te como ellos no podía mejorar su situaciónmediante la actuación individual, sino sólo mediante la actuación colectiva,preferiblem<strong>en</strong>te a través de organizaciones, <strong>en</strong> programas de asist<strong>en</strong>ciamutua, huelgas o votaciones, y a la vez, que el número y la peculiar situaciónde los trabajadores manuales asalariados ponía a su alcance la actuacióncolectiva. Allí donde los trabajadores veían vías de escape individual fuerade su clase, como <strong>en</strong> los Estados Unidos, su conci<strong>en</strong>cia de clase, aunque noestuviera totalm<strong>en</strong>te aus<strong>en</strong>te, era un rasgo m<strong>en</strong>os definitorio de su id<strong>en</strong>tidad.Pero el «nosotros» dominaba al «yo» no sólo por razones instrum<strong>en</strong>tales,sino porque —con la importante y a m<strong>en</strong>udo trágica excepción <strong>del</strong> ama decasa de clase trabajadora, prisionera tras las cuatro paredes de su casa— lavida de la clase trabajadora t<strong>en</strong>ía que ser <strong>en</strong> gran parte pública, por culpa <strong>del</strong>o inadecuado de los espacios privados. E incluso las amas de casa participaban<strong>en</strong> la vida pública <strong>del</strong> mercado, la calle y los parques vecinos. Los niñost<strong>en</strong>ían que jugar <strong>en</strong> la calle o <strong>en</strong> el parque. Los jóv<strong>en</strong>es t<strong>en</strong>ían que bailar ycortejarse <strong>en</strong> público. Los hombres hacían vida social <strong>en</strong> «locales públicos».Hasta la introducción de la radio, que transformó la vida de las mujeres declase obrera dedicadas a sus labores <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras —y eso,sólo <strong>en</strong> unos cuantos países privilegiados—, todas las formas de <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to,salvo las fiestas particulares, t<strong>en</strong>ían que ser públicas, y <strong>en</strong> los paísesmás pobres, incluso la televisión fue, al principio, algo que se veía <strong>en</strong> unbar. Desde los partidos de fútbol a los mítines políticos o las excursiones <strong>en</strong>días festivos, la vida era, <strong>en</strong> sus aspectos más plac<strong>en</strong>teros, una experi<strong>en</strong>ciacolectiva.En muchísimos aspectos esta cohesión de la conci<strong>en</strong>cia de la clase obreraculminó, <strong>en</strong> los antiguos países desarrollados, al término de la segunda guerra9. Por supuesto, también «el predominio de la industria, con su abrupta división <strong>en</strong>tre trabajadoresy gestores, ti<strong>en</strong>de a provocar que ambas clases vivan separadas, de modo que algunosbarrios de las ciudades se conviert<strong>en</strong> <strong>en</strong> reservas o guetos» (Ali<strong>en</strong>, 1968, pp. 32-33).


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 3 0 9mundial. Durante las décadas doradas casi todos sus elem<strong>en</strong>tos quedarontocados. La combinación <strong>del</strong> período de máxima expansión <strong>del</strong> siglo, <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>oempleo y de una sociedad de consumo auténticam<strong>en</strong>te de masas transformópor completo la vida de la g<strong>en</strong>te de clase obrera de los países desarrollados,y siguió transformándola. Desde el punto de vista de sus padres y, si eranlo bastante mayores para recordar, desde el suyo propio, ya no eran pobres.Una exist<strong>en</strong>cia mucho más próspera de lo que jamás hubiera esperado llevaralgui<strong>en</strong> que no fuese norteamericano o australiano pasó a «privatizarse» graciasal abaratami<strong>en</strong>to de la tecnología y a la lógica <strong>del</strong> mercado: la televisiónhizo innecesario ir al campo de fútbol, <strong>del</strong> mismo modo que la televisión y elvídeo han hecho innecesario ir al cine, o el teléfono ir a cotillear con las amigas<strong>en</strong> la plaza o <strong>en</strong> el mercado. Los sindicalistas o los miembros <strong>del</strong> partidoque <strong>en</strong> otro tiempo se pres<strong>en</strong>taban a las reuniones locales o a los actos políticospúblicos, <strong>en</strong>tre otras cosas porque también eran una forma de diversión yde <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to, ahora podían p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> formas más atractivas de pasar eltiempo, a m<strong>en</strong>os que fues<strong>en</strong> anormalm<strong>en</strong>te militantes. (En cambio, el contactocara a cara dejó de ser una forma eficaz de campaña electoral, aunque semantuvo por tradición y para animar a los cada vez más atípicos activistas <strong>del</strong>os partidos.) La prosperidad y la privatización de la exist<strong>en</strong>cia separaron loque la pobreza y el colectivismo de los espacios públicos habían unido.No es que los obreros dejaran de ser reconocibles como tales, aunqueextrañam<strong>en</strong>te, como veremos, la nueva cultura juv<strong>en</strong>il indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te (véansepp. 326 y ss.), a partir de los años cincu<strong>en</strong>ta, adoptó la moda, tanto <strong>en</strong> elvestir como <strong>en</strong> la música, de los jóv<strong>en</strong>es de clase obrera. Fue más bi<strong>en</strong> queahora la mayoría t<strong>en</strong>ía a su alcance una cierta opul<strong>en</strong>cia, y la distancia <strong>en</strong>treel dueño de un Volkswag<strong>en</strong> Escarabajo y el dueño de un Mercedes eramucho m<strong>en</strong>or que la exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre el dueño de un coche y algui<strong>en</strong> que nolo ti<strong>en</strong>e, sobre todo si los coches más caros eran (teóricam<strong>en</strong>te) asequibles<strong>en</strong> plazos m<strong>en</strong>suales. Los trabajadores, sobre todo <strong>en</strong> los últimos años de sujuv<strong>en</strong>tud, antes de que los gastos derivados <strong>del</strong> matrimonio y <strong>del</strong> hogardominaran su presupuesto, podían comprar artículos de lujo, y la industrializaciónde los negocios de alta costura y de cosmética a partir de los añosses<strong>en</strong>ta respondía a esta realidad. Entre los límites superior e inferior <strong>del</strong>mercado de ar-tículos de alta tecnología de lujo que surgió <strong>en</strong>tonces —porejemplo, <strong>en</strong>tre la cámara Hasselblad más cara y la Olympus o la Nikon másbaratas, que dan bu<strong>en</strong>os resultados y un cierto nivel— sólo había una difer<strong>en</strong>ciade grado. En cualquier caso, y empezando por la televisión, formasde <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de las que hasta <strong>en</strong>tonces sólo habían podido disfrutarlos millonarios <strong>en</strong> calidad de servicios personales se introdujeron <strong>en</strong> lassalas de estar más humildes. En resum<strong>en</strong>, el pl<strong>en</strong>o empleo y una sociedad deconsumo dirigida a un mercado auténticam<strong>en</strong>te de masas colocó a la mayoríade la clase obrera de los antiguos países desarrollados, por lo m<strong>en</strong>osdurante una parte de sus vidas, muy por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> nivel <strong>en</strong> el que suspadres o ellos mismos habían vivido, <strong>en</strong> el que el dinero se gastaba sobretodo para cubrir las necesidades básicas.


310 LA EDAD DE OROAdemás, varios acontecimi<strong>en</strong>tos significativos dilataron las grietas surgidas<strong>en</strong>tre los distintos sectores de la clase obrera, aunque eso no se hizoevid<strong>en</strong>te hasta el fin <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>o empleo, durante la crisis económica de losset<strong>en</strong>ta y los och<strong>en</strong>ta, y hasta que se hicieron s<strong>en</strong>tir las presiones <strong>del</strong> neoliberalismosobre las políticas de bi<strong>en</strong>estar y los sistemas «corporativistas» derelaciones industriales que habían cobijado sustancialm<strong>en</strong>te a los elem<strong>en</strong>tosmás débiles de la clase obrera. Los situados <strong>en</strong> los niveles superiores de laclase obrera —la mano de obra cualificada y empleada <strong>en</strong> tareas de supervisión—se ajustaron más fácilm<strong>en</strong>te a la era moderna de producción de altatecnología, 10 y su posición era tal, que <strong>en</strong> realidad podían b<strong>en</strong>eficiarse <strong>del</strong>mercado libre, aun cuando sus hermanos m<strong>en</strong>os favorecidos perdies<strong>en</strong> terr<strong>en</strong>o.Así, <strong>en</strong> la Gran Bretaña de la señora Thatcher, ciertam<strong>en</strong>te un casoextremo, a medida que se desmantelaba la protección <strong>del</strong> gobierno y de lossindicatos, el 20 por 100 peor situado de los trabajadores pasó a estar peor,<strong>en</strong> comparación con el resto de los trabajadores, de lo que había estado unsiglo antes. Y mi<strong>en</strong>tras el 10 por 100 de los trabajadores mejor situados, conunos ingresos brutos <strong>del</strong> triple que los <strong>del</strong> 10 por 100 de trabajadores <strong>en</strong>peor situación, se felicitaba por su asc<strong>en</strong>so, resultaba cada vez más probableque considerase que, con sus impuestos, estaba subsidiando a lo que, <strong>en</strong> losaños och<strong>en</strong>ta, pasó a designarse con la expresión «los subclase», que vivían<strong>del</strong> sistema de bi<strong>en</strong>estar público <strong>del</strong> que ellos confiaban poder pasar, salvo<strong>en</strong> caso de emerg<strong>en</strong>cia. La vieja división victoriana <strong>en</strong>tre los «respetables»y los «indeseables» resurgió, tal vez <strong>en</strong> una nueva forma más agria, porque<strong>en</strong> los días gloriosos de la expansión económica global, cuando el pl<strong>en</strong>oempleo parecía satisfacer las necesidades materiales de la mayoría de lostrabajadores, las prestaciones de la seguridad social se habían increm<strong>en</strong>tadohasta niveles g<strong>en</strong>erosos que, <strong>en</strong> los nuevos días de demanda masiva de subsidios,parecía como si le permities<strong>en</strong> a una legión de «indeseables» vivirmucho mejor de los «subsidios» que los pobres «residuales» Victorianos,y mucho mejor, <strong>en</strong> opinión de los hac<strong>en</strong>dosos contribuy<strong>en</strong>tes, de lo quet<strong>en</strong>ían derecho.Así pues, los trabajadores cualificados y respetables se convirtieron,acaso por primera vez, <strong>en</strong> partidarios pot<strong>en</strong>ciales de la derechapolítica, 11 y más aún debido a que las organizaciones socialistas y obrerastradicionales siguieron naturalm<strong>en</strong>te comprometidas con el propósito deredistribuir la riqueza y de proporcionar bi<strong>en</strong>estar social, especialm<strong>en</strong>te amedida que la cantidad de los necesitados de protección pública fue <strong>en</strong>aum<strong>en</strong>to.10. Así, por ejemplo, <strong>en</strong> los Estados Unidos, los «artesanos y capataces» bajaron <strong>del</strong> 16por 100 de la población activa al 13 por 100 <strong>en</strong>tre 1950 y 1990. mi<strong>en</strong>tras que los «peones» pasaron <strong>del</strong> 31 al 18 por 100 <strong>en</strong> el mismo período.11. «El socialismo de la redistribución, <strong>del</strong> estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar ... recibió un duro golpecon la crisis económica de los set<strong>en</strong>ta. Sectores importantes de la clase media, así como losmejor remunerados de la clase trabajadora, rompieron sus vínculos con las alternativas <strong>del</strong> socialismo democrático y cedieron su voto para la formación de nuevas mayorías conservadoras degobierno» (Programa 2000. 1990).


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 311El éxito de los gobiernos de Thatcher <strong>en</strong> Gran Bretaña se basó fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> el abandono <strong>del</strong> Partido Laborista por parte de los trabajadorescualificados. El fin de la segregación, o la modificación de la misma, promovióesta desintegración <strong>del</strong> bloque obrero. Así, los trabajadores cualificados<strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a asc<strong>en</strong>sión social se marcharon <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro de las ciudades, sobretodo ahora que las industrias se mudaban a la periferia y al campo, dejandoque los viejos y compactos barrios urbanos de clase trabajadora, o «cinturonesrojos», se convirties<strong>en</strong> <strong>en</strong> guetos, o <strong>en</strong> barrios de ricos, mi<strong>en</strong>tras quelas nuevas ciudades-satélite o industrias verdes no g<strong>en</strong>eraban conc<strong>en</strong>tracionesde una sola clase social de la misma magnitud. En los núcleos urbanos,las vivi<strong>en</strong>das públicas, edificadas <strong>en</strong> otro tiempo para la mayoría de laclase obrera, y con una cierta y natural parcialidad para qui<strong>en</strong>es podíanpagar regularm<strong>en</strong>te un alquiler, se convirtieron ahora <strong>en</strong> c<strong>en</strong>tros de marginados,de personas con problemas sociales y dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de los subsidiospúblicos.Al mismo tiempo, las migraciones <strong>en</strong> masa provocaron la aparición de unf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o hasta <strong>en</strong>tonces limitado, por lo m<strong>en</strong>os desde la caída <strong>del</strong> imperioaustrohúngaro, sólo a los Estados Unidos y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, a Francia: ladiversificación étnica y racial de la clase obrera, con los consigui<strong>en</strong>tes conflictos<strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o. El problema no radicaba tanto <strong>en</strong> la diversidad étnica, aunquela inmigración de g<strong>en</strong>te de color, o que (como los norteafñcanos <strong>en</strong>Francia) era probable que fues<strong>en</strong> clasificados como tal, hizo aflorar un racismosiempre lat<strong>en</strong>te, incluso <strong>en</strong> países que habían sido considerados inmunesa él, como Italia y Suecia. El debilitami<strong>en</strong>to de los movimi<strong>en</strong>tos socialistasobreros tradicionales facilitó esto último, pues esos movimi<strong>en</strong>tos siempre sehabían opuesto vehem<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te a esta clase de discriminación, amortiguandoasí las manifestaciones más antisociales <strong>del</strong> s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to racista <strong>en</strong>tre suelectorado. Sin embargo, y dejando a un lado el racismo, tradicionalm<strong>en</strong>te,incluso <strong>en</strong> el siglo xix, las migraciones de mano de obra rara vez habían llevadoa grupos étnicos distintos a esta compet<strong>en</strong>cia directa, capaz de dividir ala clase obrera, ya que cada grupo de inmigrantes solía <strong>en</strong>contrar un huecod<strong>en</strong>tro de la economía, que acababa monopolizando. La inmigración judía <strong>del</strong>a mayoría de los países occid<strong>en</strong>tales se dedicaba sobre todo a la industriade la confección, pero no, por ejemplo, a la de la automoción. Por citar uncaso aún más especializado, el personal de los restaurantes indios, tanto deLondres como de Nueva York, y, sin duda, de todos los lugares donde estaverti<strong>en</strong>te de la cultura asiática se ha expandido fuera <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>te indio,todavía <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>ta se nutría primordialm<strong>en</strong>te de emigrantes de unaprovincia concreta de Bangladesh (Sylhet). En otros casos, los grupos deinmigrantes se conc<strong>en</strong>traban <strong>en</strong> distritos, plantas, fábricas o niveles concretosd<strong>en</strong>tro de la misma industria, dejando el resto a los demás. En esta clase de«mercado laboral segm<strong>en</strong>tado» (por utilizar un tecnicismo), la solidaridad<strong>en</strong>tre los distintos grupos étnicos de trabajadores era más fácil que arraigasey se mantuviera, ya que los grupos no competían, y las difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> su


312 LA EDAD DE OROsituación no se atribuían nunca —o raram<strong>en</strong>te— al egoísmo de otros gruposde trabajadores. 12Por varias razones, <strong>en</strong>tre ellas el hecho de que la inmigración <strong>en</strong> la Europaoccid<strong>en</strong>tal de la posguerra fue una reacción, auspiciada por el estado, antela escasez de mano de obra, Jos nuevos inmigrantes ingresaron <strong>en</strong> el mismomercado laboral que los nativos, y con los mismos derechos, excepto <strong>en</strong> paísesdonde se les marginó oficialm<strong>en</strong>te al considerarlos trabajadores «invitados»temporales y, por lo tanto, inferiores. En ambos casos se produjeront<strong>en</strong>siones. Los hombres y mujeres cuyos derechos eran formalm<strong>en</strong>te inferioresdifícilm<strong>en</strong>te consideraban que sus intereses fueran los mismos que los <strong>del</strong>a g<strong>en</strong>te que disfrutaba de una categoría superior. En cambio, los trabajadoresfranceses y británicos, aunque no les importase trabajar hombro con hombroy <strong>en</strong> las mismas condiciones que marroquíes, antillanos, portugueses oturcos, no estaban dispuestos a verlos promovidos por <strong>en</strong>cima de ellos, especialm<strong>en</strong>tea los considerados colectivam<strong>en</strong>te inferiores a los nativos. Además,y por motivos parecidos, hubo t<strong>en</strong>siones <strong>en</strong>tre los distintos grupos deinmigrantes, aun cuando todos ellos se sintieran res<strong>en</strong>tidos por el trato quedisp<strong>en</strong>saban los nativos a los extranjeros.En resum<strong>en</strong>, mi<strong>en</strong>tras que, <strong>en</strong> la época de formación de los movimi<strong>en</strong>tosy partidos obreros clásicos, todos los sectores obreros (a no ser que los separas<strong>en</strong>barreras nacionales o religiosas excepcionlm<strong>en</strong>te insuperables) podíanasumir que las mismas políticas, estrategias y reformas institucionales losb<strong>en</strong>eficiarían a todos y a cada uno, más a<strong>del</strong>ante la situación dejó de ser así.Al mismo tiempo, los cambios <strong>en</strong> la producción, el surgimi<strong>en</strong>to de la «sociedadde los dos tercios» (véanse pp. 341-342) y la cambiante y cada vezmás difusa frontera <strong>en</strong>tre lo que era y no era trabajo «manual» difuminarony disolvieron los contornos, hasta <strong>en</strong>tonces nítidos, <strong>del</strong> «proletariado».IVUn cambio importante que afectó a la clase obrera, igual que a la mayoríade los sectores de las sociedades desarrolladas, fue el papel de una importanciacreci<strong>en</strong>te que pasaron a desempeñar las mujeres, y, sobre todo —un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>onuevo y revolucionario—, las mujeres casadas. El cambio fue realm<strong>en</strong>tedrástico. En 1940 las mujeres casadas que vivían con sus maridos y trabajabana cambio de un salario constituían m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 14 por 100 de la poblaciónfem<strong>en</strong>ina de los Estados Unidos. En 1980 constituían algo más de la mitad,después de que el porc<strong>en</strong>taje se hubiera duplicado <strong>en</strong>tre 1950 y 1970. La<strong>en</strong>trada de la mujer <strong>en</strong> el mercado laboral no era ninguna novedad: a partir definales <strong>del</strong> siglo xix, el trabajo de oficina, <strong>en</strong> las ti<strong>en</strong>das y <strong>en</strong> determinados12. Irlanda de) Norte, <strong>en</strong> donde los católicos fueron expulsados sistemáticam<strong>en</strong>te de lospuestos de trabajo cualificados <strong>en</strong> la industria, que pasaron a convertirse cada vez más <strong>en</strong> unmonopolio protestante, constituye una excepción.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 3 13tipos de servicio, como la at<strong>en</strong>ción de c<strong>en</strong>tralitas telefónicas o el cuidado depersonas, experim<strong>en</strong>taron una fuerte feminización, y estas ocupaciones terciariasse expandieron y crecieron a exp<strong>en</strong>sas (<strong>en</strong> cifras relativas y absolutas)tanto de las primarias como de las secundarias, es decir, de la agricultura y laindustria. En realidad, este auge <strong>del</strong> sector terciario ha sido una de las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciasmás notables <strong>del</strong> siglo xx. No es tan fácil g<strong>en</strong>eralizar a propósito de lasituación de la mujer <strong>en</strong> la industria manufacturera. En los viejos países industrializados,las industrias con fuerte participación de mano de obra <strong>en</strong> las quetípicam<strong>en</strong>te se habían conc<strong>en</strong>trado ks mujeres, como la industria textil y de laconfección, se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia, pero también lo estaban, <strong>en</strong> lospaíses y regiones <strong>del</strong> cinturón de herrumbre, las industrias pesadas y mecánicasde personal abrumadoram<strong>en</strong>te masculino, por no decir machista: la minería,la siderometalurgia, las construcciones navales, la industria de la automoción.Por otra parte, <strong>en</strong> los países de desarrollo reci<strong>en</strong>te y <strong>en</strong> los <strong>en</strong>clavesindustriales <strong>del</strong> tercer mundo, florecían las industrias con fuerte participaciónde mano de obra, que buscaban ansiosam<strong>en</strong>te mano de obra fem<strong>en</strong>ina (tradicionalm<strong>en</strong>tepeor pagada y m<strong>en</strong>os rebelde que la masculina). Así pues, la proporciónde mujeres <strong>en</strong> la población activa aum<strong>en</strong>tó, aunque el caso de las islasMauricio, donde se disparó de aproximadam<strong>en</strong>te un 20 por 100 a principiosde los años set<strong>en</strong>ta hasta más <strong>del</strong> 60 por 100 a mediados de los och<strong>en</strong>ta, esmás bi<strong>en</strong> extremo. Tanto su crecimi<strong>en</strong>to (aunque m<strong>en</strong>or que <strong>en</strong> el sector servicios)como su mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> los países industrializados desarrolladosdep<strong>en</strong>dió de las circunstancias nacionales. En la práctica, la distinción <strong>en</strong>trelas mujeres <strong>del</strong> sector secundario y las <strong>del</strong> sector terciario no era significativa,ya que la inm<strong>en</strong>sa mayoría desempeñaba, <strong>en</strong> ambos casos, funciones subalternas,y <strong>en</strong> varias de las profesiones fuertem<strong>en</strong>te feminizadas <strong>del</strong> sector servicios,sobre todo las relacionadas con servicios públicos y sociales, había unafuerte pres<strong>en</strong>cia sindical.Las mujeres hicieron su <strong>en</strong>trada también, <strong>en</strong> número impresionante y cadavez mayor, <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza superior, que se había convertido <strong>en</strong> la puerta de<strong>en</strong>trada más visible a las profesiones de responsabilidad. Inmediatam<strong>en</strong>te despuésde la segunda guerra mundial, constituían <strong>en</strong>tre el 15 y el 30 por 100 detodos los estudiantes de la mayoría de los países desarrollados, salvo Finlandia,una avanzada <strong>en</strong> la lucha por la emancipación fem<strong>en</strong>ina, donde ya formabancasi el 43 por 100. Aún <strong>en</strong> 1960 no habían llegado a constituir la mitad de lapoblación estudiantil <strong>en</strong> ningún país europeo ni <strong>en</strong> Norteamérica, aunque Bulgaria—otro país pro fem<strong>en</strong>ino, m<strong>en</strong>os conocido— casi había alcanzado esacifra. (Los estados socialistas, <strong>en</strong> conjunto, impulsaron con mayor celeridad laincorporación fem<strong>en</strong>ina al estudio —la RDA superó a la RFA—, aunque <strong>en</strong>otros campos sus cred<strong>en</strong>ciales feministas eran más dudosas.) Sin embargo,<strong>en</strong> 1980, la mitad o más de todos los estudiantes eran mujeres <strong>en</strong> los EstadosUnidos, Canadá y <strong>en</strong> seis países socialistas, <strong>en</strong>cabezados por la RDA y Bulgaria,y <strong>en</strong> sólo cuatro países europeos constituían m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 40 por 100 <strong>del</strong> total(Grecia, Suiza, Turquía y el Reino Unido). En una palabra, el acceso a la <strong>en</strong>señanzasuperior era ahora tan habitual para las chicas como para los chicos.


314 LA EDAD DE OROLa <strong>en</strong>trada masiva de mujeres casadas —o sea, <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida, demadres— <strong>en</strong> el mercado laboral y la extraordinaria expansión de la <strong>en</strong>señanzasuperior configuraron el telón de fondo, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los países desarrolladosoccid<strong>en</strong>tales típicos, <strong>del</strong> impresionante r<strong>en</strong>acer de los movimi<strong>en</strong>tosfeministas a partir de los años ses<strong>en</strong>ta. En realidad, los movimi<strong>en</strong>tos feministasson inexplicables sin estos acontecimi<strong>en</strong>tos. Desde que las mujeres demuchísimos países europeos y de Norteamérica habían logrado el gran objetivo<strong>del</strong> voto y de la igualdad de derechos civiles como consecu<strong>en</strong>cia de laprimera guerra mundial y la revolución rusa (La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 8),los movimi<strong>en</strong>tos feministas habían pasado de estar <strong>en</strong> el can<strong>del</strong>ero a la oscuridad,y eso donde el triunfo de regím<strong>en</strong>es fascistas y reaccionarios no loshabía destruido. Permanecieron <strong>en</strong> la sombra, pese a la victoria <strong>del</strong> antifascismoy (<strong>en</strong> la Europa <strong>del</strong> Este y <strong>en</strong> ciertas regiones de Extremo Ori<strong>en</strong>te) <strong>del</strong>a revolución, que ext<strong>en</strong>dió los derechos conquistados después de 1917 a lamayoría de los países que todavía no disfrutaban de ellos, de forma especialm<strong>en</strong>tevisible con la concesión <strong>del</strong> sufragio a las mujeres de Francia e Italia<strong>en</strong> Europa occid<strong>en</strong>tal y, de hecho, a las mujeres de todos los nuevos paísescomunistas, <strong>en</strong> casi todas las antiguas colonias y (<strong>en</strong> los diez primeros añosde la posguerra) <strong>en</strong> América Latina. En realidad, <strong>en</strong> todos los lugares <strong>del</strong>mundo <strong>en</strong> donde se celebraban elecciones de algún tipo, las mujeres habíanobt<strong>en</strong>ido el sufragio <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta o antes, excepto <strong>en</strong> algunos paísesislámicos y, curiosam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> Suiza.Pero estos cambios ni se lograron por presiones feministas ni tuvieronuna repercusión inmediata <strong>en</strong> la situación de las mujeres, incluso <strong>en</strong> los relativam<strong>en</strong>tepocos países donde el sufragio t<strong>en</strong>ía consecu<strong>en</strong>cias políticas. Sinembargo, a partir de los años ses<strong>en</strong>ta, empezando por los Estados Unidospero ext<strong>en</strong>diéndose rápidam<strong>en</strong>te por los países occid<strong>en</strong>tales ricos y, más allá,a las elites de mujeres cultas <strong>del</strong> mundo subdesarrollado —aunque no, alprincipio, <strong>en</strong> el corazón <strong>del</strong> mundo socialista—, observamos un impresionanter<strong>en</strong>acer <strong>del</strong> feminismo. Si bi<strong>en</strong> estos movimi<strong>en</strong>tos pert<strong>en</strong>ecían, básicam<strong>en</strong>te,a un ambi<strong>en</strong>te de clase media culta, es probable que <strong>en</strong> los añosset<strong>en</strong>ta y sobre todo <strong>en</strong> los och<strong>en</strong>ta se difundiera <strong>en</strong>tre la población de estesexo (que los ideólogos insist<strong>en</strong> <strong>en</strong> que debería llamarse «género») una formade conci<strong>en</strong>cia fem<strong>en</strong>ina política e ideológicam<strong>en</strong>te m<strong>en</strong>os concreta queiba mucho más allá de lo que había logrado la primera oleada de feminismo.En realidad, las mujeres, como grupo, se convirtieron <strong>en</strong> una fuerza políticadestacada como nunca antes lo habían sido. El primer, y tal vez más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te,ejemplo de esta nueva conci<strong>en</strong>cia sexual fue la rebelión de lasmujeres tradicionalm<strong>en</strong>te fieles de los países católicos contra las doctrinasmás impopulares de la Iglesia, como quedó demostrado <strong>en</strong> los refer<strong>en</strong>da italianosa favor <strong>del</strong> divorcio (1974) y de una ley <strong>del</strong> aborto más liberal (1981);y luego con la elección de Mary Robinson corno presid<strong>en</strong>ta de ¡a devotaIrlanda, una abogada estrecham<strong>en</strong>te vinculada a la liberalización <strong>del</strong> códigomoral católico (1990). Ya a principios de los nov<strong>en</strong>ta los sondeos de opiniónrecogían importantes difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> las opiniones políticas de ambos sexos.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 315No es de extrañar que los políticos com<strong>en</strong>zaran a cortejar esta nueva conci<strong>en</strong>ciafem<strong>en</strong>ina, sobre todo la izquierda, cuyos partidos, por culpa <strong>del</strong> declivede la conci<strong>en</strong>cia de clase obrera, se habían visto privados de parte de suantiguo electorado.Sin embargo, la misma amplitud de la nueva conci<strong>en</strong>cia fem<strong>en</strong>ina y desus intereses convierte <strong>en</strong> insufici<strong>en</strong>te toda explicación hecha a partir tan sólo<strong>del</strong> análisis <strong>del</strong> papel cambiante de las mujeres <strong>en</strong> la economía. Sea comosea, lo que cambió <strong>en</strong> la revolución social no fue sólo el carácter de ias actividadesfem<strong>en</strong>inas <strong>en</strong> la sociedad, sino también el papel desempeñado por lamujer o las expectativas conv<strong>en</strong>cionales acerca de cuál debía ser ese papel, y<strong>en</strong> particular las ideas sobre el papel público de la mujer y su promin<strong>en</strong>ciapública. Y es que, si bi<strong>en</strong> cambios trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tales como la <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> masade mujeres casadas <strong>en</strong> el mercado laboral era de esperar que produjes<strong>en</strong> cambiosconsigui<strong>en</strong>tes, no t<strong>en</strong>ía por qué ser así, como atestigua la URSS, donde(después <strong>del</strong> abandono de las aspiraciones utópico-revolucionarias de losaños veinte) las mujeres casadas se habían <strong>en</strong>contrado <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral con la doblecarga de las viejas responsabilidades familiares y de responsabilidadesnuevas como asalariadas, sin que hubiera cambio alguno <strong>en</strong> las relaciones<strong>en</strong>tre ambos sexos o <strong>en</strong> el ámbito público o el privado. En cualquier caso, losmotivos por los que las mujeres <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, y las casadas <strong>en</strong> particular, selanzaron a buscar trabajo remunerado no t<strong>en</strong>ían que estar necesariam<strong>en</strong>terelacionados con su punto de vista sobre la posición social y los derechos <strong>del</strong>a mujer, sino que podían deberse a la pobreza, a la prefer<strong>en</strong>cia de los empresariospor la mano de obra fem<strong>en</strong>ina <strong>en</strong> vez de masculina por ser más baratay tratable, o simplem<strong>en</strong>te al número cada vez mayor —sobre todo <strong>en</strong> elmundo subdesarrollado— de mujeres <strong>en</strong> el papel de cabezas de familia. Laemigración masiva de hombres, como la <strong>del</strong> campo a las ciudades de Suráfrica,o de zonas de África y Asia a los estados <strong>del</strong> golfo Pérsico, dejó inevitablem<strong>en</strong>tea las mujeres <strong>en</strong> casa como responsables de la economía familiar.Tampoco hay que olvidar las matanzas, no indiscriminadas <strong>en</strong> lo que alsexo se refiere, de las grandes guerras, que dejaron a la Rusia de despuésde 1945 con cinco mujeres por cada tres hombres.Pese a todo, los indicadores de que exist<strong>en</strong> cambios significativos, revolucionariosincluso, <strong>en</strong> lo que esperan las mujeres de sí mismas y lo que elmundo espera de ellas <strong>en</strong> cuanto a su lugar <strong>en</strong> la sociedad, son innegables. Lanueva importancia que adquirieron algunas mujeres <strong>en</strong> la política resulta evid<strong>en</strong>te,aunque no puede utilizarse como indicador directo de la situación <strong>del</strong>conjunto de las mujeres <strong>en</strong> los países afectados. Al fin y al cabo, el porc<strong>en</strong>tajede mujeres <strong>en</strong> los parlam<strong>en</strong>tos electos de la machista América Latina(11 por 100) de los och<strong>en</strong>ta era considerablem<strong>en</strong>te más alto que el porc<strong>en</strong>tajede mujeres <strong>en</strong> las asambleas equival<strong>en</strong>tes de la más «emancipada» —con losdatos <strong>en</strong> la mano— Norteamérica. Del mismo modo, una parte importante <strong>del</strong>as mujeres que ahora, por vez primera, se <strong>en</strong>contraban a la cabeza de estadosy de gobiernos <strong>en</strong> el mundo subdesarrollado se vieron <strong>en</strong> esa situación porher<strong>en</strong>cia familiar: Indira Gandhi (India, 1966-1984), B<strong>en</strong>azir Bhut-


316 LA EDAD DE OROto (Pakistán, 1988-1990; 1994) y Aung San Xi (que se habría convertido <strong>en</strong>jefe de estado de Birmania de no haber sido por el veto de los militares),<strong>en</strong> calidad de hijas; Sirimavo Bandaranaike (Sri Lanka, 1960-1965; 1970-1977), Corazón Aquino (Filipinas, 1986-1992) e Isabel Perón (Arg<strong>en</strong>tina,1974-1976), <strong>en</strong> calidad de viudas. En sí mismo, no era más revolucionarioque la sucesión de María Teresa o de Victoria al trono de los imperios austríacoy británico mucho antes. De hecho, el contraste <strong>en</strong>tre las gobernantesde países como la India, Pakistán y Filipinas, y la situación de excepcionaldepresión y opresión de las mujeres <strong>en</strong> esa parte <strong>del</strong> mundo pone de relievesu carácter atípico.Y sin embargo, antes de la segunda guerra mundial, el acceso de cualquiermujer a la jefatura de cualquier república <strong>en</strong> cualquier clase de circunstanciasse habría considerado políticam<strong>en</strong>te imp<strong>en</strong>sable. Después de 1945 fue políticam<strong>en</strong>teposible —Sirimavo Bandaranaike, <strong>en</strong> Sri Lanka, se convirtió <strong>en</strong> laprimera jefe de gobierno <strong>en</strong> 1960-—, y al llegar a 1990 las mujeres eran ohabían sido jefes de gobierno <strong>en</strong> dieciséis estados (World's Wom<strong>en</strong>, p. 32). Enlos años nov<strong>en</strong>ta, las mujeres que habían llegado a la cumbre de la políticaprofesional se convirtieron <strong>en</strong> parte aceptada, aunque insólita, <strong>del</strong> paisaje:como primeras ministras <strong>en</strong> Israel (1969), Islandia (1980), Noruega (1981),sin olvidar a Gran Bretaña (1979), Lituania (1990) y Francia (1991); o, <strong>en</strong> elcaso de la señora Doi, como jefa <strong>del</strong> principal partido de la oposición (socialista)<strong>en</strong> el nada feminista Japón (1986). Desde luego, el mundo de la políticaestaba cambiando rápidam<strong>en</strong>te, si bi<strong>en</strong> el reconocimi<strong>en</strong>to público de las mujeres(aunque sólo fuese <strong>en</strong> calidad de grupo de presión <strong>en</strong> política) todavíaacostumbrase a adoptar la forma, incluso <strong>en</strong> muchos de los países más «avanzados»,de una repres<strong>en</strong>tación simbólica <strong>en</strong> los organismos públicos.Sin embargo, ap<strong>en</strong>as ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido g<strong>en</strong>eralizar sobre el papel de la mujer<strong>en</strong> el ámbito público, y las consigui<strong>en</strong>tes aspiraciones públicas de los movimi<strong>en</strong>tospolíticos fem<strong>en</strong>inos. El mundo subdesarrollado, el desarrollado y elsocialista o ex socialista sólo se pued<strong>en</strong> comparar muy a grandes rasgos. Enel tercer mundo, igual que <strong>en</strong> la Rusia de los zares, la inm<strong>en</strong>sa mayoría de lasmujeres de clase humilde y escasa cultura permanecieron apartadas <strong>del</strong> ámbitopúblico, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido «occid<strong>en</strong>tal» moderno, aunque <strong>en</strong> algunos de estospaíses apareciese, o existiese ya <strong>en</strong> otros, un reducido sector de mujeresexcepcionalm<strong>en</strong>te emancipadas y «avanzadas», principalm<strong>en</strong>te las esposas,hijas y pari<strong>en</strong>tes de sexo fem<strong>en</strong>ino de la clase alta y la burguesía autóctonas,análogo a la intelectualidad y a las activistas fem<strong>en</strong>inas de la Rusia de loszares. Un sector así había existido <strong>en</strong> el imperio de la India incluso <strong>en</strong> la épocacolonial, y pareció haber surgido <strong>en</strong> varios de los países musulmanesm<strong>en</strong>os rigurosos —sobre todo Egipto, Irán, el Líbano y el Magreb— hastaque el auge <strong>del</strong> fundam<strong>en</strong>talismo islámico volvió a empujar a las mujeres ala oscuridad. Estas minorías emancipadas contaban con un espacio públicopropio <strong>en</strong> los niveles sociales más altos de sus respectivos países, <strong>en</strong> dondepodían actuar y s<strong>en</strong>tirse <strong>en</strong> casa de forma más o m<strong>en</strong>os igual que (ellas o sushomologas) <strong>en</strong> Europa y <strong>en</strong> Norteamérica, si bi<strong>en</strong> es probable que tardas<strong>en</strong>


LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990 3 1 7<strong>en</strong> abandonar los conv<strong>en</strong>cionalismos <strong>en</strong> materia sexual y las obligacionesfamiliares tradicionales de su cultura más que las mujeres occid<strong>en</strong>tales, o porlo m<strong>en</strong>os las no católicas. 13 En este s<strong>en</strong>tido, las mujeres emancipadas de paísestercermundistas «occid<strong>en</strong>talizados» se <strong>en</strong>contraban mucho mejor situadasque sus hermanas de, por ejemplo, los países no socialistas <strong>del</strong> ExtremoOri<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> donde la fuerza de los roles y conv<strong>en</strong>ciones tradicionales era<strong>en</strong>orme y restrictiva. Las japonesas y coreanas cultas que habían vivido unosaños <strong>en</strong> los países emancipados de Occid<strong>en</strong>te s<strong>en</strong>tían a m<strong>en</strong>udo miedo aregresar a su propia civilización y al s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to, prácticam<strong>en</strong>te incólume, desubordinación de la mujer.En el mundo socialista la situación era paradójica. La práctica totalidadde las mujeres formaba parte de la población asalariada de la Europa <strong>del</strong>Este; o, por lo m<strong>en</strong>os, ésta compr<strong>en</strong>día a casi tantas mujeres como hombres(un 90 por 100), una proporción mucho más alta que <strong>en</strong> ninguna otra parte.El comunismo, desde el punto de vista ideológico, era un def<strong>en</strong>sor apasionadode la igualdad y la liberación fem<strong>en</strong>inas, <strong>en</strong> todos los s<strong>en</strong>tidos, incluido elerótico, pese al desagrado que L<strong>en</strong>in s<strong>en</strong>tía por la promiscuidad sexual. 14 (Sinembargo, tanto Krupskaya como L<strong>en</strong>in eran de los pocos revolucionariospartidarios de compartir los quehaceres domésticos <strong>en</strong>tre ambos sexos.) Además,el movimi<strong>en</strong>to revolucionario, de los narodniks a los marxistas, habíadisp<strong>en</strong>sado una acogida excepcionalm<strong>en</strong>te cálida a las mujeres, sobre todo alas intelectuales, y les había proporcionado numerosas oportunidades, comotodavía resultaba evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> que estaban desproporcionadam<strong>en</strong>terepres<strong>en</strong>tadas <strong>en</strong> algunos movimi<strong>en</strong>tos terroristas de izquierdas.Pero, con excepciones más bi<strong>en</strong> raras (Rosa Luxemburg, Ruth Fischer, AnnaPauker, la Pasionaria, Federica Monts<strong>en</strong>y) no destacaban <strong>en</strong> las primerasfilas de la política de sus partidos, si es que llegaban a destacar <strong>en</strong> algo, 15 y<strong>en</strong> los nuevos estados de gobierno comunista aún eran m<strong>en</strong>os visibles. Dehecho, las mujeres <strong>en</strong> funciones políticas señaladas prácticam<strong>en</strong>te desaparecieron.Tal como hemos visto, uno o dos países, sobre todo Bulgaria y laRepública Democrática Alemana, dieron a sus mujeres oportunidades insóli-13. Es difícil que sea una casualidad el hecho de que los índices de divorcios y segundosmatrimonios <strong>en</strong> Italia, Irlanda, España y Portugal fues<strong>en</strong> espectacularm<strong>en</strong>te más bajos <strong>en</strong> losaños och<strong>en</strong>ta que <strong>en</strong> el resto de la Europa occid<strong>en</strong>tal y <strong>en</strong> Norteamérica. índices de divorcio:0,58 por 1.000, fr<strong>en</strong>te al 2,5 de promedio de otros nueve países (Bélgica, Francia, AlemaniaFederal, Países Bajos, Suecia, Suiza, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos). Segundos matrimonios (porc<strong>en</strong>taje sobre el total de matrimonios): 2,4 fr<strong>en</strong>te al 18,6 de promedio de los nuevepaíses m<strong>en</strong>cionados.14. Así, por ejemplo, el derecho al aborto, prohibido por el código civil alemán, fue unelem<strong>en</strong>to de agitación importante <strong>en</strong> manos <strong>del</strong> Partido Comunista alemán, por lo cual la RDAdisfrutaba de una ley de aborto mucho más permisiva que la República Federal de Alemania(influida por los demócrata-cristianos), cosa que complicó los problemas legales de la unificaciónalemana <strong>en</strong> 1990.15. En 1929, <strong>en</strong> el KPD, <strong>en</strong>tre los 63 miembros y candidatos a miembro <strong>del</strong> Comité C<strong>en</strong>tral había 6 mujeres. De <strong>en</strong>tre los 504 dirig<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> partido <strong>del</strong> período 1924-1929, sólo el7 por 100 eran mujeres.


318 LA EDAD DE OROtas de destacar públicam<strong>en</strong>te, al igual que de acceder a la <strong>en</strong>señanza superior,pero, <strong>en</strong> conjunto, la situación pública de las mujeres <strong>en</strong> los países comunistasno era s<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te distinta de la de los países capitalistas desarrolladosy, allí <strong>en</strong> donde lo era, no resultaba siempre v<strong>en</strong>tajosa. Cuando las mujeresafluían hacia las profesiones que se les abrían, como <strong>en</strong> la URSS, donde lamedicina, consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, experim<strong>en</strong>tó una fuerte feminización, estasprofesiones perdían nivel social y económico. Al contrario de las feministasoccid<strong>en</strong>tales, la mayoría de las mujeres casadas soviéticas, acostumbradasdesde hacía tiempo a una vida de asalariadas, soñaba con el lujo de quedarse<strong>en</strong> casa y t<strong>en</strong>er un solo trabajo.De hecho, el sueño revolucionario original de transformar las relaciones<strong>en</strong>tre ambos sexos y modificar las instituciones y los hábitos que <strong>en</strong>carnabanla vieja dominación masculina se quedó por lo g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> humo de pajas,incluso <strong>en</strong> los lugares —como la URSS <strong>en</strong> sus primeros años, aunque no, porlo g<strong>en</strong>eral, <strong>en</strong> los nuevos regím<strong>en</strong>es comunistas posteriores a 1944— <strong>en</strong> dondese int<strong>en</strong>tó seriam<strong>en</strong>te convertirlo <strong>en</strong> realidad. En los países atrasados, y lamayoría de regím<strong>en</strong>es comunistas se establecieron <strong>en</strong> países así, el int<strong>en</strong>to sevio bloqueado por la no cooperación pasiva de poblaciones tradicionalistas,que insistían <strong>en</strong> que, <strong>en</strong> la práctica, a pesar de lo que dijese la ley, a las mujeresse las tratara como inferiores a los hombres. Los heroicos esfuerzosemancipadores de las mujeres no fueron, por supuesto, <strong>en</strong> vano. Conferir alas mujeres la igualdad de derechos legales y políticos, insistir <strong>en</strong> que accedierana la <strong>en</strong>señanza, a los mismos puestos de trabajo y a las mismas responsabilidadesque los hombres, e incluso que pudieran quitarse el velo ycircular librem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> público, son cambios nada despreciables, como puedecomprobar cualquiera que compare la situación de las mujeres <strong>en</strong> países dondesigue vig<strong>en</strong>te, o ha sido reinstaurado, el fundam<strong>en</strong>talismo religioso. Además,hasta <strong>en</strong> los países comunistas donde la realidad fem<strong>en</strong>ina iba muy por detrásde la teoría, incluso <strong>en</strong> épocas de imposición de auténticas contrarrevolucionesmorales por parte de los gobiernos, que int<strong>en</strong>taban re<strong>en</strong>tronizar lafamilia y <strong>en</strong>casillar a las mujeres como responsables de criar a los hijos(como <strong>en</strong> la URSS de los años treinta), la mera libertad de elección de quedisponían las mujeres <strong>en</strong> el nuevo sistema, libertad sexual incluida, era incomparablem<strong>en</strong>temayor que antes <strong>del</strong> adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de los nuevos regím<strong>en</strong>es.Sus limitaciones no eran tanto legales o conv<strong>en</strong>cionales como materiales,como la escasez de medios de control de la natalidad, que las economíasplanificadas, al igual que <strong>en</strong> el caso de las demás necesidades ginecológicas,ap<strong>en</strong>as t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> consideración.De todos modos, cualesquiera que fues<strong>en</strong> los logros y fracasos <strong>del</strong> mundosocialista, éste no g<strong>en</strong>eró movimi<strong>en</strong>tos específicam<strong>en</strong>te feministas, y difícilm<strong>en</strong>tepodía hacerlo, dada la práctica imposibilidad de llevar a cabo antesde mediados de los och<strong>en</strong>ta iniciativas políticas que no contas<strong>en</strong> con la aprobación<strong>del</strong> estado y <strong>del</strong> partido. Sin embargo, es improbable que las cuestionesque preocupaban a los movimi<strong>en</strong>tos feministas occid<strong>en</strong>tales hubieran<strong>en</strong>contrado amplia resonancia <strong>en</strong> los estados comunistas hasta <strong>en</strong>tonces.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 3 1 9Inicialm<strong>en</strong>te estas cuestiones que <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, y sobre todo <strong>en</strong> los EstadosUnidos, repres<strong>en</strong>taron la avanzadilla <strong>del</strong> r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> feminismo serelacionaban sobre todo con los problemas de las mujeres de clase media, ocon el modo <strong>en</strong> que estos problemas las afectaban. Ello resulta evid<strong>en</strong>te siexaminamos las profesiones de las mujeres de los Estados Unidos, donde laspresiones feministas alcanzaron sus mayores éxitos, y que, presumiblem<strong>en</strong>te,reflejan la conc<strong>en</strong>tración de sus esfuerzos. Ya <strong>en</strong> 1981 las mujeres no sólohabían eliminado a la práctica totalidad de los hombres de las profesionesadministrativas, la mayoría de las cuales eran, bi<strong>en</strong> es verdad, subalternas,aunque respetables, sino que constituían casi el 50 por 100 de los ag<strong>en</strong>tes eintermediarios de la propiedad inmobiliaria y casi el 40 por 100 de los cargosbancarios y gestores financieros, y habían establecido una pres<strong>en</strong>cia sustancial,aunque todavía insufici<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> las profesiones intelectuales, si bi<strong>en</strong><strong>en</strong> las profesiones legal y médica, más tradicionales, todavía se veían confinadasa modestas cabezas de pu<strong>en</strong>te. Pero si el 35 por 100 <strong>del</strong> profesoradouniversitario, más de la cuarta parte de los especialistas <strong>en</strong> ord<strong>en</strong>adores y un22 por 100 <strong>del</strong> personal de ci<strong>en</strong>cias naturales eran ahora mujeres, el monopoliomasculino de las profesiones manuales, cualificadas o no, seguía prácticam<strong>en</strong>teintacto: sólo el 2,7 por 100 de los camioneros, el 1,6 por 100 de loselectricistas y el 0,6 por 100 de los mecánicos eran mujeres. Su resist<strong>en</strong>cia ala <strong>en</strong>trada de mujeres no era m<strong>en</strong>or que la de doctores y abogados, que leshabían cedido un ,14 por 100 <strong>del</strong> total, pero es razonable suponer que la presiónpor conquistar estos bastiones de la masculinidad era m<strong>en</strong>or.Hasta una lectura superficial de las pioneras norteamericanas <strong>del</strong> nuevofeminismo de los años ses<strong>en</strong>ta indica una perspectiva de clase difer<strong>en</strong>ciada<strong>en</strong> relación con los problemas de la mujer (Friedan, 1963; Degler, 1987). Lespreocupaba sobremanera la cuestión de «cómo puede combinar la mujer sucarrera o trabajo con el matrimonio y la familia», que sólo era importantepara qui<strong>en</strong>es tuvies<strong>en</strong> esa posibilidad de elección, de la que no disponían nila mayoría de las mujeres <strong>del</strong> mundo ni la totalidad de las mujeres pobres.Les preocupaba, con toda la razón, la igualdad <strong>en</strong>tre el hombre y la mujer, unconcepto que se convirtió <strong>en</strong> el instrum<strong>en</strong>to principal de las conquistas legalese institucionales de las mujeres de Occid<strong>en</strong>te, ya que la palabra «sexo» seintrodujo <strong>en</strong> la American Civil Rights Act de 1964, originariam<strong>en</strong>te concebidasólo para prohibir la discriminación racial. Pero la «igualdad» o, mejordicho, la «igualdad de trato» e «igualdad de oportunidades» daban por s<strong>en</strong>tadoque no había difer<strong>en</strong>cias significativas <strong>en</strong>tre hombres y mujeres, ya fues<strong>en</strong><strong>en</strong> el ámbito social o <strong>en</strong> cualquier otro ámbito, y para la mayor parte <strong>del</strong>as mujeres <strong>del</strong> mundo, y sobre todo para las pobres, era evid<strong>en</strong>te que la inferioridadsocial de la mujer se debía <strong>en</strong> parte al hecho de no ser <strong>del</strong> mismosexo que el hombre, y necesitaba por lo tanto soluciones que tuvieran <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>ta esta especificidad, como, por ejemplo, disposiciones especiales paracasos de embarazo y maternidad o protección especial contra los ataques <strong>del</strong>sexo más fuerte y con mayor agresividad física. El feminismo estadounid<strong>en</strong>setardó lo suyo <strong>en</strong> hacer fr<strong>en</strong>te a uestiones de interés tan vital para las


320 LA EDAD DE OROmujeres trabajadoras como la baja por maternidad. La fase posterior <strong>del</strong>movimi<strong>en</strong>to feminista apr<strong>en</strong>dió a insistir <strong>en</strong> la difer<strong>en</strong>cia exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>treambos sexos, además de <strong>en</strong> las desigualdades, aunque la utilización de unaideología liberal de un individualismo abstracto y el instrum<strong>en</strong>to de la«igualdad legal de derechos» no eran fácilm<strong>en</strong>te reconciliables con el reconocimi<strong>en</strong>tode que las mujeres no eran, o no t<strong>en</strong>ían que ser, como los hombres,y viceversa. 16Además, <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta, la misma exig<strong>en</strong>cia de salirse<strong>del</strong> ámbito doméstico y <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> el mercado laboral t<strong>en</strong>ía una fuerte cargaideológica <strong>en</strong>tre las mujeres casadas prósperas, cultas y de clase media, qu<strong>en</strong>o t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> cambio para las otras, pues los motivos de aquéllas <strong>en</strong> esos dominiosrara vez eran económicos. Entre las mujeres pobres o con dificultadeseconómicas, las mujeres casadas fueron a trabajar después de 1945 porquesus hijos ya no iban. La mano de obra infantil casi había desaparecido deOccid<strong>en</strong>te, mi<strong>en</strong>tras que, <strong>en</strong> cambio, la necesidad de dar una educación a loshijos para mejorar sus perspectivas de futuro repres<strong>en</strong>tó para sus padres unacarga económica mayor y más duradera de lo que había sido con anterioridad.En resum<strong>en</strong>, como ya se ha dicho, «antes los niños trabajaban para quesus madres pudieran quedarse <strong>en</strong> casa <strong>en</strong>cargándose de sus responsabilidadesdomésticas y reproductivas. Ahora, al necesitar las familias ingresos adicionales,las madres se pusieron a trabajar <strong>en</strong> lugar de sus hijos» (Tilly y Scott,1987, p. 219). Eso hubiera sido casi imposible sin m<strong>en</strong>os hijos, a pesar deque la sustancial mecanización de las labores domésticas (sobre todo graciasa las lavadoras) y el auge de las comidas preparadas y precocinadas contribuyerana hacerlo más fácil. Pero para las mujeres casadas de clase mediacuyos maridos t<strong>en</strong>ían unos ingresos correspondi<strong>en</strong>tes con su nivel social, ir atrabajar rara vez repres<strong>en</strong>taba una aportación sustancial a los ingresos familiares,aunque sólo fuese porque a las mujeres les pagaban mucho m<strong>en</strong>os quea los hombres <strong>en</strong> los empleos que t<strong>en</strong>ían a su disposición. La aportación netaa los ingresos familiares podía no ser significativa cuando había que contratarasist<strong>en</strong>tas de pago para que cuidaran de la casa y de los niños (<strong>en</strong> forma demujeres de la limpieza y, <strong>en</strong> Europa, de canguros o chicas au pair) para quela mujer pudiera ganar un sueldo fuera <strong>del</strong> hogar.Si, a esos niveles, había alguna motivación para que las mujeres casadas16. Así, la «discriminación positiva», es decir, el dar a un grupo un trato prefer<strong>en</strong>te a lahora de acceder a determinados recursos o actividades sociales, sólo es congru<strong>en</strong>te con la igualdadparti<strong>en</strong>do de la premisa de que se trata de una medida temporal, que se abolirá cuando laigualdad de acceso se haya conseguido por méritos propios; es decir, parti<strong>en</strong>do de la premisa deque el trato prefer<strong>en</strong>te no repres<strong>en</strong>ta más que la supresión de un obstáculo injusto para los participantes<strong>en</strong> la misma competición, lo cual, desde luego, a veces es así. Pero <strong>en</strong> casos donde seda una difer<strong>en</strong>cia perman<strong>en</strong>te, no puede justificarse. Es absurdo, incluso a primera vista, darprioridad a los hombres <strong>en</strong> la inscripción <strong>en</strong> cursos de canto de soprano, o insistir <strong>en</strong> que seriade desear, <strong>en</strong> teoría, y por cuestiones demográficas, que el 50 por 100 de los g<strong>en</strong>erales fues<strong>en</strong>mujeres. En cambio, es totalm<strong>en</strong>te legítimo dar a todo hombre deseoso y pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te dotadopara cantar Norma y a toda mujer con el deseo y el pot<strong>en</strong>cial para dirigir un ejército la oportunidadde hacerlo.


LA REVOLUCIÓN SOCIAL. 1945-1990 321abandonaran el hogar era la demanda de libertad y autonomía: para la mujercasada, el derecho a ser una persona por sí misma y no un apéndice <strong>del</strong> maridoy el hogar, algui<strong>en</strong> a qui<strong>en</strong> el mundo juzgase como individuo, y no comomiembro de una especie («simplem<strong>en</strong>te una madre y un ama de casa»). Eldinero estaba de por medio no porque fuera necesario, sino porque era algoque la mujer podía gastar o ahorrar sin t<strong>en</strong>er que pedir antes permiso al marido.Por supuesto, a medida que los hogares de clase media con dos fu<strong>en</strong>tes deingresos fueron haciéndose más corri<strong>en</strong>tes, el presupuesto familiar se fue calculandocada vez más <strong>en</strong> base a dos sueldos. De hecho, al universalizarse la<strong>en</strong>señanza superior <strong>en</strong>tre los hijos de la clase media, y verse obligados lospadres a contribuir económicam<strong>en</strong>te al mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de su prole hasta bi<strong>en</strong><strong>en</strong>trados los veinte años o más, el empleo remunerado dejó de ser sobre todouna declaración de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia para las mujeres casadas de clase media,para convertirse <strong>en</strong> lo que era desde ya hacía tiempo para los pobres: una formade llegar a fin de mes. No obstante, su compon<strong>en</strong>te emancipatoria nodesapareció, como demuestra el increm<strong>en</strong>to de los «matrimonios itinerantes».Y es que los costes (no sólo económicos) de los matrimonios <strong>en</strong> los que cadacónyuge trabajaba <strong>en</strong> lugares con frecu<strong>en</strong>cia muy alejados eran altos, aunquela revolución <strong>del</strong> transporte y las comunicaciones lo convirtió <strong>en</strong> algo cadavez más común <strong>en</strong> profesiones como la académica, a partir de los años set<strong>en</strong>ta.Sin embargo, mi<strong>en</strong>tras que antes las esposas de clase media (aunque no loshijos de más de cierta edad) habían seguido automáticam<strong>en</strong>te a sus espososdondequiera que el trabajo los llevase, ahora se convirtió <strong>en</strong> algo casi imp<strong>en</strong>sable,por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> círculos intelectuales de clase media, el interrumpir lacarrera de la mujer y su derecho a elegir dónde quería desarrollarla. Por fin, alparecer, hombres y mujeres se trataban de igual a igual <strong>en</strong> este aspecto. 17Sin embargo, <strong>en</strong> los países desarrollados, el feminismo de clase media oel movimi<strong>en</strong>to de las mujeres cultas o intelectuales se transformó <strong>en</strong> unaespecie de afirmación g<strong>en</strong>érica de que había llegado la hora de la liberaciónde la mujer, y eso porque el feminismo específico de clase media, aunque aveces no tuviera <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las preocupaciones de las demás mujeres occid<strong>en</strong>tales,planteó cuestiones que las afectaban a todas; y esas cuestiones seconvirtieron <strong>en</strong> urg<strong>en</strong>tes al g<strong>en</strong>erar las convulsiones sociales que hemosesbozado una profunda, y <strong>en</strong> muchos aspectos rep<strong>en</strong>tina, revolución moral ycultural, una transformación drástica de las pautas conv<strong>en</strong>cionales de conductasocial e individual. Las mujeres fueron un elem<strong>en</strong>to crucial de esta revolucióncultural, ya que ésta <strong>en</strong>contró su eje c<strong>en</strong>tral, así como su expresión, <strong>en</strong> loscambios experim<strong>en</strong>tados por la familia y el hogar tradicionales, de los quelas mujeres siempre habían sido el compon<strong>en</strong>te c<strong>en</strong>tral. Y es hacia esoscambios hacia donde pasamos a dirigir nuestra at<strong>en</strong>ción.17. Aunque más raros, los casos de maridos que tuvieron que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse al problema deseguir a sus esposas donde el nuevo empleo de éstas las llevara también se hicieron más habituales.A todo académico de los años nov<strong>en</strong>ta se le ocurrirán ejemplos d<strong>en</strong>tro de su círculo deconocidos.


Capítulo XILA REVOLUCIÓN CULTURALEn la película [La ley <strong>del</strong> deseo], Carm<strong>en</strong> Maura interpreta aun hombre que se ha sometido a una operación de cambio de sexoy que, debido a un desgraciado asunto amoroso con su padre, haabandonado a los hombres para establecer una relación Iésbica(supongo) con una mujer, interpretada por un famoso transexualmadrileño.Reseña cinematográfica <strong>en</strong> Village Voice,PAUL BERMAN (1987, p. 572)Las manifestaciones de más éxito no son necesariam<strong>en</strong>te lasque movilizan a más g<strong>en</strong>te, sino las que suscitan más interés <strong>en</strong>trelos periodistas. A riesgo de exagerar un poco, podría decirse quecincu<strong>en</strong>ta tipos listos que sepan montar bi<strong>en</strong> un happ<strong>en</strong>ing paraque salga cinco minutos por la tele pued<strong>en</strong> t<strong>en</strong>er tanta incid<strong>en</strong>ciapolítica como medio millón de manifestantes.PIERRE BOURDIEU (1994)IPor todo lo que acabamos de exponer, la mejor forma de acercarnos aesta revolución cultural es a través de la familia y <strong>del</strong> hogar, es decir, a travésde la estructura de las relaciones <strong>en</strong>tre ambos sexos y <strong>en</strong>tre las distintasg<strong>en</strong>eraciones. En la mayoría de sociedades, estas estructuras habían mostradouna impresionante resist<strong>en</strong>cia a los cambios bruscos, aunque eso no quieredecir que fues<strong>en</strong> estáticas. Además, a pesar de las apari<strong>en</strong>cias de signocontrario, las estructuras eran de ámbito mundial, o por lo m<strong>en</strong>os pres<strong>en</strong>tabansemejanzas básicas <strong>en</strong> amplias zonas, aunque, por razones socioeconómicasy tecnológicas, se ha sugerido que existe una notable difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>treEurasia (incluy<strong>en</strong>do ambas orillas <strong>del</strong> Mediterráneo), por un lado, y el resto


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 323de África, por el otro (Goody, 1990, p. xvn). Así, por ejemplo, la poligamia,que, según se dice, estaba o había llegado a estar prácticam<strong>en</strong>te aus<strong>en</strong>te deEurasia, salvo <strong>en</strong>tre algunos grupos privilegiados y <strong>en</strong> el mundo árabe, floreció<strong>en</strong> África, donde se dice que más de la cuarta parte de los matrimonioseran polígamos (Goody, 1990, p. 379).No obstante, a pesar de las variaciones, la inm<strong>en</strong>sa mayoría de la humanidadcompartía una serie de características, como la exist<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> matrimonioformal con relaciones sexuales privilegiadas para los cónyuges (el «adulterio»se considera una falta <strong>en</strong> todo el mundo), la superioridad <strong>del</strong> marido sobre lamujer («patriarcalismo») y de los padres sobre los hijos, además de la de lasg<strong>en</strong>eraciones más ancianas sobre las más jóv<strong>en</strong>es, unidades familiares formadaspor varios miembros, etc. Fuese cual fuese el alcance y la complejidad <strong>del</strong>a red de relaciones de par<strong>en</strong>tesco y los derechos y obligaciones mutuos quese daban <strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o, el núcleo fundam<strong>en</strong>tal —la pareja con hijos— estabapres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> alguna parte, aunque el grupo o conjunto familiar que cooperaseo conviviese con ellos fuera mucho mayor. La idea de que la familia nuclear,que se convirtió <strong>en</strong> el patrón básico de la sociedad occid<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> los siglos xixy xx, había evolucionado de algún modo a partir de una familia y unas unidadesde par<strong>en</strong>tesco mucho más amplias, como un elem<strong>en</strong>to más <strong>del</strong> desarrollo<strong>del</strong> individualismo burgués o de cualquier otra clase, se basa <strong>en</strong> unmal<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido histórico, sobre todo <strong>del</strong> carácter de la cooperación social y surazón de ser <strong>en</strong> las sociedades preindustriales. Hasta <strong>en</strong> una institución tancomunista como la zadruga o familia conjunta de los eslavos de los Balcanes,«cada mujer trabaja para su familia <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido estricto de la palabra, o sea,para su marido y sus hijos, pero también, cuando le toca, para los miembrossolteros de la comunidad y los huérfanos» (Guidetti y Stahl, 1977, p. 58). Laexist<strong>en</strong>cia de este núcleo familiar y <strong>del</strong> hogar, por supuesto, no significa quelos grupos o comunidades de par<strong>en</strong>tesco <strong>en</strong> los que se integra se parezcan <strong>en</strong>otros aspectos.Sin embargo, <strong>en</strong> la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx esta distribución básica yduradera empezó a cambiar a la velocidad <strong>del</strong> rayo, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los paísesoccid<strong>en</strong>tales «desarrollados», aunque de forma desigual d<strong>en</strong>tro de estasregiones. Así, <strong>en</strong> Inglaterra y Gales —un ejemplo, lo reconozco, bastanteespectacular—, <strong>en</strong> 1938 había un divorcio por cada cincu<strong>en</strong>ta y ocho bodas(Mitchell, 1975, pp. 30-32), pero a mediados de los och<strong>en</strong>ta, había uno porcada 2,2 bodas (UN Statistical Yearbook, 1987). Después, podemos ver laaceleración de esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> los alegres ses<strong>en</strong>ta. A finales de los añosset<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> Inglaterra y Gales había más de 10 divorcios por cada 1.000 parejascasadas, o sea, cinco veces más que <strong>en</strong> 1961 (Social Tr<strong>en</strong>ds, 1980, p. 84).Esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia no se limitaba a Gran Bretaña. En realidad, el cambioespectacular se ve con la máxima claridad <strong>en</strong> países de moral estricta y conuna fuerte carga tradicional, como los católicos. En Bélgica, Francia y losPaíses Bajos el índice bruto de divorcios (el número anual de divorcios porcada 1.000 habitantes) se triplicó aproximadam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre 1970 y 1985. Sinembargo, incluso <strong>en</strong> países con tradición de emancipados <strong>en</strong> estos aspectos,


324 LA EDAD DE OROcomo Dinamarca y Noruega, se duplicaron o casi triplicaron <strong>en</strong> el mismoperíodo. Está claro que algo insólito le estaba ocurri<strong>en</strong>do al matrimonio <strong>en</strong>Occid<strong>en</strong>te. Las paci<strong>en</strong>tes de una clínica ginecológica de California <strong>en</strong> losaños set<strong>en</strong>ta pres<strong>en</strong>taban «una disminución sustancial <strong>en</strong> el número de matrimoniosformales, una reducción <strong>del</strong> deseo de t<strong>en</strong>er hijos ... y un cambio deactitud hacia la aceptación de una adaptación bisexual» (Esman, 1990,p. 67). No es probable que una reacción así <strong>en</strong> una muestra de poblaciónfem<strong>en</strong>ina de parte alguna <strong>del</strong> mundo, incluida California, se hubiese podidodar antes de esa década.La cantidad de g<strong>en</strong>te que vivía sola (es decir, que no pert<strong>en</strong>ecía a unapareja o a una familia más amplia) también empezó a dispararse. En GranBretaña permaneció más o m<strong>en</strong>os estable durante el primer tercio <strong>del</strong> siglo, <strong>en</strong>torno al 6 por 100 de todos los hogares, con una suave t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia al alza a partirde <strong>en</strong>tonces. Pero <strong>en</strong>tre 1960 y 1980 el porc<strong>en</strong>taje casi se duplicó, pasando<strong>del</strong> 12 al 22 por 100 de todos los hogares, y <strong>en</strong> 1991 ya era más de la cuartaparte (Abrams, 1945; Carr-Saunders et al., 1958; Social Tr<strong>en</strong>ds, 1993, p. 26).En muchas de las grandes ciudades occid<strong>en</strong>tales constituían más de la mitadde los hogares. En cambio, la típica familia nuclear occid<strong>en</strong>tal, la pareja casadacon hijos, se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> franca retirada. En los Estados Unidos estasfamilias cayeron <strong>del</strong> 44 por 100 <strong>del</strong> total de hogares al 29 por 100 <strong>en</strong> veinteaños (1960-1980); <strong>en</strong> Suecia, donde casi la mitad de los niños nacidos amediados de los años och<strong>en</strong>ta eran hijos de madres solteras (Ecosoc, p. 21),pasaron <strong>del</strong> 37 al 25 por 100. Incluso <strong>en</strong> los países desarrollados <strong>en</strong> donde aúnrepres<strong>en</strong>taban más de la mitad de los hogares <strong>en</strong> 1960 (Canadá, AlemaniaFederal, Países Bajos, Gran Bretaña) se <strong>en</strong>contraban ahora <strong>en</strong> franca minoría.En determinados casos, dejó de ser incluso típica. Así, por ejemplo, <strong>en</strong>1991 el 58 por 100 de todas las familias negras de los Estados Unidos estaban<strong>en</strong>cabezadas por mujeres solteras, y el 70 por 100 de los niños eran hijosde madres solteras. En 1940 las madres solteras sólo eran cabezas de familia<strong>del</strong> 11,3 por 100 de las familias de color, e incluso <strong>en</strong> las ciudades, sólo <strong>del</strong>12,4 por 100 (Frazier, 1957, p. 317). Todavía <strong>en</strong> 1970 la cifra era de sóloel 33 por 100 (New York Times, 5-10-92).La crisis de la familia estaba vinculada a importantes cambios <strong>en</strong> las actitudespúblicas acerca de la conducta sexual, la pareja y la procreación, tantooficiales como extraoficiales, los más importantes de los cuales pued<strong>en</strong>datarse, de forma coincid<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta. Oficialm<strong>en</strong>teesta fue una época de liberalización extraordinaria tanto para los heterosexuales(o sea, sobre todo, para las mujeres, que hasta <strong>en</strong>tonces habían gozadode mucha m<strong>en</strong>os libertad que los hombres) como para los homosexuales,además de para las restantes formas de disid<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> materia de culturasexual. En Gran Bretaña la mayor parte de las actividades homosexuales fueronlegalizadas <strong>en</strong> la segunda mitad de los años ses<strong>en</strong>ta, unos años más tardeque <strong>en</strong> los Estados Unidos, donde el primer estado <strong>en</strong> legalizar la sodomía(Illinois) lo hizo <strong>en</strong> 1961 (Johansson y Percy, 1990, pp. 304 y 1.349). En lamismísima Italia <strong>del</strong> papa, el divorcio se legalizó <strong>en</strong> 1970, derecho confir-


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 325mado mediante referéndum <strong>en</strong> 1974. La v<strong>en</strong>ta de anticonceptivos y la informaciónsobre los métodos de control de la natalidad se legalizaron <strong>en</strong> 1971,y <strong>en</strong> 1975 un nuevo código de derecho familiar sustituyó al viejo que habíaestado <strong>en</strong> vigor desde la época fascista. Finalm<strong>en</strong>te, el aborto pasó a ser legal<strong>en</strong> 1978, lo cual fue confirmado mediante referéndum <strong>en</strong> 1981.Aunque no cabe duda de que unas leyes permisivas hicieron más fácilesunos actos hasta <strong>en</strong>tonces prohibidos y dieron mucha más publicidad a estascuestiones, la ley reconoció más que creó el nuevo clima de relajaciónsexual. Que <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta sólo el 1 por 100 de las mujeres británicashubies<strong>en</strong> cohabitado durante un tiempo con su futuro marido antes de casars<strong>en</strong>o se debía a la legislación, como tampoco el hecho de que a principios <strong>del</strong>os años och<strong>en</strong>ta el 21 por 100 de las mujeres lo hicies<strong>en</strong> (Gillis, 1985,p. 307). Pasaron a estar permitidas cosas que hasta <strong>en</strong>tonces habían estadoprohibidas, no sólo por la ley o la religión, sino también por la moral consuetudinaria,las conv<strong>en</strong>ciones y el qué dirán.Estas t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias no afectaron por igual a todas las partes <strong>del</strong> mundo.Mi<strong>en</strong>tras que el divorcio fue <strong>en</strong> aum<strong>en</strong>to <strong>en</strong> todos los países donde era permitido(asumi<strong>en</strong>do, por el mom<strong>en</strong>to, que la disolución formal <strong>del</strong> matrimoniomediante un acto oficial signifícase lo mismo <strong>en</strong> todos ellos), el matrimonio sehabía convertido <strong>en</strong> algo mucho m<strong>en</strong>os estable <strong>en</strong> algunos. En los años och<strong>en</strong>tasiguió si<strong>en</strong>do mucho más perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los países católicos (no comunistas).El divorcio era mucho m<strong>en</strong>os corri<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>ínsula ibérica y <strong>en</strong> Italia, yaún m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> América Latina, incluso <strong>en</strong> países que presum<strong>en</strong> de avanzados:un divorcio por cada 22 matrimonios <strong>en</strong> México, por cada 33 <strong>en</strong> Brasil (perouno por cada 2,5 <strong>en</strong> Cuba). Corea <strong>del</strong> Sur se mantuvo como un país insólitam<strong>en</strong>tetradicional t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta lo rápido de su desarrollo (un divorciopor cada 11 matrimonios), pero a principios de los och<strong>en</strong>ta hasta Japónt<strong>en</strong>ía un índice de divorcio de m<strong>en</strong>os de la cuarta parte que Francia y muyinferior al de los británicos y los norteamericanos, más prop<strong>en</strong>sos a divorciarse.Incluso d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mundo (<strong>en</strong>tonces) socialista se daban difer<strong>en</strong>cias, aunquemás reducidas que <strong>en</strong> el mundo capitalista, salvo <strong>en</strong> la URSS, a la que sólosuperaban los Estados Unidos <strong>en</strong> la prop<strong>en</strong>sión de sus habitantes a disolver susmatrimonios (UN World Social Situation, 1989, p. 36). Estas difer<strong>en</strong>cias no nossorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>. Lo que era y sigue si<strong>en</strong>do mucho más interesante es que, grandeso pequeñas, las mismas transformaciones pued<strong>en</strong> detectarse por todo el mundo«<strong>en</strong> vías de modernización». Algo que resulta evid<strong>en</strong>te, sobre todo, <strong>en</strong> elcampo de la cultura popular o, más concretam<strong>en</strong>te, de la cultura juv<strong>en</strong>il.Y es que si el divorcio, los hijos ilegítimos y el auge de las familias monopar<strong>en</strong>tales(es decir, <strong>en</strong> la inm<strong>en</strong>sa mayoría, sólo con la madre) indicaban lacrisis de la relación <strong>en</strong>tre los sexos, el auge de una cultura específicam<strong>en</strong>tejuv<strong>en</strong>il muy pot<strong>en</strong>te indicaba un profundo cambio <strong>en</strong> la relación exist<strong>en</strong>te


326 LA EDAD DE ORO<strong>en</strong>tre las distintas g<strong>en</strong>eraciones. Los jóv<strong>en</strong>es, <strong>en</strong> tanto que grupo con conci<strong>en</strong>ciapropia que va de la pubertad —que <strong>en</strong> los países desarrollados empezó adarse algunos años antes que <strong>en</strong> la g<strong>en</strong>eración preced<strong>en</strong>te (Tanner, 1962,p. 153)— hasta mediados los veinte años, se convirtieron ahora <strong>en</strong> un gruposocial indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te. Los acontecimi<strong>en</strong>tos más espectaculares, sobre todo <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta, fueron las movilizaciones de sectores g<strong>en</strong>eracionalesque, <strong>en</strong> países m<strong>en</strong>os politizados, <strong>en</strong>riquecían a la industria discográfica, el75-80 por 100 de cuya producción —a saber, música rock— se v<strong>en</strong>día casiexclusivam<strong>en</strong>te a un público de <strong>en</strong>tre catorce y veinticinco años (Hobsbawm,1993, pp. <strong>XX</strong>VIII-<strong>XX</strong>IX). La radicalización política de los años ses<strong>en</strong>ta, anticipadapor conting<strong>en</strong>tes reducidos de disid<strong>en</strong>tes y automarginados culturalesetiquetados de varias formas, pert<strong>en</strong>eció a los jóv<strong>en</strong>es, que rechazaron la condiciónde niños o incluso de adolesc<strong>en</strong>tes (es decir, de personas todavíano adultas), al tiempo que negaban el carácter pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te humano de todag<strong>en</strong>eración que tuviese más de treinta años, con la salvedad de algún que otrogurú.Con la excepción de China, donde el anciano Mao movilizó a las masasjuv<strong>en</strong>iles con resultados terribles (véase el capítulo XVI), a los jóv<strong>en</strong>es radicaleslos dirigían —<strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que aceptas<strong>en</strong> que algui<strong>en</strong> los dirigiera—miembros de su mismo grupo. Este es claram<strong>en</strong>te el caso de los movimi<strong>en</strong>tosestudiantiles, de alcance mundial, aunque <strong>en</strong> los países <strong>en</strong> dondeéstos precipitaron levantami<strong>en</strong>tos de las masas obreras, como <strong>en</strong> Francia y <strong>en</strong>Italia <strong>en</strong> 1968-1969, la iniciativa también v<strong>en</strong>ía de trabajadores jóv<strong>en</strong>es.Nadie con un mínimo de experi<strong>en</strong>cia de las limitaciones de la vida real, osea, nadie verdaderam<strong>en</strong>te adulto, podría haber ideado las confiadas peromanifiestam<strong>en</strong>te absurdas consignas <strong>del</strong> mayo parisino de 1968 o <strong>del</strong> «otoñocali<strong>en</strong>te» italiano de 1969: «tutto e súbito», lo queremos todo y ahora mismo(Albers/Goldschmidt/Oehlke, 1971, pp. 59 y 184).La nueva «autonomía» de la juv<strong>en</strong>tud como estrato social indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tequedó simbolizada por un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o que, a esta escala, no t<strong>en</strong>ía seguram<strong>en</strong>teparangón desde la época <strong>del</strong> romanticismo: el héroe cuya vida y juv<strong>en</strong>tudacaban al mismo tiempo. Esta figura, cuyo preced<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>tafue la estrella de cine James Dean, era corri<strong>en</strong>te, tal vez incluso el ideal típico,d<strong>en</strong>tro de lo que se convirtió <strong>en</strong> la manifestación cultural característica <strong>del</strong>a juv<strong>en</strong>tud: la música rock. Buddy Holly, Janis Joplin, Brian Jones de losRolling Stones, Bob Marley, Jimmy H<strong>en</strong>drix y una serie de divinidadespopulares cayeron víctimas de un estilo de vida ideado para morir pronto. Loque convertía esas muertes <strong>en</strong> simbólicas era que la juv<strong>en</strong>tud, que repres<strong>en</strong>taban,era transitoria por definición. La de actor puede ser una profesión paratoda la vida, pero no la de jeune premier.No obstante, aunque los compon<strong>en</strong>tes de la juv<strong>en</strong>tud cambian constantem<strong>en</strong>te—es público y notorio que una «g<strong>en</strong>eración» estudiantil sólo dura treso cuatro años—, sus filas siempre vuelv<strong>en</strong> a ll<strong>en</strong>arse. El surgimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> adolesc<strong>en</strong>tecomo ag<strong>en</strong>te social consci<strong>en</strong>te recibió un reconocimi<strong>en</strong>to cada vezmás amplio, <strong>en</strong>tusiasta por parte de los fabricantes de bi<strong>en</strong>es de consumo,


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 327m<strong>en</strong>os caluroso por parte de sus mayores, que veían cómo el espacio exist<strong>en</strong>te<strong>en</strong>tre los que estaban dispuestos a aceptar la etiqueta de «niño» y losque insistían <strong>en</strong> la de «adulto» se iba expandi<strong>en</strong>do. A mediados de los ses<strong>en</strong>ta,incluso el mismísimo movimi<strong>en</strong>to de Bad<strong>en</strong> Powell, los Boy Scoutsingleses, abandonó la primera parte de su nombre como concesión al espíritude los tiempos, y cambió el viejo sombrero de explorador por la m<strong>en</strong>osindiscreta boina (Gillis, 1974, p. 197).Los grupos de edad no son nada nuevo <strong>en</strong> la sociedad, e incluso <strong>en</strong> lacivilización burguesa se reconocía la exist<strong>en</strong>cia de un sector de qui<strong>en</strong>eshabían alcanzado la madurez sexual, pero todavía se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>ocrecimi<strong>en</strong>to físico e intelectual y carecían de la experi<strong>en</strong>cia de la vida adulta.El hecho de que este grupo fuese cada vez más jov<strong>en</strong> al empezar la pubertady que alcanzara antes su máximo crecimi<strong>en</strong>to (Floud et a/., 1990) no alterabade por sí la situación, sino que se limitaba a crear t<strong>en</strong>siones <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>esy sus padres y profesores, que insistían <strong>en</strong> tratarlos como m<strong>en</strong>os adultosde lo que ellos creían ser. Los ambi<strong>en</strong>tes burgueses esperaban de sus muchachos—a difer<strong>en</strong>cia de las chicas— que pasas<strong>en</strong> por una época turbul<strong>en</strong>ta y«hicieran sus locuras» antes de «s<strong>en</strong>tar la cabeza». La novedad de la nuevacultura juv<strong>en</strong>il t<strong>en</strong>ía una triple verti<strong>en</strong>te.En primer lugar, la «juv<strong>en</strong>tud» pasó a verse no como una fase preparatoriapara la vida adulta, sino, <strong>en</strong> cierto s<strong>en</strong>tido, como la fase culminante <strong>del</strong>pl<strong>en</strong>o desarrollo humano. Al igual que <strong>en</strong> el deporte, la actividad humana <strong>en</strong>la que la juv<strong>en</strong>tud lo es todo, y que ahora definía las aspiraciones de másseres humanos que ninguna otra, la vida iba claram<strong>en</strong>te cuesta abajo a partirde los treinta años. Como máximo, después de esa edad ya era poco loque t<strong>en</strong>ía interés. El que esto no se correspondiese con una realidad social<strong>en</strong> la que (con la excepción <strong>del</strong> deporte, algunos tipos de espectáculo y talvez las matemáticas puras) el poder, la influ<strong>en</strong>cia y el éxito, además de lariqueza, aum<strong>en</strong>taban con la edad, era una prueba más <strong>del</strong> modo insatisfactorio<strong>en</strong> que estaba organizado el mundo. Y es que, hasta los años set<strong>en</strong>ta,el mundo de la posguerra estuvo gobernado por una gerontocracia <strong>en</strong> muchamayor medida que <strong>en</strong> épocas pretéritas, <strong>en</strong> especial por hombres —ap<strong>en</strong>aspor mujeres, todavía— que ya eran adultos al final, o incluso al principio,de la primera guerra mundial. Esto valía tanto para el mundo capitalista(Ad<strong>en</strong>auer, De Gaulle, Franco, Churchill) como para el comunista (Stalin yKruschev, Mao, Ho Chi Minh, Tito), además de para los grandes estadosposcoloniales (Gandhi, Nehru, Sukarno). Los dirig<strong>en</strong>tes de m<strong>en</strong>os de cuar<strong>en</strong>taaños eran una rareza, incluso <strong>en</strong> regím<strong>en</strong>es revolucionarios surgidosde golpes militares, una clase de cambio político que solían llevar a cabooficiales de rango relativam<strong>en</strong>te bajo, por t<strong>en</strong>er m<strong>en</strong>os que perder que los derango superior; de ahí gran parte <strong>del</strong> impacto de Fi<strong>del</strong> Castro, que se hizocon el poder a los treinta y dos años.No obstante, se hicieron algunas concesiones tácitas y acaso no siempreconsci<strong>en</strong>tes a los sectores juv<strong>en</strong>iles de la sociedad, por parte de las clasesdirig<strong>en</strong>tes y sobre todo por parte de las floreci<strong>en</strong>tes industrias de los cosmé-


328 LA EDAD DE OROticos, <strong>del</strong> cuidado <strong>del</strong> cabello y de la higi<strong>en</strong>e íntima, que se b<strong>en</strong>eficiarondesproporcionadam<strong>en</strong>te de la riqueza acumulada <strong>en</strong> unos cuantos paísesdesarrollados. 1 A partir de finales de los años ses<strong>en</strong>ta hubo una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia arebajar la edad de voto a los dieciocho años —por ejemplo <strong>en</strong> los EstadosUnidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia— y también se dio algún signode disminución de la edad de cons<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to para las relaciones sexuales(heterosexuales). Paradójicam<strong>en</strong>te, a medida que se iba prolongando laesperanza de vida, el porc<strong>en</strong>taje de ancianos aum<strong>en</strong>taba y, por lo m<strong>en</strong>os<strong>en</strong>tre la clase alta y la media, la decad<strong>en</strong>cia s<strong>en</strong>il se retrasaba, se llegabaantes a la edad de jubilación y, <strong>en</strong> tiempos difíciles, la «jubilación anticipada»se convirtió <strong>en</strong> uno de los métodos predilectos para recortar costos laborales.Los ejecutivos de más de cuar<strong>en</strong>ta años que perdían su empleo <strong>en</strong>contrabantantas dificultades como los trabajadores manuales y administrativospara <strong>en</strong>contrar un nuevo trabajo.La segunda novedad de la cultura juv<strong>en</strong>il deriva de la primera: era o seconvirtió <strong>en</strong> dominante <strong>en</strong> las «economías desarrolladas de mercado», <strong>en</strong>parte porque ahora repres<strong>en</strong>taba una masa conc<strong>en</strong>trada de poder adquisitivo,y <strong>en</strong> parte porque cada nueva g<strong>en</strong>eración de adultos se había socializado formandoparte de una cultura juv<strong>en</strong>il con conci<strong>en</strong>cia propia y estaba marcadapor esta experi<strong>en</strong>cia, y también porque la prodigiosa velocidad <strong>del</strong> cambiotecnológico daba a la juv<strong>en</strong>tud una v<strong>en</strong>taja tangible sobre edades más conservadoraso por lo m<strong>en</strong>os no tan adaptables. Sea cual sea la estructurade edad de los ejecutivos de IBM o de Hitachi, lo cierto es que sus nuevosord<strong>en</strong>adores y sus nuevos programas los diseñaba g<strong>en</strong>te de veintitantos años.Y aunque esas máquinas y esos programas se habían hecho con la esperanzade que hasta un tonto pudiese manejarlos, la g<strong>en</strong>eración que no había crecidocon ellos se daba perfecta cu<strong>en</strong>ta de su inferioridad respecto a las g<strong>en</strong>eracionesque lo habían hecho. Lo que los hijos podían apr<strong>en</strong>der de sus padresresultaba m<strong>en</strong>os evid<strong>en</strong>te que lo que los padres no sabían y los hijos sí. Elpapel de las g<strong>en</strong>eraciones se invirtió. Los téjanos, la pr<strong>en</strong>da de vestir <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>tehumilde que popularizaron <strong>en</strong> los campus universitarios norteamericanoslos estudiantes que no querían t<strong>en</strong>er el mismo aspecto que susmayores, acabaron por asomar, <strong>en</strong> días festivos y <strong>en</strong> vacaciones, o incluso <strong>en</strong>el lugar de trabajo de profesionales «creativos» o de otras ocupaciones demoda, por debajo de más de una cabeza gris.La tercera peculiaridad de la nueva cultura juv<strong>en</strong>il <strong>en</strong> las sociedadesurbanas fue su asombrosa internacionalización. Los téjanos y el rock se convirtieron<strong>en</strong> las marcas de la juv<strong>en</strong>tud «moderna», de las minorías destinadasa convertirse <strong>en</strong> mayorías <strong>en</strong> todos los países <strong>en</strong> donde se los toleraba eincluso <strong>en</strong> algunos donde no, como <strong>en</strong> la URSS a partir de los años ses<strong>en</strong>ta1. Del mercado mundial de «productos de uso personal» <strong>en</strong> 1990, el 34 por 100 lecorrespondía a la Europa no comunista, el 30 por 100 a Norteamérica y el 19 por 100 a Japón.El 85 por 100 restante de la población mundial se repartía el 16-17 por 100 <strong>en</strong>tre todos susmiembros (más ricos) (Financial Times, 11-4-1991).


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 3 2 9(Starr, 1990, capítulos 12 y 13). El inglés de las letras <strong>del</strong> rock a m<strong>en</strong>udo nisiquiera se traducía, lo que reflejaba la apabullante hegemonía cultural de losEstados Unidos <strong>en</strong> la cultura y <strong>en</strong> los estilos de vida populares, aunque hayque destacar que los propios c<strong>en</strong>tros de la cultura juv<strong>en</strong>il de Occid<strong>en</strong>te noeran nada patrioteros <strong>en</strong> este terr<strong>en</strong>o, sobre todo <strong>en</strong> cuanto a gustos musicales,y recibían <strong>en</strong>cantados estilos importados <strong>del</strong> Caribe, de América Latinay, a partir de los años och<strong>en</strong>ta, cada vez más, de África.La hegemonía cultural no era una novedad, pero su modus operandi habíacambiado. En el período de <strong>en</strong>treguerras, su vector principal había sido laindustria cinematográfica norteamericana, la única con una distribución masivaa escala planetaria, y que era vista por un público de ci<strong>en</strong>tos de millones deindividuos que alcanzó sus máximas dim<strong>en</strong>siones justo después de la segundaguerra mundial. Con el auge de la televisión, de la producción cinematográficainternacional y con el fin <strong>del</strong> sistema de estudios de Hollywood, la industrianorteamericana perdió parte de su preponderancia y una parte aún mayor desu público. En 1960 no produjo más que una sexta parte de la produccióncinematográfica mundial, aun sin contar a Japón ni a la India {UN StatisticalYearbook, 1961), si bi<strong>en</strong> con el tiempo recuperaría gran parte de su hegemonía.Los Estados Unidos no consiguieron nunca dominar de modo comparablelos distintos mercados televisivos, inm<strong>en</strong>sos y lingüísticam<strong>en</strong>te más variados.Su moda juv<strong>en</strong>il se difundió directam<strong>en</strong>te, o bi<strong>en</strong> amplificada por la intermediaciónde Gran Bretaña, gracias a una especie de osmosis informal, a travésde discos y luego cintas, cuyo principal medio de difusión, ayer igual que hoyy que mañana, era la anticuada radio. Se difundió también a través de loscanales de distribución mundial de imág<strong>en</strong>es; a través de los contactos personales<strong>del</strong> turismo juv<strong>en</strong>il internacional, que diseminaba cantidades cada vezmayores de jóv<strong>en</strong>es <strong>en</strong> téjanos por el mundo; a través de la red mundial deuniversidades, cuya capacidad para comunicarse con rapidez se hizo evid<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. Y se difundió también gracias a la fuerza de la moda <strong>en</strong>la sociedad de consumo que ahora alcanzaba a las masas, pot<strong>en</strong>ciada por lapresión de los propios congéneres. Había nacido una cultura juv<strong>en</strong>il global.¿Habría podido surgir <strong>en</strong> cualquier otra época? Casi seguro que no. Supúblico habría sido mucho más reducido, <strong>en</strong> cifras relativas y absolutas, puesla prolongación de la duración de los estudios, y sobre todo la aparición degrandes conjuntos de jóv<strong>en</strong>es que convivían <strong>en</strong> grupos de edad <strong>en</strong> las universidadesprovocó una rápida expansión <strong>del</strong> mismo. Además, incluso losadolesc<strong>en</strong>tes que <strong>en</strong>traban <strong>en</strong> el mercado laboral al término <strong>del</strong> período mínimode escolarización (<strong>en</strong>tre los catorce y dieciséis años <strong>en</strong> un país «desarrollado»típico) gozaban de un poder adquisitivo mucho mayor que sus predecesores,gracias a la prosperidad y al pl<strong>en</strong>o empleo de la edad de oro, y graciasa la mayor prosperidad de sus padres, que ya no necesitaban tanto lasaportaciones de sus hijos al presupuesto familiar. Fue el descubrimi<strong>en</strong>to deeste mercado juv<strong>en</strong>il a mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta lo que revolucionó elnegocio de la música pop y, <strong>en</strong> Europa, el sector de la industria de la modadedicado al consumo de masas. El «boom británico de los adolesc<strong>en</strong>tes», que


330 LA EDAD DE OROcom<strong>en</strong>zó por aquel <strong>en</strong>tonces, se basaba <strong>en</strong> las conc<strong>en</strong>traciones urbanas demuchachas relativam<strong>en</strong>te bi<strong>en</strong> pagadas <strong>en</strong> las cada vez más numerosas ti<strong>en</strong>dasy oficinas, que a m<strong>en</strong>udo t<strong>en</strong>ían más dinero para gastos que los chicos, ydedicaban <strong>en</strong>tonces cantidades m<strong>en</strong>ores a gastos tradicionalm<strong>en</strong>te masculinoscomo la cerveza y el tabaco. El boom «mostró su fuerza primero <strong>en</strong> elmercado de artículos propios de muchachas adolesc<strong>en</strong>tes, como blusas, faldas,cosméticos y discos» (Ali<strong>en</strong>, 1968, pp. 62-63), por no hablar de los conciertosde música pop, cuyo público más visible, y audible, eran ellas. Elpoder <strong>del</strong> dinero de los jóv<strong>en</strong>es puede medirse por las v<strong>en</strong>tas de discos <strong>en</strong> losEstados Unidos, que subieron de 277 millones <strong>en</strong> 1955, cuando hizo su apariciónel rock, a 600 millones <strong>en</strong> 1959 y a 2.000 millones <strong>en</strong> 1973 (Hobsbawm,1993, p. xxix). En los Estados Unidos, cada miembro <strong>del</strong> grupo deedad compr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong>tre los cinco y los diecinueve años se gastó por lom<strong>en</strong>os cinco veces más <strong>en</strong> discos <strong>en</strong> 1970 que <strong>en</strong> 1955. Cuanto más rico elpaís, mayor el negocio discográfico: los jóv<strong>en</strong>es de los Estados Unidos, Suecia,Alemania Federal, los Países Bajos y Gran Bretaña gastaban <strong>en</strong>tre sietey diez veces más por cabeza que los de países más pobres pero <strong>en</strong> rápidodesarrollo como Italia y España.Su poder adquisitivo facilitó a los jóv<strong>en</strong>es el descubrimi<strong>en</strong>to de señasmateriales o culturales de id<strong>en</strong>tidad. Sin embargo, lo que definió los contornosde esa id<strong>en</strong>tidad fue el <strong>en</strong>orme abismo histórico que separaba a las g<strong>en</strong>eracionesnacidas antes de, digamos, 1925 y las nacidas después, digamos,de 1950; un abismo mucho mayor que el que antes existía <strong>en</strong>tre padres ehijos. La mayoría de los padres de adolesc<strong>en</strong>tes adquirió pl<strong>en</strong>a conci<strong>en</strong>cia deello durante o después de los años ses<strong>en</strong>ta. Los jóv<strong>en</strong>es vivían <strong>en</strong> sociedadesdivorciadas de su pasado, ya fues<strong>en</strong> transformadas por la revolución, comoChina, Yugoslavia o Egipto; por la conquista y la ocupación, como Alemaniay Japón; o por la liberación <strong>del</strong> colonialismo. No se acordaban de la época deantes <strong>del</strong> diluvio. Con la posible y única excepción de la experi<strong>en</strong>cia compartidade una gran guerra nacional, como la que unió durante algún tiempoa jóv<strong>en</strong>es y mayores <strong>en</strong> Rusia y <strong>en</strong> Gran Bretaña, no t<strong>en</strong>ían forma alguna de<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der lo que sus mayores habían experim<strong>en</strong>tado o s<strong>en</strong>tido, ni siquieracuando éstos estaban dispuestos a hablar <strong>del</strong> pasado, algo que no acostumbrabaa hacer la mayoría de alemanes, japoneses y franceses. ¿Cómo podíaun jov<strong>en</strong> indio, para qui<strong>en</strong> el Congreso era el gobierno o una maquinariapolítica, compr<strong>en</strong>der a algui<strong>en</strong> para qui<strong>en</strong> éste había sido la expresión de unalucha de liberación nacional? ¿Cómo podían ni siquiera los jóv<strong>en</strong>es y brillanteseconomistas indios que conquistaron las facultades de economía <strong>del</strong>mundo <strong>en</strong>tero llegar a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der a sus maestros, para qui<strong>en</strong>es el colmo de laambición, <strong>en</strong> la época colonial, había sido simplem<strong>en</strong>te llegar a ser «tan bu<strong>en</strong>oscomo» el mo<strong>del</strong>o de la metrópoli?La edad de oro <strong>en</strong>sanchó este abismo, por lo m<strong>en</strong>os hasta los años set<strong>en</strong>ta.¿Cómo era posible que los chicos y chicas que crecieron <strong>en</strong> una época depl<strong>en</strong>o empleo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dies<strong>en</strong> la experi<strong>en</strong>cia de los años treinta, o viceversa, queuna g<strong>en</strong>eración mayor <strong>en</strong>t<strong>en</strong>diese a una juv<strong>en</strong>tud para la que un empleo no


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 331era un puerto seguro después de la tempestad, sino algo que podía conseguirse<strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to y abandonarse siempre que a uno le vinieranganas de irse a pasar unos cuantos meses al Nepal? Esta versión <strong>del</strong> abismog<strong>en</strong>eracional no se circunscribía a los países industrializados, pues el drásticodeclive <strong>del</strong> campesinado produjo brechas similares <strong>en</strong>tre las g<strong>en</strong>eracionesrurales y ex rurales, manuales y mecanizadas. Los profesores de historiafranceses, educados <strong>en</strong> una Francia <strong>en</strong> donde todos los niños v<strong>en</strong>ían <strong>del</strong> campoo pasaban las vacaciones <strong>en</strong> él, descubrieron <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta que t<strong>en</strong>íanque explicar a los estudiantes lo que hacían las pastoras y qué aspecto t<strong>en</strong>íaun patio de granja con su montón de estiércol. Más aún, el abismog<strong>en</strong>eracional afectó incluso a aquellos —la mayoría de los habitantes <strong>del</strong>mundo— que habían quedado al marg<strong>en</strong> de los grandes acontecimi<strong>en</strong>tospolíticos <strong>del</strong> siglo, o que no se habían formado una opinión acerca de ellos,salvo <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que afectas<strong>en</strong> su vida privada.Pero hubiese quedado o no al marg<strong>en</strong> de estos acontecimi<strong>en</strong>tos, la mayoríade la población mundial era más jov<strong>en</strong> que nunca. En los países <strong>del</strong> ter- ¡ cermundo donde todavía no se había producido la transición de unos índices d<strong>en</strong>atalidad altos a otros más bajos, era probable que <strong>en</strong>tre dos quintas partes yla mitad de los habitantes tuvieran m<strong>en</strong>os de catorce años. Por fuertes quefueran los lazos de familia, por poderosa que fuese la red de la tradiciónque los rodeaba, no podía dejar de haber un inm<strong>en</strong>so abismo <strong>en</strong>tre suconcepción de la vida, sus experi<strong>en</strong>cias y sus expectativas y las de las g<strong>en</strong>eracionesmayores. Los exiliados políticos surafricanos que regresaron a supaís a principios de los años nov<strong>en</strong>ta t<strong>en</strong>ían una percepción de lo que significabaluchar por el Congreso Nacional Africano difer<strong>en</strong>te de la de los jóv<strong>en</strong>es«camaradas» que hacían ondear la misma bandera <strong>en</strong> los guetos africanos. Y¿cómo podía interpretar a Nelson Man<strong>del</strong>a la mayoría de la g<strong>en</strong>te de Soweto,nacida mucho después de que éste ingresara <strong>en</strong> prisión, sino como unsímbolo o una imag<strong>en</strong>? En muchos aspectos, el abismo g<strong>en</strong>eracional eramayor <strong>en</strong> países como estos que <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, donde la exist<strong>en</strong>cia de institucionesperman<strong>en</strong>tes y de continuidad política unía a jóv<strong>en</strong>es y mayores.IIILa cultura juv<strong>en</strong>il se convirtió <strong>en</strong> la matriz de la revolución cultural <strong>en</strong> els<strong>en</strong>tido más amplio de una revolución <strong>en</strong> el comportami<strong>en</strong>to y las costumbres,<strong>en</strong> el modo de disponer <strong>del</strong> ocio y <strong>en</strong> las artes comerciales, que pasarona configurar cada vez más el ambi<strong>en</strong>te que respiraban los hombres y mujeresurbanos. Dos de sus características son importantes: era populista e iconoclasta,sobre todo <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>o <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>to individual, <strong>en</strong> el que todoel mundo t<strong>en</strong>ía que «ir a lo suyo» con las m<strong>en</strong>ores injer<strong>en</strong>cias posibles, aunque<strong>en</strong> la práctica la presión de los congéneres y la moda impusieran la mismauniformidad que antes, por lo m<strong>en</strong>os d<strong>en</strong>tro de los grupos de congéneresy de las subculturas.


332 LA EDAD DE OROQue los niveles sociales más altos se inspiras<strong>en</strong> <strong>en</strong> lo que veían <strong>en</strong> «elpueblo» no era una novedad <strong>en</strong> sí mismo. Aun dejando a un lado a la reinaMaría Antonieta, que jugaba a hacer de pastora, los románticos habían adoradola cultura, la música y los bailes populares campesinos, sus intelectualesmás a la moda (Bau<strong>del</strong>aire) habían coqueteado con la nostalgie de laboue (nostalgia <strong>del</strong> arroyo) urbana, y más de un Victoriano había descubiertoque las relaciones sexuales con miembros de las clases inferiores, de uno uotro sexo según los gustos personales, eran muy gratificantes. (Estos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tosno han desaparecido aún a fines <strong>del</strong> siglo xx.) En la era <strong>del</strong> imperialismolas influ<strong>en</strong>cias culturales empezaron a actuar sistemáticam<strong>en</strong>te deabajo arriba (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 9) gracias al impacto de lasnuevas artes plebeyas y <strong>del</strong> cine, el <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de masas por excel<strong>en</strong>cia.Pero la mayoría de los espectáculos populares y comerciales de <strong>en</strong>treguerrasseguían bajo la hegemonía de la clase media o amparados por sucobertura. La industria cinematográfica <strong>del</strong> Hollywood clásico era, antesque nada, respetable: sus ideas sociales eran la versión estadounid<strong>en</strong>se <strong>del</strong>os sólidos «valores familiares», y su ideología, la de la oratoria patriótica.Siempre que, buscando el éxito de taquilla, Hollywood descubría un géneroincompatible con el universo moral de las quince películas de la serie de«Andy Hardy» (1937-1947), que ganó un Osear por su «aportación al fom<strong>en</strong>to<strong>del</strong> modo de vida norteamericano» (Halliwell, 1988, p. 321), comoocurrió con las primeras películas de gangsters, que corrían el riesgo deidealizar a los <strong>del</strong>incu<strong>en</strong>tes, el ord<strong>en</strong> moral quedaba pronto restaurado, si esque no estaba ya <strong>en</strong> las seguras manos <strong>del</strong> Código de Producción de Hollywood(1934-1966), que limitaba la duración permitida de los besos (con laboca cerrada) <strong>en</strong> pantalla a un máximo de treinta segundos. Los mayorestriunfos de Hollywood —como Lo que el vi<strong>en</strong>to se llevó— se basaban <strong>en</strong>novelas concebidas para un público de cultura y clase medias, y pert<strong>en</strong>ecíana ese universo cultural <strong>en</strong> el mismo grado que La feria de las vanidades deThackeray o el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand. Sólo el géneroanárquico y populista de la comedia cinematográfica, hija <strong>del</strong> vodevil y <strong>del</strong>circo, se resistió un tiempo a ser <strong>en</strong>noblecido, aunque <strong>en</strong> los años treintaacabó sucumbi<strong>en</strong>do a las presiones de un brillante género de bulevar, la«comedia loca» de Hollywood.También el triunfante «musical» de Broadway <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras,y los números bailables y canciones que cont<strong>en</strong>ía, eran géneros burgueses,aunque inconcebibles sin la influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> jazz. Se escribían para la clasemedia de Nueva York, con libretos y letras dirigidos claram<strong>en</strong>te a unpúblico adulto que se veía a sí mismo como g<strong>en</strong>te refinada de ciudad. Unarápida comparación de las letras de Cole Porter con las de los Rolling Stonesbasta para ilustrar este punto. Al igual que la edad de oro de Hollywood, laedad de oro de Broadway se basaba <strong>en</strong> la simbiosis de lo plebeyo y lo respetable,pero no de lo populista.La novedad de los años cincu<strong>en</strong>ta fue que los jóv<strong>en</strong>es de clase media yalta, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> el mundo anglosajón, que marcaba cada vez más la


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 333pauta universal, empezaron a aceptar como mo<strong>del</strong>os la música, la ropa eincluso el l<strong>en</strong>guaje de la clase baja urbana, o lo que creían que lo era. Lamúsica rock fue el caso más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. A mediados de los años cincu<strong>en</strong>ta,surgió <strong>del</strong> gueto de la «música étnica» o de rythm and blues de los catálogosde las compañías de discos norteamericanas, destinadas a los negrosnorteamericanos pobres, para convertirse <strong>en</strong> el l<strong>en</strong>guaje universal de lajuv<strong>en</strong>tud, sobre todo de la juv<strong>en</strong>tud blanca. Anteriorm<strong>en</strong>te, los jóv<strong>en</strong>es elegantesde clase trabajadora habían adoptado los estilos de la moda de losniveles sociales más altos o de subcultures de clase media como los artistasbohemios; <strong>en</strong> mayor grado aún las chicas de clase trabajadora. Ahora parecíat<strong>en</strong>er lugar una extraña inversión de papeles: el mercado de la moda jov<strong>en</strong>plebeya se indep<strong>en</strong>dizó, y empezó a marcar la pauta <strong>del</strong> mercado patricio.Ante el avance de los téjanos (para ambos sexos), la alta costura parisina seretiró, o aceptó su derrota utilizando sus marcas de prestigio para v<strong>en</strong>der productosde consumo masivo, directam<strong>en</strong>te o a través de franquicias. Elde 1965 fue el primer año <strong>en</strong> que la industria de la confección fem<strong>en</strong>ina deFrancia produjo más pantalones que faldas (Veillon, 1993, p. 6). Los jóv<strong>en</strong>esaristócratas empezaron a despr<strong>en</strong>derse de su ac<strong>en</strong>to y a emplear algo parecidoal habla de la clase trabajadora londin<strong>en</strong>se. 2 Jóv<strong>en</strong>es respetables de uno y otrosexo empezaron a copiar lo que hasta <strong>en</strong>tonces no había sido más que unamoda indeseable y machista de obreros manuales, soldados y similares: eluso despreocupado de tacos <strong>en</strong> la conversación. La literatura siguió la pauta:un brillante crítico teatral llevó la palabra fuck [«joder»] a la audi<strong>en</strong>ciaradiofónica de Gran Bretaña. Por primera vez <strong>en</strong> la historia de los cu<strong>en</strong>tos dehadas, la C<strong>en</strong>ici<strong>en</strong>ta se convirtió <strong>en</strong> la estrella <strong>del</strong> baile por el hecho de nollevar ropajes espléndidos.El giro populista de los gustos de la juv<strong>en</strong>tud de clase media y alta <strong>en</strong>Occid<strong>en</strong>te, que tuvo incluso algunos paralelismos <strong>en</strong> el tercer mundo, con laconversión de los intelectuales brasileños <strong>en</strong> adalides de la samba, 3 puedet<strong>en</strong>er algo que ver con el fervor revolucionario que <strong>en</strong> política e ideologíamostraron los estudiantes de clase media unos años más tarde. La moda sueleser profética, aunque nadie sepa cómo. Y ese estilo se vio probablem<strong>en</strong>tereforzado <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es de sexo masculino por la aparición de una subculturahomosexual de singular importancia a la hora de marcar las pautas <strong>del</strong>a moda y el arte. Sin embargo, puede que baste considerar que el estilopopulista era una forma de rechazar los valores de la g<strong>en</strong>eración de lospadres o, más bi<strong>en</strong>, un l<strong>en</strong>guaje con el que los jóv<strong>en</strong>es tanteaban nuevas formasde relacionarse con un mundo para el que las normas y. los valores desus mayores parecía que ya no eran válidos.2. Los jóv<strong>en</strong>es de Eton empezaron a hacerlo a finales de los años cincu<strong>en</strong>ta, según unvicedirector de esa institución de elite.3. Chico Buarque de Holanda, la máxima figura <strong>en</strong> el panorama de la música popular brasileña, era hijo de un destacado historiador progresista que había sido una importante figura <strong>en</strong>el r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to cultural e intelectual de su país <strong>en</strong> los años treinta.


334 LA EDAD DE OROEl carácter iconoclasta de la nueva cultura juv<strong>en</strong>il afloró con la máximaclaridad <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> que se le dio plasmación intelectual, como <strong>en</strong>los carteles que se hicieron rápidam<strong>en</strong>te famosos <strong>del</strong> mayo francés <strong>del</strong> 68:«Prohibido prohibir», y <strong>en</strong> la máxima <strong>del</strong> radical pop norteamericano JerryRubin de que uno nunca debe fiarse de algui<strong>en</strong> que no haya pasado una temporadaa la sombra (de una cárcel) (Wi<strong>en</strong>er, 1984, p. 204). Contrariam<strong>en</strong>te alo que pudiese parecer <strong>en</strong> un principio, estas no eran consignas políticas <strong>en</strong>el s<strong>en</strong>tido tradicional, ni siquiera <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido más estricto de abogar por laderogación de leyes represivas. No era ese su objetivo, sino que eran anunciospúblicos de s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos y deseos privados. Tal como decía la consigna demayo <strong>del</strong> 68: «Tomo mis deseos por realidades, porque creo <strong>en</strong> la realidadde mis deseos» (Katsiaficas, 1987, p. 101). Aunque tales deseos aparecies<strong>en</strong><strong>en</strong> declaraciones, grupos y movimi<strong>en</strong>tos públicos, incluso <strong>en</strong> lo que parecíanser, y a veces acababan por des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar, rebeliones de las masas, el subjetivismoera su es<strong>en</strong>cia. «Lo personal es político» se convirtió <strong>en</strong> una importanteconsigna <strong>del</strong> nuevo feminismo, que acaso fue el resultado más duraderode los años de radicalización. Significaba algo más que la afirmación deque el compromiso político obedecía a motivos y a satisfacciones personales,y que el criterio <strong>del</strong> éxito político era cómo afectaba a la g<strong>en</strong>te. En boca dealgunos, sólo quería decir que «todo lo que me preocupe, lo llamaré político»,como <strong>en</strong> el título de un libro de los años set<strong>en</strong>ta, Fat Is a Feminist Issue*(Orbach, 1978).La consigna de mayo <strong>del</strong> 68 «Cuando pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> la revolución, me <strong>en</strong>tranganas de hacer el amor» habría desconcertado no sólo a L<strong>en</strong>in, sino tambiéna Ruth Fischer, la jov<strong>en</strong> militante comunista vi<strong>en</strong>esa cuya def<strong>en</strong>sa de la promiscuidadsexual atacó L<strong>en</strong>in (Zetkin, 1968, pp. 28 ss.). Pero, <strong>en</strong> cambio,hasta para los típicos radicales neomarxistas-l<strong>en</strong>inistas de los años ses<strong>en</strong>ta yset<strong>en</strong>ta, el ag<strong>en</strong>te de la Comintern de Brecht que, como un viajante decomercio, «hacía el amor t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do otras cosas <strong>en</strong> la m<strong>en</strong>te» («Der Liebepflegte ich achtlos», Brecht, 1976, II, p. 722) habría resultado incompr<strong>en</strong>sible.Para ellos lo importante no era lo que los revolucionarios esperas<strong>en</strong> conseguircon sus actos, sino lo que hacían y cómo se s<strong>en</strong>tían al hacerlo. Hacerel amor y hacer la revolución no podían separarse con claridad.La liberación personal y la liberación social iban, pues, de la mano, y lasformas más evid<strong>en</strong>tes de romper las ataduras <strong>del</strong> poder, las leyes y las normas<strong>del</strong> estado, de los padres y de los vecinos eran el sexo y las drogas. Elprimero, <strong>en</strong> sus múltiples formas, no estaba ya por descubrir. Lo que el poetaconservador y melancólico quería decir con el verso «Las relacionessexuales empezaron <strong>en</strong> 1963» (Larkin, 1988, p. 167) no era que esta actividadfuese poco corri<strong>en</strong>te antes de los años ses<strong>en</strong>ta o que él no la hubiesepracticado, sino que su carácter público cambió con —los ejemplos sonsuyos— el proceso a El amante de Lady Chatterley y «el primer LP de los«La gordura es un tema feminista». (N. <strong>del</strong> t.)


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 335Beatles». En los casos <strong>en</strong> que había existido una prohibición previa, estosgestos contra los usos establecidos eran fáciles de hacer. En los casos <strong>en</strong> quese había dado una cierta tolerancia oficial o extraoficial, como por ejemplo<strong>en</strong> las relaciones lésbicas, el hecho de que eso era un gesto t<strong>en</strong>ía que recalcarsede modo especial. Comprometerse <strong>en</strong> público con lo que hasta <strong>en</strong>toncesestaba prohibido o no era conv<strong>en</strong>cional («salir a la luz») se convirtió,pues, <strong>en</strong> algo importante. Las drogas, <strong>en</strong> cambio, m<strong>en</strong>os el alcohol y el tabaco,habían permanecido confinadas <strong>en</strong> reducidas subculturas de la altasociedad, la baja y los marginados, y no se b<strong>en</strong>eficiaron de mayor permisividadlegal. Las drogas se difundieron no sólo como gesto de rebeldía, yaque las s<strong>en</strong>saciones que posibilitaban les daban atractivo sufici<strong>en</strong>te. No obstante,el consumo de drogas era, por definición, una actividad ilegal, y elmismo hecho de que la droga más popular <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es occid<strong>en</strong>tales, lamarihuana, fuese posiblem<strong>en</strong>te m<strong>en</strong>os dañina que el alcohol y el tabaco,hacía <strong>del</strong> fumarla (g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te, una actividad social) no sólo un acto dedesafío, sino de superioridad sobre qui<strong>en</strong>es la habían prohibido. En losanchos horizontes de la Norteamérica de los años ses<strong>en</strong>ta, donde coincidíanlos fans <strong>del</strong> rock con los estudiantes radicales, la frontera <strong>en</strong>tre pegarse uncolocón y levantar barricadas a veces parecía nebulosa.La nueva ampliación de los límites <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>to públicam<strong>en</strong>teaceptable, incluida su verti<strong>en</strong>te sexual, aum<strong>en</strong>tó seguram<strong>en</strong>te la experim<strong>en</strong>tacióny la frecu<strong>en</strong>cia de conductas hasta <strong>en</strong>tonces consideradas inaceptables opervertidas, y las hizo más visibles. Así, <strong>en</strong> los Estados Unidos, la apariciónpública de una subcultura homosexual practicada abiertam<strong>en</strong>te, incluso <strong>en</strong>las dos ciudades que marcaban la pauta, San Francisco y Nueva York, y quese influían mutuam<strong>en</strong>te, no se produjo hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trados los años ses<strong>en</strong>ta,y su aparición como grupo de presión política <strong>en</strong> ambas ciudades, hasta losaños set<strong>en</strong>ta (Duberman et ai, 1989, p. 460). Sin embargo, la importanciaprincipal de estos cambios estriba <strong>en</strong> que, implícita o explícitam<strong>en</strong>te, rechazabanla vieja ord<strong>en</strong>ación histórica de las relaciones humanas d<strong>en</strong>tro de lasociedad, expresadas, sancionadas y simbolizadas por las conv<strong>en</strong>ciones yprohibiciones sociales.Lo que resulta aún más significativo es que este rechazo no se hiciera <strong>en</strong>nombre de otras pautas de ord<strong>en</strong>ación social, aunque el nuevo libertarismorecibiese justificación ideológica de qui<strong>en</strong>es creían que necesitaba esta etiqueta,4 sino <strong>en</strong> el nombre de la ilimitada autonomía <strong>del</strong> deseo individual, conlo que se partía de la premisa de un mundo de un individualismo egocéntricollevado hasta el límite. Paradójicam<strong>en</strong>te, qui<strong>en</strong>es se rebelaban contra las conv<strong>en</strong>cionesy las restricciones partían de la misma premisa <strong>en</strong> que se basaba lasociedad de consumo, o por lo m<strong>en</strong>os de las mismas motivaciones psicológi-4. Sin embargo, ap<strong>en</strong>as suscitó un interés r<strong>en</strong>ovado la única ideología que creía que laacción espontánea, sin organizar, antiautoritaria y libertaria provocaría el nacimi<strong>en</strong>to de unasociedad nueva, justa y sin estado, o sea, el anarquismo de Bakunin o de Kropotkin, aunque éstese <strong>en</strong>contrase mucho más cerca de las auténticas ideas de la mayoría de los estudiantes rebeldesde los años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta que el marxismo tan <strong>en</strong> boga por aquel <strong>en</strong>tonces.


336 LA EDAD DE OROcas que qui<strong>en</strong>es v<strong>en</strong>dían productos de consumo y servicios habían descubiertoque eran más eficaces para la v<strong>en</strong>ta.Se daba tácitam<strong>en</strong>te por s<strong>en</strong>tado que el mundo estaba compuesto porvarios miles de millones de seres humanos, definidos por el hecho de ir <strong>en</strong>pos de la satisfacción de sus propios deseos, incluy<strong>en</strong>do deseos hasta <strong>en</strong>toncesprohibidos o mal vistos, pero ahora permitidos, no porque se hubieranconvertido <strong>en</strong> moralm<strong>en</strong>te aceptables, sino porque los compartía un grannúmero de egos. Así, hasta los años nov<strong>en</strong>ta, la liberalización se quedó <strong>en</strong> ellímite de la legalización de las drogas, que continuaron estando prohibidascon más o m<strong>en</strong>os severidad, y con un alto grado de ineficacia. Y es que apartir de fines de los años ses<strong>en</strong>ta se desarrolló un gran mercado de cocaína,sobre todo <strong>en</strong>tre la clase media alta de Norteamérica y, algo después, deEuropa occid<strong>en</strong>tal. Este hecho, al igual que el crecimi<strong>en</strong>to anterior y más plebeyo<strong>del</strong> mercado de la heroína (también, sobre todo, <strong>en</strong> los Estados Unidos),convirtió por primera vez el crim<strong>en</strong> <strong>en</strong> un negocio de auténtica importancia(Arlacchi, 1983, pp. 215 y 208).IVLa revolución cultural de fines <strong>del</strong> siglo xx debe, pues, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse comoel triunfo <strong>del</strong> individuo sobre la sociedad o, mejor, como la ruptura de loshilos que hasta <strong>en</strong>tonces habían imbricado a los individuos <strong>en</strong> el tejidosocial. Y es que este tejido no sólo estaba compuesto por las relaciones reales<strong>en</strong>tre los seres humanos y sus formas de organización, sino también porlos mo<strong>del</strong>os g<strong>en</strong>erales de esas relaciones y por las pautas de conducta queera de prever que siguies<strong>en</strong> <strong>en</strong> su trato mutuo los individuos, cuyos papelesestaban predeterminados, aunque no siempre escritos. De ahí la inseguridadtraumática que se producía <strong>en</strong> cuanto las antiguas normas de conducta seabolían o perdían su razón de ser, o la incompr<strong>en</strong>sión <strong>en</strong>tre qui<strong>en</strong>es s<strong>en</strong>tíanesa desaparición y qui<strong>en</strong>es eran demasiado jóv<strong>en</strong>es para haber conocido otracosa que una sociedad sin reglas.Así, un antropólogo brasileño de los años och<strong>en</strong>ta describía la t<strong>en</strong>sión deun varón de clase media, educado <strong>en</strong> la cultura mediterránea <strong>del</strong> honor y lavergü<strong>en</strong>za de su país, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado al suceso cada vez más habitual de que ungrupo de atracadores le exigiera el dinero y am<strong>en</strong>azase con violar a su novia.En tales circunstancias, se esperaba tradicionalm<strong>en</strong>te que un caballero protegiesea la mujer, si no al dinero, aunque le costara la vida, y que la mujer prefiriesemorir antes que correr una suerte t<strong>en</strong>ida por «peor que la muerte». Sinembargo, <strong>en</strong> la realidad de las grandes ciudades de fines <strong>del</strong> siglo xx erapoco probable que la resist<strong>en</strong>cia salvara el «honor» de la mujer o el dinero.Lo razonable <strong>en</strong> tales circunstancias era ceder, para impedir que los agresoresperdies<strong>en</strong> los estribos y causaran serios daños o incluso llegaran a matar.En cuanto al honor de la mujer, definido tradicionalm<strong>en</strong>te como la virginidadantes <strong>del</strong> matrimonio y la total fi<strong>del</strong>idad a su marido después, ¿qué era lo que


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 337se podía def<strong>en</strong>der, a la luz de las teorías y de las prácticas sexuales habituales<strong>en</strong>tre las personas cultas y liberadas de los años och<strong>en</strong>ta? Y sin embargo,tal como demostraban las investigaciones <strong>del</strong> antropólogo, todo eso no hacíael caso m<strong>en</strong>os traumático. Situaciones no tan extremas podían producir nivelesde inseguridad y de sufrimi<strong>en</strong>to m<strong>en</strong>tal comparables; por ejemplo, contactossexuales corri<strong>en</strong>tes. La alternativa a una vieja conv<strong>en</strong>ción, por pocorazonable que fuera, podía acabar si<strong>en</strong>do no una nueva conv<strong>en</strong>ción o uncomportami<strong>en</strong>to racional, sino la total aus<strong>en</strong>cia de reglas, o por lo m<strong>en</strong>os unafalta total de cons<strong>en</strong>so acerca de lo que había que hacer.En la mayor parte <strong>del</strong> mundo, los antiguos tejidos y conv<strong>en</strong>ciones sociales,aunque minados por un cuarto de siglo de transformaciones socioeconómicassin parangón, estaban <strong>en</strong> situación <strong>del</strong>icada, pero aún no <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>adesintegración, lo cual era una suerte para la mayor parte de la humanidad,sobre todo para los pobres, ya que las redes de par<strong>en</strong>tesco, comunidad yvecindad eran básicas para la superviv<strong>en</strong>cia económica y sobre todo parat<strong>en</strong>er éxito <strong>en</strong> un mundo cambiante. En gran parte <strong>del</strong> tercer mundo, estasredes funcionaban como una combinación de servicios informativos, intercambiosde trabajo, fondos de mano de obra y de capital, mecanismos deahorro y sistemas de seguridad social. De hecho, sin la cohesión familiarresulta difícilm<strong>en</strong>te explicable el éxito económico de algunas partes <strong>del</strong> mundo,como por ejemplo el Extremo Ori<strong>en</strong>te.En las sociedades más tradicionales, las t<strong>en</strong>siones afloraron <strong>en</strong> la medida<strong>en</strong> que el triunfo de la economía de empresa minó la legitimidad <strong>del</strong> ord<strong>en</strong>social aceptado hasta <strong>en</strong>tonces, basado <strong>en</strong> la desigualdad, tanto porque las aspiracionesde la g<strong>en</strong>te pasaron a ser más igualitarias, como porque las justificacionesfuncionales de la desigualdad se vieron erosionadas. Así, la opul<strong>en</strong>cia yla prodigalidad de los rajas de la India (igual que la ex<strong>en</strong>ción fiscal de la fortunade la familia real británica, que no fue criticada hasta los años nov<strong>en</strong>ta) nodespertaba ni las <strong>en</strong>vidias ni el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de sus subditos, como las podríahaber despertado las de un vecino, sino que eran parte integrante y signo de supapel singular <strong>en</strong> el ord<strong>en</strong> social e incluso cósmico, que, <strong>en</strong> cierto s<strong>en</strong>tido, secreía que mant<strong>en</strong>ía, estabilizaba y simbolizaba su reino. De modo parecido, losconsiderables lujos y privilegios de los grandes empresarios japoneses resultabanm<strong>en</strong>os inaceptables, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que se veían no como su fortuna particular,sino como un complem<strong>en</strong>to a su situación oficial d<strong>en</strong>tro de la economía,al modo de los lujos de que disfrutan los miembros <strong>del</strong> gabinete británico—limusinas, resid<strong>en</strong>cias oficiales, etc.—, que les son retirados a las pocashoras de cesar <strong>en</strong> el cargo al que están asociados. La distribución real de lasr<strong>en</strong>tas <strong>en</strong> Japón, como sabemos, era mucho m<strong>en</strong>os desigual que <strong>en</strong> las sociedadescapitalistas occid<strong>en</strong>tales; sin embargo, a cualquier persona que observasela situación japonesa <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, incluso desde lejos, le resultabadifícil eludir la impresión de que, durante esta década de crecimi<strong>en</strong>to económico,la acumulación de riqueza individual y su exhibición <strong>en</strong> público poníamás de manifiesto el contraste <strong>en</strong>tre las condiciones <strong>en</strong> que vivían los japonesescomunes y corri<strong>en</strong>tes —mucho más modestam<strong>en</strong>te que sus homólogos


338 LA EDAD DE OROoccid<strong>en</strong>tales— y la situación de los japoneses ricos. Y puede que por primeravez no estuvies<strong>en</strong> sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te protegidos por lo que se consideraban privilegioslegítimos de qui<strong>en</strong>es están al servicio <strong>del</strong> estado y de la sociedad.En Occid<strong>en</strong>te, las décadas de revolución social habían creado un caosmucho mayor. Los extremos de esta disgregación son especialm<strong>en</strong>te visibles<strong>en</strong> el discurso público ideológico <strong>del</strong> fin de siglo occid<strong>en</strong>tal, sobre todo <strong>en</strong> laclase de manifestaciones públicas que, si bi<strong>en</strong> no t<strong>en</strong>ían pret<strong>en</strong>sión alguna deanálisis <strong>en</strong> profundidad, se formulaban como cre<strong>en</strong>cias g<strong>en</strong>eralizadas. P<strong>en</strong>semos,por ejemplo, <strong>en</strong> el argum<strong>en</strong>to, habitual <strong>en</strong> determinado mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> loscírculos feministas, de que el trabajo doméstico de las mujeres t<strong>en</strong>ía que calcularse(y, cuando fuese necesario, pagarse) a precios de mercado, o la justificaciónde la reforma <strong>del</strong> aborto <strong>en</strong> pro de un abstracto «derecho a escoger»ilimitado <strong>del</strong> individuo (mujer). 5 La influ<strong>en</strong>cia g<strong>en</strong>eralizada de la economíaneoclásica, que <strong>en</strong> las sociedades occid<strong>en</strong>tales secularizadas pasó a ocuparcada vez más el lugar reservado a la teología, y (a través de la hegemoníacultural de los Estados Unidos) la influ<strong>en</strong>cia de la ultraindividualista jurisprud<strong>en</strong>cianorteamericana promovieron esta clase de retórica, que <strong>en</strong>contrósu expresión política <strong>en</strong> la primera ministra británica Margaret Thatcher: «Lasociedad no existe, sólo los individuos».Sin embargo, fueran los que fues<strong>en</strong> los excesos de la teoría, la práctica eramuchas veces igualm<strong>en</strong>te extrema. En algún mom<strong>en</strong>to de los años set<strong>en</strong>ta, losreformadores sociales de los países anglosajones, justam<strong>en</strong>te escandalizados(al igual que los investigadores) por los efectos de la institucionalizaciónsobre los <strong>en</strong>fermos m<strong>en</strong>tales, promovieron con éxito una campaña para que almáximo número posible de éstos les permitieran abandonar su reclusión «paraque puedan estar al cuidado de la comunidad». Pero <strong>en</strong> las ciudades de Occid<strong>en</strong>teya no había comunidades que cuidas<strong>en</strong> de ellos. No t<strong>en</strong>ían pari<strong>en</strong>tes.Nadie les conocía. Lo único que había eran las calles de ciudades como NuevaYork, que se ll<strong>en</strong>aron de m<strong>en</strong>digos con bolsas de plástico y sin hogar quegesticulaban y hablaban solos. Si t<strong>en</strong>ían suerte, bu<strong>en</strong>a o mala (dep<strong>en</strong>día <strong>del</strong>punto de vista), acababan y<strong>en</strong>do de los hospitales que los habían echado a lascárceles que, <strong>en</strong> los Estados Unidos, se convirtieron <strong>en</strong> el principal receptáculode los problemas sociales de la sociedad norteamericana, sobre todo de susmiembros de raza negra: <strong>en</strong> 1991 el 15 por 100 de la que era proporcional -m<strong>en</strong>te la mayor población de reclusos <strong>del</strong> mundo —426 presos por cada100.000 habitantes— se decía que estaba m<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>fermo (Walker,1991; Human Developm<strong>en</strong>t, 1991, p. 32, fig. 2.10).5. La legitimidad de una demanda ti<strong>en</strong>e que difer<strong>en</strong>ciarse claram<strong>en</strong>te de la de los argum<strong>en</strong>tosque se utilizan para justificarla. La relación <strong>en</strong>tre marido, mujer e hijos <strong>en</strong> el hogar noti<strong>en</strong>e absolutam<strong>en</strong>te nada que ver con la de v<strong>en</strong>dedores y consumidores <strong>en</strong> el mercado, nisiquiera a nivel conceptual. Y tampoco la decisión de t<strong>en</strong>er o no t<strong>en</strong>er un hijo, aunque se adopteunilateralm<strong>en</strong>te, afecta exclusivam<strong>en</strong>te al individuo que toma la decisión. Esta perogrulladaes perfectam<strong>en</strong>te compatible con el deseo de transformar el papel de la mujer <strong>en</strong> el hogar o defavorecer el derecho al aborto.


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 339Las instituciones a las que más afectó el nuevo individualismo moral fueronla familia tradicional y las iglesias tradicionales de Occid<strong>en</strong>te, que sufrieronun colapso <strong>en</strong> el tercio final <strong>del</strong> siglo. El cem<strong>en</strong>to que había mant<strong>en</strong>idounida a la comunidad católica se desintegró con asombrosa rapidez. A lolargo de los años ses<strong>en</strong>ta, la asist<strong>en</strong>cia a misa <strong>en</strong> Quebec (Canadá) bajó <strong>del</strong>80 al 20 por 100, y el tradicionalm<strong>en</strong>te alto índice de natalidad francocanadi<strong>en</strong>secayó por debajo de la media de Canadá (Bernier y Boily, 1986). Laliberación de la mujer, o, más exactam<strong>en</strong>te, la demanda por parte de lasmujeres de más medios de control de natalidad, incluidos el aborto y el derechoal divorcio, seguram<strong>en</strong>te abrió la brecha más honda <strong>en</strong>tre la Iglesia y loque <strong>en</strong> el siglo xix había sido su reserva espiritual básica (véase La era <strong>del</strong>capitalismo), como se hizo cada vez más evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> países con tanta famade católicos como Irlanda o como la mismísima Italia <strong>del</strong> papa, e incluso—tras la caída <strong>del</strong> comunismo— <strong>en</strong> Polonia. Las vocaciones sacerdotales ylas demás formas de vida religiosa cayeron <strong>en</strong> picado, al igual que la disposicióna llevar una exist<strong>en</strong>cia célibe, real u oficial. En pocas palabras, parabi<strong>en</strong> o para mal, la autoridad material y moral de la Iglesia sobre los fielesdesapareció <strong>en</strong> el agujero negro que se abría <strong>en</strong>tre sus normas de vida ymoral y la realidad <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>to humano a finales <strong>del</strong> siglo xx. Lasiglesias occid<strong>en</strong>tales con un dominio m<strong>en</strong>or sobre los feligreses, incluidasalgunas de las sectas protestantes más antiguas, experim<strong>en</strong>taron un decliveaún más rápido.Las consecu<strong>en</strong>cias morales de la relajación de los lazos tradicionales defamilia acaso fueran todavía más graves, pues, como hemos visto, la familiano sólo era lo que siempre había sido, un mecanismo de autoperpetuación,sino también un mecanismo de cooperación social. Como tal, había sidobásico para el mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to tanto de la economía rural como de la primitivaeconomía industrial, <strong>en</strong> el ámbito local y <strong>en</strong> el planetario. Ello se debía <strong>en</strong>parte a que no había existido ninguna estructura empresarial capitalistaimpersonal adecuada hasta que la conc<strong>en</strong>tración <strong>del</strong> capital y la aparición <strong>del</strong>as grandes empresas empezó a g<strong>en</strong>erar la organización empresarial modernaa finales <strong>del</strong> siglo xix, la «mano visible» (Chandler, 1977) que t<strong>en</strong>ía que complem<strong>en</strong>tarla «mano invisible» <strong>del</strong> mercado según Adam Smith. 6 Pero un motivoaún más poderoso era que el mercado no proporciona por sí solo unelem<strong>en</strong>to es<strong>en</strong>cial <strong>en</strong> cualquier sistema basado <strong>en</strong> la obt<strong>en</strong>ción <strong>del</strong> b<strong>en</strong>eficioprivado: la confianza, o su equival<strong>en</strong>te legal, el cumplimi<strong>en</strong>to de los contratos.Para eso se necesitaba o bi<strong>en</strong> el poder <strong>del</strong> estado (como sabían los teóricos<strong>del</strong> individualismo político <strong>del</strong> siglo xvn) o bi<strong>en</strong> los lazos familiares ocomunitarios. Así, el comercio, la banca y las finanzas internacionales, cam-6. El mo<strong>del</strong>o operativo de las grandes empresas antes de la época <strong>del</strong> capitalismo financiero(«capitalismo monopolista») no se inspiraba <strong>en</strong> la experi<strong>en</strong>cia de la empresa privada, sino<strong>en</strong> la burocracia estatal o militar; cf. los uniformes de los empleados <strong>del</strong> ferrocarril. De hecho,con frecu<strong>en</strong>cia estaba, y t<strong>en</strong>ía que estar, dirigida por el estado o por otra autoridad pública sinatan de lucro, como los servicios de correos y la mayoría de los de telégrafos y teléfonos.


340 LA EDAD DE OROpos de actuación a veces físicam<strong>en</strong>te alejados, de <strong>en</strong>ormes b<strong>en</strong>eficios y graninseguridad, los habían manejado con el mayor de los éxitos grupos empresarialesrelacionados por nexos de par<strong>en</strong>tesco, sobre todo grupos con unasolidaridad religiosa especial, como los judíos, los cuáqueros o los hugonotes.De hecho, incluso a finales <strong>del</strong> siglo xx esos vínculos seguían si<strong>en</strong>doindisp<strong>en</strong>sables <strong>en</strong> el negocio <strong>del</strong> crim<strong>en</strong>, que no sólo estaba <strong>en</strong> contra de laley, sino fuera de su amparo. En una situación <strong>en</strong> la que no había otra garantíaposible de los contratos, sólo los lazos de par<strong>en</strong>tesco y la am<strong>en</strong>aza demuerte podían cumplir ese cometido. Por ello, las familias de la mafia calabresade mayor éxito estaban compuestas por un nutrido grupo de hermanos(Ciconte, 1992, pp. 361-362).Pero eran justam<strong>en</strong>te estos vínculos y esta solidaridad de grupos no económicoslo que estaba si<strong>en</strong>do erosionado, al igual que los sistemas moralesque los sust<strong>en</strong>taban, más antiguos que la sociedad burguesa industrialmoderna, pero adaptados para formar una parte es<strong>en</strong>cial de esta. El viejovocabulario moral de derechos y deberes, obligaciones mutuas, pecado yvirtud, sacrificio, conci<strong>en</strong>cia, recomp<strong>en</strong>sas y sanciones, ya no podía traducirseal nuevo l<strong>en</strong>guaje de la gratificación deseada. Al no ser ya aceptadasestas prácticas e instituciones como parte <strong>del</strong> modo de ord<strong>en</strong>ación social queunía a unos individuos con otros y garantizaba la cooperación y la reproducciónde la sociedad, la mayor parte de su capacidad de estructuración <strong>del</strong>a vida social humana se desvaneció, y quedaron reducidas a simples expresionesde las prefer<strong>en</strong>cias individuales, y a la exig<strong>en</strong>cia de que la ley reconociesela supremacía de estas prefer<strong>en</strong>cias. 7 La incertidumbre y la imprevisibilidadse hicieron pres<strong>en</strong>tes. Las brújulas perdieron el norte, los mapas sevolvieron inútiles. Todo esto se fue convirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> algo cada vez más evid<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los países más desarrollados a partir de los años ses<strong>en</strong>ta. Este individualismo<strong>en</strong>contró su plasmación ideológica <strong>en</strong> una serie de teorías, <strong>del</strong>liberalismo económico extremo al «posmodernismo» y similares, que seesforzaban por dejar de lado los problemas de juicio y de valores o, mejordicho, por reducirlos al d<strong>en</strong>ominador común de la libertad ilimitada <strong>del</strong>individuo.Al principio las v<strong>en</strong>tajas de una liberalización social g<strong>en</strong>eralizada habíanparecido <strong>en</strong>ormes a todo el mundo m<strong>en</strong>os a los reaccionarios empedernidos,y su coste, mínimo; además, no parecía que conllevase también una liberalizacióneconómica. La gran oleada de prosperidad que se ext<strong>en</strong>día por laspoblaciones de las zonas más favorecidas <strong>del</strong> mundo, reforzada por sistemasde seguridad social cada vez más amplios y g<strong>en</strong>erosos, parecía haber eliminadolos escombros de la desintegración social. Ser prog<strong>en</strong>itor único (o sea,<strong>en</strong> la inm<strong>en</strong>sa mayoría de los casos, madre soltera) todavía era la mejor7. Esa es la difer<strong>en</strong>cia exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre el l<strong>en</strong>guaje de los «derechos» (legales y constitucionales),que se convirtió <strong>en</strong> el eje de la sociedad <strong>del</strong> individualismo incontrolado, por lo m<strong>en</strong>os<strong>en</strong> los Estados Unidos, y la vieja formulación moral para la que derechos y deberes eran las doscaras de la misma moneda.


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 341garantía para una vida de pobreza, pero <strong>en</strong> los modernos estados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar,también garantizaba un mínimo de ingresos y un techo. Las p<strong>en</strong>siones,los servicios de bi<strong>en</strong>estar social y, finalm<strong>en</strong>te, los c<strong>en</strong>tros geriátricos cuidabande los ancianos que vivían solos, y cuyos hijos e hijas ya no podíanhacerse cargo de sus padres <strong>en</strong> sus años finales, o no se s<strong>en</strong>tían obligados aello. Parecía natural ocuparse igualm<strong>en</strong>te de otras situaciones que anteshabían sido parte <strong>del</strong> ord<strong>en</strong> familiar, por ejemplo, trasladando la responsabilidadde cuidar los niños de las madres a las guarderías y jardines de infanciapúblicos, como los socialistas, preocupados por las necesidades de lasmadres asalariadas, hacía tiempo que exigían.Tanto los cálculos racionales como el desarrollo histórico parecían apuntar<strong>en</strong> la misma dirección que varias formas de ideología progresista, incluidaslas que criticaban a la familia tradicional porque perpetuaba la subordinaciónde la mujer o de los niños y adolesc<strong>en</strong>tes, o por motivos libertarios detipo más g<strong>en</strong>eral. En el aspecto material, lo que los organismos públicospodían proporcionar era muy superior a lo que la mayoría de las familiaspodía dar de sí, bi<strong>en</strong> por ser pobres, bi<strong>en</strong> por otras causas; el hecho de quelos niños de los países democráticos salieran de las guerras mundiales mássanos y mejor alim<strong>en</strong>tados que antes lo demostraba. Y el hecho de que losestados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar sobrevivieran <strong>en</strong> los países más ricos a finales de siglo,pese al ataque sistemático de los gobiernos y de los ideólogos partidarios <strong>del</strong>mercado libre, lo confirmaba. Además, <strong>en</strong>tre sociólogos y antropólogossociales era un tópico el que, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, el papel de los lazos de par<strong>en</strong>tesco«disminuye al aum<strong>en</strong>tar la importancia de las instituciones gubernam<strong>en</strong>tales».Para bi<strong>en</strong> o para mal, ese papel disminuyó «con el auge <strong>del</strong> individualismoeconómico y social <strong>en</strong> las sociedades industriales» (Goody, 1968,pp. 402-403). En resum<strong>en</strong>, y tal como se había predicho hacía tiempo, laGemeinschaft estaba cedi<strong>en</strong>do el puesto a la Gesellschaft; las comunidades, aindividuos unidos <strong>en</strong> sociedades anónimas.Las v<strong>en</strong>tajas materiales de vivir <strong>en</strong> un mundo <strong>en</strong> donde la comunidady la familia estaban <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia eran, y sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do, innegables. Delo que pocos se dieron cu<strong>en</strong>ta fue de lo mucho que la moderna sociedadindustrial había dep<strong>en</strong>dido hasta mediados <strong>del</strong> siglo xx de la simbiosis <strong>en</strong>trelos viejos valores comunitarios y familiares y la nueva sociedad, y, por lotanto, de lo duras que iban a ser las consecu<strong>en</strong>cias de su rápida desintegración.Eso resultó evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la era de la ideología neoliberal, <strong>en</strong> la que laexpresión «los subclase» se introdujo, o se reintrodujo, <strong>en</strong> el vocabulariosociopolítico de alrededor de 1980. 8 Los subclase eran los que, <strong>en</strong> las sociedadescapitalistas desarrolladas y tras el fin <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>o empleo, no podían ono querían ganarse el propio sust<strong>en</strong>to ni el de sus familias <strong>en</strong> la economíade mercado (complem<strong>en</strong>tada por el sistema de seguridad social), que parecíafuncionar bastante bi<strong>en</strong> para dos tercios de la mayoría de habitantes de8. Su equival<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la Gran Bretaña de finales <strong>del</strong> siglo xix era the residuum [«los residuales»].


342 LA EDAD DE OROesos países, por lo m<strong>en</strong>os hasta los años nov<strong>en</strong>ta (de ahí la fórmula «lasociedad de los dos tercios», inv<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> esa década por un angustiadopolítico socialdemócrata alemán, Peter Glotz). Básicam<strong>en</strong>te, los «subclase»subsistían gracias a la vivi<strong>en</strong>da pública y a los programas de bi<strong>en</strong>estarsocial, aunque de vez <strong>en</strong> cuando complem<strong>en</strong>tas<strong>en</strong> sus ingresos con escapadasa la economía sumergida o semisumergida o al mundo <strong>del</strong> «crim<strong>en</strong>», esdecir, a las áreas de la economía adonde no llegaban los sistemas fiscales<strong>del</strong> gobierno. Sin embargo, dado que este era el nivel social <strong>en</strong> donde lacohesión familiar se había desintegrado por completo, incluso sus incursiones<strong>en</strong> la economía informal, legales o no, eran marginales e inestables, porque,como demostraron el tercer mundo y sus nuevas masas de inmigranteshacia los países <strong>del</strong> norte, incluso la economía oficial de los barrios de chabolasy de los inmigrantes ilegales sólo funciona bi<strong>en</strong> si exist<strong>en</strong> redes depar<strong>en</strong>tesco.Los sectores pobres de la pobación nativa de color de los Estados Unidos,es decir, la mayoría de los negros norteamericanos, 9 se convirtieron <strong>en</strong> elparadigma de los «subclase»: un colectivo de ciudadanos prácticam<strong>en</strong>te excluidode ía sociedad oficial, sin formar parte de la misma o —<strong>en</strong> el caso demuchos de sus jóv<strong>en</strong>es varones— <strong>del</strong> mercado laboral. De hecho, muchosde estos jóv<strong>en</strong>es, sobre todo los varones, se consideraban prácticam<strong>en</strong>tecomo una sociedad de forajidos o una antisociedad. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o no eraexclusivo de la g<strong>en</strong>te de un determinado color, sino que, con la decad<strong>en</strong>cia ycaída de las industrias que empleaban mano de obra abundante <strong>en</strong> lossiglos xix y xx, los «subclase» hicieron su aparición <strong>en</strong> una serie de países.Pero <strong>en</strong> las vivi<strong>en</strong>das construidas por autoridades públicas socialm<strong>en</strong>te responsablespara todos los que no podían permitirse pagar alquileres a preciosde mercado o comprar su propia casa, y que ahora habitaban los «subclase»,tampoco había comunidades, y bi<strong>en</strong> poca asist<strong>en</strong>cia mutua familiar. Hasta el«espíritu de vecindad», la última reliquia de la comunidad, sobrevivía aduras p<strong>en</strong>as al miedo universal, por lo común a los adolesc<strong>en</strong>tes incontrolados,armados con frecu<strong>en</strong>cia cada vez mayor, que acechaban <strong>en</strong> esas junglashobbesianas.Sólo <strong>en</strong> las zonas <strong>del</strong> mundo que todavía no habían <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> el universo<strong>en</strong> que los seres humanos vivían unos junto a otros pero no como seressociales, sobrevivían <strong>en</strong> cierta medida las comunidades y, con ellas el ord<strong>en</strong>social, aunque un ord<strong>en</strong>, para la mayoría, de una pobreza desoladora. ¿Quiénpodía hablar de una minoría «subclase» <strong>en</strong> un país como Brasil, donde, amediados de los años och<strong>en</strong>ta, el 20 por 100 más rico de la población percibíamás <strong>del</strong> 60 por 100 de la r<strong>en</strong>ta nacional, mi<strong>en</strong>tras que el 40 por 100 de9. La etiqueta que suele preferirse <strong>en</strong> la actualidad es la de «afroamericanos». Sin embargo,estos nombres cambian —a lo largo de la vida de este autor se han producido varios cambiosde este tipo («personas de color», «negros»)— y seguirán cambiando. Utilizo el vocabloque han utilizado durante más tiempo que ningún otro qui<strong>en</strong>es querían mostrar respeto por losdesc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes americanos de esclavos africanos.


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 343los más pobres percibía el 10 por 100 o m<strong>en</strong>os? (UN World Social Situation,1984, p. 84). Era, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, una exist<strong>en</strong>cia de desigualdad tanto socialcomo económica. Pero, para la mayoría, carecía de la inseguridad propia <strong>del</strong>a vida urbana <strong>en</strong> las sociedades «desarrolladas», cuyos antiguos mo<strong>del</strong>osde comportami<strong>en</strong>to habían sido desmantelados y sustituidos por un vacío deincertidumbre. La triste paradoja <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te fin de siglo es que, de acuerdocon todos los criterios conm<strong>en</strong>surables de bi<strong>en</strong>estar y estabilidad social,vivir <strong>en</strong> Irlanda <strong>del</strong> Norte, un lugar socialm<strong>en</strong>te retrógrado pero estructuradotradicionalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> el paro y después de veinte años ininterrumpidos dealgo parecido a una guerra civil, es mejor y más seguro que vivir <strong>en</strong> la mayoríade las grandes ciudades <strong>del</strong> Reino Unido.El drama <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to de tradiciones y valores no radicaba tanto <strong>en</strong>los inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes materiales de prescindir de los servicios sociales y personalesque antes proporcionaban la familia y la comunidad, porque éstos sepodían sustituir <strong>en</strong> los prósperos estados <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar, aunque no <strong>en</strong> laszonas pobres <strong>del</strong> mundo, donde la gran mayoría de la humanidad seguía contandocon bi<strong>en</strong> poco, salvo la familia, el patronazgo y la asist<strong>en</strong>cia mutua(para el sector socialista <strong>del</strong> mundo, véanse los capítulos XIII y XVI); radicaba<strong>en</strong> la desintegración tanto <strong>del</strong> antiguo código de valores como de lascostumbres y usos que regían el comportami<strong>en</strong>to humano, una pérdida s<strong>en</strong>sible,reflejada <strong>en</strong> el auge de lo que se ha dado <strong>en</strong> llamar (una vez más, <strong>en</strong> losEstados Unidos, donde el f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o resultó apreciable a partir de finales <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta) «políticas de id<strong>en</strong>tidad», por lo g<strong>en</strong>eral de tipo étnico/nacionalo religioso, y de movimi<strong>en</strong>tos nostálgicos extremistas que desean recuperarun pasado hipotético sin problemas de ord<strong>en</strong> ni de seguridad. Estos movimi<strong>en</strong>toseran llamadas de auxilio más que portadores de programas; llamami<strong>en</strong>tos<strong>en</strong> pro de una «comunidad» a la que pert<strong>en</strong>ecer <strong>en</strong> un mundo anómico;de una familia a la que pert<strong>en</strong>ecer <strong>en</strong> un mundo de aislami<strong>en</strong>to social; deun refugio <strong>en</strong> la selva. Todos los observadores realistas y la mayoría de losgobiernos sabían que la <strong>del</strong>incu<strong>en</strong>cia no disminuía con la ejecución de los criminaleso con el poder disuasorio de largas p<strong>en</strong>as de reclusión, pero todos lospolíticos eran consci<strong>en</strong>tes de la <strong>en</strong>orme fuerza que t<strong>en</strong>ía, con su carga emotiva,racional o no, la demanda por parte de los ciudadanos de que se castigasea los antisociales.Estos eran los riesgos políticos <strong>del</strong> desgarrami<strong>en</strong>to y la ruptura de losantiguos sistemas de valores y de los tejidos sociales. Sin embargo, a medidaque fueron avanzando los años och<strong>en</strong>ta, por lo g<strong>en</strong>eral bajo la bandera <strong>del</strong>a soberanía <strong>del</strong> mercado puro, se hizo cada vez más pat<strong>en</strong>te que tambiénesta ruptura ponía <strong>en</strong> peligro la triunfante economía capitalista.Y es que el sistema capitalista, pese a cim<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> las operaciones<strong>del</strong> mercado, se basaba también <strong>en</strong> una serie de t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias que no estabanintrínsecam<strong>en</strong>te relacionadas con el afán de b<strong>en</strong>eficio personal que, segúnAdam Smith, alim<strong>en</strong>taba su motor. Se basaba <strong>en</strong> «el hábito <strong>del</strong> trabajo»,que Adam Smith dio por s<strong>en</strong>tado que era uno de los móviles es<strong>en</strong>ciales <strong>del</strong>a conducta humana; <strong>en</strong> la disposición <strong>del</strong> ser humano a posponer durante


344 LA EDAD DE OROmucho tiempo la gratificación inmediata, es decir, a ahorrar e invertir p<strong>en</strong>sando<strong>en</strong> recomp<strong>en</strong>sas futuras; <strong>en</strong> la satisfacción por los logros propios; <strong>en</strong>la confianza mutua; y <strong>en</strong> otras actitudes que no estaban implícitas <strong>en</strong> la optimizaciónde los b<strong>en</strong>eficios de nadie. La familia se convirtió <strong>en</strong> parte integrante<strong>del</strong> capitalismo primitivo porque le proporcionaba algunas de estasmotivaciones, al igual que «el hábito <strong>del</strong> trabajo», los hábitos de obedi<strong>en</strong>ciay lealtad, incluy<strong>en</strong>do la lealtad de los ejecutivos a la propia empresa, y otrasformas de comportami<strong>en</strong>to que no <strong>en</strong>cajaban fácilm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una teoría racionalde la elección basada <strong>en</strong> la optimización. El capitalismo podía funcionar<strong>en</strong> su aus<strong>en</strong>cia, pero, cuando lo hacía, se convertía <strong>en</strong> algo extraño y problemático,incluso para los propios hombres de negocios. Esto ocurriódurante las «opas» piráticas para adueñarse de sociedades anónimas y deotras formas de especulación económica que se ext<strong>en</strong>dieron por las plazasfinancieras y los países económicam<strong>en</strong>te ultraliberales como los EstadosUnidos y Gran Bretaña <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, y que prácticam<strong>en</strong>te rompierontoda conexión <strong>en</strong>tre el afán de lucro y la economía como sistema productivo.Por eso los países capitalistas que no habían olvidado que el crecimi<strong>en</strong>tono se alcanza sólo con la maximización de b<strong>en</strong>eficios (Alemania, Japón,Francia) procuraron dificultar o impedir estos actos de piratería.Karl Polanyi, al examinar las ruinas de la civilización <strong>del</strong> siglo xixdurante la segunda guerra mundial, señaló cuan extraordinarias y sin preced<strong>en</strong>teseran las premisas <strong>en</strong> las que esa civilización se había basado: lasde un sistema de mercados universal y autorregulable. Polanyi argum<strong>en</strong>tóque «la prop<strong>en</strong>sión al trueque o al cambio de una cosa por otra» deAdam Smith había inspirado «un sistema industrial ... que, teórica y prácticam<strong>en</strong>te,implicaba que el género humano se <strong>en</strong>contraba bajo el dominio deesa prop<strong>en</strong>sión particular <strong>en</strong> todas sus actividades económicas, cuando no<strong>en</strong> sus actividades políticas, intelectuales y espirituales» (Polanyi, 1945,pp. 50-51). Pero Polanyi exageraba la lógica <strong>del</strong> capitalismo de su época,<strong>del</strong> mismo modo que Adam Smith había exagerado la medida <strong>en</strong> que, por símismo, el afán de lucro de todos los hombres maximizaría la riqueza de lasnaciones.Del mismo modo que nosotros damos por s<strong>en</strong>tada la exist<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> aireque respiramos y que hace posibles todas nuestras actividades, así el capitalismodio por s<strong>en</strong>tada la exist<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> ambi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el que actuaba, y quehabía heredado <strong>del</strong> pasado. Sólo descubrió lo es<strong>en</strong>cial que era cuando el airese <strong>en</strong>rareció. En otras palabras, el capitalismo había triunfado porque no erasólo capitalista. La maximización y la acumulación de b<strong>en</strong>eficios eran condicionesnecesarias para el éxito, pero no sufici<strong>en</strong>tes. Fue la revolución cultural<strong>del</strong> último tercio <strong>del</strong> siglo lo que com<strong>en</strong>zó a erosionar el patrimoniohistórico <strong>del</strong> capitalismo y a demostrar las dificultades de operar sin esepatrimonio. La ironía histórica <strong>del</strong> neoliberalismo que se puso de moda <strong>en</strong>los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, y que contempló con desprecio las ruinas de losregím<strong>en</strong>es comunistas, es que triunfó <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to mismo <strong>en</strong> que dejó de


LA REVOLUCIÓN CULTURAL 345ser tan plausible como había parecido antes. El mercado proclamó su victoriacuando ya no podía ocultar su desnudez y su insufici<strong>en</strong>cia.La revolución cultural se hizo s<strong>en</strong>tir con especial fuerza <strong>en</strong> las «economíasde mercado industrializadas» y urbanas de los antiguos c<strong>en</strong>tros <strong>del</strong>capitalismo. Sin embargo, tal como veremos, las extraordinarias fuerzas económicasy sociales que se han des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ado a finales <strong>del</strong> siglo xx tambiénhan transformado lo que se dio <strong>en</strong> llamar el «tercer mundo».


Capítulo XIIEL TERCER MUNDO[Insinué que,] sin libros que leer, la vida de noche <strong>en</strong> sus fincas[de Egipto] debía hacérsele pesada, y que un bu<strong>en</strong> sillón y unbu<strong>en</strong> libro <strong>en</strong> una galería fresca harían de la vida algo mucho másagradable. Mi amigo dijo de inmediato:—¿No creerá usted que un hac<strong>en</strong>dado de esta provincia puedes<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> la galería de su casa después de c<strong>en</strong>ar con una luzbrillando sobre su cabeza sin que le pegu<strong>en</strong> un tiro?Ya se me habría podido ocurrir.RUSSELL PASHA (1949)Siempre que, <strong>en</strong> el pueblo, la conversación tocaba el tema <strong>del</strong>a asist<strong>en</strong>cia mutua y <strong>del</strong> préstamo de dinero a los vecinos comouna de esas formas de asist<strong>en</strong>cia, rara vez dejaba de oírse a g<strong>en</strong>teque se quejaba de la cooperación cada vez m<strong>en</strong>or <strong>en</strong>tre los vecinos... Estas quejas iban siempre acompañadas de refer<strong>en</strong>cias alhecho de que la g<strong>en</strong>te <strong>del</strong> pueblo se estaba volvi<strong>en</strong>do cada vezmás calculadora <strong>en</strong> cuestiones de dinero. Los vecinos evocaban<strong>en</strong>tonces, sin falta, lo que llamaban los «viejos tiempos» <strong>en</strong> que lag<strong>en</strong>te estaba siempre dispuesta a prestar ayuda.M. b. ABDUL RAHIM (1973)ILa descolonización y las revoluciones transformaron drásticam<strong>en</strong>te elmapa político <strong>del</strong> globo. La cifra de estados asiáticos reconocidos internacionalm<strong>en</strong>tecomo indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes se quintuplicó. En África, donde <strong>en</strong> 1939sólo existía uno, ahora eran unos cincu<strong>en</strong>ta. Incluso <strong>en</strong> América, donde latemprana descolonización de! siglo xix había dejado una veint<strong>en</strong>a de repúblicaslatinoamericanas, la descolonización añadió una doc<strong>en</strong>a más. Sin


EL TERCER MUNDO 3 4 7embargo, lo importante de estos países no era su número, sino el <strong>en</strong>orme ycreci<strong>en</strong>te peso y presión demográficos que repres<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> conjunto.Este fue el resultado de una asombrosa explosión demográfica <strong>en</strong> los paísesdep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes tras la segunda guerra mundial, que alteró, y sigue alterando,el equilibrio de la población mundial. Desde la primera revolución industrial,y es posible que desde el siglo xvi, este equilibrio se había inclinado afavor <strong>del</strong> mundo «desarrollado», es decir, de la población europea u originariade Europa. De m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 20 por 100 de la población mundial <strong>en</strong> 1750, loseuropeos habían pasado a constituir aproximadam<strong>en</strong>te un tercio de la humanidadantes de 1900. La era de las catástrofes paralizó la situación, pero desdemediados de siglo la población mundial ha crecido a un ritmo sin preced<strong>en</strong>tes,y la mayor parte de ese crecimi<strong>en</strong>to ha procedido de regiones antesgobernadas por un puñado de imperios. Si consideramos que los países ricosmiembros de la OCDE repres<strong>en</strong>tan el «mundo desarrollado», su poblaciónsumada a finales de los años och<strong>en</strong>ta no repres<strong>en</strong>taba más que el 15 por 100de la humanidad, una proporción <strong>en</strong> declive inevitable (de no ser por la inmigración),pues varios países «desarrollados» ya no t<strong>en</strong>ían sufici<strong>en</strong>tes hijospara r<strong>en</strong>ovar la población.Esta explosión demográfica <strong>en</strong> los países pobres <strong>del</strong> mundo, que despertópor primera vez una grave preocupación internacional a finales de la edadde oro, es probablem<strong>en</strong>te el cambio más fundam<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> siglo xx, aunqueaceptemos que la población <strong>del</strong> planeta acabará estabilizándose <strong>en</strong> torno a losdiez mil millones de habitantes (o cualquiera que sea la cifra que se barajeactualm<strong>en</strong>te) <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to <strong>del</strong> siglo xxi. 1 Una población mundial que seduplicó <strong>en</strong> los cuar<strong>en</strong>ta años transcurridos desde 1950, o una población comola de África, que se supone que se va a duplicar <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de treinta años, esalgo que no ti<strong>en</strong>e ningún preced<strong>en</strong>te histórico, como no lo ti<strong>en</strong><strong>en</strong> los problemasque esto plantea. Sólo hace falta que consideremos la situación socioeconómicade un país con un 60 por 100 de sus habitantes con m<strong>en</strong>os dequince años.La explosión demográfica <strong>del</strong> mundo pobre fue tan grande porque losíndices básicos de natalidad de esos países solían ser mucho más altos quelos <strong>del</strong> mismo período histórico <strong>en</strong> los países «desarrollados», y porque loselevados índices de mortalidad, que antes fr<strong>en</strong>aban el crecimi<strong>en</strong>to de la población,cayeron <strong>en</strong> picado a partir de los años cuar<strong>en</strong>ta, a un ritmo cuatro o cincoveces más rápido que el de la caída equival<strong>en</strong>te que se produjo <strong>en</strong> la Europa<strong>del</strong> siglo xix (Kelley, 1988, p. 168). Y es que, mi<strong>en</strong>tras <strong>en</strong> Europa estedesc<strong>en</strong>so tuvo que esperar hasta que se produjo una mejora gradual de la cali-1- Si la espectacular aceleración <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to que hemos experim<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> este siglocontinuase, la catástrofe sería inevitable. Lajmmanidad alcanzó los mil millones de almas haceunos dosci<strong>en</strong>tos años. Para llegar a los sigui<strong>en</strong>tes mil millones pasaron ci<strong>en</strong>to veinte años; paralos tres mil,jreinta y cinco años; para los cuatro mil, quince años. A finales de los años och<strong>en</strong>tela población mundial se situaba <strong>en</strong> 5.200 millones de habitantes, y se esperaba que sobrepasaralos.6.000 millones antes <strong>del</strong> año 2000.


348 LA EDAD DE OROdad de vida y <strong>del</strong> <strong>en</strong>torno, la nueva tecnología barrió el mundo de los paísespobres como un huracán durante la edad de,oro <strong>en</strong> forma de medicinasmodernas y de la revolución <strong>del</strong> transporte. A partir de los años cuar<strong>en</strong>ta, lasinnovaciones médicas y farmacológicas estuvieron por primera vez <strong>en</strong> situaciónde salvar vidas a gran escala (gracias, por ejemplo, al DDT y a los antibióticos),algo que antes habían sido incapaces de conseguir, salvo, tal vez, <strong>en</strong>el caso de la viruela. Así, mi<strong>en</strong>tras las tasas de natalidad seguían si<strong>en</strong>do altas,o incluso subían <strong>en</strong> épocas de prosperidad, las tasas de mortalidad cayeronverticalm<strong>en</strong>te —<strong>en</strong> México quedaron reducidas a m<strong>en</strong>os de la mitad <strong>en</strong>25 años a partir de 1944— y la población se disparó, aunque no hubies<strong>en</strong>cambiado gran cosa la economía ni sus instituciones. Un efecto secundario deeste f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o fue el aum<strong>en</strong>to de la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre países ricos y pobres,avanzados y atrasados, aunque las economías de ambas regiones crecies<strong>en</strong> almismo ritmo. Repartir un PIB el doble de grande que hace treinta años <strong>en</strong> unpaís de población estable es una cosa; repartirlo <strong>en</strong>tre una población que(como <strong>en</strong> el caso de México) se ha duplicado <strong>en</strong> treinta años, es otra.Convi<strong>en</strong>e empezar todo análisis <strong>del</strong> tercer mundo con algunas consideracionesacerca de su demografía, ya que la explosión demográfica es el hechofundam<strong>en</strong>tal de su exist<strong>en</strong>cia. La historia de los países desarrollados pareceindicar que el tercer mundo también pasará por lo que los especialistas llaman«la transición demográfica», al estabilizarse su población gracias a unanatalidad y una mortalidad bajas, es decir, dejando de t<strong>en</strong>er más de uno o doshijos. Sin embargo, si bi<strong>en</strong> hay indicios de que la «transición demográfica»se estaba produci<strong>en</strong>do <strong>en</strong> algunos países, sobre todo <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>te,a fines <strong>del</strong> siglo xx, la gran masa de los países pobres no había hechomuchos progresos <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido, salvo <strong>en</strong> el bloque ex soviético. Esta esuna de las razones de su continua miseria. Algunos países con poblacionesgigantescas estaban tan preocupados por las dec<strong>en</strong>as de millones de nuevasbocas que había que alim<strong>en</strong>tar cada año, que de vez <strong>en</strong> cuando susgobiernos empr<strong>en</strong>dían campañas de coacción despiadada para imponer elcontrol de la natalidad o algún tipo de planificación familiar a sus ciudadanos(sobre todo la campaña de esterilización de los años set<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> la India yla política de «un solo hijo» <strong>en</strong> China). No es probable que los problemas depoblación de ningún país puedan resolverse de este modo.IISin embargo, cuando vieron la luz <strong>en</strong> el mundo poscolonial y de la posguerra,no eran estas las primeras preocupaciones de los estados <strong>del</strong> mundopobre, sino la forma que debían adoptar.No resulta sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que adoptas<strong>en</strong>, o se vieran obligados a adoptar,sistemas políticos derivados de los de sus amos imperiales o de sus conquistadores.La minoría de los que surgían de la revolución social, o (lo que v<strong>en</strong>íaa ser lo mismo) de largas guerras de liberación, era más probable que siguie-


EL TERCER MUNDO 349ran el mo<strong>del</strong>o de la revolución soviética. En teoría, pues, el mundo estabacada vez más ll<strong>en</strong>o de lo que pret<strong>en</strong>dían ser repúblicas parlam<strong>en</strong>tarias conelecciones libres, y de una minoría de «repúblicas democráticas populares»de partido único. (En teoría, todas ellas eran democráticas, aunque sólo losregím<strong>en</strong>es comunistas o revolucionarios insistían <strong>en</strong> añadirles las palabras«popular» y/o «democrática» a su nombre oficial.) 2En la práctica estas etiquetas indicaban como máximo <strong>en</strong> qué lugar de laesc<strong>en</strong>a internacional querían situarse estos países, y <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral eran tanpoco realistas como solían serlo las constituciones de las repúblicas latinoamericanas,y por los mismos motivos: <strong>en</strong> la mayoría de los casos, carecíande las condiciones materiales y políticas necesarias para hacer viables estossistemas. Esto sucedía incluso <strong>en</strong> los nuevos estados de tipo comunista, aunquesu estructura autoritaria y el recurso a un «partido único dirig<strong>en</strong>te»hacía que resultas<strong>en</strong> m<strong>en</strong>os inadecuados <strong>en</strong> un <strong>en</strong>torno no occid<strong>en</strong>tal que <strong>en</strong>las repúblicas liberales. Así, uno de los pocos principios políticos indiscutiblese indiscutidos de los estados comunistas era el de la supremacía <strong>del</strong>partido (civil) sobre el ejército. Pero <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong>tre los estados deinspiración revolucionaria, Argelia, B<strong>en</strong>in, Birmania, la República <strong>del</strong> Congo,Etiopía, Madagascar y Somalia —además de la algo excéntrica Libia—estaban gobernados por militares que se habían hecho con el poder mediantegolpes de estado, al igual que Siria e Irak, gobernados por el Partido SocialistaBaasista, aunque <strong>en</strong> versiones rivales.De hecho, el predominio de regím<strong>en</strong>es militares, o la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a ellos,unía a los estados <strong>del</strong> tercer mundo, cualesquiera que fues<strong>en</strong> sus modalidadespolíticas o constitucionales. Si dejamos a un lado el núcleo principal de regím<strong>en</strong>escomunistas <strong>del</strong> tercer mundo (Corea <strong>del</strong> Norte, China, las repúblicas deIndochina y Cuba) y el régim<strong>en</strong> que surgió de la revolución mexicana, es difícildar con alguna república que no haya conocido por lo m<strong>en</strong>os etapas deregím<strong>en</strong>es militares desde 1945. Las escasas monarquías, salvo excepciones(Tailandia), parec<strong>en</strong> haber sido más seguras. La India sigue si<strong>en</strong>do, <strong>en</strong> elmom<strong>en</strong>to de escribir estas líneas, el ejemplo más impresionante de un país <strong>del</strong>tercer mundo que ha sabido mant<strong>en</strong>er de forma ininterrumpida la supremacía<strong>del</strong> gobierno civil y una serie también ininterrumpida de gobiernos elegidos<strong>en</strong> comicios regulares y relativam<strong>en</strong>te limpios, pero que esto justifique la calificaciónde «la mayor democracia <strong>del</strong> mundo» dep<strong>en</strong>de de cómo definamos el«gobierno <strong>del</strong> pueblo, para el pueblo, por el pueblo» de Abraham Lincoln.Nos hemos acostumbrado tanto a la exist<strong>en</strong>cia de golpes y regím<strong>en</strong>es militares<strong>en</strong> el mundo —incluso <strong>en</strong> Europa— que vale la p<strong>en</strong>a recordar que, <strong>en</strong>2. Antes <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> comunismo, los sigui<strong>en</strong>tes estados t<strong>en</strong>ían las palabras «<strong>del</strong>pueblo», «popular», «democrática» o «socialista» <strong>en</strong> su d<strong>en</strong>ominación oficial: Albania, Angola,Argelia, Bangladesh, B<strong>en</strong>in, Birmania, Bulgaria, Camboya, Checoslovaquia, China, Congo,Corea <strong>del</strong> Norte, Etiopía, Hungría, Laos, Libia, Madagascar, Mongolia, Mozambique, Polonia,República Democrática Alemana, Rumania, Somalia, Sri Lanka, URSS, Vietnam, Yem<strong>en</strong> (<strong>del</strong>Sur) y Yugoslavia. Guyana se titulaba «república cooperativa».


350 LA EDAD DE OROla escala pres<strong>en</strong>te, son un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o muy nuevo. Hasta 1914 no había habidoni un solo estado soberano gobernado por los militares, salvo <strong>en</strong> AméricaLatina, donde los golpes de estado formaban parte de la tradición local, yaun allí, la única república importante que no estaba gobernada por civilesera México, que se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a revolución y guerra civil. Habíamuchos estados militaristas, <strong>en</strong> los que el ejército t<strong>en</strong>ía más peso político <strong>del</strong>debido, y varios estados <strong>en</strong> los que la gran masa de la oficialidad no sintonizabacon el gobierno, cuyo ejemplo más visible era Francia. No obstante, elinstinto y los hábitos de los militares <strong>en</strong> países estables y adecuadam<strong>en</strong>tegobernados les llevaban a obedecer y mant<strong>en</strong>erse al marg<strong>en</strong> de la política;o a participar <strong>en</strong> política <strong>del</strong> mismo modo que otro grupo de personajes oficialm<strong>en</strong>tesin voz, las mujeres de la clase gobernante: intrigando <strong>en</strong>tre bastidores.La política <strong>del</strong> golpe de estado fue, pues, el fruto de una nueva época degobiernos vacilantes o ilegítimos. El primer análisis serio <strong>del</strong> tema, escrito porun periodista italiano que se inspiraba <strong>en</strong> Maquiavelo, Técnica <strong>del</strong> golpe deestado, de Curzio Malaparte, apareció <strong>en</strong> 1931, justo <strong>en</strong> la mitad de la erade las catástrofes. En la segunda mitad <strong>del</strong> siglo, mi<strong>en</strong>tras el equilibrio de lassuperpot<strong>en</strong>cias parecía estabilizar las fronteras y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, los regím<strong>en</strong>es,los hombres de armas <strong>en</strong>traron de forma cada vez más habitual <strong>en</strong>política, aunque sólo fuera porque el planeta estaba ahora ll<strong>en</strong>o de estados,unos dosci<strong>en</strong>tos, la mayoría de los cuales eran de creación reci<strong>en</strong>te (carecían,por lo tanto-, de una tradición de legitimidad), y sufrían unos sistemas políticosmás aptos para crear caos político que para proporcionar un gobiernoeficaz. En situaciones semejantes las fuerzas armadas eran con frecu<strong>en</strong>cia elúnico organismo capaz de actuar <strong>en</strong> política o <strong>en</strong> cualquier otro campo a escalanacional. Además, como, a nivel internacional, la guerra fría <strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>ciasse desarrollaba sobre todo mediante la interv<strong>en</strong>ción de las fuerzasarmadas de los satélites o aliados, éstas recibían cuantiosos subsidiosy suministros de armas por parte de la superpot<strong>en</strong>cia correspondi<strong>en</strong>te, o,<strong>en</strong> algunos casos, por parte primero de una y luego de la otra, como <strong>en</strong> Somalia.Había más oportunidades políticas que nunca antes para los hombres contanques.En los países c<strong>en</strong>trales <strong>del</strong> comunismo, a los militares se les mant<strong>en</strong>íabajo control gracias a la presunción de supremacía civil a través <strong>del</strong> partido,aunque <strong>en</strong> el <strong>del</strong>irio de sus últimos años Mao Tse-tung estuvo a punto deabandonarla. Entre los aliados occid<strong>en</strong>tales, las perspectivas de interv<strong>en</strong>ciónde los militares se vieron limitadas por la aus<strong>en</strong>cia de inestabilidad política opor la eficacia de los mecanismos de control. Así, tras la muerte <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eralFranco <strong>en</strong> España, la transición hacia la democracia liberal se negoció conéxito bajo la égida <strong>del</strong> nuevo rey, y la int<strong>en</strong>tona golpista de unos oficialesfranquistas recalcitrantes <strong>en</strong> 1981 fue abortada inmediatam<strong>en</strong>te, al negarse elrey a aceptarla. En Italia, donde los Estados Unidos mant<strong>en</strong>ían la am<strong>en</strong>aza deun golpe de estado <strong>en</strong> caso de que llegase a participar <strong>en</strong> el gobierno <strong>del</strong> paísel poderoso Partido Comunista, el gobierno civil se mantuvo <strong>en</strong> el poder,


EL TERCER MUNDO 351aunque <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta se produjeron manejos todavía por explicar <strong>en</strong> lasoscuras profundidades <strong>del</strong> submundo <strong>del</strong> ejército, los servicios secretos y elterrorismo. Sólo <strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que los traumas de la descolonización (esdecir, de la derrota a manos de los insurrectos de las colonias) llegaron a serintolerables, los oficiales de los países occid<strong>en</strong>tales sintieron la t<strong>en</strong>tación dedar golpes militares, como <strong>en</strong> Francia durante la inútil lucha por ret<strong>en</strong>erIndochina y Argelia <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta, y (con una ori<strong>en</strong>tación izquierdista)<strong>en</strong> Portugal, al hundirse su imperio africano <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta. Enambos casos las fuerzas armadas volvieron pronto a quedar bajo controlcivil. El único golpe militar apoyado de hecho por los Estados Unidos <strong>en</strong>Europa fue el que llevó al poder <strong>en</strong> 1967 (por iniciativa local, seguram<strong>en</strong>te)a un grupo de coroneles griegos de ultraderecha singularm<strong>en</strong>te estúpidos, <strong>en</strong>un país donde la guerra civil <strong>en</strong>tre los comunistas y sus opon<strong>en</strong>tes (1944-1949) había dejado recuerdos amargos por ambas partes. Este régim<strong>en</strong>,caracterizado por su afición a torturar a sus opon<strong>en</strong>tes, se hundió al cabo desiete años bajo el peso de su propia estupidez.La situación era mucho más favorable a una interv<strong>en</strong>ción militar <strong>en</strong> el tercermundo, sobre todo <strong>en</strong> estados de reci<strong>en</strong>te creación, débiles y <strong>en</strong> ocasionesdiminutos, donde unos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de hombres armados, reforzados o a vecesincluso reemplazados por extranjeros, podían resaltar decisivos, y donde lainexperi<strong>en</strong>cia o la incompet<strong>en</strong>cia de los gobiernos era fácil que produjeseestados recurr<strong>en</strong>tes de caos, corrupción o confusión. Los típicos gobernantesmilitares de la mayoría de ios países de África no eran aspirantes a dictador,sino g<strong>en</strong>te que realm<strong>en</strong>te se esforzaba por poner un poco de ord<strong>en</strong>, con laesperanza —a m<strong>en</strong>udo vana— de que un gobierno civil asumiese pronto elpoder, propósitos <strong>en</strong> los que acostumbraban a fracasar, por lo que muy pocosdirig<strong>en</strong>tes militares duraban <strong>en</strong> el cargo. De todos modos, el más leve indiciode que el gobierno <strong>del</strong> país podía caer <strong>en</strong> manos de los comunistas garantizabael apoyo de los norteamericanos.En resum<strong>en</strong>, la política de los militares, al igual que los servicios deinformación militares, solía ll<strong>en</strong>ar el vacío que dejaba la aus<strong>en</strong>cia de políticao de servicios ordinarios. No era una forma especial de política, sino queestaba <strong>en</strong> función de la inestabilidad y la inseguridad <strong>del</strong> <strong>en</strong>torno. Sinembargo, fue adueñándose de cada vez más países <strong>del</strong> tercer mundo porquela práctica totalidad de ex colonias y territorios dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> mundo estabancomprometidos <strong>en</strong> políticas que requerían justam<strong>en</strong>te la clase de estadoestable, eficaz y con un adecuado nivel de funcionami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> que muypocos disfrutaban. Estaban comprometidos <strong>en</strong> ser económicam<strong>en</strong>te indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tesy «desarrollados». Después <strong>del</strong> segundo conflicto de ámbito mundial,de la revolución mundial y de la descolonización, parecía que ya no habíafuturo para los viejos programas de desarrollo basados <strong>en</strong> el suministro dematerias primas al mercado internacional dominado por los países imperialistas:el programa de los estancieros arg<strong>en</strong>tinos y uruguayos, <strong>en</strong> cuya imitaciónpusieron grandes esperanzas Porfirio Díaz <strong>en</strong> México y Leguía <strong>en</strong> Perú. Entodo easo, esto había dejado de parecer factible a partir de laJjran Depresión.


352 LA EDAD DE OROAdemás, tanto el nacionalismo como el antiimperialismo pedían políticas dem<strong>en</strong>or dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia respecto a los antiguos imperios, y el ejemplo de la URSSconstituía un mo<strong>del</strong>o alternativo de «desarrollo»; un ejemplo que nunca habíaparecido tan impresionante como <strong>en</strong> los años posteriores a 1945.Por eso los estados más ambiciosos decidieron acabar con su atraso agrícolamediante una industrialización sistemática, bi<strong>en</strong> fuese según el mo<strong>del</strong>osoviético de planificación c<strong>en</strong>tral, bi<strong>en</strong> mediante la sustitución de importaciones,basados ambos, aunque de forma difer<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> la interv<strong>en</strong>ción y el predominio<strong>del</strong> estado. Hasta los m<strong>en</strong>os ambiciosos, que no soñaban con unfuturo de grandes complejos siderúrgicos tropicales impulsados por la <strong>en</strong>ergíaproced<strong>en</strong>te de inm<strong>en</strong>sas instalaciones hidroeléctricas a la sombra de presascolosales, querían controlar y desarrollar por su cu<strong>en</strong>ta sus propios recursos.El petróleo lo habían extraído tradicionalm<strong>en</strong>te compañías privadas occid<strong>en</strong>tales,por lo común estrecham<strong>en</strong>te relacionadas con las pot<strong>en</strong>cias imperiales.Los gobiernos, sigui<strong>en</strong>do el ejemplo de México <strong>en</strong> 1938, com<strong>en</strong>zaron a nacionalizarlasy a gestionarlas como empresas estatales. Los que no se decidierona nacionalizar descubrieron (sobre todo después de 1950, cuando ARAMCOofreció a Arabia Saudí un trato hasta <strong>en</strong>tonces inaudito: repartirse los ingresosa medias) que la posesión material de petróleo y gas era una baza ganadora<strong>en</strong> las negociaciones con compañías extranjeras. En la práctica, laOPEP, que acabó t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do al mundo <strong>en</strong>tero por rehén <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, fueposible porque la propiedad <strong>del</strong> petróleo mundial había pasado de las compañíaspetrolíferas a un número relativam<strong>en</strong>te limitado de países productores.En definitiva, incluso los gobiernos de los países descolonizados a los que noimportaba <strong>en</strong> absoluto dep<strong>en</strong>der de capitalistas a la antigua o nueva usanza(<strong>del</strong> «neocolonialismo» <strong>en</strong> terminología izquierdista contemporánea), lohacían <strong>en</strong> el marco de una economía dirigida. Seguram<strong>en</strong>te el estado de estetipo que tuvo más éxito hasta los años och<strong>en</strong>ta fue la antigua colonia francesade Costa de Marfil.Los que tuvieron m<strong>en</strong>os éxito fueron, probablem<strong>en</strong>te, los nuevos paísesque subestimaron las limitaciones de su atraso: falta de técnicos, administradoresy cuadros económicos cualificados y con experi<strong>en</strong>cia; analfabetismo;desconocimi<strong>en</strong>to o desconfianza hacia los programas de modernización económica,sobre todo cuando sus gobiernos se imponían objetivos difíciles decumplir incluso <strong>en</strong> países desarrollados, como la industrialización planificada.Ghana, que, con Sudán, fue el primer estado africano <strong>en</strong> conseguir laindep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, malgastó así reservas de divisas por valor de dosci<strong>en</strong>tosmillones de libras, acumuladas gracias al alto precio <strong>del</strong> cacao y a sus ingresosdurante la guerra —más elevados que los de la India indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te—, alint<strong>en</strong>tar crear una economía industrial dirigida, por no hablar de los planes deunidad africana de Kwame Nkrumah. El resultado fue un desastre, que empeorótodavía más con el hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> precio <strong>del</strong> cacao <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. Para1972 los grandes proyectos habían fracasado, la industria <strong>del</strong> pequeño paíssólo podía protegerse detrás de altísimos aranceles, controles de precios ypermisos de importación, lo cual provocó el florecimi<strong>en</strong>to de la economía


EL TERCER MUNDO 3 5 3sumergida y de una corrupción g<strong>en</strong>eral que se ha convertido <strong>en</strong> inerradicable.Tres cuartas partes de todos los asalariados eran empleados públicos, mi<strong>en</strong>trasla agricultura de subsist<strong>en</strong>cia (al igual que <strong>en</strong> muchísimos otros paísesafricanos) quedó abandonada. Tras el derrocami<strong>en</strong>to de Nkrumah medianteel consabido golpe militar (1966), el país prosiguió su desilusionada andadura<strong>en</strong>tre una serie de gobiernos <strong>en</strong> ocasiones civiles, aunque g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te demilitares desilusionados.El funesto balance de los nuevos estados <strong>del</strong> África subsahariana nodebería inducirnos a subestimar los importantes logros de las antiguas coloniaso dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias coloniales mejor situadas, que eligieron el camino <strong>del</strong>desarrollo económico bajo la tutela o la planificación <strong>del</strong> estado. Los que apartir de los años set<strong>en</strong>ta com<strong>en</strong>zaron a conocerse, <strong>en</strong> la jerga de los funcionariosinternacionales, como NIC (Newly Industrializing Countries) se basaban,con la excepción de la ciudad-estado de Hong Kong, <strong>en</strong> políticas de estetipo. Como puede atestiguar cualquiera que conozca mínimam<strong>en</strong>te Brasil yMéxico, estas políticas g<strong>en</strong>eraban burocracia, una corrupción espectaculary despilfarro <strong>en</strong> abundancia, pero también un índice de crecimi<strong>en</strong>to anual <strong>del</strong>7 por 100 <strong>en</strong> ambos países durante décadas: <strong>en</strong> una palabra, ambos paísespasaron a ser economías industriales modernas. De hecho, Brasil fue por untiempo la octava economía <strong>del</strong> mundo no comunista. Ambos países poseíanuna población lo bastante grande como para constituir un importante mercadointerior, de modo que la industrialización por sustitución de importacionest<strong>en</strong>ía s<strong>en</strong>tido allí, o por lo m<strong>en</strong>os lo tuvo durante mucho tiempo. La actividady el gasto públicos mant<strong>en</strong>ían alta la demanda interna. Hubo un mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong>que el sector público brasileño repres<strong>en</strong>taba la mitad <strong>del</strong> producto interiorbruto y controlaba diecinueve de las veinte compañías principales, mi<strong>en</strong>trasque <strong>en</strong> México daba empleo a la quinta parte de la población activa y repres<strong>en</strong>tabados quintos de la masa salarial <strong>del</strong> país (Harris, I987, pp. 84-85). Laplanificación estatal <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>te estaba por lo g<strong>en</strong>eral basadam<strong>en</strong>os directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la empresa pública y más <strong>en</strong> grupos empresarialesprotegidos, dominados por el control gubernam<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> crédito y la inversión,pero el grado de dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> desarrollo económico para con el estadoera el mismo. La planificación y la iniciativa estatal era lo que se llevaba<strong>en</strong> todo el mundo <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta y los ses<strong>en</strong>ta, y <strong>en</strong> los NIC, hasta losaños nov<strong>en</strong>ta. Que esta modalidad de desarrollo económico produjese resultadossatisfactorios o decepcionantes dep<strong>en</strong>día de las condiciones de cadapaís y de los errores humanos.IIIEl desarrollo, dirigido o no por el estado, no resultaba de interés inmediatopara la gran mayoría de los habitantes <strong>del</strong> tercer mundo que vivía <strong>del</strong> cultivode sus propios alim<strong>en</strong>tos, pues incluso <strong>en</strong> los países y colonias cuyasfu<strong>en</strong>tes de ingresos principales eran uno o dos cultivos de exportación —café,


354 LA EDAD DE OROplátanos o cacao—, éstos solían conc<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> áreas muy determinadas. Enel África subsahariana y <strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> sur y el sureste asiático, ademásde <strong>en</strong> China, la mayoría de la g<strong>en</strong>te continuaba vivi<strong>en</strong>do de la agricultura.Sólo <strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal y <strong>en</strong> las tierras áridas <strong>del</strong> mundo islámicooccid<strong>en</strong>tal el campo se estaba volcando sobre las grandes ciudades, convirti<strong>en</strong>dosociedades rurales <strong>en</strong> urbanas <strong>en</strong> un par de dec<strong>en</strong>ios (véase el capítuloX). En regiones fértiles y con una d<strong>en</strong>sidad de población no excesiva, comobu<strong>en</strong>a parte <strong>del</strong> África negra, la mayoría de la g<strong>en</strong>te se las habría arregladobi<strong>en</strong> si la hubieran dejado <strong>en</strong> paz. La mayoría de sus habitantes no necesitabaa sus estados, por lo g<strong>en</strong>eral demasiado débiles como para hacer mucho daño,y si el estado les daba demasiados quebraderos de cabeza, siempre podíanprescindir de él y refugiarse <strong>en</strong> la autosufici<strong>en</strong>cia de la vida rural. Pocos contin<strong>en</strong>tesiniciaron la era de la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia con mayores v<strong>en</strong>tajas, aunquemuy pronto las desperdiciarían. La mayor párte de los campesinos asiáticos ymusulmanes eran mucho más pobres : —<strong>en</strong> ocasiones, como <strong>en</strong> la India, deuna miseria absoluta e histórica—, o estaban mucho peor alim<strong>en</strong>tados, y lapresión demográfica sobre una cantidad limitada de tierra era más grave paraellos. No obstante, a muchos países africanos les pareció que la mejor solucióna sus problemas no era mezclarse con qui<strong>en</strong>es les decían que el desarrolloeconómico les proporcionaría riquezas y prosperidad sin cu<strong>en</strong>to, sinomant<strong>en</strong>erlos a raya. La experi<strong>en</strong>cia de muchos años, suya y de sus antepasados,les había demostrado que nada bu<strong>en</strong>o v<strong>en</strong>ía de fuera. G<strong>en</strong>eraciones decálculos sil<strong>en</strong>ciosos les habían <strong>en</strong>señado que era mejor minimizar los riesgosque maximizar los b<strong>en</strong>eficios. Esto no los mantuvo al marg<strong>en</strong> de la revolucióneconómica global, que no sólo llegó hasta los más aislados <strong>en</strong> forma de sandaliasde plástico, bidones de gasolina, camiones viejos y —claro está— dedespachos gubernam<strong>en</strong>tales ll<strong>en</strong>os de papeles, sino que, además, esta revoluciónt<strong>en</strong>dió a dividir a la población de esas zonas <strong>en</strong>tre los que actuaban d<strong>en</strong>troo a través <strong>del</strong> mundo de la escritura y de los despachos, y los demás. En lamayor parte <strong>del</strong> tercer mundo rural, la distinción básica era <strong>en</strong>tre «la costa» y«el interior», o <strong>en</strong>tre ciudad y selva. 3El problema era que, al ir juntos modernidad y gobierno, «el interior»estaba gobernado por «la costa»; la selva, por la ciudad; los analfabetos, porlos cultos. En el principio era el verbo. La Asamblea de lo que pronto se convertiría<strong>en</strong> el estado indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de Ghana compr<strong>en</strong>día <strong>en</strong>tre sus 104 miembrosa ses<strong>en</strong>ta y ocho que habían recibido alguna clase de formación más alláde la básica. De los 106 miembros de la Asamblea legislativa de Tel<strong>en</strong>gana(sur de la India) había nov<strong>en</strong>ta y siete que habían cursado estudios secundarioso superiores, incluy<strong>en</strong>do cincu<strong>en</strong>ta lic<strong>en</strong>ciados universitarios. Por aquel<strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> ambos territorios la mayoría de la población era analfabeta3. Divisiones parecidas se daban <strong>en</strong> algunas de las regiones atrasadas de estados socialistas;por ejemplo, <strong>en</strong> el Kazajstán soviético, donde la población autóctona no demostró ningúninterés por abandonar la agricultura y la ganadería, dejando la industrialización y las ciudades auna cantidad notable de inmigrantes (rusos).


EL TERCER MUNDO 3 5 5(Hodgkin, 1961, p. 29; Gray, 1970, p. 135). Más aún, toda persona que desearaejercer alguna actividad d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> gobierno nacional de un estado <strong>del</strong> tercermundo t<strong>en</strong>ía que saber leer y escribir no sólo <strong>en</strong> la l<strong>en</strong>gua común de laregión (que no t<strong>en</strong>ía por qué ser la de su comunidad), sino también <strong>en</strong> una de<strong>en</strong>tre el reducido grupo de l<strong>en</strong>guas internacionales (inglés, francés, español,árabe, chino mandarín), o por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las l<strong>en</strong>guas francas regionales a lasque los gobiernos solían dar la categoría de l<strong>en</strong>gua escrita «nacional» (swahilí,bahasa, pidgin). La única excepción eran los países latinoamericanos don<strong>del</strong>a l<strong>en</strong>gua oficial escrita (español y portugués) coincidía con la l<strong>en</strong>gua quehablaba la mayoría. De los candidatos a un escaño por Hyderabad (India) <strong>en</strong>las elecciones g<strong>en</strong>erales de 1967, sólo tres (de treinta y cuatro) no hablabaninglés (Bernstorff, 1970, p. 146).Por eso hasta las g<strong>en</strong>tes más lejanas y atrasadas se dieron cu<strong>en</strong>ta de lasv<strong>en</strong>tajas de t<strong>en</strong>er estudios superiores, aunque no pudieran compartirlas, o talvez porque no podían compartirlas. Conocimi<strong>en</strong>to equivalía, literalm<strong>en</strong>te, apoder, algo especialm<strong>en</strong>te visible <strong>en</strong> países donde el estado era, a los ojosde sus subditos, una máquina que absorbía sus recursos y los repartía <strong>en</strong>trelos empleados públicos. T<strong>en</strong>er estudios era t<strong>en</strong>er un empleo, a m<strong>en</strong>udo unempleo asegurado, 4 como funcionario, y, con suerte, hacer carrera, lo que lepermitía a uno obt<strong>en</strong>er sobornos y comisiones y dar trabajo a pari<strong>en</strong>tes yamigos. Un pueblo de, por ejemplo, África c<strong>en</strong>tral que invirtiese <strong>en</strong> los estudiosde uno de sus jóv<strong>en</strong>es esperaba recibir a cambio unos ingresos y protecciónpara toda la comunidad, gracias al cargo <strong>en</strong> la administración que esosestudios aseguraban. En cualquier caso, los funcionarios que t<strong>en</strong>ían éxitoeran los mejor pagados de toda la población. En un país como la Uganda <strong>del</strong>os años ses<strong>en</strong>ta, podían percibir un salario (legal) 112 veces mayor que lar<strong>en</strong>ta per capita media de sus paisanos (fr<strong>en</strong>te a una proporción equival<strong>en</strong>tede 10/1 <strong>en</strong> Gran Bretaña) (UN World Social Situation, 1970, p. 66).Donde parecía que la g<strong>en</strong>te pobre <strong>del</strong> campo podía b<strong>en</strong>eficiarse de las v<strong>en</strong>tajasde la educación, o ofrecérselas a sus hijos (como <strong>en</strong> América Latina, laregión <strong>del</strong> tercer mundo más cercana a la modernidad y más alejada <strong>del</strong> colonialismo),el deseo de apr<strong>en</strong>der era prácticam<strong>en</strong>te universal. «Todo el mundoquiere apr<strong>en</strong>der algo —le dijo al autor <strong>en</strong> 1962 un responsable de organización<strong>del</strong> Partido Comunista chil<strong>en</strong>o que actuaba <strong>en</strong>tre los indios mapuches—. Yono soy un intelectual, y no puedo <strong>en</strong>señarles nada de lo que <strong>en</strong>señan <strong>en</strong> laescuela, o sea que les <strong>en</strong>seño a jugar a fútbol.» Estas ansias de conocimi<strong>en</strong>toexplican <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida la <strong>en</strong>orme migración <strong>del</strong> campo a la ciudad que despoblóel agro de América <strong>del</strong> Sur a partir de los años cincu<strong>en</strong>ta. Y es que todaslas investigaciones sobre el tema coincid<strong>en</strong> <strong>en</strong> que el atractivo de la ciudadresidía, ante todo, <strong>en</strong> las oportunidades que ofrecía de educar y formar a loshijos. En la ciudad, éstos podían «llegar a ser algo». La escolarización abríalas perspectivas más halagüeñas, pero <strong>en</strong> los países más atrasados, el mero4. Por ejemplo, hasta mediados de los och<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> B<strong>en</strong>in. Congo, Guinea. Somalia, Sudán,Mali, Ruanda y la República C<strong>en</strong>troafricana (World Labour. 1989. p. 49).


356 LA EDAD DE OROhecho de saber conducir un vehículo a motor podía ser la clave de una vidamejor. Era lo primero que el emigrante de un pueblo quechua de los Andes<strong>en</strong>señaba a los primos y sobrinos que se le unían <strong>en</strong> la ciudad, con la esperanzade abrirse camino <strong>en</strong> el mundo moderno, porque ¿no había sido el haberconseguido un empleo como conductor de ambulancia lo que había constituidola base <strong>del</strong> éxito de su propia familia? (Juica, 1992).Seguram<strong>en</strong>te no fue hasta los años ses<strong>en</strong>ta, o más tarde, cuando la poblaciónrural <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo, además de la de América <strong>del</strong> Sur, empezó aver sistemáticam<strong>en</strong>te la modernidad como algo más prometedor que am<strong>en</strong>azante.Y sin embargo, había un aspecto de la política de desarrollo económicoque habría sido de esperar que les resultara atractivo, ya que afectaba a las tresquintas partes o más de los seres humanos que vivían de la agricultura: lareforma agraria. Esta consigna g<strong>en</strong>eral de la política de los países agrariospodía significar cualquier cosa, desde la división y reparto de los latifundios<strong>en</strong>tre el campesinado y los jornaleros sin tierra, hasta la abolición de los regím<strong>en</strong>esde propiedad y las servidumbres de tipo feudal; desde la rebaja de losarri<strong>en</strong>dos y su reforma hasta la nacionalización y colectivización revolucionariasde la tierra.Es probable que jamás se hayan producido tantas reformas agrarias como<strong>en</strong> la década que siguió a la segunda guerra mundial, ya que las llevaron acabo gobiernos de todo el espectro político. Entre 1945 y 1950 casi la mitad<strong>del</strong> género humano se <strong>en</strong>contró con que <strong>en</strong> sus países se estaba llevando acabo alguna clase de reforma agraria: de tipo comunista <strong>en</strong> la Europa <strong>del</strong>Este y, después de 1949, <strong>en</strong> China; como consecu<strong>en</strong>cia de la descolonización<strong>del</strong> antiguo imperio británico <strong>en</strong> la India, y como consecu<strong>en</strong>cia de la derrotade Japón o, mejor dicho, de la política de ocupación norteamericana <strong>en</strong>Japón, Taiwan y Corea. La revolución egipcia de 1952 ext<strong>en</strong>dió su alcance almundo islámico occid<strong>en</strong>tal: Irak, Siria y Argelia siguieron el ejemplo de ElCairo, La revolución boliviana de 1952 la introdujo <strong>en</strong> América <strong>del</strong> Sur, aunqueMéxico, desde la revolución de 1910, o, más exactam<strong>en</strong>te, desde el nuevoestallido revolucionario de los años treinta, hacía tiempo que propugnabael agrarismo. No obstante, a pesar de la proliferación de declaraciones políticasy <strong>en</strong>cuestas sobre el tema, América Latina tuvo demasiado pocas revoluciones,descolonizaciones o derrotas militares como para que hubiese unaauténtica reforma agraria, hasta que la revolución cubana de Fi<strong>del</strong> Castro(que la introdujo <strong>en</strong> la isla) puso el tema <strong>en</strong> el ord<strong>en</strong> <strong>del</strong> día.Para los modernizadores, los argum<strong>en</strong>tos a favor de la reforma agrariaeran políticos (ganar el apoyo <strong>del</strong> campesinado para regím<strong>en</strong>es revolucionarioso para regím<strong>en</strong>es que podían evitar la revolución o algo semejante),ideológicos («la tierra para qui<strong>en</strong> la trabaja», etc.) y a veces económicos, aunqu<strong>en</strong>o era mucho lo que la mayoría de los revolucionarios y reformadoresesperaba conseguir con el simple reparto de tierras a campesinos tradicionalesy a peones que t<strong>en</strong>ían poca o ninguna tierra. De hecho, la producción agrícolacayó drásticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Bolivia e Irak inmediatam<strong>en</strong>te después de lasreformas agrarias respectivas, <strong>en</strong> 1952 y 1958, aunque <strong>en</strong> justicia debería


EL TERCER MUNDO 3 5 7añadirse que, allí donde la preparación y la productividad de los campesinosya eran altas, la reforma agraria actualizó un pot<strong>en</strong>cial productivo hasta<strong>en</strong>tonces reprimido por el escepticismo de los campesinos, como <strong>en</strong> Egipto,Japón y, sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, Taiwan (Land Reform, 1968, pp. 570-575). Losargum<strong>en</strong>tos favorables al mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de un campesinado numeroso eran yson antieconómicos, ya que <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> mundo moderno el gran aum<strong>en</strong>tode la producción agrícola ha ido <strong>en</strong> paralelo con el declive <strong>en</strong> la cifra y laproporción de agricultores, <strong>en</strong> especial a partir de la segunda guerra mundial.La reforma agraria, sin embargo, podía demostrar y demostró que el cultivode la tierra por los campesinos, sobre todo por propietarios medios de m<strong>en</strong>talidadmoderna, podía ser tan efici<strong>en</strong>te y más flexible que la agricultura latifundistatradicional, las plantaciones imperialistas y, ciertam<strong>en</strong>te, que cualquierint<strong>en</strong>to des<strong>en</strong>caminado de practicar la agricultura con métodos casiindustríales, como las gigantescas granjas estatales de tipo soviético y el planbritánico para la producción de cacahuetes <strong>en</strong> Tanganika (la actual Tanzania)después de 1945. Cultivos como el café, o incluso el azúcar y el caucho, queantes se consideraban típicos de plantación, han dejado de serlo, aunque lasplantaciones sigan av<strong>en</strong>tajando <strong>en</strong> algunos casos a las explotaciones <strong>en</strong>pequeña escala y <strong>en</strong> manos de productores no cualificados. Con todo, losmayores progresos que la agricultura <strong>del</strong> tercer mundo ha experim<strong>en</strong>tadodesde la guerra, la «revolución verde» de nuevos cultivos seleccionados ci<strong>en</strong>tíficam<strong>en</strong>te,los llevaron a cabo agricultores con olfato comercial como los<strong>del</strong> Punjab.Pero el argum<strong>en</strong>to económico más poderoso <strong>en</strong> favor de la reforma agrariano se basa <strong>en</strong> la productividad, sino <strong>en</strong> la igualdad. En conjunto, el desarrolloeconómico ha solido aum<strong>en</strong>tar y luego disminuir las desigualdades <strong>en</strong> ladistribución de la r<strong>en</strong>ta nacional a largo plazo, aunque la crisis económica yla fe dogmática <strong>en</strong> el mercado libre hayan empezado a invertir esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciaaquí y allá. La igualdad al final de la edad de oro era mayor <strong>en</strong> los países occid<strong>en</strong>talesdesarrollados que <strong>en</strong> el tercer mundo. Pero mi<strong>en</strong>tras que la disparidadde los ingresos alcanzaba sus cotas máximas <strong>en</strong> América Latina, seguida porÁfrica, era muy baja <strong>en</strong> varios países asiáticos, donde las fuerzas de ocupaciónnorteamericanas habían impuesto reformas agrarias radicales: Japón, Corea<strong>del</strong> Sur, Taiwan. (Aunque ninguna llegó a ser tan igualitaria como las de lospaíses socialistas de la Europa <strong>del</strong> Este o la efectuada por aquel <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong>Australia.) (Kakwani, 1980.) Los que han observado el triunfo de la industrialización<strong>en</strong> estos países han especulado acerca de la medida <strong>en</strong> que se vieronayudados por las v<strong>en</strong>tajas sociales o económicas de esta situación, al igual quelos que han observado el progreso mucho más inconstante de la economía brasileña(siempre a punto de convertirse, aunque sin conseguirlo nunca, <strong>en</strong> losEstados Unidos <strong>del</strong> hemisferio sur) se han preguntado hasta qué punto su progresose ha visto fr<strong>en</strong>ado por la gran desigualdad <strong>en</strong> la distribución de la r<strong>en</strong>ta,que limita irremediablem<strong>en</strong>te el mercado interior de la industria. Verdaderam<strong>en</strong>te,la gran desigualdad social de América Latina no puede dejar deguardar relación con la aus<strong>en</strong>cia de reforma agraria <strong>en</strong> tantos de sus países.


358 LA EDAD DE ORONo cabe duda de que la reforma agraria fue bi<strong>en</strong> acogida por el campesinado<strong>del</strong> tercer mundo, por lo m<strong>en</strong>os hasta que se pasó a la colectivizaciónde las tierras o a la constitución de cooperativas, como fue norma g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong>os países comunistas. Sin embargo, lo que los modernizadores vieron <strong>en</strong> estareforma no era lo que repres<strong>en</strong>taba para los campesinos, a qui<strong>en</strong>es no interesabanlos problemas macroeconómicos, que veían la política nacional desdeun punto de vista difer<strong>en</strong>te <strong>del</strong> de los reformadores de las ciudades, y cuyasdemandas de tierra no se basaban <strong>en</strong> principios g<strong>en</strong>erales, sino <strong>en</strong> exig<strong>en</strong>ciasconcretas. Así, la reforma agraria radical instituida por los g<strong>en</strong>erales peruanosreformistas <strong>en</strong> 1969, que destruyó el sistema de haci<strong>en</strong>das <strong>del</strong> país de unsolo golpe, fracasó por este motivo. Para las comunidades indias <strong>del</strong> altiplano,que habían vivido <strong>en</strong> difícil coexist<strong>en</strong>cia con las grandes haci<strong>en</strong>das ganaderasde los Andes a las que proporcionaban mano de obra, la reforma repres<strong>en</strong>tabasimplem<strong>en</strong>te la justa devolución a las «comunidades indíg<strong>en</strong>as» de lastierras y pastos comunales de los que les despojaron los terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes, cuyoslímites habían conservado <strong>en</strong> su recuerdo durante siglos, y cuya pérdida nohabían aceptado jamás (Hobsbawm, 1974). A los indios no les interesaban niel mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de las viejas empresas como unidades de producción (propiedadahora de las comunidades y de los antiguos trabajadores), ni los experim<strong>en</strong>toscooperativistas, ni otras prácticas agrícolas innovadoras, sino laasist<strong>en</strong>cia mutua tradicional <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de comunidades que distaban muchode ser igualitarias. Después de la reforma las comunidades volvieron a «ocupar»las tierras de las haci<strong>en</strong>das convertidas <strong>en</strong> cooperativas (de las que ahoraeran copropietarios), como si nada hubiese cambiado <strong>en</strong> el conflicto <strong>en</strong>trehaci<strong>en</strong>das y comunidades (y <strong>en</strong>tre comunidades <strong>en</strong>vueltas <strong>en</strong> disputas por lastierras) (Gómez Rodríguez, 1977, pp. 242-255). Para ellos, nada había cambiadorealm<strong>en</strong>te. La reforma agraria más próxima al ideal de los campesinosfue seguram<strong>en</strong>te la mexicana de los años treinta, que dio las tierras comunalesde forma inali<strong>en</strong>able a las comunidades rurales para que las organizas<strong>en</strong>como quisieran (ejidos) y que partía de la convicción de que los campesinosse dedicaban a la agricultura de subsist<strong>en</strong>cia. Fue un éxito político <strong>en</strong>orme,pero sin consecu<strong>en</strong>cias económicas de cara al desarrollo agrícola posteriorde México.IVNo ha de sorpr<strong>en</strong>der que los estados poscoloniales que surgieron pordoc<strong>en</strong>as después de la segunda guerra mundial, junto con la mayor parte deAmérica Latina, que era también una de las regiones dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> viejomundo imperial e industrializado, se vieran agrupados con el nombre de «tercermundo» —una expresión según se dice acuñada <strong>en</strong> 1952 (Harris, 1987,p. 18)— para distinguirlos <strong>del</strong> «primer mundo» de los países capitalistasdesarrollados y <strong>del</strong> «segundo mundo» de los países comunistas. Pese a loabsurdo de tratar Egipto y Gabón, la India y Papua-Nueva Guinea como


EL TERCER MUNDO 3 5 9sociedades <strong>del</strong> mismo tipo, era relativam<strong>en</strong>te plausible, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> quetodos ellos eran sociedades pobres <strong>en</strong> comparación con el mundo «desarrollado»,5 todos eran dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, todos t<strong>en</strong>ían gobiernos que querían «desarrollo»,y ninguno creía, después de la Gran Depresión y la segunda guerramundial, que el mercado mundial <strong>del</strong> capitalismo (o sea. la doctrina de la«v<strong>en</strong>taja comparativa» de los economistas) o la libre iniciativa de la empresaprivada doméstica se lo iba a proporcionar. Además, al cerrarse la red deacero de la guerra fría sobre el planeta, todos los que t<strong>en</strong>ían libertad de acciónquisieron evitar adherirse a cualquiera de los dos sistemas de alianzas,es decir, mant<strong>en</strong>erse al marg<strong>en</strong> de la tercera guerra mundial que todos temían.Esto no significa que los «no alineados» se opusieran por igual a ambosbandos durante la guerra fría. Los inspiradores y adalides <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to (alcual solía llamarse con el nombre de su primera confer<strong>en</strong>cia internacional <strong>en</strong>Bandung, Indonesia, <strong>en</strong> 1955) eran ex revolucionarios anticolonialistas radicales:Jawaharlal Nehru de la India, Sukarno de Indonesia, el coronel GamalAb<strong>del</strong> Nasser de Egipto y un comunista disid<strong>en</strong>te, el presid<strong>en</strong>te Tito de Yugoslavia.Todos ellos, al igual que otros regím<strong>en</strong>es ex coloniales, eran o decían sersocialistas a su manera (es decir, no soviéticos), incluy<strong>en</strong>do el socialismomonárquico y budista de Camboya. Todos simpatizaban con la Unión Soviética,o por lo m<strong>en</strong>os estaban dispuestos a recibir su asist<strong>en</strong>cia económica y militar,lo cual no resulta sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, ya que los Estados Unidos habían abandonadosu tradición anticolonialista de la noche a la mañana después de que elmundo quedase dividido, y buscaban ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te aliados <strong>en</strong>tre los elem<strong>en</strong>tosmás conservadores <strong>del</strong> tercer mundo: Irak (antes de la revolución de1958), Turquía, Pakistán y el Irán <strong>del</strong> sha, que constituyeron la Organización<strong>del</strong> Tratado C<strong>en</strong>tral (CENTO); Pakistán, Filipinas y Tailandia, que formaron laOrganización <strong>del</strong> Tratado <strong>del</strong> Sureste Asiático (SEATO), ambas p<strong>en</strong>sadas paracompletar el sistema militar antisoviético cuyo pilar principal era la OTAN,aunque ninguna de las dos llegara a t<strong>en</strong>er gran importancia. Cuando el grupobásicam<strong>en</strong>te afroasiático de los no alineados se convirtió <strong>en</strong> tricontin<strong>en</strong>tal trasla revolución cubana de 1959, sus miembros latinoamericanos se reclutaron,lo que no es nada sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>tre las repúblicas <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>os allegadas al «gran hermano <strong>del</strong> norte». No obstante, a difer<strong>en</strong>cia de lossimpatizantes de los Estados Unidos <strong>en</strong> el tercer mundo, que podían unirse a\sistema occid<strong>en</strong>tal de alianzas, los estados no comunistas de Bandung not<strong>en</strong>ían int<strong>en</strong>ción alguna de verse involucrados <strong>en</strong> una confrontación mundial<strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>cias, ya que, como demostrarían las guerras de Corea yVietnam y la crisis de los misiles cubanos, estaban <strong>en</strong> la primera línea pot<strong>en</strong>cialde ese conflicto. Cuanto más estable fuese la frontera (europea) <strong>en</strong>treambos bandos, más probable era que, llegada la hora de las armas y de lasbombas, éstas se cebas<strong>en</strong> <strong>en</strong> las montañas de Asia o <strong>en</strong> las selvas de África.5. Con rarísimas excepciones, como sobre todo Arg<strong>en</strong>tina, que. pese a ser un país rico,nunca se recuperó de la decad<strong>en</strong>cia y caída <strong>del</strong> imperio británico, que la había hecho prosperarcomo exportadora de productos alim<strong>en</strong>tarios hasta 1929.


360 LA EDAD DE OROPero aunque la confrontación <strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>cias dominase y, <strong>en</strong>cierta medida, estabilizase las relaciones internacionales a nivel mundial, nolas controlaba por completo. Había dos regiones <strong>en</strong> las que las t<strong>en</strong>siones propias<strong>del</strong> tercer mundo, sin relación <strong>en</strong> principio con la guerra fría, creabansituaciones de conflicto perman<strong>en</strong>te que periódicam<strong>en</strong>te estallaban <strong>en</strong> guerras:Próximo Ori<strong>en</strong>te y el sector norte <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>te indio (no por casualidad,herederas de las particiones efectuadas por los imperios). Este últimoconflicto era fácil que se mantuviese al marg<strong>en</strong> de la guerra fría, pese a losesfuerzos pakistaníes por involucrar a los norteamericanos, <strong>en</strong> lo que fracasaronhasta la guerra de Afganistán de los años och<strong>en</strong>ta (véanse los capítulosVIII y XVI). De ahí que Occid<strong>en</strong>te haya sabido poco y no recuerde ap<strong>en</strong>asnada de las tres guerras regionales: la guerra <strong>en</strong>tre la India y China de1962, provocada por la indefinición de la frontera <strong>en</strong>tre ambos países y ganadapor China; la primera guerra indo-pakistaní de 1965 (ganada por la India); yla segunda guerra indo-pakistaní de 1971, provocada por la secesión <strong>del</strong>Pakistán Ori<strong>en</strong>tal (Bangladesh), con el apoyo de la India. Los Estados Unidosy la URSS int<strong>en</strong>taron actuar aquí como mediadores neutrales y b<strong>en</strong>evol<strong>en</strong>tes.La situación <strong>en</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> cambio, no podía mant<strong>en</strong>erse al marg<strong>en</strong>de la guerra fría, porque varios aliados de los norteamericanos estaban directam<strong>en</strong>teinvolucrados <strong>en</strong> el conflicto: Israel, Turquía y el Irán <strong>del</strong> sha. Además,tal como demostró una sucesión de revoluciones regionales, militares yciviles —de Egipto <strong>en</strong> 1952 al propio Irán <strong>en</strong> 1979, pasando por Irak y Siria<strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta y por el sur de la p<strong>en</strong>ínsula arábiga <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta—, la región era y continúa si<strong>en</strong>do socialm<strong>en</strong>te inestable.Estos conflictos regionales no estaban necesariam<strong>en</strong>te relacionados conla guerra fría; la URSS había sido de los primeros países <strong>en</strong> reconocer al nuevoestado de Israel, que luego se consolidaría como el principal aliado de losEstados Unidos, y los estados árabes o islámicos, de izquierdas o de derechas,estaban unidos por la represión <strong>del</strong> comunismo <strong>en</strong> su interior. El principalelem<strong>en</strong>to de disrupción fue Israel, donde los colonos crearon un estadojudío mayor de lo que había dispuesto la partición diseñada por los ingleses,expulsando a seteci<strong>en</strong>tos mil palestinos no judíos, una cifra probablem<strong>en</strong>temayor que la de la población judía <strong>en</strong> 1948 (Calvocoressi, 1989, p. 215), ymantuvieron una guerra por década con este fin (1948, 1956, 1967, 1973,1982). En el curso de estas guerras, cuyo equival<strong>en</strong>te más exacto son las quehizo el rey Federico II de Prusia <strong>en</strong> el siglo xvm para obt<strong>en</strong>er el reconocimi<strong>en</strong>tode la posesión de Silesia, que le había robado a la vecina Austria,Israel se convirtió <strong>en</strong> la mayor pot<strong>en</strong>cia militar de la región y adquirió armasatómicas, pero no consiguió crear una base estable de relaciones con los estadosvecinos, y m<strong>en</strong>os aún con los palestinos perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te res<strong>en</strong>tidosd<strong>en</strong>tro de sus fronteras <strong>en</strong> expansión o <strong>en</strong> la diaspora <strong>del</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te. Elhundimi<strong>en</strong>to de la URSS apartó al Próximo Ori<strong>en</strong>te de la primera línea defuego de la guerra fría, pero lo dejó tan explosivo como antes.Tres focos de conflicto contribuían a ello: el Mediterráneo ori<strong>en</strong>tal, elgolfo Pérsico y la región fronteriza <strong>en</strong>tre Turquía, Irán, Irak y Siria, donde


EL TERCER MUNDO 361los kurdos int<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> vano conseguir la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia nacional que elincauto presid<strong>en</strong>te Wilson les había animado a exigir. Incapaces de <strong>en</strong>contraraliados perman<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre los estados más poderosos, los kurdos perturbaronlas relaciones <strong>en</strong>tre todos sus vecinos, que les masacraron con todos losmedios disponibles, incluy<strong>en</strong>do el gas v<strong>en</strong><strong>en</strong>oso <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, allídonde no topaban con su resist<strong>en</strong>cia, pues su habilidad como guerrilleros eraproverbial. El Mediterráneo ori<strong>en</strong>tal permaneció <strong>en</strong> calma relativa, dado quetanto Grecia como Turquía eran miembros de la OTAN, aunque el conflicto<strong>en</strong>tre ambos países condujo a la invasión turca de Chipre, que quedó dividido<strong>en</strong> 1974. Por otro lado, la rivalidad exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre las dos pot<strong>en</strong>cias occid<strong>en</strong>tales<strong>del</strong> golfo Pérsico, Irán e Irak, por la obt<strong>en</strong>ción de mejores posiciones<strong>en</strong> sus costas provocó la salvaje guerra de ocho años (1980-1988) <strong>en</strong>treIrak y el Irán revolucionario y más tarde, finalizada la guerra fría, la guerra<strong>en</strong>tre los Estados Unidos y sus aliados contra Irak <strong>en</strong> 1991.Hubo una parte <strong>del</strong> tercer mundo que se mantuvo alejada de conflictostanto globales como regionales hasta después de la revolución cubana: AméricaLatina. Con la excepción de pequeños <strong>en</strong>claves contin<strong>en</strong>tales (las Guaya-nasy Belice, <strong>en</strong>tonces conocido como Honduras Británica) y algunas islas <strong>del</strong>Caribe, hacía tiempo que había sido descolonizada. Cultural y lingüísticam<strong>en</strong>te,su población era occid<strong>en</strong>tal, ya que la gran masa de sus pobreshabitantes eran católicos y, salvo <strong>en</strong> algunas zonas de los Andes y de C<strong>en</strong>troamérica,hablaba o <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día una l<strong>en</strong>gua de cultura europea. Si bi<strong>en</strong> laregión había heredado de sus conquistadores ibéricos una intrincada jerarquíaracial, también heredó de esos conquistadores, <strong>en</strong> su inm<strong>en</strong>sa mayoría desexo masculino, una tradición de mestizaje <strong>en</strong> gran escala. Había poca g<strong>en</strong>teque fuese totalm<strong>en</strong>te blanca, salvo <strong>en</strong> el cono sur (Arg<strong>en</strong>tina, Uruguay, sur deBrasil), poblado con inmigrantes europeos y con muy pocos indíg<strong>en</strong>as. Enambos casos el éxito y la posición social borraban las distinciones raciales.Ya <strong>en</strong> 1861, México había elegido como presid<strong>en</strong>te a un indio zapoteca,B<strong>en</strong>ito Juárez. En el mom<strong>en</strong>to de escribir estas líneas, el presid<strong>en</strong>te deArg<strong>en</strong>tina es un inmigrante sirio de orig<strong>en</strong> musulmán, y el de Perú, un inmigrantejaponés, dos casos todavía hoy imp<strong>en</strong>sables <strong>en</strong> los Estados Unidos.Hasta el día de hoy América Latina se ha mant<strong>en</strong>ido a) marg<strong>en</strong> de) circulovicioso de política y nacionalismo étnicos que hace estragos <strong>en</strong> los demáscontin<strong>en</strong>tes.Además, si bi<strong>en</strong> la mayor parte <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te reconocía ser lo que ahorase d<strong>en</strong>ominaba una dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia «neocolonial» de una pot<strong>en</strong>cia imperial única,los Estados Unidos eran lo bastante realistas como para no <strong>en</strong>viar barcos deguerra y marines a los estados más grandes —aunque no dudaban <strong>en</strong> emplearloscontra los más pequeños—, y los gobiernos latinoamericanos, deRío Grande al cabo de Hornos, sabían perfectam<strong>en</strong>te que lo intelig<strong>en</strong>te eraestar <strong>del</strong> lado de Washington. La Organización de Estados Americanos(OEA), fundada <strong>en</strong> 1948 y con sede <strong>en</strong> Washington, no era un organismo queacostumbrara a discrepar de los Estados Unidos: cuando Cuba hizo la revolución,la OEA la expulsó.


362 LA EDAD DE OROVY sin embargo, justo <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que eí tercer mundo y las ideologíasbasadas <strong>en</strong> él estaban <strong>en</strong> su apogeo, el concepto empezó a desmoronarse.En los años set<strong>en</strong>ta se hizo cada vez más evid<strong>en</strong>te que un solo nombre nopodía abarcar adecuadam<strong>en</strong>te a un grupo de países cada vez más difer<strong>en</strong>tes.El término seguía si<strong>en</strong>do útil para difer<strong>en</strong>ciar a los países pobres <strong>del</strong> mundode los ricos, y <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre ambas zonas, ahoradesignadas con frecu<strong>en</strong>cia «el Norte» y «el Sur», se iba acrec<strong>en</strong>tando a ojosvista, la distinción estaba pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te justificada. La difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> el PNBper capita <strong>en</strong>tre los países «desarrollados» y los subdesarrollados (es decir,<strong>en</strong>tre los países de la OCDE y las «economías pequeñas y medianas») 6siguió aum<strong>en</strong>tando: el de los primeros era, <strong>en</strong> promedio, 14,5 veces mayorque el PNB per capita de los segundos <strong>en</strong> 1970, y <strong>en</strong> 1990 era más de 24veces mayor (World Tables, 1991, cuadro 1). Sin embargo, es evid<strong>en</strong>te que eltercer mundo ha dejado de ser una <strong>en</strong>tidad única.Lo que lo dividió fue básicam<strong>en</strong>te el desarrollo económico. El triunfo <strong>del</strong>a OPEP <strong>en</strong> 1973 g<strong>en</strong>eró por vez primera un grupo de estados <strong>del</strong> tercer mundo,<strong>en</strong> su mayoría atrasados, desde cualquier punto de vista, y hasta <strong>en</strong>toncespobres, que se convirtieron <strong>en</strong> supermillonarios a escala mundial, sobre todolos que no eran más que pequeñas franjas de ar<strong>en</strong>a o de selva, escasam<strong>en</strong>tepobladas, gobernadas por jeques o sultanes (por lo g<strong>en</strong>eral musulmanes). Eramanifiestam<strong>en</strong>te imposible clasificar, por citar un ejemplo, a los EmiratosÁrabes Unidos, cada uno de cuyo medio millón de habitantes (1975) podíadisponer <strong>en</strong> teoría de una participación <strong>en</strong> PNB de 13.000 dólares —casi eldoble <strong>del</strong> PNB per capita de los Estados Unidos <strong>en</strong> aquel <strong>en</strong>tonces (WorldTables, 1991, pp. -596 y 604)—, <strong>en</strong> el mismo apartado que, por ejemplo,Pakistán, con un PNB per capita de 130 dólares. A los estados productores decrudo con poblaciones numerosas no les iba tan bi<strong>en</strong>, pero a pesar de todoresultó evid<strong>en</strong>te que estados dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de la exportación de una sola materiaprima, por más desv<strong>en</strong>tajas que tuvies<strong>en</strong> <strong>en</strong> otros terr<strong>en</strong>os, podían hacerseextremadam<strong>en</strong>te ricos, aunque estas rápidas ganancias los t<strong>en</strong>taran, casi invariablem<strong>en</strong>te,a tirarlas por la v<strong>en</strong>tana. 7 Al llegar a los años nov<strong>en</strong>ta, hasta ArabiaSaudí se las había apañado para <strong>en</strong>deudarse.En segundo lugar, parte <strong>del</strong> tercer mundo se estaba industrializando rápiday ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te, hasta unirse al primer mundo, aunque continuase si<strong>en</strong>-6. La OCDE, que abarca la mayoría de países capitalistas «desarrollados», incluye a Bélgica. Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Irlanda. Islandia. Italia, Luxemburgo. Noruega, PaísesBajos, República Federal de Alemania, Suecia. Suiza, Canadá, Estados Unidos, Japón y Australia. Por motivos políticos, esta organización, creada <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a guerra fría, incluía también aEspaña, Grecia. Portugal y Turquía.7. Este no es un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o tercermundista. Cuando lo informaron de la riqueza de losyacimi<strong>en</strong>tos petrolíferos británicos <strong>del</strong> mar <strong>del</strong> Norte, un político francés cínico se dice que formuló la sigu<strong>en</strong>te profecía: «La malgastarán y <strong>en</strong>trarán <strong>en</strong> crisis».


EL TERCER MUNDO 3 6 3do mucho más pobre. Corea <strong>del</strong> Sur, un ejemplo de industrialización contanto éxito como el que más <strong>en</strong> la historia, t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> 1989 un PNB per capitaalgo más alto que el de Portugal, el país más pobre de la Comunidad Europea(World Bank Atlas, 1990, p. 7). Difer<strong>en</strong>cias cualitativas aparte, Corea <strong>del</strong>Sur ya no es hoy comparable con, por ejemplo, Papua-Nueva Guinea, aunqueel PNB per capita de ambos países fuese exactam<strong>en</strong>te el mismo <strong>en</strong> 1969, yse mantuviese <strong>en</strong> la misma proporción hasta mediados de los años set<strong>en</strong>ta:ahora es cinco veces mayor (World Tables, 1991, pp. 352 y 456). Tal comohemos visto, una nueva categoría, la de los NIC, <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> el vocabulariointernacional. No existe ninguna definición exacta de los NIC, pero todas laslistas incluy<strong>en</strong> a los cuatro «tigres <strong>del</strong> Pacífico» (Hong Kong, Singapur, Taiwany Corea <strong>del</strong> Sur), la India, Brasil y México, si bi<strong>en</strong> el proceso de industrialización<strong>del</strong> tercer mundo avanza de un modo tal, que Malaysia, Filipinas,Colombia, Pakistán y Tailandia, así como otros países, han sido incluidos <strong>en</strong>la lista. De hecho, la categoría de países de industrialización reci<strong>en</strong>te y rápidava más allá de los límites de los tres mundos, porque <strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido estrictodebería incluir también «economías industrializadas de mercado» (o sea, paísescapitalistas) como España y Finlandia, y la mayoría de los estados exsocialistas de la Europa <strong>del</strong> Este, por no hablar, desde finales de los añosset<strong>en</strong>ta, de la China comunista.En realidad, <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta los observadores empezaron a llamar laat<strong>en</strong>ción sobre la «nueva división internacional <strong>del</strong> trabajo», es decir, sobreel traslado <strong>en</strong> masa de las industrias productivas <strong>del</strong> mercado mundial des<strong>del</strong>as economías industriales de primera g<strong>en</strong>eración, que antes las habíanmonopolizado, hacia otros lugares <strong>del</strong> mundo. Este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o se debió <strong>en</strong>parte al traslado <strong>del</strong>iberado por parte de empresas <strong>del</strong> viejo mundo industrialde parte o de la totalidad de su producción o de sus suministros al segundo oal tercer mundo, seguido al final por el traslado incluso de procesos de fabricaciónmuy complejos <strong>en</strong> industrias de alta tecnología, como los de investigacióny desarrollo. La revolución <strong>del</strong> transporte y de las comunicacioneshizo que la producción <strong>en</strong> un ámbito mundial fuese posible y r<strong>en</strong>table al mismotiempo. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o se debió también a los esfuerzos de los gobiernos<strong>del</strong> tercer mundo por industrializarse conquistando mercados para la exportación,si era preciso (aunque mejor que no fuese así) a exp<strong>en</strong>sas de laprotección tradicional <strong>del</strong> mercado interior.Esta globalización de la economía, que puede comprobar cualquier personaque examine la proced<strong>en</strong>cia nacional de los productos <strong>en</strong> v<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> cualquiergalería comercial norteamericana, arrancó con l<strong>en</strong>titud <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta, y experim<strong>en</strong>tó una aceleración sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las décadas de crisiseconómica posteriores a 1973. Lo rápido de su avance puede ilustrarse unavez más con el ejemplo de Corea <strong>del</strong> Sur, cuya población, a finales de losaños cincu<strong>en</strong>ta, se dedicaba aún <strong>en</strong> casi un 80 por 100 a la agricultura, de laque salían casi tres cuartas partes de la r<strong>en</strong>ta nacional (Rado, 1962, pp. 740 y742-743). Corea <strong>del</strong> Sur empr<strong>en</strong>dió su primer plan quinqu<strong>en</strong>al de desarrollo<strong>en</strong> 1962. Al llegar a 1980 sólo el 10 por 100 de su PIB procedía de la agri-


364 LA EDAD DE OROcultura, y se había convertido <strong>en</strong> la octava economía industrial <strong>del</strong> mundo nocomunista.En tercer lugar, <strong>en</strong> la cola de las estadísticas internacionales, emergieron(o mejor, fueron sumergidos) una serie de países a los que resultaba difícildescribir incluso con el eufemismo de «<strong>en</strong> vías de desarrollo», ya que supobreza y su atraso cada vez mayores resultaban pat<strong>en</strong>tes. Algui<strong>en</strong> tuvo la<strong>del</strong>icadeza de crear un subgrupo de países de r<strong>en</strong>ta baja <strong>en</strong> vías de desarrollopara clasificar a los tres mil millones de seres humanos cuyo PNB per capita(de haberlo percibido) habría alcanzado un promedio de 330 dólares<strong>en</strong> 1989, distinguiéndolos de los quini<strong>en</strong>tos millones de habitantes más afortunadosde países m<strong>en</strong>os pobres, como la República Dominicana, Ecuador yGuatemala, cuyo PNB medio era unas tres veces más alto, y de los privilegiados<strong>del</strong> sigui<strong>en</strong>te grupo (Brasil, Malaysia, México y similares) con unpromedio ocho veces mayor. Los aproximadam<strong>en</strong>te ochoci<strong>en</strong>tos millones <strong>del</strong>grupo más próspero disfrutaban <strong>en</strong> teoría de un PNB por persona de 18.280 dólares,o sea, cincu<strong>en</strong>ta y cinco veces más que las tres quintas partes de la humanidad(World Bank Atlas, 1990, p. 10). En la práctica, a medida que laeconomía mundial se fue globalizando de verdad y, sobre todo tras la caídade la zona soviética, se fue convirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> más puram<strong>en</strong>te capitalista ydominada por el mundo de los negocios, los inversores y los empresariosdescubrieron que gran parte <strong>del</strong> mundo no t<strong>en</strong>ía ningún interés económicopara ellos, a m<strong>en</strong>os, tal vez, que pudies<strong>en</strong> sobornar a sus políticos y funcionariospara que malgastaran <strong>en</strong> armam<strong>en</strong>to o <strong>en</strong> proyectos de prestigio eldinero que les sacaban a sus desgraciados ciudadanos. 8Una cantidad desproporcionadam<strong>en</strong>te alta de estos países se <strong>en</strong>contraba<strong>en</strong> el desdichado contin<strong>en</strong>te africano. El fin de la guerra fría los privó de laayuda económica (es decir, militar) que había convertido a algunos, comoSomalia, <strong>en</strong> campos de <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to militar y <strong>en</strong> ev<strong>en</strong>tuales campos debatalla.Además, con el aum<strong>en</strong>to de la división <strong>en</strong>tre los pobres, la globalizaciónde la economía produjo movimi<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> especial de personas, que cruzabanlas líneas divisorias <strong>en</strong>tre regiones y clasificaciones. Turistas de países ricosinvadieron el tercer mundo como jamás lo habían hecho. A mediados de losoch<strong>en</strong>ta (1985), por citar sólo algunos países musulmanes, los dieciséismillones de habitantes de Malaysia recibían a tres millones de turistas al año;los siete millones de tunecinos, a dos millones; los tres millones de jordanos,a dos millones (Kadir Din, 1989, p. 545). Proced<strong>en</strong>te de los países pobres, un<strong>en</strong>orme torr<strong>en</strong>te de mano de obra emigró a los países ricos, siempre que nolo fr<strong>en</strong>as<strong>en</strong> las barreras políticas. Hacia 1968, los inmigrantes magrebíes8. «Por regla g<strong>en</strong>eral, el 5 por 100 de 200.000 dólares conseguirá la colaboración de unalto cargo, aunque no de la máxima categoría. El mismo porc<strong>en</strong>taje de 2 millones dedólares, y ya t<strong>en</strong>emos al secretario de Estado. Llegados a los 20 millones, hac<strong>en</strong> su <strong>en</strong>tradael ministro y el personal adjunto, mi<strong>en</strong>tras que un porc<strong>en</strong>taje sobre 200 millones "justifica laseria consideración <strong>del</strong> jefe <strong>del</strong> estado"» (Holman, 1993).


EL TERCER MUNDO 3 6 5(tunecinos, marroquíes y, sobre todo, argelinos) constituían ya cerca de lacuarta parte <strong>del</strong> total de extranjeros <strong>en</strong> Francia (<strong>en</strong> 1975, un 5,5 por 100 <strong>del</strong>a población argelina emigró), y un tercio de todos los inmigrantes de losEstados Unidos procedían de América Latina —por aquel <strong>en</strong>tonces todavía,<strong>en</strong> su abrumadora mayoría, de C<strong>en</strong>troamérica (Potts, 1990, pp. 145, 146 y150)—. Estos movimi<strong>en</strong>tos migratorios no se dirigían sólo hacia los antiguospaíses industrializados. El número de trabajadores extranjeros <strong>en</strong> los estadosproductores de petróleo de Ori<strong>en</strong>te Medio y <strong>en</strong> Libia se disparó de 1,8 a 2,8millones <strong>en</strong> ap<strong>en</strong>as cinco años (1975-1980) (Population, 1984, p. 109). Lamayoría procedía de la región, pero una parte importante v<strong>en</strong>ía <strong>del</strong> suresteasiático y de más lejos. Por desgracia, <strong>en</strong> los negros años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta,los movimi<strong>en</strong>tos migratorios de trabajadores se convirtieron <strong>en</strong> cada vez másdifíciles de separar de los torr<strong>en</strong>tes de hombres, mujeres y niños que huían<strong>del</strong> hambre, la persecución política o étnica, y la guerra, o que eran desarraigadospor ellas, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tando a los países <strong>del</strong> primer mundo —tan dedicados(<strong>en</strong> teoría) a ayudar a los refugiados como (<strong>en</strong> la práctica) a no dejar <strong>en</strong>trar ainmigrantes de países pobres— a graves problemas de casuística política ylegal. Con la excepción de los Estados Unidos y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, de Canadáy Australia, que fom<strong>en</strong>taban o permitían la <strong>en</strong>trada masiva de inmigrantes <strong>del</strong>tercer mundo, los demás países optaron por impedírsela, presionados por lacreci<strong>en</strong>te x<strong>en</strong>ofobia de la población local.VIEl asombroso «gran salto a<strong>del</strong>ante» de la economía <strong>del</strong> mundo (capitalista)y su creci<strong>en</strong>te globalización no sólo provocaron la división y la disrupción<strong>del</strong> concepto de tercer mundo, sino que situaron consci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te a lapráctica totalidad de sus habitantes <strong>en</strong> el mundo moderno. Y eso no t<strong>en</strong>ía porqué gustarles. En realidad, muchos de los movimi<strong>en</strong>tos «fundam<strong>en</strong>talistas» ynominalm<strong>en</strong>te tradicionalistas que a partir de <strong>en</strong>tonces ganaron terr<strong>en</strong>o <strong>en</strong>varios países <strong>del</strong> tercer mundo, sobre todo, pero no exclusivam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> losmusulmanes, eran rebeliones específicam<strong>en</strong>te contra la modernidad, aunqueese no sea el caso de todos los movimi<strong>en</strong>tos a los que se les ha aplicado estavaga d<strong>en</strong>ominación. 9 La g<strong>en</strong>te sabía ahora que formaba parte de un mundoque no era como el de sus padres. Les llegaba <strong>en</strong> forma <strong>del</strong> autobús o elcamión que se desplazaban por pistas polvori<strong>en</strong>tas; <strong>en</strong> forma de surtidor degasolina; <strong>en</strong> forma de la radio de pilas que llevaba el mundo hasta ellos, talvez hasta a los analfabetos <strong>en</strong> su propia l<strong>en</strong>gua o dialecto no escritos, aunqueesto solía ser privilegio de los inmigrantes urbanos. Pero <strong>en</strong> un mundo donde9. Así, por ejemplo, la conversión a sectas «fundam<strong>en</strong>talistas» cristianas, frecu<strong>en</strong>te <strong>en</strong>América Latina, es, <strong>en</strong> todo caso, una reacción «modernista» contra el antiguo ord<strong>en</strong> repres<strong>en</strong>tadopor la Iglesia católica local. Otros «fundam<strong>en</strong>talismos» son análogos a nacionalismos étnicos,como por ejemplo <strong>en</strong> la India.


366 LA EDAD DE OROla g<strong>en</strong>te <strong>del</strong> campo emigraba a la ciudad por millones, e incluso <strong>en</strong> países africanosrurales donde poblaciones urbanas superiores a un tercio <strong>del</strong> total erancada vez más habituales —Nigeria, Zaire, Tanzania, S<strong>en</strong>egal, Ghana, Costa deMarfil, Chad, República C<strong>en</strong>troafricana, Gabon, B<strong>en</strong>in, Zambia, Congo, Somalia,Liberia—, casi todo el mundo había trabajado <strong>en</strong> la ciudad, o t<strong>en</strong>ía unpari<strong>en</strong>te que vivía allí. Desde <strong>en</strong>tonces, pueblo y ciudad se <strong>en</strong>tremezclaron.Hasta las g<strong>en</strong>tes más alejadas vivían <strong>en</strong> un mundo de cubiertas de plástico,botellas d& Coca-Cola, relojes digitales baratos y fibras artificiales. Por obrade una extraña inversión <strong>del</strong> proceso histórico, las zonas más rústicas <strong>del</strong> tercermundo empezaron a comercializar sus habilidades <strong>en</strong> el primer mundo:<strong>en</strong> las esquinas de las ciudades de Europa, grupitos de indios peripatéticos <strong>del</strong>os Andes suramericanos tocaban sus melancólicas flautas, y <strong>en</strong> las acerasde Nueva York, París y Roma, v<strong>en</strong>dedores ambulantes negros <strong>del</strong> África occid<strong>en</strong>talv<strong>en</strong>dían baratijas a los nativos, tal como habían hecho los antepasadosde estos nativos <strong>en</strong> sus expediciones comerciales al contin<strong>en</strong>te negro.La gran ciudad se convirtió <strong>en</strong> el crisol <strong>del</strong> cambio, aunque sólo fueseporque era moderna por definición. «En Lima —les decía a sus hijos uninmigrante andino— hay más progreso, mucho más roce» (Juica, 1992). Pormás que los inmigrantes utilizas<strong>en</strong> las herrami<strong>en</strong>tas de la sociedad tradicionalpara construir su propia exist<strong>en</strong>cia urbana, creando y estructurando lasnuevas barriadas de chabolas a imag<strong>en</strong> y semejanza de sus viejas comunidadesrurales, <strong>en</strong> la ciudad era demasiado lo que había de nuevo y sin preced<strong>en</strong>tes;eran demasiados los hábitos propios de la ciudad que <strong>en</strong>traban <strong>en</strong>conflicto con los tradicionales. En ninguna otra faceta resultaba todo ellomás visible que <strong>en</strong> el comportami<strong>en</strong>to de las muchachas, de cuya ruptura conla tradición se lam<strong>en</strong>taban desde África al Perú. En un huayno de Lima(La gringa), un muchacho inmigrado se lam<strong>en</strong>ta:Cuando viniste de tu tierra, eras una chica <strong>del</strong> campo,ahora que estás <strong>en</strong> Lima, llevas un peinado de ciudad.Hasta dices «por favor». Voy a bailar el twist.No seas vanidosa, sé m<strong>en</strong>os orgullosaEntre tu pelo y el mío. no hay difer<strong>en</strong>cia.(Mangin, 1970, pp. 31-32)'"La idea de modernidad pasó de la ciudad al campo (incluso a los lugaresdonde la vida rural no había sido transformada por los nuevos cultivos, lanueva tecnología y las nuevas formas de organización y comercialización), a10. En Nigeria, nos <strong>en</strong>contramos con la imag<strong>en</strong> <strong>del</strong> nuevo tipo de chica africana <strong>en</strong> lascrónicas de Onitsha: «Las chicas ya no son los juguetes tradicionales, apacibles y recatados desus padres. Escrib<strong>en</strong> cartas de amor. Son coquetas. Les exig<strong>en</strong> regalos a sus novios y a sus víctimas.Incluso <strong>en</strong>gañan a los hombres. Ya no son las tontitas que había que ganarse a través desus padres» (Nwoga. 1965, pp. 178-179).


EL TERCER MUNDO 3 6 7través de la «revolución verde» <strong>del</strong> cultivo de variedades de cereales diseñadasci<strong>en</strong>tíficam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> parte de Asia, que se difundió a partir de los añosses<strong>en</strong>ta, o algo más tarde, a través <strong>del</strong> desarrollo de nuevos cultivos deexportación para los mercados mundiales, gracias al transporte por vía aéreade productos perecederos (frutos tropicales, flores) y a las nuevas modas<strong>en</strong>tre los consumidores <strong>del</strong> mundo «desarrollado» (cocaína). No hay quesubestimar las consecu<strong>en</strong>cias de estos cambios <strong>en</strong> el mundo rural. En ningunaotra parte chocaron los nuevos y los viejos usos tan frontalm<strong>en</strong>te como <strong>en</strong> lafrontera amazónica de Colombia, que <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta se convirtió <strong>en</strong> elpunto de embarque de la coca de Bolivia y Perú, y <strong>en</strong> sede de los laboratoriosque la transformaban <strong>en</strong> cocaína. Esto ocurrió al cabo de pocos años deque se instalas<strong>en</strong> allí colonias de campesinos que huían <strong>del</strong> estado y de losterrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes, y a los que def<strong>en</strong>dían qui<strong>en</strong>es se id<strong>en</strong>tificaban como protectores<strong>del</strong> modo de vida rural, la guerrilla (comunista) de las FARC. Aquí elmercado <strong>en</strong> su versión más despiadada <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> colisión con qui<strong>en</strong>es vivíande la agricultura de subsist<strong>en</strong>cia y de lo que se podía conseguir con una escopeta,un perro y una red de pescar. ¿Cómo podía competir un campo sembradode yuca o de plátano con la t<strong>en</strong>tación de cultivar algo que alcanzabaprecios astronómicos —aunque inestables—, o el modo de vida de antes conlos aeródromos y los as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos surgidos de la noche a la mañana porobra de los traficantes y productores de droga y con el des<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>o de sus pistoleros,sus bares y sus bur<strong>del</strong>es? (Molano, 1988).El campo estaba si<strong>en</strong>do transformado, pero incluso su transformacióndep<strong>en</strong>día de la civilización urbana y de sus industrias, pues su economía dep<strong>en</strong>díaa m<strong>en</strong>udo de las remesas de los emigrantes, como <strong>en</strong> los «homelandspara los negros» <strong>del</strong> apartheid <strong>en</strong> la República de Suráfrica, que sólo g<strong>en</strong>erabanel 10-15 por 100 de los ingresos de sus habitantes, mi<strong>en</strong>tras que el restoprocedía de las ganancias de trabajadores inmigrantes <strong>en</strong> territorio blanco(Ripk<strong>en</strong> y Wellmer, 1978, p. 196). Paradójicam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> el tercer mundo, aiigual que <strong>en</strong> parte <strong>del</strong> primero, la ciudad podía convertirse <strong>en</strong> la salvación deuna economía rural que, de no ser por el impacto de aquélla, podría haberquedado abandonada por unas g<strong>en</strong>tes que habían apr<strong>en</strong>dido de la experi<strong>en</strong>ciade la emigración —propia o de sus vecinos— que hombres y mujeres t<strong>en</strong>íanalternativas. Descubrieron que no era inevitable que tuvies<strong>en</strong> que trabajarcomo esclavos toda su vida arrancando lo que pudies<strong>en</strong> a unas tierras demala calidad, agotadas y pedregosas, como sus antepasados habían hecho.Numerosas poblaciones rurales de todo el planeta, <strong>en</strong> paisajes románticos y,justam<strong>en</strong>te por eso, desdeñables desde el punto de vista de la agricultura, sevaciaron de todos sus habitantes m<strong>en</strong>os los ancianos a partir de los añosses<strong>en</strong>ta. Pero una comunidad <strong>del</strong> altiplano cuyos emigrantes descubries<strong>en</strong> <strong>en</strong> laeconomía de la gran ciudad un puesto que pudies<strong>en</strong> ocupar —<strong>en</strong> este caso,la v<strong>en</strong>ta de fruta, o, más concretam<strong>en</strong>te, de fresas <strong>en</strong> Lima— podía mant<strong>en</strong>ero revitalizar su carácter agrícola con el paso de unos ingresos proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong>a agricultura a otros de distinta proced<strong>en</strong>cia, realizado mediante una complejasimbiosis de familias emigradas y resid<strong>en</strong>tes (Smith, 1989, capítulo 4).


368 LA EDAD DE OROPuede que sea significativo que, <strong>en</strong> este caso concreto, extraordinariam<strong>en</strong>tebi<strong>en</strong> estudiado, los emigrantes rara vez se convirtieron <strong>en</strong> obreros, sino queprefirieron integrarse <strong>en</strong> la gran red de la «economía informal» <strong>del</strong> tercermundo como pequeños comerciantes. Y es que el cambio principal <strong>en</strong> la sociedad<strong>del</strong> tercer mundo seguram<strong>en</strong>te haya sido el que llevó a cabo la nuevay creci<strong>en</strong>te clase media y media baja de inmigrantes, que se dedicaba a ganardinero mediante una o, más probablem<strong>en</strong>te, de varias actividades distintas, ycuya principal forma de vida —sobre todo <strong>en</strong> los países más pobres— era laeconomía informal que quedaba fuera de las estadísticas oficiales.Así pues, <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to dado <strong>del</strong> último tercio <strong>del</strong> siglo, el ancho fosoque separaba las reducidas minorías gobernantes modernizadoras u occid<strong>en</strong>talizadasde los países <strong>del</strong> tercer mundo de la masa de la población empezó acolmarse gracias a la transformación g<strong>en</strong>eral de la sociedad. Aún no sabemoscómo ni cuándo ocurrió, ni qué nuevas percepciones creó esta transformación,ya que la mayoría de estos países carecían de los servicios estadísticos gubernam<strong>en</strong>talesadecuados, o de los mecanismos necesarios para efectuar estudiosde mercado o de opinión, o de departam<strong>en</strong>tos universitarios de ci<strong>en</strong>cias socialescon estudiantes de doctorado a los que mant<strong>en</strong>er ocupados. En cualquiercaso, lo que sucede <strong>en</strong> las comunidades de base siempre es difícil de descubrir,incluso <strong>en</strong> los países más docum<strong>en</strong>tados, hasta que ya ha sucedido, locual explica por qué las etapas iniciales de las nuevas modas sociales y culturales<strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es resultan imprevisibles, imprevistas y a m<strong>en</strong>udo irreconociblesincluso para qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong> a costa de ellas, como qui<strong>en</strong>es se dedicana la industria de la cultura popular, e incluso para la g<strong>en</strong>eración de sus padres.Pero estaba claro que algo se movía <strong>en</strong> las ciudades <strong>del</strong> tercer mundo pordebajo de la conci<strong>en</strong>cia de las elites, incluso <strong>en</strong> un país <strong>en</strong> apari<strong>en</strong>cia tanestancado como el antiguo Congo belga (el actual Zaire), porque ¿cómo, sino, podemos explicar que la clase de música popular que se desarrolló ahí <strong>en</strong>los abúlicos años cincu<strong>en</strong>ta se convirtiese <strong>en</strong> la más influy<strong>en</strong>te de África<strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta? (Manuel, 1988, pp. 86 y 97-101). O, <strong>en</strong> estemismo terr<strong>en</strong>o, ¿cómo explicar el auge de la conci<strong>en</strong>ciación política que obligaa los belgas a <strong>en</strong>tregar al Congo la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> 1960, prácticam<strong>en</strong>te <strong>del</strong>a noche a la mañana, aunque hasta <strong>en</strong>tonces esta colonia, tan hostil a laeducación de los nativos como a sus actividades políticas, les parecía a lamayoría de los observadores «probable que permaneciese tan cerrada al resto<strong>del</strong> mundo como Japón antes de la restauración Meiji»? (Calvocoressi, 1989,p. 377).Fues<strong>en</strong> cuales fues<strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos de los años cincu<strong>en</strong>ta, llegados losses<strong>en</strong>ta y los set<strong>en</strong>ta, los indicios de una importante transformación socialeran ya visibles <strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal, e innegables <strong>en</strong> el mundo islámicoy <strong>en</strong> los países principales <strong>del</strong> sur y <strong>del</strong> sureste asiático. Paradójicam<strong>en</strong>te,es probable que el lugar donde resultas<strong>en</strong> m<strong>en</strong>os visibles fuese lazona <strong>del</strong> mundo socialista correspondi<strong>en</strong>te al tercer mundo, por ejemplo elAsia c<strong>en</strong>tral soviética y el Cáucaso. Y es que no suele reconocerse que larevolución comunista fue un mecanismo de conservación que, si bi<strong>en</strong> se pro-


EL TERCER MUNDO 3 6 9ponía transformar una serie de aspectos de la vida de la g<strong>en</strong>te —el poder <strong>del</strong>estado, las relaciones de propiedad, la estructura económica y otros similares—,congeló otros <strong>en</strong> su forma prerrevolucionaria, o, <strong>en</strong> todo caso, los protegiócontra los cambios subversivos y continuos de las sociedades capitalistas.En cualquier caso, su arma más fuerte, el simple poder <strong>del</strong> estado, fuem<strong>en</strong>os eficaz a la hora de transformar el comportami<strong>en</strong>to humano de lo quetanto a la retórica positiva sobre el «nuevo hombre socialista» como a laretórica negativa sobre el «totalitarismo» les gustaría creer. Los uzbecos y lostadjiks que vivían al norte de la frontera afgano-soviética estaban más alfabetizadosy secularizados y vivían mejor que sus vecinos <strong>del</strong> sur, pero esprobable que sus formas de vida no fues<strong>en</strong> tan difer<strong>en</strong>tes como se podríacreer al cabo de ses<strong>en</strong>ta años de socialismo. Las v<strong>en</strong>ganzas de sangre seguram<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o preocupaban demasiado a las autoridades <strong>del</strong> Cáucaso des<strong>del</strong>os años treinta (aunque durante la colectivización, la muerte accid<strong>en</strong>tal deun hombre por culpa de una trilladora <strong>en</strong> un koljós dio lugar a una v<strong>en</strong>ganzaque pasó a los anales de la jurisprud<strong>en</strong>cia soviética), pero a principios <strong>del</strong>os años nov<strong>en</strong>ta los observadores alertaron acerca <strong>del</strong> «peligro de autoexterminionacional [<strong>en</strong> Chech<strong>en</strong>ia], ya que la mayoría de las familias cheche -nas se había visto involucrada <strong>en</strong> v<strong>en</strong>ganzas personales» (Trofimov y Djangava,1993).Las consecu<strong>en</strong>cias culturales de esta transformación social son algo a loque t<strong>en</strong>drán que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse los historiadores. Aquí no podemos examinarlas,aunque está claro que, incluso <strong>en</strong> sociedades muy tradicionales, los sistemasde obligaciones mutuas y de costumbres sufrieron t<strong>en</strong>siones cada vezmayores. «La familia ext<strong>en</strong>sa <strong>en</strong> Ghana —decía un observador— funcionabajo una presión inm<strong>en</strong>sa. Al igual que un pu<strong>en</strong>te que ha soportado demasiadotráfico de alta velocidad durante demasiado tiempo, sus cimi<strong>en</strong>tos seresquebrajan ... A los ancianos <strong>del</strong> campo y a los jóv<strong>en</strong>es de la ciudad losseparan ci<strong>en</strong>tos de kilómetros de malas carreteras y siglos de desarrollo»(Hard<strong>en</strong>, 1990, p. 67).Políticam<strong>en</strong>te es más fácil evaluar sus consecu<strong>en</strong>cias paradójicas. Y esque, con la irrupción <strong>en</strong> masa de esta población, o por lo m<strong>en</strong>os de los jóv<strong>en</strong>esy de los habitantes de la ciudad, <strong>en</strong> el mundo moderno, se desafiaba elmonopolio de las reducidas elites occid<strong>en</strong>talizadas que configuraron la primerag<strong>en</strong>eración de la historia poscolonial, y con él, los programas, las ideologías,el propio vocabulario y la sintaxis <strong>del</strong> discurso público, sobre los que seas<strong>en</strong>taban los nuevos estados. Porque las nuevas masas urbanas y urbanizadas,incluso la nueva y <strong>en</strong>orme clase media, por cultas que fues<strong>en</strong>, no eran y,por su mismo número, no podían ser la vieja elite, cuyos miembros sabíanestar a la altura de los colonizadores o de sus condiscípulos de universidadesde Europa y Norteamérica. A m<strong>en</strong>udo —algo que resulta muy evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong>el sur de Asia— la g<strong>en</strong>te se s<strong>en</strong>tía res<strong>en</strong>tida con ellos. En cualquier caso, lagran masa de los pobres no compartía su fe <strong>en</strong> las aspiraciones occid<strong>en</strong>talesdecimonónicas de progreso secular. En los países musulmanes occid<strong>en</strong>tales,el conflicto <strong>en</strong>tre los antiguos dirig<strong>en</strong>tes seculares y la nueva democracia isla-


370 LA EDAD DE OROmica se convirtió <strong>en</strong> algo manifiesto y explosivo. De Argelia a Turquía, losvalores que, <strong>en</strong> los países liberales de Occid<strong>en</strong>te, se asocian con el gobiernoconstitucional y el imperio de la ley, como por ejemplo los derechos <strong>del</strong>a mujer, estaban si<strong>en</strong>do protegidos —<strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que existían— contra lademocracia por las fuerzas armadas de los libertadores de sus naciones, o porsus herederos.El conflicto no se circunscribía a los países islámicos, ni la reacción contralos viejos valores progresistas, a las masas de los pobres. El exclusivismohindú <strong>del</strong> BJP de la India contaba con un nutrido apoyo <strong>en</strong>tre las nuevasclases empresariales y medias. El <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido y salvaje nacionalismo etnorreligiosoque convirtió <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta a la pacífica Sri Lanka <strong>en</strong> un mataderosólo comparable a El Salvador, se produjo, inesperadam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> unpróspero país budista. Este conflicto t<strong>en</strong>ía sus raíces <strong>en</strong> dos transformacionessociales: la profunda crisis de id<strong>en</strong>tidad de pueblos cuyo ord<strong>en</strong> social habíaquedado hecho pedazos, y el auge de un amplio estrato social de jóv<strong>en</strong>esmejor preparados (Sp<strong>en</strong>cer, 1990). Los pueblos —transformados por el ir yv<strong>en</strong>ir de los movimi<strong>en</strong>tos migratorios, divididos por las difer<strong>en</strong>cias cada vezmayores <strong>en</strong>tre ricos y pobres que creaba la economía monetaria, hostigadospor la inestabilidad que provocaba una movilidad social desigual basada <strong>en</strong>la educación, así como por la desaparición de los indicadores materiales ylingüísticos de casta y de nivel que separaban a la g<strong>en</strong>te, pero que no dejabanlugar a dudas <strong>en</strong> cuanto a su posición— vivían <strong>en</strong> un estado de ansiedad perman<strong>en</strong>teacerca de su comunidad. Se han utilizado estos hechos para explicar,<strong>en</strong>tre otras cosas, la aparición de nuevos símbolos y ritos de comunidadestambién nuevas, como el rep<strong>en</strong>tino surgimi<strong>en</strong>to de congregaciones deculto budista <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> sustitución de formas de culto particularesy familiares; o la institución de jornadas deportivas escolares inauguradascon la interpretación <strong>del</strong> himno nacional <strong>en</strong> cintas tomadas <strong>en</strong> préstamo.Esta era la política de un mundo cambiante e inflamable. Lo que la hacíam<strong>en</strong>os predecible era que, <strong>en</strong> muchos países <strong>del</strong> tercer mundo, la políticanacional, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido <strong>en</strong> que había sido inv<strong>en</strong>tada y reconocida <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>tedesde la revolución francesa, jamás había existido, o no la habían dejado funcionar.Donde había una larga tradición de política con un cierto apoyo <strong>en</strong> lasmasas, o incluso con una aceptación sustancial, ante la pasividad ciudadana,de la legitimidad de la «clase política» que dirigía sus asuntos, podía mant<strong>en</strong>ersecierto grado de continuidad. Los colombianos, como sab<strong>en</strong> los lectoresde García Márquez, continuaron si<strong>en</strong>do liberales o conservadores de nacimi<strong>en</strong>to,como lo habían sido durante más de un siglo, aunque el cont<strong>en</strong>ido <strong>del</strong>as botellas así etiquetadas cambiase. El Congreso Nacional Indio cambió, sedividió y se reformó <strong>en</strong> el medio siglo transcurrido desde la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia,pero hasta los años nov<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> la India, las elecciones g<strong>en</strong>erales —con contadísimasexcepciones— siguieron ganándolas qui<strong>en</strong>es apelaban a los objetivosy tradiciones históricos <strong>del</strong> Congreso. Aunque el comunismo se desintegró <strong>en</strong>el resto <strong>del</strong> mundo, la arraigada tradición izquierdista de B<strong>en</strong>gala Occid<strong>en</strong>tal,<strong>en</strong> la India, así como una administración compet<strong>en</strong>te, mantuvieron <strong>en</strong> el


EL TERCER MUNDO 371gobierno de forma casi perman<strong>en</strong>te al Partido Comunista (marxista) de unestado <strong>en</strong> donde la lucha nacional contra Gran Bretaña no la habían <strong>en</strong>carnadoni Gandhi ni siquiera Nehru, sino los terroristas y Subhas Bose.Además, los cambios estructurales podían llevar <strong>en</strong> sí mismos a la políticapor caminos conocidos <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> primer mundo. En los «países dereci<strong>en</strong>te industrialización» era probable que surgiese una clase obrera industrialque luchase por sus derechos y por la creación de sindicatos, comodemuestran los casos de Brasil y Corea <strong>del</strong> Sur, al igual que el de la Europa<strong>del</strong> Este. No t<strong>en</strong>ían por qué aparecer partidos políticos populares y obreros almismo tiempo, al modo de los movimi<strong>en</strong>tos socialdemócratas de la Europade antes de 1914, aunque no deja de ser significativo que Brasil produjese uninfluy<strong>en</strong>te partido de ámbito nacional justam<strong>en</strong>te de este tipo <strong>en</strong> los añosoch<strong>en</strong>ta, el Partido de los Trabajadores (PT). Sin embargo, la tradición <strong>del</strong>movimi<strong>en</strong>to obrero <strong>en</strong> su lugar de orig<strong>en</strong>, la industria automovilística de SaoPaulo, era una combinación de un derecho laboral de corte populista con lamilitancia de obreros comunistas, y la tradición de los intelectuales que acudieron<strong>en</strong> su apoyo era de un izquierdismo sin fisuras, como lo era la ideología<strong>del</strong> clero católico, cuyo sostén contribuyó a llevar el proyecto de partidoa bu<strong>en</strong> puerto. 11 Por otro lado, el rápido crecimi<strong>en</strong>to de la industria t<strong>en</strong>día ag<strong>en</strong>erar una clase profesional amplia y cultivada que, pese a no ser subversiva<strong>en</strong> absoluto, habría acogido con sumo gusto la liberalizacíón de los regím<strong>en</strong>esautoritarios industrializadores. Estas ansias de liberalízación podían<strong>en</strong>contrarse <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> contextos y con resultados difer<strong>en</strong>tes, <strong>en</strong>América Latina y <strong>en</strong> los NIC <strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te (Corea <strong>del</strong> Sur y Taiwan),además de <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o <strong>del</strong> bloque soviético.No obstante, había amplias zonas <strong>del</strong> tercer mundo donde las consecu<strong>en</strong>ciaspolíticas de la transformación social eran realm<strong>en</strong>te imposibles de predecir.Lo que era seguro era que ese mundo iba a ser inestable e inflamable,como lo atestiguaba el medio siglo transcurrido desde la segunda guerramundial.Ahora debemos c<strong>en</strong>trarnos <strong>en</strong> la parte que, para la mayoría <strong>del</strong> tercermundo descolonizado, parecía ofrecer un mo<strong>del</strong>o de progreso más adecuadoy esperanzador que el de Occid<strong>en</strong>te: el «segundo mundo» de los sistemassocialistas cuyo mo<strong>del</strong>o era la Unión Soviética.11. Aparte de la ori<strong>en</strong>tación socialista <strong>del</strong> uno y la ideología antisocialista de! otro, lassemejanzas <strong>en</strong>tre el Partido de los Trabajadores brasileño y el movimi<strong>en</strong>to polaco contemporáneoSolidaridad son sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes: un cabecilla proletario de bu<strong>en</strong>a fe —el electricista de unosastilleros y un obrero cualificado <strong>del</strong> sector <strong>del</strong> automóvil—, un grupo de asesores intelectualesy el fuerte apoyo de la Iglesia. Y las semejanzas resultan aún más numerosas si recordamos queel PT int<strong>en</strong>tó sustituir a la organización comunista, que se opuso a ello.


Capítulo XIIIEL «SOCIALISMO REAL»La revolución de octubre no sólo produjo una división <strong>en</strong> lahistoria <strong>del</strong> mundo al establecer el primer estado y la primerasociedad poscapitalistas, sino que también dividió la política marxistay la socialista ... Después de la revolución de octubre, lasestrategias y perspectivas socialistas empezaron a basarse <strong>en</strong> elejemplo político, <strong>en</strong> vez de <strong>en</strong> el análisis <strong>del</strong> capitalismo.GORAN THERBORN (1985, p. 227)Los economistas de hoy ... <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> mucho mejor que antesel modo de funcionami<strong>en</strong>to real de la economía, por oposición asu modo de funcionami<strong>en</strong>to formal. Han oído hablar de la «economíaparalela», y puede que incluso de otras economías, y de unmontón de prácticas informales, pero muy ext<strong>en</strong>didas, sin las cualesnada funciona.MOSHE LEWIN <strong>en</strong> Kerblay (1983, p. xxn)ICuando hubo pasado la polvareda de las batallas de la guerra, primero, yde la guerra civil, después, a principios de los años veinte, y dejó de correr lasangre de los cadáveres y de las heridas, la mayor parte de lo que hasta 1914había sido el imperio ortodoxo ruso de los zares se mantuvo intacto comoimperio, pero bajo la autoridad de los bolcheviques y consagrado a la construcción<strong>del</strong> socialismo <strong>en</strong> el mundo. Fue el único de los antiguos imperiosdinástico-religiosos que sobrevivió a la primera guerra mundial, que hizo trizastanto al imperio otomano, cuyo sultán era el califa de todos los fielesmusulmanes, como al imperio de los Habsburgo, que mant<strong>en</strong>ía una relaciónespecial con la Iglesia de Roma. Ambos se desintegraron bajo el peso de la


EL «SOCIALISMO REAL» 3 7 3derrota. Que Rusia sobreviviera como una sola <strong>en</strong>tidad multiétnica que seext<strong>en</strong>día de la frontera con Polonia, al oeste, hasta la frontera con Japón, aleste, se debió muy probablem<strong>en</strong>te a la revolución de octubre, pues las t<strong>en</strong>sionesque habían acabado con los imperios anteriores aparecieron, o reaparecieron,<strong>en</strong> la Unión Soviética a fines de los och<strong>en</strong>ta, cuando el sistema comunistaque había mant<strong>en</strong>ido la unidad desde 1917 abdicó. Trajera lo que trajese elfuturo, lo que nació a principios de los años veinte fue un solo estado, muypobre y atrasado, mucho más atrasado que la Rusia de los zares, pero de <strong>en</strong>ormesdim<strong>en</strong>siones —«la sexta parte de la superficie mundial», como gustabande presumir los comunistas <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras—, dedicado a crearuna sociedad difer<strong>en</strong>te y opuesta a la <strong>del</strong> capitalismo.En 1945 las fronteras de la región que se escindía <strong>del</strong> mundo capitalistase ampliaron considerablem<strong>en</strong>te. En Europa pasaron a incluir toda la zonacompr<strong>en</strong>dida al este de una línea que iba, aproximadam<strong>en</strong>te, <strong>del</strong> río Elba <strong>en</strong>Alemania hasta el Adriático, incluy<strong>en</strong>do toda la p<strong>en</strong>ínsula balcánica m<strong>en</strong>osGrecia y la pequeña parte que Turquía conservaba <strong>en</strong> Europa. Polonia, Checoslovaquia,Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Albania pasaron a lazona socialista, así como la parte de Alemania ocupada por el ejército rojodespués de la guerra y convertida <strong>en</strong> la República Democrática Alemana<strong>en</strong> 1954. La mayoría de las zonas que Rusia perdió como consecu<strong>en</strong>cia de laguerra y la revolución después de 1917, y un par de territorios que anteshabían pert<strong>en</strong>ecido al imperio austrohúngaro, los recuperó también o losadquirió la Unión Soviética <strong>en</strong>tre 1939 y 1945. Mi<strong>en</strong>tras tanto, se produjouna <strong>en</strong>orme ampliación de la futura zona socialista <strong>en</strong> el Extremo Ori<strong>en</strong>tecon la llegada al poder de regím<strong>en</strong>es comunistas <strong>en</strong> China (1949) y <strong>en</strong> partede Corea (1945), y de lo que había sido la Indochina francesa (Vietnam,Laos, Camboya) después de una guerra de treinta años (1945-1975). La zonacomunista se amplió todavía un par de veces algo más tarde, <strong>en</strong> ambas ocasiones<strong>en</strong> el hemisferio occid<strong>en</strong>tal —Cuba (1959) y algunos países africanos<strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta—, pero, <strong>en</strong> lo es<strong>en</strong>cial, el área socialista había quedadoconfigurada al llegar a 1950. Gracias a la <strong>en</strong>orme población de China, incluíaaproximadam<strong>en</strong>te a la tercera parte de la población mundial, aunque el tamañomedio de los países socialistas, con la excepción de China, la URSS yVietnam (58 millones de habitantes) no era muy grande: su población iba <strong>del</strong>os 1,8 millones de habitantes de Mongolia a los 36 millones de Polonia.Esta era la parte <strong>del</strong> mundo cuyos sistemas sociales, a partir de un mom<strong>en</strong>todeterminado de los años ses<strong>en</strong>ta, pasaron a conocerse, <strong>en</strong> la terminologíaideológica soviética, como países <strong>del</strong> «socialismo real»; un términoambiguo que implicaba o sugería que podía haber otras clases distintas ymejores de socialismo, pero que <strong>en</strong> la práctica esta era la única que funcionaba.También fue esta la zona cuyos sistemas sociales y económicos, ademásde sus regím<strong>en</strong>es políticos, se desmoronaron por completo <strong>en</strong> Europa <strong>en</strong>el tránsito de la década de los och<strong>en</strong>ta a la de los nov<strong>en</strong>ta. En Ori<strong>en</strong>te, estossistemas políticos se mant<strong>en</strong>ían, aunque la reestructuración económica queempr<strong>en</strong>dieron repres<strong>en</strong>taba la liquidación <strong>del</strong> socialismo tal como hasta


374 LA EDAD DE ORO<strong>en</strong>tonces lo habían <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido esos regím<strong>en</strong>es, sobre todo China. Los regím<strong>en</strong>esdiseminados por el resto <strong>del</strong> mundo y que habían imitado el «socialismoreal» o se inspiraban <strong>en</strong> él, o se habían hundido o ya no les quedaba muchode vida.Lo primero que hay que decir acerca <strong>del</strong> área socialista es que durante lamayor parte de su exist<strong>en</strong>cia formó un subuniverso autónomo y <strong>en</strong> granmedida autosufici<strong>en</strong>te política y económicam<strong>en</strong>te. Sus relaciones con el restode la economía mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de lospaíses desarrollados, eran muy escasas. Incluso <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to culminante <strong>del</strong>a expansión <strong>del</strong> comercio mundial de la edad de oro, sólo alrededor de un4 por 100 de las exportaciones de las economías de mercado desarrolladasiba a parar a las «economías planificadas», y, llegados los och<strong>en</strong>ta, la proporciónde las exportaciones <strong>del</strong> tercer mundo que les llegaba no era muchomayor. Las economías socialistas <strong>en</strong>viaban una parte bastante mayor de susmodestas exportaciones al resto <strong>del</strong> mundo, pero, aun así, dos tercios de sucomercio internacional <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta (1965) se realizaba d<strong>en</strong>tro desu propia zona {UN International Trade, 1983, vol. 1, p. 1.046). 1Por razones evid<strong>en</strong>tes, había pocos movimi<strong>en</strong>tos humanos <strong>en</strong>tre el «primermundo» y el «segundo», aunque algunos países de la Europa <strong>del</strong> Esteempezaron a fom<strong>en</strong>tar la industria turística a partir de los años ses<strong>en</strong>ta. Laemigración y los desplazami<strong>en</strong>tos temporales a países no socialistas estabanestrecham<strong>en</strong>te vigilados, y a veces eran prácticam<strong>en</strong>te imposibles. Los sistemaspolíticos <strong>del</strong> mundo socialista, que eran básicam<strong>en</strong>te imitaciones <strong>del</strong> sistemasoviético, no t<strong>en</strong>ían equival<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> mundo. Se basaban <strong>en</strong> unpartido único fuertem<strong>en</strong>te jerarquizado y autoritario que monopolizaba elpoder estatal —<strong>en</strong> realidad, suplantaba <strong>en</strong> ocasiones al estado— y que gestionabauna economía de planificación c<strong>en</strong>tralizada, e imponía (por lo m<strong>en</strong>osteóricam<strong>en</strong>te) un credo marxista-l<strong>en</strong>inista único a los habitantes <strong>del</strong> país. Laseparación o autoseparaciónn <strong>del</strong> «campo socialista» (como pasó a llamarse<strong>en</strong> terminología soviética a partir de finales de los años cuar<strong>en</strong>ta) fue desmoronándosepoco a poco <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta. No obstante, el grado deignorancia e incompr<strong>en</strong>sión mutuas que persistía <strong>en</strong>tre los dos mundos eraextraordinario, sobre todo si t<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que esta es la época <strong>en</strong> la quetanto el transporte como las comunicaciones experim<strong>en</strong>taron una revolucióntotal. Durante largos períodos fue muy poca la información sobre sí mismosque esos países dejaron salir, y muy poca la <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo que dejaron<strong>en</strong>trar. A su vez, incluso a ciudadanos cultos y refinados <strong>del</strong> primer mundoque no fues<strong>en</strong> especialistas les parecía incompr<strong>en</strong>sible lo que veían u oían <strong>en</strong>países cuyo pasado y pres<strong>en</strong>te eran tan distintos <strong>del</strong> de los suyos, y cuyas l<strong>en</strong>guasles eran g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te desconocidas.Los motivos fundam<strong>en</strong>tales de separación de los dos «campos» eran sinduda políticos. Como hemos visto, después de la revolución de octubre la1. Los datos se refier<strong>en</strong>, estrictam<strong>en</strong>te hablando, a la URSS y a sus asociados, pero pued<strong>en</strong>servir como punto de refer<strong>en</strong>cia.


EL «SOCIALISMO REAL» 375Rusia soviética veía <strong>en</strong> el capitalismo al <strong>en</strong>emigo que había que derrocar loantes posible mediante la revolución universal. Pero la revolución no se produjo,y la Rusia de los soviets quedó aislada, rodeada por el mundo capitalista,muchos de cuyos gobiernos más poderosos deseaban impedir la consolidaciónde este c<strong>en</strong>tro mundial de la subversión, y eliminarlo lo antes posible. El merohecho de que la URSS no obtuviera el reconocimi<strong>en</strong>to diplomático de suexist<strong>en</strong>cia por parte de los Estados Unidos hasta 1933 demuestra su condicióninicial a! marg<strong>en</strong> de la ley. Además, incluso cuando L<strong>en</strong>in, siempre realista,estuvo dispuesto, y hasta ansioso, para hacer las mayores concesionesimaginables a los inversores extranjeros a cambio de su contribución al desarrolloeconómico de Rusia, se <strong>en</strong>contró con que nadie aceptaba su oferta. Asípues, la jov<strong>en</strong> URSS se vio obligada a empr<strong>en</strong>der un desarrollo autárquico,prácticam<strong>en</strong>te aislada <strong>del</strong> resto de la economía mundial, que, paradójicam<strong>en</strong>te,pronto le proporcionaría su argum<strong>en</strong>to ideológico más poderoso, al aparecerinmune a la gigantesca Depresión económica que asoló la economía capitalistadespués <strong>del</strong> crac de Wall Street de 1929.La política contribuyó una vez más a aislar la economía soviética <strong>en</strong> losaños treinta y todavía más la de la ext<strong>en</strong>sa zona soviética de después de1945. La guerra fría congeló las relaciones tanto políticas como económicas<strong>en</strong>tre ambos bandos. A efectos prácticos, todas las relaciones económicas <strong>en</strong>treellos, aparte de las más triviales (o inconfesables), t<strong>en</strong>ían que pasar porlos controles estatales impuestos por ambos. El comercio <strong>en</strong>tre los bloquesestaba <strong>en</strong> función de las relaciones políticas. No fue hasta los años set<strong>en</strong>ta yoch<strong>en</strong>ta cuando aparecieron indicios de que el universo autónomo <strong>del</strong> «camposocialista» se estaba integrando <strong>en</strong> la economía mundial. Visto <strong>en</strong> perspectiva,puede decirse que ese fue el principio <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> «socialismo real».Pero no existe ninguna razón teórica por la que la economía soviética, talcomo surgió de la revolución y la guerra civil, no hubiese podido evolucionar<strong>en</strong> relación más íntima con el resto de la economía mundial. Las economíasde planificación c<strong>en</strong>tralizada y las de corte occid<strong>en</strong>tal pued<strong>en</strong> estarestrecham<strong>en</strong>te vinculadas, como demuestra el caso de Finlandia, que <strong>en</strong> unmom<strong>en</strong>to determinado (1983) obt<strong>en</strong>ía la cuarta parte de sus importaciones <strong>del</strong>a URSS, a la que exportaba <strong>en</strong> una proporción similar. Sin embargo, el«campo socialista» <strong>del</strong> que se ocupan los historiadores es el que surgió realm<strong>en</strong>te,no el que habría podido existir.El hecho fundam<strong>en</strong>ta! de la Rusia soviética era que sus nuevos gobernantes,el Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese <strong>en</strong> el aislami<strong>en</strong>to,y m<strong>en</strong>os aún que se convirtiese <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de una economía colectivistaautárquica («el socialismo <strong>en</strong> un solo país»). Ninguna de las condiciones queMarx y sus seguidores habían considerado necesarias para el establecimi<strong>en</strong>tode una economía socialista estaban pres<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> esta masa ing<strong>en</strong>te de territorioque era un sinónimo de atraso social y económico <strong>en</strong> Europa. Los fundadores<strong>del</strong> marxismo creían que la función de una revolución <strong>en</strong> Rusia sería tansólo la de precipitar el estallido revolucionario <strong>en</strong> los países industrializadosmás avanzados, donde se daban las condiciones previas para la construcción


376 LA EDAD DE ORO<strong>del</strong> socialismo. Como hemos visto, eso fue exactam<strong>en</strong>te lo que se suponía queiba a ocurrir <strong>en</strong> 1917-1918, y lo que parecía justificar la polémica decisión—por lo m<strong>en</strong>os para los marxistas— de L<strong>en</strong>in de trazar la estrategia de losbolcheviques rusos para la conquista <strong>del</strong> poder soviético y <strong>del</strong> socialismo.Para L<strong>en</strong>in, Moscú sólo sería la sede temporal <strong>del</strong> socialismo hasta que pudiesetrasladarse a su capital perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Berlín. No es ninguna coincid<strong>en</strong>ciaque el idioma oficial de la Internacional Comunista, el estado mayor de larevolución mundial, fundada <strong>en</strong> 1919, no fuese el ruso, sino el alemán.Cuando resultó evid<strong>en</strong>te que la Rusia soviética iba a ser, y no por pocotiempo, el único país donde había triunfado la revolución proletaria, la únicapolítica lógica que podían hacer los bolcheviques era la de transformar sueconomía y sociedad de atrasada <strong>en</strong> moderna lo antes posible. La maneramás obvia de conseguirlo era combinar una of<strong>en</strong>siva g<strong>en</strong>eral contra el atrasocultural de las masas, contra su oscurantismo, ignorancia, analfabetismo ysuperstición, con una campaña <strong>en</strong> todos los fr<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> pos de la modernizacióntecnológica y de la revolución industrial. El comunismo soviético seconvirtió, por lo tanto, <strong>en</strong> un programa para transformar países atrasados <strong>en</strong>avanzados. Este énfasis <strong>en</strong> el crecimi<strong>en</strong>to económico ultrarrápido no carecíade atractivo, ni siquiera para el mundo capitalista, que vivía su era de lascatástrofes y buscaba desesperadam<strong>en</strong>te el modo de recuperar el dinamismoeconómico. Y, además de para la Europa occid<strong>en</strong>tal y para América <strong>del</strong>Norte, era un mo<strong>del</strong>o todavía más apropiado para los problemas <strong>del</strong> resto<strong>del</strong> mundo, que <strong>en</strong> su mayor parte reconocía su imag<strong>en</strong> <strong>en</strong> el atraso rural <strong>del</strong>a Rusia de los soviets. La fórmula soviética de desarrollo económico —unaplanificación estatal c<strong>en</strong>tralizada <strong>en</strong>caminada a la construcción ultrarrápidade las industrias básicas y las infraestructuras es<strong>en</strong>ciales para una sociedadindustrial moderna— parecía p<strong>en</strong>sada para ellos. Moscú no sólo resultaba unmo<strong>del</strong>o más atractivo que Detroit o Manchester por el hecho de ser antiimperialista,sino que parecía más adecuado para países que carecían tanto decapital privado como de un sector industrial privado ori<strong>en</strong>tado a la consecuciónde b<strong>en</strong>eficios. Esta idea de «socialismo» inspiró a una serie de excolonias que acababan de acceder a la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia después de la segundaguerra mundial, cuyos gobiernos rechazaban el sistema político comunista(véase el capítulo XII). Como los países que se unieron a este sistema erantambién economías primitivas y agrícolas, con la excepción de Checoslovaquia,de la futura República Democrática Alemana y, <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida, deHungría, la fórmula económica soviética también les parecía adecuada, y susnuevos gobernantes empr<strong>en</strong>dieron la tarea de construcción económica converdadero <strong>en</strong>tusiasmo. Además, la fórmula parecía eficaz. En el período de<strong>en</strong>treguerras, y sobre todo durante los años treinta, el ritmo de crecimi<strong>en</strong>tode la economía soviética superó al de los demás países, salvo Japón, y <strong>en</strong> losprimeros quince años que siguieron a la segunda guerra mundial las economías<strong>del</strong> «campo socialista» crecieron considerablem<strong>en</strong>te más deprisa que lasde Occid<strong>en</strong>te, hasta el punto de que dirig<strong>en</strong>tes soviéticos como Nikita Kruschevcreían sinceram<strong>en</strong>te que, de seguir la curva de crecimi<strong>en</strong>to al mismo


EL «SOCIALISMO REAL» 3 7 7ritmo, el socialismo superaría <strong>en</strong> producción al capitalismo <strong>en</strong> un futuroinmediato, como lo creía también el primer ministro británico Harold Macmillan.Más de un observador económico de los años cincu<strong>en</strong>ta se preguntabasi eso no llegaría a ocurrir.Es curioso que <strong>en</strong> la obra de Marx y Engels falte cualquier tipo de discusiónacerca de la «planificación», que se convertiría <strong>en</strong> el criterio es<strong>en</strong>cial<strong>del</strong> socialismo, o acerca de una industrialización con prioridad para la producciónpesada, aunque la planificación esté implícita <strong>en</strong> una economíasocializada. Pero antes de 1917 los socialistas, marxistas o no, habían estadodemasiado atareados combati<strong>en</strong>do al capitalismo como para p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> serio<strong>en</strong> el carácter de la economía que debía sustituirlo, y, después de octubre, elpropio L<strong>en</strong>in, después de mojar el pie, <strong>en</strong> expresión de su propia cosecha, <strong>en</strong>las profundas aguas <strong>del</strong> socialismo, no hizo ningún int<strong>en</strong>to de zambullirse<strong>en</strong> lo desconocido. Fue la crisis de la guerra civil la que le hizo <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarsedirectam<strong>en</strong>te al problema. La guerra condujo a la nacionalización de todaslas industrias a mediados de 1918 y al «comunismo de guerra», mediante elcual un estado bolchevique <strong>en</strong> pie de guerra organizó su lucha a vida o muertefr<strong>en</strong>te a la contrarrevolución y a la invasión extranjera, y se esforzó porobt<strong>en</strong>er los recursos necesarios para ello. Todas las economías de guerra,hasta <strong>en</strong> los países capitalistas, conllevan la planificación y la dirección de laeconomía por el estado. En realidad, la inspiración inmediata <strong>del</strong> concepto deplanificación de L<strong>en</strong>in era la economía de guerra de la Alemania de 1914-1918 (que, como hemos visto, es probable que no fuese el mejor mo<strong>del</strong>o desu tiempo y de su clase). Las economías de guerra comunistas t<strong>en</strong>dían por naturalezay por principio a sustituir la propiedad y la gestión privadas porlas públicas, y a prescindir <strong>del</strong> mercado y <strong>del</strong> mecanismo de los precios,sobre todo porque ninguno de estos elem<strong>en</strong>tos resultaba útil para improvisarla organización <strong>del</strong> esfuerzo nacional para la guerra de la noche a la mañana.De hecho, había comunistas idealistas como Nikolai Bujarin que veían <strong>en</strong> laguerra civil la oportunidad de establecer las estructuras c<strong>en</strong>trales de una utopíacomunista, y <strong>en</strong> la triste economía de crisis, de escasez g<strong>en</strong>eral perman<strong>en</strong>tey <strong>en</strong> la distribución no monetaria de productos de primera necesidadmediante el racionami<strong>en</strong>to —pan, ropa, billetes de autobús—, un anticipoespartano de este ideal social. En realidad, tras la victoria <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> soviético<strong>en</strong> la lucha de 1918-1920, era evid<strong>en</strong>te que el comunismo de guerra, pornecesario que hubiese sido <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to, no podía continuar, <strong>en</strong> parteporque los campesinos se sublevarían contra la confiscación militar de sugrano, que había sido la base <strong>del</strong> sistema, y los obreros, contra sus sufrimi<strong>en</strong>tos;y <strong>en</strong> parte también porque el comunismo de guerra no proporcionabaningún método eficaz para restaurar una economía que había quedadoprácticam<strong>en</strong>te destruida: la producción de hierro y acero había bajado de4,2 millones de toneladas <strong>en</strong> 1913 a 200.000 <strong>en</strong> 1920.Con su habitual realismo, L<strong>en</strong>in introdujo la Nueva Política Económica(NEP) <strong>en</strong> 1921, lo que significaba <strong>en</strong> la práctica el restablecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> mercadoy suponía una retirada <strong>del</strong> comunismo de guerra al «capitalismo de


3 7 8 LA EDAD DE OROestado». Fue <strong>en</strong> este mismo mom<strong>en</strong>to, <strong>en</strong> el que la economía rusa, ya de porsí retrógrada, había quedado reducida al 10 por 100 de su tamaño de antesde la guerra (véase el capítulo II), cuando la necesidad de proceder a unaindustrialización masiva mediante la planificación estatal se convirtió <strong>en</strong>una clara prioridad para el gobierno soviético. Y aunque la NEP desmantelaseel comunismo de guerra, el control y la coacción <strong>del</strong> estado siguió si<strong>en</strong>doel único mo<strong>del</strong>o conocido de una economía <strong>en</strong> que propiedad y gestiónhabían sido socializados. La primera institución planificadora, la ComisiónEstatal para la Electrificación de Rusia (GOELRO), creada <strong>en</strong> 1920, t<strong>en</strong>íapor objetivo la modernización tecnológica, pero la Comisión de PlanificaciónEstatal, organizada <strong>en</strong> 1921 (Gosplan), t<strong>en</strong>ía objetivos más g<strong>en</strong>erales, ycontinuó existi<strong>en</strong>do con ese nombre hasta el fin de la URSS. Se convirtió <strong>en</strong>el antepasado e inspirador de todas las instituciones estatales de planificación,o incluso de las dedicadas al control macroeconómico de la economíade los estados <strong>del</strong> siglo xx.La NEP fue un tema de acalorada discusión <strong>en</strong> la Rusia de los añosveinte, y volvió a serlo <strong>en</strong> los años de Gorbachov, a principios de losoch<strong>en</strong>ta, pero por la razón contraria. En los años veinte se veía como unaderrota <strong>del</strong> comunismo, o por lo m<strong>en</strong>os como una desviación <strong>en</strong> la marchahacia el socialismo, fuera <strong>del</strong> camino principal, al que era necesario regresarde un modo u otro. Los radicales, como Trotsky, querían romper loantes posible con la NEP y empr<strong>en</strong>der una campaña de industrializaciónacelerada, que fue la política que acabó adoptando Stalin. Los moderados,con Bujarin a la cabeza, que había dejado atrás el ultrarradicalismo de losaños <strong>del</strong> comunismo de guerra, eran pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>tes de las limitacionespolíticas y económicas con que el gobierno bolchevique t<strong>en</strong>ía queactuar <strong>en</strong> un país más dominado incluso por la agricultura que antes de larevolución, y eran partidarios de una transformación gradual. L<strong>en</strong>in nopudo expresar adecuadam<strong>en</strong>te su punto de vista después de sufrir un ataquede parálisis <strong>en</strong> 1922 —sobrevivió solam<strong>en</strong>te hasta principios de 1924—,pero, mi<strong>en</strong>tras pudo hacerlo, parece haber sido partidario de la postura gradualista.Por otro lado, las polémicas de los años och<strong>en</strong>ta eran análisisretrospectivos <strong>en</strong> busca de una alternativa <strong>en</strong> la historia socialista al estalinismoque sucedió a la NEP, una vía hacia el socialismo difer<strong>en</strong>te de la quehabían propuesto tanto la izquierda como la derecha bolcheviques <strong>en</strong> losaños veinte. Visto retrospectivam<strong>en</strong>te, Bujarin se convirtió <strong>en</strong> una especiede proto-Gorbachov.Estas polémicas son hoy <strong>en</strong> día irrelevantes. Si miramos hacia atrás,podemos ver que la justificación original de la decisión de establecer ungobierno socialista <strong>en</strong> Rusia desapareció cuando la «revolución proletaria»no consiguió adueñarse de Alemania. Y lo que es peor: Rusia, tras la guerracivil, se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> ruinas y mucho más atrasada que <strong>en</strong> la época de loszares. Es cierto que el zar, y la nobleza, grande y pequeña, habían desaparecido.Dos millones de personas emigraron, privando de paso al estado soviéticode una gran proporción de sus cuadros más preparados. Y también desa-


EL «SOCIALISMO REAL» 3 7 9parecieron el desarrollo industrial de la época zarista, y la mayor parte de losobreros industriales que formaban la base sociopolítica <strong>del</strong> Partido Bolchevique,muertos o dispersados por la revolución y la guerra civil, o trasladadosa las oficinas <strong>del</strong> estado y <strong>del</strong> partido. Lo que quedaba era una Rusia todavíamás anclada <strong>en</strong> el pasado, la masa inmóvil e inalterable <strong>del</strong> campesinado <strong>en</strong>las comunidades rurales restauradas, a qui<strong>en</strong>es la revolución (contra los criteriosmarxistas tradicionales) había dado tierras, o mejor, cuya ocupación yreparto de la tierra <strong>en</strong> 1917-1918 se había aceptado como el precio necesariode la victoria y la superviv<strong>en</strong>cia. En muchos s<strong>en</strong>tidos la NEP fue una breveedad de oro para la Rusia rural. Por <strong>en</strong>cima de esta masa estaba el PartidoBolchevique, que ya no repres<strong>en</strong>taba a nadie. Tal como reconoció L<strong>en</strong>in consu lucidez habitual, todo lo que el partido t<strong>en</strong>ía a su favor era el hecho dehaber sido y, con toda probabilidad, de continuar si<strong>en</strong>do el gobierno aceptadoy consolidado <strong>del</strong> país; nada más. Aun así, lo que gobernaba de hecho elpaís era una plétora de burócratas grandes o pequeños, cuyo nivel medio decultura y cualificaciones era aún más bajo que antes.¿Qué opciones t<strong>en</strong>ía ese régim<strong>en</strong>, que se <strong>en</strong>contraba, además, aislado yboicoteado por los gobiernos y los capitalistas extranjeros, preocupados porlos activos y las inversiones rusas expropiados por la revolución? La NEPtuvo un verdadero éxito <strong>en</strong> su empeño por restaurar la economía soviéticaa partir de su estado ruinoso de 1920. Al llegar a 1926, la producción industrialsoviética había recuperado más o m<strong>en</strong>os el nivel de antes de la guerra,aunque eso no quería decir mucho. La población de la URSS seguía si<strong>en</strong>dotan abrumadoram<strong>en</strong>te rural como <strong>en</strong> 1913 (el 82 por 100 <strong>en</strong> ambos casos)(Bergson y Levine, 1983, p. 100; Nove, 1969), y de hecho sólo un 7,5 por100 de la población trabajaba fuera <strong>del</strong> sector agrícola. Lo que el campesinadoquería v<strong>en</strong>der a las ciudades; lo que quería comprarles; la parte de susingresos que quería ahorrar; y cuántos de los muchos millones que habíandecidido alim<strong>en</strong>tarse a sí mismos <strong>en</strong> los pueblos antes que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a lamiseria <strong>en</strong> la ciudad querían abandonar las granjas: todo eso era determinantepara el futuro económico de Rusia, pues, aparte de los ingresos estatales <strong>en</strong>concepto de impuestos, el país no t<strong>en</strong>ía otra fu<strong>en</strong>te de inversiones y demano de obra. Dejando a un lado las consideraciones políticas, la continuaciónde la NEP, con o sin <strong>en</strong>mi<strong>en</strong>das, habría producido <strong>en</strong> el mejor de loscasos un ritmo de industrialización modesto. Además, hasta que hubiese undesarrollo industrial mucho mayor, era muy poco lo que los campesinospodían comprar <strong>en</strong> las ciudades y que podía t<strong>en</strong>tarles a v<strong>en</strong>der sus exced<strong>en</strong>tesantes que comérselos y bebérselos <strong>en</strong> los pueblos. Este hecho (conocidopor «crisis de las tijeras») sería la soga que acabaría estrangulando a la NEP.Ses<strong>en</strong>ta años después, unas «tijeras» parecidas, aunque proletarias, desestabilizaríanla perestroika de Gorbachov, al preguntarse los trabajadores soviéticospor qué t<strong>en</strong>ían que aum<strong>en</strong>tar la productividad para ganar salarios másaltos, si la economía no producía artículos de consumo que comprar con esosaum<strong>en</strong>tos salariales Pero ¿cómo podían producirse esos artículos, a m<strong>en</strong>osque los trabajadores soviéticos aum<strong>en</strong>tas<strong>en</strong> la productividad?


380 LA EDAD DE OROPor consigui<strong>en</strong>te, no resultaba muy probable que la NEP —es decir, uncrecimi<strong>en</strong>to económico equilibrado, basado <strong>en</strong> una economía agrícola demercado dirigida desde arriba por el estado— se consolidara como una estrategiaduradera. Para un régim<strong>en</strong> comprometido con el socialismo, <strong>en</strong> todocaso, los argum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> su contra eran contund<strong>en</strong>tes. Las escasas fuerzasdedicadas a la construcción de la nueva sociedad ¿no quedarían a merced <strong>del</strong>a producción de mercancías <strong>en</strong> pequeña escala y de la pequeña empresa, queacabarían reg<strong>en</strong>erando el capitalismo que la revolución acababa de derrocar?Y, sin embargo, lo que hacía vacilar al Partido Bolchevique era el coste previsiblede la alternativa: la industrialización forzosa implicaba una segundarevolución, pero esta vez no desde abajo, sino impuesta por el poder <strong>del</strong> estadodesde arriba.Stalin, que presidió la edad de hierro de la URSS que vino a continuación,fue un autócrata de una ferocidad, una crueldad y una falta de escrúpulosexcepcionales o, a decir de algunos, únicas. Pocos hombres han manipuladoel terror <strong>en</strong> tal escala. No cabe duda de que, bajo el liderazgo de alguna otrafigura <strong>del</strong> Partido Bolchevique, los sufrimi<strong>en</strong>tos de los pueblos de la URSShabrían sido m<strong>en</strong>ores, al igual que la cantidad de víctimas. No obstante, cualquierpolítica de modernización acelerada de la URSS, <strong>en</strong> las circunstanciasde la época, habría resultado forzosam<strong>en</strong>te despiadada, porque había queimponerla <strong>en</strong> contra de la mayoría de la población, a la que se cond<strong>en</strong>aba agrandes sacrificios, impuestos <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida por la coacción. La economíade dirección c<strong>en</strong>tralizada responsable mediante los «planes» de llevar a caboesta of<strong>en</strong>siva industriahzadora estaba más cerca de una operación militar quede una empresa económica. Por otro lado, al igual que sucede con las empresasmilitares que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una legitimidad moral popular, la industrializaciónsalvaje de los primeros planes quinqu<strong>en</strong>ales (1929-1941) ganó apoyo graciasa la «sangre, sudor y lágrimas» que impuso a la g<strong>en</strong>te. Como sabía Churchill,el sacrificio <strong>en</strong> sí puede motivar. Por difícil que resulte de creer, hasta el sistemaestalinista, que volvió a convertir a los campesinos <strong>en</strong> siervos de la glebae hizo que partes importantes de la economía dep<strong>en</strong>dieran de una mano deobra reclusa de <strong>en</strong>tre cuatro y trece millones de personas (los gulags) (Van derLind<strong>en</strong>, 1993), contó, casi con toda certeza, con un apoyo sustancial, aunqu<strong>en</strong>o <strong>en</strong>tre el campesinado (Fitzpatrick, 1994).La «economía planificada» de los planes quinqu<strong>en</strong>ales que sustituyó a laNEP <strong>en</strong> 1928 era un mecanismo rudim<strong>en</strong>tario, mucho más rudim<strong>en</strong>tario quelos cálculos de los economistas pioneros <strong>del</strong> Gosplan de los años veinte, que asu vez eran más rudim<strong>en</strong>tarios que los mecanismos de planificación de quedispon<strong>en</strong> los gobiernos y las grandes empresas de finales <strong>del</strong> siglo xx. Sutarea es<strong>en</strong>cial era la de crear nuevas industrias más que gestionarlas, dandomáxima prioridad a las industrias pesadas básicas y a la producción de <strong>en</strong>ergía,que eran la base de todas las grandes economías industriales: carbón,hierro y acero, electricidad, petróleo, etc. La riqueza excepcional de la URSS<strong>en</strong> las materias primas adecuadas hacía esta elección tan lógica como práctica.Al igual que <strong>en</strong> una economía de guerra —y la economía dirigida sovié-


EL «SOCIALISMO REAL» 381tica era una especie de economía de guerra—, los objetivos de producción sepued<strong>en</strong> y a veces se deb<strong>en</strong> fijar sin t<strong>en</strong>er «n cu<strong>en</strong>ta el coste, ni la relacióncoste-eficacia, ya que el criterio es si se cumpl<strong>en</strong>, y cuándo. Como <strong>en</strong> todalucha a vida o muerte, el método más eficaz para cumplir los objetivos y lasfechas es dar órd<strong>en</strong>es urg<strong>en</strong>tes que produzcan paroxismos de actividad. Lacrisis es su forma de gestión. La economía soviética se consolidó como unaserie de procesos rutinarios interrumpidos de vez <strong>en</strong> cuando por «esfuerzosde choque» casi institucionalizados <strong>en</strong> respuesta a las órd<strong>en</strong>es de la autoridadsuperior. Nikita Kruschev se desesperaría más tarde buscando una forma dehacer que el sistema funcionase sin que fuera «a gritos» (Kruschev, 1990,p. 18). Antes, Stalin había explotado este método fijando a sabi<strong>en</strong>das objetivosque no eran realistas para estimular esfuerzos sobrehumanos.Además, los objetivos, una vez fijados, t<strong>en</strong>ían que <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlos y cumplirlos,hasta <strong>en</strong> las más recónditas avanzadillas de la producción <strong>en</strong> el interior deAsia, administradores, ger<strong>en</strong>tes, técnicos y trabajadores que, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong>la primera g<strong>en</strong>eración, carecían de experi<strong>en</strong>cia y de formación, y estaban másacostumbrados a manejar arados que máquinas. (El caricaturista David Low,que visitó la URSS a principios de los años treinta, hizo un dibujo de unamuchacha de una granja colectiva «int<strong>en</strong>tando por descuido ordeñar un tractor».)Esto eliminaba todo rastro de sofisticación, m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los niveles másaltos, que, por eso mismo, cargaban con la responsabilidad de una c<strong>en</strong>tralizacióncada vez más absoluta. Al igual que Napoleón y su jefe de estado mayorhabían t<strong>en</strong>ido que comp<strong>en</strong>sar a veces las defici<strong>en</strong>cias técnicas de sus mariscales,oficiales de combate sin ap<strong>en</strong>as formación que habían sido promovidosdesde las más bajas graduaciones, <strong>del</strong> mismo modo todas las decisiones pasarona conc<strong>en</strong>trarse cada vez más <strong>en</strong> el vértice <strong>del</strong> sistema soviético. La fuertec<strong>en</strong>tralización <strong>del</strong> Gosplan comp<strong>en</strong>saba la escasez de gestores. El inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tede este proceder era la <strong>en</strong>orme burocratizacion <strong>del</strong> aparato económico,así como <strong>del</strong> conjunto <strong>del</strong> sistema. 2Mi<strong>en</strong>tras la economía se mantuvo a un nivel de semisubsist<strong>en</strong>cia y sólotuvo que poner los cimi<strong>en</strong>tos de la industria moderna, este sistema improvisado,que se desarrolló sobre todo <strong>en</strong> los años treinta, funcionó. Incluso llegóa desarrollar una cierta flexibilidad, de forma igualm<strong>en</strong>te rudim<strong>en</strong>taria: lafijación de una serie de objetivos no interfería necesariam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la fijaciónde otra serie de objetivos, como ocurriría <strong>en</strong> el complejo laberinto de unaeconomía moderna. En realidad, para un país atrasado y primitivo, car<strong>en</strong>te detoda asist<strong>en</strong>cia exterior, la industrialización dirigida, pese a su despilfarro eineficacia, funcionó de una forma impresionante. Convirtió a la URSS <strong>en</strong>una economía industrial <strong>en</strong> pocos años, capaz, a difer<strong>en</strong>cia de la Rusia de loszares, de sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania, pese a la pérdida temporalde zonas que compr<strong>en</strong>dían un tercio de la población y más de la mitad2. «Si hay que dar instrucciones sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te claras a cada sector productivo importantey a cada unidad de producción, y <strong>en</strong> aus<strong>en</strong>cia de una planificación a varios niveles, <strong>en</strong>tonceses inevitable que el c<strong>en</strong>tro cargue con una masa colosal de trabajo» (Dyker, 1985, p. 9).


382 LA EDAD DE OROde las fábricas de muchas industrias. Hay que añadir que <strong>en</strong> pocos regím<strong>en</strong>esla g<strong>en</strong>te hubiera podido o querido soportar los sacrificios <strong>del</strong> esfuerzo deguerra soviético (véase Milward, 1979, pp. 92-97), o los de los años treinta.Pero si el sistema mant<strong>en</strong>ía el nivel de consumo de la población bajo mínimos—<strong>en</strong> 1940 la economía produjo poco más de un par de zapatos por habitantede la URSS—, les garantizaba <strong>en</strong> cambio un mínimo social. Les dabatrabajo, comida, ropa y vivi<strong>en</strong>da de acuerdo con precios y salarios controlados(esto es, subsidiados), p<strong>en</strong>siones, at<strong>en</strong>ción sanitaria y cierto igualitarismo,hasta que el sistema de recomp<strong>en</strong>sas y privilegios especiales para lanom<strong>en</strong>klatura se descontroló tras la muerte de Stalin. Con mucha mayorg<strong>en</strong>erosidad, proporcionaba también educación. La transformación de unpaís <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a parte analfabeto <strong>en</strong> la moderna URSS fue, se mire como semire, un logro gigantesco. Y para los millones de aldeanos para los que,incluso <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos más difíciles, el desarrollo soviético repres<strong>en</strong>tó laapertura de nuevos horizontes, una escapatoria <strong>del</strong> oscurantismo y la ignoranciahacia la ciudad, la luz y el progreso, por no hablar de la promociónpersonal y la posibilidad de hacer carrera, los argum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> favor de la nuevasociedad resultaban convinc<strong>en</strong>tes. Por otra parte, tampoco conocían otra.Sin embargo, este éxito no se hizo ext<strong>en</strong>sivo a la agricultura y a qui<strong>en</strong>esvivían de ella, ya que la industrialización se hizo a costa de la explotación<strong>del</strong> campesinado. Poco se puede decir <strong>en</strong> favor de la política agraria soviética,salvo, tal vez, que los campesinos no fueron los únicos que cargaron conla «acumulación primitiva socialista», por citar la fórmula favorita, según sedice, 3 de un seguidor de Trotsky: a los obreros también les tocó asumir <strong>en</strong>parte la carga de g<strong>en</strong>erar recursos destinados a una futura reinversión.Los campesinos —la mayoría de la población— no sólo pert<strong>en</strong>ecían auna categoría legal y política inferior, por lo m<strong>en</strong>os hasta la Constitución de1936 (totalm<strong>en</strong>te inoperante); no sólo t<strong>en</strong>ían que pagar más impuestosa cambio de m<strong>en</strong>os protección, sino que la política agrícola que sustituyó ala NEP, la colectivización forzosa de la tierra <strong>en</strong> cooperativas o granjas estatales,fue <strong>en</strong>tonces, y seguiría siéndolo más tarde, un desastre. Su efectoinmediato fue el desc<strong>en</strong>so de la producción de cereales y la reducción a lamitad de la cabana ganadera, lo que provocó una terrible hambruna <strong>en</strong>1932-1933. La colectivización hizo disminuir la ya de por sí baja productividadde la agricultura rusa, que no volvió a alcanzar el nivel de la NEP hasta1940 o, si t<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta los desastres posteriores de la segunda guerramundial, hasta 1950 (Turna, 1965, p. 102). La colosal mecanización queint<strong>en</strong>tó comp<strong>en</strong>sar estas car<strong>en</strong>cias fue también, y ha seguido siéndolo, colosalm<strong>en</strong>teineficaz. Después de una etapa prometedora <strong>en</strong> la posguerra, <strong>en</strong> quela economía soviética llegó a producir modestos exced<strong>en</strong>tes de cereales destinadosa la exportación —aunque la URSS no llegase a parecer nunca un3. Según Marx, la «acumulación primitiva» mediante la expropiación y el pillaje fu<strong>en</strong>ecesaria para permitir al capitalismo adquirir el capital cuya acumulación se efectuaría luego deforma <strong>en</strong>dóg<strong>en</strong>a.


EL «SOCIALISMO REAL» 383exportador importante, como lo había sido la Rusia de los zares—, la agriculturasoviética dejó de ser capaz de alim<strong>en</strong>tar a la población. A partir de losafios set<strong>en</strong>ta dep<strong>en</strong>dió <strong>del</strong> mercado mundial de cereales para cubrir a veceshasta la cuarta parte de sus necesidades. De no ser por la ligera relajación <strong>del</strong>sistema colectivista, que permitió a los campesinos producir para el mercado<strong>en</strong> las pequeñas parcelas de su propiedad —que constituían aproximadam<strong>en</strong>teel 4 por 100 de la superficie cultivada <strong>en</strong> 1938—, los consumidores soviéticoshabrían t<strong>en</strong>ido poco que comer, salvo pan negro. En resum<strong>en</strong>, la URSScambió una agricultura campesina inefici<strong>en</strong>te por una agricultura colectivistainefici<strong>en</strong>te a un precio <strong>en</strong>orme.Como tantas veces ocurre, este hecho reflejaba las condiciones sociales ypolíticas de la Rusia soviética más que el carácter <strong>del</strong> propio proyecto bolchevique.La creación de cooperativas y la colectivización, combinadas <strong>en</strong>mayor o m<strong>en</strong>or medida con la agricultura privada —o incluso, como <strong>en</strong> elcaso de los kibbuzim israelíes, más comunistas que todo lo exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> laURSS—, puede t<strong>en</strong>er éxito, mi<strong>en</strong>tras que la agricultura campesina se hamostrado con frecu<strong>en</strong>cia más capaz de sacar subsidios a los gobiernos queb<strong>en</strong>eficios a la tierra. 4 Sin embargo, <strong>en</strong> la URSS no cabe duda de que la políticaagrícola fue un fracaso, que, sin embargo, copiaron con demasiada frecu<strong>en</strong>cia,por lo m<strong>en</strong>os al principio, los regím<strong>en</strong>es socialistas posteriores.El otro aspecto <strong>del</strong> desarrollo soviético <strong>en</strong> favor <strong>del</strong> cual puede decirsepoco es la <strong>en</strong>orme e inflada burocratizacion <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drada por la c<strong>en</strong>tralizaciónestatal, con la que no pudo ni siquiera Stalin. Se ha sugerido incluso, con lamás absoluta seriedad, que el gran terror de la segunda mitad de los añostreinta fue un método desesperado de Stalin para «v<strong>en</strong>cer al laberinto burocráticoy la artera habilidad con que éste eludía la mayor parte de controles yórd<strong>en</strong>es <strong>del</strong> gobierno» (Lewin, 1991, p. 17), o por lo m<strong>en</strong>os para impedir queacabara adueñándose <strong>del</strong> poder, convertido <strong>en</strong> un aparato de gobierno osificado,como terminó sucedi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la época de Brezhnev. Todo int<strong>en</strong>to dehacer más flexible y efici<strong>en</strong>te la administración no hacía más que hincharla yhacerla aún más indisp<strong>en</strong>sable. A finales de los años treinta, creció dos vecesy media por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> ritmo medio de creación de empleo. Poco antes de laguerra había ya más de un administrador por cada dos trabajadores manuales(Lewin, 1991). En época de Stalin, los cuadros de los niveles superiores <strong>del</strong>escalafón eran, como se ha dicho, «esclavos de un poder único, siempre alborde <strong>del</strong> desastre. Su poder y sus privilegios quedaban oscurecidos por lapres<strong>en</strong>cia constante de un mem<strong>en</strong>to morí». Después de Stalin, o más bi<strong>en</strong>después de la eliminación <strong>del</strong> último «gran jefe», Nikita Kruschev, <strong>en</strong> 1964,ya no había nada <strong>en</strong> el sistema que impidiese su estancami<strong>en</strong>to.4. Así, por ejemplo, <strong>en</strong> la primera mitad de los años och<strong>en</strong>ta, Hungría, con una gran cantidadde explotaciones agrícolas colectivas, exportaba más productos agrícolas que Francia, pesea contar con una superficie cultivable de poco más de la cuarta parte de la francesa, y casi eldoble (<strong>en</strong> valor) de lo que exportaba Polonia, con una superficie cultivada casi tres veces mayorque la de Hungría. Las explotaciones polacas, al igual que las francesas, no eran colectivas(FAO Production, 1986; FAO Trade, vol. 40, 1986).


384 LA EDAD DE OROEl tercer inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te <strong>del</strong> sistema, y el que acabó por hundirlo, era suinflexibilidad. Estaba concebido para g<strong>en</strong>erar un aum<strong>en</strong>to constante de laproducción de bi<strong>en</strong>es cuya naturaleza y calidad había sido predeterminada,pero no estaba dotado de mecanismo externo alguno para variar la cantidad(salvo para aum<strong>en</strong>tarla) ni la calidad, ni para innovar. En realidad, el sistemano sabía qué hacer con los inv<strong>en</strong>tos, y no los utilizaba <strong>en</strong> la economía civil,a difer<strong>en</strong>cia de lo que ocurría <strong>en</strong> el complejo militar-industrial. 5 En cuanto alos consumidores, no contaban ni con un mercado, que habría indicado susprefer<strong>en</strong>cias, ni con un trato de favor <strong>en</strong> el sistema económico ni, como veremos,<strong>en</strong> el político; al contrario, la maquinaria planificadora reproducía lat<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> sistema hacia un máximo increm<strong>en</strong>to de los bi<strong>en</strong>es de equipo.Lo más que puede decirse es que, a medida que la economía fue desarrollándose,produjo más artículos de consumo, aunque la estructura industrialsiguiese favoreci<strong>en</strong>do los bi<strong>en</strong>es de equipo. De todos modos, el sistema dedistribución era tan malo y, sobre todo, el sistema de organización de los serviciosera de una nulidad tal, que el aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> nivel de vida <strong>en</strong> la URSS—y la mejoría de los años cuar<strong>en</strong>ta a los set<strong>en</strong>ta fue muy notable— sólopudo darse con la colaboración, o tal vez gracias a la interv<strong>en</strong>ción, de unaext<strong>en</strong>sa economía «paralela» o «sumergida», que creció rápidam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>especial a partir de fines de los años ses<strong>en</strong>ta. Dado que las economías extraoficialesno figuran, por definición, <strong>en</strong> los docum<strong>en</strong>tos oficiales, sólo podemoshacer conjeturas sobre su tamaño, pero a fines de los años set<strong>en</strong>ta se calculabaque la población urbana soviética gastaba unos veinte mil millones derublos <strong>en</strong> artículos de consumo y servicios médicos y legales privados, yunos siete mil millones de rublos <strong>en</strong> «propinas» para asegurarse de ser at<strong>en</strong>dida(Alexeev, 1990), una suma comparable, por aquel <strong>en</strong>tonces, al total deimportaciones <strong>del</strong> país.En resum<strong>en</strong>, el sistema soviético estaba p<strong>en</strong>sado para industrializar unpaís muy atrasado y subdesarrollado lo más rápidam<strong>en</strong>te posible, dando pors<strong>en</strong>tado que la población se conformaría con un nivel de vida que garantizabaunos mínimos sociales y que se hallaba algo por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> de subsist<strong>en</strong>cia,si bi<strong>en</strong> su nivel exacto dep<strong>en</strong>día de lo que sobrara <strong>en</strong> una economía organizadapara una continua industrialización. Por más inefici<strong>en</strong>te y derrochador quefuera el sistema, estos objetivos se cumplieron. En 1913, el imperio de loszares, con el 9,4 por 100 de la población mundial, g<strong>en</strong>eraba el 6 por 100 <strong>del</strong>total de las «r<strong>en</strong>tas nacionales» <strong>del</strong> mundo y el 3,6 por 100 de la producciónindustrial. En 1986 la URSS, con m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 6 por 100 de la población <strong>del</strong>planeta, g<strong>en</strong>eraba el 14 por 100 de las «r<strong>en</strong>tas nacionales» <strong>del</strong> mundo y el14,6 por 100 de la producción industrial. (Pero obt<strong>en</strong>ía tan sólo una parte unpoco mayor de la producción agrícola mundial.) (Bolotin, 1987, pp. 148-152.)Rusia se había transformado <strong>en</strong> una gran pot<strong>en</strong>cia industrial, y, de hecho,su condición de superpot<strong>en</strong>cia, mant<strong>en</strong>ida a lo largo de casi medio5. «Sólo un tercio <strong>del</strong> total de inv<strong>en</strong>tos llegaban a aplicarse <strong>en</strong> la economía, y aun <strong>en</strong> talescasos, raram<strong>en</strong>te se difundían» (Vernikov, 1989, p. 7). Los datos parec<strong>en</strong> referirse a 1986.


EL «SOCIALISMO REAL» 3 8 5siglo, se basaba <strong>en</strong> este éxito. Sin embargo, y contrariam<strong>en</strong>te a lo que esperabanlos comunistas, el motor <strong>del</strong> desarrollo económico soviético estabadiseñado de tal modo, que fr<strong>en</strong>aba <strong>en</strong> lugar de acelerar cuando, después deque el vehículo había avanzado cierta distancia, el conductor apretaba el acelerador.Su dinamismo cont<strong>en</strong>ía el mecanismo de su propio agotami<strong>en</strong>to.Y este era el sistema que, a partir de 1944, se convirtió <strong>en</strong> un mo<strong>del</strong>o para laseconomías <strong>en</strong> las que vivía un tercio <strong>del</strong> género humano.Sin embargo, la revolución soviética también desarrollo un sistema políticomuy especial. Los movimi<strong>en</strong>tos populares de izquierdas de Europa,incluy<strong>en</strong>do los movimi<strong>en</strong>tos obreros y socialistas marxistas a los que pert<strong>en</strong>ecíael Partido Bolchevique, bebían de dos tradiciones: la democraciaelectiva y, <strong>en</strong> ocasiones, directa, y la ejecución de acciones revolucionariasdirigidas de forma c<strong>en</strong>tralizada, her<strong>en</strong>cia de la etapa jacobina de la revoluciónfrancesa. Los movimi<strong>en</strong>tos obreros y socialistas de masas que surgieroncasi por doquier <strong>en</strong> Europa a finales <strong>del</strong> siglo xix, ya <strong>en</strong> forma de partidos,sindicatos y cooperativas, ya como la combinación de todo esto, eran profundam<strong>en</strong>tedemocráticos tanto <strong>en</strong> su estructura interna como <strong>en</strong> sus aspiracionespolíticas. En los países donde todavía no existían constituciones basadas<strong>en</strong> un amplio sufragio, se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong>tre las fuerzas que luchaban conmás empeño por ellas. A difer<strong>en</strong>cia de los anarquistas, los marxistas estabanfundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tregados a la acción política. El sistema político de laURSS, que más tarde se transferiría al mundo socialista, rompió abruptam<strong>en</strong>tecon la verti<strong>en</strong>te democrática de los movimi<strong>en</strong>tos socialistas, aunquesiguió <strong>en</strong> teoría apoyándola, de forma cada vez más académica. 6 Fue inclusomucho más allá de la her<strong>en</strong>cia jacobina, que, pese a su empeño por el rigorrevolucionario y la acción más despiadada, no era favorable a las dictaduraspersonales. En resum<strong>en</strong>, <strong>del</strong> mismo modo <strong>en</strong> que la economía soviética erauna economía dirigida, la política soviética era también una política dirigida.Esta evolución reflejaba por una parte la historia <strong>del</strong> Partido Bolchevique,por otra, las crisis y las prioridades urg<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> jov<strong>en</strong> régim<strong>en</strong> soviéticoy también las peculiaridades <strong>del</strong> ex seminarista de Georgia, hijo de unzapatero borrachín, que se convirtió <strong>en</strong> el dictador de la URSS con el nombre,de su propia elección, de «hombre de acero»: J. V. Stalin (1879-1953).El mo<strong>del</strong>o l<strong>en</strong>inista de «partido de vanguardia», una organización disciplinaday efici<strong>en</strong>te de revolucionarios profesionales, con la misión de llevar acabo las tareas que les asignase la dirección c<strong>en</strong>tral, era pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te autoritario,como señalaron desde el principio muchos marxistas rusos revolucionarios.¿Qué podría fr<strong>en</strong>ar la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a la sustitución de las masas por el6. Así, por ejemplo, el c<strong>en</strong>tralismo autoritario tan típico de los partidos comunistas conservóla d<strong>en</strong>ominación oficial de «c<strong>en</strong>tralismo democrático», y la Constitución soviética de 1936es, sobre el papel, una Constitución típicam<strong>en</strong>te democrática, con tanta cabida para la democraciapluripartidista como, por ejemplo, la democracia norteamericana. No era esta una simplePolítica de aparador, ya que gran parte <strong>del</strong> texto constitucional la redactó Nikolai Bujarin, qui<strong>en</strong>,si<strong>en</strong>do un viejo revolucionario marxista de los de antes de 1917, sin duda creía que una Constituciónde este tipo era la adecuada para una sociedad socialista.


386 LA EDAD DE OROpartido que aseguraba liderarlas, de sus miembros —o mejor, de los congresos<strong>en</strong> que expresaban sus puntos de vista— por los comités (elegidos), <strong>del</strong>comité c<strong>en</strong>tral por los dirig<strong>en</strong>tes efectivos, hasta que el dirig<strong>en</strong>te único (<strong>en</strong>teoría elegido) acabase reemplazándolos a todos? El peligro, como se vio, nodejaba de existir por el hecho de que L<strong>en</strong>in ni quisiera ni estuviera <strong>en</strong> situaciónde ser un dictador, ni por el hecho de que el Partido Bolchevique, aligual que todas las organizaciones de ideología izquierdista, no operase comoun estado mayor militar sino como un grupo de discusión perman<strong>en</strong>te. Esepeligro se hizo más inmediato después de la revolución de octubre, al pasarlos bolcheviques de ser un grupo de unos miles de activistas clandestinos aun partido de masas de ci<strong>en</strong>tos de miles, y, al final, de millones de activistasprofesionales, administradores, ejecutivos y supervisores, que sumergió a la«vieja guardia» y a los demás socialistas de antes de 1917 que se les habíanunido, como León Trotsky. Esa g<strong>en</strong>te no compartía la vieja cultura políticade la izquierda. Todo lo que sabían era que el partido t<strong>en</strong>ía razón y que lasdecisiones de la autoridad superior debían cumplirse si se quería salvar larevolución.Cualquiera que fuese la actitud prerrevolucionaria de los bolcheviqueshacia la democracia d<strong>en</strong>tro y fuera <strong>del</strong> partido, la libertad de expresión, laslibertades civiles y la tolerancia, las circunstancias de los años 1917-1921impusieron un modo de gobierno cada vez más autoritario d<strong>en</strong>tro y fuera de unpartido consagrado a realizar cualquier acción que fuese (o pareciese)necesaria para mant<strong>en</strong>er el frágil y am<strong>en</strong>azado poder de los soviets. Dehecho, al principio no era un gobierno de un solo partido, ni rechazaba a laoposición, pero ganó la guerra civil como una dictadura monopartidistaapuntalada por un poderoso aparato de seguridad, que empleaba métodosterroristas contra los contrarrevolucionarios. En la misma línea, el partidoabandonó la democracia interna, al prohibirse (<strong>en</strong> 1921) la discusión colectivade políticas alternativas. El «c<strong>en</strong>tralismo democrático» por el que el partidose regía teóricam<strong>en</strong>te se convirtió <strong>en</strong> c<strong>en</strong>tralismo a secas, y el partidodejó de actuar de acuerdo con sus estatutos. Las convocatorias anuales <strong>del</strong>congreso <strong>del</strong> partido se volvieron cada vez más irregulares, hasta que, <strong>en</strong>época de Stalin, su convocatoria pasó a ser imprevisible y esporádica. Losaños de la NEP relajaron la atmósfera al marg<strong>en</strong> de la política, pero no las<strong>en</strong>sación de que el partido era una minoría am<strong>en</strong>azada que tal vez tuviese desu parte a la historia, pero que actuaba a contrapelo <strong>del</strong> pueblo ruso y <strong>del</strong>mom<strong>en</strong>to pres<strong>en</strong>te. La decisión de empr<strong>en</strong>der la revolución industrial desdearriba obligó al sistema a imponer su autoridad, de forma acaso más despiadadaaún que <strong>en</strong> los años de la guerra civil, porque su maquinaria para elejercicio continuo <strong>del</strong> poder era ahora mucho mayor. Fue <strong>en</strong>tonces cuandolos últimos vestigios de la separación de poderes, el modesto marg<strong>en</strong> demaniobra que se reservaba el gobierno soviético por oposición al partido,quedaron eliminados. La dirección política unificada <strong>del</strong> partido conc<strong>en</strong>tró elpoder absoluto <strong>en</strong> sus manos, subordinando todo lo demás.Fue <strong>en</strong> este punto cuando el sistema, bajo la dirección de Stalin, se con-


EL «SOCIALISMO REAL» 3 8 7virtió <strong>en</strong> una autocracia que int<strong>en</strong>taba imponer su dominio sobre todos losaspectos de la vida y el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to de los ciudadanos, subordinando toda suexist<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> la medida de lo posible, al logro de los objetivos <strong>del</strong> sistema,definidos y especificados por la autoridad suprema. No era esto, por supuesto,lo que habían planeado Marx y Engels, ni había surgido <strong>en</strong> la SegundaInternacional (marxista) ni <strong>en</strong> la mayoría de sus partidos. Así, Karl Liebknecht,que, junto con Rosa Luxemburg, se convirtió <strong>en</strong> el jefe de los comunistasalemanes y fue asesinado junto a ella <strong>en</strong> 1919 por oficiales reaccionarios,ni siquiera se proclamaba marxista, pese a ser hijo de uno de losfundadores <strong>del</strong> Partido Socialdemócrata alemán. Los austromarxistas, pese aser seguidores de Marx, como su mismo nombre indica, no tuvieron reparo<strong>en</strong> seguir sus propias ideas, y hasta cuando se tachaba a algui<strong>en</strong> de hereje,como a Eduard Bernstein, acusado de «revisionismo», se daba por s<strong>en</strong>tadoque se trataba de un socialdemócrata legítimo. De hecho, Bernstein continuósi<strong>en</strong>do uno de los editores oficiales de las obras de Marx y Engels. La ideade que un estado socialista t<strong>en</strong>ía que obligar a todos los ciudadanos a p<strong>en</strong>sarigual, y m<strong>en</strong>os aún la de otorgar al colectivo de sus dirig<strong>en</strong>tes (que algui<strong>en</strong>int<strong>en</strong>tase ejercer esas funciones <strong>en</strong> solitario era imp<strong>en</strong>sable) algo semejante ala infalibilidad papal, no habría pasado por la cabeza de ningún socialistadestacado antes de 1917.Podía decirse, a lo sumo, que el socialismo marxista era para sus adher<strong>en</strong>tesun compromiso personal apasionado, un sistema de fe y de esperanzaque poseía algunos de los rasgos de una religión secular (aunque no más quela de otros colectivos de activistas no socialistas), y que las sutilezas teóricasacabaron si<strong>en</strong>do, al convertirse <strong>en</strong> un movimi<strong>en</strong>to de masas, un catecismo,<strong>en</strong> el mejor de los casos, y, <strong>en</strong> el peor, un símbolo de id<strong>en</strong>tidad y lealtad,como una bandera que había que saludar. Estos movimi<strong>en</strong>tos de masas,como hacía mucho que habían observado algunos socialistas c<strong>en</strong>troeuropeosintelig<strong>en</strong>tes, t<strong>en</strong>ían una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a admirar, e incluso a adorar, a sus dirig<strong>en</strong>tes,si bi<strong>en</strong> la conocida t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a la polémica y a la rivalidad <strong>en</strong> els<strong>en</strong>o de los partidos de izquierda acostumbraba a t<strong>en</strong>er controlada esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.La construcción <strong>del</strong> mausoleo de L<strong>en</strong>in <strong>en</strong> la Plaza Roja, donde elcuerpo embalsamado <strong>del</strong> gran líder estaría perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te expuesto antelos fieles, no derivaba ni siquiera de la tradición revolucionaria rusa, sinoque era una t<strong>en</strong>tativa de utilizar la atracción que ejercían los santos cristianosy sus reliquias sobre un campesinado primitivo <strong>en</strong> provecho <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>soviético. También podría decirse que, <strong>en</strong> el Partido Bolchevique tal comofue concebido por L<strong>en</strong>in, la ortodoxia y la intolerancia habían sido implantadas,no como valores <strong>en</strong> sí mismas, sino por razones prácticas. Como unbu<strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral —y L<strong>en</strong>in fue ante todo un estratega— no quería discusiones<strong>en</strong> las filas que pudies<strong>en</strong> <strong>en</strong>torpecer su eficacia práctica. Además, al igualque otros g<strong>en</strong>ios pragmáticos, L<strong>en</strong>in estaba conv<strong>en</strong>cido de estar <strong>en</strong> posesiónde la verdad, y t<strong>en</strong>ía poco tiempo para ocuparse de las opiniones aj<strong>en</strong>as. Enteoría era un marxista ortodoxo, casi fundam<strong>en</strong>talista, porque t<strong>en</strong>ía claroque jugar con el texto de una teoría cuya es<strong>en</strong>cia era la revolución podía dar


388 LA EDAD DE OROánimos a pactistas y reformistas. En la práctica, no dudó <strong>en</strong> modificar lasopiniones de Marx y <strong>en</strong> agregarles g<strong>en</strong>erosos añadidos de cosecha propia,proclamando siempre su lealtad literal al maestro. Dado que hasta 1917L<strong>en</strong>in fue sobre todo el dirig<strong>en</strong>te y repres<strong>en</strong>tante de una minoría atrincherada<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o de la izquierda rusa, e incluso d<strong>en</strong>tro de la socialdemocraciarusa, ganó fama de ser intolerante con los disid<strong>en</strong>tes, pero dudaba tan poco<strong>en</strong> dar la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida a sus opon<strong>en</strong>tes, cuando cambiaba la situación, como <strong>en</strong>d<strong>en</strong>unciarlos, e incluso después de la revolución de octubre nunca se apoyó<strong>en</strong> su autoridad d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> partido, sino siempre <strong>en</strong> la discusión. Y, comohemos visto, sus puntos de vista nunca fueron aceptados sin discusión. Dehaber vivido, no cabe duda de que L<strong>en</strong>in habría seguido d<strong>en</strong>unciando a suscontrincantes y, al igual que durante la guerra civil, habría mostrado una ilimitadaintolerancia pragmática. Pero no hay prueba alguna de que hubieseconcebido, o hubiese tolerado, esa especie de versión de una religión deestado, universal y obligatoria que surgió a su muerte. Es posible que Stalinno la instituyera consci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, sino que se limitase a seguir la corri<strong>en</strong>tea la Rusia primitiva y campesina, con sus tradiciones autocráticas y ortodoxas.Pero no es probable que sin Stalin hubiese aparecido ese culto, y esseguro que no habría sido copiado o impuesto a los demás regím<strong>en</strong>es socialistas.Sin embargo, hay algo que debe quedar claro. La posibilidad de una dictaduraestá implícita <strong>en</strong> cualquier régim<strong>en</strong> basado <strong>en</strong> un partido único e inamovible.En un partido organizado sobre una base jerárquica c<strong>en</strong>tralizadacomo los bolcheviques de L<strong>en</strong>in es, más que posible, algo probable. Y la inamovilidadno era más que otro nombre para la convicción de los bolcheviquesde que no había que dar marcha atrás a la revolución, y que su destino estaba<strong>en</strong> sus manos, y <strong>en</strong> las de nadie más. Los bolcheviques argum<strong>en</strong>taban que unrégim<strong>en</strong> burgués podía contemplar tranquilam<strong>en</strong>te la perspectiva de la derrotade una administración conservadora y su sucesión por una liberal, ya que esono alteraría el carácter burgués de la sociedad, pero no querría ni podríatolerar un régim<strong>en</strong> comunista por la misma razón por la que un régim<strong>en</strong>comunista no podía tolerar ser derrocado por fuerza alguna que desease restaurarel ord<strong>en</strong> anterior. Los revolucionarios, incluidos los revolucionariossocialistas, no son demócratas <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido electoral, por más sinceram<strong>en</strong>teconv<strong>en</strong>cidos que estén de actuar <strong>en</strong> interés «<strong>del</strong> pueblo». No obstante, aunqueel hecho de que el partido fuese un monopolio político con un «papel dirig<strong>en</strong>te»hiciera de un régim<strong>en</strong> soviético democrático algo tan improbable comouna Iglesia católica democrática, ello no implicaba la dictadura personal. FueJosé Stalin qui<strong>en</strong> convirtió los sistemas políticos comunistas <strong>en</strong> monarquíasno hereditarias. 77. El parecido con una monarquía lo pone de manifiesto la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de algunos de esosestados a adoptar <strong>en</strong> la práctica la sucesión hereditaria, algo que les hubiera parecido un absurdoinconcebible a los primeros socialistas y comunistas. Corea <strong>del</strong> Norte y Rumania son dosejemplos ilustrativos.


EL «SOCIALISMO REAL» 3 8 9En muchos s<strong>en</strong>tidos, Stalin, bajito, 8 cauteloso, inseguro, cruel, noctámbuloe infinitam<strong>en</strong>te suspicaz, parece un personaje sacado de las Vidas de losdoce cesares de Suetonio más que de la política moderna. De apari<strong>en</strong>cia nadaimpresionante, «una mancha gris», como lo llamó un observador contemporáneo<strong>en</strong> 1917 (Sujánov), fue conciliador y maniobrero cuando hizo falta,hasta que llegó a la cumbre; aunque sus considerables dotes personales ya lohabían llevado muy cerca de la cumbre antes de la revolución. Fue miembro<strong>del</strong> primer gobierno revolucionario con el cargo de comisario para las nacionalidades.Cuando se convirtió por fin <strong>en</strong> jefe indiscutible <strong>del</strong> partido y (<strong>en</strong>la práctica) <strong>del</strong> estado, le faltaba la noción de destino personal, el carismay la confianza <strong>en</strong> sí mismo que hicieron de Hitler el fundador y jefe acatadode su partido y le granjearon la lealtad de sus allegados sin necesidad decoacciones. Stalin gobernó su partido, al igual que todo lo que estaba alalcance de su poder personal, por medio <strong>del</strong> terror y <strong>del</strong> miedo.Convirtiéndose <strong>en</strong> una especie de zar, def<strong>en</strong>sor de la fe ortodoxa secular,el cuerpo de cuyo fundador, transformado <strong>en</strong> santo secular, esperaba a losperegrinos fuera <strong>del</strong> Kremlin, Stalin demostró un agudo s<strong>en</strong>tido de las relacionespúblicas. Para un amasijo de pueblos agrícolas y ganaderos cuya m<strong>en</strong>talidadera la equival<strong>en</strong>te de la <strong>del</strong> siglo xi occid<strong>en</strong>tal, esta era con seguridadla forma más eficaz de establecer la legitimidad <strong>del</strong> nuevo régim<strong>en</strong>, al igualque los catecismos simples, sin matices y dogmáticos a los que Stalin redujoel «marxismo-l<strong>en</strong>inismo» eran ideales para comunicar ideas a la primerag<strong>en</strong>eración de individuos que sabían leer y escribir. 9 Tampoco se puede versu terror como la simple afirmación <strong>del</strong> poder personal ilimitado <strong>del</strong> tirano.No cabe duda de que Stalin disfrutaba con el poder, con el miedo que inspiraba,con su capacidad de dar la vida o la muerte, <strong>del</strong> mismo modo que nohay duda de que no le importaban <strong>en</strong> absoluto las comp<strong>en</strong>saciones materialesde las que algui<strong>en</strong> <strong>en</strong> su posición podía b<strong>en</strong>eficiarse. Pero, cualesquieraque fues<strong>en</strong> sus peculiaridades psicológicas, el terror estalinista era, <strong>en</strong> teoría,un instrum<strong>en</strong>to táctico tan racional como su cautela cuando no controlaba lascosas. Ambos se basaban <strong>en</strong> el principio de evitar riesgos, que, a su vez,reflejaba la falta de confianza <strong>en</strong> su capacidad de análisis de las situaciones(«de análisis marxista», <strong>en</strong> jerga bolchevique) por la que L<strong>en</strong>in había destacado.La terrorífica carrera de Stalin no ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido salvo si se la ve comola persecución terca e incesante <strong>del</strong> objetivo utópico de una sociedad comunistaa cuya reafirmación consagró Stalin la última de sus publicaciones,pocos meses antes de morir (Stalin, 1952).Todo lo que habían conseguido los bolcheviques con la revolución de8. Este autor, que vio el cuerpo embalsamado de Stalin <strong>en</strong> el mausoleo de la Plaza Rojaantes de que fuese trasladado <strong>en</strong> 1957, recuerda la impresión que le causó ver un hombre tandiminuto y, sin embargo, tan poderoso. Es significativo que todas sus filmaciones y fotografíasdisimularan el hecho de que sólo medía un metro ses<strong>en</strong>ta.9. Y no sólo los catecismos: la Breve <strong>Historia</strong> <strong>del</strong> Partido Comunista soviético de 1939,a pesar de sus m<strong>en</strong>tiras y limitaciones intelectuales, es un texto magistral desde el punto de vista pedagógico.


390 LA EDAD DE OROoctubre era el poder <strong>en</strong> la Unión Soviética. El poder era la única herrami<strong>en</strong>tade la que podían servirse para cambiar la sociedad, algo para lo que constantem<strong>en</strong>tesurgían dificultades, continuam<strong>en</strong>te r<strong>en</strong>ovadas. (Este es el s<strong>en</strong>tidode la absurda tesis de Stalin de que la lucha de clases se int<strong>en</strong>sificaría décadasdespués de que «el proletariado se hiciera con el poder».) Sólo la determinaciónde usar el poder de manera consist<strong>en</strong>te y despiadada con el fin deeliminar todos los obstáculos posibles al proceso podía garantizar el éxitofinal.Tres cosas llevaron la política basada <strong>en</strong> este principio a extremos absurdosy mortíferos.En primer lugar, la cre<strong>en</strong>cia de Stalin de que, <strong>en</strong> última instancia, él era elúnico que sabía cuál era el bu<strong>en</strong> camino y que estaba decidido a seguirlo.Montones de políticos y de g<strong>en</strong>erales ti<strong>en</strong><strong>en</strong> esta s<strong>en</strong>sación de ser indisp<strong>en</strong>sables,pero sólo qui<strong>en</strong>es disfrutan <strong>del</strong> poder absoluto están <strong>en</strong> situación de obligara los demás a compartir esa cre<strong>en</strong>cia. Así, las grandes purgas de los añostreinta, que, a difer<strong>en</strong>cia de formas anteriores de terror, estaban dirigidas contrael partido mismo, y sobre todo contra su dirección, com<strong>en</strong>zaron después deque muchos bolcheviques curtidos, incluidos los que habían sost<strong>en</strong>ido a Stalinfr<strong>en</strong>te a sus distintos contrincantes <strong>en</strong> los años veinte, y que habían apoyadosinceram<strong>en</strong>te el gran salto hacia a<strong>del</strong>ante de la colectivización y <strong>del</strong> planquinqu<strong>en</strong>al, llegaron a la conclusión de que la crueldad inmisericorde <strong>del</strong>período y los sacrificios que imponía eran más de lo que estaban dispuestos aaceptar. Sin duda muchos de ellos recordaban la negativa de L<strong>en</strong>in a apoyara Stalin como sucesor suyo por su brutalidad excesiva. El XVII Congreso <strong>del</strong>PCUS(b) reveló la exist<strong>en</strong>cia de una nutrida oposición a Stalin. Si ésta constituíarealm<strong>en</strong>te una am<strong>en</strong>aza a su poder, es algo que no sabremos nunca, porque<strong>en</strong>tre 1934 y 1939 cuatro o cinco millones de miembros <strong>del</strong> partido y defuncionarios fueron arrestados por motivos políticos, cuatroci<strong>en</strong>tos o quini<strong>en</strong>tosmil de ellos fueron ejecutados sin juicio previo, y <strong>en</strong> el XVIII Congreso<strong>del</strong> PCUS que se celebró <strong>en</strong> la primavera de 1939 ap<strong>en</strong>as había 37 supervivi<strong>en</strong>tesde los 1.827 <strong>del</strong>egados pres<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el XVII Congreso de 1934 (Kerblay,1983, p. 245).Lo que confirió a este terror una inhumanidad sin preced<strong>en</strong>tes fue que noadmitía límites de ninguna clase. No era tanto la idea de que un gran fin justificatodos los medios necesarios para conseguirlo (aunque es probable queesto fuese lo que creía Mao Tse-tung), ni siquiera la idea de que los sacrificiosimpuestos a la g<strong>en</strong>eración actual, por grandes que sean, no son nadacomparados con los infinitos b<strong>en</strong>eficios que cosecharán las g<strong>en</strong>eracionesv<strong>en</strong>ideras, sino la aplicación constante <strong>del</strong> principio de guerra total. El l<strong>en</strong>inismo,debido seguram<strong>en</strong>te a su fuerte compon<strong>en</strong>te de voluntarismo quellevó a otros marxistas a desconfiar de L<strong>en</strong>in por «blanquista» o «jacobino»,p<strong>en</strong>saba fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> términos militares, como lo indica la admiraciónde L<strong>en</strong>in por Clausewitz, aunque este hecho no quedase reflejado <strong>en</strong>el vocabulario político de los bolcheviques. «¿Quién a quién?» era la máximaes<strong>en</strong>cial de L<strong>en</strong>in: la lucha como un juego de suma cero <strong>en</strong> el que el


EL «SOCIALISMO REAL», 391ganador se queda con todo, y el perdedor, con nada. Como sabemos, hastalos estados liberales lucharon <strong>en</strong> las dos guerras mundiales con la mismam<strong>en</strong>talidad, y no reconocieron límite alguno al sufrimi<strong>en</strong>to que estaban dispuestosa imponer a la población «<strong>en</strong>emiga», y, <strong>en</strong> la primera guerra mundial,incluso a sus propias fuerzas armadas. De hecho, incluso la persecuciónde colectivos humanos <strong>en</strong>teros, definidos a priori, se convirtió <strong>en</strong> parte de laguerra, como lo muestra el internami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> campos de conc<strong>en</strong>tración,durante la segunda guerra mundial, de todos los ciudadanos estadounid<strong>en</strong>sesde orig<strong>en</strong> japonés o de todos los alemanes o austriacos resid<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> GranBretaña, con el argum<strong>en</strong>to de que podían cont<strong>en</strong>er ag<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>emigos <strong>en</strong>pot<strong>en</strong>cia. Esta fue una parte de la caída desde el progreso de la civilización<strong>en</strong> el siglo xix hasta este r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to de la barbarie que recorre este librocomo un hilo oscuro.Por suerte, <strong>en</strong> los estados constitucionales y preferiblem<strong>en</strong>te democráticosdonde rige el imperio de la ley y hay libertad de pr<strong>en</strong>sa, exist<strong>en</strong> algunos contrapesos.En un sistema de poder absoluto, no los hay, aunque pued<strong>en</strong> acabarapareci<strong>en</strong>do limitaciones conv<strong>en</strong>cionales al poder, aunque sólo sea por razonesde superviv<strong>en</strong>cia y porque el uso <strong>del</strong> poder absoluto puede ser contraproduc<strong>en</strong>te.La paranoia es su resultado final lógico. Tras la muerte de Stalin, sussucesores llegaron a un acuerdo tácito para poner punto final al derramami<strong>en</strong>tode sangre, aunque (hasta la época de Gorbachov) fueron los disid<strong>en</strong>tes <strong>del</strong>interior y los estudiosos o los publicistas <strong>del</strong> exterior los que se ocuparon deevaluar el coste humano total de las décadas de gobierno de Stalin. A partirde <strong>en</strong>tonces, los políticos soviéticos murieron <strong>en</strong> la cama, y <strong>en</strong> ocasiones aedad avanzada. Mi<strong>en</strong>tras los gulags se vaciaban a finales de los años cincu<strong>en</strong>ta,la URSS seguía si<strong>en</strong>do una sociedad que trataba mal a sus ciudadanossegún criterios occid<strong>en</strong>tales, pero dejó de ser una sociedad que los <strong>en</strong>carcelabay asesinaba <strong>en</strong> una escala única por sus dim<strong>en</strong>siones. De hecho, a finales <strong>del</strong>os och<strong>en</strong>ta, su población reclusa era proporcionalm<strong>en</strong>te inferior a la de losEstados Unidos (268 presos por cada 100.000 habitantes, fr<strong>en</strong>te a 426 por100.000 <strong>en</strong> los Estados Unidos) (Walker, 1991). Además, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>tay set<strong>en</strong>ta la URSS se convirtió <strong>en</strong> una sociedad <strong>en</strong> la que el ciudadano de apie seguram<strong>en</strong>te corría m<strong>en</strong>os peligro de ser asesinado por criminales, porconflictos civiles o por el estado que <strong>en</strong> muchos países de Asia, África yAmérica. No obstante, siguió si<strong>en</strong>do un estado policial, una sociedad autoritariay, de acuerdo con cualquier criterio realista, car<strong>en</strong>te de libertad. Sólola información autorizada oficialm<strong>en</strong>te estaba al alcance <strong>del</strong> ciudadano —lapropagación de la otra siguió estando p<strong>en</strong>ada por la ley, por lo m<strong>en</strong>os técnicam<strong>en</strong>te,hasta la política de glasnost («transpar<strong>en</strong>cia») de Gorbachov—, y lalibertad de desplazami<strong>en</strong>to y resid<strong>en</strong>cia estaba sujeta a autorización oficial,un obstáculo cada vez más teórico <strong>en</strong> el interior de la URSS, pero muy realcuando se trataba de cruzar la frontera, aunque fuese la de un país socialista«amigo». En todos estos aspectos, la URSS permaneció <strong>en</strong> una situación deinferioridad <strong>en</strong> comparación con la Rusia zarista. Además, aunque <strong>en</strong> lamayoría de los casos regía el imperio de la ley, la facultad de imponer un


392 LA EDAD DE ORO<strong>en</strong>carcelami<strong>en</strong>to administrativo, o sea arbitrario, o un destierro interior semantuvo.Nunca se podrá probablem<strong>en</strong>te calcular de modo adecuado el coste humanode las décadas de hierro rusas, ya que incluso las estadísticas de ejecucioneso de población reclusa <strong>en</strong> los gulags que exist<strong>en</strong>, o que puedan obt<strong>en</strong>erse<strong>en</strong> el futuro, son incapaces de evaluar todas las pérdidas, y las estimacionesvarían <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te según los puntos de vista de qui<strong>en</strong>es las hac<strong>en</strong>. «Poruna siniestra paradoja —se ha dicho— estamos mejor informados sobre laspérdidas de la cabana ganadera soviética <strong>en</strong> esta época que sobre el númerode opon<strong>en</strong>tes al régim<strong>en</strong> que fueron exterminados» (Kerslay, 1983, p. 26).La mera supresión <strong>del</strong> c<strong>en</strong>so de 1937 plantea dificultades casi insalvables.Sea como fuere, <strong>en</strong> todos los cálculos 10 la cantidad de víctimas directas eindirectas debe medirse <strong>en</strong> cifras de ocho, más que de siete, dígitos. En estascircunstancias, no importa demasiado que optemos por una estimación «conservadora»,más cerca de los 10 que de los 20 millones, o por una ciframayor: ninguna puede ser otra cosa que una vergü<strong>en</strong>za sin paliativos y sinjustificación posible. Añadiré, sin com<strong>en</strong>tarios, que el total de habitantes <strong>del</strong>a URSS <strong>en</strong> 1937 se dice que era de 164 millones, o sea, 16,7 millonesm<strong>en</strong>os que las previsiones demográficas <strong>del</strong> segundo plan quinqu<strong>en</strong>al (1933-1938).Por brutal y dictatorial que fuese, el sistema soviético no era «totalitario»,término que se popularizó <strong>en</strong>tre los críticos <strong>del</strong> comunismo después de lasegunda guerra mundial, y que había sido inv<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> los años veinte por elfascismo italiano para describir sus objetivos. Hasta <strong>en</strong>tonces este términoprácticam<strong>en</strong>te sólo se había utilizado para criticar al fascismo italiano y alnacionalsocialismo alemán, y era sinónimo de un sistema c<strong>en</strong>tralizado que loabarcaba todo y que no se limitaba a ejercer un control físico total sobre lapoblación, sino que, mediante el monopolio de la propaganda y la educación,conseguía que la g<strong>en</strong>te interiorizase sus valores. 1984, de George Orwell(publicado <strong>en</strong> 1948), dio a esta imag<strong>en</strong> occid<strong>en</strong>tal de la sociedad totalitaria sumás impresionante formulación: una sociedad de masas a las que habían lavadoel cerebro, vigiladas por la mirada escrutadora <strong>del</strong> «Gran Hermano», <strong>en</strong> laque sólo algunos individuos aislados discrepaban de vez <strong>en</strong> cuando.Eso, desde luego, es lo que Stalin hubiera querido conseguir, aunquehubiese provocado la indignación de L<strong>en</strong>in y de la vieja guardia bolchevique,por no hablar de Marx. En la medida <strong>en</strong> que su objetivo era la práctica divinización<strong>del</strong> líder (lo que luego se designaría con el eufemismo de «culto ala personalidad»), o por lo m<strong>en</strong>os su pres<strong>en</strong>tación como dechado de virtudes,tuvo un cierto éxito, que satirizó Orwell. Paradójicam<strong>en</strong>te esto t<strong>en</strong>ía pocoque ver con el poder absoluto de Stalin. Así, los militantes comunistas defuera de los países «socialistas» que lloraron sinceram<strong>en</strong>te al <strong>en</strong>terarse de sumuerte <strong>en</strong> 1953 —y hubo muchos que lo hicieron— eran g<strong>en</strong>te que se había10. Acerca de lo incierto de tales procedimi<strong>en</strong>tos, v. Kosinski, 1987, pp. 151-152.


EL «SOCIALISMO REAL» 3 9 3convertido voluntariam<strong>en</strong>te a un movimi<strong>en</strong>to que creían que Stalin simbolizabae inspiraba. A difer<strong>en</strong>cia de la mayoría de los extranjeros, todos los j-usos sabían lo mucho que les había tocado, y les tocaría aún, sufrir, aunquepor el simple hecho de ser un firme y legítimo gobernante de la tierra rusa ysu modernizador Stalin repres<strong>en</strong>taba algo de sí mismos, <strong>en</strong> especial como sucaudillo <strong>en</strong> una guerra que, por lo m<strong>en</strong>os para los habitantes de la GranRusia, había sido una auténtica guerra nacional.Sin embargo, <strong>en</strong> todos los demás s<strong>en</strong>tidos, el sistema no era «totalitario»,un hecho que muestra cuan dudosa es la utilidad <strong>del</strong> término. El sistema nopracticaba un verdadero «control <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to» de sus subditos, y aúnm<strong>en</strong>os conseguía su «conversión», sino que despolitizó a la población de unmodo asombroso. Las doctrinas oficiales <strong>del</strong> marxismo-l<strong>en</strong>inismo ap<strong>en</strong>ast<strong>en</strong>ían incid<strong>en</strong>cia sobre la gran masa de la población, ya que para ellos carecíande toda relevancia, a m<strong>en</strong>os que estuvieran interesados <strong>en</strong> hacer unacarrera para la que fuese necesario adquirir tan esotéricos conocimi<strong>en</strong>tos.Después de cuar<strong>en</strong>ta años de educación <strong>en</strong> un país consagrado al marxismo,preguntaron a los transeúntes de la plaza Karl Marx de Budapest quién eraKarl Marx. Las respuestas fueron las sigui<strong>en</strong>tes:Era un filósofo soviético, amigo de Engels. Bu<strong>en</strong>o, ¿qué más puedo decir?Murió ya mayor. (Otra voz): Pues claro, un político. Y también fue el traductorde las obras de, bu<strong>en</strong>o, ¿de quién era? De L<strong>en</strong>in, L<strong>en</strong>in, de las obras deL<strong>en</strong>in; bu<strong>en</strong>o, pues él las tradujo al húngaro (Garton Ash, 1990, p. 261).La mayoría de los ciudadanos soviéticos no absorbía de forma consci<strong>en</strong>te lamayor parte de las declaraciones públicas sobre política e ideología proced<strong>en</strong>tesde las altas esferas, a m<strong>en</strong>os que estuvies<strong>en</strong> directam<strong>en</strong>te relacionadas consus problemas cotidianos, cosa que raram<strong>en</strong>te sucedía. Sólo los intelectualesestaban obligados a tomarlas <strong>en</strong> serio, <strong>en</strong> una sociedad construida sobre yalrededor de una ideología que se decía racional y «ci<strong>en</strong>tífica». Pero, paradójicam<strong>en</strong>te,el mismo hecho de que sistemas así tuvieran necesidad de intelectualesy otorgas<strong>en</strong> privilegios y v<strong>en</strong>tajas a qui<strong>en</strong>es no discrepaban de ellos <strong>en</strong>público creaba un espacio social fuera <strong>del</strong> control <strong>del</strong> estado. Sólo un terrortan despiadado como el de Stalin pudo acallar por completo a la intelectualidadno oficial, que resurgió tan pronto como, <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta, el hielo<strong>del</strong> miedo empezó a fundirse —El deshielo (1954) es el título de una influy<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ovela de tesis de Iliá Ehr<strong>en</strong>burg (1891-1967), un supervivi<strong>en</strong>te contal<strong>en</strong>to. En los ses<strong>en</strong>ta y los set<strong>en</strong>ta, las discrepancias, tanto <strong>en</strong> la forma mediotolerada de los reformadores comunistas como <strong>en</strong> la de una disid<strong>en</strong>cia intelectual,política y cultural absoluta, dominaron el panorama soviético, aunqueel país siguiera si<strong>en</strong>do oficialm<strong>en</strong>te «monolítico», uno de los calificativosfavoritos de los bolcheviques. Esas discrepancias se harían visibles <strong>en</strong> losoch<strong>en</strong>ta.


394 LA EDAD DE OROIILos estados comunistas que nacieron después de la segunda guerra mundial,o sea, todos m<strong>en</strong>os la URSS, estaban dirigidos por partidos comunistasformados o configurados según el patrón soviético, es decir, estalinista. Esoes válido hasta cierto punto incluso para el Partido Comunista chino, que seindep<strong>en</strong>dizó de Moscú <strong>en</strong> los años treinta bajo la dirección de Mao Tse-tung,aunque seguram<strong>en</strong>te lo es m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> el caso de qui<strong>en</strong>es se adhirieran posteriorm<strong>en</strong>teal «campo socialista» proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> tercer mundo: la Cuba deFi<strong>del</strong> Castro y diversos regím<strong>en</strong>es africanos, asiáticos y latinoamericanosde corta duración surgidos <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, y que t<strong>en</strong>dían a amoldarse alos cánones soviéticos. En todos ellos <strong>en</strong>contramos sistemas políticos monopartidistascon estructuras de autoridad muy c<strong>en</strong>tralizadas; una verdad culturale intelectual promulgada oficialm<strong>en</strong>te y determinada por la autoridadpolítica; economías de planificación c<strong>en</strong>tral; y hasta la reliquia más evid<strong>en</strong>tede la her<strong>en</strong>cia estalinista: la magnificación de la personalidad de los dirig<strong>en</strong>tessupremos. Dé hecho, <strong>en</strong> los estados ocupados directam<strong>en</strong>te por el ejércitosoviético (incluidos los servicios secretos), los gobiernos locales se vieronobligados a seguir el ejemplo soviético, organizando por ejemplo procesospúblicos y purgas de los comunistas locales según el mo<strong>del</strong>o estalinista, algopor lo que los partidos comunistas <strong>del</strong> país no solían mostrar ningún <strong>en</strong>tusiasmoespontáneo. En Polonia y <strong>en</strong> la Alemania <strong>del</strong> Este, incluso se las arreglaronpara evitar estas caricaturas <strong>del</strong> proceso judicial, y ningún comunistadestacado fue ejecutado o <strong>en</strong>tregado a los servicios de seguridad soviéticos,aunque, tras la ruptura con Tito, dirig<strong>en</strong>tes importantes de Bulgaria (TraichoKostov) y de Hungría (Laszlo Rajk) fueron ejecutados, y <strong>en</strong> el último año <strong>del</strong>a vida de Stalin, el implausible juicio <strong>en</strong> masa de altos cargos <strong>del</strong> PartidoComunista checo, de cariz marcadam<strong>en</strong>te antisemita, diezmó su dirección.Este hecho puede t<strong>en</strong>er relación o no con el comportami<strong>en</strong>to cada vez másparanoico <strong>del</strong> mismo Stalin, a medida que empeoraba su salud tanto físicacomo m<strong>en</strong>tal, y que planeaba eliminar incluso a sus partidarios más leales.Los nuevos regím<strong>en</strong>es europeos de los años cuar<strong>en</strong>ta, aunque sólo fueranposibles gracias a la victoria <strong>del</strong> ejército rojo, no fueron impuestos exclusivam<strong>en</strong>tepor la fuerza de las armas más que <strong>en</strong> cuatro casos: Polonia, la Alemaniaocupada, Rumania (donde el movimi<strong>en</strong>to comunista local lo formabanunos pocos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de individuos, <strong>en</strong> su mayoría de orig<strong>en</strong> étnico norumano) y, <strong>en</strong> lo es<strong>en</strong>cial, Hungría. En Yugoslavia y Albania, eran más om<strong>en</strong>os de orig<strong>en</strong> local; <strong>en</strong> Checoslovaquia el 40 por 100 de los votos obt<strong>en</strong>idospor los comunistas <strong>en</strong> las elecciones de 1947 reflejaba su verdaderafuerza <strong>en</strong> aquellos mom<strong>en</strong>tos, y <strong>en</strong> Bulgaria la influ<strong>en</strong>cia comunista estabareforzada por el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to rusófilo g<strong>en</strong>eralizado <strong>en</strong> el país. La llegada <strong>del</strong>comunismo al poder <strong>en</strong> China, Corea y la antigua Indochina francesa —o,mejor dicho, después de las divisiones de la guerra fría, <strong>en</strong> las mitades sept<strong>en</strong>trionalesde estos dos últimos países— no debía nada a las armas soviéti-


EL «SOCIALISMO REAL» 3 9 5cas, aunque a partir de 1949 los regím<strong>en</strong>es comunistas más pequeños disfrutas<strong>en</strong>durante algún tiempo <strong>del</strong> apoyo chino. Las adhesiones subsigui<strong>en</strong>tes al«campo socialista», empezando por Cuba, se habían producido por iniciativapropia, aunque los movimi<strong>en</strong>tos guerrilleros de liberación de África podíancontar con el firme apoyo <strong>del</strong> bloque soviético.Sin embargo, incluso <strong>en</strong> los estados <strong>en</strong> que los comunistas se impusieron<strong>en</strong> el poder gracias al ejército rojo, los nuevos regím<strong>en</strong>es disfrutaron al principiode una legitimidad temporal y, durante cierto tiempo, de un g<strong>en</strong>uinoapoyo popular. Tal como hemos visto (capítulo V), la idea de construir unmundo nuevo sobre las ruinas totales <strong>del</strong> viejo inspiraba a muchos jóv<strong>en</strong>es eintelectuales. Por impopulares que fues<strong>en</strong> el partido y el gobierno, la propia<strong>en</strong>ergía y determinación que ambos aportaban a la tarea de reconstrucción <strong>del</strong>a posguerra recibió una amplia aunque retic<strong>en</strong>te aprobación. El éxito de losnuevos regím<strong>en</strong>es <strong>en</strong> esta tarea resulta difícil de negar. En los países agrícolasmás atrasados, tal como hemos visto, el compromiso comunista con laindustrialización, o sea, con el progreso y la modernidad, tuvo resonanciamucho más allá de las filas <strong>del</strong> partido. ¿Quién podía dudar de que paísescomo Bulgaria y Yugoslavia avanzaban más deprisa de lo que parecía probableo incluso posible antes de la guerra? Sólo <strong>en</strong> lugares donde una primitivay despiadada URSS había ocupado y asimilado por fuerza regiones m<strong>en</strong>osatrasadas, o, <strong>en</strong> todo caso, regiones con ciudades desarrolladas, como <strong>en</strong> laszonas anexionadas <strong>en</strong> 1939-1940 y <strong>en</strong> la zona soviética de Alemania (despuésde 1954, la República Democrática Alemana), que continuó saqueandopor algún tiempo después de 1945 para favorecer su propia reconstrucción, elbalance parecía totalm<strong>en</strong>te negativo.Políticam<strong>en</strong>te, los estados comunistas, autóctonos o impuestos, empezarona formar un bloque único bajo el liderazgo de la URSS, que, por motivosde solidaridad antioccid<strong>en</strong>tal, contó también con el apoyo <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>comunista que se adueñó por completo de China <strong>en</strong> 1949, aunque la influ<strong>en</strong>ciade Moscú sobre el Partido Comunista chino había sido escasa desde queMao Tse-tung se había convertido <strong>en</strong> su líder indiscutible a mediados de losaños treinta. Mao iba por su cu<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> medio de profesiones de lealtad a laURSS, y Stalin, realista, tuvo bu<strong>en</strong> cuidado de no perturbar sus relacionescon el gigantesco partido hermano <strong>del</strong> este, que era indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lapráctica. Cuando a finales de los cincu<strong>en</strong>ta Nikita Kruschev las perturbó, elresultado fue una agria ruptura, al cuestionar China el liderazgo soviético<strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacional, aunque sin mucho éxito. La actitudde Stalin hacia los estados y países comunistas de la parte de Europaocupada por el ejército soviético fue m<strong>en</strong>os conciliadora, <strong>en</strong> parte porquesus ejércitos seguían pres<strong>en</strong>tes allí, pero también porque creía que podíacontar con la lealtad de los comunistas a Moscú y a su persona. Se sorpr<strong>en</strong>dió<strong>en</strong> 1948 cuando la dirección comunista de Yugoslavia, tan leal que Belgradohabía sido designada como sede de la Internacional Comunistareconstruida durante la guerra fría (la Oficina de Información Comunista oCominform) hacía sólo unos meses, llevó su resist<strong>en</strong>cia a las directivas


396 LA EDAD DE OROsoviéticas hasta el punto de la ruptura abierta, y cuando el llamami<strong>en</strong>to deMoscú a la lealtad de los bu<strong>en</strong>os comunistas, pu<strong>en</strong>teando a Tito, ap<strong>en</strong>asrecibió respuesta alguna <strong>en</strong> Yugoslavia. Su reacción, muy característica, fuela de ext<strong>en</strong>der las purgas y los procesos públicos a la dirección de los demássatélites comunistas.No obstante, la secesión de Yugoslavia no afectó al resto <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>tocomunista. El desmoronami<strong>en</strong>to político <strong>del</strong> bloque soviético empezó con lamuerte de Stalin <strong>en</strong> 1953, pero sobre todo con los ataques oficiales a la eraestalinista <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral y, con mayor cautela, al propio Stalin, <strong>en</strong> el <strong>XX</strong> Congreso<strong>del</strong> PCUS <strong>en</strong> 1956. Aunque su público fuese soviético y muy limitado—a los comunistas extranjeros no les dejaron asistir al discurso de Kruschev—,pronto corrió la noticia de que el monolito soviético se había roto. Elefecto d<strong>en</strong>tro de la zona europea de dominio soviético fue inmediato. A lospocos meses, una nueva dirección de reformadores comunistas de Poloniarecibía la pacífica aprobación de Moscú (seguram<strong>en</strong>te con el consejo de China)y estallaba una revolución <strong>en</strong> Hungría. En este país, el nuevo gobierno,bajo la dirección de otro reformador comunista, Imre Nagy, anunció el fin<strong>del</strong> monopartidismo, algo que los soviéticos podrían haber tolerado —habíadivisk>n_de opiniones acerca de este punto <strong>en</strong>tre ellos—, pero también la retiradade Hungría <strong>del</strong> Pacto de Varsovia y su futura neutralidad, que los soviéticosno estaban dispuestos a tolerar. La revolución fue aniquilada por elejército ruso <strong>en</strong> noviembre de 1956.Que esta grave crisis d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> bloque soviético no fuese explotada porla alianza occid<strong>en</strong>tal (salvo con fines propagandísticos) demostraba la estabilidadde las relaciones Este-Oeste. Ambos bandos aceptaban los límites de laesfera de influ<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> otro, y <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta no se produjoninguna revolución local que alterase el equilibrio, salvo <strong>en</strong> Cuba. 11En regím<strong>en</strong>es tan ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te dominados por la política, no cabe trazaruna línea divisoria clara <strong>en</strong>tre acontecimi<strong>en</strong>tos políticos y económicos.Así, los gobiernos de Polonia y de Hungría no pudieron dejar de hacer concesionesa sus pueblos, que habían demostrado con tanta claridad su faltade <strong>en</strong>tusiasmo por el comunismo. En Polonia, la agricultura se descolectivizó,aunque esto no la hiciese más efici<strong>en</strong>te, y, lo que es más significativo, la fuerzapolítica de la clase trabajadora, pot<strong>en</strong>ciada por la propia industrialización,recibió a partir de <strong>en</strong>tonces un reconocimi<strong>en</strong>to tácito. Al fin y al cabo, fue unmovimi<strong>en</strong>to industrial <strong>en</strong> Poznan lo que precipitó los acontecimi<strong>en</strong>tos de1956. Desde <strong>en</strong>tonces hasta el triunfo de Solidaridad a finales de los añosoch<strong>en</strong>ta, la política y la economía polacas estuvieron dominadas por el <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to<strong>en</strong>tre un objeto inmóvil, el gobierno, y una masa irresistible, la cla-11. Las revoluciones de los años cincu<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> Próximo Ori<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> Egipto <strong>en</strong> 1952 y <strong>en</strong>Irak <strong>en</strong> 1958, contrariam<strong>en</strong>te a lo que temían los occid<strong>en</strong>tales, no alteraron el equilibrio, pese aproporcionar luego a la URSS un terr<strong>en</strong>o abonado para su éxito diplomático, principalm<strong>en</strong>teporque los regím<strong>en</strong>es locales eliminaron sin contemplaciones a los comunistas de sus respectivospaíses, <strong>en</strong> donde habían llegado a ser influy<strong>en</strong>tes, como <strong>en</strong> Siria e Irak.


EL «SOCIALISMO REAL» 3 9 7se trabajadora, que, sin organizar al principio, acabó configurando un movimi<strong>en</strong>toobrero típico, aliado como de costumbre a los intelectuales, y al finalformó un movimi<strong>en</strong>to político, tal como Marx había predicho; sólo que laideología de este movimi<strong>en</strong>to, como hubieron de observar melancólicam<strong>en</strong>telos marxistas, no era anticapitalista, sino antisocialista. Los <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tossolían producirse debido a los int<strong>en</strong>tos periódicos <strong>del</strong> gobierno polaco derecortar los gravosos subsidios al coste de los productos de primera necesidad,aum<strong>en</strong>tando su precio, lo cual provocaba huelgas, seguidas (después de unacrisis de gobierno) de una retirada. En Hungría, los dirig<strong>en</strong>tes impuestos porlos soviéticos después de la derrota de la revolución de 1956 fueron de unreformismo más auténtico y eficaz. Bajo la dirección de János Kádár (1912-1989), empr<strong>en</strong>dieron la liberalización sistemática <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> (posiblem<strong>en</strong>tecon el apoyo tácito de sectores influy<strong>en</strong>tes de la URSS), la reconciliación conlas fuerzas opositoras y, <strong>en</strong> la práctica, la consecución de los objetivos de1956 d<strong>en</strong>tro de los límites que la URSS considerase aceptables, algo <strong>en</strong> lo queconsiguieron un notable éxito hasta los años och<strong>en</strong>ta.No fue ese el caso de Checoslovaquia, políticam<strong>en</strong>te inerte desde las despiadadaspurgas de principios de los años cincu<strong>en</strong>ta, pero que empr<strong>en</strong>dió unacautelosa t<strong>en</strong>tativa de desestalinización. Por dos razones distintas, el procesofue cada vez a más durante la segunda mitad de los años ses<strong>en</strong>ta. Los eslovacos(incluy<strong>en</strong>do el sector eslovaco <strong>del</strong> Partido Comunista), que nunca sehabían s<strong>en</strong>tido <strong>del</strong> todo a gusto <strong>en</strong> el estado binacional, apoyaron la oposiciónpot<strong>en</strong>cial d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> partido. No es una coincid<strong>en</strong>cia que el hombre elegidocomo secretario g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> un golpe <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>o <strong>del</strong> partido fuese eslovaco,Alexander Dubcek.No obstante, sin que guardas<strong>en</strong> relación con estos hechos, las presiones<strong>en</strong> favor de la reforma de la economía y de la introducción de cierta medidade racionalidad y flexibilidad <strong>en</strong> el sistema de planificación soviético sehicieron cada vez más difíciles de resistir <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. Como veremos,estas presiones se dieron <strong>en</strong> todo el bloque comunista. La desc<strong>en</strong>tralizacióneconómica, que no era <strong>en</strong> sí misma pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te explosiva, pasó aserlo al combinarse con la exig<strong>en</strong>cia de una liberalización intelectual y, másaún, política. En Checoslovaquia, esta demanda era aún más fuerte, no sóloporque el estalinismo había sido brutal y duradero, sino también porquemuchísimos de sus comunistas, sobre todo los intelectuales, surgidos de unpartido con auténtico apoyo popular antes y después de la ocupación nazi,estaban profundam<strong>en</strong>te dolidos por el contraste <strong>en</strong>tre las esperanzas comunistasque todavía albergaban y la realidad <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>. Como tantas veces<strong>en</strong> la Europa ocupada por los nazis, donde el partido se convirtió <strong>en</strong> el corazón<strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to de resist<strong>en</strong>cia, atrajo a jóv<strong>en</strong>es idealistas cuyo compromiso<strong>en</strong> aquellos mom<strong>en</strong>tos era garantía de altruismo. ¿Qué otra cosa sinoesperanza y posiblem<strong>en</strong>te tortura y la muerte podía esperar algui<strong>en</strong> que,como un amigo <strong>del</strong> autor, se unió al partido <strong>en</strong> Praga <strong>en</strong> 1941?Como siempre —algo inevitable, dada la estructura de los estados comunistas—la reforma vino de arriba, es decir, <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> partido. La «pri-


398 LA EDAD DE OROmavera de Praga» de 1968, precedida y acompañada por un ferm<strong>en</strong>to y unaagitación político-culturales, coincidió con el estallido mundial de radicalismoestudiantil que hemos analizado <strong>en</strong> otra sección (véase el capítulo 10):uno de los raros movimi<strong>en</strong>tos que cruzaron los océanos y las fronteras de lossistemas sociales, y que produjo movimi<strong>en</strong>tos sociales simultáneos, de baseestudiantil <strong>en</strong> su mayoría, desde California y México hasta Polonia y Yugoslavia.El «programa de actuación» <strong>del</strong> Partido Comunista checoslovaco puedeque hubiese sido aceptable —o no— para los soviéticos, aunque llevaba ladictadura de un solo partido peligrosam<strong>en</strong>te cerca de la democracia multipartidista.Sin embargo, la cohesión, y tal vez la exist<strong>en</strong>cia misma <strong>del</strong> bloquesoviético de la Europa <strong>del</strong> Este parecían estar <strong>en</strong> juego, al revelar y aum<strong>en</strong>tarla «primavera de Praga» las grietas que existían <strong>en</strong> su s<strong>en</strong>o. Por un lado, losregím<strong>en</strong>es de línea dura y sin apoyo popular, como los de Polonia yAlemania <strong>del</strong> Este, temían que la situación interna de sus países se desestabilizarasigui<strong>en</strong>do el ejemplo checo, que criticaron duram<strong>en</strong>te; por otro lado, loschecos recibieron el apoyo <strong>en</strong>tusiasta de la mayoría de los partidos comunistaseuropeos, de los reformistas húngaros y, desde fuera <strong>del</strong> bloque, <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>comunista indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de Tito <strong>en</strong> Yugoslavia, además <strong>del</strong> de Rumania,que, desde 1965, había empezado a marcar distancias con Moscú por cuestionesde nacionalismo bajo la dirección de un nuevo líder, Nicolae Ceaucescu(1918-1989). (En política interna, Ceaucescu era cualquier cosa m<strong>en</strong>os reformista.)Tanto Tito como Ceaucescu visitaron Praga, y el público les dio unabi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida de héroes. Por eso Moscú, aunque no sin divisiones ni dudas, decidióderrocar el régim<strong>en</strong> de Praga por la fuerza de las armas. Este hechodemostró ser el fin <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacional con c<strong>en</strong>tro <strong>en</strong>Moscú, que ya se había resquebrajado con la crisis de 1956. Sin embargo, estomantuvo unido al bloque soviético durante veinte años más, aunque a partirde <strong>en</strong>tonces sólo por la am<strong>en</strong>aza de una interv<strong>en</strong>ción militar soviética. En losúltimos veinte años <strong>del</strong> bloque soviético, incluso los dirig<strong>en</strong>tes de los partidoscomunistas <strong>en</strong> el poder parec<strong>en</strong> haber perdido toda fe <strong>en</strong> lo que hacían.Mi<strong>en</strong>tras tanto, y con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia absoluta de la política, la necesidadde reformar o cambiar el sistema de economía dirigida de tipo soviético sefue haci<strong>en</strong>do cada vez más urg<strong>en</strong>te. Por un lado, las economías desarrolladasno socialistas crecían y prosperaban como nunca (véase el capítulo 9),aum<strong>en</strong>tando la ya considerable difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre ambos sistemas, algo queresultaba especialm<strong>en</strong>te visible <strong>en</strong> Alemania, donde los dos convivían <strong>en</strong>partes distintas <strong>del</strong> mismo país. Por otro lado, el ritmo de crecimi<strong>en</strong>to de laseconomías socialistas, que había superado al de las economías occid<strong>en</strong>taleshasta la segunda mitad de los años cincu<strong>en</strong>ta, empezó a flojear a ojos vista.El PNB soviético, que había crecido a un ritmo anual <strong>del</strong> 5,7 por 100 <strong>en</strong> losaños cincu<strong>en</strong>ta (casi tanto como <strong>en</strong> los doce primeros años de industrialización,1928-1940), bajó al 5,2 por 100 <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta, al 3,7 por 100 <strong>en</strong>la primera mitad de los set<strong>en</strong>ta, al 2,6 por 100 <strong>en</strong> la segunda mitad de ladécada y al 2 por 100 <strong>en</strong> los cinco años anteriores a Gorbachov (1980-1985)(Ofer, 1987, p. 1.778). La situación de la Europa <strong>del</strong> Este era parecida. En los


EL «SOCIALISMO REAL» 3 9 9años ses<strong>en</strong>ta se hicieron int<strong>en</strong>tos por flexibilizar el sistema, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>temediante la desc<strong>en</strong>tralización, <strong>en</strong> la práctica totalidad <strong>del</strong> bloque soviético, ytambién <strong>en</strong> la URSS <strong>en</strong> la época <strong>del</strong> primer ministro Kosiguin, <strong>en</strong> los añosses<strong>en</strong>ta. Con excepción de las reformas húngaras, las demás no tuvieron éxitoapreciable y, <strong>en</strong> varios casos, ap<strong>en</strong>as llegaron a arrancar o (como <strong>en</strong> Checoslovaquia)no fueron autorizadas por razones políticas. Un miembro algoexcéntrico de la familia de sistemas socialistas, Yugoslavia, no alcanzómucho más éxito cuando, por hostilidad hacia el estalinismo, sustituyó laeconomía de planificación c<strong>en</strong>tralizada por un sistema de empresas cooperativasautónomas. Con la <strong>en</strong>trada de la economía mundial <strong>en</strong> un nuevo períodode incertidumbre, <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, nadie <strong>en</strong> el Este o <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>teesperaba ya que las economías <strong>del</strong> «socialismo real» alcanzaran o a<strong>del</strong>antaran,ni siquiera que llegas<strong>en</strong> a seguir el ritmo, de las no socialistas. Sinembargo, aunque fuera más problemático que antes, su futuro no parecía causarpreocupación inmediata. Esa situación pronto cambiaría.


Tercera parteEL DERRUMBAMIENTO


Capítulo XIVLAS DÉCADAS DE CRISISEl otro día me preguntaron acerca de la competitividad de losEstados Unidos, y yo respondí que no pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> absoluto <strong>en</strong> ella.En la NCR nos consideramos una empresa competitiva mundial,que prevé t<strong>en</strong>er su sede c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> los Estados Unidos.JONATHAN SCHELL, NY Newsday (1993)Uno de los resultados cruciales (<strong>del</strong> desempleo masivo) puedeser el de que los jóv<strong>en</strong>es se apart<strong>en</strong> progresivam<strong>en</strong>te de lasociedad. Según <strong>en</strong>cuestas reci<strong>en</strong>tes, estos jóv<strong>en</strong>es sigu<strong>en</strong> queri<strong>en</strong>dotrabajo, por difícil que les resulte obt<strong>en</strong>erlo, y sigu<strong>en</strong> aspirandotambién a t<strong>en</strong>er una carrera importante. En g<strong>en</strong>eral, puedehaber algún peligro de que <strong>en</strong> la próxima década se dé una sociedad<strong>en</strong> la que no sólo «nosotros» estemos progresivam<strong>en</strong>te divididosde «ellos» (repres<strong>en</strong>tando, cada una de estas divisiones, agrandes rasgos, la fuerza de trabajo y la administración), sino <strong>en</strong>que la mayoría de los grupos estén cada vez más fragm<strong>en</strong>tados;una sociedad <strong>en</strong> la que los jóv<strong>en</strong>es y los relativam<strong>en</strong>te desprotegidosestén <strong>en</strong> las antípodas de los individuos más experim<strong>en</strong>tadosy mejor protegidos de la fuerza de trabajo.El secretario g<strong>en</strong>eral de la OCDE(discurso de investidura, 1983, p. 15)ILa historia de los veinte años que siguieron a 1973 es la historia de unmundo que perdió su rumbo y se deslizó hacia la inestabilidad y la crisis. Sinembargo, hasta la década de los och<strong>en</strong>ta no se vio con claridad hasta quépunto estaban minados los cimi<strong>en</strong>tos de la edad de oro. Hasta que una parte<strong>del</strong> mundo —la Unión Soviética y la Europa ori<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> «socialismo


4 0 4 EL DERRUMBAMIENTOreal»— se colapso por completo, no se percibió la naturaleza mundial de lacrisis, ni se admitió su exist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> las regiones desarrolladas no comunistas.Durante muchos años los problemas económicos siguieron si<strong>en</strong>do «recesiones».No se había superado todavía el tabú de mediados de siglo sobre eluso de los términos «depresión» o «crisis», que recordaban la era de las catástrofes.El simple uso de la palabra podía conjurar la cosa, aun cuando las«recesiones» de los och<strong>en</strong>ta fues<strong>en</strong> «las más graves de los últimos cincu<strong>en</strong>taaños», frase con la que se evitaba m<strong>en</strong>cionar los años treinta. La civilizaciónque había transformado las frases mágicas de los anunciantes <strong>en</strong> principiosbásicos de la economía se <strong>en</strong>contraba atrapada <strong>en</strong> su propio mecanismo de<strong>en</strong>gaño. Hubo que esperar a principios de los años nov<strong>en</strong>ta para que se admitiese—como, por ejemplo, <strong>en</strong> Finlandia— que los problemas económicos<strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to eran peores que los de los años treinta.Esto resultaba extraño <strong>en</strong> muchos s<strong>en</strong>tidos. ¿Por qué el mundo económicoera ahora m<strong>en</strong>os estable? Como han señalado los economistas, los elem<strong>en</strong>tosestabilizadores de la economía eran más fuertes ahora que antes, a pesar deque algunos gobiernos de libre mercado —como los de los presid<strong>en</strong>tesReagan y Bush <strong>en</strong> los Estados Unidos, y el de la señora Thatcher y el de susucesor <strong>en</strong> el Reino Unido— hubies<strong>en</strong> tratado de debilitar algunos de ellos(World Economic Survey, 1989, pp. 10-11). Los controles de almacéninformatizados, la mejora de las comunicaciones y la mayor rapidez de lostransportes redujeron la importancia <strong>del</strong> «ciclo de stocks» [inv<strong>en</strong>tory cycle]de la vieja producción <strong>en</strong> masa, que creaba grandes reservas de mercancíaspara el caso de que fues<strong>en</strong> necesarias <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos de expansión, y lasfr<strong>en</strong>aba <strong>en</strong> seco <strong>en</strong> épocas de contracción, mi<strong>en</strong>tras se saldaban los stocks. Elnuevo método, posible por las tecnologías de los años set<strong>en</strong>ta e impulsadopor los japoneses, permitía t<strong>en</strong>er stocks m<strong>en</strong>ores, producir lo sufici<strong>en</strong>te paraat<strong>en</strong>der al mom<strong>en</strong>to a los compradores y t<strong>en</strong>er una capacidad mucho mayorde adaptarse a corto plazo a los cambios de la demanda. No estábamos <strong>en</strong> laépoca de H<strong>en</strong>ry Ford, sino <strong>en</strong> la de B<strong>en</strong>etton. Al mismo tiempo, el considerablepeso <strong>del</strong> consumo gubernam<strong>en</strong>tal y de la parte de los ingresos privadosque procedían <strong>del</strong> gobierno («transfer<strong>en</strong>cias» como la seguridad social yotros b<strong>en</strong>eficios <strong>del</strong> estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar) estabilizaban la economía. En conjuntosumaban casi un tercio <strong>del</strong> PIB, y crecían <strong>en</strong> tiempo de crisis, aunquesólo fuese por el aum<strong>en</strong>to de los costes <strong>del</strong> desempleo, de las p<strong>en</strong>siones y <strong>del</strong>a at<strong>en</strong>ción sanitaria. Dado que esto perdura aún a fines <strong>del</strong> siglo xx, t<strong>en</strong>dremostal vez que aguardar unos años para que los economistas puedan usar,para darnos una explicación convinc<strong>en</strong>te, el arma definitiva de los historiadores,la perspectiva a largo plazo.La comparación de los problemas económicos de las décadas que van <strong>del</strong>os años set<strong>en</strong>ta a los nov<strong>en</strong>ta con los <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras es incorrecta,aun cuando el temor de otra Gran Depresión fuese constante durantetodos esos años. «¿Puede ocurrir de nuevo?», era la pregunta que muchos sehacían, especialm<strong>en</strong>te después <strong>del</strong> nuevo y espectacular hundimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> 1987de la bolsa <strong>en</strong> Estados Unidos (y <strong>en</strong> todo el mundo) y de una crisis de los


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 0 5cambios internacionales <strong>en</strong> 1992 (Temin, 1993, p. 99). Las «décadas de crisis»que siguieron a 1973 no fueron una «Gran Depresión», a la manera <strong>del</strong>a de 1930, como no lo habían sido las que siguieron a 1873, aunque <strong>en</strong> sumom<strong>en</strong>to se las hubiese calificado con el mismo nombre. La economía globalno quebró, ni siquiera mom<strong>en</strong>táneam<strong>en</strong>te, aunque la edad de oro finalizase<strong>en</strong> 1973-1975 con algo muy parecido a la clásica depresión cíclica, queredujo <strong>en</strong> un 10 por 100 la producción industrial <strong>en</strong> las «economías desarrolladasde mercado», y el comercio internacional <strong>en</strong> un 13 por 100 (Armstrongy Glyn, 1991, p. 225). En el mundo capitalista avanzado continuó eldesarrollo económico, aunque a un ritmo más l<strong>en</strong>to que <strong>en</strong> la edad de oro, aexcepción de algunos de los «países de industrialización reci<strong>en</strong>te» (fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>teasiáticos), cuya revolución industrial había empezado <strong>en</strong> ladécada de los ses<strong>en</strong>ta. El crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> PIB colectivo de las economíasavanzadas ap<strong>en</strong>as fue interrumpido por cortos períodos de estancami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>los años de recesión de 1973-1975 y de 1981-1983 (OCDE, 1993, pp. 18-19).El comercio internacional de productos manufacturados, motor <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>tomundial, continuó, e incluso se aceleró, <strong>en</strong> los prósperos años och<strong>en</strong>ta, a unnivel comparable al de la edad de oro. A fines <strong>del</strong> siglo xx los países <strong>del</strong> mundocapitalista desarrollado eran, <strong>en</strong> conjunto, más ricos y productivos que aprincipios de los set<strong>en</strong>ta y la economía mundial de la que seguían si<strong>en</strong>do elnúcleo c<strong>en</strong>tral era mucho más dinámica.Por otra parte, la situación <strong>en</strong> zonas concretas <strong>del</strong> planeta era bastantem<strong>en</strong>os halagüeña. En África, Asia occid<strong>en</strong>tal y América Latina, el crecimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> PIB se estancó. La mayor parte de la g<strong>en</strong>te perdió poder adquisitivo yla producción cayó <strong>en</strong> las dos primeras de estas zonas durante gran parte de ladécada de los och<strong>en</strong>ta, y <strong>en</strong> algunos años también <strong>en</strong> la última (World EconomicSurvey, 1989, pp. 8 y 26). Nadie dudaba de que <strong>en</strong> estas zonas <strong>del</strong>mundo la década de los och<strong>en</strong>ta fuese un período de grave depresión. En laantigua zona <strong>del</strong> «socialismo real» de Occid<strong>en</strong>te, las economías, que habíanexperim<strong>en</strong>tado un modesto crecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> los och<strong>en</strong>ta, se hundieron porcompleto después de 1989. En este caso resulta totalm<strong>en</strong>te apropiada la comparaciónde la crisis posterior a 1989 con la Gran Depresión, y todavía quedapor debajo de lo que fue el hundimi<strong>en</strong>to de principios de los nov<strong>en</strong>ta. ElPIB de Rusia cayó un 17 por 100 <strong>en</strong> 1990-1991, un 19 por 100 <strong>en</strong> 1991-1992y un 11 por 100 <strong>en</strong> 1992-1993. Polonia, aunque a principios de los añosnov<strong>en</strong>ta experim<strong>en</strong>tó cierta estabilización, perdió un 21 por 100 de su PIB <strong>en</strong>1988-1992; Checoslovaquia, casi un 20 por 100; Rumania y Bulgaria, un 30por 100 o más. A mediados de 1992 su producción industrial se cifraba <strong>en</strong>trela mitad y los dos tercios de la de 1989 (Financial Times, 24-2-1994;EIB Papers, noviembre de 1992, p. 10).No sucedió lo mismo <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te. Nada resulta más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que elcontraste <strong>en</strong>tre la desintegración de las economías de la zona soviética yel crecimi<strong>en</strong>to espectacular de la economía china <strong>en</strong> el mismo período. En estepaís, y <strong>en</strong> gran parte de los países <strong>del</strong> sureste y <strong>del</strong> este asiáticos, que <strong>en</strong> losaños set<strong>en</strong>ta se convirtieron <strong>en</strong> la región económica más dinámica de la eco-


406 EL DERRUMBAMIENTOnomía mundial, el término «depresión» carecía de significado, excepto, curiosam<strong>en</strong>te,<strong>en</strong> el Japón de principios de los nov<strong>en</strong>ta. Sin embargo, si la economíamundial capitalista prosperaba, no lo hacía sin problemas. Los problemasque habían dominado <strong>en</strong> la crítica al capitalismo de antes de la guerra, y quela edad de oro había eliminado <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida durante una g<strong>en</strong>eración —«lapobreza, el paro, la miseria y la inestabilidad» (véase la p. 270)— reaparecierontras 1973. El crecimi<strong>en</strong>to volvió a verse interrumpido por graves crisis,muy distintas de las «recesiones m<strong>en</strong>ores», <strong>en</strong> 1974-1975, 1980-1982 y a finesde los och<strong>en</strong>ta. En la Europa occid<strong>en</strong>tal el desempleo creció de un promedio<strong>del</strong> 1,5 por 100 <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta hasta un 4,2 por 100 <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>ta (Van derWee, 1987, p. 77). En el mom<strong>en</strong>to culminante de la expansión, a finales de losoch<strong>en</strong>ta, era de un 9,2 por 100 <strong>en</strong> la Comunidad Europea y de un 11 por 100<strong>en</strong> 1993. La mitad de los desempleados (1986-1987) hacía más de un año queestaban <strong>en</strong> paro, y un tercio de ellos más de dos (Human Developm<strong>en</strong>t, 1991,p. 184). Dado que —a difer<strong>en</strong>cia de lo sucedido <strong>en</strong> la edad de oro— la poblacióntrabajadora pot<strong>en</strong>cial no aum<strong>en</strong>taba con la aflu<strong>en</strong>cia de los hijos de laposguerra, y que la g<strong>en</strong>te jov<strong>en</strong> —tanto <strong>en</strong> épocas bu<strong>en</strong>as como malas— solíat<strong>en</strong>er un mayor índice de desempleo que los trabajadores de más edad, sepodía haber esperado que el desempleo perman<strong>en</strong>te disminuyese. 1Por lo que se refiere a la pobreza y la miseria, <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta inclusomuchos de los países más ricos y desarrollados tuvieron que acostumbrarse d<strong>en</strong>uevo a la visión cotidiana de m<strong>en</strong>digos <strong>en</strong> las calles, así como al espectáculode las personas sin hogar refugiándose <strong>en</strong> los soportales al abrigo de cajas decartón, cuando los policías no se ocupaban de sacarlos de la vista <strong>del</strong> público.En una noche cualquiera de 1993, <strong>en</strong> la ciudad de Nueva York, veintitrés milhombres y mujeres durmieron <strong>en</strong> la calle o <strong>en</strong> los albergues públicos, y esta noera sino una pequeña parte <strong>del</strong> 3 por 100 de la población de la ciudad que, <strong>en</strong>un mom<strong>en</strong>to u otro de los cinco años anteriores, se <strong>en</strong>contró sin techo bajo elque cobijarse (New York Times, 16-11-1993). En el Reino Unido (1989), cuatroci<strong>en</strong>tasmil personas fueron calificadas oficialm<strong>en</strong>te como «personas sinhogar» (Human Developm<strong>en</strong>t, 1992, p. 31). ¿Quién, <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta, oincluso a principios de los set<strong>en</strong>ta, hubiera podido esperarlo?La reaparición de los pobres sin hogar formaba parte <strong>del</strong> gran crecimi<strong>en</strong>tode las desigualdades sociales y económicas de la nueva era. En relación conlas medias mundiales, las «economías desarrolladas de mercado» más ricasno eran —o no lo eran todavía— particularm<strong>en</strong>te injustas <strong>en</strong> la distribuciónde sus ingresos. En las m<strong>en</strong>os igualitarias (Australia, Nueva Zelanda, EstadosUnidos, Suiza), el 20 por 100 de los hogares <strong>del</strong> sector más rico de lapoblación disfrutaban de una r<strong>en</strong>ta media <strong>en</strong>tre ocho y diez veces superior1. Entre 1960 y 1975 la población de quince a veinticuatro años creció <strong>en</strong> unos veintinuevemillones <strong>en</strong> las «economías desarrolladas de mercado», pero <strong>en</strong>tre 1970 y 1990 sólo aum<strong>en</strong>tó<strong>en</strong> unos seis millones. El índice de desempleo de los jóv<strong>en</strong>es <strong>en</strong> la Europa de los och<strong>en</strong>ta era muyalto, excepto <strong>en</strong> la socialdemócrata Suecia y <strong>en</strong> la Alemania Occid<strong>en</strong>tal. Hacia 1982-1988 esteíndice alcanzaba desde un 20 por 100 <strong>en</strong> el Reino Unido, hasta más de un 40 por 100 <strong>en</strong> Españay un 46 por 100 <strong>en</strong> Noruega (World Economic Survey, 1989, pp. 15-16).


LAS DÉCADAS DE CRISIS 407a las <strong>del</strong> 20 por 100 de los hogares <strong>del</strong> sector bajo, y el 10 por 100 de la cúspidese apropiaba normalm<strong>en</strong>te de <strong>en</strong>tre el 20 y el 25 por 100 de la r<strong>en</strong>ta total<strong>del</strong> país; sólo los pot<strong>en</strong>tados suizos y neozelandeses, así como los ricos deSingapur y Hong Kong, disponían de una r<strong>en</strong>ta muy superior. Esto no eranada comparado con las desigualdades <strong>en</strong> países como Filipinas, Malaysia,Perú, Jamaica o V<strong>en</strong>ezuela, donde el sector alto obt<strong>en</strong>ía casi un tercio de lar<strong>en</strong>ta total <strong>del</strong> país, por no hablar de Guatemala, México, Sri Lanka y Botswana,donde obt<strong>en</strong>ía cerca <strong>del</strong> 40 por 100, y de Brasil, el máximo candidatoal campeonato de la desigualdad económica. 2 En este paradigma de la injusticiasocial el 20 por 100 <strong>del</strong> sector bajo de la población se reparte el 2,5 por100 de la r<strong>en</strong>ta total de la nación, mi<strong>en</strong>tras que el 20 por 100 situado <strong>en</strong> elsector alto disfruta de casi los dos tercios de la misma. El 10 por 100 superiorse apropia de casi la mitad (World Developm<strong>en</strong>t, 1992, pp. 276-277;Human Developm<strong>en</strong>t, 1991, pp. 152-153 y 186). 3Sin embargo, <strong>en</strong> las décadas de crisis la desigualdad creció inexorablem<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los países de las «economías desarrolladas de mercado», <strong>en</strong> especialdesde el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que el aum<strong>en</strong>to casi automático de los ingresos realesal que estaban acostumbradas las clases trabajadoras <strong>en</strong> la edad de oro llegó asu fin. Aum<strong>en</strong>taron los extremos de pobreza y riqueza, al igual que lo hizo elmarg<strong>en</strong> de la distribución de las r<strong>en</strong>tas <strong>en</strong> la zona intermedia. Entre 1967y 1990 el número de negros estadounid<strong>en</strong>ses que ganaron m<strong>en</strong>os de 5.000dólares (1990) y el de los que ganaron más de 50.000 crecieron a exp<strong>en</strong>sas <strong>del</strong>as r<strong>en</strong>tas intermedias (New York Times, 25-9-1992). Como los países capitalistasricos eran más ricos que nunca con anterioridad, y sus habitantes, <strong>en</strong>conjunto, estaban protegidos por los g<strong>en</strong>erosos sistemas de bi<strong>en</strong>estar y seguridadsocial de la edad de oro (véanse pp. 286-287), hubo m<strong>en</strong>os malestarsocial <strong>del</strong> que se hubiera podido esperar, pero las haci<strong>en</strong>das gubernam<strong>en</strong>talesse veían agobiadas por los grandes gastos sociales, que aum<strong>en</strong>taron conmayor rapidez que los ingresos estatales <strong>en</strong> economías cuyo crecimi<strong>en</strong>to eramás l<strong>en</strong>to que antes de 1973. Pese a los esfuerzos realizados, casi ninguno <strong>del</strong>os gobiernos de los países ricos —y básicam<strong>en</strong>te democráticos—, ni siquieralos más hostiles a los gastos sociales, lograron reducir, o mant<strong>en</strong>er controlada,la gran proporción <strong>del</strong> gasto público destinada a estos fines. 42. Los verdaderos campeones, esto es, los que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un índice de Gini superior al 0,6,eran países mucho más pequeños, también <strong>en</strong> el contin<strong>en</strong>te americano. El índice de Gini mide ladesigualdad <strong>en</strong> una escala que va de 0.0 —distribución igual de la r<strong>en</strong>ta— hasta un máximode desigualdad de 1,0. En 1967-1985 el coefici<strong>en</strong>te para Honduras era <strong>del</strong> 0,62; para Jamaica,<strong>del</strong> 0,66 (Human Developm<strong>en</strong>t, 1990, pp. 158-159).3. No hay datos comparables <strong>en</strong> relación con algunos de los países m<strong>en</strong>os igualitarios,pero es seguro que la lista debería incluir también algún otro estado africano y latinoamericanoy, <strong>en</strong> Asia, Turquía y Nepal.4. En 1972, 13 de estos estados distribuyeron una media <strong>del</strong> 48 por 100 de los gastos <strong>del</strong>gobierno c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> vivi<strong>en</strong>da, seguridad social, bi<strong>en</strong>estar y salud. En 1990 la media fue <strong>del</strong> 51 por 100.Los estados <strong>en</strong> cuestión son: Australia y Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá, Austria, Bélgica,Gran Bretaña, Dinamarca, Finlandia, Alemania (Federal), Italia, Países Bajos, Noruega ySuecia (calculado a partir de UN World Developm<strong>en</strong>t, 1992, cuadro 11).


408 EL DERRUMBAMIENTOEn 1970 nadie hubiese esperado, ni siquiera imaginado, que sucedies<strong>en</strong>estas cosas. A principios de los nov<strong>en</strong>ta empezó a difundirse un clima deinseguridad y de res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to incluso <strong>en</strong> muchos de los países ricos. Comoveremos, esto contribuyó a la ruptura de sus pautas políticas tradicionales.Entre 1990 y 1993 no se int<strong>en</strong>taba negar que incluso el mundo capitalistadesarrollado estaba <strong>en</strong> una depresión. Nadie sabía qué había que hacer conella, salvo esperar a que pasase. Sin embargo, el hecho c<strong>en</strong>tral de las décadasde crisis no es que el capitalismo funcionase peor que <strong>en</strong> la edad de oro, sinoque sus operaciones estaban fuera de control. Nadie sabía cómo <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarsea las fluctuaciones caprichosas de la economía mundial, ni t<strong>en</strong>ía instrum<strong>en</strong>tospara actuar sobre ellas. La herrami<strong>en</strong>ta principal que se había empleadopara hacer esa función <strong>en</strong> la edad de oro, la acción política coordinada nacionalo internacionalm<strong>en</strong>te, ya no funcionaba. Las décadas de crisis fueron laépoca <strong>en</strong> la que el estado nacional perdió sus poderes económicos.Esto no resultó evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong>seguida, porque, como de costumbre, lamayor parte de los políticos, los economistas y los hombres de negocios nopercibieron la persist<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> cambio <strong>en</strong> la coyuntura económica. En losaños set<strong>en</strong>ta, las políticas de muchos gobiernos, y de muchos estados, dabanpor supuesto que los problemas eran temporales. En uno o dos años se podríanrecuperar la prosperidad y el crecimi<strong>en</strong>to. No era necesario, por tanto,cambiar unas políticas que habían funcionado bi<strong>en</strong> durante una g<strong>en</strong>eración.La historia de esta década fue, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, la de unos gobiernos quecompraban tiempo —y <strong>en</strong> el caso de los países <strong>del</strong> tercer mundo y de losestados socialistas, a costa de sobrecargarse con lo que esperaban que fueseuna deuda a corto plazo— y aplicaban las viejas recetas de la economía keynesiana.Durante gran parte de la década de los set<strong>en</strong>ta sucedió también que<strong>en</strong> la mayoría de los países capitalistas avanzados se mantuvieron <strong>en</strong> elpoder —o volvieron a él tras fracasados intermedios conservadores (como<strong>en</strong> Gran Bretaña <strong>en</strong> 1974 y <strong>en</strong> los Estados Unidos <strong>en</strong> 1976)— gobiernossocialdemócratas, que no estaban dispuestos a abandonar la política de laedad de oro.La única alternativa que se ofrecía era la propugnada por la minoría de losteólogos ultraliberales. Incluso antes de la crisis, la aislada minoría de crey<strong>en</strong>tes<strong>en</strong> el libre mercado sin restricciones había empezado su ataque contra lahegemonía de los keynesianos y de otros paladines de la economía mixta y elpl<strong>en</strong>o empleo. El celo ideológico de los antiguos valedores <strong>del</strong> individualismose vio reforzado por la apar<strong>en</strong>te impot<strong>en</strong>cia y el fracaso de las políticas económicasconv<strong>en</strong>cionales, especialm<strong>en</strong>te después de 1973. El reci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>tecreado (1969) premio Nobel de Economía respaldó el neoliberalismo despuésde 1974, al concederlo ese año a Friedrich von Hayek (véase la p. 273) y, dosaños después, a otro def<strong>en</strong>sor militante <strong>del</strong> ultraliberalismo económico, MiltonFriedman. 5 Tras 1974 los partidarios <strong>del</strong> libre mercado pasaron a la5. El premio fue instaurado <strong>en</strong> 1969, y antes de 1974 fue concedido a personajes significativam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o asociados con la economía <strong>del</strong> laissez-faire.


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 0 9of<strong>en</strong>siva, aunque no llegaron a dominar las políticas gubernam<strong>en</strong>tales hasta1980, con la excepción de Chile, donde una dictadura militar basada <strong>en</strong> elterror permitió a los asesores estadounid<strong>en</strong>ses instaurar una economía ultraliberal,tras el derrocami<strong>en</strong>to, <strong>en</strong> 1973, de un gobierno popular. Con lo que sedemostraba, de paso, que no había una conexión necesaria <strong>en</strong>tre el mercadolibre y la democracia política. (Para ser justos con el profesor Von Hayek,éste, a difer<strong>en</strong>cia de los propagandistas occid<strong>en</strong>tales de la guerra fría, no sost<strong>en</strong>íaque hubiese tal conexión.)La batalla <strong>en</strong>tre los keynesianos y los neoliberales no fue simplem<strong>en</strong>teuna confrontación técnica <strong>en</strong>tre economistas profesionales, ni una búsquedade maneras de abordar nuevos y preocupantes problemas económicos.(¿Quién, por ejemplo, había p<strong>en</strong>sado <strong>en</strong> la imprevisible combinación deestancami<strong>en</strong>to económico y precios <strong>en</strong> rápido aum<strong>en</strong>to, para la cual huboque inv<strong>en</strong>tar <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta el término de «estanflación»?) Se trataba deuna guerra <strong>en</strong>tre ideologías incompatibles. Ambos bandos esgrimían argum<strong>en</strong>toseconómicos: los keynesianos afirmaban que los salarios altos, el pl<strong>en</strong>oempleo y el estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar creaban la demanda <strong>del</strong> consumidor queal<strong>en</strong>taba la expansión, y que bombear más demanda <strong>en</strong> la economía era lamejor manera de afrontar las depresiones económicas. Los neoliberales aducíanque la economía y la política de la edad de oro dificultaban —tanto algobierno como a las empresas privadas— el control de la inflación y elrecorte de los costes, que habían de hacer posible el aum<strong>en</strong>to de los b<strong>en</strong>eficios,que era el auténtico motor <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> una economía capitalista.En cualquier caso, sost<strong>en</strong>ían, la «mano oculta» <strong>del</strong> libre mercado de AdamSmith produciría con certeza un mayor crecimi<strong>en</strong>to de la «riqueza de lasnaciones» y una mejor distribución posible de la riqueza y la r<strong>en</strong>tas; afirmaciónque los keynesianos negaban. En ambos casos, la economía racionalizabaun compromiso ideológico, una visión a priori de la sociedad humana.Los neoliberales veían con desconfianza y desagrado la Suecia socialdemócrata—un espectacular éxito económico de la historia <strong>del</strong> siglo xx— noporque fuese a t<strong>en</strong>er problemas <strong>en</strong> las décadas de crisis —como les sucedióa economías de otro tipo—, sino porque este éxito se basaba <strong>en</strong> «el famosomo<strong>del</strong>o económico sueco, con sus valores colectivistas de igualdad y solidaridad»(Financial Times, 11-11-1990). Por el contrario, el gobierno de laseñora Thatcher <strong>en</strong> el Reino Unido fue impopular <strong>en</strong>tre la izquierda, inclusodurante sus años de éxito económico, porque se basaba <strong>en</strong> un egoísmo asociale incluso antisocial.Estas posiciones dejaban poco marg<strong>en</strong> para la discusión. Supongamosque se pueda demostrar que el suministro de sangre para usos médicos seobti<strong>en</strong>e mejor comprándola a algui<strong>en</strong> que esté dispuesto a v<strong>en</strong>der mediolitro de su sangre a precio de mercado. ¿Debilitaría esto la fundam<strong>en</strong>tación<strong>del</strong> sistema británico basado <strong>en</strong> los donantes voluntarios altruistas, que contanta elocu<strong>en</strong>cia y convicción def<strong>en</strong>dió R. M. Titmuss <strong>en</strong> The Gift Relationship!(Titmuss, 1970). Seguram<strong>en</strong>te no, aunque Titmuss demostró tambiénque el sistema de donación de sangre británico era tan efici<strong>en</strong>te como


4 1 0 EL DERRUMBAMIENTOel sistema comercial y más seguro. 6 En condiciones iguales, muchos d<strong>en</strong>osotros preferimos una sociedad cuyos ciudadanos están dispuestos a prestarayuda desinteresada a sus semejantes, aunque sea simbólicam<strong>en</strong>te, a otra<strong>en</strong> que no lo están. A principios de los nov<strong>en</strong>ta el sistema político italianose vino abajo porque los votantes se rebelaron contra su corrupción <strong>en</strong>démica,no porque muchos italianos hubieran sufrido directam<strong>en</strong>te por ello —ungran número, quizá la mayoría, se habían b<strong>en</strong>eficiado—, sino por razonesmorales. Los únicos partidos políticos que no fueron barridos por la avalanchamoral fueron los que no estaban integrados <strong>en</strong> el sistema. Los paladinesde la libertad individual absoluta permanecieron impasibles ante las evid<strong>en</strong>tesinjusticias sociales <strong>del</strong> capitalismo de libre mercado, aun cuando éste(como <strong>en</strong> Brasil durante gran parte de los och<strong>en</strong>ta) no producía crecimi<strong>en</strong>toeconómico. Por el contrario, qui<strong>en</strong>es, como este autor, cre<strong>en</strong> <strong>en</strong> la igualdady la justicia social agradecieron la oportunidad de argum<strong>en</strong>tar que el éxitoeconómico capitalista podría incluso as<strong>en</strong>tarse más firmem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una distribuciónde la r<strong>en</strong>ta relativam<strong>en</strong>te igualitaria, como <strong>en</strong> Japón (véase la p. 357). 7Que cada bando tradujese sus cre<strong>en</strong>cias fundam<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> argum<strong>en</strong>tos pragmáticos—por ejemplo, acerca de si la asignación de recursos a través de losprecios de mercado era o no óptima— resulta secundario. Pero, evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te,ambos t<strong>en</strong>ían que elaborar fórmulas políticas para <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a laral<strong>en</strong>tización económica.En este aspecto los def<strong>en</strong>sores de la economía de la edad de oro no tuvieronéxito. Esto se debió, <strong>en</strong> parte, a que estaban obligados a mant<strong>en</strong>er sucompromiso político e ideológico con el pl<strong>en</strong>o empleo, el estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estary la política de cons<strong>en</strong>so de la posguerra. O, más bi<strong>en</strong>, a que se <strong>en</strong>contrabanat<strong>en</strong>azados <strong>en</strong>tre las exig<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> capital y <strong>del</strong> trabajo, cuando ya noexistía el crecimi<strong>en</strong>to de la edad de oro que hizo posible el aum<strong>en</strong>to conjuntode los b<strong>en</strong>eficios y de las r<strong>en</strong>tas que no procedían de los negocios, sin obstaculizarsemutuam<strong>en</strong>te. En los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta Suecia, el estadosocialdemócrata por excel<strong>en</strong>cia, mantuvo el pl<strong>en</strong>o empleo con bastante éxitogracias a los subsidios industriales, creando puestos de trabajo y aum<strong>en</strong>tandoconsiderablem<strong>en</strong>te el empleo estatal y público, lo que hizo posible una notableexpansión <strong>del</strong> sistema de bi<strong>en</strong>estar. Una política semejante sólo podíamant<strong>en</strong>erse reduci<strong>en</strong>do el nivel de vida de los trabajadores empleados, con6. Esto quedó confirmado a principios de ios nov<strong>en</strong>ta, cuando los servicios de transfusiónde sangre de algunos países —pero no los <strong>del</strong> Reino Unido— descubrieron que algunos paci<strong>en</strong>tes habían resultado infectados por el virus de la inmunodefici<strong>en</strong>cia adquirida (SIDA), mediante transfusiones realizadas con sangre obt<strong>en</strong>ida por vías comerciales.7. En los años och<strong>en</strong>ta el 20 por 100 más rico de la población poseía 4.3 veces el total der<strong>en</strong>ta <strong>del</strong> 20 por 100 más pobre, una proporción inferior a la de cualquier otro país (capitalista)industrial, incluy<strong>en</strong>do Suecia. El promedio <strong>en</strong> los ocho países más industrializados de la Comunidad Europea era 6; <strong>en</strong> los Estados Unidos, 8,9 (Kidron y Segal. 1991, pp. 36-37). Dicho <strong>en</strong>otros términos: <strong>en</strong> 1990 <strong>en</strong> los Estados Unidos había nov<strong>en</strong>ta y tres multimillonarios —<strong>en</strong> dólares—; <strong>en</strong> la Comunidad Europea, cincu<strong>en</strong>ta y nueve, sin contar los treinta y tres domiciliados <strong>en</strong>Suiza y Liecht<strong>en</strong>stein. En Japón había nueve (ibid.).


LAS DÉCADAS DE CRISIS 411impuestos p<strong>en</strong>alizadores sobre las r<strong>en</strong>tas altas y a costa de grandes déficits.Si no volvían los tiempos <strong>del</strong> gran salto hacia a<strong>del</strong>ante, estas medidas sólopodían ser temporales, de modo que com<strong>en</strong>zó a hacerse marcha atrás desdemediados de los och<strong>en</strong>ta. A finales <strong>del</strong> siglo xx, el «mo<strong>del</strong>o sueco» estaba <strong>en</strong>retroceso, incluso <strong>en</strong> su propio país de orig<strong>en</strong>.Sin embargo, este mo<strong>del</strong>o fue también minado —y quizás <strong>en</strong> mayormedida— por la mundialización de la economía que se produjo a partir de1970, que puso a los gobiernos de todos los estados —a excepción, tal vez,<strong>del</strong> de los Estados Unidos, con su <strong>en</strong>orme economía— a merced de un incontrolable«mercado mundial». (Por otra parte, es innegable que «el mercado»<strong>en</strong>g<strong>en</strong>dra muchas más suspicacias <strong>en</strong> los gobiernos de izquierdas que <strong>en</strong> losgobiernos conservadores.) A principios de los och<strong>en</strong>ta incluso un país tangrande y rico como Francia, <strong>en</strong> aquella época bajo un gobierno socialista,<strong>en</strong>contraba imposible impulsar su economía unilateralm<strong>en</strong>te. A los dos añosde la triunfal elección <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Mitterrand, Francia tuvo que afrontaruna crisis <strong>en</strong> la balanza de pagos, se vio forzada a devaluar su moneda y asustituir el estímulo keynesiano de la demanda por una «austeridad con rostrohumano».Por otra parte, los neoliberales estaban también perplejos, como resultóevid<strong>en</strong>te a finales de los och<strong>en</strong>ta. Tuvieron pocos problemas para atacar lasrigideces, inefici<strong>en</strong>cias y despilfarres económicos que a veces conllevabanlas políticas de la edad de oro, cuando éstas ya no pudieron mant<strong>en</strong>erse aflote gracias a la creci<strong>en</strong>te marea de prosperidad, empleo e ingresos gubernam<strong>en</strong>tales.Había amplio marg<strong>en</strong> para aplicar el limpiador neoliberal ydesincrustar el casco <strong>del</strong> buque de la «economía mixta», con resultados b<strong>en</strong>eficiosos.Incluso la izquierda británica tuvo que acabar admiti<strong>en</strong>do que algunosde los implacables correctivos impuestos a la economía británica por laseñora Thatcher eran probablem<strong>en</strong>te necesarios. Había bu<strong>en</strong>as razones paraesa desilusión acerca de la gestión de las industrias estatales y de la administraciónpública que acabó si<strong>en</strong>do tan común <strong>en</strong> los och<strong>en</strong>ta.Sin embargo, la simple fe <strong>en</strong> que la empresa era bu<strong>en</strong>a y el gobiernomalo (<strong>en</strong> palabras <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Reagan, «el gobierno no es la solución, sinoel problema») no constituía una política económica alternativa. Ni podíaserlo <strong>en</strong> un mundo <strong>en</strong> el cual, incluso <strong>en</strong> los Estados Unidos «reaganianos»,el gasto <strong>del</strong> gobierno c<strong>en</strong>tral repres<strong>en</strong>taba casi un cuarto <strong>del</strong> PNB, y <strong>en</strong> lospaíses desarrollados de la Europa comunitaria, casi el 40 por 100 (WorldDevelopm<strong>en</strong>t, 1992, p. 239). Estos <strong>en</strong>ormes pedazos de la economía podíanadministrarse con un estilo empresarial, con el adecuado s<strong>en</strong>tido de los costesy los b<strong>en</strong>eficios (como no siempre sucedía), pero no podían operar comomercados, aunque lo pret<strong>en</strong>dies<strong>en</strong> los ideólogos. En cualquier caso, la mayoríade los gobiernos neoliberales se vieron obligados a gestionar y a dirigir suseconomías, aun cuando pret<strong>en</strong>dies<strong>en</strong> que se limitaban a estimular las fuerzas<strong>del</strong> mercado. Además, no existía ninguna fórmula con la que se pudiesereducir el peso <strong>del</strong> estado. Tras catorce años <strong>en</strong> el poder, el más ideológicode los regím<strong>en</strong>es de libre mercado, el Reino Unido «thatcherita», acabó gra-


412 EL DERRUMBAMIENTOvando a sus ciudadanos con una carga impositiva considerablem<strong>en</strong>te mayorque la que habían soportado bajo el gobierno laborista.De hecho, no hubo nunca una política económica neoliberal única y específica,excepto después de 1989 <strong>en</strong> los antiguos estados socialistas <strong>del</strong> áreasoviética, donde —con el asesorami<strong>en</strong>to de jóv<strong>en</strong>es leones de la economíaoccid<strong>en</strong>tal— se hicieron int<strong>en</strong>tos cond<strong>en</strong>ados previsiblem<strong>en</strong>te al desastre deimplantar una economía de mercado de un día a otro. El principal régim<strong>en</strong>neoliberal, los Estados Unidos <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Reagan, aunque oficialm<strong>en</strong>tecomprometidos con el conservadurismo fiscal (esto es, con el equilibrio presupuestario)y con el «monetarismo» de Milton Friedman, utilizaron <strong>en</strong> realidadmétodos keynesianos para int<strong>en</strong>tar salir de la depresión de 1979-1982,creando un déficit gigantesco y poni<strong>en</strong>do <strong>en</strong> marcha un no m<strong>en</strong>os gigantescoplan armam<strong>en</strong>tístico. Lejos de dejar el valor <strong>del</strong> dólar a merced <strong>del</strong> mercadoy de la ortodoxia monetaria, Washington volvió después de 1984 a la interv<strong>en</strong>ción<strong>del</strong>iberada a través de la presión diplomática (Kuttner, 1991, pp. 88-94). Así ocurrió que los regím<strong>en</strong>es más profundam<strong>en</strong>te comprometidos conla economía <strong>del</strong> laissez-faire resultaron algunas veces ser, especialm<strong>en</strong>te losEstados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher, profunda y visceralm<strong>en</strong>t<strong>en</strong>acionalistas y desconfiados ante el mundo exterior. Los historiadoresno pued<strong>en</strong> hacer otra cosa que constatar que ambas actitudes son contradictorias.En cualquier caso, el triunfalismo neoliberal no sobrevivió a losreveses de la economía mundial de principios de los nov<strong>en</strong>ta, ni tal vez tampocoal inesperado descubrimi<strong>en</strong>to de que la economía más dinámica y demás rápido crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> planeta, tras la caída <strong>del</strong> comunismo soviético,era la de la China comunista, lo cual llevó a los profesores de las escuelas deadministración de empresas occid<strong>en</strong>tales y a los autores de manuales de estamateria —un floreci<strong>en</strong>te género literario— a estudiar las <strong>en</strong>señanzas de Confucio<strong>en</strong> relación con los secretos <strong>del</strong> éxito empresarial.Lo que hizo que los problemas económicos de las décadas de crisis resultaranmás preocupantes —y socialm<strong>en</strong>te subversivos— fue que las fluctuacionescoyunturales coincidies<strong>en</strong> con cataclismos estructurales. La economíamundial que afrontaba los problemas de los set<strong>en</strong>ta y los och<strong>en</strong>ta ya no erala economía de la edad de oro, aunque era, como hemos visto, el productopredecible de esa época. Su sistema productivo quedó transformado por larevolución tecnológica, y se globalizó o «transnacionalizó» extraordinariam<strong>en</strong>te,con unas consecu<strong>en</strong>cias espectaculares. Además, <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>taera imposible intuir las revolucionarias consecu<strong>en</strong>cias sociales y culturalesde la edad de oro —de las que hemos hablado <strong>en</strong> capítulos preced<strong>en</strong>tes—, asícomo sus pot<strong>en</strong>ciales consecu<strong>en</strong>cias ecológicas.Todo esto se puede explicar muy bi<strong>en</strong> con los ejemplos <strong>del</strong> trabajo y elparo. La t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia g<strong>en</strong>eral de la industrialización ha sido la de sustituir ladestreza humana por la de las máquinas; el trabajo humano, por fuerzasmecánicas, dejando a la g<strong>en</strong>te sin trabajo. Se supuso, correctam<strong>en</strong>te, que elvasto crecimi<strong>en</strong>to económico que <strong>en</strong>g<strong>en</strong>draba esta constante revoluciónindustrial crearía automáticam<strong>en</strong>te puestos de trabajo más que sufici<strong>en</strong>tes


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 1 3para comp<strong>en</strong>sar los antiguos puestos perdidos, aunque había opiniones muydiversas respecto a qué cantidad de desempleados se precisaba para quesemejante economía pudiese funcionar. La edad de oro pareció confirmareste optimismo. Como hemos visto (<strong>en</strong> el capítulo 10) el crecimi<strong>en</strong>to de laindustria era tan grande que la cantidad y la proporción de trabajadores industrialesno desc<strong>en</strong>dió significativam<strong>en</strong>te, ni siquiera <strong>en</strong> los países más industrializados.Pero las décadas de crisis empezaron a reducir el empleo <strong>en</strong> proporcionesespectaculares, incluso <strong>en</strong> las industrias <strong>en</strong> proceso de expansión. Enlos Estados Unidos el número de telefonistas <strong>del</strong> servicio de larga distanciadesc<strong>en</strong>dió un 12 por 100 <strong>en</strong>tre 1950 y 1970, mi<strong>en</strong>tras las llamadas se multiplicabanpor cinco, y <strong>en</strong>tre 1970 y 1990 cayó un 40 por 100, al tiempo que setriplicaban las llamadas (Technology, 1986, p. 328). El número de trabajadoresdisminuyó rápidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> términos relativos y absolutos. El creci<strong>en</strong>tedesempleo de estas décadas no era simplem<strong>en</strong>te cíclico, sino estructural. Lospuestos de trabajo perdidos <strong>en</strong> las épocas malas no se recuperaban <strong>en</strong> las bu<strong>en</strong>as:nunca volverían a recuperarse.Esto no sólo se debe a que la nueva división internacional <strong>del</strong> trabajotransfirió industrias de las antiguas regiones, países o contin<strong>en</strong>tes a los nuevos,convirti<strong>en</strong>do los antiguos c<strong>en</strong>tros industriales <strong>en</strong> «cinturones de herrumbre»o <strong>en</strong> espectrales paisajes urbanos <strong>en</strong> los que se había borrado cualquiervestigio de la antigua industria, como <strong>en</strong> un estirami<strong>en</strong>to facial. El auge <strong>del</strong>os nuevos países industriales es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te: a mediados de los och<strong>en</strong>ta,siete de estos países tercermundistas consumían el 24 por 100 <strong>del</strong> acero mundialy producían el 15 por 100, por tomar un índice de industrialización tanbu<strong>en</strong>o como cualquier otro. 8 Además, <strong>en</strong> un mundo donde los flujos económicosatravesaban las fronteras estatales —con la excepción <strong>del</strong> de los emigrantes<strong>en</strong> busca de trabajo—, las industrias con uso int<strong>en</strong>sivo de trabajoemigraban de los países con salarios elevados a países de salarios bajos; esdecir, de los países ricos que componían el núcleo c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong> capitalismo,como los Estados Unidos, a los países de la periferia. Cada trabajador empleadoa salarios téjanos <strong>en</strong> El Paso repres<strong>en</strong>taba un lujo si, con sólo cruzar el ríohasta Juárez, <strong>en</strong> México, se podía disponer de un trabajador que, aunque fueseinferior, costaba varias veces m<strong>en</strong>os.Pero incluso los países preindustriales o de industrialización incipi<strong>en</strong>teestaban gobernados por la implacable lógica de la mecanización, que máspronto o más tarde haría que incluso el trabajador más barato costase más caroque una máquina capaz de hacer su trabajo, y por la lógica, igualm<strong>en</strong>te implacable,de la compet<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> libre comercio mundial. Por barato que resultaseel trabajo <strong>en</strong> Brasil, comparado con Detroit o Wolfsburg, la industriaautomovilística de Sao Paulo se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba a los mismos problemas de desplazami<strong>en</strong>to<strong>del</strong> trabajo por la mecanización que t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> Michigan o <strong>en</strong> laBaja Sajonia; o, por lo m<strong>en</strong>os, esto decían al autor los dirig<strong>en</strong>tes sindicales8. China, Corea <strong>del</strong> Sur, India, México, V<strong>en</strong>ezuela, Brasil y Arg<strong>en</strong>tina (Piel, 1992,PP. 286-289).


414 EL DERRUMBAMIENTObrasileños <strong>en</strong> 1992. El r<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to y la productividad de la maquinaria podíanser constante y —a efectos prácticos— infinitam<strong>en</strong>te aum<strong>en</strong>tados por elprogreso tecnológico, y su coste ser reducido de manera espectacular. Nosucede lo mismo con los seres humanos, como puede demostrarlo la comparación<strong>en</strong>tre la progresión de la velocidad <strong>en</strong> el transporte aéreo y la de lamarca mundial de los ci<strong>en</strong> metros lisos. El coste <strong>del</strong> trabajo humano no puedeser <strong>en</strong> ningún caso inferior al coste de mant<strong>en</strong>er vivos a los seres humanosal nivel mínimo considerado aceptable <strong>en</strong> su sociedad, o, de hecho, acualquier nivel. Cuanto más avanzada es la tecnología, más caro resulta elcompon<strong>en</strong>te humano de la producción comparado con el mecánico.La tragedia histórica de las décadas de crisis consistió <strong>en</strong> que la producciónprescindía de los seres humanos a una velocidad superior a aquella <strong>en</strong>que la economía de mercado creaba nuevos puestos de trabajo para ellos.Además, este proceso fue acelerado por la compet<strong>en</strong>cia mundial, por las dificultadesfinancieras de los gobiernos que, directa o indirectam<strong>en</strong>te, eran losmayores contratistas de trabajo, así como, después de 1980, por la teologíaimperante <strong>del</strong> libre mercado, que presionaba para que se transfiriese elempleo a formas de empresa maximizadoras <strong>del</strong> b<strong>en</strong>eficio, <strong>en</strong> especial a lasprivadas, que, por definición, no tomaban <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta otro interés que el suyo<strong>en</strong> términos estrictam<strong>en</strong>te pecuniarios. Esto significó, <strong>en</strong>tre otras cosas, quelos gobiernos y otras <strong>en</strong>tidades públicas dejaron de ser contratistas de trabajo<strong>en</strong> última instancia (World Labour, 1989, p. 48). El declive <strong>del</strong> sindicalismo,debilitado tanto por la depresión económica como por la hostilidad de losgobiernos neoliberales, aceleró este proceso, puesto que una de las funcionesque más cuidaba era precisam<strong>en</strong>te la protección <strong>del</strong> empleo. La economíamundial estaba <strong>en</strong> expansión, pero el mecanismo automático mediante elcual esta expansión g<strong>en</strong>eraba empleo para los hombres y mujeres queaccedían al mercado de trabajo sin una formación especializada se estabadesintegrando.Para plantearlo de otra manera. La revolución agrícola hizo que el campesinado,<strong>del</strong> que la mayoría de la especie humana formó parte a lo largo de lahistoria, resultase innecesario, pero los millones de personas que ya no s<strong>en</strong>ecesitaban <strong>en</strong> el campo fueron absorbidas por otras ocupaciones int<strong>en</strong>sivas<strong>en</strong> el uso de trabajo, que sólo requerían una voluntad de trabajar, la adaptaciónde rutinas campesinas, como las de cavar o construir muros, o la capacidad deapr<strong>en</strong>der <strong>en</strong> el trabajo. ¿Qué les ocurriría a esos trabajadores cuando estasocupaciones dejas<strong>en</strong> a su vez de ser necesarias? Aun cuando algunos pudies<strong>en</strong>reciclarse para desempeñar los oficios especializados de la era de la informaciónque continúan expandiéndose (la mayoría de los cuales requier<strong>en</strong> unaformación superior), no habría puestos sufici<strong>en</strong>tes para comp<strong>en</strong>sar los perdidos(Technology, 1986, pp. 7-9 y 335). ¿Qué les sucedería, <strong>en</strong>tonces, a loscampesinos <strong>del</strong> tercer mundo que seguían abandonando sus aldeas?En los países ricos <strong>del</strong> capitalismo t<strong>en</strong>ían sistemas de bi<strong>en</strong>estar <strong>en</strong> los queapoyarse, aun cuando qui<strong>en</strong>es dep<strong>en</strong>dían perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te de estos sistemasdebían afrontar el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to y el desprecio de qui<strong>en</strong>es se veían a sí mis-


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 1 5mos como g<strong>en</strong>tes que se ganaban la vida con su trabajo. En los países pobres<strong>en</strong>traban a formar parte de la amplia y oscura economía «informal» o «paralela»,<strong>en</strong> la cual hombres, mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias auna combinación de trabajos ocasionales, servicios, chapuzas, compra, v<strong>en</strong>tay hurto. En los países ricos empezaron a constituir, o a reconstituir, una «subclase»cada vez más segregada, cuyos problemas se consideraban de factoinsolubles, pero secundarios, ya que formaban tan sólo una minoría perman<strong>en</strong>te.El gueto de la población negra nativa 9 de los Estados Unidos se convirtió<strong>en</strong> el ejemplo tópico de este submundo social. Lo cual no quiere decirque la «economía sumergida» no exista <strong>en</strong> el primer mundo. Los investigadoresse sorpr<strong>en</strong>dieron al descubrir que a principios de los nov<strong>en</strong>ta había <strong>en</strong>los veintidós millones de hogares <strong>del</strong> Reino Unido más de diez millones <strong>del</strong>ibras esterlinas <strong>en</strong> efectivo, o sea un promedio de 460 libras por hogar, unacifra cuya cuantía se justificaba por el hecho de que «la economía sumergidafunciona por lo g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> efectivo» (Financial Times, 18-10-1993).IILa combinación de depresión y de una economía reestructurada <strong>en</strong> bloquepara expulsar trabajo humano creó una sorda t<strong>en</strong>sión que impregnó la política <strong>del</strong>as décadas de crisis. Una g<strong>en</strong>eración <strong>en</strong>tera se había acostumbrado al pl<strong>en</strong>oempleo, o a confiar <strong>en</strong> que pronto podría <strong>en</strong>contrar un trabajo adecuado <strong>en</strong>alguna parte. Y aunque la recesión de principios de los och<strong>en</strong>ta trajoinseguridad a la vida de los trabajadores industriales, no fue hasta la crisis deprincipios de los nov<strong>en</strong>ta que amplios sectores de profesionales yadministrativos de países como el Reino Unido empezaron a s<strong>en</strong>tir que ni sutrabajo ni su futuro estaban asegurados: casi la mitad de los habitantes de laszonas más prósperas <strong>del</strong> país temían que podían perder su empleo. Fuerontiempos <strong>en</strong> que la g<strong>en</strong>te, con sus antiguas formas de vida minadas o prácticam<strong>en</strong>tearruinadas (véanse los capítulos X y XI), estuvieron a punto de perderel norte. ¿Fue un accid<strong>en</strong>te que «ocho de los diez asesinatos <strong>en</strong> masa másimportantes de la historia de los Estados Unidos ... se produjeran a partir de1980», y que fues<strong>en</strong> acciones realizadas por hombres blancos de medianaedad, de treinta o cuar<strong>en</strong>ta años, «tras un prolongado período de soledad,frustración y rabia», acciones precipitadas muchas veces por una catástrofe<strong>en</strong> sus vidas, como la pérdida de su trabajo o un divorcio? 10 La creci<strong>en</strong>te «cultura<strong>del</strong> odio que se g<strong>en</strong>eró <strong>en</strong> los Estados Unidos» y que tal vez contribuyóa empujarles ¿fue quizá un accid<strong>en</strong>te? (Butterfield, 1991). Este odio estaba9. Los emigrantes negros que llegan a los Estados Unidos proced<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> Caribe y de laAmérica hispana se comportan, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, como otras comunidades emigrantes, y no aceptan ser excluidos <strong>en</strong> la misma medida <strong>del</strong> mercado de trabajo.10. «Esto es especialm<strong>en</strong>te cierto ... para alguno de los millones de personas de medianaedad que <strong>en</strong>contraron un trabajo por el cual tuvieron que trasladarse de resid<strong>en</strong>cia. Cambiaronde lugar y, si perdían el trabajo, no <strong>en</strong>contraban a nadie que pudiese ayudarlos.»


4 1 6 EL DERRUMBAMIENTOpres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la letra de muchas canciones populares de los años och<strong>en</strong>ta, y <strong>en</strong>la crueldad manifiesta de muchas películas y programas de televisión.Esta s<strong>en</strong>sación de desori<strong>en</strong>tación y de inseguridad produjo cambios y desplazami<strong>en</strong>tossignificativos <strong>en</strong> la política de los países desarrollados, antesincluso de que el final de la guerra fría destruyese el equilibrio internacionalsobre el cual se as<strong>en</strong>taba la estabilidad de muchas democracias parlam<strong>en</strong>tariasoccid<strong>en</strong>tales. En épocas de problemas económicos los votantes suel<strong>en</strong>inclinarse a culpar al partido o régim<strong>en</strong> que está <strong>en</strong> el poder, pero la novedadde las décadas de crisis fue que la reacción contra los gobiernos no b<strong>en</strong>eficiabanecesariam<strong>en</strong>te a las fuerzas de la oposición. Los máximos perdedoresfueron los partidos socialdemócratas o laboristas occid<strong>en</strong>tales, cuyo principalinstrum<strong>en</strong>to para satisfacer las necesidades de sus partidarios —la acción económicay social a través de los gobiernos nacionales— perdió fuerza, mi<strong>en</strong>trasque el bloque c<strong>en</strong>tral de sus partidarios, la clase obrera, se fragm<strong>en</strong>taba(véase el capítulo X). En la nueva -economía transnacional, los salarios internosestaban más directam<strong>en</strong>te expuestos que antes a la compet<strong>en</strong>cia extranjera,y la capacidad de los gobiernos para protegerlos era bastante m<strong>en</strong>or. Almismo tiempo, <strong>en</strong> una época de depresión los intereses de varias de las partesque constituían el electorado socialdemócrata tradicional divergían: los dequi<strong>en</strong>es t<strong>en</strong>ían un trabajo (relativam<strong>en</strong>te) seguro y los que no lo t<strong>en</strong>ían; lostrabajadores de las antiguas regiones industrializadas con fuerte sindicación,los de las nuevas industrias m<strong>en</strong>os am<strong>en</strong>azadas, <strong>en</strong> nuevas regiones con bajasindicación, y las impopulares víctimas de los malos tiempos caídas <strong>en</strong> una«subclase». Además, desde 1970 muchos de sus partidarios (especialm<strong>en</strong>tejóv<strong>en</strong>es y/o de clase media) abandonaron los principales partidos de la izquierdapara sumarse a movimi<strong>en</strong>tos de cariz más específico —especialm<strong>en</strong>telos ecologistas, feministas y otros de los llamados «nuevos movimi<strong>en</strong>tossociales»—, con lo cual aquéllos se debilitaron. A principios de la décadade los nov<strong>en</strong>ta los gobiernos socialdemócratas eran tan raros como <strong>en</strong> 1950,ya que incluso administraciones nominalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>cabezadas por socialistasabandonaron sus políticas tradicionales, de grado o forzadas por las circunstancias.Las nuevas fuerzas políticas que vinieron a ocupar este espacio cubríanun amplio espectro, que abarcaba desde los grupos x<strong>en</strong>ófobos y racistas dederechas a través de diversos partidos secesionistas (especialm<strong>en</strong>te, aunqu<strong>en</strong>o sólo, los étnico-nacionalistas) hasta los diversos partidos «verdes» y otros«nuevos movimi<strong>en</strong>tos sociales» que reclamaban un lugar <strong>en</strong> la izquierda.Algunos lograron una pres<strong>en</strong>cia significativa <strong>en</strong> la política de sus países, aveces un predominio regional, aunque a fines <strong>del</strong> siglo xx ninguno hayareemplazado de hecho a los viejos establishm<strong>en</strong>ts políticos.Mi<strong>en</strong>tras tanto, el apoyo electoral a los otros partidos experim<strong>en</strong>tabagrandes fluctuaciones. Algunos de los más influy<strong>en</strong>tes abandonaron el universalismode las políticas democráticas y ciudadanas y abrazaron las dealguna id<strong>en</strong>tidad de grupo, comparti<strong>en</strong>do un rechazo visceral hacia losextranjeros y marginados y hacia el estado-nación omnicompr<strong>en</strong>sivo de la


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 1 7tradición revolucionaria estadounid<strong>en</strong>se y francesa. Más a<strong>del</strong>ante nos ocuparemos<strong>del</strong> auge de las nuevas «políticas de id<strong>en</strong>tidad».Sin embargo, la importancia de estos movimi<strong>en</strong>tos no reside tanto <strong>en</strong> sucont<strong>en</strong>ido positivo como <strong>en</strong> su rechazo de la «vieja política». Algunos de losmás importantes fundam<strong>en</strong>taban su id<strong>en</strong>tidad <strong>en</strong> esta afirmación negativa; porejemplo la Liga <strong>del</strong> Norte italiana, el 20 por 100 <strong>del</strong> electorado estadounid<strong>en</strong>seque <strong>en</strong> 1992 apoyó la candidatura presid<strong>en</strong>cial de un tejano indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te o loselectores de Brasil y Perú que <strong>en</strong> 1989 y 1990 eligieron como presid<strong>en</strong>tes ahombres <strong>en</strong> los que creían poder confiar, por el hecho de que nunca anteshabían oído hablar de ellos. En Gran Bretaña, desde principios de los set<strong>en</strong>ta,sólo un sistema electoral poco repres<strong>en</strong>tativo ha impedido <strong>en</strong> diversas ocasionesla emerg<strong>en</strong>cia de un tercer partido de masas, cuando los liberales —solos o<strong>en</strong> coalición, o tras la fusión con una escisión de socialdemócratas moderados<strong>del</strong> Partido Laborista— obtuvieron casi tanto, o incluso más, apoyo electoralque el que lograron individualm<strong>en</strong>te uno u otro de los dos grandes partidos.Desde principios de los años treinta —<strong>en</strong> otro período de depresión— nose había visto nada semejante al colapso <strong>del</strong> apoyo electoral que experim<strong>en</strong>taron,a finales de los och<strong>en</strong>ta y principios de los nov<strong>en</strong>ta, partidos consolidadosy con gran experi<strong>en</strong>cia de gobierno, como el Partido Socialista <strong>en</strong>Francia (1990), el Partido Conservador <strong>en</strong> Canadá (1993), y los partidosgubernam<strong>en</strong>tales italianos (1993). En resum<strong>en</strong>, durante las décadas de crisislas estructuras políticas de los países capitalistas democráticos, hasta <strong>en</strong>toncesestables, empezaron a desmoronarse. Y las nuevas fuerzas políticas quemostraron un mayor pot<strong>en</strong>cial de crecimi<strong>en</strong>to eran las que combinaban unademagogia populista con fuertes liderazgos personales y la hostilidad hacialos extranjeros. Los supervivi<strong>en</strong>tes de la era de <strong>en</strong>treguerras t<strong>en</strong>ían razonespara s<strong>en</strong>tirse descorazonados.IIITambién fue alrededor de 1970 cuando empezó a producirse una crisissimilar, desapercibida al principio, que com<strong>en</strong>zó a minar el «segundo mundo»de las «economías de planificación c<strong>en</strong>tralizada». Esta crisis resultó primero<strong>en</strong>cubierta, y posteriorm<strong>en</strong>te ac<strong>en</strong>tuada, por la inflexibilidad de sus sistemaspolíticos, de modo que el cambio, cuando se produjo, resultó rep<strong>en</strong>tino,como sucedió <strong>en</strong> China tras la muerte de Mao y, <strong>en</strong> 1983-1985, <strong>en</strong> laUnión Soviética, tras la muerte de Brezhnev (véase el capítulo 16). Desde elpunto de vista económico, estaba claro desde mediados de la década de losses<strong>en</strong>ta que el socialismo de planificación c<strong>en</strong>tralizada necesitaba reformasurg<strong>en</strong>tes. Y a partir de 1970 se evid<strong>en</strong>ciaron graves síntomas de auténticaregresión. Este fue el preciso mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que estas economías se vieronexpuestas —como todas las demás, aunque quizá no <strong>en</strong> la misma medida—a los movimi<strong>en</strong>tos incontrolables y a las impredecibles fluctuaciones de laeconomía mundial transnacional. La <strong>en</strong>trada masiva de la Unión Soviética <strong>en</strong>


418 EL DERRUMBAMIENTOel mercado internacional de cereales y el impacto de las crisis petrolíferas <strong>del</strong>os set<strong>en</strong>ta repres<strong>en</strong>taron el fin <strong>del</strong> «campo socialista» como una economíaregional autónoma, protegida de los caprichos de la economía mundial (véasela p. 374).Curiosam<strong>en</strong>te, el Este y el Oeste estaban unidos no sólo por la economíatransnacional, que ninguno de ellos podía controlar, sino también por laextraña interdep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> sistema de poder de la guerra fría. Comohemos visto <strong>en</strong> el capítulo VIII, este sistema estabilizó a las superpot<strong>en</strong>ciasy a sus áreas de influ<strong>en</strong>cia, pero había de sumir a ambas <strong>en</strong> el desord<strong>en</strong> <strong>en</strong>el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que se desmoronase. No se trataba de un desord<strong>en</strong> meram<strong>en</strong>tepolítico, sino también económico. Con el súbito desmoronami<strong>en</strong>to <strong>del</strong>sistema político soviético, se hundieron también la división interregional<strong>del</strong> trabajo y las redes de dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia mutua desarrolladas <strong>en</strong> la esfera soviética,obligando a los países y regiones ligados a éstas a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse individualm<strong>en</strong>tea un mercado mundial para el cual no estaban preparados. TampocoOccid<strong>en</strong>te lo estaba para integrar los vestigios <strong>del</strong> antiguo «sistemamundial paralelo» comunista <strong>en</strong> su propio mercado mundial, como no pudohacerlo, aun queriéndolo, la Comunidad Europea."Finlandia, un país que experim<strong>en</strong>tó uno de los éxitos económicos másespectaculares de la Europa de la posguerra, se hundió <strong>en</strong> una gran depresióndebido al derrumbami<strong>en</strong>to de la economía soviética. Alemania, la mayor pot<strong>en</strong>ciaeconómica de Europa, tuvo que imponer trem<strong>en</strong>das restricciones a sueconomía, y a la de Europa <strong>en</strong> su conjunto, porque su gobierno (contra lasadvert<strong>en</strong>cias de sus banqueros, todo hay que decirlo) había subestimado ladificultad y el coste de la absorción de una parte relativam<strong>en</strong>te pequeña <strong>del</strong>a economía socialista, los dieciséis millones de personas de la RepúblicaDemocrática Alemana. Estas fueron consecu<strong>en</strong>cias imprevistas de la quiebrasoviética, que casi nadie esperaba hasta que se produjeron.En el intervalo, igual que <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, lo imp<strong>en</strong>sable resultó p<strong>en</strong>sable<strong>en</strong> el Este, y los problemas invisibles se hicieron visibles. Así, <strong>en</strong> los añosset<strong>en</strong>ta, tanto <strong>en</strong> el Este como <strong>en</strong> el Oeste la def<strong>en</strong>sa <strong>del</strong> medio ambi<strong>en</strong>te seconvirtió <strong>en</strong> uno de los temas de campaña política más importantes, bi<strong>en</strong>se tratase de la def<strong>en</strong>sa de las ball<strong>en</strong>as o de la conservación <strong>del</strong> lago Baikal<strong>en</strong> Siberia. Dadas las restricciones <strong>del</strong> debate público, no podemos seguircon exactitud el desarrollo <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to crítico <strong>en</strong> esas sociedades, peroya <strong>en</strong> 1980 economistas de primera línea <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>, antiguos reformistas,como János Kornai <strong>en</strong> Hungría, publicaron análisis muy negativos sobre elsistema económico socialista, y los implacables sondeos sobre los defectos<strong>del</strong> sistema social soviético, que fueron conocidos a mediados de los och<strong>en</strong>-11. Recuerdo la angustiosa interv<strong>en</strong>ción de un búlgaro <strong>en</strong> un coloquio internacional celebrado<strong>en</strong> 1993; «¿Qué quier<strong>en</strong> que hagamos? Hemos perdido nuestros mercados <strong>en</strong> los antiguospaíses socialistas. La Comunidad Europea no quiere absorber nuestras exportaciones. Comomiembros leales de las Naciones Unidas ahora ni siquiera podemos v<strong>en</strong>der a Serbia, a causa <strong>del</strong>bloqueo bosnio. ¿A dónde vamos a ir?».


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 1 9ta, se habían estado gestando desde hacía tiempo <strong>en</strong>tre los académicos de¡Novosibirsk y de muchos otros lugares. Es difícil determinar el mom<strong>en</strong>toexacto <strong>en</strong> el que los dirig<strong>en</strong>tes comunistas abandonaron su fe <strong>en</strong> el socialismo,ya que después de 1989-1991 t<strong>en</strong>ían interés <strong>en</strong> anticipar retrospectivam<strong>en</strong>tesu conversión. Si esto es cierto <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>o económico, aún lo esmás <strong>en</strong> el político, como demostraría —al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los países socialistasoccid<strong>en</strong>tales— la perestroika de Gorbachov. Con toda su admiración históricay su adhesión a L<strong>en</strong>in, cab<strong>en</strong> pocas dudas de que muchos comunistasreformistas hubies<strong>en</strong> querido abandonar gran parte de la her<strong>en</strong>cia política<strong>del</strong> l<strong>en</strong>inismo, aunque pocos de ellos (fuera <strong>del</strong> Partido Comunista italiano,que ejercía un gran atractivo para los reformistas <strong>del</strong> Este) estaban dispuestosa admitirlo.Lo que muchos reformistas <strong>del</strong> mundo socialista hubies<strong>en</strong> querido eratransformar el comunismo <strong>en</strong> algo parecido a la socialdemocracia occid<strong>en</strong>tal.Su mo<strong>del</strong>o era más bi<strong>en</strong> Estocolmo que Los Ángeles. No parece que Hayeky Friedman tuvies<strong>en</strong> muchos admiradores secretos <strong>en</strong> Moscú o Budapest. Ladesgracia de estos reformistas fue que la crisis de los sistemas comunistascoincidiese con la crisis de la edad de oro <strong>del</strong> capitalismo, que fue a su vezla crisis de los sistemas socialdemócratas. Y todavía fue peor que el súbitodesmoronami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> comunismo hiciese indeseable e impracticable un programade transformación gradual, y que esto sucediese durante el (breve) intervalo<strong>en</strong> que <strong>en</strong> el Occid<strong>en</strong>te capitalista triunfaba el radicalismo rampantede los ideólogos <strong>del</strong> ultraliberalismo. Este proporcionó, por ello, la inspiraciónteórica a los regím<strong>en</strong>es poscomunistas, aunque <strong>en</strong> la práctica mostró sertan irrealizable allí como <strong>en</strong> cualquier otro lugar.Sin embargo, aunque <strong>en</strong> muchos aspectos las crisis discurries<strong>en</strong> porcaminos paralelos <strong>en</strong> el Este y <strong>en</strong> el Oeste, y estuvies<strong>en</strong> vinculadas <strong>en</strong> unasola crisis global tanto por la política como por la economía, divergían <strong>en</strong>dos puntos fundam<strong>en</strong>tales. Para el sistema comunista, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la esferasoviética, que era inflexible e inferior, se trataba de una cuestión de vida omuerte, a la que no sobrevivió. En los países capitalistas desarrollados loque estaba <strong>en</strong> juego nunca fue la superviv<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> sistema económico y,pese a la erosión de sus sistemas políticos, tampoco lo estaba la viabilidadde éstos. Ello podría explicar —aunque no justificar— la poco convinc<strong>en</strong>teafirmación de un autor estadounid<strong>en</strong>se según el cual con el fin <strong>del</strong> comunismola historia de la humanidad sería <strong>en</strong> a<strong>del</strong>ante la historia de la democracialiberal. Sólo <strong>en</strong> un aspecto crucial estaban estos sistemas <strong>en</strong> peligro: sufutura exist<strong>en</strong>cia como estados territoriales individuales ya no estaba garantizada.Pese a todo, a principios de los nov<strong>en</strong>ta, ni uno solo de estos estadosnaciónoccid<strong>en</strong>tales am<strong>en</strong>azados por los movimi<strong>en</strong>tos secesionistas se habíadesintegrado.Durante la era de las catástrofes, el final <strong>del</strong> capitalismo había parecidopróximo. La Gran Depresión podía describirse, como <strong>en</strong> el título de un librocontemporáneo, como This Final Crisis (Hutt, 1935). Pocos t<strong>en</strong>ían ahora unavisión apocalíptica sobre el futuro inmediato <strong>del</strong> capitalismo desarrollado,


4 2 0 EL DERRUMBAMIENTOaunque un historiador y marchante de arte francés predijese rotundam<strong>en</strong>te elfin de la civilización occid<strong>en</strong>tal para 1976 argum<strong>en</strong>tando, con cierto fundam<strong>en</strong>to,que el empuje de la economía estadounid<strong>en</strong>se, que había hecho avanzar<strong>en</strong> el pasado al resto <strong>del</strong> mundo capitalista, era ya una fuerza agotada(Gimpel, 1992). Consideraba, por tanto, que la depresión actual «se prolongaráhasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trado el próximo mil<strong>en</strong>io». Para ser justos habrá que decirque, hasta mediados o incluso fines de los och<strong>en</strong>ta, tampoco muchos se mostrabanapocalípticos respecto de las perspectivas de la Unión Soviética.Sin embargo, y debido precisam<strong>en</strong>te al mayor y más incontrolable dinamismode la economía capitalista, el tejido social de las sociedades occid<strong>en</strong>talesestaba bastante más minado que el de las sociedades socialistas, y portanto, <strong>en</strong> este aspecto la crisis <strong>del</strong> Oeste era más grave. El tejido social de laUnión Soviética y de la Europa ori<strong>en</strong>tal se hizo pedazos a consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>derrumbami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> sistema, y no como condición previa <strong>del</strong> mismo. Alládonde las comparaciones son posibles, como <strong>en</strong> el caso de la Alemania Occid<strong>en</strong>taly la Alemania Ori<strong>en</strong>tal, parece que los valores y las costumbres de laAlemania tradicional se conservaron mejor bajo la égida comunista que <strong>en</strong>la región occid<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> milagro económico.Los judíos que emigraron de la Unión Soviética a Israel promovieron <strong>en</strong>este país la música clásica, ya que prov<strong>en</strong>ían de un país <strong>en</strong> el que asistir aconciertos <strong>en</strong> directo seguía si<strong>en</strong>do una actividad normal, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong>treel colectivo judío. El público de los conciertos no se había reducido allí a unapequeña minoría de personas de mediana o avanzada edad. 12Los habitantes de Moscú y de Varsovia se s<strong>en</strong>tían m<strong>en</strong>os preocupadospor problemas que abrumaban a los de Nueva York o Londres: el visible crecimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> índice de criminalidad, la inseguridad ciudadana y la impredecibleviol<strong>en</strong>cia de una juv<strong>en</strong>tud sin normas. Había, lógicam<strong>en</strong>te, escasaost<strong>en</strong>tación pública <strong>del</strong> tipo de comportami<strong>en</strong>to que indignaba a las personassocialm<strong>en</strong>te conservadoras o conv<strong>en</strong>cionales, que lo veían como una evid<strong>en</strong>ciade la descomposición de la civilización y presagiaban un colapso como elde Weimar.Es difícil determinar <strong>en</strong> qué medida esta difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre el Este y el Oestese debía a la mayor riqueza de las sociedades occid<strong>en</strong>tales y al rígido controlestatal de las <strong>del</strong> Este. En algunos aspectos, este y oeste evolucionaron <strong>en</strong> lamisma dirección. En ambos, las familias eran cada vez más pequeñas, losmatrimonios se rompían con mayor facilidad que <strong>en</strong> otras partes, y lapoblación de los estados —o, <strong>en</strong> cualquier caso, la de sus regiones más urbanizadase industrializadas— se reproducía poco. En ambos también —aun-,que estas afirmaciones siempre deban hacerse con cautela— s'e debilitó elarraigo de las religiones occid<strong>en</strong>tales tradicionales, aunque especialistas <strong>en</strong> lamateria afirmaban que <strong>en</strong> la Rusia postsoviética se estaba produci<strong>en</strong>do un12. En 1990 se consideraba que <strong>en</strong> Nueva York, uno de los dos mayores c<strong>en</strong>tros musicales<strong>del</strong> mundo, el público de los conciertos se circunscribía a veinte o treinta mil personas, <strong>en</strong>una población total de diez millones.


LAS DÉCADAS DE CRISIS 421resurgimi<strong>en</strong>to de las cre<strong>en</strong>cias religiosas, aunque no de la práctica. En 1989las mujeres polacas —como los hechos se <strong>en</strong>cargaron de demostrar— erantan refractarias a dejar que la Iglesia católica dictase sus hábitos de emparejami<strong>en</strong>tocomo las mujeres italianas, pese a que <strong>en</strong> la etapa comunista lospolacos hubies<strong>en</strong> manifestado una apasionada adhesión a la Iglesia porrazones nacionalistas y antisoviéticas. Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te los regím<strong>en</strong>es comunistasdejaban m<strong>en</strong>os espacio para las subculturas, las contraculturas o lossubmundos de cualquier especie, y reprimían las disid<strong>en</strong>cias. Además,los pueblos que han experim<strong>en</strong>tado períodos de terror g<strong>en</strong>eral y despiadado,como sucedía <strong>en</strong> muchos de estos estados, es más probable que sigan conla cabeza gacha incluso cuando se suaviza el ejercicio <strong>del</strong> poder. Con todo, larelativa tranquilidad de la vida socialista no se debía al temor. El sistemaaisló a sus ciudadanos <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>o impacto de las transformaciones socialesde Occid<strong>en</strong>te porque los aisló <strong>del</strong> pl<strong>en</strong>o impacto <strong>del</strong> capitalismo occid<strong>en</strong>tal.Los cambios que experim<strong>en</strong>taron procedían <strong>del</strong> estado o eran una respuestaal estado. Lo que el estado no se propuso cambiar permaneció comoestaba antes. La paradoja <strong>del</strong> comunismo <strong>en</strong> el poder es que resultó ser conservador.IVEs prácticam<strong>en</strong>te imposible hacer g<strong>en</strong>eralizaciones sobre la ext<strong>en</strong>sa área<strong>del</strong> tercer mundo (incluy<strong>en</strong>do aquellas zonas <strong>del</strong> mismo que estaban ahora <strong>en</strong>proceso de industrialización). En la medida <strong>en</strong> que sus problemas pued<strong>en</strong>estudiarse <strong>en</strong> conjunto, he procurado hacerlo <strong>en</strong> los capítulos VII y XII.Como hemos visto, las décadas de crisis afectaron a aquellas regiones demaneras muy difer<strong>en</strong>tes. ¿Cómo podemos comparar Corea <strong>del</strong> Sur, dondedesde 1970 hasta 1985 el porc<strong>en</strong>taje de la población que poseía un aparato detelevisión pasó de un 6,4 por 100 a un 99,1 por 100 (Jon, 1993), con un paíscomo Perú, donde más de la mitad de la población estaba por debajo <strong>del</strong>umbral de la pobreza —más que <strong>en</strong> 1972— y donde el consumo per capitaestaba cay<strong>en</strong>do (Anuario, 1989), por no hablar de los asolados países <strong>del</strong>África subsahariana? Las t<strong>en</strong>siones que se producían <strong>en</strong> un subcontin<strong>en</strong>tecomo la India eran las propias de una economía <strong>en</strong> crecimi<strong>en</strong>to y de unasociedad <strong>en</strong> transformación. Las que sufrían zonas como Somalia, Angola yLiberia eran las propias de unos países <strong>en</strong> disolución d<strong>en</strong>tro de un contin<strong>en</strong>tesobre cuyo futuro pocos se s<strong>en</strong>tían optimistas.La única g<strong>en</strong>eralización que podía hacerse con seguridad era la de que,desde 1970, casi todos los países de esta categoría se habían <strong>en</strong>deudado profundam<strong>en</strong>te.En 1990 se los podía clasificar, desde los tres gigantes de ladeuda internacional (<strong>en</strong>tre 60.000 y 110.000 millones de dólares), que eranBrasil, México y Arg<strong>en</strong>tina, pasando por los otros veintiocho que debían másde 10.000 millones cada uno, hasta los que sólo debían de 1.000 o 2.000millones. El Banco Mundial (que t<strong>en</strong>ía motivos para saberlo) calculó que


422 EL DERRUMBAMIENTOsólo siete de las nov<strong>en</strong>ta y seis economías de r<strong>en</strong>ta «baja» y «media» queasesoraba t<strong>en</strong>ían deudas externas sustancialm<strong>en</strong>te inferiores a los mil millonesde dólares —países como Lesotho y Chad—, y que incluso <strong>en</strong> éstos lasdeudas eran varias veces superiores a lo que habían sido veinte años antes.En 1970 sólo doce países t<strong>en</strong>ían una deuda superior a los mil millones dedólares, y ningún país superaba los diez mil millones. En términos más realistas,<strong>en</strong> 1980 seis países t<strong>en</strong>ían una deuda igual o mayor que todo su PNB;<strong>en</strong> 1990 veinticuatro países debían más de lo que producían, incluy<strong>en</strong>do —sitomamos la región como un conjunto— toda el África subsahariana. Noresulta sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que los países relativam<strong>en</strong>te más <strong>en</strong>deudados se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tr<strong>en</strong><strong>en</strong> África (Mozambique, Tanzania, Somalia, Zambia, Congo, Costa deMarfil), algunos de ellos asolados por la guerra; otros, por la caída <strong>del</strong> preciode sus exportaciones. Sin embargo, los países que debían soportar una cargamayor para la at<strong>en</strong>ción de sus grandes deudas —es decir, aquellos que debíanemplear para ello una cuarta parte o más <strong>del</strong> total de sus exportaciones—estaban más repartidos. En realidad el África subsahariana estaba por debajode esta cifra, bastante mejor <strong>en</strong> este aspecto que el sureste asiático, AméricaLatina y el Caribe, y Ori<strong>en</strong>te Medio.Era muy improbable que ninguna de estas deudas acabase saldándose,pero mi<strong>en</strong>tras los bancos siguies<strong>en</strong> cobrando intereses por ellas —un promedio<strong>del</strong> 9,6 por 100 <strong>en</strong> 1982 (UNCTAD)— les importaba poco. A comi<strong>en</strong>zosde los och<strong>en</strong>ta se produjo un mom<strong>en</strong>to de pánico cuando, empezando porMéxico, los países latinoamericanos con mayor deuda no pudieron seguirpagando, y el sistema bancario occid<strong>en</strong>tal estuvo al borde <strong>del</strong> colapso, puestoque <strong>en</strong> 1970 (cuando los petrodólares fluían sin cesar a la busca de inversiones)algunos de los bancos más importantes habían prestado su dinero contal descuido que ahora se <strong>en</strong>contraban técnicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> quiebra. Por fortunapara los países ricos, los tres gigantes latinoamericanos de la deuda no sepusieron de acuerdo para actuar conjuntam<strong>en</strong>te, hicieron arreglos separadospara r<strong>en</strong>egociar las deudas, y los bancos, apoyados por los gobiernos y lasag<strong>en</strong>cias internacionales, dispusieron de tiempo para amortizar gradualm<strong>en</strong>tesus activos perdidos y mant<strong>en</strong>er su solv<strong>en</strong>cia técnica. La crisis de la deudapersistió, pero ya no era pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te fatal. Este fue probablem<strong>en</strong>te elmom<strong>en</strong>to más peligroso para la economía capitalista mundial desde 1929. Suhistoria completa aún está por escribir.Mi<strong>en</strong>tras las deudas de los estados pobres aum<strong>en</strong>taban, no lo hacían susactivos, reales o pot<strong>en</strong>ciales. En las décadas de crisis la economía capitalistamundial, que juzga exclusivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> función <strong>del</strong> b<strong>en</strong>eficio real o pot<strong>en</strong>cial,decidió «cancelar» una gran parte <strong>del</strong> tercer mundo. De las veintidós «economíasde r<strong>en</strong>ta baja», diecinueve no recibieron ninguna inversión extranjera.De hecho, sólo se produjeron inversiones considerables (de más de 500millones de dólares) <strong>en</strong> catorce de los casi ci<strong>en</strong> países de r<strong>en</strong>tas bajas ymedias fuera de Europa, y grandes inversiones (de 1.000 millones de dólares<strong>en</strong> a<strong>del</strong>ante) <strong>en</strong> tan sólo ocho países, cuatro de los cuales <strong>en</strong> el este y el sureste


LAS DÉCADAS DE CRISIS 423asiático (China, Tailandia, Malaysia e Indonesia), y tres <strong>en</strong> América Latina(Arg<strong>en</strong>tina, México y Brasil). 13La economía mundial transnacional, creci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te integrada, no se olvidótotalm<strong>en</strong>te de las zonas proscritas. Las más pequeñas y pintorescas de ellast<strong>en</strong>ían un pot<strong>en</strong>cial como paraísos turísticos y como refugios extraterritorialesoffshore <strong>del</strong> control gubernam<strong>en</strong>tal, y el descubrimi<strong>en</strong>to de recursos aprovechables<strong>en</strong> territorios poco interesantes hasta el mom<strong>en</strong>to podría cambiar susituación. Sin embargo, una gran parte <strong>del</strong> mundo iba quedando, <strong>en</strong> conjunto,descolgada de la economía mundial. Tras el colapso <strong>del</strong> bloque soviético,parecía que esta iba a ser también la suerte de la zona compr<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>treTrieste y Vladivostok. En 1990 los únicos estados ex socialistas de la Europaori<strong>en</strong>tal que atrajeron alguna inversión extranjera neta fueron Polonia y Checoslovaquia{World Developm<strong>en</strong>t, 1992, cuadros 21, 23 y 24). D<strong>en</strong>tro de la<strong>en</strong>orme área de la antigua Unión Soviética había distritos o repúblicas ricos <strong>en</strong>recursos que atrajeron grandes inversiones, y zonas que fueron abandonadas asus propias y míseras posibilidades. De una forma u otra, gran parte de lo quehabía sido el «segundo mundo» iba asimilándose a la situación <strong>del</strong> tercero.El principal efecto de las décadas de crisis fue, pues, el de <strong>en</strong>sanchar labrecha <strong>en</strong>tre los países ricos y los países pobres. Entre 1960 y 1987 el PIB realde los países <strong>del</strong> África subsahariana desc<strong>en</strong>dió, pasando de ser un 14 por 100<strong>del</strong> de los países industrializados al 8 por 100; el de los países «m<strong>en</strong>os desarrollados»(que incluía países africanos y no africanos) desc<strong>en</strong>dió <strong>del</strong> 9 al 5por 100 14 (Human Developm<strong>en</strong>t, 1991, cuadro 6).VEn la medida <strong>en</strong> que la economía transnacional consolidaba su dominiomundial iba minando una grande, y desde 1945 prácticam<strong>en</strong>te universal, institución:el estado-nación, puesto que tales estados no podían controlar másque una parte cada vez m<strong>en</strong>or de sus asuntos. Organizaciones cuyo campo deacción se circunscribía al ámbito de las fronteras territoriales, como los sindicatos,los parlam<strong>en</strong>tos y los sistemas nacionales de radiodifusión, perdieronterr<strong>en</strong>o, <strong>en</strong> la misma medida <strong>en</strong> que lo ganaban otras organizaciones qu<strong>en</strong>o t<strong>en</strong>ían estas limitaciones, como las empresas multinacionales, el mercadomonetario internacional y los medios de comunicación global de la era de lossatélites.La desaparición de las superpot<strong>en</strong>cías, que podían controlar <strong>en</strong> ciertamedida a sus estados satélites, vino a reforzar esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia. Incluso la más13. El otro país que atrajo inversiones, para sorpresa de muchos, fue Egipto.14. La categoría de «naciones m<strong>en</strong>os desarrolladas» es una categoría establecida por lasNaciones Unidas. La mayoría de ellas ti<strong>en</strong>e m<strong>en</strong>os de 300 dólares por año y PIB per capita. El«PIB real per capita» es una manera de expresar esta cifra <strong>en</strong> términos de qué puede comprarselocalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> lugar de expresarlo simplem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> términos de tipos de cambio oficial, segúnuna escala de «paridades internacionales de poder adquisitivo».


4 2 4 EL DERRUMBAMIENTOinsustituible de las funciones que los estados-nación habían desarrollado <strong>en</strong>el transcurso <strong>del</strong> siglo, la de redistribuir la r<strong>en</strong>ta <strong>en</strong>tre sus poblacionesmediante las transfer<strong>en</strong>cias de los servicios educativos, de salud y de bi<strong>en</strong>estar,además de otras asignaciones de recursos, no podía mant<strong>en</strong>erse ya d<strong>en</strong>trode los límites territoriales <strong>en</strong> teoría, aunque <strong>en</strong> la práctica lo hiciese, exceptodonde las <strong>en</strong>tidades supranacionales como la Comunidad o Unión Europealas complem<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> algunos aspectos. Durante el apogeo de los teólogos<strong>del</strong> mercado libre, el estado se vio minado también por la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a desmantelaractividades hasta <strong>en</strong>tonces realizadas por organismos públicos,dejándoselas «al mercado».Paradójica, pero quizá no sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, a este debilitami<strong>en</strong>to <strong>del</strong>estado-nación se le añadió una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a dividir los antiguos estados territoriales<strong>en</strong> lo que pret<strong>en</strong>dían ser otros más pequeños, la mayoría de ellos <strong>en</strong>respuesta a la demanda por algún grupo de un monopolio étnico-lingüístico.Al comi<strong>en</strong>zo, el asc<strong>en</strong>so de tales movimi<strong>en</strong>tos autonomistas y separatistas,sobre todo después de 1970, fue un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te occid<strong>en</strong>talque pudo observarse <strong>en</strong> Gran Bretaña, España, Canadá, Bélgica e incluso <strong>en</strong>Suiza y Dinamarca; pero también, desde principios de los set<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong> elm<strong>en</strong>os c<strong>en</strong>tralizado de los estados socialistas, Yugoslavia. La crisis <strong>del</strong>comunismo la ext<strong>en</strong>dió por el Este, donde después de 1991 se formaron másnuevos estados, nominalm<strong>en</strong>te nacionales, que <strong>en</strong> cualquier otra épocadurante el siglo xx. Hasta los años nov<strong>en</strong>ta este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o no afectó prácticam<strong>en</strong>teal hemisferio occid<strong>en</strong>tal al sur de la frontera canadi<strong>en</strong>se. En laszonas <strong>en</strong> que durante los años och<strong>en</strong>ta y nov<strong>en</strong>ta se produjo el desmoronami<strong>en</strong>toy la desintegración de los estados, como <strong>en</strong> Afganistán y <strong>en</strong> partes deÁfrica, la alternativa al antiguo estado no fue su partición sino la anarquía.Este desarrollo resultaba paradójico, puesto que estaba perfectam<strong>en</strong>te claroque los nuevos miniestados t<strong>en</strong>ían los mismos inco'nv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes que losantiguos, acrec<strong>en</strong>tados por el hecho de ser m<strong>en</strong>ores. Fue m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tede lo que pudiera parecer, porque el único mo<strong>del</strong>o de estado disponible a fines<strong>del</strong> siglo xx era el de un territorio con fronteras dotado de sus propiasinstituciones autónomas, o sea, el mo<strong>del</strong>o de estado-nación de la era de lasrevoluciones. Además, desde 1918 todos los regím<strong>en</strong>es sost<strong>en</strong>ían el principiode «autodeterminación nacional», que cada vez más se definía <strong>en</strong> términosétnico-lingüísticos. En este aspecto, L<strong>en</strong>in y el presid<strong>en</strong>te Wilson estaban de.acuerdo. Tanto la Europa surgida de los tratados de paz de Versalles como loque se convirtió <strong>en</strong> la Unión Soviética estaban concebidos como agrupacionesde tales estados-nación. En el caso de la Unión Soviética (y de Yugoslavia,que más tarde siguió su ejemplo), eran uniones de este tipo de estadosque, <strong>en</strong> teoría —aunque no <strong>en</strong> la práctica— mant<strong>en</strong>ían su derecho a la secesión.15 Cuando estas uniones se rompieron, lo hicieron naturalm<strong>en</strong>te deacuerdo con las líneas de fractura previam<strong>en</strong>te determinadas.15. En esto divergían de los estados de los Estados Unidos que, desde el final de la guerracivil norteamericana <strong>en</strong> 1865, no tuvieron el derecho a la secesión, excepto, quizá, Texas.


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 2 5No obstante, el nuevo nacionalismo separatista de las décadas de crisisera un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o bastante difer<strong>en</strong>te <strong>del</strong> que había llevado a la creación deestados-nación <strong>en</strong> los siglos xix y principios <strong>del</strong> xx. De hecho, se tratabade una combinación de tres f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os. El primero era la resist<strong>en</strong>cia de losestados-nación exist<strong>en</strong>tes a su degradación. Esto quedó claro <strong>en</strong> los añosoch<strong>en</strong>ta, con los int<strong>en</strong>tos realizados por miembros de hecho o pot<strong>en</strong>ciales <strong>del</strong>a Comunidad Europea, <strong>en</strong> ocasiones de características políticas muy distintascomo Noruega y la Inglaterra de la señora Thatcher, de mant<strong>en</strong>er su autonomíaregional d<strong>en</strong>tro de la reglam<strong>en</strong>tación global europea <strong>en</strong> materias queconsideraban importantes. Sin embargo, resulta significativo que el proteccionismo,el principal elem<strong>en</strong>to de def<strong>en</strong>sa con que contaban los estadosnación,fuese mucho más débil <strong>en</strong> las décadas de crisis que <strong>en</strong> la era de lascatástrofes. El libre comercio mundial seguía si<strong>en</strong>do el ideal y —<strong>en</strong> granmedida— la realidad, sobre todo tras la caída de las economías controladaspor el estado, pese a que varios estados desarrollaron métodos hasta <strong>en</strong>toncesdesconocidos para protegerse contra la compet<strong>en</strong>cia extranjera.Se decía que japoneses y franceses eran los especialistas <strong>en</strong> estos métodos,pero probablem<strong>en</strong>te fueron los italianos qui<strong>en</strong>es tuvieron un éxito másgrande a la hora de mant<strong>en</strong>er la mayor parte de su mercado automovilístico<strong>en</strong> manos italianas (esto es, de la Fiat). Con todo, se trataba de accionesdef<strong>en</strong>sivas, aunque muy empeñadas y a veces coronadas por el éxito. Eranprobablem<strong>en</strong>te más duras cuando lo que estaba <strong>en</strong> juego no era simplem<strong>en</strong>teeconómico, sino una cuestión relacionada con la id<strong>en</strong>tidad cultural.Los franceses, y <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida los alemanes, lucharon por mant<strong>en</strong>er lascuantiosas ayudas para sus campesinos, no sólo porque éstos t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> susmanos unos votos vitales, sino también porque creían que la destrucción <strong>del</strong>as explotaciones agrícolas, por inefici<strong>en</strong>tes o poco competitivas que fues<strong>en</strong>,significaría la destrucción de un paisaje, de una tradición y de una parte<strong>del</strong> carácter de la nación.Los franceses, con el apoyo de otros países europeos, resistieron las exig<strong>en</strong>ciasestadounid<strong>en</strong>ses <strong>en</strong> favor <strong>del</strong> libre comercio de películas y productosaudiovisuales, no sólo porque se habrían saturado sus pantallas con productosestadounid<strong>en</strong>ses, dado que la industria <strong>del</strong> espectáculo establecida <strong>en</strong>Norteamérica —aunque ahora de propiedad y control internacionales— habíarecuperado un monopolio pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te mundial similar al que det<strong>en</strong>tabala antigua industria de Hollywood. Qui<strong>en</strong>es se oponían a este monopolioconsideraban, acertadam<strong>en</strong>te, que era intolerable que meros cálculos de costescomparativos y de r<strong>en</strong>tabilidad llevas<strong>en</strong> a la desaparición de la producción depelículas <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua francesa. Sean cuales fuer<strong>en</strong> los argum<strong>en</strong>tos económicos,había cosas <strong>en</strong> la vida que debían protegerse. ¿Acaso algún gobierno podríaconsiderar seriam<strong>en</strong>te la posibilidad de demoler la catedral de Chartres o elTaj Mahal, si pudiera demostrarse que construy<strong>en</strong>do un hotel de lujo, un c<strong>en</strong>trocomercial o un palacio de congresos <strong>en</strong> el solar (v<strong>en</strong>dido, por supuesto, acompradores privados) se podría obt<strong>en</strong>er una mayor contribución al PIB <strong>del</strong>


426 EL DERRUMBAMIENTOpaís que la que proporcionaba el turismo exist<strong>en</strong>te? Basta hacer la preguntapara conocer la respuesta.El segundo de los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os citados puede describirse como el egoísmocolectivo de la riqueza, y refleja las creci<strong>en</strong>tes disparidades económicas<strong>en</strong>tre contin<strong>en</strong>tes, países y regiones. Los gobiernos de viejo estilo de losestados-nación, c<strong>en</strong>tralizados o federales, así como las <strong>en</strong>tidades supranacionalescomo la Comunidad Europea, habían aceptado la responsabilidadde desarrollar todos sus territorios y, por tanto, hasta cierto punto, la responsabilidadde igualar cargas y b<strong>en</strong>eficios <strong>en</strong> todos ellos. Esto significabaque las regiones más pobres y atrasadas recibirían subsidios (a través dealgún mecanismo distributivo c<strong>en</strong>tral) de las regiones más ricas y avanzadas,o que se les daría prefer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> las inversiones con el fin de reducirlas difer<strong>en</strong>cias. La Comunidad Europea fue lo bastante realista como paraadmitir tan sólo como miembros a estados cuyo atraso y pobreza no significas<strong>en</strong>una carga excesiva para los demás; un realismo aus<strong>en</strong>te de la Zonade Libre Comercio <strong>del</strong> Norte de América (NAFTA) de 1993, que asoció alos Estados Unidos y Canadá (con un PIB per capita de unos 20.000 dólares<strong>en</strong> 1990) con México, que t<strong>en</strong>ía una octava parte de este PIB per capita. 16La resist<strong>en</strong>cia de las zonas ricas a dar subsidios a las pobres es harto conocidapor los estudiosos <strong>del</strong> gobierno local, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los Estados Unidos.El problema de los «c<strong>en</strong>tros urbanos» habitados por los pobres, y con unarecaudación fiscal que se hunde a consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> éxodo hacia lossuburbios, se debe fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te a esto. ¿Quién quiere pagar por lospobres? Los ricos suburbios de Los Ángeles, como Santa Ménica y Malibú,optaron por desvincularse de la urbe, por la misma razón que, a principiosde los nov<strong>en</strong>ta, llevó a Stat<strong>en</strong> Island a votar <strong>en</strong> favor de segre-garse deNueva York.Algunos de los nacionalismos separatistas de las décadas de crisis se alim<strong>en</strong>tabande este egoísmo colectivo. La presión por desmembrar Yugoslaviasurgió de las «europeas» Eslov<strong>en</strong>ia y Croacia; y la presión para escindirChecoslovaquia, de la vociferante y «occid<strong>en</strong>tal» República Checa. Cataluñay el País Vasco eran las regiones más ricas y «desarrolladas» de España, y <strong>en</strong>América Latina los únicos síntomas relevantes de separatismo procedían <strong>del</strong>estado más rico de Brasil, Rio Grande do Sul. El ejemplo más nítido de estef<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o fue el súbito auge, a fines de los och<strong>en</strong>ta, de la Liga Lombarda(llamada posteriorm<strong>en</strong>te Liga <strong>del</strong> Norte), que postulaba la secesión de laregión c<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> Milán, la «capital económica» de Italia, de Roma, la capitalpolítica. La retórica de la Liga, con sus refer<strong>en</strong>cias a un glorioso pasadomedieval y al dialecto lombardo, era la retórica habitual de la agitaciónnacionalista, pero lo que sucedía <strong>en</strong> realidad era que la región rica deseabaconservar sus recursos para sí.El tercero de estos f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os tal vez corresponda a una respuesta a la16. El miembro más pobre de la Unión Europea, Portugal, t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> 1990 un PIB de un tercio<strong>del</strong> promedio de la Comunidad.


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 2 7«revolución cultural» de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo: esta extraordinaria disoluciónde las normas, tejidos y valores sociales tradicionales, que hizo quemuchos habitantes <strong>del</strong> mundo desarrollado se sintieran huérfanos y desposeídos.El término «comunidad» no fue empleado nunca de manera más indiscriminaday vacía que <strong>en</strong> las décadas <strong>en</strong> que las comunidades <strong>en</strong> s<strong>en</strong>tidosociológico resultaban difíciles de <strong>en</strong>contrar <strong>en</strong> la vida real (la «comunidadde las relaciones públicas», la «comunidad gay», etc.).En los Estados Unidos, país prop<strong>en</strong>so a autoanalizarse, algunos autoresv<strong>en</strong>ían señalando desde finales de los ses<strong>en</strong>ta el auge de los «grupos de id<strong>en</strong>tidad»:agrupaciones humanas a las cuales una persona podía «pert<strong>en</strong>ecer»de manera inequívoca y más allá de cualquier duda o incertidumbre. Porrazones obvias, la mayoría de éstos apelaban a una «etnicidad» común, aunqueotros grupos de personas que buscaban una separación colectiva empleabanel mismo l<strong>en</strong>guaje nacionalista (como cuando los activistas homosexualeshablaban de «la nación de los gays»).Como sugiere la aparición de este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o <strong>en</strong> el más multiétnico de losestados, la política de los grupos de id<strong>en</strong>tidad no ti<strong>en</strong>e una conexión intrínsecacon la «autodeterminación nacional», esto es, con el deseo de crear estadosterritoriales id<strong>en</strong>tificados con un mismo «pueblo» que constituía la es<strong>en</strong>cia<strong>del</strong> nacionalismo. Para los negros o los italianos de Estados Unidos, lasecesión no t<strong>en</strong>ía s<strong>en</strong>tido ni formaba parte de su política étnica. Los políticosucranianos <strong>en</strong> Canadá no eran ucranianos, sino canadi<strong>en</strong>ses. 17La es<strong>en</strong>cia de las políticas étnicas, o similares, <strong>en</strong> las sociedades urbanas—es decir, <strong>en</strong> sociedades heterogéneas casi por definición-— consistía <strong>en</strong>competir con grupos similares por una participación <strong>en</strong> los recursos <strong>del</strong> estadono étnico, empleando para ello la influ<strong>en</strong>cia política de la lealtad de grupo.Los políticos elegidos por unos distritos municipales neoyorquinos quehabían sido conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te arreglados para dar una repres<strong>en</strong>tación específicaa los bloques de votantes latinos, ori<strong>en</strong>tales y homosexuales, queríanobt<strong>en</strong>er más de la ciudad de Nueva York, no m<strong>en</strong>os.Lo que las políticas de id<strong>en</strong>tidad t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> común con el nacionalismoétnico de fin de siglo era la insist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> que la id<strong>en</strong>tidad propia <strong>del</strong> grupoconsistía <strong>en</strong> alguna característica personal, exist<strong>en</strong>cial, supuestam<strong>en</strong>teprimordial e inmutable —y por tanto perman<strong>en</strong>te— que se compartía conotros miembros <strong>del</strong> grupo y con nadie más. La exclusividad era lo es<strong>en</strong>cial,puesto que las difer<strong>en</strong>cias que separaban a una comunidad de otra se estabanat<strong>en</strong>uando. Los judíos estadounid<strong>en</strong>ses jóv<strong>en</strong>es se pusieron a buscarsus «raíces» cuando los elem<strong>en</strong>tos que hasta <strong>en</strong>tonces les hubieran podido17. Como máximo, las comunidades inmigrantes locales podían desarrollar el que se had<strong>en</strong>ominado «nacionalismo a larga distancia» <strong>en</strong> favor de sus patrias originarias o elegidas,repres<strong>en</strong>tando casi siempre las actitudes extremas de la política nacionalista <strong>en</strong> aquellos países.Los irlandeses y los judíos norteamericanos fueron los pioneros <strong>en</strong> este campo, pero las diásporasglobales creadas por la migración multiplicaron tales organizaciones; por ejemplo, <strong>en</strong>tre lossijs emigrados de la India. El nacionalismo a larga distancia volvió por sus fueros con el derrumbami<strong>en</strong>to<strong>del</strong> mundo socialista.


428 EL DERRUMBAMIENTOcaracterizar in<strong>del</strong>eblem<strong>en</strong>te como judíos habían dejado de ser distintivoseficaces <strong>del</strong> judaismo, com<strong>en</strong>zando por la segregación y discriminación <strong>del</strong>os años anteriores a la segunda guerra mundial.Aunque el nacionalismo quebequés insistía <strong>en</strong> la separación porqueafirmaba ser una «sociedad distinta», la verdad es que surgió como unafuerza significativa precisam<strong>en</strong>te cuando Quebec dejó de ser «una sociedaddistinta», como lo había sido, con toda evid<strong>en</strong>cia, hasta los años ses<strong>en</strong>ta(Ignatieff, 1993, pp. 115-117). La misma fluidez de la etnicidad <strong>en</strong> lassociedades urbanas hizo su elección como el único criterio de grupo algoarbitrario y artificial. En los Estados Unidos, exceptuando a las personasnegras, hispanas o a las de orig<strong>en</strong> inglés o alemán, por lo m<strong>en</strong>os el 60 por100 de todas las mujeres norteamericanas, de cualquier orig<strong>en</strong> étnico, secasaron con algui<strong>en</strong> que no pert<strong>en</strong>ecía a su grupo (Lieberson y Waters,1988, p. 173). Hubo que construir cada vez más la propia id<strong>en</strong>tidad sobre labase de insistir <strong>en</strong> la no id<strong>en</strong>tidad de los demás. De otra forma, ¿cómopodrían los skinheads neonazis alemanes, con indum<strong>en</strong>tarias, peinados ygustos musicales propios de la cultura jov<strong>en</strong> cosmopolita, establecer su«germanidad» es<strong>en</strong>cial, sino apaleando a los turcos y albaneses locales?¿Cómo, si no es eliminando a qui<strong>en</strong>es no «pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong>» al grupo, puede establecerseel carácter «es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te» croata o serbio de una región <strong>en</strong> laque, durante la mayor parte de su historia, han convivido como vecinos unavariedad de etnias y de religiones?La tragedia de esta política de id<strong>en</strong>tidad excluyeme, tanto si trataba deestablecer un estado indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te como si no, era que posiblem<strong>en</strong>te nopodía funcionar. Sólo podía pret<strong>en</strong>derlo. Los italoamericanos de Brooklyn,que insistían (quizá cada vez más) <strong>en</strong> su italianidad y hablaban <strong>en</strong>tre ellos<strong>en</strong> italiano, disculpándose por su falta de fluidez <strong>en</strong> la que se suponía sersu l<strong>en</strong>gua nativa, 18 trabajaban <strong>en</strong> una economía estadounid<strong>en</strong>se <strong>en</strong> la cual suitalianidad t<strong>en</strong>ía poca importancia, excepto como llave de acceso a unmodesto segm<strong>en</strong>to de mercado. La pret<strong>en</strong>sión de que existiese una verdadnegra, hindú, rusa o fem<strong>en</strong>ina inapreh<strong>en</strong>sible y por tanto es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>teincomunicable fuera <strong>del</strong> grupo, no podía subsistir fuera de las institucionescuya única función era la de reforzar tales puntos de vista. Los fundam<strong>en</strong>talistasislámicos que estudiaban física no estudiaban física islámica; los ing<strong>en</strong>ierosjudíos no apr<strong>en</strong>dían ing<strong>en</strong>iería jasídica; incluso los franceses o alemanesmás nacionalistas desde un punto de vista cultural apr<strong>en</strong>dieron quepara des<strong>en</strong>volverse <strong>en</strong> la aldea global de los ci<strong>en</strong>tíficos y técnicos que hacíanfuncionar el mundo, necesitaban comunicarse <strong>en</strong> un único l<strong>en</strong>guaje global,análogo al latín medieval, que resultó basarse <strong>en</strong> el inglés. Incluso unmundo dividido <strong>en</strong> territorios étnicos teóricam<strong>en</strong>te homogéneos medianteg<strong>en</strong>ocidios, expulsiones masivas y «limpiezas étnicas» volvería a diversifi-18. He oído este tipo de conversaciones <strong>en</strong> unos grandes almac<strong>en</strong>es neoyorquinos. Esmuy probable que los padres o abuelos inmigrantes de estas personas no hablas<strong>en</strong> italiano, sinonapolitano, siciliano o calabrés.


LAS DÉCADAS DE CRISIS 4 2 9carse inevitablem<strong>en</strong>te con los movimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> masa de personas (trabajadores,turistas, hombres de negocios, técnicos) y de estilos y como consecu<strong>en</strong>ciade la acción de los t<strong>en</strong>táculos de la economía global. Esto es lo que,después de todo, sucedió de los países de la Europa c<strong>en</strong>tral, «limpiadosétnicam<strong>en</strong>te» durante y después de la segunda guerra mundial. Esto es loque inevitablem<strong>en</strong>te volvería a suceder <strong>en</strong> un mundo cada vez más urbanizado.Las políticas de id<strong>en</strong>tidad y los nacionalismos de fines <strong>del</strong> siglo xix noeran, por tanto, programas, y m<strong>en</strong>os aún programas eficaces, para abordar losproblemas de fines <strong>del</strong> siglo xx, sino más bi<strong>en</strong> reacciones emocionales aestos problemas. Y así, a medida que el siglo marchaba hacia su término, laaus<strong>en</strong>cia de mecanismos y de instituciones capaces de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a estosproblemas resultó cada vez más evid<strong>en</strong>te. El estado-nación ya no era capazde resolverlos. ¿Qué o quién lo sería?Se han ideado diversas fórmulas para este propósito desde la fundaciónde las Naciones Unidas <strong>en</strong> 1945, creadas con la esperanza, rápidam<strong>en</strong>te desvanecida,de que los Estados Unidos y la Unión Soviética seguirían poniéndosede acuerdo para tomar decisiones globales. Lo mejor que puede decirsede esta organización es que, a difer<strong>en</strong>cia de su antecesora, la Sociedad deNaciones, ha seguido existi<strong>en</strong>do a lo largo de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo, yque se ha convertido <strong>en</strong> un club la pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cia al cual como miembrodemuestra que un estado ha sido aceptado internacionalm<strong>en</strong>te como soberano.Por la naturaleza de su constitución, no t<strong>en</strong>ía otros poderes ni recursosque los que le asignaban las naciones miembro y, por consigui<strong>en</strong>te, no t<strong>en</strong>íacapacidad para actuar con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.La pura y simple necesidad de coordinación global multiplicó las organizacionesinternacionales con mayor rapidez aún que <strong>en</strong> las décadas de crisis.A mediados de los och<strong>en</strong>ta existían 365 organizaciones intergubernam<strong>en</strong>talesy no m<strong>en</strong>os de 4.615 no gubernam<strong>en</strong>tales (ONG), o sea, más <strong>del</strong>doble de las que existían a principiqs de los set<strong>en</strong>ta (Held, 1988, p. 15).Cada vez se consideraba más urg<strong>en</strong>te la necesidad de empr<strong>en</strong>der accionesglobales para afrontar problemas como los de la conservación y el medioambi<strong>en</strong>te. Pero, lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te, los únicos procedimi<strong>en</strong>tos formales paralograrlo —tratados internacionales firmados y ratificados separadam<strong>en</strong>tepor los estados-nación soberanos— resultaban l<strong>en</strong>tos, toscos e inadecuados,como demostrarían los esfuerzos para preservar el contin<strong>en</strong>te antartico ypara prohibir perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te la caza de ball<strong>en</strong>as. El mismo hecho de que<strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta el gobierno de Irak matase a miles de sus ciudadanoscon gas v<strong>en</strong><strong>en</strong>oso —transgredi<strong>en</strong>do así una de las pocas conv<strong>en</strong>ciones internacionalesg<strong>en</strong>uinam<strong>en</strong>te universales, el protocolo de Ginebra de 1925 contrael uso de la guerra química— puso de manifiesto la debilidad de los instrum<strong>en</strong>tosinternacionales exist<strong>en</strong>tes.Sin embargo, se disponía de dos formas de asegurar la acción internacional,que se reforzaron notablem<strong>en</strong>te durante las décadas de crisis. Una deellas era la abdicación voluntaria <strong>del</strong> poder nacional <strong>en</strong> favor de autoridades


4 3 0 EL DERRUMBAMIENTOsupranacionales efectuada por estados de dim<strong>en</strong>siones medianas que ya no seconsideraban lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te fuertes como para des<strong>en</strong>volverse por sucu<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> el mundo. La Comunidad Económica Europea (que <strong>en</strong> los añosoch<strong>en</strong>ta cambió su nombre por el de Comunidad Europea, y por el de UniónEuropea <strong>en</strong> los nov<strong>en</strong>ta) dobló su tamaño <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>ta y se preparó paraexpandirse aún más <strong>en</strong> los nov<strong>en</strong>ta, mi<strong>en</strong>tras reforzaba su autoridad sobre losasuntos de sus estados miembros.El hecho de esta doble ext<strong>en</strong>sión era incuestionable, aunque provocasegrandes resist<strong>en</strong>cias nacionales tanto por parte de los gobiernos miembroscomo de la opinión pública de sus países. La fuerza de la Comunidad/Uniónresidía <strong>en</strong> el hecho de que su autoridad c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> Bruselas, no sujeta a elecciones,empr<strong>en</strong>día iniciativas políticas indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes y era prácticam<strong>en</strong>teinmune a las presiones de la política democrática excepto, de manera muyindirecta, a través de las reuniones y negociaciones periódicas de los repres<strong>en</strong>tantes(elegidos) de los diversos gobiernos miembros. Esta situación lepermitió funcionar como una autoridad supranacional efectiva, sujeta únicam<strong>en</strong>tea vetos específicos.El otro instrum<strong>en</strong>to de acción internacional estaba igualm<strong>en</strong>te protegido—si no más— contra los estados-nación y la democracia. Se trataba de laautoridad de los organismos financieros internacionales constituidos tras la segundaguerra mundial, especialm<strong>en</strong>te el Fondo Monetario Internacional y elBanco Mundial (véanse pp; 277 y ss.). Estos organismos, respaldados por laoligarquía de los países capitalistas más importantes —progresivam<strong>en</strong>te institucionalizadadesde los años set<strong>en</strong>ta con el nombre de «Grupo de los Siete»—,adquirieron cada vez más autoridad durante las décadas de crisis, <strong>en</strong>la medida <strong>en</strong> que las fluctuaciones incontrolables de los cambios, la crisis <strong>del</strong>a deuda <strong>del</strong> tercer mundo y, después de 1989, el hundimi<strong>en</strong>to de las economías<strong>del</strong> bloque soviético hizo que un número creci<strong>en</strong>te de países dep<strong>en</strong>dies<strong>en</strong>de la voluntad <strong>del</strong> mundo rico para concederles préstamos, condicionadoscada vez más a la adopción de políticas económicas aceptables para lasautoridades bancarias mundiales.En los años och<strong>en</strong>ta, el triunfo de la teología neoliberal se tradujo, <strong>en</strong>efecto, <strong>en</strong> políticas de privatización sistemática y de capitalismo de libremercado impuestas a gobiernos demasiado débiles para oponerse a ellas, tantosi eran adecuadas para sus problemas económicos como si no lo eran(como sucedió <strong>en</strong> la Rusia postsoviética). Es interesante, pero <strong>del</strong> todo inútil,especular acerca de lo que J. M. Keynes y Harry Dexter White hubies<strong>en</strong> p<strong>en</strong>sadosobre esta transformación de unas instituciones que ellos crearont<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> m<strong>en</strong>te unos objetivos muy distintos, como el de alcanzar el pl<strong>en</strong>oempleo <strong>en</strong> los países respectivos.Sin embargo, estas resultaron ser autoridades internacionales eficaces, porlo m<strong>en</strong>os para imponer las políticas de los países ricos a los pobres. A finesde este siglo estaba por ver cuáles serían las consecu<strong>en</strong>cias y los efectos deestas políticas <strong>en</strong> el desarrollo mundial.Dos ext<strong>en</strong>sas regiones <strong>del</strong> mundo las están poni<strong>en</strong>do a prueba. Una de


LAS DÉCADAS DE CRISIS 431ellas es la zona de la Unión Soviética y de las economías europeas y asiáticasasociadas a ella, que están <strong>en</strong> la ruina desde la caída de los sistemascomunistas occid<strong>en</strong>tales. La otra zona es el polvorín social que ocupó granparte <strong>del</strong> tercer mundo. Como veremos <strong>en</strong> el capítulo sigui<strong>en</strong>te; desde losaños cincu<strong>en</strong>ta esta zona ha constituido el principal elem<strong>en</strong>to de inestabilidadpolítica <strong>del</strong> planeta.


Capítulo XVEL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓNEn <strong>en</strong>ero de 1974 el g<strong>en</strong>eral Abebe Beleta se detuvo <strong>en</strong> elcuartel Gode durante una visita de inspección ... Al día sigui<strong>en</strong>teun despacho increíble llegó a palacio: el g<strong>en</strong>eral había sido arrestadopor los soldados, que le obligaban a comer lo mismo queellos. Unos alim<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> tal estado de putrefacción que algunostem<strong>en</strong> que el g<strong>en</strong>eral <strong>en</strong>ferme y muera. El emperador [de Etiopía]<strong>en</strong>vió a la compañía aerotransportada de su guardia, que liberó alg<strong>en</strong>eral y lo llevó al hospital.RYSZARD KAPUSCINSKI, The Emperor (1983, p. 120)Del ganado [de la granja experim<strong>en</strong>tal de la universidad] hemosmatado lo que hemos podido. Pero cuando estábamos matandolas campesinas empezaron a llorar: al pobre ganado por qué lomatan así, qué culpa ti<strong>en</strong><strong>en</strong>. Como empezaron a llorar las señoras,pobrecito, que esto, lo dejamos, pero ya habíamos matado comola cuarta parte, como och<strong>en</strong>ta ganados. Era nuestra int<strong>en</strong>ción matartodos, pero no hemos podido porque empezaron a llorar las campesinas.Cuando ya nos habíamos v<strong>en</strong>ido, un señor con su caballode fr<strong>en</strong>te a Ayacucho a avisar lo que estaba pasando habíaido. Entonces al día sigui<strong>en</strong>te pasó el noticiero de la radio La voz.Nosotros <strong>en</strong> esos mom<strong>en</strong>tos estábamos <strong>en</strong> el camino, regresando,y como algunos compañeros llevaban radios chiquitos, escuchamosy bu<strong>en</strong>o, cont<strong>en</strong>tos nosotros ¿no?Un jov<strong>en</strong> miembro de S<strong>en</strong>dero Luminoso,Tiempos (1990, p. 198)


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 3 3ICualquiera que sea la forma <strong>en</strong> que interpretemos los cambios <strong>en</strong> el tercermundo y su gradual descomposición y fisión, hemos de t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>taque difería <strong>del</strong> primero <strong>en</strong> un aspecto fundam<strong>en</strong>tal: formaba una zona mundialde revolución, realizada, inmin<strong>en</strong>te o posible. El primer mundo se mantuvoestable política y socialm<strong>en</strong>te cuando com<strong>en</strong>zó la guerra fría. Todo loque pudiese bullir bajo la superficie <strong>del</strong> segundo mundo pudo ser cont<strong>en</strong>idopor la tapadera <strong>del</strong> poder de los partidos y por la posibilidad de una interv<strong>en</strong>ciónmilitar soviética. Por el contrario, pocos estados <strong>del</strong> tercer mundo,cualquiera que fuese su tamaño, pasaron los años cincu<strong>en</strong>ta (o la fecha de suindep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia) sin revolución, sin golpes militares para reprimir, prev<strong>en</strong>ir orealizar la revolución, o cualquier otro tipo de conflicto armado interno. Lasexcepciones más importantes hasta la fecha de escribir esto son la India y unpuñado de colonias gobernadas por dirig<strong>en</strong>tes paternalistas autoritarios y longevoscomo el doctor Banda de Malaui (la antigua colonia de Niasalandia)y el (hasta 1994) indestructible M. Félix Houphouet-Boigny de Costa deMarfil. Esta inestabilidad social y política proporciona al tercer mundo sucomún d<strong>en</strong>ominador.La inestabilidad resultaba también evid<strong>en</strong>te para los Estados Unidos, protectores<strong>del</strong> statu quo global, que la id<strong>en</strong>tificaban con el comunismo soviéticoo, por lo m<strong>en</strong>os, la consideraban como un recurso perman<strong>en</strong>te y pot<strong>en</strong>cialpara su cont<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la lucha global por la supremacía. Casi desde el principiode la guerra fría, los Estados Unidos int<strong>en</strong>taron combatir este peligro portodos los medios, desde la ayuda económica y la propaganda ideológica,pasando por la subversión militar oficial o extraoficial, hasta la guerra abierta,preferiblem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> alianza con un régim<strong>en</strong> local amigo o comprado, pero,si era preciso, sin apoyo local. Esto es lo que mantuvo al tercer mundo comouna zona de guerra, mi<strong>en</strong>tras el primero y el segundo iniciaban la más largaetapa de paz desde el siglo xix. Antes <strong>del</strong> colapso <strong>del</strong> sistema soviético seestimaba que unos 19 —tal vez incluso 20— millones de personas murieron<strong>en</strong> las más de ci<strong>en</strong> «guerras, conflictos y acciones militares más importantes»,<strong>en</strong>tre 1945 y 1983, casi todos ellos <strong>en</strong> el tercer mundo: más de 9 millones <strong>en</strong>Extremo Ori<strong>en</strong>te; 3,5 millones <strong>en</strong> África; 2,5 millones <strong>en</strong> el sureste asiático;un poco más de medio millón <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te Medio, sin contar la más sangri<strong>en</strong>tade estas guerras, el conflicto <strong>en</strong>tre Irán e Irak <strong>en</strong> 1980-1988, que ap<strong>en</strong>as habíacom<strong>en</strong>zado <strong>en</strong> 1983; y bastantes m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> América Latina (UN World SocialSituation, 1985, p. 14). La guerra de Corea de 1950-1953, cuyas muertes sehan calculado <strong>en</strong>tre 3 y 4 millones (<strong>en</strong> un país de 30 millones de habitantes)(Halliday y Cummings, 1988, pp. 200-201), y los treinta años de guerras <strong>en</strong>Vietnam (1945-1975) fueron, de lejos, los más cru<strong>en</strong>tos de estos conflictos ylos únicos <strong>en</strong> los que fuerzas estadounid<strong>en</strong>ses se involucraron directam<strong>en</strong>tey <strong>en</strong> gran escala. En cada uno de ellos murieron unos 50.000 norteamericanos.Las bajas vietnamitas y de otros pueblos de Indochina son difíciles de


434 EL DERRUMBAMIENTOcalcular, pero las estimaciones más modestas hablan de unos 2 millones.Sin embargo, algunas de las guerras anticomunistas indirectas fueron de unabarbarie comparable, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> África, donde se calcula que cerca de1,5 millones de personas murieron <strong>en</strong>tre 1980 y 1988 <strong>en</strong> las guerras contralos gobiernos de Mozambique y Angola (cuya población conjunta ronda los23 millones), con 12 millones de desplazados de sus hogares o am<strong>en</strong>azadospor el hambre (UN Africa, 1989, p. 6).El pot<strong>en</strong>cial revolucionario <strong>del</strong> tercer mundo resultó también evid<strong>en</strong>tepara los regím<strong>en</strong>es comunistas, aunque sólo sea porque, como hemos visto,los líderes de la liberación colonial t<strong>en</strong>dían a verse a sí mismos como socialistas,comprometidos <strong>en</strong> un proyecto de emancipación, progreso y modernizacióncomo la Unión Soviética, y con unas directrices semejantes. Los quehabían recibido una educación de tipo occid<strong>en</strong>tal puede que hasta se consideraraninspirados por L<strong>en</strong>in y Marx, si bi<strong>en</strong> los partidos comunistas no eranfrecu<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el tercer mundo y (excepto <strong>en</strong> Mongolia, China y Vietnam)ninguno de ellos se convirtió <strong>en</strong> la fuerza dominante <strong>en</strong> los movimi<strong>en</strong>tos <strong>del</strong>iberación nacional. Algunos regím<strong>en</strong>es nuevos apreciaron, sin embargo, lautilidad de un partido de tipo l<strong>en</strong>inista y formaron uno, o lo copiaron, comoSun Yat-s<strong>en</strong> había hecho <strong>en</strong> China <strong>en</strong> 1920. Algunos partidos comunistas quehabían adquirido mucha fuerza e influ<strong>en</strong>cia fueron arrinconados (como <strong>en</strong>Irán e Irak <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta) o eliminados mediante matanzas, como<strong>en</strong> Indonesia <strong>en</strong> 1965, donde se estima que medio millón de comunistas o depresuntos comunistas fueron asesinados tras lo que se dijo ser un golpe militarpro comunista, y que probablem<strong>en</strong>te fue la mayor carnicería política de lahistoria.Durante varias décadas la Unión Soviética adoptó una visión es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>tepragmática de sus relaciones con los movimi<strong>en</strong>tos de liberación radicalesy revolucionarios <strong>del</strong> tercer mundo, puesto que ni se proponía ni esperabaampliar la zona bajo gobiernos comunistas más allá de los límites de laocupación soviética <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, y de la de interv<strong>en</strong>ción china (que no podíacontrolar por completo) <strong>en</strong> Ori<strong>en</strong>te. Esto no cambió ni siquiera durante elperiodo de Kruschev (1956-1964), cuando algunas revoluciones locales, <strong>en</strong>las que los partidos comunistas no tuvieron un papel significativo, llegaronal poder por sus propios medios, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Cuba (1959) y Argelia(1962). La descolonización de África llevó también al poder a líderes nacionalesque no deseban otra cosa que el título de antiimperialistas, socialistas yamigos de la Unión Soviética, especialm<strong>en</strong>te cuando ésta aportaba tecnologíay otros tipos de ayuda sin condiciones de viejo colonialismo. Entre éstos t<strong>en</strong>emosa Kwame Nkrumah <strong>en</strong> Ghana, Sekou Touré <strong>en</strong> Guinea, Modibo Keita<strong>en</strong> Mali y al trágico Patrice Lumumba <strong>en</strong> el antiguo Congo belga, cuyo asesinatolo convirtió <strong>en</strong> símbolo y mártir <strong>del</strong> tercer mundo. (La Unión Soviéticacambió el nombre de la Universidad para la Fraternidad de los Pueblos, fundada<strong>en</strong> 1960 para acoger estudiantes <strong>del</strong> tercer mundo, por el de UniversidadLumumba.) Moscú simpatizaba con estos regím<strong>en</strong>es y les ayudó, aunquepronto abandonó su optimismo por los nuevos estados africanos. En el anti-


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 3 5guo Congo belga dio apoyo armado al bando lumumbista contra los cli<strong>en</strong>teso títeres de los Estados Unidos y de los belgas durante la guerra civil (coninterv<strong>en</strong>ciones de una fuerza militar de las Naciones Unidas, vista con igualdesagrado por ambas superpot<strong>en</strong>cias) que siguió al precipitado acceso a laindep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de la vasta colonia. Los resultados fueron decepcionantes. 1Cuando uno de los nuevos regím<strong>en</strong>es, el de Fi<strong>del</strong> Castro <strong>en</strong> Cuba, se declaróoficialm<strong>en</strong>te comunista, para sorpresa g<strong>en</strong>eral, la Unión Soviética lo pusobajo su protección, pero no a riesgo de poner <strong>en</strong> peligro perman<strong>en</strong>te sus relacionescon los Estados Unidos. Sin embargo, no hay evid<strong>en</strong>cias de que planearaampliar las fronteras <strong>del</strong> comunismo mediante la revolución hastamediados de los años set<strong>en</strong>ta, e incluso <strong>en</strong>tonces los hechos indican que laUnión Soviética se aprovechó de una situación favorable que no había creado.Lo que esperaba Kruschev, como recordarán los lectores de mayor edad,era que el capitalismo sería <strong>en</strong>terrado por la superioridad económica <strong>del</strong> socialismo.Cuando el liderazgo soviético <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacionalfue am<strong>en</strong>azado <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta por China, por no m<strong>en</strong>cionar a diversosdisid<strong>en</strong>tes marxistas que lo hacían <strong>en</strong> nombre de la revolución, los partidariosde Moscú <strong>en</strong> el tercer mundo mantuvieron su opción política de estudiadamoderación. El <strong>en</strong>emigo no era <strong>en</strong> estos países el capitalismo, si es queexistía, sino los intereses locales precapitalistas y el imperialismo (estadounid<strong>en</strong>se)que los apoyaba. La forma de avanzar no era la lucha armada, sinola creación de un amplio fr<strong>en</strong>te popular o nacional <strong>en</strong> alianza con la burguesíay la pequeña burguesía «nacionales». En resum<strong>en</strong>, la estrategia de Moscú<strong>en</strong> el tercer mundo seguía la línea marcada <strong>en</strong> 1930 por la Comintern pese atodas las d<strong>en</strong>uncias de traición a la causa de la revolución de octubre (véaseel capítulo 5). Esa estrategia, que <strong>en</strong>furecía a qui<strong>en</strong>es preferían la vía armada,pareció t<strong>en</strong>er éxito <strong>en</strong> ocasiones, como <strong>en</strong> Brasil o Indonesia a principiosde los ses<strong>en</strong>ta y <strong>en</strong> Chile <strong>en</strong> 1970. Pero cuando el proceso llegó a este puntofue g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te interrumpido, lo que no resulta nada sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, por golpesmilitares seguidos por etapas de terror, como <strong>en</strong> Brasil después de 1964,<strong>en</strong> Indonesia <strong>en</strong> 1965 y <strong>en</strong> Chile <strong>en</strong> 1973.En cualquier caso, el tercer mundo se convirtió <strong>en</strong> la esperanza de cuantosseguían crey<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la revolución social. Repres<strong>en</strong>taba a la gran mayoríade los seres humanos, y parecía un volcán esperando a <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> erupción oun campo sísmico cuyos temblores anunciaban el gran terremoto por v<strong>en</strong>ir.Incluso el teórico de lo que d<strong>en</strong>ominó «el fin de las ideologías» <strong>en</strong> el Occid<strong>en</strong>teestable, liberal y capitalista de la edad de oro (Bell, 1960) admitía quela era de la esperanza mil<strong>en</strong>arista y revolucionaria seguía viva allí. El tercermundo no sólo era importante para los viejos revolucionarios <strong>en</strong> la tradiciónde octubre, o para los románticos, que estaban <strong>en</strong> retroceso desde la prósperamediocridad de los años cincu<strong>en</strong>ta. La izquierda, incluy<strong>en</strong>do a los libera-1. Un brillante periodista polaco que informaba desde la (<strong>en</strong> teoría) provincia lumumbistanos ha dado la crónica más viva de la trágica anarquía congoleña (Kapuszinski, 1990).


4 3 6 EL DERRUMBAMIENTOles humanitarios y a los socialdemócratas moderados, necesitaba algo másque leyes de seguridad social y aum<strong>en</strong>to de los salarios reales. El tercer mundopodía mant<strong>en</strong>er vivos sus ideales, y los partidos que pert<strong>en</strong>ecían a la grantradición de la Ilustración necesitaban tanto de los ideales como de la políticapráctica. No podían sobrevivir sin aquéllos. ¿Cómo, si no, podemos explicar lapasión por ayudar a los países <strong>del</strong> tercer mundo <strong>en</strong> esos bastiones <strong>del</strong>progreso reformista que son los países escandinavos, Holanda y <strong>en</strong> el ConsejoMundial de las Iglesias (protestante), que era el equival<strong>en</strong>te a fines <strong>del</strong>siglo xx <strong>del</strong> apoyo a las misiones <strong>en</strong> el xix? Esto llevó a los liberales europeosde la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx a apoyar a los revolucionarios y a lasrevoluciones <strong>del</strong> tercer mundo.IILo que sorpr<strong>en</strong>dió tanto a los revolucionarios como a qui<strong>en</strong>es se oponíana la revolución fue que, después de 1945, la forma más común de lucha revolucionaria<strong>en</strong> el tercer mundo —esto es, <strong>en</strong> cualquier lugar <strong>del</strong> mundo—pareciese ser la guerra de guerrillas. Una «cronología de las más importantesguerras de guerrilla» realizada a mediados de los años set<strong>en</strong>ta <strong>en</strong>umeraba 32de ellas desde fines de la segunda guerra mundial. Excepto tres (la guerracivil griega de fines de los cuar<strong>en</strong>ta, la lucha de los chipriotas contra GranBretaña <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta y el conflicto <strong>del</strong> Ulster (desde 1969), todasestaban localizadas fuera de Europa y de América <strong>del</strong> Norte (Laqueur, 1977,p. 442). La lista podía haberse alargado fácilm<strong>en</strong>te. La imag<strong>en</strong> de la revoluciónemergi<strong>en</strong>do exclusivam<strong>en</strong>te de las montañas no era exacta. Subestimabael papel de los golpes militares izquierdistas, que parecían imposibles <strong>en</strong>Europa, hasta que- se dio un notable ejemplar de esta especie <strong>en</strong> el Portugalde 1974, pero que eran comunes <strong>en</strong> el mundo islámico y nada raros <strong>en</strong> AméricaLatina. La revolución boliviana de 1952 fue obra de una alianza demineros y militares insurrectos, y la más radical de las reformas socialesperuanas fue realizada por un régim<strong>en</strong> militar a finales de los ses<strong>en</strong>ta y <strong>en</strong>los set<strong>en</strong>ta. Subestimaba también el pot<strong>en</strong>cial revolucionario de las accionesde masas urbanas al viejo estilo, tal como se dieron <strong>en</strong> la revolución iraní de1979 y, más tarde, <strong>en</strong> la Europa ori<strong>en</strong>tal. Sin embargo, <strong>en</strong> el tercer cuarto <strong>del</strong>siglo todos los ojos estaban puestos <strong>en</strong> las guerrillas. Sus tácticas fueronampliam<strong>en</strong>te propagadas por ideólogos de la izquierda radical, críticos de lapolítica soviética. Mao Tse-tung (tras su ruptura con la Unión Soviética) yFi<strong>del</strong> CaStro después de 1959 (o más bi<strong>en</strong> su camarada, el apuesto y erranteChe Guevara, 1928-1967) sirvieron de inspiración a estos activistas. Loscomunistas vietnamitas —aunque fueron, con mucho, los más formidables yacertados practicantes de la estrategia guerrillera, admirados internacionalm<strong>en</strong>tepor haber derrotado tanto a los franceses como a los poderosos EstadosUnidos— no movieron a sus admiradores a tomar partido <strong>en</strong> las <strong>en</strong>carnizadaspeleas ideológicas internas de la izquierda.


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 3 7Los años cincu<strong>en</strong>ta estuvieron ll<strong>en</strong>os de luchas guerrilleras <strong>en</strong> el tercermundo, casi todas <strong>en</strong> aquellos países coloniales <strong>en</strong> que, por una u otrarazón, las antiguas pot<strong>en</strong>cias o sus partidarios locales se resistieron a unadescolonización pacífica: Malaysia, K<strong>en</strong>ia (el movimi<strong>en</strong>to Mau-Mau) y Chipre<strong>en</strong> un imperio británico <strong>en</strong> disolución; las guerras, más serias, de Argeliay Vietnam <strong>en</strong> el imperio francés. Fue, singularm<strong>en</strong>te, un movimi<strong>en</strong>torelativam<strong>en</strong>te pequeño —mucho m<strong>en</strong>or que la insurg<strong>en</strong>cia malaya (Thomas,1971, p. 1.040)—, atípico pero victorioso, el que llevó la estrategia guerrilleraa las primeras páginas de los periódicos <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong>tero: la revoluciónque se apoderó de la isla caribeña de Cuba el 1 de <strong>en</strong>ero de 1959. Fi<strong>del</strong>Castro (1927) no era una figura insólita <strong>en</strong> la política latinoamericana: unjov<strong>en</strong> vigoroso y carismático de una rica familia terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te, con ideaspolíticas confusas, pero decidido a demostrar su bravura personal y a convertirse<strong>en</strong> el héroe de cualquier causa de la libertad contra la tiranía que sele pres<strong>en</strong>tase <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to adecuado. Incluso sus eslóganes políticos(«¡Patria o Muerte!» —originalm<strong>en</strong>te «¡Victoria o Muerte!»— y «¡V<strong>en</strong>ceremos!»)pert<strong>en</strong>ecían a una era anterior de los movimi<strong>en</strong>tos de liberación:admirables pero imprecisos. Tras un oscuro período <strong>en</strong>tre las bandas de pistolerosde la política estudiantil <strong>en</strong> la Universidad de La Habana, optó por larebelión contra el gobierno <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral Fulg<strong>en</strong>cio Batista (una conocida ytortuosa figura de la política cubana que había com<strong>en</strong>zado su carrera <strong>en</strong> ungolpe militar <strong>en</strong> 1933, si<strong>en</strong>do el sarg<strong>en</strong>to Batista), que había tomado elpoder de nuevo <strong>en</strong> 1952 y había derogado la Constitución. Fi<strong>del</strong> siguió unalínea activista: ataque a un cuartel <strong>del</strong> ejército <strong>en</strong> 1953, prisión, exilio einvasión de Cuba por una fuerza guerrillera que, <strong>en</strong> su segundo int<strong>en</strong>to, seestableció <strong>en</strong> las montañas de la provincia más remota.Aunque mal preparada, la jugada mereció la p<strong>en</strong>a. En términos puram<strong>en</strong>temilitares la am<strong>en</strong>aza era modesta. Un camarada de Fi<strong>del</strong>, Che Guevara,médico arg<strong>en</strong>tino y líder guerrillero muy dotado, inició la conquista <strong>del</strong> restode Cuba con 148 hombres, que llegaron a ser 300 <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> queprácticam<strong>en</strong>te lo había conseguido. Las guerrillas <strong>del</strong> propio Fi<strong>del</strong> no ocuparonsu primer pueblo de más de mil habitantes hasta diciembre de 1958(Thomas, 1971, pp. 997, 1.020 y 1.024). Lo máximo que había demostradohasta 1958 —aunque no era poco— era que una fuerza irregular podía controlarun gran «territorio liberado» y def<strong>en</strong>derlo contra la of<strong>en</strong>siva de un ejércitodesmoralizado. Fi<strong>del</strong> ganó porque el régim<strong>en</strong> de Batista era frágil, carecíade apoyo real, excepto <strong>del</strong> nacido de las conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cias y los interesespersonales, y estaba dirigido por un hombre al que un largo período de corrupciónhabía vuelto ocioso. Se desmoronó <strong>en</strong> cuanto la oposición de todaslas clases, desde la burguesía democrática hasta los comunistas, se unió contraél y los propios ag<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> dictador, sus soldados, policías y torturadores,llegaron a la conclusión de que su tiempo había pasado. Fi<strong>del</strong> lo puso <strong>en</strong> evid<strong>en</strong>ciay, lógicam<strong>en</strong>te, sus fuerzas heredaron el gobierno. Un mal régim<strong>en</strong>con pocos apoyos había sido derrocado. La mayoría de los cubanos vivió lavictoria <strong>del</strong> ejército rebelde como un mom<strong>en</strong>to de liberación y de ilimita-


438 EL DERRUMBAMIENTOdas esperanzas, personificadas <strong>en</strong> su jov<strong>en</strong> comandante. Tal vez ningún otrolíder <strong>en</strong> el siglo xx, una era ll<strong>en</strong>a de figuras carismáticas, idolatradas por lasmasas, <strong>en</strong> los balcones y ante los micrófonos, tuvo m<strong>en</strong>os oy<strong>en</strong>tes escépticosu hostiles que este hombre corpul<strong>en</strong>to, barbudo e impuntual, con su arrugadouniforme de batalla, que hablaba durante horas, comparti<strong>en</strong>do sus poco sistemáticosp<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos con las multitudes at<strong>en</strong>tas e incondicionales (incluy<strong>en</strong>doal que esto escribe). Por una vez, la revolución se vivía como una luna demiel colectiva. ¿Dónde iba a llevar? T<strong>en</strong>ía que ser por fuerza a un lugar mejor.En los años cincu<strong>en</strong>ta los rebeldes latinoamericanos no sólo se nutrían <strong>del</strong>a retórica de sus libertadores históricos, desde Bolívar hasta el cubano JoséMartí, sino de la tradición de la izquierda antiimperialista y revolucionariaposterior a 1917. Estaban a la vez a favor de una «reforma agraria», fueracual fuese su significado (véase la p. 356), e, implícitam<strong>en</strong>te al m<strong>en</strong>os, contralos Estados Unidos, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la pobre América C<strong>en</strong>tral, «tan lejos deDios y tan cerca de los Estados Unidos», como había dicho el viejo dirig<strong>en</strong>temexicano Porfirio Díaz. Aunque radical, ni Fi<strong>del</strong> ni sus camaradas erancomunistas, ni (a excepción de dos de ellos) admitían t<strong>en</strong>er simpatías marxistasde ninguna clase. De hecho, el Partido Comunista cubano, el único partidocomunista de masas <strong>en</strong> América Latina aparte <strong>del</strong> chil<strong>en</strong>o, mostró pocassimpatías hacia Fi<strong>del</strong> hasta que algunos de sus miembros se le unieron bastantetarde <strong>en</strong> su campaña. Las relaciones <strong>en</strong>tre ellos eran glaciales. Losdiplomáticos estadounid<strong>en</strong>ses y sus asesores políticos discutían continuam<strong>en</strong>tesi el movimi<strong>en</strong>to era o no pro comunista —si lo fuese, la CÍA, que <strong>en</strong>1954 había derrocado un gobierno reformista <strong>en</strong> Guatemala, sabría quéhacer—, pero decidieron finalm<strong>en</strong>te que no lo era.Sin embargo, todo empujaba al movimi<strong>en</strong>to castrista <strong>en</strong> dirección alcomunismo, desde la ideología revolucionaria g<strong>en</strong>eral de qui<strong>en</strong>es estabanprestos a sumarse a insurrecciones armadas guerrilleras, hasta el apasionadoanticomunismo <strong>del</strong> imperialismo estadounid<strong>en</strong>se <strong>en</strong> la década <strong>del</strong> s<strong>en</strong>adorMcCarthy, que hizo que los rebeldes antiimperialistas latinoamericanos mirarana Marx con más simpatía. La guerra fría hizo el resto. Si el nuevo régim<strong>en</strong>se oponía a los Estados Unidos, y seguram<strong>en</strong>te se opondría aunque sólofuera am<strong>en</strong>azando las inversiones estadounid<strong>en</strong>ses <strong>en</strong> la isla, podía confiar <strong>en</strong>la segura simpatía y el apoyo de su gran antagonista. Además, la forma degobernar de Fi<strong>del</strong>, con monólogos informales ante millones de personas, noera un modo adecuado para regir ni siquiera un pequeño país o una revoluciónpor mucho tiempo. Incluso el populismo necesita organización. El PartidoComunista era el único organismo <strong>del</strong> bando revolucionario que podíaproporcionársela. Los dos se necesitaban y acabaron convergi<strong>en</strong>do. Sinembargo, <strong>en</strong> marzo de 1960, mucho antes de que Fi<strong>del</strong> descubriera que Cubat<strong>en</strong>ía que ser socialista y que él mismo era comunista, aunque a su manera,los Estados Unidos habían decidido tratarle como tal, y se autorizó a la CÍAa preparar su derrocami<strong>en</strong>to (Thomas, 1971, p. 271). En 1961 lo int<strong>en</strong>taronmediante una invasión de exiliados <strong>en</strong> Bahía Cochinos, y fracasaron. UnaCuba comunista pudo sobrevivir a unos ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta kilómetros de Cayo


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 3 9Hueso, aislada por el bloqueo estadounid<strong>en</strong>se y cada vez más dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te <strong>del</strong>a Unión Soviética.Ninguna revolución podía estar mejor preparada que esta para atraer a laizquierda <strong>del</strong> hemisferio occid<strong>en</strong>tal y de los países desarrollados al fin de unadécada de conservadurismo g<strong>en</strong>eral. O para dar a la estrategia guerrillerauna mejor publicidad. La revolución cubana lo t<strong>en</strong>ía todo: espíritu romántico,heroísmo <strong>en</strong> las montañas, antiguos líderes estudiantiles con la desinteresadag<strong>en</strong>erosidad de su juv<strong>en</strong>tud —el más viejo ap<strong>en</strong>as pasaba de los treintaaños—, un pueblo jubiloso <strong>en</strong> un paraíso turístico tropical que latía a ritmode rumba. Por si fuera poco, todos los revolucionarios de izquierda podíancelebrarla.De hecho, los más inclinados a celebrarla habían de ser los que se mostrabancríticos con Moscú, insatisfechos por la prioridad que los soviéticoshabían dado a la coexist<strong>en</strong>cia pacífica con el capitalismo. El ejemplo deFi<strong>del</strong> inspiró a los intelectuales militantes <strong>en</strong> toda América Latina, un contin<strong>en</strong>tede gatillo fácil y donde el valor altruista, especialm<strong>en</strong>te cuando semanifiesta <strong>en</strong> gestos heroicos, es bi<strong>en</strong> recibido. Al poco tiempo Cuba empezóa al<strong>en</strong>tar una insurrección contin<strong>en</strong>tal, animada especialm<strong>en</strong>te por Guevara,el campeón de una revolución latinoamericana y de la creación de «dos,tres, muchos Vietnams». Un jov<strong>en</strong> y brillante izquierdista francés (¿quién, sino?) proporcionó la ideología adecuada, que sost<strong>en</strong>ía que, <strong>en</strong> un contin<strong>en</strong>temaduro para la revolución, todo lo que se necesitaba era llevar pequeños gruposde militantes armados a las montañas apropiadas y formar «focos» paraluchar por la liberación de las masas (Debray, 1965).En toda América Latina grupos de jóv<strong>en</strong>es <strong>en</strong>tusiastas se lanzaron a unasluchas de guerrillas cond<strong>en</strong>adas de antemano al fracaso, bajo la bandera deFi<strong>del</strong>, de Trotsky o de Mao. Excepto <strong>en</strong> América C<strong>en</strong>tral y <strong>en</strong> Colombia,donde había una vieja base de apoyo campesino para los resist<strong>en</strong>tes armados,la mayoría de estos int<strong>en</strong>tos fracasaron casi de inmediato, dejando tras de sílos cadáveres de los famosos —el mismo Che Guevara <strong>en</strong> Bolivia; el tambiéncarismático cura rebelde Camilo Torres <strong>en</strong> Colombia— y de los desconocidos.Resultaron ser un error espectacular, tanto más por cuanto, si sedaban las condiciones adecuadas, <strong>en</strong> muchos de esos países eran posiblesmovimi<strong>en</strong>tos guerrilleros eficaces y duraderos, como han demostrado las(oficialm<strong>en</strong>te comunistas) FARC (Fuerzas Armadas de la Revolución Colombiana)<strong>en</strong> Colombia desde 1964 hasta el mom<strong>en</strong>to de escribir esto y elmovimi<strong>en</strong>to (maoísta) S<strong>en</strong>dero Luminoso <strong>en</strong> Perú <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta.Pero incluso cuando algunos campesinos empr<strong>en</strong>dían la s<strong>en</strong>da guerrillera,las guerrillas fueron pocas veces (las FARC colombianas son una raraexcepción) un movimi<strong>en</strong>to campesino. Fueron sobre todo llevadas a laszonas rurales <strong>del</strong> tercer mundo por jóv<strong>en</strong>es intelectuales que procedían <strong>del</strong>as clases medias de sus países, reforzados, más tarde, por una nueva g<strong>en</strong>eraciónde hijos y (más raram<strong>en</strong>te) hijas estudiantes de la creci<strong>en</strong>te pequeñaburguesía rural. Esto era también válido <strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que la acción guerrillerase trasladaba de las zonas rurales al mundo de las grandes ciudades,


4 4 0 EL DERRUMBAMIENTOcomo empezaron a hacer algunos sectores de la izquierda revolucionaria <strong>del</strong>tercer mundo (por ejemplo <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina, Brasil y Uruguay), así como deEuropa, a fines de los ses<strong>en</strong>ta. 2 De hecho, las operaciones guerrilleras urbanasson más fáciles de realizar que las rurales, puesto que no se necesitacontar con la solidaridad o conniv<strong>en</strong>cia de las masas, sino que pued<strong>en</strong> aprovecharel anonimato de la gran ciudad, el poder adquisitivo <strong>del</strong> dinero y laexist<strong>en</strong>cia de un mínimo de simpatizantes, <strong>en</strong> su mayoría de clase media.A estas «guerrillas urbanas» o grupos «terroristas» les era más fácil llevar acabo golpes de gran repercusión publicitaria y asesinatos espectaculares(como el <strong>del</strong> almirante Carrero Blanco, presunto sucesor de Franco, realizadopor ETA <strong>en</strong> 1973; o el <strong>del</strong> primer ministro italiano Aldo Moro, cometidopor las Brigadas Rojas italianas <strong>en</strong> 1978), por no hablar de los atracos, queiniciar la revolución <strong>en</strong> sus países.Porque incluso <strong>en</strong> América Latina las fuerzas que resultaban más importantespara promover el cambio eran los políticos civiles y los ejércitos. Laola de regím<strong>en</strong>es militares de derecha que empezó a inundar gran parte deSuramérica <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta (los gobiernos militares nunca han pasadode moda <strong>en</strong> América C<strong>en</strong>tral, a excepción de México y de la pequeña CostaRica, que abolió su ejército tras la revolución de 1948) no era, <strong>en</strong> principio,una respuesta a la exist<strong>en</strong>cia de rebeldes armados. En Arg<strong>en</strong>tina derrocaronal caudillo populista Juan Domingo Perón (1895-1974), cuya fuerza radicaba<strong>en</strong> las organizaciones obreras y <strong>en</strong> la movilización de los pobres (1955), traslo cual asumieron el poder a intervalos, habida cu<strong>en</strong>ta de que el movimi<strong>en</strong>tode masas peronista se mostró indestructible y de que no se formó ningunaalternativa civil estable. Cuando Perón volvió <strong>del</strong> exilio <strong>en</strong> 1973, parademostrar una vez más el predominio de sus seguidores, y esta vez con granparte de la izquierda local a remolque, los militares tomaron de nuevo elpoder con sangre, torturas y retórica patriotera hasta que fueron derrocadostras la derrota de sus fuerzas armadas <strong>en</strong> la breve, descabellada, pero decisivaguerra anglo-arg<strong>en</strong>tina por las Malvinas <strong>en</strong> 1982.Las fuerzas armadas tomaron el poder <strong>en</strong> Brasil <strong>en</strong> 1964 contra un <strong>en</strong>emigoparecido: los herederos <strong>del</strong> gran líder populista brasileño Getulio Vargas(1883-1954), que se inclinaron hacia la izquierda a principios de losses<strong>en</strong>ta y ofrecieron democratización, reforma agraria y escepticismo acercade la política de los Estados Unidos. Los pequeños int<strong>en</strong>tos guerrilleros definales de los ses<strong>en</strong>ta, que proporcionaron una excusa a la despiadada represión<strong>del</strong> régim<strong>en</strong>, nunca repres<strong>en</strong>taron la m<strong>en</strong>or am<strong>en</strong>aza para el mismo, peroa principios de los años set<strong>en</strong>ta el régim<strong>en</strong> empezó a aflojar y devolvió elpaís a un gobierno civil <strong>en</strong> 1985. En Chile, el <strong>en</strong>emigo era la unión de una2. La excepción más importante son los activistas de los que podrían llamarse movimi<strong>en</strong>tosguerrilleros <strong>del</strong> gueto, como el IRA provisional <strong>en</strong> el Ulster, los «Panteras negras» de losEstados Unidos (que tuvieron corta vida) y las guerrillas palestinas de hijos de la diaspora <strong>en</strong>campos de refugiados, que saldrían casi <strong>en</strong> su totalidad de los niños de la calle y no de la universidad;especialm<strong>en</strong>te allí donde los guetos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una clase media significativa.


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 441izquierda de socialistas, comunistas y otros progresistas, es decir, lo que latradición europea (y, <strong>en</strong> este caso, chil<strong>en</strong>a) conocía como un «fr<strong>en</strong>te popular»(véase el capítulo V). Un fr<strong>en</strong>te de este tipo ya había ganado las elecciones <strong>en</strong>Chile <strong>en</strong> los años treinta, cuando Washington estaba m<strong>en</strong>os nervioso y Chileera un paradigma de constitucionalismo civil. Su líder, el socialista SalvadorAll<strong>en</strong>de, fue elegido presid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 1970, su gobierno fue desestabilizado y,<strong>en</strong> 1973, derrocado por un golpe militar muy apoyado, puede que inclusoorganizado, por los Estados Unidos, que trajo a Chile los rasgos característicosde los regím<strong>en</strong>es militares de los años set<strong>en</strong>ta: ejecuciones y matanzas,grupos represivos oficiales o paraoficiales, tortura sistemática de prisionerosy exilio <strong>en</strong> masa de los opositores políticos. Su caudillo militar, el g<strong>en</strong>eralPinochet, se mantuvo como máximo dirig<strong>en</strong>te durante diecisiete años, queempleó <strong>en</strong> imponer una política de ultraliberalismo económico <strong>en</strong> Chile,demostrando así, <strong>en</strong>tre otras cosas, que el liberalismo político y la democraciano son compañeros naturales <strong>del</strong> liberalismo económico.Es posible que el golpe militar <strong>en</strong> la Bolivia revolucionaria de 1964 guardasealguna conexión con los temores estadounid<strong>en</strong>ses a la influ<strong>en</strong>cia cubana<strong>en</strong> ese país, donde murió el propio Che Guevara <strong>en</strong> un fallido int<strong>en</strong>to deinsurrección guerrillera, pero Bolivia no es un lugar que pueda controlarmucho tiempo ningún militar local, por brutal que sea. La era militar terminódespués de quince años que vieron una rápida sucesión de g<strong>en</strong>erales, cadavez más interesados <strong>en</strong> los b<strong>en</strong>eficios <strong>del</strong> narcotráfico. Aunque <strong>en</strong> Uruguaylos militares utilizaron la exist<strong>en</strong>cia de un movimi<strong>en</strong>to intelig<strong>en</strong>te y eficaz de«guerrilla urbana» como pretexto para las matanzas y torturas usuales, fueprobablem<strong>en</strong>te el surgimi<strong>en</strong>to de un fr<strong>en</strong>te popular de «izquierda amplia», <strong>en</strong>compet<strong>en</strong>cia con el sistema bipartidista tradicional, lo que explica que tomas<strong>en</strong>el poder <strong>en</strong> 1972 <strong>en</strong> el único país suramericano que podía describirsecomo una democracia auténtica y duradera. Los uruguayos conservaron losufici<strong>en</strong>te de su tradición como para acabar votando <strong>en</strong> contra de la Constituciónmaniatada que les ofrecían los militares y <strong>en</strong> 1985 recuperaron ungobierno civil.Aunque había logrado, y podía seguir logrando, éxitos espectaculares <strong>en</strong>América Latina, Asia y África, la vía guerrillera a la revolución no t<strong>en</strong>ía s<strong>en</strong>tido<strong>en</strong> los países desarrollados. Sin embargo, no es extraño que a través desus guerrillas, rurales y urbanas, el tercer mundo sirviese de inspiración a unnúmero creci<strong>en</strong>te de jóv<strong>en</strong>es rebeldes y revolucionarios o, simplem<strong>en</strong>te, a losdisid<strong>en</strong>tes culturales <strong>del</strong> primer mundo. Periodistas de rock compararon Jasmasas juv<strong>en</strong>iles <strong>en</strong> el festival de música de Woodstock (1969) a «un ejércitode guerrilleros pacíficos» (Chappie y Garofalo, 1977, p. 144). En París y <strong>en</strong>Tokio los manifestantes estudiantiles portaban como iconos imág<strong>en</strong>es <strong>del</strong>Che Guevara, y su rostro barbudo, tocado con boina e incuestionablem<strong>en</strong>temasculino, no dejaba indifer<strong>en</strong>tes ni siquiera a los corazones apolíticos de lacontracultura. No hay otro nombre (excepto el <strong>del</strong> filósofo Marcuse) que sem<strong>en</strong>cione tanto como el suyo <strong>en</strong> un docum<strong>en</strong>tado estudio sobre la «nuevaizquierda» de 1968 (Katsaficas, 1987), aun cuando, <strong>en</strong> la práctica, era el <strong>del</strong>


4 4 2 EL DERRUMBAMIENTOlíder vietnamita Ho Chi Minh («Ho Ho Ho-Chi-Minh») el nombre más coreado<strong>en</strong> las manifestaciones de la izquierda <strong>del</strong> primer mundo. Puesto que loque movilizaba por <strong>en</strong>cima de todo a la izquierda, aparte <strong>del</strong> rechazo de lasarmas nucleares, era el apoyo a las guerrillas <strong>del</strong> tercer mundo y, <strong>en</strong> los EstadosUnidos, después de 1965, la resist<strong>en</strong>cia a ser <strong>en</strong>viado a luchar contraellas. Los cond<strong>en</strong>ados de la tierra, escrito por un psicólogo caribeño que participó<strong>en</strong> la guerra de liberación argelina, se convirtió <strong>en</strong> un texto de <strong>en</strong>ormeinflu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre los intelectuales activistas a qui<strong>en</strong>es estremecía su apologíade la viol<strong>en</strong>cia como una forma de liberación espiritual para los oprimidos.En resum<strong>en</strong>, la imag<strong>en</strong> de los guerrilleros de tez oscura <strong>en</strong> medio de unavegetación tropical era una parte es<strong>en</strong>cial, tal vez su mayor inspiración, de laradicalización <strong>del</strong> primer mundo <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. El «tercermundismo»,la cre<strong>en</strong>cia de que el mundo podía emanciparse por medio de la liberación desu «periferia» empobrecida y agraria, explotada y abocada a la «dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia»de los «países c<strong>en</strong>trales» de lo que una creci<strong>en</strong>te literatura llamaba «elsistema mundial», atrajo a muchos de los teóricos de la izquierda <strong>del</strong> primermundo. Si, como los teóricos <strong>del</strong> «sistema mundial» señalaban, las raíces <strong>del</strong>os problemas <strong>del</strong> mundo no residían <strong>en</strong> el surgimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> moderno capitalismoindustrial, sino <strong>en</strong> la conquista <strong>del</strong> tercer mundo por los colonialistaseuropeos <strong>en</strong> el siglo xvi, la inversión de este proceso histórico <strong>en</strong> el siglo xxofrecía a los indef<strong>en</strong>sos revolucionarios <strong>del</strong> primer mundo una forma deescapar de su impot<strong>en</strong>cia. No hay que sorpr<strong>en</strong>derse de que algunos de losmás poderosos argum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> favor de esta tesis procedieran de los marxistasestadounid<strong>en</strong>ses, que difícilm<strong>en</strong>te podían contar con una victoria <strong>del</strong>socialismo con fuerzas autóctonas de los Estados Unidos.IIIEn los países <strong>en</strong> que florecía el capitalismo industrial nadie volvió a tomar<strong>en</strong> serio la expectativa clásica de una revolución social mediante la insurreccióny las acciones de masas. Y, sin embargo, <strong>en</strong> el cénit de la prosperidadoccid<strong>en</strong>tal y <strong>en</strong> el corazón mismo de la sociedad capitalista, los gobiernostuvieron que hacer fr<strong>en</strong>te, súbita e inesperadam<strong>en</strong>te —y a primera vista, alm<strong>en</strong>os, inexplicablem<strong>en</strong>te—, a algo que no sólo parecía una revolución a lavieja usanza, sino que puso al descubierto la debilidad de regím<strong>en</strong>es apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teconsolidados. En 1968-1969 una ola de rebelión sacudió los tresmundos, o grandes partes de ellos, <strong>en</strong>cabezada es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te por la nuevafuerza social de los estudiantes, cuyo número se contaba, ahora, por ci<strong>en</strong>tos demiles incluso <strong>en</strong> los países occid<strong>en</strong>tales de tamaño medio, y que pronto seconvertirían <strong>en</strong> millones (véase el capítulo X). Además, sus números se reforzarondebido a tres características que multiplicaron su eficacia política. Eranfácilm<strong>en</strong>te movilizables <strong>en</strong> las <strong>en</strong>ormes fábricas <strong>del</strong> saber que les albergabany disponían de mucho más tiempo libre que los obreros de las grandes industrias.Se <strong>en</strong>contraban normalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las capitales, ante los ojos de los políti-


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 4 3eos y de las cámaras de los medios de comunicación. Y, si<strong>en</strong>do miembros <strong>del</strong>as clases instruidas, con frecu<strong>en</strong>cia hijos de la clase media establecida, queera —<strong>en</strong> casi todas partes, y especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el tercer mundo— la base dereclutami<strong>en</strong>to de la elite dirig<strong>en</strong>te de sus sociedades, no resultaban tan fácilesde abatir como los de las clases bajas. En Europa, ori<strong>en</strong>tal y occid<strong>en</strong>tal, no seprodujeron muchas bajas, ni siquiera <strong>en</strong> los grandes disturbios y combatescallejeros de París <strong>en</strong> mayo de 1968. Las autoridades se cuidaron mucho deque no hubiese mártires. Donde se produjo una gran matanza, como <strong>en</strong> la ciudadde México <strong>en</strong> 1968 —las cifras oficiales daban 28 muertos y 200 heridoscuando el ejército dispersó una reunión pública (González Casanova, 1975,vol. II, p. 564)—, el curso de la política cambió para siempre.Así, las revueltas estudiantiles resultaron eficaces fuera de proporción, <strong>en</strong>especial donde, como <strong>en</strong> Francia <strong>en</strong> 1968 y <strong>en</strong> el «otoño cali<strong>en</strong>te» de Italia<strong>en</strong> 1969, des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron <strong>en</strong>ormes oleadas de huelgas de los trabajadores queparalizaron temporalm<strong>en</strong>te la economía de países <strong>en</strong>teros. Y, sin embargo, noeran auténticas revoluciones, ni era probable que acabaran siéndolo. Para lostrabajadores, allí donde tomaron parte <strong>en</strong> ellas, fueron sólo una oportunidadpara descubrir el poder de negociación industrial que habían acumulado, sindarse cu<strong>en</strong>ta de ello, <strong>en</strong> los veinte años anteriores. No eran revolucionarios.Los estudiantes <strong>del</strong> primer mundo rara vez se interesaban <strong>en</strong> cosas talescomo derrocar gobiernos y tomar el poder, aunque, de hecho, los francesesestuvieron a punto de derrocar al g<strong>en</strong>eral De Gaulle <strong>en</strong> mayo de 1968 y acortaronsu mandato (se retiró al año sigui<strong>en</strong>te), y aunque la protesta antibélicade los estudiantes estadounid<strong>en</strong>ses hizo retirarse al presid<strong>en</strong>te L. B. Johnson<strong>en</strong> el mismo año. (Los estudiantes <strong>del</strong> tercer mundo estaban más cerca de larealidad <strong>del</strong> poder. Los <strong>del</strong> segundo mundo sabían que estaban muy lejos deél.) La rebelión de los estudiantes occid<strong>en</strong>tales fue más una revolución cultural,un rechazo de todo aquello que <strong>en</strong> la sociedad repres<strong>en</strong>taban los valoresde la «clase media» de sus padres, tal como se ha discutido <strong>en</strong> los capítulosX y XI.No obstante, contribuyó a politizar a muchos de los rebeldes de la g<strong>en</strong>eraciónestudiantil, qui<strong>en</strong>es, de manera harto natural, se volvieron hacialos inspiradores de la revolución y de la transformación social total: Marx, losiconos no estalinistas de la revolución de octubre, y Mao. Por primera vezdesde la era antifascista el marxismo, no reducido ahora a la ortodoxia deMoscú, atrajo a gran número de jóv<strong>en</strong>es intelectuales de Occid<strong>en</strong>te. (Nuncahabía dejado, por supuesto, de atraer a los <strong>del</strong> tercer mundo.) Era un marxismopeculiar, con una ori<strong>en</strong>tación universitaria, combinado con otrasmodas académicas <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to y, a veces, con otras ideologías, nacionalistaso religiosas, puesto que nacía de las aulas y no de la experi<strong>en</strong>cia vital <strong>del</strong>os trabajadores. De hecho, t<strong>en</strong>ía poco que ver con el comportami<strong>en</strong>to políticopráctico de estos nuevos discípulos de Marx, que normalm<strong>en</strong>te propugnabanla clase de militancia radical que no necesita de análisis alguno.Cuando las expectativas utópicas de la rebelión original se evaporaron,muchos volvieron a, o mejor se volvieron hacia, los antiguos partidos de la


4 4 4 EL DERRUMBAMIENTOizquierda, que (como el Partido Socialista francés, reconstruido <strong>en</strong> este período,o el Partido Comunista italiano) se revitalizaron con este aporte de<strong>en</strong>tusiasmo juv<strong>en</strong>il. Como se trataba sobre todo de un movimi<strong>en</strong>to de intelectuales,muchos <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> la profesión académica. En los Estados Unidosésta recibió un conting<strong>en</strong>te de radicales político-culturales sin preced<strong>en</strong>tes.Otros se veían a sí mismos como revolucionarios <strong>en</strong> la tradición de octubrey se unieron —o las crearon de nuevo— a las pequeñas organizaciones decuadros de «vanguardia», disciplinadas y prefer<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te clandestinas, queseguían las directrices l<strong>en</strong>inistas, ya fuese para infiltrarse <strong>en</strong> organizaciones demasas o con fines terroristas. En esto Occid<strong>en</strong>te convergió con el tercermundo, que también se ll<strong>en</strong>ó de organizaciones de combati<strong>en</strong>tes ilegales queesperaban contrarrestar la derrota de las masas mediante la viol<strong>en</strong>cia depequeños grupos. Las diversas «Brigadas Rojas» italianas de los añosset<strong>en</strong>ta fueron, probablem<strong>en</strong>te, los más importantes grupos europeos deinspiración bolchevique. Surgió <strong>en</strong>tonces un curioso mundo de conspiraciónclandestina <strong>en</strong> que los grupos de acción directa de ideología revolucionarianacionalista o social, a veces de ambas, estaban ligados a una redinternacional constituida por diversos, g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te minúsculos, «ejércitosrojos», palestinos, vascos, irlandeses y demás, superponiéndose con otrasredes ilegales, infiltrados por los servicios de información, y protegidos y,cuando era necesario, ayudados por los estados árabes o por los <strong>del</strong> Este.Era un ambi<strong>en</strong>te como creado a propósito para los escritores de novelas deespionaje y de terror, para qui<strong>en</strong>es los años set<strong>en</strong>ta fueron una edad de oro.También fueron la era más sombría de tortura y contraterror de la historia deOccid<strong>en</strong>te. Este fue el período más negro registrado <strong>en</strong> la historia modernade tortura, de «escuadrones de la muerte» teóricam<strong>en</strong>te no id<strong>en</strong>tificables, debandas de secuestro y asesinato <strong>en</strong> coches sin id<strong>en</strong>tificar que «desaparecían»a la g<strong>en</strong>te (y que todo el mundo sabía que formaban parte <strong>del</strong> ejército y de lapolicía, o de los servicios armados y policiacos de intelig<strong>en</strong>cia y seguridadque se indep<strong>en</strong>dizaron virtualm<strong>en</strong>te <strong>del</strong> gobierno y de cualquier controldemocrático), de indecibles «guerras sucias». 3 Esto se podía observar incluso<strong>en</strong> un país de antiguas y poderosas tradiciones de legalidad y de procedimi<strong>en</strong>toconstitucional como el Reino Unido, que <strong>en</strong> los primeros años <strong>del</strong>conflicto <strong>en</strong> Irlanda <strong>del</strong> Norte cometió graves abusos, que aparecieron <strong>en</strong> elinforme sobre torturas de Amnistía Internacional de 1975. Donde el períodoofreció su rostro peor fue probablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> América Latina. Aunque no seprestó mucha at<strong>en</strong>ción a ello, los países socialistas ap<strong>en</strong>as fueron afectadospor esta siniestra moda. Sus épocas de terror habían quedado atrás y no habíamovimi<strong>en</strong>tos terroristas d<strong>en</strong>tro de sus fronteras, sino sólo grupúsculos de disid<strong>en</strong>tespúblicos que sabían que, <strong>en</strong> sus circunstancias, la pluma era más poderosaque la espada o, mejor dicho, que la máquina de escribir (con el añadidode las protestas públicas de Occid<strong>en</strong>te) era más poderosa que la bomba.3. La mejor estimación <strong>del</strong> número de personas «desaparecidas» o asesinadas <strong>en</strong> la «guerrasucia» arg<strong>en</strong>tina de 1976-1982 es de unos 10.000 (Las Cifras, 1988, p. 33).


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 4 5La revuelta estudiantil de fines de los ses<strong>en</strong>ta fue el último estertor de larevolución <strong>en</strong> el viejo mundo. Fue revolucionaria tanto <strong>en</strong> el viejo s<strong>en</strong>tidoutópico de búsqueda de un cambio perman<strong>en</strong>te de valores, de una sociedadnueva y perfecta, como <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido operativo de procurar alcanzarlo mediantela acción <strong>en</strong> las calles y <strong>en</strong> las barricadas, con bombas y emboscadas<strong>en</strong> las montañas. Fue global, no sólo porque la ideología de la tradiciónrevolucionaria, de 1789 a 1917, era universal e internacionalista —incluso unmovimi<strong>en</strong>to tan exclusivam<strong>en</strong>te nacionalista como el separatismo vasco deETA, un producto típico de los años ses<strong>en</strong>ta, se proclamaba <strong>en</strong> cierto s<strong>en</strong>tidomarxista—, sino porque, por primera vez, el mundo, o al m<strong>en</strong>os el mundo <strong>en</strong>el que vivían los ideólogos estudiantiles, era realm<strong>en</strong>te global. Los mismoslibros aparecían, casi simultáneam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> las librerías estudiantiles de Bu<strong>en</strong>osAires, Roma y Hamburgo (<strong>en</strong> 1968 no faltaron los de Herbert Marcuse).Los mismos turistas de la revolución atravesaban océanos y contin<strong>en</strong>tes,de París a La Habana, a Sao Paulo y a Bolivia. Era la primera g<strong>en</strong>eración <strong>del</strong>a humanidad que daba por supuestas las telecomunicaciones y unas tarifasaéreas baratas; los estudiantes de los últimos años ses<strong>en</strong>ta no t<strong>en</strong>ían dificultad<strong>en</strong> reconocer que lo que sucedía <strong>en</strong> la Sorbona, <strong>en</strong> Berkeley o <strong>en</strong> Pragaera parte <strong>del</strong> mismo acontecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> la misma aldea global <strong>en</strong> la que,según el gurú canadi<strong>en</strong>se Marshall McLuhan (otro nombre de moda <strong>en</strong> losses<strong>en</strong>ta), todos vivíamos.Y, sin embargo, esta no era la revolución mundial como la había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>didola g<strong>en</strong>eración de 1917, sino el sueño de algo que ya no existía: muchasveces no era otra cosa que la pret<strong>en</strong>sión de que, comportándose como sihubiera efectivam<strong>en</strong>te barricadas, algo haría que surgies<strong>en</strong>, por magia simpática.O incluso, al modo <strong>en</strong> que un conservador intelig<strong>en</strong>te como RaymondAron describió los «sucesos de mayo de 1968» <strong>en</strong> París, no sin cierta razón,un teatro callejero o un psicodrama.Nadie esperaba ya una revolución social <strong>en</strong> el mundo occid<strong>en</strong>tal. Lamayoría de los revolucionarios ya ni siquiera consideraban a la clase obreraindustrial —«la <strong>en</strong>terradora <strong>del</strong> capitalismo» de Marx— como revolucionaria,salvo por lealtad a la doctrina ortodoxa. En el hemisferio occid<strong>en</strong>tal, yafuese <strong>en</strong>tre la extrema izquierda latinoamericana, comprometida con la teoría,o <strong>en</strong>tre los estudiantes rebeldes de los Estados Unidos, car<strong>en</strong>tes de teoría,el viejo «proletariado» era incluso despreciado como <strong>en</strong>emigo <strong>del</strong> radicalismo,bi<strong>en</strong> porque formase una aristocracia <strong>del</strong> trabajo privilegiada, bi<strong>en</strong> porestar formado por patriotas partidarios de la guerra de Vietnam. El futuro <strong>del</strong>a revolución estaba <strong>en</strong> las (cada vez más vacías) zonas campesinas <strong>del</strong> tercermundo, pero el mismo hecho de que sus compon<strong>en</strong>tes tuvies<strong>en</strong> que sersacados de su pasividad por profetas armados de la revuelta v<strong>en</strong>idos de lejos,y dirigidos por Castras y Guevaras, com<strong>en</strong>zaba a debilitar la vieja cre<strong>en</strong>ciade que era históricam<strong>en</strong>te inevitable que los «parias de la tierra», de los quehabla la Internacional, rompieran las cad<strong>en</strong>as por sí mismos.Además, incluso donde la revolución era una realidad, o una probabilidad,¿seguía si<strong>en</strong>do universal? Los movimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los que los revoluciona-


4 4 6 EL DERRUMBAMIENTOrios de los años ses<strong>en</strong>ta depositaron sus esperanzas no eran precisam<strong>en</strong>teecuménicos. Los vietnamitas, los palestinos, los distintos movimi<strong>en</strong>tos guerrillerosde liberación colonial se preocupaban exclusivam<strong>en</strong>te por sus propiosasuntos nacionales. Estaban ligados al resto <strong>del</strong> mundo tan sólo <strong>en</strong> lamedida <strong>en</strong> que estaban dirigidos por comunistas con compromisos másamplios, o <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que la estructura bipolar <strong>del</strong> sistema mundial <strong>del</strong>a guerra fría los convertía automáticam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> amigos <strong>del</strong> <strong>en</strong>emigo de su<strong>en</strong>emigo. Cuan vacío de s<strong>en</strong>tido había quedado el viejo ecum<strong>en</strong>ismo lodemostró la China comunista, que, pese a la retórica de la revolución mundial,seguía una política estrictam<strong>en</strong>te c<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> sus intereses nacionalesque la iba a llevar, durante los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, a alinearse con losEstados Unidos contra la Unión Soviética y a confrontaciones armadas conlos soviéticos y con el Vietnam comunista. La revolución ori<strong>en</strong>tada más alláde las fronteras sobrevivió tan sólo <strong>en</strong> la forma at<strong>en</strong>uada de movimi<strong>en</strong>tosregionales: panafricano, panárabe y, sobre todo, panlatinoamericano. Estosmovimi<strong>en</strong>tos t<strong>en</strong>ían cierta realidad, al m<strong>en</strong>os para los intelectuales militantesque hablaban el mismo idioma (español, árabe) y se movían librem<strong>en</strong>te de unpaís a otro, como exiliados o planeando revueltas. Se podría decir inclusoque alguno de ellos, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su versión castrista, cont<strong>en</strong>ían g<strong>en</strong>uinoselem<strong>en</strong>tos universales. Después de todo el propio Che Guevara luchó untiempo <strong>en</strong> el Congo, y Cuba <strong>en</strong>vió <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta tropas para ayudar alos regím<strong>en</strong>es revolucionarios <strong>del</strong> Cuerno de África y de Angola. Y sinembargo, dejando a un lado la izquierda latinoamericana, ¿cuántos esperabanel triunfo de una emancipación socialista panafricana o panárabe? ¿Acaso laruptura de la efímera República Árabe Unida de Egipto y Siria con el apéndicede Yem<strong>en</strong> (1958-1961) y las fricciones <strong>en</strong>tre los regím<strong>en</strong>es igualm<strong>en</strong>tepanárabes y socialistas de los partidos Baas <strong>en</strong> Siria e Irak no demostraban lafragilidad, e incluso la falta de realismo político, de las revoluciones supranacionales?La prueba más fehaci<strong>en</strong>te <strong>del</strong> debilitami<strong>en</strong>to de la revolución mundial fuela desintegración <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to internacional dedicado a ella. Después de1956 la Unión Soviética y el movimi<strong>en</strong>to internacional que dirigía perdieronel monopolio de la causa revolucionaria y de la teoría y la ideología que launificaba. Hubo desde <strong>en</strong>tonces muchas clases distintas de marxistas, variasde marxistas-l<strong>en</strong>inistas, e incluso dos o tres facciones distintas <strong>en</strong>tre lospocos partidos comunistas que, después de 1956, mant<strong>en</strong>ían el retrato deJosé Stalin <strong>en</strong> sus estandartes (los chinos, los albaneses, los variopintos partidoscomunistas —marxistas— que se escindieron <strong>del</strong> ortodoxo PartidoComunista de la India).Lo que quedaba <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacional dirigido porMoscú se desintegró <strong>en</strong>tre 1956 y 1968, cuando China rompió con la UniónSoviética <strong>en</strong> 1958-1960 e hizo un llamami<strong>en</strong>to, con escaso éxito, a la secesiónde los estados integrados <strong>en</strong> el bloque soviético y a la formación de partidoscomunistas rivales, y cuando otros partidos comunistas (principalm<strong>en</strong>teoccid<strong>en</strong>tales), <strong>en</strong>cabezados por el italiano, empezaron a distanciarse abierta-


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 4 7m<strong>en</strong>te de Moscú, y cuando incluso el «campo socialista» original de 1947 sedividió <strong>en</strong> estados con grados difer<strong>en</strong>tes de lealtad a la Unión Soviética, queiban desde la total adhesión de los búlgaros, 4 hasta la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia total deYugoslavia. La invasión soviética de Checoslovaquia (1968), <strong>en</strong>caminada areemplazar una forma de política comunista por otra, clavó el último clavo<strong>en</strong> el ataúd <strong>del</strong> «internacionalismo proletario». Desde <strong>en</strong>tonces fue algo normal,incluso para los partidos comunistas alineados con Moscú, criticar a laUnión Soviética <strong>en</strong> público y adoptar políticas difer<strong>en</strong>tes a las de Moscú(«eurocomunismo»). El final <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to comunista internacional fue,también, el final de cualquier tipo de internacionalismo socialista o revolucionario,puesto que las fuerzas disid<strong>en</strong>tes o antimoscovitas no desarrollaronninguna organización internacional efectiva, más allá de sínodos sectariosrivales. El único organismo que todavía recordaba débilm<strong>en</strong>te la tradición <strong>del</strong>iberación mundial era la antigua, o más bi<strong>en</strong> reanimada, Internacional Socialista(1951), que ahora repres<strong>en</strong>taba a gobiernos y partidos, <strong>en</strong> su mayoríaoccid<strong>en</strong>tales, que habían abandonado formalm<strong>en</strong>te la revolución, universal ono, y que, <strong>en</strong> la mayoría de los casos habían abandonado incluso su cre<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> las ideas de Marx.IVSin embargo, si la tradición de una revolución social al modo de la deoctubre de 1917 estaba agotada (o incluso, <strong>en</strong> opinión de algunos, lo estabala tradición original revolucionaria al modo de los jacobinos franceses de1793), la inestabilidad social y política que g<strong>en</strong>eraban las revoluciones proseguía.El volcán no había dejado de estar activo. A principios de los añosset<strong>en</strong>ta, a medida que la edad de oro <strong>del</strong> capitalismo tocaba a su fin, una nuevaoleada de revoluciones sacudía gran parte <strong>del</strong> mundo, a la cual se añadiría<strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta la crisis de los sistemas comunistas que finalm<strong>en</strong>teconcluyó con su derrumbe <strong>en</strong> 1989.Aunque ocurrieron sobre todo <strong>en</strong> el tercer mundo, las revoluciones de losaños set<strong>en</strong>ta forman un mosaico geográfico y político dispar. Com<strong>en</strong>zaronsorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Europa con la caída, <strong>en</strong> abril de 1974, <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>portugués, el sistema de derechas más longevo <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te, y, poco después,con el colapso de la dictadura militar de extrema derecha <strong>en</strong> Grecia(véase la p. 351). Después de la largam<strong>en</strong>te esperada muerte <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral Franco<strong>en</strong> 1975, la transición pacífica española <strong>del</strong> autoritarismo a un gobiernoparlam<strong>en</strong>tario completó este retorno a la democracia constitucional <strong>en</strong> el surde Europa. Estas transformaciones podían considerarse, todavía, como laliquidación de los asuntos inacabados que quedaban p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes desde la erafascista y la segunda guerra mundial.4. Parece que Bulgaria pidió formalm<strong>en</strong>te su incorporación a la Unión Soviética, comorepública soviética, pero que fue rechazada por cuestiones de diplomacia internacional.


448 EL DERRUMBAMIENTOEl golpe de los oficiales radicales que revolucionó Portugal se gestó <strong>en</strong>la larga y frustradora guerra contra las guerrillas de liberación colonial deÁfrica, que el ejército portugués libraba desde principios de los años ses<strong>en</strong>ta,aunque sin mayores problemas, excepto <strong>en</strong> la pequeña colonia de Guinea-Bissau, donde uno de los más capaces líderes de la liberación africana, AmílcarCabral, combatió hasta llegar a una situación de impasse a finales de losaños ses<strong>en</strong>ta. Los movimi<strong>en</strong>tos guerrilleros africanos se multiplicaron <strong>en</strong> ladécada de los ses<strong>en</strong>ta, a partir <strong>del</strong> conflicto <strong>del</strong> Congo y <strong>del</strong> <strong>en</strong>durecimi<strong>en</strong>tode la política de apartheid <strong>en</strong> Suráfrica (creación de homelands para losnegros, matanza de Sharpeville), pero sin alcanzar éxitos significativos, ydebilitados por las rivalidades intertribales y por las chino-soviéticas. A principiosde los años set<strong>en</strong>ta estos movimi<strong>en</strong>tos revivieron gracias a la creci<strong>en</strong>teayuda soviética —China estaba, <strong>en</strong>tre tanto, ocupada con el absurdo cataclismode la «gran revolución cultural» maoísta—, pero fue la revolución portuguesala que permitió a sus colonias acceder finalm<strong>en</strong>te a su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia<strong>en</strong> 1975. (Mozambique y Angola se vieron pronto sumergidas <strong>en</strong> una guerracivil mucho más cru<strong>en</strong>ta por la interv<strong>en</strong>ción conjunta de Suráfrica y de losEstados Unidos.)No obstante, mi<strong>en</strong>tras el imperio portugués se derrumbaba, una gran revoluciónestalló <strong>en</strong> el más antiguo de los países africanos indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, lafamélica Etiopía, donde el emperador fue derrocado (1974) y reemplazadopor una junta militar de izquierda alineada con la Unión Soviética, que cambió<strong>en</strong>tonces su punto de apoyo <strong>en</strong> esta zona, basado anteriorm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el dictadormilitar somalí Siad Barre (1969-1991), qui<strong>en</strong>, por aquel <strong>en</strong>tonces, pregonabasu <strong>en</strong>tusiasmo por Marx y L<strong>en</strong>in. D<strong>en</strong>tro de Etiopía el nuevo régim<strong>en</strong>fue contestado y derrocado <strong>en</strong> 1991 por movimi<strong>en</strong>tos de liberación regional opor movimi<strong>en</strong>tos de secesión de t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia igualm<strong>en</strong>te marxista.Estos cambios-crearon una moda de regím<strong>en</strong>es dedicados, al m<strong>en</strong>os sobreel papel, a la causa <strong>del</strong> socialismo. Dahomey se declaró república popularbajo el acostumbrado líder militar y cambió su nombre por el de B<strong>en</strong>in; laisla de Madagascar (Malagasy) declaró su compromiso con el socialismo <strong>en</strong>1975, tras el golpe militar de rigor; el Congo (que no hay que confundir consu gigantesco vecino, el antiguo Congo belga, rebautizado Zaire, bajo elmando increíblem<strong>en</strong>te rapaz de Mobutu, un militarista pro norteamericano)ac<strong>en</strong>tuó su carácter de república popular, también bajo los militares, y <strong>en</strong>Rodesia <strong>del</strong> Sur (Zimbabue) el int<strong>en</strong>to de mant<strong>en</strong>er durante once años unestado indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te gobernado por los blancos terminó <strong>en</strong> 1976 bajo la creci<strong>en</strong>tepresión de dos movimi<strong>en</strong>tos guerrilleros, separados por su id<strong>en</strong>tidadtribal y por su ori<strong>en</strong>tación política (rusa y china, respectivam<strong>en</strong>te). En 1980Zimbabue logró la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia bajo uno de estos líderes guerrilleros.Aunque sobre el papel estos movimi<strong>en</strong>tos parecían ser de la vieja familiarevolucionaria de 1917, pert<strong>en</strong>ecían <strong>en</strong> realidad a un género muy distinto, loque era inevitable dadas las difer<strong>en</strong>cias exist<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>tre las sociedades paralas que habían efectuado sus análisis Marx y L<strong>en</strong>in, y las <strong>del</strong> África poscolonialsubsahariana. El único país africano <strong>en</strong> el que se podían aplicar algu-


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 4 9ñas condiciones de esos análisis era el <strong>en</strong>clave capitalista económica e industrialm<strong>en</strong>tedesarrollado de Suráfrica, donde surgió un g<strong>en</strong>uino movimi<strong>en</strong>tode masas de liberación nacional que rebasaba las fronteras tribales y raciales—el Congreso Nacional Africano— con la ayuda de la organización de unverdadero movimi<strong>en</strong>to sindical de masas y de un Partido Comunista eficaz.Una vez acabada la guerra fría hasta el régim<strong>en</strong> de apartheid se vio obligadoa batirse <strong>en</strong> retirada. De todas maneras, incluso aquí, el movimi<strong>en</strong>to eramucho más fuerte <strong>en</strong> unas tribus que <strong>en</strong> otras (por ejemplo, los zulús), situaciónque el régim<strong>en</strong> <strong>del</strong> apartheid supo explotar. En todos los demás lugares,salvo para los pequeños núcleos de intelectuales urbanos occid<strong>en</strong>talizados,las movilizaciones «nacionales» o de otro tipo se basaban es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>alianzas o lealtades tribales, una situación que permitía a los imperialistasmovilizar a otras tribus contra los nuevos regím<strong>en</strong>es, como sucedió <strong>en</strong> Angola.La única importancia que el marxismo-l<strong>en</strong>inismo t<strong>en</strong>ía para estos países erala de proporcionarles una receta para formar partidos de cuadros disciplinadosy gobiernos autoritarios.La retirada estadounid<strong>en</strong>se de Indochina reforzó el avance <strong>del</strong> comunismo.Todo Vietnam estaba ahora bajo un gobierno comunista y gobiernossimilares tomaron el poder <strong>en</strong> Laos y Camboya, <strong>en</strong> este último caso bajo elliderato <strong>del</strong> partido de los «jemeres rojos», una mortífera combinación <strong>del</strong>maoísmo de café parisino de su líder Pol Pot (1925) con un campesinadoarmado dispuesto a destruir la deg<strong>en</strong>erada civilización de las ciudades. Elnuevo régim<strong>en</strong> asesinó a sus ciudadanos <strong>en</strong> cantidades desmesuradas aunpara los estándares de nuestro siglo —no mucho m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 20 por 100 de lapoblación— hasta que fue apartado <strong>del</strong> poder por una invasión vietnamitaque restauró un gobierno humanitario <strong>en</strong> 1978. Después de esto —<strong>en</strong> uno <strong>del</strong>os episodios diplomáticos más deprim<strong>en</strong>tes— tanto China como el bloquede los Estados Unidos siguieron apoyando los restos <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> de Pol Pot<strong>en</strong> virtud de su postura antisoviética y an ti vietnamita.El final de los años set<strong>en</strong>ta vio cómo la oleada revolucionaria apuntabadirectam<strong>en</strong>te a los Estados Unidos, cuando C<strong>en</strong>troamérica y el Caribe, zonasde dominación incuestionable de Washington, parecieron virar a la izquierda.Ni la revolución nicaragü<strong>en</strong>se de 1979, que derrocó a la familia Somoza,punto de apoyo para el control estadounid<strong>en</strong>se de las pequeñas repúblicas <strong>del</strong>a región, ni el creci<strong>en</strong>te movimi<strong>en</strong>to guerrillero <strong>en</strong> El Salvador, ni siquiera elproblemático g<strong>en</strong>eral Torrijos, as<strong>en</strong>tado junto al canal de Panamá, am<strong>en</strong>azabanseriam<strong>en</strong>te la dominación estadounid<strong>en</strong>se, como no lo había hecho larevolución cubana. Y mucho m<strong>en</strong>os la revolución de la minúscula isla deGranada <strong>en</strong> 1983 contra la cual el presid<strong>en</strong>te Reagan movilizó todo su poderarmado. Y, sin embargo, el éxito de estos movimi<strong>en</strong>tos contrastaba llamativam<strong>en</strong>tecon su fracaso <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta, lo que creó un ambi<strong>en</strong>te cercanoa la histeria <strong>en</strong> Washington durante el período <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Reagan (1980-1988). Estos eran sin duda f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os revolucionarios, si bi<strong>en</strong> de un tipopeculiar <strong>en</strong> América Latina; su mayor novedad, que confundiría y molestaríaa qui<strong>en</strong>es pert<strong>en</strong>ecían a la vieja tradición de la izquierda, básicam<strong>en</strong>te secu-


4 5 0 EL DERRUMBAMIENTOlar y anticlerical, era la pres<strong>en</strong>cia de sacerdotes católicos marxistas que apoyabanlas insurrecciones, o incluso participaban <strong>en</strong> ellas y las dirigían. Lat<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, legitimada por una «teología de la liberación» apoyada por unaconfer<strong>en</strong>cia episcopal <strong>en</strong> Colombia (1968), había surgido tras la revolucióncubana 5 y <strong>en</strong>contró un fuerte e inesperado apoyo intelectual <strong>en</strong> los jesuítas, yuna oposición m<strong>en</strong>os inesperada <strong>en</strong> el Vaticano.Mi<strong>en</strong>tras el historiador advierte cuan lejos quedaban estas revolucionesde los años set<strong>en</strong>ta de la revolución de octubre, aun cuando reivindicas<strong>en</strong> suafinidad con ella, para los gobiernos de los Estados Unidos eran es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>teuna parte de una of<strong>en</strong>siva global de la superpot<strong>en</strong>cia comunista. Esto eradebido, <strong>en</strong> parte, a la supuesta regla <strong>del</strong> juego de «suma cero» de la guerrafría. La pérdida de un jugador debe constituir la ganancia <strong>del</strong> otro, y, puestoque los Estados Unidos se habían alineado con las fuerzas conservadoras <strong>en</strong>la mayor parte de países <strong>del</strong> tercer mundo, <strong>en</strong> especial durante los años set<strong>en</strong>ta,se <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> el lado perdedor de las revoluciones. Además, Washingtonestaba preocupado por el progreso <strong>del</strong> armam<strong>en</strong>to nuclear soviético.Por otra parte, la edad de oro <strong>del</strong> capitalismo mundial, y el papel c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong>dólar <strong>en</strong> él, tocaban a su fin. La posición de los Estados Unidos como superpot<strong>en</strong>ciase vio inexorablem<strong>en</strong>te debilitada por la prevista derrota <strong>en</strong> Vietnam,país <strong>del</strong> que la mayor pot<strong>en</strong>cia militar <strong>del</strong> mundo tuvo que retirarse <strong>en</strong>1975. No había ocurrido un desastre semejante desde que David derribó aGoliat de una pedrada. ¿Es demasiado suponer, <strong>en</strong> especial a la luz de losucedido <strong>en</strong> la guerra <strong>del</strong> Golfo contra Irak <strong>en</strong> 1991, que <strong>en</strong> 1973 unos EstadosUnidos más seguros de sí mismos hubieran reaccionado al golpe de laOPEP con mayor fortaleza? ¿Qué era la OPEP sino un grupo de estados, árabes<strong>en</strong> su mayoría, sin otra importancia política que sus pozos de petróleo yque aún no se habían armado hasta los di<strong>en</strong>tes, como pudieron hacerlo despuésgracias a los altos precios que pudieron imponer?Los Estados Unidos veían cualquier debilitami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> su supremacía globalcomo un reto a ella, y como un signo de la ambición soviética por hacersecon el dominio mundial. Por tanto, las revoluciones de los años set<strong>en</strong>tades<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron lo que se ha dado <strong>en</strong> llamar «segunda guerra fría» (Halliday,1983), que, como siempre, fue una lucha librada por poderes <strong>en</strong>tre amboslados, cuyos esc<strong>en</strong>arios principales se localizaron <strong>en</strong> África y después <strong>en</strong>Afganistán, donde el propio ejército soviético se vio involucrado por primeravez desde la segunda guerra mundial <strong>en</strong> un conflicto armado fuera de susfronteras. En cualquier caso, no se debe m<strong>en</strong>ospreciar la suposición de que lamisma Unión Soviética s<strong>en</strong>tía que las nuevas revoluciones le permitían variarligeram<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su favor el equilibrio global, o, para ser más precisos, comp<strong>en</strong>sar<strong>en</strong> parte la gran derrota diplomática sufrida <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta por susfracasos <strong>en</strong> China y Egipto, cuyos alineami<strong>en</strong>tos logró alterar Washington.5. El autor de estas líneas recuerda haber escuchado al mismo Fi<strong>del</strong> Castro, <strong>en</strong> uno de susext<strong>en</strong>sos monólogos públicos <strong>en</strong> La Habana, expresar su sorpresa por este hecho, al tiempo queexhortaba a sus oy<strong>en</strong>tes a dar la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida a estos nuevos aliados.


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 451La Unión Soviética se mant<strong>en</strong>ía fuera <strong>del</strong> contin<strong>en</strong>te americano, pero interv<strong>en</strong>ía<strong>en</strong> cualquier otra parte, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> África, donde lo hacía <strong>en</strong>mucha mayor medida que antes y con mayores éxitos. El mero hecho de quela URSS permitiera o al<strong>en</strong>tara el <strong>en</strong>vío de tropas de la Cuba castrista paraayudar a Etiopía <strong>en</strong> su lucha contra el nuevo estado cli<strong>en</strong>te de los EstadosUnidos, Somalia (1977), o hiciera lo propio <strong>en</strong> Angola contra el movimi<strong>en</strong>torebelde UNITA, apoyado por los Estados Unidos y por el ejército surafricano,habla por sí sólo. La retórica soviética se refería ahora a «estados ori<strong>en</strong>tadoshacia el socialismo» aparte de los pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te comunistas. De ahí queAngola, Mozambique, Etiopía, Nicaragua, Yem<strong>en</strong> <strong>del</strong> Sur y Afganistán asistierana los funerales de Brezhnev bajo esta d<strong>en</strong>ominación. La Unión Soviéticano había hecho ni controlado estas revoluciones, pero las acogió, con ciertaprecipitación, como aliadas.Sin embargo, como demostró la sigui<strong>en</strong>te sucesión de regím<strong>en</strong>es colapsadoso derrocados, ni la ambición soviética ni la «conspiración comunistamundial» podían ser responsables de esos cambios, aunque sólo fuese porque,a partir de 1980, fue el propio sistema soviético el que empezó a desestabilizarsey, al final de la década, se desintegró. La caída <strong>del</strong> «socialismorealm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te» y la cuestión de hasta qué punto puede considerarsecomo una revolución se discute <strong>en</strong> otro capítulo. La más importante de lasrevoluciones que precedieron a la crisis de los países <strong>del</strong> Este, pese a suponerpara los Estados Unidos un golpe más duro que cualquier otro cambio derégim<strong>en</strong> durante los años set<strong>en</strong>ta, no tuvo nada que ver con la guerra fría.La caída <strong>del</strong> sha <strong>del</strong> Irán <strong>en</strong> 1979 fue con mucho la revolución másimportante de los años set<strong>en</strong>ta y pasará a la historia como una de las grandesrevoluciones sociales <strong>del</strong> siglo xx. Fue la respuesta al programa demodernización e industrialización (y rearme) que el sha empr<strong>en</strong>dió sobre lasbases de un firme apoyo de los Estados Unidos y de la riqueza petrolífera<strong>del</strong> país, cuyo valor se multiplicó tras 1973 a causa de la revolución de losprecios de la OPEP. Sin duda, dejando a un lado otros signos de megalomaníapropios de gobernantes absolutistas que cu<strong>en</strong>tan con una temible y formidablepolicía secreta, el sha esperaba convertirse <strong>en</strong> el poder dominante<strong>en</strong> Asia occid<strong>en</strong>tal. La modernización implicaba una reforma agraria o, másbi<strong>en</strong>, lo que el sha <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día por ella: una forma de convertir a gran númerode aparceros y arr<strong>en</strong>datarios <strong>en</strong> minifundistas arruinados y trabajadores <strong>en</strong>paro que emigraban a las ciudades. Teherán creció de forma espectacular,pasando de 1,8 millones de habitantes <strong>en</strong> 1960 a 6 millones <strong>en</strong> 1970. Lasexplotaciones agrícolas comerciales que favoreció el gobierno, int<strong>en</strong>sivas <strong>en</strong>capital y equipadas con tecnología avanzada, crearon más exced<strong>en</strong>tes de trabajo,pero no mejoraron la producción agrícola per capita, que bajó <strong>en</strong> losaños ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta. A finales de los años set<strong>en</strong>ta, Irán importaba lamayoría de sus alim<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> extranjero.Por ello el sha confiaba cada vez más <strong>en</strong> una industrialización financiadapor el petróleo e, incapaz de competir <strong>en</strong> el mercado mundial, la promovióy protegió <strong>en</strong> el país. La combinación de una agricultura <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia,


4 5 2 EL DERRUMBAMIENTOuna industria inefici<strong>en</strong>te, grandes importaciones <strong>del</strong> extranjero —<strong>en</strong> especialde armas— y el auge <strong>del</strong> petróleo produjo inflación. Es posible que elnivel de vida de la mayoría de los iraníes que no estaban directam<strong>en</strong>te involucrados<strong>en</strong> los sectores modernos de la economía o no formaban parte <strong>del</strong>as prósperas clases urbanas dedicadas a los negocios, se hundiera <strong>en</strong> losaños anteriores a la revolución.La <strong>en</strong>érgica modernización cultural <strong>del</strong> sha se volvió también contra él.Su apoyo (y el de la emperatriz) a una mejora de la situación de la mujer eradifícil que triunfara <strong>en</strong> un país musulmán, como iban a descubrir también loscomunistas afganos. Su decidido <strong>en</strong>tusiasmo por la educación aum<strong>en</strong>tó lainstrucción de las masas (aunque casi la mitad de la población seguía si<strong>en</strong>doanalfabeta) y produjo un gran bloque de estudiantes e intelectuales revolucionarios.La industrialización reforzó la posición estratégica de la claseobrera, <strong>en</strong> especial <strong>en</strong> la industria petrolífera.Desde que el sha fue restituido al poder <strong>en</strong> 1953 gracias a un golpe organizadopor la CÍA contra un gran movimi<strong>en</strong>to popular, no había conseguidoacumular un capital de lealtad y legitimidad con el que pudiera contar. Supropia dinastía, los Pahlevi, databa <strong>del</strong> golpe de fuerza dado por su fundador,el sha Reza, un soldado de la brigada cosaca que tomó el título imperial <strong>en</strong>1925. Durante los años ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta la policía secreta mantuvo a raya alos viejos comunistas y a la oposición nacionalista; los movimi<strong>en</strong>tos regionalesy étnicos fueron reprimidos, al igual que los habituales grupos guerrillerosde izquierda, ya fues<strong>en</strong> marxistas ortodoxos o islamo-marxistas. Noeran éstos los que podían proporcionar la chispa que <strong>en</strong>c<strong>en</strong>diese la explosión,que surgió, de acuerdo con la vieja tradición revolucionaria que va <strong>del</strong> Parísde 1789 al Petrogrado de 1917, de un movimi<strong>en</strong>to de las masas urbanas,mi<strong>en</strong>tras el campo se mant<strong>en</strong>ía tranquilo.La chispa provino de una peculiaridad distintiva <strong>del</strong> panorama iraní: laexist<strong>en</strong>cia de un clero islámico organizado y políticam<strong>en</strong>te activo que ocupabauna posición pública sin parangón <strong>en</strong> nigún otro lugar <strong>del</strong> mundo musulmán,e incluso d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> cinismo. Ellos, junto con los comerciantes y losartesanos <strong>del</strong> bazar, habían formado <strong>en</strong> el pasado el elem<strong>en</strong>to dinamizador <strong>del</strong>a política iraní. Ahora movilizaron a las nuevas plebes urbanas, un grupocon sobradas razones para oponerse al gobierno.Su líder, el ayatolá Ruholla Jomeini, un anciano ilustre y v<strong>en</strong>gativo, permaneció<strong>en</strong> el exilio desde mediados de los años ses<strong>en</strong>ta, tras <strong>en</strong>cabezar unamanifestación contra una propuesta de referéndum sobre la reforma agraria ycontra la represión policial de las actividades clericales <strong>en</strong> la ciudad santa deQum. Desde <strong>en</strong>tonces acusaba a la monarquía de ser antiislámica. A principiosde los set<strong>en</strong>ta empezó a predicar <strong>en</strong> favor de una forma de gobiernototalm<strong>en</strong>te islámica, <strong>del</strong> deber que el clero t<strong>en</strong>ía de rebelarse contra las autoridadesdespóticas y tomar el poder: <strong>en</strong> síntesis, de una revolución islámica.Esto suponía una innovación radical, incluso para los clérigos chiítas activos<strong>en</strong> la política. Estos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos se comunicaban a las masas mediante elartilugio poscoránico de las cintas magnetofónicas que las masas escucha-


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 5 3ban. Los jóv<strong>en</strong>es estudiantes religiosos de la ciudad santa pasaron a la acción<strong>en</strong> 1978 manifestándose contra un presunto asesinato cometido por la policíasecreta, y fueron dispersados a balazos. Se organizaron otras manifestacionesde duelo por los mártires, que habían de repetirse cada cuar<strong>en</strong>ta días, y quefueron creci<strong>en</strong>do hasta que a fines de año eran ya millones los que se echabana la calle para manifestarse contra el régim<strong>en</strong>. Las guerrillas <strong>en</strong>traron d<strong>en</strong>uevo <strong>en</strong> acción. Los trabajadores cerraron los campos petrolíferos <strong>en</strong> unahuelga de una eficacia crucial, y los comerciantes <strong>del</strong> bazar, sus ti<strong>en</strong>das. Elpaís estaba <strong>en</strong> un punto muerto y el ejército no supo o no quiso reprimir ellevantami<strong>en</strong>to. El 16 de <strong>en</strong>ero de 1979 el sha partió hacia el exilio; la revolucióniraní había v<strong>en</strong>cido.La novedad de esta revolución era ideológica. Casi todos los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>osconsiderados revolucionarios hasta esta fecha habían seguido la tradición, laideología y <strong>en</strong> líneas g<strong>en</strong>erales el vocabulario de las revoluciones occid<strong>en</strong>talesdesde 1789. Más <strong>en</strong> concreto, las de alguna variante de la izquierda laica,principalm<strong>en</strong>te socialista o comunista. La izquierda tradicional estaba pres<strong>en</strong>tey era activa <strong>en</strong> Irán, y su papel <strong>en</strong> el derrocami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> sha, por ejemplo através de las huelgas de los trabajadores, no fue desdeñable. Pero fue eliminadacasi de inmediato por el nuevo régim<strong>en</strong>. La revolución iraní fue la primerarealizada y ganada bajo la bandera <strong>del</strong> fundam<strong>en</strong>talismo religioso y laprimera que reemplazó el antiguo régim<strong>en</strong> por una teocracia populista cuyoprograma significaba una vuelta al siglo vn d.C, o mejor, puesto que estamos<strong>en</strong> un <strong>en</strong>torno islámico, a la situación después de la hégira, cuando se escribióel Corán. Para los revolucionarios de la vieja escuela este hecho significabaalgo tan anómalo como lo hubiera sido que el papa Pío IX hubiera<strong>en</strong>cabezado la revolución romana de 1848.Esto no significa que a partir de <strong>en</strong>tonces los movimi<strong>en</strong>tos religiososal<strong>en</strong>taran revoluciones, aunque desde los años set<strong>en</strong>ta se convirtieron <strong>en</strong> elmundo islámico <strong>en</strong> una fuerza política de masas <strong>en</strong>tre las clases media eintelectual de las poblaciones <strong>en</strong> aum<strong>en</strong>to de sus países y tomaron maticesinsurreccionales por influ<strong>en</strong>cia de la revolución iraní. Los fundam<strong>en</strong>talistasislámicos se sublevaron y fueron salvajem<strong>en</strong>te reprimidos <strong>en</strong> la Siria baasista,asaltaron el más sagrado de los santuarios de la pía Arabia Saudí y asesinaronal presid<strong>en</strong>te egipcio (dirigidos por un ing<strong>en</strong>iero eléctrico), todo ello<strong>en</strong>tre 1979-1982. 6 No hubo sin embargo una nueva doctrina unitaria de larevolución que reemplazase a la vieja tradición de 1789/1917, ni un proyectounitario para cambiar el mundo, no sólo para revolverlo.Esto no significa que la vieja tradición desapareciera de la esc<strong>en</strong>a políticao que perdiera su capacidad para derribar regím<strong>en</strong>es, aunque la caída <strong>del</strong>comunismo soviético la eliminó como tal de bu<strong>en</strong>a parte <strong>del</strong> mundo. Las vie-6. Otros movimi<strong>en</strong>tos políticos viol<strong>en</strong>tos apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te religiosos que arraigaron <strong>en</strong> esteperíodo carecían, y de hecho excluían <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>te, el compromiso universalista, de modo


454 EL DERRUMBAMIENTOjas ideologías mantuvieron una influ<strong>en</strong>cia sustancial <strong>en</strong> América Latina, dondeel movimi<strong>en</strong>to insurreccional más formidable de la década de los och<strong>en</strong>ta,el S<strong>en</strong>dero Luminoso <strong>del</strong> Perú, se proclamaba maoísta. Seguían vivastambién <strong>en</strong> África y <strong>en</strong> la India. Es más, para sorpresa de qui<strong>en</strong>es se educaron<strong>en</strong> los tópicos de la guerra fría, partidos gobernantes de «vanguardia»<strong>del</strong> tipo soviético sobrevivieron a la caída de la Unión Soviética, <strong>en</strong> especial<strong>en</strong> países atrasados y <strong>en</strong> el tercer mundo. Ganaron elecciones limpias <strong>en</strong> elsur de los Balcanes y demostraron <strong>en</strong> Cuba y Nicaragua, <strong>en</strong> Angola, e incluso<strong>en</strong> Kabul, después de la retirada soviética, que eran algo más que simplescli<strong>en</strong>tes de Moscú. De todas maneras, incluso aquí la vieja tradiciónse vio erosionada, y <strong>en</strong> muchas ocasiones destruida desde d<strong>en</strong>tro, como <strong>en</strong>Serbia, donde el Partido Comunista se transformó <strong>en</strong> un partido de ultranacionalismogranserbio, o <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to palestino, donde el dominio de laizquierda laica era progresivam<strong>en</strong>te minado por el asc<strong>en</strong>so <strong>del</strong> fundam<strong>en</strong>talismoislámico.Las revoluciones de fines <strong>del</strong> siglo xx t<strong>en</strong>ían, por tanto, dos características.La atrofia de la tradición revolucionaria establecida, por un lado, y eldespertar de las masas, por otro. Como hemos visto (véase el capítulo 2), apartir de 1917-1918 pocas revoluciones se han hecho desde abajo. La mayoríalas llevaron a cabo minorías de activistas organizados, o fueron impuestasdesde arriba, mediante golpes militares o conquistas armadas; lo que no quieredecir que, <strong>en</strong> determinadas circunstancias, no hayan sido g<strong>en</strong>uinam<strong>en</strong>tepopulares. Difícilm<strong>en</strong>te hubieran podido consolidarse de otro modo, excepto<strong>en</strong> los casos <strong>en</strong> que fueron traídas por conquistadores extranjeros. Pero afines <strong>del</strong> siglo xx las masas volvieron a esc<strong>en</strong>a asumi<strong>en</strong>do un papel protagonista.El activismo minoritario, <strong>en</strong> forma de guerrillas urbanas o rurales y deterrorismo, continuó y se convirtió <strong>en</strong> <strong>en</strong>démico <strong>en</strong> el mundo desarrollado, y<strong>en</strong> partes importantes <strong>del</strong> sur de Asia y de la zona islámica. El número de incid<strong>en</strong>testerroristas <strong>en</strong> el mundo, según las cu<strong>en</strong>tas <strong>del</strong> Departam<strong>en</strong>to de Estadode los Estados Unidos, no dejó de aum<strong>en</strong>tar: de 125 <strong>en</strong> 1968 a 831 <strong>en</strong> 1987,así como el número de sus víctimas, de 241 a 2.905 (UN World Social Situation,1989, p. 165).La lista de asesinatos políticos se hizo más larga: los presid<strong>en</strong>tes Anwarel Sadat de Egipto (1981); Indira Gandhi (1984) y Rajiv Gandhi de la India(1991), por señalar algunos. Las actividades <strong>del</strong> Ejército Republicano IrlandésProvisional <strong>en</strong> el Reino Unido y de los vascos de ETA <strong>en</strong> España erancaracterísticas de este tipo de viol<strong>en</strong>cia de pequeños grupos, que t<strong>en</strong>ían lav<strong>en</strong>taja de que podían ser realizadas por unos pocos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares —o inclusopor unas pocas doc<strong>en</strong>as— de activistas, con la ayuda de explosivos y dearmas pot<strong>en</strong>tes, baratas y manejables que un floreci<strong>en</strong>te tráfico internacionaldistibuía al por mayor <strong>en</strong> el mundo <strong>en</strong>tero. Eran un síntoma de la creci<strong>en</strong>te


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 5 5«barbarización» de los tres mundos, añadida a la contaminación por la viol<strong>en</strong>ciag<strong>en</strong>eralizada y la inseguridad de la atmósfera que la población urbanade final <strong>del</strong> mil<strong>en</strong>io apr<strong>en</strong>dió a respirar. Aunque su aportación a la causa <strong>del</strong>a revolución política fue escasa.Todo lo contrario de la facilidad con que millones de personas se lanzabana la calle, como lo demostró la revolución iraní. O la forma <strong>en</strong> que, diezaños después, los ciudadanos de la República Democrática Alemana, espontáneam<strong>en</strong>te,aunque estimulados por la decisión húngara de abrir sus fronteras,optaron por votar con sus pies (y sus coches) contra el régim<strong>en</strong>, emigrandoa la Alemania Occid<strong>en</strong>tal. En m<strong>en</strong>os de dos meses lo habían hechounos 130.000 alemanes (Umbruch, 1990, pp. 7-10), antes de que cayera elmuro de Berlín. O, como <strong>en</strong> Rumania, donde la televisión captó, por vezprimera, el mom<strong>en</strong>to de la revolución <strong>en</strong> el rostro desmoralizado <strong>del</strong> dictadorcuando la multitud convocada por el régim<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zó a abuchearle <strong>en</strong>lugar de vitorearle. O <strong>en</strong> las partes de la Palestina ocupada, cuando el movimi<strong>en</strong>tode masas de la intifada, que com<strong>en</strong>zó <strong>en</strong> 1987, demostró que a partirde <strong>en</strong>tonces sólo la represión activa, y no la pasividad o la aceptación tácita,mant<strong>en</strong>ía la ocupación israelí. Fuera lo que fuese lo que estimulaba a lasmasas inertes a la acción (medios de comunicación modernos como la televisióny las cintas magnetofónicas hacían difícil mant<strong>en</strong>er aislados de losacontecimi<strong>en</strong>tos mundiales incluso a los habitantes de las zonas más remotas)era la facilidad con que las masas salían a la calle lo que decidió lascuestiones.Estas acciones de masas no derrocaron ni podían derrocar regím<strong>en</strong>es porsí mismas. Podían incluso ser cont<strong>en</strong>idas por la coerción y por las armas,como lo fue la gran movilización por la democracia <strong>en</strong> China, <strong>en</strong> 1989, conla matanza de la plaza de Tiananm<strong>en</strong> <strong>en</strong> Pekín. (Pese a sus grandes dim<strong>en</strong>siones,este movimi<strong>en</strong>to urbano y estudiantil repres<strong>en</strong>taba sólo a una modestaminoría <strong>en</strong> China y, aun así, fue lo bastante grande como para provocarserias dudas <strong>en</strong> el régim<strong>en</strong>.) Lo que esta movilización de masas consiguiófue demostrar la pérdida de legitimidad <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>. En Irán, al igual que <strong>en</strong>Petrogrado <strong>en</strong> 1917, la pérdida de legitimidad se demostró <strong>del</strong> modo más clásicocon el rechazo a obedecer las órd<strong>en</strong>es por parte <strong>del</strong> ejército y la policía.En la Europa ori<strong>en</strong>tal, conv<strong>en</strong>ció a los viejos regím<strong>en</strong>es, desmoralizados yapor la retirada de la ayuda soviética, de que su tiempo se había acabado. Erauna demostración de manual de la máxima l<strong>en</strong>inista según la cual el voto <strong>del</strong>os ciudadanos con los pies podía ser más eficaz que el depositado <strong>en</strong> laselecciones. Claro que el simple estrépito de los pies de las masas ciudadanasno podía, por sí mismo, hacer revoluciones. No eran ejércitos, sino multitudes,o sea, agregados estadísticos de individuos. Para ser eficaces necesitabanlíderes, estructuras políticas o programas. Lo que las movilizó <strong>en</strong> Iránfue una campaña de protesta política realizada por adversarios <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>;pero lo que convirtió esa campaña <strong>en</strong> una revolución fue la prontitud con quemillones de personas se sumaron a ella. Otros ejemplos anteriores de estasinterv<strong>en</strong>ciones directas de las masas respondían a una llamada política desde


456 EL DERRUMBAMIENTOarriba —ya fuese el Congreso Nacional de la India llamando a no cooperarcon los británicos <strong>en</strong> los años veinte y treinta (véase el capítulo VII) o los seguidores<strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Perón que pedían la liberación de su héroe <strong>en</strong> el famoso«Día de la lealtad» <strong>en</strong> la plaza de Mayo de Bu<strong>en</strong>os Aires (1945). Es más, loque importaba no era lo numerosa que fuese la multitud, sino el hecho de queactuase <strong>en</strong> una situación que la hacía operativam<strong>en</strong>te eficaz.No <strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos todavía por qué el voto con los pies de las masas adquiriótanta importancia <strong>en</strong> la política de las últimas décadas <strong>del</strong> siglo. Unarazón debe ser que la distancia <strong>en</strong>tre gobernantes y gobernados se <strong>en</strong>sanchó<strong>en</strong> casi todas partes, si bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> los estados dotados con mecanismos políticospara averiguar qué p<strong>en</strong>saban sus ciudadanos, y de formas para que expresaranperiódicam<strong>en</strong>te sus prefer<strong>en</strong>cias políticas, era poco probable que estoprodujera una revolución o una completa pérdida de contacto. Era más compr<strong>en</strong>sibleque se produjes<strong>en</strong> manifestaciones de desconfianza casi unánime<strong>en</strong> regím<strong>en</strong>es que hubieran perdido legitimidad o (como Israel <strong>en</strong> los territoriosocupados) nunca la hubieran t<strong>en</strong>ido, <strong>en</strong> especial cuando sus dirig<strong>en</strong>tes noquerían reconocerlo. 7 De todas maneras, incluso <strong>en</strong> sistemas democráticosparlam<strong>en</strong>tarios consolidados y estables, las manifestaciones <strong>en</strong> masa derechazo al exist<strong>en</strong>te sistema político o de partidos se convirtieron <strong>en</strong> algocomún, como lo muestra la crisis política italiana de 1992-1993, así como laaparición <strong>en</strong> distintos países de nuevas y poderosas fuerzas electorales, cuyocomún d<strong>en</strong>ominador era simplem<strong>en</strong>te que no se id<strong>en</strong>tificaban con niguno <strong>del</strong>os antiguos partidos.Hay otra razón, además, para este resurgimi<strong>en</strong>to de las masas: la urbanización<strong>del</strong> planeta y, <strong>en</strong> especial, <strong>del</strong> tercer mundo. En la era clásica de lasrevoluciones, de 1789 a 1917, los antiguos regím<strong>en</strong>es eran derrocados <strong>en</strong>las grandes ciudades, pero los nuevos se consolidaban mediante plebiscitosinformales <strong>en</strong> el campo. La novedad <strong>en</strong> la fase de revoluciones posterior a1930 estriba <strong>en</strong> que fueron realizadas <strong>en</strong> el campo y, una vez alcanzada lavictoria, importadas a las ciudades. A fines <strong>del</strong> siglo xx, si dejamos aparteunas pocas regiones retrógradas, las revoluciones surgieron de nuevo <strong>en</strong> laciudad, incluso <strong>en</strong> el tercer mundo. No podía ser de otro modo, tanto porquela mayoría de los habitantes de cualquier gran país vivía <strong>en</strong> ellas, o lo parecía,como porque la gran ciudad, sede <strong>del</strong> poder, podía sobrevivir y def<strong>en</strong>derse<strong>del</strong> desafío rural, gracias <strong>en</strong> parte a las modernas tecnologías, con tal que susautoridades no hubies<strong>en</strong> perdido la lealtad de sus habitantes. La guerra <strong>en</strong>Afganistán (1979-1988) demostró que un régim<strong>en</strong> as<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> las ciudadespodía sost<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> un país clásico de guerrilla, resisti<strong>en</strong>do a insurrectosrurales, apoyados, financiados y equipados con moderno armam<strong>en</strong>to de altatecnología, incluso tras la retirada <strong>del</strong> ejército extranjero <strong>en</strong> que se apoyaba.Para sorpresa g<strong>en</strong>eral, el gobierno <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Najibullah sobrevivióvarios años después de la retirada <strong>del</strong> ejército soviético; y cuando cayó, no7. Cuatro meses antes <strong>del</strong> hundimi<strong>en</strong>to de la República Democrática Alemana, las eleccionesmunicipales habían dado al partido <strong>en</strong> el poder el 98,85 por 100 de los votos.


EL TERCER MUNDO Y LA REVOLUCIÓN 4 5 7fue porque Kabul no pudiera resistir los ejércitos rurales, sino porque unaparte de sus propios guerreros profesionales decidió cambiar de bando. Despuésde la guerra <strong>del</strong> Golfo (1991), Saddam Hussein se mantuvo <strong>en</strong> el poder<strong>en</strong> Irak, pese a las grandes insurrecciones <strong>del</strong> norte y el sur <strong>del</strong> país y a quese <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> un estado de debilidad militar, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te porque noperdió Bagdad. Las revoluciones a fines <strong>del</strong> siglo xx han de ser urbanas parav<strong>en</strong>cer.¿Seguirán ocurri<strong>en</strong>do? ¿Las cuatro grandes oleadas <strong>del</strong> siglo xx —1917-1920, 1944-1962, 1974-1978 y 1989— serán seguidas por más mom<strong>en</strong>tosde ruptura y subversión? Nadie que considere la historia de este siglo <strong>en</strong> quesólo un puñado de los estados que exist<strong>en</strong> hoy han surgido o sobrevivido sinexperim<strong>en</strong>tar revoluciones, contrarrevoluciones, golpes militares o conflictosciviles armados, 8 apostaría por el triunfo universal <strong>del</strong> cambio pacífico yconstitucional, como predijeron <strong>en</strong> 1989 algunos eufóricos crey<strong>en</strong>tes de lademocracia liberal. El mundo que <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el tercer mil<strong>en</strong>io no es un mundode estados o de sociedades estables.No obstante, si bi<strong>en</strong> parece seguro que el mundo, o al m<strong>en</strong>os gran partede él, estará ll<strong>en</strong>o de cambios viol<strong>en</strong>tos, la naturaleza de estos cambios resultaoscura. El mundo al final <strong>del</strong> siglo xx se halla <strong>en</strong> una situación de rupturasocial más que de crisis revolucionaria, aunque conti<strong>en</strong>e países <strong>en</strong> los que,como <strong>en</strong> el Irán <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, se dan las condiciones para el derrocami<strong>en</strong>tode regím<strong>en</strong>es odiados que han perdido su legitimidad, a través de unlevantami<strong>en</strong>to popular dirigido por fuerzas capaces de reemplazarlos; porejemplo: <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to de escribir esto, Argelia y, antes de la r<strong>en</strong>uncia alrégim<strong>en</strong> <strong>del</strong> apartheid, Suráfrica. (De ello no se deduce que las situacionesrevolucionarias, reales o pot<strong>en</strong>ciales, deban producir revoluciones triunfadoras.)Sin embargo, esta suerte de descont<strong>en</strong>to contra el statu quo es hoym<strong>en</strong>os común que un rechazo indefinido <strong>del</strong> pres<strong>en</strong>te, una aus<strong>en</strong>cia de organizaciónpolítica (o una desconfianza hacia ella), o simplem<strong>en</strong>te un procesode desintegración al que la política interior e internacional de los estadostrata de ajustarse lo mejor que puede.También está ll<strong>en</strong>o de viol<strong>en</strong>cia —más viol<strong>en</strong>cia que <strong>en</strong> el pasado— y,lo que es más importante, de armas. En los años previos a la toma <strong>del</strong> poderde Hitler <strong>en</strong> Alemania y Austria, por agudas que fueran las t<strong>en</strong>siones y losodios raciales, era difícil p<strong>en</strong>sar que llegas<strong>en</strong> al punto de que adolesc<strong>en</strong>tesneonazis de cabeza rapada quemas<strong>en</strong> una casa habitada por inmigrantes,matando a seis miembros de una familia turca. Mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> 1993 tal incid<strong>en</strong>teha podido conmover —pero no sorpr<strong>en</strong>der— cuando se ha producido8. Dejando a un lado los miniestados de m<strong>en</strong>os de medio millón de habitantes, los únicosestados que se han mant<strong>en</strong>ido consist<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te «constitucionales» son Australia, Canadá, NuevaZelanda, Irlanda, Suecia, Suiza y Gran Bretaña (excluy<strong>en</strong>do Irlanda <strong>del</strong> Norte). Los estadosocupados durante y después de la segunda guerra mundial no se ha considerado que mant<strong>en</strong>ganuna constitucionalidad ininterrumpida, y, a lo sumo, unas pocas ex colonias o países aisladosque nunca conocieron golpes militares o problemas armados domésticos podrían ser consideradoscomo «no revolucionarios», por ejemplo, Guyana, Bután y los Emiratos Árabes Unidos.


458 EL DERRUMBAMIENTO<strong>en</strong> el corazón de la tranquila Alemania, y precisam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una ciudad (Soling<strong>en</strong>)con una de las más antiguas tradiciones de socialismo obrero <strong>del</strong> país.Además, la facilidad de obt<strong>en</strong>er explosivos y armas de gran capacidad dedestrucción es hoy tal, que ya no se puede dar por seguro el monopolio estatal<strong>del</strong> armam<strong>en</strong>to <strong>en</strong> las sociedades desarrolladas. En la anarquía de lapobreza y la codicia que reemplazó al antiguo bloque soviético, no era yainconcebible que las armas nucleares o los medios para fabricarlas pudierancaer <strong>en</strong> otras manos que las de los gobiernos.El mundo <strong>del</strong> tercer mil<strong>en</strong>io seguirá si<strong>en</strong>do, muy probablem<strong>en</strong>te, unmundo de viol<strong>en</strong>cia política y de cambios políticos viol<strong>en</strong>tos. Lo único queresulta inseguro es hacia dónde llevarán.


Capítulo XVIEL FINAL DEL SOCIALISMO[La] salud [de la Rusia revolucionaria], sin embargo, estásujeta a una condición indisp<strong>en</strong>sable: que nunca (como le pasóuna vez a la Iglesia) se abra un mercado negro de poder. En casode que la correlación europea de poder y dinero p<strong>en</strong>etre también<strong>en</strong> Rusia, <strong>en</strong>tonces puede que no sólo se pierda el país, o el partido,sino también el comunismo.WALTER BENJAMIN (1979, pp. 195-196)Ha dejado de ser verdad que un solo credo oficial sea la únicaguía operativa para la acción. Más de una ideología, una mezclade formas de p<strong>en</strong>sar y marcos de refer<strong>en</strong>cia, coexist<strong>en</strong> y no sólo <strong>en</strong>toda la sociedad sino d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> partido y d<strong>en</strong>tro de sus dirig<strong>en</strong>tes.... Un «marxismo-l<strong>en</strong>inismo» rígido y codificado no puede,salvo <strong>en</strong> la retórica oficial, responder a las necesidades reales <strong>del</strong>régim<strong>en</strong>.M. LEWIN <strong>en</strong> Kerblay (1983, p. xxvi)La clave para alcanzar la modernidad es el desarrollo de laci<strong>en</strong>cia y la tecnología ... Las discusiones vacías no llevarán nuestroprograma de modernización a ninguna parte; debemos t<strong>en</strong>er losconocimi<strong>en</strong>tos y el personal especializado necesarios. ... Ahoraparece que China lleva veinte años de retraso con respecto a lospaíses desarrollados <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>cia, tecnología y educación ... Ya des<strong>del</strong>a restauración Meiji los japoneses realizaron grandes inversiones<strong>en</strong> ci<strong>en</strong>cia, tecnología y educación. La restauración Meijifue una especie de impulso modernizador llevado a cabo por laburguesía japonesa. Como proletarios debemos, y podemos, hacerlomejor.DENG XIAOPING, «Respect Knowledge,Respect Trained Personnel», 1977


460 EL DERRUMBAMIENTOIEn los años set<strong>en</strong>ta, un país socialista estaba especialm<strong>en</strong>te preocupadopor su atraso económico relativo, aunque sólo fuese porque su vecino, Japón,era el país capitalista que t<strong>en</strong>ía un éxito más espectacular. El comunismo chinono puede considerarse únicam<strong>en</strong>te una variante <strong>del</strong> comunismo soviético,y mucho m<strong>en</strong>os una parte <strong>del</strong> sistema de satélites soviéticos. Ello se debe auna razón: el comunismo chino triunfó <strong>en</strong> un país con una población muchomayor que la de la Unión Soviética; mucho mayor, <strong>en</strong> realidad, que la decualquier otro estado. Incluso tomando <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta la inseguridad de la demografíachina, algo así como uno de cada cinco seres humanos era un chinoque vivía <strong>en</strong> la China contin<strong>en</strong>tal. (Había también una importante diasporachina <strong>en</strong> el este y sureste asiáticos.) Es más, China no sólo era mucho máshomogénea «nacionalm<strong>en</strong>te» que la mayoría de los demás países —cerca <strong>del</strong>94 por 100 de su población estaba compuesta por chinos han—, sino que habíaformado una sola unidad política, aunque rota intermit<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, duranteun mínimo de dos mil años. Y lo que es más, durante la mayor parte deesos dos mil<strong>en</strong>ios el imperio chino, y probablem<strong>en</strong>te la mayoría de sus habitantesque t<strong>en</strong>ían alguna idea al respecto, habían creído que China era el c<strong>en</strong>troy el mo<strong>del</strong>o de la civilización mundial. Con pocas excepciones, todoslos otros países <strong>en</strong> los que triunfaron regím<strong>en</strong>es comunistas, incluy<strong>en</strong>do laUnión Soviética, eran y se consideraban culturalm<strong>en</strong>te atrasados y marginales<strong>en</strong> relación con otros c<strong>en</strong>tros más avanzados de civilización. La mismaestrid<strong>en</strong>cia con que la Unión Soviética insistía, durante los años <strong>del</strong> estalinismo,<strong>en</strong> su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia intelectual y tecnológica respecto de Occid<strong>en</strong>te(y <strong>en</strong> la reivindicación para sí de todas las inv<strong>en</strong>ciones punteras, desde elteléfono a la navegación aérea) constituía un síntoma elocu<strong>en</strong>te de su s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tode inferioridad. 1No fue este el caso de China que, harto razonablem<strong>en</strong>te, consideraba sucivilización clásica, su arte, escritura y sistema social de valores como unafu<strong>en</strong>te de inspiración y un mo<strong>del</strong>o para otros, incluy<strong>en</strong>do Japón. No t<strong>en</strong>íaningún s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de inferioridad intelectual o cultural, fuese a título individualo colectivo, respecto de otros pueblos. Que China no hubiese t<strong>en</strong>idoningún estado vecino que pudiera am<strong>en</strong>azarla, y que, gracias a la adopciónde las armas de fuego, no tuviese dificultad <strong>en</strong> rechazar a los bárbaros de susfronteras, confirmó este s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de superioridad, aunque dejó al imperioindef<strong>en</strong>so para resistir la expansión imperial de Occid<strong>en</strong>te. La inferioridadtecnológica de China, que resultó evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el siglo xix, cuando se tradujo<strong>en</strong> inferioridad militar, no se debía a una incapacidad técnica o educativa,1. Los logros intelectuales y ci<strong>en</strong>tíficos de Rusia <strong>en</strong>tre 1830 y 1930 fueron extraordinarios,e incluy<strong>en</strong> algunas innovaciones tecnológicas sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes, que su atraso impedía quefues<strong>en</strong> desarrolladas económicam<strong>en</strong>te. Sin embargo, la propia brillantez y relevancia mundial deunos pocos rusos hace que la inferioridad rusa respecto de Occid<strong>en</strong>te sea más evid<strong>en</strong>te.


EL FINAL DEL SOCIALISMO 461sino al propio s<strong>en</strong>tido de autosufici<strong>en</strong>cia y confianza de la civilización tradicionalchina. Esto fue lo que les impidió hacer lo que hicieron los japonesestras la restauración Meiji <strong>en</strong> 1868: abrazar la «modernización» adoptandomo<strong>del</strong>os europeos. Esto sólo podía hacerse, y se haría, sobre las ruinas <strong>del</strong>antiguo imperio chino, guardián de la vieja civilización, y a través de unarevolución social que sería al propio tiempo una revolución cultural contra elsistema confuciano.El comunismo chino fue, por ello, tanto social como, <strong>en</strong> un cierto s<strong>en</strong>tido,nacional. El detonante social que alim<strong>en</strong>tó la revolución comunista fue la granpobreza y opresión <strong>del</strong> pueblo chino. Primero, de las masas trabajadoras <strong>en</strong> lasgrandes urbes costeras de la China c<strong>en</strong>tral y meridional, que constituían <strong>en</strong>clavesde control imperialista extranjero y <strong>en</strong> algunos casos de industria moderna(Shanghai, Cantón, Hong Kong). Posteriorm<strong>en</strong>te, <strong>del</strong> campesinado, que suponíael 90 por 100 de la inm<strong>en</strong>sa población <strong>del</strong> país, y cuya situación era muchopeor que la de la población urbana, cuyo índice de consumo per capita era casidos veces y media mayor. La realidad de la pobreza china es difícil de imaginarpara un lector occid<strong>en</strong>tal. Cuando los comunistas tomaron el poder (1952),el chino medio vivía básicam<strong>en</strong>te con medio kilo de arroz o de cereales al día,consumía m<strong>en</strong>os de 80 gramos de té al año, y adquiría un nuevo par de zapatoscada cinco años (Estadísticas de China, 1989, cuadros 3.1, 15.2 y 15.5).El elem<strong>en</strong>to nacional actuaba <strong>en</strong> el comunismo chino tanto a través de losintelectuales de clase media o alta, que proporcionaron la mayoría de sus líderesa los movimi<strong>en</strong>tos políticos chinos <strong>del</strong> siglo xx, como a través <strong>del</strong> s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to,ampliam<strong>en</strong>te difundido <strong>en</strong>tre las masas, de que los bárbaros extranjerosno podían traer nada bu<strong>en</strong>o ni a los individuos que trataban conellos ni a China <strong>en</strong> su conjunto. Este s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to era plausible, habida cu<strong>en</strong>tade que China había sido atacada, derrotada, dividida y explotada por todo estadoextranjero que se le había puesto por <strong>del</strong>ante desde mediados <strong>del</strong> siglo xix.Los movimi<strong>en</strong>tos antiimperialistas de masas de ideología tradicional habíanm<strong>en</strong>udeado ya antes <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> imperio chino; por ejemplo, el levantami<strong>en</strong>tode los bóxers <strong>en</strong> 1900. No hay duda de que la resist<strong>en</strong>cia a la conquista japonesafue lo que hizo que los comunistas chinos pasaran de ser una fuerzaderrotada de agitadores sociales a líderes y repres<strong>en</strong>tantes de todo el pueblochino. Que propugnas<strong>en</strong> al propio tiempo la liberación social de los chinospobres hizo que su llamami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> favor de la liberación nacional y la reg<strong>en</strong>eraciónsonara más convinc<strong>en</strong>te a las masas, <strong>en</strong> su mayoría rurales.En esto t<strong>en</strong>ían v<strong>en</strong>taja sobre sus adversarios, el (más antiguo) partido <strong>del</strong>Kuomintang, que había int<strong>en</strong>tado reconstruir una única y poderosa repúblicachina a partir de los fragm<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> imperio repartidos <strong>en</strong>tre los «señores <strong>del</strong>a guerra» después de su caída <strong>en</strong> 1911. Los objetivos a corto plazo de losdos partidos no parecían incompatibles, la base política de ambos estaba <strong>en</strong>las ciudades más avanzadas <strong>del</strong> sur de la China (donde la república estableciósu capital) y su dirección procedía de la misma elite ilustrada, con la difer<strong>en</strong>ciade que unos se inclinaban hacia los empresarios, y los otros, hacia lostrabajadores y campesinos. Ambos partidos t<strong>en</strong>ían, por ejemplo, práctica-


4 6 2 EL DERRUMBAMIENTOm<strong>en</strong>te el mismo porc<strong>en</strong>taje de miembros proced<strong>en</strong>tes de los terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>testradicionales y de los letrados, las elites de la China imperial, si bi<strong>en</strong> loscomunistas contaban con más dirig<strong>en</strong>tes con una formación de tipo occid<strong>en</strong>tal(North y Pool, 1966, pp. 378-382). Ambos surgieron <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to antiimperialde 1900, reforzado por el «movimi<strong>en</strong>to de mayo», la revuelta nacionalde estudiantes y profesores que se produjo <strong>en</strong> Pekín después de 1919. SunYat-s<strong>en</strong>, líder <strong>del</strong> Kuomintang, era un patriota, demócrata y socialista, queconfiaba <strong>en</strong> el consejo y apoyo de la Rusia soviética (la única pot<strong>en</strong>cia revolucionariay antiimperialista) y que consideraba que el mo<strong>del</strong>o bolcheviquede partido único era más apropiado que los mo<strong>del</strong>os occid<strong>en</strong>tales. De hecho,los comunistas se convirtieron <strong>en</strong> una fuerza muy importante gracias a estevínculo con los soviéticos, que les permitió integrarse <strong>en</strong> el movimi<strong>en</strong>to oficialnacional y, tras la muerte de Sun <strong>en</strong> 1925, participar <strong>en</strong> el gran avancehacia el norte por el que la república ext<strong>en</strong>dió su influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la mitad deChina que no controlaba. El sucesor de Sun, Chiang Kai-shek (1897-1975),nunca logró controlar por completo el país, aunque <strong>en</strong> 1927 rompió con losrusos y proscribió a los comunistas, cuyo principal apoyo <strong>en</strong> ese tiempo erala pequeña clase obrera urbana.Los comunistas, forzados a c<strong>en</strong>trar su at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> el campo, empr<strong>en</strong>dieronahora una guerra de guerrillas con apoyo campesino contra el Kuomintang,con escaso éxito, debido a sus propias divisiones y confusiones, y a lalejanía de Moscú respecto de la realidad china. En 1934 sus ejércitos se vieronobligados a retirarse hacia un rincón remoto <strong>del</strong> extremo noroeste, <strong>en</strong> laheroica Larga Marcha. Estos hechos convirtieron a Mao Tse-tung, que habíaapoyado desde hacía mucho tiempo la estrategia rural, <strong>en</strong> el líder indiscutible<strong>del</strong> Partido Comunista <strong>en</strong> su exilio de Y<strong>en</strong>an, pero no ofrecían perspectivasinmediatas de avance comunista. Por el contrario, el Kuomintang ext<strong>en</strong>dió sucontrol por la mayor parte <strong>del</strong> país hasta que se produjo la invasión japonesade 1937.No obstante, la falta de atractivo que para las masas chinas t<strong>en</strong>ía el Kuomintangy su abandono <strong>del</strong> proyecto revolucionario, que era al mismo tiempoun proyecto de reg<strong>en</strong>eración y de modernización, hizo que no fueran rivalpara los comunistas. Chiang Kai-shek nunca fue un Atatürk, otro jefe de unarevolución modernizadora, antiimperialista y nacional que <strong>en</strong>tabló amistadcon la jov<strong>en</strong> república soviética, utilizando a los comunistas locales para suspropósitos y apartándose de ellos después, aunque de manera m<strong>en</strong>os estrid<strong>en</strong>teque Chiang. Éste, como Atatürk, t<strong>en</strong>ía un ejército, pero no era un ejércitocon la lealtad nacional y m<strong>en</strong>os aún con la moral revolucionaria de losejércitos comunistas, sino una fuerza reclutada <strong>en</strong>tre hombres para los que,<strong>en</strong> tiempos difíciles y de colapso social, un uniforme y un arma constituy<strong>en</strong>la mejor forma de vivir, y mandado por hombres que sabían, al igual queMao Tse-tung, que <strong>en</strong> tales tiempos «el poder prov<strong>en</strong>ía <strong>del</strong> cañón de unarma», al igual que el provecho y la riqueza. Chiang contaba con el apoyo debu<strong>en</strong>a parte de la clase media urbana, y de una parte tal vez mayor de los chinosricos <strong>del</strong> extranjero; pero el 90 por 100 de los chinos, y casi todo el terri-


EL FINAL DEL SOCIALISMO463torio, estaba fuera de Jas ciudades. Ahí el control, de haber alguno lo det<strong>en</strong>tabanlos notables locales y los hombres poderosos, desde los señores de laguerra con sus hombres armados hasta las familias notables y las reliquias <strong>del</strong>a estructura <strong>del</strong> poder imperial, con los que el Kuomintang había llegado a<strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse. Cuando los japoneses int<strong>en</strong>taron <strong>en</strong> serio la conquista de Chinalos ejércitos <strong>del</strong> Kuomintang fueron incapaces de evitar que tomaran caside inmediato las ciudades costeras, donde radicaba su fuerza. En el resto deChina, se convirtió <strong>en</strong> lo que siempre había sido pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te: otro régim<strong>en</strong>de terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes y de caudillos corruptos, que resistían a los japoneses,cuando lo hacían, con escasa eficacia. Mi<strong>en</strong>tras tanto, los comunistas movilizaronuna eficaz resist<strong>en</strong>cia de masas a los japoneses <strong>en</strong> las zonas ocupadas.En 1949, cuando tomaron el poder <strong>en</strong> China tras barrer sin esfuerzo a lasfuerzas <strong>del</strong> Kuomintang <strong>en</strong> una breve guerra civil, los comunistas se convirtieron<strong>en</strong> el gobierno legítimo de China, <strong>en</strong> los verdaderos sucesores de lasdinastías imperiales después de cuar<strong>en</strong>ta años de interregno. Y fueron fácil yrápidam<strong>en</strong>te aceptados como tales porque, a partir de su experi<strong>en</strong>cia comopartido marxista-l<strong>en</strong>inista, fueron capaces de crear una organización disciplinadaa escala nacional, apta para desarrollar una política de gobierno desdeel c<strong>en</strong>tro hasta las más remotas aldeas <strong>del</strong> gigantesco país, que es la forma <strong>en</strong>que —según la m<strong>en</strong>talidad de la mayoría de los chinos— debe gobernarseun imperio. La contribución <strong>del</strong> bolchevismo l<strong>en</strong>inista al empeño de cambiarel mundo consistió más <strong>en</strong> organización que <strong>en</strong> doctrina.Sin embargo los comunistas eran algo más que el imperio redivivo, aunquesin duda se b<strong>en</strong>eficiaron de las continuidades de la historia china, queestablecían tanto la forma <strong>en</strong> que el chino medio esperaba relacionarse concualquier gobierno que disfrutara <strong>del</strong> «mandato <strong>del</strong> cielo», como la forma <strong>en</strong>que los administradores de China esperaban realizar sus tareas. No hay otropaís <strong>en</strong> que los debates políticos d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> sistema comunista pudieran plantearsetomando como refer<strong>en</strong>cia lo que un leal mandarín dijo al emperadorChia-ching, de la dinastía Ming, <strong>en</strong> el siglo xvi. 2 Esto es lo que un viejo yagudo observador de China —el corresponsal <strong>del</strong> Times de Londres— quisodecir <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta cuando afirmó, sorpr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do a todos los que leoyeron <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to, incluy<strong>en</strong>do a este autor, que <strong>en</strong> el siglo xxi noquedaría comunismo <strong>en</strong> ninguna parte, salvo <strong>en</strong> China, donde sobreviviríacomo una ideología nacional. Para la mayoría de los chinos esta era unarevolución que significaba ante todo una restauración: de la paz y el ord<strong>en</strong>,<strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar, de un sistema de gobierno cuyos funcionarios reivindicaban asus predecesores de la dinastía T'ang, de la grandeza de un gran imperio yuna civilización.Durante los primeros años esto es lo que la mayoría de los chinos parecían2. Véase el artículo «Ha Tui repr<strong>en</strong>de al Emperador» publicado <strong>en</strong> el Diario <strong>del</strong> Pueblo<strong>en</strong> 1959. El mismo autor (Wu Han) compuso un libreto para la ópera clásica de Pekín <strong>en</strong> 1960,«La destitución de Hai Tui». que años más tarde proporcionó la chispa que des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ó la«revolución cultural» (Leys, 1977, pp. 30 y 34).


4 6 4 EL DERRUMBAMIENTOobt<strong>en</strong>er. Los campesinos aum<strong>en</strong>taron la producción de cereales <strong>en</strong> más de un70 por 100 <strong>en</strong>tre 1949 y 1956 (Estadísticas de China. 1989, p. 165), presumiblem<strong>en</strong>teporque ya no sufrían tantas interfer<strong>en</strong>cias. Y aunque la interv<strong>en</strong>ciónchina <strong>en</strong> la guerra de Corea de 1950-1952 produjo un serio pánico, lahabilidad <strong>del</strong> ejército comunista chino, primero para derrotar y más tarde paramant<strong>en</strong>er a raya al poderoso ejército de los Estados Unidos, produjo una profundaimpresión. La planificación <strong>del</strong> desarrollo industrial y educativo com<strong>en</strong>zóa principios de los años cincu<strong>en</strong>ta. Sin embargo, bi<strong>en</strong> pronto la nuevarepública popular, ahora bajo el mando indiscutido e indiscutible de Mao,inició dos décadas de catástrofes absurdas provocadas por el Gran Timonel.A partir de 1956, el rápido deterioro de las relaciones con la Unión Soviética,que concluyó con la ruptura <strong>en</strong>tre ambas pot<strong>en</strong>cias comunistas <strong>en</strong> el año 1960,condujo a la retirada de la importante ayuda técnica y material de Moscú. Sinembargo, y aunque lo agravó, esta no fue la causa <strong>del</strong> calvario <strong>del</strong> pueblochino que se desarrolló <strong>en</strong> tres etapas: la fulminante colectivización de la agriculturacampesina <strong>en</strong>tre 1955 y 1957; el «gran salto a<strong>del</strong>ante» de la industria<strong>en</strong> 1958, seguido por la terrible hambruna de 1959-1961 (probablem<strong>en</strong>te lamayor <strong>del</strong> siglo xx) 3 y los diez años de «revolución cultural» que acabaroncon la muerte de Mao <strong>en</strong> 1976.Casi todo el mundo coincide <strong>en</strong> que estos cataclismos se debieron <strong>en</strong>bu<strong>en</strong>a medida al propio Mao, cuyas directrices políticas solían ser recibidascon apr<strong>en</strong>sión <strong>en</strong> la cúpula <strong>del</strong> partido, y a veces (especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el caso<strong>del</strong> «gran salto a<strong>del</strong>ante») con una franca oposición, que sólo superó con lapuesta <strong>en</strong> marcha de la «revolución cultural». Pero no pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse sino se ti<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las peculiaridades <strong>del</strong> comunismo chino, <strong>del</strong> que Maose hizo portavoz. A difer<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> comunismo ruso, el comunismo chinoprácticam<strong>en</strong>te no t<strong>en</strong>ía relación directa con Marx ni con el marxismo. Setrataba de un movimi<strong>en</strong>to influido por octubre que llegó a Marx vía L<strong>en</strong>in,o más concretam<strong>en</strong>te, vía «marxismo-l<strong>en</strong>inismo» estalinista. El conocimi<strong>en</strong>toque Mao t<strong>en</strong>ía de la teoría marxista parece derivar totalm<strong>en</strong>te de la estalinista<strong>Historia</strong> <strong>del</strong> PC US: Curso introductorio de 1939. Por debajo de esterevestimi<strong>en</strong>to marxista-l<strong>en</strong>inista, había —y esto es evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el caso deMao, que nunca salió de China hasta que se convirtió <strong>en</strong> jefe de estado, ycuya formación intelectual era <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te casera— un utopismo totalm<strong>en</strong>techino. Naturalm<strong>en</strong>te, este utopismo t<strong>en</strong>ía puntos de contacto con el marxismo:todas las utopías revolucionarias ti<strong>en</strong><strong>en</strong> algo <strong>en</strong> común, y Mao, con todasinceridad sin duda, tomó aquellos aspectos de Marx y L<strong>en</strong>in que <strong>en</strong>cajaban<strong>en</strong> su visión y los empleó para justificarla. Pero su visión de una sociedadideal unida por un cons<strong>en</strong>so total (una sociedad <strong>en</strong> la que, como se ha dicho,3. Según las estadísticas oficiales chinas, la población <strong>del</strong> país <strong>en</strong> 1959 era de 672,07millones de personas. Al ritmo natural de crecimi<strong>en</strong>to de los siete años preced<strong>en</strong>tes, que era deal m<strong>en</strong>os el 20 por 1.000 anual (<strong>en</strong> realidad una media <strong>del</strong> 21,7 por 1.000) era de esperar que lapoblación china hubiera sido de 699 millones <strong>en</strong> 1961. De hecho era de 658,59 millones, esdecir, cuar<strong>en</strong>ta millones m<strong>en</strong>os de lo que era de esperar (Estadísticas de China, 1989, cuadrosT3.1 y T3.2).


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 6 5«la abnegación total <strong>del</strong> individuo y su total inmersión <strong>en</strong> la colectividad(son) la finalidad última ... una especie de misticismo colectivista») es loopuesto <strong>del</strong> marxismo clásico que, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> teoría y como un último objetivo,contemplaba la liberación completa y la realización <strong>del</strong> individuo(Schwartz, 1966). El énfasis <strong>en</strong> el poder de la transformación espiritual parallevarlo a cabo remo<strong>del</strong>ando al hombre, aunque se basa <strong>en</strong> la cre<strong>en</strong>cia deL<strong>en</strong>in, y luego de Stalin, <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia y el voluntarismo, iba mucho másallá. Con toda su fe <strong>en</strong> el papel de la acción y de la decisión política, L<strong>en</strong>innunca olvidó —¿cómo podría haberlo hecho?— que las circunstancias prácticasimponían graves limitaciones a la eficacia de la acción; incluso Stalinreconoció que su poder t<strong>en</strong>ía límites. Sin embargo, sin la fe <strong>en</strong> que las «fuerzassubjetivas» eran todopoderosas, <strong>en</strong> que los hombres podían mover montañasy asaltar el cielo si se lo proponían, las locuras <strong>del</strong> gran salto a<strong>del</strong>anteson inconcebibles. Los expertos decían lo que se podía y no se podía hacer,pero el fervor revolucionario podía superar por sí mismo todos los obstáculosmateriales y la m<strong>en</strong>te transformar la materia. Por tanto, ser «rojo» no esque fuese más importante que ser experto, sino que era su alternativa. En1958 una oleada unánime de <strong>en</strong>tusiasmo industrializaría China inmediatam<strong>en</strong>te,saltando todas las etapas hasta un futuro <strong>en</strong> que el comunismo se realizaríainmediatam<strong>en</strong>te. Las incontables fundiciones caseras de baja calidadcon las que China iba a duplicar su producción de acero <strong>en</strong> un año —llegó atriplicarla <strong>en</strong> 1960, antes de que <strong>en</strong> 1962 cayese a m<strong>en</strong>os de lo que había sidoantes <strong>del</strong> gran salto— repres<strong>en</strong>taban una de las caras de la transformación.Las 24.000 «comunas <strong>del</strong> pueblo» de campesinos establecidas <strong>en</strong> 1958 <strong>en</strong>ap<strong>en</strong>as dos meses repres<strong>en</strong>taban la otra cara. Eran totalm<strong>en</strong>te comunistas, nosólo porque todos los aspectos de la vida campesina estaban colectivizados,incluy<strong>en</strong>do la vida familiar (guarderías comunales y comedores que liberabana las mujeres de las tareas domésticas y <strong>del</strong> cuidado de los niños, con loque podían ir, estrictam<strong>en</strong>te reglam<strong>en</strong>tadas, a los campos), sino porque lalibre provisión de seis servicios básicos iba a reemplazar los salarios y losingresos monetarios. Estos seis servicios eran: comida, cuidados médicos,educación, funerales, cortes de pelo y películas. Naturalm<strong>en</strong>te, esto no funcionó.En pocos meses, y ante la resist<strong>en</strong>cia pasiva, los aspectos más extremos<strong>del</strong> sistema se abandonaron, aunque no sin que antes (como <strong>en</strong> la colectivizaciónestalinista) se combinas<strong>en</strong> con la naturaleza para producir el hambrede 1960-1961.En cierto s<strong>en</strong>tido, esta fe <strong>en</strong> la capacidad de la transformación voluntaristase apoyaba <strong>en</strong> una fe específicam<strong>en</strong>te maoísta <strong>en</strong> «el pueblo», presto atransformarse y por tanto a tomar parte creativam<strong>en</strong>te, y con toda la tradicionalintelig<strong>en</strong>cia e ing<strong>en</strong>io chinos, <strong>en</strong> la gran marcha hacia a<strong>del</strong>ante. Era lavisión es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te romántica de un artista, si bi<strong>en</strong>, <strong>en</strong> opinión de aquellosque pued<strong>en</strong> juzgar la poesía y la caligrafía que a Mao le gustaba cultivar, nodemasiado bu<strong>en</strong>o. («Sus obras no son tan malas como las pinturas de Hitler,pero no son tan bu<strong>en</strong>as como las de Churchill», <strong>en</strong> opinión <strong>del</strong> ori<strong>en</strong>talistabritánico Arthur Waley, usando la pintura como una analogía de la poesía.)


4 6 6 EL DERRUMBAMIENTOEsto le llevó, <strong>en</strong> contra de los consejos escépticos y realistas de otros dirig<strong>en</strong>tescomunistas, a realizar una llamada a los intelectuales de la vieja elitepara que contribuyeran librem<strong>en</strong>te con sus aportaciones a la campaña de las«ci<strong>en</strong> flores» (1956-1957), dando por s<strong>en</strong>tado que la revolución, o quizás élmismo, ya habrían transformado a esas alturas a los intelectuales. («Dejadque florezcan ci<strong>en</strong> flores, dejad que conti<strong>en</strong>dan ci<strong>en</strong> escuelas de p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to.»)Cuando, como ya habían previsto camaradas m<strong>en</strong>os inspirados, estaexplosión de libre p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to mostró la aus<strong>en</strong>cia de un unánime <strong>en</strong>tusiasmopor el nuevo ord<strong>en</strong>, Mao vio confirmada su instintiva desconfianza hacialos intelectuales. Ésta iba a <strong>en</strong>contrar su expresión más espectacular <strong>en</strong> losdiez años de la «gran revolución cultural», <strong>en</strong> que prácticam<strong>en</strong>te se paralizóla educación superior y los intelectuales fueron reg<strong>en</strong>erados <strong>en</strong> masa realizandotrabajos físicos obligatorios <strong>en</strong> el campo. 4 No obstante, la confianza deMao <strong>en</strong> los campesinos, a qui<strong>en</strong>es se <strong>en</strong>cargó que resolvieran todos los problemasde la producción durante el gran salto bajo el principio de «dejad quetodas las escuelas [de experi<strong>en</strong>cia local] conti<strong>en</strong>dan», se mantuvo incólume.Porque —y este es otro aspecto <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to de Mao que <strong>en</strong>contró apoyo<strong>en</strong> sus lecturas sobre dialéctica marxista— Mao estaba conv<strong>en</strong>cido de laimportancia de la lucha, <strong>del</strong> conflicto y de la t<strong>en</strong>sión como algo que no solam<strong>en</strong>teera es<strong>en</strong>cial para la vida, sino que evitaría la recaída <strong>en</strong> las debilidadesde la vieja sociedad china, cuya insist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la perman<strong>en</strong>cia y <strong>en</strong> laarmonía inmutables había sido su mayor flaqueza. La revolución, el propiocomunismo, sólo podían salvarse de la deg<strong>en</strong>eración inmovilista medianteuna lucha constantem<strong>en</strong>te r<strong>en</strong>ovada. La revolución no podía terminar nunca.La peculiaridad de la política maoísta estribaba <strong>en</strong> que era «al mismo tiempouna forma extrema de occid<strong>en</strong>talización y una revisión parcial de los mo<strong>del</strong>ostradicionales», <strong>en</strong> los que se apoyaba de hecho, ya que el viejo imperiochino se caracterizaba (al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> los períodos <strong>en</strong> que el poder <strong>del</strong>emperador era fuerte y seguro, y gozaba por tanto de legitimidad) por laautocracia <strong>del</strong> gobernante y la aquiesc<strong>en</strong>cia y obedi<strong>en</strong>cia de los subditos(Hu, 1966, p. 241). El solo hecho de que el 84 por 100 de los pequeños propietarioscampesinos hubiera aceptado pacíficam<strong>en</strong>te la colectivización <strong>en</strong>m<strong>en</strong>os de un año (1956), sin que hubiera, a primera vista, ninguna de lasconsecu<strong>en</strong>cias de la colectivización soviética, habla por sí mismo. La industrialización,sigui<strong>en</strong>do el mo<strong>del</strong>o soviético basado <strong>en</strong> la industria pesada, erala prioridad incondicional. Los criminales disparates <strong>del</strong> gran salto se debieron<strong>en</strong> primer lugar a la convicción, que el régim<strong>en</strong> chino compartía con elsoviético, de que la agricultura debía aprovisionar a la industrialización y4. En 1970, el número total de estudiantes <strong>en</strong> todas las «instituciones de <strong>en</strong>señanza superior»de China era de 48.000; <strong>en</strong> las escuelas técnicas (1969). 23.000; y <strong>en</strong> las escuelas de formaciónde profesorado (1969), 15.000. La aus<strong>en</strong>cia de cualquier dato sobre posgraduados sugiereque no había dotación alguna para ellos. En 1970 un total de 4.260 jóv<strong>en</strong>es com<strong>en</strong>zaron estudiosde ci<strong>en</strong>cias naturales <strong>en</strong> las instituciones de <strong>en</strong>señanza superior, y un total de 90 com<strong>en</strong>zaronestudios de ci<strong>en</strong>cias sociales. Esto <strong>en</strong> un país que <strong>en</strong> esos mom<strong>en</strong>tos contaba con 830 millones depersonas (Estadísticas de China, cuadros T17.4, T17.8 y T17.10).


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 6 7mant<strong>en</strong>erse a la vez a sí misma sin desviar recursos de la inversión industriala la agrícola. En es<strong>en</strong>cia, esto significó sustituir inc<strong>en</strong>tivos «morales» por«materiales», lo que se tradujo, <strong>en</strong> la práctica, por reemplazar con la casi ilimitadacantidad de fuerza humana disponible <strong>en</strong> China la tecnología que nose t<strong>en</strong>ía. Al mismo tiempo, el campo seguía si<strong>en</strong>do la base <strong>del</strong> sistema deMao, como lo había sido durante la época guerrillera, y, a difer<strong>en</strong>cia de laUnión Soviética, el mo<strong>del</strong>o <strong>del</strong> gran salto también lo convirtió <strong>en</strong> el lugarpreferido para la industrialización. Al contrario que la Unión Soviética, laChina de Mao no experim<strong>en</strong>tó un proceso de urbanización masiva. No fuehasta los años och<strong>en</strong>ta cuando la población rural china bajó <strong>del</strong> 80 por 100.Pese a lo mucho que nos pueda impresionar el relato de veinte años demaoísmo, que combinan la inhumanidad y el oscurantismo con los absurdossurrealistas de las pret<strong>en</strong>siones hechas <strong>en</strong> nombre de los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos <strong>del</strong>líder divino, no debemos olvidar que, comparado con los niveles de pobreza<strong>del</strong> tercer mundo, el pueblo chino no iba mal. Al final de la era de Mao,el consumo medio de alim<strong>en</strong>tos (<strong>en</strong> calorías) de un chino estaba un poco por<strong>en</strong>cima de la media de todos los países, por <strong>en</strong>cima de 14 países americanos,de 38 africanos y justo <strong>en</strong> la media de los asiáticos; es decir, muy por <strong>en</strong>cimade los países <strong>del</strong> sur y sureste de Asia, salvo Malaysia y Singapur (Taylor yJodice, 1986, cuadro 4.4). La esperanza media de vida al nacer subió de 35años <strong>en</strong> 1949 a 68 <strong>en</strong> 1982, a causa, sobre todo, de un espectacular y casicontinuo (con la excepción de los años <strong>del</strong> hambre) desc<strong>en</strong>so <strong>del</strong> índice demortalidad (Liu, 1986, pp. 323-324). Puesto que la población china, inclusotomando <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta la gran hambruna, creció de unos 540 a casi 950 millones<strong>en</strong>tre 1949 y la muerte de Mao, es evid<strong>en</strong>te que la economía consiguióalim<strong>en</strong>tarlos —un poco por <strong>en</strong>cima <strong>del</strong> nivel de principios de los cincu<strong>en</strong>ta—,a la vez que mejoró ligeram<strong>en</strong>te el suministro de ropa (Estadísticas deChina, cuadro T15.1). La educación, incluso <strong>en</strong> los niveles elem<strong>en</strong>tales,padeció tanto por el hambre, que rebajó la asist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> 25 millones, como porla revolución cultural, que la redujo <strong>en</strong> 15 millones. No obstante, no se pued<strong>en</strong>egar que al morir Mao el número de niños que acudían a la escuela primariaera seis veces mayor que <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que llegó al poder; o sea,un 96 por 100 de niños escolarizados, comparado con m<strong>en</strong>os <strong>del</strong> 50 por 100incluso <strong>en</strong> 1952. Es verdad que hasta <strong>en</strong> 1987 más de una cuarta parte de lapoblación mayor de 12 años era analfabeta o «semianalfabeta» (<strong>en</strong>tre lasmujeres este porc<strong>en</strong>taje llegaba al 38 por 100), pero no debemos olvidar quela alfabetización <strong>en</strong> chino es muy difícil, y que sólo una muy pequeña parte<strong>del</strong> 34 por 100 que había nacido antes de 1949 podía esperarse que la hubieseadquirido pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te (Estadísticas de China, pp. 69, 70-72 y 695). Enresum<strong>en</strong>, aunque los logros <strong>del</strong> período maoísta puedan no haber impresionadoa los observadores occid<strong>en</strong>tales escépticos —hubo muchos que carecieronde escepticismo—, habrían impresionado a observadores de la Indiao de Indonesia, y no debieron parecerles decepcionantes al 80 por 100 dehabitantes de la China rural, aislados <strong>del</strong> mundo, y cuyas expectativas eranlas mismas que las de sus padres.


4 6 8 EL DERRUMBAMIENTOSin embargo, resultaba innegable que a nivel internacional China habíaperdido influ<strong>en</strong>cia a partir de la revolución, <strong>en</strong> particular <strong>en</strong> relación con susvecinos no comunistas. Su media de crecimi<strong>en</strong>to económico per capita, aunqueimpresionante durante los años de Mao (1960-1975), era inferior a la <strong>del</strong>Japón, Hong Kong, Singapur, Corea <strong>del</strong> Sur y Taiwan, para aludir a los países<strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te que los observadores chinos miraban con at<strong>en</strong>ción. Grandecomo era, su PNB total era similar al de Canadá, m<strong>en</strong>or que el de Italia ysólo una cuarta parte que el de Japón (Taylor y Jodice, 1983, cuadros 3.5 y 3.6).El desastroso y errático rumbo fijado por el Gran Timonel desde mediados <strong>del</strong>os años cincu<strong>en</strong>ta prosiguió únicam<strong>en</strong>te porque <strong>en</strong> 1965 Mao, con apoyo militar,impulsó un movimi<strong>en</strong>to anárquico, inicialm<strong>en</strong>te estudiantil, de jóv<strong>en</strong>es«guardias rojos» que arremetieron contra los dirig<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> partido que pocoa poco le habían arrinconado y contra los intelectuales de cualquier tipo. Estafue la «gran revolución cultural» que asoló China por cierto tiempo, hasta queMao llamó al ejército para que restaurara el ord<strong>en</strong>, y se vio también obligadoa restaurar algún tipo de control <strong>del</strong> partido. Como estaba ya al final de su andadura,y el maoísmo sin él t<strong>en</strong>ía poco apoyo real, éste no sobrevivió a sumuerte <strong>en</strong> 1976, y al casi inmediato arresto de la «banda de los cuatro» ultramaoístas,<strong>en</strong>cabezada por la viuda <strong>del</strong> líder, Jiang Quing. El nuevo rumbobajo el pragmático D<strong>en</strong>g Xiaoping com<strong>en</strong>zó de forma inmediata.IIEl nuevo rumbo de D<strong>en</strong>g <strong>en</strong> China significaba un franco reconocimi<strong>en</strong>topúblico de que eran necesarios cambios radicales <strong>en</strong> la estructura <strong>del</strong> «socialismorealm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te», pero con el adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de los años och<strong>en</strong>ta sehizo cada vez más evid<strong>en</strong>te que algo andaba mal <strong>en</strong> todos los sistemas quese proclamaban socialistas. La ral<strong>en</strong>tización de la economía soviética era palpable.La tasa de crecimi<strong>en</strong>to de casi todo lo que contaba y se podía contarcaía de manera constante de quinqu<strong>en</strong>io <strong>en</strong> quinqu<strong>en</strong>io desde 1970: el productointerior bruto, la producción industrial, la producción agrícola, las inversionesde capital, la productividad <strong>del</strong> trabajo, el ingreso real per capita. Si noestaba <strong>en</strong> regresión, la economía avanzaba al paso de un buey cada vez máscansado. Es más, <strong>en</strong> vez de convertirse <strong>en</strong> uno de los gigantes <strong>del</strong> comerciomundial, la Unión Soviética parecía estar <strong>en</strong> regresión a escala internacional.En 1960 sus principales exportaciones habían sido maquinaria, equipami<strong>en</strong>tos,medios de transporte y metales o manufacturas metálicas, pero <strong>en</strong> 1985dep<strong>en</strong>día básicam<strong>en</strong>te de sus exportaciones de <strong>en</strong>ergía (53 por 100), esto es,de petróleo y gas. Paralelam<strong>en</strong>te, casi el 60 por 100 de sus importacionesconsistían <strong>en</strong> maquinaria, metales y artículos de consumo industriales (SSSR,1987, pp. 15-17 y 32-33). La Unión Soviética se había convertido <strong>en</strong> algo asícomo una colonia productora de <strong>en</strong>ergía de las economías industriales másavanzadas; <strong>en</strong> la práctica, de sus propios satélites occid<strong>en</strong>tales, principalm<strong>en</strong>teChecoslovaquia y la República Democrática Alemana, cuyas indus-


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 6 9trias podían confiar <strong>en</strong> el mercado ilimitado y poco exig<strong>en</strong>te de la UniónSoviética sin preocuparse por mejorar sus propias defici<strong>en</strong>cias. 5De hecho, hacia los años set<strong>en</strong>ta estaba claro que no sólo se estancaba elcrecimi<strong>en</strong>to económico, sino que incluso los indicadores sociales básicos,como la mortalidad, dejaban de mejorar. Esto minó la confianza <strong>en</strong> el socialismoquizás más que cualquier otra cosa, porque su capacidad para mejorarlas vidas de la g<strong>en</strong>te común mediante una mayor justicia social no dep<strong>en</strong>díabásicam<strong>en</strong>te de su capacidad para g<strong>en</strong>erar mayor riqueza. El hecho de que laesperanza media de vida al nacer se mantuviera <strong>en</strong> la Unión Soviética, Poloniay Hungría casi sin cambios durante los veinte años previos al colapso <strong>del</strong>comunismo (a veces incluso decreció) causó honda preocupación, porque <strong>en</strong>la mayoría de los países seguía aum<strong>en</strong>tando (incluy<strong>en</strong>do, todo hay que decirlo,Cuba y los países comunistas asiáticos de los que t<strong>en</strong>emos datos). En 1969los austríacos, finlandeses y polacos t<strong>en</strong>ían una esperanza de vida similar(70,1 años); <strong>en</strong> 1989, <strong>en</strong> cambio, los polacos t<strong>en</strong>ían una esperanza de vidacuatro años m<strong>en</strong>or que la de austríacos y finlandeses. Esto podía traducirse<strong>en</strong> una población más sana, como sugirieron los demógrafos, pero sólo porque<strong>en</strong> los países socialistas moría g<strong>en</strong>te que hubiese podido mant<strong>en</strong>erse convida <strong>en</strong> los países capitalistas (Riley, 1991). Los reformistas soviéticos y <strong>del</strong>os países afines observaban estas evoluciones con creci<strong>en</strong>te ansiedad (TheWorld Bank Atlas 1990, pp. 6-9 y World Tables, 1991, passim).En esta misma época otro síntoma evid<strong>en</strong>te de la decad<strong>en</strong>cia de la UniónSoviética se refleja <strong>en</strong> el auge <strong>del</strong> término nom<strong>en</strong>klatura (que parece quellegó a Occid<strong>en</strong>te por medio de los escritos de los disid<strong>en</strong>tes). Hasta <strong>en</strong>tonces,el cuerpo de funcionarios formado por los cuadros <strong>del</strong> partido, que constituíael sistema de mando de los estados l<strong>en</strong>inistas, se había mirado desde elexterior con respeto y con cierta admiración, si bi<strong>en</strong> los opositores internosderrotados, como los trotskistas y —<strong>en</strong> Yugoslavia— Milovan Djilas (Djilas,1957), ya habían señalado su pot<strong>en</strong>cial de deg<strong>en</strong>eración burocrática y corrupciónpersonal. De hecho, <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta e incluso <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta, eltono g<strong>en</strong>eral de los com<strong>en</strong>tarios <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te y, <strong>en</strong> especial, <strong>en</strong> los EstadosUnidos señalaba que el secreto <strong>del</strong> avance global <strong>del</strong> comunismo residía <strong>en</strong>el sistema organizativo de los partidos comunistas y <strong>en</strong> su cuerpo de cuadrosaltruistas y monolíticos que seguían lealm<strong>en</strong>te (aunque a veces brutalm<strong>en</strong>te)«la línea» (Fainsod, 1956; Brzezinski, 1962; Duverger, 1972).Por otro lado, el término nom<strong>en</strong>klatura, prácticam<strong>en</strong>te desconocido antesde 1980, excepto como parte de la jerga administrativa <strong>del</strong> PCUS, sugeríaprecisam<strong>en</strong>te las debilidades de la egoísta burocracia <strong>del</strong> partido <strong>en</strong> la era deBrezhnev: una combinación de incompet<strong>en</strong>cia y corrupción. Y se hizo cadavez más evid<strong>en</strong>te que la Unión Soviética misma funcionaba, fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te,mediante un sistema de patronazgo, nepotismo y pago.5. «A los planificadores económicos de esa época les parecía que el mercado soviético erainagotable y que la Unión Soviética podía proporcionarles la cantidad necesaria de <strong>en</strong>ergía ymaterias primas para un crecimi<strong>en</strong>to económico continuo» (Rosati y Mizsei, 1989, p. 10).


470 EL DERRUMBAMIENTOCon la excepción de Hungría, los int<strong>en</strong>tos serios de reformar las economíassocialistas europeas se abandonaron desesperanzadam<strong>en</strong>te tras la primaverade Praga. En cuanto a los int<strong>en</strong>tos ocasionales de volver a la antiguaforma de las economías dirigidas, bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> su mo<strong>del</strong>o estalinista (como hizoCeaucescu <strong>en</strong> Rumania) bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> la forma maoista que reemplazaba la economíacon el celo moral voluntarista (como <strong>en</strong> el caso de Fi<strong>del</strong> Castro), cuantom<strong>en</strong>os se hable de ellos, mejor. Los años de Brezhnev serían llamados «añosde estancami<strong>en</strong>to» por los reformistas, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te porque el régim<strong>en</strong>había dejado de int<strong>en</strong>tar hacer algo serio respecto de una economía <strong>en</strong> visibledecad<strong>en</strong>cia. Comprar trigo <strong>en</strong> el mercado mundial era más fácil queint<strong>en</strong>tar resolver la <strong>en</strong> apari<strong>en</strong>cia creci<strong>en</strong>te incapacidad de la agriculturasoviética para alim<strong>en</strong>tar al pueblo de la URSS. Lubricar la <strong>en</strong>mohecidamaquinaria de la economía mediante un sistema universal de sobornos ycorrupción era más fácil que limpiarla y afinarla, por no hablar de cambiarla.¿Quién sabía lo que podía pasar a largo plazo? A corto plazo parecía másimportante mant<strong>en</strong>er cont<strong>en</strong>tos a los consumidores o, de ser eso imposible,mant<strong>en</strong>er su descont<strong>en</strong>to d<strong>en</strong>tro de unos límites. De ahí que fuese probablem<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la primera mitad de la década de los set<strong>en</strong>ta cuando la mayoría <strong>del</strong>os habitantes de la URSS estuvieron y se sintieron mejor que <strong>en</strong> cualquierotro mom<strong>en</strong>to de su vida que pudieran recordar.El problema para el «socialismo realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te» europeo estribaba<strong>en</strong> que —a difer<strong>en</strong>cia de la Unión Soviética de <strong>en</strong>treguerras, que estaba virtualm<strong>en</strong>tefuera de la economía mundial y era, por tanto, inmune a la GranDepresión— el socialismo estaba ahora cada vez más involucrado <strong>en</strong> ella y,por tanto, no era inmune a las crisis de los años set<strong>en</strong>ta. Es una ironía de lahistoria que las economías de «socialismo real» europeas y de la UniónSoviética, así como las de parte <strong>del</strong> tercer mundo, fues<strong>en</strong> las verdaderasvíctimas de la crisis que siguió a la edad de oro de la economía capitalistamundial, mi<strong>en</strong>tras que las «economías desarrolladas de mercado», aunquedebilitadas, pudieron capear las dificultades sin mayores problemas, alm<strong>en</strong>os hasta principios de los años nov<strong>en</strong>ta. Hasta <strong>en</strong>tonces algunos países,como Alemania y Japón, ap<strong>en</strong>as habían fr<strong>en</strong>ado su marcha. El «socialismoreal», <strong>en</strong> cambio, no sólo t<strong>en</strong>ía que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a sus propios y cada vez másinsolubles problemas como sistema, sino también a los de una economíamundial cambiante y conflictiva <strong>en</strong> la que estaba cada vez más integrado.Esto puede ilustrarse con el ambiguo ejemplo de la crisis petrolífera internacionalque transformó el mercado <strong>en</strong>ergético mundial después de 1973:ambiguo porque sus efectos eran a la vez pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te positivos y negativos.La presión <strong>del</strong> cártel mundial de productores de petróleo, la OPEP,hizo que el precio <strong>del</strong> petróleo —bajo y, <strong>en</strong> términos reales, <strong>en</strong> desc<strong>en</strong>sodesde la guerra— se cuadruplicase, aproximadam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> 1973, y se triplicasede nuevo a finales de los set<strong>en</strong>ta, después de la revolución iraní.De hecho, el verdadero alcance de las fluctuaciones fue incluso más espectacular:<strong>en</strong> 1970 el petróleo se v<strong>en</strong>día a un precio medio de 2,53 dóla-


EL FINAL DEL SOCIALISMO 471res el barril, mi<strong>en</strong>tras que a fines de los och<strong>en</strong>ta un barril costaba unos41 dólares.La crisis petrolífera tuvo dos consecu<strong>en</strong>cias apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te afortunadas.A los productores de petróleo, de los que la Unión Soviética era uno de losmás importantes, el líquido negro se les convirtió <strong>en</strong> oro. Era como t<strong>en</strong>er unbillete ganador de la lotería cada semana. Los millones <strong>en</strong>traban a raudalessin mayor esfuerzo, posponi<strong>en</strong>do la necesidad de reformas económicas y permiti<strong>en</strong>doa la Unión Soviética pagar sus creci<strong>en</strong>tes importaciones <strong>del</strong> mundocapitalista occid<strong>en</strong>tal con la <strong>en</strong>ergía que exportaba. Entre 1970 y 1980, lasexportaciones soviéticas a las «economías desarrolladas de mercado» aum<strong>en</strong>taronde poco m<strong>en</strong>os de un 19 por 100 <strong>del</strong> total hasta un 32 por 100 (SSSR,1987, p. 32). Se ha sugerido que fue esta <strong>en</strong>orme e inesperada bonanza la quehizo que a mediados de los set<strong>en</strong>ta el régim<strong>en</strong> de Brezhnev cayese <strong>en</strong> la t<strong>en</strong>taciónde realizar una política internacional más activa de compet<strong>en</strong>cia conlos Estados Unidos, al tiempo que el malestar revolucionario volvía a ext<strong>en</strong>dersepor el tercer mundo (véase el capítulo XV), y se embarcase <strong>en</strong> unacarrera suicida para int<strong>en</strong>tar igualar la superioridad <strong>en</strong> armam<strong>en</strong>tos de losEstados Unidos (Maksim<strong>en</strong>ko, 1991).La otra consecu<strong>en</strong>cia apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te afortunada de la crisis petrolífera fuela riada de dólares que salía ahora de los multimillonarios países de la OPEP,muchos de ellos de escasa población, y que se distribuía a través <strong>del</strong> sistemabancario internacional <strong>en</strong> forma de créditos a cualquiera que los pidiera. Muypocos países <strong>en</strong> vías de desarrollo resistieron la t<strong>en</strong>tación de tomar los millonesque les metían <strong>en</strong> los bolsillos y que iban a provocar una crisis mundialde la deuda a principios de los años och<strong>en</strong>ta. Para los países socialistas quesucumbieron a esta t<strong>en</strong>tación, especialm<strong>en</strong>te Polonia y Hungría, los créditosparecían una forma provid<strong>en</strong>cial de pagar las inversiones para acelerar el crecimi<strong>en</strong>toy aum<strong>en</strong>tar el nivel de vida de sus poblaciones.Esto hizo que la crisis de los och<strong>en</strong>ta fuese más aguda, puesto que laseconomías socialistas, y <strong>en</strong> especial la malgastadora de Polonia, eran demasiadoinflexibles para emplear productivam<strong>en</strong>te la aflu<strong>en</strong>cia de recursos. Elmero hecho de que el consumo petrolífero cayera <strong>en</strong> la Europa occid<strong>en</strong>tal(1973-1985) <strong>en</strong> un 40 por 100 como respuesta al aum<strong>en</strong>to de los precios,pero que <strong>en</strong> la Unión Soviética y <strong>en</strong> la Europa ori<strong>en</strong>tal sólo lo hiciera <strong>en</strong> un20 por 100 <strong>en</strong> el mismo periodo, habla por sí mismo (Kólló, 1990, p. 39).Que los costos de producción soviéticos aum<strong>en</strong>taran considerablem<strong>en</strong>temi<strong>en</strong>tras los pozos de petróleo rumanos se secaban hace el fracaso <strong>en</strong> elahorro de <strong>en</strong>ergía más notable. A principios de los años och<strong>en</strong>ta la Europaori<strong>en</strong>tal se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> una aguda crisis <strong>en</strong>ergética. Esto, a su vez, produjoescasez de comida y de productos manufacturados (salvo donde, como <strong>en</strong>Hungría, el país se metió <strong>en</strong> mayores deudas, acelerando la inflación y disminuy<strong>en</strong>dolos salarios reales). Esta fue la situación <strong>en</strong> que el «socialismorealm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te» <strong>en</strong> Europa <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> la que iba a ser su década final. Laúnica forma eficaz inmediata de manejar esta crisis era el tradicional recursoestalinista a las restricciones y a las estrictas órd<strong>en</strong>es c<strong>en</strong>trales, al m<strong>en</strong>os


4 7 2 EL DERRUMBAMIENTOallí donde la planificación c<strong>en</strong>tral todavía seguía funcionando, cosa que yano sucedía <strong>en</strong> Hungría y Polonia. Esto funcionó <strong>en</strong>tre 1981 y 1984. La deudadisminuyó <strong>en</strong> un 35-70 por 100, salvo <strong>en</strong> estos dos países, lo que incluso<strong>en</strong>g<strong>en</strong>dró esperanzas ilusorias de volver a un crecimi<strong>en</strong>to económico sin realizarreformas básicas, y «llevó a un gran salto atrás, a la crisis de la deuda ya un mayor deterioro <strong>en</strong> las perspectivas económicas» (Kollo, 1990, p. 41).Fue <strong>en</strong> este mom<strong>en</strong>to cuando Mijail Sergueievich Gorbachov se convirtió <strong>en</strong>el líder de la Unión Soviética.IIILlegados aquí t<strong>en</strong>emos que volver de la economía a la política <strong>del</strong>«socialismo realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te», puesto que la política, tanto la alta como labaja, causaría el colapso eurosoviético de 1989-1991.Políticam<strong>en</strong>te, la Europa ori<strong>en</strong>tal era el talón de Aquiles <strong>del</strong> sistema soviético,y Polonia (y <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida Hungría) su punto más vulnerable. Des<strong>del</strong>a primavera de Praga quedó claro, como hemos visto, que muchos de losregím<strong>en</strong>es satélites comunistas habían perdido su legitimidad. 6 Estos regím<strong>en</strong>esse mantuvieron <strong>en</strong> el poder mediante la coerción <strong>del</strong> estado, respaldadapor la am<strong>en</strong>aza de invasión soviética o, <strong>en</strong> el mejor de los casos —como <strong>en</strong>Hungría—, dando a los ciudadanos unas condiciones materiales y una libertadrelativa superiores a las de la media de la Europa <strong>del</strong> Este, que la crisiseconómica hizo imposible mant<strong>en</strong>er. Sin embargo, con una excepción, no eraposible ninguna forma seria de oposición organizada política o pública. Laconjunción de tres factores lo hizo posible <strong>en</strong> Polonia. La opinión pública <strong>del</strong>país estaba fuertem<strong>en</strong>te unida no sólo <strong>en</strong> su rechazo hacia el régim<strong>en</strong>, sinopor un nacionalismo polaco antirruso (y antijudío) y sólidam<strong>en</strong>te católico; laIglesia conservó una organización indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te a escala nacional; y su claseobrera demostró su fuerza política con grandes huelgas intermit<strong>en</strong>tes desdemediados de los cincu<strong>en</strong>ta. El régim<strong>en</strong> hacía tiempo que se había resignadoa una tolerancia tácita o incluso a una retirada —como cuando las huelgas <strong>del</strong>os set<strong>en</strong>ta forzaron la abdicación <strong>del</strong> líder comunista <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to— mi<strong>en</strong>trasla oposición siguiera desorganizada, aunque su marg<strong>en</strong> de maniobra fuedisminuy<strong>en</strong>do peligrosam<strong>en</strong>te. Pero desde mediados de los años set<strong>en</strong>ta tuvoque <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a un movimi<strong>en</strong>to de trabajadores organizado políticam<strong>en</strong>tey apoyado por un equipo de intelectuales disid<strong>en</strong>tes con ideas políticas propias,ex marxistas <strong>en</strong> su mayoría, así como a una Iglesia cada vez más agresiva,estimulada desde 1978 por la elección <strong>del</strong> primer papa polaco de lahistoria, Karol Wojtyla (Juan Pablo II).6. Las partes m<strong>en</strong>os desarrolladas de la p<strong>en</strong>ínsula de los Balcanes —Albania, sur deYugoslavia, Bulgaria— podrían ser las excepciones, puesto que los comunistas todavía ganaronlas primeras elecciones multipartidistas después de 1989. No obstante, incluso aquí las debilidades<strong>del</strong> sistema se hicieron pronto pat<strong>en</strong>tes.


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 7 3En 1980 el triunfo <strong>del</strong> sindicato Solidaridad como un movimi<strong>en</strong>to deoposición pública nacional que contaba con el arma de las huelgas demostródos cosas: que el régim<strong>en</strong> <strong>del</strong> Partido Comunista <strong>en</strong> Polonia llegaba a sufinal, pero también que no podía ser derrocado por la agitación popular. En1981, la Iglesia y el estado acordaron discretam<strong>en</strong>te prev<strong>en</strong>ir el peligro deuna interv<strong>en</strong>ción armada soviética, que fue seriam<strong>en</strong>te considerada, con unospocos años de ley marcial bajo el mando de unas fuerzas armadas que podíanaducir tanto legitimidad comunista como nacional. Fue la policía y no elejército qui<strong>en</strong> restableció el ord<strong>en</strong> sin mayores problemas, pero el gobierno,tan incapaz como siempre de resolver los problemas económicos, no t<strong>en</strong>íanada que ofrecer contra una oposición que seguía si<strong>en</strong>do la expresión organizadade la opinión pública nacional. O bi<strong>en</strong> los rusos se decidían a interv<strong>en</strong>iro, sin tardar mucho, el régim<strong>en</strong> t<strong>en</strong>dría que abandonar un elem<strong>en</strong>to clave paralos regím<strong>en</strong>es comunistas: el sistema unipartidista bajo el «liderato» <strong>del</strong>partido estatal; es decir, t<strong>en</strong>dría que abdicar. Mi<strong>en</strong>tras el resto de gobiernosde los países satélites contemplaban nerviosos el desarrollo de los acontecimi<strong>en</strong>tos,a la vez que int<strong>en</strong>taban evitar, vanam<strong>en</strong>te, que sus pueblos los imitaran,se hizo cada vez más evid<strong>en</strong>te que los soviéticos no estaban ya preparadospara interv<strong>en</strong>ir.En 1985 un reformista apasionado, Mijail Gorbachov, llegó al podercomo secretario g<strong>en</strong>eral <strong>del</strong> Partido Comunista soviético. No fue por accid<strong>en</strong>te.De hecho, la era de los cambios hubiera com<strong>en</strong>zado uno o dos años antesde no haber sido por la muerte <strong>del</strong> gravem<strong>en</strong>te <strong>en</strong>fermo Yuri Andropov(1914-1984), antiguo secretario g<strong>en</strong>eral y jefe <strong>del</strong> aparato de seguridad, queya <strong>en</strong> 1983 realizó la ruptura decisiva con la era de Brezhnev. Resultaba evid<strong>en</strong>tepara los demás gobiernos comunistas, d<strong>en</strong>tro y fuera de la órbita soviética,que se iban a realizar grandes cambios, aunque no estaba claro, nisiquiera para el nuevo secretario g<strong>en</strong>eral, qué iban a traer.La «era de estancami<strong>en</strong>to» (zastoi) que Gorbachov d<strong>en</strong>unció había sido,de hecho, una era de aguda ferm<strong>en</strong>tación política y cultural <strong>en</strong>tre la elitesoviética. Ésta incluía no sólo al relativam<strong>en</strong>te pequeño grupo de capitostesautocooptados a la cúpula <strong>del</strong> Partido Comunista, el único lugar donde setomaban, o podían tomarse, las decisiones políticas reales, sino también algrupo más numeroso de las clases medias cultas y capacitadas técnicam<strong>en</strong>te,así como a los gestores económicos que hacían funcionar el país: profesoradouniversitario, la intellig<strong>en</strong>tsia técnica, y expertos y ejecutivos de variostipos. El propio Gorbachov repres<strong>en</strong>taba a esta nueva g<strong>en</strong>eración de cuadros:había estudiado derecho, mi<strong>en</strong>tras que la manera clásica de asc<strong>en</strong>derde la vieja elite estalinista había sido (y seguía si<strong>en</strong>do <strong>en</strong> ocasiones, de manerasorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te) la vía <strong>del</strong> trabajo desde la fábrica, a través de estudios deing<strong>en</strong>iería o agronomía, hasta el aparato. La importancia de este ferm<strong>en</strong>to nopuede medirse por el tamaño <strong>del</strong> grupo de disid<strong>en</strong>tes públicos que aparecíanahora, que no pasaban de unos pocos ci<strong>en</strong>tos. Prohibidas o semilegalizadas(gracias a la influ<strong>en</strong>cia de editores vali<strong>en</strong>tes como el <strong>del</strong> famoso diario NovyMir), la crítica y la autocrítica impregnaron la amalgama cultural de la Unión


4 7 4 EL DERRUMBAMIENTOSoviética metropolitana <strong>en</strong> tiempos de Brezhnev, incluy<strong>en</strong>do a importantessectores <strong>del</strong> partido y <strong>del</strong> estado, <strong>en</strong> especial <strong>en</strong> los servicios de seguridady exteriores. La amplia y súbita respuesta a la llamada de Gorbachov a laglasnost («apertura» o «transpar<strong>en</strong>cia») difícilm<strong>en</strong>te puede explicarse de otramanera.Sin embargo, la respuesta de los estratos políticos e intelectuales no debetomarse como la respuesta de la gran masa de los pueblos soviéticos. Paraéstos, a difer<strong>en</strong>cia de para la mayoría de los pueblos <strong>del</strong> este de Europa, elrégim<strong>en</strong> soviético estaba legitimado y era totalm<strong>en</strong>te aceptado, aunque sólofuera porque no habían conocido otro, salvo el de la ocupación alemana de1941-1944, que no había resultado demasiado atractivo. En 1990, todos loshúngaros mayores de ses<strong>en</strong>ta años t<strong>en</strong>ían algún recuerdo de adolesc<strong>en</strong>cia omadurez de la era precomunista, pero ningún habitante de la Unión Soviéticam<strong>en</strong>or de 88 años podía haber t<strong>en</strong>ido de primera mano una experi<strong>en</strong>cia parecida.Y si el gobierno <strong>del</strong> estado soviético había t<strong>en</strong>ido una continuidad ininterrumpidaque podía remontarse hasta el final de la guerra civil, el propiopaís la había t<strong>en</strong>ido —ininterrumpida o casi— desde mucho más lejos, salvopor lo que se refiere a los territorios de la frontera occid<strong>en</strong>tal, tomados orecuperados <strong>en</strong> los años 1939 y 1940. Era el viejo imperio zarista con unanueva dirección. De ahí que antes de finales de los años och<strong>en</strong>ta no hubierasíntomas serios de separatismo político <strong>en</strong> ningún lugar, salvo <strong>en</strong> los paísesbálticos (que de 1918 a 1949 fueron estados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes), Ucrania occid<strong>en</strong>tal(que antes de 1918 formaba parte <strong>del</strong> imperio de los Habsburgo y no<strong>del</strong> ruso) y quizás Besarabia (Moldavia), que desde 1918 hasta 1940 formóparte de Rumania. De todas formas, ni siquiera <strong>en</strong> los estados bálticos habíamucha más disid<strong>en</strong>cia que <strong>en</strong> Rusia (Liev<strong>en</strong>, 1993).Además, el régim<strong>en</strong> soviético no sólo t<strong>en</strong>ía un arraigo y un desarrollodomésticos (con el transcurso <strong>del</strong> tiempo el partido, que al principio eramucho más fuerte <strong>en</strong> la «gran Rusia» que <strong>en</strong> otras nacionalidades, llegó areclutar casi el mismo porc<strong>en</strong>taje de habitantes <strong>en</strong> las repúblicas europeas y<strong>en</strong> las transcaucásicas), sino que el pueblo, de forma difícil de explicar, llegóa amoldarse al régim<strong>en</strong> de la misma manera que el régim<strong>en</strong> se había amoldadoa ellos. Como señaló Zinoviev, escritor satírico disid<strong>en</strong>te, el «nuevohombre soviético» (o, de t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta a las mujeres, cosa que no ocurríacon frecu<strong>en</strong>cia, también «la nueva mujer soviética») existía realm<strong>en</strong>te, aunquetuviese tan poco que ver con su imag<strong>en</strong> pública oficial, como sucedíacon muchas cosas <strong>en</strong> la Unión Soviética. Estaban cómodos <strong>en</strong> el sistema(Zinoviev, 1979), que les proporcionaba una subsist<strong>en</strong>cia garantizada y unaamplia seguridad social (a un nivel modesto pero real), una sociedad igualitariatanto social como económicam<strong>en</strong>te y, por lo m<strong>en</strong>os, una de las aspiracionestradicionales <strong>del</strong> socialismo, el «derecho a la pereza» reivindicado porPaul Lafargue (Lafargue, 1883). Es más, para la mayoría de los ciudadanossoviéticos, la era de Brezhnev no había supuesto un «estancármelo», sino laetapa mejor que habían conocido, ellos y hasta sus padres y sus abuelos.No hay que sorpr<strong>en</strong>derse de que los reformistas radicales hubieran de


EL FINAL DEL SOCIALISMO 475<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse no sólo a la burocracia soviética, sino a los hombres y mujeressoviéticos. Con el tono característico de un irritado elitismo antiplebeyo, unreformista escribió:Nuestro sistema ha g<strong>en</strong>erado una categoría de individuos mant<strong>en</strong>idos porla sociedad y más interesados <strong>en</strong> tomar que <strong>en</strong> dar. Esta es la consecu<strong>en</strong>cia deuna política llamada de igualitarismo que ... ha invadido totalm<strong>en</strong>te la sociedadsoviética ... Esta sociedad está dividida <strong>en</strong> dos partes, los que decid<strong>en</strong> ydistribuy<strong>en</strong>, y los que obedec<strong>en</strong> y recib<strong>en</strong>, lo que constituye uno de los mayoresfr<strong>en</strong>os al desarrollo de nuestra sociedad. El Homo sovieticus ... es, a la vez,un lastre y un fr<strong>en</strong>o. Por un lado se opone a la reforma, y por otro, constituyela base de apoyo <strong>del</strong> sistema exist<strong>en</strong>te (Afanassiev, 1991, pp. 13-14).Social y políticam<strong>en</strong>te, la mayor parte de la Unión Soviética era una sociedadestable, debido <strong>en</strong> parte, sin duda, a la ignorancia de lo que sucedía <strong>en</strong> otrospaíses que le imponían las autoridades y la c<strong>en</strong>sura, pero no sólo por esarazón. ¿Es casualidad que no hubiera un equival<strong>en</strong>te a la rebelión estudiantilde 1968 <strong>en</strong> Rusia, como los hubo <strong>en</strong> Polonia, Checoslovaquia y Hungría? ¿Oque incluso con Gorbachov el movimi<strong>en</strong>to reformista no movilizara ap<strong>en</strong>as alos jóv<strong>en</strong>es (salvo los de algunas regiones nacionalistas occid<strong>en</strong>tales)? ¿Setrató realm<strong>en</strong>te, por decirlo coloquialm<strong>en</strong>te, de «una rebelión de treintañerosy cuar<strong>en</strong>tañeros», es decir, de personas que pert<strong>en</strong>ecían a la g<strong>en</strong>eración de losnacidos después de la guerra, pero antes <strong>del</strong> cómodo sopor de los años deBrezhnev? De donde quiera que viniese la presión para el cambio <strong>en</strong> la UniónSoviética, no fue <strong>del</strong> pueblo.De hecho vino, como t<strong>en</strong>ía que v<strong>en</strong>ir, de arriba. No está clara la forma<strong>en</strong> que un comunista reformista apasionado y sincero se convirtió <strong>en</strong> elsucesor de Stalin al fr<strong>en</strong>te <strong>del</strong> PCUS el 15 de marzo de 1985, y seguirá sinestarlo hasta que la historia soviética de las últimas décadas se convierta <strong>en</strong>objeto de investigación más que de acusaciones y exculpaciones. En cualquiercaso, lo que importa no son los detalles de la política <strong>del</strong> Kremlin,sino las dos condiciones que permitieron que algui<strong>en</strong> como Gorbachov llegaraal poder. En primer lugar, la creci<strong>en</strong>te y cada vez más visible corrupciónde la cúpula <strong>del</strong> Partido Comunista <strong>en</strong> la era de Brezhnev había deindignar de un modo u otro a la parte <strong>del</strong> partido que todavía creía <strong>en</strong> suideología. Y un partido comunista, por degradado que esté, que no t<strong>en</strong>gaalgunos dirig<strong>en</strong>tes socialistas es tan imp<strong>en</strong>sable como una Iglesia católica sinalgunos obispos o card<strong>en</strong>ales que sean cristianos, ai basarse ambos <strong>en</strong> sistemasde cre<strong>en</strong>cias. En segundo lugar, los estratos ilustrados y técnicam<strong>en</strong>tecompet<strong>en</strong>tes, que eran los que mant<strong>en</strong>ían la economía soviética <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to,eran consci<strong>en</strong>tes de que sin cambios drásticos y fundam<strong>en</strong>tales el sistemase hundiría más pronto o más tarde, no sólo por su propia ineficacia einflexibilidad, sino porque sus debilidades se sumaban a las exig<strong>en</strong>cias deuna condición de superpot<strong>en</strong>cia militar que una economía <strong>en</strong> decad<strong>en</strong>cia nopodía soportar. La presión militar sobre la economía se había increm<strong>en</strong>tado


476 EL DERRUMBAMIENTOde forma peligrosa desde 1980 cuando, por primera vez <strong>en</strong> varios años, lasfuerzas armadas soviéticas se <strong>en</strong>contraron involucradas directam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> unaguerra. Se <strong>en</strong>viaron fuerzas a Afganistán para asegurar algún tipo de estabilidad<strong>en</strong> aquel país, que desde 1978 había estado gobernado por un PartidoDemocrático <strong>del</strong> Pueblo, formado por comunistas locales, que se dividió <strong>en</strong>dos facciones <strong>en</strong> conflicto, cada una de las cuales se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba a los terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>teslocales, al clero musulmán y a otros partidarios <strong>del</strong> statu quo conmedidas tan impías como la reforma agraria y los derechos de la mujer. Elpaís se había mant<strong>en</strong>ido tranquilo <strong>en</strong> la esfera de influ<strong>en</strong>cia soviética desdeprincipios de los años cincu<strong>en</strong>ta, sin que la t<strong>en</strong>sión sanguínea de Occid<strong>en</strong>tese hubiese alterado apreciablem<strong>en</strong>te. Sin embargo, los Estados Unidos decidieronconsiderar que la interv<strong>en</strong>ción soviética era una gran of<strong>en</strong>siva militardirigida contra el «mundo libre». Empezaron a <strong>en</strong>viar dinero y armam<strong>en</strong>to amanos ll<strong>en</strong>as (vía Pakistán) a los guerrilleros fundam<strong>en</strong>talistas musulmanesde las montañas. Como era de esperar, el gobierno afgano, con fuerte apoyosoviético, ap<strong>en</strong>as tuvo problemas para mant<strong>en</strong>er bajo su control las mayoresciudades <strong>del</strong> país, pero el coste para la Unión Soviética resultó excesivam<strong>en</strong>tealto. Afganistán se convirtió, como algunas personas de Washingtonhabían buscado, <strong>en</strong> el Vietnam de la Unión Soviética.Así las cosas, ¿qué podía hacer el nuevo líder soviético para cambiar lasituación <strong>en</strong> la URSS sino acabar, tan pronto como fuera posible, la segundaguerra fría con los Estados Unidos que estaba desangrando su economía?Este era, por supuesto, el objetivo inmediato de Gorbachov y fue su mayoréxito, porque, <strong>en</strong> un período sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te corto de tiempo, conv<strong>en</strong>cióincluso a los gobiernos más escépticos de Occid<strong>en</strong>te de que esta era, de verdad,la int<strong>en</strong>ción soviética. Ello le granjeó una popularidad inm<strong>en</strong>sa y duradera<strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, que contrastaba fuertem<strong>en</strong>te con la creci<strong>en</strong>te falta de<strong>en</strong>tusiasmo hacia él <strong>en</strong> la Unión Soviética, de la que acabó si<strong>en</strong>do víctima<strong>en</strong> 1991. Si hubo algui<strong>en</strong> que acabó con cuar<strong>en</strong>ta años de guerra fría globalese fue él.Desde los años cincu<strong>en</strong>ta, el objetivo de los reformistas económicoscomunistas había sido el de hacer más racionales y flexibles las economíasde planificación c<strong>en</strong>tralizada mediante la introducción de precios de mercadoy de cálculos de pérdidas y b<strong>en</strong>eficios <strong>en</strong> las empresas. Los reformistashúngaros habían recorrido algún camino <strong>en</strong> esa dirección y, si no llega a serpor la ocupación soviética de 1968, los reformistas checos hubieran idoincluso más lejos: ambos esperaban que esto haría más fácil la liberalizacióny democratización <strong>del</strong> sistema político. Esta era, también, la postura de Gorbachov,7 que la consideraba una forma natural de restaurar o establecer unsocialismo mejor que el «realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te». Es posible pero poco probableque algún reformista influy<strong>en</strong>te de la Unión Soviética considerase el7. Se había id<strong>en</strong>tificado públicam<strong>en</strong>te con las posturas «amplias» y prácticam<strong>en</strong>te socialdemócratas<strong>del</strong> Partido Comunista italiano incluso antes de su elección oficial (Montagni, 1989,p. 85).


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 7 7abandono <strong>del</strong> socialismo, aunque sólo fuera porque ello parecía difícil desdeun punto de vista político, si bi<strong>en</strong> destacados economistas partidarios de lasreformas empezaron a concluir que el sistema, cuyos defectos se analizaronsistemática y públicam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los och<strong>en</strong>ta, podía reformarse desde d<strong>en</strong>tro. 8IVGorbachov inició su campaña de transformación <strong>del</strong> socialismo soviéticocon los dos lemas de perestroika o reestructuración (tanto económica comopolítica) y glasnost o libertad de información. 9Pronto se hizo pat<strong>en</strong>te que iba a producirse un conflicto insoluble <strong>en</strong>treellas. En efecto, lo único que hacía funcionar al sistema soviético, y que concebiblem<strong>en</strong>tepodía transformarlo, era la estructura de mando <strong>del</strong> partidoestadoheredada de la etapa estalinista, una situación familiar <strong>en</strong> la historia deRusia incluso <strong>en</strong> los días de los zares. La reforma v<strong>en</strong>ía desde arriba. Pero laestructura <strong>del</strong> partido-estado era, al mismo tiempo, el mayor obstáculo paratransformar el sistema que lo había creado, al que se había ajustado, <strong>en</strong> elque t<strong>en</strong>ía muchos intereses creados y para el que le era difícil <strong>en</strong>contrar unaalternativa. 10 Desde luego este no era el único obstáculo. Los reformistas, yno sólo <strong>en</strong> Rusia, se han s<strong>en</strong>tido siempre t<strong>en</strong>tados de culpar a la «burocracia»por el hecho de que su país y su pueblo no respondan a sus iniciativas, peroparece fuera de toda duda que grandes sectores <strong>del</strong> aparato <strong>del</strong> partido-estadoacogieron cualquier int<strong>en</strong>to de reforma profunda con una inercia que ocultabasu hostilidad. La glasnost se proponía movilizar apoyos d<strong>en</strong>tro y fuera<strong>del</strong> aparato contra esas resist<strong>en</strong>cias, pero su consecu<strong>en</strong>cia lógica fue desgastarla única fuerza que era capaz de actuar. Como se ha sugerido antes, laestructura <strong>del</strong> sistema soviético y su modus operandi eran es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>temilitares. Es bi<strong>en</strong> sabido que democratizar a los ejércitos no mejora su efici<strong>en</strong>cia.Por otra parte, si no se quiere un sistema militar, hay que t<strong>en</strong>er p<strong>en</strong>sadauna alternativa civil antes de destruirlo, porque <strong>en</strong> caso contrario lareforma no produce una reconstrucción sino un colapso. La Unión Soviéticabajo Gorbachov cayó <strong>en</strong> la sima cada vez más amplia que se abría <strong>en</strong>tre laglasnost y la perestroika.Lo que empeoró la situación fue que, <strong>en</strong> la m<strong>en</strong>te de los reformistas, la8. Los textos cruciales aquí son los <strong>del</strong> húngaro János Kornai, <strong>en</strong> especial The Economicsof Shortage, Amsterdam, 1980.9. Es un síntoma interesante de la fusión de los reformistas oficiales con el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>todisid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los años de Brezhnev, porque la glasnost era lo que el escritor Alexander Solzh<strong>en</strong>itsynhabía reclamado <strong>en</strong> su carta abierta al Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos de1967, antes de su expulsión de la Unión Soviética.10. Como un burócrata comunista chino me com<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> 1984, <strong>en</strong> medio de una «reestructuración» similar: «estamos reintroduci<strong>en</strong>do elem<strong>en</strong>tos <strong>del</strong> capitalismo <strong>en</strong> nuestro sistema, pero¿cómo podemos saber <strong>en</strong> lo que nos estamos meti<strong>en</strong>do? Desde 1949 nadie <strong>en</strong> China, excepto quizás algunos ancianos <strong>en</strong> Shanghai, han t<strong>en</strong>ido experi<strong>en</strong>cia alguna de lo que es el capitalismo».


478 EL DERRUMBAMIENTOglasnost era un programa mucho más específico que la perestroika. Significabala introducción o reintroducción de un estado democrático constitucionalbasado <strong>en</strong> el imperio de la ley y <strong>en</strong> el disfrute de las libertades civiles, talcomo se suel<strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. Esto implicaba la separación <strong>en</strong>tre partido y estadoy (contra todo lo que había sucedido desde la llegada al poder de Stalin) eldesplazami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro efectivo de gobierno <strong>del</strong> partido al estado. Esto, asu vez, implicaba el fin <strong>del</strong> sistema de partido único y de su papel «dirig<strong>en</strong>te».También, obviam<strong>en</strong>te, el resurgimi<strong>en</strong>to de los soviets <strong>en</strong> todos los niveles,<strong>en</strong> forma de asambleas repres<strong>en</strong>tativas g<strong>en</strong>uinam<strong>en</strong>te elegidas, culminando<strong>en</strong> un Soviet Supremo que iba a ser una asamblea legislativa verdaderam<strong>en</strong>tesoberana que otorgase el poder a un ejecutivo fuerte, pero que fuesetambién capaz de controlarlo. Esta era, al m<strong>en</strong>os, la teoría.En la práctica, el nuevo sistema constitucional llegó a instalarse. Pero elnuevo sistema económico de la perestroika ap<strong>en</strong>as había sido esbozado <strong>en</strong>1987-1988 mediante una legalización de pequeñas empresas privadas («cooperativas»)—es decir, de gran parte de la economía sumergida— y con ladecisión de permitir, <strong>en</strong> principio, que quebraran las empresas estatales conpérdidas perman<strong>en</strong>tes. La distancia <strong>en</strong>tre la retórica de la reforma económicay la realidad de una economía que iba palpablem<strong>en</strong>te para abajo se <strong>en</strong>sanchabadía a día.Esto era extremadam<strong>en</strong>te peligroso, porque la reforma constitucional selimitaba a desmantelar un conjunto de mecanismos políticos y los reemplazabapor otros. Pero dejaba abierta la cuestión de cuáles serían las tareas <strong>del</strong>as nuevas instituciones, aunque los procesos de decisión iban a ser, presumiblem<strong>en</strong>te,más <strong>en</strong>gorrosos <strong>en</strong> una democracia que <strong>en</strong> un sistema de mandomilitar. Para la mayoría de la g<strong>en</strong>te la difer<strong>en</strong>cia estribaría, simplem<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>que <strong>en</strong> un caso t<strong>en</strong>drían la oportunidad de t<strong>en</strong>er un auténtico proceso electoralcada cierto tiempo y, <strong>en</strong>tre tanto, de escuchar las críticas al gobierno de laoposición política. Por otra parte, el criterio de la perestroika era y t<strong>en</strong>ía queser no el de cómo se dirigía la economía <strong>en</strong> principio, sino el de cómo funcionabadía a día, de formas que pudieran medirse y especificarse fácilm<strong>en</strong>te.Sólo podía juzgársela por los resultados. Para la mayoría de los ciudadanossoviéticos esto significaba por lo que ocurría con sus ingresos reales, porel esfuerzo necesario para ganarlos, por la cantidad y variedad de los bi<strong>en</strong>esy servicios a su alcance y por la facilidad con que pudiese adquirirlos.Pero mi<strong>en</strong>tras estaba muy claro contra qué estaban los reformistas económicosy qué era lo que deseaban abolir, su alternativa —«una economíasocialista de mercado» con empresas autónomas y económicam<strong>en</strong>te viables,públicas, privadas y cooperativas, guiadas macroeconómicam<strong>en</strong>te por el«c<strong>en</strong>tro de decisiones económico»— era poco más que una frase. Significaba,simplem<strong>en</strong>te, que los reformistas querían t<strong>en</strong>er las v<strong>en</strong>tajas <strong>del</strong> capitalismosin perder las <strong>del</strong> socialismo. Nadie t<strong>en</strong>ía la m<strong>en</strong>or idea de cómo iba allevarse a la práctica esta transición de una economía estatal c<strong>en</strong>tralizada alnuevo sistema, ni tampoco de cómo iba a funcionar una economía que seguiríasi<strong>en</strong>do, <strong>en</strong> un futuro previsible, dual: estatal y no estatal a la vez. El atrae-


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 7 9tivo de la ideología ultrarradical <strong>del</strong> libre mercado tatcherita o reaganistapara los jóv<strong>en</strong>es intelectuales reformistas consistía <strong>en</strong> que prometía proporcionaruna solución drástica y automática a estos problemas. (Como era deprever, no lo hizo.)Lo más cercano a un mo<strong>del</strong>o de transición para los reformistas de Gorbachovera probablem<strong>en</strong>te el vago recuerdo histórico de la Nueva PolíticaEconómica de 1921-1928. Ésta, al fin y al cabo, había «alcanzado resultadosespectaculares <strong>en</strong> revitalízar la agricultura, el comercio, la industria y lasfinanzas durante varios años después de 1921» y había saneado una economíacolapsada porque «confió <strong>en</strong> las fuerzas <strong>del</strong> mercado» (Vernikov, 1989,p. 13). Es más, una política muy parecida de liberalizacíón de mercados ydesc<strong>en</strong>tralización había producido, desde eJ final <strong>del</strong> maoísmo, resultadosimpresionantes <strong>en</strong> China, cuya tasa de crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> PNB durante los añosoch<strong>en</strong>ta, una media <strong>del</strong> 10 por 100 anual, sólo fue superada por la de Corea<strong>del</strong> Sur (World Bank Atlas, 1990). Pero no había comparación posible <strong>en</strong>trela Rusia paupérrima, tecnológicam<strong>en</strong>te atrasada y predominantem<strong>en</strong>te ruralde los años veinte y la URSS urbana e industrializada de los och<strong>en</strong>ta, cuyosector más avanzado, el complejo ci<strong>en</strong>tífico-militar-industrial (incluy<strong>en</strong>do elprograma espacial),-dep<strong>en</strong>día de un mercado con un solo comprador. No esarriesgado decir que la perestroika hubiera funcionado mucho mejor si <strong>en</strong>1980 Rusia hubiera seguido si<strong>en</strong>do (como China <strong>en</strong> esa fecha) un país con un80 por 100 de campesinos, cuya idea de una riqueza más allá de los sueñosde avaricia era un aparato de televisión. (A principios de los años set<strong>en</strong>tacerca de un 70 por 100 de la población soviética veía por término medio latelevisión una hora y media diaria) (Kerblay, 1983, pp. 140-141).No obstante, el contraste <strong>en</strong>tre la perestroika soviética y la china no seexplica <strong>del</strong> todo por estos desfases temporales, ni siquiera por el hecho obviode que los chinos tuvieron mucho cuidado de mant<strong>en</strong>er intacto el sistema demando c<strong>en</strong>tralizado. Hasta qué punto se b<strong>en</strong>eficiaron los chinos de las tradicionesculturales <strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te, que resultaron favorecer el crecimi<strong>en</strong>toeconómico con indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los sistemas sociales, es algo que deberáninvestigar los historiadores <strong>del</strong> siglo xxi.¿Podía algui<strong>en</strong> p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> serio <strong>en</strong> 1985 que, seis años más tarde, la UniónSoviética y su Partido Comunista dejarían de existir y que todos los demásregím<strong>en</strong>es comunistas europeos habrían desaparecido? A juzgar por la faltatotal de preparación de los gobiernos occid<strong>en</strong>tales ante el súbito desmoronami<strong>en</strong>tode 1989-1991, las predicciones de una inmin<strong>en</strong>te desaparición <strong>del</strong><strong>en</strong>emigo ideológico no eran más que calderilla de retórica para consumopúblico. Lo que condujo a la Unión Soviética con creci<strong>en</strong>te velocidad haciael abismo fue la combinación de glasnost, que significaba la desintegraciónde la autoridad, con una perestroika que conllevó la destrucción de los viejosmecanismos que hacían funcionar ¡a economía, sin proporcionar ningunaalternativa, y provocó, <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia, el creci<strong>en</strong>te deterioro <strong>del</strong> nivel devida de los ciudadanos. El país se movió hacia una política electoral pluralista<strong>en</strong> el mismo instante <strong>en</strong> que se hundía <strong>en</strong> la anarquía económica. Por


4 8 0 EL DERRUMBAMIENTOprimera vez desde el inicio de la planificación, Rusia no t<strong>en</strong>ía, <strong>en</strong> 1989, unplan quinqu<strong>en</strong>al (Di Leo, 1992, p. 100, nota). Fue una combinación explosiva,porque minó los <strong>en</strong>debles fundam<strong>en</strong>tos de la unidad económica y políticade la Unión Soviética.Como la URSS había ido evolucionando progresivam<strong>en</strong>te hacia una desc<strong>en</strong>tralizaciónestructural, y nunca más rápidam<strong>en</strong>te que durante los largosaños de Brezhnev, sus elem<strong>en</strong>tos se mant<strong>en</strong>ían unidos sobre todo por las institucionesa escala de la Unión, como eran el partido, el ejército, las fuerzasde seguridad y el plan c<strong>en</strong>tral. De facto, gran parte de la Unión Soviética eraun sistema de señoríos feudales autónomos. Sus caudillos locales —lossecretarios <strong>del</strong> partido de las repúblicas de la Unión con sus mandos territorialessubordinados, o los gestores de las grandes y pequeñas unidades deproducción, que mant<strong>en</strong>ían la economía <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to— no t<strong>en</strong>ían otrovínculo de unión que su dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> aparato c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong> partido <strong>en</strong> Moscú,que los nombraba, trasladaba, destituía y cooptaba, y la necesidad de«cumplir el plan» elaborado <strong>en</strong> Moscú. D<strong>en</strong>tro de estos amplios límites, loscaciques territoriales gozaban de una indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia considerable. De hecho,la economía no hubiera funcionado <strong>en</strong> absoluto de no haber sido por el desarrollo,empr<strong>en</strong>dido por qui<strong>en</strong>es verdaderam<strong>en</strong>te gobernaban las institucionesque t<strong>en</strong>ían funciones reales, de una red de relaciones laterales indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes<strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro. Este sistema de tratos, trueques e intercambios de favores conotras elites <strong>en</strong> posición similar constituía una «segunda economía» d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong>conjunto nominalm<strong>en</strong>te planificado. Hay que añadir que, a medida que laUnión Soviética se convertía <strong>en</strong> una sociedad industrial y urbana más compleja,los cuadros <strong>en</strong>cargados de la producción, distribución y at<strong>en</strong>ción g<strong>en</strong>erala la ciudadanía t<strong>en</strong>ían poca simpatía por los ministerios y por las figuras <strong>del</strong>partido, que, si bi<strong>en</strong> eran sus superiores, no t<strong>en</strong>ían unas funciones concretasclaras, excepto la de <strong>en</strong>riquecerse, como muchos hicieron durante la época deBrezhnev, a veces de manera espectacular.El rechazo de la <strong>en</strong>orme y ext<strong>en</strong>dida corrupción de la nom<strong>en</strong>klatura fueel carburante inicial para el proceso de reforma; de ahí que Gorbachov<strong>en</strong>contrara un apoyo sólido para su perestroika <strong>en</strong> estos cuadros económicos,<strong>en</strong> especial <strong>en</strong> los <strong>del</strong> complejo militar-industrial, que querían mejorar la gestiónde una economía estancada y, <strong>en</strong> términos técnicos y ci<strong>en</strong>tíficos, paralizada.Nadie sabía mejor que ellos lo mal que se habían puesto las cosas. Porotro lado, no necesitaban <strong>del</strong> partido para llevar a cabo sus actividades. Si laburocracia <strong>del</strong> partido desaparecía, ellos seguirían <strong>en</strong> sus puestos. Eran indisp<strong>en</strong>sables,y la burocracia, no. Siguieron ciertam<strong>en</strong>te allí tras el desmoronami<strong>en</strong>tode la URSS, organizados como grupo de presión <strong>en</strong> la nueva (1990)«Unión ci<strong>en</strong>tífico-industrial» (NPS) y <strong>en</strong> sus sucesoras, tras el final <strong>del</strong>comunismo, como los (pot<strong>en</strong>ciales) propietarios legales de las empresas quehabían dirigido antes sin derechos legales de propiedad.A pesar de lo corrupto, ineficaz y parasitario que había sido el sistema departido único, seguía si<strong>en</strong>do es<strong>en</strong>cial <strong>en</strong> una economía basada <strong>en</strong> un sistemade órd<strong>en</strong>es. La alternativa a la autoridad <strong>del</strong> partido no iba a ser la autoridad


EL FINAL DEL SOCIALISMO 48 1constitucional y democrática, sino, a corto plazo, la aus<strong>en</strong>cia de autoridad.Esto es lo que pasó <strong>en</strong> realidad. Gorbachov, al igual que su sucesor Yeltsin,trasladó la base de su poder <strong>del</strong> partido al estado y, como presid<strong>en</strong>te constitucional,acumuló legalm<strong>en</strong>te poderes para gobernar por decreto, mayores <strong>en</strong>algunos aspectos, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> teoría, que aquellos de que ningún dirig<strong>en</strong>tesoviético anterior hubiese disfrutado formalm<strong>en</strong>te, ni siquiera Stalin(Di Leo, 1992, p. 111). Nadie se dio cu<strong>en</strong>ta de ello, salvo las recién instauradasasambleas democráticas o, mejor constitucionales: el Congreso <strong>del</strong> Puebloy el Soviet Supremo (1989). Nadie gobernaba o, más bi<strong>en</strong>, nadie obedecía ya<strong>en</strong> la Unión Soviética.Como un gigantesco petrolero averiado dirigiéndose hacia los acantilados,una Unión Soviética sin rumbo avanzaba hacia la desintegración. Laslíneas por la que se iba a fracturar ya se habían trazado: por un lado estabael sistema de poder territorial autónomo <strong>en</strong>carnado <strong>en</strong> la estructura federal<strong>del</strong> estado, y por otro, los complejos económicos autónomos. Puesto que lateoría oficial <strong>en</strong> la que se había basado la construcción de la Unión postulabala autonomía territorial para los grupos nacionales, tanto <strong>en</strong> las quincerepúblicas de la Unión como <strong>en</strong> las regiones y áreas autónomas d<strong>en</strong>tro decada una de ellas, 11 la fractura nacionalista estaba, pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, d<strong>en</strong>tro<strong>del</strong> sistema, si bi<strong>en</strong>, con la excepción de los tres pequeños estados bálticos,el separatismo era algo imp<strong>en</strong>sable antes de 1988, cuando se fundaron losprimeros «fr<strong>en</strong>tes» nacionalistas y organizaciones de campaña, como respuestaa la glasnost (<strong>en</strong> Estonia, Letonia, Lituania y Arm<strong>en</strong>ia). Sin embargo,<strong>en</strong> esta fase, e incluso <strong>en</strong> los estados bálticos, no se dirigían contra elc<strong>en</strong>tro sino más bi<strong>en</strong> contra los partidos comunistas locales, poco gorbachovistas,o, como <strong>en</strong> Arm<strong>en</strong>ia, contra el vecino Azerbaijan. El objetivo no eratodavía la indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia, aunque el nacionalismo se radicalizó rápidam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> 1989-1990 por el impacto de la carrera política electoral y la lucha <strong>en</strong>trelos reformistas radicales y la resist<strong>en</strong>cia organizada <strong>del</strong> establishm<strong>en</strong>t <strong>del</strong>viejo partido <strong>en</strong> las nuevas asambleas, así como por las fricciones <strong>en</strong>tre Gorbachovy su res<strong>en</strong>tida víctima, rival y finalm<strong>en</strong>te sucesor, Boris Yeltsin.Los reformistas radicales buscaron apoyo contra los jerarcas <strong>del</strong> partidoatrincherados <strong>en</strong> el poder <strong>en</strong> los nacionalistas de las repúblicas y, al hacerlo,los reforzaron. En la propia Rusia, apelar a los intereses rusos contra lasrepúblicas periféricas, subsidiadas por Rusia y que se creía que vivían mejor,supuso un arma poderosa <strong>en</strong> la lucha de los radicales para expulsar a la burocracia<strong>del</strong> partido, atrincherada <strong>en</strong> el aparato c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong> estado. Para BorisYeltsin, un viejo dirig<strong>en</strong>te <strong>del</strong> partido que combinaba los tal<strong>en</strong>tos de la viejapolítica (dureza y sagacidad) con los de la nueva (demagogia, jovialidad yolfato para los medios de comunicación), el camino hasta la cumbre pasabapor la conquista de la Federación Rusa, lo que le permitiría soslayar las ins-11. Además de la Federación Rusa, la mayor, con mucho, territorial y demográficam<strong>en</strong>te,estaban también Arm<strong>en</strong>ia. Azerbaiján, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajstán, Kirguizistán,Letonia, Lituania. Moldavia, Tadjikistan, Turkm<strong>en</strong>istán. Ucrania y Uzbekistán.


4 8 2 EL DERRUMBAMIENTOtituciones de la Unión gorbachoviana. Hasta <strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> efecto, la Unión ysu principal compon<strong>en</strong>te, la Federación Rusa, no estaban claram<strong>en</strong>te difer<strong>en</strong>ciadas.Al transformar Rusia <strong>en</strong> una república como las demás, Yeltsin favoreció,de facto, la desintegración de la Unión, que sería suplantada por unaRusia bajo su control, como ocurrió <strong>en</strong> 1991.La desintegración económica ayudó a acelerar la desintegración políticay fue alim<strong>en</strong>tada por ella. Con el fin de la planificación y de las órd<strong>en</strong>es <strong>del</strong>partido desde el c<strong>en</strong>tro, ya no existía una economía nacional efectiva, sinouna carrera de cada comunidad, territorio u otra unidad que pudiera gestionarla,hacia la autoprotección y la autosufici<strong>en</strong>cia o bi<strong>en</strong> hacia los intercambiosbilaterales. Los gestores de las ciudades provinciales con grandesempresas, acostumbrados a tal tipo de arreglos, cambiaban productos industrialespor alim<strong>en</strong>tos con los jefes de las granjas colectivas regionales, comohizo Gidaspov, el jefe <strong>del</strong> partido <strong>en</strong> L<strong>en</strong>ingrado, que <strong>en</strong> un espectacularejemplo de estos intercambios resolvió una escasez de grano <strong>en</strong> la ciudad copuna llamada a Nazarbayev, el jefe <strong>del</strong> partido <strong>en</strong> Kazajstán, que arregló untrueque de cereales por calzado y acero (Yu Boldyrev, 1990). Este tipo detransacción <strong>en</strong>tre dos figuras destacadas de la vieja jerarquía <strong>del</strong> partidodemostraba que el sistema de distribución nacional había dejado de considerarserelevante. «Particularismos, autarquías, la vuelta a prácticas primitivas,parecían ser los resultados visibles de las leyes que habían liberalizado lasfuerzas económicas locales» (Di Leo, 1992, p. 101).El punto sin retorno se alcanzó <strong>en</strong> la segunda mitad de 1989, <strong>en</strong> el bic<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ariode la revolución francesa, cuya inexist<strong>en</strong>cia o falta de significadopara la política francesa <strong>del</strong> siglo xx se afanaban <strong>en</strong> demostrar, <strong>en</strong> aquellosmom<strong>en</strong>tos, los historiadores «revisionistas». El colapso político siguió (como<strong>en</strong> la Francia <strong>del</strong> siglo xvm) al llamami<strong>en</strong>to de las nuevas asambleas democráticas,o casi democráticas, <strong>en</strong> el verano de aquel año. El colapso económicose hizo irreversible <strong>en</strong> el curso de unos pocos meses cruciales, <strong>en</strong>treoctubre de 1989 y mayo de 1990. No obstante, los ojos <strong>del</strong> mundo estabanfijos <strong>en</strong> estos mom<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o relacionado con este proceso, perosecundario: la súbita, y también inesperada, disolución de los regím<strong>en</strong>escomunistas satélites europeos. Entre agosto de 1989 y el final de ese mismoaño el poder comunista abdicó o dejó de existir <strong>en</strong> Polonia, Checoslovaquia,Hungría, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana, sin ap<strong>en</strong>asun solo disparo, salvo <strong>en</strong> Rumania. Poco después, los dos estados balcánicosque no habían sido satélites soviéticos, Yugoslavia y Albania, dejarontambién de t<strong>en</strong>er regím<strong>en</strong>es comunistas. La República Democrática Alemanasería muy pronto anexionada por la Alemania Occid<strong>en</strong>tal; <strong>en</strong> Yugoslaviaestallaría pronto una guerra civil.El proceso fue seguido no sólo a través de las pantallas de televisión <strong>del</strong>mundo occid<strong>en</strong>tal, sino también, y con mucha at<strong>en</strong>ción, por los regím<strong>en</strong>escomunistas de otros contin<strong>en</strong>tes. Aunque éstos iban desde los reformistasradicales (al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> cuestiones económicas), como China, hasta los c<strong>en</strong>tralistasimplacables al viejo estilo, como Cuba (véase el capítulo XV), todos


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 8 3t<strong>en</strong>ían presumiblem<strong>en</strong>te dudas acerca de la total inmersión soviética <strong>en</strong> laglasnost, y <strong>del</strong> debilitami<strong>en</strong>to de la autoridad. Cuando el movimi<strong>en</strong>to por la liberalizationy la democracia se ext<strong>en</strong>dió desde la Unión Soviética hasta China,el gobierno de Pekín decidió, a mediados de 1989, tras algunas dudas ylacerantes desacuerdos internos, restablecer su autoridad con la mayor claridad,mediante lo que Napoleón —que también empleó el ejército para reprimirla agitación social durante la revolución francesa— llamaba «un pocode metralla». Las tropas dispersaron una gran manifestación estudiantil <strong>en</strong>la plaza principal de la capital, a costa de muchos muertos; probablem<strong>en</strong>te —aunque no había datos fiables a la hora de redactar estas páginas— variosc<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares. La matanza de la plaza de Tiananm<strong>en</strong> horrorizó a la opiniónpública occid<strong>en</strong>tal e hizo, sin duda, que el Partido Comunista chino perdiesegran parte de la poca legitimidad que pudiera quedarle <strong>en</strong>tre las jóv<strong>en</strong>esg<strong>en</strong>eraciones de intelectuales chinos, incluy<strong>en</strong>do a miembros <strong>del</strong> partido,pero dejó al régim<strong>en</strong> chino con las manos libres para continuar su afortunadapolítica de liberalization económica sin problemas políticos inmediatos.El colapso <strong>del</strong> comunismo tras 1989 se redujo a la Unión Soviética y a losestados situados <strong>en</strong> su órbita, incluy<strong>en</strong>do Mongolia, que había optado por laprotección soviética contra la dominación china durante el período de <strong>en</strong>treguerras.Los tres regím<strong>en</strong>es comunistas asiáticos supervivi<strong>en</strong>tes (China,Corea <strong>del</strong> Norte y Vietnam), al igual que la remota y aislada Cuba, no se vieronafectados de forma inmediata.Parecería natural, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el bic<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario de 1789, describir loscambios de 1989-1990 como las revoluciones <strong>del</strong> Este de Europa. En lamedida <strong>en</strong> que los acontecimi<strong>en</strong>tos que llevaron al total derrocami<strong>en</strong>to deesos regím<strong>en</strong>es son revolucionarios, la palabra es apropiada, aunque resulta<strong>en</strong>gañosa, habida cu<strong>en</strong>ta que ninguno de los regím<strong>en</strong>es de la llamada Europaori<strong>en</strong>tal fue derrocado. Ninguno, salvo Polonia, cont<strong>en</strong>ía fuerza interna alguna,organizada o no, que constituyera una seria am<strong>en</strong>aza para ellos, y elhecho de que <strong>en</strong> Polonia existiera una poderosa oposición política permitió,<strong>en</strong> realidad, que el sistema no fuese destruido de un día para otro, sino sustituido<strong>en</strong> un proceso negociador de compromiso y reforma, similar a la manera<strong>en</strong> que España realizó su proceso de transición a la democracia tras lamuerte de Franco <strong>en</strong> 1975. La am<strong>en</strong>aza más inmediata para qui<strong>en</strong>es estaban<strong>en</strong> la órbita soviética procedía de Moscú, que pronto dejó claro que ya no ibaa salvarlos con una interv<strong>en</strong>ción militar, como <strong>en</strong> 1956 y 1968, aunque sólofuera porque el final de la guerra fría los hacía m<strong>en</strong>os necesarios desde unpunto de vista estratégico para la Unión Soviética. Moscú opinaba que, siquerían sobrevivir, harían bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> seguir la línea de liberalization, reforma yflexibilidad de los comunistas húngaros y polacos, pero también dejó claro


4 8 4 EL DERRUMBAMIENTOque no presionaría a los partidarios de la línea dura <strong>en</strong> Berlín y Praga. T<strong>en</strong>íanque arreglárselas por sí mismos.La retirada de la URSS ac<strong>en</strong>tuó su quiebra. Seguían <strong>en</strong> el poder tan sólo<strong>en</strong> virtud <strong>del</strong> vacío que habían creado a su alrededor, que no había dejadootra alternativa al statu quo que la emigración (donde fue posible) o (paraunos pocos) la formación de grupos marginales de intelectuales disid<strong>en</strong>tes.La mayoría de los ciudadanos había aceptado el ord<strong>en</strong> de cosas exist<strong>en</strong>te porqu<strong>en</strong>o t<strong>en</strong>ían alternativa. Las personas con <strong>en</strong>ergía, tal<strong>en</strong>to y ambición trabajaband<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> sistema, ya que cualquier puesto que requiriese estascaracterísticas, y cualquier expresión pública de tal<strong>en</strong>to, estaba d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> sistemao contaba con su permiso, incluso <strong>en</strong> campos totalm<strong>en</strong>te aj<strong>en</strong>os a la política,como el salto de pértiga o el ajedrez. Esto se aplicaba también a la oposicióntolerada, sobre todo <strong>en</strong> el ámbito artístico, que floreció con el declivede los sistemas, como los escritores disid<strong>en</strong>tes que prefirieron no emigrardescubrieron a su costa después de la caída <strong>del</strong> comunismo, cuando fuerontratados como colaboracionistas. 12 No es extraño que la mayor parte de lag<strong>en</strong>te optara por una vida tranquila que incluía los gestos formales de apoyo(votaciones o manifestaciones) a un sistema <strong>en</strong> el que nadie —excepto losestudiantes de primaria— creía, incluso cuando las p<strong>en</strong>as por dis<strong>en</strong>tir dejaronde ser terroríficas. Una de las razones por las que el antiguo régim<strong>en</strong> fued<strong>en</strong>unciado con inusitada fiereza tras su caída, sobre todo <strong>en</strong> los países <strong>del</strong>ínea dura como Checoslovaquia y la ex RDA, fue quela gran mayoría votaba <strong>en</strong> las elecciones fraudul<strong>en</strong>tas para evitarse consecu<strong>en</strong>ciasdesagradables, aunque éstas no fues<strong>en</strong> muy graves; participaba <strong>en</strong> las marchasobligatorias ... Los informadores de la policía se reclutaban con facilidad,seducidos por privilegios miserables, y a m<strong>en</strong>udo aceptaban prestar servicioscomo resultado de una presión muy leve (Kolakowski, 1992, pp. 55-56).Pero casi nadie creía <strong>en</strong> el sistema o s<strong>en</strong>tía lealtad alguna hacia él, ni siquieralos que lo gobernaban. Sin duda se sorpr<strong>en</strong>dieron cuando las masasabandonaron finalm<strong>en</strong>te su pasividad y manifestaron su disid<strong>en</strong>cia (el mom<strong>en</strong>tode estupor fue captado para siempre <strong>en</strong> diciembre de 1989, con lasimág<strong>en</strong>es de vídeo que mostraban al presid<strong>en</strong>te Ceaucescu ante una masaque, <strong>en</strong> lugar de aplaudirle lealm<strong>en</strong>te, le abucheaba), pero lo que les sorpr<strong>en</strong>dióno fue la disid<strong>en</strong>cia, sino tan sólo su manifestación. En el mom<strong>en</strong>to de laverdad ningún gobierno de la Europa ori<strong>en</strong>tal ord<strong>en</strong>ó a sus tropas que disparas<strong>en</strong>.Salvo <strong>en</strong> Rumania, todos abdicaron pacíficam<strong>en</strong>te, e incluso allí la resist<strong>en</strong>ciafue breve. Quizás no hubieran podido recuperar el control, pero nisiquiera lo int<strong>en</strong>taron. En ningún lugar hubo grupo alguno de comunistasradicales que se preparase para morir <strong>en</strong> el bunker por su fe, ni siquiera porel historial nada desdeñable de cuar<strong>en</strong>ta años de gobierno comunista <strong>en</strong>12. Incluso un antagonista tan apasionado <strong>del</strong> comunismo como el escritor ruso AlexanderSolzh<strong>en</strong>itsyn desarrolló su carrera de escritor d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> sistema, que permitió y estimuló lapublicación de sus primeras obras con propósitos reformistas.


EL FINAL DEL SOCIALISMOvarios de esos estados. ¿Qué hubieran t<strong>en</strong>ido que def<strong>en</strong>der? ¿Sistemas eco-0


4 8 6 EL DERRUMBAMIENTOy los partidarios de la línea dura trataron (como <strong>en</strong> Checoslovaquia y l aRDA) de resistir hasta que se hizo evid<strong>en</strong>te que los ciudadanos ya no les obedecían,aunque el ejército y la policía siguieran haciéndolo. En ambos casoslos dirig<strong>en</strong>tes se marcharon pacíficam<strong>en</strong>te cuando se conv<strong>en</strong>cieron de que sutiempo se había acabado; tomándose con ello una inconsci<strong>en</strong>te v<strong>en</strong>ganza <strong>del</strong>a propaganda occid<strong>en</strong>tal que había afirmado que eso era precisam<strong>en</strong>te lo qu<strong>en</strong>o podían hacer los regím<strong>en</strong>es «totalitarios».Fueron reemplazados, <strong>en</strong> suma, por los hombres y (una vez más, muypocas) mujeres que antes habían repres<strong>en</strong>tado la disid<strong>en</strong>cia o la oposición yque habían organizado (o, tal vez mejor, que habían logrado convocar) lasmanifestaciones de masas que dieron la señal para la pacífica abdicación <strong>del</strong>os antiguos regím<strong>en</strong>es. Excepto <strong>en</strong> Polonia, donde la Iglesia y los sindicatosformaban la espina dorsal de la oposición, consistían <strong>en</strong> unos pocos intelectuales,un grupo de dirig<strong>en</strong>tes que se <strong>en</strong>contraron por poco tiempo rigi<strong>en</strong>dolos destinos de sus pueblos: frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, como <strong>en</strong> las revoluciones de1848, universitarios o g<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> mundo <strong>del</strong> arte. Por un mom<strong>en</strong>to filósofosdisid<strong>en</strong>tes (Hungría) o historiadores medievalistas (Polonia) fueron consideradoscomo candidatos a presid<strong>en</strong>tes o primeros ministros, e incluso un dramaturgo,Vaclav Havel, se convirtió realm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> presid<strong>en</strong>te de Checoslovaquia,rodeado de un excéntrico cuerpo de consejeros que iban desde un músico derock norteamericano amigo de los escándalos, hasta un miembro de la altaaristocracia de los Habsburgo (el príncipe Schwarz<strong>en</strong>berg). Se habló muchode «sociedad civil», es decir, <strong>del</strong> conjunto de organizaciones voluntarias <strong>del</strong>os ciudadanos o de las actividades privadas que tomaban el lugar de los estadosautoritarios, así como <strong>del</strong> retorno a los principios revolucionarios antesde que los distorsionara el bolchevismo. 14 Por desgracia, como <strong>en</strong> 1848, elmom<strong>en</strong>to de la libertad y la verdad duró poco. La política y los puestos des<strong>del</strong>os que se dirigían las cuestiones de estado volvieron a manos de qui<strong>en</strong>esnormalm<strong>en</strong>te desempeñan esas funciones. Los «fr<strong>en</strong>tes» o «movimi<strong>en</strong>toscívicos» se desmoronaron tan rápidam<strong>en</strong>te como habían surgido.Lo mismo sucedió <strong>en</strong> la Unión Soviética, donde el colapso <strong>del</strong> partido y<strong>del</strong> estado se prolongó hasta agosto de 1991. El fracaso de la perestroika y elconsigui<strong>en</strong>te rechazo ciudadano de Gorbachov eran cada día más evid<strong>en</strong>tes,aunque no se advirtiese <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te, donde su popularidad seguía si<strong>en</strong>domuy alta. Esto redujo al líder soviético a realizar una serie de maniobrasocultas y de alianzas cambiantes con los distintos grupos políticos y de poderque habían surgido de la parlam<strong>en</strong>tarización de la política soviética, conlo que se ganó la desconfianza tanto de los reformistas que inicialm<strong>en</strong>te sehabían agrupado a su alrededor —y a los que él había convertido <strong>en</strong> una14. El autor recuerda una de esas discusiones <strong>en</strong> una confer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> Washington durante1991, que el embajador español hizo bajar de las nubes al recordara los jóv<strong>en</strong>es (<strong>en</strong> aquel tiempocasi todos comunistas liberales) estudiantes y ex estudiantes que s<strong>en</strong>tían poco más o m<strong>en</strong>os lomismo tras la muerte <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral Franco <strong>en</strong> 1975. En su opinión, la «sociedad civil» sólo significabaque los jóv<strong>en</strong>es ideólogos que por un mom<strong>en</strong>to se <strong>en</strong>contraban hablando <strong>en</strong> nombre detodo el pueblo se s<strong>en</strong>tían t<strong>en</strong>tados a considerar aquello como una situación perman<strong>en</strong>te.


F.L FINAL DEL SOCIALISMO 4 8 7auténtica fuerza para el cambio <strong>del</strong> estado— como <strong>del</strong> disgregado bloque <strong>del</strong>partido cuyo poder había roto. Gorbachov fue, y así pasará a la historia, unpersonaje trágico, como un «zar liberador» comunista, a la manera de AlejandroII (1855-1881), que destruyó lo que quería reformar y fue destruidorasu vez, <strong>en</strong> el proceso. 15Atractivo, sincero, intelig<strong>en</strong>te y guiado por los ideales de un comunismoque creía corrompido desde que Stalin llegó al poder, Gorbachov era, paradójicam<strong>en</strong>te,un hombre demasiado id<strong>en</strong>tificado con el sistema para eltumulto de la política democrática que había creado: un hombre demasiadode comité como para las acciones decisivas, demasiado alejado de las experi<strong>en</strong>ciasde la Rusia urbana e industrial, <strong>en</strong> cuya dirección no había participado,como para t<strong>en</strong>er el s<strong>en</strong>tido de las realidades de la calle que t<strong>en</strong>ían losantiguos jefes <strong>del</strong> partido. Su problema no era tanto que careciese de unaestrategia efectiva para reformar la economía —nadie la ha t<strong>en</strong>ido tras su caída—como que estuviera tan alejado de la experi<strong>en</strong>cia cotidiana de su país.La comparación de Gorbachov con otros dirig<strong>en</strong>tes comunistas soviéticoscincu<strong>en</strong>tones de la g<strong>en</strong>eración de posguerra resulta instructiva. NursultanNazarbayev, que <strong>en</strong> 1984 se hizo cargo de la república asiática de Kazajstáncomo parte <strong>del</strong> giro reformista, había llegado (como muchos otros dirig<strong>en</strong>tespolíticos soviéticos, pero a difer<strong>en</strong>cia de Gorbachov y de casi todos los estadistas<strong>en</strong> los países no socialistas) a la vida pública desde la fábrica. Se desplazó<strong>del</strong> partido al estado, convirtiéndose <strong>en</strong> presid<strong>en</strong>te de su república,impulsó las reformas necesarias, incluy<strong>en</strong>do la desc<strong>en</strong>tralización y el mercado,y sobrevivió tanto a la caída de Gorbachov como a la <strong>del</strong> partido y a la de laUnión, sin alegrarse de ninguna de ellas. Después <strong>del</strong> derrumbe se convirtió <strong>en</strong>uno de los hombres más poderosos de la oscura «Comunidad de Estados Indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes».Pero Nazarbayev, siempre pragmático, había seguido una políticasistemática de optimizar la posición de su feudo (y de su población), y habíapuesto mucho cuidado <strong>en</strong> que las reformas <strong>del</strong> mercado no fues<strong>en</strong> socialm<strong>en</strong>teperturbadoras. Mercados, sí; alzas de precios incontroladas, decididam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o. Su estrategia favorita eran los acuerdos de intercambio bilateral con otrasrepúblicas soviéticas (o ex soviéticas) —propugnó un mercado común soviético<strong>en</strong> Asia c<strong>en</strong>tral—, y las empresas e inversiones conjuntas con capitalextranjero. No ponía objeción alguna a los economistas radicales —empleó aalgunos proced<strong>en</strong>tes de Rusia—, ni siquiera a los no comunistas (puesto quese trajo a uno de los cerebros <strong>del</strong> milagro económico de Corea <strong>del</strong> Sur), quedemostras<strong>en</strong> un conocimi<strong>en</strong>to realista de cómo funcionaban de verdad las economíascapitalistas prósperas de después de la segunda guerra mundial. Elcamino a la superviv<strong>en</strong>cia, y puede que al éxito, no estaba pavim<strong>en</strong>tado conbu<strong>en</strong>as int<strong>en</strong>ciones sino con los duros guijarros <strong>del</strong> realismo.Los últimos años de la Unión Soviética fueron una catástrofe a cámara15. Alejandro II liberó a los siervos y empr<strong>en</strong>dió otras reformas, pero fue asesinado pormiembros <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to revolucionario, el cual, por vez primera, había llegado a ser una fuerzadurante su reinado.


488 EL DERRUMBAMIENTOl<strong>en</strong>ta. La caída de los satélites europeos <strong>en</strong> 1989 y la aceptación, aunque demala gana, de la reunificación alemana demostraban el colapso de la UniónSoviética como pot<strong>en</strong>cia internacional y, más aún, como superpot<strong>en</strong>cia. Suincapacidad para desempeñar un papel cualquiera <strong>en</strong> la crisis <strong>del</strong> golfo Pérsico(1990-1991) no hizo más que subrayarlo. Internacionalm<strong>en</strong>te hablando,la Unión Soviética era como un país absolutam<strong>en</strong>te derrotado después deuna gran guerra, sólo que sin guerra. No obstante, conservaba las fuerzasarmadas y el complejo militar-industrial de la antigua superpot<strong>en</strong>cia, unasituación que imponía severos límites a su política. Sin embargo, aunqueesta debacle internacional al<strong>en</strong>tó el secesionismo <strong>en</strong> aquellas repúblicas confuerte s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to nacionalista, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los países bálticos y <strong>en</strong>Georgia —Lituania tanteó el terr<strong>en</strong>o con una provocativa declaración deindep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia total <strong>en</strong> marzo de 1990—, 16 la desintegración de la Unión nose debió a fuerzas nacionalistas.Fue obra, principalm<strong>en</strong>te, de la desintegración de la autoridad c<strong>en</strong>tral, queforzó a cada región o subunidad <strong>del</strong> país a mirar por sí misma y, también, asalvar lo que pudiera de la ruinas de una economía que se deslizaba hacia elcaos. En los dos últimos años de la Unión Soviética, el hambre y la escasezacechaban tras cualquier cosa que ocurriese. Los desesperados reformistas,que procedían <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida de los universitarios que habían sido los principalesb<strong>en</strong>eficiarios de la glasnost, se vieron empujados hacia un extremismoapocalíptico: no se podía hacer nada hasta que el viejo sistema y todocuanto se relacionara con él fuera totalm<strong>en</strong>te destruido. En términos económicos,el sistema debía ser completam<strong>en</strong>te pulverizado mediante la privatizacióntotal y la introducción de un mercado libre al 100 por 100, de inmediatoy al precio que fuese. Se propusieron planes radicales para llevar esto acabo <strong>en</strong> cuestión de semanas o de meses (había un «programa de quini<strong>en</strong>tosdías»). Estos proyectos políticos no se basaban <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>to alguno <strong>del</strong>libre mercado o de las economías capitalistas, aunque fues<strong>en</strong> vigorosam<strong>en</strong>terecom<strong>en</strong>dados por economistas y expertos financieros estadounid<strong>en</strong>ses o británicosde visita, cuyas opiniones, a su vez, tampoco se basaban <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>toalguno de lo que realm<strong>en</strong>te sucedía <strong>en</strong> la economía soviética. Todosacertaron al suponer que el sistema exist<strong>en</strong>te (o más bi<strong>en</strong> la economía planificada,mi<strong>en</strong>tras existía) era muy inferior a las economías basadas principalm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> la propiedad privada y la empresa privada, y que el viejo sistema,incluso <strong>en</strong> una forma modificada, estaba cond<strong>en</strong>ado a desaparecer. Pero todosfracasaron <strong>en</strong> la tarea de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse al problema real de cómo una economíade planificación c<strong>en</strong>tralizada podía, <strong>en</strong> la práctica, transformarse <strong>en</strong> una uotra versión de una economía dinamizada por el mercado. En lugar de ello, selimitaron a repetir demostraciones de primer curso de económicas acerca <strong>del</strong>as virtudes <strong>del</strong> mercado <strong>en</strong> abstracto, que, sost<strong>en</strong>ían, ll<strong>en</strong>aría los estantes16. Los nacionalistas arm<strong>en</strong>ios, aunque provocaron la ruptura de la Unión al reclamar lamontañosa región de Karabaj a Azerbayán, no estaban tan locos como para desear la desapariciónde la Unión Soviética, porque sin su exist<strong>en</strong>cia no hubiera habido Arm<strong>en</strong>ia.


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 8 9de las ti<strong>en</strong>das con mercancías ofrecidas por los productores a precios razonables,así que se permitiera el libre juego de la oferta y la demanda. La mayoríade los sufridos ciudadanos de la Unión Soviética sabían que esto no iba aocurrir, y <strong>en</strong> efecto, después <strong>del</strong> breve tratami<strong>en</strong>to de shock de la liberalización,no ocurrió. Por otra parte, ningún conocedor serio <strong>del</strong> país creía que <strong>en</strong>el año 2000 el estado y el sector público de la economía soviética no seguiríansi<strong>en</strong>do fundam<strong>en</strong>tales. Los discípulos de Friedrich Hayek y Milton Friedmancond<strong>en</strong>aban la mera idea de una economía mixta de este tipo, pero no t<strong>en</strong>íanningún consejo que ofrecer acerca de cómo se podía dirigir o transformar.Sin embargo, cuando llegó, la crisis final no fue económica sino política.Para prácticam<strong>en</strong>te la totalidad <strong>del</strong> establishm<strong>en</strong>t de la Unión Soviética—desde el partido, pasando por los planificadores y los ci<strong>en</strong>tíficos, por elestado, las fuerzas armadas, el aparato de seguridad y las autoridades deportivas—,la idea de una ruptura total de la URSS era inaceptable. No podemossaber si un número considerable de ciudadanos soviéticos —dejando aun lado los de los estados bálticos— deseaban o siquiera imaginaban estaruptura aun después de 1989, pero parece dudoso: cualesquiera que sean lasreservas que t<strong>en</strong>gamos sobre las cifras, el 76 por 100 de los votantes <strong>en</strong> elreferéndum de marzo <strong>del</strong> 1991 se manifestaron a favor <strong>del</strong> mant<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tode la Unión Soviética «como una federación r<strong>en</strong>ovada de repúblicas igualesy soberanas, donde los derechos y libertades de cada persona de cualquiernacionalidad estén salvaguardados por completo» (Pravda, 25-1-1991). Laruptura no figuraba oficialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el programa de ningún político importantede la Unión. No obstante, la disolución <strong>del</strong> c<strong>en</strong>tro pareció reforzar lasfuerzas c<strong>en</strong>trífugas y hacer inevitable la ruptura, a causa también de la políticade Boris Yeltsin, cuya estrella asc<strong>en</strong>día a medida que la de Gorbachovse apagaba. En aquel mom<strong>en</strong>to la Unión era una sombra y las repúblicas laúnica realidad. A fines de abril, Gorbachov, apoyado por las nueve principalesrepúblicas, 17 negoció un «tratado de la Unión» que, al modo <strong>del</strong> compromisoaustro-húngaro de 1867, int<strong>en</strong>taba preservar la exist<strong>en</strong>cia de un c<strong>en</strong>trode poder federal (con un presid<strong>en</strong>te federal de elección directa), responsablede las fuerzas armadas, de la política exterior y de la coordinación de lapolítica financiera y de las relaciones económicas con el resto <strong>del</strong> mundo. Eltratado t<strong>en</strong>ía que <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> vigor el 20 de agosto.Para la mayor parte <strong>del</strong> antiguo partido y <strong>del</strong> establishm<strong>en</strong>t soviético, estetratado era otra de las fórmulas de papel de Gorbachov, cond<strong>en</strong>ada al fracasocomo todas las demás. Lo consideraban como la tumba de la Unión. Dosdías antes de que el tratado <strong>en</strong>trara <strong>en</strong> vigor, casi todos los pesos pesados <strong>del</strong>a Unión —los ministros de Def<strong>en</strong>sa e Interior, el jefe <strong>del</strong> KGB, el vicepresid<strong>en</strong>tey el primer ministro de la URSS y diversos pilares <strong>del</strong> partido— proclamaronque un Comité de Emerg<strong>en</strong>cia tomaría el poder <strong>en</strong> aus<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>pres-id<strong>en</strong>te y secretario g<strong>en</strong>eral (bajo arresto domiciliario <strong>en</strong> su resid<strong>en</strong>cia de17. Es decir, todas excepto los tres estados bálticos, Moldavia y Georgia, así como tampoco,por razones poco claras, Kirguiristán.


4 9 0 EL DERRUMBAMIENTOvacaciones). No se trataba tanto de un golpe de estado —no se arrestó anadie <strong>en</strong> Moscú, ni siquiera se tomaron las estaciones de radio—, como deuna proclamación de que la maquinaria de poder real se ponía <strong>en</strong> marcha otravez, con la secreta esperanza de que la ciudadanía les daría la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida o,por lo m<strong>en</strong>os, aceptaría pacíficam<strong>en</strong>te la vuelta al ord<strong>en</strong> y al gobierno. Nofue derrotado por una revolución o levantami<strong>en</strong>to popular, puesto que lapoblación de Moscú se mantuvo tranquila y el llamami<strong>en</strong>to a una huelgacontra el golpe cayó <strong>en</strong> el vacío. Como tantas otras veces <strong>en</strong> la historia soviética,se trató de un drama esc<strong>en</strong>ificado por un pequeño grupo de actoressobre las cabezas de un pueblo acostumbrado a sufrir.Pero eso no fue todo. Treinta, incluso diez años antes, habría bastado conla mera proclamación de dónde residía realm<strong>en</strong>te el poder. Pese a todo, lamayoría de los ciudadanos de la Unión Soviética mantuvo la cabeza gacha:el 48 por 100 de ellos (según una <strong>en</strong>cuesta) y, de manera m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te,el 70 por 100 de los comités <strong>del</strong> partido, apoyaron el «golpe» (Di Leo,1992, pp. 141 y 143 n.). Más gobiernos extranjeros de los que se preocuparonde decirlo esperaban que el golpe triunfara. 18 Pero la reafirmación <strong>del</strong> poder<strong>del</strong> partido-estado al viejo estilo había de basarse <strong>en</strong> un cons<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to universale inmediato, más que <strong>en</strong> un recu<strong>en</strong>to de votos. En 1991 no había nipoder c<strong>en</strong>tral ni obedi<strong>en</strong>cia universal. Un verdadero golpe hubiera podidotriunfar sobre la mayor parte <strong>del</strong> territorio y la población de la Unión Soviéticay, cualesquiera que fues<strong>en</strong> las divisiones y retic<strong>en</strong>cias d<strong>en</strong>tro de las fuerzasarmadas y <strong>del</strong> aparato de seguridad, se hubiera podido <strong>en</strong>contrar unnúmero sufici<strong>en</strong>te de tropas para llevar a cabo con éxito un putsch <strong>en</strong> la capital.Pero la reafirmación simbólica de la autoridad ya no era sufici<strong>en</strong>te. Gorbachovt<strong>en</strong>ía razón: la perestmika había derrotado a los conspiradores alcambiar la sociedad. También le derrotó a él.Un golpe simbólico podía ser derrotado por una resist<strong>en</strong>cia simbólica,puesto que lo último que querían los conspiradores era una guerra civil, parala que no estaban preparados. De hecho, su gesto trataba de det<strong>en</strong>er lo quemucha g<strong>en</strong>te temía: un deslizami<strong>en</strong>to hacia un conflicto civil armado. Asíque cuando las inconsist<strong>en</strong>tes instituciones de la Unión Soviética se alinearoncon los conspiradores, las no m<strong>en</strong>os inconsist<strong>en</strong>tes de la república de Rusiagobernada por Boris Yeltsin, recién elegido presid<strong>en</strong>te por una mayoría sustancialde electores, no lo hicieron. Los conspiradores no t<strong>en</strong>ían nada quehacer salvo aceptar su derrota, una vez que Yeltsin, rodeado por unos milesde seguidores que habían ido a def<strong>en</strong>der su cuartel g<strong>en</strong>eral, desafió a los desconcertadostanques desplegados ante él, para b<strong>en</strong>eficio de las pantallas detelevisión de todo el mundo. Vali<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, pero con pl<strong>en</strong>a garantía de suseguridad, Yeltsin, cuyo tal<strong>en</strong>to político y cuya capacidad de decisión con-18. El primer día <strong>del</strong> «golpe», el resum<strong>en</strong> oficial de noticias <strong>del</strong> gobierno finlandés dabacu<strong>en</strong>ta brevem<strong>en</strong>te, y sin com<strong>en</strong>tarios, <strong>del</strong> arresto de Gorbachov <strong>en</strong> la mitad de la tercera páginade un boletín de cuatro. Sólo empezó a dar opiniones cuando el int<strong>en</strong>to hubo fracasado deforma evid<strong>en</strong>te.


EL FINAL DEL SOCIALISMO 491trastaban con el estilo de Gorbachov, aprovechó su oportunidad para disolvery expropiar al Partido Comunista y tomar para la república rusa los activosque quedaban de la Unión Soviética, a la que se puso término formal pocosmeses después. El mismo Gorbachov fue empujado al olvido. El mundo, quehabía estado dispuesto a aceptar el golpe, aceptaba ahora el mucho más eficazcontragolpe de Yeltsin y trató a Rusia como la sucesora natural de laf<strong>en</strong>ecida URSS <strong>en</strong> las Naciones Unidas y <strong>en</strong> todos los demás foros. El int<strong>en</strong>topor salvar la vieja estructura de la Unión Soviética la había destruido deforma más súbita e irreparable de lo que nadie hubiera esperado.De todas maneras, no había resuelto ninguno de los problemas de la economía,<strong>del</strong> estado ni de la sociedad. En un aspecto los había agravado, ya queahora las otras repúblicas temían a su hermana mayor, Rusia, como nuncahabían temido a una Unión Soviética no nacional, sobre todo por el hecho deque el nacionalismo ruso era la mejor carta que Yeltsin podía jugar para conciliarselas fuerzas armadas, cuyo núcleo c<strong>en</strong>tral siempre había estado compuestopor personas de orig<strong>en</strong> «granruso». Como la mayoría de las repúblicascontabaYi con grandes minorías de personas de etnia rusa, la insinuaciónde Yeltsin de que las fronteras <strong>en</strong>tre las repúblicas deberían r<strong>en</strong>egociarseaceleró la carrera hacia la separación total: Ucrania declaró inmediatam<strong>en</strong>tesu indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia. Por vez primera, poblaciones habituadas a la opresión imparcia!de todos (incluy<strong>en</strong>do a los «granrusos») por parte de la autoridad c<strong>en</strong>tralt<strong>en</strong>ían razones para temer la opresión de Moscú <strong>en</strong> favor de los interesesde una nación. De hecho, esto puso fin a la esperanza de mant<strong>en</strong>er ni siquierauna apari<strong>en</strong>cia de unión, puesto que la espectral Comunidad de Estados Indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tesque sucedió a la Unión Soviética perdió muy pronto toda realidad,e incluso el último supervivi<strong>en</strong>te de la Unión, el poderoso Equipo Unificadoque compitió <strong>en</strong> los Juegos Olímpicos de 1992, derrotando a los Estados Unidos,no parecía destinado a una larga vida. Por ello, la destrucción de la UniónSoviética consiguió invertir el curso de cerca de cuatroci<strong>en</strong>tos años de historiarusa y devolver al país las dim<strong>en</strong>siones y el estatus internacional de la épocaanterior a Pedro el Grande (1672-1725). Puesto que Rusia, ya fuese bajo loszares o bajo la Unión Soviética, había sido una gran pot<strong>en</strong>cia desde mediados<strong>del</strong> siglo xvni, su desintegración dejó un vacío internacional <strong>en</strong>tre Trieste yVladivostok que no había existido previam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> mundomoderno, salvo durante el breve período de guerra civil <strong>en</strong>tre 1918-1920; unavasta zona de desord<strong>en</strong>, conflicto y catástrofes pot<strong>en</strong>ciales. A esto habrían de<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse los diplomáticos y militares <strong>del</strong> mundo al final <strong>del</strong> mil<strong>en</strong>io.VIDos observaciones pued<strong>en</strong> servir para concluir este panorama. La primera,señalar cuan superficial demostró ser el arraigo <strong>del</strong> comunismo <strong>en</strong> la<strong>en</strong>orme área que había conquistado con más rapidez que ninguna ideologíadesde el primer siglo <strong>del</strong> islam. Aunque una versión simplista <strong>del</strong> marxis-


4 9 2 EL DERRUMBAMIENTOmo-l<strong>en</strong>inismo se convirtió <strong>en</strong> la ortodoxia dogmática (secular) para todoslos habitantes <strong>en</strong>tre el Elba y los mares de China, ésta desapareció de un díaa otro junto con los regím<strong>en</strong>es políticos que la habían impuesto. Dos razonespodrían sugerirse para explicar un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o histórico tan sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te.El comunismo no se basaba <strong>en</strong> la conversión de las masas, sino que era unafe para los cuadros; <strong>en</strong> palabras de L<strong>en</strong>in, para las «vanguardias». Incluso lafamosa frase de Mao sobre las guerrillas triunfantes moviéndose <strong>en</strong>tre elcampesinado como pez <strong>en</strong> el agua, implica la distinción <strong>en</strong>tre un elem<strong>en</strong>toactivo (el pez) y otro pasivo (el agua). Los movimi<strong>en</strong>tos socialistas y obrerosno oficiales (incluy<strong>en</strong>do algunos partidos comunistas de masas) podíanid<strong>en</strong>tificarse con su comunidad o distrito electoral, como <strong>en</strong> las comunidadesmineras. Mi<strong>en</strong>tras que, por otra parte, todos los partidos comunistas <strong>en</strong>el poder eran, por definición y por voluntad propia, elites minoritarias. Laaceptación <strong>del</strong> comunismo por parte de «las masas» no dep<strong>en</strong>día de sus conviccionesideológicas o de otra índole, sino de cómo juzgaban lo que les deparabala vida bajo los regím<strong>en</strong>es comunistas, y cuál era su situación comparadacon la de otros. Cuando ya no fue posible seguir mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do a laspoblaciones aisladas de todo contacto con otros países (o <strong>del</strong> simple conocimi<strong>en</strong>tode ellos), estos juicios se volvieron escépticos. El comunismo era, <strong>en</strong>es<strong>en</strong>cia, una fe instrum<strong>en</strong>tal, <strong>en</strong> que el pres<strong>en</strong>te sólo t<strong>en</strong>ía valor como mediopara alcanzar un futuro indefinido. Excepto <strong>en</strong> casos excepcionales —porejemplo, <strong>en</strong> guerras patrióticas, <strong>en</strong> que la victoria justifica los sacrificios pres<strong>en</strong>tes—,un conjunto de cre<strong>en</strong>cias como estas se adapta mejor a sectas o elitesque a iglesias universales, cuyo campo de operaciones, sea cual sea supromesa de salvación final, es y debe ser el ámbito cotidiano de la vida humana.Incluso los cuadros de los partidos comunistas empezaron a conc<strong>en</strong>trarse<strong>en</strong> la satisfacción de la* necesidades ordinarias de la vida una vez que el objetivomil<strong>en</strong>arista de la salvación terr<strong>en</strong>al, al que habían dedicado sus vidas, sefue desplazando hacia un futuro indefinido. Y, sintomáticam<strong>en</strong>te, cuando estoocurrió, el partido no les proporcionó ninguna norma para su comportami<strong>en</strong>to.En resum<strong>en</strong>, por la misma naturaleza de su ideología, el comunismo pedíaser juzgado por sus éxitos y no t<strong>en</strong>ía reservas contra el fracaso.Pero ¿por qué fracasó o, más bi<strong>en</strong>, se derrumbó? La paradoja de la UniónSoviética es que, con su desaparición, corroboró el análisis de Karl Marx,que había tratado de ejemplificar:En la producción social de sus medios de subsist<strong>en</strong>cia, los seres humanosestablec<strong>en</strong> relaciones definidas y necesarias indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te de su voluntad,relaciones productivas que se correspond<strong>en</strong> a un estadio definido <strong>en</strong> eldesarrollo de sus fuerzas productivas materiales ... En un cierto estadio desu desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad <strong>en</strong>tran <strong>en</strong> contradiccióncon las relaciones productivas exist<strong>en</strong>tes o, lo que no es más que unaexpresión legal de ello, con las relaciones de propiedad <strong>en</strong> las que se habíanmovido antes. De ser formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estasrelaciones se transforman <strong>en</strong> sus grilletes. Entramos, <strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> una era derevolución social.


EL FINAL DEL SOCIALISMO 4 9 3Rara vez se ha dado un ejemplo más claro de cómo las fuerzas de produccióndescritas por Marx <strong>en</strong>tran <strong>en</strong> conflicto con la superestructura social, institucionale ideológica que había transformado unas atrasadas economíasagrarias <strong>en</strong> economías industriales avanzadas, hasta el punto de convertirsede fuerzas <strong>en</strong> grilletes para la producción. El primer resultado de la «era derevolución social» así iniciada fue la desintegración <strong>del</strong> viejo sistema.Pero ¿qué lo podía reemplazar? Aquí no podemos seguir el optimismo<strong>del</strong> Marx <strong>del</strong> siglo xix, que sost<strong>en</strong>ía que el derrocami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> viejo sistemadebía llevar a uno mejor, porque «la humanidad se plantea siempre sóloaquellos problemas que puede resolver». Los problemas que la «humanidad»,o mejor dicho los bolcheviques, se habían planteado <strong>en</strong> 1917 no eransolubles <strong>en</strong> las circunstancias de su tiempo y lugar; o sólo lo eran de maneramuy parcial. Y hoy <strong>en</strong> día requeriría un alto grado de confianza sost<strong>en</strong>er quevemos <strong>en</strong> un futuro previsible alguna solución para los problemas surgidos<strong>del</strong> colapso <strong>del</strong> comunismo soviético, o que cualquier solución que puedasurgir <strong>en</strong> la próxima g<strong>en</strong>eración afectará a los habitantes de la antigua UniónSoviética y de la zona comunista de los Balcanes como una mejora.Con el colapso de la Unión Soviética el experim<strong>en</strong>to <strong>del</strong> «socialismo realm<strong>en</strong>teexist<strong>en</strong>te» llegó a su fin. Porque, incluso donde los regím<strong>en</strong>es comunistassobrevivieron y alcanzaron éxito, como <strong>en</strong> China, se abandonó la ideaoriginal de una economía única, c<strong>en</strong>tralizada y planificada, basada <strong>en</strong> unestado totalm<strong>en</strong>te colectivizado o <strong>en</strong> una economía de propiedad totalm<strong>en</strong>tecooperativa y sin mercado. ¿Volverá a realizarse el experim<strong>en</strong>to? Está claroque no, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la forma <strong>en</strong> que se desarrolló <strong>en</strong> la Unión Soviéticay probablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ninguna forma, salvo <strong>en</strong> situaciones tales como una economíade guerra total o <strong>en</strong> otras emerg<strong>en</strong>cias análogas.Ello se debe a que el experim<strong>en</strong>to soviético se diseñó no como una alternativaglobal al capitalismo, sino como un conjunto específico de respuestasa la situación concreta de un país muy vasto y muy atrasado <strong>en</strong> una coyunturahistórica particular e irrepetible. El fracaso de la revolución <strong>en</strong> todos losdemás lugares dejó sola a la Unión Soviética con su compromiso de construirel socialismo <strong>en</strong> un país donde, según el cons<strong>en</strong>so universal de los marxistas<strong>en</strong> 1917 (incluy<strong>en</strong>do a los rusos), las condiciones para hacerlo no existían <strong>en</strong>absoluto. El int<strong>en</strong>to hizo posibles, con todo, logros harto notables (<strong>en</strong>tre ellos,la capacidad para derrotar a Alemania <strong>en</strong> la segunda guerra mundial), aunquecon un coste humano intolerable, sin contar con el coste de lo que, al final,demostraron ser una economía sin salida y un sistema político que no t<strong>en</strong>íarespuestas para ella. (¿No había predicho acaso Georgi Plejanov, el «padre<strong>del</strong> marxismo ruso», que la revolución de octubre llevaría, <strong>en</strong> el mejor de loscasos, a un «imperio chino teñido de rojo»?) El otro socialismo «realm<strong>en</strong>teexist<strong>en</strong>te», el que surgió bajo la protección de la Unión Soviética, sufrió lasmismas desv<strong>en</strong>tajas, aunque <strong>en</strong> m<strong>en</strong>or medida y, <strong>en</strong> comparación con laURSS, con mucho m<strong>en</strong>os sufrimi<strong>en</strong>to humano. Un nuevo resurgimi<strong>en</strong>to or<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to de este mo<strong>del</strong>o de socialismo no es posible, deseable ni, aunsuponi<strong>en</strong>do que las condiciones le fueran favorables, necesario.


4 9 4 EL DERRUMBAMIENTOUna cuestión distinta es <strong>en</strong> qué medida el fracaso <strong>del</strong> experim<strong>en</strong>to soviéticopone <strong>en</strong> duda el proyecto global <strong>del</strong> socialismo tradicional: una economíabasada, <strong>en</strong> es<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> la propiedad social y <strong>en</strong> la gestión planificada de losmedios de producción, distribución e intercambio. Que un proyecto así es, <strong>en</strong>teoría, económicam<strong>en</strong>te racional es algo que los economistas aceptaban yaantes de la primera guerra mundial, aunque, curiosam<strong>en</strong>te, la teoría correspondi<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o fue desarrollada por economistas socialistas, sino por otros qu<strong>en</strong>o lo eran. Que esta economía iba a t<strong>en</strong>er inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes prácticos, aunquesólo fuese por su burocratización, era obvio. Que t<strong>en</strong>ía que funcionar, alm<strong>en</strong>os <strong>en</strong> parte, de acuerdo con los precios, tanto los <strong>del</strong> mercado como unos«precios contables» realistas, también estaba claro, si el socialismo había detomar <strong>en</strong> consideración los deseos de los consumidores y no limitarse a decirleslo que era bu<strong>en</strong>o para ellos. De hecho, los economistas socialistas occid<strong>en</strong>talesque reflexionaban sobre estas cuestiones <strong>en</strong> los años treinta, cuandotales cosas se discutían con toda naturalidad, proponían la combinación deplanificación, preferiblem<strong>en</strong>te desc<strong>en</strong>tralizada, y precios. Naturalm<strong>en</strong>te,demostrar la viabilidad de esta economía socialista no supone demostrar susuperioridad fr<strong>en</strong>te a, digamos, una versión socialm<strong>en</strong>te más justa de la economíamixta de la edad de oro, ni mucho m<strong>en</strong>os que la g<strong>en</strong>te haya de preferirla.Se trata de una simple forma de separar la cuestión <strong>del</strong> socialismo <strong>en</strong>g<strong>en</strong>eral de la experi<strong>en</strong>cia específica <strong>del</strong> «socialismo realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te». Elfracaso <strong>del</strong> socialismo soviético no empaña la posibilidad de otros tipos desocialismo. De hecho, la misma incapacidad de una economía de planificaciónc<strong>en</strong>tralizada como la soviética, que se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> un callejón sin salida,para transformarse <strong>en</strong> un «socialismo de mercado», tal como deseabahacer, demuestra el abismo exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los dos tipos de desarrollo.La tragedia de la revolución de octubre estriba precisam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> que sólopudo dar lugar a este tipo de socialismo, rudo, brutal y dominante. Uno <strong>del</strong>os economistas socialistas más intelig<strong>en</strong>tes de los años treinta, Oskar Lange,volvió de los Estados Unidos a su Polonia natal para construir el socialismo,y acabó trasladándose a un hospital de Londres para morir. Desde su lecho demuerte hablaba con los amigos y admiradores que iban a visitarle, <strong>en</strong>tre loscuales me <strong>en</strong>contraba. Esto es, según recuerdo, lo que dijo:Si yo hubiera estado <strong>en</strong> la Rusia de los años veinte, hubiese sido un gradualista bujariniano. Si hubiese t<strong>en</strong>ido que asesorar la industrialización soviética,habría recom<strong>en</strong>dado unos objetivos más flexibles y limitados, como, dehecho, hicieron los planificadores rusos más capaces. Y, sin embargo, cuandomiro hacia atrás, me pregunto una y otra vez: ¿existía una alternativa al indiscriminado,brutal y poco planificado empuje <strong>del</strong> primer plan quinqu<strong>en</strong>al? Ojalápudiera decir que sí, pero no puedo. No soy capaz de <strong>en</strong>contrar una respuesta.


Capítulo XVIILA MUERTE DE LA VANGUARDIA:LAS ARTES DESPUÉS DE 1950El arte como inversion es un concepto poco anterior a losaños cincu<strong>en</strong>ta.G. REITLINGER, The Economics of Taste, vol. 2 (1982, p. 14)Los grandes productos domésticos de línea blanca, las cosasque manti<strong>en</strong><strong>en</strong> a nuestra economía <strong>en</strong> funcionami<strong>en</strong>to —neveras,cocinas, todas las cosas que eran de porcelana y blancas— ahoraestán pintadas. Esto es nuevo. Van acompañadas de arte pop.Muy bonito. El mago Merlin sali<strong>en</strong>do de las paredes mi<strong>en</strong>trasabres ¡a puerta de la nevera para tomar el zumo de naranja.STUDS TERKEL, Division Street: America (1967, p. 217)IEs práctica habitual <strong>en</strong>tre los historiadores —incluy<strong>en</strong>do al que esto escribe—analizar el desarrollo de las artes, a pesar de lo profundam<strong>en</strong>te arraigadasque están <strong>en</strong> la sociedad, como si fues<strong>en</strong> separables de su contexto contemporáneo,como una rama o tipo de actividad humana sujeta a sus propiasreglas y susceptible por ello de ser juzgada de acuerdo con ellas. No obstante,<strong>en</strong> la era de las más revolucionarias transformaciones de la vida humana de quese ti<strong>en</strong>e noticia, incluso este antiguo y cómodo método para estructurar unanálisis histórico se convierte <strong>en</strong> algo cada vez más irreal. No sólo porque loslímites <strong>en</strong>tre lo que es y no es clasificable como «arte», «creación» o artificiose difuminan cada vez más, hasta el punto de llegar incluso a desaparecer,sino también porque una influy<strong>en</strong>te escuela de críticos literarios de fin desiglo p<strong>en</strong>só que era imposible, irrelevante y poco democrático decidir si Macbethes mejor o peor que Batman. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o se debe también a que las


4 9 6 EL DERRUMBAMIENTOfuerzas que determinaban lo que pasaba <strong>en</strong> el arte, o <strong>en</strong> lo que los observadorespasados de moda hubieran llamado así, eran sobre todo exóg<strong>en</strong>as y, comocabía esperar <strong>en</strong> una era de extraordinaria revolución tecnoci<strong>en</strong>tífica, predominantem<strong>en</strong>tetecnológicas.La tecnología revolucionó las artes haciéndolas omnipres<strong>en</strong>tes. La radio,que ya había llevado los sonidos —palabras y música— a la mayoría de loshogares <strong>del</strong> mundo desarrollado, siguió su p<strong>en</strong>etración por el mundo <strong>en</strong> víasde desarrollo. Pero lo que la universalize fue el transistor, que la hizo pequeñay portátil, y las pilas eléctricas de larga duración, que la indep<strong>en</strong>dizaronde las redes oficiales (es decir, urbanas) de <strong>en</strong>ergía eléctrica. El gramófono otocadiscos ya era antiguo y, aunque mejoró técnicam<strong>en</strong>te, siguió si<strong>en</strong>do untanto <strong>en</strong>gorroso. El disco de larga duración (1948), que se popularizó rápidam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta {Guinness, 1984, p. 193), b<strong>en</strong>efició a los amantesde la música clásica, cuyas composiciones, a difer<strong>en</strong>cia de las de la músicapopular, no solían ceñirse al límite de <strong>en</strong>tre tres y cinco minutos de duraciónde los discos de 78 revoluciones por minuto. Pero lo que hizo posible transportarla música escogida fueron los cassettes, que podían tocarse <strong>en</strong> reproductoresa pilas cada vez más pequeños y portátiles, y que se ext<strong>en</strong>dieron portodo el mundo <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>ta, con la v<strong>en</strong>taja adicional de que podían copiarsefácilm<strong>en</strong>te. En los años och<strong>en</strong>ta la música podía estar <strong>en</strong> cualquier parte:acompañando cualquier actividad privada gracias a los auriculares acopladosa unos artilugios de bolsillo de los que fueron pioneros (como tantas veces)los japoneses, o proyectada con estru<strong>en</strong>do por los grandes radiocassettesportátiles, habida cu<strong>en</strong>ta de que los altavoces aún no se podían miniaturizar.Esta revolución tecnológica tuvo consecu<strong>en</strong>cias políticas y culturales. Así,<strong>en</strong> 1961 el presid<strong>en</strong>te De Gaulle pudo movilizar a los soldados contra el golpemilitar que preparaban sus jefes, gracias a que pudieron escucharle <strong>en</strong> susradios portátiles. En los años set<strong>en</strong>ta, los discursos <strong>del</strong> ayatolá Jomeini, elfuturo dirig<strong>en</strong>te de la revolución iraní <strong>en</strong> el exilio, eran fácilm<strong>en</strong>te transportados,copiados y difundidos <strong>en</strong> Irán.La televisión nunca fue tan portátil como la radio (o, cuando m<strong>en</strong>os, perdíamucha más calidad al reducirse que la radio) pero llevó a los hogares lasimág<strong>en</strong>es <strong>en</strong> movimi<strong>en</strong>to. Además, aunque un televisor era mucho más caroy abultaba más que una radio, pronto se hizo casi universal y resultó accesibleincluso para los pobres <strong>en</strong> algunos países atrasados, siempre y cuandoexistiera <strong>en</strong> ellos una infraestructura urbana. En los och<strong>en</strong>ta, algo así comoun 80 por 100 de la población de un país como Brasil t<strong>en</strong>ía acceso a la televisión.Esto es más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que el hecho de que el nuevo medio reemplazara<strong>en</strong> Estados Unidos a la radio y el cine como forma más común de<strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to popular durante los cincu<strong>en</strong>ta, y <strong>en</strong> Gran Bretaña <strong>en</strong> losses<strong>en</strong>ta. La demanda <strong>del</strong> nuevo medio se hizo abrumadora. En los paísesdesarrollados com<strong>en</strong>zó (gracias al vídeo, que era un aparato bastante caro) allevar todo tipo de imág<strong>en</strong>es filmadas a la pequeña pantalla casera. Aunqueel repertorio producido para la pantalla grande soportaba mal su miniaturización,el vídeo t<strong>en</strong>ía la v<strong>en</strong>taja de dar al espectador una opción teóricam<strong>en</strong>te


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 497ilimitada de ver lo que quisiera y cuando quisiera. Con la difusión <strong>del</strong> ord<strong>en</strong>adordoméstico, la pequeña pantalla pareció convertirse <strong>en</strong> la forma de <strong>en</strong>lacevisual más importante <strong>del</strong> individuo con el mundo exterior.Sin embargo, la tecnología no sólo hizo que el arte fuese omnipres<strong>en</strong>te,sino que transformó su percepción. Para algui<strong>en</strong> que ha crecido <strong>en</strong> la era <strong>del</strong>a música electrónica <strong>en</strong> que el sonido g<strong>en</strong>erado mecánicam<strong>en</strong>te es el habitualde la música popular, tanto <strong>en</strong> directo como <strong>en</strong> grabaciones; <strong>en</strong> que cualquierniño puede congelar imág<strong>en</strong>es y repetir un sonido o un pasaje visual almodo que antes sólo podía aplicarse a releer los textos; <strong>en</strong> que la ilusión teatrales ap<strong>en</strong>as nada <strong>en</strong> comparación con lo que la tecnología puede hacer <strong>en</strong>los anuncios de la televisión, incluy<strong>en</strong>do la posibilidad de explicar una historia<strong>en</strong> treinta segundos, ha de ser muy difícil recobrar la simple linealidad yel carácter secu<strong>en</strong>ci-al de la percepción <strong>en</strong> los tiempos anteriores a estos <strong>en</strong>que la tecnología permite pasar <strong>en</strong> segundos por la totalidad de los canalesde televisión disponibles. La tecnología transformó el mundo de las artes y <strong>del</strong>os <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tos populares más pronto y de un modo más radical que elde las llamadas «artes mayores», especialm<strong>en</strong>te las más tradicionales.II¿Qué les ocurrió a estas últimas?A primera vista, lo más llamativo a propósito <strong>del</strong> desarrollo <strong>del</strong> arte culto<strong>en</strong> el mundo posterior a la era de las castástrofes fue un desplazami<strong>en</strong>togeográfico de los c<strong>en</strong>tros tradicionales (europeos) de la cultura de elites y, <strong>en</strong>una era de prosperidad global sin preced<strong>en</strong>tes, un crecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong>orme de losrecursos disponibles para promoverlas. Sin embargo, un exam<strong>en</strong> más at<strong>en</strong>tode la situación ofrece un resultado m<strong>en</strong>os optimista.Que «Europa» (palabra con la que <strong>en</strong>tre 1947 y 1989 la mayoría de losoccid<strong>en</strong>tales aludía a la Europa occid<strong>en</strong>tal) ya no era el c<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> gran arteera algo sabido. Nueva York se <strong>en</strong>orgullecía de haber reemplazado a Paríscomo c<strong>en</strong>tro de las artes visuales, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do por ello el mercado <strong>del</strong> arte:el lugar <strong>en</strong> que los artistas vivos se convertían <strong>en</strong> las mercancías de mayorprecio. Más significativo resulta aún que el jurado <strong>del</strong> premio Nobel de literatura,un grupo cuyo s<strong>en</strong>tido de la política es a m<strong>en</strong>udo más interesante quesus juicios literarios, empezara a tomarse <strong>en</strong> serio la literatura no europeaa partir de los años ses<strong>en</strong>ta, cuando antes la había prácticam<strong>en</strong>te ignorado, aexcepción de la literatura estadounid<strong>en</strong>se que obtuvo premios de forma regulara partir de 1930, año <strong>en</strong> que Sinclair Lewis fue el primer galardonado. En losaños set<strong>en</strong>ta, ningún lector serio de novelas podía ignorar la brillanteescuela de escritores latinoamericanos, al igual que ningún aficionado serioal cine podía desconocer, o al m<strong>en</strong>os dejar de com<strong>en</strong>tar con admiración, lasobras de los grandes directores japoneses que, empezando por Akira Kurosawa(1910), ganaron <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta los festivales internacionales decine, o <strong>del</strong> b<strong>en</strong>galí Satyadjit Ray (1921-1992). Nadie se sorpr<strong>en</strong>dió cuando


498 EL DERRUMBAMIENTO<strong>en</strong> 1986 el premio Nobel le correspondió por primera vez a un escritor <strong>del</strong>África subsahariana, el nigeriano Wole Soyinka (1934).El desplazami<strong>en</strong>to aludido se hizo aún más evid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la más visual <strong>del</strong>as artes: la arquitectura. Como ya hemos visto, el movimi<strong>en</strong>to arquitectónicomoderno había construido muy poco <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras. Tras laguerra y la vuelta a la normalidad, el «estilo internacional» realizó sus mayoresy más numerosos monum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los Estados Unidos, donde se desarrollóy posteriorm<strong>en</strong>te, a través de las cad<strong>en</strong>as hoteleras estadounid<strong>en</strong>ses que seext<strong>en</strong>dieron por el mundo <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta, exportó su peculiar estilo depalacios de los sueños para ejecutivos viajeros y turistas acomodados. En susversiones más típicas eran fácilm<strong>en</strong>te reconocibles por una especie de navec<strong>en</strong>tral o invernadero gigantesco, g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te con árboles, plantas de interiory fu<strong>en</strong>tes, con asc<strong>en</strong>sores transpar<strong>en</strong>tes que se deslizaban por paredesinteriores o exteriores, cristales por todas partes y una iluminación teatral.Habían de ser para la sociedad burguesa de finales <strong>del</strong> siglo xx lo que losteatros de ópera para su predecesora <strong>del</strong> siglo xix. Pero el movimi<strong>en</strong>tomoderno creó también importantes monum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> otras partes: Le Corbusier(1887-1965) construyó una capital <strong>en</strong>tera <strong>en</strong> la India (Chandigarh);Oscar Niemeyer (1907) otra <strong>en</strong> Brasil (Brasilia), mi<strong>en</strong>tras que el que quizássea el más hermoso producto <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to moderno —construido tambiénpor <strong>en</strong>cargo oficial más que con patrocinio o para el provecho privado— se<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> México D.F.: el Museo Nacional de Antropología (1964).Parecía también evid<strong>en</strong>te que los viejos c<strong>en</strong>tros artísticos europeos dabanmuestras de desfallecim<strong>en</strong>to, con la posible excepción de Italia, donde el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tode liberación antifascista, bajo la dirección de los comunistas <strong>en</strong>bu<strong>en</strong>a medida, inspiró <strong>en</strong> torno a una década de r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to cultural cuyomayor impacto internacional se produjo a través <strong>del</strong> «neorrealismo» cinematográfico.Las artes visuales francesas no mantuvieron la reputación de laescuela parisina de <strong>en</strong>treguerras, que <strong>en</strong> sí misma era poco más que unasecuela de la etapa anterior a 1914. Las firmas más reputadas de escritoresfranceses de ficción pert<strong>en</strong>ecían a intelectuales y no a creadores literarios:como inv<strong>en</strong>tores de artificios (el nouveau román de los años cincu<strong>en</strong>ta yses<strong>en</strong>ta) o como escritores de <strong>en</strong>sayo (J.-P. Sartre) y no por sus obras de creación.¿Acaso había algún novelista «serio» francés posterior a 1945 quehubiera alcanzado reputación internacional <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta? Probablem<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o. El panorama artístico británico era mucho más vital, no sólo porquedespués de 1950 Londres se transformó <strong>en</strong> uno de los c<strong>en</strong>tros mundialesde espectáculos musicales y teatrales, sino porque produjo un puñado dearquitectos de vanguardia cuyos arriesgados proyectos les granjearon másfama <strong>en</strong> el exterior —<strong>en</strong> París o <strong>en</strong> Stuttgart— que <strong>en</strong> su propio país. Sinembargo, si tras la segunda guerra mundial el Reino Unido ocupó un lugarm<strong>en</strong>os marginal <strong>en</strong> las artes de la Europa occid<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> que había ocupado<strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras, no sucedía lo mismo <strong>en</strong> el campo donde siemprehabía destacado, el de la literatura. En poesía, los escritores de posguerrade la pequeña Irlanda salían más que airosos <strong>en</strong> comparación con los de Gran


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 499Bretaña. En cuanto a la República Federal de Alemania, el contraste <strong>en</strong>tre losrecursos <strong>del</strong> país y sus logros, así como <strong>en</strong>tre el glorioso pasado de Weimary el pres<strong>en</strong>te de Bonn, eran impresionantes y no podían explicarse sólo porjos desastrosos efectos y secuelas de los doce años de mandato de Hitler.Resulta significativo al respecto que durante los cincu<strong>en</strong>ta años de posguerramuchos de los mejores tal<strong>en</strong>tos activos <strong>en</strong> la literatura germano-occid<strong>en</strong>talno fueran nativos sino emigrantes <strong>del</strong> Este (Celan, Grass y otros, llegados <strong>del</strong>a República Democrática Alemana).Alemania estuvo, por supuesto, dividida <strong>en</strong>tre 1945 y 1990. El contraste<strong>en</strong>tre las dos partes —una militantem<strong>en</strong>te liberal-democrática, ori<strong>en</strong>tada almercado y occid<strong>en</strong>tal; la otra, una versión de manual de la c<strong>en</strong>tralizacióncomunista— ilustra un aspecto curioso de la migración de la alta cultura: surelativo florecimi<strong>en</strong>to bajo el comunismo, a) m<strong>en</strong>os durante ciertos períodos.Esto no puede aplicarse, igualm<strong>en</strong>te, a todas las artes ni, por supuesto, a losestados sometidos a férreas dictaduras asesinas como las de Stalin y Mao, oa países gobernados por tiranuelos megalómanos como Ceaucescu <strong>en</strong> Rumania(1961-1989) o Kim 11 Sung <strong>en</strong> Corea <strong>del</strong> Norte (1945-1994).Además, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que las artes dep<strong>en</strong>dían <strong>del</strong> patronazgo público,es decir, <strong>del</strong> gobierno c<strong>en</strong>tral, la habitual prefer<strong>en</strong>cia dictatorial por el gigantismopomposo reducía las opciones de los artistas, al igual que la insist<strong>en</strong>ciaoficial <strong>en</strong> promover una especie de mitología s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal optimista conocidacomo «realismo socialista». Es posible que los amplios espacios abiertosflanqueados por torres neovictorianas característicos de los cincu<strong>en</strong>ta <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tr<strong>en</strong>algún día admiradores (pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> la plaza Smol<strong>en</strong>sk de Moscú)pero el descubrimi<strong>en</strong>to de sus méritos arquitectónicos debe dejarse para elfuturo. Por otra parte, hay que admitir que allí donde los gobiernos comunistasno insistieron <strong>en</strong> indicar a sus artistas lo que t<strong>en</strong>ían que hacer, su g<strong>en</strong>erosidada la hora de subv<strong>en</strong>cionar las actividades culturales (o, como diríanotros, su escaso s<strong>en</strong>tido de la r<strong>en</strong>tabilidad) resultó de gran ayuda. No es fortuitoque <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta Occid<strong>en</strong>te importase productores vanguardistasde ópera <strong>del</strong> Berlín Ori<strong>en</strong>tal.La Unión Soviética siguió culturalm<strong>en</strong>te yerma, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> comparacióncon sus glorias anteriores a 1917 e incluso con el ferm<strong>en</strong>to de los añosveinte, salvo quizás por la poesía, el arte más susceptible de practicarse <strong>en</strong>privado y el que mejor mantuvo la continuidad con la gran tradición rusa <strong>del</strong>siglo xx tras 1917 —Ajmatova (1889-1966), Tsvetayeva (1892-1960), Pasternak(1890-1960), Blok (1890-1921), Mayakovsky (1893-1930), Brodsky(1940), Voznes<strong>en</strong>sky (1933), Ajmadulina (1937)—. Sus artes visuales sufrieronpor la combinación de una rígida ortodoxia, tanto ideológica como estéticae institucional, y de un aislami<strong>en</strong>to total <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo. El apasionadonacionalismo cultural que empezó a surgir <strong>en</strong> algunas partes de la URSSdurante el período de Brezhnev —ortodoxo y eslavófilo <strong>en</strong> Rusia: Solzh<strong>en</strong>itsyn(1918); mítico-medievalista <strong>en</strong> Arm<strong>en</strong>ia, por ejemplo <strong>en</strong> las películasde Sergei Paradjanov (1924)— se debió <strong>en</strong> gran medida al hecho de que cualquieraque rechazase lo que recom<strong>en</strong>daban el sistema y el partido —como


500 EL DERRUMBAMIENTOhicieron muchos intelectuales— no t<strong>en</strong>ía otra tradición <strong>en</strong> que inspirarse quelas conservadoras locales. Además, los intelectuales soviéticos estaban muyaislados no sólo <strong>del</strong> sistema de gobierno, sino también de la masa de los ciudadanossoviéticos que, de alguna manera, aceptaban la legitimidad <strong>del</strong> sistemay se adaptaban a la única forma de vida que conocían, y que durante losaños ses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta mejoró notablem<strong>en</strong>te. Los artistas odiaban a los gobernantesy despreciaban a los gobernados, incluso cuando (como los neoeslavófilos)idealizaban el alma rusa <strong>en</strong> la imag<strong>en</strong> de un campesino que ya noexistía. No era un bu<strong>en</strong> ambi<strong>en</strong>te para el artista creativo, y la disolución <strong>del</strong>aparato de coerción intelectual desvió, paradójicam<strong>en</strong>te, a los tal<strong>en</strong>tos de lacreación a la agitación. El Solzh<strong>en</strong>itsyn que puede sobrevivir como uno <strong>del</strong>os grandes escritores <strong>del</strong> siglo xx es precisam<strong>en</strong>te el que todavía t<strong>en</strong>ía quepredicar escribi<strong>en</strong>do novelas {Un día <strong>en</strong> la vida de Iván D<strong>en</strong>isovich, Pabellónde cancerosos) porque carecía de la libertad necesaria para escribir sermonesy d<strong>en</strong>uncias históricas.Hasta fines de los set<strong>en</strong>ta la situación <strong>en</strong> la China comunista estuvodominada por una feroz represión, salpicada por raros mom<strong>en</strong>tos de relajación(«dejemos que florezcan ci<strong>en</strong> flores») que servían para id<strong>en</strong>tificar a lasvíctimas de las sigui<strong>en</strong>tes purgas. El régim<strong>en</strong> de Mao Tse-tung alcanzó suclimax durante la «revolución cultural» de 1966-1976, una campaña contrala cultura, la educación y la intelectualidad sin parangón <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong>siglo xx. Cerró prácticam<strong>en</strong>te la educación secundaria y universitaria durantediez años; interrumpió la práctica de la música clásica (occid<strong>en</strong>tal) y deotros tipos de música, destruy<strong>en</strong>do los instrum<strong>en</strong>tos allí donde era necesario,y redujo el repertorio nacional de cine y teatro a media doc<strong>en</strong>a de obras políticam<strong>en</strong>tecorrectas (a juicio de la esposa <strong>del</strong> Gran Timonel, que había sidouna actriz cinematográfica de segunda fila <strong>en</strong> Shanghai), las cuales se repetíanhasta el infinito. Dada esta experi<strong>en</strong>cia y la antigua tradición china deimposición de la ortodoxia, que se modificó sin llegar a abandonarse <strong>en</strong> laera post-Mao, la luz emitida por la China comunista <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>o <strong>del</strong> artesiguió si<strong>en</strong>do débil.Por otra parte, la creatividad floreció bajo los regím<strong>en</strong>es comunistas de laEuropa ori<strong>en</strong>tal, al m<strong>en</strong>os cuando la ortodoxia se relajó un poco, como sucediódurante la desestalinización. La industria cinematográfica <strong>en</strong> Polonia,Checoslovaquia y Hungría, hasta <strong>en</strong>tonces no muy conocida ni siquieralocalm<strong>en</strong>te, surgió con fuerza desde fines de los cincu<strong>en</strong>ta, hasta convertirsedurante cierto tiempo <strong>en</strong> una de las más interesantes producciones de películasde calidad <strong>del</strong> globo. Hasta el colapso <strong>del</strong> comunismo, que conllevó elcolapso de los mecanismos de producción cultural <strong>en</strong> los países afectados, lacreatividad se mantuvo incluso cuando se reproducían los períodos represivos(tras 1968 <strong>en</strong> Checoslovaquia; después de 1980 <strong>en</strong> Polonia), aunque elprometedor comi<strong>en</strong>zo de la industria cinematográfica de la Alemania Ori<strong>en</strong>tala principios de los años cincu<strong>en</strong>ta fue interrumpido por la autoridad política.Que un arte tan dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de fuertes inversiones estatales floreciese artísticam<strong>en</strong>tebajo regím<strong>en</strong>es comunistas es más sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que el hecho de


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 501que lo hiciera la literatura de creación, porque, después de todo, incluso bajogobiernos intolerantes se pued<strong>en</strong> escribir libros «para guardarlos <strong>en</strong> uncajón» o para círculos de amigos. 1 Por muy reducido que fuese originalm<strong>en</strong>teel público para el que escribían, algunos autores alcanzaron una admiracióninternacional, como los escritores de la Alemania Ori<strong>en</strong>tal, que produjotal<strong>en</strong>tos mucho más interesantes que la próspera Alemania Federal, o loschecos de los ses<strong>en</strong>ta, cuyos escritos sólo llegaron a Occid<strong>en</strong>te con la emigracióninterna y externa posterior a 1968.Lo que todos estos tal<strong>en</strong>tos t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> común era algo de lo que pocosescritores y directores de cine de las economías desarrolladas de mercadodisfrutaban, y <strong>en</strong> que soñaban las g<strong>en</strong>tes de teatro de Occid<strong>en</strong>te (un grupodado a un radicalismo político poco habitual, que databa, <strong>en</strong> los EstadosUnidos y Gran Bretaña, de los años treinta): la s<strong>en</strong>sación de que su públicolos necesitaba. En aus<strong>en</strong>cia de una política real y de una pr<strong>en</strong>sa libre, losartistas eran los únicos que hablaban de lo que su pueblo, o por lo m<strong>en</strong>os elsector ilustrado de éste, p<strong>en</strong>saba y s<strong>en</strong>tía. Estos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos no eran exclusivosde los artistas de los regím<strong>en</strong>es comunistas, sino también de otros regím<strong>en</strong>esdonde los intelectuales estaban <strong>en</strong> contra <strong>del</strong> sistema <strong>en</strong> el poder, yeran lo bastante libres para expresarse <strong>en</strong> público, aunque fuera con limitaciones.El apartheid surafricano inspiró a sus adversarios la mejor literaturaque ha salido de aquel subcontin<strong>en</strong>te hasta hoy. El hecho de que <strong>en</strong>tre losaños cincu<strong>en</strong>ta y nov<strong>en</strong>ta la mayoría de los intelectuales latinoamericanos alsur de México fueran <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to de sus vidas refugiados políticosti<strong>en</strong>e mucho que ver con las realizaciones culturales de aquella parte <strong>del</strong>hemisferio occid<strong>en</strong>tal. Lo mismo puede decirse de los intelectuales turcos.Pero el florecimi<strong>en</strong>to ambiguo <strong>del</strong> arte <strong>en</strong> la Europa ori<strong>en</strong>tal no era debidoúnicam<strong>en</strong>te a su función de oposición tolerada. La mayoría de sus jóv<strong>en</strong>espracticantes se inspiraban <strong>en</strong> la esperanza de que sus países, incluso bajoregím<strong>en</strong>es insatisfactorios, <strong>en</strong>trarían <strong>en</strong> una nueva era después de los horroresde la guerra; algunos, más de los que quisieran recordarlo, habían s<strong>en</strong>tidoel vi<strong>en</strong>to de la utopía <strong>en</strong> las alas de su juv<strong>en</strong>tud, por lo m<strong>en</strong>os durante losprimeros años de posguerra. Unos pocos siguieron inspirándose <strong>en</strong> su tiempo:Ismail Kadaré (1930), quizás el primer novelista albanés conocido <strong>en</strong> elexterior, se convirtió <strong>en</strong> portavoz, no tanto de la línea dura <strong>del</strong> régim<strong>en</strong> deEnver Hoxha como de un pequeño país montañoso que, bajo el comunismo,se había ganado por vez primera un lugar <strong>en</strong> el mundo (emigró <strong>en</strong> 1990). Lamayoría de los demás pasaron antes o después a algún tipo de oposición,aunque con frecu<strong>en</strong>cia rechazas<strong>en</strong> la única alternativa que se les ofrecía (cruzarla frontera de la Alemania Federal o Radio Europa Libre) <strong>en</strong> un mundode opuestos binarios y mutuam<strong>en</strong>te excluy<strong>en</strong>tes. E incluso donde, como <strong>en</strong>Polonia, el rechazo al régim<strong>en</strong> exist<strong>en</strong>te era total, todos, excepto los másI. Sin embargo, los procesos de copia continuaron si<strong>en</strong>do muy laboriosos, porque nohabía otra tecnología disponible para realizarlos que la máquina de escribir y el papel carbón.Por razones políticas, el mundo comunista anterior a la peresiroika no usaba la fotocopiadora.


5 0 2 EL DERRUMBAMIENTOjóv<strong>en</strong>es, conocían lo sufici<strong>en</strong>te de la historia de su país desde 1945 comopara añadir matices de gris al blanco y negro de la propaganda. Es esto precisam<strong>en</strong>telo que confiere una dim<strong>en</strong>sión trágica a las películas de AndrzejWajda (1926) y una cierta ambigüedad-a los directores checos de los ses<strong>en</strong>ta,que rondaban <strong>en</strong>tonces los treinta años, y a los escritores de la RDA —ChristaWolf (1929), Heiner Müller (1929)— desilusionados pero sin haber r<strong>en</strong>unciadoa sus sueños.Paradójicam<strong>en</strong>te, los intelectuales y artistas <strong>del</strong> segundo mundo socialistay también de las diversas partes <strong>del</strong> tercer mundo disfrutaban tanto deprestigio como de una prosperidad y unos privilegios relativos, al m<strong>en</strong>osdurante los intervalos <strong>en</strong>tre persecuciones. En el mundo socialista podíanfigurar <strong>en</strong>tre los ciudadanos más ricos y gozar de una libertad rara <strong>en</strong> aquellasprisiones, la de viajar al extranjero e, incluso, la de t<strong>en</strong>er acceso a la literaturaextranjera. Bajo el socialismo, su influ<strong>en</strong>cia política era nula, pero <strong>en</strong>los distintos países <strong>del</strong> tercer mundo (y, tras la caída <strong>del</strong> comunismo, <strong>en</strong> elantiguo mundo <strong>del</strong> «socialismo realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te») ser un intelectual oincluso un artista constituía un activo público. En América Latina los escritoresde mayor prestigio, al marg<strong>en</strong> de cuáles fueran sus opiniones políticas,podían esperar cargos diplomáticos, con prefer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> París, donde la ubicaciónde la UNESCO daba a los países que quisieran hacerlo la oportunidadde colocar ciudadanos <strong>en</strong> la vecindad de los cafés de la rive gauche. Los profesoresuniversitarios t<strong>en</strong>ían posibilidades como ministros, prefer<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>tede economía, pero la moda de finales de los och<strong>en</strong>ta de que personas <strong>del</strong>mundo <strong>del</strong> arte se pres<strong>en</strong>tas<strong>en</strong> como candidatos a la presid<strong>en</strong>cia (como hizoun novelista <strong>en</strong> Perú), o llegas<strong>en</strong> realm<strong>en</strong>te a serlo (como sucedió <strong>en</strong> la Checoslovaquiay <strong>en</strong> la Lituania poscomunistas) parecía nueva, aunque t<strong>en</strong>ía preced<strong>en</strong>tesanteriores <strong>en</strong> nuevos países, tanto europeos como africanos, quet<strong>en</strong>dían a dar preemin<strong>en</strong>cia a aquellos de sus pocos ciudadanos que eran conocidos<strong>en</strong> el exterior como concertistas de piano (como <strong>en</strong> Polonia <strong>en</strong> 1918),poetas <strong>en</strong> l<strong>en</strong>gua francesa (S<strong>en</strong>egal), o bailarines, como sucedió <strong>en</strong> Guinea.Por el contrario, los novelistas, dramaturgos, poetas y músicos de la mayoríade los países desarrollados occid<strong>en</strong>tales no t<strong>en</strong>ían oportunidades políticas <strong>en</strong>ninguna circunstancia, ni siquiera <strong>en</strong> los países más intelectualizados, salvocomo pot<strong>en</strong>ciales ministros de Cultura (André Malraux <strong>en</strong> Francia, JorgeSemprún <strong>en</strong> España).En una etapa de prosperidad sin preced<strong>en</strong>tes, los recursos públicos y privadosdedicados a las artes fueron mayores que antes. Incluso el gobiernobritánico, que nunca ha estado <strong>en</strong> la avanzada <strong>del</strong> mec<strong>en</strong>azgo público, invirtióa finales de los och<strong>en</strong>ta más de 1.000 millones de libras esterlinas, fr<strong>en</strong>te ainversiones de 900.000 libras <strong>en</strong> 1939 (Britain: An Official Handbook, 1961,p. 222; 1990, p. 426). El mec<strong>en</strong>azgo privado fue m<strong>en</strong>os importante, excepto<strong>en</strong> los Estados Unidos, donde los millonarios, estimulados por sustanciosasv<strong>en</strong>tajas fiscales, protegieron la educación, el saber y la cultura <strong>en</strong> una escalamucho más g<strong>en</strong>erosa que <strong>en</strong> cualquier otro lugar. Ello se debió a un verdaderoaprecio por las cosas elevadas de la vida, sobre todo <strong>en</strong>tre los mag-


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 503nates de primera g<strong>en</strong>eración, <strong>en</strong> parte porque, <strong>en</strong> aus<strong>en</strong>cia de una jerarquíasocial formal, la segunda mejor opción era lo que podríamos d<strong>en</strong>ominar unestatus de Médicis. Cada vez más, los grandes inversores no se limitaban adonar sus colecciones a museos nacionales o a otras instituciones públicas,sino que insistían <strong>en</strong> fundar sus propios museos, a los que bautizaban con sunombre, o bi<strong>en</strong> exigían t<strong>en</strong>er su propia ala o sector de los museos <strong>en</strong> que suscolecciones se pres<strong>en</strong>tarían <strong>en</strong> la forma determinada por sus propietarios ydonantes.En cuanto al mercado de arte, desde los cincu<strong>en</strong>ta descubrió que se estabarecuperando de casi medio siglo de depresión. Los precios, <strong>en</strong> especial losde ¡os impresionistas y postimpresionistas franceses, así como los de losmejores de <strong>en</strong>tre los primeros modernos parisinos, se pusieron por las nubes,hasta que <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta el mercado artístico internacional, cuyo c<strong>en</strong>tropasó primero a Londres y más tarde a Nueva York, igualó los récords históricos(<strong>en</strong> precios reales) de la era <strong>del</strong> imperio, para dejarlos muy atrás <strong>en</strong> elalocado mercado alcista de los años och<strong>en</strong>ta. El precio de los impresionistasy postimpresionistas se multiplicó por veintitrés <strong>en</strong>tre 1975 y 1989 (Sotheby,1992). No obstante, las comparaciones con otros períodos anteriores resultarondesde <strong>en</strong>tonces imposibles. Es verdad que los ricos todavía coleccionaban—como norma, el dinero viejo prefería a los viejos maestros; el nuevo,las novedades— pero, cada vez más, qui<strong>en</strong>es compraban arte lo hacían comoinversión, de la misma manera que antes se compraban especulativam<strong>en</strong>teacciones de minas de oro. El Fondo de P<strong>en</strong>siones de los Ferrocarriles Británicos,que (muy bi<strong>en</strong> asesorado) hizo mucho dinero comprando arte, no puedeconsiderarse como un amante <strong>del</strong> arte, y la transacción artística característicade fines de los años och<strong>en</strong>ta fue la de un magnate de Australia occid<strong>en</strong>tal quecompró un Van Gogh por 31 millones de libras, gran parte de las cuales lefueron prestadas por los propios subastadores, con la presumible esperanza,por parte de ambos, de que futuros increm<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> los precios harían de lapintura un objeto mucho más valioso como garantía de préstamos bancarios,y aum<strong>en</strong>tarían los b<strong>en</strong>eficios de los intermediarios. No obstante, las expectativasno se cumplieron: el señor Bond de Perth se declaró <strong>en</strong> bancarrota y elboom artístico especulativo <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> un colapso a principios de los añosnov<strong>en</strong>ta.La relación <strong>en</strong>tre el dinero y las artes siempre ha sido ambigua. Distamucho de estar claro que las mayores realizaciones artísticas de la segundamitad <strong>del</strong> siglo le deban mucho; excepto <strong>en</strong> arquitectura, donde, <strong>en</strong> conjunto,lo grande es bello o, <strong>en</strong> cualquier caso, es más fácil que salga <strong>en</strong> las guías.Por otra parte, otro tipo de f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o económico afectó de forma profunda ala mayoría de las artes: su integración <strong>en</strong> la vida académica, <strong>en</strong> las institucionesde educación superior cuya extraordinaria expansión ya hemos señaladoantes (capítulo X). Este era, a la vez, un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o g<strong>en</strong>eral y específico.Hablando <strong>en</strong> términos g<strong>en</strong>erales, el hecho decisivo <strong>en</strong> el desarrollo cultural<strong>del</strong> siglo xx, la creación de una revolucionaria industria <strong>del</strong> ocio destinada almercado de masas, redujo las formas tradicionales <strong>del</strong> «gran arte» a los gue-


504 EL DERRUMBAMIENTOtos de las elites, que a partir de la mitad <strong>del</strong> siglo estaban formados básicam<strong>en</strong>tepor personas que habían t<strong>en</strong>ido una educación superior. El público <strong>del</strong>a ópera y <strong>del</strong> teatro, los lectores de los clásicos de cada país y de la clasede poesía y teatro que los críticos toman <strong>en</strong> serio, los visitantes de museos ygalerías de arte eran, <strong>en</strong> una abrumadora mayoría, personas que habían completadouna educación secundaria, exceptuando el mundo socialista, don<strong>del</strong>a industria <strong>del</strong> ocio <strong>en</strong>caminada a maximizar los b<strong>en</strong>eficios se mantuvo controlada(mi<strong>en</strong>tras lo estuvo). La cultura común de cualquier país urbanizadode fines <strong>del</strong> siglo xx se basaba <strong>en</strong> la industria <strong>del</strong> <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de masas —cine, radio, TV, música pop—, <strong>en</strong> la que también participaba la elite, alm<strong>en</strong>os desde el triunfo <strong>del</strong> rock, y a la que los intelectuales dieron un girorefinado para adecuarla a los gustos de la elite.Más allá, la segregación era cada vez más completa, porque la mayoría <strong>del</strong>público a que apelaba la industria de masas sólo se <strong>en</strong>contraba por accid<strong>en</strong>tey de forma ocasional con los géneros por los que se apasionaban los <strong>en</strong>t<strong>en</strong>didosde la alta cultura, como cuando un aria de Puccini cantada por Pavarottise asoció a los Mundiales de fútbol de 1990, o cuando breves temas de Ha<strong>en</strong><strong>del</strong>o Bach aparecían subrepticiam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> algún anuncio de televisión.Si uno no quería integrarse <strong>en</strong> las clases medias, no t<strong>en</strong>ía que molestarse<strong>en</strong> ver las obras de Shakespeare. Por el contrario, si uno lo quería, si<strong>en</strong>do laforma más obvia de hacerlo pasar los exám<strong>en</strong>es de la escuela secundaria, nopodía dejar de verlas, ya que eran materia de exam<strong>en</strong>. En casos extremos, <strong>del</strong>os que la clasista Gran Bretaña era un ejemplo notable, los periódicos dirigidosrespectivam<strong>en</strong>te a la g<strong>en</strong>te instruida y a la que no lo estaba parecíanproceder de universos difer<strong>en</strong>tes.Más específicam<strong>en</strong>te, la extraordinaria expansión de la educación superiorproporcionó cada vez más empleo y se convirtió <strong>en</strong> un mercado parahombres y mujeres con escaso atractivo comercial. Esto se podía advertirsobre todo <strong>en</strong> la literatura. Había poetas <strong>en</strong>señando, o al m<strong>en</strong>os trabajando,<strong>en</strong> las universidades. En algunos países las ocupaciones de novelista y profesorse superponían de tal forma que <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta apareció un géneronuevo que prosperó rápidam<strong>en</strong>te, habida cu<strong>en</strong>ta que un gran número de lectorespot<strong>en</strong>ciales estaban familiarizados con el medio: la novela de campusque, además de la materia habitual de la ficción, la relación <strong>en</strong>tre los sexos,trataba de cuestiones más esotéricas como los intercambios académicos, loscoloquios internacionales, los cotilleos universitarios y las peculiaridades <strong>del</strong>os estudiantes. Y, lo que era más arriesgado, la demanda académica al<strong>en</strong>tó laproducción de una escritura creativa que se prestaba a ser diseccionada <strong>en</strong> losseminarios y que se b<strong>en</strong>eficiaba de su complejidad, cuando no era incompr<strong>en</strong>sible,sigui<strong>en</strong>do el ejemplo <strong>del</strong> gran James Joyce, cuya obra tardía tuvotantos com<strong>en</strong>taristas como auténticos lectores. Los poetas escribían paraotros poetas o para estudiantes que se esperaba que discutieran sus obras.Protegidas por salarios académicos, becas y listas de lecturas obligatorias, lasartes creativas no comerciales podían esperar, si no florecer, al m<strong>en</strong>os sobrevivircómodam<strong>en</strong>te.


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 5 0 5Por desgracia otra consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to académico vino a minarsu posición, puesto que los glosadores y escoliastas se indep<strong>en</strong>dizaron de sutema al sost<strong>en</strong>er que un texto sólo era lo que el lector hacía de él. Postulabanque el crítico que interpretaba a Flaubert era tan creador de Madame Bovarycomo su autor, e incluso tal vez —dado que esa novela sólo sobrevivía merceda las lecturas de otros, sobre todo con fines académicos— más que elpropio autor. Esta teoría había sido def<strong>en</strong>dida largam<strong>en</strong>te por los productoresteatrales de vanguardia (precedidos por los repres<strong>en</strong>tantes de actores y losmagnates <strong>del</strong> cine) para qui<strong>en</strong>es Shakespeare o Verdi eran, básicam<strong>en</strong>te, material<strong>en</strong> bruto para sus propias interpretaciones av<strong>en</strong>turadas y, preferiblem<strong>en</strong>te,provocadoras. Al triunfar <strong>en</strong> ocasiones, reforzaron el creci<strong>en</strong>te esoterismo <strong>del</strong>as artes de elite, ya que eran a su vez com<strong>en</strong>tarios y críticas de anterioresinterpretaciones, sólo pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te compr<strong>en</strong>sibles para los iniciados. La modallegó incluso hasta las películas populares, <strong>en</strong> que directores refinados mostrabansu erudición cinematográfica a la elite que <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día sus alusionesmi<strong>en</strong>tras cont<strong>en</strong>taban a las masas (y a la taquilla) con sangre y sexo. 2¿Es posible adivinar cómo valorarán las historias de la cultura <strong>del</strong> sigloxxi los logros artísticos de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx? Obviam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>o, pero resultará difícil que no adviertan la decad<strong>en</strong>cia, al m<strong>en</strong>os regional,de géneros característicos que habían alcanzado gran espl<strong>en</strong>dor <strong>en</strong> el xixy que sobrevivieron durante la primera mitad <strong>del</strong> xx. La escultura es uno <strong>del</strong>os ejemplos que vi<strong>en</strong>e a la m<strong>en</strong>te, aunque sólo sea porque la máxima expresiónde este arte, el monum<strong>en</strong>to público, desapareció casi por completo despuésde la primera guerra mundial, salvo <strong>en</strong> los países dictatoriales, donde,según la opinión g<strong>en</strong>eralizada, la calidad no igualaba a la cantidad. Es imposibleevitar la impresión de que la pintura ya no era lo que había sido <strong>en</strong> elperíodo de <strong>en</strong>treguerras. Sería difícil hacer una lista de pintores de <strong>en</strong>tre1950-1990 que pudieran considerarse grandes figuras (es decir, dignos de serincluidos <strong>en</strong> museos de otros países que los suyos), comparable con la lista<strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras. Esta última hubiera incluido como mínimo aPicasso (1888-1973), Matisse (1869-1954), Soutine (1894-1943), Chagall(1889-1985) y Rouault (1871-1955), de la escuela de París; a Klee (1879-1940), a dos o tres rusos y alemanes, y a uno o dos españoles y mexicanos.¿Cómo podría compararse a esta una lista de finales <strong>del</strong> siglo xx, aun incluy<strong>en</strong>doa alguno de los líderes <strong>del</strong> «expresionismo abstracto» de la Escuela deNueva York, a Francis Bacon y a un par de alemanes?En música clásica, una vez más, la decad<strong>en</strong>cia de los viejos géneros quedabaoculta por el aum<strong>en</strong>to de sus interpretaciones, sobre todo como unrepertorio de clásicos muertos. ¿Cuántas óperas nuevas, escritas después2. Como <strong>en</strong> Los intocables (1987) de Brian de Palma, que era <strong>en</strong> apari<strong>en</strong>cia una excitantepelícula de policías y ladrones sobre el Chicago de A) Capone (aunque <strong>en</strong> realidad fuera un pastiche<strong>del</strong> género original), pero cont<strong>en</strong>ía una cita literal de El acorazado Potemkin de Eis<strong>en</strong>stein,incompr<strong>en</strong>sible para qui<strong>en</strong>es no hubies<strong>en</strong> visto la famosa esc<strong>en</strong>a <strong>del</strong> cochecito de niño rodandopor las escalinatas de Odessa.


506 EL DERRUMBAMIENTOde 1950, se han consolidado <strong>en</strong> los repertorios internacionales, o inclusonacionales, <strong>en</strong> los que se reciclaban una y otra vez las obras de compositorescuyo repres<strong>en</strong>tante más jov<strong>en</strong> había nacido <strong>en</strong> 1860? Salvo <strong>en</strong> Alemania yGran Bretaña (H<strong>en</strong>ze, Britt<strong>en</strong> y como mucho dos o tres más), muy pocoscompositores llegaron a crear grandes óperas. Los estadounid<strong>en</strong>ses, porejemplo Leonard Bernstein (1918-1990), preferían un género m<strong>en</strong>os formalcomo el teatro musical. ¿Cuántos compositores, si excluimos a los rusos,siguieron componi<strong>en</strong>do sinfonías, que habían sido consideradas como la másgrande de las realizaciones instrum<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> el siglo xix? 3 El tal<strong>en</strong>to musical,que siguió dando frutos abundantes, t<strong>en</strong>dió a abandonar las formas tradicionalesde expresión, aunque éstas seguían dominando abrumadoram<strong>en</strong>te <strong>en</strong>el «gran arte».Un retroceso parecido respecto a los géneros <strong>del</strong> siglo xix puede observarse<strong>en</strong> la novela. Por supuesto que se siguieron escribi<strong>en</strong>do, comprando yley<strong>en</strong>do <strong>en</strong> grandes cantidades. Sin embargo, si buscamos <strong>en</strong>tre las grandesnovelas y los grandes novelistas de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo a los quetomaron como sujeto una sociedad o una época <strong>en</strong>teras, los <strong>en</strong>contraremosfuera de las regiones c<strong>en</strong>trales de la cultura occid<strong>en</strong>tal, salvo, una vez más,<strong>en</strong> Rusia, donde la novela resurgió, con el primer Sol/.h<strong>en</strong>itsyn, como laforma creativa más importante para <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse u la experi<strong>en</strong>cia estalinista.Podemos <strong>en</strong>contrar novelas de la gran tradición <strong>en</strong> Sicilia (¿7 Catopardo,de Lampedusu), <strong>en</strong> Yugoslavia (Ivo Andric, Miroslav Krleza) y <strong>en</strong> Turquía.También <strong>en</strong> América Latina, cuya ficción, hasta <strong>en</strong>tonces desconocida fuerade sus fronteras, deslumhró al mundo literario a partir de los años cincu<strong>en</strong>ta.La novela que fue inmediatam<strong>en</strong>te reconocida como una obra maestra <strong>en</strong> elmundo <strong>en</strong>tero vino de Colombia, un país que la mayoría de la g<strong>en</strong>te instruida<strong>del</strong> mundo desarrollado t<strong>en</strong>ía problemas para ubicar <strong>en</strong> el mapa antes deque se id<strong>en</strong>tificara con la cocaína: Ci<strong>en</strong> años de soledad, de Gabriel GarcíaMárquez. Puede que el auge de la novela judía <strong>en</strong> varios países, especialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> Estados Unidos e Israel, refleje el trauma excepcional de este puebloa causa de la experi<strong>en</strong>cia de la época hitleriana, con la que, directa o indirectam<strong>en</strong>te,los escritores judíos s<strong>en</strong>tían que debían ajustar cu<strong>en</strong>tas.El declive de los géneros clásicos <strong>en</strong> el «gran arte» y <strong>en</strong> la literatura nose debió <strong>en</strong> modo alguno a la car<strong>en</strong>cia de tal<strong>en</strong>to. Porque aunque sepamospoco acerca de la distribución de las capacidades excepcionales <strong>en</strong>tre losseres humanos y acerca de su variación, resulta más razonable suponer quehay rápidos cambios <strong>en</strong> los inc<strong>en</strong>tivos para expresarlas (o bi<strong>en</strong> de los medios<strong>en</strong> los que se expresa o <strong>en</strong> la motivación para expresarse de una maneradeterminada) más que <strong>en</strong> la cantidad de tal<strong>en</strong>to disponible. No existe ningunarazón para presumir que los toscanos de nuestros días posean m<strong>en</strong>ostal<strong>en</strong>to, ni siquiera que posean un s<strong>en</strong>tido estético m<strong>en</strong>os desarrollado, que<strong>en</strong> el siglo <strong>del</strong> r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to flor<strong>en</strong>tino. El tal<strong>en</strong>to artístico abandonó las anti-3. Prokofiev escribió siete y Shostakovich quince, e incluso Stravinsky escribió tres. Noobstante, los tres pert<strong>en</strong>ecían a la primera mitad <strong>del</strong> siglo, o habían recibido su formación <strong>en</strong> ella.


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 507guas formas de expresión porque aparecieron formas nuevas más atractivas ogratificantes, como sucedió cuando, <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras, jóv<strong>en</strong>escompositores de vanguardia como Auric y Britt<strong>en</strong> se sintieron t<strong>en</strong>tados aescribir bandas sonoras de película <strong>en</strong> vez de cuartetos de cuerda. Gran parte<strong>del</strong> dibujo y la pintura rutinarios fueron reemplazados por la cámara fotográficaque, por poner un ejemplo, acaparó casi <strong>en</strong> exclusiva la repres<strong>en</strong>taciónde la moda. La novela por <strong>en</strong>tregas, un género agonizante <strong>en</strong> el períodode <strong>en</strong>treguerras, tomó nuevo ímpetu <strong>en</strong> la era de la televisión con los «culebrones».El cine, que daba mucho más campo a la creatividad individual trasel hundimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> sistema de producción industrial de los estudios de Hollywood,y a medida que grandes sectores <strong>del</strong> público se quedaban <strong>en</strong> casa paraver la televisión y más tarde el vídeo, ocupó el lugar que antes t<strong>en</strong>ían lanovela y el teatro. Por cada amante de la cultura que podía m<strong>en</strong>cionar dosobras teatrales de, al m<strong>en</strong>os, cinco autores vivos, había cincu<strong>en</strong>ta capaces de<strong>en</strong>umerar los títulos de las principales películas de doce o más directoresde cine. Era natural. Sólo el estatus social atribuido a una «alta cultura» pasadade moda impidió una decad<strong>en</strong>cia más rápida de sus géneros tradicionales. 4No obstante, hubo dos factores todavía más importantes para su declive.El primero fue el triunfo universal de la sociedad de consumo. A partir de losaños ses<strong>en</strong>ta las imág<strong>en</strong>es que acompañaban a los seres humanos <strong>en</strong> el mundooccid<strong>en</strong>tal —y de forma creci<strong>en</strong>te incluso <strong>en</strong> las zonas urbanas <strong>del</strong> tercermundo— desde su nacimi<strong>en</strong>to hasta su muerte eran las que anunciaban oimplicaban consumo, o las dedicadas al <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to comercial de masas.Los sonidos que acompañaban la vida urbana, d<strong>en</strong>tro y fuera de casa, eranlos de la música pop comercial. Comparado con éstos, el impacto <strong>del</strong> «granarte», incluso <strong>en</strong>tre las personas cultas, era meram<strong>en</strong>te ocasional, <strong>en</strong> especialdesde que el triunfo <strong>del</strong> sonido y la imag<strong>en</strong> propiciado por la tecnología desplazóal que había sido el principal medio de expresión de la alta cultura: lapalabra impresa. Exceptuando las lecturas de evasión (novelas rosa paramujeres, novelas de acción de varios tipos para hombres y, quizás, <strong>en</strong> la erade la liberación, algo de erotismo o de pornografía), los lectores serios <strong>del</strong>ibros con otros fines que los puram<strong>en</strong>te profesionales o educativos eran unapequeña minoría. Aunque la revolución educativa increm<strong>en</strong>tó el número <strong>del</strong>ectores <strong>en</strong> términos absolutos, el hábito de la lectura decayó <strong>en</strong> los paísesde teórica alfabetización total cuando la letra impresa dejó de ser la principalpuerta de acceso al mundo más allá de la comunicación oral. A partir <strong>del</strong>os años cincu<strong>en</strong>ta la lectura dejó de ser, incluso para los niños de las clasescultas <strong>del</strong> mundo occid<strong>en</strong>tal rico, una actividad tan espontánea como habíasido para sus padres.Las palabras que dominaban las sociedades de consumo occid<strong>en</strong>tales yano eran las palabras de los libros sagrados, ni tampoco las de los escritoreslaicos, sino las marcas de cualquier cosa que pudiera comprarse. Estaban4. Un brillante sociólogo francés analizó el uso de la cultura como un signo de clase <strong>en</strong>un libro titulado La distinction (Bourdieu, 1979).


5 0 8 EL DERRUMBAMIENTOimpresas <strong>en</strong> las camisetas o adosadas a otras pr<strong>en</strong>das de vestir como conjurosmágicos con los que el usuario adquiriría el mérito espiritual <strong>del</strong> (g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>tejov<strong>en</strong>) estilo de vida que estos nombres simbolizaban y prometían.Las imág<strong>en</strong>es que se convirtieron <strong>en</strong> los iconos de estas sociedades fueronlas de los <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tos de masas y <strong>del</strong> consumo masivo: estrellas de lapantalla y latas de conserva. No es de extrañar que <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta, <strong>en</strong>el corazón de la democracia consumista, la principal escuela pictórica claudicaseante creadores de imág<strong>en</strong>es mucho más poderosos que los <strong>del</strong> arteanticuado. El pop art (Warhol, Licht<strong>en</strong>stein, Rausch<strong>en</strong>berg, Old<strong>en</strong>burg) dedicósu tiempo a reproducir, con la mayor objetividad y precisión posibles, lastrampas visuales <strong>del</strong> comercialismo estadounid<strong>en</strong>se: latas de sopa, banderas,botellas de Coca-Cola, Marilyn Monroe.Insignificante como arte (<strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que t<strong>en</strong>ía el término <strong>en</strong> el sigloxix), esta moda reconocía, no obstante, que el mercado de masas basabasu triunfo <strong>en</strong> la satisfacción de las necesidades tanto espirituales como materialesde los consumidores; algo de lo que las ag<strong>en</strong>cias de publicidad habíansido vagam<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>tes cuando c<strong>en</strong>traban sus campañas <strong>en</strong> v<strong>en</strong>der «no elbistec sino el chisporroteo», no el jabón sino el sueño de la belleza, no latasde sopa sino felicidad familiar. A partir de los años cincu<strong>en</strong>ta estuvo cadavez más claro que todo aquello t<strong>en</strong>ía lo que podría llamarse una dim<strong>en</strong>siónestética, una creatividad popular, ocasionalm<strong>en</strong>te activa pero casi siemprepasiva, que los productores debían competir para ofrecer. Los excesos barrocos<strong>en</strong> los diseños de automóviles <strong>en</strong> el Detroit de los cincu<strong>en</strong>ta t<strong>en</strong>ían estepropósito; y <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta unos pocos críticos intelig<strong>en</strong>tes empezaron ainvestigar lo que antes había sido rechazado y desestimado como «comercial»o caré<strong>en</strong>te de valor estético, <strong>en</strong> especial lo que atraía al hombre y lamujer de la calle (Banham, 1971). Los intelectuales al viejo estilo, descritosahora como «elitistas» (una palabra que adoptó con <strong>en</strong>tusiasmo el nuevoradicalismo de los ses<strong>en</strong>ta), habían m<strong>en</strong>ospreciado a las masas, a las queveían como receptoras pasivas de lo que la gran empresa quería que compras<strong>en</strong>.Sin embargo, los años cincu<strong>en</strong>ta demostraron, <strong>en</strong> especial con el triunfo<strong>del</strong> rock-and-roll (un idioma de adolesc<strong>en</strong>tes derivado <strong>del</strong> blues urbano <strong>del</strong>os guetos negros de Estados Unidos), que las masas sabían o, por lo m<strong>en</strong>os,distinguían lo que les gustaba. La industria discográfica que se <strong>en</strong>riqueciócon la música rock, ni la creó ni mucho m<strong>en</strong>os la planeó, sino que la recogióde los aficionados y de los observadores que la descubrieron. Sin duda lacorrompió al adoptarla. El «arte» (si es que se puede emplear dicho término)se veía surgir <strong>del</strong> mismo suelo y no de flores excepcionales nacidas <strong>en</strong> él. Esmás, como sost<strong>en</strong>ía el populismo que compartían el mercado y el radicalismoantielitista, lo importante no era distinguir <strong>en</strong>tre lo bu<strong>en</strong>o y lo malo, lo elaboradoy lo s<strong>en</strong>cillo, sino a lo sumo <strong>en</strong>tre lo que atraía a más o m<strong>en</strong>os g<strong>en</strong>te.Esto dejaba poco espacio al viejo concepto de arte.Otra fuerza aún más poderosa estaba minando el «gran arte»: la muertede la «modernidad» que desde fines <strong>del</strong> siglo xix había legitimado la prácticade una creación artística no utilitaria y que servía de justificación a los


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 509artistas <strong>en</strong> su afán de liberarse de toda restricción. La innovación había sidosu es<strong>en</strong>cia. Haci<strong>en</strong>do una analogía con la ci<strong>en</strong>cia y la tecnología, la «modernidad»presuponía que el arte era progresivo y, por consigui<strong>en</strong>te, que el estilode hoy era superior al de ayer. Había sido, por definición, el arte de la «vanguardia»,un término que <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> el vocabulario de los críticos hacia 1880.Es decir, el arte de unas minorías que, <strong>en</strong> teoría, aspiraban a llegar a las mayorías,pero que <strong>en</strong> la práctica se congratulaban de no haberlo logrado aún.Cualquiera que fuese la forma específica que adoptase, la «modernidad» s<strong>en</strong>utría <strong>del</strong> rechazo de las conv<strong>en</strong>ciones artísticas y sociales de la burguesíaliberal <strong>del</strong> siglo xix y de la percepción de que era necesario crear un arte quede algún modo se adecuase a un siglo xx social y tecnológicam<strong>en</strong>te revolucionario,al que no conv<strong>en</strong>ían el arte y el modo de vivir de la reina Victoria,<strong>del</strong> emperador Guillermo y <strong>del</strong> presid<strong>en</strong>te Theodore Roosevelt (véase Laera <strong>del</strong> imperio, capítulo 9). En teoría ambos objetivos estaban asociados: elcubismo era a la vez un rechazo y una crítica de la pintura repres<strong>en</strong>tativa victorianay una alternativa a ella, así como una colección de «obras de arte» realizadaspor «artistas» por y para sí mismos. En la práctica, ambos conceptosno t<strong>en</strong>ían que coincidir, como el (<strong>del</strong>iberado) nihilismo artístico <strong>del</strong> urinario deMarcel Duchamp y el dada habían demostrado mucho antes. No pret<strong>en</strong>díanser ningún tipo de arte, sino un anti-arte. En teoría, también, los valores socialesque buscaban los artistas «modernos» <strong>en</strong> el siglo xx y las formas de expresarlos<strong>en</strong> palabra, sonido, imag<strong>en</strong> y forma debían confundirse mutuam<strong>en</strong>te,como ocurría <strong>en</strong> la arquitectura moderna, que era <strong>en</strong> es<strong>en</strong>cia un estilo paraconstruir utopías sociales <strong>en</strong> formas presuntam<strong>en</strong>te adecuadas para ello. Tampocoaquí t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> la práctica una conexión lógica la forma y la sustancia.¿Por qué, por ejemplo, la «ciudad radiante» {cité radieuse) de Le Corbusierhabía de consistir <strong>en</strong> edificios elevados con los techos planos y no <strong>en</strong> punta?En cualquier caso, como hemos visto, <strong>en</strong> la primera mitad <strong>del</strong> siglo la«modernidad» funcionó, la debilidad de sus fundam<strong>en</strong>tos teóricos pasó desapercibida,el estrecho marg<strong>en</strong> que existía hasta los límites <strong>del</strong> desarrollo permitidopor sus fórmulas (por ejemplo, la música dodecafónica o el arte abstracto)todavía no se había cruzado, su estructura se mantuvo intacta pese asus contradicciones o fisuras pot<strong>en</strong>ciales. La innovación formal de vanguardiay la esperanza social aún seguían <strong>en</strong>lazadas por la experi<strong>en</strong>cia de la guerra, lacrisis y la posible revolución a escala mundial. La era antifascista pospusola reflexión. La modernidad todavía pert<strong>en</strong>ecía a la vanguardia y a la oposición,excepto <strong>en</strong>tre los diseñadores industriales y las ag<strong>en</strong>cias de publicidad.No había ganado.Salvo <strong>en</strong> los regím<strong>en</strong>es socialistas, compartió la victoria sobre Hitler. Lamodernidad <strong>en</strong> el arte y <strong>en</strong> la arquitectura conquistaron los Estados Unidos,ll<strong>en</strong>ando las galerías y las oficinas de las empresas de prestigio de «expresionistasabstractos», poblando los barrios financieros de las ciudades norteamericanascon los símbolos <strong>del</strong> «estilo internacional»: alargadas cajas rectangularesapuntando hacia lo alto, no tanto «rascando» el cielo como aplanandosus techos contra él, con gran elegancia, como <strong>en</strong> el edificio Seagram de Mies


5 1 0 EL DERRUMBAMIENTOvan der Rohe, o bi<strong>en</strong> subi<strong>en</strong>do más alto, como <strong>en</strong> el World Trade C<strong>en</strong>ter(ambos <strong>en</strong> Nueva York). En el viejo contin<strong>en</strong>te se seguía hasta cierto punto lat<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia norteamericana, que ahora se inclinaba a asociar la modernidad conlos «valores occid<strong>en</strong>tales»: la abstracción (el arte no figurativo) <strong>en</strong> las artesvisuales y la modernidad <strong>en</strong> la arquitectura se hicieron parte, a veces la partedominante, de la esc<strong>en</strong>a cultural establecida, e incluso r<strong>en</strong>ació parcialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> países como el Reino Unido, donde parecía haberse estancado.Por contra, desde finales de los ses<strong>en</strong>ta se fue manifestando una marcadareacción contra esto, que <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta se puso de moda bajo etiquetastales como «posmodernidad». No era tanto un «movimi<strong>en</strong>to» como la negaciónde cualquier criterio preestablecido de juicio y valoración <strong>en</strong> las artes o,de hecho, de la posibilidad de realizarlos. Fue <strong>en</strong> la arquitectura donde estareacción se dejó s<strong>en</strong>tir y ver por primera vez, coronando los rascacielos confrontispicios chipp<strong>en</strong>dale, tanto más provocativos por el hecho de ser construidospor el propio coinv<strong>en</strong>tor <strong>del</strong> término «estilo internacional», PhilipJohnson (1906). Los críticos para qui<strong>en</strong>es la línea <strong>del</strong> cielo creada espontáneam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> Manhattan había sido el mo<strong>del</strong>o moderno de ciudad, descubrieronlas virtudes de la desvertebración de Los Ángeles, un desierto de detallessin forma, el paraíso (o el infierno) de aquellos que hicieron lo que quisieron.Irracional como era, la arquitectura moderna se regía por criterios estéticomorales,pero <strong>en</strong> a<strong>del</strong>ante las cosas ya no iban a ser así.Los logros <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to moderno <strong>en</strong> la arquitectura habían sido impresionantes.A partir de 1945 habían construido los aeropuertos que unían almundo, sus fábricas, sus edificios de oficinas y cuantos edificios públicoshabía sido preciso erigir (capitales <strong>en</strong>teras <strong>en</strong> el tercer mundo; museos, universidadesy teatros <strong>en</strong> el primero). Presidió la reconstrucción masiva y globalde las ciudades <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta, puesto que las innovaciones técnicasque permitían realizar construcciones rápidas y baratas dejaron huella incluso<strong>en</strong> el mundo socialista. No cab<strong>en</strong> demasiadas dudas de que produjo grannúmero de edificios muy bellos e incluso obras maestras, pero también unbu<strong>en</strong> número de edificios feos y muchos hormigueros inhumanos impersonales.Las realizaciones de la pintura y escultura modernas de posguerra fueronincomparablem<strong>en</strong>te m<strong>en</strong>ores y, casi siempre, inferiores a sus predecesoras de<strong>en</strong>treguerras, como demuestra la comparación <strong>del</strong> arte parisino de los cincu<strong>en</strong>tacon ei de los años veinte. Consistían sobre todo <strong>en</strong> una serie de trucoscada vez más elaborados mediante los cuales los artistas int<strong>en</strong>taban dar a susobras una marca inmediatam<strong>en</strong>te reconocible, <strong>en</strong> una sucesión de manifiestosde desesperación o de abdicación fr<strong>en</strong>te a la inundación de no arte (popart, art brut de Dubuffet y similares) que sumergió al artista a la vieja usanza,<strong>en</strong> la asimilación de garabatos, trozos y piezas, o de gestos que reducíanad absurdum el arte adquirido como una mercancía para invertir y sus coleccionistas,como cuando se añadía un nombre individual a un montón <strong>del</strong>adrillos o de tierra («arte minimalista»), o se int<strong>en</strong>taba evitar que se convirtiera<strong>en</strong> tal mercancía haciéndolo perecedero {performances).Un aroma de muerte próxima emanaba de estas vanguardias. El futuro ya


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 511no era suyo, aunque nadie sabía de quién era. Eran consci<strong>en</strong>tes, más que nunca,de que estaban al marg<strong>en</strong>. Comparado con la auténtica revolución <strong>en</strong> lapercepción y <strong>en</strong> la repres<strong>en</strong>tación logradas gracias a la tecnología por qui<strong>en</strong>esbuscaban hacer dinero, las innovaciones formales de los bohemios deestudio habían sido siempre un juego de niños. ¿Qué eran las imitacionesfuturistas de la velocidad <strong>en</strong> los óleos comparadas con la velocidad real, oincluso con poner una cámara cinematográfica <strong>en</strong> una locomotora, algo queestaba al alcance de cualquiera? ¿Qué eran los conciertos experim<strong>en</strong>tales decomposiciones modernas con sonidos electrónicos, que cualquier empresariosabía que resultaban letales para la taquilla, comparados con la música rockque había convertido el sonido electrónico <strong>en</strong> música para los millones? Sitodo el «gran arte» estaba segregado <strong>en</strong> guetos, ¿podía la vanguardia ignorarque sus espacios <strong>en</strong> él eran minúsculos, y m<strong>en</strong>guantes, como lo confirmabacualquier comparación de las v<strong>en</strong>tas de Chopin y de Schonberg? Con elauge <strong>del</strong> arte pop, incluso el mayor baluarte de la modernidad <strong>en</strong> las artesvisuales, la abstracción, perdió su hegemonía. La repres<strong>en</strong>tación volvió a serlegítima.La «posmodernidad», por consigui<strong>en</strong>te, atacó tanto a los estilos autocomplacidoscomo a los agotados o, mejor, atacó las formas de realizar lasactividades que t<strong>en</strong>ían que continuar realizándose, <strong>en</strong> un estilo u otro, comola construcción y las obras públicas, a la vez que las que no eran indisp<strong>en</strong>sables<strong>en</strong> sí mismas, como la producción artesanal de pinturas de caballete parasu v<strong>en</strong>ta particular. Por ello seria <strong>en</strong>gañoso analizarla como una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ciaartística, al modo <strong>del</strong> desarrollo de las vanguardias anteriores. En realidad,sabemos que el término «posmodernidad» se ext<strong>en</strong>dió por toda clase de camposque no t<strong>en</strong>ían nada que ver con el arte. En los años nov<strong>en</strong>ta se calificabade posmodernos a filósofos, ci<strong>en</strong>tíficos sociales, antropólogos, historiadoresy a practicantes de otras disciplinas que nunca habían t<strong>en</strong>dido a tomar prestadasu terminología de las vanguardias artísticas, ni tan siquiera cuandoestaban asociados a ellas. La critica literaria, por supuesto, lo adoptó con<strong>en</strong>tusiasmo. De hecho, la moda «posmoderna», propagada con distintos nombres(«deconstrucción», «postestructuralismo», etc.) <strong>en</strong>tre la intellig<strong>en</strong>tsiafrancófona, se abrió camino <strong>en</strong> los departam<strong>en</strong>tos de literatura de los EstadosUnidos y de ahí pasó al resto de las humanidades y las ci<strong>en</strong>cias sociales.Todas estas «posmodernidades» t<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> común un escepticismo es<strong>en</strong>cialsobre la exist<strong>en</strong>cia de una realidad objetiva, y/o la posibilidad de llegara una compr<strong>en</strong>sión cons<strong>en</strong>suada de ella por medios racionales. Todo t<strong>en</strong>día aun relativismo radical. Todo, por tanto, cuestionaba la es<strong>en</strong>cia de un mundoque descansaba <strong>en</strong> supuestos contrarios, a saber, el mundo transformado porla ci<strong>en</strong>cia y por la tecnología basada <strong>en</strong> ella, y la ideología de progreso quelo reflejaba. En el capítulo sigui<strong>en</strong>te abordaremos el desarrollo de esta extraña,aunque no inesperada, contradicción. D<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> campo más restringido<strong>del</strong> «gran arte», la contradicción no era tan extrema puesto que, como hemosvisto (La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 9), las vanguardias modernas ya habíanext<strong>en</strong>dido los límites de lo que podía llamarse «arte» (o, por lo m<strong>en</strong>os, de los


512 EL DERRUMBAMIENTOproductos que podían v<strong>en</strong>derse, arr<strong>en</strong>darse o <strong>en</strong>aj<strong>en</strong>arse provechosam<strong>en</strong>tecomo «arte») casi hasta el infinito. Lo que la «posmodernidad» produjo fuemás bi<strong>en</strong> una separación (mayoritariam<strong>en</strong>te g<strong>en</strong>eracional) <strong>en</strong>tre aquellos aqui<strong>en</strong>es repelía lo que consideraban la frivolidad nihilista de la nueva moday qui<strong>en</strong>es p<strong>en</strong>saban que tomarse las artes «<strong>en</strong> serio» era tan sólo una reliquiamás <strong>del</strong> pasado. ¿Qué había de malo, se preguntaban, <strong>en</strong> «los desechosde la civilización ... camuflados <strong>en</strong> plástico» que tanto <strong>en</strong>ojaban al filósofosocial Jürg<strong>en</strong> Habermas, último vastago de la famosa Escuela de Frankfurt?(Hughes, 1988, p. 146).La «posmodernidad» no estaba, pues, confinada a las artes. Sin embargo,había bu<strong>en</strong>as razones para que el término surgiera primero <strong>en</strong> la esc<strong>en</strong>a artística,ya que la es<strong>en</strong>cia misma <strong>del</strong> arte de vanguardia era la búsqueda de nuevasformas de expresión para lo que no se podía expresar <strong>en</strong> términos <strong>del</strong>pasado, a saber: la realidad <strong>del</strong> siglo xx. Esta era una de las dos ramas<strong>del</strong> gran sueño de este siglo; la otra era la búsqueda de la transformaciónradical de esta realidad. Las dos eran revolucionarias <strong>en</strong> difer<strong>en</strong>tes s<strong>en</strong>tidosde la palabra, pero las dos se referían al mismo mundo. Ambas coincidieronde alguna manera <strong>en</strong>tre 1880 y 1900 y, de nuevo, <strong>en</strong>tre 1914 y laderrota <strong>del</strong> fascismo, cuando los tal<strong>en</strong>tos creativos fueron tan a m<strong>en</strong>udorevolucionarios, o por lo m<strong>en</strong>os radicales, <strong>en</strong> ambos s<strong>en</strong>tidos, normalm<strong>en</strong>te—aunque no siempre— <strong>en</strong> la izquierda. Ambas fracasarían, aunque dehecho han modificado el mundo <strong>del</strong> año 2000 tan profundam<strong>en</strong>te que sushuellas no pued<strong>en</strong> borrarse.Mirando atrás parece evid<strong>en</strong>te que el proyecto de una revolución de vanguardiaestaba cond<strong>en</strong>ado a fracasar desde el principio, tanto por su arbitrariedadintelectual, como por la naturaleza <strong>del</strong> modo de producción que lasartes creativas repres<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> una sociedad liberal burguesa. Casi todos losmanifiestos mediante los cuales los artistas de vanguardia anunciaron susint<strong>en</strong>ciones <strong>en</strong> el curso de los últimos ci<strong>en</strong> años demuestran una falta de coher<strong>en</strong>cia<strong>en</strong>tre fines y medios, <strong>en</strong>tre el objetivo y los métodos para alcanzarlo.Una versión concreta de la novedad no es necesariam<strong>en</strong>te consecu<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>rechazo <strong>del</strong>iberado de lo antiguo. La música que evita <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>tela tonalidad no es necesariam<strong>en</strong>te la música serial de Schonberg, basada <strong>en</strong> lapermutación de las doce notas de la escala cromática. Ni tampoco es este elúnico método para obt<strong>en</strong>er música serial, así como tampoco la música seriales necesariam<strong>en</strong>te atonal.El cubismo, a pesar de su atractivo, no t<strong>en</strong>ía ningún tipo de fundam<strong>en</strong>toteórico racional. De hecho, la decisión de abandonar los procedimi<strong>en</strong>tos yreglas tradicionales por otros nuevos fue tan arbitraria como la elección deciertas novedades. El equival<strong>en</strong>te de la «modernidad» <strong>en</strong> el ajedrez, la llamadaescuela «hipermoderna» de jugadores de los años veinte (Réti, Grünfeld,Nimzowitsch, etc.), no propuso cambiar las reglas <strong>del</strong> juego, como hicieronotros. Reaccionaban, pura y simplem<strong>en</strong>te, contra las conv<strong>en</strong>ciones (la escuela«clásica» de Tarrasch), explotando las paradojas, escogi<strong>en</strong>do aperturaspoco conv<strong>en</strong>cionales («Después de 1, P-K4 el juego de las blancas agoniza»)


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 5 1 3y observando más que ocupando el c<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> tablero. La mayoría de losescritores, y <strong>en</strong> especial los poetas, hicieron lo mismo <strong>en</strong> la práctica. Siguieronaceptando los procedimi<strong>en</strong>tos tradicionales —por ejemplo, empleaban elverso con rima y metro donde creían apropiado— y rompían con las conv<strong>en</strong>ciones<strong>en</strong> otros aspectos. Kafka no era m<strong>en</strong>os «moderno» que Joyce porquesu prosa fuera m<strong>en</strong>os atrevida. Es más, donde el estilo moderno afirmabat<strong>en</strong>er una razón intelectual, por ejemplo, como expresión de la era de lasmáquinas o, más tarde, de los ord<strong>en</strong>adores, la conexión era puram<strong>en</strong>te metafórica.En cualquier caso, el int<strong>en</strong>to de asimilar «la obra de arte <strong>en</strong> la era desu reproductibilidad técnica» (B<strong>en</strong>jamin, 1961) —esto es, de creación máscooperativa que individual, más técnica que manual— con el viejo mo<strong>del</strong>o<strong>del</strong> artista creativo individual que sólo reconocía su inspiración personalestaba destinado al fracaso. Los jóv<strong>en</strong>es críticos franceses que <strong>en</strong> los añoscincu<strong>en</strong>ta desarrollaron una teoría <strong>del</strong> cine como el trabajo de un solo auteurcreativo, el director, <strong>en</strong> virtud sobre todo de su pasión por las películas deserie B <strong>del</strong> Hollywood de los años treinta y cuar<strong>en</strong>ta, habían desarrollado unateoría absurda porque la cooperación coordinada y la división <strong>del</strong> trabajo eray es el fundam<strong>en</strong>to de aquellos cuya tarea es ll<strong>en</strong>ar las tardes <strong>en</strong> las pantallaspúblicas y privadas, o producir alguna sucesión regular de obras de consumointelectual, tales como diarios o revistas. Los tal<strong>en</strong>tos que adoptaron las formascreativas características <strong>del</strong> siglo xx, que <strong>en</strong> su mayoría eran productos,o subproductos, para el consumo de masas, no eran inferiores a los <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>oburgués <strong>del</strong> siglo xix, pero no podían permitirse el papel clásico <strong>del</strong> artistasolitario. Su único vínculo directo con sus predecesores clásicos se producía<strong>en</strong> ese limitado sector <strong>del</strong> «gran arte» que siempre había funcionado de maneracolectiva: la esc<strong>en</strong>a. Si Akira Kurosawa (1910), Lucchino Visconti (1906-1976) o Sergei Eis<strong>en</strong>stein (1898-1948) —por citar tan sólo tres nombres deartistas verdaderam<strong>en</strong>te grandes <strong>del</strong> siglo, todos con una formación teatral—hubieran querido crear a la manera de Flaubert, Courbet o Dick<strong>en</strong>s, ningunohubiese llegado muy lejos.No obstante, como observó Walter B<strong>en</strong>jamin, la era de la «reproductibilidadtécnica» no sólo transformó la forma <strong>en</strong> que se realizaba la creación, convirti<strong>en</strong>dolas películas y todo lo que surgió de ellas (televisión, vídeo) <strong>en</strong> elarte c<strong>en</strong>tral <strong>del</strong> siglo, sino también la forma <strong>en</strong> que los seres humanos percibíanla realidad y experim<strong>en</strong>taban las obras de creación. No era ya por mediode aquellos actos de culto y de oración laica cuyos templos eran los museos,galerías, salas de conciertos y teatros públicos, tan típicos de la civilizaciónburguesa <strong>del</strong> siglo xix. El turismo, que ahora ll<strong>en</strong>aba dichos establecimi<strong>en</strong>toscon extranjeros más que con nacionales, y la educación eran los últimos baluartesde este tipo de consumo <strong>del</strong> arte. Las cifras absolutas de personas quevivían estas experi<strong>en</strong>cias eran, obviam<strong>en</strong>te, mucho mayores que <strong>en</strong> cualquiermom<strong>en</strong>to anterior; pero incluso la mayoría de qui<strong>en</strong>es, tras abrirse paso acodazos <strong>en</strong> los Uffizi flor<strong>en</strong>tinos para poder contemplar la Primavera, semant<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> un sil<strong>en</strong>cio rever<strong>en</strong>te, o de qui<strong>en</strong>es se emocionaban ley<strong>en</strong>do aShakespeare como parte de sus obligaciones para un exam<strong>en</strong>, vivían por lo


5 1 4 EL DERRUMBAMIENTOg<strong>en</strong>eral <strong>en</strong> un universo perceptivo difer<strong>en</strong>te, abigarrado y heterogéneo. Lasimpresiones s<strong>en</strong>sitivas, incluso las ideas, podían llegarles simultáneam<strong>en</strong>tedesde todos los fr<strong>en</strong>tes (mediante una combinación de titulares e imág<strong>en</strong>es,texto y anuncios <strong>en</strong> la página de un diario, el sonido <strong>en</strong> los auriculares mi<strong>en</strong>trasel ojo pasa revista a la página, mediante la yuxtaposición de imag<strong>en</strong>, voz,letra escrita y sonido), todo ello asimilado periféricam<strong>en</strong>te, a m<strong>en</strong>os que, porun instante, algo llamase su at<strong>en</strong>ción. Esta había sido la forma <strong>en</strong> que durantemucho tiempo la g<strong>en</strong>te de ciudad había v<strong>en</strong>ido experim<strong>en</strong>tando la calle, <strong>en</strong>donde t<strong>en</strong>ían lugar ferias populares y <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>tos circ<strong>en</strong>ses, algo con quelos artistas y críticos estaban familiarizados desde el romanticismo. La novedadconsistía <strong>en</strong> que la tecnología impregnaba de arte la vida cotidiana privadao pública. Nunca antes había sido tan difícil escapar de una experi<strong>en</strong>ciaestética. La «obra de arte» se perdía <strong>en</strong> una corri<strong>en</strong>te de palabras, de sonidos,de imág<strong>en</strong>es, <strong>en</strong> el <strong>en</strong>torno universal de lo que un día habríamos llamado arte.¿Podía seguir llamándose así? Para qui<strong>en</strong>es aún se preocupaban por estascosas, las grandes obras duraderas todavía podían id<strong>en</strong>tificarse, aunque <strong>en</strong> laszonas desarrolladas <strong>del</strong> mundo las obras que habían sido creadas de formaexclusiva por un solo individuo y que podían id<strong>en</strong>tificarse sólo con él sehicieron cada vez más marginales. Y lo mismo pasó, con la excepción de losedificios, con las obras de creación o construcción que no habían sido diseñadaspara la reproducción. ¿Podía el arte seguir si<strong>en</strong>do juzgado y calificadocon las mismas pautas que regían la valoración de estas materias <strong>en</strong> los grandesdías de la civilización burguesa? Sí y no. Medir el mérito por la cronologíanunca había conv<strong>en</strong>ido al arte: las obras de creación nunca habían sidomejores simplem<strong>en</strong>te porque fueran antiguas, como p<strong>en</strong>saron <strong>en</strong> el R<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to,o porque fues<strong>en</strong> más reci<strong>en</strong>tes que otras, como sost<strong>en</strong>ían los vanguardistas.Este último criterio se convirtió <strong>en</strong> absurdo a finales <strong>del</strong> siglo xx,al mezclarse con los intereses económicos de las industrias de consumo queobt<strong>en</strong>ían sus b<strong>en</strong>eficios <strong>del</strong> corto ciclo de la moda con v<strong>en</strong>tas instantáneas y<strong>en</strong> masa de artículos para un uso breve e int<strong>en</strong>sivo.Por otro lado, <strong>en</strong> las artes todavía era posible y necesario aplicar la distinción<strong>en</strong>tre lo serio y lo trivial, <strong>en</strong>tre lo bu<strong>en</strong>o y lo malo, la obra profesional yla <strong>del</strong> aficionado. Tanto más necesario por cuanto había partes interesadas qu<strong>en</strong>egaban tales distinciones, aduci<strong>en</strong>do que el mérito sólo podía medirse <strong>en</strong> virtudde las cifras de v<strong>en</strong>ta, o que eran elitistas, o bi<strong>en</strong> sost<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do, como losposmodernos, que no podían hacerse distinciones objetivas de ningún tipo. Enrealidad, solam<strong>en</strong>te los ideólogos o los v<strong>en</strong>dedores def<strong>en</strong>dían <strong>en</strong> público estospuntos de vista absurdos, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> privado la mayoría de ellos sabíadistinguir <strong>en</strong>tre lo bu<strong>en</strong>o y lo malo. En 1991 un joyero británico que t<strong>en</strong>íagran éxito <strong>en</strong> el mercado de masas provocó un gran escándalo al admitir <strong>en</strong>una confer<strong>en</strong>cia ante hombres de negocios que sus b<strong>en</strong>eficios procedían dev<strong>en</strong>der basura a g<strong>en</strong>te que no t<strong>en</strong>ía gusto para nada mejor. El joyero, a difer<strong>en</strong>ciade los teóricos posmodernos, sabía que los juicios de calidad formabanparte de la vida.Pero si tales juicios eran todavía posibles, ¿t<strong>en</strong>ían aún significado <strong>en</strong> un


LA MUERTE DE LA VANGUARDIA 515mundo <strong>en</strong> que, para la mayoría de los habitantes de las zonas urbanas, lasesferas de la vida y el arte, de la emoción g<strong>en</strong>erada desde d<strong>en</strong>tro y la emocióng<strong>en</strong>erada desde fuera, o <strong>del</strong> trabajo y <strong>del</strong> ocio, eran cada vez m<strong>en</strong>os difer<strong>en</strong>ciables?O, dicho de otra forma, ¿eran aún importantes fuera de los circuitoscerrados de la escuela y la academia <strong>en</strong> que gran parte de las artes tradicionalesbuscaban refugio? Resulta difícil contestar, puesto que el mero int<strong>en</strong>to deresponder o de formular tal pregunta puede presuponer la respuesta. Es fácilescribir la historia <strong>del</strong> jazz o discutir sus logros <strong>en</strong> términos similares a losque se aplican a la música clásica, si tomamos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta la difer<strong>en</strong>cia considerable<strong>en</strong> el tipo de sociedad, el público y la incid<strong>en</strong>cia económica de estetipo de arte. No está claro, <strong>en</strong> cambio, que este procedimi<strong>en</strong>to sea aplicable ala música rock, aunque también proceda de la música negra estadounid<strong>en</strong>se.El significado de los logros de Charlie Parker y de Louis Armstrong, o susuperioridad sobre sus contemporáneos, es algo claro, o puede serlo. Sinembargo, parece bastante más difícil para algui<strong>en</strong> que no ha id<strong>en</strong>tificado suvida con un sonido específico escoger <strong>en</strong>tre este o aquel grupo de rock de<strong>en</strong>tre el <strong>en</strong>orme aluvión de música que ha pasado por el valle <strong>del</strong> rock <strong>en</strong> losúltimos cuar<strong>en</strong>ta años. Billie Holiday ha sido capaz, al m<strong>en</strong>os hasta elmom<strong>en</strong>to de escribir estas páginas, de comunicarse con oy<strong>en</strong>tes que nacieronmucho después de su muerte. ¿Puede algui<strong>en</strong> que no haya sido contemporáneode los Rolling Stones s<strong>en</strong>tir algo parecido al apasionado <strong>en</strong>tusiasmo quedespertó este grupo a mediados de los años ses<strong>en</strong>ta? ¿Qué parte de la pasiónpor una imag<strong>en</strong> o un sonido de hoy se basa <strong>en</strong> la asociación, es decir, no <strong>en</strong>que la canción sea admirable, sino <strong>en</strong> el hecho de que «es nuestra canción»?No podemos decirlo. El papel que t<strong>en</strong>drán las artes actuales <strong>en</strong> el siglo xxi—e incluso su misma supervivi<strong>en</strong>cia— resulta ser algo oscuro. Este no es elcaso respecto <strong>del</strong> papel de las ci<strong>en</strong>cias.


Capítulo XVIIIBRUJOS Y APRENDICES: LASCIENCIAS NATURALES—¿Cree usted que, <strong>en</strong> el mundo de hoy, hay un lugar para lafilosofía?—Por supuesto, pero sólo si ésta se basa <strong>en</strong> el estado actual <strong>del</strong>os conocimi<strong>en</strong>tos y logros ci<strong>en</strong>tíficos ... Los filósofos no pued<strong>en</strong>aislarse de la ci<strong>en</strong>cia. Ésta no sólo ha ampliado y transformadonuestra visión de la vida y <strong>del</strong> universo <strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te, sino quetambién ha revolucionado las reglas con las que opera el intelecto.CLAUDE LÉVI-STRAUSS (1988)El texto de refer<strong>en</strong>cia sobre dinámica de gases fue escritomi<strong>en</strong>tras su autor disfrutaba de una beca Gugg<strong>en</strong>heim, y él mismolo describió como un texto cuya forma le fue dictada por las necesidadesde la industria. D<strong>en</strong>tro de este marco, confirmar la teoríade la relatividad g<strong>en</strong>eral de Einstein se llegó a considerar un pasocrucial para mejorar «la precisión de los misiles balísticos, graciasa la estimación minuciosa de los efectos gravitatorios». Cada vezmás, la física de la posguerra conc<strong>en</strong>tró sus estudios <strong>en</strong> aquellasáreas que se p<strong>en</strong>saba podían t<strong>en</strong>er aplicaciones militares.MARGARET JACOB (1993, pp. 66-67)INingún otro período de la historia ha sido más impregnado por las ci<strong>en</strong>ciasnaturales, ni más dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de ellas, que el siglo xx. No obstante, ningúnotro período, desde la retractación de Galileo, se ha s<strong>en</strong>tido m<strong>en</strong>os a gustocon ellas. Esta es la paradoja con que los historiadores <strong>del</strong> siglo deb<strong>en</strong>lidiar. Pero antes de int<strong>en</strong>tarlo, hay que comprobar la magnitud <strong>del</strong> f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o.En 1919 el número total de físicos y químicos alemanes y británicos jun-


LAS CIENCIAS NATURALES 5 1 7tos llegaba, quizás, a los 8.000. A finales de los años och<strong>en</strong>ta, el número deci<strong>en</strong>tíficos e ing<strong>en</strong>ieros involucrados <strong>en</strong> la investigación y el desarrollo experim<strong>en</strong>tal<strong>en</strong> el mundo, se estimaba <strong>en</strong> unos 5 millones, de los que casi 1 millónse <strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> los Estados Unidos, la pot<strong>en</strong>cia ci<strong>en</strong>tífica puntera, y un númeroligeram<strong>en</strong>te mayor <strong>en</strong> los estados europeos. 1Aunque los ci<strong>en</strong>tíficos seguían si<strong>en</strong>do una fracción mínima de la población,incluso <strong>en</strong> los países desarrollados, su número crecía espectacularm<strong>en</strong>te,y llegaría prácticam<strong>en</strong>te a doblarse <strong>en</strong> los veinte años posteriores a 1970,incluso <strong>en</strong> las economías más avanzadas. Sin embargo, a fines de los och<strong>en</strong>taeran la punta de un iceberg mucho mayor de lo que podría llamarse personalci<strong>en</strong>tífico y técnico pot<strong>en</strong>cial, que reflejaba <strong>en</strong> es<strong>en</strong>cia la evolucióneducativa de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo (véase el capítulo 10). Repres<strong>en</strong>taban,tal vez el 2 por 100 de la población global, y puede que el 5 por 100 <strong>del</strong>a población estadounid<strong>en</strong>se (UNESCO, 1991, cuadro 5.1). Los ci<strong>en</strong>tíficospropiam<strong>en</strong>te dichos eran seleccionados por medio de tesis doctorales avanzadasque se convirtieron <strong>en</strong> el pasaporte de <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> la profesión. En losaños och<strong>en</strong>ta un país occid<strong>en</strong>tal avanzado medio g<strong>en</strong>eraba unos 130-140 deestos doctores <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>cias al año por cada millón de habitantes {Observatoire,1991). Estos países empleaban también sumas astronómicas <strong>en</strong> estasactividades, la mayoría de las cuales procedían <strong>del</strong> erario público, incluso <strong>en</strong>los países de más ortodoxo capitalismo. De hecho, las formas más caras <strong>del</strong>a «alta ci<strong>en</strong>cia» estaban incluso fuera <strong>del</strong> alcance de cualquier país individual,a excepción (hasta los años nov<strong>en</strong>ta) de los Estados Unidos.De todas maneras, se produjo una gran novedad. Pese a que el 90 por 100de las publicaciones ci<strong>en</strong>tíficas (cuyo número se doblaba cada diez años)aparecían <strong>en</strong> cuatro idiomas (inglés, ruso, francés y alemán), el euroc<strong>en</strong>trismoci<strong>en</strong>tífico terminó <strong>en</strong> el siglo xx. La era de las catástrofes y, <strong>en</strong> especial,el triunfo temporal <strong>del</strong> fascismo, desplazaron su c<strong>en</strong>tro de gravedad a losEstados Unidos, donde ha permanecido. Entre 1900 y 1933 sólo se habíanotorgado siete premios Nobel a los Estados Unidos, pero <strong>en</strong>tre 1933 y 1970se les concedieron set<strong>en</strong>ta y siete. Los otros países de as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to europeo(Canadá, Australia, la a m<strong>en</strong>udo infravalorada Arg<strong>en</strong>tina) 2 también se convirtieron<strong>en</strong> c<strong>en</strong>tros de investigación indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes aunque algunos de ellos,por razones de tamaño o de política, exportaron a la mayoría de sus principalesci<strong>en</strong>tíficos (Nueva Zelanda, Suráfrica, etc.).Al mismo tiempo, el auge de los ci<strong>en</strong>tíficos no europeos, especialm<strong>en</strong>tede Extremo Ori<strong>en</strong>te y <strong>del</strong> subcontin<strong>en</strong>te indio, era muy notable. Antes <strong>del</strong>final de la segunda guerra mundial sólo un asiático había ganado un premioNobel <strong>en</strong> ci<strong>en</strong>cias (C. Raman, <strong>en</strong> física, el año 1930). Desde 1946 estos premiosse han otorgado a más de diez investigadores con nombre japonés, chino,hindú o paquistaní, aunque se sigue infravalorando el auge de la ci<strong>en</strong>cia1. El número incluso mayor de ci<strong>en</strong>tíficos <strong>en</strong> la <strong>en</strong>tonces Unión Soviética (cerca de 1,5millones) no era probablem<strong>en</strong>te <strong>del</strong> todo comparable (UNESCO, 1991, cuadros 5.2, 5.4 y 5.16).2. Tres premios Nobel, todos después de 1947.


518 EL DERRUMBAMIENTOasiática de la misma forma que antes de 1933 se infravaloraba el de la ci<strong>en</strong>ciaestadounid<strong>en</strong>se. Sin embargo, a fines <strong>del</strong> siglo todavía había zonas <strong>del</strong>mundo que g<strong>en</strong>eraban muy pocos ci<strong>en</strong>tíficos <strong>en</strong> términos absolutos y aúnm<strong>en</strong>os <strong>en</strong> términos relativos, como por ejemplo la mayor parte de África y deAmérica Latina.No obstante, resulta notable que al m<strong>en</strong>os un tercio de los premiadosasiáticos no figur<strong>en</strong> como ci<strong>en</strong>tíficos de sus respectivos países de orig<strong>en</strong>,sino como estadounid<strong>en</strong>ses (veintisiete de los laureados estadounid<strong>en</strong>ses soninmigrantes de primera g<strong>en</strong>eración). Porque, <strong>en</strong> un mundo cada vez más globalizado,el hecho de que las ci<strong>en</strong>cias naturales habl<strong>en</strong> un mismo l<strong>en</strong>guaje yemple<strong>en</strong> una misma metodología ha contribuido, paradójicam<strong>en</strong>te, a que seconc<strong>en</strong>tr<strong>en</strong> <strong>en</strong> los pocos c<strong>en</strong>tros que dispon<strong>en</strong> de los medios adecuados paradesarrollar su trabajo; es decir, <strong>en</strong> unos pocos países ricos altam<strong>en</strong>te desarrolladosy, sobre todo, <strong>en</strong> los Estados Unidos.Los cerebros <strong>del</strong> mundo que <strong>en</strong> la era de las catástrofes escaparon deEuropa por razones políticas, se han ido de los países pobres a los paísesricos desde 1945 principalm<strong>en</strong>te por razones económicas. 3 Esto es normal,puesto que durante los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta los países capitalistas desarrolladossumaban casi las tres cuartas partes <strong>del</strong> total de las inversiones mundiales<strong>en</strong> investigación y desarrollo, mi<strong>en</strong>tras que los países pobres («<strong>en</strong>desarrollo») no invertían más <strong>del</strong> 2 o 3 por 100 (UN World Social Situation,1989, p. 103).Sin embargo, incluso d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mundo desarrollado la ci<strong>en</strong>cia fue conc<strong>en</strong>trándosegradualm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> parte debido a la reunión de ci<strong>en</strong>tíficos yrecursos, por razones de eficacia, y <strong>en</strong> parte porque el <strong>en</strong>orme crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>os estudios superiores creó inevitablem<strong>en</strong>te una jerarquía, o más bi<strong>en</strong> unaoligarquía, <strong>en</strong>tre sus instituciones. En los años cincu<strong>en</strong>ta y ses<strong>en</strong>ta la mitadde los doctorados de los Estados Unidos salió de las quince universidades demayor prestigio, a las que procuraban acudir la mayoría de los jóv<strong>en</strong>es ci<strong>en</strong>tíficosmás brillantes. En un mundo democrático y populista, los ci<strong>en</strong>tíficosformaban una elite que se conc<strong>en</strong>tró <strong>en</strong> unos pocos c<strong>en</strong>tros financiados.Como especie se daban <strong>en</strong> grupo, porque la comunicación, el t<strong>en</strong>er «algui<strong>en</strong>con qui<strong>en</strong> hablar», era fundam<strong>en</strong>tal para sus actividades. A medida que pasóel tiempo estas actividades fueron cada vez más incompr<strong>en</strong>sibles para los noci<strong>en</strong>tíficos, aunque hicies<strong>en</strong> un esfuerzo desesperado por <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlas con laayuda de una amplia literatura de divulgación, escrita algunas veces por losmejores ci<strong>en</strong>tíficos. En realidad, a medida que aum<strong>en</strong>taba la especialización,incluso los propios ci<strong>en</strong>tíficos necesitaron revistas para explicarse mutuam<strong>en</strong>telo que sucedía fuera de sus campos.Que el siglo xx dep<strong>en</strong>día de la ci<strong>en</strong>cia es algo que no necesita demostra-3. También <strong>en</strong> los Estados Unidos se produjo una pequeña huida temporal <strong>en</strong> los años <strong>del</strong>maccarthysmo, y huidas políticas ocasionales mayores de la zona soviética (Hungría <strong>en</strong> 1956;Polonia y Checoslovaquia <strong>en</strong> 1968; China y la Unión Soviética a finales de los och<strong>en</strong>ta), asícomo un flujo constante de ci<strong>en</strong>tíficos de la Alemania Ori<strong>en</strong>tal a la Alemania Occid<strong>en</strong>tal.


LAS CIENCIAS NATURALES 5 1 9ción. La ci<strong>en</strong>cia «avanzada», es decir, el tipo de conocimi<strong>en</strong>to que no podíaadquirirse con la experi<strong>en</strong>cia cotidiana, ni practicarse o tan siquiera compr<strong>en</strong>dersesin muchos años de estudios, que culminaban con unas esotéricasprácticas de posgrado, tuvo un estrecho marg<strong>en</strong> de aplicación hasta finales<strong>del</strong> siglo xix. La física y las matemáticas <strong>del</strong> siglo xvn influían <strong>en</strong> los ing<strong>en</strong>ieros,mi<strong>en</strong>tras que, a mediados dei reinado de Victoria, los descubrimi<strong>en</strong>tosquímicos y eléctricos de finales <strong>del</strong> siglo xvm y principios <strong>del</strong> xix eran yaes<strong>en</strong>ciales para la industria y las comunicaciones, y los estudios de los investigadoresci<strong>en</strong>tíficos profesionales se consideraban la punta de lanza inclusode los avances tecnológicos. En resum<strong>en</strong>, la tecnología basada <strong>en</strong> la ci<strong>en</strong>ciaestaba ya <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mundo burgués <strong>del</strong> siglo xix, aunque la g<strong>en</strong>te prácticano supiese muy bi<strong>en</strong> qué hacer con los triunfos de la teoría ci<strong>en</strong>tífica,salvo, <strong>en</strong> los casos adecuados, convertirla <strong>en</strong> ideología, como sucedió <strong>en</strong> elsiglo xvm con Newton y a fines <strong>del</strong> xix con Darwin.Sin embargo, muchas áreas de la vida humana seguían estando regidascasi exclusivam<strong>en</strong>te por la experi<strong>en</strong>cia, la experim<strong>en</strong>tación, la habilidad, els<strong>en</strong>tido común <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ado y, a lo sumo, la difusión sistemática de conocimi<strong>en</strong>tossobre las prácticas y técnicas disponibles. Este era claram<strong>en</strong>te elcaso de la agricultura, la construcción, la medicina y de toda una ampliagama de actividades que satisfacían las necesidades y los lujos de los sereshumanos.Esto empezó a cambiar <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to <strong>del</strong> último tercio <strong>del</strong> siglo. Enla era <strong>del</strong> imperio no sólo com<strong>en</strong>zaron a hacerse visibles los resultados de laalta tecnología moderna (no hay más que p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> los automóviles, la aviación,la radio y el cinematógrafo), sino también los de las modernas teoríasci<strong>en</strong>tíficas: la relatividad, la física cuántica o la g<strong>en</strong>ética. Se pudo ver ademásque los descubrimi<strong>en</strong>tos más esotéricos y revolucionarios de la ci<strong>en</strong>ciat<strong>en</strong>ían un pot<strong>en</strong>cial tecnológico inmediato, desde la telegrafía sin hilos hastael uso médico de los rayos X, basados ambos <strong>en</strong> descubrimi<strong>en</strong>tos realizadoshacia 1890. No obstante, aun cuando la alta ci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> siglo xx era ya perceptibleantes de 1914, y pese a que la alta tecnología de etapas posterioresestaba ya implícita <strong>en</strong> ella, la ci<strong>en</strong>cia no había llegado todavía a ser algo sinlo cual la vida cotidiana era inconcebible <strong>en</strong> cualquier parte <strong>del</strong> mundo.Y esto es lo que está sucedi<strong>en</strong>do a medida que el mil<strong>en</strong>io toca a su fin.Como hemos visto (capítulo IX), la tecnología basada <strong>en</strong> las teorías y <strong>en</strong> lainvestigación ci<strong>en</strong>tífica avanzada dominó la explosión económica de la segundamitad <strong>del</strong> siglo xx, y no sólo <strong>en</strong> el mundo desarrollado. Sin los conocimi<strong>en</strong>tosg<strong>en</strong>éticos, la India e Indonesia no hubieran podido producirsufici<strong>en</strong>tes alim<strong>en</strong>tos para sus creci<strong>en</strong>tes poblaciones, y a finales de siglo labiotecnología se había convertido <strong>en</strong> un elem<strong>en</strong>to importante para la agriculturay la medicina.El caso es que estas tecnologías se basaban <strong>en</strong> descubrimi<strong>en</strong>tos y teoríastan alejados <strong>del</strong> <strong>en</strong>torno cotidiano <strong>del</strong> ciudadano medio, incluso <strong>en</strong> los paísesmás avanzados <strong>del</strong> mundo desarrollado, que sólo unas doc<strong>en</strong>as, o a lo sumounos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de personas <strong>en</strong> todo el mundo podían <strong>en</strong>trever inicialm<strong>en</strong>te


520 EL DERRUMBAMIENTOque t<strong>en</strong>ían implicaciones prácticas. Cuando el físico alemán Otto Hahn descubrióla fisión nuclear a principios de 1939, incluso algunos de los ci<strong>en</strong>tíficosmás activos <strong>en</strong> ese campo, como el gran Niels Bohr (1885-1962), dudaronde que tuviese aplicaciones prácticas <strong>en</strong> la paz o <strong>en</strong> la guerra, por lom<strong>en</strong>os <strong>en</strong> un futuro previsible. Y si los físicos que compr<strong>en</strong>dieron su valorpot<strong>en</strong>cial no se lo hubieran comunicado a sus g<strong>en</strong>erales y a sus políticos,éstos no se hubieran <strong>en</strong>terado de ello, salvo que fues<strong>en</strong> lic<strong>en</strong>ciados <strong>en</strong> física,lo que no era frecu<strong>en</strong>te.Por poner otro ejemplo, el célebre texto de Alan Turing de 1935, que proporcionaríalos fundam<strong>en</strong>tos de la moderna teoría informática, había sidoescrito originalm<strong>en</strong>te como una exploración especulativa para lógicos matemáticos.La guerra dio a él y a otros ci<strong>en</strong>tíficos la oportunidad de traducir lateoría a unos primeros pasos de la práctica empleándola para descifrar códigos,pero cuando el texto se publicó originalm<strong>en</strong>te, nadie, a excepción de unpuñado de matemáticos, pareció <strong>en</strong>terarse de sus implicaciones. Este g<strong>en</strong>iode tez pálida y aspecto desmañado, que era por aquel <strong>en</strong>tonces un jov<strong>en</strong>becario aficionado al jogging y que se convirtió postumam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una especiede ídolo para los homosexuales, no era una figura destacada ni siquiera<strong>en</strong> su propia facultad universitaria, o al m<strong>en</strong>os yo no lo recuerdo como tal. 4Incluso cuando los ci<strong>en</strong>tíficos se <strong>en</strong>tregaban a la resolución de problemas deimportancia conocida, sólo unos pocos cerebros aislados <strong>en</strong> una pequeña parcelaintelectual podían darse cu<strong>en</strong>ta de lo que se traían <strong>en</strong>tre manos. Porejemplo, el autor de estas líneas era un becario <strong>en</strong> Cambridge durante la mismaépoca <strong>en</strong> que Crick y Watson preparaban su triunfal descubrimi<strong>en</strong>to de laestructura <strong>del</strong> ADN (la «doble hélice»), que fue inmediatam<strong>en</strong>te reconocidocomo uno de los grandes acontecimi<strong>en</strong>tos ci<strong>en</strong>tíficos <strong>del</strong> siglo. Sin embargo,aunque recuerdo que <strong>en</strong> aquella época coincidí con Crick <strong>en</strong> diversos actossociales, la mayoría de nosotros ignorábamos por completo que tan extraordinariosacontecimi<strong>en</strong>tos t<strong>en</strong>ían lugar a pocos metros de la puerta de nuestrafacultad, <strong>en</strong> laboratorios ante los que pasábamos regularm<strong>en</strong>te y <strong>en</strong> baresdonde íbamos a tomar unas copas. No es que tales cuestiones no nos interesas<strong>en</strong>,sino que qui<strong>en</strong>es trabajaban <strong>en</strong> ellas no veían la necesidad de explicárnoslas,ya que ni hubiésemos podido contribuir a su trabajo, ni siquieracompr<strong>en</strong>dido exactam<strong>en</strong>te cuáles eran sus dificultades.Ño obstante, por más esotéricas o incompr<strong>en</strong>sibles que fues<strong>en</strong> las inno-4. Turing se suicidó <strong>en</strong> 1954, tras haber sido cond<strong>en</strong>ado por comportami<strong>en</strong>to homosexual,que por aquel <strong>en</strong>tonces se consideraba un <strong>del</strong>ito y también una patología que podía curarsemediante un tratami<strong>en</strong>to médico o psicológico. Turing no pudo soportar la «cura» que le impusieron.No fue tanto una víctima de la criminalización de la homosexualidad (masculina) <strong>en</strong> GranBretaña antes de los años ses<strong>en</strong>ta, como de su propia incapacidad para asumirla. Sus inclinacionessexuales no provocaron ningún problema <strong>en</strong> el King's College de Cambridge, ni <strong>en</strong>tre elnotable conjunto de personas raras y excéntricas que durante la guerra se dedicaron a descifrarcódigos <strong>en</strong> Bletchley, donde Turing vivió antes de trasladarse a Manchester, una vez terminadala guerra. Sólo a un hombre que, como él, desconocía el mundo <strong>en</strong> que vivían los demás podíaocurrírsele ir a d<strong>en</strong>unciar el robo cometido <strong>en</strong> su casa por un amigo íntimo (temporal), dando así'a policía la oportunidad de det<strong>en</strong>er a dos <strong>del</strong>incu<strong>en</strong>tes a la vez.


LAS CIENCIAS NATURALES 521vaciones ci<strong>en</strong>tíficas, una vez logradas se traducían casi inmediatam<strong>en</strong>te<strong>en</strong> tecnologías prácticas. Así, los transistores surgieron, <strong>en</strong> 1948, como unsubproducto de investigaciones sobre la física de los sólidos, es decir, de laspropiedades electromagnéticas de cristales ligeram<strong>en</strong>te imperfectos (susinv<strong>en</strong>tores recibieron el premio Nobel al cabo de ocho años); como sucediócon el láser (1960), que no surgió de estudios sobre óptica, sino de trabajospara hacer vibrar moléculas <strong>en</strong> resonancia con un campo eléctrico (Bernal,1967, p. 563). Sus inv<strong>en</strong>tores también fueron rápidam<strong>en</strong>te recomp<strong>en</strong>sadoscon el premio Nobel, como lo fue, tardíam<strong>en</strong>te, el físico soviético de CambridgePeter Kapitsa (1978) por sus investigaciones acerca de la física debajas temperaturas, que dieron orig<strong>en</strong> a los superconductores.La experi<strong>en</strong>cia de las investigaciones realizadas durante la guerra, <strong>en</strong>tre1939 y 1946, que demostró, por lo m<strong>en</strong>os a los anglonorteamericanos, queuna gran conc<strong>en</strong>tración de recursos podía resolver los problemas tecnológicosmás complejos <strong>en</strong> un intervalo de tiempo sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te corto, 5 animó auna búsqueda tecnológica sin t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta los costes, ya fuese con finesbélicos o por prestigio nacional, como <strong>en</strong> la exploración <strong>del</strong> espacio. Esto, asu vez, aceleró la transformación de la ci<strong>en</strong>cia de laboratorio <strong>en</strong> tecnología,parte de la cual demostró t<strong>en</strong>er una amplia aplicación a la vida cotidiana. Elláser es un ejemplo de esta rápida transformación. Visto por primera vez <strong>en</strong> unlaboratorio <strong>en</strong> 1960, a principios de los och<strong>en</strong>ta había llegado ya a los consumidoresa través <strong>del</strong> disco compacto. La biotecnología llegó al público aúncon mayor rapidez: las técnicas de recombinación <strong>del</strong> ADN, es decir, las técnicaspara combinar g<strong>en</strong>es de una especie con g<strong>en</strong>es de otra, se consideraronfactibles <strong>en</strong> la práctica <strong>en</strong> 1973. M<strong>en</strong>os de veinte años después la biotecnologíaera una de las inversiones principales <strong>en</strong> medicina y agricultura.Además, y gracias <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida a la asombrosa expansión de lainformación teórica y práctica, los nuevos avances ci<strong>en</strong>tíficos se traducían,<strong>en</strong> un lapso de tiempo cada vez m<strong>en</strong>or, <strong>en</strong> una tecnología que no requeríaningún tipo de compr<strong>en</strong>sión por parte de los usuarios finales. El resultadoideal era un conjunto de botones o un teclado a prueba de tontos que sólorequería que se presionase <strong>en</strong> los lugares adecuados para activar un procesoautomático, que se autocorregía e incluso, <strong>en</strong> la medida de lo posible,tomaba decisiones, sin necesitar nuevas aportaciones de las limitadas y pocofiables habilidades e intelig<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> ser humano medio. En realidad, el procesoideal podía programarse para actuar sin ningún tipo de interv<strong>en</strong>ciónhumana a m<strong>en</strong>os que algo se estropease. El método de cobro de los supermercadosde los años nov<strong>en</strong>ta tipificaba esta eliminación <strong>del</strong> elem<strong>en</strong>to humano.No requería <strong>del</strong> cajero más que el conocimi<strong>en</strong>to de los billetes y monedas<strong>del</strong> país y la acción de registrar la cantidad <strong>en</strong>tregada por el comprador.5. Ha quedado claro que si la Alemania nazi no pudo hacer la bomba atómica, no fue porquelos ci<strong>en</strong>tíficos alemanes no supieran cómo hacerla, o porque no lo int<strong>en</strong>taran, con difer<strong>en</strong>tesgrados de mala conci<strong>en</strong>cia, sino porque la maquinaria de guerra alemana era incapaz dededicar a ello los recursos necesarios. Abandonaron por ello el esfuerzo y se conc<strong>en</strong>traron <strong>en</strong> loque les pareció más efectivo: los cohetes, que prometían b<strong>en</strong>eficios más rápidos.


522 EL DERRUMBAMIENTOUn lector automático traducía el código de barras de los productos <strong>en</strong> el preciode los mismos, sumaba todas las compras, restaba el total de la cantidaddada por el comprador e indicaba al cajero el cambio que t<strong>en</strong>ía que devolver.El procedimi<strong>en</strong>to que se requiere para realizar todas estas actividades conseguridad es extraordinariam<strong>en</strong>te complejo, basado como está <strong>en</strong> la combinaciónde un hardware altam<strong>en</strong>te sofisticado con unos programas muy elaborados.Pero hasta que —o a m<strong>en</strong>os que— algo se estropease, estos milagrosde la tecnología ci<strong>en</strong>tífica de finales <strong>del</strong> siglo xx no pedían a los cajerosmás que el conocimi<strong>en</strong>to de los números cardinales, una cierta at<strong>en</strong>ción yuna capacidad mayor de tolerancia al aburrimi<strong>en</strong>to. Ni siquiera requería alfabetización.Por lo que hacía a la mayoría de ellos, las fuerzas que les decíanque debía informar al cli<strong>en</strong>te que t<strong>en</strong>ía que pagar 2 libras con 15 p<strong>en</strong>iques yles explicaban que había de ofrecerle 7 libras y 85 p<strong>en</strong>iques como cambiopor un billete de 10 libras no les importaban ni les eran compr<strong>en</strong>sibles. Nonecesitaban compr<strong>en</strong>der nada acerca de las máquinas para trabajar con ellas.Los apr<strong>en</strong>dices de brujo ya no t<strong>en</strong>ían que preocuparse por su falta de conocimi<strong>en</strong>tos.A efectos prácticos, la situación <strong>del</strong> cajero <strong>del</strong> supermercado ejemplificala norma humana de finales de siglo: la realización de milagros con una tecnologíaci<strong>en</strong>tífica de vanguardia que no necesitamos compr<strong>en</strong>der o modificar,aunque sepamos o creamos saber cómo funciona. Algui<strong>en</strong> lo hará o lo hahecho ya por nosotros. Porque, aun cuando nos creamos unos expertos <strong>en</strong>un campo u otro, es decir, la clase de persona que podría hacer funcionar unaparato concreto estropeado, que podría diseñarlo o construirlo, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tadosa la mayor parte de los otros productos ci<strong>en</strong>tíficos y tecnológicos de uso diariosomos unos neófitos ignorantes. Y aunque no lo seamos, nuestra compr<strong>en</strong>siónde lo que hace que una cosa funcione, y de los principios <strong>en</strong> que sesust<strong>en</strong>ta, son conocimi<strong>en</strong>tos de escasa utilidad, como lo son los procesos técnicosde fabricación de las barajas para el jugador (honrado) de poker. Losaparatos de fax han sido diseñados para que los utilic<strong>en</strong> personas que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong>ni la más remota idea de por qué una máquina reproduce <strong>en</strong> Londres untexto emitido <strong>en</strong> Los Ángeles. Y no funcionan mejor cuando los manejanprofesores de electrónica.Así, a través de la estructura tecnológicam<strong>en</strong>te saturada de la vida humana,la ci<strong>en</strong>cia demuestra cada día sus milagros <strong>en</strong> el mundo de fines <strong>del</strong>siglo xx. Es tan indisp<strong>en</strong>sable y omnipres<strong>en</strong>te —ya que hasta <strong>en</strong> los rinconesmás remotos <strong>del</strong> planeta se conoc<strong>en</strong> el transistor y la calculadora electrónica—como lo es Alá para el crey<strong>en</strong>te musulmán. Podemos discutir cuándose empezó a ser consci<strong>en</strong>te, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> las zonas urbanas de lassociedades industriales «desarrolladas», de la capacidad que pose<strong>en</strong> algunasactividades humanas para producir resultados sobrehumanos. Ello sucedió,con toda seguridad, tras la explosión de la primera bomba atómica<strong>en</strong> 1945. Sin embargo, no cabe duda de que el siglo xx ha sido el siglo <strong>en</strong>que la ci<strong>en</strong>cia ha transformado tanto el mundo como nuestro conocimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> mismo.


LAS CIENCIAS NATURALES 5 2 3Hubiéramos podido esperar que las ideologías <strong>del</strong> siglo xx glorificas<strong>en</strong> loslogros de la ci<strong>en</strong>cia, que son los logros de la m<strong>en</strong>te humana, tal como hicieronlas ideologías laicas <strong>del</strong> siglo xix. Hubiéramos esperado también que sedebilitase la resist<strong>en</strong>cia de las ideologías religiosas tradicionales, que duranteel siglo pasado fueron los grandes reductos de resist<strong>en</strong>cia a la ci<strong>en</strong>cia. Y ellono sólo porque el arraigo de las religiones tradicionales disminuyó durantetodo el siglo, como veremos, sino también porque la propia religión llegó aser tan dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de la alta tecnología ci<strong>en</strong>tífica como cualquier otra actividadhumana <strong>en</strong> el mundo desarrollado. Un obispo, un imán o un santónpodían actuar a comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong> siglo xx como si Galileo, Newton, Faraday oLavoisier nunca hubieran existido, es decir, sobre la base de la tecnología <strong>del</strong>siglo xv y de aquella parte de la <strong>del</strong> siglo xix que no plantease problemas decompatibilidad con la teología o los textos sagrados. Resultó cada vez másdifícil hacerlo <strong>en</strong> una época <strong>en</strong> que el Vaticano se veía obligado a comunicarsevía satélite y a probar la aut<strong>en</strong>ticidad de la sábana santa de Turin mediante ladatación por radiocarbono, <strong>en</strong> que el ayatolá Jomeini difundía sus m<strong>en</strong>sajes <strong>en</strong>Irán mediante grabaciones magnetofónicas, y cuando los estados que seguíanlas leyes coránicas trataban de equiparse con armas nucleares. La aceptacióndefacto de la ci<strong>en</strong>cia contemporánea más elevada a través de la tecnologíaque dep<strong>en</strong>día de ella era tal que <strong>en</strong> la Nueva York de fin de siglo las v<strong>en</strong>tasde equipos electrónicos y fotográficos de alta tecnología eran <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medidala especialidad <strong>del</strong> jasidismo, una rama ori<strong>en</strong>tal <strong>del</strong> judaismo mesiá-nícoconocida sobre todo por su extremo ritualismo y por su insist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> llevaruna indum<strong>en</strong>taria semejante a la de los polacos <strong>del</strong> siglo xvm, y por preferirla emoción extática a la investigación intelectual.En algunos aspectos, la superioridad de la «ci<strong>en</strong>cia» era aceptada inclusooficialm<strong>en</strong>te. Los fundam<strong>en</strong>talistas protestantes estadounid<strong>en</strong>ses que rechazabanla teoría de la evolución por ser contraria a las sagradas escrituras, yaque según éstas el mundo tal como lo conocemos fue creado <strong>en</strong> seis días,exigían que la <strong>en</strong>señanza de la teoría darwinista se sustituyese o, al m<strong>en</strong>os,se comp<strong>en</strong>sase, con la <strong>en</strong>señanza de lo que ellos describían como «ci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>a creación».Pese a todo, el siglo xx no se s<strong>en</strong>tía cómodo con una ci<strong>en</strong>cia de la quedep<strong>en</strong>día y que había sido su logro más extraordinario. El progreso de lasci<strong>en</strong>cias naturales se realizó contra un trasfondo de recelos y temores que,ocasionalm<strong>en</strong>te, se convertía <strong>en</strong> un arrebato de odio y rechazo hacia la razóny sus productos. Y <strong>en</strong> el espacio indefinido <strong>en</strong>tre la ci<strong>en</strong>cia y la antici<strong>en</strong>cia,<strong>en</strong>tre los que buscaban la verdad última por el absurdo y los profetas de unmundo compuesto exclusivam<strong>en</strong>te de ficciones, nos <strong>en</strong>contramos cada vezmás con la «ci<strong>en</strong>cia ficción», ese producto —muy anglonorteamericano—característico <strong>del</strong> siglo, <strong>en</strong> especial de su segunda mitad. Este género, anticipadopor Julio Verne (1828-1905), fue iniciado por H. G. Wells (1866-1946)a finales <strong>del</strong> siglo xix. Mi<strong>en</strong>tras sus formas más juv<strong>en</strong>iles —como las seriesde televisión y los westerns espaciales cinematográficos, con naves espacialesy rayos mortíferos <strong>en</strong> lugar de caballos y revólveres— continuaban la


5 2 4 EL DERRUMBAMIENTOvieja tradición de av<strong>en</strong>turas fantásticas con artilugios de alta tecnología, <strong>en</strong> lasegunda mitad <strong>del</strong> siglo las contribuciones más serias al género empezarona ofrecer una versión sombría, o cuando m<strong>en</strong>os ambigua, de la condiciónhumana y de sus expectativas.Los recelos y temores hacia la ci<strong>en</strong>cia se vieron alim<strong>en</strong>tados por cuatros<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos: el de que la ci<strong>en</strong>cia era incompr<strong>en</strong>sible; que sus consecu<strong>en</strong>cias(ya fues<strong>en</strong>) prácticas (o morales) eran impredecibles y probablem<strong>en</strong>te catastróficas;que ponía de relieve la indef<strong>en</strong>sión <strong>del</strong> individuo y que minaba laautoridad. Sin olvidar el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de que la ci<strong>en</strong>cia era intrínsecam<strong>en</strong>tepeligrosa <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que interfería el ord<strong>en</strong> natural de las cosas. Los doss<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos que he m<strong>en</strong>cionado <strong>en</strong> primer lugar eran compartidos por ci<strong>en</strong>tíficosy legos; los dos últimos correspondían más bi<strong>en</strong> a los legos. Las personassin formación ci<strong>en</strong>tífica sólo podían reaccionar contra su s<strong>en</strong>sación deimpot<strong>en</strong>cia int<strong>en</strong>tando explicar lo que «la ci<strong>en</strong>cia no podía explicar», <strong>en</strong> lalínea de la afirmación de Hamlet de que «hay más cosas <strong>en</strong> el cielo y la tierra... de las que puede soñar tu filosofía»; negándose a creer que la «ci<strong>en</strong>ciaoficial» pudiera explicarlas y ansiosos por creer <strong>en</strong> lo inexplicable porqueparecía absurdo. En un mundo desconocido e inexplicable todos nos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taríamosa la misma impot<strong>en</strong>cia. Cuanto más palpables fues<strong>en</strong> los éxitos <strong>del</strong>a ci<strong>en</strong>cia, mayor era el ansia por explicar lo inexplicable.Poco después de la segunda guerra mundial, que culminó <strong>en</strong> la bombaatómica, los Estados Unidos (1947) —seguidos poco tiempo después, comode costumbre, por sus pari<strong>en</strong>tes culturales británicos— se pusieron a observarla llegada masiva de OVNIs, «objetos volantes no id<strong>en</strong>tificados», evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teinspirados por la ci<strong>en</strong>cia ficción. Se creyó de bu<strong>en</strong>a fe que estosobjetos procedían de civilizaciones extraterrestres, distintas y superiores a lanuestra. Los observadores más <strong>en</strong>tusiastas llegaron a ver cómo sus pasajeros,con cuerpos de extraño aspecto, emergían de esos «platillos volantes», y unpar de ellos hasta aseguraron haber dado un paseo <strong>en</strong> sus naves. El f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>oadquirió una dim<strong>en</strong>sión mundial, aunque un mapa de los aterrizajes deestos extraterrestres mostraría una notable predilección por aterrizar o circularsobre territorios anglosajones. Cualquier actitud escéptica respecto de losovnis se achacaba a Jos ceJos de unos ci<strong>en</strong>tíficos estrechos de miras que eranincapaces de explicar los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os que se producían más allá de su limitadohorizonte, o incluso a una conspiración de qui<strong>en</strong>es mant<strong>en</strong>ían al hombre <strong>del</strong>a calle <strong>en</strong> una servidumbre intelectual para mant<strong>en</strong>erle lejos de la sabiduríasuperior.Estas no eran las cre<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> la magia y <strong>en</strong> los milagros propias de lassociedades tradicionales, para qui<strong>en</strong>es tales interv<strong>en</strong>ciones <strong>en</strong> la realidad formabanparte de unas vidas muy poco controlables, y eran mucho m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tesque, por poner un ejemplo, la contemplación de un avión o laexperi<strong>en</strong>cia de hablar por teléfono. Ni formaban parte tampoco de la universaly perman<strong>en</strong>te fascinación humana por todo lo monstruoso, lo raro y lomaravilloso, de que la literatura popular ha dado testimonio desde la inv<strong>en</strong>ciónde la impr<strong>en</strong>ta y los grabados <strong>en</strong> madera hasta las revistas ilustradas de


LAS CIENCIAS NATURALES 5 2 5supermercado. Expresaban un rechazo a las reivindicaciones y dictados de laci<strong>en</strong>cia, a veces consci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, como <strong>en</strong> la extraordinaria (y norteamericana)rebelión de algunos grupos marginales contra la práctica de fluorizar lossuministros de agua cuando se descubrió que la ingestión diaria de este elem<strong>en</strong>toreducía drásticam<strong>en</strong>te los problemas d<strong>en</strong>tales de la población urbana.Estos grupos se resistieron apasionadam<strong>en</strong>te a la fluorización no sólo pordef<strong>en</strong>der su libertad de t<strong>en</strong>er caries, sino, por parte de sus antagonistas másextremos, por considerarla una vil conspiración para debilitar a los sereshumanos <strong>en</strong>v<strong>en</strong><strong>en</strong>ándolos. En este tipo de reacciones, vivam<strong>en</strong>te reflejadaspor Stanley Kubrik <strong>en</strong> 1963 con su película ¿Teléfono rojo? Volamos haciaMoscú, los recelos hacia la ci<strong>en</strong>cia se mezclaban con el miedo a sus consecu<strong>en</strong>ciasprácticas.El carácter <strong>en</strong>fermizo de la cultura norteamericana ayudó también a difundirestos temores, a medida que la vida se veía cada vez más inmersa <strong>en</strong> lanueva tecnología, incluy<strong>en</strong>do la tecnología médica, con sus riesgos. La predisposiciónpeculiar de los norteamericanos para resolver todas las disputashumanas a través de litigios nos permite hacer un seguimi<strong>en</strong>to de estos miedos(Huber, 1990, pp. 97-118). ¿Causaban los espermaticidas defectos <strong>en</strong> elnacimi<strong>en</strong>to? ¿Eran los t<strong>en</strong>didos eléctricos de alta t<strong>en</strong>sión perjudiciales para lasalud de las personas que vivían cerca de ellos? La distancia <strong>en</strong>tre los expertos,que t<strong>en</strong>ían algún criterio a partir <strong>del</strong> cual juzgar, y los legos, que sólo t<strong>en</strong>íanesperanza o miedo, se <strong>en</strong>sanchó a causa de la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre una valoracióndesapasionada, que podía considerar que un pequeño grado de riesgoera un precio aceptable a cambio de un gran b<strong>en</strong>eficio, y los individuos que,compr<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te, deseaban un riesgo cero, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> teoría. 6Estos eran los temores que la desconocida am<strong>en</strong>aza de la ci<strong>en</strong>cia causabaa los hombres y mujeres que sólo sabían que vivían bajo su dominio. Temorescuya int<strong>en</strong>sidad y objeto variaba según la naturaleza de sus puntos de vistay temores acerca de la sociedad contemporánea (Fischhof et al., 1978,pp. 127-152). 7Sin embargo, <strong>en</strong> la primera mitad <strong>del</strong> siglo las mayores am<strong>en</strong>azas parala ci<strong>en</strong>cia no procedían de qui<strong>en</strong>es se s<strong>en</strong>tían humillados por su vasto e incontrolablepoder, sino de qui<strong>en</strong>es creían poder controlarla. Los dos únicostipos de regím<strong>en</strong>es políticos que (aparte de las <strong>en</strong>tonces raras conversiones alfundam<strong>en</strong>talismo religioso) dificultaron la investigación ci<strong>en</strong>tífica estaban6. En este aspecto la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre teoría y práctica es <strong>en</strong>orme, puesto que personas queestán dispuestas a correr graves riesgos <strong>en</strong> la práctica, por ejemplo viajando <strong>en</strong> coche por unaautopista o desplazándose <strong>en</strong> metro por Nueva York, pued<strong>en</strong> resistirse a tomar una aspirina porque sab<strong>en</strong> que <strong>en</strong> algunos raros casos ti<strong>en</strong>e efectos secundarios.7. En este estudio de Fischhof los participantes evaluaban los riesgos y los b<strong>en</strong>eficios deveinticinco tecnologías: neveras, fotocopiadoras, anticonceptivos, pu<strong>en</strong>tes colgantes, <strong>en</strong>ergíanuclear, juegos electrónicos, diagnóstico por rayos X, armas nucleares, ord<strong>en</strong>adores, vacunas,fluorización <strong>del</strong> agua, placas de <strong>en</strong>ergía solar, láser, tranquilizantes, cámaras Polaroid, <strong>en</strong>ergíasfósiles, vehículos a motor, efectos especiales <strong>en</strong> las películas, pesticidas, opiáceos, conservantesde alim<strong>en</strong>tos, cirugía a corazón abierto, aviación comercial, ing<strong>en</strong>iería g<strong>en</strong>ética y molinos devi<strong>en</strong>to. (Véase también Wildavsky, 1990, pp. 41-60.)


5 2 6 EL DERRUMBAMIENTOprofundam<strong>en</strong>te comprometidos <strong>en</strong> principio con el progreso técnico ilimitadoy, <strong>en</strong> uno de los casos, con una ideología que lo id<strong>en</strong>tificaba con la «ci<strong>en</strong>cia»y que al<strong>en</strong>taba a la conquista <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> nombre de la razón y laexperim<strong>en</strong>tación. Así, tanto el estalinismo como el nacionalsocialismo alemánrechazaban la ci<strong>en</strong>cia, aunque con difer<strong>en</strong>tes argum<strong>en</strong>tos y pese a queambos la empleas<strong>en</strong> para fines tecnológicos. Lo que ambos objetaban eraque desafiase visiones <strong>del</strong> mundo y valores expresados <strong>en</strong> forma de verdadesa priori.Ninguno de los dos se s<strong>en</strong>tía a gusto con la física posteinsteiniana. Losnazis la rechazaban por «judía» y los ideólogos soviéticos porque no era sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te«materialista», <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que L<strong>en</strong>in daba al término, si bi<strong>en</strong>ambos la toleraron <strong>en</strong> la práctica, puesto que los estados modernos no podíanprescindir de los físicos posteinsteinianos. Sin embargo, los nazis se privaronde los mejores tal<strong>en</strong>tos dedicados a la física <strong>en</strong> la Europa contin<strong>en</strong>tal al forzaral exilio a los judíos y a otros antagonistas políticos, destruy<strong>en</strong>do así, depaso, la supremacía ci<strong>en</strong>tífica germana de principios de siglo. Entre 1900 y1933, 25 de los 66 premios Nobel de física y de química habían correspondidoa Alemania, mi<strong>en</strong>tras que después de 1933 sólo recibió uno de cadadiez. Ninguno de los dos regím<strong>en</strong>es sintonizaba tampoco con las ci<strong>en</strong>ciasbiológicas.La política racial de la Alemania nazi horrorizó a los g<strong>en</strong>etistas responsablesque —sobre todo debido al <strong>en</strong>tusiasmo de los racistas por la eug<strong>en</strong>esia—habían empezado ya desde la primera guerra mundial a marcar distancias respectode las políticas de selección g<strong>en</strong>ética y reproducción humana (queincluía la eliminación de los débiles y «tarados»), aunque debamos admitircon tristeza que el racismo nazi <strong>en</strong>contró bastante apoyo <strong>en</strong>tre los médicos ybiólogos alemanes (Proctor, 1988).En la época de Stalin, el régim<strong>en</strong> soviético se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó con la g<strong>en</strong>ética,tanto por razones ideológicas como porque la política estatal estaba comprometidacon el principio de que, con un esfuerzo sufici<strong>en</strong>te, cualquier cambioera posible, si<strong>en</strong>do así que la ci<strong>en</strong>cia señalaba que este no era el caso <strong>en</strong> elcampo de la evolución <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral y <strong>en</strong> el de la agricultura <strong>en</strong> particular. Enotras circunstancias, la polémica <strong>en</strong>tre los biólogos evolucionistas seguidoresde Darwin (que consideraban que la her<strong>en</strong>cia era g<strong>en</strong>ética) y los seguidores deLamarck (que creían <strong>en</strong> la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridosy practicados durante la vida de una criatura) se hubiera v<strong>en</strong>tilado <strong>en</strong>seminarios y laboratorios. De hecho, la mayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos la considerabandecidida <strong>en</strong> favor de Darwin, aunque sólo fuese porque nunca se<strong>en</strong>contraron pruebas satisfactorias de la transmisión hereditaria de los caracteresadquiridos. Bajo Stalin, un biólogo marginal, Trofim D<strong>en</strong>isovich Lys<strong>en</strong>ko(1898-1976), obtuvo el apoyo de las autoridades políticas argum<strong>en</strong>tandoque la producción agropecuaria podía multiplicarse aplicando métodos lamarckianos,que acortaban el relativam<strong>en</strong>te l<strong>en</strong>to proceso ortodoxo de crecimi<strong>en</strong>toy cría de plantas y animales. En aquellos días no resultaba prud<strong>en</strong>tedis<strong>en</strong>tir de las autoridades. El académico Nikolai Ivanovich Vavilov (1885-


LAS CIENCIAS NATURALES 5 2 71943), el g<strong>en</strong>etista soviético de mayor prestigio, murió <strong>en</strong> un campo de trabajopor estar <strong>en</strong> desacuerdo con Lys<strong>en</strong>ko —como lo estaban el resto de losg<strong>en</strong>etistas soviéticos responsables—, aunque no fue hasta después de la segundaguerra mundial cuando la biología soviética decidió rechazar oficialm<strong>en</strong>tela g<strong>en</strong>ética tal como se <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> mundo, por lo m<strong>en</strong>oshasta la desaparición <strong>del</strong> dictador. El efecto que ello tuvo <strong>en</strong> la ci<strong>en</strong>cia soviéticafue, como era de prever, devastador.El régim<strong>en</strong> nazi y el comunista soviético, pese a todas sus difer<strong>en</strong>cias,compartían la cre<strong>en</strong>cia de que sus ciudadanos debían aceptar una «doctrinaverdadera», pero una que fuese formulada e impuesta por las autoridadesseculares político-ideológicas. De aquí que la ambigüedad y la desazón ante laci<strong>en</strong>cia que tantas sociedades experim<strong>en</strong>taban <strong>en</strong>contrase su expresión oficial<strong>en</strong> esos dos estados, a difer<strong>en</strong>cia de lo que sucedía <strong>en</strong> los regím<strong>en</strong>es políticosque eran agnósticos respecto a las cre<strong>en</strong>cias individuales de sus ciudadanos,como los gobiernos laicos habían apr<strong>en</strong>dido a ser durante el siglo xix. Dehecho, el auge de regím<strong>en</strong>es de ortodoxia seglar fue, como hemos visto (capítulosIV y XIII), un subproducto de la era de las catástrofes, y no duraron.En cualquier caso, el int<strong>en</strong>to de sujetar a la ci<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> camisas de fuerzaideológicas tuvo resultados contraproduc<strong>en</strong>tes aun <strong>en</strong> aquellos casos <strong>en</strong> quese hizo seriam<strong>en</strong>te (como <strong>en</strong> el de la biología soviética), o ridículos, donde laci<strong>en</strong>cia fue abandonada a su propia suerte, mi<strong>en</strong>tras se limitaban a afirmarla superioridad de la ideología (como sucedió con la física alemana y soviética).8A finales <strong>del</strong> siglo xx la imposición de criterios oficiales a la teoría ci<strong>en</strong>tíficavolvió a ser practicada por regím<strong>en</strong>es basados <strong>en</strong> el fundam<strong>en</strong>talismoreligioso. Sin embargo, la incomodidad g<strong>en</strong>eral ante ella persistía, mi<strong>en</strong>trasiba resultando cada vez más increíble e incierta. Pero hasta la segunda mitad<strong>del</strong> siglo esta incomodidad no se debió al temor por los resultados prácticosde la ci<strong>en</strong>cia.Es verdad que los propios ci<strong>en</strong>tíficos supieron mejor y antes que nadiecuáles podrían ser las consecu<strong>en</strong>cias pot<strong>en</strong>ciales de sus descubrimi<strong>en</strong>tos.Desde que la primera bomba atómica resultó operativa, <strong>en</strong> 1945, algunos deellos alertaron a sus jefes de gobierno acerca <strong>del</strong> poder destructivo que elmundo t<strong>en</strong>ía ahora a su disposición. Sin embargo, la idea de que la ci<strong>en</strong>ciaequivale a una catástrofe pot<strong>en</strong>cial pert<strong>en</strong>ece, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te, a la segundamitad deJ siglo: <strong>en</strong> su primera fase —la de la pesadilla de una guerranuclear— corresponde a la era de la confrontación <strong>en</strong>tre las superpot<strong>en</strong>ciasque siguió a 1945; <strong>en</strong> su fase posterior y más universal, a la era de crisisque com<strong>en</strong>zó <strong>en</strong> los set<strong>en</strong>ta. Por el contrario, la era de las catástrofes, quizásporque fr<strong>en</strong>ó el crecimi<strong>en</strong>to económico, fue todavía una etapa de complac<strong>en</strong>ciaci<strong>en</strong>tífica acerca de la capacidad humana de controlar las fuerzas de lanaturaleza o, <strong>en</strong> el peor de los casos, acerca de la capacidad por parte de8. Así, la Alemania nazi permitió que Werner Heis<strong>en</strong>berg explicase la teoría de la relatividad,pero a condición de que no m<strong>en</strong>cionase a Einstein (Peierls, 1992, p. 44).


528 EL DERRUMBAMIENTOla naturaleza de ajustarse a lo peor que el hombre le podía hacer. 9 Por otraparte, lo que inquietaba a los ci<strong>en</strong>tíficos era su propia incertidumbre acercade lo que t<strong>en</strong>ían que hacer con sus teorías y sus hallazgos.IIEn algún mom<strong>en</strong>to de la era <strong>del</strong> imperio se rompieron los vínculos <strong>en</strong>trelos hallazgos ci<strong>en</strong>tíficos y la realidad basada <strong>en</strong> la experi<strong>en</strong>cia s<strong>en</strong>sorial, oimaginable con ella; al igual que los vínculos <strong>en</strong>tre la ci<strong>en</strong>cia y el tipo <strong>del</strong>ógica basada <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido común, o imaginable con él. Estas dos rupturas sereforzaron mutuam<strong>en</strong>te, ya que el progreso de las ci<strong>en</strong>cias naturales dep<strong>en</strong>diócreci<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te de personas que escribían ecuaciones —es decir, formulacionesmatemáticas— <strong>en</strong> hojas de papel, <strong>en</strong> lugar de experim<strong>en</strong>tar <strong>en</strong> ellaboratorio. El siglo xx iba a ser el siglo <strong>en</strong> que los teóricos dirían a los técnicoslo que t<strong>en</strong>ían que buscar y <strong>en</strong>contrar a la luz de sus teorías. Dicho <strong>en</strong>otros términos, iba a ser el siglo de las matemáticas. La biología molecular,campo <strong>en</strong> que, según me informa una autoridad <strong>en</strong> la materia, existe muypoca teoría, es una excepción.No es que la observación y la experim<strong>en</strong>tación fues<strong>en</strong> secundarias. Alcontrario, sus tecnologías sufrieron una revolución mucho más profunda que<strong>en</strong> cualquier otra etapa desde el siglo xvn, con nuevos aparatos y técnicas,muchas de las cuales recibirían el espaldarazo ci<strong>en</strong>tífico definitivo <strong>del</strong> premioNobel. 10 Por poner sólo un ejemplo, las limitaciones de la ampliaciónóptica se superaron gracias al microscopio electrónico, <strong>en</strong> 1937, y al radiotelescopio,<strong>en</strong> 1957, con el resultado de permitir observaciones más profundas<strong>del</strong> reino molecular e incluso atómico, así como de los confines más remotos<strong>del</strong> universo.En las décadas reci<strong>en</strong>tes la automatización de las rutinas y la informatizaciónde las actividades y los cálculos de laboratorio, cada vez más complejos,ha aum<strong>en</strong>tado considerablem<strong>en</strong>te el poder de los experim<strong>en</strong>tadores,de los observadores y de los teóricos dedicados a la construcción de mo<strong>del</strong>os.En algunos campos, como el de la astronomía, esta automatización einformatización desembocó <strong>en</strong> descubrimi<strong>en</strong>tos, a veces accid<strong>en</strong>tales, quecondujeron a una innovación teórica. La cosmología moderna es, <strong>en</strong> el fondo,el resultado de dos hallazgos de este tipo: el de Hubble, que descubrióque el universo está <strong>en</strong> expansión basándose <strong>en</strong> el análisis de los espectros <strong>del</strong>as galaxias (1929), y el descubrimi<strong>en</strong>to de P<strong>en</strong>zias y Wilson de la radiacióncósmica de fondo (ruido de radio) <strong>en</strong> 1965. Sin embargo, a pesar de que la9. En 1930 Robert Millikan (premio Nobel <strong>en</strong> 1923), <strong>del</strong> Caltech, escribió la sigui<strong>en</strong>tefrase: «uno puede dormir <strong>en</strong> paz consci<strong>en</strong>te de que el Creador ha puesto <strong>en</strong> su obra algunos elem<strong>en</strong>tos a toda prueba, y que por tanto el hombre no puede infligirle ningún daño grave».10. Desde la primera guerra mundial más de veinte premios Nobel de física y químicahan sido otorgados, total o parcialm<strong>en</strong>te, a nuevos métodos, instrum<strong>en</strong>tos y técnicas de investigación.


LAS CIENCIAS NATURALES 5 2 9ci<strong>en</strong>cia es y debe ser una colaboración <strong>en</strong>tre teoría y práctica, <strong>en</strong> el siglo xxlos teóricos llevaban el volante.Para los propios ci<strong>en</strong>tíficos la ruptura con la experi<strong>en</strong>cia s<strong>en</strong>sorial y con els<strong>en</strong>tido común significó una ruptura con las certezas tradicionales de su campoy con su metodología. Sus consecu<strong>en</strong>cias pued<strong>en</strong> ilustrarse claram<strong>en</strong>tesigu<strong>en</strong>do la trayectoria de la física, la reina indiscutible de las ci<strong>en</strong>cias durantela primera mitad <strong>del</strong> siglo. De hecho, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que es todavía la únicaque se ocupa tanto <strong>del</strong> estudio de los elem<strong>en</strong>tos más pequeños de la materia,viva o muerta, como de la constitución y estructura <strong>del</strong> mayor conjunto demateria, el universo, la física siguió si<strong>en</strong>do el pilar fundam<strong>en</strong>tal de las ci<strong>en</strong>ciasnaturales incluso a finales de siglo, aunque <strong>en</strong> la segunda mitad tuvo queafrontar la dura compet<strong>en</strong>cia de las ci<strong>en</strong>cias de la vida, transformadas despuésde los años cincu<strong>en</strong>ta, tras la revolución de la biología molecular.Ningún otro ámbito ci<strong>en</strong>tífico parecía más sólido, coher<strong>en</strong>te y metodológicam<strong>en</strong>teseguro que la física newtoniana, cuyos fundam<strong>en</strong>tos se vieron socavadospor las teorías de Planck y de Einstein, así como por la transformaciónde la teoría atómica que siguió al descubrimi<strong>en</strong>to de la radiactividad <strong>en</strong> la décadade 1890. Era objetiva, es decir, se podía observar adecuadam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> lamedida <strong>en</strong> que lo permitían las limitaciones técnicas de los aparatos de observación(por ejemplo, las <strong>del</strong> microscopio óptico o <strong>del</strong> telescopio). No era ambigua:un objeto o un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o eran una cosa u otra, y la distinción <strong>en</strong>treambos casos estaba clara. Sus leyes eran universales, válidas por igual <strong>en</strong>el ámbito cósmico y <strong>en</strong> el microscópico. Los mecanismos que relacionabanlos f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os eran compr<strong>en</strong>sibles, esto es, susceptibles de expresarse <strong>en</strong> términosde «causa y efecto». En consecu<strong>en</strong>cia, todo el sistema era <strong>en</strong> principiodeterminista y el propósito de la experim<strong>en</strong>tación <strong>en</strong> el laboratorio era demostraresta determinación eliminando, hasta donde fuera posible, la complejamescolanza de la Vida ordinaria que la ocultaba. Sólo un tonto o un niñopodían sost<strong>en</strong>er que el vuelo de los pájaros y de las mariposas negaba las leyesde la gravitación. Los ci<strong>en</strong>tíficos sabían muy bi<strong>en</strong> que había afirmaciones «noci<strong>en</strong>tíficas», pero éstas no les atañían <strong>en</strong> cuanto ci<strong>en</strong>tíficos.Todas estas características se pusieron <strong>en</strong> <strong>en</strong>tredicho <strong>en</strong>tre 1895 y 1914.¿Era la luz una onda <strong>en</strong> movimi<strong>en</strong>to continuo o una emisión de partículasseparadas (fotones) como sost<strong>en</strong>ía Einstein, sigui<strong>en</strong>do a Planck? Unas vecesera mejor considerarla <strong>del</strong> primer modo; otras, <strong>del</strong> segundo. Pero ¿cómoestaban conectados, si lo estaban, ambos? ¿Qué era «<strong>en</strong> realidad» la luz?Como afirmó el gran Einstein veinte años después de haber creado el rompecabezas,«ahora t<strong>en</strong>emos dos teorías sobre la luz, ambas indisp<strong>en</strong>sables,pero debemos admitir que no hay ninguna conexión lógica <strong>en</strong>tre ellas, apesar de los veinte años de grandes esfuerzos realizados por los físicos teóricos»(Holton, 1970, p. 1.017). ¿Qué pasaba <strong>en</strong> el interior <strong>del</strong> átomo, que ahoraya no se consideraba (como implicaba el nombre griego) la unidad demateria más pequeña posible y, por ello, indivisible, sino como un sistemacomplejo integrado por diversas partículas aún más elem<strong>en</strong>tales? La primerasuposición, después <strong>del</strong> gran descubrimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> núcleo atómico realizado


5 3 0 EL DERRUMBAMIENTOpor Rutherford <strong>en</strong> 1911 <strong>en</strong> Manchester —un triunfo de la imaginación experim<strong>en</strong>taly el fundam<strong>en</strong>to de la moderna física nuclear y de lo que se convirtió<strong>en</strong> «gran ci<strong>en</strong>cia»—, fue que los electrones describían órbitas alrededorde este núcleo a la manera de un sistema solar <strong>en</strong> miniatura. No obstante,cuando se investigó la estructura de átomos individuales, <strong>en</strong> especial la <strong>del</strong>de hidróg<strong>en</strong>o realizada <strong>en</strong> 1912-1913 por Niels Bohr, que conocía la teoría <strong>del</strong>os «cuantos» de Max Planck, los resultados mostraron, una vez más, un profundoconflicto <strong>en</strong>tre lo que hacían los electrones y, empleando sus propiaspalabras, «el cuerpo de concepciones, de una admirable coher<strong>en</strong>cia, que seha dado <strong>en</strong> llamar, con toda corrección, la teoría electrodinámica clásica»(Holton, 1970, p. 1.028). El mo<strong>del</strong>o de Bohr funcionaba, es decir, poseía unabrillante pot<strong>en</strong>cia explicativa y predictiva, pero era «bastante irracional yabsurdo» desde el punto de vista de la mecánica newtoniana clásica y, <strong>en</strong>cualquier caso, no daba ninguna idea de lo que sucedía <strong>en</strong> realidad d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong>átomo cuando un electrón «saltaba» o pasaba de alguna manera de una órbitaa otra, o de lo que sucedía <strong>en</strong>tre el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que era descubierto <strong>en</strong> una yaquel <strong>en</strong> que aparecía <strong>en</strong> otra.Les sucedía lo que les ocurrió a las certidumbres de la propia ci<strong>en</strong>cia amedida que se fue vi<strong>en</strong>do cada vez más claro que el mismo proceso de observarf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os a nivel subatómico los modificaba: por esta razón, cuanto conmás precisión queramos saber la posición de una partícula atómica, m<strong>en</strong>oscerteza t<strong>en</strong>dremos acerca de su velocidad. Como se ha dicho de todos losmedios para observar detalladam<strong>en</strong>te dónde está «realm<strong>en</strong>te» un electrón,«mirarlo es hacerlo desaparecer» (Weisskopf, 1980, p. 37). Esta fue la paradojaque un brillante y jov<strong>en</strong> físico alemán, Werner Heis<strong>en</strong>berg, g<strong>en</strong>eralizó<strong>en</strong> 1927 con el famoso «principio de indeterminación» que lleva su nombre.El mero hecho de que el nombre haga hincapié <strong>en</strong> la indeterminación o intertidumbreresulta significativo, puesto que indica qué es lo que preocupaba alos exploradores <strong>del</strong> nuevo universo ci<strong>en</strong>tífico a medida que dejaban tras desí las certidumbres <strong>del</strong> universo antiguo. No es que ellos mismos dudas<strong>en</strong> oque obtuvies<strong>en</strong> resultados dudosos. Por el contrario, sus predicciones teóricas,por raras y poco plausibles que fues<strong>en</strong>, fueron verificadas por las observacionesy los experim<strong>en</strong>tos rutinarios, a partir <strong>del</strong> mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que la teoríag<strong>en</strong>eral de la relatividad de Einstein (1915) pareció verse probada <strong>en</strong> 1919por una expedición británica que, al observar un eclipse, comprobó que la luzde algunas estrellas distantes se desviaba hacia el Sol, como había predichola teoría. A efectos prácticos, la física de las partículas estaba tan sujeta a laregularidad y era tan predecible corno la física de Newton, si bi<strong>en</strong> de formadistinta y, <strong>en</strong> todo caso, Newton y Galileo seguían si<strong>en</strong>do válidos <strong>en</strong> el nivelsupraatómico. Lo que ponía nerviosos a los ci<strong>en</strong>tíficos era que no sabíancómo conciliar lo antiguo con lo moderno.Entre 1924 y 1927 las dualidades que habían preocupado a los físicosdurante el primer cuarto de siglo fueron eliminadas, o más bi<strong>en</strong> soslayadas,gracias a un brillante golpe dado por la física matemática: la construcción <strong>del</strong>a «mecánica cuántica», que se desarrolló casi simultáneam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> varios


LAS CIENCIAS NATURALES 531países. La verdadera «realidad» que había d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> átomo no era o unaonda o una partícula, sino «estados cuánticos» indivisibles que se podíanmanifestar <strong>en</strong> cualquiera de estas dos formas, o <strong>en</strong> ambas. Era inútil considerarlocomo un movimi<strong>en</strong>to continuo o discontinuo, porque nunca se podráseguir, paso a paso, la s<strong>en</strong>da <strong>del</strong> electrón.Los conceptos clásicos de la física, como la posición, la velocidad o elimpulso, no son aplicables más allá de ciertos puntos, señalados por el «principiode indeterminación» de Heis<strong>en</strong>berg. Pero, por supuesto, más allá deestos puntos se aplican otros conceptos que dan lugar a resultados que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong>nada de inciertos, y que surg<strong>en</strong> de los mo<strong>del</strong>os específicos producidospor las «ondas» o vibraciones de electrones (con carga negativa) mant<strong>en</strong>idosd<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> reducido espacio <strong>del</strong> átomo cercano al núcleo (positivo). Sucesivos«estados cuánticos» d<strong>en</strong>tro de este espacio reducido produc<strong>en</strong> unosmo<strong>del</strong>os bi<strong>en</strong> definidos de frecu<strong>en</strong>cias difer<strong>en</strong>tes que, como demostró Schrodinger<strong>en</strong> 1926, se podían calcular <strong>del</strong> mismo modo que podía calcularse la<strong>en</strong>ergía que corresponde a cada uno («mecánica ondulatoria»).Estos mo<strong>del</strong>os de electrones t<strong>en</strong>ían un poder predictivo y explicativomuy notable. Así, muchos años después, cuando <strong>en</strong> Los Álamos se produjoplutonio por primera vez mediante reacciones nucleares, durante el procesode fabricación de la primera bomba atómica, las cantidades eran tan pequeñasque sus propiedades no podían observarse. Sin embargo, a partir <strong>del</strong>número de electrones <strong>en</strong> el átomo de este elem<strong>en</strong>to, y a partir de los mo<strong>del</strong>ospara estos nov<strong>en</strong>ta y cuatro electrones que vibraban alrededor <strong>del</strong> núcleo,y sin nada más, los ci<strong>en</strong>tíficos predijeron, acertadam<strong>en</strong>te, que el plutonioresultaría ser un metal marrón con una masa específica de unos veinte gramospor c<strong>en</strong>tímetro cúbico, y que poseería una determinada conductividad yelasticidad eléctrica y térmica. La mecánica cuántica explicó también por quélos átomos (y las moléculas y combinaciones superiores basadas <strong>en</strong> ellos)permanec<strong>en</strong> estables o, más bi<strong>en</strong>, qué carga suplem<strong>en</strong>taria de <strong>en</strong>ergía seríanecesaria para cambiarlos. En realidad, se ha dicho queincluso los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os de la vida (la forma <strong>del</strong> ADN y el que difer<strong>en</strong>tes nucleótidossean resist<strong>en</strong>tes a oscilaciones térmicas a temperatura ambi<strong>en</strong>te) se basan<strong>en</strong> estos mo<strong>del</strong>os primarios. El hecho de que cada primavera brot<strong>en</strong> las mismasflores se basa <strong>en</strong> la estabilidad de los mo<strong>del</strong>os de los difer<strong>en</strong>tes nucleótidos(Weisskopf, 1980, pp. 35-38).No obstante, este avance tan grande y tan fructífero <strong>en</strong> la exploración <strong>del</strong>a naturaleza se alcanzó sobre las ruinas de todo lo que la teoría ci<strong>en</strong>tíficahabía considerado cierto y adecuado, y por una susp<strong>en</strong>sión voluntaria <strong>del</strong>escepticismo que no sólo los ci<strong>en</strong>tíficos de mayor edad <strong>en</strong>contraban inquietante.Consideremos la «antimateria» que propuso desde Cambridge PaulDirac, una vez descubrió, <strong>en</strong> 1928, que sus ecuaciones t<strong>en</strong>ían soluciones quecorrespondían a estados <strong>del</strong> electrón con una <strong>en</strong>ergía m<strong>en</strong>or que la <strong>en</strong>ergíacero <strong>del</strong> espacio vacío. Desde <strong>en</strong>tonces el término «antimateria», que carece


532 EL DERRUMBAMIENTOde s<strong>en</strong>tido <strong>en</strong> términos cotidianos, fue alegrem<strong>en</strong>te manejado por los físicos(Weinberg, 1977, pp. 23-24). La palabra misma implicaba un rechazo <strong>del</strong>iberadoa permitir que el progreso <strong>del</strong> cálculo teórico se desviase a causa decualquier noción preconcebida de la realidad: fuera lo que fuese <strong>en</strong> últimotérmino la realidad, respondería a lo que mostraban las ecuaciones. Y sinembargo, esto no era fácil de aceptar, ni siquiera para aquellos ci<strong>en</strong>tíficos quehabían olvidado ya la opinión de Rutherford de que no podía considerarsebu<strong>en</strong>a una física que no pudiese explicarse a una camarera.Hubo pioneros de la nueva ci<strong>en</strong>cia a qui<strong>en</strong>es les resultó imposible aceptarel fin de las viejas certidumbres, incluy<strong>en</strong>do a sus fundadores, MaxPlanck y el propio Albert Einstein, qui<strong>en</strong> expresó sus recelos <strong>en</strong> el reemplazode la causalidad determinista por leyes puram<strong>en</strong>te probabilísticas con lafamosa frase: «Dios no juega a los dados». Einstein no t<strong>en</strong>ía argum<strong>en</strong>tosválidos, pero com<strong>en</strong>tó: «una voz interior me dice que la mecánica cuánticano es la verdad» (citado <strong>en</strong> Jammer, 1966, p. 358).Más de uno de los propios revolucionarios cuánticos había soñado <strong>en</strong> eliminarlas contradicciones, subsumi<strong>en</strong>do unas bajo otras. Por ejemplo, Schrodingercreyó que su «mecánica ondulatoria» había diluido los presuntos «saltos»de los electrones de una órbita atómica a otra <strong>en</strong> el proceso continuo<strong>del</strong> cambio <strong>en</strong>ergético, con lo que se preservaban el espacio, el tiempo y lacausalidad clásicas. Algunos pioneros de la revolución reacios a aceptar susconsecu<strong>en</strong>cias extremas, como Planck y Einstein, respiraron con alivio, perofue <strong>en</strong> vano. El juego era nuevo y las viejas reglas ya no servían.¿Podían apr<strong>en</strong>der los físicos a vivir <strong>en</strong> una contradicción perman<strong>en</strong>te?Niéls Bohr p<strong>en</strong>saba que podían y debían hacerlo. No había manera de expresarla naturaleza <strong>en</strong> su conjunto con una única descripción, dada la condición<strong>del</strong> l<strong>en</strong>guaje humano. No podía haber un solo mo<strong>del</strong>o que lo abarcase tododirectam<strong>en</strong>te. La única forma de apreh<strong>en</strong>der la realidad era describirla demodos difer<strong>en</strong>tes y juntar todas las descripciones para que se complem<strong>en</strong>tas<strong>en</strong>unas con otras, <strong>en</strong> una «superposición exhaustiva de descripciones distintasque incorporan nociones apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te contradictorias» (Holton, 1970,p. 1.018). Este era el «principio de complem<strong>en</strong>tariedad» de Bohr, un conceptometafísico relacionado con la relatividad, que dedujo de autores muy alejados<strong>del</strong> mundo de la física, y al que se asignó una aplicación universal. La «complem<strong>en</strong>tariedad»de Bohr no se proponía contribuir al avance de las investigacionesde los ci<strong>en</strong>tíficos atómicos, sino más bi<strong>en</strong> tranquilizarles justificando suconfusión. Su atractivo no pert<strong>en</strong>ece al ámbito de la razón.Porque aunque todos nosotros, y mucho más los ci<strong>en</strong>tíficos intelig<strong>en</strong>tes,sabemos que hay formas distintas de percibir la realidad, no siempre comparablese incluso contradictorias, y que se necesitan todas para apreh<strong>en</strong>derla<strong>en</strong> su globalidad, no t<strong>en</strong>emos idea de cómo conectarlas. El efecto de unasonata de Beethov<strong>en</strong> se puede analizar física, fisiológica y psicológicam<strong>en</strong>te,y también se puede asimilar escuchándola, pero ¿cómo se conectan estas formasde compr<strong>en</strong>sión? Nadie lo sabe.Sin embargo, la incomodidad persistió. Por un lado estaba la síntesis de


LAS CIENCIAS NATURALES 533la nueva física de mediados de los años veinte, que proporcionaba un procedimi<strong>en</strong>tomuy efectivo para introducirse <strong>en</strong> las cámaras blindadas de la naturaleza.Los conceptos básicos de la revolución de los cuantos seguían aplicándosea fines <strong>del</strong> siglo xx. Y a m<strong>en</strong>os que sigamos a qui<strong>en</strong>es consideranque el análisis no lineal, posible gracias a los ord<strong>en</strong>adores, es un punto departida radicalm<strong>en</strong>te nuevo, debemos conv<strong>en</strong>ir que desde el período de 1900-1927 la física no ha experim<strong>en</strong>tado ninguna revolución, sino tan sólo gigantescosavances evolutivos d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mismo marco conceptual.Por otro lado, hubo una incoher<strong>en</strong>cia g<strong>en</strong>eralizada, que <strong>en</strong> 1931 alcanzó elúltimo reducto de la certidumbre: las matemáticas. Un lógico matemático austríaco,Kurt Go<strong>del</strong>, demostró que un sistema de axiomas nunca puede basarse<strong>en</strong> sí mismo. Si hay que demostrar su solidez, hay que recurrir a afirmacionesexternas al sistema. A la luz <strong>del</strong> «teorema de Go<strong>del</strong>» no se puede tan siquierap<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> un mundo no contradictorio e internam<strong>en</strong>te consist<strong>en</strong>te.Tal era «la crisis de la física», si se me permite citar el título de un libroescrito por un jov<strong>en</strong> intelectual británico, autodidacto y marxista, que murió<strong>en</strong> España: Christopher Caudwell (1907-1937). No se trataba tan sólo de una«crisis de los fundam<strong>en</strong>tos», como se llamó <strong>en</strong> matemáticas al período de1900-1930 (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 10), sino también de la visiónque los ci<strong>en</strong>tíficos t<strong>en</strong>ían <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral. En realidad, a medida quelos físicos apr<strong>en</strong>dieron a despreocuparse por las cuestiones filosóficas, altiempo que se sumergían <strong>en</strong> el nuevo territorio que se abría ante ellos, elsegundo aspecto de la crisis se hizo todavía mayor, ya que durante los añostreinta y cuar<strong>en</strong>ta la estructura <strong>del</strong> átomo se fue complicando de año <strong>en</strong> año.La s<strong>en</strong>cilla dualidad de núcleo positivo y electrón(es) negativo(s) ya nobastaba. Los átomos estaban habitados por una fauna y flora creci<strong>en</strong>tes departículas elem<strong>en</strong>tales, algunas de las cuales eran verdaderam<strong>en</strong>te extrañas.Chadwick, de Cambridge, descubrió la primera de ellas <strong>en</strong> 1932, los neutrones,partículas que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> casi la misma masa que un protón pero sin cargaeléctrica. Sin embargo, con anterioridad ya se habían anticipado teóricam<strong>en</strong>teotras partículas, como los neutrinos, partículas sin masa y eléctricam<strong>en</strong>t<strong>en</strong>eutrales.Estas partículas subatómicas, efímeras y fugaces, se multiplicaban sobretodo con los aceleradores de alta <strong>en</strong>ergía de la «gran ci<strong>en</strong>cia», disponiblesdespués de la segunda guerra mundial. A finales de los años cincu<strong>en</strong>ta habíamás de un c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de ellas y no se divisaba su final. El panorama se complicóademás, desde comi<strong>en</strong>zos de los treinta, con el descubrimi<strong>en</strong>to de dosfuerzas oscuras y desconocidas que operaban d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> átomo, además <strong>del</strong>as fuerzas eléctricas que mant<strong>en</strong>ían unido al núcleo con los electrones. Eranlas llamadas fuerza de «interacción fuerte», que ligaban el neutrón y el protónde carga positiva con el núcleo atómico, y de «interacción débil», responsablede ciertos tipos de descomposición de las partículas.En el marasmo conceptual sobre el que se edificaron las ci<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> sigloxx, había sin embargo un presupuesto básico y es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te estético qu<strong>en</strong>o se puso <strong>en</strong> duda. Y que, a medida que la incertidumbre iba cubri<strong>en</strong>do a


534 EL DERRUMBAMIENTOlos demás, se fue haci<strong>en</strong>do cada vez más c<strong>en</strong>tral para los ci<strong>en</strong>tíficos. Éstos,al igual que Keats, creían que «la belleza es verdad, y la verdad, belleza»,aunque su criterio de belleza no coincidía con el <strong>del</strong> poeta. Una teoría bella, loque ya era <strong>en</strong> sí mismo una presunción de verdad, debe ser elegante, económicay g<strong>en</strong>eral. Debe unificar y simplificar, como lo habían hecho hasta<strong>en</strong>tonces los grandes hitos de la teoría ci<strong>en</strong>tífica.La revolución ci<strong>en</strong>tífica de la época de Galileo y de Newton demostróque las leyes que gobernaban el cielo y la tierra eran las mismas. La revoluciónquímica redujo la infinita variedad de formas <strong>en</strong> que aparecía la materiaa nov<strong>en</strong>ta y dos elem<strong>en</strong>tos sistemáticam<strong>en</strong>te conectados. El triunfo de la física<strong>del</strong> siglo xix consistió <strong>en</strong> demostrar que la electricidad, el magnetismo ylos f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os ópticos t<strong>en</strong>ían las mismas raíces. Sin embargo, la nueva revoluciónci<strong>en</strong>tífica no produjo una simplificación, sino una complicación.La maravillosa teoría de la relatividad de Einstein, que describía la gravedadcomo una manifestación de la curvatura <strong>del</strong> espacio-tiempo, introdujo,de hecho, una dualidad inquietante <strong>en</strong> la naturaleza: «por un lado, estaba elesc<strong>en</strong>ario: es decir, el espacio-tiempo curvo, la gravedad; y por otro, los actores:los electrones, los protones, los campos electromagnéticos... y no habíaconexión <strong>en</strong>tre ellos» (Weinberg, 1979, p. 43). En los últimos cuar<strong>en</strong>ta añosde su vida, Einstein, el Newton <strong>del</strong> siglo xx, trabajó para elaborar una «teoríaunificada» que <strong>en</strong>lazaría el electromagnetismo con la gravedad, pero no loconsiguió y ahora existían otras dos clases, apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te no conectadas<strong>en</strong>tre sí, de fuerzas de la naturaleza, sin relación apar<strong>en</strong>te con la gravedad yel electromagnetismo.La multiplicación de las partículas subatómicas, por muy estimulante quefuese, sólo podía ser una verdad temporal y preliminar porque, por muy hermosaque fuera <strong>en</strong> el detalle, no había belleza <strong>en</strong> el nuevo átomo como lahabía habido <strong>en</strong> el viejo. Incluso los pragmáticos puros de la época, paraqui<strong>en</strong>es el único criterio sobre la validez de una hipótesis era que ésta funcionase,habían soñado alguna vez con una «teoría de todo» —por emplearla expresión de un físico de Cambridge, Steph<strong>en</strong> Hawking— que fues<strong>en</strong>oble, bella y g<strong>en</strong>eral. Pero esta teoría parecía estar cada vez más lejana,pese a que desde los años ses<strong>en</strong>ta los físicos com<strong>en</strong>zaron, una vez más, a percibirla posibilidad de tal síntesis. De hecho, <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>ta volvió aext<strong>en</strong>derse <strong>en</strong>tre los físicos la cre<strong>en</strong>cia g<strong>en</strong>eralizada de que estaban a puntode alcanzar un nivel verdaderam<strong>en</strong>te básico y que la multiplicidad de partículaselem<strong>en</strong>tales podría reducirse a un grupo relativam<strong>en</strong>te simple y coher<strong>en</strong>te.Al mismo tiempo, y a caballo <strong>en</strong>tre los indefinidos límites de disciplinastan dispares como la meteorología, la ecología, la física no nuclear, la astronomía,la dinámica de fluidos y distintas ramas de las matemáticas desarrolladasindep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la Unión Soviética y (algo más tarde) <strong>en</strong>Occid<strong>en</strong>te, y con la ayuda <strong>del</strong> extraordinario desarrollo de los ord<strong>en</strong>adorescomo herrami<strong>en</strong>tas analíticas y de inspiración visual, se iba abri<strong>en</strong>do paso, oiba resurgi<strong>en</strong>do, un nuevo tipo de síntesis conocido con el nombre, bastan-


LAS CIENCIAS NATURALES 5 3 5te <strong>en</strong>gañoso, de «teoría <strong>del</strong> caos». Y era <strong>en</strong>gañoso porque lo que revelaba noera tanto los impredecibles resultados de procedimi<strong>en</strong>tos ci<strong>en</strong>tíficos perfectam<strong>en</strong>tedeterministas, sino la extraordinaria universalidad de formas y mo<strong>del</strong>osde la naturaleza <strong>en</strong> sus manifestaciones más dispares y apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teinconexas. 11La teoría <strong>del</strong> caos ayudó a dar otra vuelta de tuerca a Ja antigua causalidad.Rompió los lazos <strong>en</strong>tre ésta y la posibilidad de predicción, puesto que nosost<strong>en</strong>ía que los hechos sucedies<strong>en</strong> de manera fortuita, sino que los efectosque se seguían de unas causas específicas no se podían predecir. Ello reforzó,además, otra cuestión avanzada por los paleontólgos y de considerable interéspara los historiadores: la suger<strong>en</strong>cia de que las cad<strong>en</strong>as de desarrollo históricoo evolutivo son perfectam<strong>en</strong>te coher<strong>en</strong>tes y explicables después <strong>del</strong>hecho, pero que los resultados finales no se pued<strong>en</strong> predecir desde el principio,porque, si se dan las mismas condiciones otra vez, cualquier cambio, porinsignificante o poco importante que pueda parecer <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to, «haráque la evolución se desarrolle por una vía radicalm<strong>en</strong>te distinta» (Gould,1989, p. 51). Las consecu<strong>en</strong>cias políticas, económicas y sociales de este <strong>en</strong>foquepued<strong>en</strong> ser de largo alcance.Por otra parte, estaba también el absurdo total de gran parte <strong>del</strong> nuevomundo de los físicos. Mi<strong>en</strong>tras estuviese confinado <strong>en</strong> el átomo, no afectabadirectam<strong>en</strong>te a la vida cotidiana, <strong>en</strong> la que incluso los ci<strong>en</strong>tíficos estabaninmersos, pero hubo al m<strong>en</strong>os un nuevo e inasimilable descubrimi<strong>en</strong>to que nose pudo poner también <strong>en</strong> cuar<strong>en</strong>t<strong>en</strong>a. Este era el hecho extraodinario,que algunos habían anticipado a partir de la teoría de la relatividad, y quehabía sido observado <strong>en</strong> 1929 por el astrónomo estadounid<strong>en</strong>se E. Hubble, deque el universo <strong>en</strong>tero parecía expandirse a una velocidad de vértigo. Estaexpansión, que incluso muchos ci<strong>en</strong>tíficos <strong>en</strong>contraban difícil de aceptar, porlo que algunos llegaron a idear teorías alternativas sobre el «estado estacionario»<strong>del</strong> cosmos, fue verificada con la obt<strong>en</strong>ción de nuevos datos astronómicos<strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta. Era imposible no hacerse preguntas acerca de haciadónde se (y nos) dirigía esta expansión; acerca de cuándo y cómo com<strong>en</strong>zó y,por consigui<strong>en</strong>te, especular sobre la historia <strong>del</strong> universo, empezando por elbig bang o explosión inicial.Este descubrimi<strong>en</strong>to produjo el floreci<strong>en</strong>te campo de la cosmología, laparte de la ci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> siglo xx más apta para inspirar bestsellers, y aum<strong>en</strong>tó<strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te el papel de la historia <strong>en</strong> las ci<strong>en</strong>cias naturales que, a excepciónde la geología y sus derivadas, habían manifestado hasta <strong>en</strong>tonces una11. El desarrollo de la «teoría <strong>del</strong> caos» <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta ti<strong>en</strong>e algo <strong>en</strong> comúncon el surgimi<strong>en</strong>io, a comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong> siglo xix, de una escuela ci<strong>en</strong>tífica «romántica» c<strong>en</strong>tradaprincipalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Alemania (la Naturphilosophie), <strong>en</strong> reacción contra la corri<strong>en</strong>te principal «clásica»,c<strong>en</strong>trada <strong>en</strong> Francia y Gran Bretaña. Es interesante señalar que dos emin<strong>en</strong>tes pioneros de lanueva escuela, Feig<strong>en</strong>baum y Libchaber (véase Gleick, 1988, pp. 163 y 197), se inspiraron <strong>en</strong>la lectura de la apasionadam<strong>en</strong>te antinewtoniana teoría de los colores de Goethe, y <strong>en</strong> su tratadosobre la transformación de las plantas, que puede considerarse como una teoría evolucionista antidarwinistaanticipada. (Sobre la Naturphilosophie véase Las revoluciones burguesas, capítulo 15.)


536 EL DERRUMBAMIENTOdesdeñosa falta de interés por ella. Disminuyó, además, la id<strong>en</strong>tificación <strong>del</strong>a ci<strong>en</strong>cia «dura» con la experim<strong>en</strong>tación, es decir, con la reproducción de losf<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os naturales. Porque ¿cómo se iban a repetir hechos que eran irrepetiblespor definición? Así, el universo <strong>en</strong> expansión se añadió a la confusión<strong>en</strong> que estaban sumidos tanto los ci<strong>en</strong>tíficos como los legos.Esta confusión hizo que qui<strong>en</strong>es vivieron <strong>en</strong> la era de las catástrofes, yconocían o reflexionaban sobre estas cuestiones, se reafirmas<strong>en</strong> <strong>en</strong> su convicciónde que el mundo antiguo había muerto o, como mínimo, estaba <strong>en</strong>una fase terminal, pero que los contornos <strong>del</strong> nuevo no estaban todavía claram<strong>en</strong>teesbozados. El gran Max Planck no t<strong>en</strong>ía dudas sobre la relación<strong>en</strong>tre la crisis de la ci<strong>en</strong>cia y de la vida cotidiana:Estamos vivi<strong>en</strong>do un mom<strong>en</strong>to muy singular de la historia. Es un mom<strong>en</strong>tode crisis <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido literal de la palabra. En cada rama de nuestra civilizaciónespiritual y material parecemos haber llegado a un mom<strong>en</strong>to crítico. Este espírituSe manifiesta no sólo <strong>en</strong> el estado real de los asuntos públicos, sino también<strong>en</strong> la actitud g<strong>en</strong>eral hacia los valores fundam<strong>en</strong>tales de la vida social y personal... Ahora, el iconoclasta ha invadido el templo de la ci<strong>en</strong>cia. Ap<strong>en</strong>as hay unprincipio ci<strong>en</strong>tífico que no sea negado por algui<strong>en</strong>. Y, al propio tiempo, cualquierteoría, por absurda que parezca, puede hallar prosélitos y discípulos <strong>en</strong> unsitio u otro (Planck, 1933, p. 64).Nada podía ser más natural que el hecho de que un alemán de clase media,educado <strong>en</strong> las certidumbres <strong>del</strong> siglo xix, expresase tales s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> losdías de la Gran Depresión y de la asc<strong>en</strong>sión de Hitler al poder.Sin embargo, no era precisam<strong>en</strong>te pesimismo lo que s<strong>en</strong>tían la mayoría <strong>del</strong>os ci<strong>en</strong>tíficos. Estaban de acuerdo con Rutherford, que <strong>en</strong> 1923, ante la BritishAssociation, afirmó: «estamos vivi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la era heroica de la física»(Howarth, 1978, p. 92). Cada nuevo ejemplar de las revistas ci<strong>en</strong>tíficas, cadacoloquio (puesto que a la mayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos les <strong>en</strong>cantaba, más qu<strong>en</strong>unca, combinar cooperación y compet<strong>en</strong>cia), traía avances nuevos, profundosy estimulantes. La comunidad ci<strong>en</strong>tífica era todavía lo bastante reducida,al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> disciplinas punta como la física nuclear y la cristalografía, comopara ofrecer a todo jov<strong>en</strong> investigador la posibilidad de alcanzar el estrellato.Ser un ci<strong>en</strong>tífico era ser algui<strong>en</strong> <strong>en</strong>vidiado. Qui<strong>en</strong>es estudiábamos <strong>en</strong> Cambridge,de donde surgieron la mayoría de los treinta premios Nobel británicosde la primera mitad <strong>del</strong> siglo —que, a efectos prácticos, constituía la ci<strong>en</strong>ciabritánica <strong>en</strong> ese tiempo—, sabíamos cuál era la materia que nos hubiera gustadoestudiar, si nuestras matemáticas hubieran sido lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te bu<strong>en</strong>aspara ello.En realidad, las ci<strong>en</strong>cias naturales no podían esperar más que mayoreshitos y avances intelectuales, que hacían tolerables los parches, imperfeccionese improvisaciones de las teorías al uso, puesto que éstas estaban destinadasa ser sólo temporales. ¿Cómo iban a desconfiar <strong>del</strong> futuro personas querecibían premios Nobel por trabajos realizados cuando contaban poco más de


LAS CIENCIAS NATURALES 5 3 7veinte años? 12 Y, sin embargo, ¿cómo iban a poder los hombres (y las pocasmujeres) que seguían poni<strong>en</strong>do a prueba la realidad de la vacilante idea de«progreso» <strong>en</strong> su ámbito de actividad, permanecer inmunes ante la épocade crisis y catástrofes <strong>en</strong> la que vivían?No podían, y no lo hicieron. La era de las catástrofes fue, por tanto, una <strong>del</strong>as comparativam<strong>en</strong>te raras etapas <strong>en</strong> las que hubo ci<strong>en</strong>tíficos politizados, y nosólo porque se demostró (cuando muchos de ellos tuvieron que emigrar degrandes zonas de Europa porque eran considerados racial o ideológicam<strong>en</strong>teinaceptables) que no podían dar por supuesta su inmunidad personal. En todocaso, el ci<strong>en</strong>tífico británico característico de los años treinta era miembro <strong>del</strong>«Grupo de ci<strong>en</strong>tíficos contra la guerra», organización izquierdista radicada <strong>en</strong>Cambridge, y profesaba un radicalismo ac<strong>en</strong>tuado por el talante abiertam<strong>en</strong>teradical de sus m<strong>en</strong>tores, cuyos méritos habían reconocido desde la RoyalSociety hasta el premio Nobel: Bernal (cristalografía), Haldane (g<strong>en</strong>ética),Needham (embriología química), 13 Blackett (física), Dirac (física) y el matemáticoG. H. Hardy, para qui<strong>en</strong> sólo había dos personajes <strong>en</strong> el siglo xx quepudieran compararse al jugador de cricket australiano Don Bradman, a qui<strong>en</strong>admiraba: L<strong>en</strong>in y Einstein.El típico físico jov<strong>en</strong> estadounid<strong>en</strong>se de los años treinta t<strong>en</strong>dría probablem<strong>en</strong>teproblemas políticos <strong>en</strong> la época de la guerra fría que siguió a la conti<strong>en</strong>da,a causa de las inclinaciones radicales que había manifestado antes <strong>del</strong>a guerra o que conservaba, como les sucedió a Robert Opp<strong>en</strong>heimer (1904-1967), el gran artífice de la bomba atómica, y a Linus Pauling, el químico(1901) que ganó dos premios Nobel, uno de ellos por su contribución a lapaz, y un premio L<strong>en</strong>in. El ci<strong>en</strong>tífico francés típico era simpatizante <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>tePopular <strong>en</strong> los años treinta y activista de la Resist<strong>en</strong>cia durante la guerra,algo de que no muchos franceses podían <strong>en</strong>orgullecerse. Y el ci<strong>en</strong>tífico refugiadocaracterística de la Europa c<strong>en</strong>tral había de ser hostil al fascismo, pormuy poco interesado que estuviese <strong>en</strong> la vida pública. Los ci<strong>en</strong>tíficos quesiguieron <strong>en</strong> los países fascistas y <strong>en</strong> la Unión Soviética —o que no pudieronabandonarlos— no podían mant<strong>en</strong>erse al marg<strong>en</strong> de la política de sus gobiernos,tanto si simpatizaban con ella como si no, aunque sólo fuera por los gestospúblicos que les imponían, como el saludo nazi <strong>en</strong> la Alemania de Hitler,que el gran físico Max von Laue (1897-1960) procuraba evitar llevando algo<strong>en</strong> las dos manos siempre que salía de su casa.A difer<strong>en</strong>cia de lo que ocurre con las ci<strong>en</strong>cias sociales o humanas, estapolitización era excepcional <strong>en</strong> las ci<strong>en</strong>cias naturales, cuya materia no exige,ni siquiera sugiere —salvo <strong>en</strong> ciertos ámbitos de las ci<strong>en</strong>cias de la vida—opiniones sobre los asuntos humanos, aunque a m<strong>en</strong>udo las sugiera sobreDios.12. La revolución de la física de 1924-1928 la llevaron a cabo personas como Heis<strong>en</strong>berg,Pauli, Dirac, Fermi y Joliot, nacidas <strong>en</strong>tre 1900 y 1902. Schrodinger, De Broglie y Max Bornestaban <strong>en</strong> la treint<strong>en</strong>a.13. Más a<strong>del</strong>ante se convirtió <strong>en</strong> un emin<strong>en</strong>te historiador de la ci<strong>en</strong>cia china.


5 3 8 EL DERRUMBAMIENTOSin embargo, los ci<strong>en</strong>tíficos estaban más directam<strong>en</strong>te politizados porsus bi<strong>en</strong> fundadas cre<strong>en</strong>cias de que los legos, incluy<strong>en</strong>do a los políticos, not<strong>en</strong>ían ni idea <strong>del</strong> extraordinario pot<strong>en</strong>cial que la ci<strong>en</strong>cia moderna, adecuadam<strong>en</strong>teempleada, ponía <strong>en</strong> manos de la sociedad humana. Y tanto elcolapso de la economía mundial como el asc<strong>en</strong>so de Hitler parecieron confirmarlode modos distintos. Por el contrario, la devoción marxista oficial <strong>del</strong>a Unión Soviética y su inclinación hacia las ci<strong>en</strong>cias naturales <strong>en</strong>gañó amuchos ci<strong>en</strong>tíficos occid<strong>en</strong>tales de la época, haciéndoles creer que era unrégim<strong>en</strong> adecuado para realizar este pot<strong>en</strong>cial. La tecnocracia y el radicalismoconvergieron porque <strong>en</strong> este punto era la izquierda política, con su compromisoideológico con la ci<strong>en</strong>cia, el racionalismo y el progreso (ridiculizadopor los conservadores mediante un neologismo, el «ci<strong>en</strong>tifismo»), 14 laque repres<strong>en</strong>taba naturalm<strong>en</strong>te el reconocimi<strong>en</strong>to y el respaldo adecuadospara «la función social de la ci<strong>en</strong>cia», por citar el título de un libro-manifiestode gran influ<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> esa época (Bernal. 1939), escrito, como no podíaser m<strong>en</strong>os, por un físico marxista brillante y militante.También es significativo que el gobierno <strong>del</strong> Fr<strong>en</strong>te Popular francésde 1936-1939 creara la primera subsecretaría de investigación ci<strong>en</strong>tífica(dirigida por Ir<strong>en</strong>e Joliot-Curie, galardonada con el Nobel) y desarrollase loque aún hoy es el principal mecanismo de subv<strong>en</strong>ción de la investigaciónfrancesa, el CNRS, C<strong>en</strong>tre National de la Recherche Sci<strong>en</strong>tifique. En realidad,cada vez resultaba más evid<strong>en</strong>te, por lo m<strong>en</strong>os para los ci<strong>en</strong>tíficos, quela investigación no sólo necesitaba fondos públicos, sino también una organizaciónpública. Los servicios ci<strong>en</strong>tíficos <strong>del</strong> gobierno británico, que <strong>en</strong> 1930empleaban <strong>en</strong> su conjunto a un total de 743 ci<strong>en</strong>tíficos, eran insufici<strong>en</strong>tes(treinta años después daban empleo a más de 7.000) (Bernal, 1967, p. 931).La etapa de la ci<strong>en</strong>cia politizada alcanzó su punto álgido <strong>en</strong> la segundaguerra mundial, el primer conflicto (desde la era jacobina, durante la revoluciónfrancesa) <strong>en</strong> que los ci<strong>en</strong>tíficos fueron movilizados de forma sistemáticay c<strong>en</strong>tralizada con fines militares, con mayor eficacia, probablem<strong>en</strong>te, porparte de los aliados que por parte de Alemania, Italia y Japón, porque los aliadosno pret<strong>en</strong>dían ganar la guerra rápidam<strong>en</strong>te con los métodos y los recursosde que disponían <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to (véase el capítulo I).Trágicam<strong>en</strong>te, la guerra atómica resultó ser hija <strong>del</strong> antifascismo. Unasimple guerra <strong>en</strong>tre estados-nación no hubiera movido a la flor y nata de losfísicos nucleares, gran parte de ellos refugiados o exiliados <strong>del</strong> fascismo, aincitar a los gobiernos británico y estadounid<strong>en</strong>se a que construyeran la bombaatómica. Y el mismo horror de estos ci<strong>en</strong>tíficos cuando la lograron, susesfuerzos de última hora para evitar que los políticos y militares la usas<strong>en</strong>, ysu posterior resist<strong>en</strong>cia a la construcción de la bomba de hidróg<strong>en</strong>o, muestranla fuerza de las pasiones políticas. En realidad, el apoyo que las campañasantinucleares impulsadas tras la segunda guerra mundial <strong>en</strong>contraron <strong>en</strong>tre la14. El término apareció por primera vez <strong>en</strong> 1936 <strong>en</strong> Francia (Guerlac. 1951. pp. 93-94).


LAS CIENCIAS NATURALES 5 3 9comunidad ci<strong>en</strong>tífica lo recibieron de los miembros de las politizadas g<strong>en</strong>eracionesantifascistas.Al mismo tiempo, la guerra acabó de conv<strong>en</strong>cer a los gobiernos de quededicar recursos inimaginables hasta <strong>en</strong>tonces a la investigación ci<strong>en</strong>tíficaera factible y es<strong>en</strong>cial para el futuro. Ninguna economía, excepto la de losEstados Unidos, podía haber reunido dos mil millones de dólares (al valor <strong>del</strong>os tiempos de guerra) para construir la bomba atómica <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a conflagración.Pero también es verdad que ningún gobierno, antes de 1940, hubierasoñado <strong>en</strong> gastar ni siquiera una pequeña fracción de todo ese dinero <strong>en</strong> _unproyecto hipotético, basado <strong>en</strong> los cálculos incompr<strong>en</strong>sibles de unos académicosmel<strong>en</strong>udos. Después de la guerra sólo el cielo o, mejor dicho, la capacidadeconómica fue el límite <strong>del</strong> gasto y de los empleos ci<strong>en</strong>tíficos de losgobiernos. En los años set<strong>en</strong>ta el gobierno estadounid<strong>en</strong>se sufragaba los dostercios de los costes de la investigación básica que se desarrollaba <strong>en</strong> su país,que <strong>en</strong> aquel tiempo sumaban casi cinco mil millones de dólares anuales,y daba trabajo a casi un millón de ci<strong>en</strong>tíficos e ing<strong>en</strong>ieros (Holton, 1978,pp. 227-228).IllLa temperatura política de la ci<strong>en</strong>cia bajó después de la segunda guerramundial. Entre 1947 y 1949 el radicalismo experim<strong>en</strong>tó un rápido desc<strong>en</strong>so<strong>en</strong> los laboratorios, cuando opiniones que <strong>en</strong> otros lugares se considerabanextrañas e infundadas se convirtieron <strong>en</strong> obligatorias para los ci<strong>en</strong>tíficos de laUnión Soviética. Incluso los comunistas leales <strong>en</strong>contraban imposible de tragarel «lys<strong>en</strong>koísmo» (véanse pp. 526-527). Además, cada vez fue más evid<strong>en</strong>teque los regím<strong>en</strong>es que seguían el mo<strong>del</strong>o soviético carecían de atractivomaterial y moral, al m<strong>en</strong>os para la mayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos.Por otra parte, y pese a la ing<strong>en</strong>te propaganda realizada, la guerra fría<strong>en</strong>tre Occid<strong>en</strong>te y el bloque soviético nunca g<strong>en</strong>eró <strong>en</strong>tre los ci<strong>en</strong>tíficos nadaparecido a las pasiones políticas des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>adas por el fascismo. Puede queello se debiera a la tradicional afinidad <strong>en</strong>tre los racionalismos liberal y marxista,o a que la Unión Soviética, a difer<strong>en</strong>cia de la Alemania nazi, nuncapareció estar <strong>en</strong> situación de conquistar Occid<strong>en</strong>te, ni aunque se lo hubiesepropuesto, lo cual era muy dudoso. Para la mayor parte de los ci<strong>en</strong>tíficosoccid<strong>en</strong>tales la Unión Soviética, sus satélites y la China comunista eranmalos estados cuyos ci<strong>en</strong>tíficos eran dignos de compasión, más que imperios<strong>del</strong> mal contra los que hubiera que hacer una cruzada.En el mundo occid<strong>en</strong>tal desarrollado las ci<strong>en</strong>cias naturales permanecieronpolítica e ideológicam<strong>en</strong>te inactivas durante una g<strong>en</strong>eración, disfrutandode sus logros intelectuales y de los vastos recursos de que ahora disponíanpara sus investigaciones. De hecho, el magnánimo patrocinio de los gobiernosy de ¡as grandes empresas al<strong>en</strong>tó a un tipo de investigadores que no discutíanla política de qui<strong>en</strong>es les pagaban y preferían no p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> las posibles


540 EL DERRUMBAMIENTOimplicaciones de sus trabajos, especialm<strong>en</strong>te cuando pert<strong>en</strong>ecían al ámbitomilitar. A lo sumo, los ci<strong>en</strong>tíficos de estos sectores protestaban por no poderpublicar los resultados de sus investigaciones.De hecho, la mayoría de los compon<strong>en</strong>tes de lo que <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to erael <strong>en</strong>orme ejército de doctores <strong>en</strong> física contratados por la NASA (NationalAeronautics and Space Administration), fundada como respuesta al reto soviéticode 1958, no t<strong>en</strong>ían mayor interés <strong>en</strong> conocer las razones que ori<strong>en</strong>tabansus actividades que los miembros de cualquier otro ejército. A fines <strong>del</strong>os años cuar<strong>en</strong>ta todavía había hombres y mujeres que se torturaban con eldilema de si <strong>en</strong>trar o no <strong>en</strong> los c<strong>en</strong>tros gubernam<strong>en</strong>tales especializados <strong>en</strong>investigaciones de guerra química y biológica. 15 No parece que posteriorm<strong>en</strong>tehubiera dificultades para reclutar personal para estos puestos.Un tanto inesperadam<strong>en</strong>te, fue <strong>en</strong> la zona de influ<strong>en</strong>cia soviética donde laci<strong>en</strong>cia se politizó más a medida que avanzaba la segunda mitad <strong>del</strong> siglo.No era una casualidad que el portavoz nacional (e internacional) de la disid<strong>en</strong>ciasoviética fuese un ci<strong>en</strong>tífico, Andrei Sajarov (1921-1989), el físicoque había sido el principal responsable de la construcción, a fines de los añoscuar<strong>en</strong>ta, de la bomba de hidróg<strong>en</strong>o soviética. Los ci<strong>en</strong>tíficos eran miembrospor excel<strong>en</strong>cia de la amplia nueva clase media profesional, instruida y técnicam<strong>en</strong>tepreparada, que era el principal logro <strong>del</strong> sistema soviético, al mismotiempo que la clase más consci<strong>en</strong>te de sus debilidades y limitaciones. Eranmucho más necesarios para el sistema que sus colegas occid<strong>en</strong>tales, ya queeran tan sólo ellos los que hacían posible que una economía atrasada <strong>en</strong>muchos aspectos pudiese <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a los Estados Unidos como una superpot<strong>en</strong>cia.Y demostraron que eran indisp<strong>en</strong>sables al permitir que la UniónSoviética a<strong>del</strong>antase durante un tiempo a Occid<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la tecnología másavanzada: la espacial. El primer satélite construido por el hombre (Sputnik,1957), el primer vuelo espacial tripulado por hombres y mujeres (1961, 1963)y los primeros paseos espaciales fueron rusos. Conc<strong>en</strong>trados <strong>en</strong> institutos deinvestigación o <strong>en</strong> «ciudades ci<strong>en</strong>tíficas», unidos por su trabajo, apaciguadosy disfrutando de un cierto grado de libertad concedido por el régim<strong>en</strong> posestalinista,no es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que surgieran opiniones críticas <strong>en</strong> ese ámbitoinvestigador, cuyo prestigio social era, <strong>en</strong> todo caso, mucho mayor que el decualquier otra ocupación <strong>en</strong> la sociedad soviética.IV¿Puede decirse que estas fluctuaciones <strong>en</strong> la temperatura política e ideológicaafectaron al progreso de las ci<strong>en</strong>cias naturales? Mucho m<strong>en</strong>os de loque afectaron a las ci<strong>en</strong>cias humanas y sociales, por no hablar de las ideolo-15. Recuerdo de aquella época la preocupación de un bioquímico amigo mío, antiguopacifista y después comunista, que había aceptado un puesto de estas características <strong>en</strong> un c<strong>en</strong>trobritánico.


LAS CIENCIAS NATURALES 5 4 1gías y filosofías. Las ci<strong>en</strong>cias naturales podían reflejar el siglo <strong>en</strong> que vivíanlos ci<strong>en</strong>tíficos tan sólo d<strong>en</strong>tro de los confines de la metodología empíricaque, <strong>en</strong> una época de incertidumbre epistemológica, se g<strong>en</strong>eralizó necesariam<strong>en</strong>te:la de la hipótesis verificable —o, <strong>en</strong> términos de Karl Popper (1902-1994), falsable— mediante pruebas prácticas. Esto imponía límites a suideologización. La economía, aunque sujeta a exig<strong>en</strong>cias de lógica y consist<strong>en</strong>cia,ha florecido como una especie de teología —probablem<strong>en</strong>te como larama más influy<strong>en</strong>te de la teología secular, <strong>en</strong> el mundo occid<strong>en</strong>tal— porqu<strong>en</strong>ormalm<strong>en</strong>te se puede formular, y se formula, <strong>en</strong> unos términos que le permit<strong>en</strong>rehuir el control de la verificación. La física no puede permitírselo.Así, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> el ámbito de la economía se puede demostrar que lasescuelas <strong>en</strong> conflicto y el cambio de las modas <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to económicoson fiel reflejo de las experi<strong>en</strong>cias y <strong>del</strong> debate ideológico contemporáneos,esto no sucede <strong>en</strong> el ámbito de la cosmología.Pese a todo la ci<strong>en</strong>cia se hizo eco de su tiempo, aunque es innegable quealgunos movimi<strong>en</strong>tos ci<strong>en</strong>tíficos importantes son <strong>en</strong>dóg<strong>en</strong>os. Así, era prácticam<strong>en</strong>teinevitable que la desord<strong>en</strong>ada proliferación de partículas subatómicas,especialm<strong>en</strong>te tras la aceleración experim<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> los años cincu<strong>en</strong>ta,condujese a los ci<strong>en</strong>tíficos a buscar simplificación. La arbitraria naturalezade la nueva, e hipotéticam<strong>en</strong>te «última», partícula de la que se decía ahoraque estaban compuestos los protones, neutrones, electrones y demás, quedareflejada <strong>en</strong> su mismo nombre", quark, término tomado de Finnegan's Wake deJames Joyce (1963). Éste fue muy pronto dividido <strong>en</strong> tres o cuatro subespecies(con sus «antiquarks»), descritas como up, down, sideways o strange, y quarkscon charm, cada una de ellos dotada de una propiedad llamada «color». Ningunade estas palabras t<strong>en</strong>ía nada que ver con sus significados comunes.Como de costumbre, a partir de esta teoría se hicieron predicciones acertadas,<strong>en</strong>cubri<strong>en</strong>do así el hecho de que <strong>en</strong> los nov<strong>en</strong>ta no se ha <strong>en</strong>contradoningún tipo de evid<strong>en</strong>cia experim<strong>en</strong>tal que avale la exist<strong>en</strong>cia de quarksde ningún tipo. 16Si estos nuevos avances constituían una simplificación <strong>del</strong> laberintosubatómico o, por el contrario, un aum<strong>en</strong>to de su complejidad, es algo quedebe dejarse al juicio de los físicos capacitados para ello. Sin embargo, elobservador lego escéptico, aunque admirado, puede recordar a veces los titánicosesfuerzos intelectuales y las dosis de ing<strong>en</strong>io empleadas a fines <strong>del</strong>siglo Xix para mant<strong>en</strong>er la cre<strong>en</strong>cia ci<strong>en</strong>tífica <strong>en</strong> el «éter», antes de que lostrabajos de Planck y Einstein lo relegaran al museo de las pseudoteorías juntoal «flogisto» (véase La era <strong>del</strong> imperio, capítulo 10).La misma falta de contacto de estas construcciones teóricas con la realidadque int<strong>en</strong>tan explicar (excepto <strong>en</strong> calidad de hipótesis falsables) las abrió16. John Maddox afirma que esto dep<strong>en</strong>de de lo que cada uno <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>da por «<strong>en</strong>contrar».Se id<strong>en</strong>tificaron algunos efectos de los quarks, pero, al parecer, éstos no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran «solos»,sino <strong>en</strong> pares o tríos. Lo que confunde a los ci<strong>en</strong>tíficos no es si los quarks exist<strong>en</strong> o no, sino elmotivo por el cual nunca están solos.


542 EL DERRUMBAMIENTOa las influ<strong>en</strong>cias <strong>del</strong> mundo exterior. ¿No era lógico que, <strong>en</strong> un siglo tandominado por la tecnología, las analogías mecánicas contribuyeran a conformarlas,aunque esta vez <strong>en</strong> la forma de técnicas de comunicación y control<strong>en</strong> los animales y las máquinas, que desde 1940 han g<strong>en</strong>erado un corpus teóricoconocido bajo varios nombres (cibernética, teoría g<strong>en</strong>eral de sistemas,teoría de la información, etc.)?Los ord<strong>en</strong>adores electrónicos, que se desarrollaron a una velocidad devértigo después de la segunda guerra mundial, especialm<strong>en</strong>te tras la inv<strong>en</strong>ción<strong>del</strong> transistor, t<strong>en</strong>ían una <strong>en</strong>orme capacidad para hacer simulaciones,lo que hizo mucho más fácil que antes desarrollar mo<strong>del</strong>os mecánicosde las que, hasta <strong>en</strong>tonces, se consideraban las funciones físicas y m<strong>en</strong>talesbásicas de los organismos, incluy<strong>en</strong>do el humano. Los ci<strong>en</strong>tíficos de fines <strong>del</strong>siglo xx hablaban <strong>del</strong> cerebro si éste fuese es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te un elaborado sistemade procesami<strong>en</strong>to de información, y uno de los debates filosóficos habitualesde la segunda mitad <strong>del</strong> siglo era si se podía, y <strong>en</strong> tal caso cómo,difer<strong>en</strong>ciar la intelig<strong>en</strong>cia humana de la «intelig<strong>en</strong>cia artificial»; es decir, quées lo que había —si lo había— <strong>en</strong> la m<strong>en</strong>te humana que no fuese programable<strong>en</strong> teoría <strong>en</strong> un ord<strong>en</strong>ador.Es indudable que estos mo<strong>del</strong>os tecnológicos han hecho avanzar la investigación.¿Dónde estaría el estudio de la neurología —esto es, el estudio <strong>del</strong>os impulsos eléctricos nerviosos— sin los de la electrónica? No obstante, <strong>en</strong>el fondo estas resultan ser unas analogías reduccionistas, que un día probablem<strong>en</strong>teparecerán tan desfasadas como nos lo parece ahora la descripciónque se hacía <strong>en</strong> el siglo xvm <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to humano <strong>en</strong> términos de un sistemade poleas.Estas analogías fueron útiles para la formulación de mo<strong>del</strong>os concretos.Sin embargo, más allá de éstos, la experi<strong>en</strong>cia vital de los ci<strong>en</strong>tíficos habíade afectar a su forma de mirar a la naturaleza. El nuestro ha sido un siglo <strong>en</strong>el cual, por citar a un ci<strong>en</strong>tífico que reseñaba la obra de otro, «el conflicto<strong>en</strong>tre gradualistas y catastrofistas impregna la experi<strong>en</strong>cia humana» (Jones,1992, p. 12). Y, por ello, no es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que haya impregnado tambiénla ci<strong>en</strong>cia.En un siglo xix de mejoras y progreso burgués, la continuidad y el gradualismodominaron los paradigmas de la ci<strong>en</strong>cia. Fuera cual fuese el sistemade locomoción de la naturaleza, no le estaba permitido avanzar a saltos. Elcambio geológico y la evolución de la vida <strong>en</strong> la tierra se habían desarrolladosin catástrofes, poco a poco. Incluso el previsible final <strong>del</strong> universo, <strong>en</strong>algún futuro remoto, sería gradual, mediante la perceptible pero inexorabletransformación de la <strong>en</strong>ergía <strong>en</strong> calor, de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica(la «muerte térmica <strong>del</strong> universo»). La ci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> siglo xx hadesarrollado una imag<strong>en</strong> <strong>del</strong> mundo muy distinta.Nuestro universo nació, hace quince millones de años, de una explosiónprimordial y, según las especulaciones cosmológicas que se barajan <strong>en</strong> elmom<strong>en</strong>to de escribir esto, podría terminar de una forma igualm<strong>en</strong>te espectacular.D<strong>en</strong>tro de él la «biografía» de las estrellas y, por tanto, la de sus


LAS CIENCIAS NATURALES 5 4 3planetas está, como el universo, ll<strong>en</strong>a de cataclismos: novas, supernovas,estrellas gigantes rojas, estrellas <strong>en</strong>anas, agujeros negros y otros f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>osastronómicos que antes de los años veinte eran desconocidos o consideradoscomo periféricos.Durante mucho tiempo la mayor parte de los geólogos se resistieron a laidea de grandes desplazami<strong>en</strong>tos laterales, como los de la deriva de los contin<strong>en</strong>tesa través <strong>del</strong> planeta <strong>en</strong> el transcurso de la historia de la tierra, aunquela evid<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> su favor fuese considerable. Su oposición se fundam<strong>en</strong>taba <strong>en</strong>cuestiones básicam<strong>en</strong>te ideológicas, a juzgar por la acritud de la polémicacontra el principal def<strong>en</strong>sor de la «deriva contin<strong>en</strong>tal», Alfred Weg<strong>en</strong>er. Entodo caso, el argum<strong>en</strong>to de qui<strong>en</strong>es consideraban que la «deriva contin<strong>en</strong>tal»no podía ser cierta porque no había ningún mecanismo geofísico conocidoque pudiese llevar a cabo tales movimi<strong>en</strong>tos no era, a priori, más convinc<strong>en</strong>teque el razonami<strong>en</strong>to de lord Kelvin, <strong>en</strong> el siglo xix, según el cual la escalatemporal postulada <strong>en</strong> aquel tiempo por los geólogos no podía ser verdaderaporque la física, tal como se conocía <strong>en</strong>tonces, consideraba que la tierra eramucho más jov<strong>en</strong> de lo que decía la geología.Sin embargo, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta lo que antes era imp<strong>en</strong>sable se convirtió<strong>en</strong> la ortodoxia cotidiana de la geología: un mundo compuesto porgigantescas placas movedizas, a veces <strong>en</strong> rápido movimi<strong>en</strong>to («tectónica deplacas»). 17Quizá resulte aún más ilustrativo el hecho de que desde los años ses<strong>en</strong>tala geología y la teoría evolucionista regresaran a un catastrofismo directo através de la paleontología. Una vez más, las evid<strong>en</strong>cias prima facie eranconocidas desde hacía mucho tiempo: todos los niños sab<strong>en</strong> que los dinosauriosse extinguieron al final <strong>del</strong> período Cretácico. Pero era tal la fuerza de lacre<strong>en</strong>cia darwinista según la cual la evolución no era el resultado de catástrofes(o de la creación), sino de l<strong>en</strong>tos y pequeños cambios que se produjeron<strong>en</strong> el transcurso de la historia geológica, que este apar<strong>en</strong>te cataclismobiológico llamó poco la at<strong>en</strong>ción.S<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te, el tiempo geológico se consideraba lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teprolongado como para dar cu<strong>en</strong>ta de cualquier cambio evolutivo. ¿Debemossorpr<strong>en</strong>dernos de que, <strong>en</strong> una época <strong>en</strong> que la historia humana estaba tanmarcada por los cataclismos, las discontinuidades evolutivas llamaran d<strong>en</strong>uevo la at<strong>en</strong>ción? Todavía podríamos ir más lejos: el mecanismo predilectode los geólogos y los paleontólogos catastrofistas <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> queescribo esto es el de un bombardeo <strong>del</strong> espacio exterior, es decir, la colisióncon uno o varios grandes meteoritos. Según algunos cálculos, es probableque cada tresci<strong>en</strong>tos mil años llegue a la Tierra un asteroide lo sufici<strong>en</strong>te-17. Las evid<strong>en</strong>cias prima facie consistían <strong>en</strong>: a) el «ajuste» de las líneas costeras de contin<strong>en</strong>tesseparados, especialm<strong>en</strong>te el de las costas occid<strong>en</strong>tales de África y las ori<strong>en</strong>tales deAmérica <strong>del</strong> Sur; b) la similitud de los estratos geológicos <strong>en</strong> tales casos, y c) la distribucióngeográfica de ciertos tipos de animales y plantas. Puedo recordar mi sorpresa cuando <strong>en</strong> los añoscincu<strong>en</strong>ta, poco antes <strong>del</strong> avance de la tectónica de placas, un colega geofísico se negaba nisiquiera a considerar que esto necesitase explicación.


5 4 4 EL DERRUMBAMIENTOm<strong>en</strong>te grande como para destruir la civilización, esto es, el equival<strong>en</strong>te aocho millones de Hiroshimas.Estas disquisiciones habían sido siempre propias de una prehistoria marginal;pero, antes de la era de la guerra nuclear, ¿algún ci<strong>en</strong>tífico seriohubiese p<strong>en</strong>sado <strong>en</strong> esos términos? Estas teorías de la evolución que la considerancomo un proceso l<strong>en</strong>to, interrumpido de vez <strong>en</strong> cuando por un cambiosúbito («equilibrio puntuado»), sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do objeto de polémica <strong>en</strong>los años nov<strong>en</strong>ta, pero son parte ahora <strong>del</strong> debate d<strong>en</strong>tro de la comunidadci<strong>en</strong>tífica. Al observador lego tampoco puede pasarle desapercibida la aparición,d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> campo <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to más alejado de la vida cotidiana,de dos áreas de las matemáticas conocidas, respectivam<strong>en</strong>te, como «teoría <strong>del</strong>as catástrofes», iniciada <strong>en</strong> los ses<strong>en</strong>ta, y «teoría <strong>del</strong> caos», iniciada <strong>en</strong> losoch<strong>en</strong>ta (véanse pp. 534 y ss.). La primera de ellas se desarrolló <strong>en</strong> Francia<strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta a partir de la topología, e investigaba las situaciones <strong>en</strong>que un cambio gradual produce rupturas bruscas, es decir, la interrelación<strong>en</strong>tre el cambio continuo y el discontinuo. La segunda, de orig<strong>en</strong> estadounid<strong>en</strong>se,hizo mo<strong>del</strong>os de las situaciones de incertidumbre e impredictibilidad<strong>en</strong> las que hechos apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te nimios, como el batir de las alas de unamariposa, pued<strong>en</strong> des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar grandes resultados <strong>en</strong> otro lugar, como porejemplo un huracán.Para qui<strong>en</strong>es han vivido las últimas décadas <strong>del</strong> siglo no resulta difícilcompr<strong>en</strong>der por qué tales imág<strong>en</strong>es de caos y de catástrofe aparecían <strong>en</strong> lasm<strong>en</strong>tes de ci<strong>en</strong>tíficos y matemáticos.VSin embargo, a partir de los años set<strong>en</strong>ta el mundo exterior afectó a laactividad de laboratorios y seminarios de una manera más indirecta, perotambién más int<strong>en</strong>sa, con el descubrimi<strong>en</strong>to de que la tecnología derivada <strong>del</strong>a ci<strong>en</strong>cia, cuyo poder se multiplicó gracias a la explosión económica global,era capaz de producir cambios fundam<strong>en</strong>tales y tal vez irreversibles <strong>en</strong> elplaneta Tierra, o al m<strong>en</strong>os, <strong>en</strong> la Tierra como habitat para los organismosvivos. Esto era aún más inquietante que la perspectiva de una catástrofe causadapor el hombre, <strong>en</strong> forma de guerra nuclear, que obsesionó la conci<strong>en</strong>ciay la imaginación de los hombres durante la larga guerra fría, ya que una guerranuclear globalizada <strong>en</strong>tre la Unión Soviética y los Estados Unidos parecíapoder evitarse y, <strong>en</strong> efecto, se evitó. No era tan fácil escapar de los subproductos<strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to ci<strong>en</strong>tífico-económico. Así, <strong>en</strong> 1973, dos químicos,Rowland y Molina, fueron los primeros <strong>en</strong> darse cu<strong>en</strong>ta de que los clorofluorocarbonados,ampliam<strong>en</strong>te empleados <strong>en</strong> la refrigeración y <strong>en</strong> los nuevosy populares aerosoles, destruían el ozono de la atmósfera terrestre. No esde extrañar que este f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o no se hubiese percibido antes, ya que a principiosde los años cincu<strong>en</strong>ta la emisión de estos elem<strong>en</strong>tos químicos (CFC 11y CFC 12) no superaba las cuar<strong>en</strong>ta mil toneladas, mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong>tre 1960 y


LAS CIENCIAS NATURALES 5 4 51972 se emitieron a la atmósfera más de 3,6 millones de toneladas. 18 Así, aprincipios de los aflos nov<strong>en</strong>ta, la exist<strong>en</strong>cia de grandes «agujeros <strong>en</strong> la capade ozono» de la atmósfera era <strong>del</strong> dominio público, y la única pregunta ahacerse era con qué rapidez se agotaría la capa de ozono, y cuándo se rebasaríala capacidad de recuperación natural. Estaba claro que si nos deshacíamosde los CFC la capa de ozono se repondría. Desde los años set<strong>en</strong>ta empezó adiscutirse seriam<strong>en</strong>te el problema <strong>del</strong> «efecto invernadero», el cal<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>toincontrolado de la temperatura <strong>del</strong> planeta debido a la emisión de gases producidospor el hombre, y <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta se convirtió <strong>en</strong> una de las principalespreocupaciones de especialistas y políticos (Smil, 1990). El peligro erareal, aunque <strong>en</strong> ocasiones se exageraba mucho.Casi al mismo tiempo el término «ecología», acuñado <strong>en</strong> 1873 para describirla rama de la biología que se ocupaba de las interrelaciones <strong>en</strong>tre losorganismos y su <strong>en</strong>torno, adquirió su connotación familiar y casi política(Nicholson, 1970). 19 Estas eran las consecu<strong>en</strong>cias naturales <strong>del</strong> gran boomeconómico <strong>del</strong> siglo (véase el capítulo IX).Estos temores bastarían para explicar por qué <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta la políticay las ideologías volvieron a interesarse por las ci<strong>en</strong>cias naturales, hastael punto de p<strong>en</strong>etrar <strong>en</strong> algunas partes de las propias ci<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> forma dedebates sobre la necesidad de límites prácticos y morales <strong>en</strong> la investigaciónci<strong>en</strong>tífica.Estas cuestiones no se habían planteado seriam<strong>en</strong>te desde el final de lahegemonía teológica. Y no debe sorpr<strong>en</strong>dernos que se planteas<strong>en</strong> precisam<strong>en</strong>tedesde aquellas ramas de las ci<strong>en</strong>cias naturales que siempre habíant<strong>en</strong>ido, o parecían t<strong>en</strong>er, implicación directa con las cuestiones humanas: lag<strong>en</strong>ética y la biología evolutiva. Ello sucedió porque, diez años después <strong>del</strong>a segunda guerra-mundial, las ci<strong>en</strong>cias de la vida experim<strong>en</strong>taron una revolucióncon los asombrosos avances de la biología molecular, que desvelaronlos mecanismos universales de la her<strong>en</strong>cia, el «código g<strong>en</strong>ético».La revolución de la biología molecular no fue un suceso inesperado. Despuésde 1914 podía darse por hecho que la vida podía y t<strong>en</strong>ía que explicarse<strong>en</strong> términos físicos y químicos, y no <strong>en</strong> términos de alguna es<strong>en</strong>cia inher<strong>en</strong>tea los seres vivos. 20 De hecho, los mo<strong>del</strong>os bioquímicos sobre el posible orig<strong>en</strong>de la vida <strong>en</strong> la Tierra, empezando con la luz solar, el metano, el amoníaco yel agua, fueron sugeridos por primera vez (<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a medida con int<strong>en</strong>cionesantirreligiosas) <strong>en</strong> la Rusia soviética y <strong>en</strong> Gran Bretaña durante los años veinte,y situaron el tema <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>o de la discusión ci<strong>en</strong>tífica seria. Dicho sea18. World Resources, 1986, cuadro 11.1. p. 319.19. «La ecología ... es también la principal disciplina y herrami<strong>en</strong>ta intelectual que nospermite esperar que la evolución humana pueda mutarse, pueda desviarse hacia un nuevo caucede manera que el hombre deje de ser un peligro para el medio ambi<strong>en</strong>te <strong>del</strong> que dep<strong>en</strong>de su propio futuro.»20. «¿Cómo pued<strong>en</strong> explicar la física y la química los acontecimi<strong>en</strong>tos espacio-temporales que se produc<strong>en</strong> d<strong>en</strong>tro de los límites espaciales de un organismo vivo?» (Schrodinger,1944, p. 2).


5 4 6 EL DERRUMBAMIENTOde paso, la hostilidad hacia la religión siguió si<strong>en</strong>do un elem<strong>en</strong>to dinamizadorde las investigaciones <strong>en</strong> este campo, y tanto Crick como Linus Paulingson ejemplos de ello (Olby, 1970, p. 943). Durante décadas la biología dedicósus mayores esfuezos al estudio de la bioquímica y de la física, desde que sesupo que las moléculas de las proteínas se podían cristalizar y, por tanto, analizarcristalográficam<strong>en</strong>te. Se sabía que una sustancia, el ácido desoxirribonucleico(ADN), desempeñaba un papel, posiblem<strong>en</strong>te el papel c<strong>en</strong>tral, <strong>en</strong> laher<strong>en</strong>cia; parecía ser el compon<strong>en</strong>te básico <strong>del</strong> g<strong>en</strong>, la unidad de la her<strong>en</strong>cia.A finales de los años treinta aún se int<strong>en</strong>taba des<strong>en</strong>trañar el problema decómo el g<strong>en</strong> «causa[ba] la síntesis de otra estructura idéntica a él mismo, <strong>en</strong>la que incluso se copia[ba]n las mutaciones <strong>del</strong> g<strong>en</strong> original» (Mull<strong>en</strong> 1951,p. 95). En definitiva, se investigaba cómo actuaba la her<strong>en</strong>cia. Después <strong>del</strong>a guerra estaba claro que, como dijo Crick, «grandes cosas aguardaban a lavuelta de la esquina». El brillo <strong>del</strong> descubrimi<strong>en</strong>to hecho por Crick y Watsonde la estructura de doble hélice <strong>del</strong> ADN y la forma <strong>en</strong> que explicaba la«copia de g<strong>en</strong>es» mediante un elegante mo<strong>del</strong>o mecánico-químico, no quedaempañado por el hecho de que otros investigadores estuvies<strong>en</strong> acercándose alos mismos resultados a principios de los años cincu<strong>en</strong>ta.La revolución <strong>del</strong> ADN, «el mayor descubrimi<strong>en</strong>to de la biología» (J. D.Bernal). que dominó las ci<strong>en</strong>cias de la vida durante la segunda mitad <strong>del</strong>siglo, se refería es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te a la g<strong>en</strong>ética y, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que el darwinismo<strong>del</strong> siglo xx es exclusivam<strong>en</strong>te g<strong>en</strong>ético, a la evolución. 21 Tanto lag<strong>en</strong>ética como el darwinismo son materias muy <strong>del</strong>icadas, porque los mo<strong>del</strong>osci<strong>en</strong>tíficos de estos campos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> muchas veces una carga ideológica—cabe recordar aquí la deuda de Darwin con Malthus (véase Desmond yMoore, capítulo 18)— y porque frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te ti<strong>en</strong><strong>en</strong> efectos políticos (comoel «darwinismo social»). El concepto de «raza» ilustra esta interacción. El recuerdode la política racial <strong>del</strong> nazismo hizo que para los intelectuales liberales,<strong>en</strong>tre los que se <strong>en</strong>contraban la mayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos, fuera prácticam<strong>en</strong>teimp<strong>en</strong>sable trabajar con este concepto. De hecho, muchos dudaronincluso que fuese legítimo investigar sistemáticam<strong>en</strong>te las difer<strong>en</strong>cias g<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>tedeterminadas <strong>en</strong>tre los grupos humanos, por temor a que los resultadossirvies<strong>en</strong> de apoyo a las tesis racistas. De manera más g<strong>en</strong>eral, <strong>en</strong> lospaíses occid<strong>en</strong>tales la ideología posfascista de democracia e igualdad resucitólos viejos debates de «la naturaleza contra la crianza» o de la her<strong>en</strong>ciacontra el <strong>en</strong>torno. Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, el individuo humano es configurado por laher<strong>en</strong>cia y por el <strong>en</strong>torno; por los g<strong>en</strong>es y por la cultura. Pero los conservadoresse inclinaban con gusto a aceptar una sociedad de desigualdades inamovibles,esto es, g<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>te determinadas, y la izquierda, con su compromisocon la igualdad, sost<strong>en</strong>ía que la acción social podía superar todas las21. También a la vanante es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te matemático-mecánica de la ci<strong>en</strong>cia experim<strong>en</strong>tal,a lo que quizá se debe que no haya <strong>en</strong>contrado un <strong>en</strong>tusiasmo al ci<strong>en</strong> por ci<strong>en</strong> <strong>en</strong> otras ci<strong>en</strong>ciasde la vida m<strong>en</strong>os cuantificables o experim<strong>en</strong>tales, como la zoología y la paleontología (véaseLewontin. 1973).


LAS CIENCIAS NATURALES 5 4 7desigualdades ya que, <strong>en</strong> el fondo, éstas estaban determinadas por el <strong>en</strong>torno.La controversia se <strong>en</strong>conó con la cuestión de la intelig<strong>en</strong>cia humana que, porsus implicaciones <strong>en</strong> la escolarización universal o selectiva, era altam<strong>en</strong>tepolítica, hasta el punto que g<strong>en</strong>eró polémicas aún más <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas que lassuscitadas por la raza, aunque ambas estaban relacionadas. Cuan importanteseran estos debates se pudo ver con el resurgimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> movimi<strong>en</strong>to feminista(véase el capítulo X), algunos de cuyos ideólogos llegaron prácticam<strong>en</strong>te aafirmar que todas las difer<strong>en</strong>cias m<strong>en</strong>tales <strong>en</strong>tre hombres y mujeres estabandeterminadas por la cultura, esto es, por el <strong>en</strong>torno. De hecho, la adopción<strong>del</strong> término «género» <strong>en</strong> sustitución de «sexo» implicaba la cre<strong>en</strong>cia de que«mujer» no era tanto una categoría biológica como un rol social. El ci<strong>en</strong>tíficoque int<strong>en</strong>tase investigar cuestiones tan <strong>del</strong>icadas sabía que se estaba av<strong>en</strong>turando<strong>en</strong> un campo de minas político. Incluso qui<strong>en</strong>es se ad<strong>en</strong>traban <strong>en</strong>él <strong>del</strong>iberadam<strong>en</strong>te, como E. O. Wilson, de Harvard (1929), el paladín de la«sociobiología», evitaban hablar con claridad. 22Lo que todavía <strong>en</strong>rareció más el ambi<strong>en</strong>te fue que los propios ci<strong>en</strong>tíficos,especialm<strong>en</strong>te los <strong>del</strong> ámbito más claram<strong>en</strong>te social de las ci<strong>en</strong>cias de la vida(la teoría evolutiva, la ecología, la etología o estudio <strong>del</strong> comportami<strong>en</strong>tosocial de los animales y similares) abusaban <strong>del</strong> uso de metáforas antropomórficaso sacaban conclusiones humanas. Los sociobiólogos, o qui<strong>en</strong>espopularizaban sus hallazgos, sugirieron que <strong>en</strong> nuestra exist<strong>en</strong>cia social todavíapredominaban los caracteres (masculinos) heredados de los mil<strong>en</strong>iosdurante los cuales el hombre primitivo experim<strong>en</strong>tó un proceso de selecciónpara adaptarse, como cazador, a una exist<strong>en</strong>cia más predadora <strong>en</strong> habitatsabiertos (Wilson, ibid.). Esto no sólo irritó a las mujeres, sino también a loshistoriadores. Los teóricos evolucionistas analizaron la selección natural, a laluz de la gran revolución biológica, como la lucha por la exist<strong>en</strong>cia de «elg<strong>en</strong> egoísta» (Dawkins, 1976). Incluso los partidarios de la versión dura <strong>del</strong>darwinismo se preguntaban qué t<strong>en</strong>ía que ver realm<strong>en</strong>te la selección g<strong>en</strong>éticacon los debates sobre el egoísmo, la compet<strong>en</strong>cia y la cooperación humanas.Una vez más, la ci<strong>en</strong>cia se vio asediada por los críticos, aunque, significativam<strong>en</strong>te,no sufrió ya el acoso de la religión tradicional, exceptuandoalgunos grupos fundam<strong>en</strong>talistas intelectualm<strong>en</strong>te insignificantes. El cleroaceptaba ahora la hegemonía <strong>del</strong> laboratorio, y procuraba extraer todo el con-22. «Mi impresión g<strong>en</strong>era] sobre la información disponible es que Homo sapi<strong>en</strong>s es unaespecie animal muy característica <strong>en</strong> cuanto se refiere a la calidad y a la magnitud de la diversidadg<strong>en</strong>ética que afecta a su conducta. Si se me permite la comparación, la unidad psíquica <strong>del</strong>a especie humana ha rebajado su estatus, y de ser un dogma se ha convertido <strong>en</strong> una hipótesisverificable. Esto no es nada fácil de decir <strong>en</strong> el ambi<strong>en</strong>te político actual de los Estados Unidos,y algunos sectores de la comunidad académica lo consideran una herejía punible. Pero si lasci<strong>en</strong>cias sociales quier<strong>en</strong> ser honestas no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> otra alternativa que afrontar directam<strong>en</strong>te lacuestión. Es preferible que los ci<strong>en</strong>tíficos estudi<strong>en</strong> la cuestión de la diversidad conductual g<strong>en</strong>éticaque mant<strong>en</strong>er una conspiración de sil<strong>en</strong>cio <strong>en</strong> nombre de las bu<strong>en</strong>as int<strong>en</strong>ciones» (Wilson,1977, p. 133).El significado real de este retorcido párrafo es que las razas exist<strong>en</strong> y que. por razonesg<strong>en</strong>éticas, <strong>en</strong> algunos aspectos concretos son perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te desiguales.


5 4 8 EL DERRUMBAMIENTOsuelo teológico posible de la cosmología ci<strong>en</strong>tífica cuyas teorías <strong>del</strong> big bangpodían, a los ojos de la fe, pres<strong>en</strong>tarse como prueba de que un Dios habíacreado el mundo. Por otro lado, la revolución cultural occid<strong>en</strong>tal de los añosses<strong>en</strong>ta y set<strong>en</strong>ta produjo un fuerte ataque neorromántico e irracionalistacontra la visión ci<strong>en</strong>tífica <strong>del</strong> mundo; un ataque cuyo tono podía pasar deradical a reaccionario con facilidad.A difer<strong>en</strong>cia de lo que ocurría <strong>en</strong> las trincheras exteriores de las ci<strong>en</strong>ciasnaturales, el bastión principal de la investigación pura <strong>en</strong> las ci<strong>en</strong>cias «duras»se vio poco afectado por estos ataques, hasta que <strong>en</strong> los años set<strong>en</strong>ta se vioclaro que la investigación no se podía divorciar de las consecu<strong>en</strong>cias socialesde las tecnologías que ahora <strong>en</strong>g<strong>en</strong>draba. Fueron las perspectivas de la «ing<strong>en</strong>ieríag<strong>en</strong>ética» —<strong>en</strong> los seres humanos y <strong>en</strong> otras formas de vida— las quellevaron a plantearse la cuestión de si debían ponerse límites a la investigaciónci<strong>en</strong>tífica. Por vez primera se oyeron opiniones de este tipo <strong>en</strong>tre lospropios ci<strong>en</strong>tíficos, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el campo de la biología, porque a partirde aquel mom<strong>en</strong>to algunos de los elem<strong>en</strong>tos es<strong>en</strong>ciales de las tecnologías«frank<strong>en</strong>steinianas» ya no eran separables de la investigación pura o simplesconsecu<strong>en</strong>cias de ella, sino que, como <strong>en</strong> el caso <strong>del</strong> proyecto G<strong>en</strong>oma, quepret<strong>en</strong>de hacer el mapa de todos los g<strong>en</strong>es humanos hereditarios, eran la investigaciónbásica. Estas críticas minaron lo que todos los ci<strong>en</strong>tíficos habíanconsiderado hasta <strong>en</strong>tonces, y la mayoría siguió considerando, como el principiobásico de la ci<strong>en</strong>cia, según el cual, salvo concesiones marginales a lascre<strong>en</strong>cias morales de la sociedad, 23 la ci<strong>en</strong>cia debe buscar la verdad dondequieraque esta búsqueda la lleve. Los ci<strong>en</strong>tíficos no t<strong>en</strong>ían ninguna responsabilidadpor lo que los no ci<strong>en</strong>tíficos hicieran con sus hallazgos. Que, comoobservó un ci<strong>en</strong>tífico estadounid<strong>en</strong>se <strong>en</strong> 1992, «ningún biólogo molecularimportante que yo conozca ha dejado de hacer alguna inversión financiera <strong>en</strong>el negocio biotecnológico» (Lewontin, 1992, p. 37; pp. 31-40), o que «lacuestión (de la propiedad) está <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de todo lo que hacemos» (ibid,p. 38), pone <strong>en</strong> <strong>en</strong>tredicho esta pret<strong>en</strong>sión de pureza.De lo que se trataba ahora no era de la búsqueda de la verdad, sino de laimposibilidad de separarla de sus condiciones y consecu<strong>en</strong>cias. Al mismotiempo, el debate se dirimía es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tre los optimistas y los pesimistasacerca de la raza humana, ya que el presupuesto básico de qui<strong>en</strong>escontemplaban restricciones o autolimitaciones <strong>en</strong> la investigación ci<strong>en</strong>tíficaera que la humanidad, tal como estaba organizada hasta el mom<strong>en</strong>to, no eracapaz de manejar el pot<strong>en</strong>cial de transformación radical que poseía, nisiquiera de reconocer los riesgos que estaba corri<strong>en</strong>do. Porque incluso losbrujos que no aceptaban límites <strong>en</strong> sus investigaciones desconfiaban de susapr<strong>en</strong>dices. Los argum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> favor de una investigación ilimitada «atañ<strong>en</strong>a la investigación ci<strong>en</strong>tífica básica, no a las aplicaciones tecnológicas de laci<strong>en</strong>cia, algunas de las cuales deb<strong>en</strong> restringirse» (Baltimore, 1978).Pero incluso estos argum<strong>en</strong>tos se alejaban de lo es<strong>en</strong>cial. Porque, como23. Como, <strong>en</strong> especial, la restricción de no experim<strong>en</strong>tar con seres humanos.


LAS CIENCIAS NATURALES 5 4 9todos los ci<strong>en</strong>tíficos sabían, la investigación ci<strong>en</strong>tífica no era ilimitada y libre,aunque sólo fuese porque necesitaba unos recursos que estaban limitados. Lacuestión no estribaba <strong>en</strong> si algui<strong>en</strong> debía decir a los investigadores qué podíanhacer o no, sino <strong>en</strong> quién imponía tales límites y directrices, y con qué criterios.Para la mayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos, cuyas instituciones estaban directa oindirectam<strong>en</strong>te financiadas con fondos públicos, los controladores de la investigacióneran los gobiernos, cuyos criterios, por muy sincera que fuese sudevoción por los valores de la libre investigación, no eran los de un Planck,un Rutherford o un Einstein.Sus prioridades no eran, por definición, las de la investigación «pura»,especialm<strong>en</strong>te cuando esa investigación era cara. Cuando el gran boom globalllegó a su fin, incluso los gobiernos más ricos, cuyos ingresos no superabanya a sus gastos, tuvieron que hacer cu<strong>en</strong>tas. Tampoco eran, ni podían ser,las prioridades de la investigación «aplicada», que daba empleo a la granmayoría de los ci<strong>en</strong>tíficos, porque éstas no se fijaban <strong>en</strong> términos <strong>del</strong> «avance<strong>del</strong> conocimi<strong>en</strong>to» <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral (aunque pudiera resultar de ella), sino <strong>en</strong>función de la necesidad de lograr ciertos resultados prácticos, como, porejemplo, una terapia efectiva para el cáncer o el SIDA. Qui<strong>en</strong>es investigaban<strong>en</strong> estos campos no se dedicaban necesariam<strong>en</strong>te a aquello que verdaderam<strong>en</strong>teles interesaba, sino a lo que era socialm<strong>en</strong>te útil o económicam<strong>en</strong>ter<strong>en</strong>table, o por lo m<strong>en</strong>os aquello para lo que se disponía de dinero, aunqueconfias<strong>en</strong> <strong>en</strong> que volviera a llevarles alguna vez a la s<strong>en</strong>da de la investigaciónbásica. En estas circunstancias, resultaba retórico afirmar que ponerlímites a la investigación era intolerable porque el hombre, por naturaleza,pert<strong>en</strong>ecía a una especie que necesitaba «satisfacer su curiosidad, explorar yexperim<strong>en</strong>tar» (Lewis Thomas, <strong>en</strong> Baltimore, 1978, p. 44), o que, sigu<strong>en</strong>dola consigna de los montañeros, debemos escalar las cimas <strong>del</strong> conocimi<strong>en</strong>to«porque están ahí».La verdad es que la «ci<strong>en</strong>cia» (un término por el que mucha g<strong>en</strong>te <strong>en</strong>ti<strong>en</strong><strong>del</strong>as ci<strong>en</strong>cias naturales «duras») era demasiado grande, demasiado poderosa,demasiado indisp<strong>en</strong>sable para la sociedad <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral y para sus patrocinadores<strong>en</strong> particular como para dejarla a merced de sí misma. La paradoja de estasituación era que, <strong>en</strong> último análisis, el poderoso motor de la tecnología <strong>del</strong>siglo xx, y la economía que ésta hizo posible, dep<strong>en</strong>dían cada vez más deuna comunidad relativam<strong>en</strong>te minúscula de personas para qui<strong>en</strong>es estascolosales consecu<strong>en</strong>cias de sus actividades resultaban secundarias o triviales.Para ellos la capacidad humana de viajar a la Luna o de transmitir vía satélitelas imág<strong>en</strong>es de un partido de fútbol disputado <strong>en</strong> Brasil para que pudieraverse <strong>en</strong> un televisor de Dusseldorf, era mucho m<strong>en</strong>os interesante que eldescubrimi<strong>en</strong>to de un ruido de fondo cósmico que perturbaba lascomunicaciones, pero que confirmaba una teoría sobre los oríg<strong>en</strong>es <strong>del</strong> universo.No obstante, al igual que el antiguo matemático griego Arquímedes,sabían que habitaban, y estaban ayudando a configurar, un mundo que nopodía compr<strong>en</strong>der lo que hacían, ni se preocupaba por ello. Su llamami<strong>en</strong>to<strong>en</strong> favor de la libertad de investigación era como el grito de Arquímedes a


5 5 0 EL DERRUMBAMIENTOlos soldados invasores, contra qui<strong>en</strong>es había diseñado artefactos militarespara la def<strong>en</strong>sa de su ciudad, Siracusa, <strong>en</strong> los que ni se fijaron cuando lemataban: «Por Dios, no destrocéis mis diagramas». Era compr<strong>en</strong>sible, peropoco realista.Sólo los poderes transformadores de los que t<strong>en</strong>ían la llave les sirvieronde protección, porque éstos parecían dep<strong>en</strong>der de que se permitiera seguir asu aire a una elite privilegiada e incompr<strong>en</strong>sible —hasta muy avanzado elsiglo, incompr<strong>en</strong>sible incluso por su relativa falta de interés <strong>en</strong> los signosexternos de la riqueza y el poder—. Todos los estados <strong>del</strong> siglo xx que actuaronde otra manera tuvieron ocasión de lam<strong>en</strong>tarlo. En consecu<strong>en</strong>cia, todoslos estados apoyaron la ci<strong>en</strong>cia, que, a difer<strong>en</strong>cia de las artes y de la mayorparte de las humanidades, no podía funcionar de forma eficaz sin tal apoyo,a la vez que evitaban interferir <strong>en</strong> ella <strong>en</strong> la medida de lo posible. Pero a losgobiernos no les interesan las verdades últimas (salvo las ideológicas o religiosas)sino la verdad instrum<strong>en</strong>tal. Pued<strong>en</strong> a lo sumo fom<strong>en</strong>tar la investigación«pura» (es decir, la que resulta inútil de mom<strong>en</strong>to) porque podría produciralgún día algo útil, o por razones de prestigio nacional, ya que <strong>en</strong> esteterr<strong>en</strong>o la consecución de premios Nobel se antepone a la de las medallasolímpicas, y se valora mucho más. Estos fueron los fundam<strong>en</strong>tos sobre losque se erigieron las estructuras triunfantes de la investigación y la teoríaci<strong>en</strong>tífica, gracias a las cuales el siglo xx será recordado como una era deprogreso y no únicam<strong>en</strong>te de tragedias humanas.


Capítulo XIXEL FIN DEL MILENIOEstamos <strong>en</strong> el principio de una nueva era, que se caracterizapor una gran inseguridad, por una crisis perman<strong>en</strong>te y por laaus<strong>en</strong>cia de cualquier tipo de statu quo ... Hemos de ser consci<strong>en</strong>tesde que nos <strong>en</strong>contramos <strong>en</strong> una de aquellas crisis de lahistoria mundial que describió Jakob Burckhardt. Ésta no esm<strong>en</strong>os importante que la que se produjo después de 1945, auncuando ahora las condiciones para remontarla parec<strong>en</strong> mejores,porque no hay pot<strong>en</strong>cias v<strong>en</strong>cedoras ni v<strong>en</strong>cidas, ni siquiera <strong>en</strong> laEuropa ori<strong>en</strong>tal.M. STÜRMER <strong>en</strong> Bergedorf (1993. p. 59)Aunque el ideal terr<strong>en</strong>al <strong>del</strong> socialismo y el comunismo sehaya derrumbado, los problemas que este ideal int<strong>en</strong>taba resolverpermanec<strong>en</strong>: se trata de la descarada utilización social <strong>del</strong> desmesuradopoder <strong>del</strong> dinero, que muchas veces dirige el curso de losacontecimi<strong>en</strong>tos. Y si la lección global <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong> no produceuna seria reflexión, el inm<strong>en</strong>so torbellino rojo puede repetirse deprincipio a fin.ALEXANDER SOLZHENITSYN, <strong>en</strong> New York Times, 28de noviembre de 1993Para un escritor es un privilegio haber pres<strong>en</strong>ciado el final detres estados: la república de Weimar, el estado fascista y la RepúblicaDemocrática Alemana. Creo que no viviré lo sufici<strong>en</strong>tecomo para pres<strong>en</strong>ciar el final de la República Federal.HEINER MÜLLER (1992, p. 361)


552 EL DERRUMBAMIENTOIEl siglo xx corto acabó con problemas para los cuales nadie t<strong>en</strong>ía, ni pret<strong>en</strong>díat<strong>en</strong>er, una solución. Cuando los ciudadanos de fin de siglo empr<strong>en</strong>dieronsu camino hacia el tercer mil<strong>en</strong>io a través de la niebla que les rodeaba, loúnico que sabían con certeza era que una era de la historia llegaba a su fin.No sabían mucho más.Así, por primera vez <strong>en</strong> dos siglos, el mundo de los años nov<strong>en</strong>ta carecíade cualquier sistema o estructura internacional. El hecho de que después de1989 aparecies<strong>en</strong> dec<strong>en</strong>as de nuevos estados territoriales, sin ningún mecanismopara determinar sus fronteras, y sin ni siquiera una tercera parte quepudiese considerarse imparcial para actuar como mediadora, habla por símismo. ¿Dónde estaba el consorcio de grandes pot<strong>en</strong>cias que anteriorm<strong>en</strong>teestablecían las fronteras <strong>en</strong> disputa, o al m<strong>en</strong>os las ratificaban formalm<strong>en</strong>te?¿Dónde los v<strong>en</strong>cedores de la primera guerra mundial que supervisaron laredistribución <strong>del</strong> mapa de Europa y <strong>del</strong> mundo, fijando una frontera aquí opidi<strong>en</strong>do un plebiscito allá? (¿Dónde, además, los hombres que trabajaban<strong>en</strong> las confer<strong>en</strong>cias internacionales tan familiares para los diplomáticos <strong>del</strong>pasado y tan distintas de las breves «cumbres» de relaciones públicas y fotoque las han reemplazado?)¿Dónde estaban las pot<strong>en</strong>cias internacionales, nuevas o viejas, al fin <strong>del</strong>mil<strong>en</strong>io? El único estado que se podía calificar de gran pot<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido<strong>en</strong> que el término se empleaba <strong>en</strong> 1914, era los Estados Unidos. No está clarolo que esto significaba <strong>en</strong> la práctica. Rusia había quedado reducida a lasdim<strong>en</strong>siones que t<strong>en</strong>ía a mediados <strong>del</strong> siglo xvn. Nunca, desde Pedro elGrande, había sido tan insignificante. El Reino Unido y Francia se vieronrelegados a un estatus puram<strong>en</strong>te regional, y ni siquiera la posesión de armasnucleares bastaba para disimularlo. Alemania y Japón eran grandes pot<strong>en</strong>ciaseconómicas, pero ninguna de ellas vio la necesidad de reforzar sus grandesrecursos económicos con pot<strong>en</strong>cial militar <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido tradicional, ni siquieracuando tuvieron libertad para hacerlo, aunque nadie sabe qué harán <strong>en</strong> elfuturo. ¿Cuál era el estatus político internacional de la nueva Unión Europea,que aspiraba a t<strong>en</strong>er un programa político común, pero que fue incapaz deconseguirlo —o incluso de pret<strong>en</strong>der que lo t<strong>en</strong>ía— salvo <strong>en</strong> cuestiones económicas?No estaba claro ni siquiera que muchos de los estados, grandes opequeño, nuevos o viejos, pudieran sobrevivir <strong>en</strong> su forma actual durante elprimer cuarto <strong>del</strong> siglo xxi.Si la naturaleza de los actores de la esc<strong>en</strong>a internacional no estaba clara,tampoco lo estaba la naturaleza de los peligros a que se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba el mundo.El siglo xx había sido un siglo de guerras mundiales, cali<strong>en</strong>tes o frías, protagonizadaspor las grandes pot<strong>en</strong>cias y por sus aliados, con unos esc<strong>en</strong>arioscada vez más apocalípticos de destrucción <strong>en</strong> masa, que culminaron con laperspectiva, que afortunadam<strong>en</strong>te pudo evitarse, de un holocausto nuclearprovocado por las superpot<strong>en</strong>cias. Este peligro ya no existía. No se sabía qué


EL FIN DEL MILENIO 5 5 3podía depararnos el futuro, pero la propia desaparición o transformación detodos los actores —salvo uno— <strong>del</strong> drama mundial significaba que una terceraguerra mundial al viejo estilo era muy improbable.Esto no quería decir, evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, que la era de las guerras hubiesellegado a su fin. Los años och<strong>en</strong>ta demostraron, mediante el conflictoanglo-arg<strong>en</strong>tino de 1982 y el que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó a Irán con Irak de 1980 a 1988,que guerras que no t<strong>en</strong>ían nada que ver con la confrontación <strong>en</strong>tre lassuperpot<strong>en</strong>cias mundiales eran posibles <strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to. Los añosque siguieron a 1989 pres<strong>en</strong>ciaron un mayor número de operaciones militares<strong>en</strong> más lugares de Europa, Asia y África de lo que nadie podía recordar,aunque no todas fueran oficialm<strong>en</strong>te calificadas como guerras: <strong>en</strong> Liberia,Angola, Sudán y el Cuerno de África; <strong>en</strong> la antigua Yugoslavia, <strong>en</strong>Moldavia, <strong>en</strong> varios países <strong>del</strong> Cáucaso y de la zona transcaucásica, <strong>en</strong> elsiempre explosivo Ori<strong>en</strong>te Medio, <strong>en</strong> la antigua Asia c<strong>en</strong>tral soviética y <strong>en</strong>Afganistán. Como muchas veces no estaba claro quién combatía contraquién, y por qué, <strong>en</strong> las frecu<strong>en</strong>tes situaciones de ruptura y desintegraciónnacional, estas actividades no se acomodaban a las d<strong>en</strong>ominaciones clásicasde «guerra» internacional o civil. Pero los habitantes de la región quelas sufrían difícilm<strong>en</strong>te podían considerar que vivían <strong>en</strong> tiempos de paz,especialm<strong>en</strong>te cuando, como <strong>en</strong> Bosnia, Tadjikistan o Liberia, habían estadovivi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> una paz incuestionable hacía poco tiempo. Por otra parte,como se demostró <strong>en</strong> los Balcanes a principios de los nov<strong>en</strong>ta, no habíauna línea de demarcación clara <strong>en</strong>tre las luchas internas regionales y unaguerra balcánica semejante a las de viejo estilo, <strong>en</strong> la que aquéllas podíantransformarse fácilm<strong>en</strong>te. En resum<strong>en</strong>, el peligro global de guerra no habíadesaparecido; sólo había cambiado.No cabe duda de que los habitantes de estados fuertes, estables y privilegiados(la Unión Europea con relación a la zona conflictiva adyac<strong>en</strong>te;Escandinavia con relación a las costas ex soviéticas <strong>del</strong> mar Báltico) podíancreer que eran inmunes a la inseguridad y viol<strong>en</strong>cia que aquejaba a ías zonasmás desfavorecidas <strong>del</strong> tercer mundo y <strong>del</strong> antiguo mundo socialista; peroestaban equivocados. La crisis de los estados-nación tradicionales basta paraponerlo <strong>en</strong> duda. Dejando a un lado la posibilidad de que algunos de estosestados pudieran escindirse o disolverse, había una importante, y no siempreadvertida, innovación de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo que los debilitaba, aunquesólo fuera al privarles <strong>del</strong> monopolio de la fuerza, que había sido siempreel signo <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> estado <strong>en</strong> las zonas establecidas perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te:la democratización y privatización de los medios de destrucción, quetransformó las perspectivas de conflicto y viol<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> cualquier parte <strong>del</strong>mundo.Ahora resultaba posible que pequeños grupos de disid<strong>en</strong>tes, políticos o decualquier tipo, pudieran crear problemas y destrucción <strong>en</strong> cualquier lugar <strong>del</strong>mundo, como lo demostraron las actividades <strong>del</strong> IRA <strong>en</strong> Gran Bretaña y elint<strong>en</strong>to de volar el World Trade C<strong>en</strong>ter de Nueva York (1993). Hasta fines <strong>del</strong>siglo xx, el coste originado por tales actividades era modesto —salvo para las


554 EL DERRUMBAMIENTOempresas aseguradoras—, ya que el terrorismo no estatal, al contrario de loque se suele suponer, era mucho m<strong>en</strong>os indiscriminado que los bombardeosde la guerra oficial, aunque sólo fuera porque su propósito, cuando lo t<strong>en</strong>ía,era más bi<strong>en</strong> político que militar. Además, y si exceptuamos las cargas explosivas,la mayoría de estos grupos actuaban con armas de mano, más adecuadaspara pequeñas acciones que para matanzas <strong>en</strong> masa. Sin embargo, nohabía razón alguna para que las armas nucleares —si<strong>en</strong>do el material y losconocimi<strong>en</strong>tos para construirlas de fácil adquisición <strong>en</strong> el mercado mundial—no pudieran adaptarse para su uso por parte de pequeños grupos.Además, la democratización de los medios de destrucción hizo que loscostes de controlar la viol<strong>en</strong>cia no oficial sufries<strong>en</strong> un aum<strong>en</strong>to espectacular.Así, el gobierno británico, <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado a las fuerzas antagónicas de los paramilitarescatólicos y protestantes de Irlanda <strong>del</strong> Norte, que no pasaban deunos pocos c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares, se mantuvo <strong>en</strong> la provincia gracias a la pres<strong>en</strong>ciaconstante de unos 20.000 soldados y 8.000 policías, con un gasto anual detres mil millones de libras esterlinas. Lo que era válido para pequeñas rebelionesy otras formas de viol<strong>en</strong>cia interna, lo era más aún para los pequeñosconflictos fuera de las fronteras de un país. En muy pocos casos de conflictointernacional los estados, por grandes que fueran, estaban preparados paraafrontar estos <strong>en</strong>ormes gastos.Varias situaciones derivadas de la guerra fría, como los conflictos deBosnia y Somalia, ilustraban esta imprevista limitación <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> estado,y arrojaban nueva luz acerca de la que parecía estarse convirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> laprincipal causa de t<strong>en</strong>sión internacional de cara al nuevo mil<strong>en</strong>io: la creci<strong>en</strong>teseparación <strong>en</strong>tre las zonas ricas y pobres <strong>del</strong> mundo. Cada una de ellast<strong>en</strong>ía res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos hacia la otra. El auge <strong>del</strong> fundam<strong>en</strong>talismo islámico noera sólo un movimi<strong>en</strong>to contra la ideología de una modernización occid<strong>en</strong>talizadora,sino contra el propio «Occid<strong>en</strong>te». No era casual que los activistasde estos movimi<strong>en</strong>tos int<strong>en</strong>tas<strong>en</strong> alcanzar sus objetivos perturbando las visitasde los turistas, como <strong>en</strong> Egipto, o asesinando a resid<strong>en</strong>tes occid<strong>en</strong>tales,como <strong>en</strong> Argelia. Por el contrario, <strong>en</strong> los países ricos la am<strong>en</strong>aza de la x<strong>en</strong>ofobiapopular se dirigía contra los extranjeros <strong>del</strong> tercer mundo, y la UniónEuropea estaba amurallando sus fronteras contra la invasión de los pobres<strong>del</strong> tercer mundo <strong>en</strong> busca de trabajo. Incluso <strong>en</strong> los Estados Unidos seempezaron a notar graves síntomas de oposición a la tolerancia de facto de lainmigración ilimitada.En términos políticos y militares, sin embargo, ninguno de los bandospodía imponerse al otro. En cualquier conflicto abierto <strong>en</strong>tre los estados <strong>del</strong>norte y <strong>del</strong> sur que se pudiera imaginar, la abrumadora superioridad técnicay económica <strong>del</strong> norte le aseguraría la victoria, como demostró concluy<strong>en</strong>tcm<strong>en</strong>tela guerra <strong>del</strong> Golfo de 1991. Ni la posesión de algunos misilesnucleares por algún país <strong>del</strong> tercer mundo —suponi<strong>en</strong>do que dispusiera demedios para mant<strong>en</strong>erlos y lanzarlos— podía t<strong>en</strong>er efecto disuasorio, ya quelos estados occid<strong>en</strong>tales, como Israel y la coalición de la guerra <strong>del</strong> Golfodemostraron <strong>en</strong> Irak, podían empr<strong>en</strong>der ataques prev<strong>en</strong>tivos contra <strong>en</strong>emi-


EL FIN DEL MILENIO 5 5 5gos pot<strong>en</strong>ciales mi<strong>en</strong>tras eran todavía demasiado débiles como para resultaram<strong>en</strong>azadores. Desde un punto de vista militar, el primer mundo podría trataral tercero como lo que Mao llamaba «un tigre de papel».Sin embargo, durante la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx cada vez quedó másclaro que el primer mundo podía ganar batallas pero no guerras contra el tercermundo o, más bi<strong>en</strong>, que incluso v<strong>en</strong>cer <strong>en</strong> las guerras, si hubiera sidoposible, no le garantizaría controlar los territorios. Había desaparecido elprincipal activo <strong>del</strong> imperialismo: la bu<strong>en</strong>a disposición de las poblacionescoloniales para, una vez conquistadas, dejarse administrar tranquilam<strong>en</strong>te porun puñado de ocupantes. Gobernar Bosnia-Herzegovina no fue un problemapara el imperio de los Habsburgo, pero a principios de los nov<strong>en</strong>ta los asesoresmilitares de todos los países advirtieron a sus gobiernos que la pacificaciónde ese infeliz y turbul<strong>en</strong>to país requeriría la pres<strong>en</strong>cia de ci<strong>en</strong>tos demiles de soldados durante un período de tiempo ilimitado, esto es, una movilizacióncomparable a la de una guerra.Somalia siempre había sido una colonia difícil, que <strong>en</strong> una ocasión habíarequerido incluso la pres<strong>en</strong>cia de un conting<strong>en</strong>te militar británico mandadopor un g<strong>en</strong>eral de división, pero ni Londres ni Roma p<strong>en</strong>saron que ni siquieraMuhammad b<strong>en</strong> Abdallah, el famoso «Mullah loco», pudiese plantear problemasinsolubles a los gobiernos coloniales británico e italiano. Sin embargo,a principios de los años nov<strong>en</strong>ta los Estados Unidos y las demás fuerzasde ocupación de las Naciones Unidas, compuestas por varías dec<strong>en</strong>as demiles de hombres, se retiraron ignominiosam<strong>en</strong>te de Somalia al verse ante laopción de una ocupación indefinida sin un propósito claro. Incluso el poderíode los Estados Unidos reculó cuando se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> la vecina Haití —unode los satélites tradicionales dep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes de Washington— a un g<strong>en</strong>erallocal <strong>del</strong> ejército haitiano, <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ado y armado por los Estados Unidos, quese oponía al regreso de un presid<strong>en</strong>te electo que gozaba de un apoyo conreservas de los Estados Unidos, a qui<strong>en</strong>es desafió a ocupar Haití. Los norteamericanosrehusaron ocuparla de nuevo, como habían hecho de 1915a 1934,no porque el millar de criminales uniformados <strong>del</strong> ejército haitiano constituyes<strong>en</strong>un problema militar serio, sino porque ya no sabían cómo resolver elproblema haitiano con una fuerza exterior.En suma, el siglo finalizó con un desord<strong>en</strong> global de naturaleza pococlara, y sin ningún mecanismo para poner fin al desord<strong>en</strong> o mant<strong>en</strong>erlo controlado.IILa razón de esta impot<strong>en</strong>cia no reside sólo <strong>en</strong> la profundidad de la crisismundial y <strong>en</strong> su complejidad, sino también <strong>en</strong> el apar<strong>en</strong>te fracaso de todoslos programas, nuevos o viejos, para manejar o mejorar los asuntos de laespecie humana.El siglo xx corto ha sido una era de guerras religiosas, aunque las más


5 5 6 EL DERRUMBAMIENTOmilitantes y sanguinarias de sus religiones, como el nacionalismo y el socialismo,fues<strong>en</strong> ideologías laicas nacidas <strong>en</strong> el siglo xix, cuyos dioses eran abstraccioneso políticos v<strong>en</strong>erados como divinidades. Es probable que los casosextremos de tal devoción secular, como los diversos cultos a la personalidad,estuvieran ya <strong>en</strong> declive antes <strong>del</strong> fin de la guerra fría o, más bi<strong>en</strong>, que hubies<strong>en</strong>pasado de ser iglesias universales a una dispersión de sectas rivales. Sinembargo, su fuerza no residía tanto <strong>en</strong> su capacidad para movilizar emocionesempar<strong>en</strong>tadas con las de las religiones tradicionales —algo que el liberalismoni siquiera int<strong>en</strong>tó—, sino <strong>en</strong> que prometía dar soluciones perman<strong>en</strong>tesa los problemas de un mundo <strong>en</strong> crisis. Que fue precisam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> lo que fallaroncuando se acababa el siglo.El derrumbami<strong>en</strong>to de la Unión Soviética llamó la at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> un primermom<strong>en</strong>to sobre el fracaso <strong>del</strong> comunismo soviético; esto es, <strong>del</strong> int<strong>en</strong>tode basar una economía <strong>en</strong>tera <strong>en</strong> la propiedad estatal de todos los medios deproducción, con una planificación c<strong>en</strong>tralizada que lo abarcaba todo y sinrecurrir <strong>en</strong> absoluto a los mecanismos <strong>del</strong> mercado o de los precios. Comotodas las demás formas históricas <strong>del</strong> ideal socialista que daban por supuestauna economía basada <strong>en</strong> la propiedad social (aunque no necesariam<strong>en</strong>te estatal)de los medios de producción, distribución e intercambio, la cual implicabala eliminación de la empresa privada y de la asignación de recursos a través<strong>del</strong> mercado, este fracaso minó también las aspiraciones <strong>del</strong> socialismono comunista, marxista o no, aunque ninguno de estos regím<strong>en</strong>es o gobiernosproclamase haber establecido una economía socialista. Si el marxismo, justificaciónintelectual e inspiración <strong>del</strong> comunismo, iba a continuar o no, erauna cuestión abierta al debate. Aunque por más que Marx perviviera comogran p<strong>en</strong>sador, no era probable que lo hiciera, al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> su forma original,ninguna de las versiones <strong>del</strong> marxismo formuladas desde 1890 como doctrinaspara la acción política y aspiración de los movimi<strong>en</strong>tos socialistas.Por otra parte, la utopía antagónica a la soviética también estaba <strong>en</strong>quiebra. Ésta era la fe teológica <strong>en</strong> una economía que asignaba totalm<strong>en</strong>telos recursos a través de un mercado sin restricciones, <strong>en</strong> una situación decompet<strong>en</strong>cia ilimitada; un estado de cosas que se creía que no sólo producíael máximo de bi<strong>en</strong>es y servicios, sino también el máximo de felicidad y elúnico tipo de sociedad que merecía el calificativo de «libre». Nunca habíaexistido una economía de laissez-faire total. A difer<strong>en</strong>cia de la utopía soviética,nadie int<strong>en</strong>tó antes de los años och<strong>en</strong>ta instaurar la utopía ultraliberal.Sobrevivió durante el siglo xx como un principio para criticar las inefici<strong>en</strong>ciasde las economías exist<strong>en</strong>tes y el crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> poder y de la burocracia<strong>del</strong> estado. El int<strong>en</strong>to más consist<strong>en</strong>te de ponerla <strong>en</strong> práctica, el régim<strong>en</strong> de laseñora Thatcher <strong>en</strong> el Reino Unido, cuyo fracaso económico era g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>teaceptado <strong>en</strong> la época de su derrocami<strong>en</strong>to, tuvo que instaurarse gradualm<strong>en</strong>te.Sin embargo, cuando se int<strong>en</strong>tó hacerlo para sustituir de un día alotro la antigua economía socialista soviética, mediante «terapias de choque»recom<strong>en</strong>dadas por asesores occid<strong>en</strong>tales, los resultados fueron económicam<strong>en</strong>tedesastrosos y espantosos desde un punto de vista social y político.


EL FIN DEL MILENIO 5 5 7Las teorías <strong>en</strong> las que se basaba la teología neoliberal, por elegantes quefues<strong>en</strong>, t<strong>en</strong>ían poco que ver con la realidad.El fracaso <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o soviético confirmó a los partidarios <strong>del</strong> capitalismo<strong>en</strong> su convicción de que ninguna economía podía operar sin un mercadode valores. A su vez, el fracaso <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o ultraliberal confirmó a los socialistas<strong>en</strong> la más razonable cre<strong>en</strong>cia de que los asuntos humanos, <strong>en</strong>tre los quese incluye la economía, son demasiado importantes para dejarlos al juego <strong>del</strong>mercado. También dio apoyo a la suposición de economistas escépticos deque no existía una correlación visible <strong>en</strong>tre el éxito o el fracaso económicode un país y la calidad académica de sus economistas teóricos. 1 Puede ser quelas g<strong>en</strong>eraciones futuras consider<strong>en</strong> que el debate que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>taba al capitalismoy al socialismo como ideologías mutuam<strong>en</strong>te excluy<strong>en</strong>tes y totalm<strong>en</strong>teopuestas no era más que un vestigio de las «guerras frías de religión» ideológicas<strong>del</strong> siglo xx. Puede que este debate resulte tan irrelevante para el tercermil<strong>en</strong>io como el que se desarrolló <strong>en</strong> los siglos xvi y xvn <strong>en</strong>tre católicosy protestantes acerca de la verdadera naturaleza <strong>del</strong> cristianismo lo fue paralos siglos XVIII y xix.Más grave aún que la quiebra de los dos extremos antagónicos fue ladesori<strong>en</strong>tación de los que pued<strong>en</strong> llamarse programas y políticas mixtos ointermedios que presidieron los milagros económicos más impresionantes <strong>del</strong>siglo. Éstos combinaban pragmáticam<strong>en</strong>te lo público y lo privado, el mercadoy la planificación, el estado y la empresa, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que la ocasión y laideología local lo permitían. Aquí el problema no residía <strong>en</strong> la aplicación deuna teoría intelectualm<strong>en</strong>te atractiva o impresionante que pudiera def<strong>en</strong>derse<strong>en</strong> abstracto, ya que la fuerza de estos programas se debía más a su éxitopráctico que a su coher<strong>en</strong>cia intelectual. Sus problemas los causó el debilitami<strong>en</strong>tode este éxito práctico. Las décadas de crisis habían demostradolas limitaciones dé las diversas políticas de la edad de oro, pero sin g<strong>en</strong>erarninguna alternativa convinc<strong>en</strong>te. Revelaron también las imprevistas peroespectaculares consecu<strong>en</strong>cias sociales y culturales de la era de la revolucióneconómica mundial iniciada <strong>en</strong> 1945, así como sus consecu<strong>en</strong>cias ecológicas,pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te catastróficas. Mostraron, <strong>en</strong> suma, que las institucionescolectivas humanas habían perdido el control sobre las consecu<strong>en</strong>cias colectivasde la acción <strong>del</strong> hombre. De hecho, uno de los atractivos intelectualesque ayudan a explicar el breve auge de la utopía neoliberal es precisam<strong>en</strong>teque ésta procuraba eludir las decisiones humanas colectivas. Había que dejar1. Podría tal vez sugerirse una correlación inversa. Antes de 1938 Austria nunca destacópor su éxito económico, aunque <strong>en</strong> aquella época poseía una de las escuelas de teoría económicamás prestigiosas <strong>del</strong> mundo. Sin embargo, tras la segunda guerra mundial su éxito económico fueconsiderable, pese a que <strong>en</strong>tonces ya no disponía de ningún economista de reputación internacional.Alemania, que rehusó reconocer <strong>en</strong> sus universidades el tipo de teoría económica quese <strong>en</strong>señaba <strong>en</strong> el mundo <strong>en</strong>tero, no pareció res<strong>en</strong>tirse por ello. ¿Cuántos economistas coreanoso japoneses aparec<strong>en</strong> citados regularm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la American Economic Review? Sin embargo, elreverso de este argum<strong>en</strong>to quizá sea Escandinavia, socialdemócrata, próspera y ll<strong>en</strong>a de economistasteóricos respetados internacionalm<strong>en</strong>te desde finales <strong>del</strong> siglo xix.


5 5 8 EL DERRUMBAMIENTOque cada individuo persiguiera su satisfacción sin restricciones, y fuera cualfuese el resultado, sería el mejor posible. Cualquier curso alternativo seríapeor, se decía de manera poco convinc<strong>en</strong>te.Si las ideologías programáticas nacidas <strong>en</strong> la era de las revoluciones y <strong>en</strong>el siglo xix com<strong>en</strong>zaron a decaer al final <strong>del</strong> siglo xx, las más antiguas guías'para perplejos de este mundo, las religiones tradicionales, no ofrecían unaalternativa plausible. Las religiones occid<strong>en</strong>tales cada vez t<strong>en</strong>ían más problemas,incluso <strong>en</strong> los países —<strong>en</strong>cabezados por esa extraña anomalía que sonlos Estados Unidos— donde seguía si<strong>en</strong>do frecu<strong>en</strong>te ser miembro de unaIglesia y asistir a los ritos religiosos (Kosmin y Lachmann, 1993). El declivede las diversas confesiones protestantes se aceleró. Iglesias y capillas construidasa principios de siglo quedaron vacías al final <strong>del</strong> mismo, o se v<strong>en</strong>dieronpara otros fines, incluso <strong>en</strong> lugares como Gales, donde habían contribuidoa dar forma a la id<strong>en</strong>tidad nacional. De 1960 <strong>en</strong> a<strong>del</strong>ante, como hemosvisto, el declive <strong>del</strong> catolicismo romano se precipitó. Incluso <strong>en</strong> los paísesantes comunistas, donde la Iglesia gozaba de la v<strong>en</strong>taja de simbolizar la oposicióna unos regím<strong>en</strong>es profundam<strong>en</strong>te impopulares, el fiel católico poscomunistamostraba la misma t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a apartarse <strong>del</strong> rebaño que el de otrospaíses. Los observadores religiosos creyeron detectar <strong>en</strong> ocasiones un retornoa la religión <strong>en</strong> la zona de la cristiandad ortodoxa postsoviética, pero afines de siglo la evid<strong>en</strong>cia acerca de este hecho, poco probable pero no imposible,resulta débil. Cada vez m<strong>en</strong>os hombres y mujeres prestaban oídos a lasdiversas doctrinas de estas confesiones cristianas, fueran los que fues<strong>en</strong> susméritos.El declive y caída de las religiones tradicionales no se vio comp<strong>en</strong>sado,al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la sociedad urbana <strong>del</strong> mundo desarrollado, por el crecimi<strong>en</strong>tode una religiosidad sectaria militante, o por el auge de nuevos cultos y comunidadesde culto, y aún m<strong>en</strong>os por el deseo de muchos hombres y mujeres deescapar de un mundo que no compr<strong>en</strong>dían ni podían controlar, refugiándose<strong>en</strong> una diversidad de cre<strong>en</strong>cias cuya fuerza residía <strong>en</strong> su propia irracionalidad.La visibilidad pública de estas sectas, cultos y cre<strong>en</strong>cias no debe ocultarnosla relativa fragilidad de sus apoyos. No más de un 3 o 4 por 100 de lacomunidad judía británica pert<strong>en</strong>ecía a alguna de las sectas o grupos jasídicosultraortodoxos. Y la población adulta estadounid<strong>en</strong>se que pert<strong>en</strong>ecía asectas militantes y misioneras no excedía <strong>del</strong> 5 por 100 (Kosmin y Lachmann,1993, pp. 15-16). 2La situación era difer<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el tercer mundo y <strong>en</strong> las zonas adyac<strong>en</strong>tes,exceptuando la vasta población <strong>del</strong> Extremo Ori<strong>en</strong>te, que la tradición confucianamantuvo inmune durante mil<strong>en</strong>ios a la religión oficial, aunque no a loscultos no oficiales. Aquí se hubiera podido esperar que ideologías basadas <strong>en</strong>las tradiciones religiosas que constituían la formas populares de p<strong>en</strong>sar el2. Entre éstos he contado a qui<strong>en</strong>es se definían como p<strong>en</strong>tecostalistas. miembros de laIglesia de Dios, testigos de Jehová. adv<strong>en</strong>tistas <strong>del</strong> Séptimo Día. de las Asambleas de Dios, <strong>del</strong>as Iglesias de la Santidad, «r<strong>en</strong>acidos» y «carismáticos».


EL FIN DEL MILENIO 5 5 9mundo hubies<strong>en</strong> adquirido promin<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la esc<strong>en</strong>a pública, a medida que lag<strong>en</strong>te común se convertía <strong>en</strong> actor <strong>en</strong> esta esc<strong>en</strong>a. Esto es lo que ocurrió <strong>en</strong>las últimas décadas <strong>del</strong> siglo, cuando la elite minoritaria y secular que llevabaa sus países a la modernización quedó marginada (véase el capítulo XII). Elatractivo de una religión politizada era tanto mayor cuanto las viejas religioneseran, casi por definición, <strong>en</strong>emigas de la civilización occid<strong>en</strong>tal queera un ag<strong>en</strong>te de perturbación social, y de los países ricos e impíos que aparecíanahora, más que nunca, como los explotadores de la miseria <strong>del</strong> mundopobre. Que los objetivos locales contra los que se dirigían estos movimi<strong>en</strong>tosfueran los ricos occid<strong>en</strong>talizados con sus Mercedes y las mujeres emancipadasles añadía un toque de lucha de clases. Occid<strong>en</strong>te les aplicó el erróneocalificativo de «fundam<strong>en</strong>talistas»; pero cualquiera que fuera la d<strong>en</strong>ominaciónque se les diese, estos movimi<strong>en</strong>tos miraban atrás, hacia una época mássimple, estable y compr<strong>en</strong>sible de un pasado imaginario. Como no habíacamino de vuelta a tal era, y como estas ideologías no t<strong>en</strong>ían nada importanteque decir sobre los problemas de sociedades que no se parecían <strong>en</strong> nada,por ejemplo, a las de los pastores nómadas <strong>del</strong> antiguo Ori<strong>en</strong>te Medio, nopodían proporcionar respuestas a estos problemas. Eran lo que el incisivovi<strong>en</strong>es Karl Kraus llamaba psicoanálisis: síntomas de «la <strong>en</strong>fermedad de laque pret<strong>en</strong>dían ser la cura».Este es también el caso de la amalgama de consignas y emociones —yaque no se les puede llamar propiam<strong>en</strong>te ideologías— que florecieron sobre lasruinas de las antiguas instituciones e ideologías, como la maleza que colonizólas bombardeadas ruinas de las ciudades europeas después que cayeron ¡asbombas de la segunda guerra mundial: una mezcla de x<strong>en</strong>ofobia y de políticade id<strong>en</strong>tidad. Rechazar un pres<strong>en</strong>te inaceptable no implica necesariam<strong>en</strong>teproporcionar soluciones a sus problemas (véase el capítulo XIV, VI). En realidad,lo que más se parecía a un programa político que reflejase este <strong>en</strong>foqueera el «derecho a la autodeterminación nacional» wilsoniano-l<strong>en</strong>inista para«naciones» presuntam<strong>en</strong>te homogéneas <strong>en</strong> los aspectos étnico-lingüístico-culturales,que iba reduciéndose a un absurdo trágico y salvaje a medida que seacercaba el nuevo mil<strong>en</strong>io. A principios de los años nov<strong>en</strong>ta, quizá por vezprimera, algunos observadores racionales, indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te de su filiaciónpolítica (siempre que no fuese la de algún grupo específico de activismonacionalista), empezaron a proponer públicam<strong>en</strong>te el abandono <strong>del</strong> «derechoa la autodeterminación». 33. En 1949 Ivan Ilyin (1882-1954). ruso exiliado y anticomunista. predijo las consecu<strong>en</strong>ciasde int<strong>en</strong>tar una imposible «subdivisión territorial rigurosam<strong>en</strong>te étnica» de la Rusia posbolchevique.«Parti<strong>en</strong>do de los presupuestos más modestos, t<strong>en</strong>dríamos una gama de «estados»separados, ninguno de los cuales t<strong>en</strong>dría un ámbito territorial incontestado, ni gobierno conautoridad, ni leyes, ni tribunales, ni ejército, ni una población étnicam<strong>en</strong>te definida. Una gamade etiquetas vacías. Y poco a poco, <strong>en</strong> el transcurso de las décadas sigui<strong>en</strong>tes, se irían formandomediante la separación o la desintegración nuevos estados. Cada uno de ellos debería libraruna larga lucha con sus vecinos por su territorio y su población, <strong>en</strong> lo que acabaría si<strong>en</strong>do unainterminable serie de guerras civiles d<strong>en</strong>tro de Rusia» (citado <strong>en</strong> Chiesa. 1993, pp. 34 y 36-37).


5 6 0 EL DERRUMBAMIENTONo era la primera vez que una combinación de inanidad intelectual confuertes y a veces desesperadas emociones colectivas resultaba políticam<strong>en</strong>tepoderosa <strong>en</strong> épocas de crisis, de inseguridad y, <strong>en</strong> grandes partes <strong>del</strong> mundo,de estados e instituciones <strong>en</strong> proceso de desintegración. Así como los movimi<strong>en</strong>tosque recogían el res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> período de <strong>en</strong>treguerras g<strong>en</strong>eraronel fascismo, las protestas político-religiosas <strong>del</strong> tercer mundo y el ansia deuna id<strong>en</strong>tidad segura y de un ord<strong>en</strong> social <strong>en</strong> un mundo <strong>en</strong> desintegración (elllamami<strong>en</strong>to a la «comunidad» va unido habitualm<strong>en</strong>te a un llamami<strong>en</strong>to <strong>en</strong>favor de la «ley y el ord<strong>en</strong>») proporcionaron el humus <strong>en</strong> que podían crecerfuerzas políticas efectivas. A su vez, estas fuerzas podían derrocar viejosregím<strong>en</strong>es y establecer otros nuevos. Sin embargo, no era probable quepudieran producir soluciones para el nuevo mil<strong>en</strong>io, al igual que el fascismono las había producido para la era de las catástrofes. A fines <strong>del</strong> siglo xx corto,ni siquiera estaba claro si serían capaces de <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drar movimi<strong>en</strong>tos demasas nacionales similares a los que hicieron fuertes a algunos fascismosincluso antes de que adquiries<strong>en</strong> el arma decisiva <strong>del</strong> poder estatal. Su activoprincipal consistía, probablem<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> una cierta inmunidad a la economíaacadémica y a la retórica antiestatal de un liberalismo id<strong>en</strong>tificado con elmercado libre. Si los políticos t<strong>en</strong>ían que ord<strong>en</strong>ar la r<strong>en</strong>acionalización de unaindustria, no se det<strong>en</strong>drían por los argum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> contra, sobre todo si noeran capaces de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlos. Y además, si bi<strong>en</strong> estaban dispuestos a haceralgo, sabían tan poco como los demás qué conv<strong>en</strong>ía hacer.IIINi lo sabe, por supuesto, el autor de este libro. Pese a todo, algunas t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias<strong>del</strong> desarrollo a largo plazo estaban tan claras que nos permit<strong>en</strong> esbozaruna ag<strong>en</strong>da de algunos de los principales problemas <strong>del</strong> mundo y señalar,al m<strong>en</strong>os, algunas de las condiciones para solucionarlos.Los dos problemas c<strong>en</strong>trales, y a largo plazo decisivos, son de tipo demográficoy ecológico. Se esperaba g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te que la población mundial, <strong>en</strong>constante aum<strong>en</strong>to desde mediados <strong>del</strong> siglo xx, se estabilizaría <strong>en</strong> una cifracercana a los diez mil millones de seres humanos —o, lo que es lo mismo,cinco veces la población exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 1950— alrededor <strong>del</strong> año 2030, es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>tea causa de la reducción <strong>del</strong> índice de natalidad <strong>del</strong> tercer mundo.Si esta previsión resultase errónea, deberíamos abandonar toda apuesta porel futuro. Incluso si se demuestra realista a grandes rasgos, se planteará elproblema —hasta ahora no afrontado a escala global— de cómo mant<strong>en</strong>eruna población mundial estable o, más probablem<strong>en</strong>te, una población mundialque fluctuará <strong>en</strong> torno a una t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia estable o con un pequeño crecimi<strong>en</strong>to(o desc<strong>en</strong>so). (Una caída espectacular de la población mundial,improbable pero no inconcebible, introduciría complejidades adicionales.)Sin embargo los movimi<strong>en</strong>tos predecibles de la población mundial, estableo no, aum<strong>en</strong>tarán con toda certeza los desequilibrios <strong>en</strong>tre las difer<strong>en</strong>tes


EL FIN DEL MILENIO 561zonas <strong>del</strong> mundo. En conjunto, como sucedió <strong>en</strong> el siglo xx, los países ricosy desarrollados serán aquellos cuya población comi<strong>en</strong>ce a estabilizarse, o at<strong>en</strong>er un índice de crecimi<strong>en</strong>to estancado, como sucedió <strong>en</strong> algunos paísesdurante los años nov<strong>en</strong>ta.Rodeados por países pobres con grandes ejércitos de jóv<strong>en</strong>es que clamanpor conseguir los trabajos humildes <strong>del</strong> mundo desarrollado que les harían aellos ricos <strong>en</strong> comparación con los niveles de vida de El Salvador o deMarruecos, esos países ricos con muchos ciudadanos de edad avanzada ypocos jóv<strong>en</strong>es t<strong>en</strong>drían que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a la elección <strong>en</strong>tre permitir la inmigración<strong>en</strong> masa (que produciría problemas políticos internos), rodearse debarricadas para que no <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ónos emigrantes a los que necesitan (lo cualsería impracticable a largo plazo), o <strong>en</strong>contrar otra fórmula. La más probablesería la de permitir la inmigración temporal y condicional, que no concede alos extranjeros los mismos derechos políticos y sociales que a los ciudadanos,esto es, la de crear sociedades es<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te desiguales. Esto puedeabarcar desde sociedades de claro apartheid, como las de Suráfrica e Israel(que están <strong>en</strong> declive <strong>en</strong> algunas zonas <strong>del</strong> mundo, pero no han desaparecido<strong>en</strong> otras), hasta la tolerancia informal de los inmigrantes que no reivindicannada <strong>del</strong> país receptor, porque lo consideran simplem<strong>en</strong>te como un lugardonde ganar dinero de vez <strong>en</strong> cuando, mi<strong>en</strong>tras se manti<strong>en</strong><strong>en</strong> básicam<strong>en</strong>tearraigados <strong>en</strong> su propia patria. Los transportes y comunicaciones de fines <strong>del</strong>siglo xx, así como el <strong>en</strong>orme abismo que existe <strong>en</strong>tre las r<strong>en</strong>tas que pued<strong>en</strong>ganarse <strong>en</strong> los países ricos y <strong>en</strong> los pobres, hac<strong>en</strong> que esta exist<strong>en</strong>cia dual seamás posible que antes. Si este tipo de exist<strong>en</strong>cia podrá lograr, a largo o inclusoa medio plazo, que las fricciones <strong>en</strong>tre los nativos y los extranjeros seanm<strong>en</strong>os inc<strong>en</strong>diarias, es una cuestión sobre la que sigu<strong>en</strong> discuti<strong>en</strong>do los eternosoptimistas y los escépticos desilusionados.Pero no cabe duda de que estas fricciones serán uno de los factores principalesde las políticas, nacionales o globales, de las próximas décadas.Los problemas ecológicos, aunque son cruciales a largo plazo, no resultantan explosivos de inmediato. No se trata de subestimarlos, aun cuandodesde la época <strong>en</strong> que <strong>en</strong>traron <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia y <strong>en</strong> el debate públicos, <strong>en</strong>los años set<strong>en</strong>ta, hayan t<strong>en</strong>dido a discutirse erróneam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> términos de uninmin<strong>en</strong>te apocalipsis. Sin embargo, que el «efecto invernadero» pueda nocausar un aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> nivel de las aguas <strong>del</strong> mar que anegue Bangladesh ylos Países Bajos <strong>en</strong> el año 2000, o que la pérdida diaria de un desconocidonúmero de especies t<strong>en</strong>ga preced<strong>en</strong>tes, no es motivo de satisfacción. Un índicede crecimi<strong>en</strong>to económico similar al de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx, si semantuviese indefinidam<strong>en</strong>te (suponi<strong>en</strong>do que ello fuera posible), t<strong>en</strong>dríaconsecu<strong>en</strong>cias irreversibles y catastróficas para el <strong>en</strong>torno natural de este planeta,incluy<strong>en</strong>do a la especie humana que forma parte de él. No destruiría elplaneta ni lo haría totalm<strong>en</strong>te inhabitable, pero con toda seguridad cambiaríalas pautas de la vida <strong>en</strong> la biosfera, y podría resultar inhabitable para la especiehumana tal como la conocemos y <strong>en</strong> su número actual. Además, el ritmoa que la tecnología moderna ha aum<strong>en</strong>tado nuestra capacidad de modificar el


562 EL DERRUMBAMIENTO<strong>en</strong>torno es tal que —incluso suponi<strong>en</strong>do que no se acelere— el tiempo <strong>del</strong>que disponemos para afrontar el problema no debe contarse <strong>en</strong> siglos, sino <strong>en</strong>décadas.Como respuesta a la crisis ecológica que se avecina sólo podemos decirtres cosas con razonable certidumbre. La primera es que esta crisis debe serplanetaria más que local, aunque ganaríamos tiempo si la mayor fu<strong>en</strong>te decontaminación global, el 4 por 100 de la población mundial que vive <strong>en</strong> losEstados Unidos, tuviera que pagar un precio realista por la gasolina que consume.La segunda, que el objetivo de la política ecológica debe ser radical yrealista a la vez. Las soluciones de mercado, como la de incluir los costes <strong>del</strong>as externalidades ambi<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> el precio que los consumidores pagan porsus bi<strong>en</strong>es y servicios, no son ninguna de las dos cosas. Como muestra elcaso de los Estados Unidos, incluso el int<strong>en</strong>to más modesto de aum<strong>en</strong>tar el impuesto<strong>en</strong>ergético <strong>en</strong> ese país puede des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar dificultades políticas insuperables.La evolución de los precios <strong>del</strong> petróleo desde 1973 demuestra que,<strong>en</strong> una sociedad de libre mercado, el efecto de multiplicar de doce a quinceveces <strong>en</strong> seis años el precio de la <strong>en</strong>ergía no hace que disminuya su consumo,sino que se consuma con mayor efici<strong>en</strong>cia, al tiempo que se impulsan<strong>en</strong>ormes inversiones para hallar nuevas —y dudosas desde un punto de vistaambi<strong>en</strong>tal— fu<strong>en</strong>tes de <strong>en</strong>ergía que sustituyan el irreemplazable combustiblefósil. A su vez estas nuevas fu<strong>en</strong>tes de <strong>en</strong>ergía volverán a hacer bajar los preciosy fom<strong>en</strong>tarán un consumo más derrochador. Por otra parte, propuestascomo las de un mundo de crecimi<strong>en</strong>to cero, por no m<strong>en</strong>cionar fantasías comoel retorno a la presunta simbiosis primitiva <strong>en</strong>tre el hombre y la naturaleza,aunque sean radicales resultan totalm<strong>en</strong>te impracticables. El crecimi<strong>en</strong>to cero<strong>en</strong> la situación exist<strong>en</strong>te congelaría las actuales desigualdades <strong>en</strong>tre los países<strong>del</strong> mundo, algo que resulta mucho más tolerable para el habitante mediode Suiza que para el de la India. No es por azar que el principal apoyo a laspolíticas ecológicas proceda de los países ricos y de las clases medias y acomodadasde todos los países (exceptuando a los hombres de negocios queesperan ganar dinero con actividades contaminantes). Los pobres, que semultiplican y están subempleados, quier<strong>en</strong> más «desarrollo», no m<strong>en</strong>os.En cualquier caso, ricos o no, los partidarios de las políticas ecológicast<strong>en</strong>ían razón. El índice de desarrollo debe reducirse a un desarrollo «sost<strong>en</strong>ible»(un término conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te impreciso) a medio plazo, mi<strong>en</strong>tras que alargo plazo se t<strong>en</strong>drá que buscar alguna forma de equilibrio <strong>en</strong>tre la humanidad,los recursos (r<strong>en</strong>ovables) que consume y las consecu<strong>en</strong>cias que sus actividadesproduc<strong>en</strong> <strong>en</strong> el medio ambi<strong>en</strong>te. Nadie sabe, y pocos se atrev<strong>en</strong> aespecular acerca de ello, cómo se producirá este equilibrio, y a qué nivel depoblación, tecnología y consumo será posible. Sin duda los expertos ci<strong>en</strong>tíficospued<strong>en</strong> establecer lo que se necesita para evitar una crisis irreversible,pero no hay que olvidar que establecer este equilibrio no es un problemaci<strong>en</strong>tífico y tecnológico, sino político y social. Sin embargo, hay algo indudable:este equilibrio sería incompatible con una economía mundial basada<strong>en</strong> la búsqueda ilimitada de b<strong>en</strong>eficios económicos por parte de unas empre-


EL FIN DEL MILENIO 5 6 3sas que, por definición, se dedican a este objetivo y compit<strong>en</strong> una contra otra<strong>en</strong> un mercado libre global. Desde el punto de vista ambi<strong>en</strong>tal, si la humanidadha de t<strong>en</strong>er un futuro, el capitalismo de las décadas de crisis no deberíat<strong>en</strong>erlo.IVConsiderándolos aisladam<strong>en</strong>te, los problemas de la economía mundialresultan, con una excepción, m<strong>en</strong>os graves. Aun dejándola a su suerte, la economíaseguiría creci<strong>en</strong>do. De haber algo de cierto <strong>en</strong> la periodicidad de Kondratiev(véase la p. 94), debería <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> otra era de próspera expansiónantes <strong>del</strong> final <strong>del</strong> mil<strong>en</strong>io, aunque esto podría retrasarse por un tiempo por losefectos de la desintegración <strong>del</strong> socialismo soviético, porque diversas zonas<strong>del</strong> mundo se v<strong>en</strong> inmersas <strong>en</strong> la anarquía y la guerra y, quizás, por una excesivadedicación al libre comercio mundial, por el cual los economistas suel<strong>en</strong>s<strong>en</strong>tir mayor <strong>en</strong>tusiasmo que los historiadores de la economía. Sin embargo,las perspectivas de la expansión son <strong>en</strong>ormes. La edad de oro, como hemosvisto, repres<strong>en</strong>tó fundam<strong>en</strong>talm<strong>en</strong>te el gran salto hacia a<strong>del</strong>ante de las «economíasde mercado desarrolladas», quizás unos veinte países habitados porunos 600 millones de personas (1960). La globalización y la redistribucióninternacional de la producción seguiría integrando a la mayor parte <strong>del</strong> restode los 6.000 millones de personas <strong>del</strong> mundo <strong>en</strong> la economía global. Hasta lospesimistas congénitos t<strong>en</strong>ían que admitir que esta era una perspectiva al<strong>en</strong>tadorapara los negocios.La principal excepción era el <strong>en</strong>sanchami<strong>en</strong>to apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te irreversible<strong>del</strong> abismo <strong>en</strong>tre los países ricos y pobres <strong>del</strong> mundo, proceso que se aceleróhasta cierto punto con el desastroso impacto de los años och<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> gran parte<strong>del</strong> tercer mundo, y con el empobrecimi<strong>en</strong>to de muchos países antiguam<strong>en</strong>tesocialistas. A m<strong>en</strong>os que se produzca una caída espectacular <strong>del</strong> índicede crecimi<strong>en</strong>to de la población <strong>del</strong> tercer mundo, la brecha parece quecontinuará <strong>en</strong>sanchándose. La cre<strong>en</strong>cia, de acuerdo con lá economía neoclásica,de que el comercio internacional sin limitaciones permitiría que los paísespobres se acercaran a los ricos va contra la experi<strong>en</strong>cia histórica y contrael s<strong>en</strong>tido común 4 Una economía mundial que se desarrolla gracias a lag<strong>en</strong>eración de creci<strong>en</strong>tes desigualdades está acumulando inevitablem<strong>en</strong>teproblemas para el futuro.Sin embargo, <strong>en</strong> ningún caso las actividades económicas exist<strong>en</strong>, ni pued<strong>en</strong>existir, desvinculadas de su contexto y sus consecu<strong>en</strong>cias. Como hemosvisto, tres aspectos de la economía mundial de fines <strong>del</strong> siglo xx han dadomotivo para la alarma. El primero era que la tecnología continuaba expul-4. El ejemplo de las exportaciones de algunos países industrializados <strong>del</strong> tercer mundo(Hong-Kong, Singapur, Taiwan y Corea <strong>del</strong> Sur) que siempre sale a relucir afecta a m<strong>en</strong>os <strong>del</strong>2 por I(X) de la población <strong>del</strong> tercer mundo.


564 EL DERRUMBAMIENTOsando el trabajo humano de la producción de bi<strong>en</strong>es y servicios, sin proporcionarsufici<strong>en</strong>tes empleos <strong>del</strong> mismo tipo para aquellos a los que había desplazado,o garantizar un índice de crecimi<strong>en</strong>to económico sufici<strong>en</strong>te paraabsorberlos. Muy pocos observadores esperan un retorno, siquiera temporal,al pl<strong>en</strong>o empleo de la edad de oro <strong>en</strong> Occid<strong>en</strong>te. El segundo es que mi<strong>en</strong>trasel trabajo seguía si<strong>en</strong>do un factor principal de la producción, la globalizaciónde la economía hizo que la industria se desplazase de sus antiguos c<strong>en</strong>tros,con elevados costes laborales, a países cuya principal v<strong>en</strong>taja —si<strong>en</strong>dolas otras condiciones iguales— era que disponían de cabezas y manos abu<strong>en</strong> precio. De esto pued<strong>en</strong> seguirse una o dos consecu<strong>en</strong>cias: la transfer<strong>en</strong>ciade puestos de trabajo de regiones con salarios altos a regiones consalarios bajos y (según los principios <strong>del</strong> libre mercado) la consigui<strong>en</strong>te caídade los salarios <strong>en</strong> las zonas donde son altos ante la presión de los flujosde una compet<strong>en</strong>cia global. Por tanto, los viejos países industrializados,como el Reino Unido, pued<strong>en</strong> optar por convertirse <strong>en</strong> economías de trabajobarato, aunque con unos resultados socialm<strong>en</strong>te explosivos y con pocasprobabilidades de competir, pese a todo, con los países de industrializaciónreci<strong>en</strong>te. Históricam<strong>en</strong>te estas presiones se contrarrestaban mediante laacción estatal, es decir, mediante el proteccionismo. Sin embargo, y este esel tercer aspecto preocupante de la economía mundial de fin de siglo, sutriunfo y el de una ideología de mercado libre debilitó, o incluso eliminó, lamayor parte de los instrum<strong>en</strong>tos para gestionar los efectos sociales de loscataclismos económicos. La economía mundial era cada vez más una máquinapoderosa e incontrolable. ¿Podría controlarse? y, <strong>en</strong> ese caso, ¿quiénla controlaría?Todo esto produce problemas económicos y sociales, aunque <strong>en</strong> algunospaíses (como <strong>en</strong> el Reino Unido) son más inmediatam<strong>en</strong>te preocupantes que<strong>en</strong> otros (como <strong>en</strong> Corea <strong>del</strong> Sur).Los milagros económicos de la edad de oro se basaban <strong>en</strong> el aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong>as r<strong>en</strong>tas reales <strong>en</strong> las «economías de mercado desarrolladas», porque laseconomías basadas <strong>en</strong> el consumo de masas necesitaban masas de consumidorescon ingresos sufici<strong>en</strong>tes para adquirir bi<strong>en</strong>es duraderos de alta tecnología.5 La mayoría de estos ingresos se habían obt<strong>en</strong>ido como remuneración<strong>del</strong> trabajo <strong>en</strong> mercados de trabajo con salarios elevados, que empezaron apeligrar <strong>en</strong> el mismo mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que el mercado de masas era más es<strong>en</strong>cialque nunca para la economía. En los países ricos este mercado se estabilizógracias al desplazami<strong>en</strong>to de fuerza de trabajo de la industria al sector terciario,que <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral ofrecía unos empleos estables, y gracias también alcrecimi<strong>en</strong>to de las transfer<strong>en</strong>cias de r<strong>en</strong>tas (<strong>en</strong> su mayor parte derivadas <strong>del</strong>a seguridad social y de las políticas de bi<strong>en</strong>estar), que a fines de los años5. Muchos no se han dado cu<strong>en</strong>ta de que todas las economías desarrolladas, excepto losEstados Unidos, <strong>en</strong>viaron una parte m<strong>en</strong>or de sus exportaciones al tercer mundo <strong>en</strong> 1990 que <strong>en</strong>1938. En 1990 los países occid<strong>en</strong>tales (incluy<strong>en</strong>do los Estados Unidos) <strong>en</strong>viaron m<strong>en</strong>os de unaquinta parte de sus exportaciones a! tercer mundo (Bairoch, 1993, cuadro 6.1, p. 75).


EL FIN DEL MILENIO 565och<strong>en</strong>ta repres<strong>en</strong>taban aproximadam<strong>en</strong>te un 30 por 100 <strong>del</strong> PNB conjuntode los países occid<strong>en</strong>tales desarrollados. En cambio, <strong>en</strong> los años veinte estacifra ap<strong>en</strong>as alcanzaba un 4 por 100 <strong>del</strong> PNB (Bairoch, 1993, p. 174). Estopuede explicar por qué la crisis de la bolsa de Wall Street <strong>en</strong> 1987, la mayordesde 1929, no provocó una depresión <strong>del</strong> capitalismo similar a la de losaños treinta.Sin embargo, estos dos estabilizadores estaban ahora si<strong>en</strong>do erosionados.Al final <strong>del</strong> siglo xx corto los gobiernos occid<strong>en</strong>tales y la economía ortodoxacoincidían <strong>en</strong> que el coste de la seguridad social y de las políticas de bi<strong>en</strong>estarpúblico era demasiado elevado y debía reducirse, mi<strong>en</strong>tras la constante disminución<strong>del</strong> empleo <strong>en</strong> el hasta <strong>en</strong>tonces estable sector terciario —empleopúblico, banca y finanzas, trabajo de oficina desplazado por la tecnología—estaba a la ord<strong>en</strong> <strong>del</strong> día. Nada de esto implicaba un peligro inmediato para laeconomía mundial, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que el relativo declive de los viejos mercadosquedaba comp<strong>en</strong>sado por la expansión <strong>en</strong> el resto <strong>del</strong> mundo o bi<strong>en</strong>porque la cifra global de personas que aum<strong>en</strong>taban sus r<strong>en</strong>tas crecía a mayorvelocidad que el resto. Para decirlo brutalm<strong>en</strong>te, si la economía global podíadescartar una minoría de países pobres, económicam<strong>en</strong>te poco interesantes,podía también des<strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse de las personas muy pobres que vivían <strong>en</strong> cualquierpaís, siempre que el número de consumidores pot<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te interesantesfuera sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te elevado. Visto desde las impersonales alturasdesde las que los economistas y los contables de las grandes empresas contemplabanel panorama, ¿quién necesitaba al 10 por 100 de la poblaciónestadounid<strong>en</strong>se cuyos ingresos reales por hora habían caído un 16 por 100desde 1979?Si una vez más nos situamos <strong>en</strong> la perspectiva global implícita <strong>en</strong> elmo<strong>del</strong>o <strong>del</strong> liberalismo económico, las desigualdades <strong>del</strong> desarrollo son pocoimportantes a m<strong>en</strong>os que se observe que los resultados globales que talesdesigualdades produc<strong>en</strong> son más negativos que positivos. 6 Desde este puntode vista no existe razón económica alguna por la cual, si los costes comparativoslo aconsejan, Francia no deba cerrar toda su agricultura e importartodos sus alim<strong>en</strong>tos; ni para que, si fuera técnicam<strong>en</strong>te posible y económicam<strong>en</strong>ter<strong>en</strong>table, todos los programas de televisión <strong>del</strong> mundo no se hicieran<strong>en</strong> México D.F. Pese a todo, este no es un punto de vista que puedan mant<strong>en</strong>ersin reservas qui<strong>en</strong>es están instalados <strong>en</strong> la economía nacional, así como<strong>en</strong> la global, es decir, todos los gobiernos nacionales y la mayor parte de loshabitantes de sus países. Y no se puede mant<strong>en</strong>er sin reservas porque no sepued<strong>en</strong> obviar las consecu<strong>en</strong>cias sociales y políticas de los cataclismos económicosmundiales.Sea cual fuere la naturaleza de estos problemas, una economía de libremercado sin límites ni controles no podría solucionarlos. En realidad empeoraríaproblemas como el <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong> desempleo y <strong>del</strong> empleo precario,ya que la elección racional de las empresas que sólo buscan su propio6. Lo cual puede observarse, de hecho, con frecu<strong>en</strong>cia.


566 EL DERRUMBAMIENTOb<strong>en</strong>eficio consiste <strong>en</strong>: a) reducir al máximo el número de sus empleados, yaque las personas resultan más caras que los ord<strong>en</strong>adores, y b) recortar losimpuestos de la seguridad social (o cualquier otro tipo de impuestos) tantocomo sea posible. Y no hay ninguna bu<strong>en</strong>a razón para suponer que la economíade mercado libre a escala global pueda solucionarlos. Hasta la década <strong>del</strong>os años set<strong>en</strong>ta el capitalismo nacional y el mundial no habían operado nunca<strong>en</strong> tales condiciones o, si lo habían hecho, no se habían b<strong>en</strong>eficiado necesariam<strong>en</strong>tede ello. Con respecto al siglo xix se puede argum<strong>en</strong>tar que «alcontrario de lo que postula el mo<strong>del</strong>o clásico, el libre comercio coincide con—y probablem<strong>en</strong>te es la causa principal de— la depresión, y el proteccionismoes probablem<strong>en</strong>te la causa principal de desarrollo para la mayor partede los países actualm<strong>en</strong>te desarrollados» (Bairoch, 1993, p. 164). Y <strong>en</strong> cuantoa los milagros económicos <strong>del</strong> siglo xx, éstos no se alcanzaron con el lais-sezfaire,sino contra él.Es probable, por tanto, que la moda de la liberalización económica y <strong>del</strong>a «mercadización» que dominó la década de los och<strong>en</strong>ta y que alcanzó lacumbre de la complac<strong>en</strong>cia ideológica tras el colapso <strong>del</strong> sistema soviéticono dure mucho tiempo. La combinación de la crisis mundial de comi<strong>en</strong>zos <strong>del</strong>os años nov<strong>en</strong>ta y <strong>del</strong> espectacular fracaso de las políticas liberales cuandose aplicaron como «terapia de choque» <strong>en</strong> los países antes socialistas hicieronque sus partidarios revisas<strong>en</strong> su antiguo <strong>en</strong>tusiasmo. ¿Quién hubierapodido p<strong>en</strong>sar que <strong>en</strong> 1993 algunos asesores económicos exclamarían «despuésde todo, quizá Marx t<strong>en</strong>ía razón»? Sin embargo, el retorno al realismoti<strong>en</strong>e que superar dos obstáculos. El primero, que el sistema no ti<strong>en</strong>e ningunaam<strong>en</strong>aza política creíble, como <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to parecían ser el comunismo yla exist<strong>en</strong>cia de la Unión Soviética o, de un modo distinto, la conquistanazi de Alemania. Estas am<strong>en</strong>azas, como este libro ha int<strong>en</strong>tado demostrar,proporcionaron al capitalismo el inc<strong>en</strong>tivo para reformarse. El hundimi<strong>en</strong>tode la Unión Soviética, el declive y la fragm<strong>en</strong>tación de la clase obrera y desus movimi<strong>en</strong>tos, la insignificancia militar <strong>del</strong> tercer mundo <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>ode la guerra conv<strong>en</strong>cional, así como la reducción <strong>en</strong> los países desarrollados <strong>del</strong>os verdaderam<strong>en</strong>te pobres a una «subclase» minoritaria, fueron <strong>en</strong> su conjuntocausa de que disminuyese el inc<strong>en</strong>tivo para la reforma. Con todo, elauge de los movimi<strong>en</strong>tos ultraderechistas y el inesperado aum<strong>en</strong>to <strong>del</strong> apoyoa los herederos <strong>del</strong> antiguo régim<strong>en</strong> <strong>en</strong> los países antiguam<strong>en</strong>te comunistasfueron señales de advert<strong>en</strong>cia, y a principios de los años nov<strong>en</strong>ta eran vistascomo tales. El segundo obstáculo era el mismo proceso de globalización,reforzado por el desmantelami<strong>en</strong>to de los mecanismos nacionales para protegera las víctimas de la economía de Ubre mercado global fr<strong>en</strong>te a los costessociales de lo que orgullosam<strong>en</strong>te se describía como «el sistema de creaciónde riqueza ... que todo el mundo considera como el más efectivo que lahumanidad ha imaginado».Porque, como el mismo editorial <strong>del</strong> Financial Times (24-XII-1993)llegó a admitir:


EL. FIN DEL MILENIO 5 6 7Sigue si<strong>en</strong>do, sin embargo, una fuerza imperfecta ... Casi dos tercios de lapoblación mundial han obt<strong>en</strong>ido muy poco o ningún b<strong>en</strong>eficio de este rápidocrecimi<strong>en</strong>to económico. En el mundo desarrollado el cuartil más bajo de losasalariados ha experim<strong>en</strong>tado más bi<strong>en</strong> un aum<strong>en</strong>to que un desc<strong>en</strong>so.A medida que se aproximaba el mil<strong>en</strong>io, se vio cada vez más claro que latarea principal de la época no era la de recrearse contemplando el cadáver <strong>del</strong>comunismo soviético, sino más bi<strong>en</strong> la de reconsiderar los defectos intrínsecos<strong>del</strong> capitalismo. ¿Qué cambios <strong>en</strong> el sistema mundial serían necesariospara eliminar estos defectos? ¿Seguiría si<strong>en</strong>do el mismo sistema después dehaberlos eliminado? Ya que, como había observado Joseph Schumpeter apropósito de las fluctuaciones cíclicas de la economía capitalista, estas fluctuaciones«no son, como las amígdalas, órganos aislados que puedan tratarsepor separado, sino, como los latidos <strong>del</strong> corazón, parte de la es<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> organismoque los pone de manifiesto» (Schumpeter, 1939, I, V).VLa reacción inmediata de los com<strong>en</strong>taristas occid<strong>en</strong>tales ante el hundimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong> sistema soviético fue que ratificaba el triunfo perman<strong>en</strong>te <strong>del</strong>capitalismo y de la democracia liberal, dos conceptos que los observadoresestadounid<strong>en</strong>ses m<strong>en</strong>os refinados acostumbran a confundir. Aunque a fines<strong>del</strong> siglo xx corto no podía decirse que el capitalismo estuviera <strong>en</strong> su mejormom<strong>en</strong>to, el comunismo al estilo soviético estaba definitivam<strong>en</strong>te muerto ycon muy pocas probabilidades de revivir. Por otra parte, a principios de losnov<strong>en</strong>ta ningún observador serio podía s<strong>en</strong>tirse tan optimista respecto de lademocracia liberal como <strong>del</strong> capitalismo. Lo máximo que podía predecirsecon alguna confianza (exceptuando tal vez los regím<strong>en</strong>es fundam<strong>en</strong>talistasmás inspirados por la divinidad) era que prácticam<strong>en</strong>te todos los estados continuaríandeclarando su profundo compromiso con la democracia, organizandoalgún tipo de elecciones, manifestando cierta tolerancia hacia la oposiciónnacional y dando un matiz de significado propio a este término. 7La característica más destacada de la situación política de los estadosera la inestabilidad. En la mayoría de ellos las posibilidades de superviv<strong>en</strong>cia<strong>del</strong> régim<strong>en</strong> exist<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los próximos diez o quince años no eran, según loscálculos más optimistas, demasiado bu<strong>en</strong>as. E incluso <strong>en</strong> países con sistemasde gobierno relativam<strong>en</strong>te estables —como Canadá o Bélgica— su exist<strong>en</strong>ciacomo estados unificados podía ser insegura <strong>en</strong> el futuro, como lo era la7. Así, un diplomático de Singapur argum<strong>en</strong>taba que los países <strong>en</strong> vías de desarrollo haríanbi<strong>en</strong> <strong>en</strong> «posponer» la democracia pero que. cuando ésta llegase, sería m<strong>en</strong>os permisiva quelas democracias de tipo occid<strong>en</strong>tal, y más autoritaria, poni<strong>en</strong>do más énfasis <strong>en</strong> el bi<strong>en</strong> comúnque <strong>en</strong> los derechos individuales; que t<strong>en</strong>drían un solo partido dominante y, casi siempre, unaburocracia c<strong>en</strong>tralizada y un «estado fuerte» (Mortimer, 1994, p. ii).


5 6 8 EL DERRUMBAMIENTOnaturaleza de los regím<strong>en</strong>es que pudieran suceder a los actuales. En definitiva,la política no es un bu<strong>en</strong> campo para la futurología.Sin embargo, algunas características <strong>del</strong> panorama político global permanecieroninalterables. Como ya hemos señalado, la primera de estas característicasera el debilitami<strong>en</strong>to <strong>del</strong> estado-nación, la institución política c<strong>en</strong>traldesde la era de las revoluciones, tanto <strong>en</strong> virtud de su monopolio <strong>del</strong> poderpúblico y de la ley, como porque constituía el campo de acción política másadecuado para muchos fines. El estado-nación fue erosionado <strong>en</strong> dos s<strong>en</strong>tidos,desde arriba y desde abajo. Por una parte, perdió poder y atributos altransferirlos a diversas <strong>en</strong>tidades supranacionales, y también los perdió,absolutam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> la medida <strong>en</strong> que la desintegración de grandes estados eimperios produjo una multiplicidad de pequeños estados, demasiado débilespara def<strong>en</strong>derse <strong>en</strong> una era de anarquía internacional. También, como hemosvisto, estaba perdi<strong>en</strong>do el monopolio de la fuerza y de sus privilegios históricosd<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> marco de sus fronteras, como lo muestran el auge de los serviciosde seguridad y protección privados y el de las empresas privadas dem<strong>en</strong>sajería que compit<strong>en</strong> con los servicios postales <strong>del</strong> país, que hasta elmom<strong>en</strong>to eran controlados <strong>en</strong> todas partes por un ministerio.Estos cambios no hicieron al estado innecesario ni ineficaz. En algunosaspectos su capacidad de supervisar y controlar los asuntos de sus ciudadanosse vio reforzada por la tecnología, ya que prácticam<strong>en</strong>te todas las transaccionesfinancieras y administrativas (exceptuando los pequeños pagos alcontado) quedaban registradas <strong>en</strong> la memoria de algún ord<strong>en</strong>ador; y todaslas comunicaciones (excepto las conversaciones cara a cara <strong>en</strong> un espacioabierto) podían ser interv<strong>en</strong>idas y grabadas. Sin embargo, su situación habíacambiado. Desde el siglo xvm hasta la segunda mitad <strong>del</strong> siglo xx, el estadonaciónhabía ext<strong>en</strong>dido su alcance, sus poderes y funciones casi ininterrumpidam<strong>en</strong>te.Este era un aspecto es<strong>en</strong>cial de la «modernización». Tanto si losgobiernos eran liberales, como conservadores, socialdemócratas, fascistas ocomunistas, <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to de su apogeo, los parámetros de las vidas de losciudadanos <strong>en</strong> los estados «modernos» estaban casi exclusivam<strong>en</strong>te determinados(excepto <strong>en</strong> las épocas de conflictos interestatales) por las accciones oinacciones de este estado. Incluso el impacto de fuerzas globales, como losbooms o las depresiones de la economía mundial, llegaban al ciudadano filtradaspor la política y las instituciones de su estado. 8 A finales de siglo elestado-nación estaba a la def<strong>en</strong>siva contra una economía mundial que nopodía controlar; contra las instituciones que construyó para remediar su propiadebilidad internacional, como la Unión Europea; contra su apar<strong>en</strong>te incapacidadfinanciera para mant<strong>en</strong>er los servicios a sus ciudadanos que había8. Así, Bairoch sugiere que la razón por la cual el PNB suizo per capita cayó <strong>en</strong> los añostreinta mi<strong>en</strong>tras que el de los suecos creció —pese a que la Gran Depresión fue mucho m<strong>en</strong>osgrave <strong>en</strong> Suiza— se explica por el amplio abanico de medidas socioeconómicas adoptadas porel gobierno sueco, fr<strong>en</strong>te a la falta de interv<strong>en</strong>ción de las autoridades federales suizas (Bairoch,1993, p. 9).


EL FIN DEL MILENIO 5 5 9puesto <strong>en</strong> marcha confiadam<strong>en</strong>te algunas décadas atrás; contra su incapacidadreal para mant<strong>en</strong>er la que, según su propio criterio, era su función principal:la conservación de la ley y el ord<strong>en</strong> públicos. El propio hecho de quedurante la época de su apogeo, el estado asumiese y c<strong>en</strong>tralizase tantas funciones,y se fijase unas metas tan ambiciosas <strong>en</strong> materia de control y ord<strong>en</strong>público, hacía su incapacidad para sost<strong>en</strong>erlas doblem<strong>en</strong>te dolorosa.Y sin embargo el estado, o cualquier otra forma de autoridad pública querepres<strong>en</strong>tase el interés público, resultaba ahora más indisp<strong>en</strong>sable que nunca,si habían de remediarse las injusticias sociales y ambi<strong>en</strong>tales causadas por laeconomía de mercado, o incluso —como mostró la reforma <strong>del</strong> capitalismo<strong>en</strong> los años cuar<strong>en</strong>ta— si el sistema económico t<strong>en</strong>ía que operar a pl<strong>en</strong>a satisfacción.Si el estado no realiza cierta asignación y redistribución de la r<strong>en</strong>tanacional, ¿qué sucederá, por ejemplo, con las poblaciones de los viejos paísesindustrializados, cuya economía se fundam<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> una base relativam<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>guante de asalariados, atrapada <strong>en</strong>tre el creci<strong>en</strong>te número de personasmarginadas por la economía de alta tecnología, y el creci<strong>en</strong>te porc<strong>en</strong>taje deviejos sin ningún ingreso? Era absurdo argum<strong>en</strong>tar que los ciudadanos de laComunidad Europea, cuya r<strong>en</strong>ta nacional per capita conjunta había aum<strong>en</strong>tadoun 80 por 100 de 1970 a 1990, no podían «permitirse» <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>tael nivel de r<strong>en</strong>tas y de bi<strong>en</strong>estar que se daba por supuesto <strong>en</strong> 1970 (WorldTables, 1991, pp. 8-9). Pero éstos no podían existir sin el estado. Supongamos—sin que este sea un ejemplo fantástico— que persist<strong>en</strong> las actualest<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias, y que se llega a unas economías <strong>en</strong> que un cuarto de la poblaciónti<strong>en</strong>e un trabajo remunerado y los tres cuartos restantes no, pero que al cabode veinte años esta economía produce una r<strong>en</strong>ta nacional per capita dos vecesmayor que antes. ¿Quién, de no ser la autoridad pública, podría y querría asegurarun mínimo de r<strong>en</strong>ta y de bi<strong>en</strong>estar para todo el mundo, contrarrestandola t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia hacia la desigualdad tan visible <strong>en</strong> las décadas de crisis? A juzgarpor la experi<strong>en</strong>cia de los años set<strong>en</strong>ta y och<strong>en</strong>ta, ese algui<strong>en</strong> no sería elmercado. Si estas décadas demostraron algo, fue que el principal problema<strong>del</strong> mundo, y por supuesto <strong>del</strong> mundo desarrollado, no era cómo multiplicarla riqueza de las naciones, sino cómo distribuirla <strong>en</strong> b<strong>en</strong>eficio de sus habitantes.Esto fue así incluso <strong>en</strong> los países pobres «<strong>en</strong> desarrollo» que necesitabanun mayor crecimi<strong>en</strong>to económico. En Brasil, un monum<strong>en</strong>to de desidiasocial, el PNB per capita de 1939 era casi dos veces y medio superior al deSri Lanka, y más de seis veces mayor a fines de los och<strong>en</strong>ta. En Sri Lanka,país que hasta fines de los set<strong>en</strong>ta subv<strong>en</strong>cionó los alim<strong>en</strong>tos y proporcionóeducación y asist<strong>en</strong>cia sanitaria gratuita, el recién nacido medio t<strong>en</strong>ía unaesperanza de vida varios años mayor que la de un recién nacido brasileño, yla tasa de mortalidad infantil era la mitad de la tasa brasileña <strong>en</strong> 1969, y untercio de ella <strong>en</strong> 1989 (World Tables, 1991, pp. 144-147 y 524-527). En 1989el porc<strong>en</strong>taje de analfabetismo era casi dos veces superior <strong>en</strong> Brasil que <strong>en</strong> laisla asiática.La distribución social y no el crecimi<strong>en</strong>to es lo que dominará las políticas<strong>del</strong> nuevo mil<strong>en</strong>io. Para det<strong>en</strong>er la inmin<strong>en</strong>te crisis ecológica es impres-


5 7 0 EL DERRUMBAMIENTOcindible que el mercado no se ocupe de asignar los recursos o, al m<strong>en</strong>os, quese limit<strong>en</strong> tajantem<strong>en</strong>te las asignaciones <strong>del</strong> mercado. De una manera o deotra, el destino de la humanidad <strong>en</strong> el nuevo mil<strong>en</strong>io dep<strong>en</strong>derá de la restauraciónde las autoridades públicas.VIEsto nos plantea un doble problema. ¿Cuáles serían la naturaleza y lascompet<strong>en</strong>cias de las autoridades que tom<strong>en</strong> las decisiones —supranacionales,nacionales, subnacionales y globales, solas o conjuntam<strong>en</strong>te? ¿Cuál sería surelación con la g<strong>en</strong>te a que estas decisiones se refier<strong>en</strong>?El primero es, <strong>en</strong> cierto s<strong>en</strong>tido, una cuestión técnica, puesto que lasautoridades ya exist<strong>en</strong> y, <strong>en</strong> principio —aunque no <strong>en</strong> la práctica—, exist<strong>en</strong>también mo<strong>del</strong>os de la relación <strong>en</strong>tre ellas. La Unión Europea ofrece muchomaterial digno de t<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta, aun cuando cada propuesta específicapara dividir el trabajo <strong>en</strong>tre las autoridades globales, supranacionales, nacionalesy subnacionales puede provocar amargos res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> alguna deellas. Sin duda las autoridades globales exist<strong>en</strong>tes estaban muy especializadas<strong>en</strong> sus funciones, aunque int<strong>en</strong>taban ext<strong>en</strong>der su ámbito mediante laimposición de directrices políticas y económicas a los países que necesitabanpedir créditos. La Unión Europea era un caso único y, dado que era el resultadode una coyuntura histórica específica y probablem<strong>en</strong>te irrepetible, esprobable que siga sola <strong>en</strong> su género, a m<strong>en</strong>os que se construya algo similar apartir de los fragm<strong>en</strong>tos de la antigua Unión Soviética. No se puede predecirla velocidad a que avanzará la toma de decisiones de ámbito internacional;sin embargo, es seguro que avanzará y se puede ver cómo operará. De hechoya funciona a través de los gestores bancarios globales de las grandes ag<strong>en</strong>ciasinternacionales de crédito, las cuales repres<strong>en</strong>tan el conjunto de losrecursos de la oligarquía de los países ricos, que también incluy<strong>en</strong> a los máspoderosos. A medida que aum<strong>en</strong>taba el abismo <strong>en</strong>tre los países ricos y lospobres, parecía aum<strong>en</strong>tar a su vez el campo sobre el que ejercer este poderglobal. El problema era que, desde principios de los set<strong>en</strong>ta, el Banco Mundialy el Fondo Monetario Internacional, con el respaldo político de los EstadosUnidos, siguieron una política que favorecía sistemáticam<strong>en</strong>te la ortodoxia<strong>del</strong> libre mercado, de la empresa privada y <strong>del</strong> comercio libre mundial, locual conv<strong>en</strong>ía a la economía estadounid<strong>en</strong>se de fines <strong>del</strong> siglo xx como habíaconv<strong>en</strong>ido a la británica de mediados <strong>del</strong> xix, pero no necesariam<strong>en</strong>te almundo <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral. Si la toma de decisiones globales debe realizar todo supot<strong>en</strong>cial, estas políticas deberían modificarse, pero no parece que esta seauna perspectiva inmediata.El segundo problema no era técnico <strong>en</strong> absoluto. Surgió <strong>del</strong> dilema de unmundo comprometido, al final <strong>del</strong> siglo, con un tipo concreto de democraciapolítica, pero que también t<strong>en</strong>ía que hacer fr<strong>en</strong>te a problemas de gestiónpública, para cuya solución no t<strong>en</strong>ía importancia alguna la elección de presi-


EL FIN DEL MILENIO 571d<strong>en</strong>les y de asambleas pluripartidistas, aun cuando tampoco complicase lassoluciones. Más <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, era el dilema acerca <strong>del</strong> papel de la g<strong>en</strong>tecorri<strong>en</strong>te <strong>en</strong> un siglo que, acertadam<strong>en</strong>te (al m<strong>en</strong>os para los estándares prefeministas)se llamó «el siglo <strong>del</strong> hombre corri<strong>en</strong>te». Era el dilema de una época<strong>en</strong> la que el gobierno podía (debía, dirían algunos) ser gobierno «<strong>del</strong> pueblo»y «para el pueblo», pero que <strong>en</strong> ningún s<strong>en</strong>tido operativo podía ser ungobierno «por el pueblo», ni siquiera por asambleas repres<strong>en</strong>tativas elegidas<strong>en</strong>tre qui<strong>en</strong>es competían por el voto. El dilema no era nuevo. Las dificultadesde las políticas democráticas (que hemos abordado <strong>en</strong> un capítulo anteriora propósito de los años de <strong>en</strong>treguerras) eran familiares a los ci<strong>en</strong>tíficossociales y a los escritores satíricos desde que el sufragio universal dejó de seruna peculiaridad de los Estados Unidos.Ahora los apuros por los que pasaba la democracia eran más acusadosporque, por una parte, ya no era posible prescindir de la opinión pública, pulsadamediante <strong>en</strong>cuestas y magnificada por los medios de comunicación;mi<strong>en</strong>tras que, por otra, las autoridades t<strong>en</strong>ían que tomar muchas decisionespara las que la opinión pública no servía de guía. Muchas veces podía tratarsede decisiones que la mayoría <strong>del</strong> electorado habría rechazado, puesto que acada votante le desagradaban los efectos que podían t<strong>en</strong>er para sus asuntospersonales, aun cuando creyese que eran deseables <strong>en</strong> términos <strong>del</strong> interésg<strong>en</strong>eral. Así, a fines de siglo los políticos de algunos países democráticosllegaron a la conclusión de que cualquier propuesta para aum<strong>en</strong>tar losimpuestos equivalía a un suicidio electoral. Las elecciones se convirtieron<strong>en</strong>tonces <strong>en</strong> concursos de perjurio fiscal. Al mismo tiempo los votantes y losparlam<strong>en</strong>tos se <strong>en</strong>contraban constantem<strong>en</strong>te ante la disyuntiva de tomar decisiones,como el futuro de la <strong>en</strong>ergía nuclear, sobre las cuales los no expertos(es decir, la amplia mayoría de los electores y elegidos) no t<strong>en</strong>ían una opiniónclara porque carecían de la formación sufici<strong>en</strong>te para ello.Hubo mom<strong>en</strong>tos, incluso <strong>en</strong> los estados democráticos, como sucedió <strong>en</strong>el Reino Unido durante la segunda guerra mundial, <strong>en</strong> que la ciudadaníaestaba tan id<strong>en</strong>tificada con ios objetivos de un gobierno que gozaba de legitimidady de confianza pública, que el interés común prevaleció. Hubo tambiénotras situaciones que hicieron posible un cons<strong>en</strong>so básico <strong>en</strong>tre los principalesrivales políticos, dejando a los gobiernos las manos libres para seguirobjetivos políticos sobre los cuales no había ningún desacuerdo importante.Como ya hemos visto, esto fue lo que ocurrió <strong>en</strong> muchos países durante laedad de oro. En muchas ocasiones los gobiernos fueron capaces de confiar <strong>en</strong>el bu<strong>en</strong> juicio cons<strong>en</strong>suado de sus asesores técnicos y ci<strong>en</strong>tíficos, indisp<strong>en</strong>sablepara unos administradores que no eran expertos. Cuando hablaban alunísono, o cuando el cons<strong>en</strong>so sobrepasaba la disid<strong>en</strong>cia, la controversia políticadisminuía. Cuando esto no sucedía, qui<strong>en</strong>es debían tomar decisionesnavegaban <strong>en</strong> la oscuridad, como jurados ante dos psicólogos rivales, queapoyan respectivam<strong>en</strong>te a la acusación y a la def<strong>en</strong>sa, y ninguno de los cualesles merece confianza.Pero, como hemos visto, las décadas de crisis erosionaron el cons<strong>en</strong>so


5 7 2 EL DERRUMBAMIENTOpolítico y las verdades g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te aceptadas <strong>en</strong> cuestiones intelectuales,especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> aquellos campos que t<strong>en</strong>ían que ver con la política. En losaños nov<strong>en</strong>ta eran raros los países que no estaban divididos y que se s<strong>en</strong>tíanfirmem<strong>en</strong>te id<strong>en</strong>tificados con sus gobiernos (o al revés). Había aún, ciertam<strong>en</strong>te,países cuyos ciudadanos aceptaban la idea de un estado fuerte, activoy socialm<strong>en</strong>te responsable que merecía cierta libertad de acción, poique éstase utilizaba para el bi<strong>en</strong>estar común. Pero, lam<strong>en</strong>tablem<strong>en</strong>te, los gobiernosde fin de siglo respondían pocas veces a este ideal. Entre los países <strong>en</strong> que elgobierno como tal estaba bajo sospecha se <strong>en</strong>contraban aquellos mo<strong>del</strong>adosa imag<strong>en</strong> y semejanza <strong>del</strong> anarquismo individualista de los Estados Unidos—mitigado por los pleitos y la política de subsidios locales— y los muchomás numerosos <strong>en</strong> que el estado era tan débil o tan corrompido que sus ciudadanosno esperaban que produjese ningún bi<strong>en</strong> público. Este era el caso demuchos estados <strong>del</strong> tercer mundo, pero, como se pudo ver <strong>en</strong> la Italia de losaños och<strong>en</strong>ta, no era un f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o desconocido <strong>en</strong> el primero.Así, qui<strong>en</strong>es m<strong>en</strong>os problemas t<strong>en</strong>ían a la hora de tomar decisiones eranlos que podían eludir la política democrática: las corporaciones privadas, lasautoridades supranacionales y, naturalm<strong>en</strong>te, los regím<strong>en</strong>es antidemocráticos.En los sistemas democráticos la toma de decisiones difícilm<strong>en</strong>te podía sustraersea los políticos, aunque <strong>en</strong> algunos países los bancos c<strong>en</strong>trales estabanfuera <strong>del</strong> alcance de éstos y la opinión conv<strong>en</strong>cional deseaba que este ejemplose siguiese <strong>en</strong> todas partes. Sin embargo, cada vez más los gobiernoshacían lo posible por eludir al electorado y a sus asambleas de repres<strong>en</strong>tanteso, cuando m<strong>en</strong>os, tomaban primero las decisiones y ponían después aaquéllos ante la perspectiva de revocar un fait accompli, confiando <strong>en</strong> lavolatilidad, las divisiones y la incapacidad de reacción de la opinión pública.La política se convirtió cada vez más <strong>en</strong> un ejercicio de evasión, ya que lospolíticos se cuidaban mucho de decir aquello que los votantes no querían oír.Después de la guerra fría no resultó tan fácil ocultar las acciones inconfesablestras el telón de acero de la «seguridad nacional». Pero es casi seguro queesta estrategia de evasión seguirá ganando terr<strong>en</strong>o. Incluso <strong>en</strong> los paísesdemocráticos cada vez más y más organismos de toma de decisiones se vansustray<strong>en</strong>do <strong>del</strong> control electoral, excepto <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido indirecto de que losgobiernos que nombran esos organismos fueron elegidos <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to.Los gobiernos c<strong>en</strong>tralistas, como el <strong>del</strong> Reino Unido <strong>en</strong> los años och<strong>en</strong>ta yprincipios de los nov<strong>en</strong>ta, se s<strong>en</strong>tían particularm<strong>en</strong>te inclinados a multiplicarestas autoridades ad hoc —a las que se conocía con el sobr<strong>en</strong>ombre de quangos—que no t<strong>en</strong>ían que responder ante ningún electorado. Incluso los paísesque no t<strong>en</strong>ían una división de poderes efectiva consideraban que esta degradacióntácita de la democracia era conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te. En países como los EstadosUnidos resultaba indisp<strong>en</strong>sable, ya que el conflicto <strong>en</strong>tre el poder ejecutivo yel legislativo hacía a veces poco m<strong>en</strong>os que imposible tomar decisiones <strong>en</strong>circunstancias normales, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> público.Al final <strong>del</strong> siglo un gran número de ciudadanos abandonó la preocupaciónpor la política, dejando los asuntos de estado <strong>en</strong> manos de los miembros


EL FIN DEL MILENIO 573de la «clase política» (una expresión que al parecer tuvo su orig<strong>en</strong> <strong>en</strong> Italia),que se leían los discursos y los editoriales los unos a los otros: un grupo deinterés particular compuesto por políticos profesionales, periodistas, miembrosde grupos de presión y otros, cuyas actividades ocupaban el últimolugar de fiabilidad <strong>en</strong> las <strong>en</strong>cuestas sociológicas. Para mucha g<strong>en</strong>te el procesopolítico era algo irrelevante, o que, s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te, podía afectar favorableo desfavorablem<strong>en</strong>te a sus vidas personales. Por una parte, la riqueza, la privatizaciónde la vida y de los espectáculos y el egoísmo consumista hizo quela política fuese m<strong>en</strong>os importante y atractiva. Por otra, muchos que p<strong>en</strong>sabanque iban a sacar poco de las elecciones les volvieron la espalda. Entre1960 y 1988 la proporción de trabajadores industriales que votaba <strong>en</strong> laselecciones presid<strong>en</strong>ciales norteamericanas disminuyó <strong>en</strong> una tercera parte(Leighly y Naylor, 1992, p. 731). La decad<strong>en</strong>cia de los partidos de masasorganizados, de clase o ideológicos —o ambas cosas—, eliminó el principalmecanismo social para convertir a hombres y mujeres <strong>en</strong> ciudadanos políticam<strong>en</strong>teactivos. Para la mayoría de la g<strong>en</strong>te resultaba más fácil experim<strong>en</strong>tarun s<strong>en</strong>tido de id<strong>en</strong>tificación colectiva con su país a través de los deportes,sus equipos nacionales y otros símbolos no políticos, que a través de las instituciones<strong>del</strong> estado.Se podría suponer que la despolitización dejaría a las autoridades máslibres para tomar decisiones. Sin embargo, tuvo el efecto contrario. Lasminorías que hacían campaña, <strong>en</strong> ocasiones por cuestiones específicas deinterés público, pero con más frecu<strong>en</strong>cia por intereses sectoriales, podíaninterferir <strong>en</strong> la plácida acción <strong>del</strong> gobierno con la misma eficacia —o inclusomás— que los partidos políticos, ya que, a difer<strong>en</strong>cia de ellos, cada grupopodía conc<strong>en</strong>trar su <strong>en</strong>ergía <strong>en</strong> la consecución de un único objetivo. Además,la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia sistemática de los gobiernos a esquivar el proceso electoral exageróla función política de los medios de comunicación de masas, que cadadía llegaban a todos los hogares y que demostraron ser, con mucho, el principalvehículo de comunicación de la esfera pública a la privada. Su capacidadde descubrir y publicar lo que las autoridades hubies<strong>en</strong> preferido ocultar,y de expresar s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos públicos que ya no se articulaban —o no se podíanarticular— a través de los mecanismos formales de la democracia, hizoque los medios de comunicación se convirtieran <strong>en</strong> actores principales de laesc<strong>en</strong>a pública. Los políticos los usaban y los temían a la vez. El progresotécnico hizo que cada vez fuera más difícil controlarlos, incluso <strong>en</strong> los paísesmás autoritarios, y la decad<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> estado hizo difícil monopolizarlos<strong>en</strong> los no autoritarios. A medida que acababa el siglo resultó cada vezmás evid<strong>en</strong>te que la importancia de los medios de comunicación <strong>en</strong> el procesoelectoral era superior incluso a la de los partidos y a la <strong>del</strong> sistema electoral,y es probable que lo siga si<strong>en</strong>do, a m<strong>en</strong>os que la política deje de serdemocrática. Sin embargo, aunque los medios de comunicación t<strong>en</strong>gan un<strong>en</strong>orme poder para contrarrestar él secretismo <strong>del</strong> gobierno, ello no implicaque sean, <strong>en</strong> modo alguno, un medio de gobierno democrático.Ni los medios de comunicación, ni las asambleas elegidas por sufragio


574 EL DERRUMBAMIENTOuniversal, ni «el pueblo» mismo pued<strong>en</strong> actuar como un gobierno <strong>en</strong> ningúns<strong>en</strong>tido realista <strong>del</strong> término. Por otra parte, el gobierno, o cualquier formaanáloga de toma de decisiones públicas, no podría seguir gobernando contrael pueblo o sin el pueblo, de la misma manera que «el pueblo» no podríavivir contra el gobierno o sin él. Para bi<strong>en</strong> o para mal, <strong>en</strong> el siglo xx la g<strong>en</strong>tecorri<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> la historia por su propio derecho colectivo. Todos losregím<strong>en</strong>es, excepto las teocracias, derivan ahora su autoridad <strong>del</strong> pueblo,incluso aquellos que aterrorizan y matan a sus ciudadanos. El mismo conceptode lo que una vez se dio <strong>en</strong> llamar «totalitarismo» implicaba populismo,pues aunque no importaba lo que «el pueblo» p<strong>en</strong>sase de qui<strong>en</strong>es gobernaban<strong>en</strong> su nombre, ¿por qué se preocupaban para hacerle p<strong>en</strong>sar lo que susgobernantes creían conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te? Los gobiernos que derivaban su autoridadde la incuestionable obedi<strong>en</strong>cia a alguna divinidad, a la tradición, o a la defer<strong>en</strong>ciade los que estaban <strong>en</strong> el segm<strong>en</strong>to bajo de la jerarquía social hacia losque estaban <strong>en</strong> su segm<strong>en</strong>to alto, estaban <strong>en</strong> vías de desaparecer. Incluso el«fundam<strong>en</strong>talismo» islámico, el retoño más floreci<strong>en</strong>te de la teocracia, avanzóno por la voluntad de Alá, sino porque la g<strong>en</strong>te corri<strong>en</strong>te se movilizó contraunos gobiernos impopulares. Tanto si «el pueblo» t<strong>en</strong>ía derecho a elegirsu gobierno como si no, sus interv<strong>en</strong>ciones, activas o pasivas, <strong>en</strong> los asuntospúblicos fueron decisivas.Por el hecho mismo de haber pres<strong>en</strong>tado multitud de ejemplos de regím<strong>en</strong>esdespiadados y de otros que int<strong>en</strong>taron imponer por la fuerza el poderde las minorías sobre la mayoría —como el apartheid <strong>en</strong> Suráfrica—, elsiglo xx demostró los límites <strong>del</strong> poder meram<strong>en</strong>te coercitivo. Incluso losgobernantes más inmisericordes y brutales eran consci<strong>en</strong>tes de que el poderilimitado no podía suplantar por sí solo los activos y los requisitos de la autoridad:un s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to público de la legitimidad <strong>del</strong> régim<strong>en</strong>, un cierto gradode apoyo popular activo, la capacidad de dividir y gobernar y, especialm<strong>en</strong>te<strong>en</strong> épocas de crisis, la obedi<strong>en</strong>cia voluntaria de los ciudadanos. Cuando,como <strong>en</strong> 1989, esta obedi<strong>en</strong>cia les fue retirada a los regím<strong>en</strong>es <strong>del</strong> este deEuropa, éstos tuvieron que abdicar, aunque contas<strong>en</strong> con el pl<strong>en</strong>o apoyo de susfuncionarios civiles, de sus fuerzas armadas y de sus servicios de seguridad.En resum<strong>en</strong>, y contra lo que pudiera parecer, el siglo xx mostró que se puedegobernar contra todo el pueblo por algún tiempo, y contra una parte <strong>del</strong>pueblo todo el tiempo, pero no contra todo el pueblo todo el tiempo. Es verdadque esto no puede servir de consuelo para las minorías perman<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>teoprimidas o para los pueblos que han sufrido, durante una g<strong>en</strong>eración omás, una opresión prácticam<strong>en</strong>te universal.Sin embargo todo esto no responde a la pregunta de cómo debería ser larelación <strong>en</strong>tre qui<strong>en</strong>es toman las decisiones y sus pueblos. Pone simplem<strong>en</strong>tede manifiesto la dificultad de la respuesta. Las políticas de las autoridadesdeberían tomar <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta lo que el pueblo, o al m<strong>en</strong>os la mayoría de los ciudadanos,quiere o rechaza, aun <strong>en</strong> el caso de que su propósito no sea el dereflejar los deseos <strong>del</strong> pueblo. Al mismo tiempo, no pued<strong>en</strong> gobernar basándosesimplem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las consultas populares. Por otra parte, las decisiones


EL FIN DEL MILENIO 5 7 5impopulares se pued<strong>en</strong> imponer con mayor facilidad a los grupos de poderque a las masas. Es bastante más fácil imponer normas obligatorias sobre lasemisiones de gases a unos cuantos fabricantes de automóviles que persuadira millones de motoristas para que reduzcan a la mitad su consumo de carburante.Todos los gobiernos europeos descubrieron que el resultado de dejar elfuturo de la Unión Europea al arbitrio <strong>del</strong> voto popular era desfavorable o, <strong>en</strong>el mejor de los casos, impredecible. Todo observador serio sabe que muchasde las decisiones políticas que deberán tomarse a principios <strong>del</strong> siglo xxiserán probablem<strong>en</strong>te impopulares. Quizá otra época relajante de prosperidady mejora, similar a la edad de oro, suavizaría la actitud de los ciudadanos,pero no es previsible que se produzcan un retorno a los años ses<strong>en</strong>ta ni larelajación de las inseguridades y t<strong>en</strong>siones sociales y culturales propias <strong>del</strong>as décadas de crisis.Si, como es probable, el sufragio universal sigue si<strong>en</strong>do la regla g<strong>en</strong>eral,parec<strong>en</strong> existir dos opciones principales. En los casos donde la toma dedecisiones sigue si<strong>en</strong>do compet<strong>en</strong>cia política, se soslayará cada vez más elproceso electoral o, mejor dicho, el control constante <strong>del</strong> gobierno inseparablede él. Las autoridades que habrán de ser elegidas t<strong>en</strong>derán cada vez más,como los pulpos, a ocultarse tras nubes de ofuscación para confundir a suselectores. La otra opción sería recrear el tipo de cons<strong>en</strong>so que permite a lasautoridades mant<strong>en</strong>er una sustancial libertad de acción, al m<strong>en</strong>os mi<strong>en</strong>trasel grueso de los ciudadanos no t<strong>en</strong>ga demasiados motivos de descont<strong>en</strong>to.Este mo<strong>del</strong>o político, la «democracia plebiscitaria» mediante la cual se eligea un salvador <strong>del</strong> pueblo o a un régim<strong>en</strong> que salve la nación, se implantóya a mediados <strong>del</strong> siglo xix con Napoleón III. Un régim<strong>en</strong> semejante pue<strong>del</strong>legar al poder constitucional o inconstitucionalm<strong>en</strong>te pero, si es ratificadopor una elección razonablem<strong>en</strong>te honesta, con la posibilidad de elegir candidatosrivales y algún marg<strong>en</strong> para la oposición, satisface ios criterios <strong>del</strong>egitimidad democrática <strong>del</strong> fin de siglo. Pero, sin embargo, no ofrece ningunaperspectiva al<strong>en</strong>tadora para el futuro de la democracia parlam<strong>en</strong>tariade tipo liberal.VIICuanto he escrito hasta aquí no puede decirnos si la humanidad puederesolver los problemas a los que se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta al final <strong>del</strong> mil<strong>en</strong>io, ni tampococómo puede hacerlo. Pero quizás nos ayude a compr<strong>en</strong>der <strong>en</strong> qué consist<strong>en</strong>estos problemas y qué condiciones deb<strong>en</strong> darse para solucionarlos, aunque no<strong>en</strong> qué medida estas condiciones se dan ya o están <strong>en</strong> vías de darse. Puededecirnos también cuan poco sabemos, y qué pobre ha sido la capacidad decompr<strong>en</strong>sión de los hombres y las mujeres que tomaron las principales decisionespúblicas <strong>del</strong> siglo, y cuan escasa ha sido su capacidad de anticipar —yaún m<strong>en</strong>os de prever— lo que iba a suceder, especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la segundamitad <strong>del</strong> siglo. Por último, quizá este texto confirme lo que muchas personas


576 EL DERRUMBAMIENTOhan sospechado siempre: que la historia —<strong>en</strong>tre otras muchas y más importantescosas— es el registro de los crím<strong>en</strong>es y de las locuras de la humanidad.Pero no ayuda a hacer profecías.Sería, por tanto, un despropósito terminar este libro con prediccionessobre qué aspecto t<strong>en</strong>drá un paisaje que ahora ha quedado irreconocible conlos movimi<strong>en</strong>tos tectónicos que se han producido <strong>en</strong> el siglo xx corto, y quequedará más irreconocible aún con los que se están produci<strong>en</strong>do actualm<strong>en</strong>te.T<strong>en</strong>emos ahora m<strong>en</strong>os razones para s<strong>en</strong>tirnos esperanzados por el futuroque a mediados de los och<strong>en</strong>ta, cuando este autor terminaba su trilogía sobrela historia <strong>del</strong> siglo xix largo (1789-1914) con estas palabras:Los indicios de que el mundo <strong>del</strong> siglo xxi será mejor no son desdeñables.Si el mundo consigue no destruirse con, por ejemplo, una guerra nuclear, lasprobabilidades de ello son bastante elevadas.Sin embargo, ni siquiera un historiador cuya edad le impide esperar que <strong>en</strong> loque queda de vida se produzcan grandes cambios a mejor puede, razonablem<strong>en</strong>te,negar la posibilidad de que d<strong>en</strong>tro de un cuarto de siglo, o de mediosiglo, la situación sea más prometedora. En cualquier caso, es muy probableque la fase actual de interrupción de la guerra fría sea temporal, aun cuandoparezca ser más larga que las épocas de crisis y desorganización que siguierona las dos grandes guerras mundiales «cali<strong>en</strong>tes». Pero debemos t<strong>en</strong>er <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>ta que esperanzas o temores no son predicciones. Sabemos que, más alláde la opaca nube de nuestra ignorancia y de la incertidumbre de los resultados,las fuerzas históricas que han configurado el siglo sigu<strong>en</strong> actuando.Vivimos <strong>en</strong> un mundo cautivo, desarraigado y transformado por el colosalproceso económico y técnico-ci<strong>en</strong>tífico <strong>del</strong> desarrollo <strong>del</strong> capitalismo que hadominado los dos o tres siglos preced<strong>en</strong>tes. Sabemos, o cuando m<strong>en</strong>os resultarazonable suponer, que este proceso no se prolongará ad infinitum. El futurono sólo no puede ser una prolongación <strong>del</strong> pasado, sino que hay síntomasexternos e internos de que hemos alcanzado un punto de crisis histórica. Lasfuerzas g<strong>en</strong>eradas por la economía técnico-ci<strong>en</strong>tífica son lo bastante poderosascomo para destruir el medio ambi<strong>en</strong>te, esto es, el fundam<strong>en</strong>to material <strong>del</strong>a vida humana. Las propias estructuras de las sociedades humanas, incluy<strong>en</strong>doalgunos de los fundam<strong>en</strong>tos sociales de la economía capitalista, están<strong>en</strong> situación de ser destruidas por la erosión de nuestra her<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> pasado.Nuestro mundo corre riesgo a la vez de explosión y de implosión, y debecambiar.No sabemos a dónde vamos, sino tan sólo que la historia nos ha llevadohasta este punto y —si los lectores compart<strong>en</strong> el planteami<strong>en</strong>to de estelibro— por qué. Sin embargo, una cosa está clara: si la humanidad ha det<strong>en</strong>er un futuro, no será prolongando el pasado o el pres<strong>en</strong>te. Si int<strong>en</strong>tamosconstruir el tercer mil<strong>en</strong>io sobre estas bases, fracasaremos. Y el precio <strong>del</strong>fracaso, esto es, la alternativa a una sociedad transformada, es la oscuridad.


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OTRAS LECTURASLos lectores no historiadores que dese<strong>en</strong> ampliar conocimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>contrarán aquíalgunas suger<strong>en</strong>cias de lecturas.Los acontecimi<strong>en</strong>tos básicos de la historia <strong>del</strong> siglo <strong>XX</strong> podrán hallarse <strong>en</strong> unbu<strong>en</strong> manual universitario, como el de R. R. Palmer y Joel Colton, A History of theModern World (1983 6 o ediciones posteriores), que incluye excel<strong>en</strong>tes bibliografías.Exist<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>os estudios g<strong>en</strong>erales, <strong>en</strong> un solo volum<strong>en</strong>, de algunas regiones y contin<strong>en</strong>tes,pero no de otros. Ira Lapidus, A History- of Islamic Societies (1988), Jack Gray,Rebellions and Revolutions: China from the 1800s to the 1980s (1990), Roland Olivery Anthony Atmore, Africa since 1800 (1981), y James Joll, Europe since 1870 (laúltima ed.) son útiles. Peter Calvocoressi, World Politics since 1945 (1991") es muycompleto para este período. Debe leerse como complem<strong>en</strong>to de Paul K<strong>en</strong>nedy, TheRise and Fall of the Great Powers (1987), y Charles Tilly, Coercion, Capital andEuropean States AD 900-1990 (1990). También obra de un solo volum<strong>en</strong>, la deW. W. Rostow, The World Economy: History and Prospect (1978), aunque discutibley lejos de ser un libro de cabecera, proporciona un gran caudal de información.Mucho más adecuados son los libros de Paul Bairoch, The Economic Developm<strong>en</strong>t ofthe Third World since 1900 (1975), y David Landes, The Unbound Prometheus(1969) sobre el desarrollo de la tecnología y de la industria.En la lista bibliográfica se incluy<strong>en</strong> algunas obras de refer<strong>en</strong>cia. Entre los comp<strong>en</strong>diosestadísticos destacan Historical Statistics of the United States: Colonial Timesto 1970 (1975, 3 vols.), B. R. Mitchells, European Historical Statistics (1980). su InternationalHistorical Statistics (1986), y P. Flora, State, Economy and Society in WesternEurope 1815-1975 (1983, 2 vols.). El Biographical Dictionary de Chambers esmuy amplio y adecuado. Para aquellos a qui<strong>en</strong>es les gust<strong>en</strong> los mapas, pued<strong>en</strong> hallarinformación .<strong>en</strong> los imaginativos Times Atlas of World History (1978), los mapasideados brillantem<strong>en</strong>te por Michael Kidron y Ronald Segal, The New State of theWorld Atlas (1991 4 ), y los —económicos y sociales— World Bank Atlas, anuales desde1968. Entre las numerosas recopilaciones de otros mapas, véanse Andrew Wheat-croft,The World Atlas of Revolution (1983), Colin McEvedy y R. Jones, An Atlas of WorldPopulation History (ed. 1982), y Martin Gilbert, Atlas of the Holocaust (1972).Los mapas son quizá más útiles para el estudio histórico de regiones concretas;<strong>en</strong>tre ellos, G. Blake, John Dewdney y Jonathan Mitchell, The Cambridge Atlas of theMiddle East and North Africa (1987), Joseph E. Schwarzberg, A Historical Atlas ofSouth Asia (1978), J. F. Adeadjayí y M. Crowder, Historical Atlas of Africa (1985) yMartin Gilbert, Russian History Atlas (ed. 1993). Exist<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>as historias, de varios


OTRAS LECTURAS 595volúm<strong>en</strong>es y puestas al día, de algunas regiones y contin<strong>en</strong>tes <strong>del</strong> mundo, pero no (alm<strong>en</strong>os <strong>en</strong> inglés), aunque parezca m<strong>en</strong>tira, de Europa ni <strong>del</strong> mundo, excepto para lahistoria económica. La History of the World Economy in the Tw<strong>en</strong>tieth C<strong>en</strong>tury deP<strong>en</strong>guin, <strong>en</strong> cinco volúm<strong>en</strong>es, posee una calidad destacable: Gerd Hardach, The FirstWorld War 1914-1918; Derek Aldcroft, From Versailles to Wall Street, 1919-1929;Charles Kindleberger, The World in Depression 1929-1939; la soberbia obra de AlanMilward, War, Economy and Society, 1939-45, y Herman van der Wee, Prosperityand Upheaval: The World Economy 1945-1980. [De todos ellos hay traducción castellana<strong>en</strong> Crítica, reunidos <strong>en</strong> la serie «<strong>Historia</strong> Económica Mundial <strong>del</strong> <strong>Siglo</strong> xx»:La primera guerra mundial, 1914-1918; De Versalles a Wall Street, ¡919-1929; Lacrisis económica, 1929-1939; La segunda guerra mundial, 1939-1945; Prosperidad ycrisis. Reconstrucción, crecimi<strong>en</strong>to y cambio, 1945-1980, 1985-1987.]En cuanto a las obras regionales, los volúm<strong>en</strong>es relativos al siglo xx de CambridgeHistory of Africa (vols. 7-8), Cambridge History of China (vols. 10-13) yCambridge History of Latin America, dirigida por Leslie Bethell (vols. 6-9; hay trad,cast, <strong>en</strong> preparación: <strong>Historia</strong> de América Latina, Crítica, vols. 11 y ss.), son las obrasmás actualizadas, tanto para consultas como para ser leídas de una vez. Por desgracia,la New Cambridge History of India no está demasiado a<strong>del</strong>antada por el mom<strong>en</strong>to.Marc Ferro, The Great War (1973), y Jay Winter, The Experi<strong>en</strong>ce of World War 1(1989), pued<strong>en</strong> servir de guía a los lectores para ad<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> la primera guerramundial; Peter Calvocoressi, Total War (ed. 1989), Gerhard L. Weinberg, A World atArms: a Global History of World War II (1994, hay trad. cast, <strong>en</strong> Grijalbo, Barcelona,1995), y el libro de Alan Milward sobre la segunda guerra mundial. Gabriel Kolko,C<strong>en</strong>tury of War: Politics, Conflict and Society since 1914 (1994), cubre ambas guerrasy sus revolucionarias consecu<strong>en</strong>cias. Para las revoluciones <strong>del</strong> mundo, JohnDunn, Modern Revolutions (1989 2 ), y Eric Wolf, Peasant Wars of the Tw<strong>en</strong>tieth C<strong>en</strong>tury(1968), abarcan toda —o casi toda— la gama de las revoluciones, incluidas las<strong>del</strong> tercer mundo. Véase también William Ros<strong>en</strong>berg y Marilyn Young, TransformingRussia and China: Revolutionary Struggle in the Tw<strong>en</strong>tieth C<strong>en</strong>tury (1982). E. J.Hobsbawm, Revolutionaries (1973, hay trad, cast.: Revolucionarios, Ariel, Barcelona,1979), especialm<strong>en</strong>te los capítulos 1-8, es una introducción a la historia de losmovimi<strong>en</strong>tos revolucionarios.La revolución rusa, con aluviones de monografías, no posee <strong>en</strong> cambio síntesisg<strong>en</strong>erales, como es el caso de la revolución francesa. Continúa reescribiéndose. LeónTrotsky, <strong>Historia</strong> de la revolución rusa (1932), es el punto de vista desde la cumbre(marxista); W. H. Chamberlin, The Russian Revolution 1917-21 (reimpr. 1965, 2 vols.),es el de un observador contemporáneo. Marc Ferro, The Russian Revolution ofFebruary 1917 (1972) y October 1917 (1979) constituy<strong>en</strong> una bu<strong>en</strong>a introducción.Los numerosos volúm<strong>en</strong>es de la monum<strong>en</strong>tal History of Soviet Russia (1950-1978), deE. H. Carr, están más indicados para usarse como libros de refer<strong>en</strong>cia. Sólo llegan hasta1929. Alee Nove, An Economic History of the USSR (1972) y The Economics ofFeasible Socialism (1983) constituy<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>as introducciones a las apreciaciones <strong>del</strong>«socialismo realm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te» (hay trad. cast, de ambos: <strong>Historia</strong> económica de laUnión Soviética, Alianza, Madrid, 1973, y La economía <strong>del</strong> socialismo factible, <strong>Siglo</strong><strong>XX</strong>I, Madrid, 1987). Basile Kerblay, Modern Soviet Society (1983), es lo más próximoa un estudio desapasionado de sus resultados <strong>en</strong> la URSS que podemos hallar <strong>en</strong>la actualidad. F. Fejtó ha escrito historias contemporáneas de las «democracias <strong>del</strong>pueblo». Para China, Stuart Schram, Mao Tse-tung (1967), y John K. Fairbank, TheGreat Chinese Revolution 1800-1985 (1986); véase también Jack Gray, op. cit.


5 9 6 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>La economía mundial está cubierta por la <strong>Historia</strong> de P<strong>en</strong>guin citada anteriorm<strong>en</strong>te,por P. Armstrong, A. Glyn y J. Harrison, Capitalism since 1945 (1991), y porS. Marglin y J. Schor, eds., The Gold<strong>en</strong> Age of Capitalism (1990). Para el períodoanterior a 1945, son indisp<strong>en</strong>sables las publicaciones de la Sociedad de Naciones, ypara el período posterior a 1960, las <strong>del</strong> Banco Mundial, la OCDE y el FMI.Para la política de <strong>en</strong>treguerras y la crisis de las instituciones liberales, pued<strong>en</strong>sugerirse Charles S. Maier, Recasting Bourgeois Europe (1975), F. L. Carst<strong>en</strong>, TheRise of Fascism (1967), H. Rogger y E. Weber, eds., The European Right: a HistoricalProfile (1965), e Ian Kershaw, The Nazi Dictatorship: Problems and perspectives(1985). Para el espíritu <strong>del</strong> antifascismo, P. Stansky y W. Abrahams, Journey to theFrontier: Julian Bell and John Cornford (1966). Para el estallido de la guerra,Donald Cameron Watt, How War Came (1989). El mejor panorama g<strong>en</strong>eral de la guerrafría hasta el mom<strong>en</strong>to es el de Martin Walker, The Cold War and the Making ofthe Modern World (1993), y la introducción más clara a sus últimas fases, F. Halliday,The Making of the Second Cold War (1986 ! ). Véase también J. L. Gaddis, TheLong Peace: Inquiries into the History of the Cold War (1987). Para la remo<strong>del</strong>aciónde Europa, Alan Milward, The Reconstruction of Western Europe 1945-51 (1984).Para el cons<strong>en</strong>so político y el estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar, P. Flora y A. J. Heid<strong>en</strong>heimer,eds., Depelopm<strong>en</strong>t of Welfare States in America and Europe (1981), y D. W. Urwin,Western Europe since 1945: a Short Political History (ed. revisada, 1989). Véasetambién J. Goldthorpe, ed., Order and Conflict in Contemporary Capitalism (1984).Para los Estados Unidos, W. Leucht<strong>en</strong>berg, A Troubled Feast: American Society since1945 (1973).Para el final de los imperios, Rudolf von Albertini, Decolonization: the Administrationand Future of Colonies, 1919-1960 (1961), y la excel<strong>en</strong>te obra de R. F. Holland,European Decolonization 1918-1981 (1985). La mejor manera de <strong>en</strong>caminar alos lectores <strong>en</strong> la historia <strong>del</strong> tercer mundo es m<strong>en</strong>cionar un puñado de obras que dedistintas maneras no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> ninguna relación con él. Europe and the People withoutHistory (1983), de Eric Wolf, es una obra fundam<strong>en</strong>tal, si bi<strong>en</strong> sólo se ocupa marginalm<strong>en</strong>tede nuestro siglo. Lo mismo ocurre, de difer<strong>en</strong>tes maneras, sobre el capitalismoy el comunismo, con Philip C. C. Huang, The Peasant Family and Rural Developm<strong>en</strong>tin the Yangzi Delta, 1350-1988 (1990), sobre el que Robin Blackburn me hallamado la at<strong>en</strong>ción. Puede compararse con la obra clásica de Clifford Geertz, AgriculturalInvolution (1963), sobre Indonesia. Sobre la urbanización <strong>del</strong> tercer mundo,la cuarta parte <strong>del</strong> libro de Paul Bairoch, Cities and Economic Developm<strong>en</strong>t (1988) eses<strong>en</strong>cial. Sobre la política, Joel S. Migdal, Strong Societies and Weak States (1988)está repleto de ejemplos e ideas, algunos de ellos convinc<strong>en</strong>tes.Para las ci<strong>en</strong>cias, Gerald Holton, ed., The Tw<strong>en</strong>tieth-C<strong>en</strong>tury Sci<strong>en</strong>ces (1972)constituye un punto de partida; para el desarrollo intelectual <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, George Lichtheim,Europe in the Tw<strong>en</strong>tieth C<strong>en</strong>tury (1972). Una bu<strong>en</strong>a introducción a las artes devanguardia es la obra de John Willett, Art and Politics in the Weimar Period: TheNew Sobriety, 1917-1933 (1978).No exist<strong>en</strong> hasta el mom<strong>en</strong>to aproximaciones históricas sobre las revolucionesculturales y sociales de la segunda parte <strong>del</strong> siglo, aunque el corpus de los com<strong>en</strong>tariosy la docum<strong>en</strong>tación es vasto, y lo bastante accesible para que muchos de nosotrosnos formemos nuestras propias opiniones (véase la Bibliografía). Los lectores nodeb<strong>en</strong> dejarse <strong>en</strong>gañar por el tono de seguridad que se despr<strong>en</strong>de de la bibliografía(incluidas mis propias observaciones) y confundir una opinión con la verdad establecida.


ÍNDICE ALFABÉTICOAbd-el-Krim, 215Abduh, Mohammed, 212aborto, 314, 317 n., 325,338acorazado Potemkin, El, 187, 192, 505 n.Acuerdo G<strong>en</strong>eral de Aranceles y Comercio(GATT), 277Ad<strong>en</strong>auer, Konrad, 286, 327Adler, Friedrich, 66ADN (ácido desoxirríbonucleico), 520, 521,546Afganistán, 118, 241, 250, 258, 360, 450,456, 476Afghani, Jamal ai-Din, al, 212África: campesinado, 294; colonialismo, 218,220; estados indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes, 346; movimi<strong>en</strong>tosguerrilleros, 448; nacionalismonegro, 219; población rural, 294; véansetambién los países concretosÁfrica occid<strong>en</strong>tal, 113agrarias, reformas, 355-358agricultura: agronomía, 295; alim<strong>en</strong>tos, producciónglobal, 263, 264, 295, 353-354;colectivización de las tierras, 358, 382; exced<strong>en</strong>tesde productos alim<strong>en</strong>tarios y hambrunas,263; la Gran Depresión y, 97, 99,102; muerte <strong>del</strong> campesinado, 292-296;«política agraria común», de la CE, 102;producción de subsist<strong>en</strong>cia, 99; productividadcon uso int<strong>en</strong>sivo de capital, 295; «revoluciónverde», 295, 357, 367ajedrez, 512Ajmadulina, Bella, 499Ajmatova, Anna, 183 n., 499Áland, islas, 42Albania, 45, 87, 152, 173, 175, 254 n., 256,349 n., 394, 472 n., 485, 501Alejandro de Yugoslavia, 120Alemana, República Democrática, 256, 262,313, 317 y n., 349 n., 373, 376, 395, 418,499, 500, 502, 518; véase también AlemaniaOri<strong>en</strong>talAlemania, República Federal de (AlemaniaOccid<strong>en</strong>tal), 14, 59, 134, 143, 146, 243,244, 255, 256, 259, 261, 262, 272, 275,276, 281, 282, 285-286, 287, 298, 305, 313,317 n., 324, 328, 418, 499Alemania, 14, 15, 30-39, 41, 44-51, 75-77,97-98, 100,. 105-106, 111-112, 123-130,131, 133, 134-138, 146, 148-181, 189-191,231,256,526-527Alemania Ori<strong>en</strong>tal (o <strong>del</strong> Este), 180, 232, 256,262, 394, 455alfabetización, 22, 206, 297-298, 354-355,382, 452, 467Ali, Rashid, 48Alianza Popular Revolucionaria Americana(APRA), 113, 140All<strong>en</strong>de, Salvador, 441almacén, controles informatizados de, 404Alsacia-Lor<strong>en</strong>a, 41América Latina, 32, 73, 81, 84, 90, 111, 112-113, 139-141, 143, 176, 185, 201, 210, 217,262, 263, 293, 295, 296, 299, 301, 302,315, 355, 356, 357, 361, 394, 405, 422,423, 438-441, 449-450, 497-498; véansetambién los respectivos paísesanarquismo, 81, 132, 163, 192, 335 n.Andric, Ivo, 30, 506Andropov, Yuri, 473Angola, 258, 434, 449, 451antimateria, 531-532antisemitismo, 122, 126-127, 137, 139, 155, 177apartheid, 449, 501, 561Apollinaire, Guillaume, 185Arabia Saudí, 118,257,362Aragón, Louis, 185Argelia, 85, 178, 180, 212, 217, 218, 224,287, 293, 349 y n., 365, 370, 434, 437


598 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>Arg<strong>en</strong>tina, 73, 112, 139, 140-141, 201, 283,3,16, 359 n., 361, 421, 440, 444 n., 517armam<strong>en</strong>to, industria de fabricación de, 53,66-67, 257, 269Arm<strong>en</strong>ia, 58. 481 y n.. 488 n., 499Armstrong, Louis, 515Aron, Raymond, 301, 445arquitectura, 182, 183, 188, 191, 498, 499,509, 510artes: anti-arte, 509; Art Déco, 189, 194; artnouveau, 189; arts-and-crafts, movimi<strong>en</strong>to,189; c<strong>en</strong>tros de elite cultural, desarrollo,497-498; de masas, 196, 197, 200-201; devanguardia, 183, 185, 186-187, 509, 511,512; decad<strong>en</strong>cia de géneros característicos,505-506; logros surgidos <strong>del</strong> apocalipsis yla tragedia, 192-194; mercado de, 188, 503;modernismo, 135, 183, 186, 187-188, 189,508-509; patronazgo gubernam<strong>en</strong>tal, 499,502; posmodernismo, 512; revolucionadaspor la tecnología, 496-497; tal<strong>en</strong>to artístico,506-507; véase también arquitectura; cine;y las demás artesastronomía, 528Atatürk (Mustafa Kemal), 77, 118, 213, 462átomos, ci<strong>en</strong>cia de los, 529-530, 533, 541Aud<strong>en</strong>, W. H., 148, 164, 183 n., 194Auric, Georges, 187, 507Aust<strong>en</strong>, Jane, 52Australia, 73, 118, 213, 287, 357, 365, 406Austria, 45, 112, 121, 128, 141. 152, 180,231, 286, 287austrohúngaro, imperio, 35, 144austromarxistas, 387automóviles, producción de, 108, 266, 283Azerbaiján, 40, 488 n.Azikiwe, Namdi, 219Baas, partido, 178, 349, 446Babel, Isaak, 77, 183 n., 192Bacon, Francis, 505Bahía Cochinos, 438ballet, 185, 186bálticos, estados, 97 n., 474, 481, 489Banco de Pagos Internacionales, 105Banco Mundial, 277. 421-422, 430, 570Banda, doctor Hastings, 433Bandaranaike, Sirimavo, 316Bandung, movimi<strong>en</strong>to, 359Bangladesh, 263. 292, 294, 349 n.Barre, Siad, 180,448Batista, Fulg<strong>en</strong>cio, 437Bauhaus, 183, 187, 189-190. 191Bélgica, 32, 46, 100, 121, 171, 243, 286, 287,292, 305, 323, 424 Belice, 361 Bell, Daniel,288 B<strong>en</strong> Badis, Abdul Hamid, 212 B<strong>en</strong>ario,Olga, 80-81 B<strong>en</strong>in, véase DahomeyB<strong>en</strong>jamin, Walter, 182, 193, 513 Berg,Alban, 183, 185 n., 192 Berlin, Isaiah, 11Berlín, muro de, 247 Bernal, J. D., 537, 538,546 Berstein, Eduard, 387 Berstein, Leonard,506 Beveridge, informe, 167 Bielorrusia, 77,481 n. bi<strong>en</strong>estar, sistemas de, 103, 252,270, 285,286-287, 300, 310, 341, 343, 407, 414-415,474-475big bang, teorías <strong>del</strong>, 535, 548biología molecular, 545-546biotecnología, 521Birmania, 176, 220, 222, 316, 349 n.Black<strong>en</strong>. P. M. S., 537 Block, AlexanderAlexandrovich, 183 n., 499 Blum, Léon, 154Bogan, Humphrey. 192 Bohr, Niels, 520,530, 532 Bolivia, 90, 98, 140, 356, 436, 441Bolonia, 306Bolsa de Nueva York, crac de la, 98, 565bomba atómica, véase nucleares, armas Bond,Alan, 503 Borges, Jorge Luis. 194 n. Born,Max, 537 n.Bose, Subhas Chandra, 176, 220, 371 Bosnia,144. 175 n., 555 Botswana, 407 Bourdieu,Pierre, 322, 507 n. Braque, Georges, 186Brasil, 81. 83, 99, 113, 141, 201. 207, 269.283, 293, 325, 342, 353, 361, 371, 421,440, 496, 569Braun, Otto, 80, 81Brecht, Bertolt, 62, 80, 183 n., 191, 192, 194 n.Brest-Litovsk. tratado de, 37, 40, 71 BrettonWoods, acuerdos de. 277 Breuer, Marcel, 189Brezhnev, Leónidas, 248, 250, 417, 470, 471,474, 475Brigadas Internacionales, 165 Brigadas Rojasitalianas, 440, 444 británico, imperio, 40, 41-42. 48. 157, 159-160, 176, 203-225


ÍNDICEALFABÉTICO599Britt<strong>en</strong>, B<strong>en</strong>jamin, 185 n., 194, 506, 507Broadway, musicales de, 332Brodsky,Joseph, 499Broglie, L. V. de, 537 n.Buchan, John, 129Bujarin, Nikolai, 377, 378, 385 a, 494Bulgaria, 32, 59, 74, 78, 175, 264, 294, 313,317, 349 n., 394, 395, 447, 472 n.Buñuel, Luis, 185Cabral, Amílcar, 448Camboya, 349 n., 359, 373, 449campesinado, 292-296, 354-358, 379, 380,382-383, 414campo, reforma agraria, 355-358Canadá, 31,98, 112, 118,213, 272, 283,313,324, 365, 424, 567caos, teoría <strong>del</strong>, 535, 544capitalismo, 17-21,93-94, 104, 110, 114, 125,126, 134, 135, 235, 236, 262, 270, 272-274,343-344, 365, 407, 408-409, 419-420, 442,447, 557, 567capitalismo fr<strong>en</strong>te a socialismo, 18-20, 63,64, 93, 122, 173, 204 n., 230, 236, 253-254, 468; véase también economía mundialCaribe, 113, 201, 210, 217, 218, 225, 267Carné, Marcel, 187Caro Baroja, Julio, 11Carrero Blanco, almirante, 440Cartier-Bresson, H<strong>en</strong>ri, 185Castro, Fi<strong>del</strong>, 252, 327, 437-438, 439catástrofes, teoría de las, 544Cáucaso, 368-369Caudwell, Christopher, 533Cavafis, C. P., 194 n.Ceausescu, Nicolae, 398, 484, 499Ceilán, véase Sri LankaCelan, Paul, 499Céline, Louis Ferdinand, 190, 194CENTO (Organización <strong>del</strong> Tratado C<strong>en</strong>tral).359C<strong>en</strong>troafricana, República, 355 n., 366Chad, 366, 422Chadwick, James, 533Chagall, Marc. 505Chamberlain, Neville, 154, 160, 161Chaplin Charlie, 187Checoslovaquia, 41, 45, 146, 152, 175, 256,299, 301, 376, 394, 397, 423, 447, 500.502, 518 n.Chejov, Anton, 195Chiang Kai-shek, 77, 231 n., 462Chile, 112, 143, 256, 300, 355, 409, 435, 438,440-441China, 67, 73, 77, 79, 81, 86-88, 89, 138 179,195, 216, 231-233, 240, 247, 249, 256, 257,263, 294, 299, 301, 302 n., 373, 394,' 39s!396, 405, 423, 446, 455, 459-468. 477 a,479, 482-483, 485, 500; véase tambiénMao Tse-tungChipre, 361,436,437Christie, Agatha, 197Churchill, Winston, 17, 50, 120, 151, 154.159, 160, 161, 170. 171, 174, 214, 231ciclo de stocks (inv<strong>en</strong>tory cycle). 404ci<strong>en</strong>cia ficción, 523ci<strong>en</strong>cias naturales, 516-550; ci<strong>en</strong>tíficos politizados,537-538, 539-540; cuestiones políticase ideológicas, 525-528.' 545; dominiode los teóricos, 528; especialización creci<strong>en</strong>te,518-519; Estados Unidos como pot<strong>en</strong>ciaci<strong>en</strong>tífica puntera, 517; investigación«pura» y «aplicada», 549; número de ci<strong>en</strong>tíficos,516-517; recelos y temores a las,523, 525; subv<strong>en</strong>ciones gubernam<strong>en</strong>tales,538-539; tecnologías basadas <strong>en</strong> la ci<strong>en</strong>cia,519-520,521cine, 107, 109, 185, 186-187, 191, 196-197,198, 329, 332, 425, 497, 500, 507ciudades, 209, 216-217, 264, 265. 296, 297,311, 366,426,451,456-457ciudades-estado, 284Clair, R<strong>en</strong>e, 187clases trabajadoras, 63, 128, 269, 285, 304-312, 333. 416, 453; conci<strong>en</strong>cia de clase,307-309; decad<strong>en</strong>cia de la, 304, 305, 412-414; diversificación étnica y racial, 311-312, 560-561; división (nueva) internacional, 283, 413; industrial, 269, 304-305,306, 307, 412-414; movimi<strong>en</strong>tos y partidosobreros, 63, 66-67, 131, 132, 216, 275,284-285, 288, 312, 371; mujeres, 308, 314,317, 319; vea.se también desempleococaína, 336, 367Cocteau, Jean, 185colectivización, 356, 358, 382, 383, 465, 466Colombia, 113, 118, 140, 143, 293, 296, 367,370, 439colonialismo, 203-225; converg<strong>en</strong>cia de antiimperialismoy antifascismo, 177, 219; corrupción,sistemas de, 203; descolonización,220-225, 346, 351; descont<strong>en</strong>to político ysocial, 113. 217-218; «dominios», 213; elitesoccid<strong>en</strong>talizadas. 206, 207; fronterasimperiales, persist<strong>en</strong>cia de las, 211; GranDepresión y, 113-114, 207-208, 215, 217;


600 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>impacto de las guerras mundiales, 213-214,219-220, industrialización limitada, 210; liberacióncolonial, movimi<strong>en</strong>tos de, 113,176, 177, 207-208, 211-215; «mandatos»,42; pot<strong>en</strong>cias imperialistas, 176; «protectorados»,210; comunicaciones, 24-25, 267,283, 300, 329, 404, 423, 496-497, 500-501,521Comunidad Europea (CEE, Unión Europea),24, 141, 243-244, 245, 263, 279, 418, 425,426, 430, 552, 570comunismo, partidos comunistas, 17, 62-91,98, 111-112, 113 n., 114, 119, 121, 123,128, 132, 136, 142, 148-181, 191, 195,196, 204, 206, 207, 217, 218, 219, 221,223, 230-242, 246, 256, 275, 285, 286,307, 317, 318, 349, 358, 368, 370-371,372-399, 419, 420, 421, 432-458, 459-494,499-502comunistas, regím<strong>en</strong>es, véase socialistas, estadosConan Doyle, A., 197conc<strong>en</strong>tración, campos de, 155Congo, 349, 355 n., 366, 422, 448Congo belga (Zaire), 225, 247, 366, 368, 434-435, 448Congreso Nacional Africano, 79, 331constitucionales, estados, 16, 117-118, 119-147, 167,457 n., 478, 567, 575constructivismo, 183, 189contaminación medioambi<strong>en</strong>tal, 264, 265-266,561-562Coolige, Calvin, 92Corea, 176, 210, 299-300, 394Corea, guerra de, 59, 232, 241, 278, 433, 464Corea <strong>del</strong> Norte, 180Corea <strong>del</strong> Sur, 87, 271, 294, 299-300, 325,363,421corporativos, estados, 121«corredor polaco», 41cosmología, 535, 548Costa de Marfil, 219, 352, 366, 422, 433Costa de Oro (Ghana), 99, 219, 225Costa Rica, 118Coué, Émile, 107 n.Crick, Francis, 520, 546crim<strong>en</strong>, mundo <strong>del</strong>, criminalidad, 257, 336,343, 391, 415, 420, 568crisis, décadas de (años 1970-1990): argum<strong>en</strong>toseconómicos, 409-411; cambios <strong>en</strong>el mercado de trabajo, 412-415; cataclismosestructurales, 412-413; crecimi<strong>en</strong>toeconómico continuo <strong>en</strong> el mundo <strong>en</strong> desarrollo,405; crisis <strong>en</strong> el este y <strong>en</strong> el oeste,comparadas, 419-421; depresión <strong>en</strong> el tercermundo, 405, 421-423; desempleo masivo,406; desigualdades sociales y económicas,406-407, 410 n.; desintegración de laseconomías soviéticas, 405, 417-418; desori<strong>en</strong>tacióne inseguridad, 408, 415, 416;gastos sociales <strong>en</strong> aum<strong>en</strong>to, 407; neoliberal,argum<strong>en</strong>to, 408, 409, 411-412; nuevasfuerzas políticas, 416, 417; paladines <strong>del</strong>libre mercado, 408-409; pobreza y miseria,406-407; política gubernam<strong>en</strong>tal de comprartiempo, 408; reacción fr<strong>en</strong>te a los gobiernos,416; rechazo de la «vieja política»,417Croacia, 41, 128, 138, 151, 170, 175Crosland, Anthony, 270, 273, 288cuantos, véase mecánica cuánticaCuba, 73, 113, 162, 246, 247, 252, 325, 361,373, 394, 395, 396, 435, 437-439, 446, 451cubanos, misiles, crisis de los, 232, 233-234,250cubismo, 183, 186, 509, 512«cultura <strong>del</strong> odio», 415cultura juv<strong>en</strong>il: abismo g<strong>en</strong>eracional, 330-331; adolesc<strong>en</strong>tes, 326-327; carácter iconoclasta,334; conducta sexual, 334-335; drogas,334, 335, 336; giro populachero, 333;héroes, 326; internacionalización, 328; liberaciónpersonal y social, 334; música rock,326, 333; novedad de la, 327-329; poderadquisitivo, 328, 329; radicalismo político,301-302, 326dadaísmo, 183-184, 190Dahomey (B<strong>en</strong>in), 349 y n., 366, 448Daladier, Edouard, 152Dalí, Salvador, 184, 185Dawes, plan, 105Debray, Regis, 290De Gaulle, véase Gaulle, Charles dedemocracia, 117-118, 119, 120-122, 142-147,157,478,567,570-575 DemocraciaCristiana, 121-122, 242, 243,285, 317 n.D<strong>en</strong>g Xiaoping, 459, 468 deporte, 201-202,327, 355, 491, 573 Depresión, véase GranDepresión desarme nuclear, movimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong>favor <strong>del</strong>,241,251,538 desempleo: de <strong>en</strong>treguerras,96, 97, 99-101;<strong>en</strong> los jóv<strong>en</strong>es, 406 n.; masivo, 102-103,270, 306, 406, 412-414, 563-564desigualdad, 357, 362, 364, 406-407, 410


ÍNDICE ALFABÉTICO 601Diághilev, Sergei, 185-186, 187Dimitrov, G., 153Dinamarca, 46, 97, 100, 171, 243, 308, 323,424Dirac, Paul, 531, 537 y n. disco,industria <strong>del</strong>, 330 divorcio, 314, 317n., 323, 324, 325 Djilas, Milovan,88, 176, 469 Doblin, Alfred, 192Dominicana, República, 293, 364Dos Passos, John, 196 Dreiser,Theodore, 195 drogas, 334, 335,336, 367 Dubcek, Alexander, 397Duchamp, Marcel, 184, 509Dumont, R<strong>en</strong>e, 11ecológicos, problemas, 264-266, 418, 429,544-545, 561-563economía, 107-111, 272-275, 276, 277, 408-411,541,557 n.economía mundial: años dorados, 260-289;colapso <strong>en</strong> el período de <strong>en</strong>treguerras, 93,106; crecimi<strong>en</strong>to explosivo, 264, 266-267;estancami<strong>en</strong>to, 95-96, 108-109; globalizacióno mundialización, 19, 25, 94, 95, 266,272-273, 363-364, 365, 430-431; períodode <strong>en</strong>treguerras, 94-99; perspectivas, 563-567; transnacional, 280-284, 423; y estadossocialistas, 254-255, 374, 470; y el tercermundo, 208-210, 272, 282-283, 362-364;véase también crisis, décadas de (1970-1990); Gran Depresióneconomía «sumergida» o informal, 368, 384,415Ecuador, 19, 283,298,-364Edén, Anthony, 224educación, 22, 24, 206, 286, 297-301, 302-303, 308, 313, 354-355, 370, 467, 473, 504,517-518; véase también estudiantes; literatura«efecto invernadero», 545, 561Egipto, 84, 113, 114, 178, 201, 212, 213,223, 248, 249, 283, 316, 346, 356, 358,396 n.Einstein, Albert, 529, 532, 534, 537, 541, 549Eis<strong>en</strong>hower, Dwight, 239, 286Eis<strong>en</strong>stein, Sergei, 187, 192, 505 n., 513Eisler, Hanns, 183 n., 192Eje, pot<strong>en</strong>cias <strong>del</strong>, 151, 152, 157, 169, 174,176, 179Eliot, T. S., 21, 183, 188, 190Ellington, Duke, 188Éluard, Paul, 185Emiratos Árabes Unidos, 362, 457 n.<strong>en</strong>ergía, consumo de, 265, 471, 562Engel, ley de, 272Engels, Federico, 23, 377, 387<strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de masas, 109, 496-497, 504,507, 508Ernst, Max, 185escultura, 505Eslovaquia, 39 n., 151, 174, 397Eslov<strong>en</strong>ia, 41España, 73, 81, 83, 84, 111, 121, 122, 142,154, 161-166, 174, 186, 243, 249, 264, 271,279, 293, 317 n., 350, 406 n., 424, 502; véasetambién española, guerra civil; Francoespañola, guerra civil, 45, 81, 85, 122, 161-166, 167-168, 172, 174espionaje, 150, 197, 232, 255, 444estado <strong>del</strong> bi<strong>en</strong>estar, véase bi<strong>en</strong>estar, sistemasdeestados-nación, 20, 416, 423-429, 568Estados Unidos de América: anticomunismo,238-239; ayuda económica, 278-279; crecimi<strong>en</strong>toeconómico, 262, 266-267, 277-278;economía de <strong>en</strong>treguerras, 95-96, 97, 98,103, 104-105, 106-108; es<strong>en</strong>ciales para laeconomía capitalista mundial, 56, 104-105,244, 279-280, 419; expansión <strong>del</strong> crédito,107-108; Gran Depresión, 94, 105; guerracivil de 1861-1865, 52; guerra mundial: primera,30, 33, 35; segunda, 46, 48-49, 53,56, 157, 169; inmigración, 95, 126, 365; líderes<strong>del</strong> poder ci<strong>en</strong>tífico, 517, 518; movilizacionesultraderechistas y racistas, 139;mujeres <strong>en</strong> la fuerza laboral, 319-320;«New Deal», 108, 112, 273; política deid<strong>en</strong>tidad, 428; prosperidad continua, 24-25; sistemas de bi<strong>en</strong>estar, 103, 287, 300;«subclase», los, 342; Vietnam, guerra <strong>del</strong>,221, 241, 248, 249, 450; y el tratado de pazde la primera guerra mundial, 40; véasetambién guerra fríaestatismo orgánico, 120-121Estonia, 40, 119 n.estudiantes, movimi<strong>en</strong>tos estudiantiles, 34,128-129, 219, 287, 288, 298-304, 313, 326,437, 442-444, 445, 453, 466 n., 504, 518ETA, 301, 440, 454Etiopía, 31, 45, 117, 152, 180, 349, 432, 448,451eug<strong>en</strong>esia, 125,. 526eurodólares, 281Europa, 16, 17, 24, 43, 47, 48, 66, 93, 137,138-140, 154, 157, 231, 235, 243-245, 294,


602 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>298-299, 418; véanse también los paísesconcretos evolucionistas, teorías, 543, 544,546Falla, Manuel de, 186familias y hogares, 25, 200, 206, 322-325,339-341, 343, 344, 366, 369farmacéutica, industria, 169, 348fascismo, 119-141, 148-181; alianza capitalismo-comunismofr<strong>en</strong>te al, 17, 167, 173-174; antifascismo, movimi<strong>en</strong>tos, 121, 141-142, 153, 155, 156, 165, 173, 177, 178,180; antiliberal, 125; atractivo principal<strong>del</strong>, 179; capitalismo monopolista, tesis,135; clase social y, 127-129; como un movimi<strong>en</strong>toglobal, 122-124, 137; condicionespara la implantación <strong>del</strong>, 132-133; declive<strong>del</strong>, 179-180; elem<strong>en</strong>tos <strong>del</strong>, 123-126;fuera de Europa, 137-138, 138-141, 176;Iglesia católica romana y, 121-122; inspiraciónpara las fuerzas antiliberales, 119;movimi<strong>en</strong>tos revolucionarios, elem<strong>en</strong>tos<strong>del</strong>, 134; y la Gran Depresión, 114-115,135, 136fax, aparatos de, 522Feininger, Lyonel, 190feminismo, 313, 314, 319-320, 321, 547Fermi, Enrico, 537 n.Filipinas, 162, 263, 294, 296, 298, 316, 407Finlandia, 40, 42, 47, 75, 118, 120, 242, 264,293, 299, 313, 375,418fmlandización, 254 n.Firth, Raymond, 12Fischer, Ruth, 334física, 529-536Fitzgerald, F. Scott, 186Flecha Cruz de Hungría, movimi<strong>en</strong>to de los,123, 127, 128Fondo Monetario Internacional (FMI), 277,430, 570fordismo, 266, 306 n.Forrestal, James, 238Francia, 32-35, 38, 39, 43, 45, 46, 51, 52-55,56,85, 112, 132, 151, 154, 158, 169, 171-172, 184-187, 197, 215, 219, 220, 224, 225,240, 243, 244, 255, 271, 272, 274, 276,285, 287, 288, 300, 303, 314, 316, 323,325,328,411,425,498,538Franco, g<strong>en</strong>eral Francisco, 119, 120, 122, 124,130, 163, 191,327,447Fr<strong>en</strong>te Popular, 153, 162, 163, 441Freund, Karl, 187Friedman, Milton, 408, 419fundam<strong>en</strong>talismo, 205, 213, 365 y n., 428,453, 476, 554, 559, 574 fútbol,201, 202 futurismo, 183, 189, 191,195, 511Gabón, 358, 366Gaitán, Jorge Eliecer, 139, 140Galbraith, J. K., 260, 288Gallup, <strong>en</strong>cuestas, 149Gandhi, Indira, 206, 454Gandhi, Mohandas Karamchand, 124, 206,212, 214, 327, 371Gandhi, Rajiv, 454García Lorca, Federico, 183 n., 185Gar<strong>del</strong>, Carlos, 201GATT (Acuerdo G<strong>en</strong>eral de Aranceles y Comercio),277Gaulle, Charles de, 85, 151, 169, 245, 286,301, 443, 496g<strong>en</strong>ética, 526-527, 546-547; ing<strong>en</strong>iería, 273,548g<strong>en</strong>ocidio, 51, 58-59, 155G<strong>en</strong>oma, proyecto, 548geología, 543Ghana, 294, 352, 354, 366, 369, 434Ginebra, Conv<strong>en</strong>ción y protocolo de, 36, 429Gladio (movimi<strong>en</strong>to de resist<strong>en</strong>cia anticomunista),170 n.glasnost, véase URSSGó<strong>del</strong>, Kurt, 533Golding, William, 11Golfo, guerra <strong>del</strong>, 246, 251, 450, 457, 554golpes militares, véase militares, golpes y regím<strong>en</strong>esGombrich, Ernst, 12Gorbachov, Mijail, 253, 378-379, 391, 472,473-481,486,487,489-491Gran Bretaña (y Reino Unido), 33-34, 35, 36,38, 39, 40, 44-45, 46, 47, 51, 52, 54-56, 96,100, 101-103, 112, 114, 118, 130, 143,159-160, 161, 166, 167, 173, 194, 208, 243,244, 261, 266, 272, 275, 279, 282, 285,286, 292, 298, 304-305, 307, 310, 311, 313,316, 323, 324, 328, 337, 406 y n., 411-412,424, 440, 498-499, 502, 503, 538Gran Depresión, 18, 93-115, 122 n., 134, 136,142-143, 190, 191, 199, 207, 210, 215-218,234, 271, 273, 274, 290, 375, 404-405Granada (isla caribeña), 251, 449Grass, Günter, 499Grecia, 59, 87, 175, 279, 299. 313, 351, 361,447Grey, Edward, 30


Gris, Juan 186Gropius, Walter, 183 n., 189, Í90, 191Grosz, George, 192Guatemala, 118, 256, 364, 407, 438Guayarías, 361guerra: aérea, 36; armam<strong>en</strong>tos y material de,53. 66-67, 257, 258; bajas, 32, 33-34, 51,57-60, 433-434; barbarismo, 23, 57-59,444; brutalidad, brutalización, 57, 131;compíej'os miíitares-imíustríales, 53, 239-240; Conv<strong>en</strong>ción o protocolo de Ginebra,36, 429; de guerrillas, 85-88, 225, 436-442;democratización de la, 57-58; economíasde, 54-55; efectos sobre el crecimi<strong>en</strong>to económico,56; financiación, 54; impacto humanoy costos, 57; masiva, 52-53; memoriasde, 31, 193 n., 330, 484; movilizaciónde los ciudadanos, 52; nuclear, 538; nuevaimpersonalidad de la, 58; química, 36, 429;pacifismo, 157-158; planificación y asignaciónde los recursos, 54; refugiados, 59-60,365; siglo xx, 30-31, 32, 52; submarinos,36; «sucia», 301, 444; tanques, 36; y avancestecnológicos, 55-56, 267; véanse tambiénlas guerras concreíasguerra fría, 229-259; apurar los límites, 233-234, 247, 248-249, 250-251; armas, comerciode, 257, 258; armas, tratados de limitación,247; consecu<strong>en</strong>cias económicas, 278;consecu<strong>en</strong>cias políticas, 241-243, 255-259;dist<strong>en</strong>sión, 246, 247, 249; segunda guerrafría, 247, 252, 450guerra mundial, primera, 31, 32-39, 52-54,57-59, 66-67; refugiados, 59; reparaciones,41, 105, 106guerra mundial, segunda, 32, 44-5), 52, 53,54-56, 59-60, 86, 87, 149-150, 151-152,160-161, 166, 168, 168-173, 174-175, 219,236guerrillas, guerra de, 85-88, 165, 169-173,225, 257-258, 436-442Guevara, Che, 436, 439, 441, 446Guinea, 225, 355 n., 434Guinea-Bissau, 448gulags, 380, 391, 392Guayana, 349 n., 457 n.Habermas, Jürg<strong>en</strong>, 512Habsburgo, los, 74 Hahn,Otto, 520 -Haití, 293, 555Haldane, J. B. S., 537Hammett, Dashiell, 198 n.ÍNDICE ALFABÉTICO603Hamsun, Knut, 190Hardy, G. H., 537Harriman, Averell, 275Hafek, Jaroslav, 74, 192Havel, Vaclav, 486Haya de la Torre, Víctor Raúl, 140Hayek, Friedrich von, 181, 273, 408, 409,419Heis<strong>en</strong>berg, Werner, S27 n., 530, 531, 537 n.Hemingway, Ernest, 183 n., 186, 195H<strong>en</strong>ze, Hans Werner, 506Hermanos Musulmanes, <strong>en</strong> Egipto, 113, 177Hindemith, Paul, 186Hiroshima, 35, 50Hitler, Adolf, 34, 44, 45, 46, 47, 49, 118, 122,123, 124, 130, 131, 134, 135, 136, 149-181,191, 192, 197, 389Ho Chi Minn, 179, 220, 327Hobbes, Thomas, 230Holanda, 73, 218, 221, 287, 308; véase tambiénPaíses BajosHoliday, Billie, 515homosexualidad, 324, 333, 335, 427Honduras Británica, véase BeliceHong Kong, 271,284, 407Hoover, J. Edgar, 239Horthy, almirante, 120Houphouet-Boigny, F., 433Housman, A. F., 193Hoxha, Enver, 501Hubble, Edwin, 528, 535Hungría, 75-76, 120, 128, 133, 145, 174, 175,232, 256, 299, 383 n., 393, 394, 396, 397,469, 470, 472, 476, 485, 486, 500, 518 n.Hussein, Saddam, 457Ibáñez, Carlos, 112Iglesia católica: declive de su autoridad, 339,558; doctrinas morales <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tadas, 314,339, 421; <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tada al liberalismo, 117,121-122; fascismo y la, 121-122; políticasocial, 121-122; sacerdotes católicos marxistas,450iglesias tradicionales, 339, 436, 558-559; véasetambién Iglesia católicaIlyin, Ivan, 559 n.imperialismo, véase colonialismoIndia: agitación Khilafat, 205; campesinado,294; Congreso Nacional Indio, 176, 214,222-223, 330, 370; descolonización, 59,220, 221-222; elecciones, 354, 355, 370-371; gobierno democrático, 349; industrialización,210; Liga Musulmana, 222, 223;


604 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>literatura, 206; lucha antiimperialista, 176,177; nacionalismo, 73, 211-212, 214-215,217, 218, 219, 370; partición o ruptura,223; raj británico, 219, 223 Indochina, 48,215, 218, 220, 394, 434; véasetambién Vietnam Indonesia, 73, 78, 98,176, 218, 220, 221,294, 423, 435indopakistaníes, guerras, 360industrialización, 104, 108, 209-210, 261-262,264, 266-270, 272, 284, 304-307, 352, 353,376, 381-382, 384, 405, 412-413, 451, 465,466-467, 563, 564; véase también NICinflación, 96-97, 287, 288 informática, 272ing<strong>en</strong>iería g<strong>en</strong>ética, 273, 548 InternacionalSocialista, 447 intifada, 455invernadero, efecto, 545, 561 Irak, 48, 84,118, 178, 214, 223, 246, 251,256, 294, 356, 361, 396 n., 429, 457 Irán,118, 211, 212, 223, 250, 294, 316, 359,360,361,455Irán-Irak, guerra, 36, 361, 433 iraní,revolución, 251, 432, 451-453, 455 Irlanda,113, 114, 118, 213, 222, 243, 299,314, 317 n. Irlanda <strong>del</strong> Norte, 144, 312n., 343, 440 n.,444, 554 islam, 113, 137, 176, 177-178,201, 205, 212-213, 216, 218, 293-294, 316, 369-370, 452-453, 574Islandia, 299, 316Israel, 59, 224, 248, 249, 316, 360, 420, 456Italia, 30, 31, 32, 35, 44, 45, 46, 47, 50-51,56, 115, 122-125, 131, 133-135, 136, 169-171, 179, 242, 243, 256, 261, 266, 272,279, 286, 287, 299, 306, 314, 326, 350,410, 426, 498Jabotinsky, Vladimir, 123, 137Jamaica, 218, 293,407JanaCek, Leos, 185Japón: afinidad con las ideologías fascistas,137-138; agricultura, 99, 293; artes, 195,497, 513; colonialismo, 45, 48, 151, 152,175-176, 177, 210, 218, 220; crecimi<strong>en</strong>toeconómico, 278; economía de <strong>en</strong>treguerras,98-99, 108; guerra mundial: primera, 30,44; segunda, 45, 46, 48-49, 50, 175-176; industria,209, 210; influ<strong>en</strong>cia de los EstadosUnidos, 231,242, 243, 278; modernización,207; régim<strong>en</strong> militarista-nacionalista, 111,118; riqueza personal, 337-338, 410; terremotode 1923, 92jasidismo, 523Jinnah, Muhammad Ali, 206, 223Johnson, presid<strong>en</strong>te L. B., 443Johnson, Philip, 510Joliot-Curie, F. e I., 537 n., 538Jomeini, ayatolá Ruholla, 452Joyce, James, 183 n., 188, 195, 513, 541judíos, 130, 155, 165 n., 172, 174-175, 178,214, 311, 340, 420, 506, 523, 526, 558Kádar, János, 397Kadaré, Ismail, 501Kafka, Franz, 183 n., 193,513Kandinsky, Vassily, 190Kapitsa, Peter, 521Kazajstán, 354 n., 482, 487K<strong>en</strong>nan, George, 237, 238K<strong>en</strong>nedy, John F., 234 n., 235, 240, 246K<strong>en</strong>ia, 224, 225< 269, 296K<strong>en</strong>yatta, Jomo, 219Keynes, John Maynard, 39, 102, 105-106,107, 109, 110, 114, 276,430Keita, Modibo, 434 Kin IISung, 179, 499 Kisch, EgonErwin, 196 Kissinger, H<strong>en</strong>ry,248, 249 Klee, Paul, 190, 193,505 Klemperer, Otto, 192Kondratiev, N. D., 94; ondas largas de, 94 y n.Korda, sir Alexander, 76 n. Kornai, János,418 Kostov, Traicho, 394 Kraus, Karl, 30,192 Krleza, Miroslav, 506 Kruschev, Nikita,79, 234 n., 246, 247, 248 n.,327, 376, 381, 383, 395, 396, 434, 435kurdos, 361Kurosawa, Akita, 497, 513Kuwait, 256, 257, 284Laemmle, Cari, 187laissez-faire, economía <strong>del</strong>, 252, 273, 275,408 n., 412, 479, 488, 556Lang, Fritz, 187 Lange, Oskar,494 Lansburg, George, 158Laos, 349 n., 373, 449 láser,521latinoamericanos, véase América LatinaLaue, Max von, 537


ÍNDICE ALFABÉTICO 605Lawr<strong>en</strong>ce, D. H., 188, 190Le Corbusier, 183 n., 189, 191, 498, 509Leavis, F. R., 188L<strong>en</strong>in, V. I., 66, 68, 69, 70, 71 n., 131, 132,183, 194, 204, 317, 376, 377-379, 386,387-388, 390, 434, 448, 464-465, 537L<strong>en</strong>ingrado, 51, 72 n.Leoncavallo, Ruggiero, 185Lesotho, 422Letonia, 40Levi, Primo, 11Lewis, P. Wyndham, 183Lewis, Sinclair, 195, 497Líbano, 220, 316liberalismo: am<strong>en</strong>aza para los derechos políticos,119-121, 125-126, 129; hundimi<strong>en</strong>to<strong>del</strong>, 116-117, 118-119, 141, 142; Iglesia católicaromana y, 117, 121-122; instituciones<strong>del</strong>, 117-118, 119; rechazo <strong>del</strong> socialismo,117; resurgimi<strong>en</strong>to <strong>del</strong>, 142; valores<strong>del</strong>, 117Liberia, 280, 294, 366, 553Libia, 84, 251, 365Liebknecht, Karl, 76, 387Liga lombarda, 426Lissitzky, El, 190literatura, 188, 192, 197, 497, 504, 506Lituania, 40, 77, 142, 256, 316, 488, 502Litvinov, Maxim, 156Long, Huey, 139Low, David, 381Lu Hsün, 195Lubitsch, Ernst, 187Lugosi, Bela, 76 n.Lumumba, Patrice, 434Lunacharsky, Anatol, 191Luxemburg, Rosa, 76, 317, 387Lys<strong>en</strong>ko, Trofim D<strong>en</strong>isovich, 526-527; «lys<strong>en</strong>koísmo»,539MacArthur, g<strong>en</strong>eral Douglas, 233Macmillan, Harold, 103, 235, 261, 273, 286Madagascar, 349 y n.Magritte, R<strong>en</strong>e, 184, 185Malaparte, Curzio, 350Malaysia, 216, 218, 221, 294, 364, 407, 423,437Malaui, 433 Malevich, Casimir,190 Mali, 355 n., 434 Malraux,André, 502 Manchuria, 45, 60,151, 210 Man<strong>del</strong>a, Nelson, 331Mann, Thomas, 183 n.Mannerheim, mariscal, 120Mao Tse-tung, maoismo, 86, 87, 233 n., 299,301, 327, 350. 390, 395, 417, 443, 448,449, 454, 462, 464-467, 468Marc, Franz, 186Marcuse, Herbert, 441, 445Marruecos, 215, 218, 224, 294Marshall, plan, 244, 278Marx, Karl; marxismo, 26, 65, 66, 79, 80, 81,82 94, 110, 114, 119, 172, 209, 219, 292,317, 375-376, 382 n., 385-388, 392, 393,434, 443, 445, 448, 464-465, 492-493, 538,539, 556; véanse también comunismo; socialistas,socialdemocraciamarxismo-l<strong>en</strong>inismo, 80, 82, 389, 393, 449,492masas, véanse <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to; medios de comunicaciónMascagni, Pietro, 185Matisse, H<strong>en</strong>ri, l£3n., 505matrimonio, 323-325Matteoti, Giacomo, 132Mau-Mau, movimi<strong>en</strong>to, 225, 437Mauricio, isla, 313Mayakovsky, Vladimir, 499McCarthy, Joseph, 239, 438McLuhan, Marshall, 445mecánica cuántica, 530-533medio ambi<strong>en</strong>te, véase ecológicos, problemasmedios de comunicación de masas, 109, 198-200, 573-574M<strong>en</strong>ck<strong>en</strong>, H. L., 182M<strong>en</strong>uhin, Yehudi, 12México, 31, 73, 87, 90, 112, 176, 193, 194,204 n., 205, 283, 293, 301, 302, 325, 348,350, 351, 352, 353, 356, 358, 361, 407,421, 443, 498Mies van der Rohe, Ludwig, 183 n., 189, 190,191, 509-510migración, 95, 125-126, 279, 311-312, 364-365, 560-561Milhaud, Darius, 186militares, golpes y regím<strong>en</strong>es, 84-85, 111,119, 163-164, 257-258, 349-352, 436, 440-442, 457 n.Millikan, Robert, 528 n.Miró, Joan, 185misiles cubanos, crisis de los, véase cubanos,crisis de los misilesMitterrand, Francois, 12-13, 411moda, diseñadores de la, 182, 333Moholy-Nagy, Laszlo, 190Moldavia (Moldova), 39 n., 474, 489 n.


606 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>Molina, M. J., y F. S. Rowland, 544 Molotov,Vyacheslav, 237 Mongolia, 118, 349 n., 373,434, 483 Monnet, Jean, 275 Montalcini, RitaLevi, 11 Mont<strong>en</strong>egro, 41, 175 Moore, H<strong>en</strong>ry,194 Moro, Aldo, 440 Mosley, sir Oswald, 130Mozambique, 422, 434 mujer: de clase media,319, 320, 321; de clase trabajadora, 308,316; emancipación,313, 314, 318; <strong>en</strong> el mercado laboral, 52,312-314, 315, 318, 319, 320-321; <strong>en</strong> el tercer mundo, 316, 366; <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza superior, 313; <strong>en</strong> la política, 315-316, 317; <strong>en</strong>los países comunistas, 317-318; feminismo,314, 318-320, 321; liberación sexual, 324,325; papel público, 315-316; rebelión contra las doctrinas morales impopulares, 314;trabajo doméstico: calcularlo y pagarlo, 338Müller, Heiner, 502multinacionales, compañías, 280, 281Munich, acuerdo de, 45, 152muro de Berlín, 247música, 185-186, 192, 200-201, 496, 500,504, 505-506, 511, 515; jazz, 186, 187-188,201, 332, 515; rock, 201, 288, 326, 328-329, 330,333,441, 508, 511, 515Mussadiq, doctor Mohammed, 223Mussolini, B<strong>en</strong>ito, 80, 112, 122-124, 132,133, 135, 152, 161, 179, 191Mustafa Kemal, véase AtatürkMyrdal, Gunnar, 114, 288nacionalismo, 39, 1 1 1 , 120, 123, 124, 125,127, 132-133, 138, 141-142, 179, 207, 218,221, 344, 416-417, 424-429, 481, 488, 559nacionalsocialismo, 115, 128, 134. 155, 180Naciones Unidas, 429Nagasaki, 35, 50Nagy, Imre, 396Nans<strong>en</strong>, pasaporte, 59Napoleón I, 53, 63, 381,483NASA (National Aeronautics and Space Administration),540Nasser, Gamal Ab<strong>del</strong>, 223, 224, 359natalidad, control de la. 273, 318, 325, 348Nazarbayev, Nursultan, 482, 487Needham, Joseph, 537Nehru, Jawaharlal, 177, 212, 327, 359, 371Nepal, 118, 294,407 n.Neruda, Pablo, 185NIC (Newly Industrializing Countries: paísesde industrialización reci<strong>en</strong>te), 304-305, 353,363, 371,405,413. 564Nicaragua, 86, 140, 449Niemeyer, Osear, 498Nigeria, 219, 269, 283, 366 y n.Nixon, Richard, 239 n., 248, 249, 251Nkrumak Kwame, 225, 352-353, 434Nobel, premios, 234, 408, 497-498, 516, 550Nolde. Emil. 186Noruega, 46, 77, 97, 100, 274, 316, 323, 406 n.novelas policiacas, 197nuclear, <strong>en</strong>ergía, 55, 267nucleares, armas, 55, 233-234, 237, 239, 240,247, 250-251, 251 n., 527Nueva Guinea, 221, 363Nueva Zelanda, 118, 213, 264, 406-407O'Casey, Sean, 192Ochoa, Severo, 12«odio, cultura <strong>del</strong>», 415OECD (Organización para la Cooperación yel Desarrollo Económico), 262, 289, 304,347, 362 offshore (extraterritoriales),finanzas, 280, 281,283 OPEP (Organización de PaísesExportadoresde Petróleo), 247, 249, 251, 265, 281, 288,352, 362,450,451,470-471 ópera, 185,504, 505-506 Opp<strong>en</strong>heimer, Robert, 537ord<strong>en</strong>adores, ci<strong>en</strong>cia de los, 542Organización <strong>del</strong> Tratado C<strong>en</strong>tral (CENTO),359 Organización <strong>del</strong> Tratado <strong>del</strong> SuresteAsiático(SEATO), 359Orwell, George, 392OTAN (Organización <strong>del</strong> Tratado <strong>del</strong> AtlánticoNorte), 241, 244, 252, 359, 361 otomano,imperio, véase Turquía OVNIS (objetosvoladores no id<strong>en</strong>tificados),524 ozono, agujeros de,545Pabst, G. W., 191pacifismo, 58, 157-158Países Bajos, 46, 122, 137, 141, 219, 243,323, 324; véase también Holanda países deindustrialización reci<strong>en</strong>te, véase NIC Pakistán,59, 178, 220, 222, 241, 269, 294,316, 359, 362Palermo, 291


ÍNDICE ALFABÉTICO 607Palestina, 40, 137, 176, 205, 214, 220, 440 n.,455Palma, Brian de, 505 n.Panamá, 251, 280,449 Papua-Nueva Guinea, 358, 363Paradjanov, Sergei, 499Paraguay, 118 París, 88, 301paro, véase desempleoPasternak, Leonid, 499 Patel,Vallabhai, 206 patriarcalismo,323patrón oro, 96, 101, 245-246, 277-278 Pauli,Wolfgang, 537 n. Pauling, Linus, 537, 546Pearl Harbor, 48, 50 P<strong>en</strong>zias, A,, y R. W.Wilson, 528 perestroika, véase URSSperiódicos, aum<strong>en</strong>to de su v<strong>en</strong>ta, 198periodismo, pr<strong>en</strong>sa, 156, 185, 195-200 Perón,Juan Domingo, 139, 140-141, 440, 456 Perú,113, 185, 216, 283. 296, 302-303. 358,361, 366,407,421,436,502Pessoa, Fernando, 194 n.Pétain, mariscal, 130Petrogrado, 72Picasso, Pablo. 183 n., 185, 505 Pilsudski,mariscal, 120 Pinochet, g<strong>en</strong>eral, 300, 441Pintura, 188, 505, 508,511 Planck, Max,529, 530, 532, 536, 54!, 549 planificación,103-104, 114, 275-276, 377,378, 380-381, 399, 472, 476, 480, 482, 494plásticos, 267 Plejanov, G. V., 493 población,crecimi<strong>en</strong>to de la, 262-263, 347,560pogroms, 23, 126, 127 Pol Pot, régim<strong>en</strong> de,449 Polanyi, Karl, 344 Polonia, 40, 41, 45,46, 77, 170, 174, 301,373, 383 n., 394, 396, 397, 420, 421, 423,472, 473, 500, 501-502, 518 n. pop, art,508,511 Popper, Karl. 541 Portugal, 32, 84,121, 141, 224, 225, 243.248. 249, 279. 293. 317 n., 363, 448posfordismo, 306 posmodernismo, 510, 511-512 postimpresionismo, 186 Poul<strong>en</strong>c,Francis, 186 Pound, Ezra, 183, 188, 190Próximo Ori<strong>en</strong>te, 31, 39-40, 47. 84, 214, 223,237, 248-249, 360-361, 422, 553, 559Praga, primavera de, 397-398 Prestes,Luis Carlos, 81 Prev<strong>en</strong>, Jacques, 185,187 Prokofiev, Sergei, 506 n.proletariado, véase clases trabajadorasProust, Marcel, 183 n. Puccini,Giacomo, 185Quebec, 339, 428quisling, 150química, guerra, 36, 429racismo, 124-126, 127, 128, 207, 311, 546radio, 199-200,496Raman, C, 517Ransome, Arthur, 62, 73Ray, Satyadjit, 497Reagan, Donald, 251-252, 253, 411,412refugiados, 59-60, 365, 518regím<strong>en</strong>es militares, véase militares, golpes yregím<strong>en</strong>esReino Unido, véase Gran Bretañarelatividad, teoría de la, 530, 534religión, 205-206, 339, 453, 523, 546, 547-548, 558-559; véase también fundam<strong>en</strong>talismoRemarque, Erich Maria, 193 n.R<strong>en</strong>oir, Jean, 187r<strong>en</strong>ta nacional, estadísticas de la, 114 n.reportajes, 195-196República C<strong>en</strong>troafricana, 355 n., 366República de Suráfrica, véase Suráfricaresist<strong>en</strong>cia, movimi<strong>en</strong>tos de, 86-87, 88, 169-173, 274, 285revolución, 37, 39, 61, 62-9!, 93 130-132,133, 134, 139, 140, 145, 162-163, 167-168,190-191, 231-232, 235, 236, 249, 300-301,432-458, 461-463, 483-485; véanse tambiénlas revoluciones (culturales y políticas)específicasrevolución de octubre, 19, 62-91, 130, 190,207, 372, 373, 450, 485, 493revolución francesa, 52, 62, 63, 121, 125, 370,447, 482, 483, 538revolución tecnológica; derivada de la ci<strong>en</strong>cia,519, 520, 521, 544; efectos culturales, 273;efectos sobre la clase obrera, 306, 307; <strong>en</strong>los años de <strong>en</strong>treguerras, 109; guerra y, 55-56, 267; int<strong>en</strong>siva <strong>en</strong> capital, 269; investigacióny desarrollo, 269; mano de obra,269-270; p<strong>en</strong>etración <strong>en</strong> la conci<strong>en</strong>cia <strong>del</strong>consumidor, 268; transformación de la vida


608 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>cotidiana, 268-269; transporte y comunicaciones,22; y expansión económica, 267-268, 273Rilke, Rainer Maria, 193Rivera, Diego, 194Robbins, Lionel, 276Roberts, Frank, 229Robinson, Mary, 314Rodesia <strong>del</strong> Sur, véase ZimbabueRoma-Berlín, eje, 152Rommel, Erwin, 47Roosevelt, Franklin D., 46, 108, 112, 140,149, 154, 157, 231, 252Roth, Joseph, 77Rouault, Georges, 505Rowland, F. S., y M. J. Molina, 544Roy, M. N., 73Ruanda, 355 n.Rumania, 32, 35, 40, 75, 123, 126, 127, 128,174, 175, 256, 264, 394, 398, 455Rusia (antes de 1917), 19, 24, 35, 37, 39, 64-65, 67-69, 372-373, 384-385, 462 n.Rusia (postsoviética), 489-491, 493; véasetambién URSSruso-polaca, guerra, 77Rutherford, Ernest, 530, 532, 536, 549Ryan, Frank, 138Sadat, Anwar el, 454Sajarov, Andrei, 540Salazar, Oliveira, 121, 123Salter, sir Arthur, 103Salvador, El, 449San Petersburgo (Petrogrado, L<strong>en</strong>ingrado),72 n.Sandino, César Augusto, 86, 140Sarajevo, 12, 29, 60Sarekat Islam, 73Sartre, Jean Paul, 183 n., 498Sassoon, Siegfried, 29Satie, Erik, 185Schonberg. Arnold, 183, 511, 512Schrodinger, Erwin, 532, 537 n., 545 n.Schufftan, Eug<strong>en</strong>, 187SEATO (Organización <strong>del</strong> Tratado <strong>del</strong> SuresteAsiático), 359seguridad social, véase bi<strong>en</strong>estar, sist<strong>en</strong>ias deselección natural, 547Semprún, Jorge, 502S<strong>en</strong>dero Luminoso, 301, 432, 439, 454S<strong>en</strong>egal, 366Serbia, 32, 35,41, 175sexual, revolución, 273, 324-325shade Irán, 451-452, 453Shamir, Yitzhak, 176Shostakovich, Dmitri, 506 n.SIDA, 273, 410 n., 549Sim<strong>en</strong>on, Georges, 198 n.Sin novedad <strong>en</strong> el fr<strong>en</strong>te (Remarque), 193 n.sindicatos, 96, 306, 309, 414Singapur, 221, 284, 407sino-india, guerra, 360sionismo, 40, 123, 137, 176-177, 178, 214;véase también IsraelSiria, 84, 178, 220, 223, 248, 294, 360, 446Smith, Adam, 344Sneevliet, H<strong>en</strong>k, 73socialistas, socialdemocracia, 63, 66, 76, 77,90, 111, 112, 114, 117, 119, 131, 132, 148-181, 242, 243, 252, 274, 275, 285-286, 408,410, 411, 416, 417, 418, 447, 493, 494socialistas, estados, socialismo, 70-71, 242,254, 352, 372-399, 417-421, 438, 451, 459-494; véase también capitalismo fr<strong>en</strong>te a socialismo;URSSsociedad civil, 145, 486sociedad global, revolución de la, 291Sociedad de Naciones, 42, 45, 59, 98, 156Solidaridad, movimi<strong>en</strong>to obrero y sindicatopolaco, 396, 473Solzh<strong>en</strong>itsyn, Alexander, 477 n., 484 n., 500,506Somalia, 144, 180, 258, 349, 355 n., 364, 366,422,448,451, 555Somme, 33soviético-turco, tratado (1921), 40Soyinka, Wole, 498Speer, Albert, 191Sri Lanka, 220, 222, 294, 316, 349 n., 370,407, 569Stalin, José, 47, 78, 79, 81, 119, 156, 173,191, 194, 236, 327, 380, 381, 383, 385,388, 389-390, 392, 393, 394, 395-396, 526Stalin-Ribb<strong>en</strong>trop, pacto (agosto de 1939),156Stalingrado, 48, 73 n.Strauss, Richard, 185Stravinsky, Igor, 183 n., 186, 506 n.Sturgkh, conde, 66Stürmer, Michael, 20subclase, los, 310, 341-342, 415, 566Sudán, 224, 352, 355 n.Suecia, 42, 97, 100, 108, 111, 114, 118, 286,299, 324, 409, 410Suez, crisis de, 224, 233, 245, 287Suiza, 118, 298, 313, 314, 407, 424, 568 n.Sukarno, Achmad, 327, 359


ÍNDICE ALFABÉTICO 609Suráfrica, 48, 79, 118, 137, 213, 224, 252,283, 331, 367,448,501surrealismo, 182, 184-185, 191Tailandia, 99, 118, 349, 359, 423Taiwan, 176, 210, 294, 356, 357Tann<strong>en</strong>berg, 35Tanzania (Tanganíka), 357, 366, 422Tatlin, Vladimir, 183tectónica de placas, 543televisión, 290, 496-497tercer mundo: agricultura, 295, 353-354, 367;alfabetización, 354-355; campesinado, 295,353-354, 356-358; ciudades, 296, 297, 366;conflictos con las tradiciones y valores antiguos,366-367, 369-370; conflictos regionales,360-361; crecimi<strong>en</strong>to demográfico,262-263, 347-348; décadas de crisis (años1970-1990), 405, 421-423; desarrollo económico,362; educación, deseos de t<strong>en</strong>er,355-356; educación y empleos gubernam<strong>en</strong>tales,355; elites occid<strong>en</strong>talizadas, 206,207; empresas estatales, 352; <strong>en</strong>deudami<strong>en</strong>to,crisis por el, 421-422; <strong>en</strong>tidad única, hadejado de serlo, 362; globalización de laeconomía, 363; guerra de guerrillas, 436-442; idea de modernidad, 365, 366-367; índicesde mortalidad, caída de los, 347-348;industrialización, 208, 352, 362-363; inestabilidadsocial y política, 433; innovacionesmédicas y farmacológicas, 348; limitacionesde su atraso, 352; mercados deexportación, proporción, 208-209, 282-283; movimi<strong>en</strong>tos fundam<strong>en</strong>talistas <strong>en</strong> el,365; movimi<strong>en</strong>tos migratorios de obreros,364-365, 368; mujer, papel de la, 316; NIC(«países de reci<strong>en</strong>te industrialización»),264, 353, 363, 371, 405; países de r<strong>en</strong>tabaja, 364; países pobres y ricos, brecha <strong>en</strong>trelos, 362, 423; pot<strong>en</strong>cial revolucionario,434-436, 447-449; radicalización política,217; reforma agraria, 356-358; refugiados,365; regím<strong>en</strong>es militares, 349-350, 351; religiónpolitizada, 559; sistemas políticos,348-349, 370; término, significado <strong>del</strong>,358; transformación social, 368-369, 371;transición demográfica, 348; turismo, 364;valor económico para los occid<strong>en</strong>tales, 208;y la guerra fría, 359; zona de guerra, 433-434; véase también colonialismo; y los paísesconcretosterrorismo, 454-455, 554Thatcher, Margaret, 252, 338, 411-412Therborn, Goran, 372 Thompson, E. P., 204Tiananm<strong>en</strong>, plaza de (<strong>en</strong> Pekín), 301, 455,483Tilak, Bal Ganghadar, 211-212 Tito, mariscal(Josip Broz), 73, 166, 171, 175y n., 327, 359, 398Togliatti, Palmiro, 111 n., 166, 233 n.Tolstoi, Leo M, 195 Torres, Camilo,439 Torrijos, g<strong>en</strong>eral Omar, 449 tortura,57,224, 351,444 totalitarismo, 119, 243,369, 392, 393 Touré, Sekou, 225, 434trabajo, véase clases trabajadorasTransilvania, 39 n. Trave<strong>en</strong>, B., 192Trinidad, 218Trotsky, León, 66, 81, 194, 378, 382, 439, 469Truman, Harry S., 233, 238 Tschichold, Jan,189 Tsvetayeva, Marina, 499 Túnez, 215,218, 224, 294, 364, 365 turco-soviético,tratado (1921), 40 Turing, Alan, 520 turismo,267, 364, 374 Turquía, 32, 39 n., 40, 44, 58,59, 117, 118,205, 211, 212, 213, 214, 294, 313, 359,361, 362 n., 370, 372, 407 n., 501, 506Ucrania, 77, 142, 491Uganda, 355Universo, oríg<strong>en</strong>es <strong>del</strong>, 542-543urbanización, 264-265, 296, 366URSS: aislami<strong>en</strong>to, 43, 119, 375; artes, 499-500; burocratización, 381, 383, 480; campesinado,379, 380, 382-383; «capitalismode estado», 377-378; ci<strong>en</strong>tíficos, 526-527,540; colapso económico, 405, 418, 481-482; colectivización, 382-383; comunismode guerra, 377, 378; crecimi<strong>en</strong>to económico,261, 262, 375, 376, 381, 383-384, 385,398-399; desarrollo económico, fórmulapara el, 376; desc<strong>en</strong>tralización, 480-482;desintegración, 396, 398, 481-482, 484;despolitización de la población, 393; economíade <strong>en</strong>treguerras, 97, 103; economíadirigida o de órd<strong>en</strong>es, 380, 385, 397. 480;economía «paralela» o «sumergida», 384;economía planificada, 376-377, 378, 380-381; «era <strong>del</strong> estancami<strong>en</strong>to» (zastoi), 248,473-474; estado policial, 391; estrategia <strong>en</strong>el tercer mundo, 434-435, 448-449; fronte-


610 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>ras, 373; glasnost y perestroika, 379, 391,474, 477-479, 480, 486, 490; gran terror,383, 389-392; guerra mundial, segunda. 17,46, 47-48, 50, 51, 56, 169, 175; hundimi<strong>en</strong>to odesmoronami<strong>en</strong>to, 252-253, 374; industrialización,376, 378, 379, 380, 384; int<strong>en</strong>tosde reforma, 399, 470, 476-477, 477-480, 488, 493-494; mujeres, papel de las,315; nom<strong>en</strong>klatura, 382, 469, 480; NuevaPolítica Económica (NEP), 377, 378-380,479; planes quinqu<strong>en</strong>ales, 56, 103, 380-381,480; política agraria, 382-383; políticadirigida, 385; presión para el cambio, 475-476;programa de armam<strong>en</strong>to, 250, 475-476;regím<strong>en</strong>es satélites, 236, 254; sistema político,385, 386; soporte para los movimi<strong>en</strong>tosrevolucionarios, 79; y revoluciones, 62-91,167-168, 173, 231, 434-435, 450-451; véasetambién Brezhnev; comunismo; guerra fría;marxismo; revolución de octubre; StalinUruguay, 118, 361, 441Val<strong>en</strong>cia, 291Valiani, Leo, 12Vallejo, César, 185Vargas, Getuüo, 113, 139, 141, 440Vavilov, Nikolai Ivanovich, 526-527V<strong>en</strong>ezuela, 293V<strong>en</strong>turi, Franco, 12Verdún, 33Verne, Julio, 523Versalles, tratado de, 39-40, 42, 44, 105Vertov, Dziga, 196vida, ci<strong>en</strong>cias de la, 545, 546Vi<strong>en</strong>a, 188, 189Vietnam, 87, 217, 220, 221, 225, 249, 349 n.,373, 449, 450, 485 y n. Vietnam, guerras<strong>en</strong>, 221, 241, 245, 248, 278,373, 433, 437, 450Visconti, Lucchino, 513Volgogrado, 73 n.Voznes<strong>en</strong>sky, A. A., 499vuelo espacial tripulado, primer, 540Wajda, Andrzej, 502Wall Street, crisis de la Bolsa de, 98, 565Washington, acuerdo naval de (1922). 44-45Waugh, Evelyn. 194Weber, Max, 126Webern. Anton von, 183Weg<strong>en</strong>er, Alfred, 543Weill, Kurt, 183 n.. 191, 192Weimar. República de, 134. 142-143Wells, H. G.. 523White, Harry Dexter, 277, 430Wilder, Billy. 187Wilson, E. O.. 547Wilson, R. W.. y A. P<strong>en</strong>zias. 528Wilson, Thomas Woodrow, 39, 42. 74. 75Wolf, Christa, 502Wright, Frank Lloyd, 189x<strong>en</strong>ofobia, 125, 128, 279, 365. 554. 559Yalta, confer<strong>en</strong>cia de, 237-238Yeats, William Butler, 183 n., 190Yeltsin, Boris, 481-482, 489. 490-491Yem<strong>en</strong>, 118, 349 n., 446, 451Yom Kippur, guerra <strong>del</strong>, 248Young, plan, 105Yugoslavia, 41, 87, 175, 233, 236. 242, 283.301. 349 n., 394, 395, 396, 399, 424, 447,472 n., 506Zaghlul, Said, 213Zaire, véase Congo belgaZambia, 422Zapata, Emiliano, 194Zimbabue (Rodesia <strong>del</strong> Sur). 224. 448Zinoviev. 474


ÍNDICEPrefacio y agradecimi<strong>en</strong>tosVista panorámica <strong>del</strong> siglo xx7 11PRIMERA PARTE LA ERA DE LASCATÁSTROFESCapítulo I. La época de la guerra total........................................ 29Capítulo II. La revolución mundial................................................ 62Capítulo III. El abismo económico .......................................... 92Capítulo IV. La caída <strong>del</strong> liberalismo............................................. 116Capítulo V. Contra el <strong>en</strong>emigo común........................................... 148Capítulo VI. Las artes, 1914-1945 .......................................... 182Capítulo VII. El fin de los imperios ......................................... 203SEGUNDA PARTE LAEDAD DE OROCapítulo VIII. La guerra fría.............................................................. 229Capítulo IX. Los años dorados ................................................ 260Capítulo X. La revolución social, 1945-1990 ........................ 290Capítulo XI. La revolución cultural ................................................ 322Capítulo XII. El tercer mundo........................................................... 346Capítulo XIII. El «socialismo real» ................................................... 372TERCERA PARTE ELDERRUMBAMIENTOCapítulo XIV. Las décadas de crisis ........................................... 403Capítulo XV. El tercer mundo y la revolución.................................. 432Capítulo XVI. El final <strong>del</strong> socialismo................................................. 459Capítulo XVII. La muerte de la vanguardia: las artes despuésde 1950................................................................................................. 495Capítulo XVIII. Brujos y apr<strong>en</strong>dices: las ci<strong>en</strong>cias naturales , . . 516Capítulo XIX. El fin <strong>del</strong> mil<strong>en</strong>io ................................................. 551


6 1 2 HISTORIA DEL SIGLO <strong>XX</strong>Bibliografía.................................................................................................577Otras lecturas ............................................................................................. 594índice alfabético .........................................................................................597


En esta <strong>Biblioteca</strong>LA ERA DE LA REVOLUCIÓN, 1789-1848LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1875 LAERA DEL IMPERIO, 1875-1914

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