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PATRICK ROTHFUSSRike lo miró extrañado.—¿Quieres una piedra de las hadas?—Piedra de la hadas —Bast lo repitió con una burla tan mordaz queRike se ruborizó avergonzado—. Ya eres mayorcito para estas tonterías—Bast miró al niño—. ¿Quieres mi ayuda o no? —preguntó.—La quiero —dijo Rike con un hilo de voz.—Entonces quiero una piedra de río. —Bast señaló de nuevo alarroyo—. Tienes que ser tú quien la encuentre. No puede ser nadie más.Y tienes que encontrarla seca en la orilla.Rike asintió.—De acuerdo —Bast dio dos palmadas—. Ve.Rike se fue y Bast volvió al árbol d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ámpago. No había niñosesperando para hablar con él, así que dejó pasar <strong>el</strong> tiempo. Tiró piedrasal arroyo y hojeó C<strong>el</strong>um Tinture, mirando algunas de las ilustraciones.Calcificación. Titulación. Sublimación.Brann, f<strong>el</strong>izmente no azotado y con una mano vendada, le trajo dosbollos dulces envu<strong>el</strong>tos en un pañu<strong>el</strong>o blanco. Bast se comió uno yreservó <strong>el</strong> segundo.Viette trajo brazadas de flores y un d<strong>el</strong>icado lazo azul. Bast tejió unacorona con las margaritas entr<strong>el</strong>azando <strong>el</strong> lazo entre los tallos.Entonces, mirando <strong>el</strong> sol, vio que casi era la hora. Bast se quitó lacamisa y la llenó con la riqueza amarilla y roja de los nometoques queViette le había traído. Añadió <strong>el</strong> pañu<strong>el</strong>o y la corona, entonces buscó unpalo e hizo un hatillo para poder llevarlo todo más fácilmente.El Árbol d<strong>el</strong> R<strong>el</strong>ámpago Página 51

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