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Libro de saga BD ~ Primo shelepy
Libro de saga BD ~ Primo shelepy
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2
MODERADORA:<br />
Moni<br />
TRADUCTORAS:<br />
Valentine Rose<br />
Janira<br />
Daniela Agrafojo<br />
Val_17<br />
Miry GPE<br />
*~ Vero ~*<br />
Marie.Ang<br />
Pau_07<br />
becky_abc2<br />
Sandry<br />
3<br />
Mire<br />
Val_17<br />
Miry<br />
Laurita Pi<br />
Dannygonzal<br />
CORRECTORAS:<br />
Mery St. Clair<br />
Jadasa<br />
Sandry<br />
Janira<br />
Fany<br />
REVISIÓN FINAL:<br />
Mery St. Clair<br />
DISEÑO:<br />
Yessy
Prólogo<br />
Capítulo 1<br />
Capítulo 2<br />
Capítulo 3<br />
Capítulo 4<br />
Capítulo 5<br />
Capítulo 6<br />
4<br />
Capítulo 7<br />
Capítulo 8<br />
Capítulo 9<br />
Capítulo 10<br />
Agradecimientos<br />
Sobre el Autor
5<br />
América Mason, una atrevida estudiante de la Universidad Estatal del<br />
Este, está enamorada de un Maddox, Shepley Maddox. A diferencia de su<br />
primo, Shepley es más un amante que un peleador, pero un viaje a la casa de<br />
sus padres en Wichita, Kansas podría significar dar el siguiente paso o el<br />
final de todo.
Traducido por Valentine Rose & Janira<br />
Corregido por Mire<br />
Shepley<br />
—Deja de ser un marica —dijo Travis, golpeándome en el brazo.<br />
6<br />
Fruncí el ceño y eché un vistazo alrededor para ver quién escuchó. La<br />
mayoría de mis compañeros de primer año estaban al alcance del oído,<br />
pasándonos con dirección a la cafetería de la Universidad Estatal del Este para<br />
orientación. Reconocí varios rostros de la secundaria Eakins, pero habían incluso<br />
más que no reconocí, como por ejemplo el de las dos chicas que iban caminando<br />
juntas: una vistiendo un chaleco de punto y una trenza castaña, la otra con cabello<br />
rubio ondulado y pantalones cortos. Echó un vistazo en mi dirección por medio<br />
segundo y luego continuó, como si fuera un objeto inerte.<br />
Travis levantó sus manos, una gruesa pulsera de cuero en su muñeca<br />
izquierda. Quería arrancársela y golpearlo con ella.<br />
—¡Lo lamento, Shepley Maddox! —gritó mi nombre mientras miraba a<br />
nuestro alrededor, pareciendo más como un robot o un muy mal actor.<br />
Inclinándose a mí, susurró—:‖Olvidé‖que‖ya‖no‖tengo‖que‖llamarte‖así…‖al‖menos,‖<br />
no aquí en el campus.<br />
—O en cualquier parte, imbécil. ¿Por qué siquiera viniste si vas a actuar<br />
como un idiota? —pregunté.<br />
Con sus nudillos, Travis le dio un golpecito al borde inferior del ala de mi<br />
gorra de béisbol, casi botándola antes de agarrarla. —Recuerdo la orientación de<br />
mi primer año. No puedo creer que ya pasó un año. Es tan raro, joder. —Sacando<br />
un encendedor de su bolsillo, prendió un cigarrillo y soltó una nube de humo gris.<br />
Un par de chicas merodeando cerca suspiraron de amor, e intenté no<br />
vomitar.<br />
—Joder, eres tan raro. Gracias por mostrarme el camino. Ahora vete de aquí.
—Hola, Travis —saludó una chica desde el otro lado de la acera.<br />
Travis la miró, asintiendo, y luego me dio un fuerte codazo. —Nos vemos,<br />
primo. Mientras tú escuchas mierda aburrida, yo voy a estar profundamente<br />
enterrado en esa morena.<br />
Travis saludó a la chica, quien sea que fuera. La había visto en algunos<br />
sótanos de algunos campus el año pasado cuando fui con Travis a sus peleas en El<br />
Círculo, pero desconocía su nombre. Pude verla interactuar con Travis y supe todo<br />
lo necesario. Ya se encontraba dominada.<br />
El total semanal de Travis disminuyó un poco desde su primer año, pero no<br />
por mucho. Nunca lo confesó, pero podía darme cuenta que se sentía aburrido por<br />
la escasez de desafíos de parte del sexo opuesto. Esperaba conocer a alguna chica<br />
que Travis no hubiese recostado en nuestro sofá.<br />
7<br />
Las pesadas puertas necesitaron más que un simple tirón, y luego entré,<br />
sintiendo un alivio instantáneo por el aire acondicionado. Mesas rectangulares<br />
estaban juntan, desde un lado al otro, creando cinco hileras separadas<br />
estratégicamente en áreas para ir y venir, y para acceder a la línea de comida y al<br />
mostrador de ensaladas. Una solitaria mesa redonda se encontraba en una esquina,<br />
y allí se hallaba la rubia con su amiga y un extravagante tipo con pelo rubio parado<br />
en las puntas, que parecía haberse estrellado en una pared en el nacimiento de su<br />
pelo.<br />
Darius Washington estaba sentado al final de las hileras de las mesas,<br />
bastante cerca de la mesa redonda, por lo que esperé a que él me viera. Una vez<br />
que miró en mi dirección, me hizo un gesto con la mano justo como esperé, y me le<br />
uní, sintiéndome muy avivado por el hecho de estar a menos de tres metros de la<br />
rubia. No miré hacia atrás. Travis era un arrogante hijo de puta la mayoría del<br />
tiempo, pero estar a su alrededor significaba conseguir lecciones gratis sobre cómo<br />
conseguir la atención de una chica.<br />
Lección número uno: Persigue, pero no corras.<br />
Darius saludó a la gente de la mesa redonda.<br />
Le hice un gesto. —¿Los conoces?<br />
Sacudió su cabeza. —Solo a Finch. Lo conocí ayer cuando me mudé a la<br />
residencia. Es graciosísimo.<br />
—¿Y a las chicas?<br />
—No, pero son sexys. Ambas.<br />
—Necesito presentarme con la rubia.
—Finch parece ser amigo de ella. Han estado hablando desde que se<br />
sentaron. Veré que puedo hacer.<br />
Coloqué firmemente mi mano en su hombro, dando un vistazo hacia atrás.<br />
Ella encontró mi mirada, sonrió, y la alejó.<br />
Mantén la calma, Shep. No lo arruines.<br />
Esperar que algo tan extremadamente aburrido como orientación terminara<br />
fue incluso peor, debido a la anticipación de conocer a esa chica. De vez en cuando,<br />
podía escucharla reírse. Me prometí que no miraría, pero fallé varias veces. Era<br />
preciosa, con unos ojos verdes y largo cabello ondulado, como si acabase de estar<br />
en la playa y dejó que se secara al natural. Cuanto más me esforzaba por escuchar<br />
su voz, más ridículo me sentía, pero había algo en ella, incluso desde el primer<br />
vistazo, me tenía planeando formas para impresionarla o hacerla reír. Haría lo que<br />
sea para que me prestara atención, inclusive por cinco minutos.<br />
8<br />
Una vez que nos dieron nuestros paquetes, y el plano del campus, menús y<br />
reglas fueron explicados hasta el cansancio, el decano de estudiantes, el Sr.<br />
Johnson, nos permitió irnos.<br />
—Espera a que salgamos —dije.<br />
Darius asintió. —Tranquilo. Yo me encargo. Al igual que en los viejos<br />
tiempos.<br />
—En los viejos tiempos perseguíamos a chicas de secundarias. Ella, sin<br />
duda, no es una chica de secundaria. Probablemente ni siquiera lo fue cuando<br />
asistía a la secundaria —dije, siguiendo a Darius—. Es confiada. También parece<br />
experimentada.<br />
—Nah, hermano. A mí me parece una buena chica.<br />
—No hablaba de ese tipo de experiencia —gruñí.<br />
Darius soltó una carcajada. —Cálmate. Ni siquiera la has conocido. Tienes<br />
que ser cauteloso. ¿Recuerdas a Anya? Terminaste todo involucrado con ella, y<br />
pensamos que ibas a morir.<br />
—Hola, cabrón —dijo Travis desde debajo de un árbol con sombra, casi a<br />
noventa metros de distancia de la entrada. Soltó la última nube de humo y lo arrojó<br />
al suelo, pisándolo con su bota. Tenía la sonrisa satisfecha de un hombre luego de<br />
un orgasmo.<br />
—¿Cómo? —dije, escéptico.<br />
—Su residencia es la de allá —dijo, asintiendo hacia Morgan Hall.
—Darius va a presentarme con una chica —dije—.‖ Tan‖ solo…‖ quédate‖<br />
callado.<br />
Travis enarcó una ceja y luego asintió. —Por supuesto, cariño.<br />
—Lo digo en serio —dije, observándolo. Metí mis manos en los bolsillos de<br />
mis vaqueros, e inhalé profundamente, observando a Darius conversar con Finch.<br />
La morena ya se había ido, pero gracias a Dios, su amiga parecía interesada<br />
en quedarse.<br />
—Deja de moverte —dijo Travis—. Luces como si fueras a mearte en los<br />
pantalones.<br />
—Cállate —siseé.<br />
9<br />
mí.<br />
Darius apuntó en mi dirección, y Finch y la rubia nos miraron a Travis y a<br />
—Mierda —dije, mirando a mi primo—. Háblame. Parecemos acosadores.<br />
—Eres tan adorable —dijo Travis—. Será amor a primera vista.<br />
—¿Est{n…‖est{n‖viniendo‖hacia‖ac{?‖—pregunté. Mi corazón se sentía como<br />
si fuera arañar mi caja torácica, y sentí una repentina urgencia de golpear el trasero<br />
de Travis por ser tan poco serio.<br />
Travis ojeó por su visión periférica. —Sí.<br />
—¿En serio? —dije, intentando contener mi sonrisa. Una hilera de sudor se<br />
escapó del nacimiento de mi cabello, y lo sequé con rapidez.<br />
Travis sacudió su cabeza. —Voy a golpearte en las pelotas. Ya estás<br />
enloqueciendo por esta chica, y ni siquiera la has conocido.<br />
—Hola —saludó Darius.<br />
Giré y me di cuenta de la mano que me tendió para chocar las cinco y<br />
saludarnos.<br />
—Él es Finch —informó Darius—. Vive al lado de mi cuarto.<br />
—Hola —saludó Finch, sacudiendo mi mano con una sonrisa coqueta.<br />
—Me llamo América —dijo la rubia, tendiéndome su mano—. La<br />
orientación fue horrible. Menos mal somos de primer año una vez.<br />
Era incluso más hermosa de cerca. Sus ojos brillaban, su cabello<br />
resplandecía bajo el sol, y sus largas piernas parecían el paraíso en aquellos<br />
pantalones cortos blancos y deshilachados. Era casi igual de alta que yo, incluso
usando sandalias, y la forma de su boca cuando hablaba, con sus labios carnosos,<br />
era demasiado sexy.<br />
Tomé su mano y la sacudí una vez. —¿América?<br />
Sonrió. —Vale, anda. Haz un chiste pervertido. Los he escuchado todos.<br />
—¿Has‖ escuchado‖ el‖ que‖ dice:‖ “Me‖ gustaría‖ follarte‖ por‖ la‖ libertad”?‖ —<br />
preguntó Travis.<br />
Le di un codazo, intentando mantener la seriedad.<br />
América notó mi gesto. —De hecho, sí.<br />
—Así‖que…‖¿aceptar{s‖mi‖oferta?‖—bromeó Travis.<br />
—No —respondió América sin dudar.<br />
Sí. Es perfecta.<br />
—¿Y qué hay de mi primo? —preguntó Travis, empujándome tan fuerte que<br />
me tambaleé.<br />
10<br />
—Venga —dije, casi rogando—. Discúlpalo —le dije a América—. No lo<br />
sacamos mucho a pasear.<br />
—Ya veo por qué. ¿De verdad es tu primo?<br />
—Trato de no contárselo a la gente, pero sí.<br />
Le dio un vistazo a Travis, y luego regresó su atención a mí. —Entonces,<br />
¿vas a decirme cómo te llamas?<br />
—Shepley. Maddox —agregué por si acaso.<br />
—¿Qué harás más tarde, Shepley?<br />
—¿Qué haré yo más tarde? —pregunté.<br />
Travis me dio un empujoncito con su brazo.<br />
Lo aparté de mí. —¡No me jodas más!<br />
América soltó una risita. —Sí, tú. Sin duda no le pediré una cita a tu primo.<br />
—¿Por qué no? —preguntó Travis, simulando estar insultado.<br />
—Porque no salgo con niños de dos años.<br />
Darius soltó una carcajada y Travis sonrió, sin imputarse. Se comportaba<br />
como un imbécil a propósito para hacerme lucir como un príncipe encantador. El<br />
perfecto compañero.<br />
—¿Tienes auto? —preguntó.
—Sí —respondí.<br />
—Recógeme frente a Morgan Hall a las seis.<br />
—Sí…‖sí,‖eso‖haré.‖Nos‖vemos‖—dije.<br />
Ya se encontraba despidiéndose con Finch y alejándose.<br />
—Mierda —suspiré—. Creo que estoy enamorado.<br />
Travis suspiró, y con una palmada, agarró mi nuca. —Por supuesto que lo<br />
estás. Vámonos.<br />
11
América<br />
Pasto recién cortado, asfalto ardiendo en el sol, y los gases del tubo de<br />
escape, son los olores que me recuerdan al momento en que Shepley Maddox salió<br />
del Charger negro clásico y corrió por los escalones del Morgan Hall hacia donde<br />
yo me encontraba de pie.<br />
Sus ojos escanearon mi largo vestido azul claro, y sonrió. —Luces genial.<br />
No, más que genial. Luces como si debiera dar lo mejor de mí.<br />
—Tú luces más o menos —dije, notando su camiseta y lo que parecían sus<br />
mejores pantalones. Me incliné—. Pero hueles increíble.<br />
Las mejillas se le sonrojaron lo suficiente para notarse a través de la piel<br />
bronceada, y me ofreció una sonrisa conocedora. —Ya me han dicho que luzco más<br />
o menos. Eso no me disuadirá de cenar contigo.<br />
—¿Te lo han dicho?<br />
12<br />
Asintió<br />
—Mentían. Al igual que yo. —Lo pasé, bajando los escalones.<br />
Shelpley se apresuró a pasarme, llegando a la manija de la puerta del lado<br />
del pasajero antes que yo. Tiró de ella, abriéndola con un solo movimiento.<br />
—Gracias —dije, sentándome en el asiento del pasajero.<br />
El cuero se sentía frío contra mi piel. El interior había sido recién limpiado y<br />
aspirado, y olía a ambientador.<br />
Cuando se sentó y se volvió hacia mí, no pude evitar sonreír. Su entusiasmo<br />
era‖adorable.‖Los‖chicos‖en‖Kansas‖no‖eran‖tan…‖entusiastas.<br />
Por el tono dorado de su piel y los brazos musculosos y sólidos que se<br />
abultaban cada vez que los movía, decidí que debió haber trabajado afuera todo el<br />
verano, tal vez embalando heno o cargando algo pesado. Sus ojos marrones<br />
verdosos prácticamente brillaban y el cabello oscuro, no tan corto como el de<br />
Travis, fue iluminado por el sol, recordándome el color caramelo caliente de Abby.<br />
—Iba a llevarte a un restaurante italiano aquí, en la ciudad, pero afuera está<br />
lo‖ suficientemente‖ fresco‖ para…‖ yo…‖ yo‖ solo‖ quería‖ pasar‖ el‖ rato‖ y‖ llegar‖ a‖<br />
conocerte sin ser interrumpidos por un mesero. Así que, hice esto —dijo, haciendo<br />
un gesto con la cabeza hacia el asiento trasero—. Espero que esté bien.
Me tensé, volviéndome lentamente para ver de lo que estaba hablando. En<br />
medio del asiento, asegurado con un cinturón de seguridad, se encontraba una<br />
cesta tejida, oculta bajo una manta gruesa doblada.<br />
13<br />
voz.<br />
—¿Un día de campo? —dije, incapaz de ocultar la sorpresa y alegría en mi<br />
Él respiró, aliviado. —Sí, ¿está bien?<br />
Me di la vuelta en el asiento, rebotando una vez que miré hacia adelante. —<br />
Ya veremos.<br />
Shepley nos condujo a un pastizal privado al sur de la ciudad. Aparcó en un<br />
camino estrecho de grava y salió el tiempo suficiente para desbloquear la verja y<br />
abrirla. El motor del Charger rugió mientras conducía por dos líneas paralelas de<br />
suelo sin hojas en medio de hectáreas de pasto crecido.<br />
—Has usado mucho el camino ¿eh?<br />
—Esta tierra pertenece a mis abuelos. Hay un estanque en el fondo, donde<br />
Travis y yo solíamos ir a pescar todo el tiempo.<br />
—¿Solían?<br />
Se encogió de hombros. —Éramos los más pequeños. Ambos perdimos a<br />
nuestros dos pares de abuelos en el tiempo en que nos hallábamos en la escuela<br />
media. Además de encontrarnos ocupados con los deportes y clases en la<br />
secundaria, no se sentía bien pescar aquí sin el abuelo.<br />
—Lo siento —dije. Aún tenía a todos mis abuelos, y no podía imaginar<br />
perder a ninguno—. ¿Dos pares? Quieres decir, ¿tres pares? —dije, pensando en<br />
voz alta—. Oh Dios, lo siento. Eso fue grosero.<br />
—No,‖no…‖es‖una‖pregunta‖v{lida.‖Me‖la‖hacen‖un‖montón.‖Somos‖primos‖<br />
por partida doble. Nuestros papás son hermanos, y nuestras mamás hermanas. Lo<br />
sé. Extraño. ¿No?<br />
—No, en realidad, es bastante genial.<br />
Después que alcanzamos una pequeña colina. Aparcó el Charger bajo la<br />
sombra de un árbol a nueve metros de un estanque de cinco hectáreas. El calor del<br />
verano contribuyó al crecimiento de las plantas y nenúfares, y el agua se hallaba<br />
hermosa, surcándose por la briza ligera.<br />
Shepley me abrió la puerta, y salí al pasto recién cortado. Mientras miraba<br />
alrededor, se metió en el asiento trasero, reapareciendo con la cesta y la manta. Sus<br />
brazos se hallaban libres de cualquier tatuaje, a diferencia de su muy entintado
primo. Me preguntaba si tendría alguno bajo la camiseta. Entonces, tuve el<br />
repentino impulso de quitarle la ropa para encontrar la respuesta.<br />
Extendió la manta multicolor con un movimiento, y la dejó perfectamente<br />
en el suelo.<br />
—¿Qué? —preguntó—.‖¿Es…?<br />
—No,‖ es‖ genial.‖ Solo…‖ esa‖ manta‖ es‖ tan hermosa. No creo que debería<br />
sentarme en ella. Parece bastante nueva. —La tela seguía nueva y tenía pliegues<br />
donde fue doblada.<br />
Shepley hinchó el pecho. —Mi mamá la hizo. Hizo docenas. Me hizo esta<br />
cuando me gradué. Es una réplica. —Sus mejillas se sonrojaron.<br />
—¿De qué?<br />
Tan pronto como hice la pregunta, hizo una mueca.<br />
Traté de no sonreír. —¿Es una versión más grande de tu mantita de la<br />
infancia, no es así?<br />
14<br />
Cerró los ojos y asintió. —Sí.<br />
Me senté en la manta y crucé las piernas, acariciando el espacio a mi lado. —<br />
Ven aquí.<br />
—No me encuentro seguro de poder. Creo que acabo de morir de<br />
vergüenza.<br />
Lo miré, entrecerrando un ojo por un rayo de luz escapando de las hojas del<br />
árbol. —También tengo una mantita. Murfin se encuentra en mi habitación, bajo mi<br />
almohada.<br />
Los hombros se le relajaron y se sentó, colocando la cesta delante de él. —<br />
Blake.<br />
—¿Blake?<br />
—Supongo que‖trataba‖de‖decir‖“blank” 1 y después se convirtió en Blake.<br />
Sonreí. —Me gusta que no mientas.<br />
Se encogió de hombros, aún avergonzado. —De todos modos, no soy muy<br />
bueno en ello.<br />
Me incliné, golpeándole el hombro con el mío. —También me gusta eso.<br />
1 Blank es manta en inglés.
Shepley sonrió y abrió la cesta, sacando un plato cubierto de queso y<br />
galletas, luego una botella de vino y dos copas de champán de plástico.<br />
Reprimí la risa, y Shepley rió.<br />
—¿Qué? —preguntó.<br />
—Es‖solo…‖esta‖es‖la‖cita‖m{s‖linda‖que‖he‖tenido.<br />
Sirvió el vino. —¿Eso es algo bueno?<br />
Esparcí el queso Brie en la galleta y le di una mordida, asintiendo, y luego<br />
tomé un pequeño sorbo de vino para bajarlo. —Definitivamente tienes una A por<br />
esfuerzo.<br />
—Bien. No quiero que sea tan linda para ser puesto en la zona de amigos —<br />
dijo, casi para sí.<br />
Lamí la galleta y el vino de mis labios, mirándolo. El aire entre nosotros<br />
cambió.‖Era‖m{s‖denso…‖eléctrico.‖Mi‖incline‖hacia‖él,‖quien‖hizo‖un‖intento‖fallido‖<br />
de ocultar la sorpresa y la emoción de sus ojos.<br />
15<br />
—¿Puedo besarte? —pregunté.<br />
Sus cejas se alzaron. —¿Quieres…‖ quieres‖ besarme?‖ —Miró alrededor—.<br />
¿Ahora?<br />
—¿Por qué no?<br />
Parpadeó. —Solo…‖mmm…‖una‖chica‖nunca‖me‖ha‖pedido…<br />
—¿Te hago sentir incómodo?<br />
Rápidamente negó. —Definitivamente eso no es lo que siento ahora mismo.<br />
Acunó mis mejillas y me atrajo sin dudarlo ni un segundo. Inmediatamente<br />
abrí la boca, saboreando la humedad de su labio inferior. Su lengua era suave y<br />
cálida y sabía cómo a caramelo de menta.<br />
Hice un sonido, y se alejó.<br />
—Vamos‖a,‖mmm…‖hice‖s{ndwiches.‖¿Quieres‖de‖jamón‖o‖de‖pavo?<br />
Me toqué los labios, sonriendo, y luego me obligué a poner el rostro serio.<br />
Shepley se veía conmocionado, de la mejor manera posible. Me entregó un<br />
cuadrado envuelto en papel de cera y, cuidadosamente, pellizqué la esquina hasta<br />
que vi el pan blanco.<br />
—Gracias a Dios —dije—. ¡El pan blanco es lo mejor!<br />
—Lo sé, ¿verdad? No soporto el pan integral.
—¡El pan blanco y las calorías son lo mejor!<br />
Saqué el papel y probé el sándwich de pavo y queso suizo, hecho<br />
cuidadosamente, con ese olor a aderezo de chiplote, lechuga y tomate. Miré<br />
horrorizada a Shepley. —Oh Dios.<br />
Dejó de masticar y tragó. —¿Qué?<br />
—¿Tiene tomates?<br />
Los ojos se le llenaron de horror. —Joder. ¿Eres alérgica? —Miró alrededor<br />
frenéticamente—. ¿Tienes un auto inyector de epinefrina? ¿Debo llevarte al<br />
hospital?<br />
Caí hacia atrás, jadeando y agarrándome la garganta.<br />
Shelpley se cernió sobre mí, inseguro de dónde tocarme o cómo ayudarme.<br />
—Joder. ¡Joder! ¿Qué debo hacer?<br />
Lo agarré de la camiseta y lo jalé hacia mí, concentrándome en hablar. Las<br />
palabras salieron, finalmente. —Boca a boca —susurré.<br />
16<br />
Se tensó, y luego todos sus músculos se relajaron. —¿Estás jugando<br />
conmigo?<br />
Se sentó mientras yo me eché a reír.<br />
—Jesús, Mare. ¡Estaba enloqueciendo!<br />
Mi risa se desvaneció y le sonreí. —Mi mejor amiga me llama Mare.<br />
Suspiró. —Así que voy a ser puesto en la zona de amigos.<br />
Levanté la mano sobre mi cabeza, torciendo un mechón de mi largo cabello,<br />
sintiendo el pasto fresco debajo del brazo. —Mejor contrarrestarlo con afecto<br />
agresivo.<br />
Levantó una ceja. —No estoy seguro de poder manejarte.<br />
—No lo sabrás si no lo intentas.<br />
Shepley se sujetó con los brazos a cada lado mío, y luego se inclinó hacia<br />
abajo, tocando sus labios con los míos. Bajé la mano, sujetando mi falda, y sonreí<br />
mientras el dobladillo subía por mis rodillas. Sus labios besaban los míos mientras<br />
se posicionaba entre mis piernas con un movimiento suave.<br />
Sus manos se sentían tan bien en mi piel, y mis caderas rodaron y se<br />
movieron en reacción. Enganchó su mano en la parte posterior de mi rodilla,<br />
jalándola contra sus caderas.<br />
—Santa mierda —dijo contra mis labios.
Lo jalé más cerca. La dureza detrás de la cremallera presionada contra mí, y<br />
gemí, sintiendo la tela en mis dedos mientras le desabrochaba los pantalones.<br />
Cuando metí la mano en sus pantalones, Shepley se congeló. —No traje<br />
un…‖no‖esperaba‖esto.‖Para‖nada.<br />
Con la mano libre, saqué un pequeño paquete del lado de mi sostén sin<br />
tirantes. —¿Deseas uno de estos?<br />
Shepley miró el cuadrado de aluminio en mi mano, y le cambió la expresión.<br />
Se sentó sobre las rodillas, mirándome, mientras me elevaba yo misma sobre mis<br />
codos.<br />
—Déjame adivinar —dije, saboreando la acidez en mis palabras—. Nos<br />
acabamos de conocer, soy atrevida sexualmente y traje un condón, así que debe<br />
significar que soy una puta, volviéndote totalmente desinteresado.<br />
Frunció el ceño.<br />
—Dilo. Di lo que piensas —dije, desafiándolo—. Dímelo en la cara. Puedo<br />
soportarlo.<br />
17<br />
—Esta chica es elocuente y divertida y, muy posiblemente, la criatura más<br />
hermosa que conoceré alguna vez en la vida. ¿Cómo, en nombre de Dios, me las<br />
arreglé para estar en este momento con ella? —Se inclinó hacia adelante, medio<br />
confundido, medio asustado—. No me encuentro seguro de si esto es una prueba.<br />
—Miró mis labios—. Porque, créeme, si lo es, quiero pasarla.<br />
Sonreí y lo atraje para otro beso. Ladeó la cabeza, inclinándose<br />
ansiosamente.<br />
Lo mantuve a raya, solo a unos centímetros de mi boca. —Puedo ser rápida,<br />
pero me gusta ser besada lentamente.<br />
—Puedo hacer eso.<br />
Los labios de Shepley eran llenos y suaves. Tenía un aire de nerviosismo e<br />
inexperiencia, pero la manera en que me besó me dijo una historia diferente. Me<br />
dio un beso suave en la boca una vez, prolongándolo un poco, antes de alejarse, y<br />
luego me volvió a besar.<br />
—¿Es verdad? —susurró—. ¿Que las chicas rápidas no suelen quedarse por<br />
mucho tiempo?<br />
—De eso se trata ser rápido. No sabes qué harás hasta que lo haces.<br />
Exhaló. —Solo hazme un favor —dijo entre besos—. Cuando te encuentres<br />
lista para alejarte, trata de desilusionarme fácilmente.
—Tú primero —susurré.<br />
Me recostó en la manta, finalizando lo que empecé.<br />
18
Traducido por Daniela Agrafojo<br />
Corregido por Val_17<br />
Shepley<br />
América se veía como un ángel, presionando el teléfono contra su oreja,<br />
lágrimas resplandecientes bajando por su rostro. A pesar de que no eran lágrimas<br />
felices, aun así era hermosa.<br />
19<br />
Golpeó la pantalla y sostuvo su teléfono en el espacio entre sus piernas<br />
cruzadas. La gruesa carcasa rosada yacía en la palma de su elegante mano y su<br />
larga falda verde oliva, recordándome nuestra primera cita, la cual resultó ser el<br />
primer‖día‖que‖nos‖conocimos…‖junto‖con‖algunas‖otras‖primeras‖veces.‖La amé<br />
entonces, pero la amaba todavía más ahora, siete meses y una ruptura después,<br />
incluso con marcas de rímel y los ojos inyectados en sangre.<br />
—Están casados. —Dejó salir una risa ahogada y se limpió la nariz.<br />
—Lo escuché. ¿Supongo que el Honda está en el aeropuerto? Puedo llevarte<br />
y después seguirte al apartamento. ¿Cuándo aterriza su vuelo?<br />
Sollozó, molestándose consigo misma. —¿Por qué estoy llorando? ¿Qué<br />
sucede conmigo? Ni siquiera estoy sorprendida. ¡Nada de lo que hacen puede<br />
sorprenderme ya!<br />
—Hace dos días, pensamos que estaban muertos. Ahora, Abby es la esposa<br />
de‖Travis…‖y‖tú‖acabas‖de‖conocer‖a‖mis‖padres.‖Ha‖sido‖un‖gran‖fin‖de‖semana,‖<br />
nena. No te castigues.<br />
Toqué su mano, y pareció relajarse, pero no duró mucho antes de que se<br />
tensara.<br />
—Estás emparentado con ella —dijo—. Sólo soy la amiga. Todos están<br />
emparentados excepto yo. Soy una intrusa.
Puse mi brazo alrededor de su cuello y la atraje hacia mi pecho, besando su<br />
cabello. —Serás parte de la familia muy pronto.<br />
Me alejó, otro molesto pensamiento flotando alrededor de su linda cabecita.<br />
—Son recién casados, Shep.<br />
—¿Y?<br />
—Piénsalo. No van a querer un compañero de cuarto.<br />
Fruncí el ceño. ¿Qué demonios voy a hacer?<br />
Tan pronto como la respuesta apareció en mi mente, sonreí. —Mare.<br />
—¿Sí?<br />
—Deberíamos conseguir un apartamento.<br />
Negó con la cabeza. —Ya hablamos sobre eso.<br />
—Lo sé. Quiero hablarlo de nuevo. La fuga de Travis y Abby es la excusa<br />
perfecta.<br />
20<br />
—¿En serio?<br />
Asentí.<br />
La observé pacientemente mientras las posibilidades nadaban detrás de sus<br />
ojos, las esquinas de sus labios curvándose más a cada segundo.<br />
—Es‖emocionante‖pensar‖en‖eso,‖pero‖en‖realidad…<br />
—Será perfecto —dije.<br />
—Deana me odiará aún más.<br />
—Mi mamá no te odia.<br />
Me miró con incertidumbre. —¿Estás seguro?<br />
—Conozco a mi mamá. Le gustas. Mucho.<br />
—Entonces hagámoslo.<br />
Me senté con incredulidad por un momento y luego la alcancé. Era casi<br />
irreal, el hecho de que todo el fin de semana estuvo en el hogar donde crecí, y<br />
ahora, se encontraba sentada en mi cama. Desde el día en que nos conocimos, me<br />
sentí como si la realidad hubiera sido alterada. Milagros como América<br />
simplemente no me pasaban a mí. No sólo tenía mi pasado y mi increíble presente<br />
entrelazados, sino que América Mason acababa de aceptar dar el siguiente paso<br />
conmigo. Llamarlo un gran fin de semana sería un eufemismo.
—Voy a tener que encontrar un empleo —dije, tratando de recuperar el<br />
aliento—. Tengo un poco de dinero ahorrado de las luchas, pero considerando el<br />
incendio, no veo ninguna pelea ocurriendo en algún momento pronto, si es que<br />
vuelven a ocurrir alguna vez.<br />
América sacudió la cabeza. —No querría que fueras de todos modos, no<br />
después de la otra noche. Es demasiado peligroso, Shep. Vamos a estar yendo a<br />
funerales por semanas.<br />
Como una bomba, sus palabras alejaron toda la emoción de nuestra<br />
discusión.<br />
—No quiero pensar en eso.<br />
—¿No tienes una reunión mañana?<br />
Asentí. —Vamos a juntar algo de dinero para las familias y hacer algo en<br />
casa en honor a Derek, Spencer, y Royce. Todavía no puedo creer que se hayan ido.<br />
Aun no lo he asimilado, supongo.<br />
21<br />
América se mordió el labio y luego puso su mano en la mía. —Estoy tan<br />
contenta de que no estuvieras ahí. —Negó con la cabeza—. Puede que sea egoísta,<br />
pero es todo en lo que puedo pensar.<br />
—No es egoísta. He pensado lo mismo sobre ti. Si papá no hubiera insistido<br />
en que te trajera a‖casa‖este‖fin‖de‖semana…‖podríamos‖haber‖estado‖ahí,‖Mare.<br />
—Pero no lo estuvimos. Estamos aquí. Travis y Abby se fugaron, y vamos a<br />
mudarnos juntos. Quiero pensar en cosas felices.<br />
Comencé a hacer una pregunta, pero dudé.<br />
—¿Qué?<br />
Sacudí la cabeza.<br />
—Dilo.<br />
—Sabes cómo son Travis y Abby. ¿Y si se separan? ¿En dónde nos dejaría<br />
eso a nosotros?<br />
—Probablemente tendríamos que dejar que uno de ellos se quede en nuestro<br />
sofá y escucharlos discutir en nuestra sala hasta que vuelvan a estar juntos.<br />
—¿Crees que permanecerán juntos?<br />
—Creo‖que‖ser{‖inestable‖por‖un‖tiempo.‖Ellos‖son…‖vol{tiles.‖Pero‖Abby‖es‖<br />
diferente con Travis, y viceversa. Creo que se necesitan de la manera más genuina.<br />
¿Entiendes lo que quiero decir?
Sonreí. —Sí.<br />
Miró alrededor de mi habitación, sus ojos deteniéndose en mis trofeos de<br />
béisbol y una foto de mis primos y yo cuando tenía como once años.<br />
—¿Te pateaban el trasero todo el tiempo? —preguntó—. Eras el primo<br />
pequeño de los hermanos Maddox. Eso tuvo que haber sido una…‖locura.<br />
—No —dije simplemente—. Éramos más como hermanos que primos. Yo<br />
era el más joven, así que me protegían. Thomas nos trataba como bebés a Travis y a<br />
mí. Travis siempre nos metía en problemas. Yo era el pacificador, supongo,<br />
siempre pidiendo misericordia. —Me reí ante los recuerdos.<br />
—Voy a tener que preguntarle a tu mamá sobre eso alguna vez.<br />
—¿Sobre qué?<br />
—Cómo ella y Diane terminaron con Jack y Jim.<br />
—Papá afirma que sucedió con mucha delicadeza —dije, riéndome—.<br />
Mamá dice que fue un choque de trenes.<br />
22<br />
—Suena como nosotros; Travis y Abby, y tú y yo. —Sus ojos brillaron.<br />
Pasó casi un año desde que me mudé, y mi dormitorio era casi el mismo. Mi<br />
vieja computadora todavía acumulaba polvo sobre el pequeño escritorio de<br />
madera en la esquina, los mismos libros se encontraban en las estanterías, y dos<br />
incómodas fotos de la graduación se encontraban metidas en portarretratos baratos<br />
sobre la mesita de noche. Las únicas cosas faltantes eran fotos y periódicos<br />
recortados de mis días de fútbol que solía colgar en las paredes grises. Se sentía<br />
como si la secundaria hubiera pasado hace toda una vida. Cualquier vida sin<br />
América se sentía como un universo alternativo. El incendio y el matrimonio de<br />
Travis solidificaron de alguna manera mis sentimientos por ella.<br />
Una calidez se apoderó de mí, lo que solo pasaba cuando ella se encontraba<br />
cerca. —Entonces, supongo que eso significa que somos los próximos —dije sin<br />
pensarlo.<br />
—¿Los próximos en qué? —El reconocimiento empujó sus cejas hasta la<br />
línea de su cabello, y se puso de pie—. Shepley Walker Maddox, mantén tus<br />
diamantes para ti mismo. No me encuentro cerca de estar lista para casarme. Solo<br />
juguemos a la casita y seamos felices, ¿de acuerdo?<br />
—De acuerdo —dije, levantando las manos—. No quise decir pronto. Solo<br />
dije próximos.<br />
Se sentó. —Está bien. Sólo para que quede claro, tengo que planear la<br />
segunda boda de Travis y Abby, y no tengo tiempo para otra.
—¿Segunda boda?<br />
—Ella me lo debe. Hicimos una promesa hace mucho tiempo de que<br />
seríamos las damas de honor de la otra. Va a tener una despedida de soltera real y<br />
una boda real, y va a dejarme planearla. Toda. Es mía —dijo, sin un indicio de<br />
sonrisa en sus labios.<br />
—Entendido.<br />
Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello, su cabello sofocándome. Enterré<br />
mi cara más profundamente en sus mechones dorados, dándole la bienvenida a la<br />
asfixia si eso significaba estar cerca de ella.<br />
—Tu cuarto está realmente limpio, y también tu habitación en el<br />
apartamento —susurró—. No soy una loca de la limpieza.<br />
—Lo sé.<br />
—Podrías hartarte de mí.<br />
—No es posible.<br />
23<br />
—¿Me amarás para siempre?<br />
—Más tiempo que eso.<br />
Me apretó con fuerza, dejando salir un suspiro contento, el tipo de suspiro<br />
por el que me rompía el trasero, me ponía tan malditamente feliz cada vez que lo<br />
hacía. Sus dulces suspiros felices eran como el primer día de verano, como si todo<br />
fuera posible, como si fuera mi súper poder.<br />
—¡Shepley! —llamó mamá.<br />
Me incliné y tomé la mano de América, guiándola fuera de mi habitación,<br />
por el pasillo, y por las escaleras hacia la sala de estar. Mis padres se hallaban<br />
sentados ahí, en su usado sofá de dos puestos, sosteniéndose las manos. Los<br />
muebles eran lo primero que compraron juntos, y se negaban a deshacerse de ellos.<br />
El resto de la casa estaba llena de cuero contemporáneo y un diseño rústicomoderno,<br />
pero pasaban la mayor parte de su tiempo en el nivel inferior, junto al<br />
pasillo de mi habitación, en la desgastada tela floral de su primer sillón.<br />
cena.<br />
—Tendremos que salir por un rato, mamá. Volveremos a tiempo para la<br />
—¿A dónde van? —preguntó.<br />
América y yo intercambiamos miradas.<br />
—Abby acaba de llamar. Quería que pasáramos por el apartamento un rato<br />
—dijo América.
Las dos se encontraban bien versadas en sacar de la manga verdades a<br />
medias. Imaginaba que Abby le enseñó bien a América después de que se mudara<br />
a Wichita. Tenían mucho que hacer escabulléndose por ahí cuando hacían viajes a<br />
Las Vegas siendo menores de edad, así Abby podría apostar y ayudar a su padre<br />
perdedor a salir de las deudas.<br />
Papá se echó hacia adelante en su asiento. —¿Crees que puedas esperar por<br />
un minuto? Tenemos que hacerte algunas preguntas.<br />
—Tengo que conseguir mi bolso —dijo América, excusándose con gracia.<br />
Mamá sonrió, pero fruncí el ceño.<br />
—¿De qué se trata esto?<br />
—Siéntate, hijo —dijo papá, palmeando el brazo de la silla reclinable de<br />
cuero marrón junto a su sillón.<br />
—Me gusta ella —dijo mamá—. De verdad, realmente me gusta. Es confiada<br />
y fuerte, y también te ama de esa manera.<br />
24<br />
—Eso espero —dije.<br />
—Lo hace —dijo mamá con una sonrisa de complicidad.<br />
—Entonces…‖—comencé—. ¿Qué necesitan decirme que no podían hacerlo<br />
delante de ella?<br />
Mis padres se miraron entre sí, y luego papá palmeó la rodilla de mamá con<br />
su mano libre.<br />
—¿Es malo? —pregunté.<br />
Lucharon por encontrar las palabras, respondiendo sin hablar.<br />
—De acuerdo. ¿Qué tan malo es?<br />
—Llamó el tío Jim —dijo papá—. La policía estuvo en su casa anoche,<br />
haciendo preguntas sobre Travis. Creen que es responsable por la pelea en Keaton<br />
Hall. ¿Sabes algo de eso?<br />
—Puedes decirnos —dijo mamá.<br />
—Sé acerca de la pelea —dije—. No fue la primera. Pero Travis no se<br />
encontraba ahí. Vieron cuando lo llamé. Se hallaba en el apartamento.<br />
Papá se retorció en su asiento. —No está en el apartamento en este<br />
momento. ¿Sabes en dónde se encuentra? Abby también está desaparecida.<br />
—Están bien —dije simplemente. No quería responder eso de todos modos.<br />
Papá me miró fijamente. —¿En dónde están, hijo?
—Travis todavía no habla con el tío Jim, papá. ¿No crees que primero<br />
deberíamos darle una oportunidad?<br />
Papá lo consideró. —Shepley…‖¿tuviste algo que ver con esas peleas?<br />
—He estado en algunas de ellas. La mayoría este año.<br />
—Pero no en esa —aclaró mamá.<br />
—No, mamá, estuve aquí.<br />
—Eso es lo que le dijimos a Jim —dijo papá—. Y es lo que le diremos a la<br />
policía si preguntan.<br />
—¿No te fuiste? ¿En algún momento durante la noche? —preguntó mamá.<br />
—No. Recibí un mensaje sobre la pelea, pero este fin de semana era<br />
importante para América. Ni siquiera respondí.<br />
Mamá se relajó.<br />
—¿Cuándo se fue Travis? ¿Y por qué? —preguntó papá.<br />
25<br />
—Papá —dije, tratando de ser paciente—, el tío Jim te dirá después de que<br />
Travis hable con él.<br />
América se asomó desde la puerta de mi habitación, y le hice señas para que<br />
se uniera a nosotros.<br />
—Deberíamos irnos —dijo.<br />
Asentí.<br />
—¿Volverán para la cena? —preguntó mamá.<br />
—Sí, señora —dijo América.<br />
La arrastré por las escaleras detrás de mí hacia el nivel principal y por la<br />
puerta.<br />
—Busqué su vuelo —dijo mientras subíamos al Charger—. Dos horas más.<br />
—Entonces deberíamos llegar a Chicago justo a tiempo.<br />
América se inclinó y besó mi mejilla. —Travis podría estar en muchos<br />
problemas, ¿no?<br />
—No si puedo evitarlo.<br />
—Nosotros, cariño. No si podemos evitarlo.<br />
Bajé la vista para encontrar sus ojos.
Travis ya me había costado mi relación con América una vez. Lo amaba<br />
como un hermano, pero no la arriesgaría de nuevo. No podía dejarla proteger a<br />
Travis y meterse en problemas con las autoridades, incluso si ella quería hacerlo.<br />
—Mare, te amo por decir eso, pero necesito que te quedes fuera de esto.<br />
Arrugó la nariz con disgusto. —Guau.<br />
—Travis se llevará a muchas personas con él si todo esto explota. No quiero<br />
que seas una de ellas.<br />
—¿Y tú? ¿Serás una de ellas?<br />
—Sí —dije sin dudarlo—. Pero tú estuviste en la casa de mis padres todo el<br />
fin de semana. No sabes nada. ¿Entiendes?<br />
—Shep…<br />
—Lo digo en serio —dije. Mi voz era inusualmente severa, y ella se echó un<br />
poco hacia atrás—. Promételo.<br />
26<br />
—No…‖ no‖ puedo‖ prometerte‖ eso.‖ Abby‖ es‖ mi‖ familia.‖ Haría‖ lo‖ que‖ fuera‖<br />
para protegerla. Por ende, eso incluye a Travis. Estamos juntos en esto, Shepley.<br />
Travis haría lo mismo por ti o por mí, y lo sabes.<br />
—Eso es diferente.<br />
—En absoluto. Ni siquiera un poco.<br />
Me incliné para besar esos labios malditamente tercos que amaba tanto, y<br />
giré la llave, encendiendo el Charger. —Ellos pueden conducir tu auto a casa.<br />
—Oh, no —dijo, mirando por la ventana—. La última vez que los dejé tomar<br />
prestado mi auto, se casaron sin mí.<br />
Me reí entre dientes.<br />
—Déjame cerca del Honda. Los llevaré a casa, y ambos me van a escuchar<br />
durante todo el camino. Y Travis tampoco va a librarse yéndose contigo, así que si<br />
pregunta…<br />
Sacudí la cabeza con diversión. —No me atrevería.
Traducido por Val_17<br />
Corregido por Miry GPE<br />
América<br />
Me sequé el sudor por encima de mi labio superior con el dorso de una<br />
mano, bajando la parte superior de mi enorme sombrero con la otra. Al otro lado<br />
de las palmeras y arbustos florales de todos los brillantes colores imaginables, se<br />
encontraban Taylor y Falyn sentados en una mesa en Bleuwater.<br />
27<br />
Me quité mis enormes gafas de sol negras y entrecerré los ojos, viéndolos<br />
discutir. La segunda boda en la isla perfecta que me tomó la mayor parte del año<br />
planear, y los chicos Maddox la arruinaban.<br />
—Jesús. —Suspiré—. ¿Ahora qué pasa?<br />
Shepley me agarró la mano, mirando en la misma dirección hasta que<br />
encontró el problema. —Oh. No se ven felices en absoluto.<br />
—Thomas y Liis también están peleando. Los únicos que se llevan bien son<br />
Trent y Cami, y Tyler y Ellie, pero Ellie nunca se enoja.<br />
—Tyler‖y‖Ellie‖no‖est{n‖realmente…‖juntos‖—dijo Shepley.<br />
—¿Por qué todo el mundo sigue diciendo eso? Están juntos. Simplemente no<br />
dicen que están juntos.<br />
—Ha sido así durante mucho tiempo, Mare.<br />
—Lo sé. Ya es suficiente.<br />
Shepley puso mi espalda contra su pecho y acarició mi cuello. —Nos<br />
olvidaste.<br />
—¿Eh?<br />
—Te olvidaste de nombrarnos. Nos llevamos bien.
Hice una pausa. Planificar, organizar y asegurarme de que todo fluyera sin<br />
problemas me mantuvo ocupada. Aparte de la recepción en Sails, apenas y vi a<br />
Shepley. Pero él no se quejó ni una vez.<br />
Toqué su mejilla. —Siempre nos llevamos bien.<br />
Shepley ofreció una media sonrisa. —Travis oficialmente se ha casado dos<br />
veces antes que el resto de nosotros.<br />
—Trenton no se queda atrás.<br />
—No sabes eso.<br />
—Se hallan comprometidos, cariño. Estoy bastante segura.<br />
—No han fijado fecha.<br />
Alisé mi pareo negro y tiré de Shepley hacia la playa. —¿No lo apruebas?<br />
Se encogió de hombros. —No lo sé. Es raro. Ella salió con Thomas primero.<br />
Simplemente no haces eso.<br />
28<br />
—Bueno, lo hizo. Y si no lo hubiera hecho, Trent no estaría tan feliz. —Me<br />
detuve en el borde de la arena, apuntando a un pequeño grupo de Maddoxs<br />
reunidos a la orilla del agua.<br />
Travis se encontraba sentado en un sillón blanco de plástico, fumando un<br />
cigarrillo y mirando fijamente el océano. Trenton y Camille se hallaban a pocos<br />
metros de él, mirándolo con expresiones preocupadas.<br />
Mi estómago se hundió. —Oh, no. Oh, mierda.<br />
—Ahora voy —dijo Shepley, soltando mi mano para caminar hacia Travis.<br />
—Arréglalo.‖ No‖ me‖ importa‖ lo‖ que‖ tengas‖ que‖ decir‖ o‖ hacer…‖ sólo‖<br />
arréglalo. No pueden pelear en su luna de miel.<br />
Shepley me hizo un gesto, haciéndome saber que tenía todo bajo control.<br />
Sus zapatos movían la arena mientras avanzaba hacia donde se encontraba su<br />
primo. Travis parecía devastado. No podía imaginar lo que pudo ocurrir entre la<br />
felicidad conyugal de la noche anterior y esta mañana.<br />
Shepley se sentó con los pies plantados entre su silla y la de Travis, y<br />
aplaudió. Travis no se movió. No reconoció a Shepley. Simplemente se quedó<br />
mirando el agua.<br />
—Esto es malo —susurré.
—¿Qué es malo? —preguntó Abby, sobresaltándome—. Vaya. ¿Estás<br />
saltarina esta mañana? ¿Qué miras? ¿Dónde está Shep? —Estiró el cuello para<br />
mirar más allá de mí hacia la playa.<br />
—Joder —susurró—. Eso se ve mal. ¿Shepley y tú pelearon?<br />
Me di la vuelta. —No. Shepley fue a averiguar qué le pasa a Trav. ¿Lo<br />
hicieron? ¿Pelear, quiero decir?<br />
Abby negó con la cabeza. —No. Estoy bastante segura de que nadie le<br />
llamaría‖pelear‖a‖lo‖que‖me‖hizo‖toda‖la‖noche.‖Combate‖cuerpo‖a‖cuerpo‖tal‖vez…<br />
—¿Te dijo algo esta mañana?<br />
—Se fue antes de que me despertara.<br />
—Ahora,‖él…‖¡se‖ve‖así!‖—dije, señalándolo—. ¿Qué diablos pasó?<br />
—¿Por qué gritas?<br />
29<br />
—¡No grito! —Tomé una respiración—.‖ Quiero‖ decir…‖ lo‖ siento.‖ Todo‖ el‖<br />
mundo está enojado. No quiero personas enojadas en esta boda. Quiero que la<br />
gente sea feliz.<br />
—La boda terminó, Mare —dijo Abby, palmeando mi espalda mientras<br />
pasaba. Se acercó a la playa.<br />
El matrimonio la volvió confiada, más tranquila y más lenta para reaccionar<br />
cuando algo andaba mal. Abby tenía la seguridad de saber que si un problema los<br />
atormentaba, ellos lo resolverían tomados de la mano y uno al lado del otro. Travis<br />
el Novio fue impredecible, pero Travis el Esposo era el compañero de Abby, la<br />
única familia real que tenía.<br />
Casi podía ver el triunfo en su forma de moverse mientras se acercaba a él y<br />
a Shepley. Lo que sea que estuviera mal, Abby no tenía miedo. Travis era<br />
invencible, igual que ella. No tenían nada que temer.<br />
Esa parte de estar casada era atractiva para mí, pero casarse con un Maddox<br />
requería‖ trabajo,‖ y‖ todavía‖ no‖ estaba‖ segura‖ de‖ encontrarme‖ lista‖ para‖ eso…‖<br />
incluso si mi Maddox era Shepley.<br />
Al momento en que Abby se arrodilló junto a Travis, él envolvió los brazos a<br />
su alrededor y enterró el rostro en el hueco de su cuello. Shepley se levantó y dio<br />
unos pasos hacia atrás, mirándome por un momento antes de ver a Abby hacer su<br />
magia.<br />
—Buenos días, retoño —dijo mamá, tocando mi hombro.<br />
Me giré para abrazarla. —Hola. ¿Cómo dormiste?
Mamá miró a su alrededor y suspiró. Las líneas a cada lado de su boca se<br />
profundizaron cuando sonrió. —Este lugar, América. De verdad hiciste un buen<br />
trabajo.<br />
—Demasiado bueno —bromeó papá.<br />
—Mark, detente —dijo mamá, empujándolo con el codo—. Ya ha dicho que<br />
no tiene prisa. Déjala en paz. —Me miró—. ¿Todavía iremos a almorzar?<br />
—Sí —dije, distraída por Travis abrazando a Abby en la playa. Me mordí el<br />
labio. Al menos no peleaban, o tal vez hacían las paces.<br />
—¿Qué pasa? —preguntó papá. Miró en la misma dirección que yo, de<br />
inmediato viendo a Travis y Abby—. Dios mío, no están discutiendo, ¿verdad?<br />
—No. Todo está bien —le aseguré.<br />
—Travis no atacó a algún tipo borracho por mirar a su esposa, ¿verdad?<br />
—No. —Me reí—. Travis se encuentra m{s‖tranquilo…‖un‖poco.<br />
—Abby tiene la cara, Pam —dijo papá.<br />
30<br />
—No, no la tiene —espeté, más para mí misma que para él.<br />
—Tienes razón —dijo mamá—. Esa definitivamente es la cara.<br />
Se referían a la cara de póquer de Abby. Ningún extraño pensaría en ello,<br />
pero todos sabíamos lo que significaba.<br />
Me giré hacia ellos con una sonrisa falsa. —Reservé una mesa para seis<br />
personas. Creo que Jack y Deana ya se dirigen para allá. Voy a buscar a Shepley, y<br />
nos encontraremos allí.<br />
Mamá parpadeó y fingió que no sabía que trataba de deshacerme de ellos, al<br />
igual que todas las veces en que ignoraron la cara de póquer de Abby cuando<br />
íbamos a ser atrapadas en una mentira. Mis padres no eran estúpidos, pero<br />
tampoco eran estrictos en ese aspecto, siempre y cuando nos mantuviéramos a<br />
salvo, nos permitían cometer errores. No sabían que esos errores se realizaron en<br />
Las Vegas.<br />
—América —dijo mamá. Su tono me alertó de algo más grave que la escena<br />
en la playa—. Tenemos una idea de lo que se trata este almuerzo.<br />
—No, no la tienes —comencé.<br />
Levantó la mano. —Antes de hacer que todos en la mesa nos pongamos<br />
incómodos, tu padre y yo ya lo discutimos, y nuestra decisión no ha cambiado.
Mi boca se abrió, y mis palabras se tropezaron con mi lengua varias veces<br />
antes de que pudiera formar una frase coherente. —Mamá, por favor, simplemente<br />
escúchanos.<br />
—Todavía te quedan dos años —dijo mamá.<br />
—Es‖un‖gran‖apartamento.‖Est{‖cerca‖del‖campus…‖—dije.<br />
—La escuela nunca ha sido fácil para ti —interrumpió mamá.<br />
—Shepley y yo estudiamos todo el tiempo. Tengo un promedio de trespunto-cero.<br />
—Apenas —dijo mamá, con tristeza en sus ojos.<br />
Odiaba que me dijera que no, pero lo haría cuando sintiera que era<br />
importante, lo cual me hacía más difícil el discutirle.<br />
—Mam{…<br />
31<br />
—América, la respuesta es no. —Papá negó con la cabeza, levantando las<br />
manos, con las palmas hacia fuera—. No vamos a financiar un apartamento con tu<br />
novio, y no creemos que puedas mantener calificaciones satisfactorias y trabajar las<br />
horas suficientes para pagar el alquiler, ni siquiera la mitad. No sabemos lo que<br />
piensan los padres de Shepley, pero no podemos estar de acuerdo. Todavía no.<br />
Mis hombros cayeron. Durante semanas, Shepley preparó un discurso con<br />
réplicas tranquilas y argumentos sólidos. Estaría devastado —otra vez— al igual<br />
que la última vez que anunciamos que nos iríamos a vivir juntos y nos lo<br />
prohibieron.<br />
—Papá —gimoteé, en un último esfuerzo.<br />
No se movió. —Lo siento, retoño. Agradeceríamos que no sacaras el tema en<br />
el almuerzo. Es nuestro último día. Vamos a…<br />
—Entiendo. Está bien —dije.<br />
Ambos me abrazaron y luego se dirigieron hacia el restaurante. Fruncí los<br />
labios, tratando de encontrar una manera de darle la noticia a Shepley. Nuestro<br />
plan fue hundido antes de que incluso tuviéramos la oportunidad de presentárselo<br />
a nuestros padres.
Shepley<br />
—Mierda —dije en voz baja.<br />
La conversación de América con sus padres no parecía agradable, y cuando<br />
se alejaron y me miró, supe lo que ocurrió.<br />
—Trav, mírame —dijo Abby, sosteniendo su barbilla hasta que sus ojos se<br />
enfocaron en los suyos.<br />
—No puedo decírtelo. Eso es lo más sincero que puedo ser.<br />
Abby puso las manos en sus caderas y se mordió los labios, escaneando el<br />
horizonte. —¿Al menos puedes contarme por qué no puedes decírmelo? —Lo miró<br />
con sus grandes ojos grises.<br />
—Thomas‖me‖pidió‖que‖no‖lo‖hiciera,‖y‖si‖lo‖hago…‖no‖seremos‖capaces‖de‖<br />
estar juntos.<br />
32<br />
—Sólo contéstame esto —dijo Abby—. ¿Tiene que ver con otra mujer?<br />
Confusión y luego horror se reflejó en los ojos de Travis, y la volvió a<br />
abrazar. —Cristo, nena, no. ¿Por qué preguntarías eso?<br />
Abby lo abrazó, apoyando la mejilla en su hombro. —Si no es alguien más,<br />
entonces confío en ti. Supongo que no lo sabré.<br />
—¿En serio? —preguntó Travis.<br />
—Travis, ¿qué diablos pasa? —pregunté.<br />
Travis me frunció el ceño.<br />
—Shep —dijo Abby—, esto es entre Thomas y Travis.<br />
Asentí. Si no se lo dijo a Abby, no iba a decírmelo a mí. —Está bien. —<br />
Golpeé el hombro de Travis con un lado de mi puño—. ¿Te sientes mejor? Abby es<br />
genial con eso.<br />
—No diría eso —dijo Abby—. Pero lo voy a respetar. Por ahora.<br />
Una sonrisa cautelosa se extendió por el rostro de Travis, y le tendió la<br />
mano a su esposa.<br />
—Oye —dijo América—. ¿Todo bien aquí?<br />
—Estamos bien —dijo Abby, sonriéndole a Travis.<br />
Travis se limitó a asentir.
América me miró, la brisa del mar movió los gruesos mechones de su largo<br />
cabello rubio. —¿Podemos hablar?<br />
Fruncí el ceño, y ella hizo una mueca.<br />
—No me mires así —dijo.<br />
Travis y Abby caminaron por la playa, dejándonos solos.<br />
—Te vi con tus padres. Parecía una conversación intensa.<br />
—No fue agradable. Sabían por qué pedimos almorzar con ellos y tus<br />
padres. Me pidieron que no sacara el tema.<br />
33<br />
—Quieres decir, ¿mudarnos juntos? —dije, mi cuerpo entero sintiéndose<br />
tenso.<br />
—Sí.<br />
—Pero…‖no‖han‖oído‖lo‖que‖tenemos‖que‖decir.‖Tengo‖puntos.<br />
—Lo sé. Pero se enfocan en mis notas, y no creen que vaya a ser capaz de<br />
trabajar y mantener mi promedio.<br />
—Nena, te ayudaré.<br />
—Lo‖sé.‖Pero…‖tienen‖razón.‖Si‖no‖tengo‖tiempo‖para‖estudiar,‖no‖importar{‖<br />
lo mucho que me ayudes.<br />
Habíamos elegido un apartamento. Ya pagué un adelanto para mantenerlo.<br />
Fruncí el ceño. —Está bien, entonces yo nos mantendré. Me tomaré un<br />
descanso de la escuela si tengo que hacerlo.<br />
—¿Qué? ¡No! Esa es una idea terrible.<br />
Agarré sus pequeños brazos en mis manos. —Mare, somos adultos.<br />
Podemos vivir juntos si queremos.<br />
—Mis padres no me apoyarán si vivo contigo. Lo dijeron, Shep. No me<br />
ayudarán con la matrícula o los libros, ni con los gastos para vivir. Ellos creen que<br />
no es la decisión correcta.<br />
—Se equivocan.<br />
—Hablas sobre dejar la escuela. Creo que tienen razón.<br />
Mi corazón empezó a acelerarse. Esto se sentía como el principio del fin. Si a<br />
América no le interesaba mudarse, tal vez perdía el interés en mí por completo.<br />
—Cásate conmigo —espeté.<br />
Su nariz se arrugó. —¿Perdón?
—No pueden decir nada si estamos casados.<br />
—Eso no cambiará los hechos. Todavía tendré que trabajar, y mis<br />
calificaciones van a sufrir.<br />
—Te lo dije. Yo nos mantendré.<br />
—¿Y abandonar la escuela? No. Eso es estúpido, Shep. Ya basta.<br />
—Si‖Travis‖y‖Abby‖pueden‖hacerlo…<br />
—No somos Travis y Abby. Definitivamente no nos casaremos para resolver<br />
un problema como ellos lo hicieron.<br />
Sentí que mis venas se hinchaban con enojo, la presión haciendo hervir la<br />
sangre en mi cara y agrupándose detrás de mis ojos. Me alejé de ella, doblando las<br />
manos en la cima de mi cabeza, deseando que el genio Maddox se calmara. Las<br />
olas llegaban a la orilla, y podía oír a Trenton y Camille hablando en una dirección,<br />
Travis y Abby en la otra.<br />
34<br />
Niños con sus familias, parejas jóvenes y viejas empezaban a salir de sus<br />
habitaciones. Nos rodeaba gente que tenía todo controlado. América y yo<br />
llevábamos más tiempo juntos que Travis y Abby, y que Trent y Camille. Ellos se<br />
encontraban casados o comprometidos, y América y yo ni siquiera podíamos llegar<br />
al siguiente paso.<br />
Por detrás de mí, América pasó los brazos por debajo de los míos,<br />
entrelazando sus dedos en mi cintura, presionando su mejilla y tetas contra mi<br />
espalda. Levanté la vista hacia el cielo. Jodidamente amaba cuando hacía eso.<br />
—No hay prisa, cariño —susurró—. Va a pasar. Sólo tenemos que ser<br />
pacientes.<br />
—Así‖que…‖no‖hay‖que‖tocar‖el‖tema‖en‖el‖almuerzo.<br />
Se movió, tratando de negar con la cabeza contra mi espalda.<br />
Exhalé un profundo suspiro. —Mierda.
Traducido por Miry GPE<br />
Corregido por Laurita PI<br />
América<br />
—Feliz aniversario para ti —canté, entregándole a Abby una tarjeta y una<br />
pequeña caja blanca con un lazo azul.<br />
35<br />
Miró su reloj y luego se secó los ojos. —Me gustó mucho más nuestro<br />
primer aniversario.<br />
—Probablemente porque lo planeé, estábamos en Saint Thomas, y todo fue<br />
perfecto.<br />
Abby me lanzó una mirada.<br />
—O porque Travis estaba de hecho presente —dije, tratando de ocultar el<br />
odio en mi voz.<br />
Travis viajaba mucho por trabajo, y aunque Abby parecía entender,<br />
ciertamente yo no. Trabajaba a tiempo parcial como entrenador personal después<br />
de sus clases, pero en algún momento, el propietario le pidió que viajara por<br />
ventas o... no estaba muy segura. Era un salario mucho mejor, pero siempre de<br />
último minuto, y él nunca decía que no.<br />
—No me des esa mirada, Mare. Se encuentra en camino ahora mismo. No<br />
puede evitar que su vuelo se retrasara.<br />
—Pudo no viajar cruzando la mitad del país tan cerca de su aniversario. Deja<br />
de defenderlo. Es indignante.<br />
—¿Para quién?<br />
—¡Para mí! La que tiene que verte llorar sobre la tarjeta de aniversario que<br />
escribió antes de irse porque sabía que existía una buena posibilidad de que se lo<br />
perdiera. ¡Debería estar aquí!
Abby sorbió por la nariz y suspiró. —No quería perdérselo, Mare. Se siente<br />
mal por eso. No lo hagas peor.<br />
—Bien —dije—. Pero no te dejaré aquí sola. Me quedaré hasta que él llegue.<br />
Abby me abrazó, apoyé la barbilla sobre su hombro, mirando alrededor del<br />
oscuro apartamento. Se veía tan diferente de cuando entré por primera vez por la<br />
puerta de nuestro primer año. Travis insistió en que Abby personalizara el espacio<br />
a su gusto después de que Shepley se mudara, poco después de que se casaran. En<br />
lugar de los señalamientos de calle y de los carteles de cerveza, las paredes se<br />
encontraban adornadas con pinturas, fotos de la boda y fotos familiares con Toto.<br />
Había lámparas, mesas y decoración de cerámica.<br />
Me giré de nuevo para mirar los platos llenos de comida fría en la pequeña<br />
mesa de comedor. La vela se consumió a gotas secas de cera que casi tocaban la<br />
madera reciclada.<br />
—La cena huele bien. Me aseguraré de frotarme en ella.<br />
Shepley me envió un mensaje, y tecleé una rápida respuesta.<br />
36<br />
—¿Shep? —preguntó Abby.<br />
—Sí. Pensó que estaría en casa ahora.<br />
—¿Cómo va eso?<br />
—Es un loco de la limpieza, Abby. ¿Cómo crees que va? —dije, disgustada.<br />
—Estabas tan enojada cuando tus padres dijeron que no podías vivir con él.<br />
Ambos se enfurruñaron en los dormitorios un año y medio. Ellos al final cedieron,<br />
y ahora, lo odias.<br />
—No lo odio. Temo que él me odiará.<br />
—Han sido casi tres años, Mare. Si fuera posible para Shepley hacer algo<br />
más que adorarte, dudo que sería sobre algo como un par de calcetines sucios.<br />
Llevé mis rodillas hasta el pecho, casi deseando que él estuviera en mis<br />
brazos. A menudo me preguntaba si estar cerca de Shepley o incluso pensar en él<br />
dejaría de hacerme sentir tanto, pero el paso del tiempo solo hizo que mis<br />
sentimientos fueran más fuertes.<br />
—Nos graduamos el próximo verano, Abby. ¿Puedes creerlo?<br />
—No. Entonces en verdad tenemos que ser adultas.<br />
—Has sido adulta desde que eras una niña.<br />
—Cierto.
—Sigo pensando que me pedirá que me case con él.<br />
Abby arqueó la ceja.<br />
—Si él dice mi nombre de cierta manera, o vamos a un restaurante de lujo,<br />
creo que sucederá, pero nunca lo hace.<br />
—Te lo pidió, Mare, ¿recuerdas? Le dijiste que no. Dos veces.<br />
Me estremecí, recordando esa mañana en la playa y unos meses más tarde<br />
con la luz de las velas brillando en sus ojos, la pasta hecha en casa, y la suprema<br />
decepción en su rostro. —Pero eso fue el año pasado.<br />
—Crees que perdiste tu oportunidad, ¿no? Crees que nunca conseguirá el<br />
valor suficiente para pedírtelo de nuevo. —No respondí, pero ella continuó—: ¿Por<br />
qué no se lo pides tú?<br />
—Porque sé que es importante para él pedírmelo.<br />
37<br />
Proponerme a Shepley me pasó por la cabeza, pero recordé lo que dijo sobre<br />
la noticia de que Abby fue la que hizo la pregunta a Travis. Le molestó casi tanto<br />
como la comprensión de que sus sentimientos sobre el tema eran muy<br />
tradicionales. Shepley sintió que era su lugar como hombre hacer la pregunta. No<br />
comprendí que si no me hallaba lista cuando él se propuso, dejaría de preguntar.<br />
—¿Quieres que él lo haga? ¿Qué te lo pida de nuevo?<br />
—Por supuesto que sí. No tenemos que casarnos de inmediato, ¿cierto?<br />
—Cierto. Así que, ¿cuál es tu prisa por comprometerte? —preguntó.<br />
—No lo sé. Parece aburrido.<br />
—¿Aburrido? ¿Contigo? ¿No acaba de mandarte un mensaje para saber si<br />
estabas bien?<br />
—Sí,‖pero…<br />
—¿Estás aburrida?<br />
—Aburrido no es la palabra correcta. Se siente incómodo. Estamos<br />
estancados, y puedo decir que eso le molesta.<br />
—¿Tal vez espera una señal de que estás lista?<br />
—Le he lanzado indirectas, excepto el mencionar el Famoso No de América.<br />
Hemos hecho un acuerdo tácito de dejarlo sin hablar.<br />
—Tal vez deberías decirle que estás lista cuando él esté listo para pedirlo de<br />
nuevo.<br />
—¿Y si no lo está?
Abby hizo una mueca. —Mare, hablamos de Shep. Es probable que esté<br />
luchando contra no pedírtelo todos los días.<br />
Suspiré. —No se trata de mí. Estoy aquí para ti.<br />
Ella frunció el ceño. —Casi lo olvido.<br />
El pomo de la puerta tintineó, y la puerta se abrió de golpe.<br />
—¿Pidge? —gritó Travis. Su expresión se desmoronó cuando vio la comida<br />
en la mesa, y luego miró hacia nosotras sentadas juntas en el sofá.<br />
Los ojos de Abby se iluminaron mientras él corrió al sofá y se arrodilló<br />
frente a ella, envolviendo los brazos alrededor de la cintura de ella y enterrando la<br />
cara en su regazo.<br />
Shepley se hallaba sonriendo en la puerta.<br />
Le devolví la sonrisa. —Eres astuto.<br />
38<br />
—Rentó un vuelo de regreso. Tuve que recogerlo en el FPO aquí en la<br />
ciudad. —Cerró la puerta detrás de él y se rio entre dientes, cruzando los brazos—.<br />
Creí que le daría un ataque al corazón antes de llegar aquí.<br />
Abby frunció la nariz. —¿El FPO? ¿Te refieres a ese pequeño aeropuerto en<br />
las afueras de la ciudad? —Ella miró a Travis—. ¿Un avión charter? ¿Cuánto te<br />
costó?<br />
Travis la miró, sacudiendo la cabeza. —No importa. Solo tenía que llegar<br />
aquí. —Luego me miró—. Gracias por estar con ella, Mare.<br />
Asentí. —Por supuesto. —Me puse de pie, sonriendo hacia Shepley—. Te<br />
seguiré a casa.<br />
Shepley abrió la puerta. —Después de ti, nena.<br />
Les dije adiós a Travis y a Abby con la mano, no es que lo notaran mientras<br />
él prácticamente le comía el rostro a ella.<br />
Shepley sostuvo mi mano mientras bajábamos las escaleras a nuestros<br />
coches. El Charger brillaba como nuevo, estacionado al lado de mi rayado y sucio<br />
Honda rojo. Abrió la puerta, y el olor a humo asaltó mi nariz.<br />
Agité la mano frente a mi rostro. —Qué asco. Si amas tanto a tu auto, ¿por<br />
qué dejas que Travis fume en él?<br />
Se encogió de hombros. —No lo sé. Nunca pregunta.<br />
Sonreí. —¿Qué haría Travis si, algún día, dejas de permitirle salirse con la<br />
suya todo el tiempo?
Shepley me besó en la comisura de la boca. —No lo sé. ¿Tú qué harías?<br />
Parpadeé.<br />
La expresión de Shepley se convirtió en horror. —Oh, mierda. Eso solo salió.<br />
No quise decirlo de la forma en que sonó.<br />
Aferré mis llaves en mi mano. —Está bien. Te veré en casa.<br />
—Nena —comenzó.<br />
Pero ya me encontraba a mitad de rodear el Honda.<br />
Me senté en el desgastado asiento del conductor de mi destartalado y<br />
pequeño auto, encendiéndolo a pesar de que quería sentarme ahí por un tiempo y<br />
llorar. Shepley retrocedió, y lo seguí.<br />
No estaba segura de qué era peor, escuchar la verdad no deseada o ver el<br />
miedo en sus ojos después de que la dijo. Shepley se sentía como un felpudo para<br />
todos los que amaba, incluyéndome.<br />
39
Shepley<br />
Entré en el lugar de estacionamiento cubierto junto al Honda de América y<br />
suspiré. El volante chirrió mientras mis nudillos blancos se retorcían de un lado al<br />
otro. La mirada de antes en el rostro de América, cuando hablé sin pensar, no era<br />
como nada que vi antes. Si dije algo estúpido, la ira sería evidente en su mirada.<br />
Pero no la hice enojar. Esto era peor. Sin querer, le hice daño, cortándola<br />
profundamente.<br />
Vivíamos a tres edificios de distancia de Travis y Abby. Nuestro edificio<br />
tenía menos estudiantes universitarios y más parejas jóvenes y familias pequeñas.<br />
El aparcamiento se encontraba lleno, los otros inquilinos ya se hallaban en casa y<br />
en la cama.<br />
40<br />
América bajó de su auto. La puerta del auto chirrió mientras la empujaba<br />
para cerrarla. Caminó hacia la acera, sin ninguna emoción en su rostro. Aprendí a<br />
mantener la calma durante una discusión, pero América era emocional, y cualquier<br />
esfuerzo por enmascarar sus sentimientos nunca era algo bueno.<br />
Crecer con mis primos resultó ser un gran recurso para manejar a alguien<br />
tan tenaz como América, pero enamorarse de una mujer que era segura de sí<br />
misma y fuerte, a veces requería luchar contra mis propias inseguridades y<br />
debilidades.<br />
Esperó a que bajara del Charger, y luego caminamos hacia nuestro<br />
apartamento de abajo juntos. Permaneció en silencio, y eso solo me puso más<br />
nervioso.<br />
—No tuve tiempo de lavar los platos antes de ir a casa de Abby —dijo ella,<br />
entrando en la cocina. Rodeó la barra de desayuno y luego se congeló.<br />
—Los lavé antes de ir a recoger a Travis.<br />
No se dio la vuelta. —Pero dije que los lavaría.<br />
Mierda. —Está bien, nena. No tomó mucho tiempo.<br />
—Entonces supongo que debí tener tiempo para hacerlo antes de irme.<br />
¡Mierda! —Eso no es lo que quise decir. No me molestó.<br />
—A mí tampoco, por eso dije que los lavaría. —Lanzó su bolso en la barra y<br />
desapareció por el pasillo.
Pude escuchar sus pasos entrar en nuestra habitación, y la puerta del baño<br />
cerrándose de golpe.<br />
Me senté en el sofá, cubriéndome el rostro con las manos. Desde hacía<br />
algunos meses, nuestra relación no era muy buena. No estaba seguro de si era<br />
porque no se sentía contenta por vivir conmigo o si no era feliz conmigo. De<br />
cualquier manera, eso no auguraba nada bueno para nuestro futuro. No había<br />
nada que me aterrara más.<br />
—¿Shep? —Una voz suave llamó desde el pasillo.<br />
Me giré, viendo a América salir desde la oscuridad a la sala en penumbras.<br />
—Estás en lo correcto. Soy agobiante, y espero que me dejes salirme con la<br />
mía todo el tiempo. Si no lo haces, hago una rabieta. No puedo seguir haciéndote<br />
eso.<br />
Mi sangre se heló. Cuando se sentó a mi lado, instintivamente me alejé,<br />
temeroso del dolor que me causaría cuando dijera las palabras que más temía. —<br />
Mare, te amo. Lo que sea que pienses, detente.<br />
41<br />
eso.<br />
—Lo siento —comenzó.<br />
—Detente, demonios.<br />
—Lo haré mejor —dijo, con lágrimas brillando en sus ojos—. No te mereces<br />
—Espera. ¿Qué?<br />
—Ya me escuchaste —dijo, luciendo avergonzada.<br />
Desapareció de nuevo en el pasillo, y me levanté, siguiéndola. Abrí la puerta<br />
de nuestra habitación oscura. Solo una pequeña porción de la luz salía del cuarto<br />
de baño, revelando la cama hecha y las mesitas de noche llenas de revistas de<br />
chismes, libros de texto y fotos en blanco y negro de nosotros. América se quitó la<br />
ropa, una pieza a la vez, dejando cada una como un camino hacia la ducha, antes<br />
de hacer correr el agua.<br />
La imaginé de pie fuera de la cortina, inclinándose hacia dentro, las suaves<br />
curvas de su cuerpo, cambiando lentamente con cada movimiento. La entrepierna<br />
de mis pantalones instantáneamente se resistió contra el bulto detrás de la<br />
mezclilla. Llevé la mano hacia ahí y me reajusté, caminando hacia la puerta<br />
rodeada de dura luz fluorescente.<br />
La puerta crujió cuando la empujé para abrirla. América ya se hallaba detrás<br />
de la cortina, pero podía escuchar el agua cayendo sobre ella con golpes fuertes en<br />
el suelo de la bañera.
—¿Mare? —dije. Mi polla rogaba que me desnudara y entrara en la ducha<br />
detrás de ella, pero sabía que ella no estaría de humor—. No fue mi intención. Lo<br />
que dije antes solo salió. No eres una tirana. Eres terca, franca y de carácter fuerte,<br />
y estoy enamorado de todas esas cosas. Son parte de lo que te hace ser tú.<br />
—Es diferente. —Su voz apenas escuchándose a través de la cortina y el<br />
sonido del zumbido del agua corriendo por las tuberías.<br />
—¿Qué es diferente? —pregunté, inmediatamente reflexionando si era el<br />
sexo. Luego maldije a la voz de dieciséis años de edad en mi cabeza que dejó salir<br />
semejante estupidez infantil.<br />
—Eres diferente. Somos diferentes.<br />
Suspiré, dejando que la cabeza cayera hacia adelante. Esto se ponía peor, no<br />
mejor. —¿Eso es malo?<br />
—Se siente de esa manera.<br />
—¿Cómo puedo arreglarlo?<br />
42<br />
América me miró desde detrás de la cortina, solo un hermoso ojo esmeralda<br />
mirándome. El agua corría por su frente y nariz, goteando desde el final. —Nos<br />
mudamos juntos.<br />
Tragué saliva. —¿Eres infeliz?<br />
Negó con la cabeza, pero eso solo alivió parcialmente mi ansiedad. —Tú<br />
eres infeliz.<br />
—Mare —exhalé—. No, no lo soy. Nada sobre estar contigo podría hacerme<br />
infeliz.<br />
Su ojo inmediatamente se encubrió, y lo cerró, haciendo que lágrimas<br />
saladas se mezclaran con el agua cayendo sobre su rostro. —Puedo verlo. Puedo<br />
decirlo. Solo que no sé por qué.<br />
Hice a un lado la cortina, y dio un paso atrás tanto como pudo, viendo<br />
meter un pie dentro y luego el otro, incluso aunque estaba completamente vestido.<br />
—¿Qué haces? —preguntó.<br />
Envolví mis brazos a su alrededor, sintiendo el agua derramarse por encima<br />
de mi cabeza, empapando mi camisa.<br />
—Donde quiera que estés, estaré ahí contigo. No quiero estar en algún lugar<br />
en el que no estés.<br />
La besé, y gimió en mis brazos. No era propio de ella mostrar su lado más<br />
suave. Normalmente, si estaba herida o triste, se enojaba.
—No sé por qué ha sido diferente, pero te quiero igual. En realidad, más.<br />
—¿Entonces por qué...? —Se interrumpió, perdiendo el impulso.<br />
—¿Por qué, qué?<br />
Negó con la cabeza. —Siento lo de los platos.<br />
—Nena —dije, poniendo mi dedo bajo su barbilla y levantándola<br />
suavemente hasta que me miró—. Qué se jodan los platos.<br />
América levantó mi camisa, y la sacó por encima de mi cabeza, dejándola<br />
caer al suelo con un sonido de chapoteo. Luego, desabrochó el cinturón, mientras<br />
que su lengua se movió a lo largo de mi cuello. Ya estaba desnuda, así que no tenía<br />
nada que hacer, más que dejar que me desnudara. Eso era extrañamente excitante.<br />
43<br />
Tan pronto como mi cremallera estaba abajo, América se arrodilló frente a<br />
mí, bajando mis pantalones con ella. Me quité las zapatillas, y los lanzó hacia<br />
afuera de la bañera antes de hacer lo mismo con mis pantalones. Levantó la mano,<br />
curvando sus dedos hasta que estuvieron cómodamente entre mi piel y la cintura<br />
de mis bóxeres, y los deslizó hacia abajo, tirando con cuidado sobre mi erección.<br />
Una vez que golpearon contra las baldosas fuera de la cortina, América tomó toda<br />
mi longitud en su boca, y tuve que sostenerme, mis palmas apoyadas contra la<br />
pared.<br />
Gemí mientras la tirante succión y su agarre trabajaban juntos para crear la,<br />
posiblemente, mejor sensación en el mundo. Su ansiosa boca era tan cálida y<br />
húmeda. La suya era la única que me hizo querer poder besarla y follarla al mismo<br />
tiempo. Por un momento fugaz, la idea de que me hiciera una mamada para<br />
cambiar de tema me vino a la cabeza, pero era difícil discutir con ella, si ese fuera<br />
el caso. El sexo con ella era una de mis asignaturas favoritas.<br />
Su mano libre llegó hasta acunar mis bolas, y eso casi me hace pasar por<br />
encima del borde.<br />
—Necesito estar dentro de ti —dije.<br />
No respondió, por lo que la levanté a una posición de pie y luego enganché<br />
su rodilla a mi cadera.<br />
Agarró mis orejas y me atrajo hacia su boca, me posicioné, decidiendo en el<br />
momento bajarla sobre mi polla, lentamente ya que ella me llevó a un frenesí.<br />
Levanté su otra pierna. Justo cuando me moví para posicionarme, perdí el<br />
equilibrio. América chilló mientras extendía los brazos, buscando por algo para<br />
salvarnos, y luego recurrí a sujetarme para la caída. La cortina de nylon arrancada<br />
de los anillos, solo nos dio la mitad de un segundo antes de que mi espalda se<br />
estrellara en el suelo.
Gruñí y luego miré a América, con el cabello escurriendo, sus ojos cerrados.<br />
Un ojo jade se abrió y luego el otro.<br />
—Cristo, ¿estás bien? —pregunté.<br />
—¿Y tú?<br />
Solté una carcajada. —Sí, eso creo.<br />
Se cubrió la boca y luego comenzó a reír, haciendo estallar la risa de mi<br />
garganta y arrastrarse por el apartamento. Pronto, limpiamos nuestros ojos y<br />
tratamos de recuperar el aliento.<br />
Las risas se desvanecieron, y permanecimos en el suelo, agua goteando de<br />
nuestra piel hacia el azulejo. Una gota se formó en la nariz de América y cayó<br />
sobre mi mejilla. Ella la secó, su mirada de un lado a otro, esperando, mientras me<br />
preguntaba qué podría decir a continuación.<br />
—Estamos bien —dije en voz baja—. Lo prometo.<br />
América se sentó, hice lo mismo.<br />
44<br />
—No tenemos que hacer lo que hacen los demás para ser felices, ¿verdad?<br />
—Su voz se encontraba teñida de tristeza.<br />
Tragué el nudo que se formó en mi garganta. No era que no quisiera hacer<br />
lo que todos los demás hacían. Durante mucho tiempo, quise lo que ellos ya tenían.<br />
—No —dije. Por primera vez desde que nos conocimos, le mentí a América.<br />
Me sentía demasiado avergonzado de admitir ante ella que quería esas<br />
cosas; los anillos, los votos, la hipoteca y los niños. Quería todo. Pero era<br />
demasiado difícil decirle a una chica poco convencional que quería una vida<br />
convencional con ella. La idea de que no queríamos las mismas cosas y lo que eso<br />
significaba me aterrorizaba, por lo que lo empujé a lo más profundo de mi mente,<br />
al mismo lugar donde guardé los recuerdos de mamá llorando sobre la tía Diane,<br />
lo suficientemente lejos para que mi corazón no los sintiera.
Traducido por *~ Vero ~*<br />
Corregido por Dannygonzal<br />
América<br />
45<br />
Mis dedos de los pies brillaban bajo el sol, recién pintados de color rosa. Se<br />
movieron mientras yo disfrutaba la fina capa de sudor en mi piel y el baile de calor<br />
del pavimento que rodeaba el agua turquesa. Estaba segura de que ardía bajo los<br />
rayos brillantes, pero me quedé en las tablillas blancas de plástico de mi sillón, feliz<br />
de disfrutar de la vitamina D, incluso con las pequeñas mierdas del apartamento<br />
404B chapoteando como paganos.<br />
Mis gafas de sol cayeron por décima vez, las gotas saladas de sudor en el<br />
puente de mi nariz hacían que se deslizaran por ahí como una barra de<br />
mantequilla derretida.<br />
Abby‖ levantó‖ la‖ botella‖ de‖ agua.‖ ―Brindis por tener el mismo día de<br />
descanso.<br />
Levanté la mía y toqué la suya. ―Voy a beber por eso.<br />
Las dos tomamos de nuestras bebidas, y sentí el deslizamiento del líquido<br />
frío por mi garganta. Puse la botella a mi lado, pero se resbaló de mi mano y rodó<br />
debajo de mi silla.<br />
―Maldita sea ―dije, en protesta, pero sin moverme. Hacía demasiado calor<br />
para hacerlo. Hacía demasiado calor para hacer otra cosa además de permanecer<br />
en el aire acondicionado o acostarse al lado de la piscina, de forma intermitente<br />
deslizándonos en el agua antes de que combustionáramos espontáneamente.<br />
―¿A qué hora sale Travis del trabajo? ―pregunté.<br />
―A‖las‖cinco ―suspiró.<br />
―¿Cuándo se va de la ciudad otra vez?<br />
―No por dos semanas, a menos que algo surja.
―Eres‖muy‖paciente‖sobre‖eso.<br />
―¿Acerca de qué? ¿Él ganándose la vida? Es lo que es ―dijo.<br />
Me giré sobre mi estómago y la miré, mi mejilla contra las tablillas. ―¿No te<br />
preocupa?<br />
Abby bajó las gafas y me miró por encima de ellas. ―¿Debería?<br />
―Nada. Soy estúpida. Ignórame.<br />
―Creo‖ que‖ el‖ sol‖ te‖ est{‖ fritando el cerebro ―dijo Abby, subiéndose las<br />
gafas. Se recostó contra su tumbona, y su cuerpo se relajó.<br />
―Se lo dije.<br />
No la miré, pero podía sentirla observándome.<br />
―¿Le dijiste qué a quién? ―preguntó.<br />
―Shep.‖Le‖dije,‖bueno‖m{s o menos, que estaba lista.<br />
―¿Por qué no le dices a ciencia cierta, directamente, que lo estás?<br />
46<br />
Suspiré. ―También‖podría‖pedírselo yo misma.<br />
―Ustedes dos son agotadores.<br />
―¿Él‖no le ha dicho nada a Travis?<br />
―No.‖ Y‖ sabes‖ que‖ cualquier‖ cosa‖ que Trav me diga en confidencia está<br />
fuera de los límites.<br />
―Eso no es justo. Yo te contaría, si supiera que es importante. Eres una<br />
amiga de mierda.<br />
―Pero soy una gran esposa ―dijo, sin una pizca de disculpa en su voz.<br />
―Le dije que deberíamos visitar a mis padres antes de que empiecen las<br />
clases. Un viaje por carretera.<br />
―Divertido.<br />
―Estoy‖esperando‖que‖capte‖la indirecta para hacer la pregunta.<br />
―¿Debería plantar una semilla?<br />
―Ya ha sido plantada, Abby. Si no me lo pide, es porque no quiere... ya no.<br />
―Por supuesto que sí quiere. En agosto son tres años juntos. Eso no está ni a<br />
tres meses, y definitivamente no es el tiempo más largo que una chica ha esperado<br />
por un anillo. Creo que sólo se siente así porque Trav y yo nos fugamos para<br />
casarnos muy rápido.
―Puede ser.<br />
―Sé paciente. El rechazo es difícil para sus egos.<br />
―A Travis no parecía importarle.<br />
Ignoró mi codazo. ―Dos veces toma el doble de tiempo.<br />
―Frótalo en mi cara, perra ―espeté.<br />
―No‖ quise‖ decir…‖ ―gritó‖ Abby‖ mientras‖ era‖ levantada‖ de‖ la‖ tumbona‖ y‖<br />
entraba a los brazos de Travis.<br />
Él dio dos pasos largos y saltó a la piscina. Ella seguía gritando cuando<br />
subieron a la superficie.<br />
Me puse de pie y caminé hasta el borde, cruzando los brazos. ―Saliste<br />
temprano.<br />
―Tuvimos una cancelación en el gimnasio.<br />
―Hola, cariño ―dijo Shepley, envolviendo sus brazos a mí alrededor.<br />
47<br />
A diferencia de Travis, estaba completamente vestido, así que me<br />
encontraba a salvo.<br />
―Hola ―comencé.<br />
Pero Shepley se inclinó, y pronto, caíamos en la piscina como una columna<br />
derribándose.<br />
―¡Shepley! ―grité‖ mientras‖ golpeábamos la superficie del agua antes de<br />
hundirnos.<br />
Él salió y me llevó con él, acunándome en sus brazos. Sacudió la cabeza y<br />
sonrió.<br />
―¡Estás loco! ―dije.<br />
―No fue planeado, pero hace más de un centenar de grados afuera. Me<br />
estoy asando ―dijo Shepley.<br />
Las pequeñas mierdas del edificio de al lado nos salpicaron una vez, pero<br />
después de un solo gesto de Travis, lucharon para salir de la piscina.<br />
Planté un beso en los labios de Shepley, saboreando el cloro en su boca.<br />
―¿Has‖pensado‖en‖el‖viaje‖por‖carretera? ―pregunté.<br />
Sacudió la cabeza. ―Revisé el clima. Se supone que se viene un poco de<br />
mierda.
Fruncí el ceño. ―¿En serio? Crecí en Tornado Alley. ¿Crees que me importa<br />
el tiempo?<br />
―¿Y si cae granizo? El Charger...<br />
―Está bien, tomaremos el Honda.<br />
―¿A‖Wichita? ―Su nariz se arrugó.<br />
―¡Puede hacerlo! ¡Lo ha hecho antes! ―dije, a la defensiva.<br />
Shepley arrastró las piernas por el agua hacia un lado, y entonces me<br />
levantó al concreto. Se limpió el agua de la cara y me miró. ―Quieres conducir el<br />
Honda hasta la casa de tus padres, este fin de semana, con las tormentas que se<br />
vienen. ¿Qué es tan urgente?<br />
―Nada. Sólo pensé que sería bueno poder escaparnos.<br />
―Sólo ustedes dos. Un viaje especial por carretera ―dijo Abby.<br />
48<br />
Cuando Shepley se volteó hacia ella, le di a mi mejor amiga una mirada de<br />
advertencia. Su expresión estoica no delató nada, pero todavía quería meterla bajo<br />
el agua.<br />
Él intercambió miradas con Travis y luego giró hacia mí, confusión en su<br />
rostro. ―Nos dará tiempo para hablar, supongo. Hemos estado muy ocupados.<br />
Eso será agradable.<br />
―Exactamente ―dije.<br />
Una vez que dije esas palabras, algo se encendió en los ojos de Shepley, y un<br />
millón de pensamientos parecieron girar tras de ellos.<br />
Lo que fuera que estuviera molestándolo, lo sacudió y se empujó hacia<br />
arriba, picoteando mis labios. ―Si‖eso‖es‖lo‖que‖quieres,‖pediré los días.<br />
―Es lo que quiero.<br />
Salió de la piscina, su camiseta blanca translúcida, sus vaqueros empapados,<br />
sus zapatillas chapoteando a cada paso. ―Iré‖ a hacer la llamada. Pero vamos a<br />
llevar el Charger. Puede que sea veinticinco años mayor, pero es más fiable.<br />
―Gracias, cariño ―dije, sonriendo, mientras se alejaba. Una vez que estuvo<br />
fuera del alcance del oído, me giré hacia Abby, toda emoción fuera‖de‖mi‖cara―.‖<br />
Eres una idiota.<br />
Abby se rió.<br />
Travis miró de Abby a mí y viceversa. ―¿Qué? ¿Qué es tan gracioso?<br />
Abby sacudió la cabeza. ―Te diré después.
―¡No, no lo harás! ―dije, pateando agua hacia ella.<br />
Con la mano, Travis se limpió las gotas de agua de su cara, y luego besó la<br />
sien de Abby. Ella lo dejó, nadando al lado de la piscina y subiendo por la escalera.<br />
Tomó su toalla de la tumbona y se secó. Travis la miró como si fuera la primera vez<br />
que ponía los ojos en ella.<br />
―Me‖sorprende‖que‖aún‖no‖estés embarazada ―dije.<br />
Abby se quedó helada.<br />
Travis frunció el ceño. ―¡Vamos, Mare! No digas la palabra con e. ¡Vas a<br />
asustarla!<br />
―¿Por qué? ¿Lo han discutido? ―le‖pregunté a mi amiga.<br />
―Algunas veces ―dijo Abby,‖mirando‖fijamente‖a‖Travis―.‖Él cree que voy<br />
a dejar mis pastillas al momento en que nos graduemos.<br />
Mis cejas se levantaron. ―¿Lo harás?<br />
―No ―dijo‖r{pidamente―.‖No hasta que compremos una casa.<br />
49<br />
La expresión de Travis se intensificó. ―Tenemos un dormitorio adicional.<br />
―Gracias, Mare. ―Se quejó Abby, agachándose para frotar la toalla sobre<br />
sus piernas.<br />
―Lo siento ―dije―.‖ Voy a entrar. Tenemos un viaje por carretera que<br />
planear.<br />
―Oye. Si vas, ten cuidado. Shep tiene razón. Se supone que el tiempo será<br />
malo. Tal vez deberías esperar hasta que la temporada de tormentas haya<br />
terminado.<br />
―Si no nos vamos ahora, estaremos ocupados. Una vez que empiecen las<br />
clases, será demasiado tarde. Tendremos que esperar hasta las vacaciones. ―Miré‖<br />
al‖suelo―.‖Por‖la forma en que ha estado actuando, no sé si va a ser paciente por<br />
mucho más tiempo.<br />
―Esperará por siempre, Mare ―dijo Abby.<br />
―¿Demasiado tarde para qué? ―preguntó Travis,‖saliendo‖de‖la‖piscina―.‖<br />
¿Qué está esperando?<br />
―Nada. ―Le disparé a Abby una mirada de advertencia antes de recoger<br />
mis cosas y empujar la puerta. La cerré detrás de mí, manteniendo mi mano sobre<br />
el‖ metal‖ caliente―.‖ Mantén tu boca cerrada. Puede que seas su esposa, pero<br />
primero fuiste mi mejor amiga.
50<br />
―Está bien, está bien ―dijo Abby, encogiéndose bajo mi mirada.
Shepley<br />
―Gracias, Janice. Te lo agradezco. ―Toqué el botón rojo y puse el teléfono<br />
en la cama.<br />
Janice me amó desde el momento en que entré a su oficina para la<br />
entrevista. Lo que comenzó como un trabajo de recados se convirtió en uno<br />
administrativo, y luego de alguna manera terminé en el departamento de gestión<br />
de patrimonios. Janice tenía la esperanza de que me quedara después de<br />
graduarme de la universidad, prometiéndome promociones y oportunidades en<br />
abundancia, pero mi corazón no estaba en ello.<br />
Me quedé mirando el cajón casi vacío de mi mesita de noche. Ahí es donde<br />
está mi corazón.<br />
51<br />
Una vez que la luz de la pantalla de mi teléfono celular desapareció, la<br />
oscuridad de la habitación me rodeó. El sol de la tarde de verano se coló por los<br />
lados de las cortinas, creando sombras tenues en las paredes.<br />
Habíamos vivido aquí por menos de un año, y ya estaban llenas de cuadros<br />
que sostenían nuestros recuerdos. No fue difícil encajar nuestras pertenencias<br />
porque los últimos dos años se trataron sobre nosotros y nuestros. Ahora, no estaba<br />
seguro de si era un símbolo de nuestra vida juntos o si se trataba de un<br />
monumento a la pareja que solíamos ser.<br />
Me arrepentí de proponerme desde el momento en que América dijo que no.<br />
Nos volvimos diferentes después de eso.<br />
Me froté el músculo entre el hombro y el cuello. Estaba grueso por la<br />
tensión. Ya me había quitado la ropa mojada y me envolví una toalla alrededor de<br />
la cintura. Era suave y esponjosa, algo que no necesité antes de vivir con mi novia,<br />
pero había llegado a apreciarlo junto con el olor de su loción en las sábanas y las<br />
cajas de pañuelos en todas las habitaciones de la vivienda. Incluso el desorden en<br />
su mesita de noche se tornó reconfortante.<br />
Me volví manifiestamente consciente del cajón. Tenía sólo un elemento, una<br />
pequeña caja de color rojo oscuro. Dentro se encontraba el anillo que fantaseaba<br />
poner en su dedo, el anillo que usaría el día de nuestra boda, encajado<br />
perfectamente en una banda a juego. Lo compré dos años antes y lo saqué ese<br />
número de veces.<br />
Teníamos un viaje largo por delante, e iba a llevarlo. Nuestro viaje a Kansas<br />
marcaría la tercera vez que la caja vería el exterior de ese cajón, y me preguntaba si
volvería a su casa. No estaba seguro qué podría significar si lo hiciera, pero no<br />
podía seguir cuestionándome y esperando.<br />
Mis manos se sintieron ásperas y secas cuando entrelacé mis dedos y miré al<br />
suelo, preguntándome si debería producir una propuesta de flores como la última<br />
vez, o si debería simplemente preguntárselo. En esta ocasión pedirle que se case<br />
conmigo equivaldría a mucho más. Si dijera que no, ella tendría que hablar sobre<br />
lo que seguiría. Sabía que América quería casarse algún día porque había hablado<br />
de ello conmigo, y con Abby y yo en la habitación.<br />
Tal vez solo no quiere casarse conmigo.<br />
Preocuparme de que nunca sería el momento adecuado para que América<br />
dijera que sí se había convertido en un tormento diario. No era una palabra<br />
pequeña, y sin embargo, me afectó. Nos afectó. Pero la amaba demasiado como<br />
para sacar el tema. Tenía mucho miedo de que dijera algo que no quería oír.<br />
52<br />
Luego estaban los diminutos trozos de esperanza, como ella hablando sobre<br />
el futuro, y las confirmaciones más grandes, como irse a vivir juntos. Pero incluso<br />
mientras desempacábamos las cajas, me preguntaba si había accedido a conseguir<br />
un apartamento porque era demasiado terca para admitir ante sus padres que<br />
tenían razón en que no estábamos listos.<br />
Aun así, el miedo a la verdad me impidió preguntar. La amaba demasiado<br />
como para dejarla ir tan fácilmente. Tendría que luchar para irse tanto como yo<br />
pelearía para mantenerla. Cuestioné mi cordura por siquiera considerar<br />
proponerme una tercera vez, y me temía que sería el primero de muchos días<br />
agonizantes en los tendría que aprender a vivir sin ella.<br />
Sin embargo, si ella dijera que sí, superaría todos esos miedos para que<br />
valiera la pena.<br />
―¿Cariño? ―llamó América. La puerta principal se cerró detrás de sus<br />
palabras.<br />
―En el dormitorio ―contesté.<br />
Abrió la puerta y encendió la luz. ―¿Por qué estás sentado en la oscuridad?<br />
―Acabo de hablar por teléfono con Janice. No estaba súper feliz por la<br />
notificación tardía, pero me dio el viernes libre.<br />
―¡Genial! ―dijo,‖ dejando‖ caer‖ su‖ toalla―.‖ Voy a darme una ducha.<br />
¿Quieres unirte? ¿O vas a ir al gimnasio?<br />
―Puedo ir por la mañana ―dije, levantándome.
América jaló una tira mientras caminaba, y la parte superior del bikini cayó<br />
al suelo. Se detuvo unos pasos más adelante para bajar la parte inferior por sus<br />
muslos, y luego la dejó caer el resto del camino.<br />
La seguí, recogiendo piezas de ropa mientras caminaba. Se estiró detrás de<br />
la cortina para girar la canilla y me frunció el ceño mientras la tiraba en el cesto.<br />
―¿En serio? ¿Estás limpiando detrás de mí?<br />
Me encogí de hombros. ―Es sólo un hábito, Mare. Es compulsivo. No<br />
puedo detenerme.<br />
―¿Cómo viviste con Travis? ―preguntó.<br />
Pensar en él causó que inmediatamente los comienzos de una erección<br />
desaparecieran. ―Eso era mucho trabajo.<br />
―¿Vivir conmigo es un montón de trabajo?<br />
―No eres tan mala. Es preferible. Confía en mí.<br />
53<br />
Apartó la cortina y luego agarró mi toalla, tirando hasta que la parte<br />
escondida estuvo libre. El algodón esponjoso se hallaba en el suelo, y luego<br />
América.<br />
Con una mano, agarré el borde de la formica que rodeaba el lavabo, y con la<br />
otra enterré suavemente mis dedos en su cabello aún mojado. Su boca era increíble.<br />
Usó una mano para agarrar mi base, y con la suficiente succión y un toque de<br />
dientes, me chupó hasta que empecé a preocuparme por levantar la formica del<br />
gabinete.<br />
Pronto, iba a venirme, pero ella no cedió, su boca me trabajó hasta que<br />
terminé. La levanté para que estuviera de pie y luego arranqué la cortina,<br />
empujándola hacia atrás y girándola. Con una mano entre sus piernas y la otra<br />
agarrando la piel resbaladiza de su cadera, besé su hombro mientras me hundía<br />
profundamente en su interior. El sonido que hizo era suficiente para venirme por<br />
segunda vez, pero la esperé.<br />
Trabajé mis dedos en un círculo sobre su piel suave, sonriendo cuando<br />
comenzó a retorcerse contra mi mano, susurrando por más. Mientras me sacudía<br />
contra ella, desesperadamente lento, continuó gimiendo y gimiendo.<br />
El agua caía en cascada sobre su espalda, empujando su cabello a un lado u<br />
otro, y pasé mi palma por su piel de bronce, saboreando cada rincón, esperando<br />
que recordara lo buenos que éramos juntos cuando llegara el momento de tomar<br />
una decisión.
El tono de sus gritos se hizo más alto, ese aullido adorable que hacía cuando<br />
llegaba al clímax. Incapaz de detenerme, entré en ella, una y otra vez, hasta que<br />
acabé de nuevo, bajando el ritmo al igual que ella, jadeando a pesar de que<br />
habíamos estado en ello durante no más de veinte minutos.<br />
América se dio la vuelta para mirarme, vestida sólo con una sonrisa<br />
coqueta. Se puso de pie, alejándose de mí, lo que era la peor sensación del mundo,<br />
y luego envolvió sus brazos alrededor de mi cuello mientras el agua caía sobre<br />
nuestras cabezas.<br />
―Te amo ―susurró.<br />
Pasé mis manos por cada lado de su cabello, deslizando mi lengua en su<br />
boca. Esperaba que fuera suficiente.<br />
54
Traducido por Valentine Rose & Janira<br />
Corregido por Mery St. Clar<br />
América<br />
55<br />
Shepley metió mi última maleta al asiento trasero del Charger, resoplando<br />
mientras luchaba para lograr que entrara. Una vez lograda la hazaña, levantó su<br />
mochila del concreto y la arrojó detrás de su asiento. Besé su mejilla y asintió,<br />
levantando el cuello de su camiseta para secar el sudor de su frente. Ni siquiera<br />
amanecía todavía, y ya hacía calor.<br />
Abby se cruzó de brazos. —¿Todo listo?<br />
—Sí, todas adentro —dije.<br />
—Gracias a Dios —dijo Shepley.<br />
—Marica —bromeó Travis, golpeando a su primo en su costado.<br />
Shepley se hizo a un lado, reaccionando y luego lo golpeó de vuelta<br />
juguetonamente. —Solo porque no te he dado un puñetazo en dos años, no quiere<br />
decir que no sucederá de nuevo.<br />
—¿En dos años? ¿Cuándo le diste un puñetazo? —pregunté.<br />
Travis tocó su mandíbula. —Han sido unos pocos más que dos años. La<br />
noche‖ que‖ terminaste‖ con‖ él.‖ La‖ noche…‖ —le echó un vistazo a Abby, ya<br />
arrepintiéndose de lo que estaba a punto de decir—, que llevé a Megan al<br />
apartamento.<br />
Miré a Shepley, escéptica. —Le diste un puñetazo a Travis.<br />
—Justo después que te fuiste —admitió Shepley—. Creí que sabías.<br />
Sacudí mi cabeza y luego miré a Travis. —¿Te dolió?<br />
—Hay veces que todavía siento el golpe —respondió Travis—. Shepley<br />
golpea fuerte.
—Bien —dije, sintiéndome un poco cachonda ante la idea de Shepley<br />
arrojando un puñetazo. Mi Maddox no era conocido por pelear como los<br />
hermanos, pero era genial saber que podía defenderse de necesitarse.<br />
Shepley revisó la hora. —Será mejor que nos vayamos. Quiero llegar antes<br />
que comience la tormenta. Se supone que Wichita está bajo alarma toda la tarde<br />
por un tornado.<br />
—¿Seguros que no pueden esperar? —preguntó Abby.<br />
Me encogí de hombros. —Shepley ya pidió el día libre.<br />
—Me alegra que vayan en el Charger —dijo Travis—. Lo único peor que<br />
conducir con lluvia es estar varado en la lluvia.<br />
Shepley besó mi sien y luego abrió la puerta del conductor. —Pongámonos<br />
en marcha, amor.<br />
Abracé a Abby. —Te llamaré cuando lleguemos. Alrededor del medio de la<br />
tarde. A las dos y media o tres.<br />
56<br />
—Tengan un viaje seguro —dijo, abrazándome fuerte.<br />
Cuando abrochaba mi cinturón y Shepley retrocedió de la zona de<br />
aparcamiento, Travis fingió patear la puerta de Shepley. —Adiós, imbécil.<br />
—Adoro cómo los chicos demuestran su amor. Es tierno, pero a la vez triste.<br />
—¿Crees que no puedo demostrar mi amor?<br />
Enarqué una ceja.<br />
Shepley detuvo el auto, salió de este y corrió hacia Travis, abalanzándose<br />
sobre su primo, y envolviendo ambos brazos y piernas a su alrededor. Travis ni se<br />
inmutó, sosteniéndolo como un bebé grandote.<br />
Shepley abrazó a Travis, lo besó —en la boca— y luego lo soltó después de<br />
acercarse al Charger con sus brazos extendidos a cada lado. —¿Y ahora qué? ¡Soy<br />
lo bastante hombre para demostrar mi amor!<br />
—Tú ganas —dije, tanto extrañada como entretenida.<br />
Travis no pudo mantener su estoica expresión, luciendo asqueado y<br />
confundido. Se limpió la boca y luego alargó su brazo hacia Abby, llevándola a su<br />
costado. —Eres tan raro, hermano.<br />
Shepley se metió a su asiento, cerró la puerta y abrochó su cinturón,<br />
terminando con un click. Bajó la ventana, despidiéndose con un rápido saludo. —<br />
Tú me besaste primero, idiota. Tengo una foto como prueba.
—Teníamos tres años.<br />
—¡Nos vemos el domingo! —dijo Shepley.<br />
—¡Adiós, cabrón! —gritó Travis.<br />
Shepley encendió el auto y manejó hasta salir del estacionamiento.<br />
En diez minutos, ya nos encontrábamos casi en las afueras de la ciudad,<br />
pasando la tienda Skin Deep Tattoo en el camino. Shepley tocó la bocina, viendo los<br />
autos de Trenton y Camille estacionados al frente.<br />
—Siempre solían estar afuera fumando cada vez que pasaba —dijo Shepley.<br />
—Cami dijo que dejó de fumar por Olive.<br />
—Igual que Taylor —dijo Shepley.<br />
—¿No es una locura? —chillé, sacudiendo mi cabeza cuando pensé en Taylor<br />
enamorándose de la madre de Olive estando a miles de kilómetros de distancia—.<br />
Ahora tan solo tenemos que convencer a Travis.<br />
—Dijo que lo dejará cuando Abby esté embarazada.<br />
57<br />
—Ese sería un milagro —dije.<br />
—¿Cuál? ¿El que Travis renuncie o a Abby por fin aceptando a tener hijos?<br />
—Ambos.<br />
—¿Quieres hijos? —Shepley no me miró cuando preguntó.<br />
Tragué. Ni siquiera salíamos por completo de aquí, y ya sacaba los temas<br />
más difíciles. No tenía la certeza si era una pregunta capciosa. ¿Buscaba una razón<br />
para irse? ¿Mi respuesta sería la gota que colmaría el vaso?<br />
—Eh…‖claro.‖Digo,‖supongo.‖Siempre‖he‖pensado‖que…‖tendría‖hijos.‖M{s‖<br />
adelante.<br />
Simplemente asintió, lo que me puso más nerviosa. Saqué una revista y la<br />
hojeé distraídamente, fingiendo leer las palabras en las páginas. A decir verdad, no<br />
tenía ni idea de qué se trataba ni de quién. Estaba desesperada por lucir casual.<br />
Habíamos hablado sobre los hijos antes, y el hecho que fuese tan incómodo ahora<br />
parecía ser una mala señal de que íbamos por el camino incorrecto.<br />
Para el momento que llegamos a Springfield, las tormentas ya comenzaban<br />
a aparecer.<br />
Shepley señaló el cielo oscuro en el horizonte. —Cuanto más cálido se<br />
ponga, más tormentas se formarán. Comprueba el pronóstico del tiempo en la<br />
ciudad de Kansas.
Saqué mi teléfono de mi bolso, buscando la información. Sacudí mi cabeza.<br />
—Dice tormentas, pero no comenzarán hasta más tarde. —Seleccioné mi aplicación<br />
de radar favorita—. Ah. En estos instantes hay algunas manchas rojísimas en el<br />
sudeste de Oklahoma. Llegará a Wichita casi cuando lleguemos a la ciudad.<br />
—Justo lo que temía. Con suerte, no llegará antes.<br />
—Podemos desviarnos e irnos a un hotel —dije.<br />
Mi sonrisa se sintió forzada en mi rostro, el aire del auto abrumador e<br />
incómodo. De repente me enojaba sentirme así. Shepley era mi novio. Lo amaba y<br />
él a mí. De eso estaba segura. Estábamos hasta el borde por un estúpido<br />
malentendido, y no deseaba ser esa chica. Abrí mi boca para decírselo, pero la<br />
expresión en su rostro me detuvo.<br />
—Te amo —fue lo único que pude arreglármelas para decir.<br />
Su pie resbaló del acelerador por un instante, y luego alcanzó mi mano,<br />
manteniendo sus ojos en la carretera. —Yo también te amo.<br />
58<br />
Por el sutil tic en su ojo, supe que se esforzaba para ocultar esa mirada<br />
herida de su rostro.<br />
—Oye,‖mira.‖En‖la‖puerta‖de‖ese‖camión‖dice‖O’Fallon,‖Missouri‖—dijo—. Al<br />
igual que la Falyn de Taylor.<br />
—Creo que se escribe diferente.<br />
—Ya…‖—se calló, incapaz de seguir fingiendo.<br />
Por segunda vez, hojeé mi revista, fingiendo leer y a ratos viendo los árboles<br />
y campos de trigos a lo largo de la ruta 36. Shepley no soltó mi mano, y le daba un<br />
apretón de vez en cuando. Recé que no se debiera a que sopesaba dejarme contra<br />
aguantar mi mierda.<br />
Cuando pasamos Chillicothe, Missouri, noté una señal de salida hacia<br />
Trenton. —Eh. Mira. ¿Deberíamos jugar un juego? ¿Encontrar todos los miembros<br />
de la familia Maddox? Creo que hay un pueblo llamado Cameron, al norte de<br />
Kansas. Opino que cuenta como Cami.<br />
—Claro. ¿Ya podemos contar tu nombre?<br />
—Ja-ja —dije.<br />
Pese a que ambos nos sentíamos desesperados por aligerar el ambiente,<br />
todavía era incómodo. Aún no era parte de la familia Maddox, no en verdad. Lo<br />
más probable es que ya haya perdido mi oportunidad.
Cuando alcanzamos la circunvalación de Kansas, el cielo se abrió, llenando<br />
el auto con el aroma de la llubia, el asfalto mojado, y el intenso hedor del<br />
estruendo. Había esperado que las horas estando en el auto nos obligasen a<br />
comunicarnos, conversando lo que no podíamos decir, pero allí me encontraba. La<br />
chica que se enorgullecía de ser una bocanas le aterrorizaba sacar un tema<br />
incómodo.<br />
Cállate la boca, Mare. Nunca te perdonará si le pides matrimonio incluso si él quiere<br />
hacerlo.<br />
Tal vez ya… no quiere hacerlo.<br />
El constante golpeteó de la lluvia contra el Charger comenzó a ser irritante.<br />
Conforme pasamos entre tormentas, el limpiaparabrisas pasó de deslizarse<br />
lentamente a arrastrarse furiosamente a lo largo del vidrio para intentar mantener<br />
al límite el aguacero. Shepley hablaba de temas triviales –sobre la lluvia, por<br />
supuesto, y el próximo año escolar–, pero se quedaba en la zona de temas seguros,<br />
cuidadoso de no acercarse al borde de ningún tema serio.<br />
59<br />
—Topeka —anunció Shepley como si no existiera una señal allá arriba con<br />
grandes letras blancas.<br />
—Vamos bien. Detengámonos en un restaurante. Me aburrió la comida de<br />
gasolinera.<br />
—Vale —concordó—. Busca en tu teléfono algo que esté en la ruta.<br />
—Gator’s‖ Bar‖ and‖ Grill‖ —dije en voz alta. Estaba tercera en la lista, pero<br />
tenía una puntuación de dos estrellas y medias—. Una reseña dice que no vayamos<br />
allá luego de oscurecer. Qué interesante. ¿Crees que habrá vampiros?<br />
Shepley soltó una carcajada, echándole un vistazo al reloj arriba de la radio.<br />
—Son un poco más de mediodía. Creo que estaremos a salvo.<br />
—Está a cinco kilómetros —dije—, justo al lado de la autopista de peaje.<br />
—¿Cuál? Por la interestatal 70 vira hacia la 35.<br />
—La 70.<br />
Shepley asintió, satisfecho. —Gator’s‖ser{.‖<br />
Justo‖ como‖ lo‖ prometido,‖ Gator’s‖ se‖ encontraba‖ justo‖ donde‖ dijeron‖ a‖ casi‖<br />
cinco kilómetros de distancia. Shepley escogió un lugar en el estacionamiento y<br />
apagó el motor por primera en casi cuatro horas. Salí al estacionamiento de<br />
concreto, mis huesos y músculos sintiéndose atrofiados.
Shepley se estiró en su lado del auto, agachándose y luego parándose,<br />
estirando sus brazos sobre su pecho. —No puede ser bueno estar sentado tanto<br />
tiempo. No sé cómo lo hace la gente con un trabajo de escritorio.<br />
—Tú tienes un trabajo de escritorio —dije con una sonrisa.<br />
—De medio tiempo. Si fueran cuarenta o cincuenta horas a la semana, me<br />
volvería loco.<br />
—Entonces, ¿no seguirás en el banco? —pregunté, sorprendida—. Pensé que<br />
te gustaba trabajar allí.<br />
60<br />
allí.<br />
—Gestión de patrimonios es un buen lugar, pero sabes que no me quedaré<br />
—No. No lo has mencionado.<br />
—Sí,‖sí‖lo‖hice.‖Fue…‖oh.‖Se‖lo‖dije‖a‖Cami.‖<br />
—¿A Cami?<br />
—Fue la vez pasada que fui con Trenton a The Red. Sabes cuánto hablo<br />
cuando estoy ebrio.<br />
—Me había olvidado —dije.<br />
Shepley me tomó de la mano mientras entrabamos, pero había, por lo<br />
menos, sesenta centímetros de espacio y pensamientos no expresados entre<br />
nosotros.<br />
Miré alrededor de Gator, mirando el techo alto. Luces de navidad<br />
multicolores colgaban del sistema de ventilación expuesto, los asientos del<br />
reservado tenían agujeros raídos en la tapicería, y el suelo tenía, por lo menos, diez<br />
años de suciedad en cada tejido trenzado de la alfombra gastada. Grasa rancia<br />
invadió mis sentidos y la hojalata oxidada y pintura gris oscura eran más<br />
inhospitalario que la elegancia industrial pensada.<br />
—La clasificación de dos estrellas tiene sentido —dije, temblando por el aire<br />
acondicionado.<br />
Esperamos tanto tiempo por una mesa, que casi pregunté si podíamos irnos,<br />
pero entonces una irritada mesera, con cabello azul y más perforaciones que<br />
orificios, nos mostró dos asientos vacíos en el bar.<br />
—¿Por qué nos sentó aquí? —pregunté—. Hay mesas vacías. Hay muchas<br />
mesas vacías.<br />
—Ni siquiera los empleados quieren estar aquí —dijo Shepley.<br />
—¿Tal vez deberíamos irnos?
Negó. —Solo tomaremos un bocadillo rápido y regresaremos a la carretera.<br />
Asentí, inquieta.<br />
El cantinero limpió el espacio en frente de nosotros y nos preguntó nuestras<br />
órdenes de bebida. Shepley pidió una botella con agua y yo ordené una limonada<br />
de fresa.<br />
—¿No piden cerveza? ¿Por qué se sientan en el bar, entonces? —preguntó,<br />
perturbado.<br />
—Nos colocaron aquí. No fue una petición —espeté.<br />
Shepley me palmeó la rodilla. —Estoy conduciendo. Puedes ponerle una<br />
cerveza. De barril, por favor.<br />
El cantinero colocó el menú en frente de nosotros y se alejó.<br />
—¿Por qué ordenaste una cerveza?<br />
—No quiero que le diga a los cocineros que escupan en nuestra comida,<br />
Mare. No tienes que beberla.<br />
61<br />
Un trueno resonó afuera y sacudió el edificio, y luego la lluvia empezó a<br />
golpear el techo.<br />
—Podemos esperar que pase la lluvia en cualquier lugar, pero no quiero que<br />
sea aquí —dije.<br />
—De acuerdo. Encontraremos otro lugar, incluso si es el estacionamiento. —<br />
Volvió a palmear mi rodilla y luego la apretó.<br />
—Hola —dijo un hombre, pasando detrás de nosotros con un amigo. Ya<br />
parecía borracho, arrastrando los pies a un asiento en el extremo de la barra. Sus<br />
ojos me recorrieron como agua sucia.<br />
—Hola —respondió por mí Shepley. Encontrado su mirada con la del<br />
borracho.<br />
—Cariño —dije, alarmada.<br />
—Solo le muestro que no me encuentro intimidado —dijo—. Con suerte,<br />
estará menos inclinado a molestarnos.<br />
El cantinero volvió con la limonada de fresa y la botella con agua. —¿Se<br />
encuentran listos para ordenar?<br />
—Sí, ambos comeremos el burrito de pollo.<br />
—¿Con papas o aros de cebolla?<br />
—Nada.
El cantinero tomó los pedidos, nos miró, y luego se fue a llevar la orden.<br />
—¿A dónde demonios se va? —le dijo el borracho a su amigo.<br />
—Cálmate, Rich. Regresará —dijo, riendo.<br />
Traté de ignorarlos. —Así que, ¿consideras explorar la ruta del deporte?<br />
Shepley se encogió de hombros. —Es un trabajo soñado. No me encuentro<br />
seguro de cuan realista es arriesgarse, pero sí, es el plan. El entrenador Greer dijo<br />
que debería aplicar al puesto de asistente de entrenador graduado. Dijo que<br />
tendría una buena oportunidad. Empezaré allí.<br />
—Pero…‖no‖juegas‖fútbol.<br />
Se movió en su asiento. —Lo hice.<br />
—¿Lo…‖hiciste?‖¿Cu{ndo?<br />
—Nunca en la universidad. Jugué los cuatro años de secundaria. Lo creas o<br />
no, era bastante bueno.<br />
—¿Qué pasó? —¿Y por qué no me lo dijiste antes?<br />
62<br />
Hizo a un lado el agua mientras se inclinaba más en la barra. —Es estúpido.<br />
Supongo, era lo único en lo que era mejor que todos mis primos.<br />
—Pero Travis no habla de eso. Tus papás no hablan de ello. Si empezaste en<br />
primer año, debiste haber sido bastante mejor que bueno. Ni siquiera alguna de las<br />
fotos de tu casa podría insinuar que practicabas deportes.<br />
—Me desgarré tres o cuatro ligamentos importantes de la rodilla durante el<br />
último juego antes de las clasificatorias en mi último año. Trabajé duro para volver,<br />
pero cuando empecé a entrenar para Eastern, la rodilla no era la misma. Aun no se<br />
curaba, así que era un estudiante de primer año fuera de competencia. No me<br />
hallaba seguro de cuánto tiempo esperaría el entrenador, pero sabía que incluso si<br />
me daban un año, estaría acabado. —Se enderezó—. Así que me salí.<br />
—Eso explica por qué siempre das una explicación diferente en cuanto a las<br />
cicatrices. Pensé que, simplemente, te sentías avergonzado.<br />
—Me sentía avergonzado.<br />
Fruncí el ceño. —Eso no es nada de qué avergonzarse. Puedo ver por qué<br />
quieres volver a ser parte de ello.<br />
Asintió, la sonrisa en su rostro revelaba que se daba cuenta de ese hecho.
Se había abierto. Era la oportunidad perfecta para empezar una<br />
conversación del por qué el aire entre nosotros estuvo tenso en el auto, pero tan<br />
pronto como abrí la boca, me acobardé —Gracias por decirme.<br />
—Debí‖habértelo‖dicho‖hace‖mucho‖tiempo,‖pero…‖—Se fue callando.<br />
Finalmente, la curiosidad y la impaciencia le ganaron al miedo. —¿Por qué<br />
eso se siente tan raro entre nosotros? —pregunté—. ¿Qué tienes en mente?<br />
Se tensó más de lo que ya estaba. —¿Qué? Nada. ¿Por qué preguntas?<br />
—¿No piensas en nada?<br />
—¿Qué piensas tú?<br />
—Cariño —dije, mi tono fue más de reprendedor de lo que quise.<br />
Suspiró, asintiendo cuando el cantinero me trajo una jarra fría llena de un<br />
líquido ámbar y una delgada línea de espuma.<br />
63<br />
—¡Bébela! —gruñó Rich—. Dios, esos labios son jodidamente fantásticos.<br />
¡Apuesto que puede succionar una pelota de golf a través de una manguera de<br />
jardín! Lame tus labios después de tomar un trago, sexy. Hazles un favor a todos<br />
los hombres.<br />
Simplemente le gruñí, alejando jarra de mí.<br />
Rich se levantó.<br />
El amigo trató de detenerlo. —¡Por el amor de Dios! ¡Siéntate!<br />
El tipo negó y se limpió la boca con el antebrazo, tambaleándose hacia<br />
nosotros.<br />
—¡Mierda! —dije en voz baja. Seguí con la mirada hacia adelante.<br />
Shepley me apretó la rodilla. —Está bien. No te preocupes.<br />
—Puedes‖tomar‖esos‖labios‖y…‖—empezó Rich<br />
—Sien-ta-te. Maldición —advirtió Shepley.<br />
Solo lo había oído hablarle tan severamente a Travis. Contuve el aliento, una<br />
mezcla de nervios, sorpresa y la clara sensación de estar excitada calentaron la<br />
sangre de mis mejillas.<br />
—¿Qué dijiste, hijo de puta? —preguntó Rich, recostándose contra la barra<br />
al otro lado de mí.<br />
Shepley se enfureció. —Tienes tres segundos para alejarte de mi novia, o<br />
voy a golpearte.
—¡Rich! —lo llamó su amigo—. ¡Ven aquí!<br />
Éste se inclinó y Shepley se levantó, dando un paso alrededor de mi<br />
taburete, mirando ceñudo directamente a los ojos de Rich.<br />
—Sal del camino, Mare.<br />
—Shepley…<br />
El tipo resopló. —¿Mare? ¿Shepley? ¿Son niños celebridades? ¿Qué tipo de<br />
jodidos nombres son esos?<br />
—Aléjate —dijo Shepley.<br />
Me bajé del taburete, y retrocedí unos pasos.<br />
—Esta es tu última advertencia —añadió.<br />
El cantinero se encontraba congelado en el marco de la puerta de la cocina,<br />
sosteniendo nuestros platos en las manos.<br />
—Shep —dije, alcanzando su brazo. Nunca lo había visto tan hostil—. Sólo<br />
vámonos.<br />
64<br />
Con dos dedos, Rich tocó el hombro de Shepley. —¿Qué vas a hacer,<br />
hombrecito? ¿Qué tal si meto la polla en su boca y, entonces, tendrás algo por lo<br />
que estar enojado?<br />
La mandíbula de Shepley se movió bajo la piel.<br />
—Cariño —dije.<br />
Sus hombros se relajaron. Sacó unos billetes del bolsillo y los arrojó sobre la<br />
barra. Extendió el brazo detrás de sí, alcanzándome.<br />
Caminé hacia la puerta, aminando a mi novio a seguir. Comenzó a volverse<br />
hacia mí pero Rich lo alcanzó, agarrando con el puño su camiseta y tirándolo hacia<br />
atrás.<br />
Shepley no vaciló. Los ojos de Rich se abrieron mientras lo veía aproximarse<br />
con el codo levantado. Sonó un ruido sordo cuando el codo de Shepley golpeó en<br />
el pómulo de Rich, quien se tambaleó hacia atrás, sosteniendo un lado de su rostro,<br />
y su amigo se levantó, haciendo una pausa.<br />
—Jodidamente te reto a entrometerte —gruño Shepley.<br />
Rich trató de tomar ventaja de su momentánea distracción y se abalanzó.<br />
Shepley lo esquivó, y el tipo cayó hacia adelante mientras seguía pretendiendo dar<br />
un golpe. Me cubrí la boca mientras me hallaba completamente incrédula de que<br />
era mi novio, y no Travis, quien se encontraba en medio de una pelea. Había
mucho tiempo desde la última vez que vi a Travis en el cuadrilátero del Círculo y,<br />
a pesar de qué se encontraba un poco calmado desde la boda, todavía terminaría<br />
lanzando uno o dos puñetazos si alguien lo presionaba demasiado.<br />
Shepley siempre fue el mediador, pero en este momento, se encontraba<br />
lanzando golpes a Rich, lo suficientemente fuerte para sacarle sangre. Un corte<br />
comenzó a sangrar justo sobre su ojo.<br />
El cantinero alcanzó el teléfono justo cuando Shepley echaba el puño hacia<br />
atrás y gruñía mientras lo lanzaba. Rich se dio vuelta, haciendo un giro de ciento<br />
ochenta grados y cayó sobre el piso, rebotando una vez. Se hallaba inconsciente. El<br />
amigo lo observaba desde el taburete, sacudiendo la cabeza. Los ojos empezaban a<br />
hinchársele mientras yacía allí, aturdido, en la alfombra sucia.<br />
—Cariño, vámonos —dije.<br />
Shepley dio un paso hacia el amigo, quien se echó hacia atrás por reflejo.<br />
—¡Shepley Maddox! ¡Vámonos!<br />
65<br />
Me miró, jadeando. No tenía ni una sola marca en el rosto. Caminó más allá<br />
de mí, tomándome de la mano y jalándome hacia la puerta.
Traducido por Pau_07 y *~Vero~*<br />
Corregido por Jadasa<br />
Shepley<br />
66<br />
El volante del Charger gimió cuando lo giré con ambas manos. La lluvia caía<br />
de un cielo azul oscuro, asaltando el parabrisas tan fuerte que América casi tenía<br />
que gritar por encima del ruido. Decía mil palabras por minuto, y todo se veía<br />
borroso. No se encontraba histérica, sino emocionada. No estaba histérico. Sentía<br />
una puta furia profunda y pura. La adrenalina seguía bombeando a través de mis<br />
venas, haciendo que mi cabeza palpitara como si fuera a explotar. Ese sentimiento<br />
era exactamente el por qué no perdía la paciencia. Me dejaría sintiéndome<br />
enfermo, descontrolado, culpable, todo lo que no quería sentir.<br />
A medida que los kilómetros pasaban y escapábamos de Topeka, la voz de<br />
América captó mi atención.<br />
Extendió su mano para tocar la mía. —¿Cariño? ¿Me escuchaste? Puede que<br />
quieras reducir la velocidad. La lluvia está cayendo tan fuerte que las carreteras<br />
comienzan a ponerse resbaladizas.<br />
No tenía miedo, pero podía oír la inquietud en su voz. Mi pie se levantó<br />
medio centímetro del pedal del acelerador, y me calmé, liberando la tensión de mi<br />
pierna y luego del resto de mi cuerpo.<br />
—Lo lamento —dije entre dientes.<br />
América apretó mi mano. —¿Qué sucedió?<br />
Me encogí de hombros. —Lo perdí.<br />
—Siento que estoy en el coche con Travis, en lugar de con mi novio.<br />
Respiré profundamente. —No ocurrirá de nuevo.<br />
Por el rabillo de mi ojo, vi su rostro retorcerse.<br />
—¿Aún me amas?
Sus palabras fueron como un puñetazo en el estómago, y tosí una vez,<br />
intentando recuperar el aliento. —¿Qué?<br />
Sus ojos se nublaron. —¿Aún me amas? ¿Es porque dije que no?<br />
—Tú... ¿quieres hablar de esto ahora? Quiero decir... por supuesto que te<br />
amo. Lo sabes, Mare. No puedo creer que acabarás de preguntarme eso.<br />
Secó una lágrima que escapó por su mejilla y miró por la ventana. El clima<br />
afuera reflejaba la tormenta en sus ojos. —No sé qué sucedió.<br />
Sentí un nudo en mi garganta, ahogando cualquier respuesta que podría<br />
haber tenido. Las palabras no venían a mí. Alternaba entre mirarla con confusión y<br />
a la carretera.<br />
—Te amo. —Cerró sus delgados dedos elegantes en un puño y los apoyó<br />
debajo de su mentón, su codo sobre el reposabrazos de la puerta—. He querido<br />
hablar contigo acerca de la manera en que han estado las cosas entre nosotros<br />
últimamente, pero me sentía asustada... y...‖no‖sabía‖qué‖decir.‖Y…<br />
—¿América? ¿Este es un... esto es como un viaje de despedida?<br />
67<br />
Se dio la vuelta hacia mí. —Dímelo tú.<br />
No me di cuenta que tensé mis dientes hasta que me comenzó a dolerme la<br />
mandíbula. Cerré fuertemente mis ojos y luego parpadeé un par de veces,<br />
intentando concentrarme en la carretera, manteniendo el Charger entre las líneas<br />
blancas y amarillas. Quería detenerme para hablar, pero con la fuerte lluvia y la<br />
visibilidad a distancia limitada, sabía que sería demasiado peligroso. No correría el<br />
riesgo con el amor de mi vida dentro del coche, ni siquiera si en ese momento ella<br />
no creía serlo.<br />
—Nosotros no hablamos —dijo—. ¿Cuándo dejamos de hablar?<br />
—¿Cuando empezamos a amarnos tanto que nos asustaba mucho<br />
arriesgarnos? Al menos, así fue para mí, o lo es —dije.<br />
Decir la verdad en voz alta era tan aterrador como a la vez, un alivio. Había<br />
estado guardando eso tanto tiempo que decirlo me hizo sentir un poco más ligero,<br />
pero el no saber cómo reaccionaría hizo que desease poder guardarlo de nuevo.<br />
Pero esto era lo que ella quería, hablar, la verdad; y tenía razón. Era el<br />
momento. El silencio nos arruinó. En lugar de disfrutar de nuestro nuevo capítulo<br />
juntos, fui persistente en el por qué no, el todavía no, y en el cuándo. Fui impaciente, y<br />
eso me envenenó. ¿Amaba la idea de nosotros más de lo que la amaba? Eso ni<br />
siquiera tenía sentido.<br />
—Jesús, lo lamento, Mare —dije bruscamente.
Vaciló. —¿Por qué?<br />
Mi cara se contrajo en disgusto. —Por la manera en que he estado actuando.<br />
Por ocultarte cosas. Por ser impaciente.<br />
—¿Qué me has estado ocultado?<br />
Se veía tan nerviosa. Rompió mi corazón.<br />
Estiré su mano hacia mis labios y besé sus nudillos. Giró hacia mí,<br />
levantando una pierna y pegando su rodilla al pecho. Necesitaba algo más a que<br />
aferrarse, preparándose para mi respuesta. Las ventanas salpicadas de lluvia<br />
comenzaban a empañarse, calmándola. Era lo más hermoso y triste que alguna vez<br />
vi. Era fuerte y confiada, y la reduje a la chica de grandes ojos preocupada a mi<br />
lado.<br />
—Te amo, y quiero estar contigo para siempre.<br />
—¿Pero? —animó.<br />
—Sin peros. Eso es todo.<br />
68<br />
—Estás mintiendo —dijo.<br />
—A partir de ahora, eso es todo. Lo prometo.<br />
Suspiró y miró hacia adelante. Su labio comenzó a temblar. —Cometí un<br />
error, Shep. Ahora, simplemente estás satisfecho con seguir adelante como lo<br />
hemos estado haciendo.<br />
—Sí. Quiero decir... ¿está bien eso? ¿No es eso lo que quieres? ¿A qué te<br />
refieres con que cometiste un error?<br />
Presionó sus labios en una línea dura. —No debí haber dicho que no —<br />
gimió suavemente.<br />
Exhalé, alejando mis pensamientos. —¿A mí? ¿Cuándo te pedí que te<br />
casaras conmigo?<br />
—Sí —dijo, su voz casi suplicante—. Entonces no me encontraba lista.<br />
—Lo sé. Está bien —dije, apretando su mano—. No voy a renunciar a<br />
nosotros.<br />
—¿Cómo arreglamos esto? Estoy dispuesta a hacer lo que sea. Solo quiero<br />
que sea de la manera en que solía ser. Bueno, no exactamente, pero...<br />
Sonreí, mirándola tropezar con las palabras. Intentaba decirme algo sin<br />
decirlo, y eso era algo con lo que no se sentía cómoda. América siempre decía lo<br />
que quería. Era una de las millones de razones por las que la amaba.
—Me gustaría poder regresar a ese momento. Necesito una forma de volver<br />
a hacerlo.<br />
—¿Volver a hacerlo? —pregunté.<br />
Se sentía tanto esperanzada como frustrada. Abrí mi boca para preguntar<br />
por qué, pero granizo, cuatro veces más grande de lo normal, comenzó a apedrear<br />
el parabrisas.<br />
—Mierda. ¡Mierda! —grité, imaginando cada hueco golpeando el cuerpo.<br />
Reduje la velocidad, buscando una salida.<br />
—¿Qué hacemos? —preguntó América, enderezándose y apoyando sus<br />
manos sobre el asiento.<br />
—¿A qué distancia estamos? —pregunté.<br />
América se removió buscando su teléfono. Tecleó en él un par de veces. —<br />
Estamos a las afueras de Emporia. Por lo que, ¿un poco más de una hora? —gritó<br />
sobre el sonido de la lluvia y mil trozos de hielo clavándose en la pintura a sesenta<br />
y cuatro kilómetros por hora.<br />
69<br />
Reduje la velocidad aún más, al ver el resplandor de las luces de freno de los<br />
vehículos detenerse en el arcén. Los limpiaparabrisas resonaban como latidos de<br />
mi corazón a un ritmo rápido pero constante, al igual que la música de baile en El<br />
Red.<br />
—¿Shepley? —dijo América. La preocupación teñía su voz como antes, pero<br />
también se encontraba asustada.<br />
—Vamos a estar bien. Pasará pronto —dije, esperando que tuviera razón.<br />
—¡Pero tu coche!<br />
El extremo de la cola del Charger resbaló, y alejé de golpe mi mano de la de<br />
América, utilizando ambas para maniobrar el volante contra el derrape. Nos<br />
deslizamos a través del camino, hacia el medio. Lo corregí, y luego el Charger<br />
comenzó a derrapar hacia la zanja. Mano sobre mano, giré el volante de nuevo,<br />
sacando mi pie del acelerador. El Charger se inclinó hacia un costado, y se deslizó<br />
por un corto terraplén antes de aterrizar en una zanja de drenaje llena.<br />
El agua llegaba hasta la parte inferior de mi ventana, el grasoso río marrón<br />
arqueándose y bajando contra el cristal, pidiendo que lo dejen entrar.<br />
—¿Estás bien? —pregunté, sosteniendo su rostro entre mis manos,<br />
revisándola.<br />
Los ojos de América desencajados. —¿Qué...‖nosotros…?
Su teléfono comenzó a sonar. Echó un vistazo y luego me mostró la pantalla.<br />
—Advertencia de tornado —dijo—. Para Emporia. Ahora mismo.<br />
—Tenemos que salir de aquí —dije.<br />
Asintió y se dio la vuelta en su asiento.<br />
—Deja el equipaje. Podemos regresar por él. Tenemos que irnos. Ahora.<br />
Bajé mi ventana. América me entendió, se desabrochó el cinturón de<br />
seguridad, y bajó también la suya. Cuando comenzó a subirse; desabroché mi<br />
cinturón, pero me detuve. El anillo se encontraba en mi mochila en el asiento<br />
trasero.<br />
—¡Maldición! —gritó América desde la parte de arriba del coche—. ¡Mi<br />
teléfono se cayó al agua!<br />
El distante ascenso y descenso de las sirenas de tornado sonaban en la<br />
distancia mientras el granizo era reemplazado por la lluvia.<br />
70<br />
Extendí mi mano para buscar mi mochila, la puse sobre mi hombro, y salí<br />
por la ventana, uniéndome a América. El agua chapoteaba sobre la parte superior<br />
de la cubierta. América se cruzó de brazos, temblando por el viento, su cabello ya<br />
saturado con la lluvia. En solo un par de pantalones cortos, una camiseta sin<br />
mangas y sandalias, se hallaba vestida para un caluroso día de verano.<br />
Eché un vistazo rápido alrededor, evalué el agua, y luego salté. Apenas<br />
llegaba a mi cintura.<br />
—No es profundo, nena. Salta.<br />
América entrecerró sus ojos contra la lluvia.<br />
—Tenemos que encontrar un refugio, América. ¡Salta hacia mí!<br />
Se cayó más que saltar, y luego la ayudé a cruzar la zanja hasta el montículo<br />
de hierba. Había coches estacionados a ambos lados de la autopista de peaje, pero<br />
no se detuvo todo el tráfico. Un Semi voló delante de nosotros, haciendo volar el<br />
cabello de América hacia atrás y empapándonos con agua.<br />
América levantó sus brazos, extendiendo sus dedos, su rímel corriendo por<br />
sus mejillas.<br />
—No veo nada, ¿y tú? —pregunté.<br />
Negó con su cabeza, usando su camiseta sin mangas para limpiar su rostro.<br />
—Sin embargo, eso no significa nada. Podrían tener informes de la circulación o el<br />
descenso.
—Ese puente está más cerca de la ciudad. Vayamos allí. Podemos llamar a<br />
tus padres...<br />
Una melodía de gritos resonó detrás de nosotros, y miré hacia atrás para ver<br />
lo que ocurría.<br />
—¡Shepley! —gritó América, mirando al suroeste con horror, hacia el<br />
parque de casas rodantes ubicado en una parcela de árboles. Las ramas se<br />
doblaban, casi al punto de romperse, forcejeando sin poder hacer nada ante el<br />
viento embravecido.<br />
—Puta —dije, observando una nube caer lentamente desde el cielo.<br />
71
América<br />
Empapada y congelándome, levanté mi temblorosa mano para apuntar<br />
hacia el dedo azul colgando de las nubes. Alguien me empujó, pasándome, casi<br />
tirándome, y vi a un hombre corriendo hacia el puente, abrazando a una niña con<br />
coletas y sandalias blancas.<br />
La autopista de peaje llevaba a un puente sobre la autopista 170. El parque<br />
de casas rodantes se encontraba debajo a un costado, y una estación de servicio se<br />
hallaba al otro lado, solo medio kilómetro de distancia.<br />
Shepley me tendió la mano. —Deberíamos irnos.<br />
—¿A dónde?<br />
—Al puente.<br />
72<br />
—Si pasa sobre el puente, seremos succionados —dije, mis dientes<br />
comenzando a rechinar. No estaba segura de sí era porque tenía frío o me sentía<br />
aterrorizada—. ¡La estación de servicio es el lugar más seguro!<br />
—Está más cerca que Emporia. Con suerte, no nos alcanzará.<br />
Más gente corría por delante de nosotros hacia la intersección,<br />
desapareciendo a medida que descendían por la colina para ocultarse bajo el<br />
puente. Un camión pisó los frenos en medio de la autopista de peaje, y segundos<br />
más tarde, una camioneta chocó contra el camión. Un crujido fuerte de metal y<br />
vidrio fue silenciado por el viento creado por el tornado, que aumentaba. En<br />
cuanto me di la vuelta, unos pocos segundos, aumentó de tamaño.<br />
Shepley me hizo señas para que espere mientras corría hacia los restos. Se<br />
asomó, retrocedió unos pasos, y luego se apresuró para ver al conductor del<br />
camión. Sus hombros caídos. Todos murieron.<br />
—¡No puedes quedarte aquí! —dijo una mujer, tirando de mi brazo.<br />
Sostenía la mano de un niño, de unos diez años de edad. El blanco de sus<br />
ojos destacaba sobre su piel morena.<br />
—¡Mamá! —dijo, tironeándola.<br />
—¡Va a pasar justo por aquí! ¡Tienes que encontrar un refugio! —dijo la<br />
madre de nuevo, apresurándose hacia la estación de servicio con su hijo.
Shepley regresó junto a mí, tomando mi mano. —Tenemos que irnos —dijo,<br />
dándose la vuelta para ver a decenas de personas corriendo hacia nosotros desde<br />
sus vehículos estacionados.<br />
Asentí, y comenzamos a correr. La lluvia escocía mi rostro, soplando<br />
horizontalmente en lugar de hacia el suelo, por lo que era difícil ver.<br />
Shepley miró hacia atrás. —¡Vamos! —dijo.<br />
Corrimos a través de dos carriles y luego nos detuvimos al otro lado de la<br />
hierba en el medio. El tráfico era escaso, pero aún se movía en ambas direcciones.<br />
Nos detuvimos por un momento, y luego Shepley me estiró de nuevo hacia<br />
delante, a través de los dos carriles de tráfico en sentido contrario y luego por la<br />
rampa hacia la gasolinera. Un cartel alto decía Flying J. La gente corría desde el<br />
estacionamiento hacia el puente.<br />
Shepley se detuvo, y mi pecho se sentía pesado.<br />
—¿A dónde vas? —le preguntó Shepley a nadie en particular.<br />
73<br />
Un hombre, sosteniendo la mano de una niña con la edad de estar en la<br />
escuela primaria pasó corriendo junto a nosotros, señaló hacia delante. —¡Esta<br />
lleno! ¡No cabe nadie más!<br />
—¡Mierda! —grité—. ¡Mierda! ¿Qué hacemos?<br />
Shepley tocó mi mejilla, la preocupación visible en la piel alrededor de sus<br />
ojos. —Orar para no nos golpee.<br />
Corrimos juntos hacia dos puentes que permitían el paso de la autopista de<br />
peaje sobre la carretera 170. Los grandes pilares de hormigón se cernían sobre<br />
nosotros, creando el hueco donde el metal se unía a la ladera. Las grietas de ambos<br />
puentes ya se hallaban llenos de gente asustada.<br />
—No hay lugar —dije, sintiéndome desesperanzada.<br />
—Haremos lugar —dijo Shepley.<br />
Mientras subíamos la cuesta de la colina de concreto, los coches que aún<br />
cruzaban el puente sonaban como bombos. Los padres escondían sus hijos en los<br />
rincones más profundos que pudieron encontrar y los cubrían con sus propios<br />
cuerpos. Las parejas se acurrucaban juntas, y un grupo de cuatro chicas<br />
adolescentes limpiaban sus mejillas mojadas, alternando entre maldiciones en sus<br />
teléfonos celulares y orando.<br />
—Ahí —dijo Shepley, estirándome debajo del puente occidental—. Primero<br />
va a golpear el puente al este. —Me llevó al centro donde había un pequeño
espacio lo suficientemente grande para uno de nosotros—. Sube, Mare —dijo,<br />
señalando el pequeño labio anterior al nicho de concreto de casi un metro.<br />
Negué con mi cabeza. —No hay lugar para ti.<br />
Frunció el ceño. —América, no tenemos tiempo para esto.<br />
—¡Está llegando! —gritó alguien desde el puente al oeste.<br />
Shepley agarró cada lado de mi cara y me dio un fuerte beso en mis labios.<br />
—Te amo. Vamos a estar bien. Lo prometo. Métete allí.<br />
Intentó guiarme, pero me resistí.<br />
—Shep…‖—dije sobre el viento.<br />
—¡Ahora mismo! —exigió. Nunca me había hablado así.<br />
Tragué saliva y luego obedecí.<br />
Shepley miró a su alrededor, jadeando y despegando de su torso su<br />
camiseta empapada. Vio a un hombre debajo, sosteniendo hacia arriba su teléfono<br />
celular.<br />
74<br />
—¡Tim! ¡Sube aquí! —dijo en voz alta una mujer.<br />
Tim peinó hacia atrás su oscuro cabello húmedo, sin dejar de señalar su<br />
teléfono en la dirección del tornado. —¡Se acerca! —respondió, sonriendo con<br />
entusiasmo.<br />
Los niños gritaron, y también algunos adultos.<br />
—¿Esto está sucediendo? —dije, sintiendo mi corazón tronando contra mi<br />
caja torácica.<br />
Shepley apretó mi mano. —Mírame, Mare. Terminará pronto.<br />
Asentí rápidamente, inclinándome para ver a Tim aun filmando. Retrocedió<br />
un paso y luego comenzó a trepar por la pendiente.<br />
Atraje a Shepley tan cerca de mí como podía, y me abrazó fuertemente. El<br />
tiempo pareció hacer una pausa. Era tranquilo, sin viento, sin llantos, casi como si<br />
todo el mundo hubiera contenido el aliento a la espera de los próximos segundos.<br />
Este era el momento en que el tiempo iba a cambiar la vida de todos los que se<br />
ocultaron bajo los puentes equivocados.<br />
Demasiado rápido, la paz terminó, y el viento comenzó a rugir como una<br />
docena de aviones militares volando lentamente y muy bajo. La hierba debajo<br />
comenzó a azotar, y sentí como si estuviera bajo un kilómetro y medio de agua, el<br />
cambio en la presión del aire se sentía pesado y desorientador. Al principio, fui
empujada hacia atrás un poco, y entonces vi a Tim ser levantado. Cayó de golpe al<br />
suelo, arañó el hormigón, y luego trepó por la hierba antes de ser succionado en el<br />
cielo por un monstruo invisible.<br />
Los gritos me rodeaban, y mis dedos se clavaron en la espalda de Shepley.<br />
Se inclinó hacia mí, pero a medida que el embudo se abrió camino hasta el otro<br />
lado del puente al este y luego al nuestro, el aire cambió. Otra persona gritó<br />
mientras perdía su agarre y era succionada de nuestro escondite. Uno por uno,<br />
quien no se ocultaba dentro del rincón donde la colina se unía con el puente era<br />
arrancado.<br />
—¡Sujétate! —gritó Shepley, pero su voz se desvaneció. Utilizó cada<br />
pedacito de su fuerza para impulsarse aún más en la grieta.<br />
Sentí su cuerpo alejándose de mí. Sus brazos apretarse a mí alrededor, pero<br />
cuando empecé a deslizarme hacia adelante, me soltó y clavó sus pies en el<br />
hormigón, apoyándose en el viento.<br />
75<br />
—¡Shep! —grité, viendo como sus dedos se ponían blancos, presionando<br />
contra el suelo.<br />
Luchó por un momento para entregarme su mochila.<br />
La deslicé por encima de un brazo, y luego le extendí mi mano. —¡Toma mi<br />
mano!<br />
Sus pies comenzaron a deslizarse, y levantó su mirada hacia mí, el<br />
reconocimiento y terror en su rostro. —Cierra los ojos, nena.<br />
Una vez que dijo las palabras, se fue, levantado como si pesara nada. Grité<br />
su nombre, pero mi voz se perdió en el viento ensordecedor.<br />
Cambió la presión de aire, y la succión se detuvo. Corrí hasta la parte<br />
inferior, viendo una cuerda azul oscura retorciéndose rápidamente por la autopista<br />
de peaje, lanzando semis remolques como si fueran juguetes. Me arrastré hacia<br />
fuera, y luego corrí por debajo del puente, mirando a mí alrededor con<br />
incredulidad, sintiendo el aguijón de la lluvia en cada centímetro de mi piel<br />
expuesta.<br />
—¡Shepley! —grité, agachándome. Sostuve firmemente su mochila,<br />
abrazándola a mí como si fuera él.<br />
La lluvia se desvaneció, y observé mientras el tornado crecía en tamaño,<br />
deslizándose con gracia hacia Emporia.<br />
Corrí al Charger, deteniéndome arriba de la zanja. La autopista de peaje<br />
ahora era un camino de destrucción con los coches destrozados y piezas de
escombros al azar, yaciendo por todas partes. Los restos del camión y el SUV ya no<br />
estaban allí, en su lugar un gran trozo de estaño.<br />
Momentos antes, con Shepley nos encontrábamos en un viaje por la<br />
carretera para ver a mis padres. Ahora, estaba en el medio de lo que parecía una<br />
zona de guerra.<br />
El agua seguía chapoteando sobre el capó del Charger.<br />
—Estábamos allí —le susurré a nadie—. ¡Estuvo justo allí! —Mi pecho se<br />
movía, pero no importaba cuántas respiraciones tomé, no podía obtener suficiente<br />
aire. Mis manos golpearon mis rodillas, y luego mis rodillas tocaron el suelo. Un<br />
sollozo atravesó mi garganta, y grité.<br />
Esperaba que viniera corriendo hacia mí y me asegurara que se hallaba bien.<br />
Cuanto más tiempo esperaba en el Charger sin él, más aumentaba mi pánico. No<br />
iba a volver. Quizás estaba tirado en algún lugar, herido. No sabía qué hacer. Si iba<br />
a buscarlo, podría venir al Charger, pero yo no estaría allí.<br />
76<br />
Contuve una respiración, limpiando la lluvia y lágrimas de mis mejillas. —<br />
Por favor, encuentra tu camino de regreso a mí —susurré.<br />
Las luces rojas y azules se reflejaban en el asfalto mojado, y miré por encima<br />
de mi hombro para ver un coche patrulla detenerse detrás de mí. Un oficial saltó y<br />
corrió alrededor, arrodillándose junto a mí, y colocó una mano sobre mi espalda.<br />
Grabado en una tarjeta de identificación de bronce pegada en el bolsillo delantero<br />
de su camisa, Reyes. Inclinó su sombrero de fieltro azul, y la estrella de bronce fija<br />
en la parte de adelante decía Patrulla de Caminos de Kansas.<br />
—¿Estás herida? —Reyes extendió sus brazos gruesos, envolviendo una<br />
manta de lana sobre mis hombros.<br />
No me di cuenta de lo fría que me encontraba hasta que el dulce alivio del<br />
calor se filtró en mi piel.<br />
El oficial se cernía sobre mí, más grande que Travis. Se quitó el sombrero,<br />
revelando un cuero cabelludo bien afeitado. Su expresión era grave, ya sea por si<br />
se refería que lo de estar o no. Dos líneas profundas separaban sus tupidas cejas<br />
negras, y sus ojos se agudizaron mientras bajaba su mirada sobre mí.<br />
Negué con mi cabeza.<br />
—¿Es su coche?<br />
—De mi novio. Nos refugiamos debajo del puente.<br />
Reyes miró a su alrededor. —Bueno, eso fue estúpido. ¿Dónde está él?
—No lo sé. —Cuando dije las palabras en voz alta, un nuevo dolor me<br />
atravesó, y me derrumbé, apenas deteniéndome cuando mis palmas tocaron la<br />
carretera mojada.<br />
—¿Qué es eso? —preguntó, señalando la mochila en mis brazos.<br />
—Su... es suya. Me la entregó antes de que...<br />
Un pitido sonó, y luego Reyes habló—: Dos-diecinueve a la base H. Dosdiecinueve<br />
a la base G. Cambio.<br />
—Dos-diecinueve, adelante —dijo la voz de una mujer a través del altavoz.<br />
Su tono era plano, para nada abrumado.<br />
—He encontrado a un grupo de personas que se refugiaron bajo la carretera<br />
cincuenta y la intersección con la I treinta y cinco. —Echó un vistazo a la zona,<br />
viendo a los heridos esparcidos arriba y abajo de la autopista de peaje—. El<br />
tornado pasó por aquí. Diez-cuarenta-nueve a esta ubicación. Vamos a necesitar<br />
ayuda médica. Tantos como pueden enviar.<br />
—Entendido, dos-diecinueve. Las ambulancias son enviadas a su ubicación.<br />
77<br />
—Diez-cuatro —dijo Reyes, volviendo su atención hacia mí.<br />
Negué con la cabeza. —No puedo ir a ninguna parte. Tengo que buscarlo.<br />
Podría estar herido.<br />
—Podría. Pero no puedes buscarlo hasta que te revisen. —Reyes hizo un<br />
gesto hacia mi antebrazo.<br />
Una herida de cinco centímetros había abierto mi piel, y la sangre se<br />
mezclaba con la lluvia, un torrente carmesí desde la herida hasta el asfalto.<br />
—Oh, Jesús —dije, sosteniendo mi brazo—. Ni siquiera sé cómo sucedió.<br />
Pero... no puedo irme. Está aquí afuera en alguna parte.<br />
—Te estás yendo. Puedes regresar —dijo Reyes—. Ahora mismo, no puedes<br />
ayudarlo.<br />
—Regresará aquí. Al coche.<br />
Reyes asintió. —¿Es un chico inteligente?<br />
—Es jodidamente brillante.<br />
Reyes me dio una pequeña sonrisa. Suavizó su mirada intimidante. —<br />
Entonces, el hospital es el segundo lugar en el que buscará.
Traducido por Marie.Ang<br />
Corregido por Sandry<br />
América<br />
78<br />
Toqué el vendaje en mi brazo, la piel alrededor de él aun rosada e irritada<br />
por ser limpiada y cosida. Me sentía más cómoda con la ropa quirúrgica azul claro<br />
que la enfermera me dio para cambiarme que con mi camiseta de tirantes fría y<br />
pantalones cortos ajustados. Había estado sentada en la sala de espera de<br />
emergencias durante una hora, todavía sosteniendo la manta de lana de Reyes,<br />
tratando de pensar en cómo le diría a Jack y Deana lo que le sucedió a su hijo—no<br />
es que pudiera, de todas formas. Las líneas telefónicas se encontraban fuera de<br />
servicio.<br />
El hospital se había convertido en un flujo constante de muerte, heridos y<br />
pérdida. Una docena o más de niños fueron traídos, cubiertos en lodo pero sin un<br />
rasguño. De lo que podía decir, se encontraban separados de sus padres. Dos veces<br />
ese número de padres había llegado, buscando a sus hijos perdidos.<br />
La sala de espera se convirtió en un caos, y terminé de pie contra la pared,<br />
insegura de lo que estaba esperando. Una mujer bien corpulenta se sentó a unos<br />
metros de distancia abrazando a cuatro niños, todas sus caras sucias con tierra y<br />
lágrimas. La mujer llevaba una brillante camiseta verde que decía Primera<br />
Guardería de Niños en una estilografía infantil. Me estremecí, sabiendo que los niños<br />
a los que sostenía eran solo unos pocos de los preciosos a los que cuidaba.<br />
Mis pies empezaron a caminar fatigosamente hacia la puerta, pero una<br />
mano me acunó el hombro. Por medio segundo, un alivio y una alegría<br />
abrumadora me inundaron como una marea. Mis ojos se llenaron de lágrimas<br />
antes de siquiera darme la vuelta. Incluso aunque Reyes era una imagen<br />
bienvenida, la decepción de que no fuera Shepley me envió al borde.<br />
Ahogué un sollozo mientras mis rodillas se doblaban, y Reyes me ayudó a<br />
llegar al suelo.
—¡Eh! —dijo—. Cuidado, señorita. Tranquila. —Sus gruesos brazos eran tan<br />
grandes como mi cabeza, y tenía un ceño fruncido profundo y permanente entre<br />
las cejas. Era incluso más profundo ahora que observaba mi estado mental cayendo<br />
en espiral.<br />
—Pensé que eras él —dije una vez que me recuperé, si era posible después<br />
de esa devastación, otra vez.<br />
—¿Shepley? —preguntó.<br />
—¿Lo encontraste?<br />
Reyes dudó, pero luego meneó la cabeza. —No todavía. Pero a ti te he<br />
encontrado dos veces, así que puedo encontrarlo a él una vez.<br />
79<br />
No estaba segura de sí podía sentirme más desesperanzada. Emporia había<br />
sido golpeada duro. Una muralla completa del hospital fue arrasada, aislamiento y<br />
vidrio esparcidos por el suelo. Los coches en el estacionamiento se hallaban<br />
atascados unos sobre otros. Uno se encontraba en las ramas de un árbol. Miles de<br />
personas se hallaban sin electricidad, ni agua potable, y eran los afortunados.<br />
Cientos estaban sin hogar, y docenas se encontraban perdidos.<br />
En medio de la devastación, no pude desentrañar por dónde empezar a<br />
buscar a Shepley. Andaba a pie y no tenía suministros. Él estaba a fuera en algún<br />
lugar, y me esperaba. Tenía que encontrarlo.<br />
Me puse de pie. Reyes me ayudó.<br />
—Hazlo lento —dijo—. Trataré de encontrarte un lugar tranquilo para que<br />
lo esperes.<br />
—Estuve esperándolo una hora. La única razón por la que él no vino al<br />
coche o‖ aquí‖ a‖ encontrarme‖ es…‖ —Tragué el dolor, rehusándome a llorar de<br />
nuevo—. ¿Y si está herido?<br />
—Señora —dio un paso en mi camino—.‖No‖puedo‖ayudarle…<br />
—América.<br />
—¿Perdón?<br />
—Mi nombre. Es América. Sé que estás ocupado. No te estoy pidiendo<br />
ayuda, te estoy pidiendo que salgas de mi camino.<br />
Frunció el ceño. —Acaban de suturarte el brazo, ¿y vas a ir a explorar la<br />
ciudad? Va a oscurecer en unas horas.<br />
—Soy una chica grande.<br />
—Aunque no muy inteligente.
Estiré mi cuello hacia él. —Aquí está tu manta.<br />
—Quédatela —dijo.<br />
Dio un paso al lado, pero él me imitó.<br />
—Sal de mi camino, Reyes.<br />
Traté de rodearlo, pero me bloqueó de nuevo, suspirando.<br />
—Voy a alistarme para salir a patrullar. Dame cinco minutos, y puedes<br />
acompañarnos.<br />
Lo miré con incredulidad. —¡No puedo acompañaros! ¡Tengo que encontrar<br />
a Shepley!<br />
—Lo sé —dijo, mirando alrededor y haciéndome señas para que mantuviera<br />
la voz baja—. Voy a salir de esa forma. Ambos mantendremos un ojo en él.<br />
Me tomó un momento el responder. —¿En serio?<br />
—Pero‖al‖anochecer…<br />
80<br />
—Lo entiendo —dije, asintiendo—. Puedes traerme de regreso aquí.<br />
—Preguntaré en los alrededores. Habrá un refugio de la Cruz Roja. Quizás<br />
FEMA 2 estará instalado para entonces. No puedes pasar la noche aquí. Nunca serás<br />
capaz de dormir.<br />
No podía sonreír, pero quería hacerlo. —Gracias.<br />
Se movió inquieto, incómodo con el agradecimiento. —Sí. La camioneta está<br />
por aquí —dijo, señalando el estacionamiento.<br />
Deslicé la mochila de Shepley por mis hombros y entonces seguí a Reyes al<br />
exterior, bajo el cielo tormentoso. Mi cabello todavía estaba húmedo, así que lo<br />
retorcí y lo até en un moño, alejándolo de la cara. Mis pies se deslizaban contra las<br />
suelas mojadas de mis sandalias, los dedos de mis pies ya doliendo por el aire<br />
congelado.<br />
—¿De dónde eres? —preguntó Reyes, presionando el mando de las llaves en<br />
el llavero.<br />
Ambos nos acomodamos en nuestros asientos. La tela de los asientos se<br />
sentía cálida y suave.<br />
—Crecí en Wichita, pero voy a la universidad en Eakins, Illinois.<br />
—Oh, ¿un Estado del Este?<br />
2 FEMA: sigla de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias.
Asentí.<br />
—Mi hermano fue a la universidad ahí. El mundo es pequeño.<br />
—Dios, estos asientos son como si estuvieran hechos de espuma visco<br />
elástica y terciopelo. —Suspiré, inclinándome hacia atrás.<br />
Reyes hizo una mueca. —Has estado incómoda mucho tiempo. Son más<br />
como relleno de toallitas y tweed.<br />
Se me escapó una risa por la nariz, pero no pude formar una sonrisa.<br />
Sus ojos se suavizaron. —Vamos a encontrarlo, América.<br />
—Si él no me encuentra primero.<br />
81
Shepley<br />
La lluvia salpicaba mis párpados, haciéndome despertar. Parpadeé,<br />
cubriéndome los ojos con la mano, y mi hombro instantáneamente se quejó…‖<br />
luego mi espalda…‖ y‖ luego‖ todo‖ lo‖ dem{s.‖ Me‖ empujé hasta ponerme derecho,<br />
encontrándome sentado en un campo de plantas verdes. Supuse que era soya.<br />
Escombros era todo lo que me rodeaba—todo desde ropa, juguetes a pedazos de<br />
madera. Cincuenta metros más adelante, una luz destellaba del metal retorcido de<br />
una bicicleta. Hice una mueca.<br />
Mi hombro se sentía rígido cuando intenté estirarlo, y gemí cuando la<br />
puntada se trasformó en fuego a través de mi brazo. La camiseta que una vez fue<br />
blanca estaba manchada con lodo mezclado con carmesí en el sitio del dolor.<br />
82<br />
Estiré el cuello con mis dedos para ver un sucio desastre de una laceración<br />
que abarcaba quince centímetros justo desde encima de mi corazón hasta el borde<br />
de mi hombro izquierdo. Cuando me moví, un extraño objeto se movió con él,<br />
apuñalándome desde el interior. Toqué la piel, aspirando aire a través de mis<br />
dientes. Dolía como un hijo de puta, pero lo que sea que se deslizó para abrir mi<br />
piel todavía se encontraba ahí.<br />
Con los dientes apretados, abrí la piel con los dedos. Podía ver capas de piel<br />
y músculo, y luego algo más, pero no era hueso. Era un pedazo de madera café, de<br />
cerca de tres centímetros de espesor. Usando los dedos como pinzas, los hundí,<br />
gritando mientras pescaba la gran astilla de mi hombro. El sonido chapoteante de<br />
sangre y tejido combinado con la incomodidad hizo que mi cabeza flotara, pero un<br />
centímetro a la vez, extraje la estaca y la dejé caer al suelo. Me recosté hacia atrás,<br />
mirando el cielo lluvioso, esperando que el mareo y las náuseas disminuyeran, aun<br />
tratando de atravesar mis últimos recuerdos.<br />
Mi sangre se heló. América.<br />
Me tambaleé hasta ponerme de pie, sosteniendo el brazo izquierdo contra<br />
mi costado. —¿Mare? —grité—¡América! —Giré en círculo, buscando la cabina de<br />
peaje, escuchando los neumáticos zumbando en el asfalto.<br />
Solo pude escuchar el cantar de las aves y una ligera briza soplando a través<br />
del campo de soya.<br />
Los rayos del sol caían en forma de cascada desde el cielo a mi derecha,<br />
ayudándome a conseguir mi rumbo. Era media tarde, lo que significaba que me<br />
encontraba de frente al sur. No tenía ni idea de en qué dirección fui arrojado.
Levanté la mirada, recordando las últimas palabras a América. Me sentí<br />
siendo arrojado, y había querido que ella no lo viera. Pensé que sería de lo último<br />
que podría protegerla. Entonces, fui lanzado al aire. La sensación fue difícil de<br />
procesar, quizás algo como paracaidismo pero a través de una lluvia de estrellas.<br />
Fui bombardeado con lo que se sentían pequeñas rocas, y al momento siguiente,<br />
una bicicleta me golpeó con fuerza las piernas y espalda. Entonces, golpeé la tierra.<br />
Parpadeé, sintiendo el pánico elevarse por mi garganta. La caseta de peaje se<br />
encontraba frente a mí o detrás. No sabía cómo ubicarme yo mismo, mucho menos<br />
a mi novia.<br />
—¡América! —grité de nuevo, aterrado de que ella hubiera sido arrastrada<br />
también.<br />
Podía estar yaciendo a seis metros de mí o todavía metida en la grieta de la<br />
pasarela.<br />
83<br />
Decidí simplemente caminar al sur, con la esperanza de que una vez que<br />
alcanzara alguna especie de camino, sería capaz de determinar cuán lejos me<br />
hallaba del último lugar en el que vi a mi novia. La soya rozaba mis vaqueros<br />
mojados. Mi ropa colgaba pesada por la espesa capa de lodo, y mis zapatos eran<br />
como dos bloques de hormigón. Mi cabello estaba embarrado con grava húmeda y<br />
suciedad, así como mi cara.<br />
Mientras me aproximaba al borde del campo, vi un gran pedazo de hojalata<br />
con las palabras Emporia Sand & Gravel. Cuando subí una pequeña colina, vi lo que<br />
quedaba de la compañía, las pilas de materiales esparcidos por el viento—el<br />
mismo viento que me llevó al menos quinientos metros desde donde me había<br />
refugiado.<br />
Mis pies golpeaban la tierra y arena empapadas de lluvia, sobre los grandes<br />
pedazos de marcos de madera y metal que una vez fueron grandes edificios. Las<br />
camionetas fueron volcadas a más de cientos metros.<br />
Me congelé cuando llegué a un grupo de árboles. Un hombre se encontraba<br />
torcido en las ramas, cada orificio relleno con gravilla. Me tragué la bilis que subía<br />
por mi garganta. Extendí la mano, apenas capaz de tocar la suela de sus botas.<br />
—¿Señor? —dije, apenas capaz de hablar más alto que un susurro. Nunca<br />
había visto algo tan espantoso.<br />
Su pie osciló, sin vida.<br />
Me cubrí la boca y continué caminando, llamando el nombre de América.<br />
Ella está bien. Sé que lo está. Está esperándome. Las palabras se convirtieron en un
mantra, una oración, a medida que cruzaba el campo solo, caminando través del<br />
lodo y el pasto, hasta que vi las luces rojas y azules de un vehículo de emergencia.<br />
Con renovada energía, corrí hacia el caos, confiando en Dios que no solo<br />
encontraría a América, sino que también la encontraría ilesa. Estaría tan<br />
preocupada por mí, por lo que la urgencia de calmar sus temores era tan fuerte<br />
como la necesidad de encontrarla a salvo.<br />
Tres ambulancias se encontraban estacionadas junto a la caseta de peaje, y<br />
corrí a la más cercana, viendo a los paramédicos cargar a una joven mujer. Viendo<br />
que no era América, el alivio me inundó.<br />
El paramédico me echó una mirada y luego dos veces, girando hacia mí. —<br />
Eh. ¿Estás herido?<br />
—Mi hombro —dije—. Me saqué una astilla del tamaño de un lapicero.<br />
Miré alrededor mientras él evaluaba mi herida.<br />
—Sí, eso va a necesitar puntos. Probablemente grapas. Definitivamente<br />
necesitas limpiarlo.<br />
84<br />
Sacudí la cabeza. —¿Has visto a una bonita chica rubia, cerca de los veinte,<br />
como así de alta? —pregunté, manteniendo mi mano a la altura de los ojos.<br />
—He visto a un montón de chicas rubias, amigo.<br />
—Ella no es solamente rubia. Es hermosa, como épicamente bella.<br />
Se encogió de hombros.<br />
—Su nombre es América —dije.<br />
Presionó los labios en una dura línea y luego meneó la cabeza. —¿Novia?<br />
—Caímos de la caseta y hacia una zanja. Nos refugiamos bajo una pasarela,<br />
pero no estoy seguro de donde estoy.<br />
—¿Charger Vintage? —preguntó.<br />
—¿Sí?<br />
—Debe haber sido esa pasarela —dijo el paramédico, asintiendo hacia el<br />
oeste—. Porque tu coche está a unos trecientos metros en esa dirección.<br />
—¿Has visto a una linda rubia esperando cerca?<br />
Sacudió la cabeza.<br />
—Gracias —dije, dirigiéndome hacia la pasarela.
—Nadie está por ahí. Todos los que se refugiaron en la pasarela están en el<br />
hospital o en la tienda de la Cruz Roja.<br />
Lentamente me di la vuelta, frustrado.<br />
—De verdad necesita limpiar y coser eso, señor. Y todavía tenemos el clima<br />
viniendo. Déjeme llevarlo al hospital.<br />
Miré alrededor y luego asentí. —Gracias.<br />
—¿Cuál es tu nombre? —Cerró las puertas traseras y luego golpeó una<br />
puerta con el costado de su puño dos veces.<br />
La ambulancia avanzó y giró en ciento ochenta antes de dirigirse hacia<br />
Emporia con las luces y sirenas encendidas.<br />
—Uh…‖ese‖era‖nuestro‖transporte.<br />
—No, este es tu transporte —dijo, mostrándome una SUV rojo y blanco. En<br />
la puerta se leía Bombero Jefe—. Entra.<br />
85<br />
Cuando subió tras el volante, me dio una mirada. —¿Fuiste arrastrado, no?<br />
¿Cuán lejos crees que fue?<br />
Me encogí de hombros. —Al otro lado de esa planta de gravilla. Había un<br />
cuerpo…‖en‖el‖{rbol.<br />
Frunció el ceño y luego asintió. —Llamaré. Fuiste lanzado un poco más de<br />
trecientos metros, apuesto. Eres afortunado de haber conseguido solo un rasguño.<br />
—Es un infierno de rasguño —dije, instintivamente estirando el hombro<br />
hasta que sentí una puntada.<br />
—Concuerdo —dijo, bajando la velocidad cuando nos aproximábamos al<br />
Charger.<br />
Me le quedé mirando cuando pasamos, viendo que aún estaba hundido.<br />
América se fue.<br />
Mi garganta se tensó. —Si ella no está en la pasarela y no está en el Charger,<br />
fue al hospital.<br />
—También concuerdo con eso —dijo el Jefe.<br />
—Con suerte, para el refugio y no porque esté herida.<br />
El Jefe suspiró. —Lo descubrirás pronto. Primero, vas a conseguir que te<br />
limpien esa herida.<br />
—No me queda mucha luz del día.<br />
—Bueno, definitivamente no vas a encontrarla por la noche.
—Es por eso qué no puedo perder el tiempo.<br />
—No soy tu padre, pero puedo decírtelo ahora, si se te infecta, no vas te vas<br />
a sentir en condiciones de buscarla mañana. Cuídate, y luego puedes buscar a tu<br />
chica.<br />
Suspiré y luego golpeé la puerta con el costado de mi puño. Fue mucho más<br />
fuerte de lo que el Jefe golpeó la puerta de la ambulancia.<br />
Me lanzó una mirada de soslayo.<br />
—Lo siento —murmuré.<br />
—Seguro. Si fuera mi esposa, me sentiría igual.<br />
Le di un vistazo. —¿Sí?<br />
—Veinticuatro años. Dos niñas grandes. ¿Vas a casarte con esta chica?<br />
Tragué saliva. —Tenía un anillo en mi bolsa.<br />
Sonrió a medias. —¿Dónde está?<br />
86<br />
—Se la pasé antes de ser arrastrado.<br />
—Bien pensado. Ella está sosteniéndola para cuidarlo, y ni siquiera lo sabe.<br />
Tendrá dos buenas sorpresas cuando te vea.<br />
—Eso espero, señor.<br />
El Jefe hizo una mueca. —¿Espero? ¿A dónde se dirigían?<br />
—A casa de sus padres.<br />
—¿Te iba a presentar a sus padres? Suena como que tus posibilidades son<br />
bastante buenas.<br />
—He estado con sus padres —dije, mirando por la ventana. Se suponía que<br />
estaría yendo en la otra dirección con América, y en cambio, me dirigía de regreso<br />
a Emporia para encontrarla—. Varias veces. Y le he pedido que se case conmigo,<br />
varias veces.<br />
—Oh —dijo el Jefe—. ¿Vas a preguntárselo de nuevo?<br />
—Pensé en intentarlo una última vez.<br />
—¿Y si dice que no?<br />
—No lo he decidido. Quizás le pregunte por qué. Quizás le pregunte<br />
cuándo. Quizás me prepare para que me deje algún día.<br />
—Quizás es su turno a que te pregunte.
Mi rostro se retorció con disgusto. —No. —Me reí una vez—. Ella sabe que<br />
no sería feliz con eso. Las cosas son buenas. Ahora, realmente no tiene sentido que<br />
esté tan molesto. Vamos trabajando hacia allí. Acabamos de mudarnos juntos. Ella<br />
estaba comprometida conmigo. Me ama. Nos hago miserables por ello.<br />
El jefe meneó la cabeza. —¿Viviendo en pareja, eh? Eso lo explica. Mi esposa<br />
siempre‖ le‖ dice‖ a‖ mis‖ hijas‖ “¿Por‖ qué‖ comprar‖ la‖ vaca si‖ tienes‖ leche‖ gratis?”‖<br />
Apuesto que diría que sí si la hicieras esperar para compartir tu cama.<br />
Exhalé una risa. —Quizás. Prácticamente vivíamos juntos, de todos modos.<br />
O yo estaba en su dormitorio, o ella en mi casa.<br />
—O…‖ sí estuvo de acuerdo en mudarse contigo, posiblemente es porque<br />
está tomando las cosas a su propio ritmo. No dijo adiós. No dijo que no.<br />
87<br />
—Si dice que no de nuevo, estoy bastante seguro que va a significar un<br />
adiós.<br />
—A veces, adiós es una segunda oportunidad. Para aclarar tu cabeza. De<br />
todos‖ modos…‖ extrañar‖ a‖ alguien‖ hace‖ que‖ recuerdes‖ por‖ qué‖ amabas‖ a‖ esa‖<br />
persona en primer lugar.<br />
Me atraganté y luego intenté mantener la emoción fuera de mi voz. No<br />
podía imaginar alejarme de América.<br />
No solo porque estuviera enamorado de ella. Era como tomar mi primera<br />
respiración, luego la segunda, y luego cada respiración después de esa. América se<br />
había convertido en mi vida, y entonces era la razón de ella.<br />
—Ella es especial, ¿sabes? Es la hija de papi, pero te dirá dónde meterte si no<br />
le gusta lo que tienes que decir. Abofetearía a un gigante para proteger el honor de<br />
su mejor amiga. Odia las despedidas. Usa esa pequeña cruz dorada en su cuello y<br />
maldice como un marinero. Ella es mi felices para siempre.<br />
—Suena como un petardo. Quizás dice que no para asegurarse que no vas a<br />
irte‖a‖la‖menor‖señal‖de‖problemas.‖Estoy‖rodeado‖por‖chicas,‖y‖te‖diré…‖a‖veces,‖te‖<br />
disparan para ver si saldrás corriendo.<br />
—Me estoy engañando. —Mi voz se quebró.<br />
El jefe se quedó en silencio. —No‖diría…<br />
—Cuando la encuentre, voy a preguntarle. Le preguntaré tantas veces como<br />
sea necesario, pero solo estar con ella es suficiente. Tuve que ser literalmente<br />
rasgado de su lado para entenderlo.<br />
El jefe se rio entre dientes. —No serías el primer hombre que necesite un<br />
golpe en la maceta.
—Tengo que encontrarla.<br />
—Lo harás.<br />
—Ella está bien. ¿Cierto?<br />
El jefe me miró por sobre el hombro. Podía ver que no quería hacer una<br />
promesa que no podría mantener, así que simplemente asintió, las arrugas<br />
alrededor de sus ojos claros profundizándose.<br />
—Será mejor que encuentres una manguera primero, o no te reconocerá. Te<br />
ves como si hubieras perdido una pelea con un torno cerámico.<br />
Me reí una vez. Intenté resistir la urgencia de frotar el lodo seco de mi<br />
rostro, sin querer hacer un desastre mayor en la camioneta del Jefe del que ya<br />
había hecho.<br />
—La encontrarás —dijo el Jefe—. Y te casarás con ella.<br />
88<br />
Ofrecí una sonrisa de agradecimiento y luego asentí una vez antes de girar<br />
para mirar por la ventana, buscando en los rostros de todo al que pasábamos de<br />
camino hacia el hospital.
Traducido por Pau_07 & becky_abc2<br />
Corregido por Sandry<br />
América<br />
89<br />
Reyes atendía a una abuela y a su nieto adolescente quienes habían salido<br />
de los escombros de su hogar, una caravana de doble remolque. Reyes había<br />
estado patrullando arriba y abajo de las carreteras y caminos dentro de un radio de<br />
tres kilómetros de donde me había recogido, pero no se había cruzado con Shepley<br />
o con cualquier persona que lo hubiera visto. Estaba enfadada porque ni siquiera<br />
tenía una foto de él. Todas se hallaban en mi teléfono, y mi teléfono se estaba<br />
ahogando en algún lugar del río. La batería tenía un solo dígito cuando revisé la<br />
hora, por lo que probablemente se encontraba muerto.<br />
Describir a Shepley parecía difícil. Pelo castaño y corto, ojos color avellana,<br />
alto, bien parecido, atlético, de un metro ochenta y sin marcas distintivas, hizo que<br />
mi descripción de él fuera bastante vaga a pesar de que era todo lo contrario. Por<br />
primera vez, me hubiera gustado que fuera un gigante tatuado como Travis.<br />
Travis. Apuesto a que él y Abby se preocuparon mucho.<br />
Volví al Cruiser y me senté en el asiento del pasajero.<br />
—¿Has tenido suerte? —dijo Reyes.<br />
Negué con la cabeza.<br />
—La señora Tipton tampoco ha visto a Shepley.<br />
—Gracias por preguntar. ¿Están bien?<br />
—Un poco golpeados, pero vivirán. A la señora Tipton le falta su terrier,<br />
jefe. —Sus palabras eran huecas, pero escribió todo en su portapapeles.<br />
—Eso es horrible.<br />
Reyes asintió, continuando sus notas.<br />
—Con todo esto ocurriendo, ¿y van a ayudarla a encontrar a su perro? —<br />
pregunté.
Reyes me miró. —Sus nietos la visitan dos veces al año. Ese perro es la única<br />
cosa entre ella y la soledad. Así que, sí, voy a ayudarla. No puedo hacer mucho,<br />
pero voy a hacer lo que pueda.<br />
—Eso es agradable de tu parte.<br />
—Es mi trabajo —dijo, continuando con sus garabatos.<br />
—¿La patrulla de carretera ayuda con animales perdidos?<br />
Él me miró. —Hoy en día, sí.<br />
Alcé la barbilla, negándome a dejar que su tamaño e intimidante expresión<br />
llegaran a mí. —¿Estás seguro de que no hay manera de conseguir llamar?<br />
—Puedo llevarte de nuevo a la sede.<br />
Recorrí el desastre que había quedado del parque de casas rodantes. —<br />
Después del anochecer. Tenemos que seguir buscando.<br />
Reyes asintió, apagando las luces y poniendo de la caja de cambios a<br />
primera. —Sí, señora.<br />
90<br />
Llegamos de nuevo a la autopista de peaje, y por segunda vez, Reyes<br />
condujo hacia el paso elevado para consultar con la tripulación de emergencia en la<br />
escena para ver si habían visto a Shepley.<br />
—Gracias de nuevo. Por todo.<br />
—¿Cómo está tu brazo? —preguntó, mirando a escondidas sobre mi<br />
vendaje.<br />
—Dolorido.<br />
—Puedo imaginarlo.<br />
—¿Tienes familia aquí? —pregunté.<br />
—Sí, la tengo. —Su mandíbula cincelada bailó bajo su piel, incómodo con la<br />
pregunta personal.<br />
No parecía querer elaborar la respuesta, así que por supuesto, yo no podía<br />
parar allí.<br />
—¿Están de acuerdo?<br />
Después de un segundo de vacilación, habló—: Las extraño. Mi esposa se<br />
encontraba un poco alterada.<br />
—¿Las?<br />
—Una nueva niña pequeña en casa.
—¿Cómo de nueva?<br />
—Tres semanas.<br />
—Apuesto a que te preocupaste.<br />
—Aterrorizado —dijo, mirando hacia adelante—. Ya vi cómo se<br />
encontraban. Un poco de daños en el techo. Daños por granizo en el nuevo<br />
monovolumen.<br />
—Oh no. Lo siento.<br />
—No era nuevo. Sólo nuevo para nosotros. Pero nada importante.<br />
—Bueno —dije—. Me alegro. —Miré el reloj de la radio, sintiendo mis cejas<br />
levantándose—. Ya han pasado dos horas. —Cerré los ojos—. Este viaje se suponía<br />
que era el viaje. He estado lanzando indirectas a diestro y siniestro.<br />
—¿Para qué?<br />
—Para que me pregunte... para que me proponga matrimonio.<br />
—Oh. —Frunció el ceño—. ¿Cuánto tiempo habéis estado juntos?<br />
91<br />
—Casi tres años.<br />
Él resopló. —Yo se lo pregunté a Alexandra después de tres meses.<br />
—¿Dijo que sí?<br />
Alzó una ceja.<br />
—Yo no lo hice —dije, quitando barro seco fuera de mis manos—. Él me<br />
preguntó antes.<br />
—Ouch.<br />
—Dos veces.<br />
Toda la cara de Reyes se comprimió. —Brutal.<br />
—Su primo y mi mejor amiga se casaron. Se fugaron después de un horrible<br />
accidente‖en‖la‖universidad,‖y‖yo…<br />
—¿El incendio?<br />
—Sí... ¿has oído hablar de él?<br />
—Mi hermano es la alma mater, ¿recuerdas?<br />
—Cierto<br />
—Por lo tanto, ¿se casaron? ¿Y les fue mal?<br />
—No.
—¿Pero fue un impedimento para casarte con el hombre que amas?<br />
—Bueno, cuando lo pones de esa manera...<br />
—¿Cómo lo pusiste tú?<br />
—Su compañero de cuarto, Travis, se casó. Así, en un primer momento,<br />
como que se propuso en el último momento, con la esperanza de que nuestros<br />
padres‖nos‖dejaran‖vivir‖juntos.‖Mis‖padres‖no‖estaban‖de‖acuerdo…‖en‖absoluto.‖<br />
Pero no quería casarme sólo para manipular una situación, como Travis y Abby.<br />
Travis también es su primo, y Abby es mi mejor amiga. —Miré a Reyes para ver su<br />
expresión—. Lo sé. Es complicado.<br />
—Sólo un poco.<br />
—Luego me preguntó tres meses más tarde, y me sentía como si estuviera<br />
solo preguntando porque Travis y Abby se casaron. Shep admira a Travis.<br />
Simplemente no me encontraba lista.<br />
—Lo suficientemente justo.<br />
92<br />
—Ahora —Dejé escapar un largo suspiro—, estoy lista, pero él no me lo va a<br />
proponer. Está hablando acerca de ser un reclutador de fútbol.<br />
—¿Y?<br />
—Por lo tanto, se irá por durante una buena parte del año. —Negué con la<br />
cabeza, rascándome las uñas sucias—. Me temo que vamos a separarnos.<br />
—Reclutador, ¿eh? Interesante. —Se movió en su asiento, preparándose<br />
para lo que iba a decir a continuación—. ¿Qué hay en la bolsa?<br />
Me encogí de hombros, mirando hacia abajo a la mochila en mi regazo. —<br />
Sus cosas.<br />
—¿Qué tipo de cosas?<br />
—No lo sé. Un cepillo de dientes y el valor de un fin de semana en ropa.<br />
Íbamos a visitar a mis padres.<br />
—¿Querías que se propusiera en casa de tus padres? —Una vez más, su ceja<br />
se arqueó.<br />
Le lancé una mirada. —¿Y? Esto se está empezando a sentir menos como<br />
una conversación y más como un interrogatorio.<br />
—Tengo curiosidad por qué esa bolsa es tan importante. Era la única cosa<br />
además de ustedes dos que estaba fuera del coche. Te la entregó a ti antes de que<br />
saliera volando desde el paso elevado. Esa es una bolsa importante.
—¿A dónde quieres ir a parar?<br />
—Sólo quiero asegurarme de que no estoy transportando drogas en mi<br />
Crusier.<br />
Mi boca se abrió y cerró.<br />
—¿Te he ofendido? —preguntó Reyes a pesar de que claramente no fue<br />
afectado por mi reacción.<br />
—Shepley no está en las drogas. Apenas bebe. Compra una cerveza y cuida<br />
a los demás toda la noche.<br />
—¿Qué hay de ti?<br />
—¡No!<br />
No estaba convencido. —No tienes que consumir drogas para venderlas.<br />
Los mejores comerciantes no lo hacen.<br />
—No somos narcotraficantes o contrabandistas o como sea el término legal.<br />
93<br />
Reyes aparcó al lado del Charger inundado. El agua y los residuos<br />
chapoteaban en las ventanas abiertas. —Eso va a costar mucho de reparar. ¿Cómo<br />
va a pagarlo?<br />
—Él y su padre comparten un amor por los coches viejos.<br />
—¿Proyecto de restauración por el vínculo de padre-hijo? ¿Todo pagado con<br />
el dinero de papá?<br />
—No tienen la necesidad de vincularse. Es muy cercano a sus padres. Era un<br />
buen chico, y es un mejor hombre. Sí, ellos tienen dinero, pero él tiene un trabajo.<br />
Se mantiene a sí mismo.<br />
Reyes me miró. No era más que... masivo. Aun así, yo no tenía nada que<br />
ocultar, y no iba a dejar que me intimidara.<br />
—Trabaja en un banco —espeté—. ¿De verdad crees que estoy escondiendo<br />
drogas en esta bolsa?<br />
—Te has estado aferrando a ella como si estuviera hecha de oro.<br />
—¡Es de él! ¡Es lo único que tengo de él, además de ese coche inundado! —<br />
Las lágrimas ardían en mis ojos mientras la realización de lo que acababa de decir<br />
formaba un nudo en mi garganta.<br />
Reyes esperó.<br />
Apreté los labios y luego halé la cremallera, tirando de ella hasta que se<br />
abrió. Saqué lo primero que agarré, lo cual fue una de las camisas de Shepley. Era
su favorita, una camiseta gris oscura de Eastern State. La sostuve contra mi pecho,<br />
descomponiéndome al instante.<br />
—América... no... No llores. —Reyes se veía medio indignado y medio<br />
incómodo, tratando de mirar a otro lado excepto a mí—. Esto es incómodo.<br />
Saqué otra camisa y luego un par de pantalones cortos. Mientras los<br />
desenrollaba, una pequeña caja cayó de nuevo en la mochila.<br />
—¿Qué fue eso? —dijo Reyes en un tono acusatorio.<br />
Cavé en la bolsa y saqué la caja, sosteniéndola con una enorme sonrisa. —Es<br />
el... este es el anillo que compró. Lo trajo. —Inhalé en una respiración entrecortada,<br />
mi expresión desmoronándose—. Iba a proponerse.<br />
Reyes sonrió. —Gracias.<br />
—¿Por qué? —dije, abriendo la caja.<br />
—Por no transportar drogas. Habría odiado arrestarte.<br />
—Eres un idiota —dije, limpiándome los ojos.<br />
94<br />
—Lo sé. —Bajó la ventanilla para hacerle señas a otro oficial.<br />
Con la ayuda de la Guardia Nacional, la autopista de peaje había sido<br />
despejada, y el tráfico funcionaba sin problemas de nuevo, pero cuando el sol<br />
comenzó su descenso, otro conjunto de nubes oscuras comenzaron a formarse en el<br />
horizonte.<br />
—Eso se ve como una mala señal —dije.<br />
—Creo que ya hemos experimentado malas señales.<br />
Fruncí el ceño, sintiéndome impaciente. —Tenemos que encontrar a Shepley<br />
antes de que oscurezca<br />
—Trabajando en ello. —Asintió con la cabeza a un oficial que se<br />
aproximaba—. ¡Landers!<br />
—¿Cómo te va? —dijo Landers.<br />
Con él de pie junto a la ventana de Reyes, incluso en un cruiser, me sentí<br />
como si estuviéramos siendo detenidos, y que en cualquier minuto, Landers le<br />
preguntaría a Reyes si sabía lo rápido que iba.<br />
—Traigo a una niña en mi coch…<br />
—¿Una niña? —susurré.<br />
Suspiró. —Traigo a una mujer joven en el coche que está buscando a su<br />
novio. Se refugiaron bajo ese puente cuando el tornado los alcanzó.
Landers se inclinó, dándome una mirada cuando había terminado. —Ella<br />
tiene suerte. No todos lo lograron.<br />
—¿Cómo quién? —pregunté, doblándome lo suficiente como para tener una<br />
mejor vista.<br />
—No estoy seguro. ¿Puedes creer que un hombre fue arrojado un cuarto de<br />
milla y corrió todo el camino de vuelta a la autopista de peaje, en busca de alguien?<br />
Estaba cubierto de barro. Parecía una barra de chocolate derretida.<br />
—¿Se hallaba solo? ¿Recuerdas su nombre? —pregunté.<br />
Landers negó con la cabeza, todavía riéndose de su propia broma. —Algo<br />
extraño.<br />
—¿Shepley? —preguntó Reyes.<br />
—Tal vez —dijo Landers.<br />
—¿Estaba herido? ¿Qué llevaba puesto? ¿Tiene más de veinte años? ¿Ojos<br />
color avellana?<br />
95<br />
—Espere, espere, espere, señora. Ha sido un largo día —dijo Landers,<br />
poniéndose de pie.<br />
Todo lo que podía ver de él era su sección media.<br />
Reyes lo miró—. Vamos, Justin. Ha estado buscando durante horas. Lo vio<br />
siendo atrapado por un maldito tornado.<br />
—Él tenía una laceración significativa en el hombro, pero va a vivir si el jefe<br />
de bomberos logra conseguir que se deje curar. Se encontraba empeñado en<br />
encontrar a su, uhm... ¿Cómo la llamó? Épica hermosa novia. —Landers hizo una<br />
pausa y luego se inclinó hacia abajo—. ¿América?<br />
Mis ojos se abrieron, y mi boca se abrió en una sonrisa enorme. —¡Sí! ¡Ese es<br />
mi nombre! ¿Él estaba aquí? ¿Buscándome? ¿Sabe dónde se fue?<br />
—Para el hospital... para buscarte —dijo Landers, inclinando su sombrero—.<br />
Buena suerte, señora.<br />
—¡Reyes! —dije, agarrando su brazo.<br />
Él asintió con la cabeza mientras encendía las luces, y luego arrojó el<br />
engranaje al camino. Rebotamos cuando el cruiser cruzó la mediana, y luego Reyes<br />
presionó un pie en el acelerador, disparándonos por la autopista hacia Emporia... y<br />
hacia Shepley.
Shepley<br />
La enfermera negó con la cabeza, frotando un corte en mi oreja con un<br />
algodón. —Tienes suerte. —Parpadeó sus largas pestañas y luego buscó detrás de<br />
suyo algo situado en la bandeja de plata al lado de mi camilla.<br />
Urgencias se encontraba lleno. Las habitaciones estaban disponibles sólo<br />
para los casos más urgentes. El caos se había creado en la sala de espera, y yo había<br />
esperado más de una hora antes de que una enfermera llamara mi nombre y me<br />
acompañara hasta una camilla en la sala donde había esperado durante otra hora.<br />
—No puedo creer que fueras a salir de aquí.<br />
—Se está haciendo tarde. Tengo que encontrar a América antes de que<br />
anochezca.<br />
96<br />
La enfermera sonrió. Ella era una pequeña cosa. Había pensado que era una<br />
recién ingresada de la escuela de enfermería hasta que abrió la boca. Me recordó<br />
mucho a América, confiada, fuerte y aceptaría el cero por ciento de mierda que<br />
alguien pudiera darle.<br />
—Te lo dije. Mira —dijo—. América está en el sistema, lo que significa que<br />
ha sido vista aquí. Probablemente te esté buscando. Quédate quieto. Volverá.<br />
Fruncí el ceño. —Eso no me hace sentir mejor. —Miré su insignia—. Brandi.<br />
Ella sonrío. —No, pero vas a conseguir que las heridas se enrojezcan.<br />
Mantenlas limpias y secas. Vas a tener un mordisco sobre la oreja.<br />
—Fabuloso —murmuré.<br />
—Tú eres el que se refugió debajo de un puente. ¿No sabes nada? Eso es<br />
peor que estar de pie en un campo abierto. Cuando un tornado pasa sobre un<br />
puente, aumenta la velocidad del viento.<br />
—¿Te enseñan eso en la escuela de enfermería? —pregunté.<br />
—Esto es Tornado Alley. Si no sabes las reglas ya, podrás aprenderlas<br />
después de la primera temporada de tornados.<br />
—Puedo ver por qué.<br />
Ella exhaló una risa. —Considera la oreja con derechos de fanfarronear. No<br />
muchas personas pueden decir que han hecho un viaje en un tornado y vivieron<br />
para contarlo.<br />
—No creo que vayan a estar impresionados por una oreja astillada.
—Si deseas una cicatriz retorcida, tendrás una —dijo, señalando mi hombro.<br />
Miré hacia el vendaje blanco y la cinta en mi hombro y luego detrás de mí<br />
hacia la puerta. —Si ella no está aquí en quince minutos, voy a salir a buscarla.<br />
—No puedo tener tus documentos listos en...<br />
—Quince minutos —dije.<br />
Se sorprendió por mi demanda. —Escucha, princesa, si no lo has notado,<br />
estoy ocupada. Ella va a estar aquí. Tenemos otra tormenta que viene de todas las<br />
formas, y...<br />
Me puse rígido. —¿Qué? ¿Cuándo?<br />
97<br />
Se encogió de hombros, mirando a la televisión montada en la sala de<br />
espera. Personas de todas las edades, todos empapados con agua de lluvia, sucia,<br />
estaban asustados, envueltos en mantas de lana emitidas del hospital. Comenzaron<br />
a desplazarse alrededor de la pantalla. Un meteorólogo se hallaba de pie delante<br />
de un radar en movimiento unos cuantos centímetros a la vez. Una gran mancha<br />
roja rodeada de amarillo y verde se arrastró hasta los límites de la ciudad de<br />
Emporia, y luego volvió a empezar, atrapada en un bucle.<br />
—Nos va a tragar y nos escupirá —dijo Brandi.<br />
Mis cejas se alzaron mientras el pánico crecía en mi pecho. —Ella todavía<br />
está ahí fuera. Ni siquiera sé dónde buscar.<br />
—Shepley —dijo Brandi, agarrando mi barbilla y obligándome a mirarla—.<br />
Quédate. Si ella vuelve aquí y descubre que te has ido, ¿qué piensas que va a<br />
hacer? —Cuando no respondí, me soltó la barbilla, disgustada—. Haría lo mismo<br />
que tú. Ir a buscarte. Este es el lugar más seguro para ella, y si te quedas aquí,<br />
encontrará su camino de regreso.<br />
Agarré el borde de la camilla, apretando el cojín cubierto de plástico en mi<br />
puño, mientras Brandi deslizó cuidadosamente la parte superior de la camisa de<br />
enfermero sobre mi cabeza. Me ayudó a deslizar los brazos, esperando<br />
pacientemente, mientras yo luchaba por alzar mi hombro izquierdo.<br />
—Puedo conseguirte una bata de hospital en su lugar —dijo ella.<br />
—No. No batas —dije. Gruñendo, maniobré mi brazo a través de la manga.<br />
—No puedes ni siquiera vestirte, ¿pero vas a ir a buscarla?<br />
—No puedo sentarme aquí, seguro y cálido, mientras que afuera América<br />
está en alguna parte —dije—. Probablemente no tiene idea de que está a punto de<br />
ser golpeada de nuevo por más agua.
—Shepley, escúchame. Todavía estamos bajo una advertencia de tornado.<br />
—Es imposible conseguir que nos alcance dos veces en la misma noche.<br />
—En realidad, no lo es —dije—. Es raro, pero sucede.<br />
Me bajé de la camilla, perdiendo el aliento cuando el músculo desgarrado en<br />
mi brazo se movió.<br />
—Bien. Si vas a insistir en ser ridículo, tienes que firmar un AMA.<br />
—¿Firmar un qué?<br />
—AMA, el Alta en contra de la recomendación médica.<br />
—Espera, espera, espera —dijo Chief, levantando las manos—. ¿A dónde<br />
crees que vas?<br />
Respiré a través de mi nariz, frustrado. —Otra tormenta se acerca. Ella no ha<br />
vuelto todavía.<br />
—Eso no quiere decir que sea una buena idea que salgas fuera con la lluvia.<br />
98<br />
—¿Y si fuera tu esposa, Chief? ¿Qué pasaría si tus hijas estuvieran allí?<br />
¿Irías?<br />
Las sirenas de tornado llenaban el aire. Eran mucho más fuertes esta vez, el<br />
zumbido misterioso sonaba justo fuera de las puertas. Todo el mundo miró a su<br />
alrededor, y luego comenzó el pánico.<br />
Empecé por la puerta.<br />
Pero Chief se paró frente a mí. —¡No puedes ir por ahí, Shepley! ¡No es<br />
seguro!<br />
Sosteniendo mi brazo izquierdo, lo pase empujándolo por el hombro y<br />
luego me dirigí por la sala de espera llena de gente hacia las puertas. El cielo se<br />
había abierto de nuevo, lloviznando en el estacionamiento. Con horror e<br />
incredulidad en sus rostros, la gente corría a través del cemento hacia la sala de<br />
emergencias.<br />
Miré hacia arriba en busca de signos de una nube en forma de tornado. No<br />
tenía coche y ni idea de dónde estaba. Había tenido miedo varias veces en mi vida,<br />
pero ninguno de ellas había estado tan cerca como esta. Mantener los seres<br />
queridos seguros no era una cuestión, si no podía salvarla.<br />
Me di la vuelta, agarrando la camisa de Chief con mi puño, su placa<br />
clavándose en mi palma. —Ayúdame —dije, temblando de miedo y frustración.<br />
Gritos estallaron, y flashes poderosos se desencadenaron en la distancia.
—¡Todo el mundo, entrar en los pasillos! —dijo Chief, devolviéndome a mi<br />
camilla.<br />
Peleé con él, pero a pesar de que era el doble de mi edad, con el uso de sus<br />
dos brazos, fácilmente me subyugaba.<br />
99<br />
—¡Mantén tu trasero sentado! —gruñó, luchando por empujarme hacia el<br />
suelo.<br />
Brandi puso a un niño en mi regazo y se aferró a tres niños más,<br />
agachándose junto a mí.<br />
El niño no lloró, pero se sacudió incontrolablemente. Parpadeé y miré<br />
alrededor, viendo los rostros llenos de terror de todo el mundo que nos rodeaba.<br />
La mayoría de ellos ya habían sufrido un tornado devastador.<br />
—Quiero a mi papá —gimió el niño en mi regazo.<br />
Lo abracé a mi lado, tratando de proteger la mayor cantidad de su cuerpo<br />
como pude. —Va a estar bien. ¿Cómo te llamas?<br />
—Quiero a mi papá —dijo de nuevo, al borde del pánico.<br />
—Mi nombre es Shep. Yo también estoy solo. ¿Crees que podrías pasar el<br />
rato aquí conmigo hasta que esto termine?<br />
Él me miró con grandes ojos rojizos. —Jack.<br />
—¿Tu nombre es Jack? —pregunté.<br />
Él asintió con la cabeza.<br />
—Ese es el nombre de mi padre —le dije con una pequeña sonrisa.<br />
Jack miro mi expresión, y luego su sonrisa se desvaneció lentamente. —<br />
También es el nombre de mi padre.<br />
—¿Dónde está? —pregunté.<br />
—Estábamos en la bañera. Mi mamá... mi hermanita. Hubo mucho ruido. Mi<br />
papá se aferró a mí con fuerza. Apretándome fuertemente. Cuando todo terminó,<br />
ya no me sostenía. Nuestro sofá estaba del revés, y yo estaba debajo de él. No sé<br />
dónde está. No sé dónde está ninguno de ellos.<br />
—No te preocupes —dije—. Ellos sabrán buscarte aquí.<br />
Algo se estrelló contra una ventana de cristal y se hizo añicos el cristal.<br />
Gritos asustados apenas se registraron sobre las sirenas y el viento impetuoso.<br />
Jack enterró su cabeza en mi pecho, y lo apreté suavemente con mi brazo<br />
sano, sosteniendo el brazo izquierdo contra mi pecho.
—¿Dónde está tu familia? —preguntó Jack, con los ojos cerrados.<br />
—Aquí no —dije, mirando por encima de mi hombro a la ventana rota.<br />
100
Traducido por becky_abc2<br />
Corregido por Janira<br />
América<br />
—¿Cuánto falta? —pregunté.<br />
—Tres kilómetros menos que la última vez que preguntaste —se quejó<br />
Reyes.<br />
101<br />
Reyes conducía rápido, pero no lo suficiente. El hecho de saber que Shepley<br />
se hallaba en el hospital, lastimado, me hacía sentir como si pudiera saltar del<br />
coche y correr más rápido que lo que íbamos. Habíamos salido de la caseta de<br />
peaje a una carretera con una estrecha franja de casas que, de alguna manera, se<br />
libraron del tornado.<br />
Bajé la ventanilla, y descansé la barbilla sobre mi mano, dejando que el aire<br />
chocara contra mi cara. Cerré los ojos, imaginando la cara de Shepley cuando<br />
entrara por la puerta.<br />
—Landers dijo que se hallaba bastante golpeado. Debes prepararte para eso<br />
—dijo.<br />
—Se encuentra bien. Eso es todo lo que me importa.<br />
—Solamente no quiero que te pongas mal.<br />
—¿Por qué? —Me volví hacia él—. Pensé que eras un soldado rudo, sin<br />
emociones.<br />
—Lo soy —dijo, retorciéndose en el asiento—. Eso no significa que quiera<br />
verte llorar de nuevo.<br />
—¿Tú esposa no llora?<br />
—No —dijo, sin dudarlo.<br />
—¿Nunca?
—No le doy ninguna razón para hacerlo.<br />
Me senté bien. —Apuesto a que llora. Probablemente, solo no lo demuestra.<br />
Todo el mundo llora.<br />
—Nunca la he visto llorar. Se rió mucho cuando nació Maya.<br />
Sonreí. —Maya. Es linda.<br />
Enormes gotas de lluvia comenzaron a salpicar en el parabrisas, lo que hizo<br />
que encendiera los limpiaparabrisas. Comenzaron una cadencia, de un lado a otro<br />
a través del vidrio, que hizo eco con cada latido de mi corazón.<br />
Una comisura de su boca se elevó. —Es linda. Tiene la cabeza llena de<br />
cabello negro. Nació viéndose como si llevara un peluquín. Estuvo de color<br />
amarillo brillante la primera semana. Pensé que tenía un buen bronceado natural...<br />
como yo. —Sonrió—. Pero resultó ser ictericia. La llevamos al médico y luego al<br />
laboratorio. Le pincharon el talón con una aguja y le apretaron el pie para extraer<br />
una muestra de sangre. Alexandra no derramó ni una lágrima. Yo lloré tanto como<br />
Maya. ¿Crees que soy duro? No has conocido a mi esposa.<br />
102<br />
—¿El día de su boda?<br />
—No.<br />
—¿Cuándo se enteró que se encontraba embarazada?<br />
—No.<br />
Pensé en ello durante un momento. —¿Ni siquiera lágrimas de felicidad?<br />
Negó.<br />
—¿Qué pasa con las mujeres a las que detienes? ¿Dejas que se vayan si<br />
lloriquean?<br />
—El llanto me hace sentir incómodo —dijo sencillamente—. No me gusta.<br />
—Qué bueno que te casaste con una mujer que no llora.<br />
—Soy afortunado. Muy, muy afortunado. Ella no es demasiado sentimental.<br />
—No suena como si fuera emocional, en absoluto. —bromeé.<br />
—No te encuentras muy lejos de la verdad —se rió—. Al principio, no me<br />
hallaba seguro de si me gustaba. Me llevó dos años, y un montón de horas en el<br />
gimnasio, reunir valor para invitarla a salir. No creía poder amar a nadie más que a<br />
Alexandra, hasta hace un par de semanas.<br />
—¿Cuándo Maya nació?<br />
Asintió.
Sonreí. —Estaba equivocada. No eres un idiota.<br />
Un tono estridente llegó por la radio, y la operadora comenzó a recitar un<br />
informe meteorológico.<br />
—¿Otro tornado? —pregunté.<br />
Entonces las sirenas comenzaron a sonar.<br />
—El Servicio Meteorológico Nacional reporta un tornado en los límites de la ciudad<br />
de Emporia —dijo la operadora con un tono de voz monótona—. Todas las unidades<br />
han sido avisadas, un tornado está tocando tierra.<br />
—¿Cómo se encuentra tan tranquila? —pregunté, mirando hacia el cielo.<br />
Nubes oscuras se arremolinaban por encima de nosotros.<br />
Reyes desaceleró, mirando hacia arriba. —Es Delores. Es su trabajo<br />
mantener la calma, pero además, nada sacude a esa mujer. Ha hecho esto desde<br />
antes que yo naciera.<br />
103<br />
La voz de Delores llegó por la radio de nuevo. —Todas las unidades han sido<br />
avisadas, el tornado tocó el suelo, ahora viaja hacia el norte y noreste. La ubicación actual es<br />
Prairie Street y Avenida Sur.<br />
Delores continuó repitiendo el informe, mientras Reyes fruncía el ceño, y<br />
comenzaba a mirar el cielo frenéticamente.<br />
—¿Qué pasa? —pregunté.<br />
—Nos encontramos a una cuadra al norte de ese lugar.
Shepley<br />
El viento soplaba junto con la lluvia, empapando el azulejo y derribando las<br />
sillas. Varios hombres con insignias del hospital corrieron con un gran pedazo de<br />
madera, martillos y clavos, y luego se pusieron a trabajar cubriendo los cristales<br />
rotos. Algunos otros barrieron los pedazos brillantes de cristal que había<br />
esparcidos por el suelo.<br />
El jefe de bomberos se puso de pie y comenzó a caminar hacia donde los<br />
hombres de mantenimiento trabajaban. Justo cuando empezó a charlar con uno de<br />
los hombres, miró por la ventana. Luego se volvió sobre los talones y gritó—:<br />
¡Todo el mundo, muévanse!<br />
Agarró a una mujer y saltó mientras un coche compacto perforaba la<br />
madera y las ventanas restantes, deteniéndose de lado en medio de la sala de<br />
espera.<br />
104<br />
Después de unos segundos de un aturdido silencio, gemidos y gritos<br />
llenaron la habitación. Brandi volteó hacia mí a los niños que sostenía, y corrió<br />
hacia el coche, checando a los trabajadores y algunos pacientes que fueron<br />
atropellados.<br />
Colocó la palma en la frente de un hombre, con sangre saliendo a<br />
borbotones por la cara. —¡Necesito una camilla!<br />
El jefe se movió y luego me miró con ojos confundidos.<br />
—¿Se encuentras bien? —le pregunté, abrazando a los niños.<br />
Asintió y luego ayudó a levantarse a la mujer que sacó del camino.<br />
—Gracias —dijo ella, mirando a su alrededor con deslumbramiento.<br />
El jefe se asomó por el agujero en la pared que creó el coche. —Lo atravesó.<br />
Dio un paso hacia los cuerpos fracturados alrededor del coche, pero se<br />
detuvo cuando su radio se encendió.<br />
Una voz profunda se abrió paso mientras un hombre hablaba—: Dos<br />
diecinueve a Base G.<br />
—Base G. Adelante —habló la operadora.<br />
El jefe de bomberos agarro la radio. Podía oír el pánico disfrazado en la voz<br />
del oficial.
—Oficial caído en la carretera Cincuenta y Sherman. Mi patrulla se volcó.<br />
Múltiples muertes y lesiones en esta área, incluyéndome a mí. Solicitud de diez cuarenta y<br />
nueve para esta ubicación. Cambio. —dijo, gruñendo la última palabra.<br />
—¿Qué tan herido te encuentras, Reyes? —dijo la operadora.<br />
El jefe me miró. —Tengo que ir.<br />
—No me encuentro seguro —dijo el oficial—. Traía una mujer joven al hospital.<br />
Se encuentra inconsciente. Creo que su pierna quedó atrapada. Vamos a necesitar equipo de<br />
rescate.<br />
—Copiado, dos diecinueve.<br />
—¿Delores? —dijo Reyes—. Se informó que su novio se hallaba en Newman<br />
Regional con el jefe de bomberos. ¿Puede llamar por radio al hospital para notificar?<br />
—Diez cuatro, Reyes. Resiste. Tenemos unidades en el camino.<br />
Agarré el brazo del jefe. —Es ella. América se encuentra con ese policía.<br />
105<br />
—Base G es la patrulla de caminos del peaje. Se encuentra con un policía<br />
estatal.<br />
—No importa con quién se encuentra. Se halla herida y atrapada allí. Él no<br />
puede ayudarla.<br />
Se apartó de mí, pero apreté mi agarre en su brazo.<br />
—Por favor —dije—. Llévame allí.<br />
Hizo una mueca, ya en contra de la idea. —Por los sonidos, van a tener que<br />
cortar para sacarla de la patrulla. Eso podría llevar horas. Se encuentra<br />
inconsciente. Ni siquiera sabrá que te encuentras allí y, probablemente, estorbarás.<br />
Tragué saliva y mire alrededor mientras pensaba. El jefe sacó las llaves del<br />
bolsillo.<br />
—Sólo... —Suspiré—. No tiene que llevarme. Sólo dígame dónde se<br />
encuentra, voy a caminar.<br />
—¿Vas a caminar? —dijo con incredulidad—. Está oscuro. No hay<br />
electricidad, lo que significa que no hay farolas. No hay luna debido a las nubes.<br />
—¡Tengo que hacer algo! —grité.<br />
—Soy el jefe de bomberos. Hay un oficial caído. Voy a supervisar la<br />
extracción y...
—Se lo ruego —dije, demasiado cansado para luchar—. No puedo<br />
quedarme aquí. Está inconsciente, podría hallarse herida, y se asustará cuando<br />
despierte. Tengo que estar allí.<br />
El jefe pensó por unos segundos y luego suspiró. —De acuerdo. Pero<br />
quédate fuera del maldito camino.<br />
Asentí, siguiéndolo cuando se volvió hacia el estacionamiento. Seguía<br />
lloviendo, por lo que me preocupé aún más. ¿Qué pasa si el coche se volcó en una<br />
cuneta de drenaje, como el Charger? ¿Y si se hallaba bajo el agua?<br />
El jefe encendió las luces y sirenas mientras sacaba la camioneta del<br />
aparcamiento del hospital. Cables de electricidad y ramas se hallaban caídas por<br />
todas partes, ya que fueron golpeados por vehículos de todas las formas y<br />
tamaños. Incluso había un bote tirado de lado en el medio de la calle. Las familias<br />
se dirigían al hospital a pie, y trabajadores de la ciudad iban a toda marcha,<br />
tratando de remover los escombros de la entrada del hospital.<br />
106<br />
—Dios mío —susurró el jefe, mirando a nuestro alrededor con asombro—.<br />
Golpeados dos veces en el mismo día. ¿Quién hubiera pensado?<br />
—Yo no —dije—. Lo veo en vivo y directo, y sigo sin creerlo.<br />
Giró hacia el sur, en dirección a Reyes y América.<br />
—¿Qué tan lejos queda, donde dijo Reyes que se hallaban?<br />
—Seis cuadras, tal vez. No me encuentro seguro de ser los primeros en la<br />
escena o no, pero...<br />
—No lo somos —le dije, viendo ya luces intermitentes.<br />
Manejó unas cuantas cuadras más y luego se detuvo a un lado de la<br />
carretera. Los primeros en responder ya bloqueaban la carretera, y los bomberos se<br />
amontonaban alrededor de la patrulla volcada.<br />
Corrí hacia el vehículo. Me detuve al principio hasta que Jefe dio la orden.<br />
Caí de rodillas al lado de la patrulla, junto a un paramédico. El vehículo se<br />
encontraba aplastado en algunos puntos, rodeado por escombros y con todas las<br />
ventanas hechas añicos.<br />
—¿Mare? —grité, presionando mi rostro contra la tierra húmeda.<br />
La mitad del coche seguía en la calle, y la otra mitad, el lado de América, en<br />
la hierba.
Ondas rubias salían de la pequeña abertura que alguna vez fue la ventanilla<br />
del pasajero. Los largos mechones se encontraban empapados por la lluvia, teñidos<br />
de rosa en una pequeña parte.<br />
Mi respiración se detuvo, y me miré por encima del hombro a los<br />
paramédicos. —¡Está sangrando!<br />
—Trabajamos en ello. Vas a tener que moverte en un segundo, para poder<br />
comenzar a sacarla.<br />
Asentí. —¿Mare? —dije una vez más, alcanzándola.<br />
No me hallaba seguro de qué tocaba, pero podía sentir su suave piel.<br />
Todavía se encontraba caliente<br />
—¡Cuidado! —dijo el médico.<br />
—¿América? ¿Puedes oírme? Soy Shep. Me encuentro aquí.<br />
—¿Shepley? —Una pequeña voz vino desde el vehículo.<br />
107<br />
El paramédico me sacó del camino. —¡Se encuentra despierta! —le gritó a su<br />
compañero.<br />
La actividad del personal de emergencia alrededor del coche se incrementó.<br />
—¿Shepley? —me llamó América, esta vez más fuerte.<br />
Un oficial me recogió del suelo y me retuvo.<br />
—¡Me encuentro aquí! —contesté.<br />
Una pequeña mano se extendió hacia la lluvia, y caí de rodillas,<br />
arrastrándome hacia ella.<br />
Le cogí la mano antes de que nadie me pudiera parar. —Estoy aquí, nena.<br />
Estoy aquí. —le besé la mano, sintiendo algo afilado en los labios.<br />
En su dedo anular se encontraba el diamante con el que planeé<br />
proponérmele, de nuevo, este fin de semana en casa de sus padres.<br />
Mi labio inferior tembló, y le volvía besar los dedos. —Mantente despierta,<br />
Mare. Van a sacarte de allí pronto.<br />
Me acosté en el suelo, sosteniendo su mano, por unos minutos, hasta que un<br />
bombero trajo una herramienta hidráulica para abrir la puerta. El oficial me sacó<br />
del camino, y América me buscó de nuevo con los dedos.<br />
—¿Shepley? —lloró.<br />
—Él va a retroceder un poco mientras que te sacamos de allí, ¿de acuerdo?<br />
Tranquilícese, señorita.
Era el mismo oficial que antes me palmeó el hombro. Fue entonces cuando<br />
me di cuenta de que tenía vendas en la cabeza.<br />
—¿Eres Reyes? —Le pregunté.<br />
—Lo siento, señor. Traté de sacarnos del camino. Fue muy tarde.<br />
Asentí.<br />
El jefe se acercó. —Debes dejar que te lleve al hospital, Reyes.<br />
—No hasta que la saquen —dijo, mirando a los bomberos que utilizaban la<br />
herramienta.<br />
El bombero puso dos pinzas de metal con una sola agarradera cerca de la<br />
puerta. El gemido agudo del metal hidráulico mezclado con el zumbido fuerte de<br />
los camiones de bomberos.<br />
América gritó, y me lancé hacia la patrulla<br />
Reyes se aferró a mí. —Hazte a un lado, Shepley —dijo—. Van a sacarla más<br />
rápido si te quedas fuera del camino.<br />
108<br />
Apreté la mandíbula. —¡Estoy aquí! —grité.<br />
El sol se metió, y pusieron reflectores alrededor de toda la patrulla. Cuerpos<br />
cubiertos yacían en una línea a lo largo de la acera, apenas a noventa y un metros<br />
de distancia. Era casi imposible hallarse allí y esperar a que alguien más ayudara a<br />
América, pero no había nada que yo pudiera hacer, más que hacerle saber que<br />
todavía me encontraba cerca. La única opción era esperar a que la liberaran.<br />
Me tapé la boca con la mano, sintiendo las lágrimas quemando mis ojos. —<br />
¿Cuánto falta? —pregunté.<br />
—Sólo unos minutos —dijo el jefe—. Tal vez menos.<br />
Los vi cortar y extraer la puerta de la patrulla y luego trabajaron para liberar<br />
su pierna. Ella gritó de nuevo. El agarre de Reyes en mi brazo se hizo más fuerte.<br />
—Es un petardo —dijo—. No iba a aceptar un no por respuesta. Insistió en<br />
venir conmigo, esperando encontrarte.<br />
El jefe se rió. —Conozco a alguien igual.<br />
El paramédico llegó con un collarín, y una vez que le estabilizó el cuello, la<br />
sacó, centímetro a centímetro. Una vez que vi su cara y sus hermosos y grandes<br />
ojos mirar a su alrededor en estado de conmoción y pavor, las lágrimas cayeron.
Me puse de pie a unos pocos centímetros de distancia, mientras que la<br />
estabilizaban en la camilla, y luego, finalmente, me permitieron sostener su mano<br />
de nuevo.<br />
—Se va poner bien —dijo el paramédico—. Tiene un pequeño corte en la<br />
coronilla de la cabeza. Su tobillo izquierdo probablemente se rompió. Eso es lo<br />
peor de todo.<br />
La miré y le besé mejilla, sintiendo el alivio apoderándose de mí. —<br />
Encontraste el anillo.<br />
Sonrió, le cayó una lágrima del rabillo de ojo y bajó por su sien. —Encontré<br />
el anillo.<br />
Tragué saliva. —Sé que es una situación traumática. Sé que odias que Abby<br />
se lo pidiera a Travis después del incendio, pero...<br />
—Sí —dijo sin dudarlo—. Si me pides que me case contigo, la respuesta es<br />
sí. —Contuvo el aliento, con lágrimas en los ojos.<br />
109<br />
—Te estoy pidiendo que te cases conmigo. —Me atraganté antes de besar el<br />
anillo en su dedo.<br />
Una vez que los paramédicos metieron la camilla de América en la<br />
ambulancia, seguí a Reyes a la parte trasera. América hizo una mueca cuando<br />
pasamos sobre los baches, pero nunca me soltó la mano.<br />
—No puedo creer que te encuentres aquí —dijo en voz baja—. No puedo<br />
creer que te encuentres bien.<br />
—Nunca me quedo perdido por mucho tiempo. Siempre puedo encontrar el<br />
camino de regreso a ti.<br />
Exhaló una pequeña risa y cerró los ojos, relajándose.
Traducido por Sandry<br />
Corregido por Fany Keaton<br />
América<br />
—Es precioso —dije, mirando alrededor del nuevo hogar de Travis y<br />
Abby—. ¿Dijiste cuatro habitaciones?<br />
Abby asintió. —Dos abajo, dos arriba.<br />
110<br />
Alcé la barbilla, mirando las escaleras. Se encontraban alienadas por blancos<br />
pernos de madera y cubiertas por una nueva alfombra extendida de color gris<br />
topo. Los suelos de madera estaban brillantes, y los muebles nuevos, las alfombras<br />
y la decoración fueron colocados perfectamente.<br />
—Parece sacado directamente de la revista Hogar y Jardín —dije, sacudiendo<br />
la cabeza con asombro.<br />
Abby miró alrededor con una sonrisa, susurrando y asintiendo. —Hemos<br />
ahorrado durante un tiempo. Quería que fuera perfecta. Al igual que Trav.<br />
Di vueltas al anillo de boda alrededor de mi dedo. —Lo es. Te ves cansada.<br />
—Mudarte y organizar todo te hará eso —dijo entrando a la sala de estar.<br />
Se sentó en la otomana, y yo me senté en el sofá. Fue la segunda cosa que<br />
Travis compró desde que conoció a Abby.<br />
—Le va a encantar cuando llegue a casa —dije—. Deberán llegar pronto.<br />
Miró su reloj, retorciendo distraídamente una larga hebra de cabello<br />
acaramelado. —De hecho, en cualquier minuto. Recuérdame darle las gracias a<br />
Shepley por recogerlo en el aeropuerto. Sé que no le gusta dejarte sola estos días.<br />
Bajé la mirada, pasando mi palma por el vientre redondo. —Sabes que haría<br />
cualquier cosa por ti y Travis.
Abby descansó la barbilla en su puño y negó con la cabeza. —Es difícil creer<br />
que‖el‖tuyo‖ser{‖el‖cuarto‖nieto‖de‖Jim.‖Olive,‖Hollis,‖Hadley,‖y‖ahora…‖<br />
—Todavía no lo voy a decir —dije con una sonrisa.<br />
—¡Vamos! ¡Me está matando no saberlo! Solo dime el sexo.<br />
Negué con la cabeza, y Abby se rió, solo medio frustrada con mi secreto.<br />
—Sigue siendo nuestro secreto, al menos durante tres semanas más.<br />
Abby se quedó quieta. —¿Tienes miedo?<br />
Sacudí la cabeza. —Para ser sincera, espero no ser una hinchada incubadora<br />
andante.<br />
Abby inclinó la cabeza, con simpatía. Se acercó al final de la mesa para<br />
enderezar un marco de una foto en blanco y negro de sus votos renovados en St.<br />
Thomas.<br />
111<br />
Me toqué el vientre, presionado la parte en la que el bebé se estiraba contra<br />
mis costillas. —En unos seis meses, tendrás que mover tus cosas frágiles un poco<br />
más arriba.<br />
Abby sonrió. —Estoy deseándolo.<br />
La puerta delantera se abrió, y Travis gritó atravesando el vestíbulo, su voz<br />
llegando fácilmente dentro del salón—: ¡Llegué casa, Pigeon!<br />
—Chicos, los dejos que se pongan al corriente—dije, intentando levantarme<br />
para salir del sofá.<br />
—No, quédate —dijo Abby, poniéndose de pie.<br />
—Pero…‖él‖no‖ha‖estado aquí durante diez días —dije, mirándola cruzar a<br />
ritmo tranquilo la habitación para encontrarse con Travis en la amplia entrada.<br />
—Hola, nena —dijo Travis, poniendo sus dos brazos alrededor de su mujer.<br />
Presionó los labios contra los suyos, respirándola a través de su nariz.<br />
Shepley se sentó en el sofá junto a mí, besándome y luego a mi vientre. —<br />
Papá está aquí —dijo.<br />
El bebé se movió, y me incorporé, tratando de dejar más espacio.<br />
—Alguien te ha echado de menos —dije, pasando mis dedos por el cabello<br />
de Shepley.<br />
—¿Cómo te sientes? —preguntó él.<br />
—Bien —dije, asintiendo.
Frunció el ceño. —Me estoy impacientando.<br />
Encorvé una ceja. —¿Si?<br />
Se rió una vez y luego alzó la mirada hacia su primo.<br />
—¿A dónde vas? —preguntó Travis, mirando a Abby salir hacia la cocina.<br />
Volvió con dos globos de helio en una cuerda y una caja de zapatos. Él se rio,<br />
confundido, y luego leyó la parte de arriba de la caja—. Bienvenido a casa, papá.<br />
—¡Oh, Dios mío! —grité antes de cubrirme la boca.<br />
Sosteniendo la caja, Travis me miró, luego a Shepley, y luego volvió a Abby.<br />
—Es bonito. ¿Es para Shep?<br />
Abby negó lentamente la cabeza.<br />
Travis tragó, sus ojos brillando al instante. —¿Para mí?<br />
Ella asintió.<br />
—¿Estás embarazada?<br />
112<br />
Asintió de nuevo.<br />
—¿Voy a ser papá? —Miró a Shepley, sus ojos ampliándose, con una gran<br />
sonrisa ridícula en su cara—. ¡Voy a ser papá! ¡De ninguna jodida manera! ¡De<br />
ninguna manera! —dijo, una lágrima cayendo por su cara. Se rió, una risa aguda<br />
bordando la locura<br />
Se limpió la mejilla y luego llevo a Abby en sus brazos, dándole vueltas.<br />
Abby se rió, enterrando la cabeza en el cuello de Travis.<br />
La colocó en el suelo. —¿De verdad? —preguntó, cauteloso.<br />
—Sí, cariño. No bromearía con esto.<br />
Él se rió de nuevo, aliviado. Nunca había visto a Travis tan feliz.<br />
—Felicidades —dijo Shepley, poniéndose de pie.<br />
Se acercó a Travis y lo abrazó. Travis lo sostuvo, claramente llorando.<br />
Abby se limpió los ojos, tan sorprendida como el resto de nosotros ante la<br />
reacción de Travis. —Hay más —dijo.<br />
Travis dejó ir a Shepley. —¿Más? ¿Está todo bien?<br />
manchas rojas alrededor de los ojos.<br />
—preguntó con<br />
—Abre la caja —dijo Abby, señalando la caja de zapatos, todavía en la<br />
mano de Travis.
Él parpadeó unas pocas veces y bajó la mirada, rompiendo con cuidado el<br />
papel en la que se encontraba envuelta. Levantó la tapa y luego miró a Abby. —<br />
Pidge —respiró.<br />
—¿Qué? ¡Enséñamelo! ¡No me puedo mover! —dije.<br />
Travis sacó dos delgados pares de blancos zapatos de bebé, comprimidos<br />
entre todos nuestros cuatro dedos.<br />
Me cubrí la boca de nuevo. —¿Dos? —chillé—. ¡Gemelos!<br />
—Mierda, hermano —dijo Shepley, dándole una palmadita en la espalda a<br />
Travis—. ¡Así se hace!<br />
Travis se ahogó, abrumado por las emociones. Una vez que las palabras le<br />
volvieron, guió a Abby a su sillón reclinable. —Siéntate, cariño. Descansa. Esta casa<br />
se ve genial. Has trabajado duro. —Se arrodilló frente a ella—. ¿Tienes hambre?<br />
Puedo cocinarte algo. Cualquier cosa. Dímelo.<br />
Abby se rió.<br />
113<br />
—Me estás haciendo quedar mal, Trav —bromeó Shepley.<br />
—Como si tú no hubieras estado encima de mí todo el tiempo —dije.<br />
Shepley se sentó a mi lado, abrazándome, y besándome en la frente.<br />
—Nietos‖número‖cinco…y‖sexto‖—dije, radiante.<br />
—No puedo esperar para decírselo a papá —dijo Travis. Su labio inferior<br />
tembló, y presionó su frente contra el vientre de ella.<br />
—Esta diversa familia lo ha hecho bien —dijo Shepley, tocándome el veinte.<br />
—Lo hemos hecho jodidamente fenomenal —dijo Travis.<br />
Shepley se puso de pie, desapareciendo en la cocina, y luego volvió con dos<br />
botellas abiertas de cerveza, y dos botellas de agua. Le tendió una cerveza a Travis<br />
y luego las de agua a Abby y a mí. Sostuvimos en alto nuestras bebidas.<br />
—Por la siguiente generación de los Maddox —dijo Shepley.<br />
El hoyuelo de Travis se hundió cuando sonrió. —Para que sus vidas sean<br />
tan hermosas como las mujeres que los llevan.<br />
Levanté mi agua. —Siempre has sido bueno con los brindis, Trav.<br />
Todos damos un sorbo, y luego miré a Travis, Shepley, y a Abby reír y<br />
hablar sobre lo increíble que se ha vuelto la vida, nuestro inminente parentesco, y<br />
de cómo sería la vida desde ahora.
Travis no podía parar de sonreír, y Abby parecía enamorarse de él otra vez<br />
mientras lo miraba enamorarse de la idea de ser padre.<br />
En cuanto a las personas que han luchado cada paso hacia adelante, no<br />
teníamos ni una queja, y no cambiaríamos nada. Cada giro equivocado nos<br />
condujo a este momento, demostrando que cada decisión que hicimos fue la<br />
correcta. Lloramos, herimos y desangramos en nuestro camino a la felicidad, de<br />
esos que no pueden ser detenidos por el fuego o el viento.<br />
Como sea que haya sucedido y fuera lo que fuese, éramos algo hermoso.<br />
Fin<br />
114
115
<strong>Something</strong> <strong>Beautiful</strong> es mi decimoséptima obra publicada. Hace apenas seis<br />
años, me senté a escribir Providence, y la vida es tan diferente, de la manera más<br />
maravillosa. El abrumador apoyo y la lealtad de mis lectores han jugado un papel<br />
importante permitiéndome escribir diecisiete novelas y novelas cortas en seis años,<br />
y por eso, ustedes tienen mi más sincero agradecimiento.<br />
116<br />
Gracias a mi querida amiga Deanna Pyles, que me ayudó a moldear<br />
<strong>Something</strong> <strong>Beautiful</strong> desde la primera página. Nunca sabrás lo mucho que aprecio tu<br />
emoción y entusiasmo.<br />
Un agradecimiento especial a Sarah Hansen, Murphy Hopkins, Elaine<br />
Hudson York, y Kelli Spear por ayudarme a empaquetar el ARC de <strong>Something</strong><br />
<strong>Beautiful</strong> a tiempo para Las Vegas. Me encontraba segura de que mi idea de último<br />
momento iba a desmoronarse, pero dejé lo que hacía y trabajé hasta tarde bajo una<br />
enorme presión para que esto sucediera. Han hecho felices a un centenar de<br />
lectores. ¡Gracias no es suficiente!<br />
Como siempre, gracias a mi esposo e hijos por su infinita paciencia y apoyo.<br />
No es tan fácil como parece tener una esposa y madre que trabaja en casa, pero<br />
tener que fingir que no está ahí. Hemos perfeccionado nuestro proceso, y los amo<br />
aún más de lo que las palabras pueden decir por hacer funcionar mi horario<br />
extraño. No podría hacer esto sin ustedes. No me gustaría.
Jamie McGuire nació en Tulsa, Oklahoma. Asistió a la Universidad Central<br />
de Oklahoma, y al Centro de Tecnología Autry donde se graduó con un título en<br />
radiografía.<br />
117<br />
Jamie allanó el camino para el género New Adult, con el bestseller<br />
internacional de <strong>Beautiful</strong> Disaster. Su siguiente novela, Walking Disaster, debutó en<br />
el # 1 en el New York Times, Usa Today, y en las listas de los más vendidos del Wall<br />
Street Journal. <strong>Beautiful</strong> Oblivion, libro de una de las series de los hermanos Maddox,<br />
también encabezó la lista de bestsellers del New York Times, que debutó en el # 1.<br />
En 2015, los libros dos y tres de la serie de los hermanos Maddox, <strong>Beautiful</strong><br />
Redemption y <strong>Beautiful</strong> Sacrifice, respectivamente, también encabezaron el New York<br />
Times.<br />
Novelas también escritas por Jamie McGuire incluyen: el thriller<br />
apocalíptico y mejor libro distópico del año 2014 Utopya, Red Hill; la serie de<br />
Providence, una trilogía romántica paranormal New Adult; Apolonia, un romance<br />
de ciencia ficción; y varias novelas, entre ellas: A <strong>Beautiful</strong> Weeding, Among<br />
Monsters, Happenstance: Serie de novelas, y Sins of the Innocent.<br />
hijos.<br />
Jamie vive en Steamboat Springs, Colorado, con su marido, Jeff, y sus tres<br />
Encuentra a Jamie en www.jamiemcguire.com o en Facebook, Twitter, Tsu,<br />
e Instagram.