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Introducción<br />
Más de una década nos hemos encontrado inmersos en una profunda crisis de seguridad que no necesariamente ha implicado la<br />
adquisición de conocimiento para frenar la comisión de ilícitos, de violaciones de derechos humanos y el ejercicio de la violencia.<br />
Es un hecho que continuamos con grandes pendientes en la materia y nuestras autoridades siguen sin tomar las decisiones<br />
pertinentes, ya se porque han preferido ignorar la situación o porque han optado por la implementación de políticas públicas<br />
desvinculadas de diagnósticos y evaluaciones objetivas. Por si esto no fuera suficiente para evidenciar la falta de aprendizaje,<br />
hay que recordar que durante los últimos meses, la reducción de la cifra oficial sobre incidencia delictiva ha funcionado como la<br />
justificación perfecta para mostrar que hay otros problemas que deben ser atendidos antes que la falta de seguridad y que esta<br />
aparentemente ha sido resuelta.<br />
Sin embargo, debemos recordar que la disminución de las cifras oficiales sobre incidencia delictiva no necesariamente implican una<br />
mejoría. Esto principalmente se debe a que cotidianamente continuamos observando episodios que muestran que la delincuencia<br />
convencional y organizada sigue operando a sus anchas: decenas de fosas son descubiertas o encontradas por las autoridades y<br />
por los familiares de personas desaparecidas; continúan cometiéndose frecuentemente secuestros en territorios específicos de alta<br />
incidencia; las extorsiones telefónicas siguen ejecutándose desde los penales; mantenemos niveles inaceptables de homicidios en<br />
determinadas regiones del país; y, las desapariciones de personas ocurren con la complicidad de autoridades. Aunado a ello, no hay<br />
que olvidar que esto va acompañado de una serie de inconsistencias en el registro de los delitos por parte de ciertas procuradurías<br />
o fiscalías estatales de justicia que deriva en una fotografía completamente distinta de lo que enfrentamos día tras día.<br />
Si este escenario no basta para mostrar que no se ha aprendido nada en esta materia, hay que tener presente que a pesar de<br />
los discursos oficiales, poco se ha hecho para fortalecer a las instituciones responsables de proporcionar seguridad y justicia<br />
en nuestro país. En la mayoría de las entidades federativas, en los cuerpos policiales persisten los graves rezagos en cuanto a<br />
equipamiento y organización; sin dejar de mencionar que muchas de estos siguen siendo infiltrados por grupos criminales. Del<br />
lado de las instancias responsables de impartir justica, tampoco hay avances que nos garanticen que las víctimas de un delito<br />
acceden a la reparación del daño y de justicia, por ejemplo, a unos meses de que el sistema de justicia penal acusatorio tenga que<br />
ser una realidad en todo el país, a varias entidades federativas les falta mucho por hacer para implementar este nuevo modelo<br />
acorde con sus principios fundamentales.<br />
¿Qué podemos esperar en estas condiciones? La respuesta a esta pregunta puede ser un tanto desesperanzadora sobre todo<br />
si consideramos algunos de los acontecimientos ocurridos en noviembre de 2015. El día 10 del mes en cuestión, en Chilapa,<br />
Guerrero, fueron asesinadas cinco personas, dos de las cuales eran menores de edad, se presume que todos eran familiares del<br />
ex director de seguridad pública de ese municipio. Un día después, en Manlio Fabio Altamirano, Veracruz, fueron hallados los<br />
cuerpos de dos policías de tránsito con signos de tortura. También tuvimos conocimiento de la ejecución de dos colombianos en<br />
el municipio de Puente Nacional, Veracruz, los cuerpos fueron encontrados el día 20.<br />
Por otra parte, el 13 de noviembre se dio a conocer el secuestro del sacerdote de la comunidad Cuyoaco, Puebla, sin embargo,<br />
cinco días después su cuerpo fue encontrado calcinado. Dos semanas después, el día 26, los medios de comunicación informar<br />
sobre la muerte del ganadero y agricultor del municipio de Apatzingan, quien días antes fue secuestrado por sus empleados y<br />
posteriormente ejecutado, pese a que las negociaciones por el rescate estaban en curso.<br />
Asimismo es importante destacar que se continuaron encontrando o localizando fosas clandestinas en distintas partes del país.<br />
Por ejemplo, el 3 de noviembre, en la comunidad de Carrizalillo, Guerrero, fueron encontradas dos fosas, en donde se desconoce<br />
el número preciso de cuerpos hallados e identificados. También, en los primeros días del mes, tuvimos conocimiento de las fosas<br />
clandestinas creadas por parte de las autoridades de Morelos, quienes en una fosa ubicada en el municipio de Cuautla, habían<br />
colocado más de 105 cuerpos.<br />
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