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Fíjate que no entrevisté a Adilia Castillo.<br />
Fue a ella y no a don Eladio Tarife a quien<br />
escuché cantar esa canción que tanto tarareabas.<br />
Ese día no te sentías muy bien. Es<br />
probable que los dolores te hincaran cual<br />
espinas venenosas, pero allí, casi desde la<br />
madrugada, ese pueblo te esperaba. Era tu<br />
pueblo, el del PSUV y los que no también.<br />
En la escalera estaban Fabiana Ochoa y<br />
Cristóbal Jiménez, ese llanerazo que siempre<br />
estuvo a tu lado. Una especie de guía<br />
musical… ¡Arranque, Maestro!… y los<br />
acordes del arpa se apoderaron del Palacio<br />
de Misia Jacinta. Estabas en el balcón, con<br />
tu chaqueta tricolor, cruzado de estrellas y<br />
del dolor indescriptible. Uno se fija y debió<br />
haber sido duro el momento… ¡Allá está<br />
Cristóbal!...<br />
Yo traigo un grito llanero / que me salió del<br />
“te quiero” / para cantarte Barinas<br />
paisaje de ensoñación / que me ha regalado<br />
Dios / frente a las cumbres andinas.<br />
Ese día el sentimiento arropó con su manto<br />
llanero a todos los que allí estaban. Yo te seguía<br />
más de cerca que cualquier otro, porque<br />
quería ver tu rostro. La televisión me<br />
lo permitía gracias a los close-up. Por eso<br />
digo que las espinas laceraban con fuerza.<br />
Siempre he creído que las transiciones no<br />
son fáciles y tú estabas consciente de ello.<br />
Necesario es dar el paso, necesario es cantar<br />
al pueblo, aunque la procesión vaya por<br />
dentro, con todo su candelero…<br />
“¡Cante desde el balcón, Comandante!”,<br />
le conmina Cristóbal. La segunda voz y en<br />
ocasiones la primera.<br />
Te apoyabas en él para alborotar la alegría.<br />
Esa que te acompañó durante tanto tiempo.<br />
La misma que exhibías cuando se acercaba<br />
el Madera. Bien te sirve un pasaje como un<br />
galerón. Un golpe tocuyano o un joropo tuyero.<br />
Alguna vez te vi cantar por esos lares<br />
y hasta te atreviste a bailar asentadito. No<br />
era la salsa tu plato fuerte, pero de cuando<br />
en vez te acordabas de algunas canciones<br />
que acompañaron tu niñez.<br />
Tú lo que quieres es que me coma el tigre,<br />
que me coma el tigre, mi carne morena.<br />
Tú lo que quieres es que me coma el tigre /<br />
Que me coma el tigre, que me coma el tigre…<br />
Y disfrutabas cantando “en vivo y en directo”<br />
la canción del barranquillero Eugenio<br />
García Cueto popularizada hace más de 45<br />
años por los Corraleros de Majagual.<br />
Noel con el Madera siempre te brindó su<br />
canto. Fueron contigo y tú con ellos. A decir<br />
de Gino González:<br />
“Nosotros somos los pobres, todos nosotros<br />
con Chávez”.<br />
Eras único, Comandante, por eso fuiste el<br />
guía; sabías arrinconar al rebaño y a esas<br />
ovejas casquivanas que intentaban salirse<br />
del redil, pero ese día solo se precisaba tu<br />
sonrisa. Más de uno tragó grueso y otros<br />
rezaban por tu salud. Lo cierto es que estoicamente<br />
tomaste el micrófono y dejaste<br />
correr la garganta para esa Barinas de tus<br />
pasiones…<br />
Linda Barinas, tierra llanera, / camino de<br />
palma y sol,<br />
cuando te pintan tan linda / siempre en las<br />
tardes<br />
y se embellece el paisaje, / pinceles de un<br />
arrebol…<br />
Tu canto se apagó aquella tarde. Recordar<br />
tus canciones, tus arrestos salseros. Orlando<br />
Watusi te brinda un homenaje con<br />
otros salseros. Ese género mucho te debe,<br />
porque esa es la música de los marginados.<br />
Bomba y plena que se escondía en los<br />
rincones ante la majestuosidad de los pudientes.<br />
“Esa música es de negros”. ¡Claro!,<br />
porque hasta no hace mucho, parodiando<br />
el texto bíblico, “era más fácil para un camello<br />
pasar por el ojo de una aguja, que<br />
para un negro entrar en el mundo de los<br />
famosos”.<br />
¡Uh, ah, Chávez no se va! / ¡Uh, ah, Chávez<br />
no se va! / ¡Uh, ah, Chávez no se va!<br />
El coro aguerrido del grupo Madera comandado<br />
por Noel Márquez. No lograron que te<br />
fueras. No pudieron… y con el corazón roto<br />
los dejaste en el piso. Solo la lluvia pudo minar<br />
tus fuerzas, pero al igual que en el balcón,<br />
solo algunos lo notamos. Sabroso el son<br />
que resuena y los tambores se animan. Un<br />
golpe de tres para el coro. Te animas a cantar<br />
en tono desafiante: “Volverá Supermán,<br />
Rintintín, Pepeto y Tin Tan”, pero adecos y<br />
copeyanos, esos no volverán”...<br />
Y tu risa entreverada en esa música que hoy<br />
enmudece ante el recuerdo de aquella “Patria,<br />
Patria, Patria querida, tuya es mi vida,<br />
tuya es mi sol…”. Pérez Rossi te canta una y<br />
otra vez y ese vulgo que no te olvida repite<br />
incesante.<br />
Nosotros somos los pobres, todos nosotros<br />
con Chávez…<br />
Ya culminas, Comandante. Uno se queda<br />
con los homenajes que te rinden.<br />
Tribilín de Sabaneta / veguerito de Barinas<br />
/ Voy a comprarte una araña y un par de<br />
mandarinas / una mano de cambures… y<br />
aquí tienes la propina.<br />
Una despedida rumbera para quien se hace<br />
eterno…<br />
“Chávez vive… y la rumba sigue”.<br />
Caracas, 6 de marzo de 2016.<br />
Edición Número Ciento sesenta y ocho. Año 04. ÉPALE CCS