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33<br />

Fíjate que no entrevisté a Adilia Castillo.<br />

Fue a ella y no a don Eladio Tarife a quien<br />

escuché cantar esa canción que tanto tarareabas.<br />

Ese día no te sentías muy bien. Es<br />

probable que los dolores te hincaran cual<br />

espinas venenosas, pero allí, casi desde la<br />

madrugada, ese pueblo te esperaba. Era tu<br />

pueblo, el del PSUV y los que no también.<br />

En la escalera estaban Fabiana Ochoa y<br />

Cristóbal Jiménez, ese llanerazo que siempre<br />

estuvo a tu lado. Una especie de guía<br />

musical… ¡Arranque, Maestro!… y los<br />

acordes del arpa se apoderaron del Palacio<br />

de Misia Jacinta. Estabas en el balcón, con<br />

tu chaqueta tricolor, cruzado de estrellas y<br />

del dolor indescriptible. Uno se fija y debió<br />

haber sido duro el momento… ¡Allá está<br />

Cristóbal!...<br />

Yo traigo un grito llanero / que me salió del<br />

“te quiero” / para cantarte Barinas<br />

paisaje de ensoñación / que me ha regalado<br />

Dios / frente a las cumbres andinas.<br />

Ese día el sentimiento arropó con su manto<br />

llanero a todos los que allí estaban. Yo te seguía<br />

más de cerca que cualquier otro, porque<br />

quería ver tu rostro. La televisión me<br />

lo permitía gracias a los close-up. Por eso<br />

digo que las espinas laceraban con fuerza.<br />

Siempre he creído que las transiciones no<br />

son fáciles y tú estabas consciente de ello.<br />

Necesario es dar el paso, necesario es cantar<br />

al pueblo, aunque la procesión vaya por<br />

dentro, con todo su candelero…<br />

“¡Cante desde el balcón, Comandante!”,<br />

le conmina Cristóbal. La segunda voz y en<br />

ocasiones la primera.<br />

Te apoyabas en él para alborotar la alegría.<br />

Esa que te acompañó durante tanto tiempo.<br />

La misma que exhibías cuando se acercaba<br />

el Madera. Bien te sirve un pasaje como un<br />

galerón. Un golpe tocuyano o un joropo tuyero.<br />

Alguna vez te vi cantar por esos lares<br />

y hasta te atreviste a bailar asentadito. No<br />

era la salsa tu plato fuerte, pero de cuando<br />

en vez te acordabas de algunas canciones<br />

que acompañaron tu niñez.<br />

Tú lo que quieres es que me coma el tigre,<br />

que me coma el tigre, mi carne morena.<br />

Tú lo que quieres es que me coma el tigre /<br />

Que me coma el tigre, que me coma el tigre…<br />

Y disfrutabas cantando “en vivo y en directo”<br />

la canción del barranquillero Eugenio<br />

García Cueto popularizada hace más de 45<br />

años por los Corraleros de Majagual.<br />

Noel con el Madera siempre te brindó su<br />

canto. Fueron contigo y tú con ellos. A decir<br />

de Gino González:<br />

“Nosotros somos los pobres, todos nosotros<br />

con Chávez”.<br />

Eras único, Comandante, por eso fuiste el<br />

guía; sabías arrinconar al rebaño y a esas<br />

ovejas casquivanas que intentaban salirse<br />

del redil, pero ese día solo se precisaba tu<br />

sonrisa. Más de uno tragó grueso y otros<br />

rezaban por tu salud. Lo cierto es que estoicamente<br />

tomaste el micrófono y dejaste<br />

correr la garganta para esa Barinas de tus<br />

pasiones…<br />

Linda Barinas, tierra llanera, / camino de<br />

palma y sol,<br />

cuando te pintan tan linda / siempre en las<br />

tardes<br />

y se embellece el paisaje, / pinceles de un<br />

arrebol…<br />

Tu canto se apagó aquella tarde. Recordar<br />

tus canciones, tus arrestos salseros. Orlando<br />

Watusi te brinda un homenaje con<br />

otros salseros. Ese género mucho te debe,<br />

porque esa es la música de los marginados.<br />

Bomba y plena que se escondía en los<br />

rincones ante la majestuosidad de los pudientes.<br />

“Esa música es de negros”. ¡Claro!,<br />

porque hasta no hace mucho, parodiando<br />

el texto bíblico, “era más fácil para un camello<br />

pasar por el ojo de una aguja, que<br />

para un negro entrar en el mundo de los<br />

famosos”.<br />

¡Uh, ah, Chávez no se va! / ¡Uh, ah, Chávez<br />

no se va! / ¡Uh, ah, Chávez no se va!<br />

El coro aguerrido del grupo Madera comandado<br />

por Noel Márquez. No lograron que te<br />

fueras. No pudieron… y con el corazón roto<br />

los dejaste en el piso. Solo la lluvia pudo minar<br />

tus fuerzas, pero al igual que en el balcón,<br />

solo algunos lo notamos. Sabroso el son<br />

que resuena y los tambores se animan. Un<br />

golpe de tres para el coro. Te animas a cantar<br />

en tono desafiante: “Volverá Supermán,<br />

Rintintín, Pepeto y Tin Tan”, pero adecos y<br />

copeyanos, esos no volverán”...<br />

Y tu risa entreverada en esa música que hoy<br />

enmudece ante el recuerdo de aquella “Patria,<br />

Patria, Patria querida, tuya es mi vida,<br />

tuya es mi sol…”. Pérez Rossi te canta una y<br />

otra vez y ese vulgo que no te olvida repite<br />

incesante.<br />

Nosotros somos los pobres, todos nosotros<br />

con Chávez…<br />

Ya culminas, Comandante. Uno se queda<br />

con los homenajes que te rinden.<br />

Tribilín de Sabaneta / veguerito de Barinas<br />

/ Voy a comprarte una araña y un par de<br />

mandarinas / una mano de cambures… y<br />

aquí tienes la propina.<br />

Una despedida rumbera para quien se hace<br />

eterno…<br />

“Chávez vive… y la rumba sigue”.<br />

Caracas, 6 de marzo de 2016.<br />

Edición Número Ciento sesenta y ocho. Año 04. ÉPALE CCS

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