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CON ELLOS EN EL COMEDOR<br />
Hay experiencias que uno va guardando en su corazón<br />
y creo que este es un momento oportuno para<br />
compartirlo.<br />
En mis meses en Buenos Aires, Dios me invitó a acercarme<br />
más a los más despreciados de la sociedad…<br />
aquellas personas en situación de calle. Pude conocer<br />
parte de sus vidas, de sus penas, de sus luchas… personas<br />
que no sólo habían perdido todo sino y sobretodo<br />
“sus familias”. Personas que no tenían dónde<br />
pasar la noche, personas que en realidad no sólo buscaban<br />
comida en el comedor de la Basílica de San<br />
José, sino y por sobre todo: una mano misericordiosa,<br />
una mirada de acogida, que no juzga ni pregunta, el<br />
saludo de cada día, el buen trato y la corrección oportuna<br />
junto con ese sentir que “otro se preocupa de<br />
ellos”.<br />
con “mis hermanas” sabiendo aún, que muchas sienten nacer<br />
en su interior las mismas inquietudes, y por qué no pensar<br />
que todas nos hacemos estas preguntas.<br />
Son muchas las personas, desde alumnos, padres y docentes,<br />
al igual que ancianas e hijos los que se nos han confiado<br />
en nuestras obras… todas sabemos que muchas veces no<br />
damos abasto… que la mies es mucha… Tan cierto es todo<br />
esto como la realidad que nos golpea cuando salimos por<br />
las calles de las diversas ciudades en las que estamos.<br />
Siento cómo siguen resonando aquellas palabras del Señor:<br />
“tengo otras ovejas que no son de este redil…” Esto me lleva<br />
seguir preguntándome qué más puedo hacer por estos hermanos<br />
nuestros, que están fuera del redil.<br />
Pido al Señor, que desde la inquietud de cada una y desde<br />
las pequeñas experiencias a las que el Señor nos invita…<br />
podamos “agudizar la mirada y ensanchar más el corazón”…BUSCANDO<br />
NUEVOS CAMINOS, como lo estamos<br />
haciendo a nivel provincia. Claudia Lessio<br />
He escuchado historias, enjugado lágrimas, compartido<br />
abrazos, he recibido sencillos obsequios, y escuchar<br />
de sus labios la alegría de que la hermana esté<br />
allí con ellos. He compartido el preparar juntos la<br />
comida, el servir con ellos la mesa, y limpiar el comedor.<br />
He tratado con personas en diversas situaciones:<br />
adictos, jóvenes que están por motivos judiciales,<br />
personas ancianas solas que muchas veces no<br />
tienen que comer, de allí, de Flores, tan cerca nuestro!<br />
… y muchos en situaciones muy duras.<br />
Era triste ver familias enteras, con niños pequeños,<br />
que vienen desde lejos y traen a sus hijos porque allí<br />
hay comida! Personas judicializadas que están completando<br />
su pena con una tarea solidaria; muchos de<br />
ellos después de esta experiencia y habiendo cumplido<br />
su pena no quieren dejar a esta gente, tan necesitada<br />
como ellos, y todo, porque entre sus iguales encontraron<br />
esa familia que “perdieron y ahora no tienen”.<br />
A la vez que comparto esta experiencia sigo preguntándome…<br />
¿qué estoy haciendo por Cristo, por<br />
“estos otros cristos”? ¿Qué más puedo hacer Cristo?<br />
Y por qué no pensar con mis hermanas: ¿Qué haría<br />
Ana María si estuviese con nosotras, en este tiempo?<br />
Yo sola no tengo la respuesta… quiero hacérmelas<br />
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