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El duende quiso madrugar. nº 7

Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia. Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer.

Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia.

Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer.

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2 de abril, día mundial del autismo<br />

EL DUENDE QUISO<br />

MADRUGAR<br />

Revista Literaria<br />

SÉPTIMO NÚMERO. ABRIL 2016.<br />

COMO SIEMPRE, NOS<br />

ACERCAMOS A LOS<br />

ARTÍCULOS DE LARRA.<br />

NO SE PIERDA EL LECTOR<br />

UN REO DE MUERTE.<br />

FLOR Y CANTO, LA POESÍA<br />

NÁHUATL MÁS BELLA<br />

Y QUE POCOS LECTORES<br />

CONOCEN.<br />

EL PROFESOR EN EL AULA,<br />

O COMO LOS SISTEMAS<br />

EDUCATIVOS NO TIENEN EN<br />

CUENTA LA DIVERSIDAD.<br />

PRODUCIDO POR<br />

Ejemplar gratuito<br />

Publicado en internet


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NO TE PIERDAS NUESTROS NÚMEROS PASADOS<br />

VISÍTANOS EN:<br />

PÁGINA 2


EL DUENDE QUISO MADRUGAR<br />

<strong>El</strong> <strong>duende</strong> <strong>quiso</strong> <strong>madrugar</strong><br />

Número séptimo. Abril de 2016.<br />

Publicación de Francisco Javier González de<br />

Córdova.<br />

Es una revista literaria de publicación mensual<br />

de difusión gratuita vía internet.<br />

Esta publicación se terminó de editar el 2 de<br />

abril de 2016 en Ciudad de México.<br />

<strong>El</strong> contenido de los textos es responsabilidad<br />

del autor, cuya libertad de expresión viene<br />

amparada en la Carta de Derechos Humanos.<br />

Publicación sin fines de lucro. No patrocinada<br />

por ninguna organización o empresa.<br />

PROHIBIDA SU VENTA<br />

Pintura de logotipo: Caprichos de <strong>duende</strong>s y monjes, <strong>nº</strong> 70, de Francisco<br />

de Goya.<br />

Pintura de portada: La noche estrellada (1889), de Van Gogh.<br />

Revista de edición libre para:<br />

http://hamartia-world.blogspot.com.es/<br />

Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative<br />

Commons Atribución-NoComercial-<br />

SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia<br />

de esta licencia, visita http://<br />

creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.<br />

PÁGINA 3


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PÁGINA 4


Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número<br />

de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo<br />

de su inicio, cuando el <strong>duende</strong> de la literatura llenó<br />

de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más<br />

o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación<br />

de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación<br />

de la cultura a un público siempre voluntario de<br />

hallarla en tan extenso universo como son las letras y los<br />

medios por los que las encontramos. La universalización<br />

es un panorama tan amplio como complicado, pero no<br />

dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de<br />

nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia.<br />

Este séptimo número, al igual que los anteriores,<br />

recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo<br />

mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos<br />

la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos<br />

cada día el hábito del buen leer.<br />

Larra es nuestra inspiración; por él nacimos, y a<br />

él admiramos, deseando hacer llegar al lector la crítica<br />

social que con tantas ansias nos transmitía este sensacional<br />

escritor que pretendía acabar con la mediocridad de<br />

una sociedad que estaba consiguiendo autodestruirse,<br />

hasta que se autodestruyó, y con ella a muchos que tenían<br />

a la cultura como la máxima expresión.<br />

Una vez que se hunde una sociedad, se necesitan<br />

décadas para volver a alzarla; pero el camino es difícil<br />

cuando surge el pulso entre aquellos que intentan sacarla<br />

adelante, y aquellos que quieren someter al pueblo mediante<br />

un arma cruel y envenenado, como es la ignorancia.<br />

Una batalla que está lejos de ganarse, porque actualmente<br />

es la televisión la mejor propaganda de la que se<br />

sirven los tiranos.<br />

Índice<br />

Un reo de muerte, de Mariano José<br />

de Larra.<br />

7<br />

<strong>El</strong> profesor en el aula.<br />

Hamartía.<br />

11<br />

13<br />

Rincón de la Poesía: Diálogo de la<br />

poesía: Flor y canto.<br />

14<br />

Noticias Pifias.<br />

Citas célebres.<br />

17<br />

18<br />

Si la cultura sigue por los suelos, nosotros estaremos<br />

dispuestos a levantarla, aunque sean varios centímetros,<br />

aunque tan sólo le llegue a una solitaria alma<br />

que sepa agradecerlo, que quiera mantenerse viva en<br />

este enorme camposanto que forma la sociedad del siglo<br />

XXI. Bienvenido lector a este nuevo renacimiento.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

Lectura recomendada.<br />

<strong>El</strong> teatro del fin del mundo.<br />

19<br />

20<br />

PÁGINA 5


Publicidad<br />

PÁGINA 6


MARIANO JOSÉ DE LARRA<br />

Un reo de muerte<br />

de Mariano José de Larra<br />

Cuando una incomprensible comezón de escribir<br />

me puso por primera vez la pluma en la mano<br />

para hilvanar en forma de discurso mis ideas, el<br />

teatro se ofreció primer blanco a los tiros de esta<br />

que han calificado muchos de mordaz maledicencia.<br />

Yo no sé si la humanidad bien considerada<br />

tiene derecho a quejarse de ninguna especie de<br />

murmuración, ni si se puede decir de ella todo el<br />

mal que se merece; pero como hay millares de<br />

personas seudofilantrópicas, que al defender la<br />

humanidad parece que quieren en cierto modo<br />

indemnizarla de la desgracia de tenerlos por individuos,<br />

no insistiré en este pensamiento. Del llamado<br />

teatro, sin duda por antonomasia, dejeme<br />

suavemente deslizar al verdadero teatro; a esa muchedumbre<br />

en continuo movimiento, a esa sociedad<br />

donde sin ensayo ni previo anuncio de carteles,<br />

y donde a veces hasta de balde y en balde se<br />

representan tantos y tan distintos papeles.<br />

Descendí a ella, y puedo asegurar que al cotejar<br />

este teatro con el primero, no pudo menos de<br />

ocurrirme la idea de que era más consolador éste<br />

que aquél; porque al fin, seamos francos, triste<br />

cosa es contemplar en la escena la coqueta, el avaro,<br />

el ambicioso, la celosa, la virtud caída y vilipendiada,<br />

las intrigas incesantes, el crimen entronizado<br />

a veces y triunfante; pero al salir de una<br />

tragedia para entrar en la sociedad puede uno exclamar<br />

al menos: «Aquello es falso; es pura invención;<br />

es un cuento forjado para divertirnos»; y en<br />

el mundo es todo lo contrario; la imaginación más<br />

acalorada no llegará nunca a abarcar la fea realidad.<br />

Un rey de la escena depone para irse a acostar<br />

el cetro y la corona, y en el mundo el que la<br />

tiene duerme con ella, y sueñan con ella infinitos<br />

que no la tienen. En las tablas se puede silbar al<br />

tirano; en el mundo hay que sufrirle; allí se le va a<br />

ver como una cosa rara, como una fiera que se<br />

enseña por dinero; en la sociedad cada preocupación<br />

es un rey; cada hombre un tirano; y de su<br />

cadena no hay librarse; cada individuo se constituye<br />

en eslabón de ella; los hombres son la cadena<br />

unos de otros.<br />

De estos dos teatros, sin embargo, peor el uno<br />

que el otro, vino a desalojarme una farsa que lo<br />

ocupó todo: la política. ¿Quién hubiera leído un<br />

ligero bosquejo de nuestras costumbres, torpe y<br />

débilmente trazado acaso, cuando se estaban dibujando<br />

en el gran telón de la política, escenas, si no<br />

mejores, de un interés ciertamente más próximo y<br />

positivo? Sonó el primer arcabuz de la facción, y<br />

todos volvimos la cara a mirar de dónde partía el<br />

tiro; en esta nueva representación, semejante a la<br />

fantasmagórica de Mantilla, donde empieza por<br />

verse una bruja, de la cual nace otra y otras, hasta<br />

«multiplicarse al infinito», vimos un faccioso primero,<br />

y luego vimos «un faccioso más», y en pos<br />

de él poblarse de facciosos el telón. Lanzado en mi<br />

nuevo terreno esgrimí la pluma contra las balas, y<br />

revolviéndome a una parte y otra, di la cara a dos<br />

enemigos: al faccioso de fuera, y al justo medio, a<br />

la parsimonia de dentro. ¡Débiles esfuerzos! <strong>El</strong><br />

monstruo de la política estuvo encinta y dio a luz<br />

lo que había mal engendrado; pero tras éste debían<br />

venir hermanos menores, y uno de ellos, nuevo<br />

Júpiter, debía destronar a su padre. Nació la censura,<br />

y heme aquí poco menos que desalojado de<br />

mi última posición. Confieso francamente que no<br />

estoy en armonía con el reglamento; respétole y le<br />

obedezco: he aquí cuanto se puede exigir de un<br />

ciudadano, a saber, que no altere el orden; es bueno<br />

tener entendido que en política se llama<br />

«orden» a lo que existe, y que se llama «desorden»<br />

este mismo «orden» cuando le sucede otro<br />

«orden» distinto; por consiguiente, es perturbador<br />

el que se presenta a luchar contra el orden existente<br />

con menos fuerzas que él; el que se presenta<br />

con más, pasa a «restaurador», cuando no se le<br />

PÁGINA 7


quiere honrar con el pomposo título de<br />

«libertador». Yo nunca alteraré el orden probablemente,<br />

porque nunca tendré la locura de creerme<br />

por mí solo más fuerte que él; en este convencimiento,<br />

infinidad de artículos tengo solamente<br />

rotulados, cuyo desempeño conservo para más<br />

adelante; porque la esperanza es precisamente lo<br />

único que nunca me abandona. Pero al paso que<br />

no los escribiré, porque estoy persuadido de que<br />

me los habían de prohibir (lo cual no es decir que<br />

me los han prohibido, sino todo lo contrario,<br />

puesto que yo no los escribo), tengo placer en<br />

hacer de paso esta advertencia, al refugiarme, de<br />

cuando en cuando, en el único terreno que deja<br />

libre a mis correrías el temor de ser rechazado en<br />

posiciones más avanzadas. Ahora bien, espero que<br />

después de esta previa inteligencia no habrá lector<br />

que me pida lo que no puedo darle; digo esto porque<br />

estoy convencido de que ese pretendido acierto<br />

de un escritor depende más veces de su asunto<br />

y de la predisposición feliz de sus lectores que de<br />

su propia habilidad. Abandonado a ésta sola, considérome<br />

débil, y escribo todavía con más miedo<br />

que poco mérito, y no es ponderarlo poco, sin que<br />

esto tenga visos de afectada modestia.<br />

Habiendo de parapetarme en las costumbres,<br />

la primera idea que me ocurre es que el hábito de<br />

vivir en ellas, y la repetición diaria de las escenas<br />

de nuestra sociedad, nos impide muchas veces<br />

pararnos solamente a considerarlas, y casi siempre<br />

nos hace mirar como naturales cosas que en mi<br />

sentir no debieran parecérnoslo tanto. Las tres<br />

cuartas partes de los hombres viven de tal o cual<br />

manera porque de tal o cual manera nacieron y<br />

crecieron; no es una gran razón; pero ésta es la<br />

dificultad que hay para hacer reformas. He aquí<br />

por qué las leyes difícilmente pueden ser otra cosa<br />

que el índice reglamentario y obligatorio de las<br />

costumbres; he aquí por qué caducan multitud de<br />

leyes que no se derogan; he aquí la clave de lo mucho<br />

que cuesta hacer libre por las leyes a un pueblo<br />

esclavo por sus costumbres.<br />

Pero nos apartamos demasiado de nuestro objeto;<br />

volvamos a él; este hábito de la pena de<br />

muerte, reglamentada y judicialmente llevada a<br />

cabo en los pueblos modernos con un abuso inexplicable,<br />

supuesto que la sociedad al aplicarla no<br />

hace más que suprimir de su mismo cuerpo uno de<br />

sus miembros, es causa de que se oiga con la mayor<br />

indiferencia el fatídico grito que desde el amanecer<br />

resuena por las calles del gran pueblo, y que<br />

uno de nuestros amigos acaba de poner atinadísimamente<br />

por estribillo a un trozo de poesía<br />

romántica:<br />

Para hacer bien por el alma<br />

del que van a ajusticiar.<br />

Ese grito, precedido por la lúgubre campanilla,<br />

tan inmediata y constantemente como sigue la<br />

llama al humo, y el alma al cuerpo; este grito que<br />

implora la piedad religiosa en favor de una parte<br />

del ser que va a morir, se confunde en los aires<br />

con las voces de los que venden y revenden por las<br />

calles los géneros de alimento y de vida para los<br />

que han de vivir aquel día. No sabemos si algún<br />

reo de muerte habrá hecho esta singular observación,<br />

pero debe ser horrible a sus oídos el último<br />

grito que ha de oír de la coliflorera que pasa atronando<br />

las calles a su lado.<br />

Leída y notificada al reo la sentencia, y la última<br />

venganza que toma de él la sociedad entera, en<br />

lucha por cierto desigual, el desgraciado es trasladado<br />

a la capilla, en donde la religión se apodera<br />

de él como de una presa ya segura; la justicia divina<br />

espera allí a recibirle de manos de la humana.<br />

Horas mortales transcurren allí para él; gran consuelo<br />

debe de ser el creer en un Dios, cuando es<br />

preciso prescindir de los hombres, o, por mejor<br />

decir, cuando ellos prescinden de uno. La vanidad,<br />

sin embargo, se abre paso al través del corazón<br />

en tan terrible momento, y es raro el reo<br />

que, pasada la primera impresión, en que una palidez<br />

mortal manifiesta que la sangre quiere huir y<br />

refugiarse al centro de la vida, no trata de afectar<br />

una serenidad pocas veces posible. Esta tiránica<br />

sociedad exige algo del hombre hasta en el momento<br />

en que se niega entera a él; injusticia por<br />

cierto incomprensible; pero reirá de la debilidad<br />

PÁGINA 8


de su víctima. Parece que la sociedad, al exigir<br />

valor y serenidad en el reo de muerte, con sus<br />

constantes preocupaciones, se hace justicia a sí<br />

misma, y extraña que no se desprecie lo poco que<br />

ella vale y sus fallos insignificantes.<br />

En tan críticos instantes, sin embargo, rara vez<br />

desmiente cada cual su vida entera y su educación;<br />

cada cual obedece a sus preocupaciones hasta en el<br />

momento de ir a desnudarse de ellas para siempre.<br />

<strong>El</strong> hombre abyecto, sin educación, sin principios,<br />

que ha sucumbido siempre ciegamente a su instinto,<br />

a su necesidad, que robó y mató maquinalmente,<br />

muere maquinalmente. Oyó un eco sordo de<br />

religión en sus primeros años y este eco sordo,<br />

que no comprende, resuena en la capilla, en sus<br />

oídos, y pasa maquinalmente a sus labios. Falto de<br />

lo que se llama en el mundo honor, no hace esfuerzo<br />

para disimular su temor, y muere muerto.<br />

<strong>El</strong> hombre verdaderamente religioso vuelve sinceramente<br />

su corazón a Dios, y éste es todo lo menos<br />

infeliz que puede el que lo es por última vez.<br />

<strong>El</strong> hombre educado a medias, que ensordeció a la<br />

voz del deber y de la religión, pero en quien estos<br />

gérmenes existen, vuelve de la continua afectación<br />

de despreocupado en que vivió, y duda entonces y<br />

tiembla. Los que el mundo llama impíos y ateos,<br />

los que se han formado una religión acomodaticia,<br />

o las han desechado todas para siempre, no deben<br />

ver nada al dejar el mundo. Por último, el entusiasmo<br />

político hace veces casi siempre de valor; y<br />

en esos reos, en quienes una opinión es la preocupación<br />

dominante, se han visto las muertes más<br />

serenas.<br />

Llegada la hora fatal entonan todos los presos<br />

de la cárcel, compañeros de destino del sentenciado,<br />

y sus sucesores acaso, una salve en un compás<br />

monótono, y que contrasta singularmente con las<br />

jácaras y coplas populares, inmorales e irreligiosas,<br />

que momentos antes componían, juntamente con<br />

las preces de la religión, el ruido de los patios y<br />

calabozos del espantoso edificio. <strong>El</strong> que hoy canta<br />

esa salve se la oirá cantar mañana.<br />

Enseguida, la cofradía vulgarmente dicha de la<br />

Paz y Caridad recibe al reo, que, vestido de una<br />

túnica y un bonete amarillos, es trasladado atado<br />

de pies y manos sobre un animal, que sin duda por<br />

ser el más útil y paciente, es el más despreciado, y<br />

la marcha fúnebre comienza.<br />

Un pueblo entero obstruye ya las calles del<br />

tránsito. Las ventanas y balcones están coronados<br />

de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y<br />

se agrupan para devorar con la vista el último dolor<br />

del hombre.<br />

–¿Qué espera esta multitud? –diría un extranjero<br />

que desconociese las costumbres–. ¿Es un rey<br />

el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un<br />

espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne?<br />

¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos<br />

esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación?<br />

Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver<br />

morir a un hombre.<br />

–¿Dónde va?<br />

–¿Quién es?<br />

–¡Pobrecillo!<br />

–Merecido lo tiene.<br />

–¡Ay!, si va muerto ya.<br />

–¿Va sereno?<br />

–¡Qué entero va!<br />

He aquí las preguntas y expresiones que se<br />

oyen resonar en derredor. Numerosos piquetes de<br />

infantería y caballería esperan en torno del patíbulo.<br />

He notado que en semejante acto siempre hay<br />

alguna corrida; el terror que la situación del momento<br />

imprime en los ánimos causa la mitad del<br />

desorden; la otra mitad es obra de la tropa que va<br />

a poner orden. ¡Siempre bayonetas en todas partes!<br />

¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas?<br />

PÁGINA 9


¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte!<br />

Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni<br />

del hombre.<br />

No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de<br />

la Cebada mis ideas toman una tintura singular de<br />

melancolía, de indignación y de desprecio. No<br />

quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho<br />

que puede tener la sociedad de mutilarse a sí<br />

propia; siempre resultaría ser el derecho de la<br />

fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo,<br />

¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso<br />

sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela;<br />

en la que la manchará todavía. ¡Un ser que<br />

como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la<br />

osadía, la incomprensible vanidad de presumirse<br />

perfecto!<br />

tía ya; todavía no eran las doce y once minutos.<br />

«La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha<br />

muerto un hombre.»<br />

Revista Mensajero, n.º 30,<br />

30 de marzo de 1835.<br />

Firmado: Fígaro.<br />

Un tablado se levanta en un lado de la plazuela:<br />

la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es<br />

noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué<br />

quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente<br />

que no hay idea positiva ni sublime que el<br />

hombre no impregne de ridiculeces.<br />

Mientras estas reflexiones han vagado por mi<br />

imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el<br />

día no son ya tres palos de que pende la vida del<br />

hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial<br />

de la horca al garrote me recordaba la fábula de los<br />

Carneros de Casti, a quienes su amo proponía, no<br />

si debían morir, sino si debían morir cocidos o<br />

asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo,<br />

cuando las cabezas de todos, vueltas al<br />

lugar de la escena, me pusieron delante que había<br />

llegado el momento de la catástrofe; el que sólo<br />

había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto<br />

por ella; la sociedad también da ciento por uno: si<br />

había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a<br />

hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar<br />

con dos. <strong>El</strong> reo se sentó por fin. ¡Horrible<br />

asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el<br />

hombre vivía aún... De allí a un momento una<br />

lúgubre campanada de San Millán, semejante el<br />

estruendo de las puertas de la eternidad que se<br />

abrían, resonó por la plazuela; el hombre no exis-<br />

PÁGINA 10


ARTÍCULO CRÍTICO<br />

<strong>El</strong> profesor en el aula<br />

Este escrito quizás sea más bien dirigido al<br />

profesorado, como también a los padres de alumnos<br />

que buscan una buena calidad en la enseñanza<br />

y quieren ejercer su derecho para exigirla.<br />

¿Qué es un profesor? Independientemente<br />

del grado al que le dé clases, un profesor es aquél<br />

que ha de transmitir un conocimiento con el fin de<br />

que éste sea aprendido por sus alumnos, para que<br />

éstos consigan adquirir una preparación que les<br />

haga competentes en la vida, elijan el camino que<br />

elijan. Pero no sólo es el profesor un expendio de<br />

conocimientos científicos y/o artísticos, sino también<br />

un referente moral que ha de influir en la<br />

maduración de los jóvenes a la hora de enfrentarse<br />

a los problemas que van surgiendo en sus vidas.<br />

Por todo esto es necesario que adquieran la labor<br />

de profesor aquéllos que no sólo hayan demostrado<br />

un nivel apropiado de conocimientos, sino<br />

además una moral adecuada, comparable a la de<br />

un padre o madre ejemplar.<br />

En el mundo laboral no dejamos de encontrarnos<br />

ofertas de trabajo para ejercer de profesor,<br />

exigiendo una edad joven (muchas veces<br />

demasiado joven) para la función docente de cualquier<br />

rama en específico. Bien es cierto que lo que<br />

se gana en vitalidad y energía, propias de la juventud,<br />

se pierde por la falta de experiencia en la vida,<br />

tanto personal como docente. Obviamente hay<br />

que tener en cuenta las excepciones, por las que<br />

muchos jóvenes, por circunstancias de la vida, se<br />

han visto obligados a madurar antes de tiempo.<br />

Por eso es comprensible que muchas instituciones<br />

privadas se valgan de una prueba psicotécnica que<br />

evalúe al docente en este grado.<br />

Un problema, a nivel gubernamental, lo<br />

encontramos en la diversidad del alumno. En casi<br />

todos los estatutos que mencionan a la educación,<br />

en los distintos países llamados “democráticos”,<br />

hay una mención muy señalada a la diversidad en<br />

las escuelas y centros educativos, y cómo ésta debe<br />

tenerse en cuenta para la adecuada integración<br />

en la sociedad y en la participación del Estado de<br />

los diferentes ciudadanos que lo componen. Seguramente<br />

hayan oído a estas alturas múltiples casos<br />

en que dichos estatutos son violados en numerosas<br />

escuelas, así como la inefectividad de muchos gobiernos<br />

en este problema de graves dimensiones.<br />

Objetivamente, la mayoría del profesorado no está<br />

preparada para atender a la gran diversidad que se<br />

presenta en sus aulas, ya sean presenciales o virtuales;<br />

incluso muchos psicólogos que trabajan en<br />

estas instituciones han demostrado no tener el<br />

nivel exigido en los diferentes casos (téngase en<br />

cuenta las excepciones de las que no trataremos en<br />

este momento aquí). Lamentablemente, he sido<br />

testigo de dichos hechos. He podido observar, en<br />

tercera persona, como un puesto docente ha sido<br />

cubierto por personas con dificultades de lectura y<br />

escritura, y con un obvio problema para poder<br />

transmitir a sus alumnos; ni el hecho de tener una<br />

licenciatura en psicología, de la que se supone<br />

tendría que tener un mayor tacto a la hora de tratar<br />

la diversidad, le daba la sensibilidad esperada y<br />

marcada por los estatutos referentes a la educación.<br />

Les voy a poner un ejemplo de lo que digo.<br />

Imagínense que en un aula tenemos a quince<br />

alumnos neurotípicos, y a un alumno con síndrome<br />

de Down (soy consciente de que este número<br />

tan reducido de alumnos en un aula forma parte<br />

de la fantasía, puesto que la realidad es más difícil<br />

de digerir). ¿Podremos evaluar de la misma manera<br />

a este alumno que al resto de sus compañeros?<br />

Obviamente nunca podremos exigirle el mismo<br />

nivel que a la mayoría, y, por tanto, nuestro sistema<br />

de evaluación con respecto a él ha de darse en<br />

proporción a su esfuerzo más que a su nivel de<br />

PÁGINA 11


comprensión. Aún conscientes de que su nivel<br />

pueda ser inferior al del resto de sus compañeros,<br />

podrá conseguir la máxima nota de acuerdo a<br />

otros parámetros exclusivos de su nivel. Si un profesor<br />

no comprende esto, no debería ejercer la<br />

docencia; pero como ya he mencionado antes,<br />

muchos profesores y maestros violan constantemente,<br />

con o sin conocimiento de causa, los derechos<br />

del menor y de la diversidad misma, ante los<br />

ojos de los gobiernos que han escrito estas mismas<br />

leyes.<br />

Uno de los grandes problemas por lo que<br />

existe esta violación en los derechos de la diversidad<br />

es el número excesivo de alumnos por aula, lo<br />

que supone a los gobiernos un ahorro considerable<br />

que deciden redirigirlo a asuntos particulares, lejos<br />

de los intereses ciudadanos. Como es de esperarse,<br />

los gobernantes no van a admitir la sobrepoblación<br />

en las aulas y el número tan limitado de<br />

maestros y profesores contratados para las mismas,<br />

así como la falta de centros escolares, que<br />

podrían facilitar la solución al problema que tratamos<br />

aquí. Si pensamos mal, hasta pareciera que<br />

hay un acuerdo entre partidos para deteriorar gradualmente<br />

todos los sistemas educativos, desviando<br />

la vista del ciudadano a otros problemas, muchas<br />

veces inventados, como las crisis económicas<br />

que, casualmente, afectan a la población más pobre,<br />

mientras que enriquece a los que ya son ricos<br />

y a sus escuelas correspondientes.<br />

en la creación de un mundo mejor. Cuando la base<br />

de nuestra sociedad, que son los menores, queda<br />

dañada por la mala atención e intención, el futuro<br />

de un país (debemos saber) va a quedar en las manos<br />

de gente despiadada y dictatorial, deseosa de<br />

ver sometido a su pueblo, que no debe conocer<br />

los instrumentos que le permitan defenderse. Con<br />

opio se alimenta al ignorante, que el opio exige,<br />

porque así lo aprendió, desechando las letras, que<br />

termina viendo trabajosas (porque nunca le motivaron<br />

acercarse a ellas), para hacer de su vida una<br />

miseria que nunca querrá aceptar como tal, porque<br />

la aprendió a querer como suya, por ser lo<br />

único a lo que aspira. <strong>El</strong> mediocre, o está predispuesto<br />

genéticamente, o los gobiernos se encargan<br />

de crearlo.<br />

Francisco Javier González de Córdova.<br />

Veamos ahora, nuevamente, al maestro y<br />

al profesor como individuos. ¿Cuál debe ser su<br />

papel ante el deteriorado sistema que le rodea, en<br />

el que está observando constantemente que el futuro<br />

alumnado está perdiendo una gran oportunidad<br />

para ser una persona competente y necesaria<br />

para el correcto funcionamiento de su país, bajo<br />

los valores de bondad y justicia? Porque sin el conocimiento<br />

es imposible la constitución de la bondad,<br />

y sin bondad nunca puede haber justicia; y sin<br />

justicia nunca habrá oportunidades de crecimiento,<br />

ni la paz que tanto ansiamos los que creemos<br />

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RINCÓN DE LA POESÍA<br />

Diálogo de la poesía: Flor y canto<br />

La poesía náhuatl es un conjunto de poemas cosmogónicos —es decir que intentan explicar el<br />

origen del humano universo— rituales y de celebración al sol y a los demás dioses, así como al amor, la<br />

belleza y el heroísmo; reflexionan sobre el sentido de la vida y expresan el sentimiento de la brevedad de la<br />

misma y de la servidumbre, es decir, haber nacido para servir a los dioses; además hacen con frecuencia<br />

presente a la muerte.<br />

En náhuatl la poesía se llamaba “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), un rico nombre compuesto<br />

que describía simultáneamente varios aspectos de la actividad poética. “La flor-y-el-canto” consistía en un<br />

diálogo con el propio corazón, con lo divino, con el mundo y con el pueblo, y tenía mucha importancia en<br />

la sociedad de los nahuas. Los poetas eran príncipes o sacerdotes que representaban el sentimiento de la<br />

colectividad. Los cantos e historias se aprendían de memoria, pero existían grandes carteles (algunos de los<br />

cuales se conservan en códices europeos) con diseños y signos fonéticos que el sacerdote indicaba con el<br />

dedo mientras entonaba el poema correspondiente. Esta actividad se llamaba “cantar pinturas”.<br />

La poesía en náhuatl tiene y ha tenido un importante desarrollo a lo largo de muchos siglos, aún se pueden<br />

encontrar libros en los cuales se rescatan las formas de expresarse de los habitantes las antiguas civilizaciones<br />

que hablaban esta lengua; y en las comunidades de nahua-hablantes se pueden rescatar muy variadas<br />

formas de este importante arte. <strong>El</strong> náhuatl es aún hablado en muchas regiones de México inclusive por personas<br />

que tienen mínimo contacto con el español, por lo tanto conservan muy buena parte de su cultura.<br />

Aunque principalmente estos poemas se transmitían oralmente de generación en generación por medio de<br />

cantos y rituales, se pueden rescatar diversos autores distinguidos a los cuales se les atribuyen muchos cantos<br />

en náhuatl, por ejemplo Nezahualcóyotl, su hijo Nezahualpiltzin, príncipes-sacerdotes como Tecayehuatzin,<br />

Temilotzin y Yoyontzin.<br />

Fuente: Wikipedia.org<br />

TECAYEHUATZIN<br />

Invitación a los poetas.<br />

Su llegada<br />

al lugar<br />

de la música.<br />

"Flor y canto":<br />

el don del pájaro<br />

cascabel.<br />

¿Dónde andabas, oh poeta?<br />

Apréstese ya el florido tambor,<br />

ceñido con plumas de quetzal,<br />

entrelazadas con flores doradas.<br />

Tú darás deleite a los nobles,<br />

a los caballeros águilas y tigres.<br />

Bajó sin duda al lugar de los atabales,<br />

allí anda el poeta,<br />

despliega sus cantos preciosos,<br />

uno a uno los entrega al Dador de la vida.<br />

Le responde el pájaro cascabel.<br />

Anda cantando, ofrece flores.<br />

Nuestras flores ofrece.<br />

Allá escucho sus voces,<br />

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en verdad al Dador de la vida responde,<br />

responde el pájaro cascabel,<br />

anda cantando, ofrece flores.<br />

Nuestras flores ofrece.<br />

La poesía del<br />

príncipe Ayocuan.<br />

"Flor y canto", ¿lo<br />

único verdadero?<br />

Invitación y<br />

alabanza de los<br />

príncipes poetas.<br />

Como esmeraldas y plumas finas,<br />

llueven tus palabras.<br />

Así habla también Ayocuan Cuetzpaltzin,<br />

que ciertamente conoce al Dador de la vida.<br />

Así vino a hacerlo también<br />

aquel famoso señor<br />

que con ajorcas de quetzal y con perfumes,<br />

deleitaba al único Dios.<br />

¿Allá lo aprueba tal vez el Dador de la vida?<br />

¿Es esto quizás lo único verdadero en la tierra?<br />

Por un breve momento,<br />

por el tiempo que sea,<br />

he tomado en préstamo a los príncipes:<br />

ajorcas, piedras preciosas.<br />

Sólo con flores circundo a los nobles.<br />

Con mis cantos los reúno<br />

en el lugar de los atabales.<br />

Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión.<br />

Yo el señor Tecayehuatzin,<br />

he reunido a los príncipes:<br />

piedras preciosas, plumajes de quetzal.<br />

Sólo con flores circundo a los nobles.<br />

AYOCUAN<br />

Respuesta de<br />

Ayocuan. <strong>El</strong> origen<br />

de la "flor y el<br />

canto". <strong>El</strong>ogio<br />

de Tecayehuatzin<br />

y de la amistad.<br />

Del interior del cielo vienen<br />

las bellas flores, los bellos cantos.<br />

Los afea nuestro anhelo,<br />

nuestra inventiva los echa a perder,<br />

a no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin.<br />

¡Con los de él, alegraos!<br />

La amistad es lluvia de flores preciosas.<br />

Blancas vedijas de plumas de garza,<br />

se entrelazan con preciosas flores rojas:<br />

en las ramas de los árboles,<br />

bajo ellas andan y liban<br />

los señores y los nobles.<br />

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Las flores y los<br />

cantos de los<br />

príncipes, ¿hablan<br />

acaso al Dador<br />

de la vida?<br />

Anhelo de hallar<br />

flores y cantos.<br />

"Flor y canto":<br />

recuerdo del<br />

hombre<br />

en la tierra.<br />

Las "flores y<br />

cantos" perduran<br />

también con el<br />

Dador de la vida.<br />

Expresión de<br />

duda: aquí es<br />

la "región del<br />

momento fugaz",<br />

¿cómo es en el<br />

más allá?<br />

Vuestro hermoso canto:<br />

un dorado pájaro cascabel,<br />

lo eleváis muy hermoso.<br />

Estáis en un cercado de flores.<br />

Sobre las ramas floridas cantáis.<br />

¿Eres tú, acaso, un ave preciosa del Dador de la vida?<br />

¿Acaso tú al dios has hablado?<br />

Habéis visto la aurora,<br />

y os habéis puesto a cantar.<br />

Esfuércese, quiera las flores del escudo,<br />

las flores del Dador de la vida.<br />

¿Qué podrá hacer mi corazón?<br />

En vano hemos llegado,<br />

en vano hemos brotado en la tierra.<br />

¿Sólo así he de irme<br />

como las flores que perecieron?<br />

¿Nada quedará en mi nombre?<br />

¿Nada de mi fama aquí en la tierra?<br />

¡Al menos flores, al menos cantos!<br />

¿Qué podrá hacer mi corazón?<br />

En vano hemos llegado,<br />

en vano hemos brotado en la tierra.<br />

Gocemos, oh amigos,<br />

haya abrazos aquí.<br />

Ahora andamos sobre la tierra florida.<br />

Nadie hará terminar aquí<br />

las flores y los cantos,<br />

ellos perduran en la casa del Dador de la vida.<br />

Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.<br />

¿También es así en el lugar<br />

donde de algún modo se vive?<br />

¿Allá se alegra uno?<br />

¿Hay allá amistad?<br />

¿O sólo aquí en la tierra<br />

hemos venido a conocer nuestros rostros?<br />

Fragmentos recogidos del libro<br />

Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares,<br />

de Miguel León-Portilla<br />

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NOTICIAS PIFIAS<br />

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CITAS CÉLEBRES<br />

“Desgraciadamente, suelen olvidar su inferior jerarquía y pretenden tocar la<br />

zampoña, con la irrisoria pretensión de que otros marquen el paso a compás de<br />

sus desafinamientos. Tórnanse entonces peligrosos y nocivos. Detestan a los que<br />

no pueden igualar, como si con sólo existir los ofendieran. Sin alas para elevarse<br />

hasta ellos, deciden rebajarlos: la exigüidad del propio valimiento les induce a<br />

roer el mérito ajeno: Clavan sus dientes en toda reputación que les humilla, sin<br />

sospechar que nunca es más vil la conducta humana. Basta ese rasgo para distinguir<br />

al doméstico del digno, al ignorante del sucio, al hipócrita del virtuoso, al<br />

villano del gentilhombre. Los lacayos pueden hozar en la fama; los hombres excelentes<br />

no saben envenenar la vida ajena”.<br />

<strong>El</strong> hombre mediocre, de José Ingenieros.<br />

“He decidido apegarme al amor. <strong>El</strong> odio es una carga demasiado grande para soportar”.<br />

MARTIN LUTHER KING<br />

“Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y<br />

maravilloso mundo del saber”.<br />

ALBERT EINSTEIN<br />

“No podemos modelar a nuestros hijos según nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como<br />

Dios nos los ha entregado”.<br />

“Hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás”.<br />

GOETHE<br />

VOLTAIRE<br />

“Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás<br />

con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros”.<br />

“Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro”.<br />

KHALIL GIBRAN<br />

CONFUCIO<br />

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LECTURA RECOMENDADA<br />

<strong>El</strong> amor en los tiempos del cólera,<br />

de Gabriel García Márquez.<br />

Es difícil no encontrarse al espíritu romántico tras<br />

sus páginas. Pero ha de reconocer el lector que el clímax de<br />

la novela acaba con el espectro romántico que, por momentos,<br />

se reaparece en ella. <strong>El</strong> amor es el tema principal que<br />

recorre cada página de esta excepcional novela, que recomiendo<br />

leer a todo aquél que aspira a escribir una. Olvidémonos<br />

de las clases de redacción que pretenden vender, a<br />

modo de producto, la salida de sus aulas de futuros escritores<br />

exitosos. Si quieren aprender a escribir, primero deben<br />

comenzar por leer. <strong>El</strong> ser un buen escritor no implica nacer<br />

con dicho don; éste ha de adquirirse con el trabajo, pero no<br />

en clases de redacción, sino desde la lectura, contando<br />

además con clases de literatura, para tener un conocimiento<br />

más generalizado de las corrientes que se dieron en la historia<br />

de la humanidad.<br />

Sea este libro, <strong>El</strong> amor en los tiempos del cólera, un<br />

buen ejercicio para practicar una forma de estructura de excelente<br />

presentación para el público lector. Las historias<br />

paralelas de los personajes, encontradas en el mismo punto,<br />

el espectro del amor, completa la sublime presentación de esta novela, que nos traslada a una época de<br />

cambio en la realidad latinoamericana.<br />

García Márquez nos vuelve a impresionar con la presentación de múltiples personajes, capaces de<br />

intimidar con el lector al presentarlos en sus distintos aspectos psicológicos, identificables con los distintos<br />

niveles socioeconómicos y culturales de la población. La oposición rico/pobre aparece en toda la obra,<br />

otorgándole a ésta la óptica necesaria que mantiene al lector embebido en sus páginas. Así, la superación<br />

de Florentino Ariza, bajo el escudo del amor, hace de su lucha una dignidad frente al que se deja derrotar<br />

por situaciones difíciles. La motivación de una justicia divina, actuando en beneficio del ser humano, se<br />

vuelve tangible al final de esta historia que comienza en el amor, inclinándose después al fracaso amoroso,<br />

al estilo de la novela romántica, pero llegando a un clímax amoroso poco esperado por los personajes, que<br />

consigue sobreponerse a los desatinos tan recurrentes de las novelas dieciochescas. <strong>El</strong> final feliz del protagonista,<br />

después de varias historias y finales desgraciados, consigue el clímax esperado en el lector, que<br />

sufre por las sacudidas tempestuosas en los diferentes capítulos de la novela. Al final, el destino o un dios<br />

apiadado por el amor sufrido del personaje principal, parece hacer justicia, la misma que Florentino espera<br />

en ésta u otra vida.<br />

Disfrute el lector con esta magnífica novela, pudiendo reforzarla con una gran reproducción llevada<br />

a la gran pantalla, bajo la dirección de Mike Newell; pero no se contente únicamente con la película,<br />

pues, como siempre, el libro supera con creces las expectativas, y más procediendo de un escritor tan<br />

magnífico como Gabriel García Márquez.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

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EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO<br />

Otra actuación acaba, esta vez entre vítores. <strong>El</strong> público, contento, comienza a salir del recinto. <strong>El</strong><br />

telón se baja, y, en pocos minutos, el teatro vuelve a quedar desnudo, sin la presencia del respetable ni los<br />

actores; sólo queda el alma del arte que, por sí solo, embellece el lugar. En cambio, cuando la escena no ha<br />

brillado, parece haber una decepción, sobre todo para aquéllos acostumbrados a convivir con el arte, en<br />

varias de sus formas. Cuando el descontento se siente, es parecido a haber descubierto una mentira tan mal<br />

expresada que se hace evidente a la persona culta. Tiempo perdido de quien se engaña al pretender engañar<br />

a su prójimo con tan pésima representación, típico de tan mal actor que se atreve a subir a escena. No<br />

crean que es mejor por ello el que mejor actúa en la mentira; más rabia suele dar al justo ver que quien<br />

miente se termina creyendo lo que en un principio sabía por falso. <strong>El</strong> teatro no consiste en transmitir un<br />

falso pensar, sino en dejarse invadir por el alma del arte, a tal punto de sentirlo recorrer las venas, hasta<br />

que penetra en el corazón, convirtiendo el alma en pureza artística.<br />

Muchos actores hablan de lo difícil que es hacer reír al respetable, dando a entender la facilidad<br />

que es hacerle saltar las lágrimas. Desde mi punto de vista, considero más complicado conmover hasta las<br />

lágrimas que provocar la risa, porque considero que nuestra sociedad actual aprendió a reírse de todo con<br />

una facilidad alarmante. Si las lágrimas fueran parte común de nuestro mundo, no lo estaríamos despedazando<br />

tan míseramente. Si el mundo trágico en que vivimos no nos hace llorar, no esperemos un cambio<br />

radical del mismo. Mediante la risa, el ser humano pretende olvidar la desgracia que le rodea, sin enfrentarse<br />

a las lágrimas que podrían justificar tanto mal que nos invade y nos destroza como sociedad. Aceptar<br />

el llanto es aceptar la desgracia, y ésta, una vez comprendida, podría resultar un incentivo, para quienes la<br />

sufren, que lleve a luchar, tanto individual como colectivamente, a una sociedad que necesita recuperar su<br />

virtud mediante sus derechos y obligaciones, apegados siempre a la justicia suprema, que es diferente que<br />

la justicia de la que habla el tirano.<br />

¿<strong>El</strong> público supo entender alguna vez al payaso, que mientras deja caer una lágrima, pretende<br />

hacer reír a quien le acompaña? Errada visión del payaso también, que se contenta con aflorar lo más sencillo<br />

de expresar. Si no se transmiten esas lágrimas, no se transmite humanidad. La carcajada nos deshumaniza,<br />

nos convierte en locos por un momento; locura muchas veces encantadora y sana, cuando sabe aliviar<br />

las tensiones que nos matan; es insana cuando nos sirve para olvidar, alejándonos así de la gente que a nuestro<br />

alrededor sufre. Es por eso por lo que el payaso debe dejar de fingir, y mostrarle al mundo con filosofía<br />

lo importante que es el dolor, para conseguir que éste desaparezca verdaderamente del mundo. Pensamiento<br />

romántico que nos intentan hacer olvidar, por temor a que la sociedad aprenda a levantarse por sí<br />

sola.<br />

Porque un público quede satisfecho no implica que sepa atender a la razón. La satisfacción es también<br />

del equivocado, así como de quien acepta el opio a la autodeterminación. Satisfecho está el vago por<br />

no tener que trabajar; así como satisfecho estará el filósofo tras haber buscado la verdad durante toda su<br />

vida, y haber presenciado un leve resplandor de ésta. Lo malo, así como lo bueno, se nutre de su producto,<br />

y ambos procuran expandir sus ideales. Nadie supo explicar bien la parábola en la que Jesucristo pone<br />

la otra mejilla; sé que unos lo tildan de absurdo, pero tiene un significado lógico. Si uno responde al mal<br />

con las mismas armas con que éste ha actuado, uno ya forma parte de ese mal al que ha respondido. Pero el<br />

bien no significa aguantar, sino saber responder en la justa medida, sin permitir que el mal invada su alma.<br />

Porque ese es el fin del mal, encontrar una respuesta tan feroz como los actos que produce; es el constante<br />

provocador, que no parará hasta crear un número mayor de iguales, poniéndose él mismo como ejemplo<br />

ante su máximo enemigo, el bien. <strong>El</strong> mundo es una guerra silenciosa que cada día va inclinando su balanza<br />

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al resultado negativo, que utiliza el arma más poderosa que, como epidemia, va invadiendo el interior de<br />

cada ser humano; esta arma es la ignorancia, el cetro de la maldad de nuestro pequeño universo.<br />

No quiero que el lector ateo se incomode con mis menciones histórico-cristianas, pero hay una<br />

cosa que no me va a poder negar, y es que en este mundo son indispensables las presencias del bien y del<br />

mal; por algo, casi todos los gobiernos, han decidido construir una institución que habla de justicia, aunque<br />

también sabemos que muchos líderes se apropian de ella para mantener a sus asuntos ilícitos intactos, queriendo<br />

ajusticiar al ciudadano ejemplar, y protegiendo al que es ruin e injusto como él. <strong>El</strong> mal en el mundo<br />

es indiscutible; lo complicado, en muchas ocasiones, es encontrarnos el Bien (sí, en mayúsculas). Tan escondido<br />

se muestra tantas veces que hasta la conciencia humana mantiene incertidumbre en la hora de reconocerse<br />

a sí misma. ¿Cuándo no hemos visto al malo poniéndose etiquetas de bondad, mientras que el<br />

bueno, que muchas veces se siente miserable, teme verse a sí mismo? Y no hablo aquí de la falsa modestia,<br />

que con el adjetivo “falsa” ya se define a sí misma. La humildad no se expone a sí misma como una virtud<br />

frente a las otras; la humildad es una carga silenciosa que se lleva, y que desconoce aquél o aquélla que la<br />

porta.<br />

Puede parecerles a algunos que ya abandoné el tema inicial de este artículo, pero ¿acaso no estamos<br />

hablando desde el principio del fingimiento o de la autorrepresión a la hora de no saberse definir el ser<br />

humano como una persona buena o mala, así como sus gustos y su reconocimiento a todo lo que le rodea,<br />

ya sea una obra de teatro? La incapacidad de apreciar la Belleza, así como las creaciones bien fundadas, implica<br />

una incapacidad para observar y diferenciar lo bueno de lo malo, el bien del mal, así como el Bien del<br />

Mal en mayúsculas, independientemente de cualquier ideal religioso.<br />

Pido al lector que sea bueno, y ojalá termine por comprender que el mal no es la finalidad para<br />

conseguir las cosas. Las cosas perecen tarde o temprano, pero nuestra conciencia perdura y se queda en<br />

este mundo más allá de nosotros.<br />

Nadie pierde ni gana en una escena;<br />

no es realidad el teatro de la vida,<br />

simple representación que no cuida<br />

del beso entregado en la última cena.<br />

Limitados papeles en escena<br />

muestran lo corto del viaje de ida,<br />

senda que para todos es la vida,<br />

y para el buen visionario es condena.<br />

<strong>El</strong> telón se abre por igual a todos;<br />

unos deciden virtuosos caminos;<br />

eternas decisiones que en el lodo<br />

prefieren otros, oscuros destinos;<br />

es el libre albedrío que nos marca,<br />

el bien y el mal que antecede a la Parca.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

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Esta obra pretende acercar al alumno,<br />

tanto de secundaria como universitario, a<br />

una visión más amplia del mundo histórico<br />

literario que nos envuelve. A través<br />

de una limitada selección de obras se servirá<br />

al estudiante para encontrar los<br />

ejemplos a la hora de iniciarse en la realización<br />

de un comentario de texto, así<br />

como los indicios de búsqueda para aventurarse<br />

en la investigación que requiere<br />

el estudio filológico.<br />

Lea este libro gratuitamente en:<br />

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Hasta el próximo número

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