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<strong>Saberes</strong> <strong>Sujetos</strong><br />

Revista de Educación y Cultura<br />

N°5 | Junio – Julio de 2016<br />

Viña del Mar<br />

Chile<br />

Página web: www.saberessujetos.cl<br />

Contacto: revistasaberessujetos@gmail.com<br />

Equipo Revista <strong>Saberes</strong> <strong>Sujetos</strong><br />

Director<br />

Mauricio Arenas Oyarce<br />

Comité editorial<br />

Andrés Melis Jiménez<br />

Damaris Landeros Tiznado<br />

Zacarías Zurita Sepúlveda<br />

Hugo Herrera Pardo<br />

Jorge Cáceres Riquelme<br />

Camila Pérez Lagos<br />

Edición y corrección<br />

Eva-Rayen Osorio Salinas<br />

Salvador Zúñiga Cruces<br />

Asistente de edición<br />

Macarena Herrera Vaccaro<br />

Webmaster<br />

Martín Santibáñez Ávalos


PRINCIPIOS<br />

SABERES SUJETOS es un espacio para<br />

compartir ideas y experiencias de aquellas<br />

personas vinculadas a la educación y la cultura, o<br />

que se interesan por el desarrollo de propuestas<br />

críticas y transformadoras, y que no encuentran<br />

un espacio de difusión debido a la elitización de la<br />

cultura y de los estudios pedagógicos.<br />

NO pretendemos ser una publicación<br />

especializada que rinda pleitesía a la oligarquía<br />

académica y sus protocolos y normativas<br />

excluyentes.<br />

SÍ pretendemos ser un espacio abierto, en el<br />

marco de una postura crítica, que sirva como<br />

plataforma a las ideas y experiencias de sujetos<br />

vinculados a la construcción educativa y cultural<br />

cotidiana.<br />

NO buscamos la certificación de instancias<br />

académicas burocráticas.<br />

SÍ buscamos referenciarnos como instrumento<br />

colectivo de análisis, crítica y construcción<br />

educativa y cultural.


CONTENIDO<br />

Editorial<br />

LETRA CRÍTICA, Ensayo sobre libros<br />

Jaime Casas<br />

La ternura de la clandestinidad<br />

Por Rodrigo Ortega<br />

5<br />

8<br />

Sistema pasivo, niños inquietos<br />

¿Es el TDA el problema<br />

o es la escolarización?<br />

Por Matías Henríquez Aranguiz<br />

La crónica crónica:<br />

Crítica de las narrativas históricas<br />

burguesas sobre Valparaíso<br />

Por Ernesto Guajardo<br />

RELATOS DE CAMINANTE<br />

Dale click que ya comienza<br />

Por Efe<br />

Créditos Artísticos<br />

DEMËNTIA<br />

ENTRADA<br />

Por DEMËNTIA<br />

Criterios para la publicación<br />

Colofón<br />

15<br />

35<br />

59<br />

60<br />

61<br />

63<br />

64


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

EDITORIAL<br />

Analizar las imágenes de la escuela de hoy, exige primero una postura crítica ante la<br />

cristalización de ciertos saberes que han formado parte del sistema educativo por<br />

larga data. Un ejercicio práctico exige esencialmente la reinterpretación del concepto<br />

acuñado por Illich, desescolarización, bajo una lógica didáctica que nos permita<br />

desprenderlo de gran parte de su contenido contextual para extraer un residuo<br />

semántico útil para nuestros propósitos. Ejercicio reprochable para algunos pero<br />

productivo en términos de análisis.<br />

Ante la tragedia neoliberal en la que fue decantando la realidad y por ende la<br />

escuela latinoamericana - y especialmente el sistema educativo chileno 1 - tras el<br />

impulso de proyectos político sociales que despojan a la sociedad de gran parte de<br />

los avances que vino alcanzando tras años de pequeñas y grandes revoluciones,<br />

surge ante nuestros ojos la gigantesca tarea de la reconstrucción, de la recuperación,<br />

del resurgir de una nueva escuela y de un nuevo sujeto. Como lúcidamente lo<br />

exponen Arata y Ayuso “La educación latinoamericana está en tránsito. Ante el<br />

desafío de reformular sus horizontes, cada vez son más las voces que señalan que,<br />

frente al resquebrajamiento del modelo neoliberal, empiezan a asentarse los<br />

cimientos de un nuevo contorno social. La emergencia de alternativas políticas<br />

continentales, que aún mantienen múltiples contradicciones, prefiguran un cambio<br />

de época. No sin fuertes "dolores de parto", la historia, una vez más, está dando<br />

vuelta la página” 2 .<br />

1<br />

No olvidemos que Chile, durante los primeros años de la dictadura militar de Augusto Pinochet,<br />

adoptó con entusiasmo el modelo neoliberal aprendido al dedillo por jóvenes estudiantes de<br />

economía, quienes viajaron sistemáticamente a Chicago, patrocinados por un programa de<br />

intercambio de la Universidad Católica, a imbuirse de la teoría de Friedman. Los llamados Chicago<br />

Boys lograron finalmente instalar y sostener por décadas lo que fuera denominado por ellos mismos<br />

el “milagro chileno”<br />

2<br />

Arata, N. & Ayuso M. (2016). Escuela, cultura y tránsito en América Latina: tres lecturas desde la<br />

perspectiva de los saberes. Buenos Aires: FLACSO Virtual Argentina.<br />

5


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Esta empresa requerirá también del laborioso ejercicio de repensar y refundar la<br />

escuela y nuestras prácticas educativas. Este movimiento cartográfico 3 , que propone<br />

la desescolarización como un ejercicio crítico que nos permita identificar prácticas<br />

escolares inocuas, anodinas, infértiles, resultará productivo si logramos<br />

reinterpretarlas a la luz de nuevas formas. La verificación de la obsolescencia de<br />

aquellas prácticas, no estará desprovista de un propósito, de una propuesta, de una<br />

idea que la suplante. Toda revelación crítica de nuestro quehacer, conlleva,<br />

consciente o inconscientemente, su reverso propositivo. Pensar en aquel ejercicio<br />

desescolarizante exige pensar también en su opuesto. La tarea, aplicada aquí no al<br />

sistema educativo en sus niveles más generales, propone un análisis desde las<br />

micropolíticas de nuestro sistema educativo.<br />

En la resemantización del concepto de Illich subyace la idea de la escuela<br />

comprendida como aquel espacio que logró aquello para lo cual fue llamada a<br />

eliminar (la paradoja de aquel lugar al cual llegamos para dejar de aprender) por lo<br />

cual comporta un estatuto temporal. Es decir, la tarea de desescolarizar finaliza<br />

cuando se logra con el objetivo de refundarla.<br />

Una experiencia escolar cercana motiva esta reflexión. Existe una colección de<br />

cuentos infantiles que ha sido incluida entre las lecturas obligatorias de una escuela<br />

viñamarina y cuyo propósito es acercar a los niños a etapas trascendentales de la<br />

vida de mujeres artistas y luchadoras latinoamericanas 4 en un gesto evidentemente<br />

subversivo ante la deplorable realidad de la literatura infantil que ha ido ingresando<br />

al sistema educativo chileno.<br />

3<br />

Según Jesús Martín Barbero, “se entiende por cartografiar, la tarea de confeccionar mapas y<br />

crónicas que nos ayuden a evidenciar las tensiones existentes entre las prácticas, las dinámicas<br />

culturales y los movimientos sociales con el objeto de desmontar la tendencia hegemónica a recortar<br />

su espacio para cercarlo y especializarlo.”<br />

(Barbero, J. (2004). Oficio de cartógrafo. Travesías latinoamericanas de la comunicación en la<br />

cultura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pp. 10-18.)<br />

4<br />

Colección Anti-princesas es un proyecto editorial a cargo de las Editoriales Surestada y<br />

Chirimbote, de la mano de la escritora argentina Nadia Fink cuya propuesta apunta a la difusión de<br />

la vida y los aportes de importantes mujeres latinoamericanas en contraste con la construcción<br />

estereotipada de la princesa del cuento de hadas con final feliz. La colección acerca a los niños la<br />

cruda pero veraz realidad que cada una de las protagonistas se vio obligada a superar en contextos<br />

poco favorables. En palabras de su autora, “Queríamos romper con el estereotipo de la mujer cuya<br />

belleza está basada en su aspecto externo y mostrar ejemplos de mujeres que tienen belleza<br />

interior”.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

En la actualidad, han ingresado con éxito a gran parte de las escuelas nacionales<br />

proyectos editoriales –principalmente dirigidos a los primeros ciclos de la enseñanzaque<br />

comprenden la lectura infantil como el mero traspaso valórico, desprovisto de<br />

calidad literaria y de una verdadera y profunda reflexión en torno a las necesidades<br />

de la sociedad actual. Junto con ello, presenciamos a diario la proliferación de<br />

antivalores sociales basados en la belleza exterior y el consumo. En esta lógica, la<br />

figura y el rol de la mujer no han dejado de ser recluidos a aspectos superficiales<br />

como la mal comprendida femineidad de la princesa instalada a través de la<br />

adopción mediática de imágenes y estereotipos impulsados por la industria del cine<br />

norteamericano y otros medios.<br />

La incorporación de estas lecturas al plan de estudios no ha estado libre de<br />

resistencias provenientes de distintos sectores. Desde la mirada desconfiada de los<br />

actores propios del sistema (directivos docentes que no logran comprender la<br />

importancia de la rearticulación de ciertas lógicas) hasta el rechazo iracundo de<br />

padres empoderados en la lógica clientelista del sistema social y educativo chileno,<br />

quienes exigen la cabeza de aquellos desnaturalizados profesores que vulneran los<br />

derechos de sus hijos exponiéndolos a lecturas que abordan temáticas como el<br />

suicido y el lesbianismo.<br />

El ejercicio, entonces, deviene en saberes socialmente productivos que intentan<br />

reconfigurar el tejido social en pos de una nueva forma de comprender la escuela y<br />

el sujeto que en ella habita, despojándola de aquella hibridez de prácticas “que<br />

contrastan principios teórico-didácticos e improvisaciones no necesariamente<br />

coherentes entre sí” 5 y que terminan por perpetuar un espacio monótono, poco<br />

desafiante, contraproducente y lo que es peor, reproductor de un modelo de<br />

sociedad y de sujeto consumista y exitista.<br />

5<br />

Brito, A., Cano F., Finocchio A. y Gaspar M. (2016). La lectura y la escritura: saberes y prácticas en<br />

la cultura de la escuela. Buenos Aires: FLACSO Virtual Argentina.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

LETRA CRÍTICA<br />

Ensayo sobre libros<br />

Por Rodrigo Ortega <br />

JAIME CASAS<br />

La ternura de la clandestinidad<br />

CUANDO SE CONOCE al escritor Jaime Casas se puede afirmar lo mismo que el<br />

narrador del cuento Delirium Tremens dice sobre Peralta, el personaje principal de la<br />

narración, “tenía tanta autoridad en la voz que nadie se atrevía a considerar como<br />

ficción lo que estaban oyendo”. Pero además a esta capacidad, muchas veces poco<br />

concerniente con los escritores, se le puede sumar un espíritu voraz de<br />

conocimiento. Si buscásemos a un escritor que pudiera parlar un día entero, desde la<br />

neurociencia de Rodolfo Llinás, pasando por el Ejército Negro de Néstor Majnó o la<br />

Nueva Política Económica de Lenin, hasta los versos de Gabriela Mistral, tendríamos<br />

que mencionar sin duda alguna, y cuando escribo “un día entero” no exagero ni<br />

busco hiperbolizar una característica, a Jaime Casas Barril. No obstante, es uno de los<br />

grandes narradores de la literatura chilena, pero también uno de los más ocultos.<br />

<br />

Estudiante de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Universidad de Playa Ancha.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Quizás su vida sea una correlación de su obra o su obra sea una correlación de su<br />

vida: “¿Pero qué es la vida sin libros? ¿Y dime qué son los libros sin la vida?” Aunque<br />

dicen que Casas no posee biblioteca como tal, sino una biblioteca digital,<br />

descargable sin costos, fácil de trasladar, dispuesta a la clandestinidad y alejada de<br />

todo fetiche.<br />

Publicó la novela A su imagen y semejanza (1992) con el seudónimo de Matías<br />

Morán, su segunda novela El maquillador de cadáveres (1996) obtiene Mención<br />

honrosa en el concurso de la Ilustre Municipalidad de Santiago, obtiene una segunda<br />

mención honrosa en 1998 por el libro de cuentos La noche de Acevedo. Su primer<br />

acercamiento como productor de cine es este mismo año, en donde lleva a la<br />

pantalla grande su cuento La señora no se concentra, estrenado en su ciudad natal<br />

Coyhaique. Le sucede el libro de cuentos Delirium Tremens, premio de cuentos del<br />

Consejo Nacional del Libro y la Lectura 1999. La editorial LOM ha publicado sus<br />

siguientes títulos: Un esqueleto bien templado (2004), la nouvelle Leprechaun (2005),<br />

Un actor sin escenario (2006), la reedición de El maquillador de cadáveres (2007), El<br />

hombre estatua (2010), Volver al laberinto (2012), y De vuelta a la caverna y otros<br />

cuentos (2015) ejemplar que rescata cuatro cuentos del libro Delirium Tremens: El<br />

cuento homónimo que entrega el título al volumen, Un lector errante, Gotas de lluvia<br />

sobre el tejado, y A mi hermano Raúl, cuando era niño, del cual nos encargaremos<br />

más adelante. En 2014 la editorial francesa L’atelier du tilde publicó Le maquilleur de<br />

cadavres por considerar a Jaime Casas como uno de los escritores contemporáneos<br />

más perspicaz. En su más reciente trabajo el escritor ayudó a redactar el guion,<br />

basado en los personajes y parajes de su obra, de la próxima película del director de<br />

Julio comienza en julio, Silvio Caiozzi, Y de pronto el amanecer proyectada a<br />

estrenarse este 2016.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Para Casas la escritura está directamente ligada a la clandestinidad, en uno de los<br />

pocos reportajes que se pueden hallar sobre el escritor nos encontramos con uno<br />

denominado “Escritor por accidente” en el cual llama la atención los detalles<br />

entregados sobre su biografía, pues al conocerlo esta se solapa con cháchara<br />

referente a una inmensidad de temas o soterrados con resabios de clandestinidad:<br />

"en los 80’, la CNI me pisaba los talones, así que me escondí en una casa de San Luis<br />

de Macul. Antes ya había trabajado de frutero. Había salido varias veces del país.<br />

Estudié. Pero ahora estaba acá y como durante el día no hacía nada, y para evitar<br />

sospechas de los vecinos, se me ocurrió agarrar la máquina de escribir y decir que<br />

ése era mi trabajo. Hasta el momento, sólo había hecho panfletos y documentos. Fui<br />

escritor por accidente". De vuelta a la caverna cuento que da nombre a su más<br />

reciente libro de relatos, cuenta precisamente la historia de un personaje, militante<br />

de una organización clandestina, que debe dirigirse bajo estrictas normas de<br />

seguridad, a entregar clases clandestinas de educación política.<br />

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SABERES<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

La clandestinidad fue, luego del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973,<br />

inherente a la vida de los militantes de las organizaciones de izquierda asediadas por<br />

el temor a la dictadura, pero también fue, como lo indica Rolando Álvarez en Desde<br />

las sombras, una historia de la clandestinidad comunista, una expresión de las<br />

relaciones de poder y resistencia contra la dominación y el terrorismo de Estado. Esta<br />

época es la que se representa en el cuento De vuelta a la caverna.<br />

Pero la clandestinidad ha sido descrita por otros autores, José Miguel Varas relata los<br />

periplos fugitivos de Pablo Neruda bajo el gobierno de Gabriel González Videla en el<br />

libro que sirvió para el guion de la película Neruda de Pablo Larraín, Neruda<br />

Clandestino; Carlos Droguett transcribe en homenaje y memoria de su centinela<br />

rojoynegro, el escritor Jaime Ignacio Ossa Galdames, las conversaciones clandestinas<br />

mantenidas entre ambos cuando el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) le<br />

asignó a este último la seguridad personal de Droguett, en el libro Sobre la ausencia,<br />

una conversación clandestina, un relato censurado. Droguett conseguirá salir del<br />

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Junio – Julio 2016<br />

territorio con destino a Suiza en 1975, mientras que Ossa muere ese mismo año a<br />

consecuencias de las torturas en Villa Grimaldi; Gabriel García Márquez también se<br />

anota un relato clandestino en La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile,<br />

texto que narra la entrada clandestina del director del Chacal de Nahueltoro, el cual<br />

filmó más de siete mil metros de película sobre la realidad de nuestro país luego de<br />

más de una década bajo la dictadura militar, y que da como resultado el documental<br />

Acta General de Chile; Julio Cortázar también nos relata en su cuento Graffiti los<br />

peligros de la propaganda nocturna; y en su Nicaragua tan violentamente dulce,<br />

narra su experiencia de entrada clandestina a las tierras de Sandino.<br />

Volviendo a Casas, en el último cuento del libro De vuelta a la caverna y otros<br />

cuentos, denominado A mi hermano Raúl, cuando era niño, publicado primeramente<br />

en Delirium Tremens (1999), Casas narra la historia de Rosamel Curihuentro y Raúl<br />

Casas, el primero un niño amante lector de las revistas tras los ventanales de una<br />

librería en la Plaza de Armas de Coyhaique, el segundo, hijo de los dueños de aquella<br />

librería. Ambos se encontrarán envueltos en una historia de complicidad, solidaridad<br />

y clandestinidad, como si la infancia fuera un oráculo de nuestro destino. Tras<br />

encontrarse en el río Simpson, se hallan con una “figura enorme, medio encorvada,<br />

de un monstruo horrible, con el pelo largo y una barba cobriza rozándole el pecho.-<br />

¡El viejo del saco! –gritó Curihuentro”. Una especie de Raúl Sendic que escapaba del<br />

otro lado de la Pampa argentina, huyendo por motivos desconocidos, pues “el que<br />

huye debe aprender a callar”. Son estas huellas del lenguaje en el cuento que<br />

permiten aseverar la relación entre infancia y clandestinidad. Una mezcla de<br />

inocencia y crudeza.<br />

“Un repliegue táctico a su moral”, “cómo huir o enfrentar al enemigo”, “los<br />

prisioneros”, “todo indicaba que habría que combatir”, “soplones”, todas estas<br />

huellas dentro del texto transforman el relato, a través de una segunda lectura, pistas<br />

de una genuina clandestinidad, ya que “el argentino tenía ojos de bueno y que,<br />

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aunque anduviera huyendo de la policía, eso no significaba que fuera malo”, tal si la<br />

mirada fuera para los niños el mazo cristalino de la justicia. Pero Chamelo<br />

Curihuentro y Raúl Casas no podían solos, debían conformar a todo un grupo de<br />

ayudistas que aportara logística y mantuviera en secreto la misión.<br />

Tuvieron que consultar a las bases, “Curihuentro y Casas volvieron a discutir la<br />

relación con Peñaloza a la luz de las opiniones que habían recogido”; financiar la<br />

operación, “las invitaciones a participar en el salvataje del argentino deberían ser<br />

hechas por los dos juntos y el ingreso les costaría un pequeño aporte en especies<br />

para el prófugo”; buscar militantes entregados a la causa, “-En cambio, tú tienes más<br />

amigos. , Martín, y se dejarían descuerar<br />

vivos antes de soltar algo –dijo Curihuentro”; apelar a la autoconvicción militante,<br />

“estamos haciendo lo correcto”; y aplicar las más estrictas medidas de seguridad, “a<br />

la vanguardia iba , solo. Una cuadra más atrás caminaba Martín con<br />

, a la misma distancia venía y, otra cuadra después,<br />

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SABERES<br />

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Junio – Julio 2016<br />

Curihuentro, Peñaloza y Raúl. Esta formación uno dos uno tres, en un sistema de<br />

posta móvil, fue discutida con mucho cuidado y probada con absoluta<br />

responsabilidad para asegurar el éxito”. Como diría Dalton Trumbo esta historia solo<br />

contaba con dos bandos, aliados y enemigos.<br />

Y al final del cuento, en plena fiesta de la primavera, tras el disfraz de la libertad, la<br />

clandestinidad se convierte en ternura.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

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Junio – Julio 2016<br />

SISTEMA PASIVO, NIÑOS INQUIETOS<br />

¿Es el TDA el problema o es la escolarización?<br />

Por Matías Henríquez Aranguiz <br />

INTRODUCCIÓN<br />

En el mundo globalizado y complejo en el cual hoy nos desenvolvemos, tiene una<br />

especial relevancia el proceso cognitivo de la atención,<br />

aquella capacidad para<br />

seleccionar y procesar un subconjunto de estímulos recibidos por los receptores<br />

sensoriales<br />

de nuestro organismo (Aboitiz y Schröter, 2006). Aparentemente el ser<br />

humano está dotado muy precozmente de mecanismos que le permitirán focalizarse en<br />

aspectos relevantes de su entorno, los cuales más tarde le permitirán consolidar diversos<br />

aprendizajes (Slachevsky et al., 2006). Sin embargo, ¿la epigénesis de la atención es<br />

inalterable?, ¿o más bien, varía dependiendo del contexto en el cual estamos inmersos?<br />

Si lo analizamos con detenimiento, observaremos que la vida transcurre a través de<br />

múltiples conexiones humanas (múltiples conversaciones consensuadas como diría<br />

Humberto Maturana), y de estímulos de todo tipo que no cesan de promover la actividad<br />

y la inactividad, una y otra vez todo el tiempo. En el contexto escolar formal, esto<br />

adquiere un rol fundamental, ya que el sistema educativo hoy en día está estructurado a<br />

base de una rutina (casi) sin descanso que determina a niños, niñas y adolescentes, a<br />

someterse a fatigantes jornadas de lecturas, escrituras, resoluciones de cálculo de<br />

distintas complejidades, evaluaciones cortas y largas, exposiciones orales, trabajos de<br />

investigación, ejercicios físicos, etc. Sumándole a estas, aquellas relacionadas con el<br />

mundo interpersonal de los niños y niñas (con todas las complejidades que estos<br />

conllevan).<br />

¿Entonces es la escuela un escenario propicio para desplegar todas nuestras capacidades<br />

habidas y por haber? Es decir, tanto a nivel intelectual como emocional, ¿es el lugar<br />

amoroso que los infantes requieren para desarrollarse armoniosamente?, ¿Promueve los<br />

valores necesarios para hacer del mundo un lugar menos violento?, ¿Propicia relaciones<br />

simétricas entre el profesorado y el alumnado?<br />

<br />

Licenciado en Educación y Profesor de educación diferencial<br />

con mención en Discapacidad intelectual, PUCV.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Si vamos más allá, podemos observar cómo los sistemas económicos actuales,<br />

fundamentalmente neoliberales, en su lógica mercantilizadora de todos los espacios<br />

de la sociedad, a destajo y sin pudores, han atiborrado de competencia las prácticas<br />

escolares y de gestión educativa, sacudiendo la vida no solo de los educandos, sino<br />

que también de tantos y tantos docentes y asistentes de la educación que deben<br />

subyugar sus principios educativos a las exigencias (muchas veces infundadas en<br />

términos pedagógicos) de autoridades que decretan la necesidad de elevar puntajes<br />

SIMCE y matrículas (para no caer en el riesgo de cierre del establecimiento, no<br />

importando muchas veces la trayectoria histórica y el arraigo cultural de<br />

instituciones, como por ejemplo en las escuelas rurales, alejadas de la urbe, y con<br />

ello de otras opciones educativas para sus niños y niñas), entre otros elementos que<br />

merman toda posible labor genuina en educación.<br />

Es en este contexto frenético, de locura competitiva, de liderazgos desaforados, de<br />

antípodas teóricas, de principios confusos, de necesidades inescrupulosas, que surge<br />

un fenómeno, el del famoso déficit atencional, que desde hace un tiempo ha<br />

rotulado a cierta población de alumnos y alumnas, y que parece dictar tendencia al ir<br />

incrementando sus alcances día a día.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Hablo de la moda de etiquetar a las personas, en este caso a los estudiantes, bajo<br />

premisas estadísticas y concepciones provenientes del ámbito clínico, que sin perder<br />

crédito por su procedencia, se tornan bastante cuestionables si se las observa<br />

metódicamente y se las estudia etnográficamente en el contexto escolar (¿el<br />

problema será entonces intrínseco al chico o chica o será extrínseco a su ser,<br />

acentuándose solo por su contexto inmediato?, ¿o ambas cosas?).<br />

Hacía referencia a la atención al comenzar esta reflexión, específicamente de la actual<br />

sobrevaloración de esta capacidad, debido básicamente a considerársela como la<br />

piedra angular del aprendizaje humano y, aunque probablemente lo sea, la sospecha<br />

surge cuando se confunde atención desde la motivación con desatención producto<br />

de un trastorno neurobiológico. ¿Qué nos hace pensar que por no poner atención,<br />

hay una patología, una desviación en el normal desarrollo de los procesos<br />

cognitivos?, ¿Por qué el poner atención es sinónimo de una conducta esperable para<br />

tal o cual rango de edad?, ¿Por qué alguien debería quedarse permanentemente<br />

quieto en una sala en la cual quizás no quiere estar?, son preguntas que incitan el<br />

cuestionamiento.<br />

CONCEPTO DE ATENCIÓN<br />

Desde la vereda psiquiátrica, se señala que la atención es una capacidad<br />

esencialmente intensa en la evolución de las especies, ya que ninguna especie<br />

animal puede responder a cada estímulo que recibe, por lo cual, inevitablemente se<br />

deben bloquear aquellos estímulos que no son percibidos como relevantes.<br />

En el caso de nuestra especie, que posee un complejo sistema cerebral, se sabe que<br />

existen mecanismos neuronales específicos que se encargan perpetuamente no solo<br />

de planear la conducta, sino que también de elaborar una fuerte inhibición de<br />

cualquier estímulo que pudiera ser considerado distractor, con la finalidad de<br />

concretar exitosamente cualquier meta conductual que se auto-plantee el sujeto<br />

(Aboitiz y Schröter, 2006). Sin embargo, la atención no es igual en todos los<br />

individuos, ya que existen diversas posibilidades de desarrollo, dependiendo de la<br />

existencia de fenómenos patológicos tales como los daños en el hemisferio derecho<br />

del cerebro (vinculado a los procesos cognitivos, dentro de ellos el atencional),<br />

demencias pronto-temporales, enfermedad de Parkinson, etc., las cuales<br />

determinarían los grados de concentración que podrían alcanzar las personas en<br />

momentos específicos.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Hasta aquí hay un elemento que no puede pasar desapercibido y es que los<br />

especialistas señalan que es el cerebro el que dirimirá qué información es relevante y<br />

cuál no lo es, y esta decisión fundamental estará sujeta mayoritariamente al factor<br />

contexto, es decir, lo que significaremos como “relevante” estará sujeto entre otras<br />

cosas, a las circunstancias del presente.<br />

Podemos establecer entonces que todos contamos con un cierto nivel de atención y<br />

que esta funciona evaluando permanentemente qué es trascendental y qué no lo es,<br />

con el objetivo de adaptarnos al espacio y desenvolvernos en él. Es decir, y como ya<br />

lo han repetido muchos teóricos de la educación, a mayor interés del aprendiz sobre<br />

un determinado tópico o acontecimiento, mayor es la posibilidad de que se<br />

despliegue toda su capacidad atencional genuina, y con ello, la posibilidad de<br />

generar el tan anhelado aprendizaje.<br />

Dicho esto, surge el cuestionamiento acerca de la autenticidad de la existencia del<br />

déficit atencional como resultado de un trastorno o síndrome propiamente tal<br />

(recordemos que estos conceptos son parte de una nomenclatura clínica, vinculados<br />

a la noción de enfermedad, lo cual abre el dilema de si estamos dispuestos a aceptar<br />

que cualquier cosa que perturbe el orden dentro del aula, puede ser considerado<br />

algo enfermo), un poco como la noción de “Anomia” en las Ciencias Sociales,<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

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Junio – Julio 2016<br />

traduciéndose en una falta de normas que solo nos destina al desorden y el caos.<br />

Esto nos replantea nuestra, a veces neurótica, necesidad de tener todo bajo control,<br />

en este caso, la sala ordenada, con los niños quietos y en silencio.<br />

¿QUÉ ENTENDEMOS POR DÉFICIT ATENCIONAL?<br />

Desde la primera descripción de este fenómeno, realizada por Still en el año 1902,<br />

muchos han sido los rótulos que ha tenido, pasando por nombres como<br />

impulsividad orgánica, síndrome de lesión cerebral mínima, disfunción cerebral<br />

mínima, síndrome de híper excitabilidad, entre otros (González de Dios, Cardó y<br />

Servera, 2006).<br />

Lo primero entonces es explicar que históricamente a este fenómeno se le ha<br />

denominado como síndrome y trastorno, por lo cual, parece pertinente hacer la<br />

diferenciación entre ambos tipos.<br />

Un síndrome es el conjunto de síntomas que agrupa una enfermedad, es decir, hace<br />

relación específicamente a un cuadro clínico puntual. Por otro lado, el concepto de<br />

trastorno significaría algo así como la inversión de algo, o la perturbación de algo,<br />

traduciéndose en una alteración (por cierto leve) de la salud de una persona. Cuando<br />

los psicólogos usan esta palabra, se refieren especialmente a desequilibrios mentales<br />

que afectan el normal desempeño de los individuos en las rutinas de su vida<br />

cotidiana.<br />

Una y otra conceptualización emanan de la investigación proveniente del mundo de<br />

la medicina, particularmente de la psiquiatría. Dos esferas por antonomasia<br />

preocupadas del devenir humano, una desde lo atingente a la salud corpórea y la<br />

otra, de la salud mental.<br />

Insisto en destacar la procedencia de estos conceptos y en mencionar una y otra vez<br />

que son parte de paradigmas distintos a los educativos. Esto no con un ánimo<br />

belicoso de insinuar supremacías o jerarquías para uno y otro lado, pero sí con la<br />

idea de desmarcarnos como educadores y pedagogos, de conceptualizaciones que<br />

observadas en la realidad cotidiana de la escuela, parecieran señalarnos que su<br />

génesis se encuentra en otra caja de pandora, muy distinta a la clínica.<br />

Una vez zanjada esta importante necesidad de entender los primeros nombres del<br />

fenómeno del déficit de atención, podemos recién describirla como una alteración<br />

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SABERES<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

en el desarrollo de la primera infancia, esto según el reconocido “Manual de<br />

Diagnósticos y Estadísticas de los trastornos mentales” (First, 1994). Por otro lado, en<br />

el estudio realizado por Capdevila et al. (2005), se menciona que la característica<br />

principal, es que se observa un patrón persistente de desatención y/o<br />

hiperactividad-impulsividad, con una mayor gravedad de lo habitualmente esperable<br />

para su rango etario<br />

Posee además tres grandes subtipos; primero aquel con una predominancia de<br />

inatención, segundo aquella con una predominancia de una conducta hiperactiva, y<br />

por último, una predominancia combinada, es decir, desatento y además hiperactivo<br />

(Aboitiz y Schröter, 2006). Otros antecedentes señalan que estos significativos grados<br />

de desatención y exagerada actividad o movilidad física, resultan totalmente<br />

desadaptativas e incoherentes con el nivel de desarrollo de estos niños y niñas. Sin<br />

embargo, se expresa claramente que, para ser considerado como un cuadro de<br />

déficit de atención con y sin hiperactividad, deben persistir aquellas características<br />

por más de seis meses, a la vez que deben manifestarse antes de los siete años de<br />

edad, lo que facilitaría descartar otras alteraciones de tipo mental y/u orgánicas<br />

(González de Dios, Cardó y Servera, 2006).<br />

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SABERES<br />

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¿CUÁNDO ENTRAN A JUGAR UN ROL IMPORTANTE<br />

LAS FUNCIONES EJECUTIVAS?<br />

No podemos hacer un análisis sobre el déficit atencional, tomando en consideración su<br />

naturaleza neuropsicológica, sin mencionar las funciones ejecutivas, las que siendo<br />

procesos cognitivos, regulan directamente el comportamiento humano, ordenándolo y<br />

controlándolo para que pueda desarrollar distintas metas y objetivos (García et al, 2009).<br />

Vale decir, sin estas funciones la existencia del ser humano vagaría errante en un devenir<br />

accidental de propósitos personales confusos.<br />

Se les considera además como mecanismos internos que buscan optimizar los procesos<br />

cognoscentes, orientándolos en la resolución de respuestas adecuadas a situaciones<br />

complejas. Elementos que a través del desarrollo psicosocial pueden evidenciarse en los<br />

tipos de conductas.<br />

Si los niños y niñas son incapaces de controlar su conducta, se ve alterado su<br />

funcionamiento en términos atencionales, vale decir, no pueden focalizar y sostener su<br />

concentración para funcionar como receptores de lo que se les pretende enseñar, por<br />

ende, tampoco pueden mantener el statu quo del aula, interfiriendo con el grupo<br />

restante de estudiantes. Qué sucede con sus funciones ejecutivas que evidentemente no<br />

están siendo capaces de adaptarse a situaciones cotidianas de su vida académica, tal y<br />

como los docentes pretendemos, o ¿somos los docentes los que no toleramos que los<br />

niños no cumplan con nuestras expectativas?<br />

En términos neurobiológicos, es justamente la corteza pre frontal, la encargada de<br />

orquestar aquellas funciones de regulación y control de la conducta humana, recibiendo<br />

y enviando información a todos los órganos sensoriales y motores (García et al, 2009).<br />

¿Se remite entonces la confusión a una mera descoordinación de emisores y receptores<br />

sinápticos? (una especie de determinismo neuronal), de ser así, desde el rol docente,<br />

¿Cómo se puede tomar partido en el asunto, si la génesis parece escapar al campo de<br />

acción cotidiano?, si efectivamente el problema tiene como punto de partida un<br />

elemento neuronal y no estrictamente metodológico. En este punto, parecen surgir más<br />

preguntas que respuestas, y quizás acá no podamos responderlas todas, sin embargo,<br />

me detendré solo a develar la importancia del conocimiento biológico del cerebro y el<br />

saber filosófico en el bagaje cultural de todo Pedagogo (que se jacte de serlo al menos),<br />

lo que significaría concebir el aprendizaje, no solo como un fenómeno íntimo y social,<br />

sino que también, fundamentalmente neurobiológico (algo que desde la psicopedagogía<br />

muy bien argumenta la existencia de estilos y ritmos de aprendizajes distintos por cada<br />

persona).<br />

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RETOMEMOS LA HISTORIA DEL CONCEPTO<br />

DE DÉFICIT ATENCIONAL<br />

Como ya habíamos señalado, en el año 1902 el doctor y pediatra George Still publicó<br />

en la revista “The Lancet”, una investigación en la que analizaba a cuarenta y tres<br />

niños que manifestaban una extraña y persistente dificultad para focalizar su<br />

atención y particularmente una especie de sobre actividad que los volvía<br />

extremadamente inquietos, a lo que denominó como un defecto mórbido del<br />

comportamiento moral (López et al., 2006). Los describió como desafiantes,<br />

apasionados, rencorosos y desinteresados de obedecer la ley, careciendo de<br />

inhibición voluntaria. También se puede encontrar dentro de sus primeras<br />

impresiones, calificativos tales como; carácter escandaloso, personalidades poco<br />

honestas y obstinadas (Guerrero y Pérez, 2011).<br />

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EVOLUCIÓN DEL DIAGNÓSTICO<br />

Si analizamos detenidamente cada uno de estos denominadores, observaremos nociones<br />

de moral, a través de antípodas de virtud, aludiendo a la deshonestidad y obstinación. Si<br />

se contextualizan en una época histórica, en una determinada cultura (británica para ser<br />

específicos), bastante conservadora, y por lo tanto, preocupada quisquillosamente de<br />

conservar el orden en todo ámbito en la vida pública y también en la vida privada, no<br />

debería extrañarnos la inserción de esta visión en la vida del aula, pero sí podría<br />

parecernos extraño que surgieran de un personaje ligado al mundo médico y no<br />

pedagógico. Más extraño aun es pensar que a partir de aquellas descripciones, se<br />

elaboró paulatinamente una conceptualización de estas conductas relacionadas, tal y<br />

como el mismo Still expresaría, como una herencia biológica o la consecuencia de una<br />

lesión ocurrida durante el nacimiento. William James, psicólogo estadounidense,<br />

justamente a comienzos del siglo XX mencionó en una investigación, la existencia de un<br />

defecto neurológico subyacente, al que llamo déficit de volición inhibitoria, control moral<br />

y atención sostenida, destacando nuevamente la intromisión del concepto de moral en<br />

un diagnóstico esencialmente clínico (López et al., 2006).<br />

A partir de esa premisa, que con el tiempo tomó carácter de aforismo, se subvaloraron<br />

factores como una metodología pedagógica poco asertiva con los intereses y<br />

motivaciones genuinas de los niños y niñas en cuestión, centrándose el diagnóstico en el<br />

niño y en nadie más que él, atomizando la problemática.<br />

Sin embargo es importante considerar que el hecho de que el diagnóstico del déficit de<br />

atención, a pesar de todo su sustento neurobiológico, y con la creciente implementación<br />

de distintos medicamentos, se estructure desde la mera observación y se defina desde la<br />

mera observación también, ya que el sustrato biológico aún no es esclarecido por los<br />

especialistas, culmina en que el cuadro se sustentará también en el buen ojo clínico del<br />

profesional de turno. Detengámonos en este punto y analicémoslo. No desestimamos la<br />

observación como mecanismo para recabar información, sin embargo, insisto en que<br />

debería siempre tenerse en consideración que a través de esta, y el posterior resultado<br />

de un diagnóstico en este caso, no vemos ni descubrimos la realidad, sino que una<br />

interpretación de la misma, en términos Kantianos, naturalmente parcelada. De ahí la<br />

fundamental relevancia del cuidado al rotular a las personas con calificativos que podrían<br />

mermar sus capacidades, poniendo techo a sus virtudes y estigmatizándolas, cuando<br />

pudiera ser el contexto el limitado y por qué no, enfermo, y no la persona, como se ha<br />

sostenido desde el enfoque médico.<br />

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Junio – Julio 2016<br />

El aforismo se ha alimentado a sí mismo, en la medida en que distintos médicos<br />

comenzaron a observar una relación entre los factores hereditarios o accidentales<br />

con el desarrollo posterior de estas conductas disruptivas. Entre 1966 y 1977,<br />

Clements y Strauss especificaron una característica hasta entonces no esclarecida del<br />

todo: el déficit en la atención y la excesiva movilidad no estarían directamente<br />

relacionados con el nivel de inteligencia o C.I., descartando con ello, la comorbilidad<br />

del trastorno con otras patologías más severas (Guerrero y Pérez, 2011).<br />

En el año 1937 Bradley constató que algunos niños con conducta impulsiva y<br />

agresiva podían ser controlados con anfetamina. Desde ese entonces hasta el año<br />

2000, la conceptualización que se tiene de este déficit ha variado bastante (Pinto,<br />

Förster y García, 2006).<br />

Se le ha declarado como el trastorno de conducta de mayor frecuencia en el rango<br />

etario pediátrico (González de Dios, Cardó y Servera, 2006), constituyendo por lo<br />

tanto un serio problema de salud a nivel público, al constatarse una elevada y<br />

gradual prevalencia. Se vuelve más polémico el tema cuando se le refiere como un<br />

proceso crónico que afecta a las personas en sus diferentes esferas<br />

comportamentales, es decir, en su vida no solo escolar, sino que también familiar y<br />

social.<br />

Existen informes de diversas naciones occidentales que entregan cifras de incidencia<br />

variables. En Chile representa más del 5% de la población escolar, según un estudio<br />

del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Norte de la Facultad de Medicina de<br />

la Universidad de Chile (Pinto, Förster y García, 2006).<br />

Por otro lado, con el pasar del tiempo y los avances científicos, se ha podido<br />

esclarecer el factor de heterogeneidad en la naturaleza de este cuadro desde el<br />

punto de vista de su etiología, logrando ser clasificadas en sus tres subtipos ya<br />

mencionados. Las evidencias de su sustrato neurobiológico (dicen algunos), son cada<br />

vez más precisas, así como las interferencias en las funciones ejecutivas.<br />

Se habla de la genética de este fenómeno, específicamente del rol de ciertos<br />

sistemas participantes, tales como los noradrenérgicos, serotoninérgicos y<br />

dopaminérgicos. También se ha estudiado la patogénesis de la misma y también la<br />

gran cantidad de evidencia que comprueba el alto nivel de patologías asociadas y<br />

comorbilidad, lo cual vuelve extremadamente variables los criterios para<br />

diagnosticar.<br />

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LA SOSPECHA DESDE LA MIRADA ECOLÓGICA<br />

A pesar de tanta evidencia, es pertinente expresar que estas se enmarcan dentro de<br />

una racionalidad epistemológica, una forma específica de entender la realidad<br />

material, por lo cual, no es en sí mismo un dictamen que decrete per se la verdad<br />

absoluta (como si la hubiera).<br />

Es en ese escenario y con esta sospecha, que surgen las confusiones y los<br />

cuestionamientos al observar un incremento preocupante de medicamentos para<br />

abordar este inespecífico cuadro. Sospecha que aumenta al comprender que el<br />

diagnóstico clínico básicamente surge de la observación “hábil” del especialista,<br />

además de una anamnesis cuidadosa que permite complementar el juicio, y que se<br />

obtiene de los padres o tutores, y del mismo niño o niña afectada, descartándose<br />

por el momento, otros instrumentos médicos que transparenten la calidad de<br />

“síndrome” o “trastorno” que supuestamente padece.<br />

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Para profundizar más en esto, la estadística afirma que, de las publicaciones<br />

existentes sobre el déficit atencional, menos del 10% se refieren a aspectos<br />

psicosociales (López et al., 2006). Sin embargo, esto podría explicarse por una<br />

monopolización de las miradas, estudios, análisis y reflexiones por parte de la<br />

academia médica (por la imposición del más fuerte o por simple abandono<br />

negligente de nosotros como pedagogos investigadores). La ciencia de la educación,<br />

comprendida como constituyente de un método de investigación, con su respectivo<br />

objeto de estudio, en este caso de los procesos de enseñanza y aprendizaje, y que<br />

consta de mecanismos de evaluación y testeo, los cuales varían permanentemente<br />

según los paradigmas que imperen (pasando desde las evaluaciones formales<br />

cuantitativas a las evaluaciones auténticas más cualitativas), ha abandonado el<br />

interés por explicar el fenómeno del déficit atencional desde su plataforma diaria,<br />

para subyugarse a la hegemonía clínica de la medicina y la psiquiatría, que desde la<br />

distante academia y el claustro que implican sus estudios y experimentos, envían<br />

pruebas a nuestras aulas para testear las características de nuestros alumnos y<br />

alumnas para luego ir ajustando dosis más y dosis menos de medicamentos para el<br />

tratamiento de esta “enfermedad” que perturba al grupo curso.<br />

La noción del déficit de atención con y sin hiperactividad (pero sobre todo con ella),<br />

entendidas como parte de un rango de diversidad conductual y cognitiva propia de<br />

nuestra variable como seres humanos, por sobre la idea de una condición<br />

estrictamente patológica (Aboitiz y Schröter, 2006), es la que desde un tiempo hasta<br />

ahora ha comenzado a florecer en educación, generando gran desconfianza,<br />

principalmente por el gran mercado de la medicación de personas que parecieran no<br />

tener nada extraño en sus organismos, o al menos nada comprobado<br />

empíricamente, por lo cual no se justificaría la ingesta de estos medicamentos, ¿o sí?.<br />

Es la misma Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia de<br />

Chile, la que en el año 2006 afirma públicamente que aún no se cuenta con<br />

marcadores biológicos de uso clínico para diagnosticar con síndrome de déficit<br />

atencional, recayendo toda esta responsabilidad en la mera observación y los<br />

conocimientos de quien profesionalmente está preparado para esto (López et al.,<br />

2006).<br />

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Junio – Julio 2016<br />

¿ENTONCES REALMENTE SE DEBEN USAR MEDICAMENTOS<br />

PARA TRATAR EL DÉFICIT ATENCIONAL CON Y SIN<br />

HIPERACTIVIDAD?<br />

Me detendré específicamente a hablar del caso de la dopamina y sus efectos en el<br />

organismo, la cual estaría en este sentido relacionada con la existencia del fenómeno<br />

que estamos tratando. Los estudios señalan que los medicamentos más eficientes<br />

para tratar a estas personas son las anfetaminas y el metilfenidato (los cuales en el<br />

comercio pueden tener otros nombres), y que básicamente lo que hacen es estimular<br />

la transmisión dopaminérgica. Es decir, actúan sobre el sistema nervioso central,<br />

facilitando la transmisión de sinapsis de unas neuronas a otras. Actualmente se ha<br />

determinado que el cerebro tiene unos 100.000 millones de neuronas que efectúan<br />

cada una 1.000 sinapsis (Rojas, Contreras y Colombo, 2006).<br />

Es decir, estos medicamentos en palabras sencillas, aumentarían la actividad<br />

excitatoria de las sinapsis. Pero ¿será esto realmente lo que estas personas<br />

necesitan?, ¿no será nuestra la “anormalidad” verdadera, la que nos incita a intervenir<br />

en el natural desarrollo neuronal de niños, niñas y jóvenes en etapa escolar con<br />

químicos y drogas en pos de una funcionalidad exitista?<br />

USO DE METILFENIDATO<br />

En el caso del Metilfenidato existen antecedentes que hablan de una rápida acción<br />

en el organismo, así como de una mínima existencia de efectos secundarios.<br />

Históricamente es usado desde la década del cincuenta, contando con muchos<br />

estudios a su favor, y que certificarían un alto porcentaje de respuestas terapéuticas<br />

positivas.<br />

Otros rasgos hablan de una rápida absorción del medicamento, con una vida media<br />

de eliminación que oscila entre las dos y las cuatro horas. Por otro lado, el efecto<br />

tiene una duración aproximada de no más de seis horas y se registra una máxima<br />

captación del medicamento en el encéfalo a los sesenta minutos desde su<br />

administración oral, lo cual explicaría la lógica de entregar a los niños y niñas con<br />

este cuadro la medicina antes de entrar a la escuela, para así poder rendir durante el<br />

transcurso de las clases.<br />

Sin embargo, la duda vuelve a atemorizar el statu quo del fenómeno del déficit de<br />

atención, ya que ¿se justificaría el consumo de medicamentos, si visualizáramos este<br />

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SABERES<br />

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cuadro como una consecuencia de un contexto escolar que no motiva ni inspira a los<br />

alumnos y alumnas a concentrarse?<br />

Puede parecer un cuestionamiento para nada original, pero mi intención es<br />

reflexionar sobre lo que tenemos y desde ahí generar algo que, o deje más<br />

preguntas para responder (y con ello continuar la reflexión desde los docentes) o<br />

que genere algún axioma que nos permita cambiar el enfoque de tratamiento de<br />

este fenómeno hacia uno que apele a nuevas prácticas pedagógicas y que entienda<br />

el sentido verdadero de una educación inclusiva.<br />

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LA IMPORTANCIA DEL FACTOR PEDAGÓGICO<br />

Este elemento, que es el que nos atañe ciento por ciento a todos quienes nos<br />

desenvolvemos día a día en el rubro educacional, ya sea desde las aulas o teorizando<br />

con propiedad sobre ellas (pero por sobre todo desde las aulas), es desde donde<br />

realizamos a la vez la mayor autocrítica que plantear. ¿Qué estamos haciendo como<br />

profesores, que la internet perfectamente puede suplantarnos en términos de la<br />

entrega de contenido e información?, ¿Qué praxis educativa estamos llevando a cabo<br />

de manera tan tediosa y mecanizada que nuestros alumnos y alumnas nos están<br />

olvidando al punto que hoy en día la televisión y los celulares parecen atraer más<br />

que nosotros? Acaso, ¿no nos hemos actualizado, acorde a las nuevas tecnologías<br />

masificadoras de saberes?<br />

¿No hemos pensado acaso en porqué la medicación para estos niños con déficit de<br />

atención con y sin hiperactividad surge solo desde marzo a diciembre<br />

misteriosamente?, ¿Por qué solo se remite a los contextos escolares?, ¿Por qué en la<br />

mayoría de los casos aparece como un factor comorbilitante de las dificultades de<br />

aprendizaje?, ¿O la responsabilidad no es solo de los docentes, en términos de haber<br />

permitido esto, sino que también hay algo más grande que todos, que nos limita e<br />

imposibilita de promover verdaderos aprendizajes significativos?<br />

EL ROL DEL SISTEMA EDUCATIVO<br />

Desde una mirada crítica, como educadores podríamos hablar de una génesis en una<br />

mirada equívoca hacia los alumnos inquietos y distraídos. Al contrario del desarrollo<br />

que ha vivido la humanidad y sus estructuras sociales, las metodologías pedagógicas<br />

no han variado significativamente pues seguimos enseñando muy parecido a como<br />

se hacía hace más de un siglo. Una educación mecanizada con énfasis en lo<br />

nemotécnico, en la repetición, débil en el desarrollo del pensamiento divergente y<br />

del razonar crítico. Una educación que pone demasiado énfasis solo en el tipo de<br />

inteligencia lógico-matemática, y que relega a un segundo plano el resto de las áreas<br />

de desarrollo humano. Planes de estudio remitidos al vértigo del exitismo<br />

internacional que generan las prueba Pisa y su adaptación criolla, el Simce, que pasó<br />

de ser un instrumento para medir los aprendizajes de los alumnos a uno que evalúa<br />

nuestra capacidad para poder enseñar, convirtiéndose en la meta ulterior de toda<br />

labor de educativa.<br />

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SABERES<br />

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Junio – Julio 2016<br />

Preferimos que los estudiantes no sean tal y como genuinamente les nace ser, para<br />

dar paso a seres pauteados, sigilosos y falsos, arriesgándolos a consumir estos<br />

medicamentos a pesar de existir una lista larga de contraindicaciones médicas<br />

probadas (tales como cefalea, anorexia, disforia, mareos, etc.), obviando además<br />

aquellos efectos secundarios de naturaleza psicosocial, a través de los cuales padres<br />

y niños, que observan un mejor rendimiento post medicalización, pueden<br />

perfectamente vincular con el consumo de estas pastillas, generando un locus de<br />

control externo sobre este rendimiento, atribuyendo tanto éxito como fracaso solo al<br />

medicamento, y no a las condiciones propias del niño o niña.<br />

¿LEY 20.000?<br />

En esta búsqueda de argumentos para comprender objetivamente qué sucede con<br />

este fenómeno que se propaga rápidamente por todas las escuelas, no solo de Chile,<br />

se devela la inclusión del Metilfenidato en el reglamento promulgado por el<br />

expresidente de la República, Ricardo Lagos, que sanciona el tráfico ilícito de<br />

estupefacientes y sustancias psicotrópicas en Chile, y que en varios anexos registra<br />

las drogas que pretende condenar. Específicamente, aunque nosotros la<br />

proporcionamos a nuestros alumnos inquietos y desatentos, es descrita por la Ley<br />

como una “sustancia (...) productora de dependencia física o síquica, capaz de<br />

provocar graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud (Ministerio del<br />

Interior, 2005, Art.1°, inc.1°), codeándola con otras como la cuestionada marihuana,<br />

la heroína y la cocaína.<br />

¿CUÁL ES EL LÍMITE?<br />

El neurótico afán conductista de mantener el orden, en todo ámbito de la vida, desde<br />

la autoridad tirana que establece el “toque de queda” al profesor fanático de Skinner,<br />

que ve a los alumnos como seres que únicamente se explican por una lógica de<br />

estímulo y respuesta, entiende al comportamiento distinto como algo inaceptable y<br />

que perturba, dando como resultado la incapacitación social del sujeto.<br />

En esta premisa, aflora el absurdo de quienes se llaman “educadores” y van por la<br />

vida estigmatizando con sus rótulos a niños y niñas, estimando incluso que tiene<br />

sentido hablar de “capacidades diferentes”, como si la naturaleza humana misma en<br />

sí no fuera diferente, estigmatizando al discapacitado, palabra que en sí vuelve a<br />

rotular.<br />

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El año 2012 se publicó una investigación que explicaba por qué en Francia, la<br />

población de niños y niñas diagnosticados con este síndrome o trastorno de déficit<br />

en la atención con hiperactividad, era tan escasa. Se llamó “A disease Called<br />

childhood: Why ADHD became an american epidemic”. Su autora Marilyn Wedge,<br />

mencionaba sencillos factores, tales como que los psiquiatras franceses no utilizan<br />

con el mismo énfasis que en países como Estados Unidos y Chile, el DSM-IV, y es<br />

desde esa puntual decisión (entre otras claro), que se dan la libertad de entender el<br />

fenómeno atencional y de hiperactividad como una condición con causas<br />

psicológicas y sociales, atingentes a ciertas situaciones en las que está inmerso el<br />

estudiante (Wedge, 2012). Es decir, validan la idea de que transformando el contexto<br />

educativo, podríamos perfectamente encontrarnos con una modificación conductual<br />

en aquellos alumnos más inquietos. Si en Francia la tendencia hacia la medicación ya<br />

comienza a revertirse, ¿Por qué no en Chile?, ¿Qué pasa con los expertos en<br />

educación, los que se llaman profesionales del proceso de enseñanza y aprendizaje?,<br />

¿Qué pasa con las mesas técnicas o los foros de expertos?, ¿Por qué no han alzado la<br />

voz para defender una tesis educativa absolutamente legítima?<br />

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¿Seguirán nuestros alumnos más inquietos y desatentos, sufriendo las consecuencias<br />

de nuestra incapacidad de postular nuestras propias premisas de aula, a la par de<br />

médicos y psiquiatras? No hablaré de adagio, para no caer en la petulancia de las<br />

ciencias epistemológicas, en la ceguera del positivismo, que porque piensa que<br />

siente lo que toca, escucha lo que escucha y observa lo que observa, esta frente a<br />

una verdad irrefutable de la realidad más cercana.<br />

Sin embargo, insistiré en que la génesis de por qué estos niños nos están generando<br />

tantos problemas dentro de la sala de clases se remite esencialmente, a que nuestras<br />

metodologías de enseñanza no se han adecuado a los fundamentos inclusivos y<br />

universales, que validen al otro como un legítimo otro (parafraseando al Doctor<br />

Maturana). Los niños inquietos, están inquietos muy probablemente porque su<br />

naturaleza biopsicosocial los inclina a aquella inquietud, pero deberíamos<br />

aprovecharla para promover en ellos la experimentación y, a través de esta, la<br />

significación de lo que se aprende y no la mera memorización de contenidos. Es esta<br />

la falla más grande que nosotros mismos hemos perpetuado, es el sistema educativo<br />

formal, que ayudamos día a día a construir, el que prohíbe espacios de aprendizaje, a<br />

través de la experimentación y del juego, optando en cambio por la rutinización<br />

tediosa y sin sentido de la Escuela.<br />

Arremetimos en la vida de estos niños, con una mirada de mercado, a través de la<br />

cual realizamos clases instruccionales, apelando a la escucha pasiva del alumnado, en<br />

vez de permitirles concreta y objetivamente, transformarse ellos en los verdaderos<br />

protagonistas de sus aprendizajes, quedándonos los profesores callados un segundo.<br />

Si continuamos obviando la importancia de investigar el estilo de aprendizaje de los<br />

alumnos, continuaremos errando en la efectividad de las propuestas de enseñanza,<br />

interesando solo a unos pocos y perdiendo en el fondo de la sala a varios, que desde<br />

lejos observaremos (sentenciando) como distraídos, desinteresados e inquietos.<br />

Declaro como conclusión de esta reflexión, si es que pudiera considerarse como una<br />

conclusión y no como un lamento, como el llanto desolado de un profesor<br />

desesperado, que es el sistema enfermo, el que enferma cada día a nuestros niños,<br />

los sobremedica y los estigmatiza. El sistema, que lamentablemente constituimos en<br />

gran parte nosotros los profesores, este sistema pasivo-negligente, que no soporta<br />

personas inquietas de cuerpo e inquietas de mente.<br />

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS<br />

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Universidad Mayor. Santiago,<br />

Capdevilla, C.; Artigas, J.; Ramírez, A.; López, M.; Real, J. & Obiols, J. (2005). Fenotipo<br />

neuropsicológico del trastorno de déficit atencional/hiperactividad: ¿existen<br />

diferencias entre los subtipos?. Revista de Neurología Vol. 40, enero – junio 2005.<br />

Pp.17-23. Barcelona: Viguera Editores.<br />

First, M. (1995). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.<br />

Barcelona: Editorial Masson S.A.<br />

García, A.; Enseñat, A.; Tirapu, J. & Roig, T. (2009). Maduración de la corteza prefrontal<br />

y desarrollo de las funciones ejecutivas durante los primeros cinco años de<br />

vida. Revista de Neurología, Vol. 48, enero-junio 2009. Pp. 435-440. Barcelona:<br />

Viguera Editores.<br />

González de Dios, J.; Cardó, E. & Servera, M. (2006). Metilfenidato en el tratamiento<br />

del trastorno de déficit atención e hiperactividad: ¿realizamos una práctica clínica<br />

adecuada?. Revista de Neurología Vol. 43. Julio-diciembre 2006. Pp. 705-714.<br />

Barcelona: Viguera Editores.<br />

Guerrero, J. & Pérez, R. (2011). El alumnado con TDAH (hiperactividad) como<br />

colectivo en riesgo de exclusión social: propuestas de acción y de mejora. Revista<br />

RUEDES N° 2. Pp. 37-59. Red Universitaria de Educación Especial, Universidad<br />

nacional del Cuyo. Mendoza.<br />

<br />

<br />

<br />

López, I.; Boehme, V.; Forster, J.; Troncoso, L.; Mesa, T.; & García, R. (2006). Síndrome<br />

de déficit atencional. Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y<br />

Adolescencia. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.<br />

Ministerio del Interior (2005). Ley Nº 20.000, Sanciona el tráfico ilícito de<br />

estupefacientes y drogas sicotrópicas. Chile: Biblioteca del Congreso nacional.<br />

Pinto, F.; Förster, J. & García, R. (2006). Diagnóstico clínico del síndrome de déficit<br />

atencional (SDA). En: López, I.; Boehme, V.; Förster, J.; Troncoso, L.; Mesa, T. García, R.<br />

(Eds.) (2006). Síndrome de Déficit Atencional. Pp. 141-158. Sociedad de Psiquiatría y<br />

Neurología de la Infancia y Adolescencia. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.<br />

33


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

<br />

Rojas, V.; Contreras, J.; & Colombo, M. (2006). Bases neuroquímicas y fármacos en el<br />

síndrome de déficit de atención. En: López, I.; Boehme, V.; Förster, J.; Troncoso, L.;<br />

Mesa, T. García, R. (Eds.) (2006). Síndrome de Déficit Atencional. Pp. 141-158.<br />

Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia. Santiago de Chile:<br />

Editorial Universitaria.<br />

Slachevsky, A.; Pérez, C.; Silva, J; Orellana, G.; Prenefata, M.; Alegría, P. & Peña, M.<br />

(2005). Córtex prefrontal y trastornos del comportamiento: Modelos explicativos y<br />

métodos de evaluación. Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría Vol.43 N°2. Pp. 109-121.<br />

Santiago, Junio de 2005.<br />

<br />

Wedge, M. (2012). Why French Kids Don't Have ADHD, French children don't need<br />

medications to control their behavior. Psichology Today, publicado el 8 de marzo de<br />

2012.<br />

Disponible online en: https://www.psychologytoday.com/blog/suffer-thechildren/201203/why-french-kids-dont-have-adhd<br />

34


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

LA CRÓNICA CRÓNICA:<br />

Críticas a las narrativas históricas burguesas<br />

sobre Valparaíso 6<br />

Por Ernesto Guajardo <br />

a Carmen Luz Scaff Vega<br />

No, no es una errata, quizás un mal chiste o una referencia muy lateral y deficiente al<br />

subtítulo de uno de los libros de Carlos Marx y Federico Engels: La sagrada familia o<br />

crítica de la crítica crítica. Ocurre que estoy pensando en las dos acepciones que nos<br />

ofrece la Real Academia Española de la Lengua de esta palabra: crónica.<br />

En su primera definición, la sustantiva, la crónica es la “historia en que se observa el<br />

orden de los tiempos”, inmediatamente después se presenta su noción<br />

contemporánea, “artículo periodístico o información radiofónica o televisiva sobre<br />

temas de actualidad”.<br />

Sin embargo, como adjetivo, la palabra se torna más sugerente, al menos para lo que<br />

quiero decir aquí. Lo crónico se refiere a una larga enfermedad, un vicio inveterado, a<br />

algo que viene de tiempo atrás. Enfermedad, vicio, tradición. Me llama la atención la<br />

manera en que los sentidos de la palabra, en su situación adjetivizante, pueden<br />

precisar de manera tan adecuada cierto tipo de crónica histórica, particularmente,<br />

cierto tipo de crónica histórica situada en Valparaíso.<br />

Esta crónica crónica es, en términos generales, una clara expresión de la buena<br />

conciencia burguesa. ¿En qué sentido? En varios. Veamos.<br />

6 Este texto es parte de un libro en preparación, titulado Texturas: texto y territorio,<br />

que será publicado por Hebra Editorial.<br />

Escritor porteño.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

LA OBJETIVIDAD Y LO OBJETUAL<br />

Ha existido una crónica histórica objetual y factual. Eso es lo primero que es necesario<br />

señalar. Solo a modo de ejemplo, y con el afán de remontarnos lo más atrás posible,<br />

varias zonas de la producción de Roberto Hernández son construidas de esta manera 7 .<br />

Incluso cuando el esfuerzo es superior, y el autor escribe obras casi monumentales, como<br />

Los primeros teatros de Valparaíso y el desarrollo general de nuestros espectáculos<br />

públicos (1928). Tengo el libro al alcance de la mano. No lo he leído completo aún, solo<br />

lo he consultado. ¿Es un libro que se debería leer como una obra historiográfica, en su<br />

sentido más estrictamente epistemológico? Habría que desarrollar una breve digresión<br />

sobre ello. Entonces, testimoniemos. ¿Cómo ocupo esta obra? Pues como texto de<br />

referencia: busco datos en el libro de Hernández para integrarlos en mis propios escritos.<br />

¿Qué tipo de antecedentes? Por lo menos de dos categorías: por un lado, aquellos<br />

puntuales, precisos, exactos, que me permiten acopiar la mayor cantidad de información<br />

posible respecto de lo que quiero decir. Por otro lado, busco en sus páginas los<br />

contextos de dichos datos, para lograr una mayor comprensión de los fragmentos<br />

precisos de relato histórico o memorialístico que estoy utilizando. Y es aquí donde se<br />

comienzan a apreciar las dificultades. Primero, porque Hernández no suele reflexionar<br />

sobre el cúmulo de información que entrega y, al no hacerlo, difícilmente puede explicar<br />

las causas de los acontecimientos o dilucidar el carácter, la esencia de los procesos<br />

históricos que describe.<br />

¿Cómo es posible identificar la ausencia de análisis en obras como esta? En mi caso,<br />

utilizo con cierto óptimo resultado una suerte de dispositivo de análisis de discurso,<br />

busco un índice, un marcador polemológico que me permita apreciar las posiciones<br />

analíticas (y, por tanto, las opciones políticas e ideológicas del autor) 8 . Me centro en<br />

conocer cómo el autor se refiere a una situación conflictiva, de preferencia una<br />

7<br />

Me detengo en la figura de Roberto Hernández desde una arbitrariedad que no es absoluta. Por un lado,<br />

creo que es una de las figuras más representativas de la crónica histórica referida a Valparaíso, a inicios del<br />

siglo XX; por el otro sus obras han tenido la validación de uso que se le ha otorgado al considerarlas como<br />

fuentes documentales fidedignas. Sobre su figura, de hecho, Cristián Gazmuri ha dicho que “es el gran<br />

historiador de Valparaíso” (Gazmuri, C. (2006). La historiografía chilena Tomo 1 (1842‐1970). Pp. 193.<br />

Santiago: Taurus), sobre el particular volveremos más adelante. Hacia el siglo XIX la figura que descolla en<br />

este ámbito es Benjamín Vicuña Mackenna quien, sin embargo, es reconocido como historiador y no como<br />

cronista.<br />

8<br />

El concepto de polemología fue acuñado por el sociólogo francés Gastón Bouthoul. Si bien su objetivo<br />

fundamental es el estudio de las guerras como fenómeno social, no siempre se comprende su aplicación en el<br />

estudio de luchas internas, como las guerras civiles, de tal manera que su uso como instrumento analítico<br />

implica, por cierto, el reconocimiento de la existencia de dichos conflictos armados a lo largo de la historia de<br />

Chile.<br />

36


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

tensión política o social, ya que estas generalmente implican la diferencia, la<br />

disidencia, el debate o el enfrentamiento entre dos posiciones que se encuentran<br />

dentro del país, entre compatriotas. Las tensiones de carácter binacional o<br />

internacional, tanto en sus modalidades chovinistas o belicistas, suelen ser de fácil<br />

resolución en este tipo de textos: en general no se eluden porque es más sencillo<br />

identificar al otro más allá de nuestras propias fronteras. Sin embargo, cuando la<br />

tensión se origina, se radica al interior de dichos límites, el tema se complejiza: la<br />

condición de ciudadanía tiene también sus implicancias, sus determinantes, sus<br />

deberes y sus derechos. Uno de ellos es el de ser partícipe de la tensión, de<br />

involucrarse con ella y, al hacerlo, de tomar partido por alguna de las posiciones en<br />

pugna. Sin embargo, esto no es en absoluto una condición imperativa del cronista<br />

histórico decimonónico. Muchas veces, y particularmente en la producción discursiva<br />

de carácter burgués, esta situación se resuelve de una manera tan efectiva como<br />

poco digna: la elusión, el silenciamiento, ignorando el conflicto, de tal manera que,<br />

por un lado, no se toma una posición clara respecto de él y, por el otro, se mantiene<br />

la sacrosanta ficción de las nociones de objetividad, imparcialidad, tan caras al<br />

sentido común burgués; nociones más relevantes aún, de presencia más vehemente,<br />

si se considera que la crónica, en cuanto género literario se encuentra directamente<br />

relacionado con un espacio determinado de producción textual: la prensa escrita.<br />

37


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

Esta pretendida objetividad tiene también una función discursiva complementaria,<br />

que colabora con la mantención de lo establecido: en la medida que se elude la<br />

existencia del antagonismo, se propone una imagen textual de una comunidad ideal<br />

como una entidad realmente existente; con una pretendida comunión de intereses y<br />

homogeneidad política que, de alguna manera, busca omitir, velar, encubrir, la<br />

manifiesta desigualdad económica y social, así como sus correspondientes<br />

expresiones políticas e ideológicas; en otras palabras, pretende invisibilizar la<br />

formación económico-social determinada históricamente. No constituye, sino, la<br />

reproducción en el texto de las formas ideológicas clásicas del republicanismo<br />

burgués, del idealismo liberal, en definitiva, de la metafísica de las relaciones sociales.<br />

Pero no solo eso, además esta narrativa histórica tiende a ser marcadamente<br />

objetual. La ideología burguesa pareciera tener cierta devoción por los objetos, por<br />

las cosas; los objetos y las cosas, sin los hombres, se entiende. Entonces<br />

comenzamos a leer sobre materiales de construcción, de motores, de máquinas o, en<br />

el caso que hemos venido citando, de los sujetos de la historia: los edificios de los<br />

teatros. Por cierto, se señala quién los construyó, o quién colaboró con su<br />

financiamiento, y, por cierto, cómo no, se nos informa con gran detalle respecto de<br />

quiénes actuaron en ellos. Sin embargo, no se señala con claridad lo más importante:<br />

el por qué se construyeron esos teatros, de las razones de por qué en una zona de la<br />

ciudad y no en otra parte; de por qué se representaban unas obras y no otras, y así,<br />

las preguntas pueden no solo multiplicarse, sino que además se amplían, se<br />

extienden sobre una superficie de significados no resueltos. La sumatoria de todos<br />

esos significados ausentes es lo único que podría, al menos, aproximarse a identificar<br />

los contenidos, los sentidos de un determinado proceso histórico.<br />

De este modo, la preeminencia por lo objetual no es solo una operación de<br />

ocultamiento, consciente o inconsciente, es –en propiedad– una expresión cultural<br />

característica de la ideología burguesa: la apropiación del mundo se realiza a partir<br />

de la creación y utilización de objetos que pueden operar sobre él; pero esta fijación<br />

sobre los objetos implica obviar el reconocimiento de las relaciones sociales que<br />

ellos suponen o contienen. En ese sentido, es una mirada que se centra sobre el<br />

objeto en sí, pero que no se preocupa por la producción que permite dicho objeto,<br />

utilizado socialmente. Porque las relaciones sociales las protagonizan los individuos,<br />

los hombres, son relaciones entre sujetos; son ellos quienes contienen en sí mismos<br />

la historicidad. Los objetos, la dimensión de la técnica, establece una relación entre<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

sujetos y objetos; objetos que se constituyen en medios; medios que obligan a<br />

preguntarse por el contenido de su producción 9 .<br />

Cuando la mirada se centra en lo objetual, eludiendo toda referencia a las relaciones<br />

sociales, la mirada burguesa no solo profundiza su mirada deformada, respecto de su<br />

apropiación de lo histórico, sino que –además– busca su neutralización, al omitir de<br />

su relato las relaciones sociales que se establecen entre los hombres, es decir,<br />

aquello que dota de sentido histórico a la propia historia. Esto, en gran medida,<br />

porque la historicidad es aquella presentación procesual, dinámica, inacabada de la<br />

historia, muy distante y diferencia de la cosificación, rígida, fija, sincrónica, que<br />

implica la pretensión de comprender la historia a partir de los objetos.<br />

9<br />

En esto, claramente, sigo la línea de análisis de Lucien Febvre (1982) en su libro Combates por la<br />

historia. En particular, su texto “Y en todo eso ¿dónde está el hombre? Sobre un manual”, pp. 151-<br />

157.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

LO FACTUAL: DEL DATO A LA ANÉCDOTA<br />

Entonces tenemos una crónica que acumula información, en apariencia ordenada, sin<br />

embargo su organización es solo formal, se establece fundamentalmente en un<br />

sentido diacrónico, pero una diacronía vaciada de densidad, de coordenadas de<br />

sentido; una diacronía sin una interpretación profunda de sí misma. En ese sentido,<br />

como una paradoja, esta pretendida continuidad termina siendo una sucesión<br />

interminable de sincronías, de cortes verticales en el continuo de la historia. De<br />

alguna manera, entonces, la vehemencia en la acumulación de datos, sin<br />

interpretarlos, sin comprender el origen causal de los mismos, ni sus derivaciones<br />

procesuales, ni sus consecuencias históricas propiamente tales, no hace sino de esta<br />

crónica una suerte de video clip constante: sucesión de imágenes, de nombres, de<br />

figuras, de datos que, al presentarse de manera acumulada dan la sensación de<br />

conocimiento, cuando en realidad es solo la presencia, ni siquiera consolidada,<br />

sistematizada, de la información en su sentido más” primario 10 .<br />

Entonces, la crónica decimonónica, burguesa, es predominantemente factual. Útil<br />

como un amplio repositorio de datos, pero inútil para –a partir de ella misma–<br />

pretender comprender la esencia de los procesos históricos.<br />

Aquí, la devoción por el hecho histórico, considerado en sí mismo, desgajado de<br />

contexto y de proceso, se transforma en una situación de correspondencia con la<br />

preeminencia de lo objetual en la narrativa histórica burguesa. En estos pretendidos<br />

discursos historiográficos se avanza de hecho en hecho, como quien cruza a saltos<br />

un curso de agua, de piedra en piedra. La historia es esa corriente y estos hechos,<br />

levemente entrelazados unos con otros, pretenden erigirse a sí mismos como la<br />

representación fidedigna de la historia. Es la pretensión de suplantar el todo por la<br />

parte, lo episódico por el proceso, lo anecdótico por los sentidos profundos del<br />

devenir histórico.<br />

En el caso que hemos tomado como ejemplo, Los primeros teatros de Valparaíso y el<br />

desarrollo general de nuestros espectáculos públicos, de Roberto Hernández, esta<br />

condición es evidente, por lo cual no tiene mucho sentido ahondar en ello. Sin<br />

embargo, resulta relevante indagar en relación a los usos que ha tenido este texto.<br />

10<br />

Una crítica a esta forma de hacer historia se puede encontrar en el libro de Febvre ya mencionado,<br />

pero, además, es muy iluminador al respecto el primer capítulo del libro de Ciro Flamarion S.<br />

Cardoso y Héctor Pérez Brignoli (1979) “Los métodos de la historia. Introducción a los problemas,<br />

métodos y técnicas de la historia demográfica, económica y social”.<br />

40


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

En efecto, si se pudiera realizar un relevamiento de ello, se podría determinar cuál es<br />

el carácter que se le ha asignado a este libro: ¿fuente primaria, secundaria?,<br />

¿documento histórico, investigación histórica, crónica histórica?<br />

Lo que sí es fácil advertir es que, a medida que uno se interioriza con los contenidos<br />

de esta obra de Hernández, va reconociendo, como un eco en la memoria, las<br />

mismas descripciones, las situaciones, los actores y los escenarios: el constructo<br />

narrativo se reproduce, entonces. Calco y copia. Esto nos lleva a una derivación<br />

secundaria, producto de este fetichismo respecto del hecho. Esto es, por un lado, la<br />

estructura de validación que establece el discurso burgués sobre sus propios<br />

constructos: no suele someter a revisión crítica la narración que reitera, el hecho que<br />

vuelve a reseñar, el dato que se replica. De esta manera, consolida un conocimiento<br />

que se estanca, no solo uno que no se verifica ni confronta, sino uno que comienza a<br />

adquirir una condición atemporal: cada vez que sea necesario se describirá un hecho<br />

dado como si fuese efectivamente un hecho histórico. Dicha condición estará dada<br />

por la instalación, dentro de los dispositivos de reproducción ideológica de la<br />

burguesía, de criterios de validación, tanto autorales como de las estructuras de<br />

difusión de dichas narrativas históricas. De este modo, por ejemplo, Roberto<br />

Hernández será erigido como el gran historiador de Valparaíso y, más de alguna vez,<br />

se hará mención a que gran parte de sus crónicas históricas fueron dadas a conocer,<br />

de manera inicial, en un periódico que no requiere mayor presentación: La Unión, de<br />

Valparaíso. Se construye así una doble situación de autoridad, por un lado desde la<br />

propia condición autoral y, por el otro, desde un tipo específico de aparato<br />

ideológico: la prensa burguesa. Esto, por cierto, tiende a limitar las posibilidades de<br />

profundización o expansión respecto del objeto de estudio, toda vez que las nuevas<br />

crónicas históricas tienden a retornar a las fuentes fundacionales de su relato. De<br />

esta manera, respecto de determinados hitos de la historia de la ciudad, tanto en el<br />

siglo XIX como en el siguiente, es posible advertir la reiteración de los núcleos de la<br />

narración histórica burguesa, modificándose solamente aspectos complementarios<br />

de ellos. De esta manera, la substancia de la ideología dominante queda a<br />

salvaguarda: los nodos centrales de su interpretación histórica se reproducen de<br />

manera homogénea y constante a lo largo de todo el siglo XX.<br />

Acá haré una breve digresión. Quien escribe una crónica histórica suele evitar el<br />

aproximarse a los discursos de tono académico. En dicha búsqueda utilizará diversos<br />

recursos de estilo, sin embargo, un mecanismo que suele ser habitual nos resulta de<br />

interés destacar aquí. Es el hecho devenido en anécdota, en dato curioso, en la<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

búsqueda de la circunstancia única, original y, en lo posible, amena. En este caso, a<br />

todo lo que ya hemos señalado anteriormente, se agrega la condición de trivialidad<br />

que adquirirá ahora el hecho anecdotizado: si ya era difícil poder reconocer una<br />

adecuada apropiación de lo histórico en un hecho desgajado de contexto y de<br />

proceso, la anécdota vacía a tal punto al hecho de su contenido histórico, que lo<br />

transforma en mera imagen, casi en un recurso literario el cual, sin embargo, seguirá<br />

siendo reiterado por futuros cronistas como si se siguiera hablando de un hecho<br />

histórico propiamente tal. Tanto en un caso como en el otro, la referencia a esta<br />

información desgajada tendrá la funcionalidad de ejemplificar, de explicar el todo<br />

por la parte o, incluso, de servir como pretendida metáfora para describir un<br />

determinado proceso 11 .<br />

Este doble carácter: lo factual y lo objetual de la crónica histórica burguesa persisten<br />

hasta nuestros días, no de manera tan extendida como hacia inicios del siglo XX,<br />

11<br />

Solo como dato curioso: este uso de la anécdota en la narrativa histórica burguesa no es solo algo<br />

reconocible cuando se le estudia; en efecto, la propia academia se ha detenido a teorizar sobre ella y<br />

su uso en la historia. Véase: Cifuentes, J. (1944) “La anécdota, elemento valioso de la historia”,<br />

Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 11(29), segundo trimestre.<br />

42


SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

pero sin embargo aún se cree que es posible construir una memoria histórica,<br />

colectiva, identitaria de Valparaíso, a partir de dichos elementos. Eso, a estas alturas,<br />

es claramente una posición no solo retrógrada y facilista sino, además, una<br />

imposibilidad epistemológica: nada podrá ser ni colectivo ni identitario si no se está<br />

dispuesto a poner en primer plano del ejercicio de la crónica histórica, por un lado, a<br />

los procesos históricos y la comprensión de los mismos y, por el otro, a los sujetos<br />

sociales de dichos procesos, a los porteños y porteñas que realizan dicha historia.<br />

ROBERTO HERNÁNDEZ: EL HOMBRE Y UNA OBRA<br />

La obra de Roberto Hernández Cornejo es una referencia ineludible, en particular<br />

para quien quiera aproximarse a la historia de Valparaíso. Todo lo anteriormente<br />

señalado no pretende disminuir dicha relevancia, en la extensísima bibliografía<br />

publicada durante el siglo XX sobre la ciudad puerto. El ejercicio de la crítica no está<br />

realizado sobre una persona, sino sobre las funcionalidades políticas e ideológicas<br />

que su obra adquiere, las cuales pueden ser tanto pensadas por el propio autor, o<br />

bien asignadas por el campo cultural en el cual su obra es recepcionada.<br />

Nuestro autor fue un autodidacta. Nacido en Melipilla en 1877, cursó solo dos años<br />

de enseñanza primaria 12 . Desde los 17 años comenzó a colaborar con periódicos de<br />

Melipilla, luego de Santiago y finalmente de Valparaíso: en 1906 asume como<br />

secretario de redacción de El Chileno. Desde 1915 y hasta 1954, es redactor de<br />

crónicas en La Unión e inicia “una intensa actividad periodística como redactor de<br />

temas históricos”, indica Gazmuri. En 1917 se incorpora a la Biblioteca Pública<br />

Departamental N° 1 de Valparaíso, actual Biblioteca Santiago Severin, donde se<br />

desempeña como subdirector jefe y luego como conservador hasta 1953. También<br />

colabora en la Revista Chilena de Historia y Geografía y en el Boletín de la Academia<br />

Chilena de la Historia 13 .<br />

12<br />

Según señala su nieto Horacio Hernández Anguita, en una breve reseña biográfica, titulada<br />

“Roberto Hernández Cornejo (1877-1966)”, publicada por Memoria Chilena. Cristián Gazmuri, sin<br />

embargo, indica que Hernández completó sus estudios secundarios en Santiago. Gazmuri, C. (2006).<br />

Op. cit., loc. cit.<br />

13<br />

Contra lo que pudiera pensarse, a pesar de la relevancia que se le asigna a este escritor, no existen<br />

biografías muy completas o consistentes sobre su vida. De hecho, los datos que hemos presentado<br />

provienen tanto de los textos de Hernández y Gazmuri ya citados, y entre ellos existen diferencias,<br />

respecto de hechos similares, como ya se ha indicado en la cita anterior. Así, la aproximación más<br />

completa a su vida será su propia Autobiografía: Vistazo periodístico a los ochenta años (1958). Como<br />

ocurre con varias de sus publicaciones, este el libro es la compilación de una serie de artículos<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

La bibliografía que aportó Roberto Hernández Cornejo para el estudio de la historia<br />

de Valparaíso es generosa. Se inicia con Algunos apuntes sobre el movimiento<br />

literario general de Valparaíso (Valparaíso, Imprenta Victoria, 1924); Álbum<br />

Valparaíso panorámico: precedido de un resumen histórico de Valparaíso en el siglo<br />

de la Independencia (Valparaíso, s. e., 1924); Las obras marítimas de Valparaíso y el<br />

puerto de San Antonio. La concesión de Quintero. Estudio histórico sobre un<br />

gravísimo problema regional a la vez que nacional: con ilustraciones y dibujos<br />

hechos especialmente (1900-1926) (Valparaíso, Imprenta Victoria, 1926); Valparaíso<br />

en 1927. Una reseña histórica local, con motivo del centenario de El Mercurio<br />

(Valparaíso, Imprenta Victoria, 1927); El monopolio del matadero modelo de<br />

Valparaíso (Valparaíso, Imprenta Victoria, 1927); Los primeros teatros de Valparaíso y<br />

el desarrollo general de nuestros espectáculos públicos (Valparaíso, Imprenta San<br />

Rafael, 1928); Los primeros pasos del arte tipográfico en Chile y especialmente en<br />

Valparaíso; Camilo Henríquez y la publicación de la Aurora de Chile (Valparaíso,<br />

Imprenta Victoria, 1930); Crónicas de Valparaíso. En el centenario de Vicuña<br />

Mackenna (Valparaíso, Imprenta Victoria, 1931); El curso de leyes de los Sagrados<br />

Corazones de Valparaíso: reminiscencias de una iniciativa particular con treinta años<br />

de vida: (1894-1895) (1903-1931) (Valparaíso, s. e., 1932); Don Diego Portales y<br />

Valparaíso (Santiago, Academia Chilena de la Historia, 1937); El desastre financiero<br />

de la Municipalidad de Valparaíso: artículos publicados en La Unión de Valparaíso<br />

(Valparaíso, s. e., 1943); O’Higgins y Carrera en la batalla de Rancagua: 1 y 2 de<br />

octubre de 1814: polémica histórica en La Unión de Valparaíso, con apéndice<br />

(Valparaíso, s. e., 1944).<br />

Sobre esta producción bibliográfica, un articulista ha dicho:<br />

La cantidad de obras publicadas por Roberto Hernández es realmente<br />

impresionante y es una pena que muchas de ellas sean inencontrables. La<br />

mayor parte giran dentro de la crónica histórica, género literario que se<br />

avenía muy bien con su personalidad acuciosa en busca del detalle y de<br />

la nota veraz. Tuvo que manejar una impresionante bibliografía facilitada<br />

por su constante contacto con los libros de la Biblioteca que dirigió. El<br />

resultado fueron numerosas rectificaciones a sucesos que se daban por<br />

seguros y una ampliación del marco histórico 14 .<br />

publicados previamente en la prensa; en este caso, en La Unión de Valparaíso, desde el 19 de<br />

diciembre de 1957 hasta el 12 de enero de 1958.<br />

14<br />

Mopar (1975). “Roberto Hernández”, El Mercurio, Valparaíso, 11 de enero de 1975, p. 14.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

De toda esta producción tomaremos, casi al azar, solo porque tenemos un ejemplar<br />

en la biblioteca, el libro Los primeros teatros de Valparaíso y el desarrollo general de<br />

nuestros espectáculos públicos, que ha sido reseñado por Enrique Blanchard Chessi<br />

(1928) y Julio Hurtado (1991). No deja de ser significativo que, en términos generales,<br />

la obra de Hernández es escasamente comentada, no guardando relación esto con el<br />

uso que se le da a la misma, estas reseñas, de hecho, son las únicas que hemos<br />

encontrado sobre este libro. Esto instala una consideración necesaria: es usual en<br />

estas obras este tipo de situación: la ausencia del ejercicio crítico o analítico sobre las<br />

mismas, lo que no impide que se les utilice como si ese ejercicio hubiese sido<br />

realizado; en realidad, se les usa porque, por un lado, no existe una obra semejante y,<br />

por el otro, pareciera que en su recepción existe una validación a priori que uno<br />

podría vincular, sin gran riesgo a equivocación, como la puesta en escena de un<br />

criterio fundado en una falacia de autoridad. Véase, por ejemplo, cómo se refiere a<br />

esta obra la escritora Sara Vial (1999):<br />

El periodista e historiador Roberto Hernández en su documentado libro<br />

de casi 700 páginas y siendo Miembro Correspondiente de la Real<br />

Academia de la Historia no puede omitir el relato en esta maciza obra<br />

cronística titulada Los primeros teatros de Valparaíso y el desarrollo<br />

general de nuestros espectáculos públicos.<br />

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Junio – Julio 2016<br />

Esto me da la oportunidad de intentar situar a Hernández. ¿Quién era? ¿Cómo es<br />

percibida su figura? Trataré de dilucidar, primero, la definición ideológica que se<br />

pueda hacer de él.<br />

Gazmuri lo define como católico militante, lo cual se expresa en los cargos que<br />

ocupó, tanto en El Chileno como en La Unión, ambos periódicos conservadores y<br />

vinculados a la Iglesia Católica. Sin embargo, respecto de su pensamiento político no<br />

podemos avanzar más allá: son muy escasas las referencias biográficas que existen<br />

sobre la vida y obra de Hernández, un detalle curioso, si consideramos la relevancia<br />

que se le atribuye a su obra y el uso que se le da a la misma 15 .<br />

Intentaré, entonces, determinar lo ideológico en la propia obra, pesquisando las<br />

opiniones de Hernández en el mismo libro que nos ocupa ahora.<br />

Por ejemplo, cuando se inicia la Guerra Civil de 1829-1830, el cabildo de Valparaíso<br />

toma la decisión de entregar armas a los habitantes, para defender a la ciudad de las<br />

fuerzas conservadoras, que habían iniciado la revolución en contra del gobierno. Esto<br />

es referido por Hernández de la siguiente manera: “El cabildo cometió, además, el<br />

error de repartir armas al populacho para prepararlo a la defensa de la ciudad, y que<br />

solo sirvieron para estimular desórdenes”, posteriormente el pueblo aparece<br />

mencionado entregado “al saqueo de algunas casas” 16 .<br />

El 25 de enero de 1830 el general Ramón Freire entra con sus tropas a Valparaíso.<br />

Son los momentos casi finales de la guerra civil, y Hernández los resume de una<br />

manera que permite apreciar con claridad sus simpatías políticas:<br />

En dos proclamas dirigidas por Freire desde Valparaíso, una a sus<br />

soldados y otra a sus conciudadanos, anunciaba que había tomado las<br />

armas para restablecer el imperio de la Constitución, y lanzaba denuestos<br />

contra el general Prieto, a quien atribuía la responsabilidad de la guerra<br />

civil. Pero en vez de mantenerse en Valparaíso, Freire se dio a la vela el 28<br />

de enero y después de una serie de operaciones que no tienen interés<br />

local, fue destrozado en la memorable batalla de Lircay el 17 de abril de<br />

15<br />

Existe, eso sí, una referencia secundaria que nos arroja alguna luz al respecto. En relación a su<br />

libro El desastre financiero de la Municipalidad de Valparaíso: artículos publicados en La Unión de<br />

Valparaíso, un articulista señala que “critica las pintorescas actitudes y dichos de los regidores del<br />

Frente Popular (años 1938-1942) con razonamientos históricos y gramaticales” (Salvat, M. 1977:7).<br />

16<br />

Hernández, R. Op. cit., pp. 62-63.<br />

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ese año de 1830. Un nuevo orden de cosas empezó entonces para la<br />

República, bajo la diestra y vigorosa mano de Portales, a quien se ha<br />

llamado con justicia segundo padre de la patria 17 .<br />

De aquí en adelante, desde sus alabanzas a la Constitución de 1833, hasta sus<br />

simpatías por las fuerzas congresistas que se alzaron en armas en contra del<br />

presidente Balmaceda, Roberto Hernández expresa un coherente y consistente<br />

pensamiento conservador. Abundar con ejemplos al respecto nos parece inoficioso,<br />

pero no es difícil pesquisarlos, en particular cuando se refiere a momentos de<br />

conflictos o disputa política.<br />

Ahora bien, aparte de su definición ideológica, es necesario considerar la manera en<br />

que se le representa en el campo cultural, en el espacio simbólico de producción de<br />

textos referidos a la historia y, en particular, a Valparaíso. En este sentido, revisemos<br />

algunas de las definiciones con las cuales se busca delinear la figura de Hernández.<br />

17<br />

Ibíd. pp. 64. Más adelante, se referirá a Portales como “el más grande hombre de Estado que ha<br />

tenido Chile”, p. 74; “[Portales] aceptó la gobernación de Valparaíso, dejando aquí, como por donde<br />

quiera que se posaba su mente creadora, una huella profunda de su incansable laboriosidad y de su<br />

mano firme y ejemplarísima”, p. 75. Las loas a Portales continúan en diversos lugares del texto.<br />

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Ya hemos visto que, para Cristián Gazmuri, Hernández es “el gran historiador de<br />

Valparaíso” 18 . Según su hijo Gabriel, Joaquín Edwards Bello sostenía que era “la<br />

persona que más sabía sobre Valparaíso” 19 ; en otras referencias se indica que este<br />

mismo escritor habría dicho sobre Hernández que debería ser nombrado como<br />

“cronista oficial de la ciudad de Valparaíso” 20 . Adolfo Simpson lo llama “historiador<br />

de Valparaíso” 21 . Otro de sus hijos, Horacio Hernández Anderson, en un interesante<br />

artículo, en relación a los puntos de encuentro y desencuentro de la historia y el<br />

periodismo, señala que:<br />

De ahí que Roberto Hernández (‘R.H’) periodista e historiador, sin<br />

menoscabo de sus grandes investigaciones y estudios monográficos, ‘a<br />

propósito de’, ‘a raíz de’, no aparezca como forjador de grandes teorías,<br />

ni adhiera tampoco a las que suelen llamarse pomposamente ‘leyes de la<br />

historia’. Menos aún podría haberlo sido con la dedicación que pone en<br />

contemplar a una patria joven como la nuestra, donde valdría más el<br />

dato, la fidelidad de su enunciado, que la construcción teórica, a veces<br />

esta más antojadiza que científica.<br />

(...)<br />

Por lo mismo, sus obras no son muchas veces otra cosa que la<br />

prolongación de sus artículos de prensa 22 .<br />

Sin embargo, la mayoría de las referencias a su persona buscan señalar sus<br />

cualidades, no ofrecer una definición de la misma. De este modo se indica que “el<br />

periodismo era su caballo de batallas: un periodismo pleno, siempre de iluminación y<br />

de fervor por las causas de justicia que lo conmovían” 23 ; o bien que “cultivó, de<br />

18<br />

Gazmuri, C. (2006). Op. Cit. Loc. Cit.<br />

19<br />

HERNÁNDEZ, G. (1976). Sobre chilenos en California. Ercilla, Santiago, número 2119, 10 de<br />

marzo de 1976, pp. 47. [El texto corresponde a una carta enviada por Gabriel Hernández Anderson<br />

al director de esta revista, precisando críticamente las opiniones vertidas por Carlos López Urrutia<br />

en el mismo medio de comunicación, en relación a Roberto Hernández Cornejo].<br />

20<br />

Salvat, M. (1977). “Recuerdos del historiador”. Revista Hoy. Santiago, número 30, del 21 al 27 de<br />

diciembre de 1977, p. 17.<br />

21<br />

SIMPSON, A. (1978). Don Roberto Hernández, historiador de Valparaíso. El Mercurio, Valparaíso,<br />

24 de diciembre de 1978, p. C.<br />

22<br />

HERNÁNDEZ ANDERSON, Horacio (1977). “Periodismo e historia (en el centenario de Roberto<br />

Hernández, ‘R. H.’)”, La Estrella, Valparaíso, 14 de diciembre de 1977, p. 2.<br />

23<br />

SABELLA, Andrés (1977). “Don Roberto Hernández Cornejo”, El Mercurio, Antofagasta, 18 de<br />

diciembre de 1977, p. 2<br />

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preferencia, la crónica histórica, género para el que se hallaba bien dotado por su<br />

justa visión del pasado, su carácter ecuánime, su pasión investigativa y el contagioso<br />

interés que sabía presentar a sus narraciones” 24 ; y, por último, que “tenía un agudo<br />

sentido crítico y un prurito de poner las cosas en su sitio, rectificando errores con<br />

gran acopio de erudición; es un periodista ilustrado, como le calificará Joaquín<br />

Edwards Bello” 25 .<br />

Ya sabemos que Hernández tiene una clara filiación conservadora. Veamos ahora<br />

cómo aborda este escritor la realización de enfrentamiento político, social y militar.<br />

Para ello consideraré dos marcadores polemológicos para analizar este libro de<br />

Roberto Hernández, ellos son la revolución de los sastres, o la revolución de 1851 en<br />

Valparaíso y el motín de los rotos, o la revolución de 1859 en Valparaíso.<br />

Hemos escogido estos marcadores por la clara relación que tienen ellos entre sí, en<br />

las significaciones políticas de ambos: son dos momentos en los cuales el<br />

enfrentamiento político social en el país, entre liberales y conservadores, pasa a una<br />

24<br />

“A cien años de su nacimiento”, El Mercurio, Valparaíso, 17 de diciembre de 1977, p. 3.<br />

25<br />

Salvat, M. op. cit.<br />

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etapa de enfrentamiento armado, el cual para algunos será considerado como una<br />

revolución, mientras que otros lo definirán como expresiones de guerras civiles en<br />

Chile.<br />

Del levantamiento liberal revolucionario realizado el 28 de octubre de 1851, y<br />

conocido como “la revolución de los sastres”, no hay ninguna mención en este libro.<br />

Esto, por cierto, no es algo que se le pueda enrostrar al autor: el objetivo de su obra<br />

no es dar cuenta de este tipo de hechos, debido a lo cual no nos queda sino<br />

constatar esto y, quizás, en otra ocasión, proponer algunas posibles explicaciones a<br />

esta ausencia.<br />

Sin embargo, de la revolución de 1859 sí tendremos algunas noticias, asociadas al<br />

objeto de estudio de su libro, por cierto:<br />

A principios de 1859, y por causa de los trastornos revolucionarios, el<br />

Teatro de la Victoria estuvo en clausura, de orden de la autoridad como<br />

tambien estuvo suspendido El Mercurio cerca de tres meses. Al<br />

reaparecer el diario, hacía presente que la suspensión del teatro ejercía<br />

una pésima influencia, porque todos creian ver en ella un signo<br />

permanente de malestar y de amenaza contra el orden público. Ella<br />

reducía, además, a un tristísimo estado a más de cincuenta familias que,<br />

viviendo del teatro, veían desaparecer su único medio de subsistencia. Se<br />

encarecía un ruego para que el teatro no estuviese en suspenso.<br />

(Hernández 1958: 223).<br />

La referencia a la revolución de 1859 se inicia en este párrafo, no existe ninguna<br />

introducción o preliminares que expliquen qué motivaron los “trastornos<br />

revolucionarios”, solo se nos informa de algunas consecuencias de ellos, ambas,<br />

referidas tanto al objeto de estudio de su libro –el Teatro de la Victoria– como a un<br />

emblemático medio de comunicación que representa los intereses de la burguesía<br />

local y nacional –El Mercurio de Valparaíso– pero, incluso así, no se indica por qué<br />

motivo fueron cerrados ambos. De este modo, el dato queda establecido, pero sin<br />

contexto y sin proceso; en ese sentido, constituye mera información, que no permite<br />

una comprensión ni menos una interpretación de lo ocurrido. Para poder<br />

comprender este párrafo citado, aportemos algunos datos: la revolución liberal se<br />

inicia el 5 de enero, expresándose en levantamientos simultáneos en Copiapó, San<br />

Felipe y Concepción, salvo el primero de ellos, todos los otros alzamientos fueron<br />

derrotados.<br />

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El enfrentamiento político y militar se prolongó gran parte de ese año,<br />

concentrándose en el norte del país. En Valparaíso, el levantamiento se realizó el 28<br />

de febrero, siendo vencidas las fuerzas revolucionarias, luego de un día completo de<br />

combates. Sin embargo, no todo terminaría allí: hacia el mes de septiembre se<br />

realizará otro alzamiento en Valparaíso. Así describe Hernández lo ocurrido:<br />

Buena muestra de los trastornos revolucionarios de la época, se tiene con el<br />

programa del 17 de Mayo en el Teatro de la Victoria, donde tambien se<br />

incorporaron para unas pocas funciones la señora Wideman y la señora<br />

Fleury. La velada que decimos fué ‘a beneficio de los heridos de la acción de<br />

Cerro Grande’. Aconteció esa sangrienta batalla el 29 de Abril anterior, entre<br />

las fuerzas del caudillo revolucionario don Pedro León Gallo y las tropas del<br />

gobierno mandadas por el general don Juan Vidaurre Leal, quién el 18 de<br />

Septiembre del mismo año, siendo Intendente de Valparaíso fué ultimado en<br />

otro motín revolucionario, a la salida del Te Deum en la iglesia de la Matriz.<br />

Naturalmente, se hicieron multitud de prisioneros y se tomaron muchas<br />

armas y municiones pertenecientes a los revolucionarios. Entre los<br />

prisioneros, cayó el asesino del general Vidaurre, llamado Lorenzo<br />

Valenzuela 26 , que fué fusilado al día siguiente, el 19 de Septiembre en la<br />

plaza Municipal, actual plaza Echáurren. Tambien se fusiló ahí mismo a un<br />

individuo de nacionalidad ecuatoriana, que con singular audacia distribuía<br />

municiones a los amotinados, tratando de seducir también a los soldados.<br />

‘Los funerales del General Vidaurre’, se llamó un paso doble que salió luego<br />

en Valparaíso, arreglado para piano y compuesto por el músico don Manuel<br />

de la Cruz Arriaza. El señor Arriaza era aquí director de bandas. (Hernández<br />

1958: 224).<br />

Antes que nada es interesante destacar el mecanismo de construcción del relato que<br />

realiza Hernández: busca vincular los contextos con su objeto de estudio. Los<br />

“trastornos revolucionarios” se expresan en el cierre del Teatro de la Victoria a inicios<br />

de año, pero también en su uso para realizar funciones en beneficio de los heridos<br />

en la batalla de Cerro Grande. Antes de proseguir. ¿Por qué razones se cerró el<br />

teatro?, ¿quién era su administrador en ese entonces?, ¿cuáles fueron las<br />

consideraciones para reabrirlo? ¿El uso del teatro para la actividad benéfica tuvo su<br />

origen en filiaciones políticas o en acuerdos comerciales? Nada de eso sabremos.<br />

26<br />

Para otros, su nombre era Lázaro Valenzuela. 170 años: historia y futuro de El Mercurio de<br />

Valparaíso, Valparaíso, El Mercurio de Valparaíso, 1997, p. 41.<br />

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Podemos suponer, eso sí, que cuando el autor habla de la realización de una<br />

actividad en beneficio de los heridos, está hablando de los heridos en el bando<br />

conservador, entre aquellos que integraban el ejército gobiernista.<br />

Las referencias que hace Hernández respecto del asesinato del intendente Vidaurre<br />

nos permiten apreciar el uso que le podemos dar a textos como este, a modo de<br />

fuentes válidas para la investigación. En efecto, asumimos que los datos aportados<br />

por él son verídicos y, dado ello, comenzamos a utilizarlos como tales. Tomemos, por<br />

ejemplo, el caso del ciudadano ecuatoriano, salvo la mención que indica Hernández,<br />

no conocemos otra referencia al respecto. ¿Quién era?, ¿Quedó consignada su<br />

identidad en algún documento oficial? Lo encontramos mencionado, hacia finales<br />

del siglo XX por Francisco Le Dantec quien, dicho sea de paso, cita casi textualmente<br />

a Hernández, pero sin mencionarlo:<br />

Naturalmente, se hicieron muchos prisioneros y se tomaron muchas armas y<br />

municiones pertenecientes a los revolucionarios.<br />

También fue fusilado al día siguiente un individuo de nacionalidad<br />

ecuatoriana que con singular audacia distribuía municiones a los<br />

amotinados, tratando de seducir a los soldados cívicos 27 .<br />

27<br />

Le Dantec, F. (1991). Historias y leyendas desde Valparaíso. Valparaíso: Ediciones Universitarias<br />

de Valparaíso. p. 16. Por cierto, nobleza obliga, uno también le dio el crédito a Le Dantec, antes de<br />

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Acotemos que, en relación a esa ausencia de cita, que ello es usual en el uso de los<br />

textos de Hernández; su hijo, Gabriel Hernández Anderson, señala al respecto:<br />

muchos otros escritores nacionales y de notoriedad tuvieron como<br />

fuente de información, precisamente los trabajos y estudios realizados en<br />

el campo de la investigación histórica por mi padre, donde alcanzó fama<br />

de erudito, sin que se le haya hecho ninguna mención. Incluso, se<br />

apropiaron hasta del nombre de su obra 28 .<br />

Aprovecharé esta detención en Le Dantec para realizar un breve ejercicio<br />

comparativo de fuentes. Para ello, tomaré el relato que realiza Hernández sobre la<br />

muerte del intendente Vidaurre. Él señala que el general es ultimado “a la salida del<br />

Te Deum en la iglesia de la Matriz”. Pues bien, Le Dantec señala lo siguiente:<br />

Del templo de La Matriz [Juan Vidaurre Leal] había sido conducido más<br />

tarde a la Intendencia, donde fueron inútiles todos los esfuerzos que se<br />

hicieron para conservarle la vida.<br />

Sin embargo, solo unos párrafos más adelante, el propio Le Dantec cita la sentencia<br />

del Consejo de Guerra constituido a raíz de esta asonada, en la cual se señala que el<br />

general es “muerto en el mismo lugar donde estalló el movimiento”. Este<br />

documento, fechado el 19 de septiembre de 1859, está firmado por José Antonio<br />

Villagrán, José Antonio Laínez, Benito Wormald, Bernardo Gutiérrez N. Siva<br />

Arriagada 29 .<br />

Por su parte, Luis Fernando Ruz Trujillo nos dirá al respecto:<br />

Su cuerpo herido de muerte fue entrado en la Catedral y más tarde<br />

conducido a la Intendencia; inútiles fueron los esfuerzos que se hicieron<br />

para conservar su valiosa existencia 30 .<br />

Tres versiones diferentes para un mismo hecho; solo una fuente primaria, la cual es<br />

citada por solo uno de los autores quien, además, presenta una versión diferente al<br />

documento transcrito. Estas situaciones son habituales de encontrar cuando uno<br />

realiza confrontaciones de fuentes, sin embargo, no suele profundizarse mayormente<br />

haber encontrado la referencia en cuestión en el libro de Hernández. Véase, Guajardo, Ernesto<br />

(2013). Valparaíso, la memoria dispersa. Crónicas históricas, Santiago, RIL editores. p. 71.<br />

28<br />

Hernández, G. Op. Cit.<br />

29<br />

Le Dantec, F. Op. Cit. Loc. Cit.<br />

30<br />

Ruz, L. (1980). Rafael Sotomayor, el organizador de la victoria. p. 77. Santiago: Andrés Bello.<br />

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en dilucidar cuál es la versión verídica, históricamente verdadera. De este modo, es<br />

usual que muchas veces las referencias se reiteren, sin mayor análisis, en las sucesivas<br />

publicaciones que conformarán la narrativa histórica burguesa sobre Valparaíso<br />

(véase, sin ir más lejos, las notables similitudes entre la cita de Le Dantec y la de Ruz<br />

Trujillo, que acabamos de copiar más arriba).<br />

En el caso de Roberto Hernández esto es tan manifiesto que incluso un columnista<br />

señala que sus obras<br />

son fuente constante de consulta de estudiosos e investigadores como<br />

consta de citas y reseñas bibliográficas que se encuentran en Encina,<br />

Agustín Edwards Mac Clure, Ricardo Donoso, Enrique Bunster, Gonzalo<br />

Vial Correa, entre muchos otros 31 .<br />

Es muy decidora la enumeración de autores que hace el articulista: todos ellos<br />

representan el desarrollo de la narrativa histórica burguesa a lo largo del siglo XX. El<br />

historiador Luis Vitale, en su Interpretación marxista de la historia de Chile, también<br />

cita a Roberto Hernández, y seguramente lo mismo han hecho otros historiadores de<br />

31<br />

H. H. A. (1996). Roberto Hernández C. La Estrella. Valparaíso, 15 de enero de 1996, p. 4.<br />

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izquierdas, sin embargo, las filiaciones que se proponen en este artículo son muy<br />

evidentes para significar la pertenencia ideológica que se le atribuye a Hernández.<br />

Retornando nuestro análisis, como hemos visto, la revolución de 1851 no es<br />

considerada por Hernández en su libro, inferimos que esto se debe a que no tuvo<br />

ninguna incidencia en la actividad teatral de la ciudad, de lo contrario lo más<br />

probable es que encontraríamos alguna mención al respecto. Sin embargo, ello, por<br />

otro lado, nos presenta las debilidades de este tipo de relato histórico: en este libro,<br />

el año 1851 en Valparaíso queda consignado como un periodo en el cual no existió<br />

ningún tipo de convulsión o conmoción política, social o militar. Por cierto, no se<br />

está planteando que esta obra deba ser una suma de todo lo acontecido en<br />

Valparaíso en un periodo determinado, pero sí señalar los riesgos que implica el<br />

analizar una determinada temática, de esta manera, desgajando el objeto de su<br />

contexto. Del mismo modo, implica que el lector de una obra como esta, de no<br />

mediar la lectura de otro texto, jamás podría enterarse de la realización de un conato<br />

revolucionario el año 1851 en Valparaíso 32 .<br />

¿Podría haber escrito otro tipo de texto Roberto Hernández? Históricamente<br />

hablando, no. Como bien lo señalan Cardoso y Pérez, realizando una caracterización<br />

del periodo en el cual le correspondió realizar su obra a Hernández.<br />

A comienzos de este siglo dominaba el panorama de la historiografía una<br />

concepción, heredada del siglo XIX, que llamada ‘historia historizante’<br />

(Henri Berr), o ‘historia episódica’ (événementielle: Paul Lacombe). La<br />

misión del historiador consistiría, según esa concepción, en establecer –a<br />

partir de los documentos– los ‘hechos históricos’, coordinarlos, y<br />

finalmente exponerlos de manera coherente. ‘Hechos históricos’ serían<br />

aquellos hechos singulares, individuales, que ‘no se repiten’; el<br />

historiador debería recogeros todos, objetivamente, sin elegir entre ellos.<br />

Se los veía como la materia de la historia, que existiría ya, latente en los<br />

documentos, antes que el historiador se ocupara de estos. Su ordenación<br />

32<br />

En honor a la verdad, hay quien piensa lo contrario de lo que se acaba de señalar acá. En efecto,<br />

Julio Hurtado (1991) afirma: “La obra de Hernández contiene, precisamente, ese detalle que va<br />

configurando el entorno humano del acontecer histórico del país”; “La obra está llena de datos que<br />

se van hilvanando en los grandes acontecimientos políticos y sociales del siglo pasado y principios<br />

del presente”; “La obra de Roberto Hernández no es solo entretenida, sino que junto con contribuir<br />

a dar una mayor precisión a la historia social de nuestro medio, humaniza y nos da una visión real<br />

de una etapa brillante de la ciudad de Valparaíso”.<br />

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en una cadena lineal de causas y consecuencias constituiría la síntesis, la<br />

presentación de los hechos estudiados: hechos casi siempre políticos,<br />

diplomáticos, militares o religiosos, muy raramente económicos o<br />

sociales. (...) Una concepción trascendente de la historia, del movimiento<br />

histórico, –desde luego implícita y jamás mencionada–, era el criterio de<br />

definición de cada hecho como histórico o no, y lo que permitía ‘saltar’<br />

de un hecho a otro, componiéndose así un texto ordenado. La<br />

‘imparcialidad’ u ‘objetividad’ del historiador positivista era pues un<br />

mito... 33 .<br />

Entonces, ¿de qué manera deberíamos trabajar con textos como el que hemos<br />

venido comentando?, ¿podemos darle un uso distinto a esta obra, más allá de la<br />

mera cita? Pareciera, en primer término, que –para desarrollar una nueva<br />

interpretación de estas obras emblemáticas– habrá que realizar una exégesis de las<br />

mismas, resituando tanto al autor como a su obra en un cuadro ideológico que<br />

posibilite, de manera efectiva, reconocer todas las dimensiones del contenido que<br />

contienen las páginas de un libro como este. Esto permitiría una comprensión<br />

situada de la obra, situada en sus orígenes, en su historicidad e incluso en sus<br />

intenciones; así se podría abandonar una lectura funcional y parcial de estas fuentes<br />

secundarias las cuales, a pesar de todas sus deficiencias aún pueden aportar algo de<br />

información útil para el desarrollo de futuras investigaciones históricas. Sin embargo,<br />

es necesario realizar esa comprensión de contexto, como una manera de evitar<br />

incurrir en apreciaciones que buscarían asignarles a libros como este condiciones de<br />

veracidad, inefabilidad u objetividad plena. Lectura situada, entonces, pero además,<br />

crítica.<br />

Un segundo momento implica el reconocer, en toda su dimensión, que las fuentes<br />

clásicas de la bibliografía histórica sobre Valparaíso son fuentes secundarias, en su<br />

gran mayoría. Esto, necesariamente, nos llevará a la obligación de desplegar mayores<br />

esfuerzos y avanzar en el trabajo investigativo que busque refrendar lo dicho por<br />

estas fuentes en las fuentes primarias.<br />

Por último, y para ser coherentes con la perspectiva ideológica que se ha intentado<br />

desplegar en este texto, sería de interés avanzar en la construcción de una reflexión<br />

teórica marxista, en relación al desarrollo de futuras investigaciones históricas sobre<br />

Valparaíso. Esto dice relación no solo con el reconocimiento de los nodos centrales<br />

33<br />

Ciro Flamarion S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, ob. cit., pp. 19-20.<br />

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del marxismo, sino en la identificación, a partir de ellos, de los requerimientos<br />

políticos que podrían identificarse a partir de una definición ideológica como esta.<br />

Esto es, cómo desarrollar investigaciones históricas que puedan colaborar, no solo a<br />

la comprensión de la realidad, sino también a su transformación.<br />

____________________________________________________________________________________________________________<br />

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS<br />

<br />

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desarrollo general de nuestros espectáculos públicos. Revista Chilena de Historia y<br />

Geografía, Santiago, número 62.<br />

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problemas, métodos y técnicas de la historia demográfica, económica y social. 3° ed.<br />

Barcelona: Editorial Crítica.<br />

Cifuentes, J. (1944). La anécdota, elemento valioso de la historia. Boletín de la<br />

Academia Chilena de la Historia, 11(29), segundo trimestre. Santiago.<br />

El Mercurio (1997). 170 años: historia y futuro de El Mercurio de Valparaíso.<br />

Valparaíso, El Mercurio de Valparaíso, p. 41.<br />

Febvre, L. (1982). Combates por la historia. 5° ed. Barcelona: Editorial Ariel.<br />

Gazmuri, C. (2006). La historiografía chilena Tomo 1 (1842‐1970). Santiago: Taurus.<br />

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de marzo de 1976, pp. 47.<br />

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Link: http://www.memoriachilena.cl/602/articles-123399_recurso_2.pdf.<br />

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Universitarias de Valparaíso.<br />

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<br />

<br />

Revista Hoy (1977). Recuerdos del historiador, Al cumplirse cien años del natalicio de<br />

Roberto Hernández. Santiago, número 30, del 21 al 27 de diciembre de 1977.<br />

Ruz, L. (1980). Rafael Sotomayor, el organizador de la victoria, Santiago, Andrés Bello.<br />

Salvat, M. (1977). Roberto Hernández. El Mercurio, Santiago, 25 de diciembre de<br />

1977, p. 7.<br />

Simpson, A. (1978). Don Roberto Hernández, historiador de Valparaíso. El Mercurio,<br />

Valparaíso, 24 de diciembre de 1978, p. C.<br />

Vial, S. (1999). El teatro cómico. La Segunda, Santiago, 1 de septiembre de 1999, p. 9.<br />

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SABERES<br />

sujetos<br />

N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

RELATOS DE CAMINANTE<br />

Por Efe <br />

Dale click que ya comienza<br />

SE ENCIENDE LA TV y comienza "El mundo de la boludez". Las fiestas de las<br />

publicidades con gente bellamente despreocupada, el cholulismo 34 desmedido por<br />

parte de todos los programas. Están los que tiran, están los que aflojan y yo me<br />

pregunto: "¿¡Dónde están mis dólares!?". Luego recuerdo que esa divisa nunca pasó<br />

por casa y escucho a mi vecino: "¿Es que no hay un equipo más choto 35 para poner a<br />

jugar?", evidentemente en desacuerdo con la formación que planteó el director<br />

técnico del equipo por cual él proyecta sus alegrías y frustraciones.<br />

Si prestas atención a la realidad que nos suele rodear y la comparas, hay más<br />

coherencia en una película de Buñuel.<br />

<br />

Viajero argentino, visitante recurrente de la quinta región, experto en tertulias y supervivencia<br />

urbana. Estudiante de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires.<br />

34<br />

Cholulo: (Coloquial) Dícese de aquella persona o individuo que manifiesta un interés o admiración<br />

desmedidos por la gente del ambiente artístico, especialmente del mundo del espectáculo.<br />

35<br />

Choto: (Coloquial) Dícese de aquella persona, individuo o también grupo que es despreciado por<br />

su forma de actuar o de pensar.<br />

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SABERES<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

FOTOGRAFÍAS<br />

PARA ESTA EDICIÓN<br />

DEMËNTIA<br />

ladementiavalpo@gmail.com<br />

https://www.instagram.com/la_dementia/<br />

Las fotografías corresponden a una selección de la autora bajo los<br />

conceptos de “Calle” y “Marcha”, disparos urbanos que grafican la<br />

realidad social y su vinculación con esta.<br />

Presentación en el siguiente artículo.<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

ENTRADA<br />

DEMËNTIA<br />

DUELE, CRÉANME QUE A VECES DUELE. Duele el lente y el disparo, duele<br />

hasta el alma. Duele la duda, la eterna pregunta, duele aquel inusual segundo<br />

compartido.<br />

Y en aquel disparo de caza se me va la vida para la de otro guardar.<br />

Y en aquel disparo pierdo mi ser para fusionarme con la de él, ahora somos tres.<br />

Y en aquel disparo todo desaparece, los tormentos quedan en el ayer, estoy en el<br />

presente, estoy bien.<br />

El masoquismo de la fotografía, la sensibilidad del ojo, la búsqueda de la crudeza, la<br />

vivencia de la cruda realidad. El análisis de la imagen, las lágrimas al estudiar, el<br />

llanto por la vida, el grito por volver a aquel lugar.<br />

La Demëntia se quedó, y no pienso dar vuelta atrás.<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

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SABERES<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

CRITERIOS PARA LA PUBLICACIÓN<br />

Sobre el contenido de los textos<br />

Revista SABERES SUJETOS es una publicación posicionada desde la<br />

perspectiva crítica de análisis de los procesos sociales, educativos y culturales,<br />

por lo que los artículos, reflexiones, comentarios, columnas, ensayos u otros,<br />

han de enmarcarse en esta visión, que busca construir caminos<br />

transformadores para la sociedad actual desde la educación y la cultura.<br />

Postular a publicar implica aceptar la posible edición estilística, gramatical y<br />

ortográfica del documento, la que jamás buscará modificar el sentido de los<br />

planteamientos.<br />

Aspectos técnicos<br />

Revista SABERES SUJETOS no comparte la burocracia académica de las<br />

publicaciones especializadas, es por esto que creemos en un formato libre que<br />

considere una extensión prudente para una publicación de este tipo. Se solicita<br />

que los documentos tengan un título y sus referencias bibliográficas<br />

especificadas en un apartado del documento, aceptando notas al pie siempre y<br />

cuando no se trate de bibliografía, la que será ubicada en dicho apartado.<br />

Del envío y publicación<br />

Revista SABERES SUJETOS es una publicación mensual o bimensual que<br />

recibe documentos en cualquier fecha, pudiendo o no ser considerados para la<br />

edición del mes de recepción. Para postular a la publicación se debe enviar un<br />

correo electrónico a la dirección revistasaberessujetos@gmail.com. El<br />

documento postulante debe ser inédito o tener licencia libre. Si ha sido<br />

publicado en otro espacio, se debe informar para incluir la referencia. La<br />

confirmación de publicación será avisada por la misma vía.<br />

Sobre las publicaciones gráficas<br />

Revista SABERES SUJETOS contiene dos publicaciones paralelas, por un lado<br />

los documentos escritos y por otro la línea gráfica dedicada a un autor por<br />

edición. Para publicar fotografías, gráficas, ilustraciones u otros, se debe enviar<br />

un correo electrónico a la dirección revistasaberessujetos@gmail.com,<br />

adjuntando una batería de imágenes para ser seleccionadas y publicadas. La<br />

confirmación de publicación será avisada por la misma vía.<br />

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SABERES<br />

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N°5<br />

Junio – Julio 2016<br />

COLOFÓN<br />

Imagen Portada: DEMËNTIA<br />

Diseño y Diagramación: Salvador Zúñiga Cruces<br />

Para esta edición se utilizaron las siguientes fuentes<br />

Encabezado: Bookman Old Style y Brush Script MT<br />

Títulos y subtítulos: BOOKMAN OLD STYLE<br />

Nombres de autores: Magallanes Medium<br />

Notas al pie: Apajarita<br />

Texto: Ebrima<br />

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