Boletin 3-2016 comp

ese Amor total que no juzga, y que nos ama…
Pero también tierra sagrada, tierra santa, por esa presencia
de Dios que allí se experimenta, que allí se vive.
Para mí esa fue la experiencia más fuerte de esos días:
experiencia de la presencia de Dios allí, en esas luchas,
en esas vidas, en la convivencia, en el trabajo cotidiano,
en la espiritualidad compartida… Buscando aprender a
amar cada día, donarse, entregarse… con “actos de
amor”…como lo dice la frase de San Juan de la Cruz
que los motiva: “Donde no hay amor, pon amor, y encontrarás”.
Estos días he experimentado la presencia viva de Dios
en medio del dolor y el sufrimiento… en esta casa de
esperanza, donde se pelea cotidianamente la batalla por
la vida, en donde se puede experimentar la fragilidad
humana en toda su intensidad, así como la grandeza
del hombre que en medio del mayor despojo sigue buscando
la vida…
Pensaba en estos días, me preguntaba por qué aquí me
encuentro tan fuertemente con Dios. Y creo que tal vez
se ve más claro, más patente a Dios allí, porque son vidas
despojadas, heridas, donde no queda nada… y resplandece
con más fuerzas el amor de Dios… La fuerza
de Dios que se manifiesta en la debilidad.
Compartir con ellos la vida desde la austeridad y la sencillez,
desde la pobreza patente, vivida con alegría, con
espíritu de sacrificio (aun cuando haya dificultades)
me ayudó a dar un sentido más
profundo a la pobreza, a esa pobreza evangélica
que se respira en esa casa, que hace que
el Señor esté en el centro de todo.
presencia, la necesidad de Dios que manifiestan,
lo agradecidos que estaban con tan solo
compartir unos días, y unas sencillas reflexiones
y momentos de oración…
Por la mañana el Rosario y la oración con la Palabra
de Vida, que los acompaña a modo de jaculatoria
durante todo el día, antes y después
de las comidas… dicen a todo el que llega que
en este lugar Dios está en el centro. Que Él es el
único que puede sanar las heridas más profundas
del corazón del hombre… Que esta
“caminada” (como ellos llaman al proceso de
rehabilitación) no es otra cosa sino “vivir la Palabra”
y “hacer unidad”, crear comunión, haciéndonos
cada vez más conscientes de la presencia
de Jesús en medio…
Vi a Jesús abandonado y crucificado en esas
historias de dolor y sufrimiento. Quisiera saber
tocar esas llagas con respeto y amor profundo,
para acompañar en el camino hacia el encuentro
con la Vida verdadera.
Doy gracias a Dios por permitirnos vivir estos
días en su presencia. Y le pido que nos conceda
un corazón capaz de tocar la carne de Cristo
que sufre en las heridas de tantos hermanos,
para aprender a amar, a entregarnos cada día
más como Él quiere que lo hagamos.
Sabrina Martin
Experimentar la necesidad de esas personas
de ser acompañadas, escuchadas, de encontrar
apoyo espiritual… me hace pensar en lo
esencial de nuestra misión: ser signos del
amor y la misericordia de Dios para los más
pequeños y marginados… ¡Ellos valoraron y
agradecieron tanto nuestra presencia religiosa!
Realmente impacta ver cómo valoran nuestra
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