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Boletin 3-2016 comp

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vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad<br />

será como el mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará<br />

en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tu<br />

serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua,<br />

cuyas aguas nunca se agotan.<br />

El profeta nos presenta a un pueblo desalentado y desilusionado<br />

ante una repatriación difícil del exilio que no llena sus<br />

expectativas. Ante esta situación el mensaje es un anuncio de<br />

salvación. Pero específicamente este texto es la conclusión<br />

de una querella entre Dios y su pueblo sobre el ayuno verdadero<br />

que a Él le agrada. Es un oráculo, pero no un oráculo<br />

consolador. En él siete veces Dios habla al pueblo del ayuno,<br />

y recién la séptima vez habla del ayuno verdadero; denuncia<br />

sus pecados, desenmascara su falsedad… en estas querellas<br />

siempre gana Dios. El pueblo ayuna para ganarse su favor<br />

pero Él rechaza la ambigüedad y la comodidad que supone<br />

el ayuno falso de su pueblo y pide para sí un ayuno verdadero,<br />

movido por la <strong>comp</strong>asión. Y así se describen actos visibles<br />

de la misericordia concreta, vivida, que se traduce en<br />

una vida sanada, luminosa, vigorosa, abierta a los demás…<br />

hoy diríamos “en salida”.<br />

La vida de Madre Janer puede transformarse así para nosotras<br />

en un oráculo del Señor… ¿cuál es el ayuno que estamos<br />

practicando? ¿Cómo sanarán nuestras propias heridas, las<br />

que nos trajo la vida, sino amando y sirviendo? ¿Cómo,<br />

cuándo, dejaremos de ser el centro de nuestra vida soltando<br />

las cadenas, desatando los lazos y rompiendo los yugos que<br />

atan nuestra capacidad de amar? ¿Cuándo, cómo nuestra<br />

vida será pan para el hambriento, casa para el que vive a la<br />

intemperie, abrigo para el desnudo y alivio para el que padece<br />

penurias? Madre Ana María llega a ser una mujer libre,<br />

que no está atada a las heridas que la vida le pueda haber<br />

causado; libre de sí misma, libre de su propia comodidad y<br />

bienestar; libre de su ambición y del natural egoísmo: “No<br />

seré del mundo, mis fuerzas, mi bienestar, mi vida toda sacrificaré<br />

al servicio de mi Dios en la persona de los pobrecitos enfermos, de<br />

los desvalidos, de la niñez…daré a Dios mi libertad, todo mi ser”.<br />

En su experiencia de Dios, nutrida de una genuina tradición<br />

espiritual vicentina, Madre Janer identifica al desvalido, al<br />

pobre, al necesitado, con nuestro Señor Jesucristo. Por eso, el<br />

texto del Evangelio seleccionado para su fiesta litúrgica es<br />

Mt 25,31-40.<br />

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; sediento,<br />

y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos;<br />

desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso<br />

y fuimos a verte?“<br />

Ella llega a expresar: “Tú Señor, me darás gracia para<br />

serte esposa fiel, que te ame mucho y te sirva en la persona<br />

de los enfermos, desvalidos”… El amor de Dios sólo está<br />

presente en quien vive la misericordia. Por eso el juicio<br />

será sobre la misericordia ejercida, en relación con<br />

Jesús, en los hermanos más necesitados. Pero hay<br />

más… ya no es el discípulo, es Cristo mismo el que<br />

realiza estas obras por medio de su Iglesia socorriendo<br />

con caridad divina a los hombres. Pero este amor<br />

puede referirse a Cristo sólo si es radical y sin reservas,<br />

para no caer en lo que San Pablo denuncia al afirmar<br />

que “si repartiera todos mis bienes entre los necesitados,<br />

pero no tengo amor, de nada me serviría”<br />

(1 Co 13,3). Poco a poco, por la misma acción del<br />

Dios que lo ama primero y entrañablemente, el misericordioso,<br />

se identifica con la fuente y con el objeto<br />

de la misericordia de Dios… a tal punto que llega a<br />

<strong>comp</strong>render y sentir que está crucificado con Cristo, y<br />

ya no vive, sino que Cristo vive en él: la vida que vive en la<br />

carne, la vive en la fe en el Hijo de Dios que lo amó y se<br />

entregó por él… (Cf. Ga 2,19.20). Esta Palabra ilumina<br />

también la liturgia de la fiesta de la Madre Janer. Al<br />

final de sus días, en la madurez del amor, humilde y<br />

despojada, ella imita el gesto de su Señor… quiere y<br />

pide morir en el suelo. Es allí, en la máxima pobreza<br />

interior y exterior donde escuchará gozosa la invitación<br />

del Rey: “Entra, porque estuve enfermo y me socorriste;<br />

entra, porque tu lámpara siempre ardió”. Sin duda,<br />

que en aquél momento la Madre preguntó: Pero<br />

¿cuándo, Señor, te vi…?<br />

Este es el camino, ésta es la ruta de la misericordia<br />

que nuestra Madre recorrió. Ella lo hizo primero, pero<br />

han sido muchas las hermanas, y por qué no los<br />

laicos, que se han animado a seguir sus huellas, a hacer<br />

lo mismo, a vivir de esta manera su vocación cristiana.<br />

Que el nuevo aniversario fundacional que celebraremos<br />

sea para todas nosotras una verdadera<br />

“FIESTA DE LA MISERICORDIA”.<br />

Laura Garione, Superiora Provincial<br />

De la Circular 2/<strong>2016</strong><br />

“Pidamos a María, Madre de la Vida, que nos ayude a recibir y dar testimonio<br />

siempre del Evangelio de la Vida” Papa Francisco<br />

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