Trinchera_Literaria_Segundo_Número_Julio_2016
Este espacio pretende dar voz a prosistas y poetas emergentes del ámbito universitario que buscan una primera oportunidad para dar a conocer su trabajo.
Este espacio pretende dar voz a prosistas y poetas emergentes del ámbito universitario que buscan una primera oportunidad para dar a conocer su trabajo.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
JULIO <strong>2016</strong>, AÑO I<br />
REVISTA MENSUAL<br />
DISTRIBUCIÓN GRATUITA<br />
La larga noche<br />
Ramón Miranda<br />
La pérdida del<br />
sentido poético<br />
Gerardo Reyes
<strong>Trinchera</strong><br />
<strong>Literaria</strong><br />
Redacción<br />
Rubén D. Ramírez<br />
Martínez<br />
Víctor M. González<br />
Morales<br />
Editor de Poesía<br />
Ramón Miranda Zavala<br />
Directora Ejecutiva<br />
Josselyne Fernández<br />
Pastrana<br />
Editor en Jefe<br />
Gerardo Reyes Vaca<br />
número<br />
Todas las ilustraciones contenidas en<br />
esta publicación poseen licencia gratuita.<br />
ISBN en trámite.<br />
2
Sumario<br />
(<strong>Segundo</strong> número)<br />
Poesía<br />
Cuento<br />
Bitácora……………………………...........................................1<br />
(Salvador Balbuena)<br />
Perder lo que se cría………………………...............................3<br />
(Remington)<br />
La larga noche………….................................................................7<br />
(Ramón Miranda Zavala)<br />
Poemas sueltos...........................................................................8<br />
(Gerardo Reyes Vaca)<br />
Indicaciones para un forastero.....................................................9<br />
(Jesús Jara Escamilo)<br />
Un día normal.............................................................................10<br />
(José Alberto Camarena Abrego)<br />
Sigo indeciso.............................................................................11<br />
(César Ramírez Chacona)<br />
Análisis<br />
Reseña literaria-La suite francesa…...............................................12<br />
(Rubén Darío Ramírez Martínez)<br />
La pérdida del sentido poético…..…...............................................15<br />
(Gerardo Reyes Vaca)
Carta al lector<br />
<strong>Trinchera</strong> <strong>Literaria</strong> es un<br />
espacio que pretende dar voz<br />
a jóvenes poetas y prosistas<br />
que buscan una oportunidad<br />
para dar a conocer su<br />
trabajo, especialmente<br />
inscritos en el ámbito<br />
universitario. Con el ánimo<br />
de ofrecer una mirada seria y<br />
accesible de la creación<br />
literaria de nuestro tiempo,<br />
creemos conveniente que la<br />
distribución de esta revista<br />
sea gratuita.<br />
Pretendemos rescatar<br />
especialmente a la poesía<br />
como género históricamente<br />
minoritario y de difícil acceso<br />
a través de la promoción de<br />
poemas claros en su decir y<br />
de esforzado pensamiento.<br />
Por otro lado, esta<br />
publicación se esforzará por<br />
devolver a los cuentistas un<br />
espacio de diversidad<br />
temática que, lejos de<br />
forzar sus creaciones,<br />
potencien la exploración de<br />
sus propias inquietudes.<br />
Carecemos de una postura<br />
política; nuestro quehacer<br />
es la literatura y nuestro<br />
cometido, sobrevivir la<br />
literatura de nuestro tiempo<br />
en la fugacidad de la era<br />
digital.<br />
Atte. Consejo Editorial
La revista <strong>Trinchera</strong> <strong>Literaria</strong><br />
está buscando colaboradores<br />
permanentemente en las<br />
categorías de poesía y<br />
cuento. Manda tus<br />
colaboraciones a:<br />
trincheraliteraria@gmail.com<br />
Sólo se aceptarán<br />
colaboraciones inéditas y<br />
escritas en español.<br />
¡Participa!
cue
ntos
Bitácora<br />
Salvador Balbuena<br />
Octubre 10. Nueve de mis diez<br />
hombres han perecido ya, quedamos<br />
sólo Méndez y yo. La situación se<br />
torna crítica, la comida escasea y<br />
también el agua, nos negamos de<br />
momento a salir del escondite dadas<br />
las condiciones externas: el enemigo<br />
ha creado un campamento completo<br />
y salir sería un suicidio. El aislamiento<br />
comienzan a afectarnos y Méndez<br />
parece haber comenzado a perder la<br />
cordura, habla con frecuencia sobre<br />
Abigail -su pareja en el continente-, lo<br />
que me ha hecho percatar su carencia<br />
de juicio es que los relatos se tornan<br />
incoherentes o contradictorios entre<br />
sí, en algunos Abigail es una chica de<br />
pueblo, tranquila y amigable,<br />
mientras que en otras se trata de una<br />
chica citadina pero con ganas de vivir,<br />
tal como lo prometieron tras el<br />
regreso de él, en el campo.<br />
Octubre 18. La mordedura de<br />
serpiente ha comenzado a cicatrizar<br />
pero con Méndez en ese estado<br />
comienza a preocuparme mi<br />
integridad física, ayer por la noche me<br />
despertó su voz casi balbuciente, iba<br />
a reprenderlo por quedarse dormido<br />
mientras vigilaba cuando comencé a<br />
comprender lo que decía: estaba teni-<br />
-endo una discusión con Abigail<br />
sobre el ir o no a la guerra. Ignoro si<br />
esta conversación habrá sido real<br />
en el pasado, sea así o sea<br />
enteramente producto de su<br />
imaginación, resulta imprescindible<br />
hablar con él al respecto.<br />
Octubre 19. Hablé con Méndez,<br />
admitió está perdiendo la cabeza,<br />
ahora que se ha acabado la comida<br />
utilizamos los túneles para cazar<br />
cualquier animal que nos permita<br />
sobrevivir. Parece ser que el<br />
enemigo pronto se retirará y<br />
podremos escapar e informar al<br />
gobierno sobre lo ocurrido en este<br />
sitio, información que cambiará<br />
radicalmente el curso de la guerra y<br />
que, bien empleada, le pondrá fin.<br />
Méndez, por órdenes mías, ha<br />
comenzado a llevar una bitácora<br />
con el fin de mantener sus<br />
pensamientos lo más estructurados<br />
posibles. Pese a que me consume la<br />
curiosidad de qué podría estar<br />
anotando allí o si siquiera tendrá<br />
coherencia lo escrito, prefiero<br />
respetar su privacidad y evitar así<br />
un conflicto en este momento tan<br />
crítico.<br />
1
Noviembre 3. Los enemigos se han<br />
marchado. Méndez me preocupa,<br />
parece asustado constantemente y<br />
por momentos se me figura<br />
paranoico, lleva su bitácora a todos<br />
lados y nunca se aleja de ella, como si<br />
temiera que el enemigo pudiera<br />
leerla. ¿Pensará en mí como enemigo<br />
de tal información?<br />
Noviembre 17. Méndez comienza a<br />
actuar de maneras más erráticas, creo<br />
que tiene que ver con el asunto de la<br />
bitácora, hace poco mientras<br />
charlábamos en el camino -las tropas<br />
enemigas se han marchado y vamos<br />
rumbo al continente por el puente de<br />
hielo- hablaba sobre Abigail, ahora es<br />
una especie de idea, una aspiración de<br />
su mujer ideal, cada vez estoy más<br />
seguro de que la chica no existe y de<br />
que Méndez perdió la razón hace<br />
bastante.<br />
Parece, sin embargo, poco peligroso<br />
para mí y para la misión. Nos<br />
detenemos cada tanto a comer la<br />
poca carne que logramos obtener de<br />
los animales cazados, temiendo que<br />
se tratase de una trampa, evitamos<br />
tocar la comida que el enemigo dejó<br />
en su campamento.<br />
-na, ahora sé que fue gracias a la<br />
bitácora y a "Abigail" que logró<br />
mantenerse sano tanto tiempo.<br />
Sé también que "Abigail" no existe,<br />
nunca existió más allá del recuerdo de<br />
Méndez de una chica a la que vio sólo<br />
un par de veces en la escuela y de la<br />
que se enamoró profundamente, me lo<br />
dijo antes de morir.<br />
"Sabe señor, nunca me atreví a<br />
hablarle, no supe ni siquiera su nombre<br />
pero me ha ayudado tanto... sé que me<br />
estoy volviéndome loco y sé que usted<br />
tuvo la amabilidad de ayudarme a<br />
evitarlo y se lo agradezco". Sus<br />
palabras suenan en mi cabeza aún,<br />
murió de una fiebre que llevaba<br />
algunos días cimentándose dentro. Sé<br />
que de no ser por la mordida de la<br />
serpiente él seguiría vivo, no era la<br />
clase de hombre que moriría por tan<br />
poco. Me pidió que cuidara su bitácora<br />
y la leyera sólo cuando estuviera a<br />
salvo, y sólo una página, la que quisiera,<br />
al azar, huelga decir que he optado por<br />
la última entrada pero, cumpliendo mi<br />
palabra, la leeré sólo hasta estar a salvo<br />
en el continente.~<br />
Noviembre 26. Méndez ha muerto.<br />
Diciembre 1. Me lo esperaba, a decir<br />
verdad, Méndez estaba cada vez más<br />
enfermo y comenzaba a tener los<br />
síntomas clásicos de la histeria siberia-<br />
FIN
Perder lo<br />
que se cría<br />
Remington<br />
Don María pertenecía a esa clase de<br />
personas naturalmente curiosas y<br />
vivaces y es que su ocupación se lo<br />
permitía: era criador de nacimiento.<br />
Poseía la parsimonia característica de<br />
quien vive en el campo y de nada<br />
carece, excepto de los pesos para los<br />
frijoles. Pero Don María era un hombre<br />
bien modesto, bien templado y nada<br />
remilgoso, criaba a sus puercos y a sus<br />
vacas, a sus conejos y a sus gallinas con<br />
dedicación y empeño y aunque su<br />
rutina carecía de novedades, lo cierto<br />
es que en materia de crianza Don<br />
María llegó a ser, para ese pueblo<br />
cuatro casas que era Mujica, toda una<br />
institución. Su conocimiento del tema<br />
era minucioso y lo más sorprendente<br />
era que lo había obtenido, casi en su<br />
totalidad, de forma autodidacta.<br />
Experimentando. Fue así que descubrió<br />
que ciertos hongos de la región<br />
lograban apaciguar los dolores de<br />
parto de las vacas y que los burros<br />
podían ser tan longevos como el<br />
espacio que se les destinara para<br />
rumiar y pacer.<br />
Por lo anterior, no era extraño que sus<br />
vecinos acudieran a él para disipar sus<br />
dudas o solicitar sus atenciones que<br />
iban desde aliviar una vaca henchida<br />
hasta cauterizar a un conejo malherido,<br />
lo mismo daba. Últimamente había<br />
pensado en instruir a su hijo mayor en<br />
los tenores de la crianza, luego de que<br />
volviera del extranjero con los<br />
bolsillos vacíos y la moral marchita.<br />
Cierta ocasión, en su rondín habitual<br />
al gallinero, Don María se detuvo en<br />
seco. Creyó olvidar todo lo que sabía<br />
de un sablazo cuando, arrellanado<br />
bajo el ala de una polla gorda, un<br />
pequeño reptil le saludó la vista. Miró<br />
y remiró los que, en efecto, eran los<br />
vestigios de un huevo recién<br />
resquebrajado bajo las escamas y cola<br />
del intruso. De no ser porque en<br />
Mujica jamás habíase visto lagarto<br />
alguno, Don María se habría repuesto<br />
muy pronto de su sorpresa. Y es que<br />
hay que saber que en Mujica no hay<br />
río que cruce que no esté muerto ni<br />
laguna ni mar que dé al campo que no<br />
sea de milpas o de chiles.<br />
Ya antes se había sorprendido de la<br />
forma tan excéntrica con que, a veces,<br />
obraba la naturaleza al dejar nacer<br />
vaquillas siameses o conejos de cinco<br />
patas, pero lo cierto es que aquello<br />
era algo que desafiaba su<br />
entendimiento. Fue así que Don<br />
María, hombre curioso por<br />
naturaleza, decidió ir a visitar a un<br />
3
amigo y cliente suyo para disipar sus<br />
dudas, tal como él solía hacerlo con las<br />
de sus vecinos. El hombre en cuestión<br />
resultó ser un tal Agustín Velarde, un<br />
biólogo jubilado de la capital a quien<br />
Don María acostumbraba surtirle<br />
algunos granos y gallinas viejas. Se<br />
veían muy rara vez y rara vez no<br />
conversaban durante sus visitas. Su<br />
tema predilecto, como era de<br />
suponerse, giraba en torno a la<br />
naturaleza de sus ocupaciones. En este<br />
aspecto, Don María siempre optó por<br />
una postura nostálgica acerca de la<br />
función de los animales que criaba<br />
amoroso, primero, y que mataba<br />
hambriento, después, no sin cierto<br />
remordimiento; don Agustín, por el<br />
contrario, se inclinaba a incluirse<br />
dentro de su categoría, de modo que<br />
no llegaba a considerarlos más que<br />
como otros seres vivos, semejantes,<br />
comestibles y, en todo caso, primitivos.<br />
Camino a su casa, Don María se dedicó a<br />
rememorar la vez aquella en que el<br />
biólogo le había enterado, muy<br />
agudamente, de que la vacas siameses<br />
eran el resultado de un retraso en la<br />
separación genética de un par de gemelos<br />
vacunos. No cabía duda –pensaba- don<br />
Agustín aclararía sus dudas acerca de<br />
aquel nacimiento que no terminaba de<br />
entender.<br />
Al fin llegaba. Don Agustín reposaba el<br />
almuerzo sobre un banquillo diminuto, leía<br />
ávidamente a través de sus nevadas<br />
pestañas “El origen de la especies” de<br />
Charles Darwin, en una traducción de<br />
Antonio de Zulueta; era un libro bien<br />
gordo, se lo notaba aun en la distancia.<br />
Pero a pesar de las acaloradas<br />
discusiones que llegaron a sostener,<br />
Don María siempre se sintió<br />
agradecido de que alguien tan sesudo<br />
como don Agustín hubiera empeñado<br />
su vida, aunque en modo diverso, al<br />
estudio de lo animalesco. Algunos de<br />
sus remedios, como el de usar vendas<br />
calientes para aliviar las ubres de las<br />
vacas, habían sido muy aplaudidos por<br />
el biólogo que no dejaba de<br />
sorprenderse del ingenio de los<br />
lugareños para atender sus<br />
necesidades más cotidianas.
Don María se anunció a medio patio, el<br />
biólogo se detuvo en la siguiente coma y la<br />
conversación fue comenzaba apenas<br />
acabaron los rigores del saludo y los<br />
hombre, cómo ha estado. Don Agustín<br />
escuchaba atentamente, levantaba una<br />
ceja de vez en cuando y se mecía los<br />
cabellos con mesura; comenzó a cocinar<br />
algunas especulaciones, más de una tercia<br />
a decir verdad, pero todas se<br />
desmoronaban al llegar al tema de los ríos,<br />
las lagunas o cualquier otro cuerpo de<br />
agua pues, de antemano, se sabía que en<br />
Mujica no existía ninguno. Como era<br />
natural llegó la tarde, pero no la respuesta<br />
a aquella broma de la genética o de la<br />
casualidad. Don María se despidió cuando<br />
la luna, metió al reptil a su morral y se<br />
volvió para su casa, oscuro.<br />
Don Agustín lo miró marcharse, meditaba<br />
sin rumbo, lo peor estaba por venir. Se<br />
sumergió en un sueño largo, con forma de<br />
lagarto, que se reía de él y de su biología<br />
con sus tres mil dientes y sus negruzcos<br />
ojos afilados. Aquella visión terrible lo<br />
despertó del sueño pero no de la pesadilla<br />
en su conciencia. Pensaba y repensaba, si<br />
aquello llegaba a saberse, si aquel criador<br />
llegaba a dar fe de su descubrimiento, la<br />
ciencia a la que dedicó todos sus días se<br />
quebrantaría hasta sus bases.<br />
Sentía como si algo se le estuviera<br />
muriendo, lenta y apasionadamente en las<br />
arterias; la antigua electricidad que le<br />
pinchaba las sienes, al pensar que miles de<br />
años habían tenido que trascurrir para que<br />
un ser como él fuera posible, había<br />
desaparecido.<br />
Horas de horas duró el hartazgo de<br />
aquella decepción incierta, que no por<br />
eso fue menos amarga.<br />
Aquella carrera prolija, de impecable<br />
memoria y su maestría en genética y<br />
su doctorado y sus maestros, sus<br />
amigos, se hundían en las fauces de un<br />
lagarto diminuto.<br />
Días que van y vienen, y son el mismo,<br />
comenzaron a pasearse por su cuarto<br />
en el que no dormía, por sus platos de<br />
los que no comía y por sus labios<br />
comidos por la sed y el silencio.<br />
Fue así que, al cabo de una semana, el<br />
biólogo Agustín Velarde, biólogo de<br />
nada, falleció víctima de una depresión<br />
fulminante. El mismo día en que Don<br />
María ya regresaba, donde su amigo,<br />
para contarle que su hijo mayor, quien<br />
acababa de volver del extranjero con<br />
los bolsillos vacíos y la moral marchita,<br />
habíale jugado una broma poniendo<br />
un pequeño huevo de lagarto bajo las<br />
alas de una gallina gorda.<br />
Don María se anunció a medio patio,<br />
iba con la sonrisa amplia y el lagarto<br />
en el morral del otro día. Se le<br />
quemaban las habas de ver la<br />
expresión en la cara de don Agustín<br />
cuando se enterara de aquella<br />
ocurrencia, llamó a la puerta y nada.<br />
Junto a la puerta, sobre un banquillo<br />
diminuto, reposaba un ejemplar<br />
robusto de “El origen de las especies”.<br />
5
Al no obtener respuesta, Don María se<br />
rascó la cabeza y se volvió por el mismo<br />
camino que anduvo para llegar ahí, iba<br />
cabizbajo, lo decepcionaba la idea de<br />
no poder desvelar aquella broma a ese<br />
hombre tan sesudo que había dedicado<br />
sus días, tanto o más que él, al estudio<br />
de lo animalesco.<br />
Tras la puerta, don Agustín yacía, más<br />
que muerto, profundamente triste,<br />
vayan ustedes a saber lo que es perder<br />
lo que se cría.~<br />
FIN
Po esía
La larga<br />
Plegarias al vacío<br />
noche<br />
Ramón Miranda Z.<br />
No resucitar<br />
Cuando se apagaron las luces del cielo<br />
se prendieron en la corteza y el cerebelo,<br />
por fin todo se pudo ver con claridad,<br />
al fin coexisten técnica y creatividad.<br />
Por favor no revivan lo que ya murió,<br />
su consentimiento dice “no reanimar”,<br />
dejen que se evaporen los dogmas,<br />
dosis de verdad son nuestras drogas.<br />
Ama el latido de tu nuevo corazón,<br />
siente el nuevo aire en tu pulmón,<br />
la sangre es real y no es más vino,<br />
la ostia ya no es más tu cuerpo.<br />
No vayas a resucitar este poema,<br />
que ya no acepta más versos.~<br />
Deja de ponerme pruebas para probar mi fe,<br />
no volvería a sacrificar al primogénito Isaac,<br />
la siguiente vez comeré del fruto prohibido,<br />
pues mis plegarias se propagan al vacío.<br />
Los reyes magos ya no visitan mi casa<br />
y dejé de buscar los huevos de pascua,<br />
el mal se ríe del samsara y del karma<br />
¿en cuántas vidas se nos hará justicia?<br />
Después de ir a cuarenta y tres marchas<br />
el dictador no ha abandonado su cargo,<br />
he trabajado como un animal de carga,<br />
nací y moriré comiéndome sus sobras.<br />
No vine a cumplir una misión en la vida,<br />
el único destino que existe es la tierra,<br />
la que compartirá rico y desventurado,<br />
en este planeta mi barco está varado.<br />
La belleza interna no causa erecciones,<br />
el poder influye en todas las decisiones,<br />
pues la humanidad se ha quedado ciega<br />
y anda buscando verse siempre bien.<br />
En tu plan divino venía escrita mi deserción,<br />
dejé de creer en el karma con discreción,<br />
abandonar la idea del destino mi decisión<br />
y mis plegarias perdieron toda su emoción.~<br />
7
Poemas<br />
sueltos<br />
Gerardo Reyes V.<br />
Razón<br />
Al poeta de sí mismo<br />
En esta jungla,<br />
posible y diminuta,<br />
de ojos ciegos<br />
y manos imposibles<br />
de hacerse con la luz<br />
o con el viento,<br />
aguarda el mundo<br />
nuestra sed de habitarlo.~<br />
Sacrifica tu vana<br />
humanidad, destruye<br />
tus ojos,<br />
tus palabras,<br />
lo vivido<br />
en las entrañas<br />
de tu yo secreto.<br />
Lo que ves<br />
no es el mundo,<br />
lo que tocas no es real<br />
si sigue intacto<br />
este verso por cuantos lo han hallado<br />
(o por cuantos intentaron descifrarlo,<br />
mas de vacío estaba lleno).<br />
Toca fondo en ti,<br />
comienza<br />
más allá, siempre,<br />
al otro lado.~
Indicaciones para un<br />
forastero<br />
Jesús Jara E.<br />
Para huir de la ciudad invéntese un nuevo nombre,<br />
no olvide llevar la noche en una mochila,<br />
conserve ropa, pasos y casitas de cartón.<br />
Sólo si desea salir de esta coraza<br />
llévese muchos nombres de mujeres para abrigarse durante las noches<br />
pero nunca lleve el nombre de la amada<br />
porque quizá desee regresar al universo frágil de acariciarla<br />
y las calles pugnaran de arqueadas tristezas<br />
y la luna se despeñara de su cordel<br />
y la ciudad morirá como el campaneo triste que se escuchó alguna vez.<br />
No es inútil decir que afuera de la ciudad crecen bajo el agua<br />
rostros de maldad,<br />
hombres que fecundan olores de muerte<br />
y el olvido que ayuda a estructurar con su holgado desfile<br />
los hemisferios de la amada.<br />
Forastero,<br />
no es necesario decir que en su corazón se abrigan las ramas secas<br />
y que los ríos seniles y desolados han amurallado su agónica soledad<br />
que como locomotora se deja ir en los cuerpos de las tribus desnudas<br />
pero ante todo, forastero,<br />
no debemos mencionar<br />
que cuando cruje la noche<br />
la tristeza se hace tan radiante<br />
y nos informa que debemos abandonar la ciudad. ~<br />
9
Un día normal<br />
José A. Camarena<br />
Abro mis ojos.<br />
Despierto creyendo que sigo soñando,<br />
por momentos traspaso entre realidades.<br />
Caricias de ilusiones rosan mi ser,<br />
caen sobre ella sin poderlas tener.<br />
Reacciono.<br />
Estoy consciente de mi existencia,<br />
habito la piel del día,<br />
camino entre aquellas sombras que van y vienen<br />
tratando de buscar los mismos pensamientos.<br />
Imagino.<br />
Regreso a mi mundo de fantasía en donde puedo crear historias,<br />
donde se mueve el mundo a mi antojo,<br />
sólo así hago las cosas más interesantes en mi vivir,<br />
sólo así, empiezo a sentir.<br />
Trabajo.<br />
Convivo con pensantes grises forrados de carne<br />
¿Quién rueda la pelota más rápido?<br />
¿Qué tengo que comprar?<br />
Existencialismo banal que reside en cada esquina<br />
donde preocupa más la vestimenta que la creación misma.<br />
Cuestiono.<br />
¿Hacia dónde van todos?<br />
¿Es malo no seguir la corriente?<br />
¿Ir en contra?<br />
Tan sólo cuento los segundos.<br />
Sueño.<br />
Creo estar soñando,<br />
los gritos se apagan.<br />
Se cierra el telón.~
Sigo indeciso<br />
I<br />
Sigo indeciso.<br />
Ya no quiero más poesía,<br />
la poesía es para los locos<br />
y yo quiero disimular que no lo soy tanto…<br />
¿Qué tal si hoy vamos a la sierra?<br />
podemos perdernos en la oscuridad<br />
y danzar borrachos esperando buitres,<br />
zopilotes o cualquier ave carroñera<br />
que nos coman todo, hasta los huesos…<br />
Que coman de nosotros la poesía que dejemos;<br />
siempre he pensado que la poesía está en los huesos,<br />
no hay otro sitio para guardarla mejor,<br />
en el cerebro sería algo ilógico,<br />
ahí se hospedan la inteligencia y la razón…<br />
O vamos a un bar de mala muerte,<br />
tal vez ahí podamos vivir bien…<br />
Dejarnos llevar por los tragos,<br />
enamorarnos de alguna prostituta,<br />
oír música de esa que no se escucha,<br />
vagar por la noche cuando nos hayan corrido,<br />
no tener ni un peso en la bolsa<br />
y al caminar de regreso por las calles de Chihuahua<br />
morir arrollados por algún conductor ebrio,<br />
quizá menos que nosotros o tal vez más….<br />
O quizá solo sea hoy un día cualquiera<br />
y nos quedemos aquí, en casa,<br />
viendo pasar las horas frente a la computadora,<br />
escuchando música que no quiero oír,<br />
bebiendo cerveza frente a mí mismo,<br />
sólo esperando que llegue el momento<br />
de volver a mi hogar y estar en paz…<br />
Pero sigo indeciso,<br />
dejaré de escribir este poema y pensaré,<br />
¿la sierra, el bar o la casa?~<br />
Cesar R. Chacona<br />
11
Análisis
Reseña literaria<br />
-Suite francesa-<br />
Rubén Darío Martínez<br />
Irène Némirovsky, de origen ucraniano, vivió en Rusia y durante la revolución<br />
bolchevique anduvo a salto de mata hasta llegar a Francia. Provenía de una familia de<br />
clase alta (burguesa), su padre fue comerciante y banquero, su madre una mujer que<br />
valoraba más su vanidad que a su propia hija. Apasionada por la lectura y por escribir,<br />
políglota gracias a la enseñanza adquirida por su nodriza de origen francés, Irène llegó a<br />
amar tanto Francia como a su vida. Durante el final de la Segunda Guerra Mundial, y<br />
después de tantos problemas por distintos lugares, fue capturada y llevada a un campo<br />
de concentración en Alemania, donde finalmente murió (la breve correspondencia que se<br />
puede ver publicada al final del mismo libro da fe de ello, de las angustias y dificultades<br />
que pasó tanto ella, como su esposo, y sus hijas). Su última obra, Suite francesa,<br />
incompleta y guardada durante mucho tiempo en un veliz, fue legada a sus hijas quienes<br />
varias décadas después de la muerte de la autora, con la restauración hecha por una de<br />
ellas y con los documentos manuscritos salvaguardados, logró ser publicada apenas<br />
llegado el nuevo siglo.<br />
La autora era una novelista de formación, Suite francesa fue una obra más de su arsenal<br />
literario; no obstante, ella buscaba dejar plasmado en letras, sobre papel, uno de los<br />
acontecimientos –político, social y económico- más relevantes de la historia mundial. No<br />
pudo hacerlo mejor de otra manera, a través de una novela. En el apéndice de la obra, se<br />
adjunta el método que ella utilizaba para ir entretejiendo las historias que<br />
posteriormente transcribirían para la posteridad.<br />
La escritora planeaba desarrollar una novela larga de cinco libros, de los cuales sólo pudo<br />
culminar dos (el primero: “Tempestad en junio”; el segundo: “Dolce”) antes de su<br />
muerte. Dejó un brevísimo bosquejo del tercero (“Cautividad”) donde buscaba<br />
relacionar las dos primeras novelas. De los dos últimos libros sólo se conocen los<br />
nombres: “Batallas” y “Paz”.<br />
El primero de esos libros, Tempestad en Junio, se desarrolla durante la invasión alemana<br />
a París, misma que provocaría un alborotó social mayúsculo con la salida de la mayor<br />
parte de las familias hacia los pueblos del sur del país. La trama enfoca, principalmente,<br />
el periplo de dos familias en su huida.<br />
12
Por un lado los Michaud, una pareja de adultos trabajadores de la banca que salen de la<br />
ciudad con la intención de llegar a la sucursal bancaria en Tours al sur-poniente del país. Su<br />
único hijo, Jean-Marie, fue enviado al frente a pesar de que se encontraba convaleciente,<br />
ahora desconocen su paradero. Por otro lado está la acaudalada familia de los Pericand,<br />
cuyo jefe de familia, conservador de un museo, se ve obligado a permanecer en París no<br />
sin antes obligar a la señora Pericand a salir de la ciudad junto a sus jóvenes hijos, todos<br />
varones, el abuelo Pericand y Albert, el gato.<br />
Además se encuentra el viejo Charles Langenet, miembro de la socialité parisina, quien<br />
huirá lamentándose de su ostentoso estilo de vida al poco tiempo, al igual que el soberbio<br />
escritor Gabriel Corte quien, junto a su amante bailarina, se encontraba en la misma<br />
situación. El relato muestra el caos que se suscitó por la salida de los parisinos; los distintos<br />
roces obligados entre la alta clase y la miserable muchedumbre; la lucha entre ellos<br />
causada por el desabasto alimenticio; la búsqueda por un lugar decente en el cual reposar<br />
momentáneamente para después pasar a otro y la desolada incertidumbre de desconocer<br />
el porvenir próximo.<br />
Por su parte el segundo libro, Dolce, se centra en la ocupación alemana de un poblado<br />
próximo a Paris, Bussy Saint-Georges. Ahí la acomodada familia Angellier (Lucille y su<br />
suegra) reciben al soldado alemán Bruno von Falk quien aunará a los problemas<br />
nacionalistas existentes entre ambos, el inconveniente de prevalecer con el enemigo en<br />
casa. La situación se agrava cuando Lucille se enamora del soldado mientras su esposo se<br />
encuentra preso por los enemigos. En este mismo libro se prolongan personajes e historias<br />
del tomo anterior; se desarrolla la estancia y la recuperación de Jean-Marie con la familia<br />
Labarie. Además, se retratan los problemas económicos y la necesidad de lidiar con la<br />
estadía de distintos soldados alemanes. En está segunda parte, la autora busca plasmar la<br />
relación entre el pueblo francés y los combatientes alemanes; la forma organizativa y<br />
social de ambos.<br />
Némirovsky muestra el relato desde diferentes perspectivas (si se quiere desde distintas<br />
clases sociales). Por un lado, el desmembramiento de las familias; por otro, el patriotismo<br />
parisino (visible en el joven Pericand inundado de inocencia y en la testaruda señora<br />
Angellier recelosa del otro; del enemigo; del avasallador; del insolente; del alemán); pero<br />
también y sobre todo en el poder adquisitivo de éstos sobre aquellos. Lo cierto es que con<br />
el transcurso de la guerra, los ricos llegan a ser tocados, a mostrarse y a quedar exhibidos y<br />
desnudos, casi a la par de los que menos tienen, de los que siempre sufren más, de los<br />
olvidados –como diría Buñuel-, de los pobres. Es así como los ricos, los opulentos,<br />
indefensos ante la bala, la granada, el misil, o el soldado que no distingue entre la<br />
dicotomía social de siempre, entre ricos y pobres, se vieron despojados de sus ventajas.<br />
Es ahí donde se reflejó la necesidad de cohesión, donde aquello llamado humildad quedó,<br />
o debería haber quedado, plasmado. Sin embargo, al terminar la guerra, después de la<br />
expiación, ambos grupos volvieron a sus esquinas como el reflejo de los boxeadores al<br />
final de una pelea, después de la cual todo vuelve a la normalidad; al “rol” que se tenía.
Pareciera que sólo en el punto de ebullición de las crisis sociales, en el hervor de la guerra<br />
por ejemplo, es cuando ambos grupos llegaron a estar a la par los unos con los otros,<br />
unidos frente al enemigo.<br />
Es así que la autora cuestiona implícitamente al patriotismo pero ¿qué es el patriotismo,<br />
qué es en pleno conflicto, como una guerra, y después de ella? Pareciera que, en un<br />
principio, el patriotismo es la defensa de una nación, no obstante, como quiera que sea, lo<br />
único que pareció traer consigo, según nos cuenta Irène, fue la muerte. Ahora entendemos<br />
que se defendió a la cultura y los ideales en lugar de defender la propia vida; la vida de los<br />
otros sin importar las clases. Ante todo se salvaguardó la extensión territorial de manos del<br />
otro, del enemigo, del ladrón.<br />
En una segunda instancia entendemos que la defensa de la cultura no fue tanto por evitar<br />
perderla como por evitar la humillación y la imposición de los otros. Por supuesto se<br />
procuró salvaguardar la vida de los indefensos (esto nos lo deja ver la autora a lo largo del<br />
viacrucis que tuvieron que hacer las familias francesas, principalmente las parisinas, para<br />
buscar un recoveco en el sur, en aquellos lugares donde el enemigo no había penetrado<br />
aún). Finalmente podemos ver que aquel patriotismo que el adolescente, Hubert Pericand,<br />
dice tener en la novela no es más que un dejo de hastió de no querer ver a su nación siendo<br />
derrotada, mismo que lo llevó a pretender contribuir de alguna manera a la causa. Sin<br />
embargo, estando ahí, en la realidad, en el embrollo de todo, es cuando Hubert se da<br />
cuenta de que la guerra no es un juego de niños; que muchos de los ahí combatientes no<br />
están por su propia voluntad y que aun los patriotas ven posible solucionar las cosas de<br />
otra forma; la posibilidad de actuar de distinta manera.<br />
El libro nos revela que para los niños no hubo ni guerra ni enemigos pues lograron hacer de<br />
aquella situación un sueño o una amarga pesadilla, pero siempre pensando en que aquello<br />
no era más que un cuadro surrealista de su vida, cuyo nombre o concepto no llegaron a<br />
comprender.<br />
Los roles y las normas intangibles que se formaron en la sociedad de la preguerra son muy<br />
claros en la novela, cuyo entramado revela el conflicto de la mujer recatada que debe<br />
atender al marido y que no puede, por sus principios, mantener una relación con un<br />
soldado enemigo a pesar de las sabidas infidelidades de su esposo (en el caso de Lucille<br />
Angellier) quien bien puede faltar a la relación por el hecho de ser varón.<br />
En resumen, Irène Némirovsky, en su obra Suite francesa, hace un buen relato histórico de<br />
lo que acontecía en plena Segunda Guerra Mundial. Es una pena que no haya completado<br />
la saga en su totalidad ya que, como se puede ver en el apéndice de la novela, tenía<br />
planeado una extensión de cinco libros de los cuales solamente pudo desarrollar dos antes<br />
de su muerte. Pero es más una pena que ella no haya podido ver publicado su último<br />
trabajo. ~<br />
14
La pérdida del sentido<br />
poético<br />
Gerardo Reyes Vaca<br />
El arte de nuestro tiempo se encuentra hondamente comprometido con la lógica del<br />
consumismo y los productos editoriales de anaquel (¿pero qué cosa no lo está?). Hoy<br />
abundan las novelas bofas y las pinturas con tendencias postmodernas cuya razón de<br />
ser se encuentra en el record de ventas y en la certificación de autores de poca<br />
monta, y no es que estemos negando que géneros como el del bestseller no se<br />
remonten hasta el tiempo del propio Cervantes (si consideramos, como muchos,<br />
que el Quijote fue uno de los primeros bestsellers de la modernidad), pero sucede<br />
que, sin duda, la lógica mercantilista y consumista de nuestro tiempo ha permitido su<br />
proliferación desmedida y aun avalada. Lejos van quedando de nosotros las obras de<br />
arte que contenían dentro de sí un sentido poético ineludible. Lo que hoy se recoge,<br />
con más ahínco, son los remedos de aquellas.<br />
Pero para entender la crisis de la que se habla en este breve encuentro, es necesario<br />
entender a qué nos referimos cuando hablamos de lo “poético”. Así pues lo poético<br />
puede ser entendido como aquello que le permite al hombre o la mujer dialogar con<br />
el mundo; nombrarlo tal y como es. El arte es, por excelencia, una de las mejores<br />
formas de entablar este diálogo o lograr este nombramiento. Así pues, podemos<br />
entender que la sexta sinfonía de Beethoven, “Pastoral”, es poética no por la<br />
magistral ejecución lograda por tal o cual sinfónica ni por la belleza de la<br />
composición a secas, sino porque en el fondo lo que Beethoven procuró fue retratar<br />
(o nombrar mediante sonidos) el diálogo entre los campesinos de su patria y el<br />
campo mismo. No en vano, una oleada de excelsos compositores, como el austrohúngaro<br />
Franz Liszt, herederos de las sinfonías del alemán, hablarían tiempo<br />
después de un tipo de música nombrada descriptiva o poética.<br />
Si prefiriéramos hablar de las artes plásticas, un buen ejemplo sería analizar un bello<br />
cuadro del oaxaqueño Rufino Tamayo intitulado “Niño azul” que precisamente<br />
plasma el alma de eso mismo: un niño azul. Bien es sabido que en la tierra del<br />
mexicano, a ciertas horas de la tarde, los seres y los objetos se tornan azules por la<br />
influencia de la tarde, así pues la pintura de Tamayo se torna poética en su empeño<br />
por nombrar los colores de la tarde; el diálogo de tonalidades entre los oaxaqueños<br />
y sus atardeceres.
El caso de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez o “El reino de este<br />
mundo” de Alejo Carpentier se nos presentan como manifestaciones de lo poético<br />
porque recogen la vivencias de los lugareños, ya fuesen de Macondo o de Haití, y les<br />
otorgan un significado fundado en la sabiduría popular o las creencias mitológicas y<br />
originales de estos pueblos, tocantes a temas que van desde la religión hasta la<br />
existencia de una dimensión mágica. Y son precisamente estos referentes los que nos<br />
permiten entrever la crisis del sentido poético de hoy día.<br />
Una tendencia que ejemplifica claramente lo anterior es la gran cantidad de<br />
exposiciones plásticas que encuentran su justificación en el sentir del artista, en la<br />
perspectiva solitaria de su obra y en las explicaciones que acompañan<br />
necesariamente a cada uno de los oleos. En el ámbito de la poesía encontramos, muy<br />
últimamente, el empleo constante de sentimentalismos, en el sentido más<br />
peyorativo de la palabra, que no procuran desocultar un diálogo común al sentir<br />
humano sino una versión solipsista del mundo, la proyección de la personalidad o de<br />
las vivencias propias; algo muy parecido a lo que el propio Shakespeare llegó a<br />
denunciar en la frivolidad de los poetas petrarquistas. Esto ha propiciado que los<br />
potenciales consumidores de arte tiendan a entender que lo poético es algo distinto<br />
para cada persona basándose en el supuesto de que “toda opinión es válida”, “de<br />
que cada quien tiene su perspectiva”, “de que lo que el autor quiso decir fue que…”,<br />
por mencionar algunos de los muchos supuestos de anaquel que han acuñado los<br />
falsos artistas para perpetuar sus productos y beneficiar con ellos a nadie más que a<br />
su persona.<br />
Por el contrario, las obras de Beethoven, de Tamayo o de Márquez abandonan la<br />
propia personalidad, la figura del yo y las preocupaciones individuales para<br />
apropiarse del sentir colectivo de una comunidad en un momento dado de la historia,<br />
ya fuese de la aun supersticiosa labranza del campo alemán del siglo XVIII, de la<br />
contemplación ancestral de las tardes oaxaqueñas o de las inacabables derrotas de<br />
las revoluciones en Colombia.<br />
Lo anterior nos permitirá entender que el gran diálogo que lo poético aspira a<br />
desocultar constantemente se encuentra en la correspondencia vacilante entre<br />
nosotros, como colectividad, y el mundo que habitamos a través del habla, arte de la<br />
poesía; del escucha, arte de la música; de la vista, arte de la pintura, etc. Nuestra<br />
tarea como seres dotados de todas estos sentidos y como reflejos de una o varias<br />
comunidades humanas, es esquivar los pinchazos del arte de aparador (que se<br />
empeña en justificar el individualismo del artista) y abrirle paso a lo poético pues de<br />
él depende, en gran medida, que nuestra lucha contra el solipsismo y la soledad<br />
humana llegue a buen puerto. ~<br />
16
<strong>Trinchera</strong><br />
<strong>Literaria</strong><br />
número<br />
2<br />
Síguenos en:<br />
www.facebook.com/trincheraliteraria<br />
Manda tus colaboraciones a:<br />
trincheraliteraria@gmail.com