curacion_emocional
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2. MALESTAR<br />
EN LA NEUROBIOLOGÍA:<br />
EL DIFÍCIL MATRIMONIO<br />
DE DOS CEREBROS<br />
«Debemos intentar no convertir al intelecto en nuestro dioses<br />
cierto que cuenta con fuertes músculos,<br />
pero carece de personalidad.<br />
No puede dar órdenes; sólo servir.»<br />
ALBERT EINSTEIN<br />
La vida no tiene sentido sin emociones. ¿Cuál es la sal de<br />
la existencia sino el amor, la belleza, la justicia, la verdad, la<br />
dignidad, el honor, y las gratificaciones que nos aportan? Estos<br />
sentimientos, y las emociones que los acompañan, son<br />
como brújulas que nos guían a cada paso. Siempre intentamos<br />
avanzar hacia más amor, más belleza, más justicia, y a alejarnos<br />
de sus contrarios. Privados de las emociones, perdemos<br />
nuestras referencias más básicas y somos incapaces de elegir<br />
en función de lo que nos importa de verdad.<br />
Algunas enfermedades mentales se traducen en una pérdida<br />
de contacto de ese tipo. Los pacientes que las sufren podría<br />
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decirse que se hallan exilados en una "tierra de nadie" <strong>emocional</strong>.<br />
Como Peter, por ejemplo, un joven canadiense de origen<br />
griego, que apareció en el servicio de urgencias de mi hospital<br />
cuando yo todavía era un interno.<br />
Peter oía voces desde hacía un tiempo. Esas voces le decían<br />
que era ridículo, inútil, y que lo mejor que podía hacer era morirse.<br />
Poco a poco, las voces se habían convertido en omnipresentes,<br />
y el comportamiento de Peter se fue volviendo cada vez<br />
más extraño. Había dejado de lavarse, se negaba a comer, y podía<br />
permanecer enclaustrado en su habitación varios días seguidos.<br />
Su madre, que vivía sola con él, se consumía, pero no<br />
sabía qué hacer. Además, su único hijo, el brillante estudiante<br />
de primer año de filosofía, el primero de la clase, siempre había<br />
sido un poco excéntrico...<br />
Un día, exasperado por no se sabe el qué, Peter había insultado<br />
y golpeado a su madre. Ella tuvo que llamar a la policía,<br />
y así es como se encontró hospitalizado en urgencias. Bajo<br />
el efecto de los medicamentos, Peter se calmó bastante. Las<br />
voces prácticamente desaparecieron en pocos días; decía que<br />
ahora podía «controlarlas». Pero no había recuperado su comportamiento<br />
normal ni mucho menos.<br />
Al cabo de algunas semanas de tratamiento -pues los medicamentos<br />
antipsicóticos deben tomarse a largo plazo-, su<br />
madre se hallaba casi tan inquieta como el primer día: «No<br />
siente nada, doctor -me dijo con un tono de súplica en la voz-.<br />
Mírele. No le interesa nada, ni hace nada. Se pasa los días fumando<br />
cigarrillos».<br />
Observé a Peter mientras ella me hablaba. Tenía un aspecto<br />
penoso. Ligeramente encorvado, el rostro endurecido, y con la<br />
mirada vacía, recorría el pasillo de servicio como un zombi. Él,<br />
que había sido tan brillante, ya casi no reaccionaba a las noticias<br />
del mundo exterior ni a la gente. Este estado de apatía<br />
<strong>emocional</strong> suele inspirar piedad e inquietud en el entorno de los<br />
pacientes como Peter. Y sin embargo, sus alucinaciones y deli-<br />
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