curacion_emocional
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iflUH-JÍM/ C/* H* lltM/WH/H/gW*...<br />
estrés: la fatiga inexplicable, la hipertensión arterial, los catarros<br />
y otras infecciones repetitivas, las enfermedades cardíacas,<br />
los trastornos intestinales y los problemas de la piel. Investigadores<br />
de Berkeley han llegado incluso a sugerir hace<br />
poco que lo que más pesa sobre nuestro corazón y arterias es<br />
la supresión de las emociones negativas por parte del cerebro<br />
cognitivo, y no las emociones negativas en sí mismas. 16<br />
El «fluir» y la sonrisa del Buda<br />
Para vivir en armonía en la sociedad humana hay que alcanzar<br />
y mantener un equilibrio entre nuestras reacciones<br />
<strong>emocional</strong>es inmediatas -instintivas- y las respuestas racionales<br />
que preservan los vínculos sociales a largo plazo. La inteligencia<br />
<strong>emocional</strong> se expresa al máximo cuando los dos sistemas<br />
del cerebro -el cortical y el límbico- cooperan en todo<br />
momento. En este estado, los pensamientos, decisiones y gestos,<br />
se ajustan y fluyen de manera natural, sin que prestemos<br />
una atención particular. En este estado, sabemos qué elección<br />
tomar en cada instante, y vamos en pos de nuestros objetivos<br />
sin esfuerzo, con una concentración natural, porque nuestras<br />
acciones están en línea con nuestros valores. Este estado de<br />
bienestar es a lo que aspiramos continuamente: la manifestación<br />
de la armonía perfecta entre el cerebro <strong>emocional</strong>, que<br />
proporciona la energía y la dirección, y el cerebro cognitivo,<br />
que organiza su ejecución. El gran psicólogo estadounidense<br />
Mihaly Csikszentmihalyi, que creció en el caos de la Hungría<br />
de postguerra, ha dedicado su vida a la comprensión de la<br />
esencia del bienestar. Y ha bautizado esta condición como el<br />
estado de «fluir». 17<br />
Curiosamente, existe un señalador fisiológico muy simple<br />
de esta armonía cerebral del que Darwin estudiara los fundamentos<br />
biológicos hace ya más de un siglo: la sonrisa. Una<br />
sonrisa falsa -la que uno se impone por razones de orden social-<br />
sólo moviliza los músculos cigomáticos del rostro, los<br />
que al hacer retroceder los labios descubren los dientes. Por el<br />
contrario, una sonrisa "verdadera" moviliza además los músculos<br />
que rodean los ojos. Pues éstos no pueden contraerse voluntariamente,<br />
es decir, mediante el cerebro cognitivo. La orden<br />
debe provenir de las regiones límbicas, primitivas y<br />
profundas. Por esta razón, los ojos no mienten nunca: su pliegue<br />
señala la autenticidad de una sonrisa. Una sonrisa cálida,<br />
verdadera, nos da a entender intuitivamente que nuestro interlocutor<br />
se encuentra, en ese preciso instante, en un estado de<br />
armonía entre lo que piensa y lo que siente, entre cognición y<br />
emoción. El cerebro tiene una capacidad innata para alcanzar<br />
el estado de fluir. Su símbolo más universal es la sonrisa en el<br />
rostro del Buda.<br />
El objetivo de los métodos naturales que me esforzaré en<br />
presentar en los capítulos siguientes es precisamente facilitar<br />
esta armonía, recuperarla. Contrariamente al CI, que evoluciona<br />
muy poco en el transcurso de la vida, la inteligencia <strong>emocional</strong><br />
puede cultivarse en todas las edades. Nunca es demasiado<br />
tarde para aprender a regular mejor las propias<br />
emociones y la relación con los demás. El primer enfoque descrito<br />
es sin duda el más fundamental. Se trata de optimizar el<br />
ritmo del corazón para resistir el estrés, controlar la ansiedad y<br />
maximizar la energía vital que hay en nosotros. Es la primera<br />
clave de la inteligencia <strong>emocional</strong>.<br />
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