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curacion_emocional

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nuestra atención hasta que el peligro desaparece. También es<br />

él el que interrumpe la conversación entre dos hombres en la<br />

terraza de una cafetería cuando en su campo de visión irrumpe<br />

una seductora minifalda. Y también es él el que silencia a los<br />

padres en un parque cuando perciben por el rabillo del ojo que<br />

un perro desconocido se acerca a su hijo.<br />

El equipo de Patricia Goldman-Rakic, de la Universidad de<br />

Yale, ha demostrado que el cerebro <strong>emocional</strong> tiene la capacidad<br />

de "desconectar" el córtex anterior, la parte más avanzada<br />

del cerebro cognitivo (el término inglés, como en informática,<br />

es situarlo off-line). Bajo el efecto de un estrés importante, el<br />

córtex anterior deja de responder y pierde la capacidad de<br />

guiar el comportamiento. De repente, los que toman la iniciativa<br />

son los reflejos y las acciones instintivas." Más rápidos y<br />

cercanos a nuestra herencia genética, la evolución les ha dotado<br />

de prioridad en las situaciones urgentes, como si estuviesen<br />

mejor dotados para guiarnos que las reflexiones abstractas<br />

cuando lo que está en juego es la vida. En las condiciones de<br />

vida casi animales de nuestros antepasados, este sistema de<br />

alarma era algo esencial. Varios cientos de miles de años tras<br />

la aparición del Homo sapiens, nos sigue resultando prodigiosamente<br />

útil en la vida cotidiana. No obstante, cuando nuestras<br />

emociones son demasiado intensas, esta preeminencia del cerebro<br />

<strong>emocional</strong> sobre el cognitivo empieza a dominar nuestro<br />

funcionamiento mental. Perdemos entonces el control del flujo<br />

de nuestros pensamientos y nos tornamos incapaces de actuar<br />

en función de nuestro mejor interés a largo plazo. Eso es<br />

lo que nos sucede cuando nos sentimos "irritables" tras una<br />

contrariedad, en el transcurso de una depresión, o como consecuencia<br />

de un traumatismo <strong>emocional</strong> más grave. Eso es<br />

también lo que explica el "temperamento demasiado sensible"<br />

de aquellas personas que han padecido abusos físicos, sexuales,<br />

o incluso simplemente <strong>emocional</strong>es.<br />

En la práctica médica, se pueden hallar dos ejemplos co-<br />

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mentes de este cortocircuito <strong>emocional</strong>. El primero es el que<br />

se denomina «estado de estrés postraumático» (EEPT): a consecuencia<br />

de un traumatismo grave -por ejemplo, una violación<br />

o un terremoto-, el cerebro <strong>emocional</strong> se comporta como<br />

un centinela leal y consciente de que se hubiera dejado sorprender.<br />

Desencadena la alarma con mayor frecuencia, como<br />

si fuese incapaz de asegurar la ausencia de todo peligro. Es lo<br />

que le sucedió a una superviviente del 11 de septiembre que<br />

llegó a tratarse en nuestro centro de Pittsburgh: meses después<br />

del atentado, su cuerpo se paralizaba en el momento en que<br />

ponía el pie en un rascacielos.<br />

El segundo ejemplo corriente es el de los ataques de ansiedad,<br />

que en psiquiatría también se llaman ataques de pánico.<br />

En los países desarrollados, casi una persona de cada veinte ha<br />

sufrido ataques de pánico. 12 A menudo, las víctimas tienen la<br />

impresión de que van a padecer un infarto, a causa de las impresionantes<br />

manifestaciones físicas. El cerebro límbico toma<br />

repentinamente el control de todas las funciones del cuerpo: el<br />

corazón late a toda velocidad, el estómago se anuda, manos y<br />

piernas tiemblan, el sudor perla todo el cuerpo. Al mismo<br />

tiempo, las funciones cognitivas son aniquiladas por la subida<br />

de adrenalina. El cerebro cognitivo no percibirá razón alguna<br />

para un estado de alarma tal, pues permanecerá "desconectado"<br />

por la adrenalina, siendo incapaz de organizar una respuesta<br />

coherente frente a la situación. Las personas que han<br />

padecido ataques de ese tipo lo describen muy bien: «Mi cerebro<br />

estaba como vacío; no podía pensar. Las únicas palabras<br />

de las que era consciente eran: "Estás a punto de morir; llama<br />

a una ambulancia. ¡Deprisa!"».<br />

La asfixia cognitiva<br />

Por el contrario, el cerebro cognitivo controla la atención<br />

consciente y la capacidad de atemperar las reacciones <strong>emocional</strong><br />

antes de que se tornen desproporcionadas. Esta regulación<br />

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