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interesante es que esta serie fotográfica constituye un ejemplar paradigmático de esta<br />
“teoría de los juegos” en el sentido de que su composición es generada por un<br />
elemento simbólico y formal, cuya arquitectura se levanta como un campo de batalla,<br />
como un síntoma.<br />
Uno de los elementos determinantes es lo que denominamos claroscuro, que consiste<br />
no sólo en constatar que todos los cuerpos materiales iluminados proyectan sombras,<br />
sino enfocarlos mediante haces luminosos artificiales para provocarlas y extraer su<br />
potencial expresivo e intimidatorio. Vale señalar que en la estética pictórica del barroco<br />
europeo de siglo XVII, el sentido del claroscuro consiste en hacer emerger las figuras<br />
desde la oscuridad, de tal manera que los cuerpos parecen no recortarse sobre sí<br />
mismos, sino sobre ese fondo oscuro desde el cual no terminan nunca por aparecer<br />
totalmente.<br />
Ahora bien, en el caso de la fotografía, y especialmente en este trabajo de <strong>Manuel</strong><br />
<strong>Gianoni</strong>, las imágenes parecen ser un negativo del claroscuro barroco (sin despreciar<br />
el color). En efecto, los cuerpos vienen hacia la sombra desde un fondo de luz, como si<br />
hubiera una inversión de la fuente lumínica, por lo que los cuerpos necesitan<br />
ensombrecerse, “sobrecolorearse” para aparecer, recibiendo desde el lado del<br />
espectador un foco de oscuridad. Los cuerpos se agencian así, en la dimensión del<br />
sentido figurado, del simulacro, de las apariencias, constituyendo un mundo de<br />
significaciones de límites imprecisos que deben necesariamente ser interpretados.<br />
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