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En segundo lugar, varios de los fundadores, como los profesores Benjamín Díaz
Leal, Jorge Luis Páez López y el propio Sixto Iván Orozco, venían de participar
activamente
en cooperativas y de trabajar con comunidades campesinas. En este sentido, no se
puede afirmar con toda certeza que los pioneros, es decir, los primeros asociados
que entraban a una empresa que no era de por sí sólida, se asociaron a Cooprudea
con fines meramente monetaristas o de bienestar personal, en medio de una
coyuntura económica de la Universidad que afectó el salario de los profesores,
sino que muchos de ellos sabían lo que eran las estructuras cooperativas, conocían
sus alcances y comprendían sus principios ideológicos.
A propósito de esto, es importante también llamar la atención sobre un tercer
elemento: el cooperativismo era sospechoso tanto para la izquierda como para
ciertas formas conservadoras al interior de la Universidad de Antioquia. De hecho,
para algunos el cooperativismo era una alternativa sin mayores alcances o un
modelo de desarrollo únicamente aplicable a comunidades pobres o marginadas.
Incluso en una fecha muy posterior a la fundación, a comienzos de la década 1990,
cuando el actual gerente de Cooprudea Gulfran Avilez, egresado del programa de
Administración de Empresas de la Universidad de Antioquia, le comentó a uno de
sus profesores sobre su nuevo trabajo (1991), éste, un poco decepcionado, atinó a
lanzarle una frase: “qué lástima, y yo que le veía a usted mejores destinos”.
Como se ve, en el colectivo de profesores de la Universidad de Antioquia, existían
posiciones encontradas sobre los alcances y propósitos de su organización
cooperativa. Para algunos el cooperativismo no representaba ninguna alternativa
seria de resistencia al modelo capitalista sino que seguía perpetuando las
estructuras de explotación. Para otros, era una alternativa solidaria que podría
cubrir varios aspectos de la calidad de vida de sus asociados y de sus familias,
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