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Otras voces, tal vez más sensatas, consideran que los proyectos terminaron cuando
fueron inviables, que esto sin duda fue producto de múltiples fallas en la planeación
de los mismos, y que pese a ello son y siguen siendo buenas ideas cooperativas,
que conservan una filiación de identidad con los pioneros de Cooprudea, y que son
fieles al espíritu cooperativista.
En este sentido, y como una suerte de conclusión construida colectivamente en
nuestros encuentros de los Jueves de la memoria, a los que nos hemos referido
antes, fue la falta de creación de consensos auténticos, el individualismo y el
deseo de figuración; es decir, el personalismo y la falta de solidaridad con que se
asumieron los diferentes proyectos, algunos de los factores que dieron al traste
con estas iniciativas, pese a que eran y siguen siendo buenas ideas cooperativas,
que no tendrían por qué haber terminado de esa forma: cargando la calificación
de locuras o de imposibles.
A continuación se describirán concretamente tres de estos proyectos, por
considerar que constituyen un punto de quiebre entre lo que hemos llamado
primera y segunda fases de Cooprudea: 12 el sistema de vales para el mercado, la
Cafetería de Artes, y el Centro Social La Fraga. Recordemos que a la primera época
la hemos llamado romántica, por el aura de pasión y de empirismo administrativo
que la rodea, y que a la segunda, la hemos llamado de concrescencia o fase del
aprendizaje de la administración científica.
En adelante pues, se aventurará cierto diagnóstico de esos proyectos que algunos
consideran para olvidar, o para no repetir, basándonos no tanto en un análisis
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Estaríamos en el paso entre la primera y la segunda década de Cooprudea; es decir, entre el
romanticismo y la fase personalista de Cooprudea, como la han llamado algunos. Véase capítulo I,
Las tres fases de Cooprudea.
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