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LA CLASE DEL 10

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ARQUEOLOGÍA FUTBOLERA<br />

Misterio<br />

Ilustración: Rodrigo López<br />

túnel JUL- AGO 2016<br />

Hace un tiempo que no se ven. El encuentro,<br />

aunque casual, brinda la oportunidad de<br />

ponerse al día. Al menos en titulares.<br />

–¿En qué andás?<br />

–Y… en la vuelta, como siempre.<br />

–¿Estás yendo al fútbol?<br />

–Cuando puedo, si es en el Franzini, voy.<br />

–Este sábado jugamos contra Wanderers. Si<br />

querés, podemos ir juntos, así charlamos con<br />

calma.<br />

–¡Uy! El sábado justo no puedo, tengo que<br />

dar unas clases…<br />

–¿En el liceo?<br />

–No, estoy dando unos talleres de escritura<br />

allá en la calle Verdi, frente al cementerio del<br />

Buceo; un lugar precioso, con teatro, varios<br />

salones con aire acondicionado, rampas y<br />

baños para discapacitados: el club Misterio.<br />

–Camiseta amarilla, vivos rojos, short<br />

negro… Antes, la cancha que –junto<br />

con la de Misiones– era de las pocas con<br />

habilitación oficial a las que podíamos<br />

acceder, quedaba a la derecha, cuando<br />

doblás por Verdi, paralela a la calle Propios,<br />

donde ahora están todas esas viviendas. Los<br />

vestuarios eran un ranchito con techo de<br />

lata, pero cuando podíamos jugar en ella,<br />

para nosotros era todo un acontecimiento.<br />

Una vez ganamos un partido increíble<br />

ahí. Yo jugaba en el club Simón Bolívar,<br />

que estaba en la calle Simón Bolívar y<br />

Palmar. En aquel tiempo, algunos cuadros<br />

de barrio que no estaban en ninguna liga,<br />

durante la semana, buscaban contrario<br />

para el sábado o el domingo. Era por el<br />

placer de jugar. Incluso, a veces, a falta<br />

de otro, se repetía el rival. No recuerdo<br />

contra quién fue, pero sí que era uno de<br />

los equipos más fuertes y mejor armados<br />

de la época. La noche anterior había<br />

llovido y la cancha estaba pesada. Ellos<br />

eran muy superiores en el juego. Todos<br />

tipos con unos físicos espléndidos y muy<br />

buena técnica, pero pesados. De entrada<br />

se nos vinieron en malón y nosotros<br />

aguantábamos como podíamos. Pero<br />

igual, antes de terminar el primer tiempo,<br />

se pusieron dos a cero. Parecía que iba<br />

a terminar en goleada. No me acuerdo<br />

bien cómo descontamos. Lo que sí no<br />

me olvidaré jamás es lo que vino después.<br />

Nos tenían “embotellados”, como se decía<br />

antes, y nosotros mordíamos y echábamos<br />

el resto en cada jugada. Era carga tras<br />

carga, pero no podían entrarnos. En uno<br />

de esos ataques, justo robo una pelota y<br />

se la tiro larga a Romeo –mi amigo que<br />

hace años vive en Perú y da clases en<br />

varias universidades de Lima–, que en<br />

aquel tiempo era un flaco livianito y veloz.<br />

Picó y dejó atrás a los defensas. Gol. Ese<br />

día andaba clarito, las acertó todas. El<br />

tercero fue muy parecido. Un contragolpe<br />

mortal. Mando un pelotazo y Romeo les<br />

gana la espalda a los zagueros, que quedan<br />

empantanados en el barro. Tres a dos.<br />

Dimos el batacazo. Nadie podía creerlo.<br />

*<br />

Se despiden. El periodista continúa su ruta.<br />

Va pensando en el misterio de la memoria y<br />

sus extraños senderos.<br />

_Luis Morales<br />

El fútbol es la excusa<br />

Ricardo se sube las medias por encima<br />

del vaquero. Se ajusta la gorra y mira al<br />

horizonte. El horizonte son cuadras y<br />

cuadras de campo, callecitas descolgadas<br />

del mapa. Entre el ojo y el horizonte hay<br />

una reja, sobre la reja un alambre de púas,<br />

casi inalcanzable. En las esquinas del predio<br />

se erigen los monumentos de la vigilancia.<br />

Las luces lo denuncian todo, los pastos se<br />

cortan al ras o se peinan a lo bruto, para<br />

que nadie, nadie, se escape. El escape es una<br />

ilusión, una máquina mental. La máquina<br />

mental es a veces el escape, pero es también<br />

la enfermedad. La fuga nunca es una nota<br />

musical. Cristian pide un short prestado<br />

porque el suyo está mojado, hace días que<br />

llueve, pero hoy el sol nos guiña una tarde<br />

que se presta para el juego. El juego, como<br />

el hambre y la escuela, son las necesidades<br />

básicas para el desarrollo. El barrio es la<br />

cuna. La esquina, el lugar donde se ama, se<br />

peca, se llora y se curte. Pablo se acomoda<br />

la ropa, la panza se mece pero la técnica<br />

es la misma de siempre. Sus dieciséis años<br />

le han enseñado, entre otras cosas, a hacer<br />

un amague. Yo soy el que sigue de largo.<br />

Elbio dice que no va a jugar pero termina<br />

poniéndose el chaleco rojo y patea para mi<br />

cuadro. Es callado. La vida lo tiene callado.<br />

La pelota le cae en los pies y la patea, sonríe<br />

Talleres de Fútbol en la Colonia Berro. Colectivo nadacrecealasombra y futbolistas de Miramar Misiones. (Foto: Alessandro Maradei)<br />

por lo bajo, saluda por lo bajo, vive por lo<br />

bajo. Alexis derrocha su energía por todo<br />

el campo de juego. Corre, se tropieza,<br />

cae, se levanta, grita, la pide. Y cuando<br />

alguien la pide lo mejor es dársela. Miguel<br />

se para en el fondo con la sobriedad de los<br />

zagueros de antes, Ángel en el arco, con la<br />

remera colgando del travesaño y la culpa<br />

que va de palo a palo. No hay tiempo para<br />

protestas. Si apenas se va, siga siga, si el<br />

pelotazo es exagerado, habrá que meterse<br />

entre las chircas. Jhonny ocupa el otro arco,<br />

Gabriel le dejó su lugar porque quiere ir un<br />

rato de nueve. ¿Cuánto hay de sano en un<br />

adolescente que quiere jugar de nueve? El<br />

partido se brinda. La vida dura lo que dura<br />

el juego. Creo que al fin se define por un<br />

gol o por penales. El partido lo ganamos<br />

todos. La vida vuelve a la cabeza, el sudor se<br />

enfría en la espalda. Hasta un raspón delata<br />

la intensidad. El barro en los championes<br />

es la piel que no nos deja huir. El viento<br />

sopla, vuela el poncho del Diablo. Álvaro<br />

tiene que darle de comer a los chanchos,<br />

Franco deberá terminar con la cocina.<br />

Robert sudará su eterna camiseta del Barza,<br />

pero después tendrá que hacer los deberes<br />

para el liceo. Yo me iré al afuera. Saldré<br />

del adentro. Del encierro. Me encontraré<br />

con mi barrio, mi perro y las dinámicas<br />

problemáticas del cotidiano. La vida es un<br />

cuaderno de matemáticas que siempre da<br />

error. El error es a veces lo más lindo que nos<br />

ha pasado. O lo más terrible. ¿Cuánto nos<br />

educan sobre el error? ¿Cuánto sobre el éxito<br />

y el fracaso? Este hombre que ahora escribe,<br />

que tuvo la oportunidad de comer todos los<br />

días de su vida, de ir a la escuela y al liceo, de<br />

ser besado por una madre, tapado por una<br />

frazada, este hombre privilegiado se acurruca<br />

en las palabras porque no le queda otra.<br />

Los futbolistas de Miramar Misiones ya no<br />

serán los mismos futbolistas de siempre. Hay<br />

partidos que, cuando se habla de experiencia,<br />

no se cuentan nunca, pero son puntos de oro<br />

al final del campeonato. Un entrenamiento<br />

que poco tiene que ver con lo táctico, lo<br />

técnico es el abrazo, la complicidad, lo físico<br />

es correr, correr y correr. La risa es pájaro<br />

en mano. La muerte, un ciento volar. El<br />

colectivo NADACRECEA<strong>LA</strong>SOMBRA se repartirá<br />

por los barrios montevideanos, con el alma<br />

más adolescente y el corazón en carne viva.<br />

Gonzalo divulgará lo que siente el grupo al<br />

final de la jornada. El grupo acotará lo que<br />

el portavoz defiende, y se preparará para<br />

el próximo juego, el lunes siguiente, en la<br />

canchita de la Colonia Berro.<br />

_Agustín Lucas<br />

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