88 INDAP - MINISTERIO DE AGRICULTURA Quinchamalí, comuna de Chillán, Región del Biobío Contacto: Mónica Venegas, presidenta de la Unión de Artesanas de Quinchamalí Correo: monicaquinchamali@gmail.com Teléfono: (+569) 8416 5577
BITÁCORA DE TURISMO RURAL 2016/2017 89 VIOLETA PARRA EN MANOS DE ALFARERAS DE QUINCHAMALÍ Con las manos y el corazón en la greda Mónica Venegas, alfarera desde hace tres décadas y presidenta de la Unión de Artesanas de Quinchamalí, donde participan activamente 11 mujeres de ese poblado de la comuna de Chillán, habla así de su oficio: “El primer contacto de mis manos con la greda fue mágico y supe de inmediato que jamás la dejaría, porque me dio alas para crear y soñar. Hoy soy una orgullosa defensora de mi arte, que sólo me ha dado satisfacciones”. Sobre esta artesanía característica, que les ha valido a sus cultoras ser declaradas Tesoro Humano Vivo, contar con denominación de origen y Sellos de Excelencia y participar en la Expo Milán y las principales ferias del país, afirma que se sabe poco: “Muchos creen que chanchitos y guitarreras son iguales, pero no hay ninguno igual a otro, son piezas únicas”. Cuenta que durante el verano recolectan la greda que usarán el resto del año -así como el guano de vacuno para la cochura y el de caballo para el teñido-, y que elaborar cada pieza requiere “mucha pega y mucho humo”, lo que mella la salud de las cultoras: “La mayoría termina con enfermedades pulmonares, reumáticas y a la vista”. El paso a paso de Mónica comienza extrayendo la materia prima en diferentes terrenos de la zona, para luego secarla. Remoja lo que usará, le agrega arena amarilla y amasa con los pies. La deja reposar, elimina cascajo, carboncillo, semillas y raíces, y bastonea para cortar el trozo necesario. Las piezas utilitarias se trabajan en una tabla lisa desde la base y las ornamentales, con una esfera de inicio. Se paletea, se orea y se comienza a armar. Luego vienen el bruñido, secado, lustrado a la antigua (con grasa de ave) y esgrafiado con una aguja de victrola, con motivos que se transmiten de madre a hija: Flores de cerezos, hojas de higueras, espigas de trigo. En verano las piezas se ponen al sol y luego al fuego. En invierno son ahumadas en canastos de alambre y de ahí van a la colchura, a 920 grados de temperatura. Finalmente se quita el hollín y se pone el colo blanco en los dibujos. Este año, y durante siete meses, Mónica y otras seis artesanas de Quinchamalí trabajaron en las 207 piezas que dieron vida al mural a Violeta Parra en su casa natal de San Carlos, con motivo del centenario de su nacimiento que se celebra en 2017. “Fue un gran desafío y debimos adecuar nuestras técnicas a lo que nos pidió la encargada del proyecto, Militza Augusti. El resultado fue impactante y emocionante, algo único. Así como Violeta alguna vez promovió nuestra artesanía, ahora nosotras le devolvimos la mano y la retratamos desde su nacimiento hasta que nos dejó”, dice Mónica.