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BITÁCORA DE TURISMO RURAL 2016/2017<br />

89<br />

VIOLETA PARRA EN MANOS DE<br />

ALFARERAS DE QUINCHAMALÍ<br />

Con las manos y el corazón en la greda<br />

Mónica Venegas, alfarera desde hace tres décadas y presidenta de la<br />

Unión de Artesanas de Quinchamalí, donde participan activamente 11<br />

mujeres de ese poblado de la comuna de Chillán, habla así de su oficio:<br />

“El primer contacto de mis manos con la greda fue mágico y supe de<br />

inmediato que jamás la dejaría, porque me dio alas para crear y soñar.<br />

Hoy soy una orgullosa defensora de mi arte, que sólo me ha dado<br />

satisfacciones”.<br />

Sobre esta artesanía característica, que les ha valido a sus cultoras ser<br />

declaradas Tesoro Humano Vivo, contar con denominación de origen y<br />

Sellos de Excelencia y participar en la Expo Milán y las principales ferias del<br />

país, afirma que se sabe poco: “Muchos creen que chanchitos y guitarreras<br />

son iguales, pero no hay ninguno igual a otro, son piezas únicas”.<br />

Cuenta que durante el verano recolectan la greda que usarán el resto del<br />

año -así como el guano de vacuno para la cochura y el de caballo para<br />

el teñido-, y que elaborar cada pieza requiere “mucha pega y mucho<br />

humo”, lo que mella la salud de las cultoras: “La mayoría termina con<br />

enfermedades pulmonares, reumáticas y a la vista”.<br />

El paso a paso de Mónica comienza extrayendo la materia prima en<br />

diferentes terrenos de la zona, para luego secarla. Remoja lo que usará,<br />

le agrega arena amarilla y amasa con los pies. La deja reposar, elimina<br />

cascajo, carboncillo, semillas y raíces, y bastonea para cortar el trozo<br />

necesario. Las piezas utilitarias se trabajan en una tabla lisa desde la<br />

base y las ornamentales, con una esfera de inicio. Se paletea, se orea y se<br />

comienza a armar.<br />

Luego vienen el bruñido, secado, lustrado a la antigua (con grasa de ave)<br />

y esgrafiado con una aguja de victrola, con motivos que se transmiten<br />

de madre a hija: Flores de cerezos, hojas de higueras, espigas de trigo.<br />

En verano las piezas se ponen al sol y luego al fuego. En invierno son<br />

ahumadas en canastos de alambre y de ahí van a la colchura, a 920 grados<br />

de temperatura. Finalmente se quita el hollín y se pone el colo blanco en<br />

los dibujos.<br />

Este año, y durante siete meses, Mónica y otras seis artesanas de<br />

Quinchamalí trabajaron en las 207 piezas que dieron vida al mural a<br />

Violeta Parra en su casa natal de San Carlos, con motivo del centenario<br />

de su nacimiento que se celebra en 2017. “Fue un gran desafío y debimos<br />

adecuar nuestras técnicas a lo que nos pidió la encargada del proyecto,<br />

Militza Augusti. El resultado fue impactante y emocionante, algo único.<br />

Así como Violeta alguna vez promovió nuestra artesanía, ahora nosotras<br />

le devolvimos la mano y la retratamos desde su nacimiento hasta que nos<br />

dejó”, dice Mónica.

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