Anuario 2016

Anuario 2016 Febrero
La situación de la paraestatal es crítica y se necesitaba un cambio
en el timón. Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos, si
bien no provocó varias de las crisis que acarrea la empresa, sí deja
el cargo en medio de uno de los momentos más delicados de la
historia que urgen una visión distinta para su atención: la caída en
los precios del petróleo, la dificultad en la implementación de la
Reforma Energética y el rescate anunciado por la Secretaría de
Hacienda. Se va sin ir a ningún otro lado, como quien falla y no
merece premio.
No es el caso de José Antonio González Anaya a quien se le
reconoce contener la crisis financiera del IMSS y cuyo reto principal
será hacer lo mismo en Pemex. No solo es un funcionario público
capaz y un economista probado, sino que mantiene una gran
relación con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Así que
además de González Anaya, el ganón con el cambio es el titular de
Hacienda.
Por la misma ruta del servicio público y, como pocas veces se
observa, con una trayectoria transexenal, el extitular de Cofepris,
Mikel Arriola –que colocó a la Institución como ejemplo mundial y
varios países retoman lo que hoy se hace y cómo se hace- tendrá
el reto no menor de tomar al IMSS y lograr que el saneamiento
financiero se transforme ahora en mejor servicio, mayor calidad en
la atención y más prontitud para los derechohabientes.
La llegada del exrector de la UNAM, José Narro, a la Secretaría de
Salud tiene otra lectura. Por supuesto que el gremio de los médicos
dio su aval -ya de por sí, eso no es sencillo-, pero el nombramiento
tiene también una lógica política de quien es todo, menos
improvisado. No solo Narro manejó sin sobresaltos la máxima casa
de estudios del país; regresa al servicio público donde ya tuvo
posiciones, como una subsecretaría en Gobernación. Es un médico,
sí, pero sobre todo, es un político profesional. Uno con quien el
presidente Peña Nieto contó desde el día uno de su gobierno.
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