Edición No. 17 Enero 2017

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Poeta: Jorge Hernández Osnaya
Cuernavaca, Mor. MEXICO
“La cena de una navidad pasada o presente o futura”
Como siempre otro año que se va y como siempre sólo pienso en pasarla
con mi familia, como es costumbre y natural, pero sin el aliciente de la
compañía que deseo. Sin embargo, algo cambio la rutina de ésta temporada,
porque en una de esas pocas reuniones a las que soy invitado en el
ambiente de trabajo ha surgido algo casi mágico y es porque así mismo
como una casualidad la oportunidad ha llegado a mi vida de nuevo en la
forma de una persona especial por demás. Todo comienza en una recepción
sencilla, muy íntima, sólo los más allegados y como yo algunos invitados
más y es ahí donde entra ella. He tomado su mano al presentármela
y quede absorto en la inmensidad de su mirada, de ojos obscuros, de cuidado
maquillaje, discreta en apariencia pero sin poder ocultar del todo su
sensualidad. Hemos quedado lado a lado, departiendo alegremente por
primera vez en un largo tiempo, animado en la compañía, de conocernos a
través de pinceladas de nuestras historias, que si el trabajo o los compromisos,
que cuáles son nuestras situaciones, nuestros gustos y disgustos y
sin pensarlo mucho algunas indiscreciones, todo parece tan natural, hasta
las diferencias de pensar son deliciosamente atrayentes, no importa el
pasado, ni el futuro, es el ahora el que prevalece y la verdad es algo que no
pensé que pudiera volver a sentir.
De la mesa pasamos a degustar algo de buena bebida, algo de bohemia
y después de algunas lunas ya nuevamente me animo a cantar algo especial
y ella sabe que es para sí, de un romántico que la halaga completa
entre las chanzas y aplausos y sonrisas cómplices de los comensales que
nos conocen y la música comienza a escuchar con cadencias y no quiero
perder esa sensación de estar a su lado de acapararla, de hacerle sentir
mi interés al que para mí fortuna soy correspondido y a dicha mía. En la
pista improvisada nos devaneamos envueltos en los ritmos de moda, los
latinos, sensuales y es ahí donde el mundo desaparece, sólo existimos los
dos, como si las estrellas sólo nos iluminaran a nosotros y no hubiera más
sonidos que nuestros corazones y los pensamientos nos traicionasen sin
más palabras. La reunión termina, por supuesto me ofrezco a acompañarle
y como buen caballero no me arriesgo a perderle, le llevo a su casa e intercambiamos
números de contactos y al final de la velada me llevo gratamente
en los labios el sabor de su boca perfumada de deseos y la promesa
de pronto volver a vernos. No puedo creerlo de tan deliciosa criatura tener
la esperanza de verla de nuevo y le escribo al llegar a casa deseándole una
buena noche de bellos sueños prometiéndole llevarla en mis pensamientos
y agradeciendo al infinito universo que vibráramos al unísono esa noche.