Edición No. 19 Marzo del 2017

59 VISIÓN UNIVERSAL MAGAZINE
UNA MIRADA DESDE EL ESPACIO. EL ÁRBOL DE LA VIDA
Hubo un tiempo en que los primates podían atravesar desde una punta
a otra de España, colgados de árbol a árbol, desde Irún a Gibraltar, sin
necesidad de poner un pie en tierra. Fue un tiempo más equilibrado
para los reinos animal y vegetal, un tiempo de Naturaleza hermosa y
exuberante. Un tiempo durante el cual, la sublime Gaia, era un planeta
aún más salvaje, más armonioso de lo que pudiera ser en la actualidad,
más parecido al Edén del que el hombre fuera exiliado, pero,
desgraciadamente, la soberbia
y la ignorancia ya anidaban por
aquellos entonces en el corazón
humano y el hombre había asumido
como suya la pertenencia
absoluta e inmedida del planeta
con todos sus habitantes, ya fueran
las criaturas del agua, ya fueran
los seres del cielo, o los que
pisaban la superficie o anidaban
en las entrañas de la Madre Tierra.
Prefería olvidar su exilio del
Jardín del Edén, pensando que si
olvidaba, podría crear una realidad
nueva y paralela, diferente,
más conveniente a sus desmedidos
intereses. Así, envuelto por
una oportuna falta de recuerdos
ejerció como amo absoluto de
una Creación perfecta y armoniosa,
arrogándose, además, el
humano derecho de explotarla
abusivamente y sin medida, para
la consecución de sus, generalmente,
desequilibrados fines.
A pesar de ello, aún existía un
resquicio, en aquel soberbio ser,
que lo mantenía apegado a la
naturaleza igual que a cualquier
otro de los animales que estaban
bajo su amparo, pero, con
el transcurso de las estaciones,
con el advenimiento de los soles
y la caída de las lunas su inteligencia
de animal privilegiado
fue agilizándose, no transitando
siempre por senderos correctos,
y su destreza, para materializar
sus descubrimientos, creció en
la mayor parte de las ocasiones
en desarmonía, y siempre, en
detrimento de sus semejantes, y
de la Tierra que lo cobijaba, que
le ofrece abrigo y que lo alimenta,
acallando la humanidad en la
que fuera fundido, y mal gobernando
la riqueza de la que está
rodeado, ejerciendo como un
insaciable expoliador. Como el
depredador más salvaje.