Edición No. 19 Marzo del 2017

Dejó de admirar las estrellas.
Desagradecido por cuantas bendiciones
tiene a su alcance, e impulsado
por su ignorante soberbia
arremetió contra el planeta que
amorosamente aún lo acuna a
pesar de sus maldades. La raza
humana presagia que algún día
viajará hacia las estrellas, no para
admirarlas, ni para aprender, sino
para poseerlas de la manera más
zafia y brutal como ya hiciera con
la Tierra. El hombre presume de
Sabiduría como si fuera la única
raza, el mejor de los seres que
habita el Sistema Solar……. y, por
supuesto, cualquier otro, por lejos
que esté, a millones de años luz.
Sólo él usa la medida del tiempo
para contabilizar. Para medir la
vida y los recuerdos. Su ignorancia
y su soberbia lo identifican.
Presagia y presume porque, quizás,
en no mucho tiempo terrestre
habitará en otro lejano planeta
desde el que no podrá ni siquiera
adivinar el contorno de este paradisíaco
y diminuto lugar en el
que tuvo la fortuna de nacer. La
distancia lo ayudará a silenciar la
estela de destrucción que deja tras
de sí. Desde la lejanía no alcanzará
a contemplar el azulado de un
olvidado hogar porque es maestro
en reinventar una nueva memoria
de la Historia, en mentir, en
ocultar la verdad inoportuna, por
lo que relatará a futuras generaciones
su logro de hallar un hogar
mejor, entre las estrellas, negándose
a confesar que la verdad es
que huye de su propia destrucción.
Relatará mentiras para esconder
miserias y culpara a la Tierra
porque el hombre nunca fue capaz
de asumir y hacerse responsable
de sus actos. Siempre exigió su
libertad sin asumir el compromiso
que conlleva semejante privilegio.
Apostata de cualquier divinidad
que no sea la propia, con esta,
excusara sus errores y maldades,
enmudeciendo la mínima oposición,
exonerándose de un mínimo
resquicio de responsabilidad. Desde
un punto lejano, de esta u otra
galaxia, recordara en una décima
de segundo el hogar de sus
antepasados sin nostalgia, sin una
brizna de amor o tristeza, con
un olvidado sentimiento y sin la
conciencia de que en sí porta el
gen de la destrucción. Para los
optimistas quedará la duda de si
una vez colonizado un lugar en el
espacio seguirá manteniendo las
maneras de un insaciable depredador
o de si habrá aprendido a usar
armoniosamente la majestuosa
Creación que le rodea. Ya que no
pudo ser rey, ¿lo convertirán sus
actos en príncipe de lo creado?
Los realistas ya intuyen la respuesta
porque es un ser complicado
y contradictorio. Es inventor de
lenguajes con el que encubrir conveniencias
para crear mundos de
ficción. Es un mago de la imagen,
un manipulador de interesadas
palabras que ocultan malolientes
realidades. Esconde el significado
de la palabra Naturaleza detrás
de un invento de sostenibilidad
sin avergonzarse de sus diarias e
insostenibles acciones contra la
misma. Practica una ecología de
apariencia..