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Aprendizaje colegial e innovación

Pnemos en practica lo amprendido ene el taller

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Recopilación de textos narrativos<br />

Temática escogida: Ficticia.<br />

EL KOALA PERDIDO<br />

Érase una vez un Koala muy chiquito que se perdió en el bosque y estaba muy triste porque<br />

extrañaba a su mamá.<br />

Un día amaneció junto a una gallina y la gallina le preguntó: ¿Quién eres tú?<br />

Yo soy Roberto, dijo el Koala. Entonces la gallina lo corrió de su casa.<br />

El Koala se fue muy triste a buscar a su mamá y en la noche tenía mucho miedo. Al día<br />

siguiente amaneció con un búho.<br />

¿Quién eres tú? —le preguntó el señor búho.<br />

Yo soy Roberto, dijo el Koala y el búho lo corrió de su casa.<br />

El Koala se fue muy triste a seguir buscando a su mamá. Llegó otra vez la noche y Roberto<br />

buscó un lugar para dormir. Al día siguiente amaneció con una mariposa.<br />

¿Quién eres tú? —le preguntó la mariposa. Yo soy Roberto —respondió el Koala.<br />

¿Y qué haces aquí, por qué no estás en tu casa? —preguntó la mariposa.<br />

Me perdí y no sé cómo llegar a mi casa, no sé cómo encontrar a mi mamá —respondió<br />

Roberto.<br />

No te preocupes —dijo la mariposa— yo te voy a ayudar a encontrar a tu mamá; ven,<br />

vamos a buscarla.<br />

La mariposa sabía en qué parte del bosque vivían todos los koalas, así que no tardaron<br />

mucho tiempo para encontrar la casa de la señora Koala.<br />

¡Por fin llegaba a su casa! Roberto y su mamá se pusieron muy felices.<br />

Ahora sí, pensó Roberto, puedo dormir tranquilo porque gracias a mi amiga la mariposa, ya<br />

nadie me va a correr de esta casa.<br />

http://www.ejemplode.com/12-clases_de_espanol/3675-ejemplo_de_textos_narrativos.html<br />

Noche estrellada<br />

Una joven pareja decide dar un paseo nocturno por el bosque cercano a su ciudad para ver<br />

las estrellas y el firmamento sin la polución de la urbe. En el momento de regresar a casa, el<br />

muchacho se da cuenta que el coche no arranca. Tras un rato intentándolo, él le propone a<br />

ella esperarle en el coche mientras va a pedir ayuda. Ella, aunque algo asustada, acepta.<br />

Nada más partir él, cierra bien todos los seguros.<br />

El tiempo pasa y su novio aún no ha regresado...Siguen pasando los minutos y el miedo en<br />

ella cada vez es mayor. De repente, ella empieza a escuchar un ruido en el exterior, más<br />

concretamente en el techo del coche. Parecía como si una rama de árbol rozará con el coche


por el aire que soplaba fuera. Aunque era extraño, porque no estaban próximos a ningún<br />

árbol. Aunque asustada, al final termina durmiéndose.<br />

Al amanecer, la muchacha es despertada por la policía. Extrañada, ella abre la ventanilla y<br />

le piden que salga del coche, pero que no mira detrás de ella. Evidentemente, se volvió y<br />

vio a su novio muerto, colgando de la rama de un árbol mientras sus pies rozaban el techo<br />

del coche.<br />

http://www.leyendascortas.net/2016/12/noche-estrellada.html<br />

La leyenda del Rey Arturo<br />

¿Conocéis al que fuera rey de la actual Gran Bretaña, Uther Pendragon? Aquello sucedió<br />

según la leyenda hace mucho tiempo, pero todavía los ecos de aquellos sucesos rezuman por<br />

todo el mundo. El rey Pendragon mantenía un duro conflicto con el llamado duque de<br />

Tintagel, que finalmente terminó un día en el que Pendragon decidió firmar la paz. Para aquel<br />

día no tuvo reparos en invitar a la gente más populosa de la comarca, entre ellos el duque de<br />

Tintagel y su mujer, la duquesa Igraine.<br />

Lejos de lo planeado, cuando Uther Pendragon topó sus ojos con la duquesa, quedó tan<br />

prendidamente enamorado de ella que todo cambió a partir de entonces. Tan enamorado y<br />

extraño se sentía que decidió solicitar la ayuda del mago de la corte, llamado Merlín, para<br />

que realizase un hechizo en su favor. Este hechizo consistió nada más y nada menos, que en<br />

hacer creer a Igraine que Uther era su verdadero marido. Y tanto funcionó el hechizo que<br />

finalmente ambos se unirían y de su relación nacería un niño llamado Arturo.<br />

Pero como aquello no podía saberse e Igraine falleció poco después del nacimiento de Arturo,<br />

éste fue enviado con el mago Merlín, el cual se haría responsable de su cuidado y formación<br />

hasta que el joven cumpliese los dieciséis años. Llegado aquel momento, Arturo fue enviado<br />

con un caballero llamado Sir Héctor, pero hasta entonces, fue el mago Merlín el encargado<br />

de cuidar, alimentar y enseñar todo aquello que sabía al joven príncipe, que lejos de ignorarlo,<br />

demostraría ser una persona obediente y responsable como pocas.<br />

Pasados los años, el rey Uther murió sin haber dejado ninguna descendencia reconocida en<br />

su castillo, y el mago Merlín, convencido por algunos caballeros, decidió organizar un evento<br />

para solucionarlo y nombrar a un nuevo rey. El reto consistiría en sacar una espada, la espada<br />

de Excálibur, de un yunque de hierro dentro del cual se encontraba atrapada. Muchos fueron<br />

los que intentaron sacarla, pero ninguno pudo conseguirlo. Ninguno salvo Arturo, que<br />

consiguió retirarla sin apenas esfuerzo.<br />

Pero la mayoría de caballeros no aceptaban el nombramiento de Arturo como el nuevo rey,<br />

y Merlín tuvo que salir en su defensa confesando que en realidad él era el único descendiente


legítimo del rey Uther. Y para asegurarse de que Arturo nunca más fuera molestado por<br />

caballeros arrogantes y egoístas, Merlín decidió crear la llamada mesa redonda, compuesta<br />

por caballeros totalmente leales al nuevo rey. Y durante mucho tiempo, el reino pudo<br />

mantenerse en paz…<br />

AMARGURA PARA TRES SONÁMBULOS — 1949<br />

Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que<br />

trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro—<br />

que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo<br />

que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas. Alguien nos dijo<br />

—y había pasado mucho tiempo antes de que lo recordáramos— que ella también había<br />

tenido una infancia. Quizás no lo creímos, entonces. Pero ahora, viéndola sentada en el<br />

rincón,<br />

con los ojos asombrados, y un dedo puesto sobre los labios, tal vez aceptábamos que<br />

una vez tuvo una infancia, que alguna vez tuvo el tacto sensible a la frescura anticipada de<br />

la lluvia, y que soportó siempre de perfil a su cuerpo, una sombra inesperada.<br />

Todo eso —y mucho más— lo habíamos creído aquella tarde en que nos dimos cuenta de<br />

que, por encima de su submundo tremendo, era completamente humana. Lo supimos,<br />

cuando de pronto, como si adentro se hubiera roto un cristal, empezó a dar gritos angustiados;<br />

empezó a llamarnos a cada uno por su nombre, hablando entre lágrimas hasta cuando<br />

nos sentamos junto a ella, nos pusimos a cantar y a batir palmas, como si nuestra gritería<br />

pudiera soldar los cristales esparcidos. Sólo entonces pudimos creer que alguna vez tuvo<br />

una infancia. Fue como si sus gritos se parecieran en algo a una revelación; como si tuvieran<br />

mucho de árbol recordado y río profundo, cuando se incorporó, se inclinó un poco<br />

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hacia adelante, y todavía sin cubrirse la cara con el delantal, todavía sin sonarse la nariz y<br />

todavía con lágrimas, nos dijo: “No volveré a sonreír”.<br />

Salimos al patio, los tres, sin hablar, acaso creíamos llevar pensamientos comunes. Tal vez<br />

pensamos que no sería lo mejor encender las luces de la casa. Ella deseaba estar sola —<br />

quizás—, sentada en el rincón sombrío, tejiéndose la trenza final, que parecía ser lo único<br />

que sobreviviría de su tránsito hacia la bestia.<br />

Afuera, en el patio, sumergidos en el profundo vaho de los insectos, nos sentamos a pensar<br />

en ella. Lo habíamos hecho otras veces. Podíamos haber dicho que estábamos haciendo lo<br />

que habíamos hecho todos los días de nuestras vidas.<br />

Sin embargo, aquella noche era distinto; ella había dicho que no volvería a sonreír, y nosotros<br />

que tanto la conocíamos, teníamos la certidumbre de que la pesadilla se había vuelto<br />

verdad. Sentados en un triángulo la imaginábamos allá adentro, abstracta, incapacitada,<br />

hasta para escuchar los innumerables relojes que medían el ritmo, marcado y minucioso, en<br />

que se iba convirtiendo en polvo: “Si por lo menos tuviéramos valor para desear su muerte”,<br />

pensábamos a coro.<br />

Pero la queríamos así, fea y glacial como una mezquina contribución a nuestros ocultos<br />

defectos.


Éramos adultos desde antes, desde mucho tiempo atrás. Ella era, sin embargo, la mayor de<br />

la casa. Esa misma noche habría podido estar allí, sentada con nosotros, sintiendo el templado<br />

pulso de las estrellas, rodeada de hijos sanos. Habría sido la señora respetable de la<br />

casa si hubiera sido la esposa de un buen burgués o concubina de un hombre puntual. Pero<br />

se acostumbró a vivir en una sola dimensión, como la línea recta, acaso porque sus vicios o<br />

sus virtudes no pudieran conocerse de perfil. Desde varios años atrás ya lo sabíamos todo.<br />

Ni siquiera nos sorprendimos una mañana, después de levantados, cuando la encontramos<br />

boca abajo en el patio, mordiendo la tierra en una dura actitud estática. Entonces sonrió,<br />

volvió a mirarnos, que había caído desde la ventana del segundo piso hasta la dura arcilla<br />

del patio y había quedado allí, tiesa y concreta, de bruces al barro húmedo. Pero después<br />

supimos que lo único que conservaba intacto era el miedo a las distancias, el natural espanto<br />

frente al vacío. La levantamos por los hombros. No estaba dura como nos pareció al<br />

principio. Al contrario, tenía los órganos sueltos, desasidos de la voluntad, como un muerto<br />

tibio que no hubiera empezado a endurecerse.<br />

Tenía los ojos abiertos, sucia la boca de esa tierra que debía saberle ya a sedimento sepulcral,<br />

cuando la pusimos de cara al sol y fue como si la hubiéramos puesto frente a un espejo.<br />

Nos miró a todos con una apagada expresión sin sexo, que nos dio —teniéndola ya entre<br />

mis brazos— la medida de su ausencia. Alguien nos dijo que estaba muerta; y se quedó<br />

después sonriendo con esa sonrisa fría y quieta que tenía durante las noches cuando transitaba<br />

despierta por la casa. Dijo que no sabía cómo llegó hasta el patio. Dijo que había sentido<br />

mucho calor, que estuvo oyendo un grillo penetrante, agudo, que parecía (así lo dijo)<br />

dispuesto a tumbar la pared de su cuarto, y que ella se había puesto a recordar las oraciones<br />

del domingo, con la mejilla apretada al piso de cemento.<br />

Sabíamos, sin embargo, que no podía recordar ninguna oración, como supimos después<br />

que había perdido la noción del tiempo cuando dijo que se había dormido sosteniendo por<br />

dentro la pared que el grillo estaba empujando desde afuera, y que estaba completamente<br />

dormida cuando alguien cogiéndola por los hombros, apartó la pared y la puso a ella de<br />

cara al sol.<br />

Aquella noche sabíamos, sentados en el patio, que no volvería a sonreír. Quizá nos dolió<br />

anticipadamente su seriedad inexpresiva, su oscuro y voluntarioso vivir arrinconado. Nos<br />

dolía hondamente, como nos dolía el día que la vimos sentarse en el rincón adonde ahora<br />

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estaba; y le oímos decir que no volvería a deambular por la casa. Al principio no pudimos<br />

creerle. La habíamos visto durante meses enteros transitando por los cuartos a cualquier<br />

hora, con la cabeza dura y los hombros caídos, sin detenerse, sin fatigarse nunca. De noche<br />

oíamos su rumor corporal, denso, moviéndose entre dos oscuridades, y quizás nos quedamos<br />

muchas veces, despiertos en la cama, oyendo su sigiloso andar, siguiéndola con el oído<br />

por toda la casa. Una vez nos dijo que había visto el grillo dentro de la luna del espejo,<br />

hundido, sumergido en la sólida transparencia y que había atravesado la superficie de cristal<br />

para alcanzarlo. No supimos, en realidad, lo que quería decirnos, pero todos pudimos<br />

comprobar que tenía la ropa mojada, pegada al cuerpo, como si acabara de salir de un<br />

estanque.<br />

Sin pretender explicarnos el fenómeno resolvimos acabar con los insectos de la<br />

casa; destruir los objetos que la obsesionaban. Hicimos limpiar las paredes, ordenamos<br />

cortar los arbustos del patio, y fue como si hubiéramos limpiado de pequeñas basuras el<br />

silencio de la noche. Pero ya no la oíamos caminar, ni la oíamos hablar de grillos, hasta el


día en que, después de la última comida, se quedó mirándonos, se sentó en el suelo de<br />

cemento<br />

todavía sin dejar de mirarnos, y nos dijo: “Me quedaré aquí, sentada”; y nos estremecimos,<br />

porque pudimos ver que había empezado a parecerse a algo que era ya casi completamente<br />

como la muerte.<br />

De eso hacía ya mucho tiempo y hasta nos habíamos acostumbrado a verla allí, sentada,<br />

con la trenza siempre a medio tejer, como si se hubiera disuelto en su soledad y hubiera<br />

perdido, aunque se le estuviera viendo, la facultad natural de estar presente. Por eso ahora<br />

sabíamos que no volvería a sonreír; porque lo había dicho en la misma forma convencida y<br />

segura en que una vez nos dijo que no volvería a caminar. Era como si tuviéramos la<br />

certidumbre<br />

de que más tarde nos diría: “No volveré a ver” o quizá: “No volveré a oír” y supiéramos<br />

que era lo suficientemente humana para ir eliminando a voluntad sus funciones vitales,<br />

y que, espontáneamente, se iría acabando sentido a sentido, hasta el día en que la<br />

encontráramos<br />

recostada a la pared, como si se hubiera dormido por primera vez en su vida.<br />

Quizás faltaba mucho tiempo para eso, pero los tres, sentados en el patio, habríamos deseado<br />

aquella noche sentir su llanto afilado y repentino, de cristal roto, al menos para<br />

hacernos la ilusión de que habría nacido un (una) niña dentro de la casa. Para creer que<br />

había nacido nueva.<br />

Leyenda corta: La riqueza y la pobreza<br />

Existió, hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza. Este<br />

hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre padre cuanto le<br />

pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia vida, llena de más caprichos y<br />

lujos.<br />

Transcurridos unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir<br />

adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios en el mundo<br />

del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado de mil y una comodidades.<br />

Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir de la pobreza, y caminaba mendigando<br />

de pueblo en pueblo y viviendo gracias a la ayuda de las gentes.<br />

Aquel padre, a pesar de haber abandonado su vida anterior y haberse convertido en un<br />

hombre con tanta suerte, no conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a día de su<br />

marcha y soñando con su llegada:<br />

¡Dónde estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en mis<br />

últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza!<br />

Y, cosas del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que se<br />

había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de caminar de allá para<br />

acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se encontraba reposando placenteramente<br />

sobre un sillón de buena mimbre en el porche ajardinado de su gran casa.<br />

Pero el padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para darle un<br />

gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo, aquello no tuvo nunca


lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y temeroso de ser humillado, salió corriendo<br />

de allí como alma que lleva el diablo.


Aplicación de la estrategia de comprensión lectora<br />

Aplicación a la lectura: Los delfinios blancos (pág. 187-188)<br />

http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Garcia%20Marquez,Todos%20los%20cuent<br />

os,1947-1972.pdf<br />

Hallar la idea principal del texto:<br />

Enseñar y mostrar una situación donde el protagonista lleva por una serie<br />

de eventos muy detallados a su amor, a fin de expresarle con sensaciones<br />

el sentimiento hacia ella.<br />

Recordar hechos y detalles mencionados en el texto:<br />

1. Sucedió en Puebla, en una mañana calurosa y de cielo despejado.<br />

2. La orquesta universitaria del estado, vestía de gala en un salón Barroco<br />

para tocar al deleite del protagonista y su amada<br />

3. El solista al tocar muestra en su rostro ímpetu resplandeciente.<br />

4. Al finalizar el concierto el público aplaudió con gran entusiasmo.<br />

5. El protagonista visualiza un periódico olvidado, y realiza lectura del<br />

horóscopo. Es de Signo Cáncer.<br />

6. El viento olía a hierbas silvestres.<br />

7. Los volcanes ponían límites al horizonte<br />

8. Desde las abundancias de una mipla sale un agricultor cargando un ramo<br />

gigantesco de delfinios blancos.<br />

Establecer y comprender la secuencia de acontecimientos:<br />

1. Se informa el estado climático de la ubicación de los personajes<br />

2. Al ingresar al salón caminan por pasillos encalados.<br />

3. Al ingresar al salón la orquesta se levanta de sus puestos<br />

4. Inicia un concierto de solo de flauta.<br />

5. El gordelino habla sobre detalles y sensaciones de la vida.<br />

6. Inicia la segunda parte del concierto<br />

7. Finaliza el concierto, generando aplausos y felicitaciones por parte del<br />

público y de la orquesta hacia los asistentes.<br />

8. El protagonista encuentra un periódico olvidado y realiza en chiste de<br />

una de sus secciones<br />

9. Salen del recinto y emprenden un viaje por puebla


10. En el camino visualizan un agricultor con delfinios blanco y<br />

descienden detenerse para comprarlos.<br />

Hallar el significado de palabras por contexto e identificar palabras que necesitan ser<br />

aclaradas:<br />

1. Sosegado: Que está tranquilo y en sosiego.<br />

2. Ímpetu: Energía y eficacia con que se desempeña algo<br />

3. Borbotones: Precipitada y entrecortadamente, con violencia<br />

4. Proferir: Pronunciar, articular palabras o sonidos


Resumen<br />

El cielo de puebla no tenía nubes aquella mañana calurosa, solo se<br />

presagiaba tranquilidad.<br />

Cuando ella llego, el la condujo del brazo por unos pasillos encalados hasta<br />

llegar al salón Barroco, donde en el techo el arquitecto transformo sus<br />

imaginaciones en formas delirantes.<br />

El preparaba una sorpresa que ella recibiría con el corazón, la Orquesta del<br />

estado tocaría exclusivamente para ellos, al atravesar la puerta los<br />

ejecutantes se levantaron de sus lugares; vestidos de gala y a la espera de<br />

que los invitados tomaran sus asientos se dio inicio a un concierto para flauta<br />

de Albinoni.<br />

El rostro del solista resplandecía y su interpretación tendría un ímpetu<br />

prodigioso, de Albinoni pasa a Marcelo y luego a Vivaldi, anunciando en sus<br />

notas travesuras y peripecias, cada nota revoloteaba por el recinto, el público<br />

ni se miraba entre si, ni un solo parpadeo.<br />

Al transcurrir los compases que prefiguran el final callaron tan prestas y<br />

alborozadas como al principio, el público aplaudió con un entusiasmo<br />

evidente, saludaron de la mano a los músicos y agradecieron aquel regalo<br />

que creían inmerecido.<br />

El abrazo al solista sin proferir torpezas, solista que con su flauta apretada<br />

al pecho y con una sonrisa de autocomplacencia dijo:<br />

- Esto fue por hacernos disfrutar sus conferencias y clases de literatura,<br />

maestro.<br />

Y a el de le hizo un nudo en la garganta.<br />

Mientras saboreaban una bebida observo un periódico del domingo olvidado<br />

por alguien, y este estaba abierto en el horóscopo. Leyó su Signo, Cáncer y<br />

luego se rieron y el le dio un beso junto a la oreja a ella, estremeciéndola<br />

con esta caricia.<br />

El campo continuaba en un azul esmaltado, sin presagio de tormenta,<br />

llanuras verdes y bien cultivadas se extendían a lo largo de la carretera.<br />

En el camino, de pronto, de las abundancias de una mipla salió un agricultor<br />

cargando un ramo gigantesco de delfinios blancos. Impulsado por sus<br />

anhelos, el pidió que se detuvieran y bajo a comprarlos.


Link de la Grabación<br />

https://1drv.ms/u/s!AoM_OYFb2h2Rg2FT4O99mFO79J49

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