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Recordando a Azorín

1 er semestre 2017 Nº 29 Boletín Edición Alicante / Recordando a Azorín, en el cincuentenario de su muerte / Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Alicante

1 er semestre 2017 Nº 29 Boletín Edición Alicante / Recordando a Azorín, en el cincuentenario de su muerte / Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Alicante

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Apuntes de<br />

Literatura<br />

11<br />

Colegio Profesional<br />

de Docentes y<br />

Profesionales<br />

de la Cultura<br />

de Alicante<br />

fragmento de “Los ferrocarriles” –incluido en el libro Castilla–,<br />

y en el que <strong>Azorín</strong> describe, a través de un cúmulo<br />

de sensaciones fundamentalmente auditivas, cómo son<br />

las estaciones de las viejas ciudades y la profunda poesía<br />

que late en ellas. <strong>Azorín</strong> habla de “silbatos agudos”, de<br />

“borbotar clamoroso”, de “zurrir estridente”… (El texto es,<br />

por otra parte, un ejemplo de magistral puntuación, en<br />

especial en el empleo del punto y coma).<br />

Sí; tienen una profunda poesía los caminos de hierro.<br />

La tienen las anchas, inmensas estaciones de las<br />

grandes urbes, con su ir y venir incesante –vaivén eterno<br />

de la vida– de multitud de trenes; los silbatos agudos<br />

de las locomotoras que repercuten bajo las vastas<br />

bóvedas de cristales; el barbotar clamoroso del vapor<br />

en las calderas; el zurrir estridente de las carretillas;<br />

el tráfago de la muchedumbre; el llegar raudo, impetuoso,<br />

de los veloces expresos; el formar pausado de<br />

los largos y brillantes vagones de los trenes de lujo que<br />

han de partir un momento después; el adiós de una<br />

despedida inquebrantable, que no sabemos qué misterio<br />

doloroso ha de llevar en sí; el alejarse de un tren<br />

hacia las campiñas lejanas y calladas, hacia los mares<br />

azules. Tienen poesía las pequeñas estaciones en<br />

que un tren lento se detiene largamente, en una mañana<br />

abrasadora de verano; el sol lo llena todo y ciega<br />

las lejanías; todo es silencio; unos pájaros pían en las<br />

acacias que hay frente a la estación; por la carretera<br />

polvorienta, solitaria, se aleja un carricoche hacia el<br />

poblado, que destaca con su campanario agudo, techado<br />

de negruzca pizarra. Tienen poesía esas otras<br />

estaciones cercanas a las viejas ciudades, a las que en<br />

la tarde del domingo, durante el crepúsculo, salen a<br />

pasear las muchachas y van devaneando lentamente,<br />

a lo largo del andén, cogidas de los brazos, escudriñando<br />

curiosamente la gente de los coches. Tiene, en<br />

fin, poesía, la llegada del tren, allá de madrugada, a<br />

una estación de capital de provincia; pasado el primer<br />

momento del arribo, acomodados los viajeros que esperaban,<br />

el silencio, un profundo silencio, ha tornado<br />

a hacerse en la estación; se escucha el resoplar<br />

de la locomotora; suena una larga voz; el tren se pone<br />

otra vez en marcha; y allá, a lo lejos, en la oscuridad de<br />

la noche, en estas horas densas, profundas de la madrugada,<br />

se columbra el parpadeo tenue, misterioso,<br />

de las lucecitas que brillan en la ciudad dormida: una<br />

ciudad vieja, con callejuelas estrechas, con una ancha<br />

catedral, con una fonda destartalada, en la que ahora,<br />

sacando de su modorra al mozo, va a entrar un viajero<br />

recién llegado, mientras nosotros nos alejamos en el<br />

tren por la campiña negra, contemplando el titileo de<br />

esas lucecitas que se pierden y surgen de nuevo, que<br />

acaban por desaparecer definitivamente.<br />

Apoyo léxico. Urbe. Ciudad, especialmente la muy populosa.<br />

Barbotar. Barbullar: Hervir el agua haciendo mucho ruido.<br />

Clamoroso. Muy grande, extraordinario. Zurrir. Sonar bronca,<br />

desapacible y confusamente algo. Estridente. Dicho de<br />

un sonido: agudo, desapacible y chirriante. Tráfago. Tráfico,<br />

movimiento o tránsito de personas de un lugar a otro. Raudo.<br />

Rápido, veloz. Inquebrantable. Que persiste sin quebranto, o<br />

no puede quebrantarse. Cegar. Dicho de una luz repentina e<br />

intensa: dejar momentáneamente ciego a alguien. Lejanía.<br />

Parte distante o remota de un lugar, de un paisaje o de una<br />

vista panorámica. Pizarra. Roca comúnmente de color negro<br />

azulado, opaca, tenaz, y que se divide con facilidad en hojas<br />

planas y delgadas. Los trozos de esta roca, debidamente cortados,<br />

se emplean para tejar y solar. Devanear. Vagar, andar<br />

por varias partes sin determinación a sitio o lugar, o sin especial<br />

detención en ninguno. Escudriñar. Examinar, inquirir, y<br />

averiguar cuidadosamente algo y sus circunstancias. Columbrar.<br />

Divisar, ver desde lejos algo sin distinguirlo bien. (Aunque<br />

el verbo es transitivo, <strong>Azorín</strong> lo emplea como intransitivo,<br />

y en construcción pronominal: “El parpadeo tenue de las lucecitas<br />

se columbra...”). Tenue. Poco intenso, débil. Destartalado.<br />

Desarreglado y desordenado. Modorra. Sueño muy pesado.<br />

Titileo. Acción de titilar: dicho de un cuerpo luminoso,<br />

centellar con ligero temblor.<br />

<strong>Azorín</strong> y su percepción de los pequeños detalles<br />

que pasan inadvertidos en la vorágine del día a día<br />

Ya decía Ortega y Gasset que “En <strong>Azorín</strong> no hay nada solemne,<br />

majestuoso, altisonante. Su arte se insinúa hasta<br />

aquel estrato profundo de nuestro ánimo donde habitan<br />

estas menudas emociones tornasoladas. No le interesan<br />

las grandes líneas que, mirada la trayectoria del hombre<br />

en sintética visión, se desarrollan serenas, simples<br />

y magníficas, como el perfil de una serranía. Es todo lo<br />

contrario de un ‘filósofo de la historia’. Por una genial inversión<br />

de la perspectiva, lo minúsculo, lo atómico, ocupa<br />

el primer rango en su panorama, y lo grande, lo monumental,<br />

queda reducido a un breve ornamento”.<br />

Cuando <strong>Azorín</strong> describe, va recogiendo las sensaciones<br />

y vivencias que en él despiertan los seres descritos, al<br />

tiempo y con el ritmo en que estas se van produciendo. Así<br />

puede contemplarse en este otro texto –perteneciente a la<br />

novela Antonio <strong>Azorín</strong>– en el que el escritor describre –en<br />

una descripción de corte impresionista, salpicada de vocablos<br />

de uso local– la casa del Collado de Salinas, donde<br />

<strong>Azorín</strong> pasaba largas temporadas.<br />

La casa se levanta en lo hondo del collado sobre una<br />

ancha explanada. Tiene la casa cuatro cuerpos en pintorescos<br />

altibajos. El primero es un solo piso terrero;<br />

el segundo, de tres; el tercero, de dos; el cuarto, de<br />

otros dos.<br />

El primero lo compone el horno. El ancho tejado<br />

negruzco baja en pendiente rápida; el alero sombrea<br />

el dintel de la puerta. Dentro, el piso está empedrado<br />

de menudos guijarros. En un ángulo hay un montón de<br />

leña; apoyados en la pared, yacen la horquilla, la escoba<br />

y la pala de rabera desmesurada. Una tapa de hierro<br />

cierra la boca del hogar; sobre la bóveda, secan hacecillos<br />

de plantas olorosas y rótenes descortezados. La<br />

puerta del amasador aparece a un lado. La luz entra

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