El solitario de la isla

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tiritar. Busqué mi chamarra invernal, mi gorro, otro par de calcetines y ya forrado me metí en mi
sleeping bag. Entonces, ya protegido, dormí un poco, pues el frío se seguía filtrando al tipi. Al
parecer, todas las adaptaciones hechas para protegernos de las bajas temperaturas no fueron
suficientes.
Al despuntar el alba salimos del tipi. La onda fría había dejado una estela de nieve de varios
centímetros y los tipis, los longhouses y los árboles estaban cubiertos de nieve, pero el cielo estaba
despejado. Dirigidos por Claude hicimos una oración al padre Sol y saludamos a los cuatro puntos
cardinales, y en seguida nos dijo: “Guerreros, antes de comenzar nuestras actividades de hoy vamos
a realizar una caminata para ver al habitante más antiguo de la región”.
—Seguramente vamos a visitar a un anciano sabio que vive en un tipi cerca de aquí —comentó
Agustín.
—Ya me lo imagino —repliqué—, con su cara arrugada, cabello largo, ojos serenos y vestido a la
usanza típica.
Comenzamos nuestra caminata entre la nieve y los matorrales. De pronto, vimos un área despejada
de maleza. Sólo se observaba la estela de nieve y, esparcidos, unos montecillos de hierba y
zanahorias.
—Esto es un campo de caza de venado —nos explicó Claude—. En la madrugada pusieron el
alimento para atraerlos. En la caseta que ven en aquel extremo se coloca un tirador para esperar con
paciencia a que se acerque la presa. Para nosotros, cazar no es un deporte. Nuestros ancestros
cazaban para alimentarse; se pedía perdón al animal y se le explicaba por qué se tomaba su vida.
Hoy, nosotros lo cazamos sólo para nuestras ceremonias o algún evento especial.
Continuamos nuestro camino. Después de quince minutos llegamos ante un gigantesco árbol, cuyo
tronco era muy grueso y nudoso. Claude le hizo una oración en lenguaje indio, saludó a los cuatro
puntos cardinales y en seguida nos explicó:
—Este árbol tiene cerca de cuatrocientos años y es muy venerado por nuestro pueblo, porque en él
está plasmada la historia de los pueblos autóctonos hasta nuestros días. Cuando hay necesidad de
consejo, venimos aquí por respuestas. Quien lo necesite, puede abrazarlo con toda la extensión de
sus brazos y le llegará el mensaje.
—Ahí tienes a tu anciano estadista —me dijo Agustín con una sonrisa.
—Bueno —contesté—, quizás Claude tenga razón, suponiendo que si él nos pudiera hablar, nos
informaría acerca del origen de las naciones indias, las guerras entre los colonizadores franceses e
ingleses, la confederación iroquesa y la formación de Canadá como nación.
—¡Miren —comentó Julio, al momento de tomar una foto— desde este punto se puede ver la figura
de un oso!
—Pues desde este ángulo se observa la imagen de un búho —comentó María.