El solitario de la isla

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Anduve preocupado durante una semana por la reacción de Nice durante nuestra última cita.
Afortunadamente, mientras le daba clases de francés al invidente Enrique recibí su llamada a mi
celular.
—¡Hola, hermoso! Tengo deseos de esquiar, pero Mont Tremblant está muy lejos. ¿Por qué no
vamos al Mont-Royal mañana temprano?
El Mont-Royal es la única montaña de Montreal. En invierno, su bosque y sus veredas están
totalmente cubiertas de nieve, así que en esta época se convierte en el lugar predilecto para las
actividades invernales. Infinidad de familias se dan cita aquí para convivir, ya que el Lago de los
Castores se congela y sirve de pista de patinar, tiene grandes pendientes donde se practica el snow
tubing, y pistas para esquí. Llegué con Nice al Pabellón de los Castores, que es una estancia amplia,
con paredes pintadas de blanco y con calefacción; los visitantes lo utilizan como área de descanso.
Aquí se renta equipo para los deportes invernales como patines para hielo, esquíes, raquetas para
nieve, etcétera. Infinidad de gente entra y sale de esta estancia con sus equipos, por lo que los pisos
siempre están húmedos. Hay cajones de madera alineados con candados para guardar las
pertenencias, los cuales también se utilizan como asientos, pues son bajos; ahí la gente se calza sus
patines o se cambia su pesada ropa invernal. Hay una cafetería donde tomamos una bebida caliente
y platicamos. Me acordé que el año pasado había estado aquí con mi amigo Agustín y Adela,
quienes tuvieron un pequeño romance en esa época. En dicha ocasión la envidia me estuvo
lacerando porque yo no tenía acompañante femenina y tuve que fingir una alegría que estaba muy
lejos de sentir. Hoy volvía a este lugar acompañado por Nice y si bien me sentía contento por su
compañía, saber que no era una mujer normal reducía mi sensación de triunfo. Aparte, mi mente
volaba a cualquier lugar privado donde pudiera tocar su cuerpo y sentir el placer. Obviamente éste
era un paseo turístico, no sexual, y no podía hacer lo que mi mente pedía. Ser esclavo de
pensamientos lujuriosos me impedía disfrutar plenamente del paseo. Rentamos dos pares de esquíes
e hicimos un recorrido sobre la ruta trazada. Ella se deslizaba con suavidad y destreza, mientras yo
lo hacía con la técnica tres por cincuenta, es decir, tres caídas cada cincuenta metros. A
continuación nos fuimos a una pendiente donde se practicaba el snow tubing y desde la parte alta,
con ayuda de una cámara inflable, nos dejamos ir a toda velocidad sobre la nieve; repetimos la
operación varias veces y después de divertirnos como niños, bajamos del Mont-Royal hacia la
avenida Côte des Nieges. Pasamos a un restaurante de comida rápida para degustar el famoso
poutine, platillo tradicional oriundo de Quebec hecho a base de papas fritas, queso en grano, salsa
espesa y trozos de carne o verduras. Finalmente, pasamos a comprar un coctel con vino blanco para
Nice y un Red Bull para mí, y nos encerramos toda la tarde en un hotel.