Lasoci_549_CAS

Allegro
Tres grandes éxitos
R. pérez
fuster
Es lunes y empieza
la semana. Llego
al trabajo y saludo
a las compañeras.
Enciendo
el ordenador y
empiezo las rutinas
diarias. Abro
el correo corporativo. Hay los mensajes
habituales, pero, de repente, me encuentro
uno que no me encaja. Viene
de la Fundación ”la Caixa”. ¡Gran sorpresa!
Me invitan a la novena sinfonía
de Beethoven en el Palau de la Música
dirigida por Gustavo Dudamel, el director
estrella del panorama actual. No podía
empezar mejor la semana...
La ‘Novena’ de Beethoven
Gustavo Dudamel, con la orquesta Simón
Bolívar, fundada por él, dirigió la
integral de las sinfonías de Beethoven
en el Palau de la Música del 12 al 15 de
marzo de este año. Como ya he dicho,
a mí me invitaron a la Novena. Fui acompañado
por mi esposa y nos tocó un lugar
privilegiado en platea. El Palau estaba
lleno. Dudamel tira mucho. Había
gente elegante y experta, y había curiosos,
pero el éxito fue abrumador.
Desde nuestro asiento, nos costaba
entender cómo podía haber tanta gente
en el escenario sin molestarse unos
a otros: la Orquesta Simón Bolívar, los
cuatro solistas, el Orfeó Català, el Coro
de Cámara del Palau de la Música... ¡Qué
abarrotamiento! Pero todo fue de primera.
Dudamel dirige con energía, sonriente,
acaricia a los músicos, no hace
un gesto de más, desprende profesionalidad
y técnica, y mima a los músicos
y cantantes.
Todo el mundo disfrutó de lo lindo
con la interpretación de la más conocida
de las sinfonías de Beethoven, estrenada
en 1824, tres años antes de su
muerte. También se la llama Coral e incorpora
textos de Friedrich Schiller (el
Himno de la Alegría). Es una de las obras
más populares y exitosas de la historia
de la música.
Todos, desde la orquesta a los solistas,
pasando por el coro, estuvieron a
un nivel extraordinario. Y Gustavo Dudamel,
mostrando una humildad no
compatible con su fama, siempre optó
por un discreto segundo plano a la hora
de saludar al enfervorizado público. No
subió al podio, se escondía detrás de los
que él consideraba los verdaderos protagonistas.
Gran concierto y agradecimiento
sincero a la Fundación de la
Obra Social de CaixaBank.
Bartoli y Parera
Hace tiempo que compré la entrada por
miedo a que se agotaran. Nunca he visto
a Bartoli, la gran diva romana, en directo.
Me hace mucha ilusión a pesar de que
la entrada me haya costado un dineral.
Estoy en platea, al final. A mi lado hay una
mujer de unos 60 años, sola como yo, dispuesta
a disfrutar de la cantante, a pesar
de todo. Cuando Cecilia Bartoli sale, todo
el mundo aplaude a rabiar.
La acompaña un pianista de una
edad casi venerable. Ella va vestida de
rojo y reparte sonrisas a raudales. Dos
partes bien diferenciadas. En la primera,
barroco con Caccini, Scarlatti, Caldara
o Händel. Después Vivaldi, Mozart
o Donizetti. Intimista, versátil, silencio
y respeto entre el público y grandes ovaciones.
En la segunda parte, Puccini,
también con Manon y canciones de las
llamadas napolitanas. Gran dominio
del registro vocal, de la técnica, del fiato
y los agudos. Acompañamiento sublime.
Gran concierto y gran público.
Tras cuatro bises, aplaudimos de pie.
Ella asequible a pesar de su divismo,
abierta, simpática, genial.
Pero nadie dijo nada al principio. Miro
el programa y el acompañante no se parece
en nada al de la foto. Al día siguiente
me entero de que es Antoni Parera Fons,
mallorquín como mi madre y amigo suyo.
Pianista y compositor. Estrena una ópera
en mayo en Mallorca. Discreto y metódico.
Hombre de confianza de la Bartoli.
Si lo llego a saber le digo que me la presente
y le hago una entrevista que hubiera
salido publicada en la revista si pudiera
controlar el temblor de mis manos.
‘Rigoletto’ en el Liceu
Escenografía minimalista. Los cantantes
llevan la cabeza cubierta con gorros
que parecen de baño. Ópera de repertorio
que compuso Verdi cuando tenía
40 años. El Liceu está abarrotado. Los
solistas son de primer nivel. El público,
expectante. Javier Camarena, tenor
mexicano a la cabeza mundial de los
tenores belcantistas, debuta en el rol
en Barcelona. ¡Simplemente genial! Se
pone al público en el bolsillo. Borda el
papel. ¡Qué voz, qué emisión, qué agudos!
Es algo fuera de serie.
Carlos Álvarez, barítono malagueño
de larga trayectoria, hace un Rigoletto
excelso con su canto dramático,
su vocalización, su dramatismo en el
escenario. Me quito el sombrero a pesar
de que no lleve. ¡Qué Rigoletto! ¡Genial!
No me extraña que triunfe en todo
el mundo, como Camarena.
Otra cosa fue Gilda de Desirée Rancatore:
un desastre absoluto, un barco que
se hunde, unos agudos intrascendentes
y sin sentido. No llego a entender cómo
el Liceu la ha podido contratar, ¡pobre
mujer! Suerte de los otros coprimarios,
de la orquesta, del coro. Este Rigoletto ha
valido la pena a pesar de la tormenta. Con
estos protagonistas masculinos el barco
ha llegado a buen puerto.
A la salida todo el mundo sale satisfecho.
Sonrisas y dientes blancos. Comentarios
optimistas. Camarena y Álvarez en
un pedestal. Yo conmovido y satisfecho
de que la música siga llenando mis espacios.
Además, parece ser que ¡han rebajado
un poquito el IVA cultural!
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