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Revista Central 55

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Si estamos en una era de la humanidad<br />

donde todos sabemos que<br />

arrojar basura está mal, ¿por qué<br />

lo seguimos haciendo? Yo creo<br />

que se debe a la esperanza, mejor<br />

dicho: a la falta de ella. Cuando<br />

una sociedad ha perdido la<br />

esperanza deja de cumplir con<br />

sus obligaciones y sólo se dedica<br />

a sobrevivir. La esperanza es la<br />

conanza que tenemos en el<br />

porvenir y es lo que la sociedad<br />

ha perdido en mano de la falta de<br />

verdaderas políticas sociales y<br />

económicas.<br />

La sociedad marplatense, de a poco, ha sido sumergida en<br />

esa lógica de: “para qué, no vale la pena”. No vale la pena<br />

mantener limpio si después viene mi vecino y ensucia. En<br />

esta lógica es preferible perder el tiempo en otra cosa y no<br />

cumplir con nuestra obligación, porque el esfuerzo de cumplir<br />

con nuestra obligación no es valorado por nadie y cuando es<br />

violado por terceros, el Estado no me deende.<br />

La falta de respuesta de un Estado gigante y bobo nos hace<br />

perder la esperanza y con ella se va la voluntad. Seguramente,<br />

los lectores han hecho el intento de denunciar una poda ilegal<br />

o un basurero clandestino y/o alguna quema de residuos con<br />

infructuosos resultados. Lo más común es que el teléfono en<br />

guía no pertenezca más a esa repartición municipal o que de<br />

ocupado. Si logramos dar con algún ser humano, nos dejan en<br />

espera y luego nos cuelgan. Pero, en el dichoso caso de<br />

conocer a alguien responsable que nos pueda atender, lo<br />

corriente es que te digan que no tienen móvil (porque está<br />

roto o no tiene combustible) o que no hay personal. Obviamente,<br />

nos están inoculando el germen del desánimo, de la<br />

desesperanza. Entramos en la lógica del “para qué” y del “no<br />

vale la pena”.<br />

Pero, si bien esto es una realidad, es sólo una parte. El Estado,<br />

en todos sus niveles y sin importar el color del gobierno de<br />

turno, nos viene abandonando desde hace mucho tiempo tan<br />

lenta y paulatinamente que no nos dimos cuenta y comenzamos<br />

a pensar que mandar a nuestros hijos a la escuela privada<br />

o pagar una prepaga es normal. Incluso, contratar un custodio<br />

para que cuide la cuadra o a un podador matriculado para que<br />

pode el árbol de la calle nos parece lo corriente. Pero, ¿desde<br />

cuándo los argentinos arrugamos ante la adversidad?<br />

Durante la crisis del 2001 ha sido la ciudadanía quién se ha<br />

organizado para darle de co- mer a los niños en comedores y<br />

las ONGs quienes han armado las cadenas solidarias para<br />

llegar con recursos donde era más urgente. Algunos donaron<br />

bienes, otros su tiempo, pero así hemos salido adelante sin<br />

ayuda del Estado, que sólo parece dedicado a entorpecer el<br />

quehacer de las personas de bien y a facilitar la desidia. La<br />

esperanza no está, entonces,<br />

en los po- líticos ni sus aparatos,<br />

sino en nosotros mismos,<br />

la sociedad. Hacer una<br />

sociedad mejor, brindará<br />

mejo- res políticos. Para ello<br />

necesitaremos una enorme fe<br />

en nosotros mismos, en<br />

nuestros familiares y, luego,<br />

en nuestros vecinos. Y la fe<br />

requiere paciencia y<br />

comprensión.<br />

Es importante identicar el<br />

problema para hallar la<br />

solución. No es que a uno le guste enumerar los<br />

problemas por revolver las miserias de nuestra sociedad,<br />

sino que estoy convencido que la manera de<br />

hacer un cambio es una profunda autocrítica como<br />

sociedad.<br />

Creo que tenemos que seguir haciendo lo que creemos<br />

que está bien más allá de lo que haga el vecino. No<br />

podemos caer en el desánimo porque es la fórmula de<br />

la aceleración de la corrupción de una persona y<br />

cuando es sobre la mayoría de las personas de la<br />

sociedad. Sigamos exigiéndole al Estado que cumpla<br />

con sus obligaciones pero sigamos cumpliéndolas<br />

nosotros también. El cambio comienza por uno y se<br />

contagia de persona en persona, así como se contagia<br />

el desánimo.<br />

Llegará el día que caminemos de nuevo por una Mar<br />

del Plata limpia y nademos en un mar sin contaminación.<br />

Hay precedentes en el mundo de sociedades que<br />

han revertido su corrupción y contaminación, nosotros<br />

también podremos si aclaramos nuestras ideas y<br />

propósitos y, sobre todo, si conamos en ellos.<br />

Nicolás Antoniucci<br />

Paisajista - Viverista<br />

Dpto. de Paisajismo & Obras<br />

Vivero Antoniucci SA<br />

paisajismo@antoniucci.com.ar<br />

2 <br />

:CENTRAL

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