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MG La Revista - Edicion 9

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Graduado en<br />

ingeniería química,<br />

durante una década<br />

comandó los<br />

destinos de una<br />

multinacional<br />

hasta que la<br />

vida le pidió<br />

un cambio: se<br />

independizó<br />

y es muy<br />

feliz.<br />

De ella, le quedaron imborrables recuerdos<br />

y, sobre todo, grandes lecciones de vida, de<br />

esa sabiduría tan propia de las madres. Y,<br />

entonces, no hubo más remedio que echar<br />

raíces en Colombia y labrarse un futuro profesional.<br />

“Hice lo que la mayoría de los papás les piden<br />

a sus hijos: estudiar, entrar a una buena<br />

empresa y buscar la jubilación. De hecho, lo<br />

hice bien hasta eso de entrar a una buena<br />

empresa, pero pronto me di cuenta de que el<br />

plan de jubilarme trabajando como empleado<br />

no era mi destino”, relata. Entonces, renunció,<br />

se volvió emprendedor, se quebró,<br />

se divorció y se quedó sin nada, literalmente.<br />

¿Y? A comenzar otra vez.<br />

Y comenzó, de cero. Sus padres siempre le<br />

habían inculcado la idea de ser emprendedor,<br />

pero a eso llegó forzado por las circunstancias.<br />

“<strong>La</strong> decisión la tomé cuando sufrí<br />

una crisis existencial por la fatiga profesional<br />

y porque sentía que no tenía un propósito”.<br />

Además, lo perseguía ese sueño que forjó<br />

en la niñez: “Quería ser inventor, quería patentar<br />

y ser el creador de cosas increíbles”.<br />

Su ídolo era Thomas Alva Edison.<br />

El paso de la imaginación a la realidad, sin<br />

embargo, no fue fácil. De hecho, fue bastante<br />

difícil. ¿Por qué? “Lo más complicado para<br />

arrancar fue creer en mí mismo, ser consciente<br />

de que podía crear cosas que a la<br />

gente le encantaría tener y usar”. Por eso, el<br />

comienzo fue lento. Afortunadamente, contó<br />

con el vital apoyo de su familia, que siempre<br />

lo respaldó en sus intentos, que no permitió<br />

que se desanimara, que lo motivó a seguir.<br />

Un poco de paciencia, tres años de trabajo<br />

silencioso y… ¡eureka! Sonó la flauta. “<strong>La</strong><br />

primera señal que me indicó que iba por el<br />

camino correcto fue cuando registré tantas<br />

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