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MG La Revista - Edicion 9

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EDITORIAL<br />

¿Pagarías el precio del<br />

éxito y la prosperidad?<br />

Supongo que habrás oído alguna vez aquella<br />

frase de “Quien no conoce su historia, está<br />

condenado a repetirla”. Hace referencia a la<br />

necesidad de conocer bien nuestro pasado,<br />

el origen de nuestras equivocaciones y sus<br />

consecuencias, para no replicarlas más tarde,<br />

quizás con mayor daño. Una reflexión que deberíamos<br />

aplicar cada día de nuestra vida y así<br />

nos evitaríamos dolor y sufrimiento y, sin duda,<br />

seríamos más felices.<br />

El problema es que nos educan con la mentalidad<br />

de que el pasado ya pasó, de que no<br />

existe. Nos dicen que el presente es lo único<br />

que tiene validez como proyección de un futuro.<br />

Sin embargo, lo que hemos hecho anteriormente<br />

influye en lo que somos, nos marca<br />

con cicatrices y también con miedos, dolor o<br />

condicionamientos. Son estrategias de la vida<br />

para enseñarnos qué camino que debemos<br />

seguir para cumplir nuestros sueños.<br />

Conocer nuestra historia y evitar errores es una<br />

estrategia útil en la vida e imprescindible en los<br />

negocios. Esos episodios del pasado actúan<br />

como un poderoso kit de herramientas que te<br />

alertan sobre los peligros que vas a encontrar<br />

en el camino y que te indican cuál es la solución<br />

(o, al menos, las alternativas que puedes considerar).<br />

Pero, la realidad es que muy pocos, casi<br />

nadie, hacen uso de esas herramientas.<br />

Es el caso de los emprendedores, especialmente<br />

de los novatos. Claro, alguno podrá decirme<br />

que carece de experiencia, que no tiene<br />

pasado en esta actividad y que, por lo tanto,<br />

no puede haber aprendizaje. Sin embargo, eso<br />

no es cierto: también podemos (y debemos)<br />

aprender de las experiencias de otros, de los<br />

errores de otros, de los aciertos de otros, de los<br />

logros de otros. Porque esos otros, finalmente,<br />

son maestros de vida.<br />

Dado que soy un poco incrédulo, siempre<br />

dudé, o cuando menos tuve reservas, cuando<br />

me decían que internet era la nueva mina de<br />

oro de los negocios, que era la veta que podría<br />

convertirme en rico de la noche a la mañana.<br />

Afortunadamente, la vida me brindó el<br />

ejemplo de mis padres, de mi familia y de mis<br />

mentores, que se forjaron a base de trabajo, de<br />

esfuerzo, de sacrificio, de constancia y, claro,<br />

de errores, de muchos errores.<br />

A comienzos de 1848, el 24 de enero, James<br />

Wilson Marshall, un carpintero de Nueva Jersey<br />

que trabajaba en la construcción de un<br />

aserradero propiedad de John Sutter, encontró<br />

unas pepitas de oro en el lecho del río American,<br />

en las faldas de la Sierra Nevada, cerca de<br />

Coloma, en California. Sutter era un inmigrante<br />

suizo-alemán de la colonia de Nueva Helvetia,<br />

que dio origen a la ciudad de Sacramento.<br />

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