AguaTinta Nº32
EL SUEÑO Y LOS SUEÑOS - Enero de 2018
EL SUEÑO Y LOS SUEÑOS - Enero de 2018
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PSICOLOGÍA Tema central<br />
Dormir y soñar, en la ciencia y el psicoanálisis<br />
Por Claudia Carmona Sepúlveda<br />
Que ocupemos un tercio de nuestras vidas en dormir es, para la ciencia, un indicador inequívoco de su<br />
importancia; luego, era natural que para los estudiosos se hiciera un imperativo el intentar comprender qué<br />
ocurre en nuestro cerebro durante esas, en promedio, ocho horas diarias.<br />
Intentamos referir en unas pocas páginas los hallazgos derivados de algunas investigaciones efectuadas<br />
en los últimos cien años en torno al sueño, es decir, a ese estado en el que nuestra conciencia descansa, y a<br />
las manifestaciones mentales que tienen lugar durante él, cuando imágenes, ideas y sensaciones pululan por<br />
nuestra mente en elaboraciones a veces simples y otras veces de una complejidad tal que nos desconciertan.<br />
Tanto, que desde tiempos inmemoriales hemos buscado interpretar sus significados.<br />
La palabra ‘sueño’, del latín somnus, designa por una<br />
parte al acto de dormir y por otra al deseo de hacerlo (o<br />
sensación de somnolencia); también denomina a los<br />
sucesos e imágenes que visitan la mente del hombre<br />
mientras duerme y, por extensión, se refiere a los anhelos<br />
que persigue un ser humano. Nos ocupan en este artículo<br />
la primera y la tercera de esas acepciones: el sueño como<br />
estado opuesto a la vigilia y el sueño como construcción<br />
mental del durmiente, al que normalmente se le refiere con<br />
su forma plural, ‘sueños’, como haremos en esta ocasión.<br />
El sueño<br />
Se define como el reposo de un organismo vivo y se<br />
caracteriza por muy poca actividad fisiológica y muy baja<br />
respuesta a los estímulos externos. A este comprender<br />
dicho estado como una fase de descanso se suma una<br />
explicación de tipo finalista que apunta a la capacidad<br />
regeneradora del organismo. El que reposa es el cuerpo,<br />
pero el cerebro y algunos órganos mantienen, a distintos<br />
niveles, una actividad que es vital para procesos de<br />
largo plazo y nos prepara para una nueva vigilia. Se basa<br />
en que, de acuerdo a estudios bioquímicos, durante la<br />
inactividad física propia del sueño tienen lugar una serie<br />
de mecanismos de conservación y limpieza del organismo.<br />
A nivel cerebral, durante el sueño, el sistema glinfático<br />
(equivalente al sistema linfático que depura el resto<br />
del cuerpo) se potencia por 10 para que los residuos se<br />
eliminen con mayor eficacia. Las células del cerebro se<br />
contraen, dejando entre ellas mayor espacio para que el<br />
líquido cefalorraquídeo circule fácilmente y limpie el tejido<br />
cerebral de residuos tales como la proteína beta-amiloide.<br />
Del mismo modo, es durante el sueño nocturno –no<br />
así en la siesta que tomamos con luz de día– que nuestro<br />
cerebro regula hormonas y proteínas responsables<br />
del funcionamiento de sistemas biológicos completos.<br />
Algunas de ellas son: la melatonina, secretada por la<br />
glándula pineal cuando nuestro organismo, a través de<br />
ciertos fotorreceptores del ojo, detecta un descenso de<br />
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la luz, entonces nos relaja, tiene efectos antioxidantes y<br />
antiinflamatorios; la hormona del crecimiento, cuyo pico de<br />
secreción se produce en la fase del sueño profundo y controla<br />
la masa y fuerza muscular, así como la cantidad de grasa<br />
corporal; el cortisol, u hormona del estrés, que desciende<br />
durante el sueño, permitiendo a nuestras defensas actuar de<br />
forma eficaz; la conexina-43, proteína que aumenta durante<br />
el sueño nocturno, fortaleciendo las células musculares de<br />
la vejiga; la orexina, proteína vinculada con la sensación de<br />
hambre, que de noche reduce su producción, y la serotonina<br />
(una de las llamadas “hormonas de la felicidad” junto a la<br />
dopamina y la endorfina), un neurotransmisor que regula<br />
el estado de ánimo; éste es producido por nuestro propio<br />
organismo exclusivamente durante el sueño nocturno,<br />
razón que explica por qué la mayoría de los tratamientos<br />
antidepresivos parten por enviar al paciente a dormir al<br />
menos ocho horas cada noche, prescribiéndoles inductores<br />
del sueño.<br />
Marcela Said<br />
p Considerando el efecto reparador de sistemas que se atribuye<br />
al sueño y las diferentes necesidades fisiológicas del hombre en<br />
diversas etapas de su vida, se estima que los niños menores de dos<br />
años deben dormir entre 11 y 14 horas cada día. Esta necesidad baja<br />
progresivamente a medida que crece; en la vejez basta con 7 horas.