Isabel-Rangel-Baron-Maternidad
Isabel Rangel- Maternidad. En esta edición Isabela Rangel Barón te recomienda una lectura para identificar tres etapas fundamentales en el proceso de crecimiento de los hijos y cómo la madre debe relacionarse con ellos.
Isabel Rangel- Maternidad. En esta edición Isabela Rangel Barón te recomienda una lectura para identificar tres etapas fundamentales en el proceso de crecimiento de los hijos y cómo la madre debe relacionarse con ellos.
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3 edades<br />
De la maternidad
La maternidad es una<br />
de las etapas más<br />
bellas que una mujer<br />
puede vivir. Es un<br />
proceso de<br />
aprendizaje continuo<br />
en el que nadie quiere<br />
fallar.<br />
En esta edición<br />
<strong>Isabel</strong>a <strong>Rangel</strong><br />
Barón te<br />
recomienda una<br />
lectura para<br />
identificar tres etapas<br />
fundamentales en el<br />
proceso de<br />
crecimiento de los<br />
hijos y cómo la madre<br />
debe relacionarse con<br />
ellos.
Las 3 edades de la<br />
maternidad<br />
Recomendado por<br />
<strong>Isabel</strong> <strong>Rangel</strong> Barón<br />
Publicado por Dr. Amalia Arce<br />
Ser madre es un proceso continuo en el<br />
que estás inmersa sin apenas darte<br />
cuenta del transcurrir de los días.
La intensidad de algunos momentos es<br />
tan importante, que a veces cuesta ver<br />
con perspectiva cómo nos relacionamos<br />
con nuestros hijos, a dónde nos va a<br />
llevar la relación y cómo es el equilibrio<br />
entre cuidarles amorosamente y<br />
dejarles libertad para que sean personas<br />
autónomas.<br />
Ahora que mis hijas son más mayores,<br />
veo claramente cómo nuestra relación<br />
maternofilial se ha ido modificando con<br />
el tiempo y el amor que nos sentimos,<br />
también.
Al igual que ocurre con las relaciones de<br />
pareja, en las que del enamoramiento y<br />
la pasión iniciales se pasa a una fase<br />
más sosegada y de complicidad con el<br />
paso de los años, con los hijos vamos a<br />
pasar de la época en la que nacen, en la<br />
que son altamente dependientes de<br />
nosotros, a un momento en el que van a<br />
ser adultos a los que hablar y tratar de<br />
tú a tú.<br />
En este proceso, los padres tenemos<br />
que aprender a dejar de<br />
responsabilizarnos de todo y a aceptar<br />
cómo deciden los caminos de su propia<br />
vida.
Fase “bebé”: De los 0 a los 3 años<br />
De los 0 a 3 años, los bebés necesitan a<br />
sus padres para prácticamente todo. Su<br />
autonomía en el momento del<br />
nacimiento es mínima, y eso incita un<br />
sentimiento de protección del bebé que<br />
es necesario para nuestra supervivencia<br />
como especie.<br />
Esta dependencia física y emocional es<br />
clave para entender la íntima relación<br />
que se establece con nuestros hijos y de<br />
ellos con nosotros, y que si las cosas van<br />
bien, dura toda la vida.
En esa fase “loba” que la mayoría de<br />
mujeres tenemos con un bebé pequeño,<br />
que otras personas hablen, cojan y se<br />
encarguen del bebé es saludable para<br />
ellos.<br />
Parte de<br />
nuestro<br />
“trabajo”<br />
como padres<br />
es conseguir<br />
que se<br />
socialicen,<br />
que<br />
conozcan a<br />
otras<br />
personas<br />
más allá de nuestro entorno familiar y<br />
que sepan adaptarse al medio social que<br />
les rodea.
Fase infantil: De los 3 a los 12<br />
años<br />
Una vez superados los 3 años, si “hemos<br />
hecho los deberes” disminuye de forma<br />
considerable el trabajo físico para los<br />
padres. Las noches suelen ser más<br />
tranquilas y su nivel de autonomía<br />
facilita que puedan hacer solos<br />
determinadas tareas de autocuidado.<br />
El acompañamiento es necesario pero<br />
también dejar cierto grado de libertad y<br />
de autoconocimiento. Para poder<br />
aprender las cosas y para hacerlas un<br />
poco “a su manera”.
Dejar autonomía no significa ni mucho<br />
menos que el amor pierda músculo.<br />
Más bien es al revés. Ese amor<br />
instintivo, casi animal que sentimos por<br />
nuestros cachorros nada más que<br />
nacen, evoluciona conforme conoces a<br />
tus hijos y aprendes además a quererles<br />
como son realmente y no como tú te<br />
imaginabas que iban a ser. La<br />
convivencia, el saber que somos una<br />
familia y el conocimiento mutuo<br />
refuerzan un vínculo que si sabemos<br />
cuidar va a seguir siendo muy intenso a<br />
lo largo de toda la vida, muchos años<br />
después de que la infancia llegue a su<br />
fin.
Fase adolescente: ¿si te he visto<br />
no me acuerdo?<br />
Al entrar en la adolescencia, la relación<br />
con los hijos cambia de forma radical.<br />
Aunque más en las formas que en lo<br />
esencial. En este momento deberíamos<br />
conocernos bien mutuamente y a<br />
nosotros como padres nos toca observar<br />
estoicamente su paso por la montaña<br />
rusa hormonal. Si es posible, sin perder<br />
los nervios.
Pensamos que el vínculo estrecho que<br />
teníamos con el bebé se ha perdido en<br />
la adolescencia, pero no es cierto:<br />
aceptarles amorosamente de forma<br />
incondicional va a hacer que vuelvan a<br />
nosotros buscando refugio cuando lo<br />
necesiten. Y aunque sean más escasos,<br />
habrá momentos de mimos y en los que<br />
busquen tu regazo como antaño.