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Crónicas de Abraxas

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Prólogo<br />

—¡Los quiero muer tos! –rugió la infernal voz a la que tanto<br />

temían los cuatro ahí presentes.<br />

En sus gestos había más que furia. En el espectro sónico <strong>de</strong> su<br />

voz <strong>de</strong> ultratumba podía sentirse toda el aura maldita que manaba <strong>de</strong> él.<br />

Su sola presencia intimidaba a sus propios esbirros. Todo a su alre<strong>de</strong>dor<br />

era oscuridad, salvo por un par <strong>de</strong> antorchas colocadas a la distancia, en<br />

las es quinas <strong>de</strong> su guarida.<br />

—Pero, señor, no pudimos hacer nada para intervenir trató <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse uno <strong>de</strong> los orcos presentes en la estancia–. Atacamos el<br />

castillo <strong>de</strong> Brándia como usted or<strong>de</strong>nó y ellos ya estaban ahí. Se mueven<br />

muy <strong>de</strong> prisa, ¡como si supieran algo! Ni siquiera el Zággan…<br />

—¡Imbéciles! –rugió él <strong>de</strong> nuevo, haciendo temblar a todos.<br />

Pero, esta vez, no contuvo su ira en lo absoluto. Sus brillantes ojos<br />

carmesí centellaron con todo su po<strong>de</strong>r tras la penumbra <strong>de</strong> su yelmo<br />

blanco. Su lacayo quedó paralizado <strong>de</strong> inmediato, sus músculos<br />

inmóviles sintieron como sus fibras comenzaron a reventarse poco a<br />

poco, sus ojos amarillos se <strong>de</strong>sorbitaron y saltaron hacia a<strong>de</strong>lante,<br />

cegándolo <strong>de</strong> inmediato, antes <strong>de</strong> explotar por la presión. Sus <strong>de</strong>dos,<br />

manos y brazos se contorsionaron <strong>de</strong> una forma tan atroz que se<br />

escuchó el crujir <strong>de</strong> todos los huesos al resquebrajarse por la fuerza<br />

invisible a la que estaba siendo sometido por su amo y que lo hizo<br />

arrodillarse <strong>de</strong> forma tan súbita, que sus rodillas quedaron hechas trizas<br />

mientras gemía <strong>de</strong> dolor e intentaba rogar por su vida.<br />

El orco ya sabía <strong>de</strong> antemano lo que suce<strong>de</strong>ría, lo había<br />

presenciado muchas veces, nadie enfadaba a Ash`grath y salía con vida,<br />

era inútil que suplicara. Y si por algún milagro su amo se apiadaba <strong>de</strong><br />

él, ya estaba lo <strong>de</strong>masiado herido e inutilizado como para ser útil, sería<br />

tan solo carne <strong>de</strong> cañón para el Observador, <strong>de</strong> quien tanto había<br />

escuchado en las barracas y <strong>de</strong>l que se <strong>de</strong>cía incluso que hasta su amo<br />

temía enfrentar solo.<br />

Sucedió lo esperado. Un grito <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong>l capitán orco<br />

se escuchó justo antes <strong>de</strong> que el Demonio Blanco cerrara su puño<br />

<strong>de</strong>recho con rabia y su víctima explotara, esparciendo sus vísceras por

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