25.06.2018 Views

Cuentos Oscuros

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

La dama de azul<br />

Desde la infancia, Diana siempre deseó poseer aquella casa tan llena de misterios<br />

e historias, parecía que las cosas que decían de la casona no la atemorizaban sino más<br />

bien, lograban que su atención se prendara más de ella.<br />

Apenas tuvo la oportunidad, a pesar de las negativas de toda su familia, compró<br />

la casona. Para ella era el sueño de su vida convertido en realidad y es que la casa era<br />

la más hermosa expresión de la arquitectura europea: poseía una combinación de<br />

detalles victorianos, columnas góticas y acabados renacentistas, era un collage de<br />

elegancia. La vista frontal de la casa daba al oeste, los atardeceres se posaban sobre<br />

ella y las sombras de las nubes le daban un aire de antigüedad mucho más acentuado.<br />

Los jardines rebosaban de vegetación y, en ellos, había dos bóvedas con cumbres góticas<br />

y ángeles de guardia que se convirtieron en fieles testigos del paso de los años, una en<br />

el norte y otra en el sur, están vestidas de verde con las enredaderas de hiedra y solo<br />

se logra ver en ellas finos trazos de lo que algún día fueron letras y números que<br />

indicaban el descanso eterno de sus habitantes. Los muros cercanos a la alberca se<br />

mantenían firmes y llenos de soberbia, al poseer aquellas mandrágoras que simulaban<br />

cuerpos desnudos de hermosas mujeres aprisionados por las grietas.<br />

Diana recuerda muy bien cuando escuchó por primera vez la historia de la casa,<br />

podía tener unos cuatro años cuando su madre la llevó a visitar a la bisabuela que ya<br />

rondaba los cien años y, entre cafés calientes, la anciana, que aún estaba en sus<br />

cabales, dio inicio a la historia, recordaba como si fuera ayer la voz poco entendible<br />

con la que la viejita reveló el secreto más preciado de la casona. Según la anciana, la<br />

casa había sido el mudo testigo de una trágica historia de amor…<br />

“Aún no había nacido esta vieja, cuando la familia Alcázar inició la construcción<br />

de la casona, contrataron a casi todos los hombres del pueblo para la mano de obra; mi<br />

padre, que era todavía un niño y mi abuelo, trabajaron durante días seguidos. Los<br />

Alcázar necesitaban la mansión lo más pronto posible, venían llegando de España y no


tenían dónde quedarse. Ellos eran personas muy adineradas pero muy humildes y<br />

generosas; contaba mi madre que la señora Alcázar era una mujer hermosísima, su<br />

rostro era muy similar a una escultura griega y su figura simulaba una delicada pieza de<br />

cristal, mientras que el señor era la expresión física de la autoridad y el despotismo a<br />

pesar de que su corazón estaba lleno de bondad, su ceño siempre se mantenía fruncido<br />

y nunca despedía de su rostro una sonrisa. Tenían dos hijos, Daniel y Alfredo, y una hija,<br />

Ángela. Los jóvenes eran pura energía y viveza, eran traviesos, juguetones, poseían la<br />

fuerza y el temperamento de su padre. Mientras que la niña era la ternura en esencia,<br />

poseía unas hermosas, regordetas y rosadas mejillas llenas de pecas de las que sus<br />

hermanos hacían burla constantemente.<br />

”La viuda Clemencia, que había tenido educación en Europa, se convirtió en el<br />

ama de llaves de los Alcázar, ella y su hijo Pablo fueron recibidos como auténticos<br />

miembros de la familia. A pesar de la confianza que la familia había depositado en ellos,<br />

Pablo siempre mantuvo la distancia ante los señores y sus hijos. Con su corta edad, él<br />

pensaba que habían sido muy bondadosos con él y con su madre como para aprovecharse<br />

de las comodidades que les ofrecían; él siempre tomó la conducta de criado, a pesar de<br />

que don Eugenio y doña Dulce le daban la misma educación que a sus hijos.<br />

”Por las mañanas era muy común ver a los tres jóvenes correr por los jardines,<br />

jugando y haciendo bromas; poco a poco Pablo fue integrándose y sintiéndose más<br />

cercano a Daniel y a Alfredo, las historias que vivían día con día los unían cada vez más.<br />

De los tres muchachos, Pablo mostraba la nobleza con la que su madre lo había criado<br />

y poseía un poco más de madurez que Alfredo y Daniel que siempre hacían bromas y<br />

travesuras a su pobre hermana, así que él era quien se encargaba de hacerlos meditar<br />

con anticipación sobre los actos que iban a cometer.<br />

”La pobre Ángela siempre estaba excluida de los juegos de sus hermanos, se reían<br />

de ella por ser niña y no tener la posibilidad de correr tan libre como ellos, era un hecho<br />

que aquellos pomposos vestidos no se lo permitían, entonces, en algunos momentos,<br />

Pablo se alejaba de sus inseparables amigos para jugar y compartir pequeños lapsos con<br />

Ángela; solía tomarle la mano y llevarla corriendo despacito hasta el río, allí hacían<br />

competencias de quién tiraba las piedritas más lejos, él siempre la dejaba ganar.


”El tiempo pasó; Daniel, Alfredo y Pablo fueron enviados a Europa para ingresar<br />

a la Escuela de Leyes de España. Pablo no podía perder la oportunidad que los señores<br />

Alcázar le estaban ofreciendo y, con mucho dolor, pero con gusto, dejó a su madre y<br />

pensó que ese sacrificio lo ayudaría a traer un mejor futuro para ambos.<br />

”Ángela quedó sola con sus padres y Clemencia, que se convirtió en su mejor<br />

amiga; aquella extrañaba las atenciones de Pablo y las groserías de sus inquietos<br />

hermanos. Llegó el verano y los tres jóvenes regresaron de visita a su casa, parecía que<br />

los dos años que habían pasado se habían convertido en una década; sus cuerpos y sus<br />

voces habían cambiado, podía decirse que ya no eran jovencitos sino que su<br />

independencia y la lejanía de su familia los había convertido en verdaderos hombres.<br />

Pero no solo ellos habían cambiado, Ángela se había convertido en una hermosa<br />

mujercita, las graciosas pecas se le borraron, su mentón se afinó y sus regordetas<br />

mejillas se esculpieron, sus caderas se ensancharon y de ella brotaba una elegante<br />

seducción que no la hizo perder su ternura e inocencia.<br />

”Cuando los jóvenes llegaron a la casona, los esperaban con una exquisita cena<br />

que Clemencia había preparado con esmero para sus inquietos chiquillos, todos se<br />

reunieron en el salón principal pero Ángela aún no se hacía presente, los muchachos<br />

contaban a su padre las historias vividas en España y los adelantos en su carrera,<br />

mientras que Pablo no se separaba de su madre. La figura de Ángela que bajaba por la<br />

escalinata interrumpió la conversación y llenó de silencio el salón, Daniel y Alfredo<br />

mostraron en sus rostros asombro y Pablo no pudo evitar fijar la mirada en la belleza<br />

que Ángela había adquirido; para ellos era increíble el cambio que su pequeña y<br />

regordeta hermanita había tenido y para ella lo más emocionante era volver a ver a<br />

quienes tanto había extrañado, pero la emoción la hizo dirigirse directamente a Pablo.<br />

A partir de ese momento, en la casona el romance comenzó a dar paseos por los jardines<br />

y un gigantesco imán se había creado entre Ángela y Pablo.<br />

”En ese mes, los sentimientos escondidos de los jóvenes se concretaron y esta<br />

vez la despedida para ambos fue mucho más dolorosa, pero para Pablo el deseo de<br />

crecer y superarse para merecer el amor de Ángela lo llenó de fortaleza y consuelo.


”El año pasó despacio y, llegado el momento de la visita de los muchachos, los<br />

padres prepararon una fiesta de bienvenida para ellos y, a la vez, don Eugenio aprovechó<br />

la oportunidad para presentar esa noche a Ángela ante la sociedad como señorita soltera<br />

en busca de compromiso.<br />

”En esa ocasión, los muchachos trajeron para sus familiares obsequios y<br />

recuerdos, y Pablo trajo para Ángela una hermosa capucha de terciopelo azul, pues<br />

pensaba en la dulzura de su mirada.<br />

”Esa noche toda la clase burguesa se reunió en la casona de los Alcázar, muchos<br />

jóvenes pretendieron a Ángela, pero su frialdad e indiferencia los hacían alejarse. Entre<br />

la gente, el baile y la música ella buscaba la atención de su amado Pablo y, en algún<br />

momento con una simple mirada, le indicó que se alejaran; ella salió despacio, tomó su<br />

capucha del perchero de la sala trasera y corrió lentamente como solía hacerlo de niña,<br />

su figura parecía danzar por entre los árboles, él corría tras ella a bastante distancia,<br />

pero no quería alcanzarla porque lo hechizaba el brillo que la luna ejercía sobre los<br />

dorados bucles de Ángela y la forma en que la textura tornasol de la capucha resaltaban<br />

las onduladas formas del cuerpo de su musa. Al llegar a la orilla del río, Ángela tomó<br />

una piedrita y la lanzó, jamás volteó y, casi de inmediato, se vio envuelta en los cálidos<br />

brazos de Pablo. Así la orilla del río que atravesaba los jardines de la casona se convirtió<br />

en el lugar de encuentros, recuerdos y añoranzas de ambos. Para él era como un sueño<br />

saber que tenía entre sus brazos a quien años atrás protegía y cuidaba con esmero, que<br />

aquel angelical rostro había sido el rostro de una niña graciosa que hoy día amaba tanto,<br />

y todas las noches, durante todo el verano, ambos se reunían de la misma forma en ese<br />

lugar para entregarse uno al otro el amor que brotaba de sus poros, era la capucha azul<br />

el mudo testigo de sus encuentros.<br />

”La despedida sería para ellos una agonía, pero esta vez nació la promesa de un<br />

amor eterno, la promesa de que, en el próximo, encuentro se comprometerían ante<br />

todos y se unirían de por vida.<br />

”Todos sabían del romance de Pablo y Ángela y colaboraban con ellos para que<br />

se quedaran solos, ¡todos!, excepto Eugenio y Dulce, pero ella, con su instinto de madre,


obviaba que sus hijos ocultaban algo y obviaba lo que podía ser; mientras, Eugenio<br />

continuaba empecinado en conseguir un buen marido para su hija.<br />

”Pablo siempre pensó que debía llenarse de valor para enfrentar su decisión y<br />

pretensión ante don Eugenio, lo indisponía un posible rechazo, pero su amor por Ángela<br />

lo llenaba de fuerza y esperanza.<br />

”Una mañana, semanas antes de la fecha de llegada de los muchachos, Clemencia<br />

recibió una carta de su hijo donde le comunicaba su decisión de pedir la mano de Ángela<br />

en matrimonio la noche de la fiesta de bienvenida, esto provocó en Clemencia un<br />

terrible dolor y pensó que era la decisión más descabellada que él podía tomar. Pensó<br />

mucho en la tristeza que sentirían Pablo y Ángela al recibir una posible negativa de don<br />

Eugenio y esto la hizo soltar en llanto, en ese momento Dulce se acercó a ella y le colocó<br />

la mano en el hombro, Clemencia le entregó la carta, la leyó y, con mucha sabiduría,<br />

la calmó demostrando la alegría que Eugenio y ella sentirían con la unión de sus hijos.<br />

Ella le hizo saber que lo que ellos deseaban para su hija era un joven noble y de buenos<br />

sentimientos y Pablo alcanzaba esas cualidades para ellos, además que era inteligente<br />

y de buenas costumbres. Dulce fue donde su esposo y lo preparó para el instante en que<br />

Pablo pediría la mano de su Ángela.<br />

”Los jóvenes llegaron a la casa y esta vez Pablo traía para su amada un hermoso<br />

anillo que la comprometería con él hasta el siguiente verano, cuando contraerían<br />

matrimonio. Don Eugenio ya sabía de los planes de Pablo y, aunque su ceño no le<br />

permitía demostrarlo, sentía felicidad de saber que su hija quedaría unida a un joven<br />

tan noble y agradecido como lo era Pablo. El recibimiento para los muchachos fue el<br />

mismo y, para la noche siguiente, la fiesta estaba preparada, ¡la noche tan esperada<br />

para Pablo y Ángela!<br />

”En el ambiente había un secreto que ya todos sabían pero aun así los<br />

enamorados tenían la magia de ocultar ante sus padres el romance que los unía, los<br />

llenaba de intensidad el hecho de escaparse en las noches, para buscar el silencio y la<br />

soledad. Esa sería la última noche que mantendrían el misterio de sus miradas porque,


para la noche siguiente, ya estarían comprometidos ante todos y la formalidad los haría<br />

mantener un poco más de distancia hasta la fecha de boda.<br />

”Esa noche, Ángela se puso la capucha azul y salió a los jardines, se dirigió a la<br />

orilla del río, allí esperaría a su amado para acurrucarse entre sus brazos, como lo hizo<br />

una y otra vez el verano anterior. Corría suave y despacio pero los pies se le enredaron<br />

en el vestido, esto hizo que cayera sobre una piedra; cuando Pablo la alcanzó, vio el<br />

pálido cuerpo de Ángela tendido sobre una laja que le había partido la cabeza. Pablo<br />

corrió hacia ella que aún respiraba, la levantó y deseó tener alas para poder volar hasta<br />

la casona, pero cuando llego allí y colocó a su amada Ángela sobre el sofá, ella daba sus<br />

últimos respiros. Todos se levantaron de inmediato y Pablo corrió hasta el pueblo en<br />

busca del médico, pero el tiempo le ganó y, a su llegada, Ángela había muerto.<br />

”Para los Alcázar, esto fue lo peor que les pudo haber ocurrido, mi padre<br />

remembraba con emotividad la forma en que todo el pueblo lloró el sufrimiento de la<br />

familia y la partida de la dulce Ángela. Enterraron su cuerpo dos días después y Pablo<br />

nunca se separó de ella, hasta el momento que introdujeron el féretro en la elegante<br />

bóveda que se construyó para ella en la parte sur de la casa.<br />

”Pablo no volvió esta vez a España, su sufrimiento lo consumió en la inmensa<br />

biblioteca de la casona; allí leyó todos los poemas de amor que encontró, lloró<br />

intensamente con las leyendas que algún día Bécquer escribió, su cordura se escapó y<br />

era muy común verlo postrado en la bóveda de su Ángela mientras le contaba hermosas<br />

historias y estrechaba, entre sus manos, una cajita de madera labrada. Los señores<br />

Alcázar y su madre sufrían con él y esto tampoco permitía que ellos recuperaran la paz<br />

que se les había esfumado con la trágica pérdida de Ángela.<br />

”Una fría mañana de octubre, el cuerpo de Pablo yacía inerte sobre las flores<br />

frescas que adornaban la bóveda. ¡Más dolor para los Alcázar! pero al fin los jóvenes<br />

amantes estarían juntos en la eternidad. Para Pablo construyeron una bóveda de igual<br />

dimensión en el norte del jardín.<br />

Los Alcázar y Clemencia partieron a España al lado de sus dos hijos y dejaron aquí<br />

la casona en manos de los peones que se encargaban de mantenerla limpia. Nunca nadie


se atrevió a dormir allí, mucho menos habitar la casa por respeto a la soledad y silencio<br />

que Pablo y Ángela buscaban en vida.<br />

”Ahora las dos bóvedas están envueltas por enredaderas y hacen que los jardines<br />

se tornen más bellos y que la casa adquiera un matiz de nostalgia y melancolía, pero<br />

pienso que los Alcázar cometieron el peor de los errores al enterrarlos separados…”<br />

Diana recordaba muy bien aquella historia y no descartaba la idea que su<br />

fascinación por la casona estaba fomentada por el misterio de los amantes separados<br />

que jamás unieron sus vidas ante Dios. Cuando terminó todos los trámites del traspaso<br />

con la única heredera de la casona, una anciana enferma que no podía hacerse cargo<br />

de ella misma y residía en la ciudad, Diana ya pudo gozar completamente de su casa y,<br />

el día que se mudó, caminó por los jardines y cerró los ojos e imaginó la intensidad de<br />

aquel romance que habían vivido Pablo y Ángela en ese mágico lugar.<br />

Al comprarla tuvo muy presente que nadie había habitado el lugar después de los<br />

Alcázar y que no era nada raro que ella comenzara a descubrir pequeños secretos que<br />

se escondían, es más, encontró viejas cajas con antigüedades que, por suerte, no<br />

estaban incluidas en el precio de la casa. Logró convencer a sus hermanos Antonio e<br />

Ivania y a su madre para que vivieran con ella y compartieran el sueño de su vida hecho<br />

realidad. Al principio hubo muchas negativas por las supersticiosas historias de las que<br />

se hablaba en los alrededores, historias como la de su bisabuela, que eran muy ciertas,<br />

e historias que eran la continuación de la tragedia vivida; entre ellas había una que le<br />

fascinaba y deseaba que fuera cierta para llegar a ser testigo, recuerda que la contaba<br />

uno de los hijos de los peones de la casona; decía él que una noche había visto correr a<br />

Ángela, esta atravesaba el jardín de sur a norte, envuelta en su capucha azul, también<br />

estaba la historia de un cazador que se introdujo una noche en las orillas del río y vio,<br />

a esas altas horas, a una niña y a un muchachito vestidos a la antigua que lanzaban<br />

piedritas al agua.<br />

Una de las razones más fuertes para que su madre, Antonio e Ivania se fueran a<br />

compartir con ella tremenda locura era el amor tan grande que le tenían y, como


segundo aspecto, pensaban que la casa era demasiado grande y que, en realidad, poseía<br />

mucho espacio para una solitaria, loca y soñadora solterona como la pobre Diana.<br />

Los días transcurrieron y Diana no había terminado de descubrir los parajes en<br />

aquella casona; todas las mañanas, antes de ir a trabajar, salía con el sol a recorrer los<br />

jardines y a dejar flores frescas a las bóvedas de sus amigos: “los amantes”. Las críticas<br />

de su familia la hacían reír cuando le decían que, algún día, los muertos se levantarían<br />

para echarla de su casa y siempre brotaban de ella respuestas que exteriorizaban su<br />

deseo de mantener contacto con el más allá y sobre todo con ellos, los protagonistas de<br />

la historia que la hicieron esforzarse y limitarse de lujos por mucho tiempo para adquirir<br />

la casona, esos protagonistas de la historia que ella, con su romanticismo, hubiera<br />

deseado vivir en carne propia.<br />

En una ocasión llegó más tarde de lo normal, el reloj ya se acercaba a la media<br />

noche y llamó desde el carro a su hermano para que le abriera el portón de la entrada,<br />

pero al parecer, el sueño se había apoderado de ellos y jamás contestaron el teléfono;<br />

bajó del carro y abrió los portones, entró y los cerró, cuando terminó de poner el<br />

candado, un escalofrío le inundó el cuerpo y pensó cien mil veces en voltearse para<br />

continuar su camino, el miedo se adueñó de ella, nunca había sentido algo así, bajó su<br />

rostro y volteó, estaba segura de que no era el momento de ver nada anormal; de pronto<br />

vio su casa con luces encendidas y el sonido de muchas voces, una extraña música que<br />

no se parecía ni a la de ella ni a la de sus hermanos, estaba sonando, ¡sí! era música de<br />

una orquesta. Definitivamente algo raro estaba ocurriendo, caminó despacio y, con voz<br />

temblorosa, empezó a llamar a su madre, antes de llegar a la puerta pudo ver cómo una<br />

mujer, con una capucha azul y rizos dorados, corrió mientras atravesaba el jardín de<br />

sur a norte, pero antes de perderse por los árboles y dejar de divisarla, esta se detuvo<br />

y miró fijamente a Diana, lo que le provocó un congelamiento y un terrible deseo de<br />

llorar, su cara era la de un ángel y sus ojos eran como destellos de una tenue luz azul.<br />

“¡Ángela!” fue lo único que pudo salir de la boca de Diana, jamás se imaginó que sería<br />

testigo de lo que ella pensó eran supersticiones; la mujer le sonrió y continuó su camino<br />

hasta perderse en el norte del oscuro y espeso jardín.


De pronto la música se detuvo y las luces se apagaron; Diana, más pálida de lo<br />

normal, entró a su casa y dio el grito más estridente que pudiera haber dado nunca, casi<br />

de inmediato sus hermanos y su madre estaban con ella para saber qué le había ocurrido,<br />

para ellos no era extraña aquella conducta, porque era la manera en que ella solía<br />

exteriorizar las presiones del trabajo cuando se sentía atrapada, pero cuando se<br />

preocuparon fue en el momento en que vieron la palidez y la dirección fija de su mirada;<br />

ella no podía responder a las preguntas que le hacían, la sentaron en el sofá y le dieron<br />

a beber agua con azúcar y, poco a poco, las palabras empezaron a salir: contó lo<br />

sucedido, debía hacerlo a pesar de que sabía que iba a causar en su familia una histeria<br />

colectiva, pero, de guardárselo, el impacto no iba a permitir que estuviera tranquila.<br />

Relató cada uno de los detalles y, esa noche, se acomodaron todos en una misma<br />

habitación e intentaron dormir, pero les fue imposible, el miedo y el crujir de los troncos<br />

de los árboles se había convertido en una eterna penitencia y en la melodía que jamás<br />

hubieran deseado escuchar. La madre de Diana no se cansaba de repetirle una y otra<br />

vez:<br />

—¡Te lo dije!, te dije que comprar esta casa era la peor de las inversiones, solo<br />

una persona con una mente tan macabra como la tuya puede desear tener una casa<br />

habitada por fantasmas. Y más vale que esa muerta no te habló, porque ahí mismo te<br />

morís. ¡A mí que ni se me acerque! ¡Que la Preciosa Sangre de Nuestro Señor nos cubra!,<br />

¡hija mía!, ¿qué te costaba hacerme caso? Con el precio de esta casa vieja, hubieras<br />

podido comprar una más moderna en algún residencial de Heredia o en Rorhmoser. Es<br />

más, si lo que querías era campo y bastante espacio, hubieras podido comprar hasta una<br />

finca si así lo deseabas...<br />

Y Diana, que ya había recobrado la tranquilidad, trató de dar muchas<br />

explicaciones y convencer a su familia de que nada malo les iba a pasar allí y que<br />

probablemente las ánimas deseaban tener contacto con ellos.<br />

—Debe ser que quiere comunicarnos algo o que desea que hagamos algo por ella.<br />

—Ella lo único que quiere es que nos vayamos de su casa, nadie había habitado<br />

esta casa después de que su familia partió a España. Pero tenías que venir vos con tus


sueños escabrosos a romperle la tranquilidad a los pobres muertitos y solo nos faltaría<br />

que te pongás a hacer una sesión espiritista para ver qué es lo que quiere ella. Ahora,<br />

¿con qué ganas voy a salir y llegar en la madrugada sabiendo que anda una muerta suelta<br />

en el jardín de mi casa? Imaginate, ¿qué va a pensar mi novio cuando se dé cuenta de<br />

que vivo en una casa embrujada?, ¿con qué ganas va a venir a visitarme? —argumentó<br />

Ivania, con su peculiar charlatanería; mientras, Antonio trataba de buscar una solución<br />

lógica y fría como era característico en él.<br />

—Yo pienso que sería bueno que les paguemos una misa a los dos, tal vez así<br />

descansen en paz. Eso es todo que podemos hacer por ellos, aunque solo sea la muerta<br />

la que anda dando vueltas por el jardín.<br />

—No, aquí lo que hay que hacer es poner en venta la casa otra vez y así podés<br />

comprarte una por la Nunciatura. Te quedaría hasta más céntrico...<br />

—No, mamá, será lo último que haga; toda mi vida, desde pequeña, me fijé una<br />

meta y ya la alcancé, no pienso deshacerme de mi casa, además ellos no fueron malos,<br />

así que dudo mucho que vayan a hacernos daño.<br />

Así transcurrió la noche, llena de discusiones y regaños para la pobre Diana. Los<br />

días pasaron y todo volvió a la normalidad; Ivania, que acostumbraba a llegar a altas<br />

horas, llamaba desde su carro a cualquiera que estuviera despierto para que le abriera<br />

los portones sin tener que bajarse, cuando ya estaba adentro salía corriendo con la vista<br />

al suelo, por nada del mundo la levantaba hasta que llegaba a la puerta. Cuando era<br />

Diana quien iba abrirle, esta le hacía bromas y con una voz gruesa le decía “¡Ángela<br />

está detrás de vos!” Y la pobre Ivania corría más rápido dando gritos hasta que entraba<br />

a la casa.<br />

En la casona todo estaba bien, no había sonidos extraños, ni visiones, así que el<br />

asunto fue quedando en el olvido. Una tarde, Antonio decidió bajar a la biblioteca, allí<br />

comenzó a desempolvar y ordenar algunos libros que estaban en cajas, libros que habían<br />

pertenecido a los Alcázar. Encontró libros de derecho que, seguramente, pertenecieron<br />

a Daniel, Alfredo o Pablo, libros de arte y algunos bocetos con la firma de Ángela, y<br />

comenzó a sentir melancolía por el pasado de personas totalmente ajenas a él. Encontró


un libro muy interesante de algún dibujante español lleno de dibujos y caras graciosas,<br />

sus hojas casi se deshacían en las manos, de pronto escuchó tras él unos cortos pasos<br />

que se acercaban a la puerta, pensó que podía ser una de sus hermanas así que no le<br />

tomó importancia; continúo esculcando los antiguos e interesantes tesoros que habían<br />

dejado y de pronto, detrás de él, una quebrada y llorosa voz masculina expresó:<br />

—“Muerta la llevan al soto;<br />

la han enterrado en la umbría;<br />

por más tierra que le echaban,<br />

la mano no se cubría:<br />

la mano donde un anillo<br />

que le dio el conde tenía.<br />

De noche, sobre la tumba,<br />

dizque el viento repetía:<br />

¡mal haya quien en promesas<br />

de hombre fía!”<br />

Antonio no quiso moverse y la voz lentamente se alejó, como si cayera en un<br />

abismo y, al sentir el silencio absoluto, se volvió y vio sobre la mesa uno de los viejos<br />

libros abierto, se acercó y encontró en la página esta estrofa llena de gotas de agua que<br />

le dieron la sensación de que alguien había llorado sobre él, las páginas abiertas eran<br />

las de un antiguo tomo de Rimas y Leyendas de Bécquer que databa de 1864.<br />

La tristeza se apoderó de Antonio y pudo comprender, de forma repentina, cómo<br />

esta historia de amor se había apropiado de la vida de su hermana, lo más curioso es<br />

que el temor no se adueñó de él, solo el dolor de pensar en los pobres jóvenes que no<br />

pudieron concluir sus deseos. Cerró el libro y salió de allí; sintió como si estuviera<br />

irrespetando el silencio de quien, con seguridad, era Pablo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!