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se atrevió a dormir allí, mucho menos habitar la casa por respeto a la soledad y silencio<br />
que Pablo y Ángela buscaban en vida.<br />
”Ahora las dos bóvedas están envueltas por enredaderas y hacen que los jardines<br />
se tornen más bellos y que la casa adquiera un matiz de nostalgia y melancolía, pero<br />
pienso que los Alcázar cometieron el peor de los errores al enterrarlos separados…”<br />
Diana recordaba muy bien aquella historia y no descartaba la idea que su<br />
fascinación por la casona estaba fomentada por el misterio de los amantes separados<br />
que jamás unieron sus vidas ante Dios. Cuando terminó todos los trámites del traspaso<br />
con la única heredera de la casona, una anciana enferma que no podía hacerse cargo<br />
de ella misma y residía en la ciudad, Diana ya pudo gozar completamente de su casa y,<br />
el día que se mudó, caminó por los jardines y cerró los ojos e imaginó la intensidad de<br />
aquel romance que habían vivido Pablo y Ángela en ese mágico lugar.<br />
Al comprarla tuvo muy presente que nadie había habitado el lugar después de los<br />
Alcázar y que no era nada raro que ella comenzara a descubrir pequeños secretos que<br />
se escondían, es más, encontró viejas cajas con antigüedades que, por suerte, no<br />
estaban incluidas en el precio de la casa. Logró convencer a sus hermanos Antonio e<br />
Ivania y a su madre para que vivieran con ella y compartieran el sueño de su vida hecho<br />
realidad. Al principio hubo muchas negativas por las supersticiosas historias de las que<br />
se hablaba en los alrededores, historias como la de su bisabuela, que eran muy ciertas,<br />
e historias que eran la continuación de la tragedia vivida; entre ellas había una que le<br />
fascinaba y deseaba que fuera cierta para llegar a ser testigo, recuerda que la contaba<br />
uno de los hijos de los peones de la casona; decía él que una noche había visto correr a<br />
Ángela, esta atravesaba el jardín de sur a norte, envuelta en su capucha azul, también<br />
estaba la historia de un cazador que se introdujo una noche en las orillas del río y vio,<br />
a esas altas horas, a una niña y a un muchachito vestidos a la antigua que lanzaban<br />
piedritas al agua.<br />
Una de las razones más fuertes para que su madre, Antonio e Ivania se fueran a<br />
compartir con ella tremenda locura era el amor tan grande que le tenían y, como