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Cuentos Oscuros

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segundo aspecto, pensaban que la casa era demasiado grande y que, en realidad, poseía<br />

mucho espacio para una solitaria, loca y soñadora solterona como la pobre Diana.<br />

Los días transcurrieron y Diana no había terminado de descubrir los parajes en<br />

aquella casona; todas las mañanas, antes de ir a trabajar, salía con el sol a recorrer los<br />

jardines y a dejar flores frescas a las bóvedas de sus amigos: “los amantes”. Las críticas<br />

de su familia la hacían reír cuando le decían que, algún día, los muertos se levantarían<br />

para echarla de su casa y siempre brotaban de ella respuestas que exteriorizaban su<br />

deseo de mantener contacto con el más allá y sobre todo con ellos, los protagonistas de<br />

la historia que la hicieron esforzarse y limitarse de lujos por mucho tiempo para adquirir<br />

la casona, esos protagonistas de la historia que ella, con su romanticismo, hubiera<br />

deseado vivir en carne propia.<br />

En una ocasión llegó más tarde de lo normal, el reloj ya se acercaba a la media<br />

noche y llamó desde el carro a su hermano para que le abriera el portón de la entrada,<br />

pero al parecer, el sueño se había apoderado de ellos y jamás contestaron el teléfono;<br />

bajó del carro y abrió los portones, entró y los cerró, cuando terminó de poner el<br />

candado, un escalofrío le inundó el cuerpo y pensó cien mil veces en voltearse para<br />

continuar su camino, el miedo se adueñó de ella, nunca había sentido algo así, bajó su<br />

rostro y volteó, estaba segura de que no era el momento de ver nada anormal; de pronto<br />

vio su casa con luces encendidas y el sonido de muchas voces, una extraña música que<br />

no se parecía ni a la de ella ni a la de sus hermanos, estaba sonando, ¡sí! era música de<br />

una orquesta. Definitivamente algo raro estaba ocurriendo, caminó despacio y, con voz<br />

temblorosa, empezó a llamar a su madre, antes de llegar a la puerta pudo ver cómo una<br />

mujer, con una capucha azul y rizos dorados, corrió mientras atravesaba el jardín de<br />

sur a norte, pero antes de perderse por los árboles y dejar de divisarla, esta se detuvo<br />

y miró fijamente a Diana, lo que le provocó un congelamiento y un terrible deseo de<br />

llorar, su cara era la de un ángel y sus ojos eran como destellos de una tenue luz azul.<br />

“¡Ángela!” fue lo único que pudo salir de la boca de Diana, jamás se imaginó que sería<br />

testigo de lo que ella pensó eran supersticiones; la mujer le sonrió y continuó su camino<br />

hasta perderse en el norte del oscuro y espeso jardín.

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