Cuentos Oscuros

De pronto la música se detuvo y las luces se apagaron; Diana, más pálida de lo
normal, entró a su casa y dio el grito más estridente que pudiera haber dado nunca, casi
de inmediato sus hermanos y su madre estaban con ella para saber qué le había ocurrido,
para ellos no era extraña aquella conducta, porque era la manera en que ella solía
exteriorizar las presiones del trabajo cuando se sentía atrapada, pero cuando se
preocuparon fue en el momento en que vieron la palidez y la dirección fija de su mirada;
ella no podía responder a las preguntas que le hacían, la sentaron en el sofá y le dieron
a beber agua con azúcar y, poco a poco, las palabras empezaron a salir: contó lo
sucedido, debía hacerlo a pesar de que sabía que iba a causar en su familia una histeria
colectiva, pero, de guardárselo, el impacto no iba a permitir que estuviera tranquila.
Relató cada uno de los detalles y, esa noche, se acomodaron todos en una misma
habitación e intentaron dormir, pero les fue imposible, el miedo y el crujir de los troncos
de los árboles se había convertido en una eterna penitencia y en la melodía que jamás
hubieran deseado escuchar. La madre de Diana no se cansaba de repetirle una y otra
vez:
—¡Te lo dije!, te dije que comprar esta casa era la peor de las inversiones, solo
una persona con una mente tan macabra como la tuya puede desear tener una casa
habitada por fantasmas. Y más vale que esa muerta no te habló, porque ahí mismo te
morís. ¡A mí que ni se me acerque! ¡Que la Preciosa Sangre de Nuestro Señor nos cubra!,
¡hija mía!, ¿qué te costaba hacerme caso? Con el precio de esta casa vieja, hubieras
podido comprar una más moderna en algún residencial de Heredia o en Rorhmoser. Es
más, si lo que querías era campo y bastante espacio, hubieras podido comprar hasta una
finca si así lo deseabas...
Y Diana, que ya había recobrado la tranquilidad, trató de dar muchas
explicaciones y convencer a su familia de que nada malo les iba a pasar allí y que
probablemente las ánimas deseaban tener contacto con ellos.
—Debe ser que quiere comunicarnos algo o que desea que hagamos algo por ella.
—Ella lo único que quiere es que nos vayamos de su casa, nadie había habitado
esta casa después de que su familia partió a España. Pero tenías que venir vos con tus