Ideas 20180701

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ideas 2 Domingo 1 de julio de 2 018 Página SIETE Pierre Hassner, fallecido el 26 de mayo de 2018, era uno de los mejores especialistas del estudio de las relaciones internacionales en Francia, un discípulo de Raymond Aron que, al igual que su maestro, supo fusionar el conocimiento de la filosofía política con el de la actualidad internacional. Algunos han llamado a esto pensamiento estratégico, pero de su trabajo no saldría un cuerpo compacto de doctrinas y teorías. Su objetivo era mucho más profundo, el de educar la mirada y el juicio aplicables a las situaciones del escenario mundial. Al igual que Aron, Hassner era un observador comprometido, y no un analista superficial sino alguien capaz de colocarse en el lugar del otro, en el momento histórico o en el momento presente, tratando de entender su mentalidad. El libro El gran cisma de Aron influyó definitivamente en la vocación de Hassner. Era el año 1948, se trataba de un adolescente inquieto capaz de reconocer los signos de los tiempos, en el inicio de una guerra fría en la que el mundo y Europa habían quedado divididos. A Hassner debió de sorprenderle que un intelectual francés eligiera abiertamente uno de los dos bandos, aquel que identificaba con la libertad, en vez de optar por el supuesto porvenir glorioso prometido por el estalinismo. Con todo, Aron y Hassner tenían un carácter muy distinto. El primero era el hombre de la razón, con su análisis pausado y reflexivo, reticente a dejarse llevar por las apariencias y ser arrastrado por los entusiasmos. En efecto, la reacción de ambos ante los sucesos de mayo del 68 fue muy diferente. Mientras Aron los calificaba de psicodrama y rebajaba una revolución a la categoría de simple revuelta, Hassner pretendía descubrir una relación del mayo parisino con la Primavera de Praga, y acaso albergaba la esperanza de que, pese al discurso oficial uniformador, en la Europa del Este pudiera surgir un poder autónomo de Moscú. Sin embargo, su maestro no aceptaba esta comparación, pues consideraba que los estudiantes checoslovacos luchaban contra la ausencia de libertades y proponían reformas, pero los franceses, contestatarios con el sistema, se creían libres sin comprometerse a nada. No es lo mismo ser liberal que libertario. En contraste con Aron, Hassner era hombre mucho más emocional, un notable orador, aunque a la vez, demostraba “una inagotable riqueza de invención y análisis”, según leemos en las Memorias aronianas. Quienes asumen en verdad que la realidad es compleja, huyen de las simplificaciones, y durante la posguerra fría hubo unas cuantas: el fin de la historia, el choque de civilizaciones, la guerra contra el terrorismo. Pe n s a m i e n to La moderación frente a las pasiones l Pierre Hassner no creía en que las pasiones sean malas por sí mismas, pero el arte de la política consiste en saber combinar pasión y moderación. M a rc o A n to n i o B a r ro s o Mendizábal Ab o ga d o , diplomático y c a te d r á t i c o “Quie - nes asumen que la realidad es compleja, huyen de las simplificaciones, y durante la p o s g u e r ra fría hubo unas cuantas: el fin de la historia, el choque de civilizaciones, la guerra contra el terror i s m o”. En cambio, Hassner fue plenamente de la idea que la realidad internacional de hoy es heterogénea. Su análisis ya no puede reducirse al clásico estudio de las grandes potencias, pues hay que tener también en cuenta a actores no estatales e incluso transnacionales, y comprender que la diferencia entre política exterior y política interior tiende a diluirse. Esta complejidad llevaba a Pierre Hassner a un difícil encaje en las diversas escuelas de las relaciones internacionales. Su interés por las tensiones y rivalidades entre grandes potencias le podían asociar a la escuela del Realismo, pero algunos lo considerarían como un liberal por su defensa de los derechos humanos y de las minorías nacionales. Hassner no asumió esa ceguera voluntaria de algunos realistas que guardan silencio sobre el carácter autoritario de algunas potencias, pero no por ello dejó de defender la democratización de los Estados, si bien recordando que la democratización no es sinónimo de occidentalización. No entenderlo así hace que algunos regímenes políticos contemplen el fomento de la democracia como una coartada del imperialismo y que la lucha contra el imperialismo sea otra coartada para el mantenimiento de las t i ra n í a s . Su última gran obra, La revanche des passions. Metamorphoses de la violence et crises du politique (Fa - yard, 2015), es, en cierto modo, un retorno a aquel interés por Tucídides de sus años jóvenes. El historiador griego cobra actualidad en un mundo en el que “el gran desafío no es la hegemonía, sino el desorden”, tal y como dijo otro gran analista, Zbigniew Brzezinski, fallecido el mismo día que Hassner en 2017. El desorden internacional es la realidad más apremiante para cualquier analista, que no puede estar indefinidamente a la espera del retorno de un concierto de las grandes potencias, de un sistema westfaliano para el siglo XXI, sucesor del mundo unipolar de la inmediata posguerra fría. Nada de eso está sucediendo, pues no vivimos tiempos de equilibrio ni de balanzas de poder. Vivimos tiempos de pasiones desatadas, que hacen recordar algunos rasgos principales de la naturaleza humana según el pesimista Tucídides: el afán de dominio, la codicia, la ambición, Archivo digital la búsqueda de la gloria, el ansia de reconocimiento, el miedo. Para Hassner, la peor de las pasiones es el miedo, que se convierte en mucho más peligroso si se combina con el odio. Pierre Hassner no creía en que las pasiones son malas por sí mismas. No todas son malas, hay algunas muy buenas como la solidaridad. El hombre no es sólo razón, pero debe saber moderar las pasiones, pues el arte de la política consiste en saber combinar pasión y moderación. En una entrevista Hassner no tuvo reparos en afirmar que el peligro de la moderación sin pasión, que él veía en Barack Obama pese a sus buenas intenciones, es la inacción. Por lo demás, consideraba legítimo que al político le guíe una pasión, pero tiene que saber marcar sus límites, pues “la pasión sin moderación desemboca en el suicidio o en el c r i m e n”. Sus conocimientos de historia y de filosofía le mostraban que el desencadenamiento de las pasiones es un camino a la tragedia. En el fondo, ¿no predicaba Hassner el retorno a la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, las cuatro virtudes enunciadas por Platón?
Cuatrocientas mil personas muertas en el conflicto en Siria. Ataques con armas químicas y de otro tipo que matan indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. Conflictos en varias partes del mundo que dejan a millones de personas sin comida ni refugio. ¿Estos hechos nos deberían importar cuando la mayoría de estas situaciones se desarrollan muy lejos? Algunos dirán que la principal responsabilidad es con nuestras familias y comunidades, y que no deberíamos preocuparnos por el resto del mundo hasta haber solucionado los problemas en nuestros propios países. ¿Y deberíamos preocuparnos cuando los gobiernos de otros países cometen atrocidades contra sus propios ciudadanos, cómo es el caso en Siria, o con la población rohingya en Birmania? ¿O es que los gobiernos tienen derecho a violar los derechos humanos y poner en riesgo la seguridad internacional sin críticas ni intervenciones externas? ¿La soberanía nacional puede ser un justificativo para eso? Considero que la comunidad internacional sí debe preocuparse por esos asuntos, y señalo algunas razones: la más importante es que las personas no deberían tener que enfrentar el gran sufrimiento que es la consecuencia típica del conflicto. En segundo lugar, porque los conflictos suelen tener efectos más allá del lugar donde se producen, como el desplazamiento masivo de personas que huyen de la violencia. Hay millones de refugiados sirios en países vecinos y muchos también en Europa. Tercero, porque los países en conflicto ven afectado su desarrollo económico y disminuidas sus posibilidades de participar en el mercado mundial. En un mundo interconectado, la prosperidad de un país afecta a la de otros. Al igual que otros países desarrollados, el Reino Unido destina miles de millones de dólares cada año al alivio de las crisis humanitarias (en realidad, es la única economía grande que cumple el objetivo de la ONU de asistencia oficial para el desarrollo). Sería mucho mejor si las crisis que resultan de los conflictos no existieran. En ese caso, más recursos podrían destinarse a aliviar la pobreza y ayudar a las naciones para que hagan crecer sus economías. Ahí es donde entra el Consejo de Seguridad de la ONU. El Consejo de Seguridad es el principal organismo de las Naciones Unidas encargado de promover la paz y la seguridad internacionales. Como “p a z”y“segu - ridad”son términos abstractos, prefiero pensar que el papel del Consejo es salvar y proteger las vidas de personas inocentes en situaciones de conflicto. Para ello, tiene una variedad de herramientas a su disposición. Puede arrojar luz sobre los conflictos y las atrocidades que se cometen durante los mismos. Página SIETE Domingo 1 de julio de 2 018 Perspectiva británica ¿Para qué sirve el Consejo de Seguridad? l Como “p a z” y“seguridad” son términos abstractos, es preferible pensar que el papel de este brazo de la ONU es salvar y proteger las vidas de inocentes en situaciones de conflicto. James T h o r to n , Embajador del Reino Unido en Bolivia “El Consejo tiene la capacidad de imponer sanciones a individuos, entidades guberna - mentales , empresas y otros cuando existe evidencia de que son responsa - bles de actos como crímenes de guerra”. Al hacerlo y al hacer declaraciones públicas, puede aumentar la presión internacional sobre los responsables para que cambien su comportamiento. También puede autorizar investigaciones sobre lo que está sucediendo, las cuales a su vez pueden servir de base para futuras acciones. El Consejo tiene la capacidad de imponer sanciones a individuos, entidades gubernamentales, empresas y otros cuando existe evidencia de que son responsables de actos como crímenes de guerra. Pero depende de los gobiernos nacionales el implementar tales sanciones. Otras medidas a su alcance incluyen la creación de fuerzas de mantenimiento de la paz, cuyos efectivos son conocidos como los Cascos Azules. Sin embargo, estas fuerzas suelen ser más apropiadas para preservar una paz ya lograda que para detener c o n fl i c t o s . Lamentablemente, el Consejo de Seguridad tiene mucho de qué ocuparse. Entre abril y mayo aprobó nueve resoluciones y consideró el desarrollo de diferentes conflictos, entre ellos la situación en Irak, Somalia, Sudán de Sur, Libia y de manera más general la protección de civiles en conflictos armados. Muchos critican al Consejo de Seguridad. Algunos dicen que la membresía permanente no refleja la realidad del mundo moderno. Muchos países, entre ellos el Reino Unido, apoyan la expansión de la membresía, pero no hay consenso sobre cómo hacerlo. Otros cuestionan que algunos países tengan derecho al veto, que el Reino Unido no ha utilizado desde 1989 mientras que Rusia lo hizo 13 veces desde 2014, seguido de China con tres veces en el mismo periodo. Los miembros no permanentes pueden marcar una diferencia real en el trabajo del Consejo de Seguridad. Pueden convertirse en expertos en problemas específicos, particularmente aquellos que no reciben tanta atención, y moldear el pensamiento del Consejo sobre éstos. Al final de su período de dos años, dichos miembros deberían poder señalar una lista de logros concretos. Un punto clave es el detalle. La mayoría de los conflictos son complejos, difíciles de abordar y cada uno es diferente. Es mediante la revisión de los detalles mes a mes que el Consejo avanza. La retórica ideológica en sí misma logra muy poco. Otro aspecto importante es el trabajo coordinado, según el caso, con otros organismos internacionales y regionales como la Organización Para la Prohibición de Armas Químicas o la Unión Africana. Entonces, ¿cuánto logra el Consejo de Seguridad? Sin duda no tiene una tarea fácil y algunos problemas han estado en su agenda por décadas. Si los gobernantes o los grupos rebeldes quieren pelear o cometer atrocidades es difícil detenerlos. Sin embargo, el Consejo sí puede hacer la diferencia y lograr un impacto real en la vida de personas en zonas de conflicto, como lo hizo apoyando el proceso de paz colombiano. En el caso de Corea del Norte, ha mantenido la presión imponiendo sanciones económicas en respuesta al desarrollo de su programa de armas nucleares. Algunas amenazas a la paz y la seguridad internacionales son tan complejas que pareciera imposible enfrentarlas, pero nuestro deber es intentarlo. Aún con sus limitaciones, el Consejo de Seguridad a menudo puede hacer cosas que están fuera del alcance de otros mecanismos. 3 EFE ideas
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