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4 Domingo 1 de julio de 2 018 Página SIETE<br />

I n te r n a c i o n a l<br />

La elección mexicana en<br />

perspectiva histórica y comparada<br />

l Las reformas construyeron un armazón de instituciones electorales sólidas.<br />

EFE<br />

En 2018 México consolida<br />

el récord en América Latina.<br />

Organiza su decimosexta<br />

elección presidencial<br />

consecutiva respetando el<br />

calendario sexenal a lo largo de 90<br />

años. Ningún otro país latinoamericano<br />

iguala esa marca.<br />

Sin embargo, esa historia no<br />

siempre ha sido virtuosa. En la mayor<br />

parte del siglo XX se sucedieron<br />

comicios desprovistos del horizonte<br />

de alternancia. No fueron<br />

únicamente inequitativos, con el<br />

peso abrumador del Estado, el gobierno<br />

y el partido a un lado de la<br />

balanza; a veces, sólo se registró la<br />

fórmula gubernamental, como en<br />

la elección de José López Portillo<br />

en 1976.<br />

Desde aquel momento ha transcurrido<br />

casi medio siglo, pero, sobre<br />

todo, media un mundo político<br />

e institucional de distancia.<br />

México podría prestarse el verso:<br />

“Nosotros, los de entonces, ya no<br />

somos los mismos”. La presidencial<br />

de 2018 contrasta punto por<br />

punto con la lejana e irreconocible<br />

de 1976.<br />

Es competida y abierta, con un<br />

resultado incierto, que se decidirá<br />

en el limpio conteo de las casillas<br />

realizado por ciudadanos escogidos<br />

al azar; el ejercicio del poder ya<br />

no garantiza el triunfo, por el contrario,<br />

puede ser sinónimo de lastre<br />

y dificultades:<br />

Los partidos reciben un generoso<br />

financiamiento público y el acceso<br />

gratuito a los medios de comunicación,<br />

que les permite dar<br />

una batalla pareja; los medios se<br />

decantan por un postulante o privilegian<br />

el equilibrio: es su decisión<br />

en un ambiente de libertad y<br />

pluralismo; los debates obligan a<br />

los candidatos a medirse en un escenario<br />

único; millones de ciudadanos<br />

se expresan a través de las<br />

redes sociales y dan un toque singular<br />

a cada día de campaña, promoviendo<br />

discusión, divirtiéndose<br />

con los memes y también, a veces,<br />

replicando noticias falsas.<br />

Esa evolución notable es la historia<br />

propia de México en la tercera<br />

ola de la democracia que avanzó<br />

en América Latina. En ella, los organismos<br />

electorales son, a la vez,<br />

consecuencia y causa, los hijos y<br />

los promotores.<br />

En efecto, las primeras reformas,<br />

hace más de cuatro décadas,<br />

abrieron las rendijas de la democratización<br />

y construyeron progresivamente<br />

un armazón de instituciones<br />

electorales sólidas,<br />

unas encargadas de las funciones<br />

administrativas y logísticas, otras<br />

de la impartición de justicia. Las<br />

bases del esquema aparecieron<br />

S a l va d o r<br />

Ro m e ro<br />

Ballivián<br />

Sociólogo<br />

“Las<br />

misiones<br />

internacio -<br />

nales y los<br />

exper tos<br />

coinciden<br />

en el elogio<br />

de las instituciones<br />

y<br />

de los procesos<br />

electorales<br />

mexicanos,<br />

tantas veces<br />

fuente<br />

de inspiración<br />

en<br />

otros países”.<br />

pronto, pero los perfiles actuales<br />

provienen más bien de una trayectoria<br />

de ensayos, errores, ajustes,<br />

de tanteos y acomodos.<br />

La huella de los replanteamientos<br />

resalta en los cambios de nombre.<br />

El Instituto Nacional Electoral<br />

fue ayer el IFE, sigla que sobrevive<br />

en el lenguaje popular en referencia<br />

a la identificación del votante,<br />

erigida -logro no menor- en<br />

tarjeta de identidad. El Tribunal<br />

Electoral del Poder Judicial de la<br />

Federación también es comúnmente<br />

llamado por sus anteriores<br />

siglas, TRIFE.<br />

Fruto y símbolo de las reformas,<br />

los organismos electorales contribuyeron<br />

a hacer palpables los<br />

cambios que confirmaron las etapas<br />

de la democratización. Llegó<br />

la primera elección en la cual ningún<br />

partido obtuvo la mayoría absoluta<br />

en el Poder Legislativo. La<br />

sucedió, en el umbral del siglo<br />

XXI, la alternancia en la casa presidencial<br />

de Los Pinos. Poco a poco,<br />

los estados también inscriben el<br />

reemplazo del partido gobernante<br />

en la rutina sexenal.<br />

Los organismos electorales fueron<br />

piezas angulares del nuevo<br />

edificio. Aportaron transparencia,<br />

generaron certezas, promovieron<br />

la participación e inclusión. Por un<br />

lado, el INE organiza las elecciones<br />

con el padrón más voluminoso<br />

de la América castellanohablante,<br />

y uno de los más grandes del mundo.<br />

Desarrolla su labor en alianza<br />

con los Institutos locales. La sincronía<br />

de millones de ciudadanos<br />

que abren las casillas a las 8 de la<br />

mañana, al final de la tarde cuentan<br />

los votos bajo la mirada de los<br />

delegados partidarios, y al anochecer<br />

envían los resultados para<br />

su pronta difusión, es apenas la<br />

imagen visible de una eficiente y<br />

precisa estructura que prepara esa<br />

jornada.<br />

Por otro lado, el Tribunal actúa<br />

en la cúspide jurisdiccional para<br />

dirimir las controversias, desde<br />

las impugnaciones de la vida interna<br />

partidaria hasta la proclamación<br />

de los ganadores. Sus decisiones<br />

han cerrado las presidenciales<br />

y, en otras oportunidades,<br />

han anulado comicios relevantes<br />

como los de gobernadores por la<br />

vulneración a principios básicos<br />

de la competencia.<br />

Al mismo tiempo, estas instituciones<br />

han impulsado los valores<br />

democráticos y los derechos políticos,<br />

aquellos que cimientan con<br />

mayor alcance y profundidad los<br />

fundamentos del sistema democrático.<br />

Han propuesto reformas<br />

constitucionales y legales o han<br />

adoptado resoluciones y sentencias<br />

que apuntalan la equidad en la<br />

contienda, amplían los espacios<br />

de participación y de decisión para<br />

las mujeres y las comunidades<br />

indígenas, aseguran los derechos<br />

de los militantes y de los ciudadanos<br />

dentro y fuera de las fronteras<br />

.<br />

Las reformas han consolidado a<br />

los organismos electorales, les han<br />

extendido las atribuciones, y la capacidad<br />

para asumirlas revela la<br />

robustez institucional. Al mismo<br />

tiempo, nuevas competencias implican,<br />

en última instancia, nuevos<br />

deberes. Su acumulación coloca<br />

a las instituciones en la cornisa,<br />

a cargo de una legislación cada vez<br />

más sofisticada o, si se prefiere,<br />

abigarrada, pesada, con giros y repliegues<br />

barrocos. Quizá sea la hora<br />

para una revolución copernicana.<br />

Que la próxima reforma, en lugar<br />

de multiplicar cerrojos para<br />

disminuir la turbia susceptibilidad,<br />

abra puertas para la confianza,<br />

y, en lugar de colocar la sospecha<br />

por principio, construya sobre<br />

el principio de la buena fe.<br />

Porque hay una paradoja por resolver.<br />

Las misiones internacionales<br />

y los expertos coinciden en el<br />

elogio de las instituciones y de los<br />

procesos electorales mexicanos,<br />

tantas veces fuente de inspiración<br />

en otros países.<br />

Aprecian la destreza institucional,<br />

el profesionalismo del trabajo<br />

de calidad en plazo, la fortaleza<br />

para resolver los desafíos técnicos<br />

y jurídicos, la amplitud para impulsar<br />

derechos y garantías. La<br />

aprobación no excluye críticas,<br />

sugerencias y recomendaciones<br />

que nacen de la mirada comparada<br />

sin buscar imponer recetas.<br />

Sin embargo, en los taxis y en los<br />

puestos de tacos, en las milpas y en<br />

las oficinas, predomina más bien<br />

la desconfianza, la duda, el escepticismo.<br />

Algo traba para que la<br />

elección sea considerada limpia.<br />

Esa paradoja emerge como un desafío<br />

mayor.<br />

Tal vez la baja valoración sea el<br />

fruto de una insatisfacción más general:<br />

con la democracia, cuyos resultados<br />

se juzgan insatisfactorios;<br />

con las instituciones lentas en<br />

responder a las necesidades; con la<br />

corrupción y, sobre todo, la impunidad<br />

que premia la deshonestidad;<br />

con el crecimiento económico<br />

que no embonó con las expectativas<br />

de la clase media ni las aspiraciones<br />

de los sectores populares;<br />

y con una violencia que también ya<br />

repta en las campañas con un saldo<br />

triste y sombrío.<br />

En ese escenario, el domingo 1<br />

de julio representa una oportunidad<br />

que no se presenta a diario.<br />

Tiende a llegar cada seis años, es<br />

decir, unas 16 o 17 veces en un siglo.<br />

Es la oportunidad para generar<br />

una dinámica de confianza ciudadana<br />

en sus instituciones electorales<br />

y en sus comicios, que recree la<br />

buena predisposición hacia el tejido<br />

institucional a partir de la legitimidad<br />

otorgada a las autoridades<br />

elegidas.<br />

Ella conlleva una exigente responsabilidad<br />

para las instituciones<br />

electorales, cuyo comportamiento<br />

debe ser irreprochable y<br />

sus actuaciones incuestionables,<br />

no necesariamente en los resultados<br />

-que pueden ser criticados y<br />

generar discrepancias- sino en la<br />

rectitud de las motivaciones.<br />

Se abre la esperanza que en el<br />

amanecer del lunes 2 de julio los<br />

mexicanos estén convencidos que<br />

juntos sortearon otra prueba que<br />

queda como un hito que asienta la<br />

confianza en los procesos electorales<br />

y consolida la democracia<br />

que lleva la marca del compromiso<br />

y la contribución de todos.

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