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18 Diciembre 2018
HISTORIA Y PATRIMONIO
MUMA
Diez años en la Casa del Empeño
El 19 de diciembre de 2008 abrió sus puertas el MUMA en su emplazamiento actual, en la conocida como Casa del Empeño
o Casa del Carbó. Así que se cumplen ahora diez años desde que este noble caserón viene acogiendo una amplia
muestra de lo que ha significado el paso de las diferentes épocas y culturas por esta zona desde la Prehistoria. Pero
el MUMA es mucho más en cuanto a la recuperación, conservación y difusión del patrimonio y el arte local. De todo
ello hablamos con la persona que seguramente más ha trabajado para que Alzira contara con un museo municipal,
su director Agustí Ferrer.
El MUMA también realiza la labor de estudio y conservación de las piezas que posee
I.V.
- ¿Cómo definiría la trayectoria
del museo desde que nació
hasta hoy?
Se parte de que Alzira necesitaba
tener un museo. Había muchas
razones para disponer de
un espacio que reuniera todo el
patrimonio arqueológico, artístico
y cultural que tenemos.
Tenga en cuenta que mucho de
ese patrimonio se perdía porque
no había un lugar y un equipo
de personas que se preocupara
de estudiar, conservar y divulgar
todo ese material. Le pondré
un ejemplo, todo el ajuar funerario
que apareció en la Cova
dels Gats fue a parar al Museo
de Prehistoria de Valencia y no
se quedó en Alzira, aunque aquí
tenemos ahora una réplica. Así
que fue importante pelear por
conseguir tener un espacio físico
y, a partir de entonces, ir reuniendo
fondos procedentes tanto
de excavaciones arqueológicas
como de donaciones de material
etnológico que fuimos recogiendo
casi casa por casa. Recuerdo
que la primera exposición que
montamos en 1982 en las Escuelas
Pías tuvo un gran éxito y
sirvió para que la gente nos ofreciera
más objetos y utensilios
antiguos. Pero la Pantanà nos lo
cogió todo. Asunción Perepérez,
la actual bibliotecaria, que entonces
colaboraba en el museo,
se encargó de recuperar todo
ese material y guardarlo hasta
que en 1989 el museo abrió sus
puertas en la primera planta de
la Casa de la Cultura. Así que
gracias a tener un museo se han
podido recuperar muchas cosas
que de otra manera se hubieran
perdido definitivamente.
- Seguramente la Pantanà supuso
la desaparicón de muchas
piezas de valor.
Sí, pero no tanto de lo que nosotros
ya teníamos, porque se
recuperó casi todo, sino muchas
de las cosas que no habían llegado
todavía al museo se perdieron
para siempre. Fue un desastre
en el que se perdió mucho
patrimonio que la gente guardaba
hasta entonces en sus casas
con cariño, como indumentaria,
muebles, libros, fotografías...
Sorprendería saber lo que teníamos
y lo que se tiró.
- ¿Qué significó trasladar el
museo a esta casa?
Mucho. Mientras el museo estuvo
en la Casa de la Cultura no
tenía una personalidad propia,
estaba diluido dentro de un edificio
polifuncional. De hecho,
mucha gente ignoraba que hubiera
allí un museo; recuerdo
que siempre se decía que era el
gran desconocido. Desde que
nos trasladamos aquí estamos en
el centro histórico y en un edificio
emblemátco. El visitante que
recorre la Vila tiene en el museo
un centro de inerpretación de lo
que ha visto en las calles y plazas
de alrededor. El museo intenta
explicar lo que había y lo
que se ha conservado.
- ¿Cuál fue el uso que tuvo históricamente
este edificio?
Estamos en la calle Sant Roc,
aquí casi todas las casas eran
nobiliarias y tenían su escudo en
la fachada. A este edificio se le
conoce como Casa del Empeño
porque a finales del siglo XVIII
sirvió e lugar donde los comerciantes
y agricultores, ya fueran
Predela de los siglos XIV -XV
del cultivo de la naranja, de la
morera o del arroz, pudieran
empeñar sus bienes para afrontar
los gastos en épocas de crisis
o de malas cosechas. En el siglo
XX este edificio deja de tener
esa función y es usado como
almacén de carbón para aprovisionar
los hornos, tanto domésticos
como industriales. Por
eso se le conoce también como
Casa del Carbó. A mediados del
siglo pasado la casa se divide
en varias viviendas de difrentes
propietarios. Hasta ocho familia
vivían aquí dentro. En la década
de los noventa el Ayuntamiento
compra el inmueble, que ya estaba
en unas condiciones muy
precarias. Fíjese cómo estaba
que en la procesión de Semana
Santa los tambores debían dejar
de tocar al pasar por aquí por el
peligro de que se desplomara alguna
pieza de la fachada. En un
primer momento se pensó ubicar
aquí la Biblioteca, pero se
desestimó esa idea y fue cuando
se planteó trasladar aquí el Museo.
Desde entonces no he mos
parado de avanzar.