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2 Diciembre 2018<br />
OPINIÓN<br />
Hipocresía Everywhere<br />
Por Iván Canet, Escritor<br />
Hace un par de semanas estaba tomándome<br />
un gin-tonic con unos amigos cuando<br />
de pronto empezamos a hablar del curioso,<br />
y un poco desafortunado en cuanto a diseño,<br />
todo cabe decirlo, anuncio de El Corte<br />
Inglés, en el que aparece Antonio Banderas<br />
en una pose un poco extraña, medio inclinado,<br />
con actitud… ¿elegante? ¿Seductora? ¿Cautivadora? Y con<br />
un eslogan definitivo: “Todos los hombres”. Entre risas y las más<br />
variadas propuestas de mejora que se puedan imaginar (ya saben,<br />
en un partido de fútbol siempre hay más árbitros que jugadores,<br />
ahí reside una pizca del encanto de este deporte, dicen algunos),<br />
llegamos a la conclusión de que los tiempos habían cambiado, y<br />
si antes la Navidad llegaba tras el Adviento, ahora la Navidad llega<br />
de la mano de El Corte Inglés, encargado de anunciarla: los<br />
grandes almacenes españoles se han convertido en una especie de<br />
arcángel Gabriel que cada vez se presenta antes en nuestros portales,<br />
por si las moscas, no sea que la reducción de velocidad en<br />
las carreteras le haga llegar tarde, y menos aún ahora que se ha<br />
inaugurado Madrid Central, y se presenta con la buena nueva de<br />
que los vestidos y los calzoncillos llegan rebajados en un 40% de<br />
su precio original. ¡Aleluya! Una amiga me dice entonces que odia<br />
la Navidad. ¡¿Pero cómo puedes decir eso?! ¿Cómo puedes odiar<br />
que los vestidos y los calzoncillos tengan unas rebajas del 40%?<br />
Mi amiga se explica en pocas palabras: la Navidad se ha convertido<br />
en el tiempo de la hipocresía. Todo el mundo se quiere, todo<br />
el mundo se aprecia, todo el mundo envía esas infumables cadenas<br />
de felicitaciones por WhatsApp, paz, amor y el Plus para el salón.<br />
Entras a Facebook y todo son notificaciones y etiquetas en publicaciones<br />
de perros disfrazados de renos que te recuerdan que sois<br />
amigos para siempre you will always be my friend. Caminas por<br />
la calle y los villancicos te van cantando que esta noche es de paz,<br />
esta noche es de amor, y las luces te apuntan como si te quisieran<br />
decir: “¡Ey! ¡Tienes la obligación de ser feliz, gilipollas!”. Las<br />
comilonas llenan las mesas, cuando quizá con la mitad de platos<br />
bastaba, mientras en los telediarios aparecen noticias de desastres<br />
y hambruna (lo sé, este argumento es populista a más no poder,<br />
pero es Navidad, qué más da, y això ho pague jo). Todos somos<br />
muy buenos, todos nos hemos portado muy bien, y Santa Claus<br />
llegará con muchos regalos porque todos estamos en su lista, que<br />
es algo bueno, no como estar en los papeles de Bárcenas, que es<br />
algo malo. La Navidad es el culmen de la hipocresía. Si ya de por<br />
sí uno se encuentra con hipócritas en todas partes, si la hipocresía<br />
es una constante en nuestra sociedad, en Navidad explotan como<br />
champiñones en temporada, como un horno microondas hueco por<br />
dentro y sin nada de contenido, pero que gira y gira. No, en serio,<br />
cuidado con los hornos microondas. Y después de todo esto, uno<br />
acaba sintiéndose un poquito como el Grinch. Aunque luego vea<br />
una película de Richard Curtis y se le pase.<br />
Ya llegó la extrema derecha<br />
Por José M. Vila Ribes, Abogado<br />
Si el panorama político español no estaba ya lo bastante revuelto, las elecciones andaluzas han puesto sobre el<br />
tapete la entrada de un nuevo jugador en la partida que a buen seguro va a irrumpir con fuerza en el panorama<br />
nacional. Vox no se define a sí mismo como un partido de extrema derecha, para no asustar al potencial electorado,<br />
pero si sus propuestas políticas están a la derecha de las que proponen los partidos que se reconocen<br />
como la “derecha”, la conclusión parece obvia.<br />
Las causas por las cuales un partido de estas características ha podido obtener un apoyo electoral tan amplio<br />
son muy distintas y transversales: la llegada masiva de inmigrantes, el conflicto independentista en Cataluña,<br />
la depresión económica en sectores sociales antaño boyantes, el choque cultural entre las posiciones progresistas<br />
y conservadoras (feminismo, memoria histórica, homosexualidad, etc.), el resentimiento contra los partidos tradicionales por los<br />
continuos casos de corrupción y el desencanto con el sistema político.<br />
Pero de entre todos estos elementos existen dos con un peso específico mayor a la hora de motivar el voto de un sector importante del<br />
electorado, como son la inmigración y el conflicto en Cataluña. Vox, en realidad, no da ninguna solución real a estos problemas, pero<br />
al focalizarlos como objetivos prioritarios de su política, consigue una respuesta emocional entre un sector de la ciudadanía que los<br />
percibe como vitales.<br />
Vox se manifiesta como contrario a la inmigración ilegal, pero cabría preguntarse: ¿Hay algún partido que esté a favor?. Como solución<br />
propugna su expulsión, pero es que esto no es una novedad, está ya contemplado en la legislación vigente. Crear un muro infranqueable<br />
en Ceuta y Melilla tampoco parece la panacea cuando la inmensa mayoría de inmigrantes llega en pateras. La realidad es que la<br />
inmigración es un problema de una enorme complejidad que escapa al control de un solo estado y no existen soluciones milagrosas.<br />
Pero el ciudadano de a pie quiere soluciones fáciles a problemas complejos, y Vox se las proporciona.<br />
Para la solución del problema catalán su receta es la suspensión de la autonomía y la ilegalización de los partidos políticos separatistas.<br />
Sin perjuicio de que tales medidas serían frontalmente contrarias a la Constitución, a la que supuestamente se pretende defender,<br />
¿realmente alguien puede pensar que con estas medidas se acabaría con el problema o es simplemente una reacción visceral que nos<br />
pide el cuerpo porque nos sentimos agredidos?.<br />
Se ha hablado mucho de que, con el fin del bipartidismo, la ciudadanía está exigiendo a los políticos que se llegue a pactos y acuerdos<br />
para solucionar los grandes problemas del país, pero esto es simplemente una falacia. La dura realidad es que, en este momento, no<br />
existe una cultura del consenso, todo acuerdo o transacción se percibe socialmente como una traición a los principios, que deslegitima<br />
a aquellos que la proponen. En este sentido, la irrupción de Vox no es más que una muestra de la radicalización de la sociedad y de la<br />
incapacidad de los partidos políticos para evitar el “tacticismo” electoral a corto plazo.<br />
En la actual situación política convendría poner en valor el enorme mérito que supuso el espíritu de la Transición que hizo posible la<br />
actual Constitución, y con ella uno de los periodos más largos de paz y prosperidad que ha tenido este país. Es imposible que nuestros<br />
partidos mayoritarios busquen la centralidad política cuando tienen una sangría de votos por los extremos.<br />
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