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Gaceta UAQ 13| Enero 2019

Gaceta de la Universidad Autónoma de Querétaro Coordinación de Identidad y Pertenencia Universitaria

Gaceta de la Universidad Autónoma de Querétaro

Coordinación de Identidad y Pertenencia Universitaria

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PATIO BARROCO<br />

Somos Memoria<br />

MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES<br />

ENERO <strong>2019</strong><br />

INTERVENCIÓN DEL EJÉRCITO PARA EVITAR LA CONFRONTACIÓN ENTRE<br />

UNIVERSITARIOS Y LOS FELIGRESES QUE SE OPONÍAN A LA ANEXIÓN DEL<br />

PATIO BARROCO A LA UNIVERSIDAD<br />

7 de diciembre de 1965<br />

Con el afán de desarrollar la<br />

<strong>UAQ</strong>, el Lic. Hugo Gutiérrez<br />

Vega manifestó que: “Tan<br />

pronto como tome protesta<br />

se buscará desahogar la<br />

Universidad, ya que el actual<br />

edificio es insuficiente”.<br />

1965<br />

1966<br />

8 de diciembre de 1973<br />

La Universidad Autónoma<br />

de Querétaro traslada sus<br />

principales instalaciones a Centro<br />

Universitario, ubicado en el Cerro<br />

de las Campanas.<br />

29 de septiembre de 1967.<br />

En sesión del Consejo Universitario<br />

a las 11:00 horas, efectuada en el<br />

Salón de Actos de la Universidad, el<br />

rector Hugo Gutiérrez Vega presenta<br />

su renuncia: “Por convenio a los<br />

intereses de la Universidad y a mis<br />

propios intereses, presento hoy, con<br />

carácter de irrevocable, mi renuncia<br />

a la rectoría de la Universidad<br />

Autónoma de Querétaro”.<br />

EL RECTOR HUGO GUTIÉRREZ VEGA COMUNICANDO QUE EL CONFLICTO<br />

CON LOS FELIGRESES SE HABÍA SOLUCIONADO<br />

29 de noviembre 1966<br />

Se da a conocer oficialmente<br />

la entrega del anexo de la<br />

Parroquia de Santiago a<br />

la Universidad, por parte<br />

del gobernador Manuel<br />

González Cosío, provocando<br />

que centenas de feligreses<br />

traten de recuperar el<br />

llamado Patio Barroco lo<br />

que genera un ataque contra<br />

los universitarios, quienes<br />

repelerían la agresión.<br />

1967 1973<br />

1983 Por iniciativa del<br />

rector Braulio Guerra<br />

Malo, se conmemoran,<br />

el 24 de febrero, la<br />

Fundación y Autonomía<br />

de la Universidad.<br />

1983<br />

LA NOCHE QUE NOS<br />

PASÓ DE NOCHE<br />

Cómo vivimos aquel trágico<br />

2 de Octubre en la <strong>UAQ</strong><br />

COLUMNA INVITADA<br />

Lic. Juan Antonio Isla Estrada<br />

Hoy mucho se conoce<br />

y se ignora del Movimiento<br />

Estudiantil<br />

que el 2 de octubre<br />

de 1968 tuvo su cruento clímax.<br />

El movimiento social más<br />

importante de la segunda mitad<br />

del siglo XX mexicano ha sido<br />

ampliamente estudiado,<br />

al igual que su trascendencia<br />

y significados<br />

han producido un material<br />

inagotable; tanto que, en lugar<br />

de cerrarse ese capítulo negro<br />

de nuestra historia,<br />

todos los días arroja<br />

nuevas interpretaciones y<br />

salen a la luz nuevos testimonios<br />

y materiales que lo<br />

documentan.<br />

La Noche de Tlatelolco fue<br />

el principio y el fin. En muchos<br />

sentidos puso término y fue origen.<br />

Significó parte de la secuela<br />

de los vientos de cambio en todo<br />

el mundo y ha sido considerado<br />

como el hito que marcó profundas<br />

transformaciones en la vida política<br />

del país. Como consecuencia de<br />

ello, el sistema autoritario empezó<br />

a derrumbarse y, en Querétaro, fuimos<br />

poco más que testigos mudos<br />

de ese acontecimiento. El histórico<br />

1968 pasó casi inadvertido para<br />

los queretanos; fue un movimiento<br />

breve, pero en el que se manifestaron<br />

estudiantes y grupos sociales de<br />

todo el territorio nacional.<br />

En nuestra Casa de Estudios, la<br />

comunidad universitaria presenciaba<br />

cómo la tempestad de las rebeliones<br />

juveniles se expresaba lo mismo en<br />

Tokio que en California, igual en<br />

Praga que en París. A México llegó<br />

como un aluvión que creció por un<br />

enfrentamiento entre estudiantes (que<br />

tras varios días de conflicto, provocó<br />

la intervención de los granaderos)<br />

y se desbordó en una avalancha<br />

de exigencias libertarias que costó<br />

sufrimiento y pérdidas en muchas<br />

familias. La herida aún no ha cerrado<br />

del todo; los efectos de aquella<br />

lucha siguen vigentes.<br />

La magnitud del movimiento que<br />

duró apenas unos meses, no tuvo<br />

aquí una secuela impactante. La<br />

nuestra era entonces una comunidad<br />

universitaria tranquila, adormilada y<br />

temerosa. Mientras ardía la primavera<br />

en las universidades del mundo<br />

y alcanzaba su fuego en el verano<br />

mexicano, aquel Querétaro no despertó<br />

de la siesta. Ni las improntas<br />

han perdurado, ni rastros ni rostros.<br />

El 2 de octubre no se olvida,<br />

pero en Querétaro no hay registros<br />

para el recuerdo. Investigar<br />

sobre el acontecimiento ha sido<br />

toda una aventura. Misteriosa o<br />

coincidentemente, las crónicas de<br />

aquellos días no existen. El único<br />

medio impreso de la época no<br />

tiene hemeroteca abierta a consulta<br />

del público; la hemeroteca del<br />

archivo histórico tiene la colección<br />

completa salvo el año 1968; la<br />

Biblioteca Central de la <strong>UAQ</strong> tiene<br />

conservado el Diario de Querétaro<br />

a partir de 1970; hemos perdido<br />

de vista el paradero final de la<br />

hemeroteca que fue del exrector y<br />

excronista de la ciudad y exdirector<br />

del propio periódico, Guadalupe<br />

Ramírez Álvarez. En fin, no hubo<br />

una gran presencia queretana en<br />

el gran suceso social y político del<br />

siglo XX mexicano.<br />

Vagamente recordamos a los<br />

personajes de aquella fecha que no<br />

se borra, pero de la que tenemos<br />

poca memoria. La escasa relevancia<br />

que tuvo localmente el suceso se<br />

debió, en parte, al perfil de quienes<br />

ocupaban posiciones claves en ese<br />

otoño del 68: el gobernador del<br />

estado era Juventino Castro Sánchez;<br />

el rector Enrique Rabell Trejo<br />

y el presidente de la FEUQ, Rodolfo<br />

Almada Gallardo. Los tres fueron<br />

hombres retraídos y adustos, conservadores<br />

y cautelosos. El dirigente<br />

estudiantil había recibido invitación<br />

del Comité Nacional de Lucha para<br />

solidarizarse con el movimiento.<br />

Finalmente, una mañana de septiembre,<br />

los estudiantes salimos a la<br />

calle en silencio y con pancartas de<br />

apoyo al movimiento que reclamaba<br />

la solución de un pliego petitorio. Los<br />

dirigentes temerosos instaban a guardar<br />

compostura durante el trayecto.<br />

Recuerdo que en el quiosco<br />

del Jardín Obregón (hoy Zenea),<br />

los oradores representaban todos<br />

los tonos del discurso. El poeta<br />

Florentino Chávez, los estudiantes<br />

Augusto Isla y Eduardo Sánchez<br />

Vélez, y de pronto surgió una voz<br />

que a la postre resultó enigmática<br />

y contradictoria: el estudiante de la<br />

escuela de Derecho, Antonio Peña<br />

Zamora tomó la palabra de manera<br />

espontánea y en su vehemencia remató<br />

con una invitación a la muchedumbre<br />

para marchar al palacio de<br />

Gobierno (entonces en Madero 70)<br />

o a la casa del gobernador Juventino<br />

Castro (en la calle de Arteaga).<br />

Muy pocos atendieron su llamado<br />

y “curiosamente” el joven estudiante<br />

aceptó semanas más tarde un cargo<br />

en el gobierno estatal.<br />

Algunos protagonistas de aquella<br />

manifestación y mitin ya murieron. La<br />

concentración tuvo como aderezo<br />

discursos en varios tonos, que terminaron<br />

siendo un susurro que no llegó<br />

a grito, porque unos días después<br />

vino el tiroteo sobre la multitud en la<br />

Plaza de las Tres Culturas. Con ello<br />

se apagaba algo y se incendiaba<br />

todo.<br />

Nuestra Universidad entonces<br />

era todavía un colegio que hervía<br />

de expectaciones y en donde se<br />

hacinaban estudiantes y maestros en<br />

los claustros vetustos de la calle 16<br />

de septiembre. El mundo empezaba<br />

a cambiar y aquí apenas nos dábamos<br />

cuenta por las noticias. Ese día<br />

detuvieron en Palmillas un autobús<br />

con estudiantes que íbamos a la<br />

Plaza que se bañó de sangre. Por<br />

la noche supimos en la televisión en<br />

blanco y negro de la tragedia.<br />

En muchos aspectos, el mundo<br />

se cimbró en ese año inolvidable y<br />

funesto por la sangre derramada. A<br />

México llegaron los vientos de rebelión<br />

con un aire de dolor y muerte,<br />

y a Querétaro apenas arribaron<br />

como un suspiro del que no tenemos<br />

recuerdos, pero sí una parte de la<br />

herida aún abierta; sí, la sacudida<br />

que nos llegó tarde y para siempre.<br />

En 1968 mucho se ganó y mucho<br />

se perdió. A partir de entonces, la vida<br />

de los mexicanos sería diferente.<br />

Ahí, en la mítica plaza en la que se<br />

celebró un nuevo rito de sacrificio,<br />

entre la masacre y la desaparición<br />

de cientos de jóvenes, se empezaba<br />

a gestar la verdadera transición. Y<br />

muchos de nosotros nos quedamos<br />

como mudos espectadores cuando,<br />

por una suerte del destino, pudimos<br />

haber caído en aquel aciago episodio<br />

del que en octubre del año pasado<br />

se cumplieron cuatro décadas.<br />

<strong>Gaceta</strong> <strong>UAQ</strong><br />

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