CONTRA HUESTES de MALDAD
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Contra Huestes <strong>de</strong> Maldad<br />
En estos pasajes, se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n los principios<br />
fundamentales que <strong>de</strong>be tener un ministro que sirve en el<br />
campo <strong>de</strong> la liberación espiritual:<br />
1. Carácter cristiano.<br />
El ministro <strong>de</strong>be ser "amable con todos", actuando siempre<br />
"con mansedumbre". La amabilidad con las personas que nos<br />
ro<strong>de</strong>an, reflejará el carácter <strong>de</strong> Cristo. Debemos recordar que<br />
la liberación es un ministerio <strong>de</strong> misericordia hacia los que<br />
están oprimidos por el diablo. El apóstol Juan aña<strong>de</strong> que: "el<br />
que no ama a su hermano, permanece en muerte" (1Jn.3:14).<br />
En relación a este principio <strong>de</strong>bemos confrontarnos<br />
permanentemente al "test" <strong>de</strong> la comprobación: ¿Reflejo en<br />
mi vida el carácter <strong>de</strong> Cristo? ¿Manifiesto los frutos <strong>de</strong>l<br />
Espíritu Santo?<br />
2. Un espíritu <strong>de</strong> servicio a los necesitados.<br />
Cada ministro <strong>de</strong> liberación <strong>de</strong>be mantener como prioridad<br />
en su mente y en su corazón, que Jesús es su Señor y que su<br />
<strong>de</strong>ber es exten<strong>de</strong>r este ministerio <strong>de</strong> gracia a quienes están en<br />
necesidad. Nuestro propósito es servir a los <strong>de</strong>más y “lavar<br />
los pies” a nuestros hermanos, <strong>de</strong> la suciedad <strong>de</strong>l mundo con<br />
una actitud <strong>de</strong> servicio, como lo hizo Jesús a sus discípulos,<br />
dando un vivo ejemplo <strong>de</strong> humildad (Juan 13:5-17).<br />
En los tiempos bíblicos era una costumbre, cuando una<br />
persona visitaba una casa, que un esclavo lavara los pies <strong>de</strong><br />
los huéspe<strong>de</strong>s. Durante la Ultima Cena <strong>de</strong>l Señor con sus<br />
discípulos, no apareció ningún esclavo para lavar los pies. Así<br />
que el propio Señor tomó sobre sí mismo este humil<strong>de</strong> oficio<br />
al poner sus ropas a un lado y ceñirse una toalla a la cintura.<br />
Luego echó agua en la vasija y comenzó a lavar los pies <strong>de</strong><br />
los discípulos y a secarlos con la toalla con la que se había<br />
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