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Revista PetLovers Edición No. 13

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del mango en el parque donde paseaba

en las mañanas. Imagino que

Dani aparece y me dice que no coma

mango. Imagino que me lleva a casa

y lamo las mejillas de Sofia antes de

irse al trabajo. De tanto imaginar olvido

el hambre y se me escapan algunos

aullidos.

El último día que estuve con mi familia

jugamos con un balón en el parque.

A mí me gusta mucho ir al parque.

Me gusta mucho jugar con el balón.

Ese día no estuve atenta. Ahora lo sé.

De tanto correr por el parque perdí de

vista el balón, y a Julieta que jugaba

conmigo. El sonido de los carros me

asusta. Estuve varios minutos en medio

del tráfico tratando de escapar. No

vi a Dani por ningún lado. Estuve caminando

hasta quedarme dormida debajo

de una banca gris, en un parque gris,

sin mi familia y sin mi hogar.

Antes de que Catalina aparezca a

regañadientes con la escoba, yo estoy

dando vueltas por el barrio. En la

mañana solo hay comida en la basura.

Camino y camino bajo el sol durante

horas. Busco un árbol donde reposar

y esperar que Alejo, con un beso en

los labios, me reconozca así llena de

manchas grises en el pelo, me lave y

me abrace hasta quedarse dormido.

Pero eso nunca pasa. Igual camino

siempre con esperanzas de ser

encontrada.

Caminando recuerdo a mi mamá, a

Sofi, a Dani, a Juli y a Alejo. Camino,

aunque me duela, muchas horas. Camino

y todo comienza a oler a mango.

Las casas de la ciudad comienzan a

parecerse a la mía. Siento otra vez el

paño azul en mi cuello. Siento el olor a

coco en mi cabello. Veo que es de día

otra vez. Ahora mi pelo es blanco y brilla.

Escucho, a lo lejos, un ladrido. De

repente ya no me duele la patita. Camino

con mis cuatro patas y el cansancio

se ha ido. Sigo en el camino, sigo

los ladridos de mamá, algo me dice que

ella ya recorrió este camino.

Días atrás la llanta de una moto

pisó mi pata. Caminar me duele, caminando

por el barrio me descubro más

cansada que todos los días. Encuentro

un árbol en medio de un parque

tan gris como en el que me dormí la

última vez que vi a mi familia

y me acuesto bajo la

sombra. Lamo mi pata.

La estiro un poco y siento

el dolor; está roja. No tengo ganas

de dormir. Tampoco tengo hambre.

Recuerdo a mi mamá y pienso que

antes de que me llevaran a la veterinaria,

pudo estar así, igual que yo, en

la calle.

Las lámparas del parque se encienden.

Camino, apenas, con mis tres patas.

Salgo a buscar comida. Las calles

están vacías y oscuras. Es de noche.

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