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del mango en el parque donde paseaba
en las mañanas. Imagino que
Dani aparece y me dice que no coma
mango. Imagino que me lleva a casa
y lamo las mejillas de Sofia antes de
irse al trabajo. De tanto imaginar olvido
el hambre y se me escapan algunos
aullidos.
El último día que estuve con mi familia
jugamos con un balón en el parque.
A mí me gusta mucho ir al parque.
Me gusta mucho jugar con el balón.
Ese día no estuve atenta. Ahora lo sé.
De tanto correr por el parque perdí de
vista el balón, y a Julieta que jugaba
conmigo. El sonido de los carros me
asusta. Estuve varios minutos en medio
del tráfico tratando de escapar. No
vi a Dani por ningún lado. Estuve caminando
hasta quedarme dormida debajo
de una banca gris, en un parque gris,
sin mi familia y sin mi hogar.
Antes de que Catalina aparezca a
regañadientes con la escoba, yo estoy
dando vueltas por el barrio. En la
mañana solo hay comida en la basura.
Camino y camino bajo el sol durante
horas. Busco un árbol donde reposar
y esperar que Alejo, con un beso en
los labios, me reconozca así llena de
manchas grises en el pelo, me lave y
me abrace hasta quedarse dormido.
Pero eso nunca pasa. Igual camino
siempre con esperanzas de ser
encontrada.
Caminando recuerdo a mi mamá, a
Sofi, a Dani, a Juli y a Alejo. Camino,
aunque me duela, muchas horas. Camino
y todo comienza a oler a mango.
Las casas de la ciudad comienzan a
parecerse a la mía. Siento otra vez el
paño azul en mi cuello. Siento el olor a
coco en mi cabello. Veo que es de día
otra vez. Ahora mi pelo es blanco y brilla.
Escucho, a lo lejos, un ladrido. De
repente ya no me duele la patita. Camino
con mis cuatro patas y el cansancio
se ha ido. Sigo en el camino, sigo
los ladridos de mamá, algo me dice que
ella ya recorrió este camino.
Días atrás la llanta de una moto
pisó mi pata. Caminar me duele, caminando
por el barrio me descubro más
cansada que todos los días. Encuentro
un árbol en medio de un parque
tan gris como en el que me dormí la
última vez que vi a mi familia
y me acuesto bajo la
sombra. Lamo mi pata.
La estiro un poco y siento
el dolor; está roja. No tengo ganas
de dormir. Tampoco tengo hambre.
Recuerdo a mi mamá y pienso que
antes de que me llevaran a la veterinaria,
pudo estar así, igual que yo, en
la calle.
Las lámparas del parque se encienden.
Camino, apenas, con mis tres patas.
Salgo a buscar comida. Las calles
están vacías y oscuras. Es de noche.
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