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A través de la ventana
por Rosa Olivares
Exit, Imagen y Cultura nº 26, Mayo / Julio 2007
A través de la ventana vemos pasar la vida. El empo desfila frente a nuestras nostálgicas miradas y toda
la vida se va a través de ese cristal que nos separa con su fría presencia del mundo que observamos,
convir éndonos en espectadores, en público, de historias ajenas, par culares o universales, que se
suceden unas a otras, que se repiten frente a nuestros ojos sin que podamos intervenir, sin que
queramos dejar de ser observadores fieles de una historia hecha de fragmentos de empo y de
sen mientos que, como ajenos que son, pretendemos que no nos afecten.
La ventana es una metáfora y a la vez un símbolo. Su propia forma, su esencia originaria da sen do
literario a su existencia: simplemente una abertura en la pared para dejar entrar la luz, para poder ver lo
que nos rodea. A veces una pequeña apertura que nos deja ver pero impide que nos vean, finas
aperturas defensivas para esperar al enemigo; grandes ventanales para ver el paisaje, cerca del mar, para
dejar entrar la luz y el calor. Ventanas que sólo sirven desde un lado, para observar a los detenidos y sus
interrogatorios, para espiar a los otros. Sirve como símbolo para hablar de la curiosidad, la indiscreción,
esa manera de asomarnos a otras vidas que no nos importan en principio pero a través de las que
finalmente vivimos nuestras propias vidas. En el cine, Hitchcock y su Ventana Indiscreta resumen todo lo
que se pueda decir en ese sen do. Pero abre una puerta, tal vez una ventana, para divagar sobre cómo
los medios de masas se han conver do en la gran ventana indiscreta de nuestro empo. Ese mundo que
antes se reunía en la charla de pa o y vecindad para co llear sobre el entorno más conocido, ahora se
dispersa y aísla en sus casas, frente a una ventana electrónica, que ofrece las historias indiscretas de
gente lejana, mitos que desnudamos para reconocernos finalmente en sus miserias y comprobar una vez
más, y con un inevitable placer, que los ricos también lloran.
Abertura frágil en un muro firme, en paredes que delimitan nuestras vidas, una realidad cercana y
co diana, controlada. A través de esos cristales firmemente sujetos por un marco, el exterior entra en
nuestras casas y en nuestras mentes. Entra a través de esos cristales empañados, la imaginación. Pues la
ventana es simplemente el encuadre por el que vemos el mundo.
Su forma cuadrada, por lo general, serviría para unirla a la historia de la pintura: el cuadro será así la
ventana por antonomasia en el mundo del arte. Ventanas que como en la vida real, podrán tener
tamaños diferentes, formas variadas, desde el rectángulo hasta el círculo. El cuadro (término di cil en
otros idiomas, sirve en español como sinónimo de pintura y a veces incluso de imagen) era la ventana
por la que el espectador se asomaba al mundo y a través de esa apertura en la pared de la imaginación
veía paisajes imposibles, y vidas de santos y reyes. Batallas lejanas y mundos desconocidos. El cuadro
funcionaba como una pantalla en la que de un modo está co se nos contaba una historia. Después el
cine, la televisión, dieron movimiento y vida, sonido, a esas historias crecidas en nuestras mentes y poco
a poco la imaginación se transformó. Y entonces llegó el Gran Hermano con su "Ojo que todo lo ve" y
que casi todo nos lo muestra y la ventana convir ó lo que siempre se restringía a una fur va mirada por
la mirilla de la puerta, un tondo diminuto (una ventana casi microscópica por la que mirábamos sólo un
poquito, una miradilla) en una mirada colec va programada desde despachos de ejecu vos que dirigían
nuestra curiosidad.