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Lo primero que hizo Juan al llegar a mi casa fue ofrecerme sus servicios domésticos
poli rubros, limpieza profunda, arreglos en general y disposición plena para lo que
fuera que yo necesitara. Me dijo que lo considere una mucamita lista para lo que sea
que hiciera falta en mi casa.
Vivo sola y no tengo grandes necesidades domesticas, mantengo mi casa con un
orden aparente y una limpieza que deja bastante que desear. Le dije que no
necesitaba nada, que se relaje y sea mi invitado.
Para que queres ponerte a limpiar? Para que seas feliz. No pude argumentar
contra eso.
Procedió a revisar la casa en busca de tareas que realizar. Encontró muchas:
Lavar platos
Fregar las manchas debajo del lavarropa y otros sectores que no entran en la
limpieza habitual
Pulir griferías y bacha de la cocina
Limpieza profunda del baño
Cambio de manguerita del inodoro y cambio de flotante
Limpiar los vidrios
Limpiar el piso, que incluye barrer, pasar el trapo y el encerado compulsivo
Porque encerar? Le pregunte sospechando que era demasiado. Para que no se
pegue la caca de la paloma, fue la respuesta. Observador, muy observador. Vivo con
una paloma que caga todo el departamento y jamás se me ocurrió que el encerado
podría ser una solución a la fregada violenta.
Al día siguiente compro elementos de limpieza que escaseaban o eran por completo
inexistentes en casa: lavandina para baño y cocina, cif para bañadera, azulejos,
grifería y lavatorio, limpia pisos de lavanda para el piso, escobillón nuevo (el mio
estaba viejo y con los pelos duros y doblados hacia atrás y partidos al medio), trapo
de piso y esos paños amarillos que ni se como se llaman ni para que son. También
compro dos esponjas, guantes de goma y virulana.