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PERSONAJE / 25
Ese día, a diferencia de las pre−
sentaciones en las que gente de
gafas y gabardina opina de la obra
y hace largas digresiones que a
poca gente interesa, la sucedida
en la Librería Mar Adentro se vol−
vió más bien una tertulia familiar.
Familiares, amigos y maestros
de Fernanda Melchor superaban
en número al público general. No
era para menos, estaban emocio−
nados por el regreso exitoso de
aquella chica de cara bonachona e
inundada de lunares que se había
ido del puerto a probar suerte en
eso que llaman: la escena literaria
del centro.
El momento más conmovedor
fue cuando Rodrigo Montané, el
director de la secundaria Ollima−
ni a la que Fernanda asistió de
adolescente, lloró de orgullo al
recordar lo buena alumna que fue
Fernanda, quien solía aislarse de
todo el mundo para sentarse a leer
novelas de Stephen King.
—Recuerdo que mi mamá
pensaba que por leer tanto yo
necesitaba un psicólogo—acotó
Fernanda sobre eso. Enseguida
el público comenzó a reír, entre
ellos sus padres, que también se
encontraban ahí.
“Hay una alumna, Fernanda,
que ganó algo de la UNAM. Un
concurso nacional, no recuerdo
cómo se llamaba el concurso, era
como un reality.
El caso es que fue alumna mía.
Yo la admiraba mucho porque ha−
blaba con palabras que luego no
entendía. Un día fue con Loret de
Mola, a su noticiario matutino.
Comentó al aire que ella, todas
las mañanas, leía una palabra del
diccionario. Buena alumna, Fer−
nanda. Yo jamás podría hacer algo
como eso.”
“Conocí a Fernanda Melchor
en una conferencia de medios que
hizo la facultad de Ciencias de la
Comunicación. Corrían, si no mal
recuerdo, los meses finales del
año de 2009. Yo estaba en primer
semestre y quería ser, por aquel
entonces, de estos periodistas tipo
Spotlight cuyo sueño es derrotar
al poder con sus investigaciones.
Ella trabajaba para el periódico de
la universidad.”
Escribo otras cosas del sueldo
que gano por hacer panegíricos
sobre el rector—decía Melchor res−
pecto a su trabajo.
En aquel panel los ponentes se
echaron loas y elogios mutuos, pe−
ro Fernanda se comportó diferen−
te, se limitó a parpadear y lanzar
comentarios inteligentes. Uno de
ellos fue muy elegante con el que
vapuleó al periódico universitario
para el que trabajaba.
—Al periódico El Universo le
hace falta ser más universal.
Nadie se hubiera imaginado
que años después esa mujer de
playeras negras y andar lento, se
iba a convertir en una de las me−
jores novelistas mexicanas. Por
eso, en la noche, con la intención
de concretar una entrevista, la
busqué en Facebook y la agregué.
Estaba como Lynnus Tanner,
cuyo nombre era un homenaje al
personaje femenino del programa
ALF. Tardé unos días en escribirle
para no verme tan desesperado.
Sin embargo, por alguna ex−
traña razón, entablamos muy
buena amistad y olvidé hacerle
la entrevista.
LLAVE Negocios & Política de Veracruz